You are on page 1of 254
HISTORIA DE LA ACCION EDUCADORA DE LA IGLESIA EN ESPANA Il Edad Contempordénea OBRA DIRIGIDA POR BERNABE BARTOLOME MARTINEZ PROFESOR DE LA UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID. BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOS MADRID © MCMXCVIE LA BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOS agradece al cardenal DON MARCELO GONZALEZ MARTIN, arzobispo emérito de Toledo, el apoyo moral y la ayuda econémica aportada para la realizaciin de esta obra, siguiendo en ello ef ejemplo histérico de los grandes cardenales y arzobispos toledanos, que honraron a la Iglesia con notabilisimas creaciones en el orden de la cultura, de la beneficencia y de la fe. © Biblioteca de Autores Cristianos Don Ramén de la Cruz, 57. Madrid 1996 Depasito legal: M. 12.443-1997 ISBN: $4-7914-204-9 (Obra completa) ISBN: 4.7914 295-2 (Volumen II) Impreso en Espaita, Printed in Spain INDICE GENERAL COLABORADORES DE ESTE VOLUMEN «+e sees eee cece etree ener nee XV PROLOGO. 1. Marco histirico: Iglesia, sociedad y educaciin, por M.* Dolores Gomez iY Cle Nenendanasteatetrastasrstreseustesrencesranctarerreirenrtsrssatret 3 I. La lenta modernizacién de la sociedad espafiola contem- pordnea, Impulsos y resistencias oo... 000s eevee eee 4 : I, Modernidad y seculatizacion 6.0.20... 000 ee eee eee 8 | IIL El contexto teético de la polémica sobre secularizacién | Y ENSChANza - oie eee cece cece tenet ee eeeeeeeee 14 IV. Iglesia y cscucla entre el laicismo y el nacionalcatolicismo. 23 IL. Referencias bibliograficas de esta etapa, por Angela del Valle Lopez. 35 EDAD CONTEMPORANEA Caviru.o I. Mentalidad cristiana y pensamiento pedagégico de la Iglesia en Espafia ... 2.22.00. 22.00 cece ececceeetceeeees 49 I. La Jerarquia eclesiistica y Ja educacién, por Primitivo Tineo . . 49 I Educacién y cultura en Espafia: siglo XIx 49 1. Antecedentes socio-culturales .... . i 2. Presencia de Ia Iglesia en la educacién espafiola ... 50 3. Los documentos del siglo XIX .... 52 4. Presencia de la Iglesia en la educacién . . 59 Il. El siglo xx Pee 64 1. Décadas primeras del siglo XX .......... L 64 2. Estado de la educacién y la labor de la Iglesia... 67 3. Educacién y Segunda Repiblica . . 70 4, Educacién y ensefianza en la Constitucién de 1931: La «guerra escola» . 3 5. El bienio azafista . 1% 6. El bienio radical-cedista | 77 7. El Frente Popular . 71 8. La Educacion en el Nuevo Estado . ae 7) 9. La ensefianza en el Concordato de 1953 ....... 83 10. Ley General de Educacion ...............--. 86 III. Conclusiones 6.0... 0.0. eee ee 93 TL, Pedagogos oristianos y sus escritos sobre educacién, por Buenaventura Delgado Criado .. ee e eee e eee 99 I. Jaime Balmes (1810-1848) . 99 II, San Antonio Maria Claret (1807-1870) 110 IL, Don Andrés Manjén (1846-1923) . 113 IW. Ramon Ruiz Amado (1861-1934) 06... eee eee ee 117 VII Ill. Ww. CapiruLo IL. L Indice general La adtitud de la Iglesia espatiola ante la politica educativa del Fistado y el fenimeno de la secularizacién docente 1. La primera mitad del siglo xx, por Emilio Redondo Garcia y Javier Vergara Ciordia ........0.....0005 1. Disidencias episcopales al regalismo educative .... . 2. La secularizacion de la cultura Il. Ja segunda mitad del siglo XIX y siglo XX, por Teddulo Garcia Regidor Introduccion: Tradicion catélica frente a regencracionismo . . Libertad de ensefianza frente a hegemonia estatal . . La lucha contra las escuclas de la Iglesia . Radical oposicion a las «escuclas laicas» . Defensa del orden establecido A partir de 1913. .... Reflexiones finales [eNO Ween La polémica entre ciencia, rain y fe: sus repercusiones en la ducati, por Pedro M- Gil Larrafiaga El contexto: Sintoma del acceso a la modernidad . A 7 La anécdota histérica: sus momentos mis significativos . TI]. Una sociedad moderna: la verdadera polémica ciencia-fe. IV. El trasfondo: idealismo y administracion educativa V. De la polémica a la historia: ante el siglo Xx Los congresos catilicos (1889-1902) y los problemas de la educacién. Las confederaciones y su contribuciin a la ensefanza en la escuela catilica, pot Bernabe Bartolomé Martinez . 1. Los congresos nacionales catélicos y la ensefianza : 1, Primer Congreso Nacional Catélico en Madrid (1889). 2. El Congreso Catélico Nacional de Zaragoza (1890) . 3. El Congreso Nacional Catélico de Sevilla (1892) 4. El Congreso Nacional Catélico de Burgos (1899) .. 5. El Congreso Nacional Catélico de Santiago (1902) . IL La Fedetacion de Amigos de la Ensefianza (FAE) . 1, El crecimiento de una idea generosa 2. Las actividades de la FAE .. 3. La FAE como respuesta de alternativa . III. La Federacién de Religiosos de la Ensefianza (FERE) - 1. Origenes .... 2.000 e eee 2. Actividades 3. Actualidad . IV. La Conferencia Episcopal Espaiola (CEE) 1. EI obispo diocesano y el episcopado nacional 2. La Junta de Metropolitanos (1921-1965) . 3. La Conferencia Episcopal (1965-1975) La actividad educadora institucional ... . La formaciin del clero y de los religiosos, por Francisco Martin Her- hander eee ee eee ea eee eee ee Sect 1. Mctodologia del estudio en la primera mitad del siglo XIX. Pigs. 128 128 128 131 137 137 140 142 144 146 151 157 159 162 162 167 172 175 177 179 179 180 181 182 184 185 187 187 189 192 195 195 196 196 197 197 199 200. 203 203 203 TL. iit. Iv. Indice general IL. El seminario después del Concordato de 1851 IIL. Bases de reforma . IV. Directrices de formacion sacerdotal .....- 2.000000 V. En las drdenes religiosas 2.0.2.0. c0eeeeee eevee VI. En la primera etapa del siglo xx ....... VI. Hasta 1976 ..... Catequesis y predicacién, por Luis Resines Llorente . . I. La catequesis .........- ets etebelttcb ety IL La predicacion ... 0.0.2.0 cece eee ence ueeees Fomento y promocién del estudio y de la cultura por parte de la Iglesia, por Bernabé Bartolomé Martinez Introduccion «6... eee eee ee eee A) Los obispos y canénigos, el clero y los seglares ante el fomento del estudio y de la cultura. Propuestas ...... I. Los obispos espafioles y la promocién de los es- rT JeretaS PanatnesrasrearDieenresPanrpseercenes 1. Los seminarios diocesanos . . 2. La formacién permanente del clero diocesano 3. La catequesis y la predicacién diocesana IL. La catedral: sus canénigos, todavia por el culto, los estudios y la cultura en las didcesis espafiolas. .. . Il. La parroquia y el convento: el clero secular y re- gular, en favor de la educacién y de la cultura. IV. La plaza: aportacién de los seglares a la cultura . B) La Iglesia: obispos, clero y estamento secular como pro- motores de instituciones de estudio y cultura. Realizacio- nes... 1. El Noro Se 2. Nordeste y Levante ..... Ete 3. Centro y Suroeste ss... eee eee 4. Sureste y area no peninsular . . A modo de conclusiones ... . Un camino tortuoso. Recuperacién de una legislacién dispersa, por Vicente Faubell Zapata . Cronologia legal de la presencia en Espafia de Ordenes, Congregaciones y centros masculinos de ensefianza reli- giosa (siglos XIX y XX)...........5 Ordenes, Congregaciones y Asociaciones elesiales matcuinas dedivadas a le eduaciin y a la ensetanza, por Vicente Faubell Zapata ........ I. Introduccién histérica . i Poe Bl juego entre la nada y el ser. ereeene Antiguas Ordenes religiosas .... 0.0.2.0. e006 Nuevas incorporaciones « Los afanes de la guerra y la politica . Trienio Constitucional (1820-1823), reaccién n (1823- 1833), desamortizaciones (1835-1837) y supresién (1868-1874) ya EN 248 248 249 254 257 266 270 273 275 278 282 287 288 290 323, 323 326 328 328 332 I. i. Iv. Indice general 6. EI fin de la ensefianza universitaria . . 7. Restauracion y crecimiento Estadisticas . 1, Revistas publicadas por Otdenes/Congregaciones ter ligiosas (1907) . 2. Comunidades religiosas de vatones por didcesis, cit. dades y provincias (Anuario eclesidstico 1904) 3. Centros educativos masculinos (1917) ..... ; La II Repblica (1931-1936) y la Guerra Civil (1936-1939). 1. La I Repablica 2.2.0... 2. La ensefianza primaria y media hasta 1936....... 3. Fondo comin de un acervo educativo compartido . 4. Diferencias de métodos y talante .......... a La ensefianza de los religiosos y el franquismo (1939- H1975)-behee seit tees : Estadisticas (1936-1975) 1. Crecimiento de vocaciones teligiosas de varones (1925-1954) oe eee 2. Centros educativos de religiosos en Espafia (1954) . 3. Colegios y escuelas de nifios dirigidos por religiosos A) Los escolapios, dominicos, carmelitas, maristas, lasalia- 0s, agustinos y marianistas 1. Los escolapios 2.02... eee 1, Introduccién historica .. 2... 2. Aproximacién demoestadistica 3. Atencidn a los pobres ........ 2. Il. Los dominicos ..............2.205. II. Orden del Carmen ..... IV. Hermanos matistas ..... ; Hee V. Hermanos de las Escuelas Cristianas . VI. Agustinos VII. Marianistas B) Los jesuitas, por Manuel Revuelta Gonzalez I La tecuperacion de la tradicién educativa en la Compaiiia de Jesis restaurada. Il. La provisionalidad de las primeras restau raciones (1815-1868) ..............4 1, Las restauraciones fernandinas (1815- 1823) eee eee cee eee eee re 2. Seminarios y colegios durante la épo- ca isabelina (1852-1868) ....... ; III. Consolidacién de las instituciones educa- tivas de la Compafiia (1869-1932) . . 1. Colegios libres del Sexenio Revolucio- natio (1868-1874) 6.6.0.0... eee 2. El largo y fecundo periodo educative durante la restauracién —alfonsina (1875-1932) TV. Reanudacion y adaptacion (1939-1976) . Pags. 342 350 Indice general XI ° Lo salesianos, por Angel Miranda . | Una accién educativa marcada por la ex- periencia personal de D. Bosco . Il. Una propuesta de educacién integral... IIL. La novedad del estilo educativo: el sistema preventive v2.0.2... 00. IV. La presencia salesiana en Espaha V. La formacién profesional salesiana en Es- SARA Eric isc bia ela tated cette ete Universidades pontificias, catélicas, institutos superiores de ensenanza de la Iplesia espatola, pot Vicente Faubell Zapata .... L I. il. Iv. Vv. VI VII. Estudios superiores en la universidad civil . Los estudios teolégicos fuera de la universid La primera creacion de estudios superiores auténomos . Universidad y otras instituciones superiores de la Iglesia cen Espafia Aspectos histéricos de las universidades actuales de la Iglesia en Espafia . Otros centros de estudios superiores La situacién actual Ordenes, Congregaciones e Institutos eclesiésticos femeninos dedicados a la educacin y ensefanza, pot Angela del Valle Lopez ......-...- L IL. Il. Ordenes y Congregaciones religiosas femeninas en Ia so- ciedad espafiola entre la crisis del «Antiguo Regimen» y Ja Restauracion .... I. Avatares de las Ordenes y Congregaciones rcligiosas femeninas: De la Independencia a la Restauracion II. Institutos de religiosas con actividad docente . La educacion de la mujer en Espafia de la Restaurac Institutos religiosos femeninos I. La educacion durante las alternancias politicas .. . IL. Concurrencias de demandas e Institutos religiosos femeninos ..... 26... cece cece cece eee nee Politica educativa y ensefianza telativa a la mujer en el primer tercio del siglo XX I. Perspectiva del nuevo siglo ... IL. Labor educativo-social de las Asociaciones ¢ Insti- tutos teligiosos femeninos ...........-- 050 Confensionalidad del Estado ¢ inspiracién catélica de la ensefianza I. Configuracién del nuevo orden educativo IL. Restablecimiento y consolidacién de las ‘Asociacio- nes ¢ Institutos religiosos Institutos religiosos femeninos dedicados a la educacién primariamente e Institutos religiosos femeninos con fines mixtos y educacién, por orden cronolégico de fundacién en Espafia en los siglos XIX y XX... -- 00.0 eee eee 1. Tablas estadistica 1943-1950 .. 2.0... cee eee eee 472 472 475, 476 482 484 492 492 494 497 498 512 512 520 587 587 591 627 627 634 666 666 673, xml Indice general 2. Tablas estadistica 1954-1957 3. Tablas estadistica 1967-1976 . . Cariruro IIL. La ensefianza no formal y recursos pedagégicos I. La miisica sagrada, pot Ismael Fernandez de la Cuesta ....... . IL. El arte saero, por Juan Plazaola Artola .. 2.4.00... 0 00sec ees Ill. La literatura religiasa, por Miguel de Santiago Rodriguez ...... IV. EL libro: las bibliotecas y la Pen (7800. 1976), por Gregorio Bare tolomé Martinez .. I. La imprenta II. Las bibliotecas 1. Bibliotecas catedrali lass... 2. Monasterios y Casas Generales . 3. Universidades . . 4. Casas de formacion y seminarios . 5. 6. Eclesiasticos Seglares III. Los medios de comunicacién . 1. El petiddico y la revista 2. Radio .. 3. Television . 4, Cinematografo . . IV. A modo de epilogo ‘V. Tiempo y espacio. Proyecto educativo y fennel escolar, por Bernabé Bartolomé Martinez ©... 66. c eee eect eee eee L. Tiempo y espacio .. ce Tiempo para pensar, tiempo para vivir. Introduccion. . A) EL tiempo escolar... occ ccc cece ; 1, Tiempo disefiado. El calendatio ........... 2. Tiempo paracadémico 3. Tiempo psicoldgico . . : Espacio para pensar, espacio para vivir. Introduccién . . El espacio como articulador del pensamiento y condicio- nador de un determinado género de vida . . B) El espacio escolar»... « See 1. El espacio fisico . . 2. El espacio psicosociolégico 3. El espacio religioso-mistico Il. El proyecto educativo . . 1. El ideal pedagdgico 2. El método pedagdgico 3. El curriculum Il. El manual escolar 1. El libro en la ensefianza primaria 2. El catecismo como manual escolar . . 7 3. Los escolapios como creadores de textos escolares 4, Los manuales de texto en los estudios superiores de los seminarios y la presencia de autores extranjeros. 739 741 742 742 743, 743 746 748 758 763 763, 773 774 775 782 785, 785 785 787 788 792 796 798 799, 801 OL 804 806 809 809 B14 816 821 822 824 825, 829 Indice general Cariruto IV. La accién social y educadora de la Iglesia en 4mbitos especiales y de marginacién I. La labor formativa del catolicismo patel, por José Andrés- Gallego . I. La ensefianza popular dominical . TL, Los patronatos de la Juventud obrera. Las escuclas del Ave Maria y otras iniciativas TIT. Las Cajas de ahorro como clemento educative IV. Los cisculos obreros ........-- 0006 1. Bl fin educativo . . 2. EI fin econémico . 3. El fin recreativo V. Las sociedades promotoras y la actividad formativa VI. La funcién formativa de Congresos y Semanas Sociales . VII. La propaganda individual VIM. La prensa TX. El final ..... Il. La religiosidad popular a través de las fiestas patronales, romancero esta- cional, procesiones, peregrinaciones, cofradias y Ordenes terceras, por Gre~ gotio Bartolomé Martinez Introduccién ......... Pere 1. La obligacion y la devocion ......., a) La misa y el precepto ......2.. 2) EI rosario y otras operaciones gd El via crucis y las procesiones de Semana Santa Il. Los trabajos y los dias en el ciclo santoral a) Tiempos sagrados y calendario ...... ceveteee b) La onomastica 66... eee teen ee eee Il. El cancionero religioso @) Romances y coplas b) Los gozos (goigs) . . IV. Romerias y peregrinaciones V. Cofradias y Hermandades . a Conflictos mil...... 4) Su labor pedagégica y social . VI. A modo de conclusion IIL. La avciin educadora de la Iglesia sobre la Jrvated ore, por Florentino Sanz Fernandez . : 1. Introduecign: La JOC - Il. Los precedentes del movimiento catélico IIL El movimiento catdlico y la educacién del obrero IV. La Accién Catdlica en su sentido estticto IV. La formacién profesional del obrero desarrollada por la Iglesia, por Flo- rentino Sanz Fernandez I. Introduccién: La formacién profesional en el contexto espafiol de finales del siglo XIX y principios del xx... II. La introduccién de los salesianos en Espaiia y su inch dencia en la formacion profesional XUL Pags. 835 835 837 840 843, 846 851 852 854 857 860 862 864 867 868 868 873 873 74, 76, 78, 878 880 881 881 885 886 890 890 892 893, 895 895 899 903 911 929 929 932 ay Indice general III. La politica espafiola sobre formacién profesional a prin- cipios del siglo xx : IV. La formacién profesional en los afios de la posguerra espafiola: el predominio de la funcién ideolégica ... .. V. La Ley de Bases de Ja ensefianza media y profesional . VI. La Ley de Formacion Profesional Industrial... . VII. La participacién de la Iglesia en la formacion profesion: a partir de la Ley de Formacién Profesional Industrial . VIII. EI Secretariado nacional de formacién profesional de la Iglesia IX. Algunos anilisis de la contribucion de la Iglesia en for- macién profesional durante la década de los afios sesenta. X. Algunas experiencias originales de la Iglesia en formacién ptofesional . Anexo I .. Anexo II . : V. Centros de asistencia, promociin y rebabilitaciin sovial de la Iglesia en Expaia, por Bernabé Bartolomé Martinez ........ 200-0000: I. El pensamiento tedrico sobre la beneficencia .......- 1. Los socidlogos y los filésofos 2. La legislacién sobre beneficencia . . ; 3. Mentalidad y palabra sobre beneficencia desde la Igle- IL. La respuesta prctica en educacion de la Iglesia espafiola para los centros de beneficencia .... 1. Los centros de asistencia social cristiana . 2, Los centros de formacién social cristiana .... 3. Los centros de rehabilitacion y reforma ...... +++ Ill. La accién educadora en los centros de beneficencia y de asistencia social ....- 2... 2-22 esse eee reer eee 1. Educacién en los centros de asistencia social ....- 2. La promocién social del marginado .. . 3. Rehabilitacién y reforma de conductas A modo de conclusiones .... ae INDICE DE AUTORES . Pigs. 933 935 936 937 937 938 940 947 950 952 954 954 954 955 956 960 960 974 977 980 980 986 990 994 997 COLABORADORES DE ESTE VOLUMEN Awpris-GalLFco, José: Doctor en Filosofia y Letras. Conscjo Superior de Inves- tigaciones Cientificas. Barrotomé Marrinrz, BrRNABe: Doctor en Filosofia y Letras. Universidad Com- plutense de Madrid. Bartotomf: Martinez, Grecorio: Doctor en Filologia Romanica. Universidad «San Pablo» de Madrid. DeLGapo CRIADO, BURNAVENTURA: Doctor en Filosofia y Letras. Universidad de Barcelona. FERNANDEZ DE LA Cursra, IsMAci: Titulado Superior en Musicologia. Real Con- servatotio de Musica de Madrid. Faupett Zapata, VICENTE: Doctor en Ciencias de la Educacién. Universidad de Salamanca. Garcia Recipor, TEODULO: Doctor en Ciencias de la Educacién. Instituto «San Pio X» de Madrid. Gn. LarranaGa, Pepro: Doctor en Filosofia y Letras. Instituto «San Pio X» de Madrid. Gomez Mo.eps, M.* Dotores: Doctora en Filosofia y Letras. Universidad de Salamanca. Martin HeRNANDEZ, Francisco: Doctor en Historia Eclesiastica. Universidad de Salamanca. Miranpa, ANGEL: Doctor en Filosofia y Letras. Delegado de estudios de la Pro- vincia Salesiana. Bilbao. Piazaota ArToLs, Juan: Doctor en Filosofia y Letras. Universidad de Deusto en San Sebastian. REpONDO Garcia, Emitio: Doctor en Filosofia y Letras. Universidad de Navarra. Resines Liorente, Luis: Doctor cn Teologia. Instituto Nacional de Bachillerato. Valladolid. Revuetta GonzAtrz, MaNurt: Doctor en Historia Eclesiastica. Universidad de Comillas. Madrid. SanriaGo Ropricurz, Micuri, pr: Licenciado en Teologia. Medios de Comunica- cién de la Iglesia. Sanz FERNANDEZ, FiorrNtINo: Doctor en Ciencias de la Educacién. Universidad a Distancia (UNED). Madrid. ‘Twxso, Primitivo: Doctor en Filosofia y Letras. Universidad de Navarra. Vaiis Lopez, ANGELA: Doctora en Ciencias de la Educacién. Universidad Com- plutense de Madrid. VeRGARA CioRdIA, JAVIER: Doctor en Ciencias de la Educacién. Universidad a Distancia (UNED). Madrid. PROLOGO «Giendo, pues, la escuela catélica tan util para cumplir la mision del ueblo de Dios y para promover el dislogo entre la Iglesia y la sociedad humana en beneficio de ambas, conserva su importancia trascendental tambien en los momentos actuales. Por lo cual, este sagrado Concilio proclama de nuevo el derecho de la Iglesia a establecer y dirigir libremente escuclas de cualquier orden y grado, Geclarado ya en muchisimos documentos del Magisterio, recordando al propio tiempo que el ejercicio de este derecho contribuye grandemente a la libertad de la con- cicncia, a lt proteccion de los derechos de los pades y al progreso de la misma cultura». (Conc. Var. Il, Gravissimum educationis momentum. De- claracién sobre la Educacién cristiana de la juventud) (BAC, Madrid 1985). EI texto seleccionado del mensaje del Concilio Vaticano I sefiala los problemas claves que afectan a la educaci6n en el momento histérico de los siglos xix y Xx, que ocupan la Edad Contemporanea. El establecimiento de un diélogo, a partir de la educacién catélica, entre la sociedad civil y la Iglesia, la facultad de la Iglesia para crear y erigir sus propios centros escolares o la influencia de la misma Iglesia en defender la libertad de conciencia, el derecho de los padres ante la educacién de sus hijos y el progreso de las ciencias, son prestaciones muy valiosas de las que ni la sociedad civil ni el propio Estado pueden, bajo ningan pretexto, prescindir. Seguimos pensando que, a partir del pensamiento del Concilio Vaticano II y que recoge las ensefianzas de las distintas enciclicas papales sobre estos temas en los dos siglos mencionados, justifican también los trabajos pre- sentados en este segundo volumen sobre la Hfistoria de la accién educadora de la Iglesia en Espaita y \os revalorizan como necesatios, oportunos y urgentes. Fs cierto que el curso temporal de los siglos x1x y xx esta leno de notables acontecimientos y también comprobado cémo la llamada «acele- racion histOrica» genera cambios constantes y coyunturales en la educacion y la cultura, en ja vida social y politica de nuestra patria con repercusiones notables en el propio devenir de instituciones tan pesadas de movimiento como el mismo Estado y Ia Iglesia. Si el Estado en Espafia, ya desde los comienzos del siglo x1x, pretende asumir la responsabilidad total sobre la educaci6n, arbitrando los medios necesarios pata cumplit con ella, la res- puesta de la Iglesia, hasta este momento historico gestora de toda educacion y creadora o acumuladora de casi toda la cultura anterior, es la de cola- boracion abierta y generosa hasta los ambitos a los que el propio Estado no podia llegar. Unas veces, las fundaciones de escuelas o centros de formacion las establecia la Iglesia por propia iniciativa; otras veces, ante la peticién de ayuda o por la conveniencia de los distintos gobiernos de turno, XVUI Prilago hicn que en no pocas ocasiones y en un didlogo no siempre equilibrado por una y otra parte, surgieron enconadas polémicas cuando la Iglesia creyo que esos derechos basicos, que hemos sefialado en el mensaje conciliar, no encontraban en la autoridad civil el reconocimiento necesario, La posicién doctrinal y la practica de Ja Iglesia en la educacién, dentro de su ideal pedagégico, durante estos dos siglos contemporancos, ha sido siempre la misma: ensefiar al ignorante, atender y enriquecer al pobre mediante la cultura, reintegrar y preparar para la vida social al marginado por condi- cionamicntos econdmicos, taciales, religiosos, morales o intelectuales, psi- coldgicos o clinicos. Frente al consabido homo homini lupus (el hombre, un lobo para el hombre), la Iglesia ha pretendido cambiar la formulacion y la praxis homo homini homo (el hombre sea un hombre para el hombre), defendiendo el derecho a la educaci6n como algo inherente a la dignidad humana y practicandolo como un mandato basico de la hermandad cristiana urgida en el Evangelio. Cuando la maquina y todos los procesos de la industrializacion para crear bienes de consumo ¥y producir estados pasajeros de bienestar estan comenzando a fracasar, cuando las doctrinas politico- econdmicas sobre la distribucion de las riquezas y del trabajo estan siendo fuertemente cuestionadas en cl mundo actual, bastantes analistas de la situacién presente empiezan a plantear Ja problematica de que el destino y la gran preocupacién laboral y social futura es que el hombre esta nece- sariamente obligado, como trabajo nico, a cuidar del otro hombre. En- tramos en una sociedad de servicios mutuos. Este es el mensaje multisecular del cristianismo. Si este servicio se hace, como los miembros vivos de la Iglesia lo vienen realizando, con respeto, dedicacién y amor, el mundo entra ya cn un camino de paz, armonia y justicia definitiva. Si este libro puede ayudar a entenderlo mejor y que esto sea una realidad, merece la pena que se lea y se conozca. La difusion doctrinal y de comercio del volumen primero de esta Historia de la acciin educadora de la Iglesia en Fispana, a través de catdlogos y escaparates de editoriales o librerias como la propia BAC, de Herder, de la libreria Marcial Pons o Ediciones Paulinas y Libreria Pedagégica, se ha visto apoyada por las resefias criticas y recensiones aparecidas en numerosas revistas como la Revista Espanola de Esducacién, Revista de Ciencias de la Educaciin 0 Revista Complutense de Educacién, en boletines como el Boletin de la FERE, Boletin del Colegio de Doctores y Licenciados 0 el Boletin de la Sociedad Fispafola de Educacién, en publicaciones extranjeras como Paedagogica Historica del Inter- national Journal of History of Education, en el Bulletin Hispanique de la Universidad «Montaigne> de Burdcos 0 en Annales de la Universidad parisina de la Sorbona, con un largo etcétera de menciones en diversos medios de difusion. El tenor del mensaje general ha venido a corroborar nuestra afirmacion en el prologo del primer volumen de que se trataba de una auténtica novedad en cuanto a la amplitud, profundidad y originalidad de sus aportaciones, de que s¢ advertia cn ella una buena dosis de oportunidad pot el momento en que aparccia y por el destino concreto del mensaje proclamado y que aparecia revestida de una nota importante, en este tipo de publicaciones, de la objetividad. No dudamos de que los contenidos: y Prilogo XIX aportaciones de este segundo volumen estan tevestidos de esas mismas caracteristicas, La disposicion y estructura de la segunda parte de esta obra vuelve a repetirse, bien que con contenidos diversos, respecto de la primera. Existe un primer capitulo de localizacién y temporalizacion historia, seguido de un apartado sobre el Pensamiento pedagdgico de la Iglesia espafiola. La accion cducadora institucional y formal vendra seguida de otra reflexion en torno a la actividad no formal y de recursos pedagégicos y el cierre tematico estara terminado con una aportacién diversa en relacién con la accion social y educadora de la Iglesia espafiola en ambitos especiales y de marginacion. La temporalizaciin bistérica considera en su distribucién dos aspectos distintos. Uno de ellos es la prolongacién en el tiempo de los hechos pedagdgicos, situados, como continuacién de la etapa anterior, en los siglos XIX y XX, que normalmente se incluyen en la llamada Edad Con- temporanea. El otro aspecto también aqui considerado, de manera especial porque afecta al tope o fecha limite de Ja extensién temporal de cada uno de los estudios de este volumen, es el corte de la narracién historiada en el afio de 1976 como término de una situacién que se cierra y comienzo de otra que se abre con amplitud y variedad, todavia en exceso reciente como para que pucda ser objeto de un juicio sereno y documentado de un tratamiento histérico. Los destinatarios de este segundo volumen, como en el caso anterior, son los mismos. Los investigadores ¢ historiadores del ambito de la educacion y de la historia en general pueden ser los primeros interesados en su lectura. También los sacerdotes y religiosos, que han manifestado un especial interés en la primera entrega de la obra, encontraran una ratificacion de las impresiones positivas, ya experimentadas, con un aumento de la curiosidad y deseo de completar el conocimiento de algo nuevo y que viene a confirmar aquello que tanto esperan muchos de ellos definitivamente constatar: «Por sus obras los conoceréis». Los estudiantes de seminarios y universidades y, en general, todos los curiosos intelectuales preocupados por la vida histérica de la Iglesia podran encontrar, de nuevo, la ratificacion y culmen de una serie de hechos, dentro del campo de la educacién, que se exponen aqui con abundancia y eficacia documental. E! modelo de producto intelectual que esta historia presenta sigue siendo, en parte, el fruto de una gran sintesis que resume otros trabajos historicos previos que se vienen produciendo en el 4mbito de la educacién y de la historia cultural espafiola, pero también es el término de muchos esfuerzos de investigacién y catalogacién de fenédmenos educativos, sobre todo en aquellas areas que venian permaneciendo inéditas. Somos conscientes, a pesar de todo lo dicho, de las limitaciones, lagunas y posibles olvidos de cuestiones que pudieran ser importantes desde otra Optica, y también hemos de admitir, como ocurre en todas las obras de colaboracién de distintos redactores, una evidente diferencia en el estilo narrativo y, a veces, de concepcién sobre algunos de los temas expuestos, pero ello no impedira que sc mantenga vivo el interés de la lectura y que permanezca constante el valor de los trabajos de cuantos en ella colaboran. Xx Prélogo Los redactores y participantes con sus aportaciones en este volumen segundo de la Historia de la accién educadora de la Iglesia en Espaia son, en buena medida, bastantes de los que han intervenido en la primera parte. Estos y los nuevos siguen perteneciendo, con cl mismo rango y categoria intelectual y académica, a las mds importantes universidades y centros culturales de Espajia, Es la mejor garantia de éxito y eficacia para esta segunda y definitiva entrega de esta obra. No podemos terminar esta introduccién sin acceder, con toda justicia, al capitulo de los agradecimientos. La preocupacién y la ayuda del director general de la BAC, D. Joaquin Luis Ortega; la direccion técnica y el «saber hacem del director de Ediciones de la BAC, D. Bartolomé Patera; el trabajo de los cortectores y el grupo compacto y selecto de colaboradores de produccién editorial, pueden hacer efectivo el nacimiento de este modelo de publicaciones, como el de otras tantas obras con las que la BAC alimenta generosamente la religiosidad y la cultura cristiana. Seguimos agradeciendo a la Conferencia Episcopal Espafiola, a la Universidad Pontificia de Sala- manca y a la FERE el aliento que nos han prestado y, de manera puntual y siempre permanente, reproducimos nuestra gratitud al Emmo. Sr. Cardenal ‘Arzobispo emérito de Toledo, don Marcelo Gonzalez Martin, por la ayuda econémica para que esta obra haya legado al final feliz que ahora cele- bramos. También a los colaboradores y redactores por su esfuerzo y generosidad y, como no, a los posibles lectores y a los autores diversos por sus benévolos enjuiciamientos hacia el primer volumen alargamos con afecto y justicia nuestro agradecimiento definitivo. Madrid, 4 de febrero de 1997. BERNABE BARTOLOME MARTINEZ HISTORIA DE LA ACCION EDUCADORA DE LA IGLESIA EN ESPANA” Il INTRODUCCION I. MARCO HISTORICO: IGLESIA, SOCIEDAD Y EDUCACION Por M.* DotorEs GOMEZ MOLLEDA Es evidente que los elementos que actian en una sociedad, ya sean politicos, sociales o intelectuales, influyen en la educacién y tratan de integrarla como una pieza mas de su conjunto. El sistema educativo a su vez acumula, asimila y transmite los valores, normas y actitudes de la sociedad. Desde este punto de vista, la educacién, como tantas veces se ha apuntado, puede convertirse en un factor de conservacién. Pero puede serlo también de cambio, en cuanto que el cambio mismo en la sociedad contemporanea se produce a ritmo acelerado. Es esta perspectiva la que obliga al historiador a plantear, como introduccién a las cuestiones especi- ficas propias de cada tema relativo a la accién educadora de una institucién, los grandes movimientos que tecorten subyacentemente o sobrevuelan el entramado profundo de la cuestion educativa en la sociedad contemporanea. Una de esas grandes cuestiones de fondo es, sin duda alguna, la del proceso de modernizacion de los paises occidentales, que, en el caso de la contem- poraneidad hispana, revistid diversidad especifica. Esta diversidad modernizadora, unida al también especial papel historico de la Iglesia en la sociedad, hizo que se plantearan, en términos especial- mente conflictivos y de crispacién, los cambios en el sistema educativo que no eran sino efecto de la evolucién social y cultural del pais. Es cierto que la modernidad en si misma, como veremos en seguida, generd en todas las sociedades occidentales un clima de antagonismos especialmente exacerbados, pero esa atmésfera fue superada con mayor dificultad en Espafia que en el resto de Europa. Siempre constituye un gran problema en historia el establecimiento de los factores que han intetvenido en un proceso determinado. Pero una cosa parece indudable: la influencia que el complejo itinerario historico espafiol de la contemporaneidad tuvo en la Hamada cuesti6n religioso-educativa; y al contrario, la también innegable incidencia de aquélla en la sociedad espafiola contemporanea. Algo que, en apretada sintesis, trataremos de exponer. 4 Introduccion 1. LA LENTA MODERNIZACION DE LA SOCIEDAD ESPANOLA CONTEMPORANEA, IMPULSOS Y RESISTENCIAS Durante el siglo xIx y buena parte del xx, Espafia vivid un proceso de transformacién modernizadora cn condiciones historicas que la diferen- cian de otros paises. Con razén observé Hobsbawm que dos problemas de casi toda Europa surgen de la solucién de otros anteriores. Los problemas de Espafia brotan de los fracasos del pasado, no de sus éxitos». Los excelentes estudios con los que ya contamos sobre la centuria decimononica y las primeras décadas del xx ponen de manifiesto cémo, a partir de la crisis del Antiguo Regimen, el estancamiento econdmico, el anquilosamiento de una sociedad varada en estructuras arcaicas, la continua inestabilidad politica y el empobrecimiento cultural, entre otros factores, obstaculizaron la transformacién del pais. A pesar de todo, los esfuerzos de modernizacibn no fueron en vano y los cambios acaecidos en todos los ordenes de la vida se hicieron sentir de modo lento pero irreversible. Pero estos esfuerzos de modernizacién siguieron contrastando fuerte- mente con la lenta evolucién de la antigua estructura social, En este aspecto, las clases medias espafiolas, apenas existentes a mediados del siglo xIx, no pudicron desempefiar el mismo papel que en el resto de Buropa. En efecto, como es bien sabido, los paises del Occidente europeo accedieron a la modetnidad mediante una revolucién burguesa violenta, como en Francia; © «egal, mediante reformas, como en Inglaterra. Y esa «burguesia con- quistadora», por utilizar la conocida expresién de Morazé, no solo desplazé a las antiguas clases dirigentes, sino que las sustituy6 paulatinamente apo- yandose en estratos sociales inferiores que potenciaron su dinamismo y los consiguientes cambios historicos del pais. En Espafia no fue asi. La vision social del siglo x1x, expresada graficamente en dos estimaciones significativas, la de Fernando Garrido en 1857 y la del censo de 1860 (Garrorena, 736), nos revela la fragilidad del estrato mesocratico espafiol. Ello no quiere decir que en los afios medios del siglo no estuviese surgiendo una burguesia de la industria, localizada en Catalufta y en el Pais Vasco, que se consolidara a partir de la Restauracién como burguesia de los negocios. Pero, de momento, las precarias clases medias espafiolas significaron en la revolucion liberal una especie de punta de lanza, casi sin lanza, que, unida a la elite intelectual reformista, pudo abrir camino con gran dificultad al nucvo régimen. Las posibilidades de cambio estuvieron condicionadas al pacto mas o menos explicito con las antiguas fuerzas sociales. Funciono la consideracion hacia la aristocracia latifundista; Ja alianza con el poder militar y la atencién hacia la Iglesia. Teniendo en cuenta estas limitaciones, se comprende que la minoria liberal se lanzase para consolidar sus apoyos en busca de la huidiza opinion publica dei pais, mediante un esfuerzo grande de propaganda —catecismos politicos, cursos en el Ateneo, proclamas y manifiestos como ha subrayado Derozier—, y que las batallas sobre el régimen de publicidad, la supresion de la censura, la libertad de expresién y la oposicién al control de la Iglesia en la ensefianza comenzasen tempranamente. No se trataba L Marco bistorieo: Iglesia, sociedad y educaciin 5 de puros escatceos ideologicos, sino de abrir cauces reales que posibilitasen el «empaste» de la minoria revolucionatia con la sociedad tradicional sub- sistente. Obviamente, la posibilidad del cambio politico podia progresar a medida que aumentaba el potencial de los medios de difusién ideologica y se normalizaba el stafws de las libertades. No corresponde aqui hablar de la proyeccién de la minoria liberal en las estructuras politicas, econdmico- sociales 0 administrativas. Si, de sus propuestas de reforma en el sistema de ensefianza y en su orientacién doctrinal, reforma que ademas de necesaria, dada su anacronismo, constituia para el nuevo régimen una garantia de futuro. 1. La ensefianza. Inmovilismo y reformismo La situacién apuntada para la sociedad decimonénica en general, es valida para el caso del sistema de ensefianza, que registra asimismo una gtan dualidad: inmovilismo por un lado; latencia reformista por otro, «La reorganizacion de la ensefianza —escribira una de las figuras representativas de la Instrucci6n Publica de la época, Gil de Zarate— tenia que ser completa, como lo habia sido la reorganizacién politican. Pero, a pesar de la intencién de reforma, la ensefianza estuvo regida hasta muy entrado el siglo x1x por planes anacronicos y retoques parciales, debido en gran parte a la inestabilidad politica del siglo. Recordemos el plan elaborado por los intelectuales de Salamanca en 1813; el informe de Quintana, discutido en las Cortes en el afio siguiente; el Reglamento General de Instruccion Publica, de 1821; el de Calomarde de 1824; el de 1836, obra del Duque de Rivas como ministro de la Gobernacién; hasta legar a las grandes reformas de Pidal, 1845, y de Moyano, 1857. La intencionalidad politica de estos planes de reforma, como ya sefia- lamos en otro lugar, era evidente. Pedagogia y politica formaron a principios del xix un cuerpo Gnico. El alma de cse pedagogismo era el interés por Ja formacién renovada de una juventud que adoptase una postura distinta ante la res publica. El reformismo educativo tenia por objeto la formacion de una generacién liberal, clave y garantia de Ja pervivencia del nuevo régimen. Cada una de las situaciones moderadas 0 progresistas; cada uno de los gobiernos, intentara poner en marcha su correspondiente plan de Instruccion Publica. Gil de Zarate, autor como acabamos de sefialar del plan de 1845, subraya claramente la finalidad perseguida: «La cuestién de ensefianza cs cuestion de poder; el que enseiia, domina; entregar la ensefianza al clero es querer que se formen hombres para el clero y no para el Estadon (Gn. pr ZArate, 117). El plan de la Universidad de Salamanca advertia que ¢l objeto mas procurado era conseguir la unidad de ideas y sentimientos en el espiritu publico, y el amor debido a las «Leyes del Estado, a la Religion, al Rey y a la forma de Gobierno»; el de Quintana exigia la explicacién de la Constitucion espafiola a los estudiantes. Contenidos similares presentaban 6 Introduccién la reforma del Duque de Rivas y las mencionadas de Pidal y Moyano. A todos los planes distinguia ademas la nota centralizadora que dejaba en manos de los hombres de Gobierno el control del profesorado, de los textos, de los programas y hasta de las distribuciones. Desde este momento las disputas politicas del siglo se introdujeron en las aulas, y los centros docentes quedaron vinculados a las vicisitudes gubernamentales. Estas primeras reformas de la ensefianza manifestaban desconfianza hacia la Iglesia, pero en ninguna de ellas se autorizaba la ensefianza de doctrinas contrarias a la religion y a la monarquia. Se respetaba el papel vigilante de la autoridad eclesial sobre la ortodoxia y se mantenia la obli- gacién por parte de los obispos de dar cuenta de las doctrinas heterodoxas que se impartiesen en los centros docentes. La situacién de la Iglesia en el régimen liberal y su arraigo en la sociedad tradicional explicaban, a nuestro juicio, este punto. 2. La Iglesia en el sistema liberal, Reconocimiento oficial y denuncia tacita de la accién educadora eclesial El proceso de cambio de la sociedad espafiola decimondnica registra otra contradiccién, esta vez relativa al hecho eclesial. Por un lado se reconoce cl satus de la Iglesia cn el nuevo sistema liberal. Por otro se denuncia ese status mediante una cadena de hechos que resultan en cierto modo paralelos y complementarios: las sucesivas desamortizaciones de los bienes eclesiasticos y csa otra «desamortizaciom, representada por la secu- larizacion, cl desarraigo espiritual ¢ intelectual de lo eclesial en la sociedad civil. Lagicamente, no nos ocuparemos de la primera, sino de la segunda cuestion. Pero antes debemos teferirnos a la especial «colocacién de la Iglesia» en el sistema liberal espafiol. Como ha observado Bennassar, a pesar de los cambios ocurridos en la sociedad espafiola desde el siglo xvin hasta el xx —la desintegracién del Antiguo Régimen, el nacimiento del Estado liberal, la desaparicion de instituciones seculates y la penetracién de las nuevas ideas—, la permanencia de mentalidades y actitudes tradicionales dio a lo sacro en Espafia un arraigo firmisimo en todos los 6rdenes de la vida, incluida la sociedad politica. No hay que olvidar el papel histérico de la Iglesia y el peso mayoritario de la religion en las capas sociales del pais. Esta petsistente presencia de lo sacro, tanto en el plano doctrinal como en el institucional, singularizara extraordinariamente el proceso de seculari- zacion, dando lugar a conflictos dificilmente parangonables con los de otros paises. En la Europa de la modernidad, la climinacién o atenuacién de la sacralidad se acompafié de un cambio generalizado en el sistema de valores y de comportamientos, aunque con ritmo distinto segiin los paises. En lo que respecta a Espafia, ni en cuanto a cambio de valores ni en cuanto a caracteristicas juridico-politicas se refiere, puede aplicarse cl modelo curopeo. I. Marco histérico: Iglesia, sociedad y educacién Ht La trabazén, o mas bien la simbiosis de tradicion y modernidad, fue un hecho reconocido. Establecida la compatibilidad del constitucionalismo liberal con el catolicismo oficial, lo sacro recibié un trato sui generis en la politica espafiola aunque con intervalos de gran dureza ¢ incluso claramente anticlericales (Revuelta, Cércel Orti) en los que se produjo la disfuncién de los elementos de la simbiosis, pero no su disociacion. Lo peculiar de la revolucién liberal espafiola, como subrayO en su momento Sanchez Agesta, fue que quiso ser una revolucion tradicional. Los liberales pretendieron empalmar las nuevas ideas del siglo con la tradicion, mas por estrategia, dada la permanencia de la Espafia de siempre, que por conviccion. A tenor de esta politica, el tratamiento dado a la Iglesia y a la religidn en el constitucionalismo espafiol fue de compromiso, como lo demuestran las constituciones conservadoras ¢ incluso las progresistas del x1x (Laboa). Pese a las reticencias de unos, las animosidades de otros y las acusaciones de clericalismo de los mas, todo el sistema quedo revestido formalmente de impecable ortodoxia. Las declaraciones de catolicismo solian preceder y seguir a los mas 4speros debates parlamentatios. El Concordato de 1851 consagré la situacién zanjando las principales diferencias habidas hasta entonces entre el Estado y la Iglesia, pero abrié al mismo tiempo futuros e inagotables frentes de polémica. La Restauracién afirmé las bases doctrinarias que habian prevalecido historicamente, pero los componentes de la trabazén politico-religiosa se fueron polarizando, aunque los intentos de Canovas por mantenerlos soldados fueran improbos. La Segunda Repi- blica, como es sabido, dio paso a una situacion completamente distinta. Por otra parte, mientras el talante cultural de los paises europeos se impregnaba de un sentido racionalizador, neutro, la cultura liberal espafiola tendia a sacralizar lo laico, a crear nuevos Absolutos, el Individuo, el Estado, la Constitucién. Se instauré en la Espafia decimondnica una especie de «Reino de Dios laico» que habia de ser implantado a toda costa al grito de libertad o muerte, disparatadamente quijotesco (Diez del Corral, 423). Esta guerra de Absolutos abierta en el seno de la contemporancidad hispana condiciona y explica en gran parte el secularismo y antisecularismo calientes de ciertos sectores y momentos. La simbiosis politico-religiosa del liberalismo espafiol, por muy formal que fuera, result6, como veremos, una prueba de fuego para el movimiento seculatizador. ¢Como disociar orden temporal y sacro, sustanciados oficial- mente por un lado y legitimados por otro en la opinién mayoritariamente catélica del pais? A su vez, la propia Iglesia gpodria encajar el reconocimiento de la confesionalidad del Estado, de la unidad religiosa y el respeto mas © menos oscilante a sus derechos, con la politica de denuncia a que ese mismo status estaba sometido? No es extrafio que los intentos de seculari- zacion presenten, por una y otra parte, ambigiiedades y resistencias no comparables a los de ningun otro pais. Denuncia y resistencia tuvieron obviamente miltiples scenarios, El campo educativo fue uno de ellos, dada la importancia que Estado e Iglesia otorgaban a este campo privilegiado de influencia. 