EL CASTILLO DE SANT JORDI Y EL TEMIBLE DRAGÓN
En 1905 Bartomeu Terradas Brutau, heredero de una importante empresa textil, encargó a Josep Puig i Cadafalch la construcción de un edificio para que su madre y sus tres hermanas gozaran de vivienda propia y pudieran, gracias al alquiler de los diferentes inmuebles, tener independencia económica. Así lo había dispuesto el patriarca que, siguiendo la tradición catalana de nombrar heredero al varón, no quiso que las féminas de la familia quedaran desprotegidas a su muerte.
El edificio, aunque a simple vista no lo parece, está perfectamente dividido en tres partes iguales.; la vara de San José para y profusión de rosas para la hermana con nombre de flor. Son algunos de los detalles que pueblan los muros de esta construcción de cuento. En la fachada menos visible, un enorme plafón cerámico dedicado a Sant Jordi muestra la reivindicación medievalista propia de la Renaixenca, de la que Puig i Cadafalch, en su vertiente arquitectónica, es uno de los más fieles exponentes. Seis torres góticas coronadas por seis agujas, de ahí su sobrenombre, conforman uno de los inmuebles más admirados de la ciudad. En 1975, el edificio fue declarado monumento histórico nacional y, en 1976, bien cultural de interés nacional.
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