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LAS CHARLAS DE JOSE ARREGI | invitacion a la espiritualidad 2 Coleccion feadulta.com LAS CHARLAS DE JOSE ARREGI invitacion a la espiritualidad 2 Coleccion feadulta.com De venta en las principales librerias religiosas y en www.feadulta.com También disponible en formato e-book RESERVADOS TODOS LOS DERECHOS © Ediciones feadulta.com © José Arregi Olaizola Las Rozas de Madrid, diciembre 2010 Edita: TYVE Technologies, S.L. ISBN libro en papel: 978-84-7631-016-8 ISBN e-book: 978-84-7631-017-5 Depésito legal: SE-8616-2010 Impreso en Publidisa Impreso en Espafia POR QUE ESTA INVITACION En los albores del siglo XIII, un joven burgués de Asis fre- cuentaba una ermita oscura y pobre, en busca de luz. Te- nia 24 afios -que entonces ya eran afios- y muchas pre- guntas. El floreciente negocio de su padre, mercader de telas, le hastia. Los sefiores feudales, encerrados alli arriba en su castillo, le sublevan. La iglesia, con su pompa y su miseria, le aflige. No habra otro mundo en este mundo? Nuestra época, a comienzos del siglo XXI, tiene no pocas similitudes con la del joven buscador de Asis, y su camino puede ilustrar el nuestro. La luz y la sombra en las laderas, la llanura de Umbria llena de colores, la compafiia de los amigos, el encanto de las amigas... icuanta belleza en la vida! Pero icudnto dolor también, Dios mio, cuanto dolor! Esas leprosas, esos leprosos, a las afueras de Asis, con sus car- nes ulceradas. Esos pobres con sus harapos, con sus fami- lias hambrientas, con sus miseras casuchas. éQuién se ocu- pa de ellos? éCémo seremos felices sin ellos? Dios mio, équé puedo hacer yo por ellos y por mi, tan pobre como soy? En la oscuridad de la ermita, el joven Francisco busca aliento y sefiales: “Oh alto y glorioso Dios, ilumina las tinie- blas de mi corazén”. Y, poco a poco, se va encendiendo a sus ojos la carne de Jesus crucificada. La grandeza de Dios no es mas que la compasién de este Jesus crucificado ahi en esa cruz de madera oscura, lacera- do en los leprosos, humillado en los siervos de todos los sefiores. La gloria de Dios no es mas que esa carne herida y santa. Los ojos, las manos, los clavos, las llagas, todo se ilumina. Y los labios de Jesus parecen animarse y hablar: “iLa paz contigo, Francisco! Por estas Ilagas y por mi Pascua te aseguro: la compasién de Dios es mas fuerte que los grandes poderes con todos sus males. Aquellas bienaventuranzas que yo pronuncié en la montafia de Galilea son la promesa y el remedio de Dios para este mundo en dolores de parto. Son el camino y la meta. Sean tu dicha y tu regla de vida.” Volvamos a nuestro tiempo. A pesar de Jess y de todos los Franciscos, el mundo sigue en dolores de parto. Crece la angustia en las almas, y las farmacias no bastan para darles consuelo. Crece el dafio global en el planeta, y los poderosos siguen imponiendo su ley mortifera. Y las religiones, éddnde estan y qué hacen las grandes reli- giones? Parecen ancladas en un pasado remoto, aferradas a la letra y a la norma, presas del miedo. “Levanto mis ojos a los montes: éde dénde vendré la salvacién?” (Salmo 121). La salvacién no llegara de lejos, no vendra de fuera. La sal- vacion sdlo brotara de la tierra y de la carne, cuando aprendamos a inspirar y a espirar el Espiritu de Dios que todo lo habita. Es urgente que nuestra civilizacién recupere el espiritu, la espiritualidad. Es necesario que una profunda espiritualidad de la belleza y de la bondad -sensibilidad, respeto, confian- za, compasi6n, cuidado- tenga lugar en la educacién como la asignatura mas importante. Es apremiante que la espiritualidad -ésera esto candidez?- anime la politica y a los politicos. Si no, caminamos al abismo. Y es urgente que las religiones redescubran su inmenso caudal espiritual mas alla de la moral y de la creencia. Esta en juego la Vida, tan preciosa y fragil. Las paginas que siguen responden a esta urgencia espiri- tual de nuestro tiempo. Son textos sueltos de 7 retiros o charlas impartidas en estos Ultimos afios o meses. Varias estan ya publicadas, pero aqui se reunen retocadas y ex- purgadas de su aparato critico. Las dos primeras insisten en la necesidad de una lectura espiritual -y, por tanto, critica - de nuestros textos cristia- nos fundantes: la Biblia y el Credo, Las dos siguientes trazan claves importantes de la espiri- tualidad que hoy necesitamos. La quinta y la sexta apuntan algunos rasgos de dos gran- des figuras espirituales: Francisco de Asis (Italia, ss. XII- XIII) y Pedro Casaldaliga (Brasil, ss. XX-XXI). La Ultima ofrece unas reflexiones sobre la transicién en que se halla la llamada “Vida Religiosa”, ejemplo de las trans- formaciones estructurales que esta demandando al cristia- nismo el cambio social y cultural en que estamos inmersos. El Espiritu gime en nosotros. José Arregi Arroa Behea, 13 de Diciembre de 2010, fiesta de Santa Lucia 1 RELECTURA CRiTICO-ESPIRITUAL DE LA BIBLIA No descubro el Mediterraneo si digo que la Biblia es un libro humano, formado de muchos libros, todos ellos grabados por la mano, el corazon, ta memoria de hombres y mujeres muy concretos. Un libro, una escritura, un texto humano. Se diraé ademas que es un libro inspirado, una escritura sa- grada, un texto revelado, y asi es. Pero écémo entender lo segundo sin entender lo primero? éCémo leer Ia Biblia en cuanto revelacién de Dios si no sabemos leerla como libro humano? No es seguro que sepamos leer un libro, tomarlo y abrirlo - tolle, lege- como quien espera una visita 0 aguarda una revelacién, como quien recibe y reinventa un ordculo, como quien interpreta un pentagrama, como quien recrea un pai- saje, como quien acaricia una piel. No sabremos leer !a Biblia si no sabemos leerla como el li- bro humano que es, un libro nacido de las entrafias de la tierra, de la vida humana con sus penas y alegrias, de la historia humana con sus sombras y esperanzas. Un libro en el que -como en todos los grandes libros— Dios se revela, pero velandose en la finitud, los limites, los erro- res y las heridas de la existencia humana. Un libro en el que la presencia infinita, infinitamente viva y consoladora de Dios ha de ser liberada de la finitud del texto. Esa es la misidn de la lectura. Saber leer la Biblia es liberar a Dios de Ia finitud del texto. Leer es un ejercicio de liber- tad y de liberacién. Leer es recrear. Leer es acariciar un texto hasta que hable como por vez primera. Leer es abrir caminos nuevos a través del texto escrito, mas alla del sig- 11 nificado, hacia el sentido inscrito en el infinito espacio blan- co de las letras, de las lineas, de los margenes... Estas paginas se proponen sefialar algunas claves de este ejercicio de lectura, del arte de leer la Biblia de tal modo que, liberando a Dios de nuestros viejos significados, Dios nos libere de nuestras viejas cadenas. 1. La palabra en el limite de la escritura Eso es la Biblia: palabra de Dios en los limites de una escri- tura humana. Palabra de Dios encerrada en una lengua, un alfabeto, una gramatica particular. Palabra de Dios surgida de una tierra, de una vida, de una historia concreta. Palabra de Dios contenida, como a la fuerza, en los limites estrechos de un libro, un texto, una escritura. Dios no accede a nosotros ni nosotros accedemos a El “directamente", como si Dios fuese una realidad separada del mundo. Dios accede a nosotros y nosotros accedemos a El en toda la realidad y, de manera particular, en la palabra humana convertida en texto. Si aplicamos esta estructura fundamental de la revelacion divina a Jesucristo, podemos decir con A. Gesché: "Ya no es posible abordar la cuestién cristoldgica, sea como historiador sea como creyente, dejando aparte esta cuestién lingiistica que constituye algo asi como la cuna y la puerta de entrada. A Jestis se le ha narrado". Los evangelios y el Nuevo Testamento en general vinculan radicalmente la revelacién de Dios en Jesus a la finitud, al 12 limite de la escritura humana. Y, sin embargo, la palabra de Dios tiene el poder de romper y desbordar ese limite. La Biblia constituye esa paradoja: es una palabra que viene siempre de mas alla y nos sorprende, y por eso la !lama- mos “palabra de Dios"; pero es también una palabra que brota de las entrafias oscuras y luminosas del ser humano, y por eso la llamamos “palabra de Dios". No seria revela- cién, si no fuera de Dios. Pero éacaso no constituye precisamente ése el milagro y la paradoja de toda palabra humana? éNo viene ésta siempre de mas alla? éNo brotan todas las palabras de una fuente sin origen ni fondo? éNo son como inspiradas por un angel mensajero? éNo son reveladoras de un misterio indecible? Y todo libro que merece este nombre éno es justamente el espacio de una ruptura, de una transcendencia, de una re- velaci6n? Asi es. Asi es en particular en el caso de los libros llamados “sagrados", de las escrituras "fundantes" de todas las reli- giones (el Dao de Jing, el Bhagavad-gita, el Cordn, el Popol Vuh...). En realidad, asi sucede en todas aquellas escrituras que, siendo "religiosas" 0 no, alcanzan a expresar el "fondo" hu- mano, pues el fondo humano es fuente divina, y todas las Palabras pueden convertirse en palabra y revelacién de Dios para quien sepa leerlas. éQué tiene entonces de particular la Biblia? Ademas de su valor universal y fascinante, la Biblia posee para judios y cristianos un valor Unico, no superior ni ex- clusivo, sino simplemente "propio": es nuestro lenguaje, 13 nuestro camino, nuestra historia, y en consecuencia el len- guaje, el camino y la historia de Dios para nosotros. No hay ningun lenguaje universal para acoger a Dios, no es Posible ningun esperanto religioso ni es deseable la univer- salizacién de ninguna lengua particular. Dios no habla en general ni desde arriba ni desde fuera. En este libro humano y particular que es !a Biblia hemos aprendido a acoger la presencia universal de Dios. En este texto absolutamente particular y en sus particulares tra- ducciones leemos los cristianos, mejor que en ningun otro texto, las sefiales reveladoras del misterio de la vida: la gracia originaria y el dolor universal, el Amor samaritano, la invitacion a la confianza. Es precisamente en lo humano de este libro donde atisba- mos la presencia de Dios. Sin duda, la palabra de Dios des- borda los limites del texto, hace saltar los margenes, abre una brecha, instituye una alteridad. En una palabra, rompe el ensimismamiento de nuestros conceptos e imaginarios. Pero eso lo hace precisamente desde dentro, justamente desde la evidencia de su limite humano imposible de col- mar, Dios no habla -o al menos no sabemos escucharlo- a la manera divina, sino a la manera humana. Dios no habla como nos hablaria un Ente supremo distinto de los entes, separado de este mundo. La palabra de Dios no es una pa- labra superpuesta o yuxtapuesta a la palabra pluriforme que es el mundo, superpuesta o yuxtapuesta a nuestras palabras humanas siempre particulares. La Biblia no es palabra de Dios porque haya venido de un cielo lejano, 0 porque no tenga mancha ni error alguno o 14 porque nos proporcione respuestas exactas y definitivas a todas nuestras preguntas. éPor qué lo es entonces? Lo es porque refleja la lucha y la fe histérica de un pueblo, y porque nos sumerge entera- mente en el fondo de la historia humana, y porque nos ha- ce percibir la Presencia bienhechora en el fondo ultimo de toda persona humana, porque nos revela la palabra origi- naria de Dios en el origen misterioso de toda palabra hu- mana. Dios habla desde las entrafias de la tierra, de la vida, de nuestras humildes y vacilantes palabras. Quien entiende la Biblia como palabra de Dios encarnada en un lenguaje y en una escritura humana —éy como po- driamos entenderla de otro modo?- ha de estar dispuesto a leer de acuerdo a las leyes y condiciones del lenguaje hu- mano, de la escritura humana. 2. La lectura como interpretacién Toda lectura humana -no conocemos otra- es interpreta- cién y, como tal, también ella es limitada y particular. Toda lectura de la Biblia es igualmente una interpretacién parti- cular y limitada; y cuanto mas creyente, mas consciente ha de ser de su caracter limitado, parcial, provisional. Si la Biblia es palabra de Dios en los limites del texto hu- mano, la lectura de la Biblia es acceso a la palabra de Dios a través de los limites de la lectura humana. Uno de los méritos fundamentales de la teologia del siglo XX es haber tomado conciencia de su cardcter de lectura, relectura, interpretacién de textos. 