8 Autroduccin La Iglesia durante gran parte del siglo xIx ejercié en la Universidad un verdadero control sobre la ortodoxia de profesores, alumnos y libros de texto. Después de vicisitudes varias, el Concordato de 1851, al que ya nos hemos referido, sancion esta situacion. A partir de aqui, la conquista de la libertad de catedra dara lugar a la famosa Cuestién Universitaria, de larga andadura en la historia decimondnica, Respecto a la segunda ensefianza, dada la escasez de Institutos estatales, la Iglesia se habia convertido en la principal educadora de la juventud masculina y sobre todo de la femenina (Vifiao, 422). De hecho, durante la centuria decimonénica tuvo en sus manos la educacién de la clase alta y media espafiola. La denuncia de los politicos liberales en este terreno presento una doble dimension: el recorte a la expansién cuantitativa de los centros docentes eclesiasticos, y la reaccion intelectual ante contenidos religioso-pedagogicos que consideraban retrogrados. En la escuela primaria las cosas se plantearon de manera distinta. Desasistida por los municipios y, salvadas honrosas excepciones, en gran medida por la Iglesia, el campo de batalla entre secularizadores y catélicos lo constituira la formacién racionalista o cristiana del maestro y la ensefianza de la religion en los establecimientos publicos docentes. Una cita de Blanco White en los afios treinta del pasado siglo da idea de los términos extremadamente conflictivos en que se percibia el problema de la ensefianza: «sistema de educacién en Espafia tiende, pues, a ensanchar afio tras afio la brecha que ya divide al pais en dos partes completamente irrecon- Ciliables (..). Si cualquiera de estos dos bandos tuviera suficiente poder para subyugar al otro, la fiebre intelectual del pais seria menos violenta y cabria esperar alguna crisis en fecha no muy lejana; pero ni la Iglesia ni los Liberales (pues tales son en realidad los dos bandos que se enfrentan) tienen la mas remota posibilidad de desarmar al adversario; la contienda continuara desgraciada- mente por tiempo indefinido (..)» (A. Vnvao, 57). Il MODERNIDAD Y SECULARIZACION Con todas las reservas que el uso de este concepto presenta hoy dia, cabe entender la modernizacién como un proceso sociocultural que, en el transito de una sociedad tradicional a otra moderna, incluye el desarrollo economico y politico, la innovacién técnica, el cambio social y la mutacién de valores, fendmenos todos que «actéan a menudo en paralelo dentro del complejo proceso modernizadom (Salvador Giner, 20). Como cultura de la razon, la modernidad —estado en el que presuntamente culminaria aquel proceso— significé en Europa la conquista de la racionalidad critica, de la objetividad cientifica, de la libertad y de Ia laicidad. Bue cl motor de la nueva civilizacion que, a partir del Renacimiento, mpuso cn Occidente la ordenaci6n de los distintos ambitos de la vid, sepiin esquiemas diferentes del pasado. En este sentido, la modernidad xe constituyé como alternativa radical, y profundamente antagonica a aquel. L Marco histirica: Iglesia, sociedad y educacin 9 Lo importante de la cultura europea moderna —ha escrito Morin— no son fnicamente sus ideas rectoras; son esas ideas y sus contrarios: tradi- cién/evoluci6n; religion/razén; fe/duda; filosofia/ciencia. «El genio europeo no reside Gnicamente en la pluralidad y en el cambio, reside en el didlogo de las pluralidades que produce el cambio» (Edgar Morin, 108). Desde esta perspectiva, es preciso contemplar la secularizaci6n contem- poranea como un fendmeno propio e irreversible de la modernidad, que dio lugar a la progresiva distanciacién entre sociedad religiosa y civil. Fueron frecuentes entre ambas, tensiones, injerencias reciprocas, separaciones o maridajes problematicos; e intentonas por parte del Estado unas veces; por parte de las instituciones religiosas otras, de servitse el poder politico de la religion o ésta del poder politico (Gomez Heras, 21). En lineas generales y a riesgo de generalizar demasiado en esta apretada sintesis, se pueden establecer dos fases en la confrontacién Iglesia-moder- nidad. La primera se caracteriza por el rigor del debate entre el espiritu racionalista y el espiritu defensivo de la Iglesia. La segunda, por un relativo «ablandamiento» de posturas; por un desbloqueo progresivo y mutuo, que se exticnde desde las primeras décadas del siglo xx hasta los afios sesenta. Se hace preciso distinguir también entre secularizacién o laicismo decimo- nénico y secularidad o laicidad actual, en el sentido en que este dltimo término es usado hoy en las sociedades democraticas y pluralistas. Sdlo desde esta distincién cabe plantearse histéricamente, y no con categorias actuales, la confrontacién de Ja Iglesia con la modernidad y de ésta con la Iglesia en los umbrales de la contemporaneidad. 1. La Iglesia y el laicismo decimonénico en el mundo contemporéneo Unas lineas rapidas sobre Ja confrontacién Iglesia-laicismo en el mundo contemporaneo que nos permitan establecer algunas minimas referencias marco para el caso de la Iglesia espafiola. Las raices estrictamente positivas del primer laicismo las ha puesto de relieve Allec Mellor. Era un concepto de laicismo entendido no como separacién «neutray del Estado respecto a la Iglesia y a la creencia religiosa en general, sino como sistema de pensamiento hostil que oponia progreso a religion y poder politico a Iglesia, entendiendo ésta como fuerza religiosa intrinsecamente reaccionaria, La postura eclesial al desafio de este primer laicismo fue de resistencia. El repliegue sobre si misma y el apoyo en argumentos de autoridad, mas que cl didlogo y la reflexién sobre el nuevo modelo cultural, fue por regla general la actitud eclesial mayoritaria. La Iglesia hubo de vivir azarosamente a partir de principios del siglo pasado sus relaciones con la sociedad contemporanea; las rupturas 0 los didlogos dramaticos, segiin los distintos paises, se sucedieron inintcrrumpidamente. El lugar que ocupaba la Iglesia como orientadora doctrinal de individuos y de grupos sociales cambié de modo radical. Se laicizaron progresivamente 10 Introduccién las instituciones piblicas, incluidas las docentes. El movimiento laicista se tradujo asimismo en la decisién estatal de hacer la legislacion civil inde- pendiente de las reglas del Derecho Canénico. Y fueron también frecuentes las tensiones entre la Iglesia y el Estado derivadas de la concepcién nacional que éste se hacia de aquélla. A tal estado de cosas se lleg6 de modo extremadamente violento. El tono combativo de la sociedad frente a la Iglesia y de la Iglesia frente a la sociedad parecié augurat una reconciliacion imposible. E] mas dificil todavia lo puso la aparicion del Sy#abus en diciembre de 1864. En este documento pontificio se denunciaban como errores del mundo moderno el racionalismo, el liberalismo, el panteismo, el libre pensamiento, la moral laica y la separacién entre la Iglesia y el Estado. En todos los paises del mundo el documento suscité enconadas controvetsias; también en Espafia, como veremos. «Fue considerado como un eslabon mas en la larga cadena de intervenciones mediante las cuales la Iglesia tomaba partido contra el mundo moderno» (Martina, III, 218). Es sabido cémo el Vaticano I, inaugurado en 1869, quiso abordar las gtandes cuestiones suscitadas en la polémica Iglesia-sociedad. Ante la dico- tomia raz6n-fe acentué la fijacion del contenido dogmiatico de la Revelacién negando la oposicién entre ambas y declaré la infalibilidad del Papa. Ante las tensiones Estado-Iglesia, afirmé los derechos de ésta en relacién con los otros poderes. Y ante las tendencias nacionalistas de los Estados, subray6 la autoridad del Papa sobre la Iglesia universal y la unién de todas las Iglesias con la de Roma. La dramatica conflictividad entre Iglesia y sociedad, y la mutua desconfianza entre ambas, no sdlo no desaparecid, sino que quedo acentuada. Con Leén XIII (1878-1903) comenz6 a respirarse un aire nuevo. El Papa inicié la teaproximacién de la Iglesia a la cultura contemporanea intentando demostrar con sus grandes enciclicas el respeto eclesial por las aspiraciones validas del momento. «No rebatid la posicién de fondo de sus predecesores, pero la explicd desembarazandola de todo lo que no cra esencial al mensaje revelado» (Latreille, 67). ‘Tras la conmocién que supuso en la Iglesia la aparicién del Modernismo durante el pontificado de Pio X, se franqueé con Benedicto XV una etapa nuevamente distendida cn las relaciones de la Iglesia con el mundo con- temporanco, A lo largo de este proceso se registro la aparicion, o afirmacion en su caso, de una linea «blanda» o apertutista de catdlicos, que al margen de las sefias de identidad especifica y controvertida de cada grupo, ya fuescn los catélicos de Bélgica, Francia o Alemania, se mostraron, dentro de sus posturas profundamente diversas, menos intransigentes que la mayoria con el «espititu del siglo». Fueron grupos propicios al diilogo que en Hspaiia hicieron notar su ausencia, como apuntaremos ch scpuiclst. También se advirtié una evolucion en los ambicnics laicistas. Hl concepto de secularizacion comenzé a significar mas un téyimen juridico del Estado que un sistema de pensamiento o filoxotia social hostil a la Iglesia y a la L Marco bistinica: Iplesia, sociedad y educastin it religion. La politica concordataria inaugurada por Pio XI en los afios veinte de nuestro siglo colaboré al cambio. Por otra parte, el ambiente cultural de ruptura con el viejo racionalismo decimononico que siguié a la Primera Guerra Mundial hizo sentir su influencia entre los intelectuales europcos. La apelacion a lo irracional, a la accion creadora, al instinto vital, a las potencias misteriosas del subcons- ciente, comenzaron a abrirse paso entre el derribo racionalista. Esta revo- lucién del pensamiento, con todos los problemas que entrafié pata la ortodoxia catolica, vino a constituir una gran oportunidad pata la renovacién del espiritu religioso y la escapada hacia la trascendencia. Rn Europa, como es sabido, fue la época de las grandes conversiones —la de Claudel, Chesterton, Maritain o Papini—. En Espafia fue el momento del bregar angustioso de Unamuno, de la religiosidad mistica de C/arin, de la vuelta a la fe de Maeztu. No obstante, a diferencia de lo ocurtido en Europa, la distensién en las relaciones Iglesia-Sociedad no se produjo; mas bien, por el contrario, se recrudeci6. Precisamente entonces la polémica secularista y el debate clericalismo-anticleticalismo, referido concretamente a lo educativo, tomé carta de naturaleza en el pais. 2. La especificidad del hecho secularizador en Espafia La secularizaci6n en Espafia tuvo color local inequivoco en funcion, a nuestro juicio, de dos factores relacionados con el planteamiento hecho al inicio de esta exposicién. Nos referimos, en primer lugar, al protagonismo de la elite intelectual del pais que dio al movimiento secularizador un cardcter académico y universitario de gran hondura tedrica. En segundo lugar, a la alarma de la opinién catélica que consider6 el programa laicista involucrado con el anticlericalismo duro y puro del momento, con las organizaciones mas6nicas y con las ideologias sociales extremistas. Apuntébamos al principio de estas paginas la falta de apoyo social de la burguesia liberal para sus proyectos modernizadores. Este hecho lanzd a los hombres «de pluma y letras» —expresion de Alcala Galiano— a apuntalar decididamente al nuevo régimen. Las Ilamadas «capacidades» de- cimonénicas se moveran en la mal fraguada socicdad liberal-burguesa, pe- netrandola con su influencia, utilizando para ello todas las armas de la propaganda y de la retérica, A su vez, el politico profesional aceptara esta colaboracion como elemento tedrico imprescindible para la consolidacién del liberalismo. Los hombres politicos del xIx fueron en gran medida discipulos de los escritores y profesores decimondnicos. Las teorias ense- fiadas en la Universidad se convirtieron gradualmente en normas aceptadas por los gobernantes del pais y en proyectos llevados a La Gaceta, como ya expusimos en su dia, La estructura sociolégica del grupo de las «apacidades» nos es todavia mal conocida, aunque su figura esté para algunas etapas potencialmente descrita. Ignoramos, asimismo, estadisticamente la presencia del grupo in- 12 Introduccion telectual en y al lado de la burguesia protagonista de la revolucién liberal, aunque sea indudable su participacién como guardaespaldas tedrico del cambio politico. Desde el punto de vista socioprofesional, el grupo durante el x1x se compuso prioritariamente de escritores, periodistas, artistas y abogados, a los que se iran sumando, doblada la mitad del siglo, los elementos prove- nientes de un mas amplio abanico de profesiones liberales y los funcionarios publicos de formacion universitaria, al compas de la crecida de la «Espafia del bachilleraton, en la etapa moderada, y del flujo de los hijos de las oligarquias terratenientes hacia la universidad, en busca de una salida pro- fesional rentable. Falta por estableccr puntualmente las lineas y lazos de relacién del grupo intelectual con el nucleo central de las clases dirigentes —esa enre- dadora social de la que hablé Galdés— y de sus «pactos», aunque, obvia- mente, la imagen del intelectual y su influencia en la opinién publica del pais y en la clase gobernante progres6é a medida que avanzaba la libertad de prensa y de cétedra y los circulos de pensamiento hispano se abrian a las corrientes del mundo cultural del xix (krausismo, positivismo, irracio- nalismo). Las motivaciones que lanzaban a la Inteligencia hacia la carrera politica eran, logicamente miltiples y complejas, generadas por su propia situacion como grupo: una situacién economico-social precaria que no les permitia pasar de la condicién de «proletarios decentes», como diria Larra, y razones de indole politico-ética. El deseo de liberarse de la ortodoxia y de la censura para la expresion libre de su pensamiento y de mejorar profesionalmente para salir del cargo burocratico o del periodismo trepador, como apuntara Mesonero Romanos, estaran también presentes. Con todas estas motivacio- nes hay que contar en ese mundo intelectual, literario y politico de primera hora que va de Quintana, Toreno o Argiielles, pasando por Larra, Martinez de la Rosa, el duque de Rivas, Borrego, Gil Zarate o Pastor Diaz, hasta Alcala Galiano, Donoso, Pacheco, y que se extiende mas tarde a los krausistas y a los demécratas de catedra, grupo al que me he referido en otro lugar. La conciencia de Ja accion difusa pero eficaz de la primera elite inte- lectual, durante la etapa de la revolucién liberal, queda bien reflejada en uno de los esctitos politicos de Larra: «La revolucién que se verifica por medio de la palabra es la mejor y la que con preferencia admitimos». Sin los tiranos que obligan a los pueblos a recurrir a la violencia —afiade—, «la opinién sola derribaria, y cuando la opinién es la que derriba, derriba para siempre; la violencia deja tras de si, al derribar, la probabilidad de la reaccién a la fuerza hoy vencida y que puede ser vencedora mafianay. Excepto el momento de actuacién directa de los intelectuales durante el sexenio revolucionario, la accién politica indirecta fue la tonica general de las elites intelectuales desde comienzos del x1x hasta los afios veinte de nuestro siglo. A partir de este momento, la absorcién progresiva de la Inteligencia en la dindmica politica propiamente dicha cs un hecho. La clite intelectual llegara a actuar directamente cn las estructuras de poder, situan- LZ Marco bistivico: Iglesia, sociedad y educacién 13 dose dentro de la minoria politicamente ditigente y estableciendo con ella compromisos y vinculaciones —como clase politica— hasta entonces in- existentes. Ellos apuntalaron la visién critica de la sociedad y de las formas de gobierno, crearon una cxigencia de modernidad en el pais y orientaron tedricamente el movimiento secularizador de las instituciones En suma, no es posible explicar determinadas connotaciones de la modernizacién del pais sin el ingrediente intelectual que aporto a la misma la primera inteligencia hispana. Fue ella la que, como se ha escrito en relacién a los philosophes de la Revolucion francesa, establecié la diferencia entre la simple quicbra del viejo regimen y la efectiva sustitucién por otro nuevo. Si el brazo de la burgucsia espafiola fue militar y el politico profesional o de corbata su gestor, el pensamiento sustentador del nuevo régimen fue obra de los intelectuales. La cultura del xXx espajiol, utilizando una expresién de Mills, esta lena de oferta y demanda politica (Gomez Molleda, 226). 3. El problema de la escuela: Un trasfondo de involucracién ideolégica. Secularismo, anticlericalismo y subversién ‘A lo largo del siglo xix y hasta las primeras décadas del siglo xx, aparece en la sociedad espajiola un fendmeno de involucracién mental entre idea laica, anticlericalismo, masonismo y subversién, verdaderamente com- plejo_y de repercusiones sociales de largo alcance. Razones politicas e ideolégicas, argumentos de tipo econdmico y social, tendencias doctrinales y problemas juridicos, cuyo anilisis desbordaria los ‘limites de este trabajo, convirtieron el proceso secularizador en un drama de proporciones desme- didas, avalado por el contexto socio-politico del pais. Merced a este fend- meno de confusién, las escuclas laicas se identificaron con las de signo anarquista y fueron consideradas como instrumento de propaganda subver- siva. Las escuelas catélicas, desde el lado contrario, se denunciaron como semillero de fanatismo, intransigencia y egoismo clasista. Diversos acontecimientos de todos conocidos complicaron las cosas y situaron la polémica sobre la escuela en sus cotas més altas. Cualquier conocedor de la contemporaneidad hispana recuerda los sucesos de reso- nancia europea de la Semana Tragica barcclonesa (1909), especie de «affaire Dreyfus» a la espafiola, por el ahondamiento de distancias que vino a provocar entre los grupos politicos e ideolégicos enfrentados. Aquellos sucesos actuaron como verdaderos catalizadores de la cuestidn educativa. Con motivo del proceso Ferrer y de la destruccién de los edificios religiosos de Barcelona, edificios destinados precisamente a la ensefianza confesional, los tpicos mas vulgarizados sobre la escuela adquirieron carta de naturaleza; si, la identificacién de la educacién no confesional con el incendiarismo revolucionario, por un lado; la identificacién de la escuela catolica con el espiritu inquisitorial, por otro. Cuando el Gobierno autoriz6, a pesar de la polémica, la apertura de las escuelas laicas clausuradas por los aconteci- 14 Introduccion mientos de Barcelona, el debate clericalismo-anticlericalismo —escuela laica versus escuela catlica— adquirié proporciones gigantescas dificilmente re- ducibles a sus verdaderas dimensiones. Ademias, la orientacién terrorista del anarquismo hispano y el proselitismo que podia ejercer sobre las masas a través de la ensefianza, organizada y financiada pot los grupos acratas, convirtié el problema de la escuela en una cuestién politico-social, ya que, pasados los sucesos de la Semana ‘Tragica, los centros docentes de inspi- taci6n anarquista siguieron proliferando en Espafia. Incluso la renovacion de métodos escolates, acreditados ya desde principios de siglo en Europa y en América, fueron objeto de encendidas discusiones y encontraron grandes obstaculos para su implantacién, ya que Ilegaban de la mano de minorias comprometidas con programas politicos y sociales determinados. Como ocuttié en la Francia de la Tercera Republica, la figura del maestro se convirtid en estos momentos cn sujcto de maxima atencion para la politica educativa piblica y privada. Los gobiernos, los grupos reformistas, las organizaciones obreras pusieron en retenerlo, dentro de su marco de irradiacién, el mayor empefio. Por disposicién del ministro de Instruccién Publica, Conde de Romanones, los maestros de primera ense- fianza pasaron a set funcionarios del Estado en 1901, con lo que el debate sobre la figura del maestro adquirié nivel nacional. En este contexto de enconada batalla de ideas, el proyecto secularizador o cualquier programa objetivo de renovacion educativa, fuera racionalista, neutra o confesional, amenazaba con sucumbit bajo el peso de la dialéctica argumental y de las escaramuzas ideolégicas que acaparaban con grandes rétulos la cabecera de todos los periddicos. Sobre este trasfondo de confusién se desarrollara el movimiento de secularizacién educativa que tantos traumas supuso para el sistema de ensefianza estatal y eclesial de la Espafia contemporanea. Il, EL CONTEXTO TEORICO DE LA POLEMICA SOBRE SECULARIZACION Y ENSENANZA Cabria articular las grandes lineas del movimiento secularizador en tres momentos. Cada uno de ellos tiene sus objetivos y su caracterizacién. El primero presenta un caracter ideolégico; podriamos denominarlo de refor- mismo rteligioso. Tuvo como objetivo la libertad de conciencia y de expre- sion. El segundo, de lanzamiento de ideas «gacetables», fue de reforma legislativa. Tendid al retoque del status de las instituciones docentes ecle- siasticas y a la supresion de la confesionalidad en la escuela publica. El tercero, y mas amplio, fue de reforma politica. Establecié la separacién de la Iglesia y cl Estado y, en lo escolar, la supresién de los derechos docentes de la Iglesia. Los tres momentos se tratan de modo excelente y pormenorizado en otros trabajos de esta obra. Nuestro comentario pretende dnicamente es- tablecer de modo muy sintético el contexto tedrico sobre el que se desarrolla 1. Marco bistorio: Iglesia, sociedad y educaciin 15 el movimiento secularizador y su correspondiente respuesta por parte de Ja opinion catélica. 1. La era isabelina y el sexenio revolucionario. Reformismo teligioso y libertad de cAtedra Situamos el inicio de la que hemos denominado etapa de reformismo religioso, a partir de los afios cincuenta del siglo liberal, durante la era isabelina y el sexenio revolucionario. Obviamente, el movimiento seculari- zador es anterior a la fecha indicada, pero es ahora cuando se potencia tedricamente desde la filosofia krausista y hace de la laicidad, sobre todo en lo educativo, una especie de religion, una mistica. La conquista de las libertades, religiosa y civica; la idea de una cultura laicizada en la que todo podia ser sometido a debate, incluida la religibn, encuentra su marco de desarrollo en el circulo de la elite intelectual mas cercano a Julian Sanz del Rio, el conocido fundador del movimiento krausista en Espafia. El sistema filos6fico de Krause, como fendmeno cultural de signo reformador y secularista, tuvo en Espafia dos vias de acceso principales: el campo de la filosofia del derecho, que influyé grandemente en la reforma politico-social progresista, cuyos teorizadores principales fueron los demé- cratas de catedra de la Universidad Central (Gomez Molleda, 181). Y la esfera ético-educativa representada por los intelectuales que aspitaban a una transformacion de la conciencia catélica espafiola —por algo llamé Azorin a los krausistas dos ultimos erasmistas espafioles»— como condicion sine qua non de cualquier clase de reforma. Participaron de la tesis de Hegel: «No es mas que una locura moderna tratar de modificar una organizacion moral corupta, tratando de modificar su constitucién politica y su cddigo de leyes, sin cambiar su religion (...). Hacer una revolucién sin haber hecho una reformay (HEGri, 176). Figuras representativas del reformismo religioso de esa etapa fueron Fernando de Castro, Gumetsindo Azcarate y el propio Giner de los Rios. Los tres propugnaron una reforma interior de la Iglesia espafiola que liberase a la sociedad del catolicismo formal ¢ intolerante al uso, proponiendo una religiosidad alternativa, universal y ético-humanistica que supondria, segan ellos, la recuperacién del cristianismo evangélico verdadero. Si el Estado seguia juridicamente siendo catdlico, la sociedad podria desvincularse del peso ottodoxo del pasado, distinguiendo entre religion y aparato eclesial. El Discurso sobre los caracteres historicos de la Iglesia espaitola (1866) y la Memoria testamentaria (1874) del primero; la Minuta de un testamento (1876) de Azcarate, asi como los Estudios filoséficos y religiosos de Giner (sobre todo La Ielesia espattola y Los Catélicas vigios y el espirita contempordneo), muestran sus actitudes hondamente espirituales de la vida, como escribid Morente refi- ricndose a Giner, pero al mismo tiempo su idea del caracter humano y transitorio de las religiones todas, incluido el cristianismo, por el que, por 16 Introduccion otra parte, no dejaron de mostrar admiracién y respeto. Ninguno tenuncid al titulo de cristiano. «Cristiano soy y cristiano me llamo —declarara Azcérate, haciendo suya una frase famosa—, y no teconozco en nadie (...) el derecho a arrancarme ese titulo porque crea en un cristianismo sin dogmas ni milagros», En el fondo, todas las religiones tenfan para ellos unos principios fundamentales que eran los «mismos para todas las sectas» —escribe Az- carate en su Memorig—. Todas son respetables, como manifestaciones su- periores del espiritu humano, pero no hay duda —afirma— «que la mani- festacion més alta y més divina de la vida religiosa hasta hoy es la ctistiana, en cuanto ofrece al hombre como ideal eterno el Ser absoluto ¢ infinito; como ideal practico, la vida santa de Jesis; como regla de conducta, una moral pura y desinteresada; como ley social, el amor y la caridad; como dogma, el Sermon de la Montafia; como culto, la oracién dominical». Tampoco para Giner existia forma religiosa mas perfecta que el ctis- tianismo. Forma sublime, la adjetiva en sus notas. «Algin escritor —ob- servaba Jiménez Fraud, un buen conocedor de D. Francisco— ha pintado a Giner visitando nostalgico las iglesias espafiolas y le imaginaba lamentan- dose de que el nuevo vino no fuese vertido en viejos odres», Fernando de Castro, por su parte, referia en su citada Memoria testamen- faria su evolucién religiosa desde que «de catdlico romano se convirtié en hombre real y verdaderamente religioso, segan el espiritu del cristianismo, en lo que no se opusiese a la taz6n universal humana, adorando a Dios ptivadamente en espirita y en verdad». Todos los hombres que hubieran contribuido a fundar una idea religiosa, formarian parte de la Iglesia universal de los creyentes, Buda, Zoroastro, Abrahan, Jesucristo, Sécrates, Lutero, Santa Teresa: «Que mis amigos y discipulos que como yo piensan, se consagren a hacer que prevalezca de hecho en nuestra patria la libertad religiosa; a hacer que todos los espafioles crean en Dios y lo adoren, sea cualquiera la forma en que lo hagan, pues muero convencido de que éste es el mayor beneficio que un ciudadano puede hacer a su nacion para regenerarlan. Aparte el reconocido peso del integrismo en la sociedad decimonénica, era dificil que esta religiosidad del krausoinstitucionismo pudiera encontrar eco en la opinién catélica espafiola. Existié, por parte de la minoria intelectual, la aspiracion a una via de entendimiento y de dialogo con una linea «blanda» de catdlicos que a estilo europeo interpretase benévolamente sus actitudes. No la hubo. La reforma religiosa de inspiraci6n krausista resultaba inaceptable para los catdlicos, incluso para aquellos menos inte- gtistas, acusados de posibilismo y de espiritu liberal. Giner escribid, afiorando la ausencia de ese catolicismo adecuado a las tendencias modernizadoras de la Iglesia: «La formacién gradual de un nuevo sentido y espiritu en el seno del catolicismo, no slo en relacion a la politica, sino en las mismas cosas religiosas, como la interpretacién del dogma, la constitucién y disciplina de la Iplesia, etc. es cada dia mas visible, y se debe, en parte, a la paciente, aunque timida, obra de los catolicos liberales; en parte, a la obstinacion de 1. Marco bistorice: Iglesia, sociedad y educacion 17 la curia pontificia y, sobre todo, al desenvolvimiento del espiritu filos6fico y literatura religiosa en Alemania» (F. Giver, 145) La misma tonica, en su exposicién sobre Los catélicos viejos 9 el esptritu contempordneo, en la que Giner se pregunta con todo interés por el porvenir del movimiento que, iniciado por los catélicos liberales de Bélgica y Francia, era Ievado a sus «naturales consecuencias» por los catélicos alemanes, rebeldes al Concilio Vaticano I. Este movimiento, que «abandona decidi- damente —comenta D. Francisco en La politica antigua y la politica nneva— toda contemporizacién con las crecientes exigencias de los inspiradores de La Civilta, y que, considerandose enteramente fiel a la doctrina y al Jefe visible de la Iglesia, rechaza la herrumbre con que a esa doctrina ha ido enmoheciendo y desfigurando el tiempo (..), pide, con el cardenal Diepen- bréck, una reforma esencial en la Iglesias (Gomez Molleda, 39). En este contexto de profundo conflicto filoséfico-religioso entre krau- sistas y cat6licos, tuvo lugar la célebre polémica de los textos vivos (pro- fesores que impartian ideas ». IV. IGLESIA Y ESCUELA ENTRE EL LAICISMO Y EL NACIONALCATOLICISMO, Tal vez no sea posible afrontar este capitulo de la resistencia de la Iglesia espafiola ante el hecho de la secularizacion, sin tener en cuenta los antagonismos creados de fondo entre Modernidad y Religion tal y como dejamos apuntado en paginas anteriores. Para secularizadores como para catdlicos, estaba en juego el orden nuevo, o antiguo segun la éptica del abando» que se escoja. «Mundo moderno» significd durante el siglo xix para muchas mentalidades hacer tabla rasa del pasado; escribir con mayiscula Progreso, Libertad, Ciencia, frente a espiritu regresivo, autoritarismo, igno- tancia. Los argumentos intelectualizados de la Modernidad lo fueron sin- gularmente en Espafia tal y como a lo largo de estas paginas se ha ido exponiendo. Los intereses creados, el temor a perder una situacion hasta entonces privilegiada, la rutina, la «santa rutina», arraigada en las esferas conservadoras del pais, estuvieron presentes sin duda en la singular batalla de la Iglesia contra la secularizacién. La historia y la sociologia lo demuestran ampliamente. Pero el analisis de la mentalidad de la época tevela asimismo las raices profundas de unas actitudes mentales hondamente obsesionadas por la defensa de la ortodoxia y el temor a perder el sentido mismo de la identidad secular hispana. Incluso admitiendo, como ha visto un reciente autor, que «las teorias sobre la relacion entre la ortodoxia catélica y las otras ideologias nunca han sido politicamente neutra», y que en Espafia el integrismo teoldgico y cultural formaba parte necesariamente del bagaje de la derecha autoritaria (Lannon, 69). El temor al derrumbamiento del orden establecido completa el panorama de la resistencia de la opinién catélica. Uno de los textos en circulacion, cogidos al azar de un periédico conservador de la época, resulta en este sentido reveladot. Se escribia a propésito de la circular de Albareda, de 1881, sobre la libertad de catedra que ya hemos comentado, que aquélla era una fecha de duelo nacional: «.. de una inconsciente plumada se han roto todos los frenos de la catedra (-) y se ha autotizado a la Universidad en nombre de la omnipotencia 24 Introduccién revolucionaria para que levante cuantas barricadas quiera contra las instiru- ciones fundamentales de la sociedad» (E/ Fénix, 5 marzo de 1881). Con toda raz6n se ha sefialado que los criterios integristas «fomentaron Ja concepcién militante de la religion como una lucha por la restauracion de una sociedad integramente cristiana, en la vida privada y en la publica» (Revuelta, 215), 1. La postura doctrinal catélica ante la secularizacién de la ensefianza El movimiento secularizador levant6 en los ambientes educativos cato- licos reacciones divetsificadas desde lo doctrinal a lo practico. Peto la linea «blanda» de un catolicismo dispuesto a limar diferencias, con la clite inte- lectual, no aparecié. En el campo educativo hacia estribar el grupo intelectual «a obra lenta pero segura» de su proyecto modernizador. Mantencr la ensefianza confe- sional era a su vez, para la opinién catdlica, el reaseguro de la formacién de las futuras clases dirigentes y la garantia de la pervivencia de la Espafia de siempre. Porque en la secularizacion se creyo ver no solo un ataque al espiritu religioso de los espajfioles, sino a su propia identidad nacional. En la identificacién entre religion catélica y patria, tan cara a una corriente de opinién generalizada y secular, sc fundaba nada menos que el mismo ser de Espafia. La dimensién doctrinal de la respuesta catdlica a la secularizacion de la ensefianza no dejé de tocar esta discutible tesis en defensa de la confesionalidad docente. Ya en los tumultuosos debates parlamentarios del sexenio revolucionatio lo habia sugerido el canonigo Manterola: «Yo temo que en Espafia los que hacen traicién a Dios hagan traicién a la patria» (DS 12 y 13 de abril de 1869). El grupo secularista adquirié asi en la opinién conservadora una fama de antipatridtico de la que no se veria libre facilmente, hasta que lecturas mas plurales sobre la identidad hispana abric- tan nuevos horizontes a la conciencia catélica. El debate tedrico recorrié todos los registros de la época: el racionalismo contrario a la verdad catdlica; el naturalismo negador de la Revelacién; la artificiosidad de los conflictos entre razon y fe, llenaron las publicaciones de los autores apologistas del catolicismo y de la escuela confesional. Muy viva estuvo también la preocupaci6n por salir al paso de quienes afirmaban la imposibilidad de ser auténticamente cientifico y a la vez auténticamente cristiano, y de las diferencias que se establecian entre fe religiosa en general, admisible en el cientifico, y fe confesional de las iglesias particulares, incluida Ja catdlica. La traslacién social de este planteamiento, que veia a la Iglesia espafiola como rémora del progreso de la nacién, dio lugar asimismo a acaloradas controversias. Lo mismo puede decirse sobte la idea de tolerancia, otro postulado importante del grupo seculatizador. La tolerancia, a los ojos de los catélicos de la Espafia decimonoénica, significd no tanto el respeto a todas las religiones como la desconfianza hacia una sola, la cat6lica, vista 1. Marco historico: Iglesia, sociedad y educaciin 25 como disgregante de la convivencia nacional precisamente en un pais —argiiian los apologistas— en el que la religion habia sido el gran agluti- nante de los espafioles. Tal fue el discurso teérico —muy reducido a lo esencial en este breve apunte— que sustancié la protesta catdlica a propésito de la libertad religiosa y del neutralismo docente El verdadero estado de la cuestion se ha de analizar a través de los discursos, conferencias, publicaciones y articulos petiodisticos de las figuras mas significadas desde la vuelta del siglo hasta entrado el xx, entre otras, Fray Tomas de la Camara, Alejandro Pidal, Damian Isern, el Marqués de Vadillo; los hombres de la controversia filoséfica como Zeferino Gonzalez, el ateneista Miguel Sanchez, José Mendive, Juan José Urraburu o el Padre Arnaiz. También en las figuras de la Academia Catdélica Universitaria, como Enrique Reig, Eduardo Hinojosa, fray Albino Menéndez Reigada, y las que mas adelante integraron el grupo de los propagandistas, Ayala, Angel He- trera, Mateo de la Villa, Requejo; 0 los que iniciaron el movimiento de los Estudiantes Catdlicos —Martin-Sanchez Julia, Oreja, Arteaga—. Y, por supuesto, en las obras de Menéndez Pelayo y Vazquez de Mella. Los obispos, desde sus escafios de senadores y con su pluma, defen- dieron sus convicciones, sobre todo en cuestiones de educacién, como el cardenal Sancha y el cardenal Aguirre; el obispo de Jaca, Antolin Lopez Peliez; el de Vich, Torras y Bages; 0 el arzobispo de Sevilla, Spinola. Singular importancia tiene para tomar el pulso a los términos de la polémica investigar en las secciones de ensefianza de petiédicos y revistas tales como La Unién Catélica, El Fénix, El Universo, La Ciencia Cristiana 0 El Debate. ¥ sobre todo Razon y Fe, que desde 1901 publico incansablemente articulos sobre la ensefianza y la seculatizacion. El P. Ruiz Amado se hizo el campeon de la lid en las paginas de esta revista de la Compaiiia juntamente con J. A. Aicatdo, Garcia Ocafia y Pablo Villada, entre otros. Las bases doctrinales de la respuesta catélica y los problemas ideologicos relativos a la ensefianza y al secularismo estuvieron presentes asimismo cn los congresos catdlicos que se celebraron de 1889 en adelante: el de Madrid (1889), Zaragoza (1890), Sevilla (1892), Tarragona (1894) y Santiago (1902). Ein las conclusiones se legé a propuestas sobre la union de esfuerzos y de accién conjunta sobre el tema educativo salvando las grandes diferencias y luchas internas entre los distintos grupos asistentes. A titulo de muestreo escogemos dos textos del congreso de Madrid de 1889 que dan la ténica doctrinal fin de siglo, que se prorroga hasta bien entrado el xx, en el momento en que el Concilio Vaticano II hizo variar estos esquemas: «El Congreso afirma y sostiene que a la Iglesia pertenece el derecho indiscutible de ditigir e inspeccionar la ensefianza en todos los estableci- mientos publicos y privados, derecho que es directo, supremo y exclusivo en la que se refiere a las ciencias religiosas y motales, e indirecto o de intervencién en todos los demas ramos del humano saber, para exigir que en cllos no se enscfie cosa alguna contraria al dogma y a la moral catdlica, como asi se reconoce en el Concordato de 1851 y se deduce de la Cons- titucién vigente del Reino». 26 Introduccion Sobre los derechos del Estado, la conclusién cuarta del congreso sefia- laba: «El Estado, como catélico, tiene a su vez el deber de amparar y defender a la Iglesia en el libre ejercicio de su magisterio y ensefianza, y también el derecho y deber de intervenir en dichos establecimientos docentes para la inspeccién y tutela del orden publico y de la higiene y para fomentar la instruccién en las ciencias humanas». 2, El esfuerzo de renovacién educativa y pedagégica de la Iglesia Tal vez la parte més positiva de este conflictivo proceso sea el esfuetzo de remozamiento de la docencia de inspiracién catélica. Durante la Res- tauracion vive la Iglesia, como ya hemos indicado, un intento de concordia con el Estado y con la sociedad de la Restauracién, aunque acompafiado de la reserva de la intelectualidad liberal espafiola y de la latente hostilidad de un sector de las clases populates, militantes ya en organizaciones obreras internacionalistas, que dificilmente aceptarin el «pacto» de la Iglesia con la nueva sociedad burguesa, a la que consideraban poderoso apoyo de la clase capitalista. La Iglesia mantuvo y defendi6 su presencia en la ensefianza apoyandose en los derechos que le habia otorgado el Concordato de 1851 y otros textos legislativos, tal y como se estudia documentadamente en otro capitulo de esta obra. Fue una presencia progresivamente ampliada con el paso del tiempo a pesar de intentos de frenar su expansién como el de la ley de Asociaciones Religiosas y la célebre ley del Candado de Canalejas, ya mencionadas. Principales protagonistas de esta presencia fueron las instituciones docen- tes de caracter eclesiastico. Las cifras y detalles de esta expansién, asombrosa después del desmantelamiento que habian supuesto la desamortizacion y las exclaustraciones de la primera mitad del xix (Garcia Regidor), no son de este momento. Anotamos solamente que el resurgimiento de las Congrega- ciones religiosas de ensefianza contribuy6 a estimular el anticlericalismo de las primeras décadas del siglo y la reaccidn liberal contra los procedimientos y contenidos educativos de los establecimientos docentes catdlicos, algo que a su vez provocé un esfuerzo de autocritica en el seno de las instituciones eclesiales, aunque tal esfuerzo pasase, por regla general, inadvertido. Asi la vigorizacién de las ensefianzas en los seminarios cspafioles que siguid a la publicacion de la enciclica Aeferm’ Parris de Leon XIIL (1879), la creacién de las Universidades Pontificias o la fundacién del Colegio Espafiol de Roma, por los afios ochenta del siglo pasado. En la ensefianza universitaria la accion de la Iglesia fue menor que en Ja secundaria, ya que desde mediados del x1x las Facultades de Filosofia y Teologia, que se habian suprimido en 1868, se integraron en los seminarios. De ellos, cuatro fueron elevados a la categoria de Universidades Pontificias desde cl Concordato de 1851 y en los afios noventa adquirieron este rango otros seis. A principio de siglo lo obtuvo el seminario de Comillas y se abrié una nueva Universidad en El Escorial, la de los agustinos. Ia reor- 1. Maren bistorico: Iglesia, sociedad y educaciin 2 ganizacién Ievada a cabo en 1931 dejé en pie solamente las universidades de Comillas y Salamanca. La renovacion pedagégica emprendida -por los educadores catdlicos fue otro capitulo de este momento de resurgimiento, como lo atestiguan las figuras y obras de Claret, Ossd, Manjon durante el siglo xix; y en el xx las de Rufino Blanco, Ruiz Amado o Pedro Poveda. Coincidié la reforma de la escuela y de la ensefianza de los movimientos docentes de signo catdlico, con las tendencias que desde fines del xix y principios del xx se venian gestando en los circulos europeos de la pedagogia cientifica y que aflorarin con mayor fuerza desde 1914. En concreto se trataba del movimiento de la Escuela Nueva, que, basado sobre todo en las ciencias psicolégicas aplicadas a la nifiez, supuso una importante alter- nativa a los planteamientos y métodos utilizados en la ensefianza tradicional. El movimiento influyo, mas que en la ensefianza publica de los distintos paises, en movimientos educativos de carécter privado en los que provocé actitudes de reflexibn pedagdgica y de fecundas —aunque lentas— repercu- siones. Logicamente a partir de las sugerencias modernizadoras de la Escucla Nueva, los presupuestos de los movimientos educativos laicos y catélicos concebiran la renovacion desde enfoques sobre el hombre y la sociedad diversificados, por no decir completamente distintos. Pero fue un hecho que en Espafia la preocupacién por estar a la altura de las nuevas corrientes pedagogicas se reflejé no sélo en ambientes religiosamente neutros, sino en la docencia de inspiracion catdlica. Una muestra de la preocupacién por el cambio de la realidad educativa tradicional fueron, entre otros, los ensayos y proyectos pedagdgicos de Pedro Poveda, iniciador a partir de 1911 del movimiento de las Academias (mas tarde convertido en la asociacion de profesionales de la educacién y de la cultura, Jnstitucién Teresiana). Escribia Poveda, tratando de despertar la inquietud de los docentes: «Al problema pedagogico no se le ha concedido, en general, la importancia que tiene (.... Si nosotros hubiéramos tomado en serio la Pedagogia desde la época en que de ella se ocuparon seriamente las naciones que hoy nos Ja ensefian, tendriamos hoy, jcomo nol, hombres, libros, maestros, escuelas, métodos, material cientifico y todo lo que pueden presentar, con honra pata su pueblo y provecho para sus habitantes, Alemania y Suiza, Inglaterra y Francia, Y gqué tenemos? Poco, muy poco, de todo lo que da sefiales de vida pedagdgica en una naciény (PEDRO Povepa, 1913). Sobre la importancia de la renovacién pedagdgica en el campo catdlico de principios de siglo, es necesario remitirse a los especialistas que han tratado el tema en recientes estudios (Historia de la educacién, B. Delgado [Coor). 3. Un problema pendiente. La ensefianza de las clases populares El matco historico de la polémica sobre la ensefianza experimenta a partir de 1914 cambios importantes. Como es sabido, las repetcusiones de la guetta europea provocan en el pais profundas conmociones. Se agravan 28 Introducciin los problemas nacidos del proceso desequilibrado de la industrializacién y con ellos afloran las tensiones y la protesta social. Ideologicamente, el conflicto bélico despicrta en los pueblos un sentido distinto de la vida y del mundo, al que Espafia no se siente ajena. Cualquier proyecto de renovacion educativa tanto a nivel europeo como espajfiol, para que lo fuese auténticamente, no podria ya ignorar la presencia de las multitudes, del hombre mayoritario, de ese hombre del que por los afios veinte empezaba a hablar Ortega. En el vacio de las instituciones y formas politicas de la Restauracion, la separacién entre la Espajia oficial y la real hacia tiempo que estaba denunciada, pero esta separacion se hacia ahora insostenible. La Ilegada de las masas al protagonismo social hara pensar en la obligacién ineludible de prepararlas para el ejercicio de sus derechos en el futuro inmediato. De momento se contempla la conveniencia de una mayor ge- neralizacion de la ensefianza mediante la atencion a la escuela publica, de la que progresivamente se ira haciendo cargo el Estado a medida que avanzaban los afios del nuevo siglo. Contra el planteamiento elitista de la cultura, hacia tiempo que se estaban oyendo muchas voces y desde distintos angulos. Ortega desvelata en La rebeliin de las masas cl dato sociolégico en el que cl nuevo planteamiento se asentaba. «Han sido proyectados a bocanadas sobre la historia montones y montones de hombres en ritmo tan acelerado que no era facil saturarlos de la cultura tradicional (...). En las escuelas, que tanto enorgullecian al pasado siglo, no ha podido hacerse otra cosa que ensefiar a las masas las técnicas de la vida moderna, pero no se ha logrado educarlas» (Ortega y Gasset, 60), Era, pues, urgente acometer la tarea del encauzamiento cultural de estas masas, convertidas en valor decisivo de las mudanzas sobrevenidas y por sobrevenir en el mundo contemporineo. La promocién del pueblo. se convirtid asi en predicado necesario de todos los regimenes politicos y en argumento de todas las nuevas batallas educativas. Los grupos politicos y los sectores intelectuales del pais dedicaron en estos momentos un renovado interés a la «cuestiOn social, tal como se refleja en la proliferacién de articulos, conferencias y libros sobre el tema. Desde la Facultad de Derecho de Madrid, pasando por la de Oviedo —en torno a los nuevos juristas que lcgaban a la catedra por estos afios—, hasta los distintos circulos de la capital: el Ateneo, la Academia de Ciencias Morales y Politicas, el Instituto de Reformas Sociales, o las redacciones de las revistas mas prestigiosas —La Expatta Moderna, La Lectura—, las entidades de caracter confesional o de tipo conservador, como el Centro de Defensa Social. Inquietaba la situacién de las clases obreras y campesinas, cuyos ptoblemas seguian sin resolverse, en medio de los avatares de la azarosa vida politica. Preocupaban la crisis del trabajo, los salarios insuficientes, la carestia ascendente de la vida, problemas todos que se tradujeron, durante este periodo histérico, en un sinnamero de momentos conflictivos, espe- cialmente en las grandes ciudades, como Barcelona, Bilbao y Madrid, y en los campos andaluces. Ciertamente que las figuras, los grupos, los partidos del momento, diferian mucho cn sus posturas tedricas y practicas a la hora de afrontar 1. Marco bistirico: Iglesia, sociedad y educacin 29 el problema social; pero todos manejarin con gran unanimidad de criterio el tema de la socializacion de la cultura y de la educacién de las clases populares, como una de las urgencias del momento, aunque esta atencion educativa sera considerada por los movimientos obreros como un recurso burgués y paternalista, escamoteador de la injusticia basica de las estructuras. En distintos sectores de la sociedad ensefiante aparecieron proyectos y tealizaciones pedagdgicas de gran interés. E] movimiento social cristiano que responde en Espafia a la llamada de la Rerum novarum comenzara a incluir en sus programas este tema. Y en el terreno de las realizaciones practicas, precisamente en estos afos noventa, apareceran, entre otros pio- neros de la educacién popular, los movimientos de Manjén y de Poveda en Andalucia, que se abriran camino dificilmente, rompiendo brecha en la vieja postura de las clases dirigentes espafiolas, acostumbradas a recursos asistenciales para resolver el problema social. La eliminacién del problema de las «dos escuelas», es decir, de clites y de masas, © si se quiere de ricos y de pobres, se mezclara mas que nunca con otras varias cuestiones afiejas y conflictivas: el secularismo, el proceso de estatalizacién de la ensefianza y los progresos del anarquismo militante. Los lideres del movimiento anarquista habian comenzado también a preocuparse por la educacién de los trabajadores con la creacién de escuelas y centros de instruccion en distintas regiones espafiolas, entre ellas Andalucia. Desde los mismos afios setenta del siglo pasado, se elaboraron propuestas de ensefianza para el campesino y el obrero. El anarquismo militante consideraba la educacién del pueblo condicién sine qua non para cl triunfo de la revolucién social. Significativo en el campo educativo libertario fue Francisco Ferrer, fundador de la Escuela Moderna a principio de siglo, cuyo sistema pedagdgico se convertira en prototipo de todos los ensayos educativos de inspiracién racionalista. ‘A pesar del interés que mostré la Iglesia en la evangelizacién popular mediante misiones, publicaciones religiosas, bibliotecas patroquiales y una literatura piadosa difundida por las Congregaciones religiosas, su onda no lego a alcanzar en profundidad los problemas reales de las clases trabaja- doras: «Muchos de Jos dilemas sociales y culturales planteados por el desarrollo del pais al comenzar el siglo no hallaron respuesta en los modelos de la religiosidad catdlica ni en las doctrinas formales de las escuclas inspiradas por Ja Iglesia» (Payne, 141). Los ambientes conservadores tendieron a ver en las protestas obreras una peligrosa manifestacién contra todo lo establecido. La Iglesia no se desmarcé de esta postura. Preocupada por la teconquista espiritual de las clases dirigentes, apenas se apercibid de la distancia que se estaba gestando entre ella y el proletariado, propiciada no sdlo por la expansion de las nuevas ideologias sociales, sino por el precario nivel de vida del campesinado y del obrerismo urbano. Es un lugar comin que la réplica eclesiastica a la cuestién social no estuvo a la altura de las circunstancias. El fomento de asociaciones piadosas y de beneficencia surgidas alrededor de las parroquias y de las Congregaciones religiosas result6 insuficiente ¢ inadecuado para la solucién de los graves problemas de las clases populares. 