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El entrenamiento de la velocidad en el balonmano

Resumen
El trabajo que se presenta a continuación pretende desarrollar una orientación metodológica para el entrenamiento de la
velocidad en el balonmano a partir del análisis de las exigencias energético-funcionales y lúdicas que plantea el propio juego.
Palabras clave: Entrenamiento cognitivo. Velocidad. Balonmano.

Carlos Lago Peñas*


pulgri@mundofree.com
Pilar López Graña**
(España)

1. Introducción

El tiempo es uno de los parámetros que en mayor medida condiciona el desarrollo de la


acción de juego en los Juegos Deportivos Colectivos (JDC). El reglamento de cada
especialidad regula este parámetro en una doble dimensión: estructura formal y funcional
(Hernández Moreno, 1996).

En el caso del balonmano, las modificaciones reglamentarias han provocado un aumento


progresivo de la velocidad en el juego debido a la mayor intensidad con la que los
jugadores realizan sus acciones motrices. Este incremento de la velocidad, que se refleja en
el mayor número de ataques que se suceden en cada encuentro, no ha hecho disminuir sin
embargo la eficacia de las acciones realizadas por los jugadores sino que, por el contrario,
se constata como el éxito de los ataques va en aumento: hay más ataques y se producen
más goles.

En el contexto de los juegos deportivos colectivos (JDC), el éxito en el alto rendimiento


depende, en buena medida, de la rapidez, de la velocidad de respuesta o de movimiento y
de la facultad del deportista para gestionar las aceleraciones segmentarias o globales,
aumentando la velocidad si fuese necesario, en la ejecución de sus acciones motrices
(Martín Acero, 1993).

En este sentido, el balonmano moderno se caracteriza por sus elevados niveles de


implicación bioenergética y el creciente incremento de los denominados esfuerzos de alta
intensidad. El aumento de la velocidad del juego es un dato constatable: en 1994, el
número de ataques por partido era de 47,8; en 1995 alcanzaba 52,6; siendo la tendencia
ascendente en los años posteriores (Suter, 1996).

Desde el punto de vista deportivo, la velocidad representa la capacidad de un sujeto


para realizar distintos comportamientos motores en un tiempo mínimo y con el máximo de
eficacia. Para Harre (1987), la velocidad es la capacidad psicofísica que se manifiesta por
completo en las acciones motrices cuando el cansancio no limita su máxima expresión.

En cualquier caso, esta definición, que bien podría ser adoptada por aquellas categorías
de deportes en que las acciones veloces se caracterizan por su carácter cíclico y las
situaciones de juego se construyen individualmente, precisa ser matizada dentro de los
deportes de equipo. En efecto, los deportes colectivos presentan dos conceptos
fundamentales que los diferencian de los individuales: la interacción grupal y la
incertidumbre del espacio. Tales características determinan que los diferentes episodios
lúdicos que conforman cada unidad de competición sean cambiantes e irrepetibles, razón
por la cual las adaptaciones técnico-coordinativas que los jugadores realizan durante la
ejecución de sus acciones motrices se manifiestan en el juego mediante respuestas
espacio-temporales diversas e impredecibles: aceleraciones y desaceleraciones con o sin
balón, cambios en la dirección de los movimientos, golpeos variados del balón,…

Así, mientras en los movimientos cíclicos el acento en el rendimiento se sitúa en el


desarrollo de las capacidades condicionales, en los movimientos acíclicos -movimientos
diferentes encadenados y desarrollados con la máxima rapidez- los aspectos determinantes
se encuentran vinculados con las capacidades coordinativas y la toma de decisión, tal y
como se pretende reflejar en las Figuras 1 y 2.

Figura 1
Factores relacionados con la velocidad en deportes cíclicos

FUENTE: García Manso, Ruiz Caballero y Ruiz Gutiérrez (1996).

Figura 2
Factores relacionados con la velocidad en deportes acíclicos

FUENTE: García Manso, Ruiz Caballero y Ruiz Gutiérrez (1996).


La velocidad en los deportes de equipo precisa de múltiples factores de naturaleza
diversa, íntimamente interrelacionados y de importancia variable según las necesidades
concretas que se desprenden de cada situación de juego. La expresión externa de la
velocidad se manifiesta a través de la actividad motriz intencional comprometida por los
deportistas en la competición (no instintiva ni refleja), y en la que se encuentran implicados
tanto aspectos bioenergéticos como informacionales (Martín Acero, 1993). Las necesidades
condicionales de las acciones veloces en el balonmano precisan de elevados niveles de
resistencia específica (resistencia a la velocidad) y de fuerza rápida (capacidades
neuromusculares) asociados a los diferentes elementos de técnica individual desarrollados
por los deportistas (coordinación). Ahora bien, en la selección de la conducta motriz
deseada y en su adecuación espacio-temporal a los objetivos perseguidos por los jugadores
intervienen con una influencia esencial los estímulos provenientes del entorno lúdico donde
el deportista realiza su actividad competitiva.