15 Siguiendo el giro lingUistico de |a filosofia (M. Heidegger, L. Wittgenstein, R. Rorty), en la segunda mitad del siglo XX, la teologia tomé conciencia de esta verdad sencilla y revo- lucionaria: ningiin texto -por “inspirado" y sagrado que se le considere- y ningdn dogma -por definitivo e incontesta- ble que pretenda ser- escapan a su condicién lingUistica, es decir, al limite histérico del ser humano que habla, que es- cribe, que lee. La palabra de Dios al ser humano es inseparable de la pala- bra del ser humano sobre Dios; todos los libros sagrados, incluida la Biblia, son palabra humana y en cuanto tal esta sujeta a las condiciones y a las limitaciones de la existencia humana, y esto no afecta solamente al origen del texto, sino también a su lectura. Para entender un texto biblico -o un dogma cualquiera-, la lectura ha de tener en cuenta tanto las condiciones histori- cas en que surgié el texto como las condiciones historicas en que se lleva a cabo la propia lectura. La teologia es, pues, una lectura histérica condicionada de unos textos historicos condicionados. El Vaticano II asumié esta intuicién central de la exégesis y de la teologia en cuanto hermenéutica: "Dios habla en la Escritura por medio de hombres y en lenguaje humano; por lo tanto, el intérprete de la Escritura, para conocer lo que Dios quiso comunicar- nos, debe estudiar con atencién lo que los autores querian decir y lo que Dios queria dar a conocer con dichas palabras." (Dei Verbum 12) Durante el siglo XX, la teologia en su conjunto dio asi un viraje radical: pasé de ser fundamentalmente dogmatica a ser fundamentalmente hermenéutica; pasd de ser una ex- 16 posicién de verdades divinas intemporales a ser una inter- pretacion siempre parcial, provisional, histérica, de unos textos que por definicién son textos humanos, histéricos, y slo como tales revelan el Misterio de Dios indecible y libe- rador. (Geffré) No podemos comprender lo que Dios "quiere decir" en los textos del pasado, sino mirando muy de cerca las condicio- nes bioldgicas, socioldgicas, politicas, econdmicas, ecoldgi- cas, en las que la humanidad del pasado hablé sobre Dios, y teniendo en cuenta ademas las condiciones concretas de la humanidad a la que Dios habla en el presente con las palabras del pasado y las condiciones histéricas y los “intereses" vitales a partir de los cuales leemos hoy la Bi- blia. Para hablar de Dios “honestamente", la teologia ha de ser consciente de su situacién; y ha de estar constantemente dando rodeos (los rodeos de Ia critica y de la interpreta- cién), tratando de “comprender" a Dios... * desde los misteriosos recodos de la existencia hu- mana (R. Bultmann) e desde los senderos cruzados del lenguaje (G. Ebe- ling) e desde los implicaciones entrelazadas de la experien- cia (E. Schillebeeckx) « desde el horizonte siempre abierto de la historia (W. Pannenberg) « desde las conflictivas condiciones socio-politicas de la sociedad y de la esperanza (J.B. Metz, J. Molt- mann) Todo eso forma parte del lenguaje humano: el lenguaje con el que los hombres hablan de Dios, el lenguaje con el que Dios hablé y sigue hablando a los hombres. 17 De este modo, la teologia hermenéutica se hace, ha de ha- cerse, menos pretenciosa y mucho mas humilde. Cuando el siglo XXI ya esta corriendo, debiéramos tener claro que nadie posee la Ilave del misterio divino, el secreto de su verdad, el monopolio de su palabra. La verdad y el error estan mezclados en toda religion como el conocimiento y la ignorancia estan mezclados en todo lenguaje. No hay una unica religion verdadera. No hay ninguna teolo- gia plenamente verdadera ni definitiva. Al saberse hermenéutica, al hacerse consciente de estar emprendiendo sin cesar nuevos rodeos interpretativos, la teologia renuncia a toda ultima palabra sobre Dios, y acep- ta su condicién viandante, su cardcter plural. Toda teologia es siempre sdlo una perspectiva, sdlo una aproximacién fragmentaria. "La teologia es busqueda permanente de hallazgos y de la renovacién del significado." (Gesché) Por la misma razén, tampoco existe ningtin magisterio infa- lible, como la historia nos ha ensefiado de hecho y la teolo- gia empieza a ensefiarnos de derecho. (J.I. Gonzalez Faus) La religidn es verdadera en la medida en que infunde ani- mo; la teologia es verdadera en la medida en que hace pa- tente el Misterio consolador; el magisterio es verdadero en la medida en que se deriva de la busqueda compartida y la impulsa. En consecuencia, la teologia no ha de rehuir el "conflicto de interpretaciones", y ha de convertir el conflicto en acicate 18 para el didlogo, para hacerse justamente una teologia en “conversacién." (P. Ricoeur, H.G. Gadamer) La teologia -palabra acerca de Dios~ debe ser una palabra humilde y compartida, ligada a la verdad de la vida y de la tierra, a la verdad del dolor y de la esperanza, a la verdad de la historia y del futuro. La transicién de la teologia dogmatica a la teologia herme- néutica no estuvo exenta de lamentables incomprensiones y de condenas injustas, y esa transicién esta atin lejos de ser asumida en todo su alcance por las corrientes mas tra- dicionales del cristianismo -y, en el campo catdélico romano, por la jerarquia en bloque-. Pero, a pesar de todas las resistencias, la direccion es cla- ra, y sera imparable: al igual que nadie -tampoco Roma- defiende ya la creacién del mundo en seis dias, ni entiende literalmente el relato del arca de Noé, ni sostiene que el sol gira en torno a la tierra, al igual que una hermenéutica al menos parcial ha acabado siendo aceptada -de buen grado o de mal grado-, asi se acabara aceptando el caracter radi- calmente hermenéutico de todo lenguaje creyente: de toda Escritura, de todo dogma, de todo magisterio, de toda exé- gesis, de toda teologia. 3. Muchos métodos de lectura En el afio 1993 -a los cien afios de la enciclica Providentis- simus Deus de Le6én XIII (1893) y a los cincuenta afios de la enciclica Divino Afflante Spiritu de Pio XII (1943) (el pri- mer documento vaticano que reconoce la existencia de gé- neros literarios en la Biblia y admite, en consecuencia, los métodos histérico-criticos)-, la Pontificia Comisién Biblica publicd un documento que entonces tuvo enorme valor y 19 hoy sigue teniendo plena actualidad: La interpretacion de la Biblia en la Iglesia. Venia aprobado por J. Ratzinger, a la saz6n Prefecto de la Sagrada Congregacién para la Doctrina de la Fe. En el dis- curso de su presentacion, Juan Pablo II dijo: "La Iglesia de Cristo toma en serio el realismo de la encarnacién, y por eso atribuye gran importancia al estudio historico-critico de la Biblia.” Y censuré a aquellos cristianos que, en su lectura de la Bi- blia, "tienden a creer que... cada una de sus palabras tie- ne un valor absoluto, independiente de todos los condicionamientos del lenguaje humano." El documento expone una larga serie de métodos y acerca- mientos para ahondar el sentido de la Escritura: * método histérico-critico * nuevos métodos de andlisis literario (retérico, narra- tivo, semidtico) * acercamientos basados sobre la Biblia como hecho de Tradicién (acercamiento candnico, recurso a las tradiciones judias de interpretacion, la historia de los efectos del texto) *® acercamientos por fas ciencias humanas (sociolégico, por la antropologia cultural, psicolégico y psicoanalitico) * acercamientos contextuales (liberacionista, feminis- ta) 20 Todos ellos son reconocidos como necesarios y validos, aunque ninguno de ellos se basta por si solo. El hecho de que la Pontificia Comisién Biblica, en un docu- mento presentado por J. Ratzinger y avalado por el papa Juan Pablo II, proponga expresamente todos esos métodos de lectura es muy novedoso y revelador. No lo es menos el hecho de que dedique un apartado ente- ro a denunciar el fundamentalismo, concluyendo con estas duras palabras: "El fundamentalismo invita tacitamente a una forma de suicidio del pensamiento. Ofrece una certeza falsa, porque confunde incons- cientemente las limitaciones humanas del mensaje biblico con su sustancia divina." Y sefiala lucidamente donde se halla la raiz del problema: “El problema de base de esta lectura fundamentalis- ta es que, rechazando tener en cuenta el caracter historico de la revelacién biblica, se vuelve incapaz de aceptar plenamente la verdad de la Encarnacién misma. El fundamentalismo... rechaza admitir que la Palabra de Dios inspirada se ha expresado en lenguaje hu- mano y que ha sido escrita, bajo la inspiracién divi- na, por autores humanos, cuyas capacidades y posi- bilidades eran limitadas." Uno no puede menos de preguntarse si hoy, a los 15 ajios, este documento volveria a ser presentado y avalado por Benedicto XVI. 21 4. El libro cerrado y la lectura abierta La Biblia es un libro milenario, pero en él bulle la palabra de Dios que es siempre nueva, como el agua que mana de una fuente vieja, milenaria. La lectura consiste en permitir que el libro antiguo se con- vierta en fuente, y en hacer que manen de ella rios de pa- labras frescas, risuefias, y acercar los labios. La Biblia es un libro cerrado, con una cubierta de cartén o de tela, pero de pronto la abrimos y nos ponemos a leer, y se nos van descubriendo mundos nuevos, de sorpresa en sorpresa, Leer la Biblia es eso: abrir el libro y descubrir el texto, des- velar poemas, reanimar relatos, recrear la palabra y el mundo. La Biblia es un libro acabado: no cabe en ella ningun libro mas, ninguna frase mas, ninguna letra mas. Lo escrito, es- crito esta, y el canon es el canon. Pero empezamos a leer y todos los limites de pronto se desplazan, los canones se alteran, la escritura y la lectura se cruzan, cada frase se refracta, a cada uno se nos abre una tierra nueva, y ya no sabemos dénde empieza ni dén- de acaba el camino, el sentido, la palabra. Marc-Alain Ouaknin, fildsofo, poeta y rabino, habla del ero- tismo de Dios, y de la lectura como ejercicio erdtico. El re- sorte oculto del erotismo es el juego sutil entre lo mostrado y lo oculto. "iDios es erdtico! Se manifiesta como visible/ invisible, en la ambigdedad, de un modo parpadean- 22 te, por decirlo asi. Se nos revela, pero mantiene su enigma. Lo descubrimos, en los dos sentidos de la palabra, pero al mismo tiempo El se retira." El erotismo de la revelacién requiere una lectura erética, hecha de caricias sin fin: "Al texto como conjunto de signos perfectos no se llega jamas. Lo que si se puede decir es que al texto se lo acaricia. Asi que, a pesar del trabajo de anali- sis, de las brusquedades, del estallido, del desnuda- miento, el texto se hurta, permanece inaccesible, y siempre como en un porvenir." En el texto biblico sucede, nos dice el rabino poeta, que Dios "pasa de lo infinito a lo finito" y "hay que volverlo otra vez infinito mediante la operacion inversa." Reconocer la infinitud de Dios en la finitud del texto, y de- volver a Dios su infinitud y cuidarla: ésa es la dignidad de la lectura, la tarea insustituible de cada lector. Leer la Biblia es hacer que la palabra de Dios reviva en el texto, hacer que sea viva, actual, inagotable. Solamente asi la Biblia se convierte en acontecimiento, en revelaci6n. La revelacién tiene lugar en la lectura. "éCudndo existe revelacién, sino cuando un texto sale de pronto de si mismo y me visita, sin aviso previo? Esto que se puede decir aqui de la literatura de invencién puede decirse de la Escritura y de la Palabra de Dios. Un criterio de la pertinencia y verdad de una propo- sicién teoldgica es que ella sea reveladora. Pero 23 écuando se puede decir que un texto, sea el que fue- re, se vuelve ‘revelacién'? Cuando él es, y porque él es, revelador, cuando y porque él me revela y me descubre a mi mismo." fsa revelacién se da precisamente en la lectura. "A la espera de su lectura, un texto, en definitiva, permanece cerrado." Autor y lector son, pues, inseparables. El autor no acaba de decir lo que queria hasta que el lector le da sentido. El lec- tor prolonga el sentido que el autor quiso inaugurar sin ce- rrar. San Gregorio Magno lo dijo en una frase magnifica: "La Es- critura progresa con aquellos que la leen.” Y Gustavo Martin Garzo lo ha dicho en nuestros dias: "La literatura es como un gran almacén. Se guardan en él todas las emociones humanas, nuestros suefios y nuestras preguntas, y leer es entrar en ese alma- cén y tomar lo que necesitamos. El lector devuelve a la vida, a través de la lectura, lo que el escritor tomé de ella para escribir sus libros, con lo que el circulo se cierra." Ciertamente, no somos lectores a