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Introduccin general nico de esta contradiccin, no nos es posible eludir el pro blema que impone; que en resum idas

cuentas es ste: El hombre est adaptado o inadaptado a la muerte? Slo al tr mino de esta obra nos ser posible dar una respuesta. Pero ya desde este mismo instante im porta tener presente esta pregunta capital que implcitamente ordenar nuestro es tudio. La triple constante antropolgica de la conciencia de la m uerte (conciencia de una ruptura, traum atism o, inm ortali dad) revela una inadaptacin fundamental. El traum atism o de la m uerte y la creencia en la inm ortalidad, con su pre sencia continua y violenta en el transcurso de la prehistoria y de la historia hum anas, confirman el carcter categrico de esta inadaptacin. Sin embargo, esta inadaptacin es relativa. Si el indivi duo hum ano estuviera totalm ente inadaptado a la m uerte, m orira por tener que m orir, pues la m uerte, en el m undo de la vida, es la sancin de toda inadaptacin absoluta. Y, por o tra parte, aquel que no puede soportar la idea de la m uerte, m uere por ello: sea de angustia, como aquel an ciano que cita Fulpius, sea voluntariam ente por medio del suicidio. La inadaptacin, como hemos visto, es relativa a las p ar ticipaciones del individuo. Las participaciones son en cierto sentido la adaptacin misma: todo hom bre est ligado al mundo. All donde dichas participaciones son gregarias o casi animales, el traum atism o y la conciencia de la m uerte desaparecen, dndose una cuasi-adaptacin. All donde las participaciones van necesariam ente acompaadas de un ries go mortal, es dccir, de la exaltacin del individuo, puede ha blarse si no de adaptacin en sentido estricto, s por lo me nos de aceptacin de la m uerte posible. Pero si la inadaptacin hum ana a la m uerte es relativa, la adaptacin a la m uerte es igualmente relativa. Si el hom bre que arriesga la vida est dispuesto a asum ir su m uerte, esto no se la hace menos odiosa; pero, impuesto por un imperativo de su vida de hombre, la afronta. Porque arriesgarse a encontrar la m uerte no significa desearla, sino por el contrario, despreciarla. Amo la vida, pero es preciso arriesgarla al mximo para apreciarla en todo lo que vale.
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