EL ÚLTIMO ABRAZO

EXPERIENCIAS ESPIRITUALES AL FINAL DE LA VIDA EN HOGARES DE ANCIANOS

Desde el siglo pasado, la manera de despedirse de las personas mayores ha cambiado dramáticamente, en lugar de ser atendidas en un contexto familiar, muchas personas de edad avanzada ahora terminan sus vidas en hogares para ancianos u hospitales. Esta institucionalización del proceso de la muerte demuestra que el personal médico se ha convertido en “gestor” del modo cómo mueren los ancianos en una cultura donde la muerte es muchas veces vista como un proceso mecánico en lugar de un viaje espiritual. Para muchos médicos y enfermeras los casos de pacientes al final de la vida son profundamente significativos y les ayudan a facilitar el pasaje hacia la muerte.

Aparte de hogares de ancianos con afiliación religiosa, pocos médicos y enfermeros reconocen explícitamente el dolor existencial de las personas mayores, aunque reconocen que los residentes suelen tener miedo de morir. Hoy día, las sociedades modernas están siendo testigos de un extraordinario aumento de la longevidad. Longevidad que prepara al cuerpo, pero nunca prepara a la mente y al cerebro, que se deteriora mucho antes que el cuerpo o que a veces cuerpo y mente no llegan a envejecer juntos.

Una muerte digna para una persona mayor, puede ser vista como una coronación de un camino recorrido por la vida. La muerte se convierte en un proceso natural, un dejar de existir para dar paso a una generación nueva y más joven. En este contexto, los ancianos tienen tiempo para aceptar y prepararse para la muerte; pero esto no siempre fue así. Cuando las personas envejecen ya no piensan en su muerte a los 65, 75 ni incluso a los 85 años. La muerte no se tiene en cuenta como parte de la vida y, en la tercera edad, el tema de la muerte también parece más aislado y lejano de lo que debiera. Esto hace que las personas mayores confronten sus miedos