titulo individual. Otros nos han ensefiado a leer, nos han conducido de la mano a través de los textos, para no perdernos en la profusién de significados. Nadie hace una lectura neutra, nadie lee a partir de cero. Pertenecemos a una tradicién de lectura, y el ejercicio her- menéutico nos obliga, justamente, a tener en cuenta la lec- 24 tura hecha por otros. La lectura interpretativa es un hecho colectivo. Cada uno lee como parte de una ‘comunidad in- terpretadora’ (P. Ricoeur). La lectura interpretativa nos obliga a salir de nuestra clausura individual o confesional. Y, sin embargo, nadie repite sin mas la lectura hecha por otro. Inevitablemente, surgen lecturas diversas, incluso contradictorias. Es el riesgo y es la gracia de toda lectura que hace revivir la palabra en el texto. La vida nunca se repite de la misma manera. No hay dos seres iguales. No hay dos palabras que resuenen igual. No hay dos lecturas iguales. éY qué pasa cuando se dan divergencias? Seria demasiado facil apelar a una instancia Ultima encargada de zanjar las diferencias de sentido, por ejemplo el obispo o el papa. Pe- ro la cuestién de la pluralidad de lecturas no se resuelve apelando a una instancia ultima. En primer lugar, porque habria que garantizar que esa ins- tancia respeta realmente las condiciones en que surge el sentido del texto biblico dentro de la comunidad (lo cual exigiria entre otras cosas, y como condicién sine qua non, que la autoridad funcione de manera realmente democrati- ca). Y en segundo lugar, porque un ‘conflicto de interpretacio- nes’ nunca puede quedar zanjado de manera definitiva. El Talmud —ley oral judia, cadena de interpretaciones de enschanzas que son, a su vez, interpretaciones de textos biblicos es muy ilustrativa a este respecto. La lectura de todo texto se situa en una tradicién interpretativa que nun- ca se cierra, siempre queda abierta. El texto esta cerrado, pero cl sentido no. Una interpretacién se afiade a otra, sin negatla, y todas son provisionales. 25 La interpretacién tiene como objeto poner de relieve la apertura infinita del texto justo en su clausura y finitud. £l texto es absoluto, pero precisamente por eso no puede reducirse a un Unico significado, y nadie lo puede poseer solo para si. I lector vuelve a cerrar el libro, pero éste queda a la espe- ra de ser vuelto a abrir. La lectura no se cierra nunca. 5. Mas alla del ‘esta escrito’ Se suele decir que el cristianismo no es la religidn del libro, como si el serlo le hubiera de condenar al fixismo de la ver- dad o le hubiera de restar libertad de palabra. Eso seria no entender lo que es un libro y lo que es fa lectura. Si el libro esta cerrado, es para ser abierto y leido. Y la lec- tura consiste en ‘abrir’ el libro, buscar lo desconocido en lo conocido, rastrear en el texto la vida y la palabra que fue- ron su origen, volver a convertir el texto en fuente inagota- ble de palabra y de vida, mas alla de todo significado. Quiza sea verdad, efectivamente, que el cristianismo no es una religion del libro, pero no es verdad lo que esta afirma- cién suele sugerir mas o menos veladamente: que el hecho de ser ‘religiones del libro haria al judaismo y al islam infe- riores al cristianismo, como si aquellos absolutizaran la To- ra y el Coran y, al hacerlo, estuvieran condenados al litera- lismo fundamentalista y a la esclavitud del texto, en detri- mento de la libertad del espiritu. Esa es una falsa manera de entender la Tora y el Coran, pues es precisamente su calidad de libros lo que exige la libertad de lectura, la novedad de la palabra. 26 El cristianismo es, efectivamente, religion de la encarna- cién, pero Dios se encarna también en la escritura como se encarna en una historia humana, o en un Cuerpo vivo, 0 en el pan de la comuni6n, o en la comunidon del cosmos. Y es la misma encarnacion. Y la lectura en espiritu y en verdad es uno de los caminos para desentrafiar la presencia viva en la carne del texto. Cémo leer: he ahi la cuestidn, tan vieja como la escritura. Todo texto es sagrado. Esta cerrado y concluso. Es intoca- ble. Pero, por eso mismo -y no a pesar de eso-, ningun texto termina nunca de decir su ultima palabra. Esta abier- to y se ofrece como lugar sagrado de una nueva revelacién. Asi es todo poema y todo relato. El texto es revelacién, creacién (po/esis) continua, y eso es precisamente lo que lo hace sagrado. Pero eso requiere el arte de leer el texto ce- rrado como revelacion abierta. La lectura es un ejercicio de liberacién: "El hombre lee y luego interpreta. Mas alla de lo que ‘esta escrito’. La vocacién del Midrash es salir del ‘escrito esta’. Puerta para salir de su destino.” (Marc -Alain Quaknin) La lectura no tiene como objetivo descubrir la verdad unica que se hallaria detras del texto, sino sumergirse en el mo- vimiento infinito en el que esta inscrito el texto. Los cristianos estamos muy lejos de saber leer de esta ma- nera. Seguimos leyendo de manera superficial y estéril. El mismo magisterio jerarquico -a pesar de la Divino Afflante Spiritu de 1943, a pesar de La interpretacidn de la Biblia en la Iglesia de 1993- sigue aferrado a una lectura literal, au- toritaria, dogmatica. 27 O meramente funcional: utiliza la Escritura para imponer su interpretacién (siempre particular), cuando convierte el texto en argumento, cuando dice ‘esta escrito, luego es verdad y no hay mas que hablar’. Pero éste es un argumento contradictorio, pues el cerco cerrado del texto pide precisamente ser abierto por la lec- tura. El texto no quiere quedar cerrado como una fuente sellada. El texto no quiere que nadie, en la comunidad her- menéutica, diga la ultima palabra. Seria la muerte del libro como encarnacion del Verbo. Sucede la muerte del libro cuando la lectura se aferra a ‘lo que dice’ literalmente un texto cualquiera. Por ejemplo: cuando se leen la anunciacién o la transfigu- racién o la resurreccién de muertos o las apariciones de Jesus como relatos histéricos; cuando se entiende la virgi- nidad de Maria en sentido bioldgico o el sepulcro vacio en sentido fisico; cuando se mantienen las categorias del jui- cio 0 del castigo de Dios o la categoria de la expiacién ‘porque lo dice el Nuevo Testamento’. Sucede la muerte del libro cuando se dice ‘esta escrito’. Por ejemplo: cuando se apela a Jn 20,23 para defender que sOlo los presbiteros ordenados tienen el "poder de absolver sacramentalmente", o se cita Mt 16,18 para justificar el pa- pado monarquico, o se aduce que los 12 apéstoles fueran varones para excluir a las mujeres de los "ministerios orde- nados", o se cita Gn 2,24 para condenar que una pareja homosexual se llame matrimonio 0 sea considerada sacra- mento. Y siempre se oculta que en el mismo Nuevo Testamento podemos encontrar versiculos que dicen justamente lo con- 28 trario de los citados versiculos. Pero no es ése el argumen- to que me interesa desarrollar aqui. Aqui me interesa insis- tir en que la lectura literal es la muerte de la lectura en es- piritu y en verdad. Es como si siguiéramos defendiendo que el sol gira alrede- dor de la tierra porque "esta escrito" en el libro de Josué. Si, de todos modos, queremos leer la Biblia a la letra, épor qué no lo hacemos en todos los casos y por qué no segui: mos manteniendo hoy tantas practicas que la Biblia autori- Za o impone expresamente? Por ejemplo: épor qué no compramos esclavos extranjeros? (Lv 25,44) : épor qué no vendemos a las hijas como esclavas? (Ex 21,7) épor qué no prohibimos las relaciones sexuales con la mujer en periodo menstrual? (Lev 20,18) épor qué toleramos que se acerquen al altar personas con algun defecto fisico? (Lv 21,17-23) épor qué comemos carne de conejo o de avestruz o langostinos de mar? (Lv 11,5-16) épor qué no prohibimos sembrar dos clases de grano diferentes en el mismo campo o llevar un vestido con dos clases de tejido (Lv 19,19)? épor qué no imponemos la pena de muerte a quienes trabajan el sdbado? (Ex 35,2) 29 Y si alguien replica que todas esas normas pertenecen al Antiguo Testamento y han sido superadas por Jesus, ¢por qué no nos sentimos vinculados por preceptos bien explici- tos y concretos del Nuevo Testamento? Por ejemplo... cuando el mismo Jestis nos manda presentar la otra mejilla (Mt 5,39), 0 no jurar nunca (Mt 5,34) 0 venderlo todo y darlo a los pobres (Mc 10,21) © admitir el divorcio ‘en caso de unién ilegitima’ (Mt 19,9) © cuando Pablo prohibe que acudamos a tribunales ‘no cristianos’ (1 Cor 6,1-6) u ordena que las mujeres se cubran la cabeza para rezar (1 Cor 11,5-13) © cuando el Concilio de Jerusalén prohibe solemne- mente comer productos que llevan sangre animal (Hch 15,29) © se nos dice que el obispo ha de estar casado (1 Tm 3,2) éPor qué no hay solamente doce obispos como los do- ce apostoles, 0 por qué no conservamos la institucién de los 70 6 72 misioneros? (Lc 10,1) Todo eso es absurdo, sin duda. Pero no es menos absurda la lectura literal que aun se sigue practicando con muchos textos y su utilizacién como argumento dogmatico. Querer cerrar un debate diciendo ‘esta escrito’ significa la muerte de la lectura, pues ‘lo que dice’ el texto literalmente 30 (su significado literal) no es el contenido propiamente dicho de la fe, sino su estimulo; no es el fin de la busqueda, sino su comienzo; no es el misterio como tal, sino su puerta de acceso. Las afirmaciones de la Escritura, en su significado literal, no son la revelacién de Dios ni constituyen como tal el ob- jeto de la fe y de la teologia. Olvidarlo es deshonrar el tex- to, descuidar el delicado erotismo de la revelacién y de la lectura. Peacocke, bidlogo y bioquimico y uno de los principales au- tores que han tratado de pensar la fe en coherencia con las ciencias actuales, concluye su libro-testamento con un poe- ma de Elliot que vale tanto para las ciencias positivas como para la exégesis y la teologia: "No cesaremos de explorar, y el final de nuestra exploracion sera llegar al punto donde comenzamos y conocer el lugar por vez primera." La lectura de la Biblia no sdlo no llega nunca al final, sino ni siquiera al principio, como ensefia un cuento hasidico reco- gido por M. Buber: "éCémo es posible -le preguntaron un dia al Rabi Le- vi Yitsjaq-; cémo es posible que en el Talmud de Ba- bilonia falte la primera hoja a cada tratado, y que todos comiencen por la segunda pagina?" "El hombre que estudia -respondié el Rabi- no debe jamas perder de vista que, cualquiera que sea el nu- mero de paginas que haya leido y meditado, aun no ha llegado a ta primera." 31 2 RELECTURA CRITICO-ESPIRITUAL DE EL CREDO En estas charlas, que presentaré en forma de ‘comentario’ del Credo, trataré de fundir al maximo la perspectiva teolégica y ta espiri- tual. No nos sirve una reinterpretacién teolé- gica sin aliento vital, ni éste se sostiene a la larga sin aquélla. Sigo el llamado ‘Simbolo Apostélico’ (e! Credo breve), uno de los textos mas antiguos en los que las primitivas iglesias plasmaron su ‘fe apostélica’: su fe en la buena noticia de Jesus el Enviado (‘apostol’), su deseo de acoger y vivir la buena noticia de Jess, su conciencia misionera (‘apostélica’) de enviadas y envia- dos. Fl Credo es un texto que constituye un ‘simbolo’, es decir: nos abre al misterio de Dios indecible y cercano, nos permite recono- cernos en la misma gracia y en la misma ta- rea, nos religa a nuestras raices comunes y a nuestra esperanza universal. ae 1. DIOS PADRE MADRE Desde el fondo de nuestro ser, hecho de fe y de duda, con humildad y resolucién, decimos: ‘Creo’. Lo decimos en primera persona del singular, sabiendo que lo dicen también otros muchos creyentes con fe Unica y di- versa. Decimos ‘Creo’, y con este simple verbo nos remitimos a lo mas hondo y verdadero de nuestro ser, de todos los seres, mas alla de lo que vemos, pensamos, poseemos, y mas alla de lo que decimos. Decimos ‘Creo’ y nos sentimos presentes, vivos, seres en pie, sujetos actores de nuestro ser. Nos sentimos perdidos en la intemperie. Pero decimos ‘Creo’ y de pronto nos sentimos también seguros, acogidos en la gran Presencia, tomados de la mano, mirados con cuidado. Decimos ‘Creo’ y nos sentimos libres y acompaiiados, heri- dos y curados, penosamente expuestos y dulcemente pro- tegidos. Decimos ‘Creo’ en respuesta a una palabra, una presencia, una ternura que nos preceden eternamente. Al empezar decimos ‘Creo’ y al final diremos ‘Amén’. Es sa- bido que ambos términos se derivan en hebreo de una mis- ma raiz (‘mn) que indica seguridad, estabilidad, solidez. La firme seguridad de quien se apoya firmemente y esta hon- damente cimentado en algo, en alguien. 