30 Introduccion Lo mismo puede decitse de sus intentos de crear sindicatos catélicos y circulos para la instrucci6n religiosa y la asistencia social obreta —incluidas las iniciativas del Padre Vincent, el Marqués de Comillas 0 José Maria Urquinaona—, Se multiplicaron los grupos de estudio y las Semanas Sociales para informar al clero sobre los problemas obreros y se Ievaton a cabo conocidos intentos de organizacion de los trabajadores desde la inspiracion catolica —la Accién Social Popular del jesuita Palau; los citculos de los dominicos Gerard y Gafo—. Y, desde luego, la solucién del problema de las «dos escuclas» quedo pendiente —salvadas las honrosas excepciones de quienes se dedicaron de por vida a la enscfianza popular—. Empefiada en la batalla ideologica por la recuperacién de las elites ditigentes, la Iglesia perdié la social. «Nos encontramos, se ha escrito, con una recuperacion eclesiastica admirable en cuanto al fomento de la piedad personal y la organizacion de instituciones religiosas, pero mezclada con concepciones politicas poco abicrtas al pluralismo democratico y poco comprometidas con las exigencias de una mayor justicia social» (Revuelta, 216). Durante la Segunda Republica la situacién de la Iglesia habia sido especialmente dificil. No solo se prohibid la docencia de las Ordenes religiosas y se decreté la disolucién de la Compaiiia de Jestis, como hemos indicado en paginas anteriores, sino que la ensefianza de la religion en las escuelas qued6 absolutamente prohibida. Entre la escuela laica republicana y la escuela confesional catélica, regentada por seglares (con inspiracion eclesiastica) se establecié una confrontacién de intrincada complejidad. El pais dirimid sus desajustes politicos, econémicos y sociales subsumiéndolo todo en el campo ideoldgico sin descender a otras guerras mas dificiles de ganar: la desigual distribucion de la riqueza, los jornales de miseria, el subdesarrollo de determinadas regiones. En los afios treinta se fomenté la visién de la Iglesia como entidad culturalmente desfasada y complice con los intereses de las clases privile- giadas. También es cierto que las actitudes sociales de la Espafia republicana no pueden comprenderse fuera del marco de los graves problemas socio- econémicos del nuevo régimen y del clima cultural ¢ ideolégico general en la Europa de aquel momento. La cultura de la accion, la lucha de clases, el fascismo, el sindicalismo revolucionario, que se presentaban como solu- ciones al desorden establecido en las estructuras del mundo de entreguerras, propiciaban el deterioro de la convivencia civica, la mutua deformacion de las imagenes y exacerbaban los antagonismos. Mientras para un sector de la historiografia, el articulo 26 de la Cons- titucion republicana y la Ley de Congregaciones Religiosas que lo comple- mentaba, fueron medidas dificiles de enmarcar cn una democracia y en un régimen de secularizacion verdaderamente neutra, otros autores no consi- deran aquellas medidas como persecutorias, sino consecuentes con la nueva situacién de separacin de la Iglesia y el Estado, e imprescindibles para la modernizaci6n de la vida espafiola. Es frecuente en esta ultima historiografia la calificacién de Ja protesta catdlica como arrebatada y fuera de lugar. A nuestro entender, habria que establecer en esta protesta una distincién fundamental: Ja reacci6n propiamente religiosa y la politica. Ambas respon- L. Marco bistirico: Iolesia, sociedad y educaciin 3 dian a dos sectores de la sociedad espafiola muy diferentes en su actitud ante el problema. El sector sincero y profundamente preocupado desde su fe por las repercusiones religiosas y escolares de las medidas republicanas; y el sector que las aprovech6 como bandera de oposicion al nuevo régimen. La involucracién de lo religioso y de lo politico resulto, como habia ocurrido en ottos momentos del pasado, gravemente perjudicial para la Iglesia, pese a las buenas intenciones que sin duda pudieron animar al sector de cato- licismo politico. Llegada Ia instauracion del régimen de Franco, las leyes laicas de la Republica fueron abolidas y Ja Iglesia quedé en situacion privilegiada. La ensefianza religiosa se introdujo de nuevo en las escuelas publicas y todo ataque contra la religion se consider6 delito. Los principios que inspiraron la politica educativa del Régimen, segin los especialistas del periodo, pueden concretarse en «un acusado centralismo de la administracion educativa, un tono general de nacionalismo uniformista, una tendencia estatalista que, sin embargo, no obstaculizaba el desarrollo de la iniciativa privada», y un acusado influjo de la Iglesia en las lineas generales de la programacién, tanto por parte de la jerarquia como de las instituciones particulares (Garcia Garrido, 849) El Concordato de 1953 afirmé a la Iglesia en sus anteriores prerrogativas. El Estado se obligd a garantizar la ensefianza de la religisn como materia otdinaria y obligatoria en los establecimientos publicos y privados. Se reconocia también la vigilancia eclesiastica sobre los centros docentes y los libros de texto. El Concordato «iba a tener una vida larga, pero viviria una situacién anacrénica: la renovacin de la sociedad espafiola y, sobre todo, de la Iglesia a partir del Concilio Vaticano II, celebrado pocos afios después, iba a dejar en una situacién precaria a este instrumento juridico que habia consagrado la integracién de Iglesia y Estado y la existencia del nacional- catolicismo» (Garcia Regidor, 862). Al poco tiempo de la clausura del Vaticano Il se abordé en la Espafia de Franco la reforma educativa en su globalidad. Era la mas ambiciosa después de la levada a cabo por Moyano en 1857 (Rail Vazquez, 194). La Iglesia apoyo esta reforma del ministro Villar Palasi. Los planteamientos del Vaticano II y sus intentos de aproximacion a la sociedad contemporanea proporcionaron a la Iglesia espafiola la ocasién de reflexionar sobre su situacion en el régimen de Franco y de resituarse cn la transicién politica aceptando posturas no siempre comprendidas, pero mas acordes con el reconocimiento de la autonomia del orden temporal establecido por el Concilio, Durante los primeros afios de la democracia, el interés por las cuestiones educativas se mantuvo vivo con ocasién de los debates de la Constitucion y de la legislacién promulgada después. Las discusiones sobre la Ley Or- ginica del Estatuto de Centros Fscolares (1979) y sobre la Ley Organica del Derecho a la Educacién (1985), tanto en los foros publicos como en el seno de la misma opinién catélica, mostraron el interés de la Iglesia por acendrar y actualizar su doctrina sobre la escuela. 32 Lutroduccion REFERE! 'CIAS BIBLIOGRAFICAS AANV., Problemi di storia della Chiesa. Dal Vaticano I al Vaticano Il (Roma, Ed. Dehoniana, 1988). C. ALBINANA GARCIA-QUINTANA, «El régimen juridico-economico de la Iglesia en Es- paiia, en Constituciin y Relaciones Iglesia-Fistado en la actualidad. Actas del Simposio hispano-aleman organizado por las Universidades Pontificias de Comillas y Salamanca (1978), 103-24, G. ALsrRico, La Chiesa nella storia (Brescia, Paideia, 1988). A. ALVAREZ BOLADO, Gociologia de la secularizaciém», cn Fe y nueva sensibilidad bistirica (Salamanca, Ed. Sigueme, 1972), 112-152. —EL experimento del nacionalf catoticismo (Madrid 1976). G. Azcirate, Minwa de un testamento. Publicada y anotada por W... (Madrid, Libreria Victotiano Suarez, 1976). M. Baruort y V. M. ARBELOA, Iglesia y Estado durante la Segunda Repriblica espaitola @arcelona 1976-1978) (varios volumenes). B, BENNASSAR, Los espaitoles. Actitudes y mentalidad desde el s, XVI al s, XIX (Bl Escorial, Editorial Swan, 1985). A. Borri, La Spagna ¢ la crisi modernista, Cultura, societd civile e religiasa tra Otto Novecento @rescia, Ed. Motcelliana, 1987). J. Bowen, Historia de la educacién occidental (Barcelona, Herder, 1985). V. CarceL Orti, «La revolucion burguesa, 1868-74», en Historia de la Iglesia en E-spatta, vol, La Iglesia en la Espaita contemporinea (Madrid, BAC, 1979), 115-198. J. Caro BAROJA, Estudios sobre la vida tradicional espaitola (Barcelona, Peninsula, 1968). J. M. CastEiis, Las asociaciones religiosas en la Espana contemporanea (Madrid, Taurus, 1975). J. M. Curnca Toripio, «El catolicismo espafiol en la Restauracién», en Historia de la ‘esi m Espatia, vo\N, La Iglesia en la Fispaita contemporinea (Madrid, BAC, 1979), 77-326. — om Pp Il REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS DE ESTA ETAPA Por ANGELA DEL VALLE LOPEZ I. PRESENTACION La vision de Narganes! presentando el panorama de la ensefianza en Espafia a finales del siglo xvi parece poco objetiva de puro desoladora. Sabemos que la educacién se mueve en el terreno multiforme de la realidad global, incluye un marco politico, social, econdmico... que la condiciona. Este universo es contemplado como un mundo vivo muy relacionado en concreto con la ideologia; segan que prime una u otra, la educacién ha sido objeto de apasionados debates, de hostilidades, de polémicas sistemé- ticas, pero ha sido asimismo causa de una esperanza ilimitada. La obra Historia de la accién educadora de la Iglesia en Espafia tiene el valor de la singularidad, y la originalidad de ser el primer estudio de esta naturaleza que apunta hacia un blanco que, habiendo existido desde siempre focalizando el devenir de los hombres, no ha sido objeto de una concrecién de caracter literario. Pocas cuestiones han suscitado mas controversia en la historia de la Espafia contemporanea como el papel de la Iglesia, intimamente involuctada en las luchas politicas y conflictos sociales de los siglos x1x y xx. Asimismo, pocas instituciones han jugado un papel tan central en la historia de la educacién del pueblo como la Iglesia espafiola. La estructura mental de los espafioles del Antiguo Réginten sdlo se cambiaria si se ponia al servicio de tal empresa la escuela y el pilpito. Nos encontramos ante una Historia de la acciin educadora de la Iglesia que comporta un conocimiento historico de la institucion y de la actuacion de sus miembros. El xix es el siglo de la gestacién y desarrollo del sistema educativo nacional, de la legislacibn organica, de la ensefianza elemental obligatoria, de las escuelas normales, de la instauracién del liberalismo exigiendo pata el ciudadano un nivel de instruccién necesario para ejercer sus derechos, de la psicologia del nifio, de la pedagogia social. Las coordenadas historicas presentan el entramado de relaciones y de- pendencias Iglesia-Estado, el violento anticlericalismo de los siglos XIX-xx, como el problema eje de la Iglesia espafiola con toda su complejidad. Partimos del colapso de la Iglesia en el siglo xvm que transforma su papel y la convierte, con escasas intermitencias, en foco de conflictividad hasta el final del franquismo, considerado por muchos como un fracaso atribuido 1 Joser NARGANES, M., Tres cartas sobre los vicios de la Instruccién Pitblica en pene Sy proyecto de un plan para su reforma. Excritas a un amigo desde Francia en 1807 (Madrid 1809, Iniprenta Real). 36 I. Referencias bibliograficas de esta etapa en buena medida a la Iglesia y adoptando una actitud critica sobre un pretérito lleno de errores. Por su misién religiosa, la Iglesia mantienc una influencia profunda sobre el pueblo; como censora moral establece unos modelos de conducta sobre la sociedad; mediante el cuidado de la caridad y el control de la educacion ¢jerce una funcidn social. Pero esta funcién paulatinamente queda convertida en prerrogativa del Estado. No se puede entender el peso de la Iglesia en Ia sociedad en los dos iltimos siglos sin el conocimiento de la desigualdad estamental de la sociedad, la pugna entre los grupos de principios idedlogos contrapuestos moviendo los hilos de Ja politica, el apasionado debate en torno al libera- lismo, las interferencias sistematicas de los asuntos estrictamente politicos en los religiosos y viceversa, el agobiante lastre del analfabetismo estructural. La incidencia de la Iglesia, por lo tanto, se proyecta en las diversas plataformas: el Gobierno del pais, el Parlamento, en los cargos de respon- sabilidad en enclaves nacionales e internacionales, en las Academias Cien- tificas y Literarias, la prensa diaria, las publicaciones, en las instituciones eclesiales, familiares, sociales y educativas actuando como tealizador practico y configurador social, especialmente por medio de la educacién y de la docencia 2. Este estudio remite a una accién de la Iglesia con posibilidad de ser registrada, en cierto modo controlable numéricamente: el universo de la publicistica, las referencias institucionales, la estadistica desde la dimension social y educativa, convocatorias de caracter nacional o local (sinodos, congresos, semanas sociales, misioneras). Pero hay otras formas de incidir complementarias del pensariento y la accion socio-educativa y cultural. Nos referimos a la influencia de estas mismas personas e instituciones desde otras plataformas. Su preparacion las lleva a tomar decisiones de largo alcance; asi Manuel Garcia Gil y Miguel Paya, que destacan por su intervencién en el Vaticano I; Miguel Garcia Cuesta, prelado del mayor prestigio intelectual de su tiempo; Joaquin Lo- renzo Villanueva, empefiado en reformar la Iglesia; o bien los que luchan por mantener alto el nombre de nuestros méritos literarios como Jaime Balmes, fildsofo, politico y sociélogo eminente; José M.* Cuadrado Nieto, historiador, arqueologo, periodista; Fidel Fita, fildlogo, historiador y director de la Academia a la muerte de Menéndez Pelayo. Hubo entre estas personas hombres cminentes, cabezas privilegiadas que pasaron a dirigir instituciones del mayor influjo cultural: Pedro Manovel Priva, Rector de la Universidad de Salamanca y restaurador de la Orden dominicana; Jaime Caresmar, que lleva el monastetio de Santa Maria de Belpuig a su mayor florecimiento intelectual; Manuel Domingo y Sol, creador 2 En la realidad de la praxis escolar, ensefianza y educacion constituyen dos momentos inseparables € interactuantes de un mismo proceso. La educacion tiene como objeto esencial Ja formacion de la personalidad del educando en Ia direccién de los valores sociales, éticos, estéticos, religiosos... mientras que la ensefianza se proponc la transformacién de todos aquellos conocimientos y técnica considerados esenciales para que el hombre pueda cjercitar tun control consciente ¥ eficaz de la experiencia. Presentacién 37 del Colegio Espafiol en Roma; Torres Amat, traductor de la Biblia y miembro de las academias eruditas; Jacinto Verdaguer, autor de la obra poética por la que se le reconoce como el Dante de Catalufia, Algunos modos de accion y presencia de la Iglesia escapan a toda medida. «Como se podrian estimar los resultados de la influencia de Antonio Maria Claret, nombrado confesor de Isabel II?, 0 gc6mo conoceriamos hasta donde leg6 el circulo de los seguidores de Vicente Manterola mi- diéndose con Castelar en el Parlamento en Ja otatoria contra los constitu- cionales? Se hace memoria de algunos, pero queda pendicnte todo el gran bloque de personas con no menos méritos que desarrollan una actividad silenciosa, increiblemente fecunda: Francisco Celma, parroco ejemplar que forma a sus feligreses durante cuarenta afios y autot de varios catecismos; José Arnau, gran predicador que conduce hacia la reforma moral al pueblo valenciano; ¢l obispo Costas y Borras enfrentandose con los gobietnos de todas las tendencias por sus lineas de actuacién poco éticas. Muchas personas plasman su genio creador en una doble dimensién, como fundadores de Institutos religiosos y como promotores de la accion social y educativa: Joaquina Vedruna, Paula de Montal, José Tous y Soler, Marcelo Spinola, Maximiliano Arboleya. Toda idea comporta una conducta; estas personas han proyectado en Ja historia comportamientos que se convierten en cultura bajo los aspectos filos6fico, cientifico, econdmico, politico, moral, artistico, religioso, social, educativo. Presentamos la Historia de la accion educadora de Ja Iglesia en sus grandes apartados con la esperanza de que esta iniciativa sea automaticamente enriquecida y ampliada con nuevas y valiosas aportaciones. Obra que no agota el tema, que marca un paso en la investigacion de la evolucién historica de la incidencia de la Iglesia institucion en el campo educativo y que contribuira a una comprensién mas profunda y objetiva del lugar esencial que a la Iglesia le ha correspondido. En los cuatro grandes enunciados los distintos autores abordan el tratamiento de los problemas desde la vertiende educativa o vinculandolos estrechamente con ella, cuestion en la que la Iglesia ha sido su principal promotora, configurando por este medio las estructuras sociales en todas sus manifestaciones y actividades. Enfoque que polariza todo el estudio dando cabida a las acciones individuales de la Iglesia y a las de sus instituciones; dentro de éstas, a las situaciones administrativas, sociales, econdmicas, en cuanto que estan imbuidas del caracter educativo. La Historia de la accién educadora de Ja Iglesia espaiola contemporanea ocurre en un contexto general que enlaza con el siglo xvii, del que es una continuidad socio-politica, para concluir en 1976. Esta fecha cierra un régimen politico de cuarenta afios que ha condicionado la vida y desarrollo de la Iglesia. 38 I Referencias bibliogrificas de esta etapa BIBLIOGRAFIA La Historia de la accién educadora de la Iglesia, de finales del siglo xvi al presente, no figura en ninguna obra, ni siquicra a modo de inventatio. La especializacion ha dejado también notables lagunas en la investigacién, tales como la incidencia de Ja religiosidad popular en todo el mundo educativo, con la Gnica excepcién del trabajo de William Christian; sobre Ja historia social del clero bajo, sdlo existe la obra de Leandro de Higueruela del Pino Los parrocos de Toledo del s. XIX. Existe, sin embatgo, una amplisima produccién bibliografica sobre as- pectos parciales relativos a institutos religiosos, biografias episcopales, his- torias de didcesis, multitud de trabajos scctoriales de caracter socio-educativo, sobre las relaciones Iglesia-Fstado, de contenido doctrinal. De toda esta gama, una buena parte de los estudios son coyunturales, carentes de una sana critica y cimentacidn cientifica. Otro juicio merecen las publicaciones caracterizadas por su s6lido trabajo de archivo y el espiritu de autocritica, lo cual ha sido posible gracias a los esfuerzos liberalizadores del Vaticano II. En este sentido, los nombres de Antonio Mestre Sanchis, José Manuel Cuenca Toribio, Vicente Carcel Orti, Manuel Revuelta Gonzalez, Gonzalo Redondo, Quintin Aldea, Miguel Bat- ori, Tomas Marin no pueden dejar de citarse. Algunas obras generales han sido tecogidas en el volumen I de este trabajo; remitimos a ellas. El clenco de las que aqui se citan se hace con criterio educativo en sentido general. El actual movimiento historiografico en su vertiente eclesiastica significa una promesa en la investigacién. Dentro de él sobresalen las instituciones: El Instituto Enrique Florez, el Instituto Espafiol de Historia Eclesiastica de Roma; ambos centros son los de mayor tradicién, a los que hay que afiadir desde 1968 el Instituto de Historia de la Iglesia de la Facultad de Teologia de la Universidad de Navarra. La tematica de este ultimo es diversa; destaca el trabajo de monografias como la Historia de los Obispos de Pamplona, de Goiii Gaztambide, en la que se estudia desde sus obispos toda la historia de Navarra. El centro Enrique Florez ha aumentado, y notablemente, la coleccién de Monografias de Historia Eclesidstica, y hha iniciado el tema de los concilios. La coleccién de Espaita_y Europa en el siglo xvu, y el Compas Hispanorum de Pace, ditigido por Luciano Perefia, todo ello dentro del fenomeno contrarrcformista. Fl cultivo de la historia eclesiéstica espafiola se mantiene en la Univer- sidad Pontificia de Salamanca con la coleccién de Sinodos Espanoles celebrados a partir de 1215; dirigida por Antonio Garcia, se inicia en 1981. Dentro de la misma Universidad, el Instituto de Historia de la Teologia Espaiiola cuenta con siete voliimenes del Repertorio de Historia de la Ciencia Eiclesidstica en Espaha. Desde 1969 la didcesis de Leon trabaja en la coleccién de Fuentes y Estudios de Historia Leonesa, sostenida por el Archivo Histérico-Diocesano y la Caja de Ahortos y Monte de Piedad; dirige la coleccién José M. Fernandez Caton. De los 15 volamenes publicados, mas de la mitad son de contenido Bibliografia 39 eclesiastico, en concreto el tema monacal. En 1993 ha tenido lugar el I Congreso Internacional del Monacato Femenino en Espafia, Portugal ¢ Hispanoamérica 1592-1992, por impulso del mismo movimiento leonés. El tema de la Inquisicién esta siendo investigado por el Centro de Estudios Inquisitoriales, vinculado al Consejo Superior de Investigaciones Cientificas, e Instituto de Historia de la Inquisicién, de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense; asi la Historia de la Inquisicién en Exspatia y América, dirigida por Joaquin Pérez Villanueva. Il. OBRAS GENERALES La historiografia sobre la Iglesia de este petiodo pone énfasis en las relaciones Iglesia-Estado 0 en el desarrollo de las Instituciones. En este sentido, el corpus documental es muy vatiado: AAWV. Son varios jesuitas expulsados de Espafia, Zuloaga, Domingo, Menchaca, Roque, Gonzilez, que se reinen en Bolonia y esctiben una Historia Fidesidstica Aubert, R., y otros elaboran la Nueva Historia de la Iglesia (Madrid 1977). ENRIQUEZ FLORFZ tcaliza un admirable trabajo, La Espatia Sagrada (1702-1773). Cons- tituye un voluminoso material de caracter enciclopédico, 27 tomos, habiendo dejado preparados los dos siguientes. Entre 1850-1879 la Academia de la Historia encargo a Pedro Sainz de Baranda, Vicente de la Fuente y C. R. Fort que continuaran la obra. En 1918 se publica El indice de La Expatta Sagrada, obra de Angel Gonzalez Palencia ZARAGOZA, L., esctibe el Teatro bistorico de las Iglesias de Aragén (Pamplona 1780-1785), obra que fue continuada por Ramén de Huesca con los tomos V-[X (Pamplona- Zaragoza 1792-1807). FERMIN DE UNCILLA publica la obra Compendio de la Historia Eichsidstica de Espana (Madrid 1982). Gans Pid escribe la Historia edlesidstica de Espaita, 3 tomos. GoNzALO REDONDO, cn Historia de la Iglesia en Fspaia, 1931-1939 (Madrid 1993), 2 vols., presenta cl itinerario de la Iglesia en la Segunda Repiiblica y en el franquismo durante esos afios, resaltando los aspectos de las relaciones del mundo de la politica con la jerarquia. Jepin, H., ditige la obra Manual de Historia de la Iglesia, NU (Barcelona 1978). JUAN SAEZ MARIN contribuye con Datos sobre la Iglesia espatiola Contempordnea, 1768-1868 (Madrid 1975). LEOPOLDO ARIAS PRIFTO, en el trabajo Compendio de Historia Ficlesidstica de Fspata (Va- ladolid 1916), ampliada en una Sintesis de Historia eclsidstica de Fspata y General (To- rrelavega 1926), remite a sus lecturas en los boletines, anuarios eclesiasticos, devo cionario: LOpERRARZ CORVALAN, J., candnigo de Cuenca, escribe La descripcién histirica del bispado de Osma con el catilogo de sus prelados (Madrid 1788), 3 vols. Lozano ParRENo, A., ofrece el trabajo de Compendio Histirico Cromoligico-Geognifioo de todas las iglesias ‘metropolitanas y catedrales de Expata (Madrid 1958). Fn él explica las dignidades y su numero, canonatos, racionetos y beneficiarios de cada catedral, 6r- denes monacales, militares y mendicantes, colegios y conventos; compendio de la organizacion eclesiastica espafiola, niimero de religiosos y casas LUCIANO SERRANO, monje del monasterio de Silos, crea cn é una escuela de investi- gadores (1879-1944) y escribe Fuentes para la Historia de Castilla (Madrid 1907-1910) 3 vols; Conespondencia diplomitica entre Espanta y la Santa Sede desde el Pontificada de S. Pio \” (Madrid 1913-19442), 40 vols; Causai de la guerra entre el Papa Paulo IV y Felipe 1 (Madrid 1918). 40 UL. Referencias bibliogrificas de esta etapa CUENCA ToRIBIO, M., Aproximacién a la historia de la Iglesia contemporinea en Espana (Madrid 1978); del mismo autor es Estudios sobre la Iglesia espaitola del s.XIX; y ottos muchos que abordan una temitica siempre con cuestiones de la Iglesia. Sociologia de una elite de poder en Espana ¢ Flispanoamérica contemporineas: la jerarquia eclesidstica, 1789-1965 (Cordoba 1976); Estudios sobre la Iglesia andaluza maderna y contemporinea (Cordoba 1980). Los estudios de estos dos tltimos autores son muy precisos, proporcionando un panorama general sobre la demografia eclesiastica y sobre la jerarquia respecti- vamente. GARCIA-VILLOSLADA, R., ditige la obra Historia de la Iglesia en Espaita esctita entee 1979 y 1982. Son cinco voliimenes de sélida fundamentacién documentada, donde se abordan los temas con rigor cientifico y marcado interés por los aspectos sociales, culturales, espirituales y politicos en los que la Iglesia ha incidido a través de la Historia. MANUBL REVUELTA es autor de una excelente obra critica, Politica religiosa de los liberales del s, XIX. Trienio Constitucional (Madrid 1963), y también de La exclaustracién, 1833-1840 (Madrid 1976). ALFONSO ALVAREZ BoLapo acaba de publicar Para ganar la guerra, para ganar la paz Inlesia_y guerra civil, 1936-1939 (Madrid 1995). Libro que es a la vez un estudio histérico’ y un ejercicio de eclesiologia critica 0 teologia politica, se recogen en él los materiales de los boletines celesiasticos de 63 didcesis espafiolas entre los afios de 1936 a 1939. Vazquez. Mrpin-Misnpez. esctibe la obra La Iglesia en Ja Espaita contemporinea (Madrid 1973), donde da una vision general de la problemitica rclacional en el periodo. VILLANUEVA, J., publica la Hlistoria de Ja Iglesia espafola (sobre todo levantina), ampliada hasta 10 volimenes (Madrid 1803-1921); los 12 volimenes testantes son de Sainz de Baranda (1850-1852). 1. Diccionarios - Se han publicado varios diccionarios en los siglos XIX-XX, con un nimero de yolamenes variable, desde cinco, como el Diccionario Eclesidstico de Espatta (Madrid 1972-87), dirigido por Quintin Aldea Vaquero, Tomas Marin Mar- tinez, José Vives Gatell; 0 bien el Diccionario de Ciencias Eclesidsticas de N. Alonso Perujo y J. Pérez Angulo, en 10 tomos. Otros diccionatios son: G. Pruuiccia, G. Rocca (eds), Digionaria degli Istituti di Perfexiont, 8 tomos (Roma 1979-1988); Dictionnaire de la Foi Catholique (Paris 1911-1931), 5 vols; Dictionnaire bistoire et de géographie ecclésiastique (Paris 1912-1924), 17 vols.; Enciclopedia Cattolica (Citta del Vaticano 1948-1954); M. MENDEZ BEJARANO, Diccionario de escritores, maestros, oradores naturales de Sevilla (Sevilla 1922); Biografia eclesidstica completa (Madrid 1848-1868), 30 vols; Diccionario Geogrifico-Estadistico-Histérico de Espatta (Madrid 1849-2850), de Pascual Madoz. 2. Documentos de la Iglesia TRIBARREN, J., Documentos colectivas del episcopado. 1870-1974 (Madrid 1984). Colecci6n cclesiastica espaiiola comprensiva de los breves de S.S., notas del R. Nuncio, reptesentaciones de los Sres. Obispos a los Cortes, pastorales, edictos, etc., con otros documentos telativos a las innovaciones hechas por los constitucionales en materia eclesidstica (Madrid 1820-1823), 14 tomos. Documentos del reinado de Fernando VII (Pamplona 1965), 8 vols. Comision Episcopal del Apostolado Seglar: Doctrina social de la Iglesia (Madrid 1963). Bibliografia 41 Auvanez MENDEZ, S., El concordato espaol de 1953 (Roma 1964). Concordato entre $.S. el Sumo Pontifice Pio TX y SM. Dia. Isabel II (1851). Convenio entre la Santa Sede y ¢l Gobierno espafiol sobre seminarios y universidades de estudios eclesiasticos (1946). 3. Colecciones legislativas Coleccion de Decretos y érdenes que han expedido las Cortes generales y extraordinarias (Madrid 1820). Coleccin de los Decretos y ordenes de las Cortes (Madrid 1820-1823). Coleccién de Deeretos y ordenes de las Cortes (Madrid 1820-1823), 10 vols. Coleccién de Decretos y érdenes que han expedido las Cortes generales y extraordinarias (Cadiz 1811-1813). Coleccion de leyes, reales drdenes, circulares y resoluciones generales, expedidas sobre todos los ramos de Ja administracion y gobierno del Estado (Madrid 1837-1848). Coleccion de reales cédulas, decretos, rdenes de su Magestad el sefior Fernando VII desde el 4 de mayo de 1814 (Valencia 1814). Coleccion de reales drdenes y étdenes ministeriales relativas a Instruccién Pablica (Ma- drid 1896). Decretos de la Reina nuestra sefiera dofia Isabel II, dados en su real nombre por su augusta madre la rcina gobernadora, y reales drdencs, resoluciones y reglamentos generales expedidos por las secretarias del Despacho universal desde el 1.° de enero de 1834 (Madrid 1834-1837). Decretos del Rey Fernando Vil (Madrid 1816-1824), 7 vols. Decretos del Rey Fernando VIL. Por Fermin Martin de Balmaseda (Madrid 1923-1820) Decretos del Rey Nuestro Sefior... Yosef Maria de Nieva (Madrid 1923-1933). Prontuario de leyes y decretos del Rey Nuestro Sefior Don José Napoleon I desde 1808 (Madrid 1810-1812). 4. Anuarios y Guias Anuatio catdlico espaol (Madrid 1953). Dirigido por Justo Pérez de Urbel Anuatio cclesiéstico (Barcelona, ed. E. Subirana, 1915-1936). ‘Anuatio cclesiéstico espasiol (Madrid 1904). Dir. Lorenzo Pérez Belloso. Boletin del Clero espafiol (Madrid 1848-1851). Ed. José Lorente. A partir de 1853 sale con la denominacién de Historia Contemporinea del clero espafiol correspondiente a 1851-1852 (Madrid 1853). El Suplemento a la primera parte sale en 1954. Guia de centros docentes de la Iglesia (Madrid 1970). Guia de la Iglesia en Espafia (Madrid 1954, 1960, 1963). Tiene Suplementos en los afios intermedios. Guia de la Iglesia en Espafia. Oficina de informacion y estadistica (1965). Guia de la Iglesia espafiola y de la Accion Catélica (1943) S.PJ.T.N. de la Accion Catélica. Guia de las comunidades de rcligiosos espafioles (Madrid, CONFER). Guia del estado eclesiastico de Espafia para cl afio (1850-1868). Ministerio de Gracia y Justicia. Ed. Primitivo Fuentes. ; Guia del estado eclesiistico seglar y regular de Fspafia en particular y de toda la Iglesia catdlica en general (1814-1835). Comenzé a publicarse en el siglo xvi hay datos de 1787 a 1807. Autor, Sanchez de Ahedo. Guia cclesiistica y civil de los pueblos de Espafia (Barcelona 1951). Dirigida por José Vallés y Barcclé. Guia de centros docentes de la Iglesia FERE (Madrid 1975). Guia de comunidades de religiosos/as CONFER (Madrid 1987). 42 Il. Referencias biblingrdficas de esta etapa 5. Revistas Un total de 219 revistas espafiolas recogen informacion de caracter historico-educativo, catequético, social y doctrinal; sdlo desde 1901 en Es- pafia: anuarios eclesiasticos, bolctines eclesiasticos, revistas en general con miltiples informaciones. Se citan a modo de ejemplo: Eeclesia (Madrid 1941). Exspaita Misionera (Madrid 1944), Estudios Edlesidsticos (Madrid 1922). La Ciencia Cristiana (Madrid 1877). La Ensehanza Privada (Madrid 1896). Ragin y Fe (Madrid 1901). Religiin y Cultura (Madrid 1* gpoca 1928-1936, 2.* epoca 1956). Reseha Edtesidstica (Barcelona 1909-1933). Revista Calasancia (Madrid 1.2 época 1890, 2 epoca 1914, 3 epoca 1955). Revista Felesiastica (Madrid 1897-1936). Vida Cristiana (Barcelona 1914-1933). Vida Religiosa (Madrid 1944). 6. De contenido educativo ALVAREZ DE Moraes, A., Génesis de la Universidad Espanola Contempordnea (Madrid 1972). Colecciones de circulares, reales decrctos y érdenes para su gjecucién, que S.M. la Reina se ha servido expedir desde el 20 de julio de 1866 (Madrid 1866). Coleccién de Decretos y drdenes gencrales: expedidos por las Cortes ordinatias, tXIX- XXXV. Goleccin de decretos referentes a Instruccién Publica (Madrid 1891.95). Coleccién de leyes referentes a la Instruccién Pablica y otras que con ésta se relacionan (Madrid 1890). Coleccién de Reales Decretos (Madrid 1850) Direccién General del Instituto Geografico y Estadistico. Censo de la poblacién de Espafia del 31 de diciembre de 1877 (Madrid 1883). — Gente de la poblacion de Espaiia del 31 de diciembre de 1887, de 1897, de 1900, je 1910. —Censo de la poblacién de Espaiia del afio 1797, ejecutado de orden del Rey en 1901. Direccién General de Instruccién Publica. Compilacién Legislativa de I. P. General, voll (Madrid 1876). Direccion General del Instituto Geogrifico y Estadistico. Censo de la poblacién de Espafia del 31 de diciembre 1877 (Madrid 1883) Gi DE ZARatE, A., De la Instrucién Piblica en Fspaha (Madrid 1855), 3 tomos. Gomez MOLLEDA, M. D., Lar Reformadares de la Espaita Contemporénea (Madrid 1981). MINISTERIO DE EDUCACION, Historia de la Educaciin en Fspata: del despotismo ilustrada a las Cortes de Cidiz, t. (Madrid 1979). — Historia de la Educaciin en Expafia, tl. De las Cortes de Cidizg a la Revolucion de 1868 (Madrid 1979). —Historia de ta’ Educaciin en Espaita, tl. De la Restanracién a la Il Repiblica (Madrid 1979). Bibliografia B II ESTUDIOS PARCIALES La Iglesia de los siglos xix y xx tiene conciencia de su identidad y tarea, y responde al reto de la industrializacién. Hay algunas monografias y escritos sobre aspectos concretos. Con todo, se acusa una gran laguna: faltan estudios amplios sobre la accion social de la Iglesia, ¢ incluso en no pocas ocasiones se hace necesaria una clarificacion y catalogacion de las acciones sociales y asistenciales promovidas por Ja Iglesia. En este punto remitimos al elenco bibliografico resefiado por Rafael M. Sanz de Diego en Historia de la Iglesia en Espatia, t.V. Con relacién a la Segunda Republica se ha escrito mucho; practicamente todos los aspectos han sido objeto de investigaciones, algunos trabajos son recurrentes, con enfoques y motivaciones diversas. La bibliografia de mayor interés puede localizarse en la obra anteriormente citada Historia de la Iglesia en Esspatia, tV, scleccionada por Vicente Carcel Orti, que tiene igualmente resefiada en ella una scric de titulos de obras relativas al régimen y gobierno de general Franco. Otro tipo de estudios con informacién variada, parciales en cuanto al petiodo de tiempo o el tema seleccionado, pero que tocan aspectos de Ja Iglesia incidentes en la educaci6n directa o indirectamente, son: ALVAREZ MARTINEZ, L., Historia General y Civil Eeclesidstica de la provincia de Zamora (1965). ALZAGA, O., La primera democracia cristiana en Espatta (Madrid 1973). ANDRES GALLEGO, J., La politica religinsa en Exspaita. 1889-1913 (Madrid 1975). ARBELOA, V. M., La Iglesia, en Historia General de Espaiia y América, tXVIL La If Reptiblica y la Iglesia (Madrid 1986). Apert, R., y ottos, Nuera Historia de la Iglesia (Madtid 1977). ARBOLEYA MARTINEZ, M., La /glesia_y el siglo (Madrid 1930). BALMES, J., Obras completas (Madrid 1948-50), 8 tomos. BARRAQUER, C., Los religiosos en Cataluiia durante la primera mitad del s.XIX (Barcelona 1915-1918), 3 vols.; del mismo autor, Las casas de religiosas en Cataluita durante el primer tercio del s.XIX (Barcelona 1906), 2 vols. Benavipes GOMEZ, D., Democracia_y cristianismo en la Fispatia de la Restauracién, 1875-1931 (Madrid 1978); del mismo autor, Fracaso social del catolicismo espaitol, 1870-1951 (Madrid 1973). BUITRAGO Y HERNANDEZ, J., Las drdenes religinsas y los religiosos. Estudio juridico sobre su existencia legal y capacidad civil en Espata (Madrid 1901). CALLAHAN, W, [olesia, poder y sociedad en Espana, 1750-1874 (Madrid 1989). CArcet Orti, V., La persecucién religiosa en Espaita durante la Il Repriblica (Madrid 1990). CaRRETA PUAL, J, La amiversidad. El instituto. Los colegios y las escuelas de Barcelona en los s XVULXIX (Barcelona 1957). Carro Ceiaba, E., Curas Guernilleros en Espata (Madtid 1971). CASTRLLS, J. M., Las asociaciones religiosas en la Fispaita Contemporinea, 1767-1965 (Madrid 1973). CasTRo ALONSO, M., La ensetanga eclesidstica en Espatia (Valladolid 1898). CHERVA, R., Oscara rebeldia en la Iplesia. Jesuitas, teologia de la liberacion, carmelitas, marianistas 9 socialistas: La denuncia definitiva (Barcelona 1987). Comas, R,, Isidro Gomd-Francesg Vidal i Barraquer. Dos visiones antaginicas de la lelesia espattola de 1939 (Salamanca 1977). ConGrrsos Catoricos, Crénicas del I Congreso Catélico Nacional Espatol (Madrid 1889); del I (Zaragoza 1891); del III (Sevilla 1893); del IV’ (Tarragona 1894); del 1” (Burgos 1899); de! V7 (Santiago 1903). CRIADO Dominating, J. P., Las ardenes religiasas en el periodismo espatal (Madrid 1907). 44 IL Referencias bibliogrificas de esta etapa CURNCA, J. M., y LONGARES, J., Bibliografia de la Historia de la Iglesia, 1940-1974: Artieulos de revista (Valencia 1976). Cuesta BUStILLo, J., Sindicalismo catélico agrario en Expata. 1917-1919 (Madrid 1979). CHAO REGO, 1, La Iglesia en el franquisnm (Madtid 1976). Diaz Mozaz, J. M., La Iglesia de Fspaita en la encrucjada (Madrid 1973); del mismo autor, Sociologia del anticlericalismo (Madrid 1976). FontAN, A., Las catélicos en la Universidad de la Espana actual (Madtid 1961). Gaunco, A, La politica religiosa en Fspata. 1885-1913 (Madrid 1975); del mismo autor, Pensamicnto y acciin social de la Iglesia en Espafta (Madrid 1984). Garcia DE CORTAZAR, F., La Iglesia vasca, religién y nacionalismo en el s.XX (San Sebastian 1988). Garcia ‘escuneno, J. M., Bl Pensamiento de Ange! Herrera. Antologia politica y social (Madvid 1968). Garcia Nisro, J. N., El sindicalimmo cristiano en Espatta (Madrid 1960). Garcia REGIDOR, T., La polémica sobre la secularizacion de la enseftanga en Fispatta, 1902-1914 (Madrid 1985). Gi. Dricapo, F., Conflico Iglesia-Estado, 1808-1975 (Madrid 1975). GonzALRz Rutz, N., y MARTIN, I, Seglares en la Historia del Catolicismo espafol (Madrid 1968). Hunares OniA, A., Obreras completas (Madtid 1963). TRaRTE, M. Dr, EY Profesor Garcia Morente, sacerdote (Madrid 1953) Jovir, P., Les éducateurs @’Expagne Contemporaine (Paris 1936). LABOA, J. M., Iglesia e intolerancia: La guerra civil (Madtid 1987); del mismo autor, [elesia 9 religion en las constituciones espaftolas (Madrid 1981). LyGisima, J. R., Héroes y mértires gallegos, Los franctscanos de Galicia en la guerra de la Independencia, en Arch. Ieroam. 38 (1935) 189-215. Maxtin Gruapert, F., La Lglesia espaitola durante la Revoluciin Francesa (1971). Martin HerNAnDrz, F., Los estudios eclesidstico esspatoles en la primera mitad del s.X1X (Eh Escorial 1981) Marrinrz, ALBIACH, A., Reljgiasidad bispana_y sociedad borbonica (Burgos 1969). Mayorpomo PEREZ, A., Iglesia, Estado y Educacion. Fl debate sobre la secularizacion escolar en Espana. 1900-1913 (Valencia 1983). Montero Vives, J., La Espaia que vivii Andris Manjon (Granada 1988), Montero, M., Historia de la A.C.N. de P. II. La construcciin del Estado confesional Pam- plona 1993). Orbro GanciA, F., El primer catolicismo social y la «Rerum Novarum» en Expaita, 1889-1902 (Madrid 1983). Parapas, E., Las comunidades religiosas en la Expata Contemporinea (Sevilla 1908). PERLADO, A. P., Los obispos espanoles ante la amnistia de 1917 (Pamplona 1971). PETSCHEN, S., La Iglesia de la Espata de Franco (Madrid 1977). Preto, J. M., Diario del P. Manjén (Madtid 1973). SANCHEZ JIMENEZ, J. EJ cardenal Flerrera Oria. Pensamiento y accién social (Madrid 1986). SANCHEZ Lora, J. L., Mujeres, conventos y farmaciin de la religiosidad barroca (1988). SEBASTIAN, O., y GONZALRZ, F., Iglesia 9 enseftanga (Madrid 1977). Semanas Sociaks: | Semana social (Madrid 1906), Il Semana (Valencia 1907); HII Semana Gevilla 1908); IV Semana (Santiago 1909); V Semana (Barcelona 1910); VI Semana (Pamplona 1912); VII Semana (Madrid 1933); VII Semana (Zaragoza 1934). SIMON SEGURA, F., La desamortizaciin espattola del s.XIX (Madrid 1973). ToMAs ¥ VALIENTE, F., Recientes investigaciones sobre la desamortizaciin. Intento y sintesis (Madrid 1974). El autor recoge toda la bibliografia altima sobre el tema Tuseit, J. Historia de la Democracia cristiana (Madrid 1974), 2 vols. Vazquez, J. M., Realidades socio-religiosas de Espaita (Madrid 1967). Yerano, A, La ensetanza religiosa en la Espana de la Restauracion (1890-1920). Bibliografia 45 1. Reformismo del s.XVIII Estudiosos de la Ilustracién son: Antonio Mestre, Tedfanes Egido, Rafael Olaechea, Batllori, Caso Gonzalez, Jorge Dermerson, ademas de Joél Sau- gnieux y Frangois Lopez, Pierre Villar, estos dos iltimos son hispanistas franceses. Todo el movimiento reformista de finales del siglo xvi ha dado lugar a una copiosa bibliografia: EMILE ApPOLIS, Les jansenistes espagnols (Burdeos 1966), donde se explicita el movimiento jansenista dentro del espiritu reformista del siglo xvi. FERNANDEZ ALBADALEJO, P., aporta con su obra La ovisis del Antiguo Régimen en Guipiizcoa. 1766-1833 (Madrid 1975) una vision critica del estado de la sociedad. G. ToiscH Maria sigue el mismo tema y presenta un breve estudio, E/ jansenismo en Espatia (Madrid 1972), en el que analiza el contenido doctrinal y filésofo de-esta doctrina, HIGUERUELA DEL PINO, L., en su obra El clero de la diécesis de Toledo durante el pontificado del cardenal Borbén (Madrid 1973), informa de la situacion social y cultural del clero; otra de sus obras es El clero de Toledo desde 1800 a 1823 (Madrid 1979). JOEL SAUGNIEUX escribe la biografia de un reformador jansenista en que trata de la reforma a nivel diocesano, Un prelat éclairé: Don Antonin Tavira y Almagén, 1737-1807 (Tolouse 1970). Lopez Frrrero, A., ofrece una obra diocesana sobre las instituciones eclesiasticas del siglo xvi; de gran valor en cuanto a las fuentes documentales es su Historia de la Santa A. M. Iglesia de Santiago de Compostela (Santiago 1898-1909), 11 vols. Martin HERNANDEZ, F., y Martin HERNANDEZ, J., escriben una excelente monografia sobre los seminarios de la época titulada Les seminarios espatioles en la época de la ilustracién (Madrid 1973 Martinez ALBIACH, A., escribe una densa obra, Religiosidad hispana_y sociedad borbinica Burgos 1969). SterrA Nava-Lasa, L., en su obra sobre el cardenal Lorenzana, trata del reconocimiento que Carlos III tuvo al cardenal por su aportacion a la industria sedera y la pre- ocupacién por la beneficencia fundando un hospicio: Ef cardenal Lorenzana_y la Ilas- tracién (Madrid 1975). 2. Ordenes e instituciones religiosas Hay una abundante bibliografia, ademas de variada, sobre historia de las Ordenes e institutos religiosos, centrada por lo general en los fines Ppfopios, aspectos juridicos y normativos, recorrido historico del Instituto, biografia de sus fundadores, produccién intelectual, acciones de caracter apostdlico-teligioso, cultural, social y educativo. Ultimamente se han multi- plicado los trabajos y monografias particulares relativos a fundadores y otros aspectos de la Iglesia de estos siglos; sin embargo, adolecen frecuentemente de falta de objetividad y rigor histérico. AANV., Historia del monasterio de Poblet (Barcelona 1947-1955), 6 vols. ARAGONES, P., Historia de los frailes franciscanos de Cataluita (Barcelona 1960). AstRAIN, A., Historia de la Compania de Jests en la asistencia de Espanta (Madrid 1902-1925), 8 vols. Bone Mozora, M2 J., Las Primeras escuelas de las Hijas de Maria escolapias (tesis doctoral) (Madrid 1996), 46 LL Referencias bibliggrificas de esta etapa BUENAVENTURA DE CARROCERA, al igual que el anterior, describe la La provincia de frailes menores capuchinos de Castilla. 1701-1836 (Madrid 1973). CALASANZ BAU, J., Historia de las Esculas Plas en Catalua (Barcelona 1951). CARCELLER, M., Historia general de recaletos de San Agustin, t.1 (1808-1836) (Madrid 1962). Couel, A., Eseritores dominicas del principado de Cataluia (Barcelona 1965). Dr: Aspurz, L., Manual de historia franciscana (Mutcia 1958). Foz ¥ Foz, P., Fuentes primarias para la Historia de la educacién de la mujer en Europa y América (Roma 1989). G. VAzQuEZ, Manual de Historia de la orden de Nuestra Sehora de la Meraed (Toledo 1936), 2 vols., y también Mercedarios ilusires (Madrid 1966). Hoyos, M. M. DE, Registra documental, Material inédito dominicano-espatol (Valladolid 1963). LesMes FRias, P., Historia de la Compattia de Jess en su existencia moderna de Expaia (Madrid 1933). Manrinez ViGHL, R, La Orden de Predicadores. Ensayo de una biblioteca de dominicos espafoles (Madrid 1884). MBiLCHOR PoBLADURA ha publicado una obra donde presenta a los franciscanos y sus ramificaciones dentro del cuadro cultural y social a través del relato de sus vidas: Seminarios de misioneros_y conventos de perfecta vida comsin (Roma 1963). Raza, C., Historia de las Escuelas Pias en Espaia (Madrid 1917-1918), 4 vols. SANZ PASCUAL, A., Historia de los agustinianos espaitoles (Madrid 1948). Seco, L., Las benedictinos espatioles en ef s.XIX (Burgos 191). TELLECHEA IpiGoras, J. L, Las Hijas de la Caridad de Santa Ana. Documentos historicos, 1808-1818 (Zaragoza 1968). ViceNTE FAUBELL ZAPATA ha investigado a fondo y escrito una historia de la enscfanza de los escolapios en Espafia durante mas de un siglo, tocando todos los aspectos de la ensefianza: Accién educativa de los Esscolapios en Espata (1733-1845) (Madrid 1987). FLAVIA P. VELAZQUEZ acaba de publicar el 5.” Cuaderno biogrdfico de Pedro Poveda (Madrid 1996); los cinco estudios tratan de acercar Ja figura de Pedro Poveda, apoyada en una rigurosa y cuidada documentacién de los hechos. En cuanto a la controversia jesuitica relacionando cuestiones del regalismo y la reforma eclesiastica hay publicada una extensa referencia bibliografica; citamos la Introduccion de Jorge Cejudo y Tedfanes Egido a la obra Dicamen fiscal de la expulsién de los jesuitas en Espana. 