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JUAN FALCONI
EL MÍSTICO INJUSTAMENTE
OLVIDADO
María Dolores Mira y Gómez de Mercado
Antonio García Megía
Maestros. Doctores en Filología Hispánica
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María Dolores Mira y Gómez de Mercado – Antonio García Megía
Juan Falconi, el místico injustamente olvidado
Introducción
“Fueron muy intensos los dolores que padeció en la última enfermedad, y tanta
la batería, que parecía le arrancaban el corazón con garfios y al mismo tiempo
procuraba Satanás perturbar la alegría de su paciencia a vista de tan penosas
amarguras, más el siervo de Dios, pidiendo perdón de sus culpas, decía a un crucifijo
que tenía abrazado: “Como, señor, ostentas tu poder contra una débil hoja. Seamos
amigos, buen Jesús, mirad, Señor, mis pocas fuerzas.
En lo profundo de estos dolores sollozaba con tiernos gemidos de amor divino
y volviéndose a los religiosos que le asistían y bañados de lágrimas le atendían, les
decía: padres míos, ayúdenme a morir bien, que en las cosas de Dios y en mi
salvación, soy un bruto”.
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Juan Falconi, el místico injustamente olvidado
Infancia y adolescencia
La bondad de las aguas del balneario de Sierra Alhamilla para tales menesteres
se muestra tan eficaz y duradera que, después de Juan, el matrimonio se ve bendecido
con la llegada de dos hijas más: María e Isabel.
La infancia y adolescencia de Juan está marcada por los cambios de residencia
consecuentes al trabajo de su padre, dada su condición de funcionario real. Vive en
Almuñécar, Hijar…
Por eso, y porque mientras lo demás niños juegan, hacen travesuras y novillos.
Él estudia, estudia, estudia…, con ocho años conoce el latín. Y… reza, ¡reza y
vuela! Porque Juan Falconi vuela en sueños hacia su amado Cristo. Un día confiesa de
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Juan Falconi, el místico injustamente olvidado
este modo a sus hermanas los frecuentes momentos de éxtasis religioso que
experimenta.
“Vuelo como una paloma hasta hacer el nido en el pecho de Jesús. ¡Qué bueno es
volar!”
A los diez años ya tiene muy clara, y así lo manifiesta a su confesor, la intención
de tomar hábito religioso.
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Juan Falconi, el místico injustamente olvidado
Pensamiento y obra
Falconi necesita escribir para los distintos estados. Por eso sus obras se constituyen en
pequeños tratados graduados para aprender a leer en Cristo.
Expone Falconi que son tres los estados por los que debe pasar quien desee
aprender a leer. El primero saber las letras del ABC. El segundo aprender a juntar las
partes para construir un todo. El tercero llegar a leer sueltamente.
Si lo primero que debe hacer un niño es conocer las letras, un cristiano debe
comenzar tomando conciencia del ABC del libro Cristo. Para ello escribe la Cartilla
Primera en la que expone el ABC de la oración.
La Cartilla Primera enseña, pues, a meditar en los misterios, hechos y virtudes
de la vida de Cristo que expone en forma de abecedario. Deletrear es rumiar los
misterios de Cristo meditándolos uno a uno. Un ejemplar de esta Cartilla era portado en
la manga por la reina Isabel de Borbón para facilitar la consulta frecuente.
El segundo estado de aprendizaje, el de cómo juntar las partes, lo enseña en un
pequeño Tratado de la oración unido la Vida de Dios incomprensible y divina.
La Vida de Dios, escrita en su época de lector siguiendo la Summa de Santo
Tomás, supone el intento de elaborar un tratado ameno y claro, en lengua vulgar, sobre
Dios Uno y Trino, para combatir la gran ignorancia del vulgo. El Tratado de oración
enseña a amar más a Cristo. Concreta en la figura de Jesucristo lo que se ha dicho en la
Vida de Dios.
En las ediciones de las Obras Espirituales publicadas aparecen siempre La vida
de Dios y el Tratado ubicadas entre la Cartilla Primera y la Cartilla Segunda
Los consejos y orientaciones para llegar al tercer estadio de la oración, “leer
sueltamente”, quedan recogidos gradualmente en Carta a una hija espiritual, Cartilla
Segunda y Camino derecho para el cielo.
En la Carta a una hija espiritual da unas primeras directrices de contemplación
activa.
En la Cartilla Segunda, escrita al estilo de los Nombres de Cristo de fray Luis de
León, parece que dialoga con una segunda persona, el lector, a quien trata familiarmente
de tú. Reproduce su, hipotética, conversación con un, también supuesto, penitente en el
confesionario en la sacristía del convento. Es la obra donde expone de forma nítida los
pilares de su método: la resignación mística, la nata del amor y la oración virtual. Tres
ideas originales de Falconi.
La resignación mística, carente de cualquier connotación negativa, debe
entenderse con un contenido de filial abandono fundamentado en el infinito amor de
Dios hacia sus criaturas y en que Dios nos quiere más a nosotros que nosotros mismos.
Con la resignación se trata de obligar más a Dios. Por esto aunque sea bueno pedir cosas
convenientes, la mejor petición es conformarse con la voluntad de Dios. Además, así
siempre se tiene la seguridad de demandar lo más conveniente.
Lograr la conformidad con la voluntad de Dios y el resignarse con Él,
constituye la nata del amor que implica el cumplimiento de las virtudes, las supone
necesariamente y las perfecciona.
Alcanzar la resignación mística significa la práctica constante de la Oración
virtual de fe. Se está en oración virtual atendiendo a las ocupaciones cotidianas: trabajo,
estudio, comida, diversión... porque esto no es contrario a la voluntad de Dios, y se
sigue en ella, a no ser que se cometa algún pecado.
Compara Falconi la oración virtual de fe con la joya entregada a un amigo al que
no hay que estar constantemente recordando que se le ha hecho tal regalo. Precisamente
la imagen de la joya, al ser tomada por Miguel de Molinos, hará que su nombre se vea
injustamente acusado de quietista durante, y a partir, del proceso de herejía que lleva a
Molinos a prisión en Roma.
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En Camino derecho para el cielo vuelve a tratar los mismos temas, pero en
mayor profundidad porque está escrito para los doctos, aquellos que pueden dedicarse a
la contemplación infusa. Afirma el propio Falconi en el Prólogo, que trata lo expuesto
en la Cartilla Segunda, pero reforzado. Lo hace con estas palabras:
El proceso de beatificación
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A modo de conclusión
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