36 cEstamos de hecho cimentados? Lo estamos, si, pero a la vez nos percibimos profundamente inconsistentes, inesta- bles, inconstantes, inseguros. Nuestro dnimo es cambiante y quebradizo, y nos volvemos una y otra vez “un gran enigma para nosotros mismos”. (S. Agustin) Para sentirnos seguros, a menudo nos aferrarnos a nues- tras cotas de poder, a nuestro éxito o a nuestra virtud. O tal vez, en nuestra angustia, nos autocastigamos sin fin. O quizé nos empefiamos ansiosamente en defendernos y afir- marnos. Pero es como si al caer nos asiéramos fuertemente a noso- tros mismos. iCudntas de nuestras empresas son caminos imposibles de huida de nosotros mismos...! éNo contradice todo ello nuestro Credo, nuestro ‘Creo’ ini- cial? Si, pero no dejemos por ello de decir ‘Creo’. La con- tradiccién forma parte de nuestra confesién del Credo. No hay ningun ‘Creo’ puro. Los interrogantes persisten. La am- bigedad y la contradiccién subyacen a todos nuestros pro- Positos e iniciativas. Pero Dios nos acompafia también en nuestras ambigliedades y contradicciones, y desde ellas decimos: ‘Creo’. ‘Creo’ y ‘Amén’: entre estos términos transcurre el Credo, como transcurre nuestra vida de creyentes. El Credo es una profesién de esta inseguridad apuntalada que somos. Al decir ‘Creo’ y ‘Amén’, nos fundamos mas alla de noso- tros, en el fundamento misterioso de la realidad que nos envuelve y no podemos comprender. Desde la incertidumbre misma decimos: "Sé en quién he confiado". (2 Tm 1,12) Y, en medio de nuestros equivocos 37 radicales, nos abandonamos en El como un nifio en brazos de su madre. Nuestra confesién no es falsa si nuestra con- ciencia es sincera. El ser humano esta radicalmente inacabado y abierto. Es inquietud permanente, nostalgia y anhelo de lo ‘totalmente otro’. El creyente es el que tiene dénde descansar su in- quietud, donde hacer pie, a donde dirigir su mirada. Y dice ‘Creo’. Pero también la fe del creyente es radicalmente inacabada y abierta, comparte todas las dificultades del ‘increyente’ y, con todo, mantiene el corazén abierto a la confianza y dice: "iCreo, Sefior, pero ayidame a tener més fe!" (Mc 9,24) Creo en Dios El Credo no es una sucesién de dogmas, de ‘articulos’ de fe. Es un testimonio de fe y una invitacién a la fe en Dios. éQué es creer en Dios? No es en primer lugar tener algo por cierto, asentir a ‘verdades de fe’, sino acogerse a Dios con todo el ser. Creer en Dios no es creer que Dios existe ni creer Jo que ha revelado ni creer /o que ha hecho. La fe no consiste propiamente en creer que (y puedes po- ner aqui todos los dogmas). Puedes asentir a todas las “verdades de fe’ y no ser en absoluto creyente. A la inver- sa, hay muchos que no asienten a nuestras ‘verdades de fe’ y creen, sin embargo, profundamente en Dios. Lo especifico y diferencial de la fe en Dios no es del orden de las ideas, de las elaboraciones conceptuales y de las 38 imagenes o representaciones mentales. iCuan vacias son nuestras ‘verdades de fe’! No encierres tu mente en ‘verdades’, aunque sean de fe. Pero la fe en Dios tampoco consiste en tener unos senti- mientos, unas emociones, unos afectos, que muy ingenua- mente solemos llamar ‘experiencia’. La fe en Dios no es del orden de la afectividad en contraposicion a la inteligencia. iCuan ambiguas son nuestras emociones! Los sentimientos y los afectos pueden ser tan engafiosos como las ideas. No pongas tu coraz6n en tus emociones, ni aun cuando creas que vienen de Dios. éQué es, pues, creer en Dios? Creer en Dios es poner en El nuestra confianza vital profun- da, es la adhesin de todo el ser al Misterio indecible y pro- ximo de Dios. [Desde los primeros siglos, la mayoria de los simbolos de la fe o ‘Credos’ dicen ‘creo en’ (eis en griego, in en latin) cuando se refieren a Dios (Padre, Hijo y Espiritu Santo), y suprimen la pre- posicién ‘en’ cuando se refiere a la Iglesia u otros ‘articulos de fe’]. Creer en Dios es un acto de confianza del ser entero, que es inseparablemente mente y coraz6n. El corazon es mas que afectos; la mente es mas que ideas. Somos coraz6én que piensa y mente que siente. El corazon confia y necesita entender el por qué de su con- fianza. La mente entiende y sabe que el Misterio es mas grande y que el corazon tiene razén cuando confia en el Misterio que nos sustenta. 39 El Credo te invita a entregar tu ser entero a Dios: "Pefia mia, refugio mio, Dios mio, confio en ti." (Sal 18,3) La fe no consiste en estar seguro de que Dios existe, sino en poner nuestra seguridad en Dios, en vivir en Dios, y en confiar en nosotros como Dios confia, en confiar en el mun- do y en su futuro como Dios confia: activa y pacientemen- te. . En medio de todas nuestras dudas y de todos nuestros desvalimientos, en medio de todos los miedos y horrores de la historia, confiamos en Dios. El nunca cesa de estar con nosotros, de rodearnos de ter- nura, de creer incondicionalmente en nosotros, de levan- tarnos de nuestra caida, de acompafiar nuestro camino y de conducirnos siempre mas alla. Se dice a menudo que vivimos tiempos de silencio y ausen- cia de Dios. éDios calla? éNo es mas bien que no se encie- rra en nuestras palabras? éDios esta ausente? éNo es mas bien que no habita en nuestras imagenes? La crisis de la fe en Dios es, en primer lugar, la crisis de nuestros lenguajes sobre Dios, de nuestras representacio- nes de Dios. La crisis cultural de Dios es una oportunidad para volvernos al misterio de Dios, a su infinitud y a su infi- nita cercania. Para creer en Dios, es preciso que estés constantemente dispuesto a purificar tus imagenes y tus ideas acerca de Dios. Dios debe de sentirse muy abrumado por todo lo que le ha- cemos decir, hacer, ser, y por todo el dafio que nos hace- mos en su nombre. El preferiria ser negado antes que ser convertido en factor de angustia, de opresién, de miedo. Libera a Dios de tus miedos, y déjate liberar por El. Sobre todo y ante todo, no tengas miedo a Dios, pues de esa forma te harias dafio y pervertirias a Dios. El quiere curar todos tus miedos. Hagas lo que hagas, El esta siempre de tu lado y a tu fa- vor, para conducirte desde ti a lo mejor de ti, y para hacer de ti un samaritano para con todos los heridos del mundo. Pero El no sabe utilizar la amenaza, el castigo ni el chanta- je, sino el exclusivo poder de la ternura. No encierres a Dios en la estrechez de tus conceptos, ima- genes, fantasmas y emociones engafiosas. Déjate llevar por el Credo a mares mas profundos, para que puedas con- fiar siempre. El Credo te invita a descansar en Dios, miste- rio infinito de misericordia y consuelo. Cree en Dios, que siempre cree en ti. Vuelve a Dios, que siempre esta contigo. Redescubre al Dios digno de fe, al Dios cuya fe cura tus heridas y las heridas del mundo. Padre Muchas religiones desde antiguo han llamado a Dios ‘Padre’, y le han invocado asi. Asi lo hizo el judaismo. Asi lo hizo sobre todo Jesus: cuando oraba a Dios, casi siempre le llamaba ‘Padre’ en la no insdlita pero si llamativa y expresi- va forma familiar ‘abba’. ‘Padre’ es uno de los mas bellos nombres con que podemos dirigirnos a Dios. Pero no esta exento de peligros. 41 En efecto, no solamente para lo bueno sino también para lo malo, hemos quedado marcados por nuestra relacién con la figura paterna en los primeros afios de nuestra infancia, y nadie ha tenido un padre perfecto. Para la inmensa mayoria, el padre no ha sido solamente esa figura entrafiable que nos dio amor, seguridad, autono- mia y responsabilidad, sino también una figura con la que quedo asociado en nosotros un fondo oscuro de miedos y represiones. Al llamar a Dios ‘Padre’, proyectamos en Dios no sdlo lo mejor, sino también lo peor de nuestro padre. Pero Dios es mas que ‘Padre’. Es lo mejor que podemos imaginar en la figura del padre, sin fondo oscuro alguno de miedo y ame- naza. E infinitamente mas. Ademas, muchas religiones, también el AT, también Jests, han llamado a Dios ‘Padre’ en un marco cultural de corte patriarcal. Todo hace pensar que Jestis llamaria hoy a Dios ‘Madre’ tanto como ‘Padre’. El dulce nombre de ‘madre’ es uno de los nombres mas be- llos de Dios. "Como un nifio en brazos de su madre": asi de protegidos y queridos debemos sentirnos en Dios. Pero tampoco este nombre esta exento de limitaciones y riesgos. La figura materna encarna el calor y el bienestar del utero, el carifio incondicional, la confianza sin limites. Pero nadie ha tenido tampoco una madre perfecta, plena- mente maternal y madura. Tampoco nos basta, pues, este nombre de Dios. Ni bastan ambos nombres juntos: ‘padre’ y ‘madre’. Por lo demas, ambas figuras estan sufriendo en nuestro tiempo grandes transformaciones culturales. 42 No debemos oponernos a estas transformaciones, pero de- bemos cuidar de no identificar a Dios ni con imagenes del pasado ni con imagenes del presente sin mas. Dios es padre y madre porque sdlo es dandose y haciendo ser, sdlo es feliz regalandose y haciendo feliz. Por eso mismo cabe dar a Dios tantos otros nombres be~ llos: Dios es Fuente, Fundamento, Compafiero/a, Amigo/a, Amante, Amado/a... Y nunca acabamos, porque sin cesar estamos brotando de El/Ella. Siéntete brotar permanentemente de EI/Ella. Siéntete tier- namente acogido y suscitado por El/Ella. Todopoderoso Estamos demasiado acostumbrados a llamar a Dios ‘todopoderoso’. Lo imaginamos espontaneamente como un gran sefior soberano, como un monarca absoluto que man- da y ordena, que todo lo decide y dispone segun su real querer, que elige a unos y desecha a otros segun su volun- tad, que perdona o castiga a su arbitrio. Los seres humanos somos y nos sentimos limitados desde el primer atomo de nuestro ser hasta el ultimo. Somos fini- tud inacabada. Somos contingencia y fragilidad. Somos de- venir. Y facilmente imaginamos a Dios como la suma de todo lo que nos falta y anhelamos: como poder absoluto. Ese ‘dios’ es una gran estatua siniestra. Dios no es eso. Dios es mas grande y mas pequefio, sobre todo mas pe- quefio. El problema esté en nuestros suefios de omnipotencia. 43 éPor qué nos parece més divino poderlo todo y tenerlo to- do, el no depender de nada ni recibir de nadie, ser impasi- ble e inmutable, no crecer y no sufrir? Ese Dios no es el Dios del Credo cristiano. Si fuera asi, Dios no seria amor. El Credo narra a Dios como amor. Creemos en un Dios que es y se hace ‘pequefio’, abandonado, con toda la ternura y la debilidad del amor infinito. Amor y ter- nura es el Ultimo nombre de Dios. Y el amor y la ternura asumen y acompafian siempre la de- bilidad, y se hacen siempre fragiles. Ahora bien, éhay algo mas poderoso que el amor desarmado? éHay algo més irre- sistible y transformador que la compasién verdadera? Asi es Dios. Dios echa en falta y busca apenado a Adan y a Eva para pasear con ellos a la brisa de la tarde. Dios es un caminante desconocido que agradece la hospita- lidad de Abrahan. Dios es aquel que escucha el Ilanto de Ismael y el clamor de Israel. Dios es entrafia conmovida. Dios se manifiesta en la humildad y en la pasién de una Zarza ardiente. Dios sufre también el desamparo y la impotencia de Dios que padecid Jestis y tantos crucificados. Asi es Dios. Esta con nosotros en nuestra debilidad, y acompafidndola la transforma. Su fragilidad es nuestra es- peranza para nosotros y para todas las criaturas. Pues “la fuerza se pone de manifiesto en la debili- dad." (2 Cor 12,9) Acoge, pues, tu debilidad, deja que Dios la acoja y la acompajie. Y cuando Dios ‘no pueda ayudarte’, ‘ayuda tu a 44 Dios’ a manifestarse y a liberarse en ti, y esa sera la mejor manera de ayudarte y de que Dios te ayude. (E. Hillesum) Creador de cielo y tierra "En el principio cre6 Dios el cielo y Ja tierra." (Gn 1,1) Lo primero que afirma la Biblia sobre Dios es que es crea- dor, y lo primero que afirma sobre el mundo es que es creado. Ahi esta dicho lo esencial sobre Dios y sobre el mundo. En el Credo lo afirmamos también. Dios no es autosuficiencia cerrada. Es pura donacién de si, comunicacién y relacién, acto puro de creacién. No ha que- rido ocupar todo el lugar. Ha querido retirarse para "dar lugar", contraerse como una madre para hacer sitio y hacer crecer, darse para hacer ser. Y quiere hacer ser para ben- decir. En un universo inmenso y en expansién, con 400.000 gala- xias y 400.000 estrellas en cada galaxia, nada es sin em- bargo oscuro producto de un destino ciego. Y nada es pura réplica cerrada y rutinaria. Cada ser es una creacién abso- tutamente unica y nueva. En la gran comunién universal