1766-1767 (Madrid 1977), obra de PEDRO RODRIGUEZ DE CAMPO. MANES. Otros trabajos sobre la Compafiia son: BATLLORL, La cultura hispanc-italiana de los jesnitas expulsos (Madtid 1966); L. FRIAS, Historia de la Compattia de Jesits en la existencia modema (Madrid 1923-1944), 2 vols; L. HervAs Y PANDURO, Biblioteca jesui- tico-espaitola de escritores que ban florecido por siete lustros: Manuscrito del archivo de Loyola; A. ZARANDONA, Fiistoria de Ja extension y establecimiento de la Compatita de Jesis (Madrid 1890) t.ITI. EDAD CONTEMPORANEA CAPITULO I MENTALIDAD CRISTIANA Y PENSAMIENTO PEDAGOGICO DE LA IGLESIA EN ESPANA I. LA JERARQUIA ECLESIASTICA Y LA EDUCACION Por Primitivo TINEO I. EDUCACION Y CULTURA EN ESPANA: SIGLO XIX 1. Antecedentes socio-culturales Es una apreciacién admitida por la historiografia que en la base de todos los sucesos importantes del siglo xix esta el proceso secularizador de la vida publica. Los mismos acontecimientos se desarrollaron también en otros paises de Europa, pero en Espafia se vivieron con unas caracte- risticas concretas. Una de ellas es la falta de sintonia: cuando el resto de Europa esta metido en la restauracion, nosotros proclamamos la constitucién doceafiista; cuando a mitad del siglo x1x el continente se encuentra revo- lucionado, nosotros petmanecemos impasibles; cuando dos decenios mas tarde cl mundo se entrega afanosamente al trabajo, nosotros nos hundimos en la sima de la anarquia. Podrian citarse mas ejemplos que mostrarian el desacuerdo con Europa. ‘También hay que resaltar que las influencias exteriores las hemos trans- formado para hacerlas nuestras. El sentido radical, hondamente teligioso, del pueblo espafiol hay que tenerlo muy en cuenta para explicar nuestra reciente historia, las manifestaciones de la jerarquia eclesiastica y las aparentes contradicciones '. Ha habido tadicalismo y exageracién de unos y de otto: del pensamiento tradicional y de los que aspiraban a transformar rapidamente las instituciones y a cambiar la historia?. Durante muchos afios se ha caminado dando bandazos de un extremo al otro. Lo que sucede en el siglo x1x tiene su preparacién en el siglo anterior, y todo ello influye notablemente en la educacién y en las teacciones y publicaciones de los obispos espafioles. En el siglo xvii estan los antece- ' L. Diz pet Corral, A Liberalismo Dactrinario (Madrid 1956). 2 «xageramos los vicios y las virtudes; las cosas grandes y las pequefias; hemos exagerado la perseverancia hasta luchar siete siglos con los arabes; hemos exagerado el odio de razas hasta exterminar los judios; hemos exagerado el sentimiento religioso hasta inventar la Inquisicién; slo nos falta exagerar el socialismo y lo exageraremos ciertamente. Entonces vettis lo que son los espafoles enamorados de una idea ‘Buena © malay, Donoso Cons, Obras (1882), cf. 1 Sanenn: Avista, Historia de! cnsttuconalome espaiel (Madd 1956), p.373-373. 50 Edad Contemporinea dentes inmediatos y explicitos de algunos movimientos que influyen en la educaci6n. Estan latentes en él todos los impulsos de antirreligiosidad y anticlericalismo del siglo posterior. Los hombres de la Ilustracién, con sus ideas propias, pretendian llevar a cabo la liberacion del pueblo, para elevarlo cultural y econédmicamente. Se trataba de sustituir «un orden basado en derechos tradicionales por un orden racionalmente ordenado por la voluntad del legisladom >. En los afanes reformistas de pensadores y politicos del Siglo de las Luces tenia un puesto importante el tema de la ensefianza. Inmediatamente se culp6 a la Iglesia del estado de postracién de la ensefianza y se manifestaron abiertamente los deseos de que la educacién pasara a manos del Estado. La Iglesia ya habia devuelto al Estado con relativa facilidad las funciones administrativas, judiciales y econémicas, pero no podia desenten- detse de la funcién docente. Esta exigencia del Estado y la negativa de la Iglesia daran lugar a numerosos incidentes, publicaciones y encuentros durante los afios venideros. 2. Presencia de la Iglesia en la educacién espafiola La discusi6n casi secular en torno a la educacién, los documentos y la doctrina en ellos contenida, tiene unos fundamentos ideolégicos y razones legislativas coyunturales. 1. Las razones teolégicas Tanto en los documentos episcopales como pontificios se reivindica el derecho de la Iglesia pata intervenir en la ensefianza partiendo de unos principios doctrinales y teolégicos. Son muchos los documentos que ponen como fundamento las palabras evangélicas: «Id y ensefiad a todas las gentes» (Mt 27,19). El mandato de Jests justifica y fundamenta un derecho que la Iglesia piensa que no esta restringido a las verdades religiosas, sino a toda la ensefianza, ya que tanto la misma ensefianza como las verdades tienen una relacién intima con la fe y con la doctrina catélica‘. La Iglesia se considera depositaria del tesoro de la fe y tiene derecho a intervenir en la ensefianza por la relacién que ésta tiene con la fe. De forma directa la Iglesia debe transmitir la Revelacién y explicar las verdades de fe en la educacién, encaminada al bien espiritual y eterno; 3 L. Sanciez Acusra, El Pensamiento Politico del despotiomo ilustrado (Madrid 1953), p.9. * La argumentacin es siempre la misma en los documentos episcopales y hasta en los tratadistas del Derecho. Cf R. Ruz Amano, La leyenda del Estado enseiante (Tortosa 1903); F. Quintana, Resumen de las explicaciones de Derecho natural (Bilbao 1910). Con estas palabras se expresaba el atzobispo de Valencia: «la Iglesia puede y debe intervenir en los asuntos de ensefianza porque es maestra de la fe y no hay ninguna rama de la cultura’ que no esté de alguna manera enlazada con la doctrina salvadora», en Boletin Oficial Liclesidstico del Argo- bispade de Valencia (1913), p.24. C1. Mentalidad cristiana y pensarsiento pedagigico de la Iglesia en Espata 51 cjetce cl magistcrio sobre materias que le son propias: la fe y la moral. La Iglesia realiza ese mandato en todos los ambitos en que puede desarrollarlo, y uno de los lugares mas importantes es la escuela y la ensefianza. Pero también posee un deber de forma indirecta: si la Iglesia debe anunciar el mensaje y la doctrina de Cristo, también tendra el derecho a intervenir en la ensefianza para que en la transmision de esos conocimientos no haya nada en ellos opuesto a la fe o a la moral catdlicas 5. La jerarquia espafiola es obediente en este punto a la doctrina pon- tificia, que habia sido expuesta de modo solemne en el Concilio Vati- cano I —constitucién De fide—, donde se condena la afirmacién de que «as ciencias humanas pueden ser tratadas con tal libertad, que sus nociones, aunque contrarias a la doctrina revelada, pueden admitirse como verdaderas» °, La jerarquia fue firme para defender esta presencia y en aducir sus razones: la Iglesia debe estar presente en la ensefianza porque es parte integrante de su misién. La escuela es una prolongacién de la familia y, por ello, centro de influjo directo de la Iglesia, a lo que hay que afiadir la necesidad que tiene la ensefianza y la instruccién de la fe pata que tal ensefianza sea verdadera y auténtica. Esta doctrina se lee en multitud de documentos episcopales y pontificios; el arzobispo de Valencia, en una extensa pastoral, afirmaba: «Incumbe a la Iglesia por derecho divino, dada su naturaleza, su misiOn y sus fines, la ensefianza de las verdades cristianas y la suprema inspeccién. La escuela, como auxiliar de la familia y coope- radora de sus funciones educadoras, esta sometida a la Iglesia docente»’. Al mismo tiempo reivindica y exige el derecho a intervenir en la ensefianza, «potestad a la que no renunciara nunca, por ser un sagtado deber. 2. Raxones bistorico-juridicas Partiendo de esas bases teoldgicas, la jerarquia eclesiastica fundamenta su presencia e intervencién en las cuestiones educativas en las leyes que se habian promulgado en los afios precedentes, a cuya cabeza se encuentra el Concordato de 1851, precedido y seguido de otras disposiciones legales *. > J, M, Aicarpo, Misién de la Iglesia en la ensefianza, on «Razon y Fen, 4 (1902), 428-446. Habla de la amision directa y obligatoria de la Iglesia en la ensefianzay. Para é{ la Igiesia, como maestra universal ¢ infalible, extiende su magisterio a las cuestiones de fe y de moral con una mision directa; indirectamente posce una mision de vigilancia en el campo de las ciencias para que no se aparten de la verdad y no induzcan al error en los educandos. En conexion con estas ideas se encuentra la lucha entre la Iglesia y el Estado liberal sobre la autonomia de las cicncias y la libertad de catedra; entre los partidarios de dar a las ciencias su autonomfa propia y los que pretenden sacralizar el contenido de las ciencias © de las materias escolares. ® Cap. IV, De fide et ratione, canon 2 y el desarrollo en los nameros anteriores cotres- pondientes. 7 CEL. Vustota v Presa, Intenencién de la Iglesia y del Estado en la ensefanza (1902), p.35; Belin Ofial del Arobispade de Valencia (1910), 9.74; (1913), p24. 8 Birmado el 16 de marzo y ratificado el 1 y 23 de abril, se publico por mandato de S. M, la Reina como Ley del Estado el 17 de octubre de 1851, Después de su promulgacibn se edit con el titulo Concordato celebrado en ef ato 1851 entre Su Santidad el Suro Poni Ix y im Majestad Catélica Powa lsabel I Reina de fas Espaas (Imp. Nacional, Madrid 1851). Mas 52 Edad Contempordnea La mision educativa de la Iglesia no sdlo quedé reflejada en el Con- cordato, sino también en otros documentos juridicos, que, si bien no tienen el rango solemne de aquel tratado, reflejan un ambiente y unas negociaciones © puntos de apoyo. Para la jerarquia estos documentos suponen una garantia legal y marcan las prerrogativas que mantiene la Iglesia en la educacion. Los prelados, y quienes salen en defensa de la labor educativa de la Iglesia, invocan estos textos legales cuando los gobiernos pretenden ignorarlos 0 legislar algo en contra. Estos documentos principales son: el Reglamento de 1838, la Ley de Instruccién Publica de 1857 y la Constitucién de 1876 °. 3. Los documentos del siglo XIX 1. El Reglamento de 1838 Las lineas educativas de este Reglamento se basan en la primacia de la ensefianza religiosa y en la intervencién de los obispos o de sus delegados. En la exposicion que se hace al comienzo del documento es donde mejor se perciben las intenciones y finalidades. En ella se afirma que la educacién moral y religiosa ha de estar combinada con la intelectual y ocupar el primer lugar. Si no se hiciera asi, la instruccién no seria atil ni beneficiosa. Se declara confesional toda ensefianza y se concede a los obispos la influencia € intervenciones necesarias para que la educacién sea de verdad religiosa '. Las manifestaciones conctetas de estas disposiciones dan una idea de la intervencién de la Iglesia en las escuelas publicas. Segiin este reglamento, la educaci6n catdlica de palabra y con el ejemplo es un deber primario en todas las clases; habria leccion diaria, pero corta, de catecismo e historia sagtada; cada tetcer dia, un cuarto de hora de lectura y explicacién de la Biblia; asistencia de los nifios con sus maestros a la misa parroquial los domingos; confesién cada tres meses de los nifios en la patroquia, una vez hecha la primera comuni6n; los sabados, examen, estudio y explicacién exclusiva del catecismo, terminando con la lectura del Evangelio del dia siguiente, el rezo del rosario y una oracién por el Rey y por Espafia. Al mismo tiempo mandaba la buena inteligencia con los obispos y sus delegados ''. La jerarquia eclesiastica defendié siempre este documento hasta tiempos muy posteriores, aun cuando las circunstancias socio-politicas y culturales hubiesen cambiado a lo largo de la segunda mitad del siglo xix. No lo considera superado ni por la Constitucién de 1876 ni por la legislacion adelante estudiaremos el contenido de lo concordado en cuanto a la ensefianza. Ahora slo nos interesa aqui en cuanto se apoya en él la jerarquia para sus disposiciones. ° J. Posrius ¥ Sata, La Iglesia y la Catequesis. Siniesis candnico-legal sobre la enseitanza religiosa on Bipaia (Madrid 1929), p.69. 10"}, Postius v Sata, ibid., p.70. 1" Lo enumerado se encuentra en los articulos 36 al 49. Cf. J. Postius v Sata, 0.¢,, p.70 71. De esa forma se expresaba el arzobispo de Valencia, Baletin Oficial Fclesidstico del Arepbispada de Valencia (1908), p.114-115; 1. Atmazan, El parroco en la Fiscuela, p.G7. C1. Mentalidad cristiana y pensamiento pedagégiro de la Iglesia en Expata = 53 siguiente. En los primeros decenios del siglo xx los obispos incluyen en sus boletines diocesanos y pastorales los mandatos y preceptos esenciales del Reglamento para defender los derechos de la Iglesia a intervenit en la ensefianza estatal. No sdlo declaran su vigencia y aplicacién obligatoria en el ambito escolar, sino que invitan a guardarlo con fidelidad 7. 2. El Concordato de 1851 Las relaciones Iglesia-Estado espafiol, interrumpidas en 1834, se reanudan con la firma del Concordato, el 16 de matzo de 1851. La cuestién educativa no levanté grandes polémicas, pero sigue su camino hacia la secularizacion. En el tema educativo tienen repercusién todos los problemas politicos, econémicos, teligiosos, culturales y sociolégicos de la primera mitad del siglo xix, A la cuestion de la ensefianza esta dedicado, sobre todo, el articulo 2. «La instruccién en las Universidades, colegios, seminarios y escuclas publicas o privadas de cualquier clase sera en todo conforme a ja doctrina de la misma religion catélica; y a este fin no se pondra impedimento alguno a los obispos y demas prelados diocesanos encargados por su ministerio de velar sobre la pureza de la doctrina de la fe y de las costumbres, y sobre Ia edueaeiin religiosa de Ie juventud, en el ejercicio de este carge, aun cn las escuelas publicas» '. Pio TX, en la alocucién consistorial del 5. de septiembre de 1851, manifestaba su satisfaccién porque se habia establecido en Espafia que la manera de educar a la juventud se haria conforme a la doctrina de la religion catélica, y los obispos no encontrartian obstaculos pata cuidar de que la ensefianza fuera cristiana'®. La jerarquia utiliza el Concordato con las mejores disposiciones, como si aquella norma ofreciera todas las garantias y no presentara dudas ni reservas. Que esta vision no era muy realista se manifesté en la actitud de los liberales; un objetivo primordial y una reivindicacién muchas veces exigida fue la reforma del Concordato '®, Por "2 «Y pensar —exclama Posrius— que hemos dejado perder en muchas escuelas esa educacién integral y que se ha puesto en tela de juicio la vigencia de ese reglamento seculam, J. Postiusy SALA, La Iglesia y Ee Catequesis, p72 y 73. 37. Perez Annama, La lplesia_y ef Estado espattol (Madrid 1967), p.15. 4 Frambién dene rehicon con el tema edueatvo el artieulo 1." donde se otorgaba a la Iglesia un puesto muy relevante: la consideracion de la Iglesia catdlica con todos los derechos y_prertogativas de que debe gozar segun la Ley de Dios y lo dispuesto por los sagrados Uones'con exclusion de cudlguier oo culo; at mismo tiempo, ef articulo 3.° proclamaba ci respeto. a los ‘Prelados y demis eclesiésticos en el ejerecio de sus fanciones y las consideraciones y auxilio que debe prestatlcs cl Gobierno para conservar las buenas cos- tumbres e impedir la publicacién, introduccién y circulacion de libros malos. Amparaba también la plena libertad de los obispos y del clero en el ejercicio de la jurisdiccion y del orden (art. 4.2). Texto del Concordato, cn M. Morayta, Historia General de Espaita (Madrid 1892), vol.VIII, p.311. 1°CE La Ecducaciin. Enseiianzas Pontificas, 3. Presentacion ¢ indices de las Monjes de Solesmes (Ed. Paulinas, Buenos Aires 1960), p.38. 16 Las quejas y Ia reforma de los liberales se referian sobre todo al matrimonio civil y a las Congregaciones religiosas. Cf. J. ANpris GaLLEGo, La politica religiesa en F:spaita, 1889-1913 (Madrid 1975), p.188. Los liberales lo intentaron cn repetidas ocasiones. Ef conflicto poli- 54 Edad Contemporinea ello, el valor casi absoluto que Ia jeratquia le concede al Concordato no Jo comparte el partido liberal, a quien acusan frecuentemente los obispos de no cumplir las normas concotdadas. Son los mismos liberales los que afirman también que en materia de ensefianza el Concordato ya no estaba en vigor, y era necesatio cambiar todo lo en él legislado, por haberse convertido en notma inadecuada y superada ”. Segin la opinién de la jerarquia, estos textos se refieren a cucstiones derechos fundamentales de la Iglesia, cuya existencia y extension no la debe declarar el Estado, sino la misma Iglesia, pues, al referirse el Concordato a la Ley de Dios y a los sagrados cénones, ambas realidades son superiotes a] poder civil'S, La jetarquia eclesiastica seguir considerando el Concordato como una serie de principios juridicos de primer orden, sobre la que fun- damentara su derecho a intervenir en Ja ensefianza y al mismo tiempo e] atgumento clave pata contrarrestar al poder civil cuando éste intentara legisla contra el Concordato o cuando pretenda reformarlo, sin contat con la jerarquia, en temas relacionados con la presencia de la Iglesia en Ja ensefianza, 3. La Ley General de Instruccion Piiblica La Ley General de Instruccién Publica, llamada también Ley Moyano, fue publicada el 9 de septiembre de 1957, una fecha poco postetior al Concordato. Es una ley que permanece en vigor durante bastantes afios y confirma los derechos que habian quedado plasmados en el Concordato, especificando la presencia de la Iglesia en todos los apartados de la Ley". La Ley Moyano fue una ley criticada por algunas fuerzas politicas: por los politicos progresistas, que la consideran retrasada y obsoleta, exigiendo una modificacién que intentaran con todas sus fuerzas; pata ottos, su existencia es meramente formal y por ello ridicula, ya que muchos de sus atticulos no se cumplian sistematicamente. Pero la jerarquia se acoge a clla, porque sanciona sus derechos en materia educativa, quiza favoreciendo lo que muchos temian: la clericaliza- tico-religioso gira en torno a otras cuestiones religiosas mis vivas, aunque repercute indi- rectamente en la ensefianza: la conexién entre Congregaciones religiosas y ensefianza hace pensar que lo que pretendian los liberales nacia del espiritu sccularizador caracteristico del partido liberal. ' Con esas mismas ideas respondia Romanones al cardenal Marcelo Spinola, arzobispo de Sevilla. Los progresistas y rcformistas de la Restauracion impugnaban los bencficios que Ja Iglesia obtenia en materia de ensefianza, cuyo fundamento era el Concordato. Se cuestionaba sobre todo la inspeccion de los centros de ensefianza. Yvonne Turin afirma que los liberales pedian que «no fuera posible restablecer el derecho de inspecciin de la Iglesia sobre la ensefianza tal como Jo formulaba el Concordato, Entre 1851 y la actualidad hubo el 1868. El Concotdato ha envejecido; no cottesponde al cspitita de la nueva Espafia; hay que revisarlon Y. Turin, La educacién y la escuela en Espatia de 1874 a 1902 (Madrid 1967), p.137 y 138. 1 CE J. Posrius y Sata, La dglesia y la Catequesis, Sintesis candnico-legal sobre la ensehanza religiosa en Fxpana (Madrid 1929), p.66, ° En todos los articulados’ tiene la Iglesia algin quehacet educativo, El enunciado de sus secciones ¢s el siguiente: 1.*, Estudios (art.1-96); 2.*, Establecimientos (att.97-166); 3, Profesorado (art.167-242); 4.*, Gobierno (art.243-307); cf. J. Posrivs y Sara, La Jglesia y la Catequesis, p.75. C1. Mentalidad cristiana y pensamiento pedagigico de la Iglesia em Fxpaia 55 cidn de la ensefianza o un cierto control ideolégico por parte de Ja Iglesia. Pero la misma jerarquia también participa de la ambigiiedad de la Ley General de Instruccion P&blica, porque mientras unas veces la jerarquia reafirma sus derechos en la educacién nacional, apoyandose en los articulos de la Ley, en otras ocasiones ctitica su espititu y la considera como el prototipo de la nueva orientacién secularizadora ”. Pero, sea defendida o criticada, los articulos que se refieren a los derechos de la Iglesia en la ensefianza se siguen considerando como normas juridicas validas, mientras no sean modificados por el poder legislativo, en contra de la opinién de republicanos 0 liberales. Siguiendo una costumbre muy frecuente, algunos pretendian sustituir su articulado por Reales Decre- tos. La Ley General de Instruccién, al ser una ley organica, debe ser reformada por las Cortes. En ese caracter de Ley fundamental se apoya la jerarquia para defender sus derechos y lo sacara a colacién cada vez que se quiera alterar 0 modificar por otras normas de rango menor. Los derechos que segan esta Ley tiene la Iglesia en materia educativa son los siguientes: a) Intervenir en toda la ensefanza religiosa_y moral. Intervencién de los prelados en los Jibros de texto: sobre el libro de doctrina cristiana, sobre los de lectura, con el fin de «que sean propios para formar el corazén de los nifios inspirandoles sanas maximas teligiosas y morales», sobre los de religion y moral, que precisan censura eclesiastica previa, y sobre los de Jectura en la primera ensefianza, «de los que se dara conocimiento a la autoridad cclesidstica con la anticipacién conveniente»*! Intervencién en el profesorado: en la seleccin y nombramiento de pro- fesores publicos, a los que se les exige un «certificado de buena conducta religiosa y moral», que debe extender la autoridad eclesiastica; intervencion de la jerarquia «pata separar del cargo, previa sentencia judicial o expediente gubernativo, a los que no cumplan los deberes del cargo, que infunden en sus discipulos doctrinas perniciosas, 0 que son indignos de él por su conducta moral”, 2 A, Moseno Pintapo, La reforma educativa de la Segunda Repiiblica Expaitola, Primer bienio (Madrid 1977), p.23: «a Ley es especialmente tolerante en materia de concesiones a la Iglesia en cuanto a su participacion cn Jas tareas docentes. Aparte el permiso indiscriminado para la creacién de centros primatios y secundatios —en los cuales se eximid del titulo académico a los profesores pertenecientes a Ordenes religiosas—, figuraban otros aspectos dirigidos a mantener el control ideolégico de Ja ensefianza por parte de la Iglesia, si bien compartido con el Estado». La ambiguedad es clara cuando algunos autores eclesiasticos hablan de la Ley Moyano como la «encarnacion del Estado docente», y otros se apoyan en ella para afirmar los derechos de la iglesia en Ta ensefianza, como hace Posts. 2 Timalo V, art.87, 89 y 93; J. Postius y Sata, La Iglesia y la Categuesis, p.77. 2 Aq.167 y 170; J. Postivsy Sata, 0.c., p.79. La ley exigia para el profesorado «piiblico», junto a la cualidad de espafiol, el certificado de buena conducta teligiosa y moral, exigencia que se refiore a la pro fesion de una conducta moral cristiana y a la profesion de la fe catolica, 0 al menos la obligacion de ensefiarla. Este precepto fue uno de los que produjeron mayores contrastes entre fos gobiernos.iberales 'y a jerarquia. Los liberales insisten con intensidad en orden a obtener la libertad de conciencia y la jetarquia exige Ja obligacién de ensefiar la doctrina cristiana, incluso aunque el macstro no sea catdlico practicante. 56 Edad Contempordnea b) Representacién en los organismos educativos. La Iglesia esta representada en todos los organismos educativos, tanto nacionales como provinciales y locales 3. ©) Inspecciin de la educacién religiosa. Em los articulos 294 al 296 esta expuesta la accion episcopal de vigilancia e inspeccién sobre los centros ptivados y publicos: «Las Autoridades civiles y académicas cuidaran, bajo su mas estrecha responsabilidad, de que ni en los privados se ponga impedimento alguno a los obispos y demas prelados diocesanos encatgados por su ministetio de velar sobre la pureza de la doctrina, de la fe y de las costumbres y sobre la educacion religiosa de la juventud, en el ejercicio de este cargo». La facultad de inspeccién se extiende a los libros de texto, a las doctrinas y también poseen la facultad de visitar semanalmente las escuelas elementales, deber que cumplen los parrocos «para repasar la doctrina y moral cristianas» (art.81) ™*. 4) Ensetanza de la Religiin catélica en los centros psiblicos de ensefanza. El titulo I de la Ley Moyano trata de la ensefianza de la Religién catdlica en Ja ensefianza primaria, donde se da preferencia a la Doctrina cristiana ¢ Historia Sagrada. EI titulo II se tefiere a la segunda ensefianza, y se manda que se ensefie en «el primer periodo la Doctrina cristiana e Historia Sagrada, y en el segundo, la Religién y Moral cristianan”®, En la Ensefianza Superior se incluia la Teologia entre las seis Facultades, pero esta disposicién se puede decir que no entré en vigor y fue derogada por el Gobierno provisional de 1868. En las escuelas profesionales, sobre todo en las Normales, se manda estudiar «catecismo explicado de la Doctrina cristianay y «Blementos de Historia Sagrada» para obtener el titulo de maestro de primera ensefianza. Pero una cosa es la legislacion y otra su cumplimiento. En la reali- zacién practica intervienen los poderes politicos y los eclesidsticos. La jerarquia eclesidstica se queja de las autoridades civiles por la negligencia, el olvido y a veces por la mala fe en la aplicacién; de los eclesiasticos ® Art.246, 262, 281 y 287; cf. A. Loprz Petarz, El Derecho espattol en sus relaciones con la Ielaig Madrid 1903), 247. 4 Se considera delito la accion de «quien ensefie, también en las escuelas del Estado, doctrinas que estén en contra de la Religion catdlica», Este derecho lo ejerce a veces la jerarquia con rigor y tienc momentos de cspecial virulencia en los problemas referidos a la libertad de cétedra, en la denuncia que hacen de los libros de la Escuela Moderna de Ferrer Guardia, y mas tarde en Ja censura pablica a los libros de las bibliotecas circulantes que patrocina la Institucion Libre de Ensefianza; cf. las declaraciones de los obispos catalanes en sus Boletines Oficiales Diocesanos. Respecto a este ultimo punto los documentos epis- copales son abundantes: Boletin Oficial Hiclesiastico del Argobi Zaragoza (1913), p.245-247; in Oficial Ectesicstico del Obispado de Salamanca (1913), p.290-292; A. Lopez Pelaez transcribe la legislacin posterior a la Ley de Instruccién Pablica, en la que se confirma la necesidad de ortodoxia para profesores y libros de texto: «Reglamento de las Universidade, de 22 de mayo de 1859, articulos 9, 22 y 212; «Real Orden» de 20 de julio de 1866; «Real Orden» de 26 de febrero de 1875, y el articulo 11 de la Constitueién de 1876. Cf. A. Lopez Petanz, El Derecho expat on ns rains con Ia Ip, p82. ® Ley General de Instruccion Publica, 1857. Titulo I, art.14. Esta obligacion la derogari Romanones en 1901 por el Real Decteto en el que reorganizaba los Institutos, dandoles el nombre de «lnstitutos Generales y Técnicos, y donde declaraba la Religion asignatura optativa. G1. Mentalidad cristiana y pensamiento pedagisico de la Iglesia en Expata 57 lamenta la falta de celo y no saber aprovechar los medios de influencia que tenian a su disposicién 6. Los mismos obispos analizan asi la realidad: lo pueden todo en cuestiones de Religion y moral; sin embargo, ésa era la teoria; la practica esta condicionada por las circunstancias materiales y teales. El poder casi ilimitado que algunos cxageran esta limitado considerablemente. El mismo obispo de Tortosa se pregunta y responde: «Qué fuerza tiene hoy la autoridad del obispo en los Institutos y en las Universidades, o la del parroco en las escuelas? No es menester decitlo, pues todos lo saben» ”. 4, La Constituciin de 1876 La Constitucién de 1876 se vio en la necesidad de afrontar las relaciones con la Iglesia, y por esta razon el tema de la educacion, dentro de la cuestion religiosa. Las circunstancias politicas habian complicado el tema religioso, porque el liberalismo revolucionario y la Iglesia catélica, las dos fuerzas opuestas, lo habian experimentado en afios anteriores, aunque con resultados diferentes. Los liberales consideran como una conquista irrenun- ciable las libertades individuales adquiridas en el sexenio revolucionario; los cat6licos —sobre todo los mis clericales— piensan que el sexenio ha sido la destruccién del orden catdlico tradicional, considerado consustancial al ser de Espafia. Asi, cuando llega la Restauraci6n, estas dos fuerzas estan en plena beligerancia y virulencia. A los autores de la Constitucién, sobre todo a Canovas y al partido conservador, les era necesario el apoyo de la Iglesia para la causa de la Restauracion, con el fin de evitar el apoyo que pudiera darle al carlismo. Pero al mismo tiempo debia contentar o al menos no irritar a los liberales y a cuantos estaban empefiados en no abandonar lo conseguido en cuanto a las libertades individuales, entre las que se contaban la libertad de conciencia y la libertad de cultos *. 25 FI obispo de Tortosa, en una Pastoral sobre la educacién, se referia asi al articulo 2 del Concordato, pero puede aplicarse también a medidas posteriores: «Hermosas palabras contiene el citado articulo, mas por desgracia son letra muerta. Bien sabido es de todos como se da la ensefianza en los establecimientos oficiales de instruccién. En muchas escuclas primarias la ensefianza teligiosa esti bastante abandonada y los nifios aprenden muy poco de religion, y lo poco, peor entendidon, en Boletin Oficial del Obispado de Tortosa (1906), 1.37, 470, PB obispo de Tortosa lamenta una deficiente enseftanza del catecismo en la educacion primaria, y ademas «con pocas posibilidades de mejorarla»; en los Institutos y Universidades ve a profesores librepensadores y krausistas que «inoculan en sus discipulos los virus de la impiedad, de la irreligin y del odio o desprecio a la Iglesia Catélica», sin posibilidades de uc desde la Iglesia se le pueda poner remedio, en Boletin Oficial Eclesidstico del Obispado de Fortoca (1906), 1.37, p.471 También j. Posrivs y Sat se pregunta: «Qué pueden los obispos en las escuelas de sus didcesis? Lo pueden todo cuando sc trata de Religion y Moral, pucs todas las cscuclas estén sujetas a la autoridad e inspeccién de los obispos, y éstos tienen no sdlo el derecho, sino el deber de ejercitar dicha autoridad e inspeccién visitando, confirmando y sustituyendo maestros y textos de religién, si asi lo exigen la Fe y la Morab; J. Postivs y Sata, La dglesia 7 la Catequesis, p.64. 28 La Constitucién canovista estaba redactada con gran flexibilidad, facilitando toda clase de interpretaciones. Las leyes y formulas legales por las que se regitian las relaciones entre la Iplesia y el Estado seguirian el mismo camino de la politica de Canovas: la ausencia de 58 Evdad Contemporinea El punto clave estaba en el articulo 11 de la Constitucién. Con él se querian conciliar las dos tendencias opuestas: la Religion catdlica era decla- rada como religién del Estado, con lo que buscaba el apoyo de la Iglesia, pero al propio tiempo y en el mismo articulo ese admitia la tolerancia de otras religiones. Al consagrar la Religién catélica como religin del Estado no contentaba a los que defendian la libertad religiosa y la sepatacion del Estado y la Iglesia; al establecer la tolerancia no contentaba a la jerarquia. La tolerancia fue interpretada en forma amplia por los liberales, mientras que la jerarquia lo hacia de forma restringida ”. Para la jerarquia tenia mucha importancia el reconocimiento de la Religién catélica como Religién del Estado y la simple admisién de la tolerancia de cultos por lo que podia influir en la ensefianza. Expresamente no se dice nada en el texto constitucional sobre la confesionalidad catolica de la ensefianza. Pero la jerarquia mantiene la opinién de que esta contenida en esa religiosidad oficial, ya que no se pueden ensefiar doctrinas contrarias a la Religion catdlica en las escuelas del Estado, que ha hecho suya la Religion catélica y que se ha comprometido a protegerla. La jerarquia salva el principio de tolerancia diciendo que todo catedratico, como ciudadano, posee todos los derechos que le otorga la Constitucion, pero como cate- dratico tiene una profesién oficial y en ella ha de contribuir a la defensa de la Religion catélica. Con diversos matices, el pensamiento de la jerarquia se expresaba asi en boca del obispo de Jaca: «.. ol catedratico, como ciudadano, podra invocat los fueros de su conciencia, mas no como catedritico, pues, al escoger esta profesion, él mismo se limité sus derechos, sabiendo que, segun el articulo 12, una ley especial determinara los deberes de los profesores»™, La jerarquia eclesiastica no quiso entrar en esta discusién y siempre nego el conflicto, basandose en el articulo 11 de la Constituci6n, y afirmando que cl profesor debe mantener el caracter catdlico de su ensefianza, y por ello set expulsado cuando se manifiesta incrédulo 0 impfo*!, La interpre- cualquier exclusivismo y la solucién de la via media para todos los problemas. Sancionaba de manera explicita la tolerancia. Cf. M. Esrapas BurGos, Affonso X/I y los origenes de la restauracién Madrid 1975); R. M. Sanz DE Disco, La [elesia espaitola ante Ia restauraciin de los Borbones (1874). Al filo de un centenario, en Razon y Fer 936 (1976), 31-42. * EL articulo 11 decia: «La Religin catdlica, apostdlica y romana es la del Estado... Nadie sera molestado en tertitorio espafiol por sus opiniones religiosas, ni por el ejercicio de su respective culto, salvo el respeto debido a la moral cristiana... No se permitiran, sin embargo, otras ccremonias ni manifestaciones publicas que las de la Religién del Fstadon. Cf R.M. Sanz pp Dizco, La actitud de Roma ante of articulo 11 de la Constiuciin de 1876, en «Hispania Sacra» (1975), 167-196; G. Barsrrisi, EU articul 11 de la Constituciin de 1876, La controversia diplomética entre Expatica y la Santa Sede, en «Anthologica Annus 9 (1961), 279-409; L. Sancurz Acesta, Historia del constitucionalismo espana! (Madrid 1976), p.337-339. A. Lopez Prinz, Fl derecho espanol en sus relaciones con la Iglesia, p.250 y 251. Segin este autor, esto no contradice ni el espiritu ni la letra de la Constitucién, Desde la Constitucion, no de manera expresa, pero si derivada, obliga la confesionalidad de la ensefianza oficial y a Ja presencia de la Iglesia en Ia ensefianza. «Y ello —afirma— a pesar de que afios mas tatde (Real Orden de 2 de matzo de 1901) el Gobierno liberal consagrara definitivamente la libertad de cétedray, _ || J. Postius y Sata, La Iglesia y la Catequesis, p83: Mas de una vez se ha alegado el articulo 12 de la Constitucion para proclamar la libertad de catedra, pero el articulo 12 debe respetar el fuero intemo de la conciencia y no puede molestar al ciudadano por las opiniones C1. Mentalidad cristiana y pensamiento pedagdeico de la Iglesia en Espana 59 tacion catélica de este articulo provocé la critica de liberales y republicanos en lo referente a la libertad de catedra y a la confesionalidad obligatoria de la ensefianza estatal. Pero la jerarquia justifica su presencia en la ensefianza estatal desde la Constitucién, fundandose en la confesionalidad catdlica del Estado y en la responsabilidad que tiene en defender la religion catlica del Estado y en su ensefianza **, 4. Presencia de la Iglesia en la educacién A pesar de los conflictos y ataques, es evidente que la Iglesia catélica ocupa un puesto destacado en la educacion espafiola. Oficialmente, pron- to sera derogada esa presencia cn los niveles educativos secundario y superior, por lo que las energias de la Iglesia se iran centrando en la escuela primaria, Aqui seran mas notables el influjo eclesiastico y los esfuerzos realizados. 1. Escuela catélica Las normas juridicas vigentes producen una ensefianza confesionalmente catolica, refiriéndonos a la ensefianza estatal oficial, pues es claro que la que imparten las Ordenes religiosas ya es ctistiana. Los medios catélicos se esfuerzan por demostrar la necesidad de una escuela publica compro- metida con la ensefianza religiosa catdlica, compromiso que naceria del ordenamiento juridico vigente y de la exigencia social. Pero van mas alla: pretenden una escuela que centre su ensefianza en la fe cristiana expresada en el catecismo, que se convierte en el eje de la ensefianza primaria. Para mantener esta exigencia, es verdad que se recurre a las leyes, aunque se parte también del caracter tradicionalmente catdlico de la sociedad espafiola. De la unidad catdlica, proclamada tantas veces por la jerarquia, se derivara la necesidad de una escuela catélic: La unidad entre sociedad y religion catdlica, segin el pensamiento de la jerarquia, es un constitutivo esencial del pueblo espafiol; hasta tal punto es profunda esa unidad entre escucla y religién catélica que es imposible conccbirlas separadas. En la doctrina que expone la jerarquia no es posible educar sin un principio religioso que haga de fundamento de esa educa- personales; debe, segin cl articulo 12, aplicar la ley al catedratico 0 maestro oficial, expul- sindole del magisterio cuando se muestre incrédulo 0 impio con peligro de escandalo y perversion de los nifios, porque el ciudadano, al escoger libremente cl magisterio oficial, se sometio a las leyes de ia ensefianza». CFF. Rurss, El Estado modemno y la escuela cristiana (Madrid 1879), obra traducida del aleman y aumentada en la parte relativa a Espafia por J. M. Orri y Lara; en este trabajo pueden encontrarse los memoriales enviados al Congreso por los obispos ante la pretendida Feforma: Exposicion de la provincia eclestéstca de Tarragoha sobre las bases pata dl proyecto de ley de Instruccién Pablica, 30 de mayo de 1877, 222-228; Exposicion de la provincia eclesiastica de Granada, 8 de marzo de 1878, 229-242; Exposicion de la provincia eclesiastica de Valladolid, 20 de abril de 1878, 243-251; Exposicion de la provincia eclesiastica de Zaragoza, 20 de abril de 1878, 252-259; Exposicion de la provincia eclesiastica de Toledo, 13 de mayo de 1878, 260-268. 60 Edad Contemporinea cion 3, Se niega la posibilidad de la neutralidad escolar, sea de tipo educative o de instruccién, porque no se admite que pueda quedar al margen de la moral religiosa la educaci6n de la voluntad ni la mente humana de la verdad divina. Se trata de que no puede ensefiarse nada de forma neutra, porque todo guarda relacion con Ia religion y la fe. 2. Las Escuelas de Magisterio Si la jetarquia defiende a toda costa la confesionalidad de la ensefianza, una consecuencia légica era la defensa de la formacion cat6lica que deberian tener los maestros nacionales, porque para el pensamiento catdlico existe una relacién intima entre ensefianza de la Religion catdlica y el maestro que la ha de ensefiar. Los textos del episcopado espafiol clevan la figura del maestro por encima de una profesién o de un mero cargo administrativo: es una vocacién. Por eso es frecuente la equiparacion con la vocacion sacerdotal e identificar sus funciones**. Se da por descontado el caracter cristiano y catdlico del Magisterio, ya que, si la educaci6n s6lo es auténtica cuando tiene un fundamento religioso, el encargado de dar esa educacién no puede prescindir de la Religion. Una exigencia que implica el caracter catdlico del maestro como educador de alumnos de una naci6n oficial y mayoritariamente catdlica. Es mis, el maestro debe ensefiar la religion catolica en la escuela publica, aunque no crea en esa religion, pues una cosa es cnscfiar y otra practicarla. El maestro debe saber que tiene entre sus manos nifios y catélicos**, Por %3 Pueden verse los articulos de R. Ruz Amano, publicados en Ragin _y Fe. Asi se expresaba en una conferencia pronunciada en Barcelona: «La Iglesia necesita de Ia escucla, y cuando (la escuela) se separa de aquélla, la Iglesia no tiene otro remedio que fundar otra escuela frente a la atea... La Iglesia y la escuela, lejos de separarse..., deben compenetrarse, ya que la escuela ha de ser un centro de educacion, y, por tanto, de instruccion moral y, por consiguiente, religiosa, porque no es posible una moral divorciada de la religion» Conferencia pronunciada en el Circulo Teadicionalista de Barcelona, en «2 Vanguardia», 6 le enero de 1910). ‘A. Manjén va mas lejos y defiende la tesis de que escuela espafiola cs sinénimo de escuela catdlica, y que las escuelas nacionales deben estar fundamentadas en Ia religion y poner el catecismo como base y centro de toda la ensefianza primaria. 4 CEL. Visors y Presusa, Intervenciin de la Iglesia y del Estado en ta enseitanza (1902), 41-46. POSS Esta cuestion es importante sobre todo en la ensefianza primaria. Pueden servie de ejemplo las palabras que ct arzobispo. de Valenc dirigia a los maestros de su archididcesis; «.. ¥ €n cierto sentido es verdad (la identificacion entre maestro y sacerdote) porque tiene (el macstro) ese sello augusto del que, colocado entre Dios y el nifio, debe enderezar hacia lo alto el desenvolvimiento de sus facultades, preparindole para ser digno miembro de la sociedad y cumplidor de su destino terreno y ultraterreno», en Boletin Oficial Eiclsidstico del Freghipad de Valencia (1913), p.20. © Asi se expresa el obispo de Sigtenza: «Por ser espafoles, debe inseuistes en catélico, presto ae la religion del Estado es la Catélica, Apostolica y Romana; por ser cristianos, ay que alcccionarles en cristiano, es decir, en’ su propio idioma. Y esta obligacion def maestro esta por encima de su propia identidad penonals es decir, el maestro, por el hecho de setlo, se ve obligado a ejercer una tarea que le viene impuesta por su profesion, por su oficio, a pesat de que é mismo sea indiferente 0 aun contrario a esa confesion teligiosa: los argumentos exteriores al propio maestro pueden mis que la “‘identidad personal”, que su opcion indiferente o contraria a la fe catélica, pues aun cuando se diese el caso de que el maestro no fuese cristiano, siempre pesaria sobre él la obligacin de ensefiar el Catecismo, C1. Mentalidad cristiana y pensamiento pedagigico de la Ighsia en Espata 61 ello la jerarquia concede gran importancia a la funcién del maestro en orden a defender los derechos de la Iglesia. En contraste con ello, los gobiernos nacionales van resaltando cada vez mas el caracter de funcionarios publicos de los maestros. La jerarquia se opone a esa concepcién del magisterio cuyo amo es el Estado, porque tiene conciencia del peligro de separar cl magistcrio primario de la Iglesia y presiente la inclinacién creciente de la Administracién Publica de considerar a los maestros como funcionarios publicos, y prevaleceria en ellos el caracter administrativo sobre el educador. E! Estado se sirve de ello para la progresiva sccularizacion, y la jerarquia reafirma el caracter catélico para poder cumplir mejor asi su misién edu- cativa. Por eso, sobre todo a comienzos del siglo Xxx, se inicia con fuerza la campajfia de sindicacién del Magisterio, no sdlo en términos administrativos, sino politicos; los sindicatos se encaminan hacia una sociedad secularizada y la jerarquia sigue pensando en términos catdlicos. Hay un ambiente a favor del magisterio catélico y a unir mas a los maestros a la Iglesia. Al mismo tiempo hay también un movimiento de sindicalizacién catdlica, intentando dar respuesta a la sindicacién socialista 5’. Esa preocupacién era mas espiritual y religiosa que profesional, pues la identificacién de la funcion docente con el caracter catélico no se tradujo en mejoras humanas y profesionales. La jerarquia eclesiastica espafiola es contraria a cualquier modificacion, anclada cn la tradicion y la legislacion. Las medidas propugnadas por librepensadores, liberales y republicanos dan pie a la jerarquia para prever el mal antes de que se produzca. Asi, la jerarquia se opone a la modificacion de los derechos de la Iglesia. La lucha por la ensefianza estatal se establece entre quienes desean un cambio acorde con sus ideas y los que quieren mantener la situacion. Por parte liberal se acusa a la Iglesia de tener secuestrada la educacion publica. El punto de mira de tales criticas es la ensefianza que imparten las Ordenes rteligiosas, que es numéricamente mayor y cualitativamente influyente y poderosa **, Se la ataca continuamente desde los medios de comunicacién como atrasada, oscurantista, de miedo ptogreso, de falta de libertad al estar condicionada por el dogmatismo catdlico, demasiado sometida a la jerarquia, falta de miras. Muchas veces se ridiculizan las formas educativas que se oponen al espiritu liberal. Hacia ella se ditigen los ataques més feroces que tienen un caracter anticlerical; buenas muestras de ello son la Ley de Asociaciones, de 1906, y la Ley del Candado, de 1910-1912. Pero los ataques no se detienen en puntos con- porque sus alumnos son cristianos», en Boletin Oficial Eclesidstico del Obispado de Sigienza (1912), p-44; otros prelados esgrimen parecidos argumentos para defender la escuela catdlica frente a la laicizacion o los intentos de introducir el racionalismo y. el materialismo en la escuela. CE. Boletin Oficial Eclesidstico del Areobispado de Valencia (1908), p.112; otros autores catolicos, en cambio, se oponen a esta teoria; cf. J. M* Atcarno, Mistin de la Iglesia en la enseiianze, en «Razon y Fer 4 (1902), 434 y 435. * La «Asociacion de la Ensefianza Catdlica lanza un «Proyecto de federacion catolica de los maestros espafioles». Cf Boletin Oficial Eclesidstico del Argobispado de Swilla (1912), p.080ss. SCE Y. Turin, La Feducacion y la escuela en Fispatta de 1874 a 1902 (Madrid 1967), p.95-96. 62 Edad Contempordnea cretos, sino que van al fondo: impedir que la Iglesia influya como lo hace ahora en las escuelas del Estado y en la educacién ¥. Para los defensores de las reformas existia en la educacién espafiola una desproporcién entre la ensefianza de las Ordenes religiosas, numerosa e influyente, y la estatal, descuidada y abandonada. Esto favorece las criticas a las facilidades legales que amparan la ensefianza de la Iglesia y a los gobiernos conservadores, cuya falta mas grave es el favor concedido a las escuelas religiosas y la despreocupacién de la ensefianza publica. La jerarquia ve en estas criticas la oposicién de quienes no quieren la ensefianza catélica y por este motivo reafirman atin més que la ensefianza es un derecho de la Iglesia y de las Ordenes religiosas, nacido de la realidad sociolégica espafiola, amparado en la libertad de ensefianza y sancionado por las leyes. Las escuelas publicas superan a las privadas al terminar este siglo y comienzos del xx, salvo raras excepciones , La Exstadistica escolar de Espatia, en 1908, da la siguiente proporcion: Escuelas publicas de enseftanza primaria: 24.861, con 1.221.552 alumnos. Escuelas privadas: 5.212, distribuidas de la siguiente manera: catdlicas, 5.014; protestantes, 91; laicas, 107. Con relacién a este punto, aunque se pronunciara algun afio después, es importante el Informe de Romanones a las Cortes en 1910. El namero de escuelas primarias regidas por Congregaciones religiosas asciende a 886, con 106.144 alumnos de primera ensefianza, sin contar los existentes en Madrid, que serian unos 12.332 alumnos, segin las estadisticas oficiales, aunque las estadisticas particulares los aumentan tres veces mas, es decir, % Para una visién amplia de las relaciones entre el Gobierno espafiol y Ia Santa Sede, cf. C. Rosuis MuNoz, Frente a la supremacia del Histado. La Santa Sede y los catélicas en la crisis ce la Restauraciin (1898-1912) (I), en «Anthologica Annua» 34 (1989), 189-305; (IT) 36 (1989), 317-492; (IIT) 37 (1990), 131-252. El 18 ‘de septiembre de 1896, los obispos, reunidos en Lugo para celebrar el Segundo Congreso Eucaristico, dirigen al Gobierno un memorindum, en el que se quejan de la interpretacién tendenciosa unilateral del Concordato de 1851. Pedian «que no continwen en sus citedras los profesores abiertamente hostiles a la religion catdlica, apostolica y romana», y,4que no se consientan escuelas pablicas de protesantes; cf J. nase, Documents clerias del Fpiscopado espanol (Madsid 1984), p.76-79, en Boletin Fclesidstico del Argobispado de Toledo ase. p.844-848, El solo titulo de los documentos episcopales siguientes indica las observaciones de los obispos: El 20 de septiembre de 1906 los obispos dirigen al Rey un documento firmado solamente por el cardenal Sancha: «Mensaje de los reverendisimos prelados espafioles a S.M. el Rey D. Alonso XIII contra la aprobacion del proyecto de ley de asociaciones>, en Balen Ecdesidstico del Arzobispado de Toleda (1907), p.33-36, J. IRIBARREN, 0.c., p.87-89. El 26 de noviembre de 1909, 55 obispos y vicarios capitulares dirigen otro documento al presidente Maura sobre las escuelas laicas: «Exposicion que los Revmos. prelados de Espafia han dirigido al Excmo. Sr. Presidente del Consejo de Ministros, contra la existencia de las escuelas lamadas nica, en Bolt Eesti del Arzbipade de Tolds (1909), p-521-528; J. Tanner, 0.c., p.89-93. EL 12 de noviembre de 1912 era asesinado Canalejas_y este hecho influye en los veinte afios siguientes. En septiembre de ese mismo afio los obispos se ditigen colectivamente al presidente del Consejo para manifestar sus preocupaciones con motivo de la codificacion de la legislacién sobre la ensefianza: «Exposicién que Su Eminencia Reverendisima, por si y en nombre de los Reverendisimos prelados espafioles, ha ditigido al Excmo. Sr. Presidente del Consejo de Ministros, con motivo del real decreto sobre codificacion de la legislacion de ensefanza», en Boletin Fclesidstico del Arobispado de Toledo (1912), p.447-451; J. TRIBARREN, 0.