La modificación constante de la organización de los acontecimientos y situaciones del


juego, obliga al ejecutante a elaborar estrategias motrices singulares producto de la
interpretación personal que realiza de los diferentes lances del encuentro. La acción de
competición obliga al jugador a una continua percepción y anticipación compleja y
diferencial del juego, a una toma de decisión original y adecuada a la situación que debe
resolver y a una permanente solución motora que debe estar dotada de la precisión
requerida en el momento oportuno (Seirul-lo, 1993a, 1993b, 1998b). De esta forma, las
condiciones externas en las que el deportista desarrolla su participación suponen un
aspecto determinante para la velocidad de los movimientos desarrollados por el jugador -
ver Figura 3-. De esta forma, en los JDC es preciso sustituir el concepto de velocidad
máxima por el de velocidad óptima (a veces máxima y a veces no) para poder resolver las
variables demandas que reclaman los actos de competición. Así, siguiendo a Massafret
(1998) consideramos que la velocidad constituye la capacidad que nos permite proponer
respuestas motrices rápidas y correctas (óptimas) a los diferentes estímulos y distintas
necesidades que se suceden en el desarrollo del juego.

Figura 3
Factores que determinan la velocidad de los movimientos del deportista

FUENTE: Martín Acero (1993).


2. Estudio de los esfuerzos en el balonmano

Los esfuerzos en el balonmano se caracterizan por un predominio de los


desplazamientos de baja intensidad ( marcha, carrera lenta y moderada ) frente a los de
alta intensidad (carrera submáxima, “sprint” ). -ver Tabla1-. (Konzak y Schäke, 1996, en
Bayer, 1987).

Tabla 1:
Porcentaje de tiempo utilizado a determinadas velocidades

0-2 78 80 76 82 83
2-4 15 12 17 15 11,5
4-6 3,8 5 4,5 2,3 3,6
6-8 2 1,5 1,5 0,8 1,2
8- 0,9 0,9 0,97 0 0,1
VELC.n/s EXT.IZD. EXT.DCH. LAT.IZD. LAT. DCH. PIVOTE

FUENTE: García Cuesta (1992).

Desde un punto de vista bioenergético, el balonmano podría definirse como un juego


que se desarrolla en dos partes de 30 minutos cada una, con 10 minutos de descanso entre
cada parte, en donde los jugadores realizan una actividad motora, compleja y cambiante,
en la que se alternan aleatoriamente períodos de trabajo y de pausa.

Los períodos de actividad no son uniformes, sino que tanto el tiempo como las
intensidades son variables en función de las necesidades que demanda el juego. Asimismo,
las pausas no son de un valor constante (Álvaro, 1989). -ver tabla 2 -.

Tabla 2
Tiempos de participación y pausa en los deportes de equipo

Tiempo de pausa Tiempo de participación


Baloncesto 25" 29"
Balonmano 15" 25"
Fútbol 17" 23"
Fútbol sala 14" 14"
Voleibol 12" 8"

FUENTE: Hernández Moreno(1996)

En esta definición del balonmano podemos ver que existen:

• Acciones relevantes de alta intensidad y corta duración (4-6 segundos) que


abarcan todos los comportamientos que tienen repercusión en el resultado, tales como
lanzamientos, fintas, penetraciones, blocajes, desplazamientos defensivos, paradas del
portero...
• Conductas de soporte o conexión entre las acciones relevantes, de duración
variable e intensidad media o media baja. Comprenden todos los momentos de pausa o de
actividad ligera que se producen en los partidos (COE, 1992: 299).
La introducción de reglas de juego que penalizan la falta de ambición en el ataque
(juego pasivo), la prohibición de que los jugadores mantengan el balón en su poder más de
3 segundos..., inciden en el aumento de la velocidad en el juego. Se producen más
ataques, se suceden con mayor frecuencia acciones determinantes en el juego, decrece el
tiempo de recuperación entre cada acción importante. Los jugadores tienen que estar en
condiciones de intervenir muchas veces en el juego, realizando acciones relevantes y sin
que disminuya su eficacia.