de las criaturas, tu eres una criatura pensada, pronunciada, mirada, querida, bendecida por Dios. Eres criatura unica y, sin embargo, eres criatura hermana de todas las criaturas. La bendicién de Dios es tu origen y tu verdad ultima. Es tu destino y tu tarea principal cada dia. Cada dia es el dia de la creacion. En efecto, la creacién no es un acontecimiento de un pasado remoto. No tuvo lugar en los ‘origenes de los tiempos’, como el Big-Bang. 45 La creacién esta teniendo lugar. Todos los seres estamos siendo creados hoy. Y todos estamos siendo creadores. Todo es dinamismo y relacién, todo esta cargado de posibi- lidad de ser y de relacién. En cada particula subatomica opera la fuerza creadora de Dios. La creacién es esa energia misteriosa por la que todo esta creadndose, inventandose, recibiéndose, haciéndose y ha- ciendo ser. Y esa energia misteriosa, en su origen y en su fondo ulti- mo, es divina: Espiritu, Palabra, Sabiduria creadora de Dios. "En él vivimos, nos movemos y existimos." (Hch 17) Todo es en Dios y Dios es en todo. Dios esta haciendo ser todo y todo camina hacia Dios, hasta el descanso de la creacién entera, en el que Dios sera todo en todas las co- sas. (1 Cor 15,28) Que la fe en la creacién fortalezca tu fe en ti mismo/a y en cada uno de los seres. Cree en ti y en cada uno de los de- mas como Dios cree. Atrévete a ser libre, porque Dios te quiere libre. Cuida tu ser como Dios lo cuida. Y sal de ti y sé creador como Dios, con Dios. Y a pesar de todo ama la vida, ama el mundo, cree en la humanidad, cree en la belleza y cree en el futuro de la creacién que es Dios. "La verdadera antitesis de la fe no hay que buscarla _ en la incredulidad, sino en el miedo." (E. Biser) u 46 2. JESUS EL CRISTO Seguimos rezando el Credo frase a frase, ‘articulo’ a ‘articulo’, confesién a confesién, y lo hacemos volviendo los ojos a Jesus. El Credo cristiano empezé con Jess y en él se centran la mayoria de sus ‘articulos’, que no son dogmas a creer, sino ejes que articulan toda una vida, la de Jesus y la nuestra. Como tales nos interesan. Releemos el Credo de Jesus para rezarlo. Lo rezamos para revivirlo y para que nos reavive. Jesus es el "autor y perfeccionador de nuestra fe" (Heb 12,2). Jesus inspira nuestra fe, nuestra confianza vital, nuestra seguridad fragil y firme en el Dios de la vida, en su ternura compasiva y universal. Jesus reinspira, reanima nuestra fe cada vez que flaquea, es decir, cada dia. Jesus nos conduce de duda en duda y de fe en fe, de desaliento en desaliento y de confianza en con- fianza. Y nunca llegamos a la perfeccién, pero él nos lleva de la mano y en dejarnos llevar consiste la perfeccién de nuestra fe. En unos tiempos que eran tan dificiles para la esperanza como son ahora los nuestros, Jestis se supo tiernamente tomado de la mano por Dios y esperé contra toda esperan- za. Y anuncié la esperanza en Dios, que jamas abandona sus criaturas a su suerte, sino que acompafia a cada una en medio de todos sus gozos y sufrimientos. 47 Dios acompafié a Jesus y se manifesté en é! como compa- sion universal que sostiene todas las cosas. Dios acompafi los pasos de Jests, cada una de sus palabras de denuncia y de consuelo, sus dudas y certezas, su desasosiego y su descanso, su rebeldia y su paz, su contestacién y su obe- diencia, su vida y su cruz. Dios acompafié a Jess hasta la cruz, hasta en el desmoronamiento de la cruz. En Jesus, Dios acompafia y habita de lleno a cada criatura. Como a Jestis, como si fuese Jestis. Para que seamos Je- sus, 0 hasta que lo seamos. Este es nuestro Credo y nues- tra confesién cristolégica. La vida y la cruz de Jesus siguen siendo para nosotros pas- cua y adviento. iVen, Sefior Jess, a tomarnos de la mano, a reavivar nuestra fe, a reverdecer nuestra esperanza! Creo en Jesucristo Creo en Jestis, pues Jesus significa ‘Yahvé ayuda’ y ahi, en su nombre propio, se contiene ya la entrafia toda de la fe. Jesus es sacramento de Dios que se acerca y ayuda, se in- clina y socorre, se abaja y cura. ‘Dios ayuda’: épara qué hace falta mas cristologia? Creer en Jesus significa acoger y vivir el socorro de Dios a cada herido, y también a mi con todas mis heridas. En eso con- siste creer como él, y es lo mismo que creer en él, 0 tam- bién que ser como él, pues de ser se trata en la fe de nues- tro Credo. Creo en Jestis, en su nombre propio, en su historia unica, en su humanidad radical que, como toda verdadera huma- nidad, esta sustentada por Dios y, mas alin, sustanciada en Dios en lo mas profundo. 48 Creo en su historia de compasién y solidaridad que encarna la compasién y la solidaridad de Dios. Creo en su humani- dad, toda ella convertida en sacramento de Dios, pues na- da hay mas humano que Dios y nada mas divino que la hu- manidad samaritana. Creo en Jesus Cristo, imagen crucificada de todas las espe- ranzas de todas las criaturas. "éEres tu el que tenia que venir o hemos de esperar a otro?" (Lc 7,19). Observemos su vida y lo sabremos. Jesus fue sensible y estuvo atento a la situacién limite de los campesinos de Galilea arruinados por los tributos, des- pojados de las tierras de sus padres debido al peso de las deudas. El se puso de su lado y del lado de los enfermos, de las prostitutas y de todos los despreciados. Y les infundié el inmenso alivio de una certeza mas podero- sa que todo el sistema: la certeza de que Dios estaba de su lado y no estaban solos. Por eso le llamamos Cristo. Creo en Jesus el Cristo cuya vida, desde el fondo de la tierra y desde Dios, sigue anun- ciando que ninguna criatura esta nunca sola, nunca esta abandonada. Aunque tu esperanza se halle arruinada y por los suelos, no estas solo. Dios esta contigo como estuvo Jesus con todos, empezando por el ultimo. iOjala lo supiéramos ver cada vez que nuestros ojos no so- portan nuestra propia penuria y la desgracia del mundo! iY ojala supiéramos ser, como Jesus el Cristo, compafiia y compasién de Dios para los perdidos! El mundo entonces estaria salvado. 49 Su unico Hijo, nuestro Sefior Creo en Jesus, el Hijo Unico. El que se supo plenamente amado, fundado, afirmado, enviado y sostenido por Dios en todo momento. El que impregno su profecia y su rebeldia en la ternura de Dios. ‘Hijo Unico’, pero no en el sentido de que sdlo él lo sea, sino en el sentido de que en él confesamos la filiacién plena y en él descubrimos la filiacién universal, la que todos he- mos recibido y a la que todos estamos Ilamados. En él reconocemos, a menudo sdlo a tientas, que cada uno somos para Dios un hijo Unico, una hija Unica. En él nos percibimos, aunque sdlo sea a oscuras, como hijos e hijas amorosamente engendrados, pacientemente gestados, in- condicionalmente amados. Con él! aprendemos a llamar a Dios con infinita confianza y humildad: iAbba! El nos llama a querernos como somos y a amar a todas las criaturas, nuestras hermanas, como son, con respeto y cor- tesia, y a reconocer en ellas la misma dignidad de Dios. Creo en Jesus, nuestro Sefior, no el que nos somete, sino el que nos hace libres de todos los sefiores, de todos los poderes, de todos los temores que nos amenazan y enco- gen. Pues para que seamos libres nos ha liberado Cristo (Gal 5,1). Es el Sefior que lava los pies y sirve a la mesa y nos impo- ne el Unico mandato del amor feliz de si y del amor servi- cial mutuo. Es el Sefior que nos devuelve la confianza en nosotros mis- mos, asi como la confianza en el mundo de hoy con toda su complejidad, con toda su vulnerabilidad. Es el Sefior que 50 apoya todo lo que en nosotros es fragil y esta caido, y alienta la rebeldia contra todos los poderes que mantienen atenazados a los pobres del planeta. Fue concebido por obra del Espiritu Santo Jesus fue un carismatico, un hombre inspirado y libre, ima- ginativo y renovador, pacifico y subversivo. Y no escatimé ningun compromiso ni rehuyo ningun peligro, pero una paz profunda le habitaba por dentro, una paz tan profunda co- mo su confianza en Dios. Se dio del todo, porque se sabia en buenas manos y no te- mia perderlo todo. éQué se puede decir de un hombre asi? Que el Espiritu de Dios le inspira, le habita, le mueve. Por eso dice el Evangelio y ratifica el Credo que Jesus "fue concebido por el Espiritu Santo". No en un sentido bioldgico © en un momento cronoldgico puntual, sino en todo su ser a lo largo de su vida. Reconocemos la presencia creadora y pacifica del Espiritu en todos los seres, y en la bondad y en la alegria de los se- res humanos en particular. Y en la bondad feliz y liberadora de Jesus reconocemos los cristianos la presencia plena y vital del Espiritu de Dios. Jesus es el hombre del Espiritu Por antonomasia. El Espiritu de Dios es la raiz de su ser, de su vida reconciliada y mesianica, sanadora y consoladora. Esa es la "concepcion por el Espiritu" que confesamos en el Credo. No se refiere a un fenédmeno bioldgico singular, al hecho fisico de una concepcién sin varén, como si la con- cepcion por el Espiritu fuese incompatible con la concepcién Por un varén o como si la paternidad divina fuese enemiga de la paternidad humana. sl Entender y rezar el Credo de esa forma seria ahogar la fe cristiana en un maniqueismo dualista que desprecia la car- ne, y con ella a Dios. Dios es amigo del cuerpo y el cuerpo es sacramento de Dios. Cada una de sus manifestaciones humanas, humani- zadoras, es manifestacién de Dios, realizacién de Dios, en- carnacién de Dios. Toda unidén de los cuerpos es ‘virgen’ cuando es humana, humanizadora y, por lo tanto, fecunda. Dios es la fuente de toda paternidad-maternidad humana, y la fecundidad de nuestra humilde carne en todas sus for- mas es expresion de Dios. Todo lo que crea y recrea la vi- da, a todos los niveles, viene de Dios, de su Espiritu Santo. Toda paternidad-maternidad verdadera es, pues, ‘virginal’, es ‘concepcidn por el Espiritu Santo’. Nacié de Santa Maria Virgen Maria es el segundo nombre propio presente en el Credo. Jesus nacié de Maria, de mujer, de madre. iQué hay de mas normal! En eso tan normal y natural, los cristianos re- conocemos lo mas grande y admirable: la encarnacion de Dios, el abajamiento de Dios, la humildad y la humanidad de Dios, la proximidad carnal y samaritana de Dios. Pero tal vez no sea conveniente considerar la encarnacion de Dios en Jesus, ante todo, como un acontecimiento ‘milagroso’ y singular. No nos invita el Credo a confesar y celebrar la Navidad como sacramento entrafiable de la en- carnacién universal de Dios? Rami, uno de los grandes poetas y santos sufies de la tra- dicién mistica musulmana, del siglo XIII, escribid con enor- me hondura mistica y apertura ecuménica: 52 "Nuestro cuerpo es semejante a Maria: cada uno tie- ne un Jestis en su interior, pero éste no puede nacer hasta que los dolores de parto no se manifiesten en nosotros." Creo que el gran mistico musulméan sugiere la clave funda- mental de la mariologia, e incluso de la cristologia. Maria es santa, no porque sea intachable, ‘inmaculada’, an- gélica, irreal (écémo podria una mujer o un hombre identi- ficarse con una figura tan desencarnada?). Maria es santa porque en ella acoge el don de Dios como fruto de la gracia y de la tierra. Su santidad no consistid en ser perfecta, sino en acoger sencillamente la gratuidad de Dios, Su virginidad no consiste en carecer de relaciones sexua- les, sino en abrir cada dia sus entrafias a Dios en pobreza, en libertad, en confianza. Asi encarné a Dios en su vida y en su carne. Jesus, el hom- bre del Espiritu, es hijo de sus entrafias, y todas las entra- fias, como las suyas, estan Illamadas a encarnar a Dios. Toda mujer y todo hombre estan Ilamados a encarnar a Dios. Y ser de carne, como somos, no es en absoluto un obstaculo, sino el camino. Estamos llamados a acoger y a concebir a Dios en nuestra carne herida y virgen. Todos estamos Ilamados a acogerlo en lo mas carnal y en lo mas espiritual, pues ambas cosas nos constituyen y son inseparables. Estamos llamados a acoger, concebir, encarnar a Dios co- mo lo acogi6, lo concibid y lo encarné Maria. 