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La Real Academia Española define a la impunidad (Del lat.

impunĭtas, -ātis)
como “falta de castigo”. Ninguna otra palabra quizás defina las experiencias de
América Latina como ésta. Falta de castigo, de investigación, de justicia. La
posibilidad de cometer crímenes - desde robos comunes a violaciones, tortura,
asesinatos - sin tener que sufrir pena alguna. Y por lo tanto, la aprobación
implícita de la moralidad de estos crímenes. El perdón y el olvido, sin acordarnos
- o acordándonos muy bien, pero sin importarnos - que el olvido siembra la
repetición. Porque aquello que si hizo una vez sin pena alguna, se puede repetir
sin miedo.

¿Cuántos murieron? Cuantos fueron arrancados de sus casas, de sus hijos, para
luego encontrar su muerte en un catre bajo una picana, frente a un fusil, desde un
avión en marcha? Decenas de miles, centenares, quizás, si los multiplicamos por
todos los países de América Latina. Y los culpables, invariablemente, siguen
libres, gozando la vida, muchas veces en sus puestos anteriores donde lo pueden
volver a hacer de nuevo. ¿Y cuantos mueren hoy bajo sus manos?

La Impunidad es sin duda uno de los problemas más graves que aflige al
continente, y uno de los que más necesita respuesta.

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