¢., p.96-98. PE stadinica eolar de Espace en 1908. Tomo Mh, p392-393 y 1054-1055; Annario estaditco de Fispaiia, aio 1 (1912), p.198-199. C1. Mentalidad cristiana y pensamiento pedagigico de la Iglesia en Espatia 63 unos 32.111 alumnos; por tanto, el nmero de alumnos en escuelas primarias congregacionistas en Espafia ascenderia a 140.000 aproximadamente en 1910, cifra, por tanto, muy inferior a los de las escuelas oficiales *'. Sin embargo, el propio Romanones admite un descenso en el numero de escuelas privadas: «De 1880 a 1908 —dice— cl nimero de escuelas privadas ha descendido de 6.696 a 5.212, y el analisis de esta baja demuestra que ira en aumento...». En 1914, segan las cifras oficiales, las escuelas primarias oficiales eran 26.108 (de las cuales son nacionales 18.938; de patronato, 372; voluntarias, 348; mixtas, 6.414); las privadas ascendian a 5.669, aunque en esta cifta no se incluian las de Guipirzcoa, Lugo, Orense y Madrid, lo cual hace muy dificil concretar el mamero de escuelas primarias regidas por religiosos ?. Si de la primaria pasamos a la cnsefianza secundaria, es evidente la supremacia de los colegios privados, sean religiosos 0 no, sobre los institutos. Asi se expresaba Romanones en 1901: «Es caso verdaderamente escandaloso que, mientras las aulas oficiales estaban desiertas, los colegios particulares veian aumentar el nimero de alumnos en proporcién extraordinaria, hasta el punto de que en alguna capital de provincia de las mas importantes el Instituto s6lo contaba con cien estudiantes y habia 2.000 matriculados en los colegios de segunda ensefianza»"°, Luego Ilegara a decir que un 80 por 100 de los establecimientos de segunda ensefianza dependen de las Con- gregaciones religiosas “. Pero a partir de estos datos no se puede saber con exactitud el mamero de escuclas y colegios que tienen las Congregaciones religiosas, aunque, siguiendo a Yvonne Turin, «practicamente la ensefianza secundaria y una parte importante de la ensefianza primaria en Espajia esta en manos de la Iglesia. Se comprende el deseo de los liberales de cambiar la situacién» *. Pero las cifras seran utilizadas conforme a la ideologia de quicn las maneje de acuerdo con sus propios fines “. Mas que el namero de religiosos, a liberales y republicanos les preocupaba el influjo que la ensefianza de la Iglesia tenia en la educacién nacional. El partido liberal entiende que el +! Conve De Romanones, El estado actual de la enseitanza. Memoria elevada a las Cortes en 1910, Reproducida en «E] Magisterio Espafiob, 1910, semestre 1°, p.807; of. T. Garcia Tiyepor, La polimica sobre la secularizacion de la enseitanza en Espaha (1902-1912) (Madrid 1985), 81-83. pee Anuario extadistico de Espatia, atio (1915), p.426-427. * Diario de Sesiones del Congreso, 16 de diciembre de 1901, p.2521 “« Los datos oficiales de cursos posteriores, 1909-1910, son: 48 Institutos en Espafia y 263 colegios incorporados; los alumnos matriculados se repartirian asi: Institutos, 11.890; ensefianza no oficial colegiada, 9.035, y la ensefianza no oficial libre, 13.081; cf. Araario estadistico de Espana, abo 1 (1912), p.202-203. SY, Turin, La Educaciin y la escuela en Expaha de 1874 a 1902 (Madrid 1967), p.97. * Romanones las maneja para sacar la conclusion que queria: la defensa de la ensefianza oficial y que, con la ensefianza uniforme que daban las Congregaciones, «estibamos conde- nados a un irremediable retroceso, a una miseria intelectual sin limites», no saldriamos de ahi «si los que ensefian no tienen mas que un solo espiritu, el mismo critetio, igual juicio, idénticos sentimientos... La ensefianza no puede ser homogénea, si ha de’ producir el Progreso..ni Discurso en las Cortes, Diario. de Sesiones del Congreso, 27 de junio de 1902, 1.34, p.19. En la polémica intervicne el P. Ruiz Amado, que tiende a reducir los datos numéricos de teligiosos y a disminuir su influencia, demostrando que la acusacién del ministro liberal peca de exageracion y le falta precision en las ciftas. Cf. R. Ruz AmaDo, Los privilegios de la enseftanza religiosa en Lspaita, on . Es conocido que uno de los objetivos principales al que apuntaba de forma directa la politica de los gobiernos liberales era la escucla catdlica, pues la consideraban una actividad mas peligrosa que cl culto religioso. ® Para conocer los aspectos de esta politica anticlerical, J. Axpris Gat , La politica religinsa en Expats, 1889-1913 (Mackid. 1973); Planteanento de la enstion religiore en Expat 1899-1902, en «lus Canonicun» 24 (1973); El Convenio concordatario de 1904 entre la Santa Sede el Estado espaiol, en «Hispania Sacra 26 (1973); Transformacién politica y actitud religiosa del Gobierno largo de Maura, 1907-1908, en «Revista de Estudios Politicos», 189-190 (1973). En 1901 se estrena el drama Eketra, de Pérez Galdés, donde «opuso la vision pesimista del mundo teligioso frente al deseo de vivir, encarnados en la forzada exclaustracion de una muchacha, y la reptesentacion inaugural fue interrumpida ya por gritos contra los jesuitas y los “teaccionarios” y vivas a la libertad, seguidos cn dias succsivos de manifestaciones continuasy; cf. J. Andres Gatco, La politica religiosa en Espata, 1899-1913, p.192. «A comienzos de siglo —afitma J. Tusell— el tema anticlerical habia empezado a hacerse presente en medios intelectuales... Obedecia, es cietto, 2 una realidad: cl nimero de miembros de las Ordenes religiosas que, excepto tres, incumplian el Concordato de 1851, alcanzaba la cifra de mas de 51,000, y los medios catdlicos oficiales habian calificado al libetalismo de “nefasto” en su Congreso de 1899. Pero también lo es que en cl seno del partido liberal el programa anticlerical fue inducido por los propios dirigentes en ausencia de otro mejor»; J. Tosti, La Espatia del siglo XX. Desde Alfonso XII a la muerte de Carrero Blanco (Batcelona 1975) ps. 5B liberalismo es un sistema doctrinal al que la jerarquia se opone también en estos afios, Sigue la lucha abierta, pues a los caracteres propios del liberalismo se afiaden otras corrientes 0 movimiento, como la masonetia, el laicismo o el libre pensamicnto. Todos ellos confluyen en la defensa de unos principios que la jerarquia engloba en un todo y los condena como contratios a los principios de la fe catdlica y al orden social cristiano. Los obispos condenan los efectos negativos que la doctrina liberal acartea al orden politico y social. Puede verse la pastoral del cardenal primado, Vicroriano Gursaso1a MENENDEZ, en 1915, El lain de Eitade, en «Boletin Oficial del Arzobispado de Toledo» (1915), 0 el libro de Ancel.pe Apiryuza, El mal del sigh o sea ef liberalismo, en 1914; J. M, SaLwapor Y BarRira, Pastoral contra las escuelas laicas y el laicismo en la ensehanza, en «Boletin Oficial Ke tico del Obispado de Madrid-Alcalé» (1914). C1. Montalidad cristiana y pensamiento pedagégico de la Ighsia en Espata 67 Aqui se produce el choque entre la Iglesia y el libetalismo, y el problema escolar mantendré tirantes las relaciones entre ambos, manifestandose de miltiples maneras, pero cuyo nucleo principal es la lucha por la educacién cristiana, Se concretara en la discusién sobre las Congregaciones religiosas, otras veces en las escuelas neutras 0 laicas, o en la flexibilizacién de la obligatoriedad confesional en las escuelas pablicas **. La jerarquia eclesiastica sigue defendiendo su postura de mantener el influjo en la escuela, y a su vez cl poder civil tiende a reivindicar sus derechos, viendo en la escuela primaria el reducto del poder de la Iglesia en la educacién. Para hacer realidad los objetivos liberales, tales como libertad de catedra, libertad de conciencia y direccién ideolégica desde presupuestos civiles, hay que quitar a la Iglesia ese poder. Quieren encauzar la escuela publica desde perspectivas diferentes: los catdlicos quieren man- tenerla con fidelidad a la fe cristiana, lugar privilegiado para ensefiar el catecismo y la doctrina cristiana ¢ inculcar la lealtad a la Iglesia en el saber y en la conducta; los liberales y fuerzas progresistas quieren darle una direcciOn distinta, de tolerancia, modernidad, libertad, apertura a otras cul- turas, sin estar sometida a una concepcién teligiosa, y esto no lo podian lograr si en la escuela se ensefiaba la doctrina cristiana, considerada pot ellos como intransigente y retrograda. Fl paso siguiente es considerar la ensefianza teligiosa como el problema clave en la educacion. Para la jerarquia, la religion constituye la verdadera esencia de la educacién; para el lado opuesto constituye un obstaculo para conseguir una escuela civil, libre y secularizada 5. 2. Estado de la educacién y la labor de la Iglesia Al comenzar el siglo xx, todos cuantos intervienen en la ensefianza transmiten un dato importante: el estado lamentable, de abandono y de baja calidad de la educacin. Reflejo de ello es el alto indice de analfabe- tismo, la escasa dotacién econémica, pedagogia atrasada, falta de material adecuado y el desorden legislativo de leyes y contra leyes*. Por eso 52 Los diversos paises siguen la misma linea en relacién con la escuela catélica: «s de la ensefianza religiosa en las escuelas pablicas y de cualquier otra institucién que permita a la Iglesia influir eficazmente en los jévenes, posterior abrogacion de toda subvencién estatal a las escuelas confesionales y, pot fin, si era posible, supresion pura y simple de la ensefianza libro», J. Martina, La Ielesia, de Latero a nuestros dias, U1. Fpoca del liberalismo (Madrid 1974), p.74. ; 5 Jerarquia y politicos catélicos reaccionan contra Ia escuela laica 0 neutra. «Hoy —decia el senador Rodriguez de Cepeda— el problema capital de toda Europa es la cuestion religiosa en las escuelas». Cf. Diario de Sesiones del Senado (1911), t4, p.1664. 5# BI analfabetismo alcanza al 72 por 100 cn Espafia segdn el censo de 1877; Guzman Rear, Cassar» emedie del analabtioe espaol Made 1995); Marcin ‘Cuaprano, Lia burguesia conservadora (Madrid 1978). in cuanto a la dotacién econdmica, es suficiente una comparacion: mientras en Estados Unidos se destina a educacion el 14 por 100 de su presupuesto, en Alemania el 12 por 100 y en Francia el 8 por 100, en Espafia se destina el 1,5 por 100. Para ver la situacion de la cnsefianza, E. Garcia Soa, Reseiia del estado de la ensefanza en Esspatia, Fasc. 1.°: La ensefianga primaria (Granada 1902); Coxpr pe Romaxones, Fl estado actual de la ensefanza. Memotia clevada a las Cortes en 1910 y reproducida en «Fl Magisterio 68 Edad Contemporénea educadores y politicos quieren una reforma que ayude a superar las difi- cultades. Es verdad que existen realizaciones aisladas que van desde la Institucibn Libre de Ensefianza, los ensayos de pedagogia racionalista en la Escuela Moderna de Ferrer y Guardia, hasta las magnificas cteaciones cat6licas del P. Manjon en las «Escuelas del Ave Maria» de Granada, la renovacion pedagdgica del P. Poveda, o las realizaciones de caracter social y educativo del P. Vincent y los esfuerzos de las Congregaciones religiosas docentes. Al observar este estado de atraso se alzan voces que claman por una regeneracion de la ensefianza, y la propucsta de soluciones es amplia y variada, Para que las reformas sean validas es preciso construir y no contentarse solamente con destruir; era preciso llegar al coraz6n mismo de la ensefianza, es decir, a los maestros y educadores *. Pero, por su impor- tancia, no es extrafio que cl Estado y la jerarquia de la Iglesia pugnen por el lugar que les corresponde en la educacién y en las medidas a tomar. A veces estos encuentros tienen cierta dureza: el Estado porque teivindica el derecho a educar, la Iglesia porque no desea abandonarlo dada su trascen- dencia y porque debe atender a toda la vida del hombre en cuanto esta unida a su vocacién cristiana %, La situacién social espafiola de principios de siglo es de falta de desarrollo en aspectos fundamentales en comparacién con las naciones europeas. Pero la jetarquia fija mas su atencién en el aspecto moral y cultural. El cuadro que pintan los prelados esta cargado de tintes oscuros, porque a la tutela que la Iglesia habia cjercido sobre la sociedad espafiola habia sucedido la degradaci6n espiritual y moral. Las fuerzas del mal se han apoderado de las instituciones claves de la sociedad: la familia, desa- cralizada, y la escuela, secularizada *’. La falta de religion es la razon de estas situaciones. Espafiob, 1." semestre, 1910. El cambio continuo en las leyes educativas esta en relacion con los frecuentes cambios en el Ministerio de Instruccién Publica: desde abril de 1900 hasta diciembre de 1914 son veinticuatro los titulares de esta cartera y no todos preparados para desempefiarla con competencia, pues algunos son nombrados: «para premiar servicios wlamentarios y de partido (0 de Cacique) mis 0 menos meritorios o estimables; es un inisterio, el de Instruccion Pablica... que debiera ir a manos de una persona de empuje.... ‘A. Posapa, Politica y enseiianza (Madrid 1904), p.30. 5 BI Rector dé la Universidad de Granada, Eduardo Garcia Sola, sefial6 acertadamente las condiciones que debia tener esta reforma: deberia huir del idealismo, del exccsivo influjo extranjero, del personalismo, del centralismo exagerado y evitar la exuberancia legislativa, CE. E. Garcia Sous, Resetia del estado de la enseitanza en Espaia (Granada 1902). SCE O, Ronan, El eaolonn on la sodeded global en. ions, Mannal de Historia de la Igesia Barcelona 1978), v.VUT, p.311: «El campo clasico de batalla entre la Iglesia catolica y la sociedad y el Estado de los tiempos modernos es la escuela, y en particular la escuela primaria. Esta lucha es una defensa contra la reivindicacién del Estado —salida plenamente a la luz con la Revolucién francesa— de su derecho a educar a sus ciudadanos en ciernes conforme a sus propias exigencias y convicciones. Hasta el siglo xvi, la ensefianza habia sido en su mayor parte, por lo menos indirectamente, incumbencia de la Iglesia. Ahora bien, el caracter puramente defensivo de la lucha de la Iglesia por la escuela se manifiesta sobre todo en la circunstancia de haberse concentrado por principio y basicamente en el factor religioso de la ensefianza». * CE. Bolen Oficial Edessa de! Obispado de Gerona (1909), p.85. F) prelado afirma que el vicio y Ia injusticia son los verdaderos idolos de la sociedad, y en la vida publica domina la inmoralidad de todo tipo: «in la vida pablica, hombres enriquecidos por la estafa o por C1. Mentalidad cristiana y pensamiento pedagigio de Ia Iglesia en Espana ra) Después del anilisis, la jerarquia busca soluciones para remediar este estado de cosas. Para ella el remedio no esta en las ciencias ni en las fuerzas del hombre, sino en Dios y en la religion, y ven ahi la verdadera y definitiva solucin. Esta afirmacién se repetira en todos los medios catélicos 58, Es. pues, evidente la importancia que la jerarquia concede a la escuela y a la educacién como componentes necesarios para la regencracion nacional, hasta llegar a identificar regencracion y educacién catélica. Los criterios de donde nace esta identificacion obedecen al pensamiento de que la raiz de todos los males que padece Espafia es religiosa, y por ello el remedio ha de ser igualmente religioso; que la educacién y la escuela son auténticamente rege- neradoras si son religiosas, y no lo son si prescinden de la religion. 7 Asi pues, la jerarquia anima a los catélicos a contribuir a la regeneracion espafiola mediante la educaci6n religiosa y la ensefianza del catecismo. Religion y catecismo serin los remedios para todos los males, y solo el conocimiento de la doctrina cristiana salvara a la sociedad ©. Con ello la jerarquia se oponia al laicismo en cualquiera de sus manifestaciones. Sus razonamientos acerca de la educacién van unidos a la concepcién cristiana de la sociedad espafiola y los problemas educativos seran la ocasién para que los obispos expongan su doctrina sobre la educacion. Por esta razon la mayoria de las exposiciones tienen un caracter de controversia y polémica, aunque no faltan documentos que exponen serena y ampliamente los puntos de vista de la jerarquia. El Primado de Espafia, cardenal Aguirre, dirige a los obispos espafioles un documento en 1913, en el que hace una sintesis de la politica del gobicrno liberal en la ensefianza. La jerarquia desea recuperar la presencia de la Iglesia en la ensefianza publica, y recuerda la legislacin todavia vigente con el fin de impedir que se descristianice la ensefianza oficial. E] cardenal Primado, Guisasola, esctibe en 1915 una carta pastoral en la que trata de la corriente laicista como oposicién al sentido cristiano de la vida“. Uno el robo caminan con la cabeza erguida, insultando con el lujo a sus victimas y a la gente honrada; el adulterio es una conquista digna de aplauso, los audaces sin pudor alcanzan los puestos mas elevados, la virtud es despreciada y sélo se rinde culto al becerro de oro y al acer... PSS ila Revista Popular se constituyd en el medio de expresin para dar publicidad a les causas de la destruccion y coincide en Ia afirmacion de que «odo lo tradicional, todo lo ‘nuinamente espafiol ha sido destruido... y no se ha edificado nada» (29 de enero de 1903, n.1677, p.66). ORG pedagogia que prescinde de este norte trastorna el recto orden de las cosas, se opone directamente a la condicion actual de la naturaleza humana, y lejos de cooperat a la redencion y engrandecimiento de la obra predilecta de Dios, el hombre, le confirma en el mal, le abate y le hunde en su propia miseria... La moral en Espafia no puede rescindir de la religion cristiana; de otro modo seria ir contra el sentir y la tradicion de fa nacion... Seria, por tanto, imprudente y temeraria, moralmente desastrosa, toda educacion que prescindiera de esta moral, la Unica verdadera, desde el momento en que se opondtia 2 la tradicion, al caracter y al sentimiento del pueblo espafiob (Pastoral del obispo de Valencia. Cf. Belt Ofiad Eeesitca del Arcobipade de Valea (1910), 9170 y 171) CE Boletin Oficial Fclesiistico del Arzobispade de Burgos, 19 de julio de 1913. Los obispos espafioles secundaban la doctrina pontificia contra las escuelas laicas y emplean los textos Bontiicios como argumento de, autoridad junto a sue propios, documentos epscopsles; cf, Leon XIII, enciclicas Nobilissima Gallorum gens, Affari vos, Officio sanctissimo. & Cardenal Guisasota Y Mrwinprz, Carla Pastoral sobre el laicismo, en «Boletin Oficial Edlesiastico del Atzobispado de Toledoy (1915). 70 Edad Contempordnea de los campos donde mas se manifiesta el laicismo es en la escuela. Para emancipar al Estado moderno de la Iglesia, la mejor manera de conseguirlo es a través de la ensefianza Un personaje representativo de la jerarquia es el obispo de Madrid-Alcala, D. José M.* Salvador Barrera, que al mismo tiempo que obispo desarrolla gran actividad politica, porque pertenece al Senado y al Consejo de Ins- truccién Publica. En 1914 escribe una extensa pastoral sobre Ei/ Jaicismo en la ensefianza, donde desattolla la oposicion ideolégica entre la concepcion laicista de la ensefianza y la catdlica®. La critica al laicismo escolar la aborda el prelado desde tres perspectivas diferentes, desde las que quiere demostrar la carencia de verdad y de sentido de las tesis del liberalismo laicista y secularizante: el punto de vista antropologico, juridico y apelando a la experiencia. De ahi se desprende que la educacién, mas que un problema politico, es una cuestién social y humana, y por ello debe resolverse segin la naturaleza del hombre. La politica educativa de la Dictadura, al principio, sigue fiel al espiritu liberal, aunque pronto comenzaton las medidas de caracter restrictivo en Jo referente a la ensefianza privada y a la libertad de catedra, y hay también un recorte en los escasos podcres autondémicos de los centros estatales. Pero tuvo aspectos positivos, entre los que destacan la atencién prestada a las construcciones escolares para la ensefianza primaria y la preocupacion por poner al dia el bachillerato “, 3, Educacién y Segunda Republica El advenimiento de la Segunda Republica reaviv6 también las ideas del regeneracionismo costista, sintetizado en la «reforma de la educacién en todos sus grados». En esa reforma laten los viejos principios del liberalismo, Ja pedagogia de los institucionistas y las ideas del socialismo histérico. Una vez constituido el Gobierno provisional, fue nombrado ministro de Instruccién Publica y Bellas Artes Marcelino Domingo. Los prtimeros dectetos del nuevo Gobierno abordaban los problemas pendientes del bilingiiismo, la reorganizacién del Consejo de Instruccién Publica y la ® [a jerarquia es consciente de que uno de los campos mis deseados por el laicismo es la ensefianza y la escuela. La amenaza contra la Iglesia se siente especialmente aqui mas que en otros terzenos, con una legislacion entendida por la jerarquia como sccularizadora. © José M* Sawvabor y Barwira, Discurso promunctado en ed Senado, cn «Boletin Oficial Eclesidstico del Obispado de Madrid-Alcalay (1914), p.340; El laivismo en la enseiranza, en «oletin Oficial Eclesiistico del Obispado de Madrid-Alcali» (1914), p.205. Haciendo un recorrido histdrico, el prelado quiere demostrar que desde Grecia hasta nuestros dias la religion es el factor principal de la grandeza de los pueblos, asi como la irreligion lo es de su decadencia. Aunque sca una cuestién social y humana, no se puede prescindir de las circunstancias polieas en las que se desarrllé la edueacin. Inestabildad politica, porque desde 1902 a 923 se suceden 39 presidentes de Gobierno y 53 ministros de Instruccion Publica. i Date 3 ees 2 ve enscianza en pats, tl, Ministeso de Educacion y Cienci, p.40; E. LAzaro Floris, Historia de las construcciones escolares en Espafta, en «Revista de Educaciom 240 (1975), 115. C1. Mentalidad cristiana y pensamiento pedagigico de la Iglesia en Fipata = 71 ensefianza religiosa. Con referencia a esta ultima cuestion, el 6 de enero de 1931 se volvia a plantear el gran tema de la ensefianza de la religion en las escuelas. El punto de partida era el del liberalismo espafiol, defensor de la libertad religiosa, y cn consecuencia se suprimia la obligatoriedad de la ensefianza de la religin ©. ‘A la vista de las divergencias y dudas surgidas en la aplicacién de las disposiciones, la Direccion General de Ensefianza Primaria, presidida en- tonces por Rodolfo Llopis, publicaba el 13 de mayo una circular en la que pueden observarse ya las bases de lo que podia haber sido la tolerancia religiosa de la Segunda Republica ®, Las instrucciones que alli se contenian querian insistir en el espiritu de tolerancia, afirmando que la supresibn de la ensefianza religiosa no debe significar abandono en la direccién moral de los escolares. Cambiaba la religion por un alto ideal de conducta. El Gobierno provisional centro su atencién principalmente en la ensefianza primatia. Para cllo cred las famosas «misiones pedagdgicas», encargadas de difundir la cultura general en aldeas y villas con especial atencién a la poblacién rural®’. Con este programa y el deseo de construir escuelas primarias se afirmaba que habia «llegado el momento de redimir a Espafia por la escuela», La escuela primaria se convertia asi en el centro de atencion de la recién estrenada Republica. Junto a la falta de escuelas, el otro problema era la carencia de maestros adecuadamente formados y dignamente retribuidos ©. Se intent6 solucionar el problema con una politica de ascensos en las diversas categorias con efectos econémicos y con una intensificacién de su preparacion bajo el control del Ministerio. Estas medidas anunciaban una reforma mas profunda en la se- lecci6n del futuro magisterio. El Gobierno provisional acometié desde el primer momento la elaboracién de una nueva Ley de Instruccién Publica. Marcelino Domingo urgia esta tarea en carta ditigida a Miguel de Unamuno, presidente entonces del Consejo de Instruccién Publica, el 31 de agosto. La finalidad era instituir en Espafia la escuela Gnica. El Consejo encarg6 a Lorenzo Luzuriaga la elaboracién de las bases del anteproyecto de ley, que se apoyaba en la escuela publica como eje del sistema educativo ®. Este documento recoge las aspiraciones educativas republicanas y expresa el pensamiento del socialismo espafiol. Segan se expresa alli, la educacion debia tener los siguientes caracteres: 1) La educaci6n eta esencialmente una funcién del Estado; 2) La educacién publica debe ser laica; 3) La educacion publica debe ser gratuita; 4) La educacién publica debe tener un caracter ‘3 Coleciin Legislativa de Instruccién Piblica (aio 1931) (Madrid 1932), p-132-134. “ Rodolfo Llopis, militante del PSOE y admirador de la Institucion Libre de Rinsefianza, expresa la union de influencias institucionalistas y socialistas en la politica educativa de la Segunda Repiblica. : °T Sacvapor DE Mapariaca, Espaiia (Buenos Aires 1964) p.410. Otra nota caracteristica del Gobierno provisional fue su intencion de resolver cl déficit de escuelas primarias. 88 Fernando de los Rios se quejaba de que el sueldo de un maestro era inferior al de un funcionario de Correos y Telégrafos o de la Guardia Civil. La «salida» era el pluriempleo y la falta de preparacion. 9M, Piatz, Galan, La enseiianza en la Segunda Repiblica Espanola, en «Cuadernos para el Didlogon (Madrid 1975); se recoge el documento casi integramente en las paginas 62-64. 72 Badad Contempordnea activo y cteador; 5) La educacién publica debe tener un caracter social; 6) La educacién piblica debe atender conjuntamente a alumnos de uno y otro sexo, aplicando el principio de la coeducacién; 7) La educacién publica constituye un sistema unitario, resuelto en tres grados intimamente relacio- nados: el primer grado, preescolar, voluntario para nifios de cuatro a seis afios y obligatorio para nifios de seis afios. El segundo grado se compone de dos ciclos: uno, de doce a quince afios, concebido como ampliatorio de Ia educacién basica; otro, de los quince a los dieciocho, concebido como preparatorio de la educacién superior. El tercer grado es el univetsitario, que corresponde a la licenciatura y al doctorado; 8) Asi como el sistema educativo es un todo unitario, también cl profesorado que lo atiende debe constituir un todo orginico ”. La jerarquia eclesiastica espafiola reaccioné ante estas medidas educativas examinando la cuestién en su conjunto y lo expresé en un documento ditigido a los fieles, el 25 de julio de 1931: Sobre el proyecto de Constitucion y deberes de los catilicos™. EF) punto de partida era el laicismo del Estado: «implantase sin atenuaciones el absoluto laicismo del Estado, con sus diversas manifestaciones y consecuencias; que se concretan en el articulado Sobre estas ideas se discutir’ la cuestién educativa durante la Repablica. Coinciden con las expresadas en el congteso extraordinario del PSOE celebrado en julio de 1931, donde aparece la estatificacion de la ensefianza, la ensefianza laica, la escuela tnica y la hecesidad de un cuerpo nico de proferores. Una conclusion de aquel conpreso deca: de minoria parlamentaria socialista cuidara primordialmente de defender la escucla unica y laica con sus rganos sociales y econémicos complementarios, defendiendo asimismo que la aptitud sea la condicién decisiva para participar en las ensefanzas que la vocacion demande». f. ibid., p.64-67. 7" Bn tealidad ef texto es del cardenal Segura, refugiado en Belloc (Bayona, Francia). En la reunién de metropolitanos, el 9 de mayo de 1931, los obispos habian acordado dos documentos: uno destinado a los fieles, que no leg6 a publicarse en el Boletin Eclesistico de Toleds, pero sien el de Tarragona: Boletin Oficial iclesiastico del Arxabispado de Tarragona, 30 de junio de 1931, y otro dirigido al presidente del Gobierno provisional, pero no previsto para la publicidad. Segura distribuyé los dos y public el segundo en cl Boletin Exlesidstico dl Areghispo de Toledo (1931), 161-163. Pero cl documento mas importante es otro de 25 de julio de 1931. La situacién espafiola iba siendo cada vex mis persecutoria para la religion catdlica. El 11 de mayo habian ardido unos cien templos y conventos, Fl 11 de junio Miguel Maura, ministro de la Gobernacion, bajo su personal responsabilidad, ordenaba detener al cardenal Segura y conducitlo bajo vigilancia a la fronteta francesa. Desde Belloc quiso seguir ostentando a distancia y desde Pals extranjero la representacion del episcopado espafiol. Muchos pensaban que se hacia necesaria una toma de posicién de todo el episcopado. Segura tomo la iniciativa, pues en su opinion el documento debia aparecer antes de que el Parlamento iniciara el estudio de la Constitucion. Ante la imposibilidad de que los obispos pudieran examinar el documento y_ sugerit enmiendas, penso que podia atribuirse un voto de confianza ¢ interpret los silencios como aprobaciones. Slo el cardenal Vidal y Barraquer rog6 por telegrama que la pastoral no fuera publicada, pero era demasiado tarde y su firma aparece tambien en cl Gocummento. El texto de Toledo en Balin Fekeststc del Arzobispado de Toledo (1931), 269-284. Por alguna filtracidn, el texto aparecié en el diario integrista de Madrid 2/ Sigo Futuro del 15 de agosto antes que en «os boletines oficiales». Ademas, La Gaceta del Norte, de Bilbao, publicaba el 16 de agosto un texto notablemente distinto y fechado el 10 de agosto; y otro detalle perturbador, el texto del Boktin de Tarmagona es el mismo que el de La Cacta del Norte, Con estas salvedades en su redaccidn, impropiamente puede lamarse «del episcopado espatiob. Ante la extrafa situacion del catdenal Sepura, la Santa Sede Te ondend que jars de actuar y de publicar documentos, dada su condicién de refugiado en Francia. El ultimo documento firmado en esta época por Segura es del 25 de agosto. Cf. J. IRwarren, Documentos colctivos del Episcopado espaol (Madrid 1984), p.135-150, C1. Mentalidad cristiana y pensamiento pedagigico de la Iglesia en Fispata 73 en proposiciones explicitamente condenadas por la Iglesia y de las cuales haremos expresa mencibm. El documento examina algunos de los articulos presentados en los que mas se manifiesta el ateismo como base de la vida social, y la exclusion de la Iglesia y su influencia. En lo referente a la educacién, el documento recuerda la doctrina de Pio IX expuesta en el Syllabus, donde se condenaba la afirmacion de que «todo el régimen de las escuelas publicas en donde se forma la juventud de algan Estado cristiano, a excepcion en algunos puntos de los seminarios episcopales, puede y debe ser de la atribucién de la autoridad civil», Igualmente recordaba otra pro- posicién condenada por el Pontifice: «La mejor constitucién de la sociedad civil exige que las escuclas populares, a cualquier clase que pertenezcan los nifios del pueblo que a ellas concurren, y en general los institutos publicos destinados a la ensefianza de las letras y a otros estudios superiores y a la educacién de la juventud, estén exentos de toda autoridad, accion 0 mo- deracion o injerencia de la Iglesia y que se sometan al pleno albedrio de la autoridad civil, a la voluntad de los gobernantes y segiin la norma de las opiniones cortientes en el siglo», Después de reafirmar el derecho de la Iglesia a intervenir cn las escuclas, fuesen pablicas 0 privadas, condenaba las libertades modernas, «que son consideradas como Ja mas preciada con- quista de la Revolucién francesa, y tenidas como intangible patrimonio de las democracias enemigas de la Iglesia». Facilmente puede comprenderse que este pensamiento de la jerarquia era dificilmente conciliable con las ideas republicanas en materia educativa y de ensefianza. El documento de los obispos era un aviso de la jerarquia cuando se estaba formulando la nueva Constitucién, y suponia también poner las espadas en alto, sacando a la luz cada cual sus pretensiones. Venia ya precedido del fanatismo republicano y de la persecucion contra la Iglesia a todos los niveles. 4. Educacién y ensefianza en la Constitucién.de 1931: La «guerra escolar» La Constitucién de 1931 no dedicé un capitulo expreso a la educacion, pero ha sido el texto que mas extensamente se ha ocupado de los problemas que conlleva la enscfianza. Recoge la tradicién liberal en materia educativa, a la que suma las ideas del socialismo %, Lo dicho hay que verlo conside- rando el texto constitucional y los debates a que dio lugar. La discusién ” Syllabus, proposiciones 45-48 y 53. * Haciendo una sucinta historia, afirmaba que «dimanan esas libertades de la cenagosa fuente de la Reforma protestante del siglo xv, la cual, después de haber causado tantos trastornos a la Religion, vino a subvertir, siglos mas tarde, a través del filosofismo, a la misma sociedad civib». 7 M. Samanieco Boneu, La politica educativa de la Segunda Repiiblica durante el bienio azanista (Madrid 1977, CSIC), p.83. Afirma que tiene claras fuentes de inspiracién, como son la alemana de Weimar, la de Austria o la de México, pero que en materia educativa, teniendo en cuenta las influencias europeas, «a Constirucion cerraba cumplidamente todo un proceso de orientacion educativa abierto en Espaiia desde mediados del siglo x1m. 4 Edad Contemporinea parlamentaria repite conceptos ¢ ideas ya pasados, lo mismo que también son conocidos los argumentos y tacticas 7°. Se plantea muchas veces como Ia dialéctica entre tradicién y progreso, asumiendo posiciones irreconciliables. Al nacer la Constitucién surge también la «guerra escolar». La Constitucién trata de consolidar el proceso secularizador, y buen exponente de ello es el articulo tercero, en el que se afirma que «el Estado espafiol no tiene religién oficial, lo que equivalia a la secularizacién de Ia vida publica y también en este punto existen posiciones encontradas: la ideologia de la Republica, partidaria de la aconfesionalidad del Estado, y los catdlicos, partidarios de la unidad cat6lica. En realidad, lo que se discutia era la presencia o no de Ja Iglesia en la vida publica; esto se puso de manifiesto en la discusién del articulo 26, y dio lugar a la ptimera crisis de Gobierno ™. El articulo 26 significa la erradicacién de la Iglesia de la vida publica. A la educacién afectaban més otras medidas concretas, como era la disolucién de la Compaitia de Jests, con su larga tradicién en la ensefianza, y la prohibicion de ejercer la docencia, que se hacia extensiva a todas las Ordenes religiosas. Esto suponia negar a la Iglesia el derecho docente, lo cual la jerarquia no estaba dispuesta a aceptar. La jerarquia y los catdlicos no estén dispuestos a transigir con estos principios, y lo mismo se puede afirmar de republicanos, socialistas y radicales con sus posiciones, a pesar de que Alcala Zamota se esforzd por encontrar un texto que fuera aceptado por ambas partes. Pero los puntos de partido y la ideologia subsistente son muy profundos. El partido radical resumia mejor que nadie la pretension de relegat a la Iglesia. Pero quiza la postura mas significativa fue la del sector republicano simbolizada en Azafia”. Desde la perspectiva de Azafia, 75 En las discusiones parlamentarias parece que lo que se esta discutiendo es la Cons- titucién de 1876, pero el sistema consagrado por la Ley Moyano, de corte liberal, esta en ctisis, ’® ‘Tal y como fue aprobado, el articulo 26 decia: «Todas las confesiones religiosas serin consideradas como asociaciones sometidas a una ley especial. E] Estado, las tegiones, Jas provincias y los municipios no mantendrin, favoreceran ni ausiliarin econdmicamente’a la Yglesia, asociaciones e insttuciones.religiosas. Una ley especial regulara la total’ extincién, en un plazo maximo de dos ajios, del ptesupuesto def clero. Quedan disueltas aquellas érdenes religiosas que estatutariamente impongan, ademas de Jos tres votos candnicos, otro especial de obediencia a autoridad distinta de la legitima del Estado. Sus bienes serin nacionalizados y ajustados a fines benéficos y docentes. Las demas étdenes se someterin a una ley especial votada por estas Cortes Constituyentes y ajustada a las siguientes bases: 12 Disolucion’ de las que, por sus actividades, constituyan un peligro para la seguridad del Estado. 2° Inseripcién de las que deban subsistir, en un registro especial dependiente del Ministerio de Justicia. 3.* Incapacidad de adquirir y conservar, por si o por persona interpuesta, mas bienes que los que, previa justificacion, se destinen a sus viviendas y al cumplimiento directo de sus fines privativos. 4. Prohibicin de ejercer la industria, el comercio o la ensefianza. 5.2 Sumision de rendit anualmente cuentas al Estado de la inversion de sus biencs en telacién con los fines de la asociacién, Los bicnes de las ordenes religiosas podrin ser nacionalizados». " Diario de Sesiones de las Cortes Constituyentes, dia 9 de octubre de 1931, tll Mads 41933), ps1S63-1564 M. Azann, Memorias politieas y de guerra, vol.l (Madrid 1976), p.352-353. C1. Mentalidad critiana y pensamiento pedagigico de la Iglesia on Espana 75 as posturas eran irreconciliables, porque suponia pasar de la confesionalidad del Estado, y, por tanto, de la preeminencia de la Iglesia al laicismo absoluto. La conclusion logica de los articulos 3 y 27 fue el articulo 2878. El sistema de escuela unica o unificada defendido por los socialistas no era sin mas una estatificacin de la escuela, sino que levaba consigo una concepcién de la escuela distinta de la tradicional, lo que suponia necesa- riamente la escuela laica, la coeducacién, el cuerpo tinico de profesores y una administracion también unificada; todo ello al margen y en contra de una concepcién cristiana. La Constitucién fue aprobada el 9 de diciembre de 1931. El primer dia de enero de 1932 la jerarquia espafiola daba a’ conocer una pastoral colectiva en la que se rechazaba la nueva Constitucién, reafirmando una vez mas el derecho de la Iglesia a la ensefianza y el de los padres a la eleccién de los centros docentes que estimaren convenientes para sus hijos- La pastoral se oponia a la Constitucién en puntos concretos y conflictivos como presupuesto del clero, matrimonio, drdenes religiosas y, sobre todo, ensefianza. En lo referente a este Gltimo punto, la posicién de los obispos es terminante: «No se puede, sin violacin del derecho natural, impedir 4 los padres de familia atender a la educacién de sus hijos, expresion y prolongacién viviente de si mismos, con la debida libertad de elegir escuela y maestros para ellos, de determinar y controlar la forma educacional en conformidad a sus creencias, deberes, justos designios y legitimas preferen- cias. No se puede, sin atentar a la propia maternidad espiritual de la Iglesia, desconocer y obstaculizar su derecho docente, a cuyo ¢jercicio debe la civilizacién su perfeccién y su historia, por el que no es licito sustraerle los fieles, desde su tierna infancia, pata la formacién cristiana, de su mentalidad, de su caracter y de su conciencia en escuelas propias y aun en las escuelas publicas». Junto a esta condena de la educacién como la entendia la Constitucion, los obispos ofrecian algunas pautas de conducta a los catélicos, con el fin de impedit el ascenso del laicismo: oponerse a la escuela laica, pues la experiencia demuestra que se convierte en una escuela atea. Se enfrentaban asi dos concepciones distintas de la educacién. Los republicanos atacaron decididamente a la Iglesia sin darse cuenta del apoyo que perdian con esta pelea. La consecuencia fue que fueron perdiendo apoyo de la clase media y tuvicron que confiarse a la clase trabajadora pata no hundirse. Pero les cego la pasion y no yieron su peligro. 78] articulo 48, una vez aprobado, decia: «El servicio de la cultura es attibuto del Estado y lo prestara mediante instituciones educativas enlazadas por el sistema de la escuela unificada, Ja ensefanza primaria seri gratuita y obligatoria. Los maestros, profesores y catedriticos de Ia ensefianza oficial son funcionarios pablicos. La libertad de catedra queda reconocida y garantizada. La Repiblica legislara en el sentido de facilitar a los espafioles econdmicamente necesitados el acceso a todos fos grados de la ensefianza, a fin de que no se hallen condicionados mis que por la aptitud y lz vocacién. —— ; ; La ensefianza seri laica, hari del trabajo el eje de su actividad metodologica y se inspirara cn ideales de solidaridad humana. ; ; Se reconoce a las Iglesias el derecho, sujeto a inspeccion del Estado, de ensefiar sus tespectivas doctrinas en sus propios establecimientos». 16 Fidad Contemporinea Ademas, ese mismo afio comenzaban los trabajos para la elaboracion de la ley de Confesiones y Congregaciones Religiosas, aprobada el 17 de mayo de 1933. La aparicién de la ley dio lugat a una declaracién colectiva del episcopado espafiol, publicada cl dia 2 de junio. El documento insistia en bastantes puntos de la pastoral del afio anterior, pero en un tono mas duro y beligerante: «Sdlo con odiosa tirania puede el Estado poner limita- ciones a la funcién docente de la Iglesia», Las anteriores recomendaciones a los catdlicos se concretaban ahora en obligaciones terminantes. La «guerra escolam entre los partidarios de la ensefianza confesional y los que defendian la ensefianza laica lleg6 a su punto algido con la inter- vencién directa de la Santa Sede: el dia 3 de junio de 1933 publicaba Pio XI la enciclica Ditectissima nobis, que abordaba cl problema cspajiol. «Aparece demasiado claro —afirmaba el Papa— el designio con que se dictan tales disposiciones, que no es otro sino educar a las nuevas gene- raciones, no ya en la indiferencia religiosa, sino con un espiritu abiertamente anticristiano; arrancar de las almas jovenes los tradicionales sentimientos catdlicos, tan profundamente arraigados en el buen pueblo espajfiol, y secularizar asi toda la ensefianza inspirada hasta ahora en la religion y moral cristiana. Frente a una ley tan lesiva de los derechos y libertades eclesiasticas... creemos ser deber preciso de nuestro apostdlico ministerio reprobarla y condenarla». No podia ser mas explicita la declaracién y con ella aparecen jerarquia y Estado enfrentados frontalmente por el tema de la educacién. 5. El bienio azafista Aprobada la Constitucién de la Repiblica, fue nombrado ministro de Instruccién Publica Fernando de los Rios, antiguo profesor de la Institucion Libre de Ensefianza y miembro destacado del PSOE. El ministro ratificd en el cargo de subsecretatio a Domingo Barnés y como director gencral de Primera Ensefianza a Rodolfo Llopis. Con estos datos los afios 1931- 1933, en cuanto a educacién, no son mas que el desarrollo y la continuacién de la politica educativa practicada ya por el Gobierno provisional”. Por ello continué Ia labor de renovar la ensefianza primaria, con fuertes inver- siones, a pesar de las dificultades econémicas derivadas de la crisis del 29. También siguié con la reforma del Magisterio y levé los estudios pedago- gicos a la Universidad, creando la Seccién de Pedagogia en la Facultad de Filosofia y Letras, y regulé la Inspeccion. El sectarismo de la Repiblica trajo consigo muchos problemas en la ensefianza media, pues tuvo que afrontar cl Ministerio todas las cuestiones derivadas de la ley de Confesiones y Congregaciones Religiosas y dar cum- plimiento a la disposicién transitoria que ordenaba el cierre de esta ensefianza ” Cf. M. Samanieco Bonsu, La polltica educativa de la Segunda Reptiblica durante el bienio azasista (Madrid 1977), p.117. Ct. Mentalidad cristiana y pensamiento pedagigico de la Iglesia en Espaia 7 para el dia 1 de octubre de 1933, excepto la ensefianza primaria, cuya extincion seria el 1 de enero de 1934. Publicada la ley el 2 de junio, el Gobierno disponia de cuatro meses para sustituir a las Ordenes religiosas en la ensefianza media. E] problema era doble: sustitucion del profesorado teligioso por un profesorado laico y la creacién, distribucion e instalacion de centros estatales adecuados. Para ello se creé la Junta de Sustitucién, encargada de la sustitucion del profesorado y de organizar la instalacién de los nuevos centros cteados. La preparacién del profesorado se realizé a través del sistema de cursillos, semejantes a los empleados para el magisterio ®. 6. El bienio radical-cedista En noviembre de 1933 triunf6 la coalicién formada por los radicales de Lerroux y los catélicos de la CEDA de Gil Robles. A pesar de que el partido de Lerroux se habia distinguido por su actuacién anticlerical, la politica educativa estuvo influenciada por la orientacion confesional de los hombres de la CEDA, lo que aminoraba las consignas del bienio anterior. En la ensefianza ptimaria se iniciaban una serie de medidas destinadas a cortegir lo legislado por los gobiernos anteriores, y que se correspondian con la campafia que los catdlicos habian realizado. En agosto de 1934 se ptohibia la coeducacién en las escuelas primarias y se lucho para conseguir lo mismo en las escuelas de magisterio*. Impuls6 la construccién de la Ciudad Universitaria de Madrid y la inauguracién del Colegio de Espafia en Paris, en 1935, asi como la reforma del bachillerato *. 7. El Frente Popular Las Cortes fueron disueltas y se convocaron elecciones. El Frente Popular incluy6 en su programa educativo las aspiraciones que la Republica habia intentado realizar. Recordaba en su programa el precepto constitu- cional de que la educacién y la cultura eran atribuciones del Estado y quetia recuperar el ritmo de las construcciones escolares, el control de la ensefianza ptivada, cl impulso a la ensefianza media y profesional, etc. Volvid a la ® Las tealizaciones deberian completarse con el examen de la creacién de institutos y la reforma del bachillerato, la creacion de la Inspeccién General de Segunda Ensefianza y la Reforma Universitaria, asi como la creacin de la Universidad Internacional de Verano de Santander y la creacion de las Escuelas de Estudios Arabes de Madrid y Granada 81 La coeducacion fue uno de los temas mas discutidos en todo este periodo, y los catdlicos se atuvieron 4 la ensefanza de Pio XL en la encielica Dive’ ilins Magiar donde se afirma: «lgualmente erréneo y pemnicioso a la educacién cristiana es el método llamado de la cocducacién, fundado tambien, segin muchos, en el naturalismo negador del pecado original y ademis, segiin todos los sostenedores de este método, en una deplorable confusion de ideas que trunca la legftima convivencia humana en una promiscuided igualdad nive- ladora». ® Ya reforma del bachillerato fue iniciada por el ministro Filiberto Villalobos, denominada Plan Villalobos, que estructuraba el bachillerato en siete cursos, divididos en dos ciclos. Cf. Coleeciin Legislativa de Instruccién Piblica (aio 1934), p.451-454 y 551-559. 