53 Padeci6 bajo el poder de Poncio Pilato Es sumamente extrafio que el Credo no diga nada acerca de la vida de Jesus, y pase directamente del ‘nacid’ al ‘padecid’. Nuestra fe no debe hacer abstraccién de la vida de Jestis, pues la verdadera encarnacién tiene lugar en to- da la vida y la cruz es su consecuencia y culminacién. Es verdad que todo aquel que nace padece. Pero no es ver- dad que, como entendidé una espiritualidad demasiado dolo- rista y penalista, nazcamos para padecer y padezcamos pa- ra expiar culpas. Entre el ‘nacid’ y el ‘padecié’, esta toda la vida de Jests (tanto privada como publica). Jesus no nacié para padecer, ni padecié para expiar. Nacid para vivir, y murié por la vida que llevd. Y en la vida que vivid encarnd a Dios. Y por haber vivido encarnando la compasién de Dios para con los ultimos, los poderes de la muerte le hicieron padecer. Es una secuencia natural y tragica, y la mencién de Poncio Pilato en el Credo es su mejor ilustracién. éA qué viene Poncio Pilato en el Credo cristiano?, se han preguntado mu- chos. Poncio Pilato es el tercer nombre propio del Credo, tras Jestis y Maria. Qué hace Poncio Pilato el cruel junto a Jestis y Maria? Pues bien, Jesus, junto con y a través de Maria, constituye para el cristiano la encarnacién de Dios en la historia, y Poncio Pilato es la contra-encarnaci6n historica de Dios. Es- te siniestro personaje ilustra la légica que llevé a Jesus, el alegre amigo de la vida, a padecer los horrores de la cruz. Jestis no murié por designio o por ‘voluntad’ divina. No mu- rid por una supuesta ‘necesidad expiatoria’. 54 No murié en ‘sacrificio por nuestros pecados’, por exigencia de un Dios ofendido y cruel. Jestis murid por haber sido amigo de la vida hasta el fin, por haberse hecho solidario de los heridos y excluidos de la vida. Muriéd por haber anunciado la liberacién de los pobres, la misericordia de Dios gratuita y el perdén sin condiciones. Murié por haber compartido la mesa con los impuros y con- denados, por haber abierto las puertas del banquete me- sianico de Dios a los "publicanos y las prostitutas" antes incluso que a los justos. (Mt 21,31) Murié por haber puesto la vida por encima de las leyes de pureza, el espiritu por encima de la ley, la fe sencilla por encima del templo con todo su sistema sacrificial y sacer- dotal, la esperanza de los pobres por encima de los intere- ses del imperio. Fue acusado de libertario infractor, de comilén y borracho, de amigo de publicanos y pecadores, de profeta blasfemo, de peligroso mesias politico. Y fue condenado por el Sane- drin y por el Pretorio. En el Credo confesamos, ciertamente, a un Dios creador y defensor de la vida, a un Dios aliado del gozo de vivir y de compartir la vida. El Credo nos invita a desplegar nuestro ser més libre y feliz, como lo hizo Jess, para quien nada fue mas importante que curar la vida. Pero no hemos de olvidar, sino asumir con la mayor auten- ticidad posible, que el despliegue de la vida libre, solidaria y feliz exige a menudo pasar por la pasién y no pocas ve- ces desemboca en algun tipo de pasion. 55 Es el enigma del dolor ligado a la finitud. Es el enigma, atin mas oscuro, del dolor y el dafio producidos a la vida por las estructuras y las personas, también por cada uno de noso- tros. No podremos desplegar en nosotros nuestro ser mas feliz si nos empefiamos en negar el dolor o en evitarlo a toda cos- ta. Sin embargo, el Credo nos invita a creer en el Dios amigo de la vida, en la misericordia mas fuerte que toda justicia, en la solidaridad mas fuerte que todo dajio, en la dicha mas fuerte que toda pasion. Fue crucificado Jesus "no murié en la cama, ni atropellado por un ca- mello en Jerusalén." (L. Boff) Fue crucificado como un esclavo 0 como un sedicioso politi- co, con la anuencia y la complicidad del poder religioso. He ahi el hombre. La cruz de Jestis, que compendia y re- Presenta todas las cruces, es la ignominia de la humanidad, el fracaso de la justicia, la quiebra de la religion. Pero Jesus no la rehuyé. Se mantuvo fiel a la causa de los Ultimos, a la razén de los condenados por el poder politico y religioso. Se mantuvo fie! a Dios en su vida y fue condenado a la cruz. Por eso, los cristianos miramos a Dios en la cruz de Jesus, al igual que lo miramos en su vida. 56 Y mas que en ningun otro lugar, miramos a Dios en la cruz de Jestis, pues es para nosotros la maxima expresién de la solidaridad de Dios con la vida de todos los perdidos. Miramos en la cruz la compasioén de Dios con todas nues- tras pasiones, la absoluta vulnerabilidad de Dios junto a todas nuestras heridas, la extrema solidaridad de Dios con todos los crucificados. “Si queremos saber quién es Dios, debemos arrodi- llarnos a los pies de la cruz." (J. Moltmann) Asi adquiere la cruz para nosotros rango de gloria y de con- fesién. Confesamos en la cruz la debilidad de Dios més fuerte que todos los poderes, pues es la debilidad del amor. "Sdlo un Dios que sufre puede sa/varnos." (D. Bonhéf- fer) Es la compafiia compasiva lo que en ultimo término nos consuela y libera. Y un Dios que sufre con nosotros puede salvarnos, porque una infinita compafiia compasiva es infi- nitamente poderosa. Y eso es el Dios de Jesus crucificado, y por eso seguimos esperando en todas nuestras cruces, con Jesus y como Je- sus. Muerto y sepultado. Descendié a los infiernos ‘Murid’, ‘fue sepultado’, ‘descendié a los infiernos’. Son di- versas locuciones para expresar un mismo hecho: la muer- te. Una muerte real. La muerte de Jestis no fue aparente. Murid con el dramatismo de todas las cruces. Probé la fria soledad de todos los sepulcros. 57 Conocié la incertidumbre y el abandono de todas las muer- tes: "Dios mio, Dios mio, épor qué me has abandona- do.” (Mc 15,34) Pero Dios estaba alli, con Jesus. Asi lo confesamos en el Credo. Y la formula ‘descendié a los infiernos’ puede enten- derse como la maxima expresién de esta presencia de Dios en la experiencia extrema de la ausencia de Dios. Es verdad que, en Ia Biblia, ‘infierno’ (Sheo/ judio, o Hades griego) significa sencillamente ‘lugar de los muertos’ y que, por lo tanto, el giro ‘descender al infierno’ equivale simple- mente a ‘morir’. Pero, desde muy antiguo, el término ‘infierno’ ha sido en- tendido también en un sentido mas radical: el ‘lugar’ de la condenacién eterna, de los eternamente condenados a la ausencia de Dios. La expresion dei Credo puede, pues, adoptar también este sentido radical: en Jesus, Dios desciende a lo mas bajo, acompafia al mas abandonado, asiste al mas extraviado, acoge al mas perdido. De modo que ya no puede haber verdadero ‘infierno’ para nadie, porque atin cuando alguien -en una hipdtesis extre- ma- se condenara a si mismo al infierno, incluso alli Dios seguiria acompafidndolo, como acompafia a Jesus "descen- dido al infierno". Nadie estara nunca solo y condenado del todo, porque Dios estara eternamente con él, y... "si Dios estd con nosotros, équién estard contra noso- tros?" (Rm 8,31) 58 Por eso, la muerte no es para nosotros el término final. Es una frontera abierta. La losa del sepulcro no es el ultimo muro. Es una puerta a la vida. Junto al sepulcro de Jesus, seguimos esperando la Pascua. En todas nuestras soledades, decaimientos e impotencias, seguimos confiando en la entrafiable cercania de Dios: “Padre/madre, en tus manos encomiendo mi vi- da." (Le 23,46) En todos los infiernos del mundo, seguimos confesando que otro mundo es posible, porque Dios esta con nosotros, y merece la pena acompajiarle y ayudarle. Creo en Jesus resucitado Hoy acudimos al sepulcro de Jestis para rezar el Credo. Pero édénde se halla su sepulcro? No faltan quienes sostienen que el cuerpo de Jests crucifi- cado habria sido devorado por perros y buitres, y sus res- tos arrojados a una fosa comun. Asi solia hacerse con los crucificados. En cuyo caso, su tumba nunca habria sido co- nocida por sus discipulas y discipulos. O tal vez hubo realmente algtin amigo ("José de Arimatea") que, por influencias, pudo recuperar el cadaver de Jesus y depositarlo en un sepulcro digno, que se convirtid pronto en lugar de culto y veneracion. El caso es que, junto a un sepulcro desconocido o junto al sepulcro conocido de Jesus, la primitiva comunidad de Je- rusalén se reunia y celebraba la memoria de Jesus, la pre- 59 sencia de Jesus, la esperanza de Jess. También nosotros lo seguimos haciendo. El sepulcro de Jesus se halla alli donde hay una vida ente- trada por la injusticia, la cruz o simplemente la muerte. Junto a su sepultura, acompafiamos a Jesus crucificado, sepultado como una semilla en el seno de la tierra madre. Junto a su tumba sellada con todas nuestras esperanzas a medio quebrar, volvemos decir ‘Creo’. Junto a todas nuestras tumbas con nombre o sin nombre, volvemos a reunirnos para recordar y renacer. Recordando la historia de Jesus, curamos nuestra vida. Al tercer dia “Nosotros esperébamos que él fuera el libertador de Israel. Sin embargo, ya hace tres dias que ocurrié es- to." (Le 24,21) Dos caminantes vuelven de Jerusalén a su aldea. Por un momento habian albergado la esperanza de que el profeta galileo Jests fuese, por fin, el liberador tantas veces diferi- do, tantas veces frustrado (debido unas veces al fraude de los propios pretendientes mesianicos, y otras veces a la in- tervencién represora de de las autoridades politicas). éSeria esta vez? Una esperanza incierta e inquieta les habia empujado detraés de Jesus. Pero tampoco esta vez habia sido. "Nosotros esperébamos..., pero ya hace tres dias de esto". Es decir, demasiados dias para seguir esperando. Unos va- gos rumores de sepulcro vacio no bastan para sostener la 60 esperanza. La historia humana vuelve a sucumbir a su rit- mo fatal, a su alternancia fatal de ilusion y desengafio. Y volvian. éSeria la ley inexorable de la historia, mas fuerte que el suefio, mas fuerte que la promesa? éMas fuerte que Dios? La duda emergia horrible como una tentacién, o co- mo una blasfemia. éSera la opresidn mas firme que la alianza? éSeran los tiranos mas fuertes que Dios? Vuelven solos y tristes. Sin embargo... insensiblemente, otro caminante se une a sus pasos, les escucha y les habla. Entre los dos, un tercero, el tercero. Ya no caminan solos del todo, ni tristes del todo, pues conversan, y ninguna so- ledad, ninguna tristeza es definitiva mientras haya conver- sacion. A pesar del desamparo, no estan solos. En el compartir de todo desengajio y de toda soledad, el Misterioso Tercero se hace compafiero. Y puede seguir la vida con su hondo po- der, sus poderosas raices, sus intimos reclamos. A pesar de su cruel desengaiio, dos personas —tal vez un varén y una mujer— siguen caminando. Sus fuerzas y su bondad no estan agotadas. A pesar del desamparo, no es- tan solos. Y es como si el corazon les ardiera de nuevo. Va cayendo la noche mientras caminan. Y buscan hospeda- je. Y ofrecen hospedaje. éCémo podrian sentirse compajfie- ros sin ofrecer compafiia? ECémo podrian sentirse hospeda- dos sin ofrecer hospedaje a otro tercero, al Otro Tercero? Y caminando, conversando, compartiendo, recordando, re- cordando... el corazén arde mas, las palabras consuelan mas, el pan es mas sabroso, la vida es mas pujante. La Presencia es més cierta. Es El. 61 Han pasado tres dias, pero su historia no ha terminado en la fosa comun ni en la tumba amiga. Como bellamente dice Flavio Josefo, "aquellos que habian amado a Jesus, después de su muerte no dejaron de amarlo". El ‘tercer dia’ es precisamente cuando el Crucificado vuelve a hacerse presente y el amor renace. El ‘tercer dia’ no es el dia en que ya no cabe seguir esperando y hay que desistir. El ‘tercer dia’ no es cuando la cruz y la tumba imponen su ley. El ‘tercer dia’ no es cuando el silencio y la ausencia de Dios se hacen definitivos. El ‘tercer dia’ no es una cifra concreta, no es un dato cro- nolégico preciso. El ‘tercer dia’ es una cifra simbolica, pue- de significar ‘muy pronto’. ‘el tercer dia’ es, sobre todo, un dato teoldgico, una manera de decir que la historia gira ha- cia la liberacién y la vida porque Dios la hace girar. El giro de la historia parecia retrasarse demasiado, pero en reali- dad sucede ‘muy pronto’. El ‘tercer dia’ es el ‘giro salvifico’ de la historia del Crucifi- cado, de todos los crucificados: "Dentro de dos dias nos dara la vida, y al tercer dia nos levantard, y en su presencia viviremos." (Os 6,2) El ‘tercer dia’ es cuando el Crucificado presente suscita el amor. Cuando el amor lo hace presente. Dos caminantes, y otros, y otros, muchos caminantes, cada uno, cada una en su propio itinerario de proyectos y fraca- sos, sintieron la misma compaijiia, la misma presencia, el mismo amor. 62 Y emprendieron de nuevo el camino, regresando esta vez de su camino de vuelta, desandando sus pasos de decep- cién. Y asi muchisimos caminantes hasta nosotros, caminantes perplejos del siglo XXI. Han pasado muchos dias. Aun pasarén muchos mas. Pero nuestra historia no acabara en cruz y condena. Nunca va- mos solos. A pesar del cansancio y de la noche, cada dia puede ser el ‘tercer dia’ en que se transforma nuestra his- toria, en que renace una presencia y el corazon vuelve a amar. Resucit6 de entre los muertos Asi, para muchas discipulas y discipulos de Jesus, algtin dia fue ‘el tercer dia’, y fueron llegando a la certidumbre vital de que Jess estaba vivo, de que el Crucificado habia sido exaltado, de que el condenado habia sido rehabilitado, de que Dios estaba con él y con todos los crucificados para siempre, de que el Reino de Dios habia germinado precisa- mente en la semilla del martir Jesus, de que la glorificacion de la historia se habia anticipado en Ia glorificacién del Cru- cificado. La muerte de Jests en cruz habia conmocionado fuerte- mente la fe de los discipulos y discipulas en el profeta Je- sus y en su mensaje del Reino. Todos se encontraban como los dos caminantes que vuel- ven tristes a Emaus. Pero recordaron las Escrituras, medi- taron los salmos del justo perseguido a quien Dios no deja de asistir, consideraron largamente las profecias sobre el martir al que Dios exalta. 