Las exigencias fisiológicas máximas no suelen durar más de 4-5 segundos, justificándose
la necesidad de trabajar la resistencia anaeróbica - aláctica. También son frecuentes las
participaciones con un alto nivel de intensidad durante 15-20 segundos, que se repiten con
pausas incompletas, por lo que se debe garantizar la capacidad del jugador de actuar con
elevadas tasas de ácido láctico -ver tabla 3- (resistencia anaeróbica - láctica).

Tabla 3
Tiempos de juego (porcentual) en balonmano.

Tiempos 1"- 20" 21"- 40" 41"- 60" 61"- 90" 90"
39% 38.8% 14.4% 5.9% 1.9%

FUENTE: Dal Monte (1987).

Como la duración del partido alcanza los 60 minutos, las manifestaciones de los citados
tipos de resistencia se fundamentan en la capacidad de soportar un trabajo constante
durante ese tiempo, por ello se hace necesario trabajar la potencia aeróbica. En resumen,
debemos desarrollar el sistema anaeróbico - aláctico, potencia y capacidad láctica y
potencia aeróbica. (Seirul-lo, 1993a, 31-32).

A modo de síntesis, podemos indicar que el balonmano se caracteriza por el desarrollo


de acciones de juego breves y de intensidad máxima intercaladas con otras más largas de
intensidad submáxima y ligera. El juego exige del deportista una constante disposición. En
cualquier momento de la competición los jugadores deben de estar dispuestos para realizar
las más diversas actuaciones: desplazamientos a la máxima intensidad con o sin balón
ejecutadas con pausas variables, carreras con ritmo submáximo, diferentes acciones
técnicas...

3. La lógica interna del juego

Si bien la comprensión de las causas o mecanismos de tipo energético-funcional que


posibilitan a los jugadores de balonmano la realización de sus movimientos y acciones a lo
largo de un encuentro proporciona una orientación valiosa para el diseño del proceso de
entrenamiento deportivo, el conocimiento de las condiciones lúdicas en las que dichos
movimientos y acciones adquieren su significado estratégico resulta no menos importante.
El entendimiento del contexto significativo en el que los deportistas desarrollan su
participación permite a los preparadores modificar la organización de los acontecimientos y
situaciones del entorno de juego, estimulando la construcción de situaciones pedagógicas
de aprendizaje que favorezcan la optimización del rendimiento de los jugadores en el plano
cognitivo, coordinativo y condicional (Seirul-lo, 1993a, 1993b, 1994, 1998b). En esta tarea,
la atención debe centrarse en el análisis de la estructura y la lógica interna del deporte en
el que se trabaje.
El balonmano pertenece a un grupo de modalidades con características comunes,
habitualmente denominadas Juegos Deportivos Colectivos (JDC). Sin descartar la
importancia de los demás elementos estructurales que conforman la lógica interna del
juego, son las relaciones de cooperación que se suceden entre los miembros del mismo
equipo y las relaciones de oposición entre los dos equipos en confrontación las condiciones
que definen el marco de referencia de cada uno de los episodios de juego que integran un
encuentro ludodeportivo, razón por la cual estas especialidades han sido clasificadas como
juegos de oposición (Hernández Moreno, 1994; Parlebas, 1988, 1996) -ver Figura 4-.

Figura 4
La acción motriz en el Balonmano

FUENTE: Lago (2000).

Esta relación de adversidad se manifiesta tanto en las acciones individuales (lucha entre
el atacante y el defensor) como en las colectivas (lucha entre el ataque y la defensa). Así,
podemos hablar de contracomunicación y oposición interindividual cuando nos referimos a
las relaciones de antagonismo establecidas entre los participantes de equipos rivales, en el
sentido de la superación individual para alcanzar el objetivo; y de contracomunicación y
oposición del equipo cuando nos referimos de una forma más general a la integración de
los conflictos individuales dentro de la organización colectiva del equipo (Moutinho, 1997).
Las relaciones de contracomunicación y oposición interindividual se concretan en el juego a
través de Episodios de Duelo (ED): situaciones de 1x1, conflictos diádicos, triádicos,... y
las acciones de contracomunicación y oposición del equipo mediante Episodios de
Conflicto Dual (ECD) -ver Figura 5-.

