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El análisis que hoy hemos realizado parte del documento escrito por Juan Bautista
Martínez Rodríguez, “El papel del alumnado en el desarrollo del currículum”. Somos
Quien es alumno, va generando en su paso por las aulas una identidad específica,
distinta de otros roles existentes en nuestra sociedad, identidad que habrá de sufrir
cambios importantes dentro de las diversas etapas escolares por las que transita el ser
humano. Tal identidad ha sido en gran medida el producto del desarrollo curricular que
la escuela como institución social ha impuesto, muchas de las veces, cumpliendo las
Aún cuando transcurra el tiempo, la identidad del alumno se encuentra marcada por una
constante: Las diversas contradicciones con la identidad del maestro. El alumno, por su
parte, muestra una tendencia a rechazar cualquier imposición u opresión, por que lo
concibe como un atentado a su individualidad, por poco desarrollada que esta sea en
realidad. Por lo menos así lo conciben los alumnos desde temprana edad, y es que la
labor del maestro procura poner en movimiento un engranaje que se ha movido muy
cuestionarnos quién es el maestro, es decir, qué sujeto está jugando el rol social de
ello, entre otras. En la obtención de las respuestas, la mayoría de los alumnos con
suerte llegarán a tener una vaga idea de quién es en realidad el maestro, ya que, el
propio educador se habrá de encargar de crear una cortina de humo ante la cobardía de
no poderse presentar ante sus alumnos como lo que es, un ser humano. La sociedad no
equivaldría a perder la autoridad, concebida esta como un poder que nos habrá de
realidad.
Las anteriores actitudes llevan al alumno a considerar que está recibiendo educación de
digno de nuestra confianza. Para el alumno, el maestro tradicional es una persona sin
institucional y que muchas de las veces abusa de esa “Jerarquía”. Entre los alumnos
son comunes quienes conciben al maestro como un sujeto con un problema de actitud,
posición, imponiendo a los niños reglas que en muchas ocasiones son injustificadas. Ni
reglas. Si a esto le agregamos la concepción que el alumno tiene del maestro, como
sujeto extraño a su vida, indigno de confianza, no podemos esperar que tales normas
Las relaciones tradicionales entre adultos y niños no se han caracterizado por el respeto
diálogo y de comunicación, ante la triste creencia de que los niños no saben lo que
dicen, sin embargo, dicen mas de lo que creemos, es cuestión de recuperar nuestra
habilidad de escuchar, de ver, de sentir y de interpretar lo que los niños nos dicen de
concebimos este abuso desde una perspectiva un poco diversa a la que muestra Juan
Bautista Martínez Rodríguez en la lectura “El papel del alumnado en el desarrollo del
currículum”, ya que para este, el error ha sido en no permitir que los alumnos
entonces el niño es un ser “Apenas comenzado”, que no se puede valer por sí y que
ser que apenas se inicia en el devenir de este mundo, no ha desarrollado en esta etapa
su capacidad electiva. Sus decisiones muestran una estrecha relación con el placer
forman parte de su vida. Difícil que participe en el desarrollo curricular quien no tiene la
Sin embargo, la ausencia de tales conceptos en la vida del niño están mas que
justificadas. Por lo que hace a la paciencia, el niño no la ejercita por que va en contra de
su teleología intrínseca en esa etapa de la vida, conocer el mundo lo más pronto posible
margen de planeación es mínimo ya que debe ajustarse a los planes de los adultos
(Sean los padres en el plano familiar o los profesores en el ámbito escolar). Y por lo que
hace a la noción del largo plazo, simplemente no es comprendida por un ser que no la
Por lo anterior, para nosotros resulta casi imposible que el niño aparezca como un
tomen decisiones en torno a él. Creemos que ante las necesidades del niño siempre
deberá estar un adulto que tome las decisiones trascendentes por él, al momento de
que le ayuda a desarrollar dicha habilidad y allí radica el problema cuando nos referimos
delimitar una política educativa que haga frente a las verdaderas necesidades del
pueblo, cayendo muchas veces en la seducción del control de las masas y los sistemas
académico será incapaz de diseñar un currículo efectivo ante las necesidades de los
Las decisiones acerca de los niños deben ser tomadas con un sentimiento de amor
sincero y maduro del adulto, procurando siempre su bienestar. El padre que lleva su
hijo al dentista no lo hace con la finalidad de que sufra ante los embates del taladro
maldito, sino para procurarle salud, aunque quienes somos padres sabemos que el
sonido del artefacto nos causa más dolor a nosotros que al pequeño paciente.
La labor del diseño curricular para estas etapas esclares deberá ser conducida siempre
por adultos que realicen tal labor con base en sus experiencias, pero sobre todo, con el
cariño sincero de quien ve en los niños la esperanza del mundo y procura, como
consecuencia, su bienestar.
El currículum deberá buscar la existencia de una empatía entre los alumnos y maestros,
educación tradicional, tal como lo expusimos con anterioridad en este ensayo. Debemos
dejar claro que trabajamos por objetivos conjuntos, aunque el niño no lo perciba
cabalmente. Sin embargo, será imposible obtener esta empatía y disminuir las
la alteridad desarrollada por Pedro Ortega y Ramón Minguez nos podría dar una luz en
el camino. En ese sentido diremos que resulta inaplazable para los maestros
desarrollar una capacidad de acogida del alumno, que nos permita involucrarnos en el
plano emocional para poder descifrar las necesidades reales de estos y tener la
poco puede hacer por los niños un maestro que no los conoce verdaderamente, como
poco puede hacer un abogado por su cliente si no conoce a detalle los pormenores del
un maestro involucrado, con conocimiento y amor por los niños podrá impregnar en el
Concluyendo, debemos decir que el papel del alumno en el desarrollo curricular debe
sido en gran medida generada por los propios adultos, ante nuestra incapacidad de
importante limar asperezas en las relaciones alumno y maestro y esto nos debe llevara
descender del pedestal en el que nos hemos situado, comprendiendo que nuestros
alumnos son quienes nos han dado la dicha de dedicarnos a la educación y que por
consiguiente son merecedores de nuestro eterno respeto, gratitud y cariño. Por otra
parte, se deben considerar las necesidades de los menores en el diseño curricular, pero
no expuestas de viva voz, por que esto nos llevaría a un callejón sin salida, si no
expuesta por quienes han mostrado mayor preocupación por ellos, que en definitiva son
sus padres, algunos de los maestros con un fuerte sentido del compromiso y alguna o
casi ninguna autoridad estatal. En ese sentido se tomaría en cuenta el papel del alumno