63 Rememoraron la breve historia de Jesus y sus inolvidables palabras. Y fue tomando cuerpo una certeza coherente con todas las Escrituras y con la fe inmemorial de todos los tiempos y con la esperanza del mismo Jesus: "Dios ha exaltado al martir Jesus." "Dios ha resucitado a Jesus." "La esperanza de Jesus se ha realizado." "Nuestra esperanza no se ha frustrado." No tuvo por qué suceder de golpe ni en un dia concreto, sino en la trama continua de sus dias y de sus vidas. No tuvo por qué darse ningun ‘milagro’ extraordinario y con- cluyente, sino el milagro mayor que consiste en que el co- razon y los ojos se abren para percibir de pronto el misterio viviente de Dios. éDénde? Precisamente en el reverso, en el envés de la realidad y de la historia: en un crucificado. Y era una ‘vision’ muy real, la mas real que cabe. Y, para reafirmarlo, crearon relatos muy bellos y verdaderos: cémo Jesus se les habia hecho presente en figura de hortelano y les habia llamado por su nombre, cémo se les habia hecho compafiero de camino y le habian reconocido al partir el pan, cémo les habia mostrado sus Ilagas y les habia curado la herida de sus dudas, cémo habian comido con él unos peces asados a ori- llas del lago, cémo les habia ofrecido la paz y les habia enviado a ser mensajeros de paz y de perdén. 64 Ellos creyeron. Y nosotros creemos. No creemos simple- mente porque ellos nos lo contaron, ni porque hayamos tenido ‘experiencia paranormal’ alguna. Con nuestra fragilidad y nuestras dudas, creemos porque él se nos hace misteriosamente presente cuando seguimos caminando, cuando damos hospedaje, cuando compartimos la palabra y cuando abrimos los ojos. Di: ‘Yo también creo’. Creo que Dios rehabilitd a Jesus y, en él, a todos los cruci- ficados por el poder, la riqueza, la injusticia. Creo que Dios sufre con nosotros todas nuestras heridas y dafios, como sufrié con Jesus crucificado. Creo que Dios comparte todas nuestras cruces, como la de Jestis, para conducirlas a la Pascua, como a Jesus. Creo que Jesus resucitado nos sale al encuentro como a Maria de Magdala, a Pedro, al discipulo amado, a Tomas el incrédulo, y quiere ser reconocido para que asi podamos por fin reconocernos. Creo que llama a cada uno con infinita ternura por su nom- bre mas secreto y pronuncia para cada uno, sin nada que reprochar, aquella palabra de confianza que mas necesita. Creo que la fe en el resucitado es algo tan simple y sencillo como escuchar al que habla, abrir al que llama, recibir al que viene, creer en el que nos ama, acoger al que nos aco- ge. Creo que algun dia se abriran nuestros ojos y se despeja- ran nuestras dudas y nos rendiremos a su presencia, y confesaremos: "Sefior mio y Dios mio" (Jn 20,28), y sere- mos libres y estaremos en paz. 65 Creo que Dios es como Jesus nos ensefia en su vida y en su Cruz. Creo que Dios esta con el justo para hacerle justicia, y con el injusto para hacerle justo. Creo que Dios, al igual que Jesus crucificado, no condena a nadie y asi puede hacer buenos a todos. Creo que Dios es el Dios de la vida en todas las muertes, la curacion de la vida en todas las llagas. Creo que Dios es la vida indemne y entera, inmune y sin dafio. Creo que Dios es la primavera de toda vida, la Pascua de todos los seres. Creo que Dios hace y hard con todos las criaturas lo que confesamos de Jesus. Creo que Dios es el amor entero y fiel que, como a Jesus crucificado, nos dice: “td no moriras". Creo que Dios es el infinito Arco Iris de confianza que en- vuelve el universo y sostiene nuestras promesas inseguras, nuestros juramentos fragiles. Creo que Dios ama en todo amor, espera en toda esperan- za y transforma en toda accién. Creo que Dios dice si a lo mejor y mas hermoso de nuestro corazon. Creo que Dios es el Si y el Amén al corazén de la Tierra y a las promesas y a los suefios mejores. Creo que nuestro corazén y el coraz6n de toda realidad tie- ne razon, porque Dios lo habita. Creo que Dios sélo puede hacer el bien que hacemos noso- tros y todas las criaturas, pero creo en un futuro bueno y absoluto porque Dios acompafia cada instante de nuestro tiempo en su caducidad. 66 Creo que, como el Jesus resucitado de los Evangelios que franquea puertas y atraviesa limites, se revela y habla también a los creyentes de todas las religiones e incluso a los agnésticos de todos los tiempos, en una forma que los cristianos no podemos controlar. Es mucho creer. “Sefior, yo creo, pero ayudame a tener mas fe" (Mc 9,24). Subi6 a los cielos y esta sentado a la derecha de Dios Padre todopoderoso ‘Resucité de entre los muertos’, ‘subié a los cielos’, ‘estd sentado a la derecha de Dios’: no son hechos teoldgicos diversos, sino expresiones diversas del mismo hecho, el hecho pascual. De Dios solo podemos hablar en imagenes. De la Pascua también: resucitar, ser glorificado, subir al cielo, ser subido y exaltado, sentarse a la derecha de Dios... La Pascua es libertad, también libertad e imaginacion crea- dora de lenguaje. Las palabras y las imagenes nos sugieren lo que el corazon espera sin poder decir e incluso sin poder saber. Las palabras y las imagenes pascuales nos invitan a ser humildes y audaces en nuestra esperanza. Subi6 al cielo. El cielo no esta arriba, como imaginaron los antiguos. Subid a Dios. Pero tampoco Dios esta arriba, co- mo seguimos imaginando. Dios esta en todo, es en el cora- z6n de todo cuanto es. Dios esta en lo mas bajo, con los de mas abajo. Esta conti- go cuando te sientes mas bajo o baja. 67 Subi6 al cielo. Jesus crucificado esta en Dios, pues Dios es- taba en él y estaba enteramente con él. En la Biblia y en Ia literatura judia se hablaba de que Dios ‘arrebataba’ (asunci6n) o ‘exaltaba’ junto a si al justo mar- tir antes o después de la muerte, anticipando asi en él, de algun modo, la resurreccién esperada comunmente para ‘el fin del mundo’. Dios es el que arrebata de la humillacion y de la muerte. Dios ensalza al que los poderosos aplastan. Dios reivindica a las victimas. Asi lo confesaron de Jesus los cristianos en la Pascua: "Dios Io exalté y le dio el nombre que esta sobre todo nombre." (Flip 2,9) Al condenado Jesus, Dios lo ha glorificado. Al crucificado, Dios lo ha constituido ‘Cristo’, ‘hijo de Dios’, ‘Sefior’, ‘juez’. La Pascua es una inversion de la historia y de la imagen de Dios. Lo mismo viene a decir la imagen de sentarse a la diestra de Dios. Decir ‘diestra de Dios’ es como decir el poder de Dios. Pero decir el poder de Dios es como decir también la impo- tencia de Dios, la renuncia de Dios al poder, la suma deli- cadeza y vulnerabilidad de Dios, la infinita discrecién y ocultamiento de Dios. La absoluta solidaridad samaritana de Dios. éTiene algo que ver el Dios de la cruz y de la Pascua de Je- sus con la imagen del todopoderoso ‘Dios de los ejércitos’? éEn qué Dios creemos? Jesis esté sentado a la derecha de Dios. Es decir, ‘comparte el poder de Dios’. Es decir, la debilidad solidaria de Dios. Jestis comparte el Unico poder de Dios que es el poder de la cruz, el poder de acompaiiar, el poder de consolar. Jesus comparte el poder del buen samaritano: el poder de bajar- se, de acercarse, de echar aceite y vino, de cuidarse y de curar. El poder de hacerse cargo y encargarse del herido. éTiene algo que ver esta imagen de Jesus con el Cristo Pantocrator (‘omnipotente’) de brazos poderosos y mirada fulminante? éEn qué Cristo crees? Cree en el Cristo que te abraza siempre, extendiendo y es- trechando sus brazos sobre ti. No podemos amar, creer y confiar sino en un Dios a ima- gen de Jesus crucificado. Con todo, nuestra perplejidad no se disipa: un Dios que se hace vulnerable como un crucificado es, si, digno de nues- tro amor, pero ées también digno de nuestra esperanza? éNo sigue la historia después de la Pascua siendo tan cruel y despiadada como antes de la Pascua? éY de qué sirve creer en Dios, si Dios es tan impotente como nosotros para transformar esta historia? En la respuesta -que siempre se nos escapa- a esta pre- gunta que nos hiere, se juega nuestro ser o no creyentes cristianos. Ahi nos jugamos el Credo y la fe, el Credo y la esperanza. éEsperamos mas en el poder de Pilato o en el poder del Crucificado, en el poder del imperio o en el poder de la 69 compasi6n, en el poder de la suficiencia o en el poder de la solidaridad? He ahi la cuestion. Creemos en el poder de Dios que se deja condenar y clavar en una cruz con todos los condenados y crucificados. Creemos en la bondad vulnerable de Dios. Creemos que la bondad vulnerable de Dios es mas poderosa que todos los poderes que oprimen. La bondad vulnerable de Dios apareceria y seria infinita- mente poderosa si creyéramos de verdad en ella y la prac- ticaramos como Jesus. Desde alli ha de venir En la Biblia y en la literatura judia apocaliptica se conocia la figura del martir al que Dios exalta y "guarda junto a si hasta el fin del tiempo". Y era familiar la creencia de que Dios enviaria a Elias 0 a un profeta como Moisés para preparar, anunciar, inaugurar ‘el fin de los tiempos’. Los cristianos combinaron estos motivos y otros, y los apli- caron a Jesus: “Llegaran tiempos de consuelo de parte del Sefior, que os enviaré de nuevo a Jestis, el Mesias que os es- taba destinado. El cielo debe retenerlo hasta que Ile- guen los tiempos en que todo sea restaurado." (Hch 3,20-21) Jesus vino y proclamamos que resucit6é. Pero hay todavia demasiado dolor. 70 Las esperanzas estan incumplidas. La historia no esta aca- bada. El mundo esta inacabado y gime en dolores de parto. Nosotros mismos gemimos: estamos inacabados. Aun mas: Jesus mismo esta inacabado, su historia esperanzada y es- peranzadora sigue abierta y lo seguira estando hasta que toda enemistad desaparezca y toda tristeza se disuelva. No podemos ignorar ni minimizar el cardcter doliente e inacabado de la realidad, si no queremos derivar en una ideologia aburguesada barnizada de fe. Nada mas contrario a la fe que la insensibilidad. La ‘espera de la parusia’ es justamente la manera compro- metida y sensible de vivir la fe en Jesus Mesias, la fe en su mesianismo todavia en camino. No esperamos que Jestis ‘vuelva’, como si se hubiera au- sentado. Esperamos que su vida mesidnica se realice y se manifieste enteramente, y en ello esta empefiada nuestra fe. A juzgar a vivos y muertos Es preciso que Cristo ‘venga a juzgar’, pues en el mundo perdura la injusticia. “La injusticia clama al cielo. Las victimas que la han padecido no enmudecen. Los malhechores que la ejercen no encuentran reposo. Por eso, la sed de justicia no debe reprimirse. Guarda la memoria de los sufrimientos y hace esperar un juicio que resta- blezca el derecho." (J. Moltmann) Es preciso que venga a juzgar. Pero el juicio de Dios no consiste en dictar una sentencia, ni en separar justos y 71 malvados, sino en implantar la justicia donde no existe, en hacer justo al injusto y en hacer bueno al justo. Es preciso y es bueno que Jesus venga a juzgar, él que murié perdo- nando a sus verdugos. También nuestro corazén alberga injusticia, codicia, envi- dia, resentimiento. Tal vez seamos injustos. Tal vez sea- mos justos, pero no buenos. Hacemos lo que no queremos, y no hacemos aquello que querriamos hacer. Necesitamos que Dios nos "justifique", restaure en nosotros la justicia y la bondad. Dos mil afios después, seguimos clamando con los cristia- nos y cristianas de la primera generacion: iMarana tha! Jesus es Mesias futuro, y nuestra fe adopta la forma de la suplica y el compromiso. "Vivir en la esperanza de la parusia es mucho mas que la simple espera, perseverancia y mantenimien- to de la fe; es una actitud activa y transformadora. —s vivir anticipando al que ha de venir, en una ‘espera creativa’. "( J. Moltmann) ‘Vivos y muertos’, todos, anhelamos la manifestacién plena y el juicio mesianico de Jesus. Y lo anhelan especialmente los muertos, porque équién ha- ra justicia a las victimas que murieron a no ser Dios? éY quién podra regenerar a los verdugos que también mu- rieron a no ser la misericordia de Dios? 72 3. EL ESPIRITU DE VIDA Te invito a decir: Creo en el Espiritu de Dios que habita a todos los seres. Si, cree en el Espiritu Santo de Dios que movi a Jesus. Cree en el Espiritu Santo de Dios que mora en nosotros, suscitando y cuidando la confianza en las horas oscuras. El mora en lo mas adentro de ti, y tu moras en él. El es tu huésped y td el suyo. Aunque tu no aciertes a acogerle, él siempre te acoge, te comprende y te cobija dulcemente, como una madre. El es también Ella y todos los géneros: es femenino en he- breo (ruah), neutro en griego (pneuma) y masculino en la- tin y en las lenguas romances y germanicas. Es espiritu, alma, vida. Es dinamismo, relacién, comunién divina. Es aliento, viento, agua. Es ungUento, es consuelo, es compaiiia. Es el tu y es el yo y es el nosotros de nuestro yo. Desde el comienzo del tiempo y desde antes, esta acos- tumbrado a abrigar su creacion y habitarla, a fecundar, re- mover y renovar cuanto es. Por él, por ella, Dios se acos- tumbra a nosotros, a todas las criaturas, y nosotros junto con todas las criaturas nos habituamos a Dios, habitando en El. El Espiritu de Dios nos alienta para que nunca desespere- mos de nosotros mismos y del futuro de la creacién, a pe- sar de tanto horror y de tanto lIlanto. 