Figura 5
Las relaciones de oposición en los JDC

FUENTE: Martín Acero (1998)

En el juego, los episodios de duelo descansan sobre una misma organización interna. Se
produce una situación de conflicto entre un equipo y otro por acercarse a la meta contraria
para alcanzarla con el móvil y evitar que el contrario haga lo propio, resolviéndose las
tareas lúdicas decisorias a través de confrontaciones duales entre un jugador y otro. La
disputa tiene lugar en la ocupación de los espacios y la posesión del móvil desde un punto
de vista colectivo e individual, precisándose de una cooperación entre compañeros y una
oposición a los adversarios de modo previsto e imprevisto.

El episodio de conflicto se resolverá finalmente al reducir la relación espacio/tiempo de


quien posee el móvil para que no se produzca continuidad comunicativa con un compañero
o un espacio libre, obteniendo puntuación en la zona específica contraria en el caso de
quien ataca con posesión del móvil o mediante su sustracción por parte de quien presta
oposición o un compañero suyo (Martín Acero, 1993) -ver Figura 6-.

Figura 6
La organización interna de los episodios de conflicto en los JDC
FUENTE: Martín Acero (1993)

En este sentido, dentro de la velocidad de juego es posible identificar FUENTE: Martín


Acero (1993)

En este sentido, dentro de la velocidad de juego es posible identificar dos dimensiones


diferentes (García Manso, Ruiz Caballero y Ruiz Gutiérrez, 1998; García Manso, Martín
Acero, Navarro y Ruiz, 1998; Martín Acero, 1998; Martín Acero, Lago y Fernández, 1999;).
Por un lado, una expresión individual (del jugador) referida a la velocidad máxima
potencial que cada deportista posee sobre los gestos técnicos y los desplazamientos en la
competición y que se hace visible en el juego en los episodios de duelo (ED) que se
establecen entre el atacante y el defensor. Por otro, una velocidad colectiva (de juego)
resultante, a su vez, de una velocidad colectiva de ataque, desarrollada por el jugador
que tiene la posesión del balón en colaboración con sus compañeros de equipo que deben
ayudarle ofreciéndole una continuidad comunicativa mediante un apoyo o un espacio libre,
y una velocidad colectiva de defensa, propuesta por los jugadores del equipo que no
tiene la posesión del móvil y defienden la evolución y aproximación espacial del balón o del
jugador contrario. Esta categoría de velocidad se manifiesta en el juego a través de los
episodios de conflicto dual (ECD) que enfrentan al ataque y la defensa de ambos equipos y
será mayor o menor en función de las necesidades tácticas requeridas en cada momento
competitivo (lógica interna de la competición).

La velocidad colectiva del equipo determina la velocidad de juego por encima de la


velocidad de cualquiera de sus jugadores. Las acciones de competición casi nunca vienen
definidas por la velocidad con la que se desplazan individualmente los jugadores, sino que
normalmente está condicionada por la velocidad con la que se mueve el balón (García
Manso, Ruiz Caballero y Ruiz Gutiérrez, 1998). No obstante, la única forma por la que el
móvil se puede desplazar velozmente es teniendo un perfecto dominio técnico del mismo,
ajustándose a las exigencias reglamentarias.

En este trabajo nos centraremos únicamente en el análisis de la expresión individual de


la velocidad.

Siguiendo a Massafret (1998), en los deportes de equipo es posible definir diversos tipos
de velocidad a nivel del deportista individual que pueden ser agrupados en dos grandes
categorías. Existe una velocidad necesaria para el jugador antes de empezar actuar y
otra comprometida en el momento y durante la ejecución del acto motor propuesto
para resolver las demandas del episodio del juego. Dentro del primer grupo, se puede
distinguir una velocidad de discriminación requerida para identificar y jerarquizar en el
menor tiempo posible los estímulos propios y del entorno más significativos de la situación
concreta, y una velocidad de toma de decisión precisada para desarrollar estrategias de
decisión adaptadas una vez analizadas las condiciones de los estímulos. En el segundo
grupo es posible diferenciar una velocidad inicial solicitada para ejecutar la respuesta
motriz elaborada por el deportista como resultado de la interpretación personal que realiza
de la situación, y, finalmente, una velocidad de desplazamiento acíclico o cíclico
(dependiendo de las características del acto motor) que representa la capacidad para
realizar un trayecto en el tiempo óptimo. Esta manifestación de la velocidad podrá ser
elemental o global según el recorrido y el carácter segmentario o global de la acción
propuesta.

