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4.1 – Comparación con otro autor: HUME.

1- Empirismo. El contexto cultural en el que se desenvuelve el Empirismo es el de la Ilustración inglesa, movimiento


cultural originado en Gran Bretaña, en el siglo XVII, y traspasado al resto de Europa, en donde alcanzará su máximo esplendor
en el siglo XVIII. La Ilustración inglesa alentada por los descubrimientos científicos de Isaac Newton, quien tanta influencia
tendría sobre David Hume, y las ideas filosóficas de Locke, se caracteriza por una serie de ideas rectoras como son: la defensa
de la razón como instrumento del progreso, de la tolerancia y de la libertad de pensamiento y conciencia, la sustitución de la
tradicional religión revelada por la religión natural basada en la razón y el deísmo.
2- Vida y obra. Nace en Edimburgo (Escocia) en 1711. Antes de finalizar sus estudios de leyes en la Universidad de su
ciudad natal, marcha a Bristol donde trabaja en unas oficinas comerciales. En 1734 marcha a Francia donde completaría su
formación política y filosófica. En 1737 vuelve a Escocia intentando ingresar en la Universidad sin éxito. Se convirtió en el
secretario de varios aristócratas y bibliotecario de la Sociedad de Abogados de Edimburgo, componiendo su obra Historia de
Inglaterra, la cual le dio un gran prestigio. Murió en la ciudad en la que había nacido en 1776.
Su filosofía estuvo muy influida por la obra científica de Newton, sobre todo a nivel metodológico. Hume se ocupó del
estudio del conocimiento y la moral, la religión y la política sobre todo, tomando como base los descubrimientos y el método de
Newton.
3- Origen y modos del conocimiento. También para Hume, como para Locke, el origen del conocimiento se halla en la
experiencia sensible y el criterio de verdad es la evidencia sensible.
La experiencia de nuestros sentidos mediante las percepciones da lugar a las impresiones, fuertes e inmediatas, que
cuando provienen de la experiencia externa se denominan sensaciones y cuando provienen de la experiencia interna pasiones o
emociones e impresiones de reflexión. A su vez, las impresiones dan lugar a las ideas, débiles y mediatas, que no son más que
copias de ellas. Ejemplos de sensaciones serían el color, el olor, etc.; de pasiones o emociones, el amor, el odio, etc; de reflexión,
placer, dolor, etc. Impresiones e ideas se distinguen por el grado de vivacidad. Toda idea debe tener su correspondiente
impresión, si no es así carece de valor, es una pura ficción.
Por otra parte, tanto las impresiones como las ideas pueden ser simples, si no admiten separación, o complejas, cuando
están formadas por asociación de impresiones o ideas respectivamente. Hume indica tres leyes de asociación de las ideas:
semejanza, contigüidad espacio-temporal y relación causa efecto, aunque sospechaba que existían muchos otros.
Las ideas simples y complejas al ser relacionadas por la mente dan lugar a juicios y al relacionar estos entre sí, elabora
razonamientos. Para Hume razonar es descubrir relaciones entre juicios.
Hume distingue dos tipos de conocimientos o juicios o proposiciones :
. Cuestiones de hecho: son juicios sobre hechos, ponen en relación impresiones o ideas sobre hechos. Son contingentes,
es decir, tratan sobre hechos que son tal como son aunque no existe ninguna necesidad para ello, podrían ser de otro modo. Se
demuestran por la experiencia, o sea, a posteriori. Por ejemplo: el agua hierve a 100º.
. Relaciones entre ideas: son juicios que ponen en relación ideas que no están referidas inmediatamente a los hechos.
Son necesarias, es decir, su verdad deriva de que su contrario constituye una contradicción. Se basan en la evidencia racional, o
sea, pueden ser demostradas a priori. Por ejemplo: el todo es mayor que las partes.
Todas aquellas proposiciones que no sean de este tipo son falsas proposiciones, en el sentido de que parecen serlo sin
serlo propiamente.
4- Crítica a las ideas de Causa, Mundo, Dios y Yo. Toda la tradición filosófica basaba el conocimiento humano en la ley
de causalidad. El racionalismo mantenía que la idea de causa era innata, no la conocemos a partir de la experiencia, pero sí nos
muestra una relación que acontece entre hechos de experiencia. Para los empiristas una idea sólo puede ser verdadera si está
referida a la realidad a través de la experiencia de nuestros sentidos. Para Hume, todos nuestros juicios sobre los hechos
(cuestiones de hecho) parecen basarse en la relación causa-efecto (causalidad eficiente). Cuando construimos un juicio de este
tipo, relacionamos dos hechos reales creyendo que entre ambos existe una conexión real, siendo uno la causa y otro el efecto.