78 Edad Contemporinea cartera de Instruccién Publica Marcelino Domingo, y con él era de suponer que la politica del Ministerio se orientaria a la ensefianza primaria. En efecto, en los meses de febrero a julio de 1936 se tomaron una serie de medidas que suponian la vuelta a las fuentes republicanas, aplicando lo mejor posible su ideologia ®. Esto es patente si examinamos la educacién en la zona republicana, pues, al producirse la guerra civil, la educacién se convierte en un instrumento ideolégico, en el que predomina el caracter revolucionario. En septiembre de 1936 se integran en un nuevo gobierno socialistas y comunistas bajo la ptesidencia de Largo Caballero y en la politica educativa aparece en pleno auge la ideologia que sirve de base a aquella unin: la educacin, considerada como un privilegio de la clase dominante, van a ponerla al servicio de la promocion del proletariado y del campesinado *, La reforma ideoldgica se quiere poner en practica desde el primer momento, y los maestros no estén considerados solamente como educadores del pueblo, sino también como cooperadores en la lucha ideoldgica. El contenido ideolégico que se inculcaba se pone de manifiesto en las otientaciones que se daban al profesorado. Las materias habia que explicarlas en una determinada clave. El profesor de Geografia debia dar a conocer los lugares en los que se desarrollaba la contienda, pero también explicar las caracteristicas econdémicas, politicas y sociales de cada region, haciendo mencion especial de los paises que ayudaban a la Republica (México y la URSS). El profesor de Historia deberia revisar los conceptos tradicional- mente admitidos y, en cambio, sefialar «el camino seguido por todos los pueblos para liberarse de sus opresores y conquistar sus derechos a una vida mas digna frente a las oligarquias y clases dominantes»; el profesor de Ciencias Econémicas ensefiaria las grandes doctrinas sociales y se pre- ocuparia de dar a conocer los fundamentos del marxismo *. Se prohibia la ensefianza libre y se suprimia la ensefianza de la religiOn. ® Ta escuela se concebia como formadora en un espiritu y no slo lugar para aprender unas letras. Asi se expresaba una circular de marzo de 1936: La escuela «no ha de ser un asilo, ni un lugar de tesguardo, ni la institucion donde solo se aprenden las primeras letras. Ha de ser mas y ha de ser otra cosa». Se volvid a plantear otra vez las nuevas construcciones escolares. Cf, M. Samanisco Bonev, La politica educativa de la Segunda Repiblica durante el bienio azaiista (Madrid 1977), cap.VII y VILL. “En la comisién para cl estudio y reforma de la ensefianza_primaria, junto a los representantes del Ministerio, se nombraron también dos mas por la FETE y otros dos por la CNT. El resultado de ello era un maestro politizado, Se les decia abiertamente: «No basta gue el alumno sepa de la guerra por lo que en la calle o en el ambiente familiar oiga o le dligan: es necesurio que profesor que le instruye y educa, con el prestigio y autoridad que Te corresponde, forme a nuestra juventud ahincando en su espirit las ideas de paz, tad y justicia social, que se petcaten nuestros cscolares de que la cultura que reci la esta defendiendo nuestro ejército popular contra el fascismon. 85 E'stas consignas aparecian en las paginas oficiales de La Gaveta, manifestando la nueva labor de los maestros en los momentos presentes. En esta misma linca hay que situar las demas medidas: la creacién del Instituto para Obreros en 1936; el primero de ellos se cred en Valencia, al que siguieron los de Madrid, Barcelona y Granollers. Sus atenciones alcanzaron a la formacion profesional. Hay que mencionar también la actividad educadora que quiso emprender la CNT; la educacién anarquista se propago fundamentalmente a través de centros inspirados en las escuelas fundadas por Ferrer; cf. M. VAzquez, La reforma educativa en la zona republicana durante la guerra civil, en «Revista de Educacion», 0.240, p.60-72. C1. Mentalidad cristiana y pensamiento pedagigico de la Igksia en Fspata 79 8. La educacién en el Nuevo Estado Las posturas irreconciliables desembocaron en la Guerra Civil, y un conflicto de esta categoria representa el enfrentamiento entre dos bloques. En la zona nacional, que da origen al nuevo régimen, aparecen los rasgos de cierto totalitarismo politico: la exaltacién del Estado, el antiliberalismo, la admisién del partido Gnico con el decreto de unificacion de 1937; la exaltacién del Jefe en quien se concentran todos los poderes; el control de los medios de comunicaci6n. E] totalitarismo fue una aspiracion solamente rechazada en 1945 *, En la educacién es donde quiz4 aparecen mas claras las diferencias ideolégicas: La Falange, con aspiraciones totalitarias, y el catolicismo de la jerarquia, con aspiraciones a recuperat los derechos perdidos ”. Las exigen- cias de la jerarquia eclesiastica van dirigidas fundamentalmente a recuperar el papel preponderante que habia desempefiado antes de 1931. El Nuevo Estado respondia a ellas derogando la legislacién antieclesiastica y antirre- ligiosa que habia promulgado la Repiblica, al mismo tiempo que propor- cionaba a la Iglesia ventajas de orden econémico y la tomaba como la institucién basica para regular los valores morales el nuevo régimen. Dentro de este aspecto la educacién ocupar4 un lugar importante *. Con una idea claramente antiliberal, se implanta una educacién confesional que se apoya en estas premisas: ensefiar de acuerdo con la doctrina y la moral catolica, ensefianza de la religion en todas las escuelas, sean publicas o privadas, y derecho de inspeccién de Ja ensefianza por parte de la jerarquia en todos los centros docentes. Peto, si queremos resumir las coordenadas de la ensefianza, podemos afirmar que se pueden concretar en la confesionalidad y politizacin de la educacién por parte del Estado. Desde los mismos dias de la guerra, los ideales del nuevo régimen son la antitesis mas clara de los que defendia la Segunda Republica. Por ello la ensefianza estara informada por los valores ideolégicos que defendia el Movimiento Nacional, que se inclina por los valores tradicionales. EI primer objetivo fue la depuracién de los elementos educativos republicanos, de los libros y bibliotecas, del profesorado y de las personas con responsabilidad educadora. Las orientaciones académicas fueron reafirmando cada vez mas las nuevas bases de la educacién. La gran preocupacién fue la ensefianza primaria, que se asentatia cn «os principios religiosos, morales y patridticos que impulsan el glorioso Movimiento Nacional [y que] han de tener en la % Asi lo proclamaba el Fuero del Trabajo en su redaccién originaria, el 9 de marzo de 1938: «Renovando la tradicion catélica de justicia social y alto sentido humano que informé nuestra legislacion del Imperio, el Estado nacional, en cuanto que es instrumento totalitario al servicio de la intepridad de la patria y sindicalista, en cuanto representa una reaccion contra el capitalismo liberal y el materialismo marxista, emprende la tarea de realizar... la tevolucién que Espafia tiene pendiente..». * No es necesario insistir en la postura de la jerarquia espafiola en la contienda, pues ¢s suficientemente conocida y que tiene su momento culminante en la declaracion colcctiva del episcopado espafiol de_ 1937; cf. G. Reponpo GAivez, Historia de la Iglesia en Fspaa, 1931-1939. Tomo Hi, La Guerra Civil (1936-1939) (Madrid 1993), p-310-319 y cap.4. J. J. Ruwz Rico, Fl papel politica de la Iglesia catélica en la Fispaita de Franco (Madtid 1977). 80 Edad Contemporanea escuela primaria su mas fiel expresin y desarrollo» y en «a necesidad de restaurar en la escuela primaria la ensefianza de la religion, base indispensable del orden, vinculo firmisimo de la unidad y grandeza de nuestra patria» ®. En 1938 Pedro Sainz Rodriguez, ministro de Educacion, acomete la reforma legislativa de la ensefianza. El 20 de septiembre de 1938 sale a la luz la ley que reformaba el bachillerato, Ley de reforma de la Segunda Ensehanza. En la ensefianza media la formaci6n se fundamentaria, en ptimer lugar, en la cultura clasica y humanistica, teniendo sobre todo presente el siglo xvi espafiol®. En segundo lugar, esa cultura tendria un contenido eminente- mente catdlico y patridtico: «El catolicismo —se decia en la exposici6n— es la médula de la historia de Espafia. Por eso es imptescindible una sdlida instruccién religiosa que comprenda desde el catecismo, el Evangelio y la moral, hasta la liturgia, la historia de la Iglesia y una adecuada apologética, completandose esta formaci6n espiritual con nociones de filosofia ¢ historia de la filosofia», Este plan de bachillerato se mantendria hasta 1953. Comprendia un examen de ingreso, siete cursos y un examen de Estado organizado por la Universidad. El plan contenia una fuerte carga humanistica: se concedia un lugar importante a la lengua latina —obligatoria en todos los cursos—, a la griega —obligatoria en cuatro cursos—, a la religion —dos horas semanales en todos los afios— y al idioma —tres horas semanales en los siete cursos. Poner en practica este plan Ilevaba consigo muchos medios materiales y personales. Por ello, la escasez de recursos y el principio de subsidiariedad trajo consigo en los afios cuarenta un notable descenso de la ensefianza estatal y un florecimiento de la ensefianza privada, sobre todo la que impartian las Ordenes religiosas dedicadas por su fundacién a este queha- cer °!. Se mantiene la unidn entre religion y politica en el sistema educativo y el Ministerio de Educacion se entrega a hombres catdlicos. La preocupacién de Ja jerarquia desde cl mismo afio 1936 se centré en evitar el monopolio falangista en la educacién; son prueba de ello las pastorales de los obispos y los editoriales de Evtlesia, Organo oficial de la jetarquia, condenando los intentos de monopolio estatal en la ensefianza. El pensamiento de los obispos aparece claramente expuesto en Eutlesia en el editorial de 30 de junio de 1945, pocos dias antes de promulgarse la ® Orden ministerial del 20 de enero de 1939 y 24 de julio de 1939. Ver también las Srdenes ministeriales del afio 1938, °° Ley de Reforma de la Segunda Fnsetanza de 20 de septiembre de 1938 (CBOE 23-9-1943); Planes de estudio de enseftanza media, introduccion y recopilacién por Manuel. Urane, Direccion General de Ensefianza Media (Madrid 1964), ‘p.443-457, Lo patridtico se revalorizaba con la extirpacion de lo antihispanico y la reafirmacion del pensamiento de Ramiro de Maeztu. ey yan Tey de 1938 sobre la ensefianza media siguid la ley de 29 de julio de 1943 que tegulaba la ordenacin de la Universidad, Ley de Ordenacién de la Universidad Expafola, de 29 de julio de 1943 ( y se proponia con- trarrestar la obra de la Segunda Repiblica, Aut poreie ora anticatlica era también antis- paiiola. Estas ideas estin ya expucstas en la Contestacién al Nuncio de Su Santidad en la presentaciin de Cartas Credenciales, el 24 de junio de 1938. 1@ Algunas de las medidas legislativas aparecen ya en los ptimeros meses de la guerta: 1 19 de agosto de 1936 se recomendaba a los alealdes transmit informacion para lepurar 4 los maestros que no dieran garantias de patriotismo o de moral BOE» 2-6-1936); el 4 de septiembre de ese mismo afio se mandaba retirar de las bibliotecas y cscuclas las obras socialistas, comunistas o contrarias a los principios de la religion y de la moral cristianas (BOE» 8-9-1936); el 21 de septiembre se declaraba que la escuela habia dejado de ser laica J. 2¢ hacia obligatora Ia ensefianza de la religion BOT» 24-9-1936); al mismo tiempo se legislaba que los obispos formarian parte de las juntas de beneficencia («BOE» 22-10-1936); se prohibian los libros pornograficos («BOE» 24-12-1936) y siguen en los meses siguientes ottas disposiciones similares. '@ "B] tema de la ensefianza es uno de los puntos fundamentales en todos los concordatos firmados en estos afos. Durante siglos la Iglesia habia regido la mayoria de las instituciones docentes, pero a partir de Ja Hustracion la cnscfianza se considera competencia y funcién del Estado. 14 El art. 26 reconoce a la Iglesia el derecho de vigilancia y censura en toda la ensefianza para defender el dogma y la moral; ¢l 27, que hace obligatoria la ensefianza de la religion en todos los centros y en todos los grados; el 28, que regula la ensefianza en las Universidades; Cl. Mentalidad cristiana y pensamiento pedagigico de la Iglesia en Espatta 85 las aspiraciones de la jerarquia para que el Estado reconociera sus derechos y al mismo tiempo reflejan la mentalidad del nacional-catolicismo. Coincidian con la doctrina que Pio XI habia expucsto en la Divini illius Magistri: La Iglesia es independiente de cualquier potestad terrena, tanto en el origen como en el ejercicio de su misién educativa», lo cual implicaba el derecho de emplearla, de juzgar de cuanto pudiera ser provechoso o contrario a la educacién cristiana, y por ello vigilar sobre cualquier centro y poder crear escuelas ¢ instituciones en todos los ramos del saber. La Iglesia conseguia sus aspiraciones en materia de ensefianza y se reafirmaba la unidad catdlica como elemento de la unidad politica. Un buen resumen de la mentalidad seria el discurso de Franco al presentar a las Cortes el Concordato, cuando afirmaba que «es la religion catdlica la fuerza moral que ha formado el alma colectiva de nuestra naciém; que para una nacién catdlica das cuestiones de la fe pasan al primer plano de las obligaciones del Estado»; que no tenia sentido en Espajia «dividir a los dos poderes, eclesiastico y civil, porque ambos concurren siempre a cumplir el destino asignado por la Providencia a nuestro pueblo»; y que «el Estado recibe de la Iglesia una inmensa cooperacién moral, y, a su vez, el Estado presta a la Iglesia el auxilio de los medios precisos» '"°. El afio 1953 representa el punto Algido de Jas buenas relaciones entre el Estado y la Iglesia. La educacion se desarrolla conforme al dogma catdlico y la ensefianza de la religion se imparte en todas las escuelas, publicas y ptivadas, en todos los niveles, incluida la Universidad. Consagraba también el derecho de la jerarquia de la Iglesia a inspeccionar la ensefianza en todos los centros docentes, a fin de vigilar la pureza de la fe, las buenas costumbres y la educacién religiosa. Es cierto que este derecho concedido fue ejercido con prudencia por parte de la jerarquia, pero su admision significaba una doble inspeccion, la estatal y la eclesidstica; ademas, esta Ultima tenia la posibilidad de prohibir los libros que se estimasen contrarios a la doctrina catélica, y detcrminar cn la practica lo antirreligioso, lo anticatélico y lo inmoral. En los afios siguientes comienza lentamente la recuperacion econdmica y la industrializacién, con los problemas que lleva consigo. Surgen también los primeros brotes de oposicién al régimen, y son significativas las huelgas universitarias en Madrid y Barcelona y la conmocién que supuso la protesta estudiantil de febrero de 1956 '*, La actitud de la jerarquia y de la educacion sigue siendo la misma. cl 30, que admite las universidades y scminarios de Ia Iglesia, dependientes exclusivamente la autoridad eclesidstica, pero con reconocimiento estatal; el 31, que reconoce el derecho de la Iplesia a organizar y dirigir escuelas pablicas de cualquier grado y orden. Cf. Concordato entre la Santa Stde y Expaita, de 27 de agosto de 1953 («BOE» 19-10-1953). Se recogian en cllos lo que reglamentaba el Cédigo de Derecho Canénico de 1917 en su. dtulo XXII del libro II titulado De scbolis, Esta doctrina habia sido desarrollada en la enciclica de Pio XI Divini illias Magistri, de 1929; cf. Coleeciin de encielicas y cartas pontifcias (Madrid 1942), n.9-13, 644-651. PONS R Baanco, Mensaje del Jofo del Fstado a las. Cortes Fipatolas, 24 de octubre de 1953, en dicclesian, .642, 31 de octubre de 1953, p.55-58. “6 °CE la obra de Pedro Lain ENtRaLGO, entonces rector de Ia Universidad de Madrid, 86 Edad Contemporiinea En los afios siguientes la economia y la politica inciden en la educacién. Queda ya un poco lejano de la politica el modelo totalitario de los primeros afios del régimen y del nacional-catolicismo. Comienza también en algunos componentes de la jerarquia eclesidstica un distanciamiento respecto del régimen, que en los afios setenta se convertira en hostilidad mas 0 menos encubierta. La década de los setenta se caractetiza —entre otras cosas— por los conflictos escolares. La politica educativa de Lora Tamayo (1962-1968) se caracterizaré. por la atencién prestada a Ja ensefianza primaria; por ello hay que resefiar la ley de 29 de abril de 1964 extendiendo el periodo de escolaridad obligatoria hasta los catorce afios. Pero, aun asi, el preambulo de la ley esta repleto de frases triunfalistas y retoricas. Esta ley se complementa con la de 21 de diciembre de 1965, sobre la reforma de la enseftanza primaria, cuya innovacion mas importante era la elevacion de los estudios de Magisterio; para el ingreso en la Escucla Normal se exigia ahora el titulo de bachiller superior '°’. Se ratificaba también la escolaridad obligatoria hasta los catorce afios y se disponia que la ensefianza primaria seria gratuita, aplicindola especialmente a los centros estatales 1%, 10. Ley general de Educacién a) Antecedentes y génesis En 1968 Villar Palasi tomd posesién de la cartera de Educacién y Ciencia y ha sido el autor de la que se ha denominado la segunda ley Moyano y con un lenguaje mas coloquial Ia «ey Villam. Se daba un enfoque nuevo al problema educativo, sin dejarse Hevar sdlo por el «problema universitario», que al fin y al cabo cra un problema derivado de los graves defectos del sistema educativo espafiol. De esta manera se impuso la conviccion de que el sistema educativo debia ser sustancialmente reformado y teconsiderado en su totalidad, que ya no servian retoques sectotiales. Las primeras medidas tomadas por el nuevo equipo ministerial fueron la creacion de nuevas universidades en Madrid, Barcelona y Bilbao, para potenciar la autonomia funcional y financiera. Otra medida importante fue Ja creacion de los Institutos de Ciencias de la Educacién dentro de las Universidades. Después se procedié a la reorganizacién administrativa y se tom6 la decision de acometer una reforma global del sistema educativo. Deseargo de conciencia (Madrid 1976). Comienza aqui lo que més tarde se denomind problema universitarion. Los sucesos de 1956 provocaron la salida de Ruiz-Giménez del Ministerio de Educacion, a quien le sucedié Rubio Garcia-Mina, que habia sido subsecretario con Ibafiez Martin. 1 Coleccién legislativa de Exducaciin y Ciencia (aio 1965, Madrid 1972), p.804-819. 1% odo espafiol o extranjero fesidente en Espafia tiene derecho’ recibir educacin primaria gratuita desde los seis a los catorce afios. ‘A este fin, el Estado creat y mantendra el nimero suficiente de puestos escolares y garantizaré, en’ su caso, la gratuidad y asistencia a los centros no estatales mediante subven- Giones 0 becas». Cl. Mentalidad cristiana y pensamiento pedagipico de la Iglesia en Expata 87 En el mes de octubre de 1968 el equipo ministerial se reunia durante una semana en Buitrago, y fruto de aquella reunién fue la estrategia para la reforma cducativa. Esta estrategia sc concretaria después en el famoso Libro Blanco de la Educacién ™. El Libro Blanco de la Educacién se publicé en febrero de 1969". No se trataba de una reforma parcial, sino de una reforma en la totalidad del sistema. En la misma introduccion se afirmaba su finalidad: «Describir un panorama de problemas graves y sugerir las soluciones apropiadas», indi- cando al mismo tiempo que das soluciones pensables para cada uno de la innumerable serie de problemas relativos a la ensefianza solo son razonables cuando se insertan en un contexto totab. En la primera parte analizaba criticamente la situacién real de la ense- fianza. En Ja ensefianza primaria existian dos niveles diferentes de educacién ptimaria, que legaba en un caso hasta los diez afios y en otro hasta los catorce. En la ensefianza media el Libro Blanco criticaba la division del bachillerato en elemental y superior, la prematura separacion de Letras y Ciencias y la existencia de un bachillerato técnico como modalidad propia. El anilisis alcanzaba a la formacién profesional, porque sus planes de estudio no estan sincronizados con los del bachillerato, y en la ensefianza universitaria se criticaba la rigidez de los planes de estudio, el peso excesivo de las carreras tradicionales, la falta de autonomia de las universidades y su desvinculacién de los otros niveles educativos. La critica puede resumirse con sus mismas palabras: «En resumen: de cada 100 alumnos que iniciaron la ensefianza primaria en 1951, legaron a ingresar 27 en ensefianza media; aprobaron la revalida en bachillerato elemental 18 y 10 en el bachillerato superior; aprobarori cl preuniversitario 5 y culminaron estudios universitarios 3 alumnos en 1967» "1. La segunda parte del Libro Blanco sentaba las bases en las que se inspiraria la reforma educativa: implantacion de una educacion basica, gratuita y obligatoria, hasta los catorce afios, unificandose para todos los escolares el primer nivel educativo; superacién de Jas desigualdades educativas exis- tentes entre el campo y la ciudad; implantacién de un solo bachillerato de formacién polivalente; consideracion de la formacién profesional como una modalidad educativa ligada tanto al mundo laboral como con otros niveles educativos del sistema; acceso a la Universidad sin discriminaciones, después de un curso de orientacién, autonomia universitaria; nuevas carreras uni- versitarias de nivel medio. Para mejorar sus defectos, las criticas al Libro Blanco se hicieron a través de la representacién organica propia del régimen politico vigente. a educativa (Madrid 1969), Secretaria General ; La rforma educativa espanola y la educaciin , Joaquin Tena Axnicas y Marcelino ' La educaciin en Espaiia. Bases para wna ‘Teeniea “del Ministerio. fe Balueacon y thn ia permanente, trabajo conjunto de Ricardo Diz. Hoc ernst Garcia Cuerpo (Paris, Unesco, 1977). 10 La primera edicién se puso a la venta el 13 de febrero de 1969 y se agotd en pocos dias, De las 244 paginas de gue consta ai libro, 199'se dedicaban a la critica de la estructura educativa que existia cn 1968. "La educacién en ja. Bases para una politica educativa (Madrid 1969), Secretaria General erica el Ministerio. de Edvencién y Ciencia, p.24, 88 Edad Contensporinea Sélo aportaron sus opiniones el Consejo Nacional del Movimiento, Or- ganizacion Sindical, Instituto de Estudios Politicos, Comision Episcopal de Ensefianza, asociaciones de profesores, hermandades de inspectores, Universidades y Consejo Superior de Investigaciones Cientificas '!?. Me- recen especial atencién los informes preparados por la Comisién Epis- copal de Ensefianza y por cl Instituto de Estudios Politicos, pues con- dicionaron indirectamente el tratamiento de la gratuidad de la ensefianza general basica. La Comision Episcopal de Ensefianza parte de la ambigiiedad del Libro Blanco, aunque estima que el texto «da por supuesto que la financiacin de la ensefianza no estatal seguiré a cargo de los padres, ya que el Ministerio fijara los limites de las mensualidades que se podian cobrar. En otros términos: ensefianza estatal gratuita y ensefianza no estatal de pago». «El monopolio estatal de la ensefianza, la tendencia a afianzar una ensefianza pata pobres y otra para ricos y el mantener una ensefianza estatal gratuita y una ensefianza no estatal de pago, son conceptos que no se pueden atender desde el punto de vista de la Iglesia "5 La Comisién Episcopal, basada en la integracién social a través de la escuela, abogaria pata que el Estado garantizara igual apoyo econdémico a la ensefianza estatal y a la no estatal, lo que implicaba la gratuidad obligatoria para todos los centros, tanto publicos como privados. 112 "Todos ellos fueron publicados por el Ministerio de Educacion y Ciencia, Informe sobre fa educacion en Espana. Bases para una politica educativa, 2 vols. (Madrid 1969), Secretaria General ‘Técnica del Ministerio de Educacion y Ciencia; el texto de la Comision Episcopal de Enscianza puede encontrarse también en Documentos colectvos del episcopade espatol sobre formacin religinsa y educacién (1969-1980), editado por la Comision Episcopal de Ensefianza y Catequesis (Madrid 1981) p.115-221: Informe de la Comision Episcopal de Ensetanza y Educacion religiosa sobre el Libro La Educacin en Espafia. Bases pata una politica educativa, 1969 (publicado por el Ministerio de Educacion y Ciencia». Bastaria solamente enunciat los documentos publicados por los obispos —ademas de los ya resefiados en el texto hasta el de 1973— para darse cuenta de Ja importancia que en estos afios habia adquitido el tema educativo. Resefiamos algunos a titulo indicativo: «Los catélicos espafioles ante la reforma del sistema educative del pais, documento de estudio para el servicio de padres de familia y educadores, 1969; «La reforma del sistema educative, 28 de octubre de 1969; «La gratuidad de la ensefanza proyectada en la reforma del sistema educativon, 14 de marzo de 1970; «La ensefianza religiosa en la Educacion General Bisic, 26 de octubre de 1970; «La religion en las escuelas normales de Magisterion, 26 de octubre de 1970, todos ellos de la Comisién Episcopal de Enseftanza y Bducacion Re- iosa. U5" Iid., vol, p.17-18. La Comision Episcopal se refiere a la base XX, punto 126, que deca: «El Fstado proporcionari aynda a Jos centtos.de ensefanza no estat en la medida en que éstos beneticien a los sectores menos favorecidos econémicamente y en funcién del nivel y calidad de su rendimiento educativon. También se referia al punto 128, que decia: «El Ministerio de Educacion y Ciencia elaborard y revisari periddicamente los costs unitarios y reales (de inversion y gastos cortientes) por alumno en los diferentes niveles de ensefianza y en las diversas localidades, a fin de sefialar los limites entre los cuales han de fijarse las miatriculas y mensualidades en los centros de ensefianza no estatal y el importe de las becas que conceda el Ministerio de Educaciin y Ciencia, La ayuda que haya de prestatse al sostenimiento de los centros de ensefianza no estatal se hard en funcidn del montante de las matriculas y mensualidades que devenguenm; La educaciin en Expaita. Bases para una politiea educativa, p.24\. C1. Mentalidad cristiana y pensamiento pedagdgico de la Ighsia en Exspata 89 b) El proyecto de ley y sn discusin en las Cortes Tomando como base el Libro Blanco, el ministro de Educacién y Ciencia y el ministro de Hacienda presentaban al Consejo de Ministros, en septiembre de 1969, cl proyecto de Ley General de Educacién y de Financiamiento de la Reforma Educativa, En la trayectoria hubo algunos retoques al texto del Libro Blanco; el proyecto defendia la gratuidad obli- gatoria para la educacién basica, contrariamente a lo que el Libro Blanco indicara, Las modificaciones, pocas pero sustanciales, obedecieron a razones politicas. Triunfaba también el principio de integracion a través de la escuela. Pero Ia ley levaba consigo unos recursos financieros que las mismas Cortes que aprobaron la gratuidad de Ja ensefianza le negaron. En efecto, el proyecto implicaba, en sus disposiciones adicionales segunda y tercera, una reforma fiscal que hubiera posibilitado la deseada gratuidad de la ensefianza, reforma fiscal de caracter global, siempre aplazada y nunca realizada. Las razones econémicas apuntaban a la situacion de la coyuntura de 1970, que, al parecer, no permitia modificaciones fiscales. Peto habia también razones politicas que no se explicaron, El resultado fue que el Ministerio de Educacién y Ciencia no sdlo no vio aumentado su presupuesto de gastos cortientes, tal y como la reforma educativa exigia, sino que por el descenso del valor de la moneda hubo una teduccién de ingresos, paliada en los afios siguientes por fuertes transferencias de inversiones de capital a gastos cotrientes. Con ello también se vio perjudicada la politica de construcciones escolares del Estado. La reforma educativa se aprobaba, pero se hacia dificil su cumplimiento desde su mismo nacimiento. Las Comisiones de Hacienda y Presupuestos propusieron enseguida sus enmiendas. En cambio, la Comisién de Educacién necesité tres meses para aprobar practicamente el mismo texto del proyecto, aunque se hubo de enfrentar a mas de cinco mil enmiendas. Del 6 al 11 de julio de 1970 se celebré la XII asamblea plenaria de la Conferencia Episcopal Espafiola, que tuvo como tema principal «La Iglesia y los pobres», pero que examinéd en su agenda otros temas de actualidad. El episcopado juzga y comunica a los files su juicio sobre el proyecto de ley general de educacién que se acababa de presentar a estudio y aprobacién de las Cortes. Las reflexiones de ahora se dirigen a la opinion publica y no a los poderes publicos, y se concretan en seis observaciones que manifiestan preocupacion, decepcién, esperanza y apoyo’. Los obispos 14 Texto en Eadlsia (1970-1) 1014-1016, Nota de la Conferencia Episcopal Espaftola sobre el proyecto de ley general de educaciéu: «Los obispos (..) han sido informados y han deliberado ‘especto a las propuestas de las comisiones de las Cortes Espafiolas sobie el proyecto de ley general de educacion y de financiamiento de la reforma educativa (..). Los obispos espafioles habian considerado un deber pastoral el solidarizarse con las lineas fundamentales de Ja proyectada reforma. Habfan comprobado fas experanzs que ella habia suscitado en el pueblo espafiol. Temen no poder explicar cmo esto se ha desvirtuado, tan 2 su_pesar. Siguen pensando (...) que los objetivos propuestos por la reforma educativa merecen un sactificio economico del pais (..). No pierden la esperanza de que se abran caminos que salven, por una parte, la justa libertad de los padres de familia de elegit para sus hijos los ae Edad Cantemporinea a ave la ley se ha enriquecido en Jo relacionado con el concepto le la educacién, pero ven con pfeocupacién la indeterminacién &n que el dictamen habia dejado la disposicién adicional segunda sobre los fecursos necesarios, ee mas reparos a la preferencia establecida «para cubrir los puestos la fale i aaaiiies de los centros estatales». Los obispos estiman que, «si deberia anti recursos exigiere temporalmente una prioridad selectiva, ésta fasts ia Icarse, no directamente a los centros, por raz6n de su categoria, astos ama © sectores mas necesitados a que Jos centros sirven, sean de la Tole les © privados». Con ello se retrasaria el que algunos centros Receaee sia pudieran dedicar sus esfuerzos educativos cuanto antes a los mas necesitados, y en cambio se verian obligados a mantener el sist = oe ’ . 4 Roeate una ensefianza retribuida, asequible sdlo a ciertos sectores de la edad, La Ley General de Educacién fue ie Ley General de Educacién y Financiamiento de la Reforma Fducativa tedaccion te el 4 de agosto de 1970. Se presenta con un lenguaje y definido istintos de las leyes de educaci n anteriores. El objetivo aparece do en la exposicion de motivos: la reforma del sistema educativo. s problemas educativos que tiene planteados nuestro pais requieren una re ‘a - . pectincy amplia, profunda, previsora de las nuevas necesidades, y no medidas fangenci: ; Benciales y apresuradas con aspecto de temedio de urgencia». ae Se queria hacer una reforma integral, y el propio titular del Departa- ‘NtO, en su discurso de presentacién del proyecto a las Cortes, sefialaria jue 4 re EL 7 que la reforma nacia con la pretensién de crear un auténtico sistema €ducativo, 7 Dejando al margen ahora el andlisis de su sustrato ideol6gico, la lectura Preambulo de la ley indica los valores que sus redactores quieren dar Sistema educativo. Entre otros, podemos destacar los siguientes: principio de igualdad de ap rtunidades, Mejor relacién entre educacion y trabajo, una mejor y mas erta pedagogia, flexibilidad en la reforma y no uniformismo, preocupacion m : er elucativos que estimen més convenientes, y, por otra, la irrenunciable resolucién de demas stel* 208 Que NO estin en condiciones’ de costearse un colegio de pago». enjuiciaro, del comunicado oficial de la Conferencia Episcopal, varios obispos reunidos cado de ion nbién Ia ley de reforma educativa. Por ejemplo, «Catequesis escolan, comuni- lentro de 1, apisPes de las didcesis de Galicia, julio de 1970; «Las escuelas de la Iglesia Obispos de ee tata de la Ensefianza en cl actual momento education, declaracion de los teligiosas, ae. didcesis tarraconenses_y provinciales de las Ordenes y Congtegaciones de Fae do a noviembre de 1970; «Repercusiones sociales y religiosas de la Ley General Problema Sbispos de la provincia eclesidstica de Oviedo, 15 de octubre de 1971; le la reunige soe, Presentan a la sociedad y a la nueva Ley General de Educaciom, nota Problemees 4 los obispos de la provincia eclesiastica de Valladolid, diciembre de’1971; 1973; qatita escolam, nota de los obispos de las didcesis tarraconenses, 21 de marzo de de 157305 Cducadores cristianos, mensaje de los obispos del Sur de Espafia, 2 de junio C1. Mentalidad cristiana y pensaniento pedagigico de la Ielesia en Espaiia 1 por la calidad de la educacion, reforma de los contenidos de la ensefianza, reforma de los planes de estudio, autonomia de los centros, introduccién de nuevas técnicas y métodos de ensefianza, formacién y perfeccionamiento del profesorado, implantacién gradual de la reforma, planificacion educativa y creacion de un sistema educativo. Estos principios y valores chocaran con la realidad y su aplicacién se resentira de los condicionamientos finan- cieros y politicos con que naciera la ley. El sistema educativo que se quiere implantar aparece vertebrado en niveles, ciclos y modalidades educativas, que permita la conexién e interre- lacién de los distintos niveles, ciclos y modalidades, de tal modo que se facilite el paso de uno a otro, las necesarias readaptaciones vocacionales y la posibilidad de reincorporarse al sistema de quienes hubieran interrumpido sus estudios. Los niveles educativos que la ley regula son tres: cducacién preescolar y general basica, bachillerato y educacién universitaria. La formacion pro- fesional, no considerada como nivel educativo, es la culminacién laboral de los tres niveles indicados. El sistema se cierra con la educacion permanente de adultos, las ensefianzas especializadas, la educacion especial para defi- cientes ¢ inadaptados y las diversas modalidades de ensefianza (a distancia, cursos nocturnos, cursos para extranjeros, ete. Son muchas las aportaciones positivas de la ley. Una de ellas es el teconocimiento de la funcién docente del Estado, Es verdad que ha estado presente a lo largo de nuestra historia, pero csta notablemente ausente desde la fundacion del Nuevo Estado en 1936. Ahora lo expresa claramente el preambulo de la ley: «Tal flexibilidad no impide, sin embargo, la direccién por el Estado de toda actividad educativa, pues es responsabilidad del mismo, y asi se destaca en esta ley, la funcién esencial de formular la politica en este sector, planificar la educacién y evaluar la ensefianza en todos los niveles y centros». Se recoge también en preceptos puntuales y no se queda sdlo en los principios. El articulo tercero reconoce la educacién como servicio publico fundamental; el articulo cuarto determina la compe- tencia del Gobierno en matetia cducativa y el articulo 135 seffala las atribuciones concretas del Ministerio de Educacién y Ciencia. Sin duda que también ha tenido sus deficiencias, algunas de las cuales ya se han mencionado al citar los problemas econdmicos que la ley encontré en su desarrollo y aplicacion: la generalizacién de la educacién levaba consigo un incremento notable del profesorado; la reforma pedagogica que se trataba de implantar exigia un nuevo equipamiento; la demanda de escolarizacion total, nuevas instalaciones; la modernizacion, cuantiosas in- versiones; el nuevo bachillerato, un perfeccionamicnto intenso del profeso- rado; la expansion universitaria, nuevos recursos, etc, Todo esto sdlo era posible si iba acompafiado de otra reforma fiscal y medios econdmicos. Ademas de este problema, la misma implantacién se convirtié en un error: Se previeron diez afios para su implantacién, pero después de su promul- gacion se aduefié la precipitacion para ponerla en marcha. Basta examinar el decreto del 22 de agosto y constatar que sdlo un mes mis tarde se implantaban los cuatro primeros cursos de educacién general bisica, si- 92 Edad Contemporinea guiendo un ritmo acelerado el resto del calendario, La experimentacion supuso adelantar en un afio su implantacién en cada curso, sin tener una experiencia pedagégica y sin claborar los informes de la misma. Adcmas, la sucesi6n de continuos equipos ministeriales a partir de 1973 hizo que se abandonara la idea de una aplicacién gradual. Junto a ello, 0 quiza como consecuencia, hay que destacar la fecundidad legislativa, sembrando el desconcierto en los profesores, padres y alumnos. La raiz de ello estaba en la misma ley, que remitia continuamente a la potestad administrativa. Los sucesivos bandazos, la vacilacién de los equipos ministeriales que sucedieron al redactor, abusando de la potestad legislativa, desvirtuaron el espiritu de la ley. Ademas, la Administracion ha dado la impresin, a partir de 1973, de no saber qué hacer con la reforma educativa ante la cantidad de problemas que provocaba su aplicacién. Bastaria leer el Boletin Oficial del Estado de estos afios para ver el elevado numero de disposiciones que no han tenido operatividad practica. Hay también ambigiiedad al regular problemas tan importantes como el de las relaciones entre la ensefianza publica y la ensefianza privada. Se arbitr6 un sistema de subvenciones, que no ha satisfecho a nadie. Dejar constancia del fracaso de la reforma universitaria es tan obvio que no necesita comentario alguno. Junto a estas lagunas podriamos sefialar ottas, pero dejar constancia de ellas es valorar la misma ley. Ha sido una ley importante, ha tenido grandes aciertos y ha abierto un largo camino pata hacer realidad el suefio de una educacion libre, igual para todos los ciudadanos. Siguen subsistiendo, hoy en menor medida, los problemas pendientes: la escolarizaci6n en los diversos niveles y la calidad de la ensefianza. En la década de los setenta se produce un importante documento de la Conferencia Episcopal Espafiola, titulado Sobre la Iglesia y la comunidad politica, Basta considerar el momento en que se produce y el sumario de su contenido para darse cuenta de su importancia "5, Elaborado sustancial- mente en diciembre de 1972, fue publicado en enero de 1973, y el secretario del Episcopado explicé en una nota de presentacién las etapas de su redaccién. El Episcopado reflexionaba sobre las relaciones entre la fe ctistiana y los problemas de orden temporal. «Le obligan a ello das trans- formaciones econdmicas, sociales, politicas y culturales de nuestras épocas, que plantean nuevos interrogantes a cuantos desean ser fieles al Evangelio en la sociedad de hoy». En la segunda parte del documento, al tratar de las relaciones entre la Iglesia y el Estado, con_aplicacién concreta a algunos problemas actuales, los obispos daban una orientacién mas acorde con los tiempos sobre los detechos de la Iglesia en materia de ensefianza. Sdlo se referian a dos derechos de la Iglesia: El primero era el que tiene la Iglesia, «por estrictas tazones de bien comin, a impartir ensefianzas, en cualquier grado o rama del saber, dentro de un régimen de auténtica igualdad de oportunidades. 1 ‘Texto en Eacksia (1973-1) 129-145; J. IRwARREN, 0.€., 520-554, C1. Mentalidad cristiana y pensamiento pedagigico de la Iglesia en Espatta 93 Se trata de un derecho fundamental de la persona humana, no exclusivo de la Iglesia, sino comin a toda la colectividad civil, con el cual se correpsonde el que, a su vez, asiste a los padres de familia para escoger el centro educativo que prefieran para sus hijos». Este derecho se corres- ponde, segiin los obispos, con el deber que tiene el Estado de ofrecer a la Iglesia, lo mismo que a cualquier otra institucién que tenga capacidad pata educar y esté dispuesta a cumplir los requisitos que regulen la actividad educadora, los medios necesarios para poder servir a ese fin social. En ello también habria que tener en cuenta las posibilidades reales del pais y el servicio que realicen, pero sin discriminaciones en favor de los centros estatales. Los obispos parecen muy sensibilizados para huir de cualquier privilegio: «Notese bien que este derecho no envuelve privilegio alguno para la Iglesia. i acaso, ésta tiene a su favor el hecho cierto de la amplia y prolongada jecutoria de servicios que viene prestando a la sociedady. En segundo lugar, se referian expresamente a la ensefianza religiosa: «E] segundo es un derecho de la colectividad catélica espafiola a recibir for- maci6n religiosa en los centros escolares. Tampoco aqui hay ninguna clase de privilegios para la Iglesia, supuesto que esa formacién es parte integrante de la educacién y, por lo mismo, del bien comin, considerados desde una vision cristiana». También con este derecho se correspondia el deber del Estado de proporcionar los medios para atender a este aspecto de la educacién. La programacién de la ensefianza religiosa en los diversos niveles educativos la consideraban los obispos como uno de los campos principales para una sana colaboracién entre el Estado, como responsable del bien comtun, y la Iglesia, que tiene la competencia especifica en esta materia. Los problemas apuntados por este documento marcan la pauta para las declaraciones posteriores de la jerarquia en el tema de ensefianza, pues en ellos se han centrado las dificultades ideoldgicas y reales. Ill. CONCLUSIONES En nuestros siglos XIX y XX encontramos grandes preocupaciones edu- cativas. Cuando el mundo espafiol despicrta al mundo moderno, a comienzos del siglo xix, se percibe con claridad el enfrentamiento ideolégico de las diversas posiciones ante la educacién. Con la Constitucién de Cadiz de 1812 la educacién se convierte en el tema que separa mas que une a los espafioles. Surge lo que sc llamé la «tradicién progresistay, con la clara vocacién revolucionaria del liberalismo radical. Para esta corriente, la educacién debia ser para todos, uniforme, publica y gratuita, dominado todo ello por el principio de. igualdad. Tiene también tintes utépicos, pues el proyecto trasciende el orden social presente y exige un orden nuevo, que contrasta con la realidad. Desarrollé la teoria del progreso, y solo por medio del progreso se conseguiria acceder al modelo liberal, y para ello la educacién era una meta irrenunciable. Lo que la caracteriza cs csa fe en la educacién de todos que conduce a la democracia. 94 Edad Cantenpordnea Esa concepcién late en el Informe Quintana de 1813, en el reglamento de 1821; reaparece en el sexenio revolucionario con los decretos de Ruiz Zortilla, esta presente en la reforma de Romanones y pretende hacerse tealidad durante la Segunda Repiblica, para aparecer cn los actuales mo- mentos de cambio. Para la mentalidad conservadora, el orden social tiende a confundirse con el orden natural. Cuando el liberalismo se divide y acceden al poder Jos liberales moderados, la educacién se convierte en un instrumento ideo- légico que corresponde a la burguesia acomodada, la nueva clase dirigente. Los moderados primero, y luego los conservadores, trataran de justificar cl nuevo orden apelando al pasado; la ensefianza se dirige a la ilustracién de las clases acomodadas. Asi aparece en el plan del duque de Rivas de 1836, se estabiliza en la Ley Moyano de 1857, se continta con el Ministerio de Garcia Alix y reaparece en el bienio radical-cedista durante la Segunda Republica, Afirmard la obligatoriedad de la ensefianza primaria, pero des- cuidara su gratuidad; se preocupara de la ensefianza media, peto hard de este nivel una barrera hacia la Universidad; acabar4 con el caciquismo educativo provinciano, pero a costa de un enorme centralismo; afirmara los derechos del Estado frente a la Iglesia, pero cedera en materia de libertad de catedra. Cuando la mentalidad conservadora se exacerba, aparece la mentalidad integrista, que se ha caracterizado por un dogmatismo, uniendo en una sola ortodoxia cl dogma religioso y el politico. Significa también la utilizacion de la educacion como medio para consolidar el orden establecido. Se pone de manifiesto en los planes de Calomarde y cuando Espafia se polariza en dos bandos irreconciliables; y ahora la educacién es mas beligerante que en el pasado. La educacién en la Espafia que surge de 1939 coloca la educacion al servicio de la politica. Las tendencias antagonicas se plasman en tres grandes problemas que tecorren todo el camino y en relacion con los cuales interviene la legislacion y la jerarquia de la Iglesia: la libertad de ensefianza, la implantacién del laicismo escolar y la polémica ensefianza publica-ensefianza privada, Es verdad que estos problemas no son exclusivos de Espajia, sino que son propios de todo el Occidente, porque son una consecuencia del enfrenta- miento que se produce en la cultura europea entre las fuerzas secularizadoras y las que quieren mantener otra vision y la estructura del antiguo régimen. Pero en Espafia adquieren caracteres propios. La libertad de enseftanza es un principio reconocido y consagrado por el liberalismo espafiol. Se quiere que cada uno tenga libertad para buscar los conocimientos donde, como y con quien desee. Esta libertad se proclama en 1813, en pleno auge liberal; pero, superada la primera reaccién fernandina, la opinion liberal se divide en este punto. Por ello el reglamento de 1821, aunque mantiene el principio de la libertad de ensefianza, pone ya las ptimeras restricciones. Bajo esas limitaciones se esconde el miedo y la prevencién frente a Ja Iglesia, pues la jerarquia habia tomado claro partido por el absolutismo fernandino. Sobre todo a partir de ahora, la postura de C1. Mentalidad cristiana y pensamiento pedagdgico de la Iglesia en Espaha 95 la jerarquia eclesiastica en los temas educativos sera la antitesis del liberalismo y una de las causas del anticlericalismo creciente de los liberales. A taiz del Concordato de 1851 el problema de la libertad de ensefianza se complica al querer cjercer la Iglesia el derecho concordatario a la inspeccion de la ensefianza tanto en los centros pablicos como privados, lo cual entraria en contradiccién con la libertad de catedra. La Ley Moyano confirmaria este derecho de la Iglesia, abriendo el camino a la exacerbacién del sentimiento anticlerical. Con la Hegada de la Gloriosa triunfa la libertad de ensefianza, tanto para la creacién de centros como para la libertad de catedra, y para este liberalismo progresista la libertad de ensefianza es la garantia frente a cualquier monopolio, sea del Estado o de la Iglesia. Consideran esta libertad como antidoto ante cualquier dogmatismo y plasmacién de la libre com- petencia que debe existir entre los centros publicos y privados. Su negativa al monopolio le lleva a afirmar que el desideratum de Ja libertad de ensefianza setia la desaparicion de las escuelas publicas: tal es su desconfianza frente al Estado. Los republicanos histéricos herederan algunas de sus pretensiones. La Restauracién lena un cuarto de siglo sobre Ia libertad de ensefianza. Sus defensores son los liberales y los conservadores. A su vez, la jerarquia de la Iglesia no se resigna a perder el monopolio escolar y defendera que el error no tiene derecho a ser ptopagado. Sin embargo, la Union Catélica, que traduce a la sociedad las ideas de la jerarquia, defendera la libertad de ensefianza, pero con manifiesta ambigiiedad: una libertad entendida como derecho a la creacién de escuelas confesionales frente a toda idea de monopolio estatal, pero no como libertad de catedta, pues ésta queda restringida a una ensefianza acorde con el dogma y la moral catolicos. A finales del siglo x1x, con la conmocién del 98, la libertad de ensefianza se agudiza y se concreta en la ‘siguiente cuestion: gquién tiene derecho a ensefiar?, ga quién corresponde la titularidad de la ensefianza? Una vez mas, la jerarquia eclesiastica reclama su derecho a la ensefianza, matizado al afirmar que este derecho esta ligado al que tienen los padres pata elegir el centro adecuado. Dado que la ensefianza privada era toda ella confesional, y pata los integristas de Pidal solo ésta garantizaba los derechos de la familia en la educacién de sus hijos, obispos ¢ integristas se unen para propugnar la misma solucién. Pero los conservadores, a pesat de sus ideas, mantienen que la educacién es una tarea que el Estado no puede abandonar totalmente en manos privadas por las repercusiones que tiene en la vida publica. A su vez, los liberales, aunque suene casi a contradiccién con sus ideas, defenderan el derecho y el deber del Estado a crear una ted de centros pablicos; ello implica un intervencionismo del Estado, pero lo pfefieren, porque piensan que las escuelas confesionales son claramente antiliberales '°, En esa sociedad ideal el Estado se limitaré a garantizar la libre concurrencia. Con otra perspectiva, los republicanos afirmaran que la educacién le corresponde a la sociedad y que la misién del Estado es tutclar "0 Piénsese en el titulo y las aplicaciones practicas al caso espafiol del famoso libro de Sanpa¥ SaLvany, 1 liberalismo es pecado. 