De esta forma, en todas las tareas decisorias (finta, anticipación, lanzamientos,…) se


encuentran implicados tanto aspectos bioenergéticos (fuerza rápida y/o resistencia) como
informacionales (percepción/análisis, decisión, ejecución), de importancia variable según
las necesidades concretas que se precisen para superar el conflicto. La velocidad de
reacción compleja será en muchas tareas y conflictos sinónimo de percibir, evaluar y
decidir; anticiparse y ejecutar requerirán de otras manifestaciones de la fuerza y
coordinación específica, y según el grado de prestación de la tensión neuromuscular así
estarán presentes manifestaciones elementales de la velocidad o integrales si algún
concepto de resistencia es precisado (Martín Acero, 1993, 1996, 1998).

En cualquier caso, en el transcurso de un partido no existe la necesidad constante de


realizar todas las acciones a la máxima velocidad. Cada jugador debe gestionar
acertadamente la velocidad necesaria para ejecutar los roles y sub-roles de ataque y de
defensa (con o sin balón) según las exigencias que reclame el juego. No obstante, el
objetivo del entrenamiento debe ser generar el mayor número de recursos en el deportista
que le permitan poseer una reserva de velocidad lo más amplia posible, susceptible de ser
movilizada cuando se precise.

A modo de resumen, podemos concluir que el entrenamiento de la velocidad en el


balonmano se debe realizar eficazmente reproduciendo, con oportunos métodos de
entrenamiento, los requerimientos energéticos que la competición propone sin alterar los
delicados equilibrios de naturaleza biológica y especialmente los relativos al componente
neuromuscular. Ahora bien, si los JDC se caracterizan por la necesidad de resolver
situaciones lúdicas cambiantes condicionadas por las relaciones con los compañeros, la
oposición del adversario y la inestabilidad del medio, y todo ello de una forma integrada, no
es lógico plantear situaciones de entrenamiento en las que únicamente se privilegie uno de
los elementos que se manifiesta en el juego: el componente condicional. La lógica interna
en la que se desarrolla el juego precisa de pre-requisitos bioenergéticos e informacionales,
éstos últimos son primordiales, los primeros son necesarios pero no suficientes (Martín
Acero, 1993, 1996, 1998). Desarrollar una metodología de entrenamiento en estas
especialidades sin tener en cuenta los presupuestos anteriores puede conducir a proponer
trabajos con escasa o ninguna transferencia positiva, cuando no negativa, con respecto a
los requerimientos de la competición.

En este contexto, la intervención del entrenamiento físico debe centrarse en estimular


preferencialmente el componente condicional de los deportistas adecuado en cada
momento -no en vano, ése es el objetivo de la preparación física-, pero en esa tarea es
preciso prestar atención a los procesos cognitivos que suceden en el interior del jugador,
después de analizar las condiciones del entorno donde debe realizar su actividad
competitiva. Desde esta perspectiva, a la hora de construir las situaciones de
entrenamiento debemos tener en cuenta tres aspectos fundamentales (Seirul-lo, 1993a,
1993b, 1994, 1998b): en primer lugar, introducir la participación coordinativa que puede
ser soporte de las tareas específicas de nuestro deporte (lanzamientos, saltos, fintas,…); en
segundo lugar, gestionar el tiempo de trabajo óptimo en función de los objetivos
perseguidos pues es lo que determina el gasto energético (pausa grande, pequeña, activa,
pasiva, frecuencia, velocidad de realización,…); y, finalmente, incluir categorías y
situaciones espaciales específicas del entorno lúdico de la especialidad. Todo ello con la
finalidad de diseñar unas condiciones de práctica que permitan mejorar la interpretación y
la autoconfiguración de los deportistas -razonamiento práctico en sentido fuerte (Arnold,
1991)- para ocasionar de esta forma la modificación de la conducta motriz externa.

Las capacidades condicionales vienen determinadas por los parámetros tradicionales de


volumen, intensidad, densidad,… La estructura condicional será más específica cuando los
intervalos de trabajo-recuperación se parezcan más a los reales del juego.

Las capacidades coordinativas se manifiestan a través de elementos de técnica


individual, y su mejora se constata en la correcta adaptación del gesto técnico a las
exigencias de la situación de juego en la que se encuentra inmerso el deportista. El
componente coordinativo será más específico cuando se proponga en las tareas de
entrenamiento la expresión motriz soporte de la técnica del balonmano. Incluso se puede
aumentar la especificidad si empleamos la técnica concreta movilizando los mismos
sustratos energéticos comprometidos en la competición, tanto en lo que respecta al tiempo
de participación como en su intensidad.