Por ejemplo, cuando ponemos agua a calentar creemos que el fuego actúa como causa del calentamiento del agua que sería el
efecto. Sin embargo, el concepto o idea de causa no tiene ningún correlato sensible, no tenemos ninguna impresión sensible de
la relación entre causa y efecto que sugiere la propia idea. Al analizar detenidamente la idea de causa, Hume descubre tres
aspectos: 1.- la contigüidad en tiempo y lugar de la causa y el efecto; 2.- la prioridad de la causa sobre el efecto; 3.- la
conjunción constante. En conclusión, para el filósofo escocés, no podemos afirmar que la causalidad exista realmente, puesto
que no tenemos experiencia sensible de ella. La causalidad no es, pues, una conexión real entre hechos, o si lo es, nosotros no la
percibimos. Es una idea abstracta que surge en nuestra mente cuando se suceden dos impresiones distintas o dos ideas de un
modo contiguo, anterior la una a la otra y en conjunción constante, de tal modo que, sólo por el hábito o costumbre de observar
estas características que se dan entre dos impresiones o ideas, suponemos que los hechos a los que se refieren están
efectivamente conectados causalmente. Por eso dice Hume: "La causalidad no es una ley de las cosas sino una ley de nuestro
modo de pensar las cosas".
Creemos en la causalidad pero no podemos confirmar que sea verdadera. Aunque las cuestiones de hecho, al basarse en
la causalidad, no sean verdaderas absolutamente, su grado de probabilidad aumenta al acumular experiencias similares. Y,
además, al ser su creencia sólida, debe seguir utilizándose como fundamento en la construcción de cuestiones de hecho.
El filósofo escocés critica que tengamos certeza sobre la existencia de una realidad distinta de nuestras impresiones y
exterior a ella. Por inferencia causal suponemos que la causa de nuestras impresiones es dicha realidad exterior, es decir, el
mundo, pero no tenemos impresión de dicha relación entre el mundo y nuestras impresiones, por lo tanto, la existencia del
mundo exterior a nuestra mente no es real ni una idea sino solamente una creencia.
Hume también critica la existencia de Dios, entendido como un ser infinitamente inteligente, sabio y bueno, ya que para
él, se trata de una idea formada al reflexionar el ser humano sobre las operaciones de su propio pensamiento y aumentar sin
límites sus cualidades de bondad y sabiduría. Una proyección sin fundamento de toda esta reflexión ha producido el hábito de
creer en un ser trascendente. Las ideas religosas son para Hume tan probables como el resto.
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También pone en entredicho la existencia de la sustancia pensante o yo, la tercera de las sustancias que señalara el
Racionalismo. Nunca, dice el empirista, seremos capaces de captarnos (percibirnos) a nosotros mismos como algo que reciba las
percepciones, sino que la única información sensible que recibimos cuando intentamos averiguar dónde está nuestro yo no son
sino el cúmulo o haz de percepciones que constituyen nuestra vida mental en cada momento. Aunque no tengamos experiencia
sensible de nuestro yo como sustancia, Hume pensaba que probablemente debe existir un yo que sea el soporte de nuestras
sensaciones e ideas.
El fenomenismo humeano va unido a una actitud escéptica: no puedo conocer un correlato de la conexión causal entre
impresiones e ideas en la que se basan las cuestiones de hecho, sólo cree que dicha conexión debe darse.

Cuestión 4:
4.1- Relacionar la temática del texto con la posición de otro autor
El texto comentado expresa los dos aspectos fundamentales de la filosofía de Descartes: el racionalismo y el idealismo.
En cuanto al primero, se trata de una actitud ante el conocimiento humano, presente con diferentes matices a lo largo de toda la
historia de la filosofía desde Parménides, pasando por Platón hasta llegar a Descartes y al resto de pensadores racionalistas
modernos. Después de Descartes, el racionalismo del conocimiento ha adquirido diversos matices, por ejemplo, la Ilustración ha
defendido un racionalismo muy distinto del cartesiano, consistente en entender la razón como un instrumento de progreso del ser
humano. O ya en el siglo XX, Edmund Husserl ha identificado la razón con el espíritu, Karl Popper y Hans Albert, por su parte,
han construido un racionalismo crítico aplicado al campo de la investigación científica.
El racionalismo del conocimiento o gnoeológico se ha contrapuesto al empirismo, ya presente en la Antigua Grecia, en
autores como Aristóteles, totalmente contrapuesto al racionalismo cartesiano en la época moderna como es el caso del
empirismo inglés, que tiene cierta continuidad en el positivismo del siglo XIX, y en el neopositivismo o empirismo crítico del
siglo XX.