9% Edad Contemporinea cse derecho. En definitiva, se trata otra vez del temor ya antiguo a la instrumentalizacién ideolégica de la educacién por parte del Estado. En la Restautacién nace y se consolida una nueva fuerza histérica: el movimiento socialismo, que tendr4 diversas fases. El socialismo utopico cede el paso al socialismo democratic y éste al anarcosindicalismo. El tema educativo esta tratado de diversa manera; para el socialismo utdpico, la educacién debe ser integral, gratuita para todos los hombres; laica, con neutralidad religiosa en la escuela, porque la educacién es una funcion del Estado. Mas tarde todo ello se concretari en el principio de la escucla Gnica. Recoge los principios basicos del liberalismo, como son la gratuidad, el laicismo, Ja libertad de catedra, etc., pero su ideologia es opuesta y se separa del liberalismo en lo que se tefiere a la libertad de crear centros. La tendencia mayoritaria dentro del socialismo considera necesaria la esta- tificacién de la ensefianza, la construccién de una ted de centros estatales unificados gestionados y dirigidos por el Estado. Por el contrario, el anarquismo, que también defiende una educacién gratuita y popular, rechaza la pretendida neutralidad de la escuela laica, afirmando la necesidad de una escuela de clase, fundamentalmente antimi- litatista y anticlerical. El anarquismo no sélo rechazara la libertad de ense- fianza, sino toda intervencién del Estado cn los problemas de la educacion. En la Segunda Republica la actitud de las fuerzas progresistas, republi- canas y socialistas, en lo referente a la libertad de ensefianza, fue radical; cl articulo 26 de la Constitucién prohibia a las Ordenes y Congregaciones religiosas el ejercicio de la ensefianza. Era una anticipacion del articulo 48, segun el cual la cultura era una atribucién del Estado. Se enfrentan el Estado y la Iglesia, y en aquel momento la balanza se inclinaba a favor del Estado. En cl Nuevo Estado desaparece también la libertad de ensefianza, porque se pone al servicio del poder politico, pero al mismo tiempo la educacién estara fuertemente controlada por la Iglesia. Aunque existan centros publicos y ptivados, el modelo educativo sera el mismo, pues Iglesia y Estado van ahora juntos. Hay un proyecto educativo y sdlo cabe hablar de la escuela nacional-catélica. Religion y educacién guardan estrecha telacion en nuestra historia. En la exaltacion sentimental e ideolégica del Cadiz de 1812, la religién es elevada a rango constitucional, Siguiendo una vieja tradicion, aunque ello supusiera una contradiccién con aquel principio basico del liberalismo clasico, que es la libertad religiosa y la libertad de cultos. Pero pronto se camina en otra direccién, pues la reaccién fernandina unir4 la ortodoxia religiosa con la ortodoxia politica. La jerarquia, con nostalgia de los tiempos de union entre el Trono y el Altar, aclamara y apoyara al absolutismo politico, sentira debilidad después por el carlismo y luchara contra el liberalismo. La consecuencia inmediata es que la religion se convierte cn un instru- mento ideolégico del absolutismo, y se incorpora al Plan Calomarde con una simbiosis sélo superada por el Nuevo Estado. A pesar de todo, el liberalismo moderado, que gobierna hasta el 68, aceptara en sus planes de C1. Mentalidad cristiana y pensamiento pedagigico de la Iglesia en Espaha 97 estudio la religion como asignatura, e igualmente aceptara la inspeccion de Ja Iglesia, para que toda la ensefianza sea acorde con el dogma catdlico. El liberalismo progresista mantendra el principio de la libertad religiosa hasta plasmarla en la Constitucién de 1869. Pero la Restauracién vive de los grandes planes del 68 y a partir de entonces la tension cntre religion y escuela se agudiza, porque el liberalismo no quiere convivit con la vieja idea de la religidn como instrumento ideoldgico antiliberal. Son ahora los liberales de Sagasta los que optan decididamente por la neutralidad religiosa, es decir, por el laicismo escolar. No obstante, se acepta a veces la religion como asignatura voluntaria, pero siempre que no sea necesaria su aprobacion para la obtencién del titulo académico. Por estas fechas brota en Espafia y en Europa el laicismo escolar. Lo adopta como principio la Institucion Libre de Ensefianza en el articulo 15 de sus estatutos. Lo hace con la motivacién de que la religion no debe ser causa de division entre los espafioles desde la temprana edad escolar. Lo adopta también el socialismo espafiol, aunque acepta su_ensefianza voluntaria para aquellos padres que lo deseen pata sus hijos. También lo adopta algun sector del anarquismo, que desea una completa neutralidad en Ja escuela. La respuesta de la jerarquia y de los sectores catdlicos militantes ¢s constante: no al laicismo escolat. Cuando la Segunda Repitblica adopta la aconfesionalidad y comienzan las hostilidades contra la Iglesia se llega a la ruptura. El advenimiento del Nuevo Estado supone la identificacion de una ideologia determinada con la ortodoxia religiosa tradicional. Es tal la union de la religion y la politica, que ahora no s6lo se reconoce la funcién docente de Ia Iglesia, sino el derecho de inspeccién en todas las escuelas pablicas y privadas; se exige la religi6n como asignatura obligatoria necesaria para la obtencién de un titulo académico, incluida la misma Universidad, y toda la ensefianza ha de estar en consonancia con los dogmas de la Iglesia. En todas las escuelas, publicas o privadas, la ensefianza es la misma, influenciada por lo religioso y lo politico. En los Gltimos afios del franquismo se permitira mas tolerancia, que dara paso a nuevas posibilidades de reforma. En conexién con el tema de la libertad de ensefianza esta la cuestion enseianza piiblica-enseRanza privada. Su existencia se debe fundamentalmente, a comienzos del siglo x1x, a la precariedad de recursos econdmicos del Estado pata acometer Ja tarea de la instruccién publica. En nuestro pais la ensefianza privada se identifica con la ensefianza catdlica 0 confesional, aunque haya algunos intentos de caracter estrictamente laico como la Ins- titucién Libre de Ensefianza o las escuclas anarquistas. Por lo general, la ensefianza privada confesional ha sido una ensefianza de mas calidad que la pablica; ésta es practicamente gratuita y popular, mientras que la privada es onerosa y selectiva. Ya ha sido resefiado que la ruptura del monopolio escolar que la Iglesia ostentaba desde el siglo xvm trajo consigo una tensién continua entre el Estado y Ja Iglesia a lo largo de los siglos xIx y xx. La jerarquia mantiene una postura defensiva desde su posicién original, afirmando la exclusividad de la funcién docente, pues para la accién religiosa la educacién es un 98 Edad Contemporinea elemento decisivo. El Estado liberal no lograra implantar una red de establecimientos suficientes y de calidad; no logra erradicar el analfabetismo. Las quejas del Estado liberal respecto de la apatia de la iniciativa privada en la ensefianza primaria son constantes, lo mismo que sus ataques a la ensefianza privada por antiliberal y sus acusaciones de mercantilismo. La Iglesia se centrara fundamentalmente en la ensefianza medi La Segunda Republica quiso intensificar la construccién de centros y puestos escolares, para abordar el problema de lugares y la desescolarizacion. El Nuevo Estado adoptara el principio de subsidiariedad y entregara prac- ticamente la ensefianza en manos de la Iglesia. Se preocupa poco por las construcciones escolares, pero desde los afios sesenta el esfuerzo sera constante y muy especialmente a partir del Ministerio de Villar Palasi. Una vez més, la educacién y la cultura seguiran siendo el verdadero motor de Ja transformacién social de un pueblo. La escuela seguira siendo un punto clave y desempefiara un protagonismo esencial. Por ello la jerarquia de la Iglesia ha defendido una verdadera formaci6n en todos los valores. Il. PEDAGOGOS CRISTIANOS Y SUS ESCRITOS SOBRE EDUCACION Pot BUENAVENTURA DELGADO CRIADO I. JAIME BALMES (1810-1848) 1. Notas biograficas Hijo de una familia modesta de la ciudad de Vic, estudid la ensefianza ptimaria en el seminario local, como otros muchos nifios de su generacién. A los doce afios, edad en la que la gran mayoria abandonaba la escuela, decidid continuar los estudios cclesisticos. En el curso 1825-26 acabé el primer curso de Teologia y con una beca del nuevo obispo de Vic marché al Colegio de San Carlos de la Universidad de Cervera, en la que se licencio en Teologia (1823) y dos afios después obtuvo el doctorado en la misma especialidad. El ambiente universitario de Cervera, como el de las restantes univer- sidades espafiolas, no era el mas favorable para el estudio, durante los aiios que durd su beca (1826-1835). En julio de 1830 se hundié la monarquia francesa de Carlos X, con la consiguiente repercusion en Espafia. Las universidades estuvicron cerradas por miedo a las alteraciones y se aconsejO que los estudios prosiguiesen en centros privados, reconocidos oficialmente, con unas minimas condiciones, segin orden de 23 de enero de 1831. Durante estos afios Balmes -se refugid en la Biblioteca Episcopal de Vic, leyendo por su cuenta autores antiguos y modernos, segun su propio criterio. Durante estos afios de formaci6n autodidacta le preocupaban tanto sus estudios como su porvenir. Ya antes de ser ordenado de sacerdote hizo dos infructuosas oposiciones: a una catedra de la Universidad cerveriense y a una canonjia de su ciudad natal. Al terminar sus estudios, opositd con fortuna a una catedra de matemiaticas creada por la Sociedad Econémica de Amigos del Pais de Vic, ensefianza que desempefié hasta su traslado a Madrid, a partir de la obtencién de un premio sobre las ventajas ¢ incon- venientes del celibato del cleto catdlico, desde el punto de vista politico, moral y religioso, convocado por el periodico E/ Madrilefto Catélico. Balmes paso de golpe del anonimato a la fama y a la posibilidad de exponer publicamente los proyectos que habia forjado en el silencio de su estudio, En un espacio muy corto Balmes desarroll6. una actividad febril en Ambitos tan contradictorios como la reflexién filos6fica, la apologia de los valores catdlicos, el periodismo, la politica y la pedagogia. Murié tuberculoso en la ciudad que le vio nacer. Balmes fue siempre un solitario, que intenté apaciguar las muchas tormentas que sacudieron a Espafia durante los breves afios de su vida 100 Fedad Contempordnea publica. Su independencia intelectual y politica le acarrearon incomprension y suspicacias. Luché contra Esparteto e intervino en el matrimonio de Isabel II, intentando en vano unir a carlistas y liberales en el trono. Formé parte de varios ministerios de Narvaez y se vio obligado a crear un partido politico, que tuvo escasa fortuna. «Los tradicionalistas lo consideraban como un “negro”, afrancesado y simpatizante de la revolucién; los progresistas no veian en él sino a uno de los numerosos curas ultrarreaccionarios. Su campafia de reconciliacion fuc un fracaso y le colocé en una situacién muy delicada 1. Intelectualmente fue un hombre curioso, abierto a todos los sabetes de su tiempo, desde las matematicas, sobre las que redacté un Plan de ensefianza, hasta la frenologia, la maquina de vapor, la geologia, la taquigrafia, la fisica, la daguerrotipia, etc., sin abandonar sus estudios eclesiasticos y filosoficos. En cuanto a los valores emergentes de su tiempo mantiene una postura de equilibrio, equidistante entre el tradicionalismo avant la ketire y el papa- natismo modernista. Si bien pertenece de Ileno a la generacion romantica, no acepta sus tesis pesimistas ante la vida y la sociedad. Es cierto que existen injusticias flagrantes, que abundan los crimenes y que la maldad esta presente en el mundo, pero estas lacras no afectan a toda la humanidad. «La virtud no esta todavia desterrada de la ticrra», afirma en E/ criteria, ni todo dimana de injusticia y crueldad. Los romanticos —prosigue— «se quejan de todo, blasfeman de Dios, calumnian a la humanidad entera, y cuando se elevan a consideraciones filosdficas evan el alma por una region de tinieblas, donde no encuentran mas que caos desesperante. Cuando vuelven de semejantes excursiones no saben pronunciar otras palabras que maldicién y crimen» *, 2. Pensamiento filoséfico Filos6ficamente Balmes es ecléctico, cristiano ¢ independiente, dificil de clasificar en las distintas escuelas tradicionales. Es un admirador de Santo Tomas, pero también de Suarez y de Descartes. Su filosofia es realista y empirica, intentando hallar el justo medio entre la abstraccién y el sentido comin, pero sin desentenderse en ningan momento del problema del hombre en si que vive en sociedad. «Si no puedo ser filésofo sin dejar de ser hombre, dejo la filosofia y me voy con la humanidad», afirma. Ser filésofo para él consiste en ver cada objeto en profundidad, sin afiadir algo més de lo que en él hay. En este sentido puede decirse que su pensamiento es realista, critico y original. No basta con la autoridad de un lider de ‘OT. Carreras Arrav y J. Tusquers, Apports Higpaniques a la Philosophie Chrétienne de VOccident. Chaite Cardinal Metcier (Lovaina 1962), p.138. 2], Baws, El critrio, Obras compltas, Edicion de la Biblioteca de Autores Cristianos, dirigida por la Fundacién Balmesiana de Barcelona, segin la ordenada y anotada por cl P. Casanovas, S.l. (Madrid 1948), p.670. C1, Mentalidad eristiana y pensamiento pedagigico de la Iglesia en Expata 101 escuela, por consagrado que sea, ni hay que llegar a la verdad unicamente a través de los libros. Hay que esforzarse por ir mas alla del Pensamiento consagtado y de la sabiduria de los libros, contrastando ambos en el yunque de la experiencia y en la reflexion personal. Las palabras de Balmes en £/ criterio, su obra mas lograda y popular, no ofrecen duda. No hay que «imitarse a saber los libros, es preciso que conozca las cosas; no ha de contentatse con seguir el camino trillado, sino que ha de buscar veredas que le leven mejor, mas recto y, si es posible, a puntos mas elevados. No admita ideas sin analizar, ni proposicién sin discutir, ni raciocinio sin examinar, ni regla sin comprobar; formese uma ciencia propia, que le pertenezca como su sangre, que no sea una simple recitacién de lo que ha leido, sino el fruto de lo que ha observado y pensado» >, Con estas palabras Balmes expresa su punto de vista en la busqueda de la verdad. No bastan los libros ni la observacién de la realidad. La verdad esta a mitad de camino de lo dicho en los libros y lo manifestado en las cosas. Los unos sin las otras son insuficientes sin una mente despierta, critica, que sabe dudar y contrastar la informacién que recibe de las opiniones ajenas y de las observaciones propias a través de la propia teflexién. Ni idealismo absoluto ni realismo grosero, por tanto, sino un justo medio. 3. Dimensién apologista Casanovas, cn el prélogo a la edicién de las obras completas de Balmes, puntualiza que ninguno de los titulos con que se ha intentado clasificar al clérigo de Vic le encaja mejor que el de apologista de la religion catdlica, objetivo ultimo de todos sus escritos, incluso cuando escribe sobre ciencias sociales, politicas y metafisicas. La observacion es acertada e ilumina toda su actividad politica y sus mas intimas preocupaciones. Ante el alud de criticas, acusaciones y persecuciones que la modetnidad derramé sobre la Iglesia catolica desde todos los frentcs, Balmes intentd sacudirse el complejo de inferioridad colectivo, dando respuestas a las demandas de su tiempo, no mediante un lenguaje y argumentos anacténicos repetidos antetiormente hasta la saciedad, sino planteandose los nuevos problemas con el lenguaje de su tiempo. Ya no bastaba con seguir encerrado en un caparazén defensivo, sino que habia que dar la cara, hablar sin complejos y dialogar dialécticamente con el encmigo. Este es el fin explicito o implicito de todas sus obras, principalmente / protestantismo (1842-44), su primera obra importante escrita como téplica a la Histoire Générale de la Civilisation européenne de Francois Guizot. Las razones y respuestas tradicionales no servian y debian revisarse, puesto que los enemigos disparaban sus baterias desde angulos y posiciones distintos. 3 |, Batams, H eniteria, o.., Il, p.665. 102 Edad Contemporinea Balmes quiere que los clérigos del futuro no estén en desventaja en materia de conocimientos respecto a los enemigos de la Iglesia, Desea que estén pertrechados de toda clase de conocimientos cientificos, a fin de demostrar que la ciencia y la fe no son incompatibles, como se repitid machaconamente durante el siglo xix y gran parte del xx. Volveremos sobre ello al hablar de la formacién del clero. 4. Periodista Balmes vio con clatividencia la fuerza formidable de la prensa en el desarrollo de los pueblos modernos. Fue uno de los primeros clérigos en comprender que la voz del pilpito llegaba cada dia a namero menor de ciudadanos y que era preciso bajar a la palestra de la opinién pablica para ensefiar y polemizar, si era preciso, con los que echaban en cara de la Iglesia multitud de acusaciones. A este fin colaboré en la revista La Civilizacidén de Barcelona con Roca i Cornet y Ferrer i Subirana (1843) y se hizo cargo en el afio siguiente de El Pensamiento de la Nacién, organo madtilefio de un grupo de politicos moderados, entre los que estaban el marqués de Viluma, el duque de Osuna y el duque de Veragua. Este semanario salié por vez primera el 7 de febrero de 1844 con un millar de ejemplares, llegando a duplicar su tirada muy pronto. Balmes asumié la idea de unir al conde de Montemolin, hijo del pretendiente Carlos, con Isabel II, con el objetivo de unir ambas dinastias y zanjar de una vez las interminables guerras carlistas. Las campafias de El Pensamiento fracasaton y la reina se casé con su primo Francisco de Asis Maria, en octubre de 1846. Un mes antes, el 12 de septiembre, el conde de Montemolin hacia un manifiesto comenzando una nueva guerra carlista. El 31 de diciembre salia el ultimo numero de la revista y saldaba su director Balmes sus esfuerzos con un estrepitoso fracaso. 5. Socidlogo Llevado de su optimismo, Balmes cree en el progreso y en la mejora de la humanidad, a pesar de las convulsiones originadas por la aparicion del capitalismo moderno, del proletariado y de las voces discrepantes de los socialistas utdpicos, cuyas tesis y puntos de vista combate, principalmente las de Robert Owen. Su tesis discrepa del tpico de! dorado tiempo pasado. «Tengo por demostrado —esctibe—, que la humanidad ha progresado siempre, que su estado fue mejor en los siglos medios que durante la civilizacién antigua y que actualmente se aventaja en mucho a la de todos los tiempos anteriores» *, 4 J, Baas, Cartas a un escéptic, 0.2, V, p317-318. C1. Montalidad cristiana y pensamiento pedagégico de la Iglesia en Espata 103, No era més feliz la edad de Augusto que la de Atila, afiade: «La difusion de las verdaderas ideas sobre Dios, el hombre y la sociedad, y las relaciones que entre si tienen; la propagacién de la civilizacién a un sinnameto de pueblos que antes vivian en la mas abyecta barbaric, la abolicién de la esclavitud, la extension a la generalidad de los hombres del goce de los derechos del hombre, esto se andaba realizando en la época de que tratamos, y nada de esto se realizaba en el siglo de Augusto» ®. Como sacerdote catélico, Balmes fue siempre sensible al sufrimiento de las clases oprimidas, al silencio de los débiles, a la injusticia del goce de unos pocos y a la «abyeccién de todos». Las ciencias, las bellas artes «postradas a los pies del poderoso, no Ilenan su misién, que es mejorar la condicién intelectual, moral y material del hombre» °, Aboga por una civilizacion mas justa y equitativa, que permita abrir las puertas de la cultura a todos los hombres y no a unos cuantos. Ante la opinion generalizada de quienes ven los males presentes con lupa de aumento, se inclina a creer que no son mayotes, «sino que se abultam 7. De ningun modo la situacién del jornalero europeo era peor que la de los esclavos negros 0 la de los sicrvos de la gleba durante el feudalismo. 6. Pedagogo La educacién es una de las constantes preocupaciones del clérigo catalan. EI criterio es, sin duda, la obra de mayor entidad pedagogica, si reparamos en los principios fundamentales en ella tratados: la necesidad del estudio, de la lectura, de la disputa académica, de la reflexién personal, de la educacién del sentimiento, de la memoria, del autocontrol de las pasiones, de las leyes de la légica para garantizar la conquista de la verdad, del desarrollo de la inteligencia..., temas troncales en toda pedagogia. Obras estrictamente pedagdgicas son el Plan de ensefanza para la citedra de Mateméticas de Vie (1837) y el Discurso inangural de esta enseftanza; La religiin demostrada al alance de los nifios (1841); Apuntes para un tratado de Trigonometria; Notas sobre cantidades variables y Notas sobre algunas cnestiones de geometria y de fisica. La religiin demostrada al alcance de los nios rompe con la tradicional estructuta de los catecismos. En las escuelas espafiolas escaseaban los libros de texto pensados y escritos para los nifios. En 1839 supo Balmes que cl politico Francisco Martinez de la Rosa habia publicado un libro escolar y se animé a hacer algo semejante para la formacién religiosa. El libro de los nifos del politico liberal es breve y esta redactado en disticos octosilabos —82 en total— de caracter heterogéneo: religioso, moral y civico. La pretension de su autor era que podian ser cscritos en las paredes de las recién creadas escuclas de parvulos abiertas en 5 Ibid, p.13 ® Ibid, p. 7 Tid. p. 8. 9. toa Eidad Contensporinea Madrid *. Recoge en prosa algunos pasajes biblicos como el sacrificio de Isaac, la historia de Moisés, mezclados con leyendas tipicamente roman- ticas de la Granada musulmana, ciudad natal de su autor, algunas ora- ciones infantiles, varios cuentos, fabulas, himnos, las cuatro estaciones del afio y unas cuantas nociones elementales de geografia de Espafia. El librillo, a pesar de su heterogeneidad y de su sencillez, era dtil y respondia a las necesidades de los primeros parvularios. De mayores vuelos era La religiin demostrada balmesiana. Su objetivo, segun la propaganda redactada quizas por ¢l propio autor, era «presentar en breve espacio los fundamentos de nuestra santa religion, cxpuestos en estilo sencillo y claro, acomodado a la capacidad de los nifios. No es un catecismo de la doctrina cristiana, ni un compendio de historia de la religién, Sino una serie de reflexiones y raciocinios que dan razon de Ia fe aprendida en el catecismo» %, Destinado a los nifios que abandonan la escuela, es util a la vez para maestros y adultos. Su autor se esfuerza por exponer las principales verdades de la religion, mediante razonamientos sencillos y accesibles a cualquier lector, por superficial que fuese su cultura y con o sin creencias religiosas. Trata de Dios creador del mundo y del hombre, del alma espiritual, de la existencia historica de Cristo, que realizé milagros, cumplié las profecias y que sin armas ni violencia de ninguna clase atrajo al ctistianismo a personas de toda clase y condicién: nifios, jovenes, ancianos, ricos y pobres, sabios © ignorantes, sin ventajas econdmicas y perdiendo sus vidas cruelmente. Si el cristianismo arraig6, repite Balmes, esgrimiendo el antiguo argumento, fue con milagros o sin milagros. «Si fue con milagros, entonces la religion Cristiana es verdadera; si sin milagros, entonces preguntaré si no es el mayor de los milagros convertir el mundo sin milagros» !, _ En resumen, La religién demostrada.. cs una aportacion pionera en la historia de la educacién popular. Ocupa el estadio posterior al catecismo tradicional, que los nifios habian de aprender de corrido con palabras que no entendian y que, en ocasiones, solian deformar. El método es nuevo, permitiendo a los nifios expresarse con su propio lenguaje, partiendo del principio de que los nifios, en mayor o menor grado, son capaces de razonar y de preguntar sobre lo que han comprendido. «Qué vale —se Pregunta— una cabeza llena de palabras y vacia de ideas?» '!. 1. El ideal del borsbre completo Balmes, apoydndose en la larga tradicién pedagdgica del ctistianismo, cuyos eslabones mas inmediatos en Espafia podrian ser Vives y Gracian, propone como objetivo de la educacién al hombre completo. La educacién es al hombre lo que el molde al barro. Los hombres son como las figuras * F. pe P. Maarinszpeta Rosa, Libro de los nidos (Rivadeneyra, Madrid, 31.* ed. caumentada y adornada con liminas», Madrid '1859), p.8. ° J. Baines, oc, V, pd. Oc, V, p.24. " Tbid., p.608. C1. Mentalidad cristiana y pensamiento pedagigico de la Iglesia en Espana 105 de barro: conviene que se sequen en el molde; de lo contrario, no toman forma. A la necesidad de la educacién, del molde o del educador, el filésofo catalan afiade la necesidad del propio esfuerzo, de la iniciativa personal cn el largo proceso de la educacion. El autodidactismo cn el que se ha formado Balmes lo transmite en sus paginas de mayor interés pedagdgico. Hombre completo sera quien se hace a si mismo y quien busca como obsesién llegar a la verdad real, demostrable. La verdad para él es la realidad, como se ha dicho més arriba, puesto que verum est id quod est, repite con San Agustin 2, Hombre completo sera quien sea capaz de percibir las cosas more cartesiano, con claridad, rigor y precision, desplegando su capacidad de atencion, analizando y profundizando, sin quedarse en la epidermis de las cosas. Su actitud critica le obligara a mantener uma cierta distancia, no exenta de desconfianza, ante los criterios ajenos expuestos en las opiniones, creencias populares, periddicos o libros de caracter histérico y filos6fico. La duda metédica sera un buen punto de partida en la busqueda del conocimiento. Ahora bien, la duda se disipa cuando se utilizan correctamente los sentidos y se usa adecuadamente la razon. Quien vive permanentemente anclado en el escepticismo es un mal pensador, en su opinion. En consecuencia, el buen profesor cumplira dos objetivos fundamentales en su actividad: 1° Transmitir los conocimientos basicos de la ciencia. 2.° Desarrollar el entendimiento de sus alumnos para que sean capaces de actuar de forma auténoma cuando termina su edad de escolarizacién. No basta transmitir conocimientos, porque «los entendimientos de los jovenes no son Gnicamente tablas donde se hayan de tirar algunas lincas que permanezcan alli inalterables para sicmpre, sino campos que se han de fecundar con preciosa semillay'%. A este fin conciliard «a claridad con la profundidad» y la sencillez con la dificultad de la investigacién, inspirando a la vez el entusiasmo, ayudando a «despertar en el talento la conciencia de las ptopias fuerzas, sin dafiarle con temeraria presuncién: he aqui las attibuciones del profesor que considera la ensefianza elemental no como un fruto, sino como semilla» 4 2. Su opiniin sobre la enseanza publica Una de Jas preocupaciones prioritarias de los poderes publicos en la década de 1840 fue el desarrollo de la red publica de escuelas e instituciones docentes que, por las circunstancias adversas vividas por Espafia a lo largo del siglo, se habian tenido que aplazar. La creacin de parvularios y de Escuelas Normales coincide con los afios publicos de Balmes. En sus esctitos se hace eco del consabido topico de que para ensefiar a leer, a escribir y las cuatro reglas elementales no hacia falta una preparacién 2 J, Baars, Filosofia elemental, o.c., UI, p8 8]. Baines, E/ enteric, 0.c., UI, p.656. id. p.657. 106 Lidad Contemporiinea oe La falta de Pteparacion pedagogica hace que muchas escuelas » Scan «lugares de reunion de nifios donde se llora, se grita, se lee, se esctibe; donde todo se hace menos aprender» !5, Brera a tua vergonzosa en la que se hallan las escuelas, com- lostinensqeee $ paises europeos. «No hemos cuidado de mejorar todos —escribe— ni de informarnos siquiera de los adelantos de ieee: sobre todo, no hemos pensado en aprovechar los ae bier le que disponiamos para el efecto, si hubiéramos acertado peas mpetente direccion a fondos € instituciones que podian fecundar Pals haciendo su ptopio bien» '® Sin duda se refiere a las varias des- amortizaciones llevadas a cabo entonces, que causaron graves dafios en el vce artistico y cultural hicieron desaparecer muchas fundaciones S a la ensefianza gratuita de caracter mas 0 menos eclesidstico. una 3 bedaogia balmesiana es coherente con su filosofia, El maestro, de agai lebe tener en cuenta la facilidad con que el nifio recibe toda Impresiones. El nifio es una «tabla rasa cubierta con una capa de beech panes donde es suficiente tocar muy ligeramente para que quede eee lel cuerpo que la ha tocado» 7. Por otro lado, las cosas han de porque in Paso a paso, de forma sencilla y clara, por partes y con orden, eee la capacidad infantil es, como escribid Quintiliano, vasija de cuello ene bie si se le quiere llenar de una vez, el licor se detrama y apenas despacio « a algunas | gotas; cuando, al contrario, si se hubiese andado ieoe en la Operacion, se hubiera podido Ienar del todo sin perder el que a él se destinabay'8. Y en otro lugar pide que se dé razon de piece que se haga pensar y se evite la confusién que conduce al error, Sto que hacer pensar y reflexionar garantizan cl éxito de la ensefianza. 3. Le formatin intelectual del clero ae dos clarividentes estudios analiza Balmes la formacion intelectual del del ee ialenaanerae en su modo de ver, de urgente reforma: «La instruccion la ieee publicado en La Ciriligaciin (febrero de 1843), y «Sobre alae ‘ccion del clero», aparecido en La Sociedad, 19 (1844), II, p.301”. tercer articulo titulado «Plan de la carrera de Teologia» exponc ie Sus opiniones respecto al plan que el gobierno estaba claborando *. némiss esamortizaciones de bienes dejaron a Ia Iglesia sin recursos coos losofe ee eatantizasen Ia formacién del clero. De ello se hace eco & tituide pm cntando que el antiguo sistema econdmico no habia sido sus- las que. Otro, Gran parte del clero se formaba en las universidades, en en resistin mayoria de sus profesores eran también sacerdotes, los unicos t estoicamente los magros salarios magistrales. «Dec los profesores 1s te } Baars, . Para ello sefiala dos recursos: elegir cuidadosamente a profesores bien temunerados, con experiencia y con una buena preparacion 21 J. Batwes, «La instruccién del clero», o.c., V, p.811-812. 227, Baumrs, «La instruccién del cleron, o.c., V, p.814. ® ‘bid., p.818. °4 Thid., p.819. 25 Thid., p.834. 108 Edad Contersporinea pedagdgica, y un sabio equilibrio entre Jos libros antiguos y modernos del plan de estudios. Rigor, espiritu cientifico, profundidad, nuevos métodos y nuevo lenguaje, de acuerdo con los nuevos tiempos, resumen el pensamiento balmesiano en este sentido. Prescindir de ello y actuar de espaldas a la realidad del momento, puntualiza, «es luchar contra la fuerza de las cosas, es condenarse a vivir en el aislamiento, es privarse de los medios de accién sobre la sociedad, es no querer empleat en defensa de Ia religion armas que pueden servirle mucho, es olvidarse de la conducta que siguieron en todos los tiempos los doctores de la Iglesia, cuando aplicaron también al orden cientifico aquella regla del Apostol, de hacerse todo para todos para ganarlos a todos», 4. Critica al Plan de Estudios de 1845 Jaime Balmes, preocupado por ser hombre de su tiempo y sensible a sus problemas, ptonto adivind la trascendencia que para la educacién espafiola tendria el Plan de Estudios, que el ministro Pidal presentaria para ser aprobado en las Cortes. Después de un largo hacer y deshacer alrededor de la educacién nacional, que se arrastraba desde las Cortes de Cadiz, se planteaba de nuevo una reforma de la ensefianza en todos sus niveles, capaz de dar coherencia y solucién a los viejos problemas. Las lineas maestras del Plan fueron redactadas por Antonio Gil de Zarate, funcionatio de la Direccion General de Instruccién Publica, educado en Francia, admirador de su sistema educativo y autor de comedias y dramas romanticos. Las coordenadas del Plan son las siguientes: 1. Libertad de ensefianza, controlada por el Estado. Gratuidad de la ensefianza primaria para quicnes no puedan pagarla. Centralizacion y estatalizacion de la ensefianza. Inspeccion a cargo del Estado. Uniformidad de materias y de libros de texto en todos los niveles. Secularizacion de la ensefianza. 7. Pétdida de la autonomia universitaria en cuanto a sus recursos econdmicos, en la designacién de sus cargos académicos y en la eleccién de los libros de texto, Las universidades quedaban reducidas a diez, con desigual numero de facultades en cada una: Barcelona, Granada, Madrid, Oviedo, Salamanca, Santiago, Sevilla, Valencia, Valladolid y Zaragoza. Desaparecian las univer- sidades de Canarias, Huesca y Toledo, reducidas a Institutos de segunda ensefianza. E] titulo de doctor se reducia tnicamente a la Universidad de Madrid y los libros de ensefianza debian ser aprobados expresamente por el Consejo de Instruccién Piblica, entre los cuales podria elegir el profesor. La economia universitaria pasaba a ser competencia estatal, mientras que los Institutos de segunda ensefianza recién creados, sustituyendo a las awe % Ibid, p.834. C1. Mentalidad cristiana y pensamsiento pedagigico de la Iglesia en Expata 109 antiguas cscuclas de gramatica, debian scr financiados por las Diputaciones respectivas. Las protestas contra esta reforma se prodigaron ain antes de que el Plan Pidal fuese aprobado por las Cortes. La opinion de Balmes aparecié en El Pensamiento de la Nacién, entre octubre y noviembre 7’. Las baterias del clérigo catalan no van dirigidas contra el ministro Pidal, sino contra aquellos aspectos que imitaban servilmente la politica pedagogica francesa, sin que por ello fueran una mejora palpable en la educacién espafiola. Madrid no es Paris, decia Balmes, y el monopolio y preeminencia que la reforma concedia a su Universidad podria estar justificado en la capital del pais vecino, pero no en la Universidad madrilefia de escasa tradicién. En primer lugar, argumentaba Balmes, esta Universidad, heredera de la alcalaina, carece de prestigio. En segundo lugar, la necesidad de opositar en Madrid para plazas de cierto nivel era humillante para los que procedian de provincias, debido a las penosas comunicaciones, al descono- cimiento del lugar y al fallo de los tribunales, probablemente parciales y favorables a los candidatos del propio Madrid. El colmo de la centralizacion y de la estatalizacion de las universidades era el nombramiento de los rectores desde el gobierno de Madrid y la propuesta de los decanos por éstos para su posterior nombramiento por parte del gobierno. «Todo se hace en Madrid o procede de Madrid —se lamenta Balmes—: y como si no bastasen tantas ligaduras, los jefes politicos tienen el derecho de inspeccion sobre todos los establecimientos de ins- truccién publica de sus provincias» 76. Ademas de los males que se derivarian del centralismo de corte francés sobre la vida universitaria, el Plan Pidal proseguira la lucha encarnizada entre la Iglesia y el Estado, habilmente soslayada en el Plan, pero dramitica en Francia y en la politica desarrollada por Victor Cousin, ministro de Instruccién Publica en las mismas fechas. Balmes temia acertadamente que la enconada lucha aparecida en Francia con motivo de la libertad de la ensefianza se trasladase también a Espafia, como asi ocurrid. Cuarenta afios después, Menéndez Pelayo, en su Historia de los heterodoxos espaitoles, enjuicia el alcance de esta reforma, centrandose principalmente en la Universidad. La Universidad necesitaba con urgencia una reforma, porque nada de lo que en ella habia merecia vivir, pero la teforma se convirtio en campafia anticlerical. «Se centralizaron los fondos de las universidades, se les sometié a régimen uniforme, y desde aquel dia la Universidad, como persona moral, como centro de vida propia, dejé de existir en Espafia. Le sustituyO una oficina llamada ‘nstruccién publica, de la cual emanaron progra- mas, libros de texto, nombramientos de rectores y catedraticos y hasta circulares y Ordenes menudisimas sobre lo mas trivial del régimen interno de las aulas». 2 J, Baus, «El nuevo plan de estudios, o.c,, VII, p.377-419. * Oc, VII, p383. 2 M. Muninprz Piiavo, Historia de los beterodoxos espaoles (BAC, Madrid 1967), I, p.868-9. 110 Edad Contemporinea De hecho, esta reforma, afiade el poligrafo, acabo con el proceso de secularizacion de la ensefianza, dejandola a la arbitratiedad ministerial y permitiendo que Gil de ZArate estableciese como tinica ciencia oficial y obligatoria la filosofia ecléctica y los programas de Victor Cousin. Finalmente, puede decirse que Balmes estuvo muy por encima de los clérigos de su tiempo y que sobrepasé con creces el nivel de conocimientos exigidos en las universidades espafiolas de entonces. Fue un hombre de su tiempo, sensible a las demandas sociales, y supo cambiar el pilpito por la pluma, polemizando pacificamente, sine querela, con quienes pensaban de modo distinto, en la prensa, en el campo politico, filos6fico, sociolégico y pedagdgico. Ostentatus raptusque simul, es decir, apa- recid como hierba de verano y desaparccié inmediatamente, razon por la que no pudo desarrollar con plenitud muchas de sus ideas, intuiciones y reflexiones diseminadas en sus obras. Quizas fue un ingenuo al pensar que como sacerdote y como intelectual podia realizar una labor eficaz en el mundo agitado de la politica. Por otra parte, su aislamiento y soledad, al margen de escuelas y de tradiciones académicas, han hecho de él un pensador atipico, valioso sin duda, pero pronto olvidado, no siempre com- prendido en su justo valor. Il. SAN ANTONIO MARIA CLARET (1807-1870) Nacio en Sallent (Barcelona), en 1807, y murié en Fontfroide (Francia), en 1870. De muchacho trabajé en Ia fabrica textil de su padre, completando sus conocimientos profesionales en las escuelas de artes y oficios de la Casa de la Lonja de Barcelona. A los veintidés afios ingresé en el seminario de Vic, donde también se formaba entonces Jaime Balmes. Tras recibir las érdenes sagradas y ejercer el ministerio sacerdotal, fue enviado en 1844 como misionero por pueblos de Catalufia (1844-48) y de Canarias (1848-49). Cre6 una Libreria Religiosa de caracter popular, que lanz6 al mercado numerosisimas obras de formacién teligiosa, y fundo la congregaci6n de Misioneros Hijos del Inmaculado Corazén de Maria. En 1857 Isabel II le nombrd su confesor y preceptor de sus hijos, lo que le permitid presidir el Patronato del Colegio de El Escorial y reformar su plan de estudios. Su prestigio y ascendencia ante la reina le acarreé una feroz hostilidad por parte de las sociedades secretas y de los propios conservadores, que le consideraban tibio en su influencia politica. «En periddicos, revistas, fotografias, coplas, caricaturas obscenas, hasta en cajas de cerillas, se tachaban de ilicitas y escandalosas sus relaciones con la reina y Sor Patrocinio» '. En Espafia y Cuba sufrid varios atentados. Fue deste- 1 S.A. M. Ciaret, Eseritos autobiogrificos y espirituales, Edicion preparada por una Comision de Padres Claretianos dirigida por |. M. Viaas. Prologo de Juan Maria Gorricho (BAC, Madrid 1959), p.47. C1. Mentalidad cristiana y pensamiento pedagigico de la Iglesia en Espata — \M1 trado con la reina Isabel II, en 1868. Asistid al Concilio Vaticano I (1869) y murié en Francia. Un educador popular En cl ambito pedagégico los méritos de Antonio Maria Claret son televantes, como predicador, como escritor, como creador de una poderosa industria editorial, como reformador religioso y como fundador de dos 6rdenes religiosas, masculina y femenina, de misioneros. Fue un esctitor prolifico. Ramén Esquerra contabiliza 120 obras escritas de las que se hicieron millones de ejemplates. Su Carino recto y seguro para Uegar al ciel, editado inicialmente en catalan en Vic (1843), lego a las 250 ediciones *. Otro autor * contabiliza quince obras voluminosas, 81 opasculos de divulgacién, 96 obras originales y 27 obras ajenas por él adaptadas. Algunas de ellas fueron traducidas por sus discipulos a las principales lenguas europeas y a otras tantas lenguas filipinas, como el tagalo, bisaya cebuano y panayano, ilocano, bicol, etc. Claret escribe sus obras de un tir6n. Sus fuentes de inspiracién son las vidas de santos, la Sagrada Escritura y su experiencia personal campesina. Utiliza un lenguaje sencillo, popular y sin afectacién retérica, capaz de llegar a todos sus posibles lectores. Sus comparaciones son propias de la vida rural o urbana, pero siempre populares. Para él la familia es como una huerta en la que hay que plantar las buenas plantas y atrancar las malas yerbas de la soberbia, del odio, de la venganza, de la vanidad... Una de las principales preocupaciones de Claret es la familia, en la que la madre es una pieza fundamental. Si bien la obligacion de educar cristia~ namente de palabra y de obra a los hijos compete por igual al padre y a la madre, a ésta se debe fundamentalmente la paz familiar. Desea el sallentino que esté mas pendiente de sus obligaciones que de sus devociones, vigilando y cuidando a sus hijos y criados en el vestido y en la comida, sin descuidar su educacion moral y religiosa. La madre es la primera maestra del nifio y a ella van destinados muchos de sus esctitos. Si la madre tiene muchos hijos, deber4 reunirlos a todos a su alrededor pata rezar con ellos y pata explicarles el catecismo, ayudan- dose de las laminas del Carecismo por él editado y de su Camino recto. Estas laminas dibujadas por el propio Claret estaban numeradas para que sirvieran de apoyo didactico. Al fin de cada capitulo del Catecismo de la doctrina cristiana hay una serie de preguntas y respuestas que el nifio debia memorizar, extraidas del catecismo de Francisco Matheu i Samandia, con pocas varia- ciones, que Claret sigue casi al pie de la letra. 2 Vox «Claret, San A® M.S, Diccionario de Historia de Espata, Dit. Germin Bleiberg (Alianza Kaitorial, Madrid 1979), vol. YJ. M. Miss, «Clare», Diccionario de Historia Ecdesiéstica de Espatia. Dit. por Q. ALDEA Vaauiiko, T. Marin Martinez, J. Vives Gatti. Instituto Enrique Florez (CSIC, Madrid 1972), 1 112 Edad Contemporinea Claret aconseja a la madre corregir con firmeza los defectos de sus hijos. Cuando castigue do hara sin enfado, sin gritos, sin malas palabras», y cuando lo haga el padre, Ia madre aprobara en silencio su actuacién. En la familia, el padre y el hijo son como el sol, Ja luna y la tierra. Si la madre se interpone entre la tierra y el sol, queda eclipsada la autoridad del padre 4, A medida que los hijos crezcan, creceran también las obligaciones educativas del padre en la vida familiar. Deber4 acudir con sus hijos a la iglesia, ejercer la caridad ante ellos y vigilar atentamente su vida escolar. Respecto a la educacién femenina, Claret sigue los cénones aceptados entonces para la mujer. De los seis a los doce afios, las nifias aprenderan catecismo, lectura, esctitura y calculo, sin olvidar hacer encajes, calceta, coser, bordar y cortar. Las nifias de las clases medias urbanas, ademas de este programa clemental, seguirian estudiando moral y religion, gramatica, retorica, geografia y astronomia, historia sagrada y civil y habilidades do- mésticas como planchar, hacer cordones, cintas, blondas, galones, bolsas, sombreros, ctc., dibujo, pintura, musica y lenguas modernas >. Para las jOvenes campesinas Claret redacta observaciones itiles como el modo de explotar las granjas, cultivar las tierras, obtener mayor rendimiento en los cultivos, seleccién de semillas, animales domésticos, etc. Su obra mas sig- nificativa en este ambito es Las delicias del campo. Obra utilisima por su objeto a todos los que viven en el campo Riera, Barcelona 1857), 318 pp. Especial interés tuvo Claret por la formacién del clero, al que dedicé obras importantes. A su pluma se debe E/ colegial o seminarista, teorica y précticamente instruida®, tema tratado también en La vocacién de los nifios (1864). Son obras excepcionales en la literatura pedagdgica espafiola de este tipo. Otros temas de su gran preocupacién pedagégica son la educacién del militar’, normas pata las criadas, scrmones, pancgiricos, libros de piedad, libros de pastoral, etc. En resumen, San’ Antonio Maria Claret tuvo como preocupacién fun- damental la reeducacion cristiana del pueblo en sus diferentes clases sociales. Se preocupé igualmente por el estilo de vida del obispo y del clero rural, de la criada y del militar, de los campesinos y de los esclavos, de los nifios, de los estudiantes y de la madre de familia. Pio XII, al dirigirse a los peregrinos que acudieron a su canonizacion a Roma, dijo de él que era el santo de todos, de los obrcros, de los sacerdotes, de los obispos y de todo el pueblo cristiano ®. 4A. M. Caner, La vocaciin de los nites. Cimo se han de educar e instruir (Imprenta del Heredero de P. Riera, Barcelona 1864). Obra semejante es Avisos molt utils als pares de familia Q. Trullés, Vic 1845). 5 Claret redacta numerosos Avisos destinados a la mujer doncella, casada y viuda. Uno de los mas conocidos fue La colgiala instruida (Barcelona 1864). © Aparecid en dos vols., en 1860 y 1863. ? Avisos a un militar cristiano (Imprenta de P. Riera, Barcelona 1858) y Catecismo de los principales deberes de un militar cristiano (Barcelona 1866). * AAS 42 (1950) 372. Citado por Juan M. Gorricho, Prologo a la edicién de Exitos aytobingréfices... 