Las capacidades cognitivas suponen el control de la información que circula por la tarea
y como ésta es procesada y utilizada por el deportista. Se manifiesta habitualmente a
través de tareas de toma de decisión, una vez analizadas las condiciones del entorno y
relacionadas con la intencionalidad perseguida por el jugador. Su optimización se refleja en
el progreso en la capacidad de observación, el incremento para procesar la información y el
desarrollo de los modelos de anticipación. La estructura cognitiva será más general cuando
las tareas de toma de decisión se destinen a construir inespecíficamente esta capacidad. Se
fundamenta en el trabajo con toma de decisiones más sencillas que en las condiciones
reales, mediante estímulos inespecíficos y también respuestas inespecíficas (de más fácil
identificación y ejecución que las específicas). El componente cognitivo será más específico
a medida que las tareas de toma de decisión estén basadas en elementos de táctica
(individual y colectiva) propias del balonmano e incluso es posible aumentar la especificidad
superando condiciones más complejas de las que se pueden dar en un partido.

4. El entrenamiento de la velocidad en el balonmano

La identificación por parte del entrenador de las diversas acciones de juego en las que
se encuentra comprometida la velocidad supone una tarea de capital importancia para la
organización del proceso de entrenamiento deportivo. La definición de las categorías
particulares de velocidad que demanda el balonmano permite diseñar unas condiciones de
entrenamiento que faciliten la aproximación de la cualidad inespecífica velocidad a las
características concretas de la competición y que va a facultar a un jugador veloz aplicar
toda esa velocidad a sus acciones técnicas específicas.

Así, siguiendo a Seirul-lo (1993a, 1993b, 1998b), consideramos que la velocidad en el


balonmano se manifiesta a través de las siguientes categorías:

• Velocidad de puesta en acción o velocidad de salida, utilizada para iniciar la


carrera desde parado con o sin balón. La distancia recorrida alcanza los 3-5 metros. En ese
desplazamiento pueden realizarse distintas acciones técnicas: desmarcarse para recibir un
pase, anticiparse para interceptar el balón,...
• Velocidad de cambio de ritmo, manifestada cuando el jugador se está
desplazando a cierta velocidad y, en un momento determinado, modifica bruscamente su
intensidad llegando al máximo y manteniéndola el tiempo que se estime necesario. Durante
esa realización global puede aparecer el balón en cualquiera de las dos fases del
desplazamiento. El total de metros recorridos oscila entre 10 y 25.
• Velocidad de ejecución, reclamada por el deportista cuando ejecuta una acción
técnica o encadena una determinada secuencia de gestos específicos a la máxima
velocidad en desplazamientos muy cortos: pases, fintas, lanzamientos...
• Velocidad intermitente, necesaria para realizar acciones sucesivas a la máxima
intensidad con paradas intermedias o grandes descensos de velocidad de desplazamiento.
Esta secuencia debe considerarse como una única acción en la que se encadenan diversos
gestos específicos diferenciados por paradas muy breves. La distancia recorrida va desde
los 6 a los 15 metros, subdividida en fases de desplazamiento en una o varias direcciones y
a velocidades máximas o submáximas.

Una vez definidas las categorías y la duración de los esfuerzos de velocidad en el juego,
la segunda cuestión que debe precisarse es el tiempo de recuperación óptimo que cubrirse
entre los esfuerzos. Para Cometti (1999), la recuperación entre los "sprints" debe estar
comprendida entre 17 segundos y tres minutos:

• 17 segundos, porque este tiempo constituye según Di Prampero el tiempo


necesario para la recuperación de la mitad de las reservas anaeróbicas alácticas. Es la parte
más eficaz de la recuperación.
• 3 minutos. La recuperación no debe exceder de tres minutos puesto que los
capilares se volverían a cerrar, lo que haría perder al atleta el beneficio del calentamiento.

El tercer problema reside en la cuantificación del número ideal del número ideal de
esfuerzos que deben realizarse en cada serie. En este punto Zatsiorski (en Cometti, 1999)
propone como referencia la curva de Volkov. En esta curva se constata como al cabo de
cuatro repeticiones la tasa de ácido láctico aumenta de manera significativa. Así,
consecuentemente, deben interrumpirse los esfuerzos y proponer una descanso más largo
de 7 a 10 minutos para permitir que la tasa de ácido láctico disminuya y de este modo
puedan realizarse los esfuerzos en condiciones alácticas. Además, la recuperación nerviosa
permitirá trabajar mejor en la serie siguiente.