El idealismo, también llamado a veces racionalismo metafísico, es una actitud ante la realidad, en concreto, aquella que
establece que las ideas son la forma última o esencial de la realidad. Aunque los diversos idealismos que se han dado a lo largo
de la historia de la filosofía presentan matices que los diferencian, cabe establecer una continuidad que iría desde el idealismo
platónico y neoplatónico, pasando por San Agustín hasta Descartes y Malebranche, quienes, por cierto, están muy influidos por
San Agustín en todo lo relativo a la vuelta a la interioridad de la conciencia y en la concepción de la inmaterialidad del alma y el
espiritualismo. Sin embargo, Descartes no es un idealista tan evidente como Platón, su idealismo, un tanto relativo, consiste en
que justifica la existencia de la realidad a partir de la idea de Dios. Desde los Racionalistas: el idealismo sería continuado por
Kant, quien desarrolla el llamado "idealismo trascendental o formal", intento de conciliación entre racionalismo y empirismo.
También por el idealismo alemán postkantiano de autores como Fichte, Schelling, Hegel o Schopenhauer, que aunque presenta
aspectos muy diferentes en cada uno de ellos, todos coinciden en equiparar el mundo con la representación del mundo. Y, en la
Filosofía contemporánea, por las corriente neokantiana (Rickert, Cohen...) y neohegeliana, por el idealismo anglo-sajón
(Bradley, Bosanquet, Royce, Collingwood...), el idealismo francés (Renouvier, Brunschwig, Lalande, Hamelin...) y el idealismo
italiano (Gentile, Croce...), también por el idealismo fenomenológico de Husserl.
A el idealismo, a lo largo de la historia de la filosofía, se han enfrentado diferentes posiciones y corrientes: como el
realismo de Aristóteles, el materialismo, desde Epicuro hasta Marx, el irracionalismo, sobre todo de Nietzsche, y el
existencialismo, especialmente de Sartre y de Heidegger.
Por otra parte, Descartes recibe una influencia evidente de los científicos de su época y renacentistas, en cuanto a la
concepción mecanicista de la naturaleza, y de los matemáticos de su época, en cuanto al método.
4.2- Visión personal del tema, valorando su actualidad.
Hay dos enfoques posibles:
A. Sobre la pertinencia de acudir al concepto de Dios para garantizar el conocimiento sensible.
Puedes comenzar señalando cómo en las actuales sociedades occidentales, laicas, la religión ha perdido gran
parte de su importancia social y, por tanto, la demostración de la existencia de Dios no es actualmente un tema muy importante
en la filosofía. Pero esto no significa que Dios no exista o que se haya abandonado la creencia en Dios, sino solo que ha sido
desplazado por otros temas como problema central de la reflexión filosófica. Incluso muchos de los pensadores contemporáneos
se han declarado abiertamente ateos, como, por ejemplo, Nietzsche y Sastre.
También la ciencia actual ha abandonado la hipótesis de Dios, y se concentra primordialmente sobre aspectos
técnicos, sobre cómo aplicar a la mejora de nuestras condiciones de vida los conocimientos adquiridos y a explicar los
fenómenos naturales, ya desde la Modernidad, mediante causas puramente naturales. Pero esto no quiere decir que en un
momento dado no se pueda postular la existencia de Dios. Por ejemplo, la famosa teoría del Big Bang, mediante la que se trata
de explicar el origen del universo, afirma que el universo se creó por una gran explosión, pero ¿antes que hubo? Esta cuestión no
tiene solución desde el ámbito de la ciencia y, por ello, se podría afirma que existía Dios. Pero esto ya escapa a los límites de la
ciencia.
B. Sobre la duda y la necesidad de garantizar de forma adecuada nuestro conocimiento del mundo.
Descartes utiliza la “duda metódica” con el propósito de asegurar nuestro conocimiento de la realidad. Para
todos es evidente que nuestro conocimiento del mundo es provisional y confuso. ¿Hasta qué punto podemos asegurar que lo que
sabemos de él es cierto? Hoy en día, además, los medios de comunicación de masas (tv, radio, internet…) nos bombardean
continuamente con informaciones de todo tipo que no sabemos muy bien como utilizar y clasificar. Su fiabilidad también está
sujeta a posibles influencias no necesariamente objetivas. En la “aldea global” en que consiste el mundo actual, ¿cómo saber que
la imagen que recibimos de él es correcta? La aplicación de esta duda, que no es un cómodo escepticismo que te evite el
compromiso con la realidad, se muestra como un primer momento adecuado para lograr una actitud más crítica y responsable.

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