73 Es el “Espiritu de la verdad” (Jn 16,13), que nos lleva a trascender todas nuestras nociones y lugares de verdad. Nos lleva a conocer una verdad que no es ante todo del or- den del pensar y del saber, sino del orden del ser y del ha- cer. Nos ayuda a reconocer, a agradecer la verdad y el bien que hay en el mundo, pero también a reconocer y denunciar las redes de mentira, las redes de injusticia. Nos ayuda a dis- cernir nuestra realidad mas concreta, a conocer el bien que llevamos en nosotros como tesoro escondido y a funda- mentarnos en él. También nos ayuda a conocer y aceptar la fragilidad, el error, el dafio y el engafio que hay en nosotros, preciosa vasija que somos de barro. Nos ayuda, sobre todo, a no maitratarnos, sintiéndonos solos o condenados. Es el Espi- ritu del consuelo o de la solidaridad: El Espiritu no desenmascara nuestra verdad como fiscal, sino como Pardclito: como consolador, defensor, abogado, defensor, compafiero, solidario. “Sin esta fuerza protectora, estabilizadora y alentado- ra desesperariamos de la fecundidad de la ver- dad.” (G. Miller-Fahrenholz) El Espiritu nos habilita para ejercitar la pardklesis mutua: la exhortacién y la consolacién; pero no una exhortacién mo- ralizante o culpabilizante, ni un consuelo piadoso y tranqui- lizante, sino la exhortacién que suscita en el otro lo mejor de si. Un consuelo que proporciona al otro, fragil como yo, un suelo donde apoyarse sdlidamente; un consuelo en forma de solidaridad protectora y paciente. 74 Es la presencia (shekind) de Dios que mora y permanece siempre con nosotros: "Yo rogaré al Padre para que os envie otro Pardclito, para que esté siempre con vosotros.” (Jn 14,16) Es el Espiritu de la fidelidad y de la perseverancia. Es el amor fiel e irrevocable de Dios. Es la fidelidad tierna e in- conmovible de Dios, que nos da fuerza para resistir en la prueba, para la “paciencia histérica” hoy mas indispensable que nunca. Es la constancia de Dios. Es la amplitud de Dios que nos da respiro. Es la misericordia de Dios, fundamento de nuestra esperanza. Cree en el Espiritu de Dios que es el alma de Jesus, el alma de cada comunidad cristiana, el alma del mundo, el alma de nuestra alma, el alma de cada criatura. Cree en el Espi- ritu de Dios que sigue creando el mundo hasta hacerlo templo de Dios. Cree en el Espiritu Santo, pue: “sin el Espiritu Santo, Dios esta lejos, Cristo perma- nece en el pasado, el evangelio es letra muerta, la Iglesia es una pura organizacion, la autoridad es ti- rania, la misidn es propaganda, la liturgia es simple recuerdo, y la vida cristiana es una moral de escla- vos. Pero en el Espiritu, y en una sinergia indisocia- ble, el cosmos es liberado y gime en el alumbra- miento del Reino, el hombre lucha contra la egois- mo, Cristo resucitado esta aqui, el evangelio es una fuerza vivificadora, la Iglesia significa la comunién trinitaria, la autoridad es un Pentecostés, la liturgia es memorial y anticipacién, y la accién humana es divinizante.” (Patriarca Ignacio de Antioquia) iSiéntete acompajiado/a por el Espiritu consolador de Dios! 75 4. LA IGLESIA QUE SOMOS Te invito a orar diciendo... Creo en Dios que es misterio de comunién de todos los seres, coraz6n de cuanto existe. Creo que somos Iglesia en cuanto somos sacramen- to de la comuni6n universal. Gracias a la Iglesia y con ella, confesamos el Credo, del Creo al Amén. Pero en el Credo confesamos también a la Iglesia. Es objeto de nuestra fe en la medida en que es su- jeto de nuestra fe. No podriamos creer sin Iglesia, sin otros creyentes que con su palabra, su presencia, su vida, nos engendran como creyentes. éPero la Iglesia es creible? En todos los sondeos de credibi- lidad, ocupa el Ultimo puesto. €Qué ha pasado para que la Iglesia que cree haya de dejado de ser creible? éCo6mo pue- de ayudar a creer y tener confianza una Iglesia sin credibi- lidad? La crisis de la Iglesia es comprensible en una cultura ‘postradicional’ como la nuestra, en la que se estan disol- viendo los vinculos con todas las grandes instituciones tra- dicionales. Pero, ademas, la profunda ruina actual de la credibilidad de la Iglesia es debida a las enormes dificultades que esta te- niendo la institucién eclesial para abrirse a las transforma- ciones radicales que los tiempos actuales le estan exigien- do: democratizacién y desclericalizacién de todos los minis- terios, descentralizacién de la autoridad, renuncia al mono- 76 polio de la verdad, aceptacién del pluralismo a todos los efectos... Creo que es el Espiritu de Dios el que le esta urgiendo a estas transformaciones, para que seamos sacramento de una nueva humanidad. Es bueno seguir confesando la Iglesia, comunidad de cre» yentes, comunidad de comunidades, comunidad de iguales. , La Iglesia que nos ha ensefiado a rezar el credo no como dogma rigido, sino como buena noticia dinamica y liberado- ra. La Iglesia que nos precede y acompajfia, que constituimos y nos engendra, que somos y nos hace ser. La Iglesia en la que estamos enraizados y cuyas viejas raices queremos prolongar y transformar, pues son raices vivas que nos ha- cen vivir y mantenemos vivas. La Iglesia que se funda en Jesus, pero que el carismatico e itinerante Jesus no dejé fundada y establecida. La Iglesia de Jestis que somos todos los creyentes con pleno derecho evangélico y con plena responsabilidad. La Iglesia en la que circulan el Espiritu, el pan y la palabra, sin que nadie pueda erigirse en su duefio ni retenerlos para si. Creo en la Iglesia santa. Es santa porque Dios la habita y la ama, y es humilde tienda de Dios en la historia. Es santa como toda comunidad humana y como toda criatura, habi- tada y amada por Dios. Es santa a pesar de todas las cruzadas, todas las inquisicio- nes y todos los horrores cometidos en ella, por ella. Es san- 77 ta a pesar de toda la violencia, toda la mentira y toda la opresién que hay tanto en sus miembros como en sus es- tructuras. Es santa por el amor y la entrega oculta de innumerables hombres y mujeres de todos los tiempos. Es santa porque también con ella esta el Santo que mora en todos los se- res, el Espiritu que santifica haciendo vivir. Creo en la Iglesia catolica, universal, amplia y sin fronte- ras. Una Iglesia que reconozca la presencia y la obra de Dios en el otro, el diferente: en cada iglesia con sus parti- cularidades, en cada religion con su irreductibilidad, en ca- da persona con su misterio inviolable que Dios protege. Una Iglesia en la que se superen las fronteras entre "judio y gentil, esclavo y libre, varén y mujer.” (Gal 3,28) Donde nadie se haga llamar padre, maestro o sefior, donde todos sean hermanos. (Mt 23,8-10) Una Iglesia que no quiera imponerse. Una Iglesia que re- nuncie a erigirse como institucién monolitica. Una Iglesia que sea alternativa de humanidad desde el didlogo, no se sienta amenazada en un mundo hostil y evite encerrarse o convertirse en secta y ghetto. Una Iglesia abierta y sin miedo, fiel al Espiritu libre de Dios. éQuieres ser Iglesia de esta manera y contribuir a que lo sea? La comunié6n de los santos ‘La comuni6n de los santos’ puede ser aposicion o explicita- cién del articulo precedente del Credo: Creo en /a Iglesia, 78 que es comuni6n de los santos. O puede constituir un nue- vo ‘articulo de fe’: Creo en la Iglesia y en la comunién de los santos. El sentido de fondo no varia sustancialmente. La comunién define y constituye a la Iglesia, pero la comunién es un misterio mas originario y englobante, el misterio mismo de Dios. El término koinonia posee ya desde los origenes cristianos cuatro sentidos intimamente ligados: la comunién que es Dios y en el que comulgamos (sobre todo en la eucaristia), la comunién fraterna, la comunién de las Iglesias, ta comunién de los vivos con los difuntos. La comuni6n de los santos es la mejor definicién de la Igle- sia, pero es también un bello nombre de Dios y de nuestra relacién con El, y es la vocacién de todos los vivos mas alld de la muerte. La comunidn es la mejor definicién del ser y de la vocacién profundo de todo cuanto es. Creemos en un Dios que es fuente y océano de toda comu- nion. Un Dios que es misterio de comunicacién, calida rela- cién de distintos y de iguales, pura reciprocidad de alteri- dad y de respeto en el corazén de todo cuanto es. Un Dios con el que comulgamos cuando respiramos, bebe- mos, comemos y nos amamos. Un Dios que comulgamos en el pan y el caliz, cuando hacemos presente la memoria de Jestis, nos abrimos a su esperanza y celebramos la vida. La Iglesia que somos es fundamentalmente eso: comunién de hermanos y comunién de comunidades. Compartimos la i fe y las dudas, compartimos la esperanza y los desdnimos, compartimos la palabra, compartimos el pan. Somos Iglesia y comulgamos con la Vida de Jesus en la exacta medida en que contribuimos a que se realice en el planeta una comunidad real de todos los vivientes. “Cuanto hicisteis con uno de estos mis hermanos mas pequefios, conmigo Io hicisteis.” (Mt 25,38) Y creemos que la comunidén no se interrumpe con la muer- te. Nacemos de una relacién, vivimos gracias a la relacién y, cuando morimos, nacemos —en una forma misteriosa que no podemos imaginar— a la verdadera Relacién de to- dos los seres en Dios, en la memoria y el coraz6n de Dios. En la memoria y el corazén de Dios, seguimos acompafian- do, amando y orando a los difuntos. En la memoria y el co- razon silencioso de Dios, los muertos nos siguen acompa- fiando, hablando y animando. Vivimos en la gran ‘intercesién’ de vivos y muertos. 80 5. EL PECADO Y EL PERDON Te invito a decir: Creo que el perdén es compafiia que unge y cura to- das las heridas. Pecado y perdén. He aqui dos términos correlativos ligados a un sinfin de equivocos fatales. Desde los origenes de nuestra historia, los cristianos veni- mos confesando el perdén de los pecados, pero creo que el lenguaje y la disciplina misma ‘penitencial’ han sido obs- taculos radicales para una fe real en el perdén. Pues hemos entendido el pecado y el perd6én en el registro juridico- moralista de la culpa, y en ese registro no es posible creer en el perdon. Hemos entendido el pecado en términos de infraccién de leyes divinas y de ofensa de Dios. Y, en la misma perspec- tiva, hemos entendido el perdén (e incluso la salvacién, re- dencién...) en clave juridica como ‘absolucién de una cul- pa’, ligada por lo demas a todo un ritual penitencial y ex- piatorio. De esta manera se deforma de raiz todo el Evan- gelio de Jesus. Miremos a Jesus. Nunca exige ‘confesién’ de pecados, nun- ca pronuncia absoluciones de culpa, nunca exige rituales de expiacién. No trata a los ‘pecadores’ como culpables, sino como enfermos. Y los acoge. Y asi los regenera. Ahi esta la clave.

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