La calidad de estas pausas debe ser activa introduciendo tareas que contengan
elementos coordinativos y cognitivos con balón que permitan al deportista mantenerse en
una óptima disposición condicional y cognitiva para la ejecución del resto del trabajo
programado.
En cualquier caso, la particular naturaleza de las habilidades motrices comprometidas en
el balonmano, habilidades abiertas (Poulton, 1957), de regulación externa (Singer, 1980),
predominantemente perceptivas (Knapp, 1963) y continuas (Singer, 1980) determina que
el rendimiento deportivo sea en gran medida el producto del tratamiento de la información
que realiza el jugador en cada episodio del juego. El sujeto eficiente es aquel que es capaz
de alcanzar los objetivos de la tarea haciendo frente a la incertidumbre del entorno. En las
actividades deportivas con fuerte carga informativa (deportes colectivos, de combate, de
raqueta,…), el rendimiento puede medirse por la exactitud de la elección de los objetivos
que se persiguen, por la adecuación de los programas de respuesta utilizada para alcanzar
los objetivos fijados así como por la rapidez y la precisión de la ejecución. Para ser eficaz,
el jugador debe ser capaz de producir rápidamente una respuesta exacta y ejecutarla con
precisión a pesar de las condiciones de tratamiento de la información que aumentan la
dificultad de la tarea (cantidad de información a tratar, presión temporal, precisión
requerida en la ejecución,…) (Famose y Temprado, 1999).

Desde esta perspectiva, el objetivo del entrenamiento de la velocidad en el balonmano


debe ser el generar el mayor número de recursos en el deportista que le permitan poseer
una reserva de velocidad lo más amplia posible, pero sobre todo, conseguir que el
practicante continúe siendo eficiente en el juego sea cual sea el nivel de las limitaciones
fijada por la tarea que debe realizar.

¿Cómo lograr este objetivo? Acabamos de definir cuáles son las categorías específicas de
velocidad en el balonmano y cómo debería ser la sesión en el entrenamiento de esta
cualidad desde el punto de vista energético. Ahora bien, en la tarea de establecer
relaciones significativas entre las soluciones del entrenamiento y las situaciones futuras de
la competición, la atención del entrenador debe ponerse en el control de las condiciones en
que se realiza la práctica. La finalidad de la preparación es proponer situaciones de
entrenamiento que permitan a los deportistas aprender a encontrar modos de resolución
eficaces para los diferentes argumentos del juego estableciendo así vínculos de causa-
efecto entre las características de la tarea y el rendimiento de quien la realiza. En otras
palabras, las situaciones propuestas en el entrenamiento deben tener la misma carga de
significado para el deportista que las tareas específicas de la competición.

El concepto de tratamiento de la información ha sido operacionalizado por diversos


modelos que comportan varios estadios de transformación, desde la entrada sensorial
hasta la salida motora (Famose y Temprado, 1999). El proceso está constituido por un
conjunto de operaciones de transformación de la información orientadas hacia el mismo
objetivo. Los estadios se distribuyen en la vertiente perceptiva, cuya función principal es
identificar la señal de respuesta; la vertiente de decisión en la que se efectúa la elección de
la respuesta y la vertiente motriz en el curso de la cual se realizan las operaciones de
programación y de traducción de las órdenes.

El entrenamiento de la velocidad en el balonmano debe realizarse modificando la


organización de los acontecimientos y situaciones del entorno de juego mediante la
manipulación de las variables que afectan a los estadios que se desarrollan en cada
vertiente del tratamiento de la información. Así, las categorías fundamentales que debería
incluir en su estructura una tarea de velocidad que pretenda potenciar los elementos
cognitivo de los deportistas serían (Seirul-lo, 1993a, 1993b, 1994, 1998):

• Contribuir a la identificación y jerarquización por parte del deportista de los


estímulos propios y del entorno más significativos para llevar a cabo los comportamientos
motores perseguidos -atención selectiva-.
• Desarrollar estrategias de decisión variadas (no sólo estímulo-respuesta) adaptadas
a las demandas de la situación que se tiene que resolver una vez analizadas las condiciones
de los estímulos propios y del entorno.
• Implicar estrategias de programación y ejecución diversas en las que se
encuentren presentes los gestos coordinativos específicos del deporte.
• Afianzar todas las categorías de autoevaluación y autocontrol por parte del
deportista a través de la evaluación de la tarea por su propia ejecución y su resultado con
el objeto de optimizar la configuración interna del deportista.

Y todo ello con el fin de que el saber práctico adquirido durante la manipulación de la
dificultad de las situaciones preparadas constituya un recurso en el que el sujeto pueda
apoyarse para solucionar los problemas de la competición. En cualquier caso, la presencia
de elementos coordinativos y cognitivos y categorías del entorno de juego no deben en
ningún caso perturbar la consecución del objetivo condicional de la tarea. Una propuesta
de los posibles indicadores a modificar en el tratamiento de la información por parte de los
deportistas podría ser la siguiente (Espar, 1998, Famose y Temprado, 1999; Martín Acero,
1998; Martín Acero, Lago y Fernández, 1999; Seirul-lo, 1993a, 1993b, 1994, 1998b):

- Vertiente perceptiva:

1. Número de estímulos necesarios para identificar la situación.


2. Claridad de los estímulos (discriminación).
3. Duración de la presentación de los estímulos.
4. Incertidumbre sobre la localización y el carácter de los estímulos (visuales,
auditivos, …).
5. Incertidumbre sobre el momento de aparición de los estímulos.
6. Incertidumbre sobre el objetivo de la tarea.
7. Tareas en estado de fatiga: acumulación de tareas, exceso de la información,
cansancio fisiológico,….
8. Introducción de elementos perturbadores.
9. Utilización diversificada de estímulos inespecíficos, semiespecíficos y específicos.

- Vertiente de la toma de decisión:

1. En situación de espera, alternativas de tareas propuestas según los estímulos.


2. En situación de iniciativa, claridad del objetivo a alcanzar.
3. Tareas con dos o más objetivos (amplitud de la situación):
- técnico/táctico y condicional (velocidad y resistencia a la velocidad),
- técnico/táctico y persecución (variaciones en las condiciones externas).
4. Número de objetivos a alcanzar para cada estímulo.
5. Número de respuestas posibles para alcanzar los subobjetivos
6. Incertidumbre sobre el objetivo de la tarea.
7. Tareas en estado de fatiga: acumulación de tareas, exceso de la información,
cansancio fisiológico,….
8. Disminuir el tiempo de reflexión desde la percepción (aparición del estímulo) a la
ejecución (soluciones pertinentes a los sub-roles y acciones de éxito del jugador):
- ampliando el campo visual,
- disminuir la distancia con el adversario.
9. Carácter específico/inespecífico de las respuestas.

- Vertiente motriz:
1. Carácter específico/inespecífico de las respuestas.
2. Proponer variaciones en la ejecución del movimiento: variaciones sectoriales,
simetrización, amplitud, fuerza,…
3. Combinación de movimientos: mismo lado, ejecución cruzada,…
4. Variaciones en la ejecución temporal: adaptación a un ritmo, modificaciones
parciales de ritmo, combinaciones de las anteriores.
5. Precisión espacial requerida.
6. Precisión temporal requerida
7. Tareas en estado de fatiga: acumulación de tareas, exceso de la información,
cansancio fisiológico,….
8. Duración del movimiento
9. Establecer contrastes y matices: estímulo débil-reacción fuerte, estímulo fuerte-
reacción fuerte, estímulo débil-reacción débil, estímulo fuerte-reacción débil.

5. Conclusiones

El entrenamiento de las capacidades condicionales en el contexto de los juegos


deportivos colectivos, y más en particular en el balonmano, precisa de nuevas estrategias
metodológicas y medios de intervención que, conscientes de la necesidades específicas que
se manifiestan en el juego-competición, permita estimular eficazmente e rendimiento de los
deportistas.

Los sistemas de intervención actuales se basan en optimizar aisladamente cada uno de


los componentes que integran la estructura del rendimiento de los deportistas: elementos
coordinativos, condicionales y cognitivos, mediante la utilización de medios trasladados
desde los deportes individuales y resueltos, en su adaptación a los deportes de equipo,
mediante el mejor o peor entender de cada entrenador. No obstante, los deportes
colectivos presentan dos conceptos fundamentales que los diferencian de los individuales:
la interacción grupal y la incertidumbre espacial. Tales características determinan que los
diferentes episodios lúdicos que conforman cada unidad de competición sean cambiantes e
irrepetibles, razón por la cual las adaptaciones técnico-coordinativas que los jugadores
realizan durante la ejecución de sus acciones motrices se manifiestan en el juego mediante
respuestas espacio-temporales diversas e impredecibles que precisan de la interacción
coordinada de todos los componentes anteriores.

Desde esta perspectiva, es preciso construir una forma de entrenamiento que,


consciente de las complejas interrelaciones entre los elementos que configuran la
organización interna del deportista, permita la estimulación diferenciada de cada una de
ellos, pero siempre en relación con el nivel conseguido en todos los demás, optimizando así
la estructura funcional del deportista en condiciones de aprendizaje que permitan
establecer relaciones significativas entre las soluciones del entrenamiento y las situaciones
futuras de competición.

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