0.0, pl. C1. Mentalidad cristiana y pensamiento pedagigico de Ia Iglesia en Espata 113 Til. ANDRES MANJON (1846-1923) Natural de Sargentes (Burgos), ingresé en el seminario diocesano de Burgos para realizar estudios eclesidsticos, y al cerrar éste con motivo de la revolucién de 1868, los continuéd en Valladolid, licenciandose a la vez en Derecho. Fue catedratico de Derecho Canédnico en la Universidad de Santiago de Compostela (1879) y posteriormente en la de Granada, ciudad en la que murié en 1923. Se ordend de sacerdote a los cuarenta afios de edad, obteniendo una canonjia en la abadia del Sacromonte, zona habitada tradicionalmente por numerosas familias gitanas. La pobreza ¢ incultura de los numerosos nifios que alli habitaban le orient6 hacia la pedagogia y a la fundacién de escuelas, donde educar a estos nifios. Sin abandonar sus clases en la Universidad granadina, comenz6 a estudiar los principales tratados de pedagogia existentes. José M. Prellezo, buen especialista manjoniano, ha rastreado las fuentes de inspiracion en las que Manjén se inspiro, para elaborar su pensamiento pedagdgico. Leyd La educacion de la voluntad de Payot, los Principios de educacion y métodos de enseftanza de M. Carderera, el Compendia de pedagogia tebrico-practica de Pedro de Alcantara Garcia, La educacién conforme a los principios de la religion cristiana de Manuel Rossell, con otras obras de J. Sama, Ruiz Amado, V. Caballero, Benot y Rufino Blanco |. La tnica escuela abierta en el Sacromonte para los gitanillos cra la de la «Maestra Migas», que no era sino una de tantas mujeres que por poco dinero recogia a los nifios de tres o cuatro afios, mientras sus madres atendian otros menesteres. Eran las populares «Escuelas de Amiga» existentes en toda la geografia espafiola a lo largo de los siglos, en las que se ensefiaba a rezar, cantar y rara vez a leer. Manjén habla de su «Maestra Migas» con un juego de palabras no exento de afecto: Es «da pobre mujer que recoge las migas 0 migajillas de la humanidad, lo mas ruin ¢ inservible (nifios y nifias de tres 0 cuatro afios), y por unas migas (un chavico, un centimillo) los cuida y limpia, les da agua y les ensefia la a y el Padrenuestron?. Esta maestra dedicada a cuidar nifios del Sacromonte fue el modelo inmediato de las Escuelas del Ave Maria. En un ambiente cargado de pedagogismo ingenuo y retérico, alimentado por politicos, periodistas e intelectuales de todo tipo, preocupaba a la jerarquia catlica la proliferacién de las escuclas laicas y, dentro de esta corriente, la influencia de la Institucién Libre de Ensefianza en Espafia. Urgia contrarrestar la progresiva descristianizacion de la sociedad, como una consecuencia inmediata de este movimiento escolar, creando nuevas escuelas catélicas, circulos obreros y cooperativas, para beneficio de las capas sociales mas desprotegidas y marginadas de la nacion, En este contexto hay que situar la respuesta manjoniana. "1M. Prsuizo, Educacion y familia en A. Manjin. Estudio histérico-entico (Pas-Vetlag, Ziitich 1969), p.123-159. 2°. MAMion, 0 que son las eseurlas del Ave Maria. Modos de ensenar. Hojas de pedagogia. Vidicion Nacional de las obras sclectas de D, A. Manjon (Madrid 1948), V, p.220 114 Edad Contemporinea Manjén fue un hombre de accién, mas que de pensamiento hondo y original. En sus obras no puede buscarse un pensamiento sistematico, tiguroso y novedoso, objetivos que él nunca buscd. Sus escritos son sencillos, espontineos y estin redactados con un lenguaje que pueden entender igualmente los maestros y los padres de sus alumnos. Huye del tono magistral y erudito conscientemente. Casi todos sus escritos estan redactados sobre la marcha. El mismo dice que las Hojas del Ave Maria «son el eco de cualquier hecho o circunstancia que, interesando de algin modo a las Escuelas del Ave Maria, no sean indiferentes para sus simpatizadores» 3, El tinico hilo conductor que les da unidad es su preocupacién religiosa, alrededor de la cual mezcla temas catequisticos, disertaciones de caracter moral, observaciones de la vida cotidiana y un sinfin de noticias respecto a la vida de sus escuclas: obras, gastos, visitas de hombres ilustres, memorias escolares, reflexiones sobre los examenes, sobre los juegos populares, etc. A los cincuenta afios, el clérigo Manjén habia fijado su pensamiento pedagogico, del que apenas se movid. Aparece resumido y expuesto en su Discurso pronunciado en la apertura del Curso de 1897-98 de la Universidad de Granada. En él defiende una pedagogia gradual y completa —«integral» era el término empleado entonces— que comienza desde la cuna. El educador del Sacromonte acumula adjetivos que explican su concepto de educacion: gradual, continua, progresiva y armOnica, activa por parte del maestro y del discipulo, sensible y estética, moral, religiosa, estética, pero sin despreciar los trabajos manuales y patridtica. El valor fundamental asignado a la dimensién religiosa del hombre le lleva a decir que la ciencia pedagdgica es insuficiente por si misma. No puede hablarse de educacién en abstracto, al margen de la tcologia y de Ja antropologia de ella derivada. «Para respetar al hombre tal cual Dios le ha hecho, necesatio es conocerle en si, y en sus relaciones con Dios, y de aqui las relaciones que hay entre la Pedagogia, la Antropologia y la Teo- logian *. Manj6n retoma el principio admitido por todos los pedagogos de que no es posible educar sin conocer al educando, raz6n por la que la pedagogia exige conocimientos antropoldgicos, fisiologicos, psicolégicos, histéricos, juridicos, morales y religiosos. Su concepcidn cristiana de la vida exige en Manjon la defensa de una teoria y practica pedagdgica también cristiana, en respuesta y en oposicién a las corrientes naturalistas y racionalistas, que prescinden de toda dimensién religiosa del hombre, 0 confiesan un dios impersonal, ciego, material y fatalista. Manjon, por el contrario, cree que el hombre es naturalmente cristiano. Olvidar la dimensién religiosa en la educacién equivale a mutilar al hombre. Por otra parte, el hombre sdlo puede llegar a su plenitud como tal ayudado por la gtacia divina. «No dudamos en afirmar que para ser verdadero 3A. Manon, Hojas circunstancials. Hojas bistiricas. Hojas oronoligicas del Ave Maria (Madrid 1956), Xs Pan : 4A, Manion, Tratado de educaciOn, Hojas educadoras y coedwcadoras (Madrid 1947), IV, p.25. Cl. Mentalidad cristiana y pensamiento pedagigico de la Iglesia en Fspahta 115 cristiano es necesatio ser verdadero hombre, y viceversa, para realizar la verdadera humanidad es menester practicar la vida cristiana» >. Admitidas estas premisas, inevitablemente el educador Manjén ha de oponerse a los distintos gobiernos liberales que, poco a poco, iban coartando la mision educadora de la Iglesia. No ve con buenos ojos la necesidad del Estado-macstro monopolizador de la ensefianza. Prefiere un gobierno que permita la ensefianza promovida por la iniciativa privada, de acuerdo con ciertas exigencias. Las supuestas ventajas del Estado docente, afirma Manjén, no sc ha traducido en una mejora de la ensefianza, debido a los vaivenes politicos, a la descoordinacién y a las contradicciones de la politica ministerial. En su opinion, el Estado deberia garantizar el derecho de los padres a escoger el tipo de escuela que deseen para sus hijos, bien sea la escuela estatal, la privada o la cclesiastica. Todas las escuelas deberian ser gratuitas, evitando con ello Ja injusticia de que padres que desean educat a sus hijos en centtos no oficiales han de pagar la ensefianza dos veces, la del centro privado y la del publico. ¢Por qué los centros pablicos estén subvencionados y los privados no? ¢Por qué se castiga la enscfianza privada, como si fuera un delito? gDonde esta la libertad de ensefianza? No es obligacion pri- motdial del Estado lograr el bien del mayor nimero posible de sus subditos? A estas polémicas preguntas formuladas por Manjon responde en sus escritos, defendiendo los tradicionales derechos de la Iglesia y de la familia, desde Ja Optica tradicional, prescindiendo de la evolucién de los tiempos y del cambio de mentalidad. Su punto de vista respecto a la misién estatal es subsidiaria respecto a la iniciativa privada. Sélo cuando los padres se despreocupen de la educacién de sus hijos, o cuando no puedan garantizarles una educacién minima, que como ciudadanos necesitan para llegar a ejercer sus derechos, el Estado podra intervenir. En este caso, el derecho de los padres declina en favor del derecho de los hijos a la educacién, cuyo garante ha de ser el Estado. Al lado de los distintos gobiernos celosos de asumir su papel rector en la otganizacién de la ensefianza, funcién asumida por la mayoria de los paises occidentales, Manjon ve también con reticencias el pujante crecimiento de las escuelas laicas, dispuesto a competir con la Iglesia en el terreno docente. Manjon, como Ruiz Amado, Torras i Bages y otros ensayistas catlicos de su tiempo, incluye en la categoria de «escuela laica» a institu- ciones educativas muy diferentes entre si. Poco o nada tenian de comin las escuelas internacionales catalanas y andaluzas del ultimo cuarto de siglo con las escuelas sostenidas por la masoneria, por el anarquismo, por el espiritismo, por Ferrer, por el partido republicano radical de Catalufia... Todas estas escuelas coincidian en no impartir una educacidn religiosa catolica, pero solian discrepar casi en todo lo demas, en su concepcidn de Estado, en su militancia o simpatias politicas, en su nivel cultural, pedago- gico, en los apoyos politicos y en el segmento social de padres que les confiaban sus hijos. SA. MANION, Tratado de educacién..., ibid., p.330. 116 Exdad Contemporiinea Andrés Manjon esctibié un tratado titulado Las escwelas laicas®, arreme- tiendo contra todas estas instituciones sin matices, particndo de la base de que todas eran iguales. Cuarenta y dos tesis acumula contra ellas cn tono dogmatico. A su parecer, la escuela laica, por ser anticristiana, es antihumana; por ser atea, es antieducadora, y por no ser religiosa, se hace mutilada y manca. Es la negacion de Ja naturaleza humana y el arte de producir desgraciados. Manjén esta sinceramente convencido de que no es posible una educacién no cristiana. Los métitos de Manjén no hay que buscarlos en esta actitud intransigente con maneras de pensar distintas a las suyas, sino en haber ofrecido a los nifios del Sacromonte una escuela sencilla, agradable, al aire libre, muy poco convencional y nada burguesa, Su respuesta pedagogica ni es académica, en el sentido negativo del término, ni elitista para un namero reducido de alumnos. No posee prurito de innovar nada pedagdgicamente, a pesat de que fue un gran innovador. «Pensé que para gentes que vivian en la calle, en el camino o en el campo, en plena libertad casi selvatica, convenia darles por escuela el campo; pero un campo expansivo, alegre, risuefio, donde se hallaran mucho mejor que en sus casas y cuevas»’. Su capacidad de observacion respecto a los nifios que debia educar y su gran espiritu pragmatico le levaron a organizar una ensefianza gratuita a nifios pobres, en la que se aprendia con gusto y placer jugando bajo los emparrados de sus escuelas y en contacto directo con la naturaleza. Aconseja el catequista «sorprender y encantar a los nifios, mediante Ja historia y el cjemplo, cl simil y la parabola, el cuadro y la imagem, convencido de que la ensefianza nunca ha de reducirse a «un tedioso silencio», para lo cual hay que «saber manejar chicos y poseer los recursos del arte pedagdgico» 5. A aquellos nifios acostumbrados a la libertad no se les podia encerrar en un aula mal ventilada, encadenandolos al pupitre. Se les debia dejar cantar, jugar con la tierra, con el agua y con el barro. Debian moverse de un lado para otro, aprendiendo geometria y geografia, dibujando y cons- truyendo rios, sistemas orograficos y planctarios, jugando en la alberca de la escuela. Esta ensefianza sencilla, intuitiva y activa sorprendié a la sociedad de su tiempo, atrayendo a Granada a numerosos visitantes. Su creador se hace eco de la sorpresa y escribe con satisfaccién, no exenta de vanidad, lo siguiente: «Obispos, Ministros, Senadores, Diputados, Consejeros, Magistra- dos, Gobernadores, Catedraticos, Profesores y toda clase de gente de ideas y partidos, y de todas las provincias de Espafia, y aun del extranjeto, se dignan honrar estas pobres Escuelas» °. El éxito acompafié a Manjén y las escuelas por él fundadas se exten- dicron pronto por Espafia y Amética. Para garantizar el estilo y el modo © Vol.IX (Madrid 1955). 7 A. MANjON, «Escuelas campestres, en La Educaciin Hispano-Americana, \ (1911) 15, Citado por J. M. Prettrzo, Educacion y familia... p.291. ® A. Manjon, Madrid, 1946, If, p.XVI. °K. Maxjon, Lo que son las escuelas del Ave Marla (Madrid 1948), V, p.171, G1. Mentalidad cristiana y pensamiento pedagieico de la Iglesia en Expata 117 de ensefiar por él disefiado, Manjén cred una Escuela de Magisterio. En este terreno hay que valorar el mérito de este genial cducador. J. M. Prellezo valora en su justa medida al sacerdote del Sacromonte: «Se pueden sefialar algunas tesis que cobran en su pluma un telieve particular: concepcion profundamente religiosa y catdlica de la vida y de la educaci6n; consideracion integral del nifio como sujeto activo de la obra educativa; amor a la naturaleza, obra de Dios; sentido patriético y sociak cuatro dimensiones fundamentales que encuadran su pensamiento y su obra, y que permiten hablar de un estilo educativo manjoniano» '°. IV. RAMON RUIZ AMADO (1861-1934) 1. Biografia Nacié en Castello d’Ampuries (Girona), en 1861, y murié en Barcelona, en 1934. Su segundo apellido era Contreras y lo cambio por Amado para distinguirse de su hermano Luis, escritor de ideas liberales, con el que mantuvo relaciones conflictivas. Tras licenciarse en Derecho por la Universidad de Barcelona y obtener el doctorado en Madrid, sorprendié a todos al ingresar en la Compajfiia de Jess. Hizo el noviciado en Veruela, antiguo convento cistetciense cedido a los jesuitas. Estudié humanidades, retorica y filosofia y ensefio en el Colegio de Santo Domingo en Orihuela durante tres afios. Posteriormente fue enviado a Tortosa para estudiar teologia y, tras el largo itineratio de formaci6n jesuitica (1884-97), fue destinado a ensefiar en Veruela, actividad cn la que no lleg6 a sobresalir, por ser incompatible con su caracter duro y autoritario. En estos afios su verdadero interés era la estética y la filologia, lo que le Uevé al estudio de idiomas. Su meta era completar y superar la Historia de las ideas estiticas de Menéndez Pelayo, pero el azar y sus superiores le hicieron cambiar de rumbo hacia el mundo de la pedagogia. Majier i Flaquer, director del Diario de Barcelona, Organo defensot de los intereses de la burguesia catalana, invitd a los jesuitas a defender sus puntos de vista respecto a las recientes reformas del liberal Romanones, ministro del recién creado Ministerio de Instruccién Publica, promulgadas en 1901. El encargado por el provincial de los jesuitas para tan delicada mision fue Ruiz Amado, que publicé un conjunto de articulos recogidos posteriormente con el titulo de La ensefanza en Fxpaiia. 10s subtitulos de estos folletos son elocuentes y reflejan los temas tratados: Problemas vitales. El derecho a enseftar. Semi-verdades acerca de la enseitanza en Eispatia, La educacién moral y e internado', El éxito de estos articulos profusamente editados avalé la decision de dedicar a su autor a la defensa de las tesis pedagdgicas de la Iglesia. Ruiz Amado abandond sus proyectos y marché obedientemente a Tortosa a 001. Pruizo, Hducaciin y familia... 0€., p.324. ' Barcelona, I (1901), 80 pps LH (1901), 80 pp. IIT (1901), 96 pps IV (1902), 98 pps V (1904), 104 pp. 118 Edad Contemporénea ponerse al dia de las corrientes de los pedagogos mas eminentes y de los centros y paises mas cotizados internacionalmente en esta ciencia. Durante los primeros decenios del siglo xx siguieron debatiéndose con la misma pasién las graves cuestiones pendientes de solucién del siglo anterior: secularizacién de las instituciones, de las leyes, de la politica y de la sociedad espafiola en general. Tradicién y modernidad siguieron enfren- tadas con gran virulencia, incapaces de llegar a un deseable equilibrio, sobre todo en el terreno de la ensefianza, en el que los antagénicos puntos de vista del Estado y de la Iglesia se mantuvieron inconciliables. Un especialista en este tema escribe lo siguiente: La secularizacién de la ensefianza no se caracteriza «por una evolucién gradual y pacifica —sin traumas—, cosa, por otra parte, poco menos que imposible, sino que se torna en proceso agitado, discontinuo, urgido por exigencias desmesuradas en unos casos 0 por pretensiones razonables en otros, pero casi siempre frenado y contenido por quienes no acertaron a ver o admitir la soberania civil en aquellos dominios tradicionalmente “ocupados” por lo cclesiastico, es decir, por lo “sacro” y clerical» ?. Ruiz Amado, tras su obligada conversién pedagdgica, se erigio en paladin intransigente de los derechos tradicionales de la Iglesia, en el ambito educativo, negandose a ceder un apice al Estado «a soberania de lo civil, implantada en la mayoria de paises occidentales. 2. Empefio por la renovacién pedagégica El afan viajero de la segunda mitad del xix se convirtié en una necesidad. Habia que conocer directamente lo que hacian los paises mas avanzados de Europa y de América. Todos enviaron al extranjcro a estudiosos de todo tipo para conocer los sistemas de produccién agricola, ganadera ¢ industrial, asi como la organizacién de la ensefianza, a la que todos con- sideraron como la clave de arco de un pais avanzado. A principios de siglo crecié en Espafia la ficbre viajera, que se tradujo, siguiendo la moda del siglo anterior, en un alud de informes, memorias, relaciones de viaje, etc. Después de 1898, municipios, diputaciones y uni- vetsidades compitieron enviando por su cuenta a jévenes pensionados al extranjero. La Junta para ampliacién de estudios ¢ investigaciones cientificas, creada en 1907, no hizo sino canalizar y racionalizar esta corriente, renta- bilizando los escasos recursos disponibles. Gracias a la eficacia de esta feliz iniciativa, varios miles de jvenes estudiantes, profesores, artistas, investiga- dores, profesionales y obreros pudieron perfeccionar su formacién en los centros mas famosos de su tiempo. En la Europa del primer tercio de siglo habia tres centros especializados en los diferentes estudios pedagdgicos: Suiza, Bélgica y Alemania. En ? Teoputo Garcia Recor, «El proceso de secularizacién de la ensefianza en Es, a comienzo del siglo xx», en Pedro Poveda. Volumen-Homenaje Cincuentenario, 1936-1986 een Madrid 1988), p.241-242. C1. Mentalidad cristiana y pensamiento pedagigico de la Iglesia en Expata 119 Ginebra existia un equipo de reconocido prestigio internacional formado por Claparéde, Dottrens, Giroud, Bouvier, Piaget, Descoudres y Ferriére, fundador del Bureau International des E:coles Nowvelles, autor de numerosas obras y propagandista de las nuevas ideas pedagdgicas en todo el mundo. A Ginebra acudieron muchos espafioles como M. B. Cossio, D. Batnés, Castillejo, Santullano, Pau Vila, Pere Rossellé, con otros muchos maestros de escuela, profesores de Escuelas de Magisterio, inspectores de primera enscfianza para seguir cursos de formacién y de especializacién docente. En Bélgica tenia especial prestigio la Escuela Modelo fundada por Alexis Sluys (1872) y la Universidad Libre de Bruselas, modelos de la Institucion Libre de Ensefianza espafiola. Sluys visité Madrid y Barcelona en varias ocasiones y colaboré asiduamente en el Boletin de la Instituciin Libre de Ensefianza. Notable fue en este pais la aportacion de O. Decroly, fundador de L’Ecole de I’Frmitage (1907), en la que ensayé nuevos métodos de ensefianza para la educacién de nifios deficientes en algén aspecto. ‘Alemania era el pais mas atractivo y admirado mundialmente por sus universidades y por el nivel cientifico de sus investigadores. Los pueblos Jatinos vieron en el modelo germanico la solucién a sus crénicos problemas: * acendrado patriotismo, disciplina, laboriosidad, fuerte sentido de la familia, | amor a la tradicién, a la educacién fisica y a la musica, buena red de f comunicaciones y saludable economia. ‘Alemania habia sido la cuna de la filosofia y de la pedagogia. Los filantropinistas del xvi, la escuela popular de Pestalozzi, los Aindergarten de Frobel, la obsesion de Herbart por excavar los cimientos de la pedagogia cientifica, la creacién del primer laboratorio de psicologia por Wundt y, sobre todo, la organizacién de un sistema educativo estatal eficaz en todo el territorio nacional, atrajeron a todos los cientificos del mundo hacia Alemania. También los pedagogos espafioles acudicron para conocer a los grandes maestros y las famosas aportaciones de Herbart y de sus discipulos. Ruiz Amado también marché a Alemania, a principios de 1906, pata seguir las clases de Paulsen, pedagogo famoso entonces, y conectd con los discipulos de Herbart. Al comprobar el impacto que Herbart y sus seguidores habian producido en la pedagogia mundial, pens6 el jesuita que lo mejor era traducir a Herbart al castellano y a esta dura tarea se dedico. Pronto comprendié que el pensamiento del pedagogo aleman exigia constantes matizaciones y anotaciones, cuya extension podria exceder a los textos traducidos. Vio que el vino nuevo era incompatible en muchos aspectos con los odres viejos y opt6 por seleccionar los textos de Herbart y de su discipulo W. Rein, incluyéndolos en sus propias obras. Rein era da ultima expresion de la pedagogia herbartianay y hombre de gran prestigio en Alemania por su voluminosa Paedagogie in systematischer Darstellung (1906), en dos voliamenes, y por su colaboracién en la importante Enzyklopaedisches Handbuch der Paedagogik, agotada al poco tiempo de publicarse >, 2 Esto es lo que afinma Ruiz Amado en el prologo 2 La ediacin mona! (Barcelona 1908) y en Edveaciin intelectual (Barcelona 1909), p.12 120 Edad Contemporinea Hubo otros alemanes que influyeron profundamente en el pensamiento del jesuita, como el también herbartiano Foerster y Otto Willman, catdlico con el que coincide sin reservas y cuyas ideas y textos utiliza profusamente. La admiracién por este pensador le hace exclamar que era ¢l mayor fildsofo entre los pedagogos catélicos, y el mayor pedagogo entre los filsofos catdlicos 4. ; En 1909 conocié la obra de I. A. Conwell, Manhood’s Morning, que le sitvio de modelo para escribir su E/ secreto del éxito, que tuvo una buena aceptacion editorial y fue traducida al francés, italiano y portugués. 3. La propuesta pedagégica de R. Ruiz Amado La eleccién de la pedagogia alemana fue acertada. No habia otro pais en el que pudiesen estudiarse con mayor profundidad Jas raices y las realizaciones pedagdgicas mas sélidas. Ruiz Amado sintonizé con la pedagogia catélica del grupo de Willman, dejando de lado otras propuestas importadas en Espaiia por el krausoins- titucionismo a través de los Boletines de la Institucion Libre de Ensefianza y de la revista mensual La Escuela Moderna. fundada cn 1891, dirigida por Pedro de Alcantara Garcia, institucionista y autor de la mejor monografia espafiola sobre pedagogia frébeliana. Pocos afios después Ia editorial ma- drilefa La Lectura y la Revista de Pedagogia ditigida por Lorenzo Luzuriaga siguieron transmitiendo autores ¢ ideas del rico caudal germanico al ambiente espafiol. Ruiz Amado conocié también la pedagogia inglesa y norteamericana, aunque con menos profundidad que la alemana. Con estos mimbres llegd a la conclusién de que la pedagogia espafiola habia ido dando bandazos, dejandose evar por influencias extrafias y olvidando su propia tradicién cultural, en la que babia que injertar las nuevas ideas aprovechables. Para él era urgente crear una nueva pedagogia nacional de corte tradicional y cientifico. Hemos olvidado nuestra tradicion, dice, sin que por ello hayamos adquirido la cicncia extranjera, por lo que, «como aquellas nubes sin agua de que habla un esctitor sagrado, nos hemos dejado arrastrar sucesivamente por todos los vientos, sin acabarnos de dar apenas cuenta de su direccién, ni menos de su procedencia» 5. Cada pueblo ha de seguir su propio camino, y si es preciso imitar a otros pueblos sera a aquellos que han sabido conservar sus tradiciones. La sola imitacién no har prosperar la vida nacional, ni tampoco se pueden violentar las leyes hist6ricas intentando «testablecer el contacto con nuestra ni, haciendo caso omiso de dos siglos. antigua tradi 4 R, Ror Amano, Historia de la educaciin y la pedagogia (Edit. Libreria Religiosa, Barcelona 1960), 12 ed., p.341. También tradujo al castellano Ta Pedagegta experimental, de E. Meumann arcelona 191 oa re texto y el de la cita siguiente corresponden al prélogo de la primera edicién de La eduatin mora) Barcelona 1908), climinado en la. segunda de 1914, Utlizo los extractos de R. Branco, Bibliografia de textos espafoles..., TH, p.583ss. Cada edicién de las obras de Ruiz ‘Amado suele convertirse en otra distinta. C1. Mentalidad cristiana _y pensamiento pedagigico de la Iglsia en Espata 121 Necesitamos, a nuestro entender, un doble trabajo: primero, el de enterarnos de raiz de los progresos legitimos que han hecho los estudios en paises mas afortunados, mientras en el nuestro dormian en el suefio del olvido; en segundo lugar, el de estudiar incansablemente nuestros elementos ndigenas y tradicionales, para conocer hasta qué punto podemos asimilarnos o exético, o como hemos de combinarlo con los elementos nativos, para njertar en el tronco de nuestra historia las ideas ajenas, que no vivirian 2n él si no recibieran la savia de su vida caracteristican % ‘Tan equivocado le parece empefiarse en resucitar la Espafia que fue como proceder como si no hubiera existido. Ruiz Amado propone una soluci6n dialéctica a la disyuntiva decimonOnica: sintesis de concordia entre la Espafia historica y la Espafia futura. Esta formula evidencia la influencia de su admirado Willman en el terreno de la educacién. Ante la tesis de muchos de que la educacion era capaz de transformar la personalidad de los pueblos, O, Willman creyo que ila fuerza de la educacién era mas bien modesta. Nunca los pueblos cam- lbiaron a través de sus generaciones jévenes, sino a través de los adultos, que son quienes educan y transmiten sus valores a sus hijos. Ahora bien, una buena educacién debe mirar al futuro y no al pasado, pero con el doble rostro de Jano, que mira a la vez al pasado y al futuro. Progreso si, pero anclado en Ia tradi 7. 1. El impacto de la Semana Tragica En mi trabajo sobre La Escuela Moderna de Ferrer i Guardia® estudié la tendencia de las escuelas de Ferrer a organizar meriendas y fiestas escolares, que se convertian en mitines de protesta contra las escuelas catdlicas y de propaganda politica. La idea procedia del republicano radical A. Lerroux. Fl 12 de abril de 1906, dia de viernes santo, organizo Ferrer una magna manifestacién de 1.700 nifios que desfilaron por las principales calles bar- celonesas. El 31 de mayo del mismo afio, unas horas después del atentado en Madrid contra la catroza de los reyes recién casados, llevado a cabo por Mateo Morral, bibliotecario de la Escuela Moderna de Ferrer, una nueva manifestacin escolar de varios miles de escolares desfil en Barcelona por las calles de Rondas, Plaza de Urquinaona, Paseo de San Juan, Jaume 1 y Plaza de la Constitucién, sede del Ayuntamiento de Barcelona, en cuyo balcén esperaba el también republicano radical Hermenegildo Giner de los Rios, partidario, como su hetmano Francisco, de la escuela laica y autor de un folleto editado en Barcelona sobre este tipo de escuelas. Tres afios después sorprendié a todos el estallido de la llamada Semana ‘Tragica. Uno de los objetivos preferidos por los incendiarios fueron las escuelas catdlicas. S6lo dos de las veintiuna incendiadas —puntualiza J. ® En R. Bianco, Bibliografia... III, 584-585. 7 ©. Wuman, Teoria de la formaciin humana, Trad. de Salustiano Dufaiturria (CSIC, Instituto San José de Calasanz, Madrid 1948), I, p.50. 8 CEAC (Barcelona 1979), p.134ss. 122 Edad Contemporanea Connelluy Ullman—, regentadas por drdenes religiosas, eran para nifios ticos. «Los dos circulos obreros incendiados habian proporcionado clases a los trabajadores. Tres de los siete conventos de drdenes religiosas mas- culinas destruidos por el fuego eran propiedad del clero dedicado a la enscfianza. Los edificios se utilizaban como depésitos de material de ense- fianza que utilizaban en sus escuelas repartidas por toda la provincia» ?. El pedagogo ampurdanés fue testigo de excepcibn de la explosion anticlerical y escribié un articulo firmado el 2 de agosto de 1909, cuando las humaredas de los incendios atin no sc habian apagado y el jesuita podia verlas desde su residencia de Sarria. Tras explicar el método utilizado por los incendiarios, consistente «en echar por delante grupos de mozalbetes, casi nifios, provistos de petréleo y otras materias inflamables», y preguntarse a pie de pagina si estos muchachos eran alumnos de la Escuela Moderna, concluye que la Semana Tragica era consecuencia de la descristianizacion de Ja poblacién espafiola. La Semana Tragica no era sino los «frutos de la propaganda impia, obscena, bestial, que a ciencia y paciencia de los gobiernos y de los hombres honrados hace un siglo esté minando nuestra nacién» '°. Muy probablemente la agresividad manifestada por las escuelas laicas y el analisis de los sucesos de Barcelona levaron al jesuita a radicalizar su pensamiento al que temperamentalmente se inclinaba de modo natural. 2. La obra escrita Ruiz Amado despleg6 una actividad de coloso de la pluma en poco mas de treinta afios. Antonio Sangiiesa, autor del trabajo mas extenso y documentado sobre este pedagogo, contabiliza 373 trabajos entre libros, folletos y atticulos, que de ningin modo inventariarian su total produccién, a pesar de que en 1918 estaba medio ciego y tenia que servirse de amanuenses a los que dictaba. Su bautizo periodistico fue, como se ha indicado, en el Diario de Barcelona, siguid en Razin y Fe, en La Educacién Hispanoamericana, en El Universo, El Debate y en otras publicaciones colectivas. La Educacion Hispano-Americana. Revista Pedagdgica para la familia y para la escuela (1911-1927) se inicié con la colaboracién de nombres de la talla de Manjon, Rufino Blanco, el jesuita Joaquin Maria Barnaola, F. Paulsen y F. W. Foerster, entre otros. Muy pronto se convirtio en su revista personal, en la que se desdoblada como hombre orquesta con miltiples seudonimos. El tono predominante fue agresivo y mordaz con la politica gubernamental supuestamente institucionista y con todo lo que oliese a espirita masénico y a pedagogia modernista. Ei caracter aspero y dogmiatico que transmite en sus escritos le levé a Ja soledad y le obligé a echar sobre sus hombros, con cierto aire de iluminado, la defensa de la Iglesia, de los jesuitas y de 9 J, Connputy Utuman, La Semana Trigica. Pstudio sobre las causas sociowonimicas del anticle ricalismo en Expaia (1898-1912) (Ediciones Ariel, Esplugues de Llobregat 1972), p.577. Una relacion de los edificios religiosos asaltados en p.614-624. 1 R, Rurz Amavo, «Sin patria y sin Feb, en Ragin y Fe IX (8 sept. 1909) XXV, 5-18. C1. Mentalidad cristiana y pensamiento pedagigico de la Iglesia en Fspana 123 la cultura catélica en general. No fue capaz de trabajar en equipo ni de colaborar con Jas fuerzas catdlicas afines. Polemizo por igual con los institucionistas y con los catdlicos moderados, como Rufino Blanco. Su incapacidad para el didlogo y para la flexibilidad le hizo fracasar cuando fue nombrado consejero de Instruccién Publica, agudizando su aislamiento y sentimiento de incomprendido, sin que por ello desistiera de su lucha de guerrillero contra fuerzas muy superiores y bien organizadas. En su titanico esfuerzo se movid en muchos frentes a la vez. Su meta era elaborar una pedagogia catdlica de nuevo cufio, capaz de asimilar las innovaciones mas significativas del pensamiento pedagdgico internacional, compatibles con la ortodoxia catélica en su versién jesuitica. Este es el sentido de su valiosa produccién de obras pedagégicas destinadas a cubrir las necesidades de las Escuelas de Magistetio y de las catequesis parroquiales. Si nos cefiimos exclusivamente a las obras de caracter pedagogico "1, dejando de lado las teligiosas, catequéticas, cruditas, etc., las de mayor interés son las siguientes: —La eduacion moral Barcelona 1908). — Educacién de la castidad (Barcelona 1908). — La maestra cristiana (Barcelona 1908). — Educaciin intelectual (Barcelona 1909). — Educacién religiosa (1912). — El seoreto de la felicidad (1913). — Teoria de la ensefianza 0 Didddica General, con un Resumen de Paidologia 0 Ciencia del nifto (1916). — Educacién civica (1918). — Educacién social (1920). —La reforma de la segunda ensefianza (1922). —La educaciin femenina (1923). Redact6 también libros de texto para alumnos de las Escuelas Normales, como el Conmpendio de historia universal (1915), Compendio de historia de Espana (1916), Historia de la educacién y de la pedagogia (1911), Epitome de historia universal... que fueron repetidamente rchechas y editadas. Imposible analizar cada una de ellas, escritas, en ocasiones, a vuela pluma y repitiendo ideas, paginas y capitulos en muchas de ellas, Basta con leer una de sus obras fundamentales para hacerse idea adecuada de su pensamiento, repetido una y otra vez cn su montafia de escritos. Contra la deyenda del Estado docente», titulo que sintetiza su opinién en los primeros afios de siglo, publica La Iglesia y la libertad de ensehanza (Madrid 1907), recordando el importante papel de la Iglesia en la creacion de las universidades medievales, apoyandose en las consagradas investiga- ciones del dominico Denifle y de Rashdall. La Iglesia y el Estado, afirma el jesuita, deberian seguir este mismo modelo de colaboracién, como fue siempre, puesto que «La Iglesia, poseedora exclusiva de la ensefianza durante 11 Una relacion extensa y detallada de los escritos del jesuita se halla n el trabajo citado de Antonio Sancunsa Gancis, Pedagogta y clericalisma en Ramdn Ruiz. Amado, SJ. (1861-1934) (Pas-Verlag, Ziirich 1973), p.17ss. 124 Edad Conterporénea ocho siglos (Iv a xl), no opuso resistencia alguna al establecimiento de los estudios seculares (...) en las escuelas municipales y libres» !?. Esta tesis central, que resume el sentido del escrito, contradice la realidad historica de los siglos x1v y xv, en los que los obispos se opusieron decididamente a la creacién de escuelas municipales, apoyandose en los dictamenes de los concilios ecuménicos, que concedian el monopolio do- cente a las escuelas catedralicias. Los conflictos entre el obispo y el municipio en Barcelona y Valencia por este motivo fucron frecuentes. En este y en otros casos, Ruiz Amado utiliza los argumentos historicos pro domo sua, forzando la realidad. A pesar de todo, su Historia de la educaciin de Ja pedagogia fue cl manual con mayor nimero de ediciones y de mas larga vida de los manuales de su género en Espafia. De 1911, afio de la primera edicion, hasta la aparicién de la Historia de Ja educacién de Angeles Galino (Madrid 1962), fue el manual indiscutible utilizado en escuclas y universidades '°, 3. Oposicion a las tesis del modernise pedagieico Desde el Syllabus (8-XTI-1864), en el que el papa Pio IX condend las principales tesis defendidas por la escuela laica "'; la Nobilissima Gallorum gens (8-02-1884), y la Humanum genus (0-04-1884), de Leon XIII, hasta la enciclica Divini illius Magistri, de Pio XI (31-XII-1929), la Iglesia catélica dejé oir su vox en defensa de los detechos de la familia y de la propia Iglesia en la educacion. Le6n XIII condené «a moral civica, independiente y libre» de toda fundamentacién teligiosa, defendida por la masoneria'®, y Pio XI reiterO estas mismas tesis en tono conciliador, intentando armonizar los derechos de la familia, de la Iglesia y del Estado. En esta enciclica insiste el papa en la inconciliable postura del naturalismo pedagdgico de raiz rusoniana y el dogma del pecado original y en la repulsa de la coeducacion y de la escuela laica. Ruiz Amado no hace sino secundar las directrices pontificias. Dos son cronolégicamente las obras en las que manifiesa su opinion: E/ modernismo pedagigico'® y La educacién cristiana'". Ein ellas y en otros escritos, el pedagogo ampurdanés critica las alegrias antropoldgicas del optimismo modernista y su excesiva esperanza depositada en la libre evolucién de la naturaleza humana, defendiendo, por el contrario, la necesidad de la formacién religiosa desde los primeros afios del nifio, sin la cual es imposible lograr «una voluntad enérgica», objetivo de algunas corrientes pedagdgicas de principios ® R, Ruz Amano, La Iglesia y la libertad de ensewanza (Suces, de Rivadeneyra, Madrid 1907), p.134-135. 1" Muerto su autor en 1934, el manual siguid vivo e incorporando en sus paginas autores y disposiciones legislativas del_mercado espafiol e hispanoamericano. Sus editores no suavi- zaron cl tono agtio de las afirmaciones de su autor, que ya no se correspondian con la mentalidad de los sesenta. ‘4 Proposiciones XLV, XLVII y XLVI. '3 Doctrina Pontificia. Documentos Politicos (BAC, Madrid 1958) II, p.170. ‘6 Barcelona (1918), 60 pp., y 1925, 2° ed., 90 pp. 17 Barcelona (1930), 132 pp. Cl. Mentalidad cristiana y pensamiento pedagigico de la Iglesia en Espata 125 de siglo. La educacion natural no sera capaz de forjar personalidades recias y emprendedoras, sino hombres débiles y apocados. En la carta 13 de EI fracaso de la educaciin jesuttica, Cartas a un pedagogo moderno'*, insiste de nuevo en los puntos fundamentales del modernismo pedagdgico condenados por Pio IX: 1) La supuesta bondad natural del nifio. 2) La priotidad de los aspectos biolégicos en el desarrollo infantil. 3) El fomento de la libertad del nifio para que pueda conseguir su fin. En estas tres tesis resume el religioso su oposicion a la influencia del autor de E/ Emilio y de Maria Montessori en la pedagogia de las ptimeras décadas del siglo xx. En el contexto espafiol siempre esta presente su animosidad al institu- cionismo y a sus instituciones afines, incluida la Junta para ampliacién de estudios. Ruiz Amado arremete contra ellas con virulencia, echandoles en rostro que ni la Institucion ni la Junta hayan producido ni una sola obra pedagogica de cierta relevancia. Se confiesan pedagogos, dice, y llaman pedagogia al espiritw de la casa". No basta con afirmar, puntualiza, que el hombre es bueno, sino que hay que hacerlo bueno, puesto que no nace bueno, sino que llega a serlo con el esfuerzo de cada dia. En este terreno, Ruiz Amado repite las tesis kantianas, que contradicen radicalmente las de Rousseau, al afirmar que cl hombre no nace ni bueno ni malo, sino que se hace a medida que desarrolla su madurez, conoce lo que esta bien o mal y orienta libremente su conducta. La diferencia entre Kant y el jesuita en este punto radica en que para el segundo no basta con el imperativo categdrico, sino que la educacion religiosa es la mejor palanca para mover enérgicamente la voluntad hacia la formaci6n del caracter y consiguientemente a la realizacion del bien, La ensefianza popular de la religion segin la enciclica «Acerbo nimis» de N.S.P. Pio X* est dedicada a la educacién religiosa de los nifios. Su autor recomienda reformar la ensefianza de Ia religion planificando la ensefianza, evitando el memorismo, redactando nuevos textos y siguiendo un plan ciclico. Insiste en la preparacién pedagogica del catequista, siguiendo las normas de la Ratio Studiorum y utilizando una metodologia intuitiva y activa, mediante laminas, proyecciones, pizarras, ejercicios escritos, excursiones di- dacticas a santuarios ¢ iglesias, etc. ‘Aconseja cl uso de exposiciones sencillas y amenas, utilizando las pa- rabolas evangélicas, similes, comparaciones, decciones de cosas», ejemplos y explicaciones practicas y realistas para que todos puedan comprender lo que se les explica. Ruiz Amado recuerda lo escrito por Balmes y el P. Claret, modernizado con el método herbartiano del aleman Spirago: —— argumento, —definici6n sintética, 8 Tipografia La Educacion (Barcelona 1933). 1 La Junta para Ampliaciin de Estudios y sus instituciones. Separata de Ragén y Fe (1924), 6 pp. BP isarceloma (1906) 36 pp. 126 Edad Contemporanea —explanaci6n analitica, —demostracién intelectual, —motivacion afectiva, —aplicaciones practicas. Advierte sobre la dificultad de ser un buen catequista, actividad que exige gran preparacion y un aprendizaje practico. 4. El testamento pedagégico de Ruiz Amado Un afio antes de morir esctibid El fracaso de la educacién jesuitica, Cartas a un pedagogo moderno?!, que puede considerarse su testamento en el que resume su actitud pedagogica de luchador solitario. A sus setenta y tres afios sigue mostrandose apasionado y dogmatico, convencido de sus ideas y de la bondad absoluta de los métodos jesuiticos y de la eficacia de la Ratio, cuyas notmas podrian publicarse tal cual en las paginas de la Gaceta madrilefia, para resolver definitivamente los males de la ensefianza secun- daria. Las circunstancias en las que escribe esta obra eran dramaticas. Por ley del 3 de junio de 1933, el gobierno de Madrid y el autonomo de Catalufia prohibieron que las 6rdenes y congregaciones religiosas docentes ejerciesen como tales la ensefianza. Ruiz Amado, a pesar de la dureza de la ley, mantiene su fe y fidelidad a la Compafiia. Esta convencido de que se trata de un ataque artero de quienes odian a la Iglesia y la religion catdlica. La respuesta de los padres de alumnos y de ex alumnos de las diferentes congregaciones religiosas fue la organizacion de las Mutuas Fiscolares, ditigidas port los propios padres de alumnos, continuando la ensefianza como se impartia antes de la mencionada ley y acogiendo en pisos particulares a los religiosos, a los que se prohibia vivir en comunidad. El ICAI (Instituto Catélico de Arte e¢ Industria) se trasladé a Lieja y algunos colegios de jesuitas cercanos a Francia intentaron trasladar sus internados sin que el pais vecino lo permitiera. 5. Balance de una vida dedicada a la pedagogia Los afios transcurridos tras la muerte de R. Ruiz Amado ofrecen suficiente perspectiva para poder valorar con ecuanimidad su aportacién a la pedagogia espafiola. El contexto en el que desarrollé su vida publica estaba imbuido de odio, pasién y violencia que envolvid a todas las capas sociales y que desemboco en la tragedia cainita de la guerra civil. Después de la Semana Tragica creyé sinceramente que lo mejor para Espafia era volver al pasado, a pesar de las advertencias de su admirado Otto Willman. En su opinion y en la de muchos miembros de la jerarquia 2 ‘Tipografia La Educacién (Barcelona 1933), 132 pp. Cl. Mentalidad cristiana y pensamiento pedagigico de la Iglesia en Espata 127 cclesiastica, no se podia renunciar a la filosofia escolastica ni a la tradicional Ratio Studiorum. Las innovaciones de la pedagogia moderna podian aceptarse, a condicién de que no contrariasen estos principios. Su esfuerzo por incorporar a la pedagogia espafiola lo mas granado de la pedagogia internacional y su trabajo titanico por suministrar a los peda- gogos y educadores las ideas y métodos més interesantes de la pedagogia de su tiempo lo convierten en el pedagogo mis prolifico y mas valioso quizas de la pedagogia catdlica del primer tetcio de siglo. Ninguno de los pedagogos de su generacion puede compararsele en formacion intelectual, en informacion y cn multiplicidad de intereses. Pedirle ponderacion y ecuanimidad en sus juicios seria desconocer su personalidad y su circuns- tancia histOrica. Il. LA ACTITUD DE LA IGLESIA ESPANOLA ANTE LA POLITICA EDUCATIVA DEL ESTADO Y EL FENOMENO DE LA SECULARIZACION DOCENTE I. LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XIX Pot Emitio REDONDO Garcia y JAVIER VERGARA CIORDIA’ 1. Disidencias episcopales al regalismo educativo Con el alborear de la nueva centuria, esta situacion estaba llamada 2 desaparecet. El primer tercio de siglo xix se planted como reto prioritatio hacer realidad la uniformidad centralizadora que el siglo precedente habia dejado pendiente. Las sucesivas y diversas medidas legislativas que a tal efecto se prescribieron constituyen un fiel testimonio de la importancia de este fendmeno. E] primer envite fue el Plan de Estudios de 1807 del ministro Caballeto, que contenia un despotismo ministerial exacerbado al que las contingencias bélicas impidieron desarrollar. A continuacién, los vientos constitucionales de 1812-1814 recogieron, en el titulo IX de la Constitucién y en el Proyecto del Plan general de Instruccién Publica, el testigo de una uniformidad seculatizante que ef libesalismo doctrinario hizo descansar en los principios del emergente Estado constitucional. El sexenio absolutista, desde plantea- mientos diferentes, mantuvo el mismo propdsito, Por eso, después de invalidar las medidas constitucionales, suprimid, por Real Orden de 27 de octubre de 1818, el Plan de Estudios de 1807, sustituyéndolo por el de 1771'. Tctica que los demiurgos politicos del trienio liberal repitieron al retomar los principios de los constitucionalistas del 12. Primero, con el restablecimiento interino del Plan general de Estudios de 12 de julio de 1807, y después con la publicacién, el 29 de junio de 1821, del Reglamento general de Instruccion Publica. Se trataba, en definitiva, de instrumentalizar la educacién al servicio de una causa politica. Principio al que la «década ominosa» rindié pleitesia con un sentido dialéctico y practico mas radical que cl liberalismo constitucional. Por eso, el absolutismo fernandino, con el fin de uniformar la instruccién y educacién publica de las escuelas, volvié al plan restaurado de 1818, micntras una comisién preparaba lo que en 1824 fue el Plan Literatio de Estudios y arreglo general de las Universidades del Reino. Plan Calomarde que, a pesar de sucesivos intentos de reforma: " Coleccion de las Reales Citdulas, Decretos y Ordenes de su Majestad ef Seiur don Fernando VI. Desde el 1.° de julio de 1818 hasta el 31 de diciembre del mismo, YX (Barcelona 1818), 182. C1. Mentalidad cristiana y pensamiento pedagigica de la Iglesia en Espata 129 ' Duque de Rivas (1836); Pidal (1845); Pastor Diaz (1847); Seijas (1850), marcé las pautas de la formacién sacetdotal hasta la supresién de las facultades de teologia en 1852. Qué opind la jerarquia eclesidstica de esta situacion? Puede decirse que con la nueva centuria le preocupé seriamente el intervencionismo laico y centralista del Estado, que con el despotismo ilustrado habia consentido con mas o menos complacencia. Ahora, los principios materialistas, deistas, racionalistas, agndsticos, etc., incubados en ¢l siglo precedente, al aflorar con mayor o menor intensidad en las corrientes politicas al uso, la pusieron en guardia contra el desaforado intervencionismo politico y levantaron las primeras criticas serias al respecto. Uno de los primeros precedentes lo encontramos en don José Jiménez, obispo de Murcia, que ya en 1815 afirmaba: «es preciso confesar que desde que principiaron las novedades en puntos de doctrina y la libertad mal entendida para estudiar por capricho» se generd una ensefianza que ha dado «lugar a independencia, insubordinacién y libertad» *. El trienio liberal enfatizo estas criticas con tintes de confrontacion que no se daban en épocas precedentes. No se trataba tinicamente de criticar un exagerado intervencionismo centralizador y uniforme. El problema era que éste discurria por cauces secularizantes que entrafiaban principios doc- trinarios rayanos en planteamientos hetetodoxos, dificilmente aceptables por Ja jerarquia eclesiastica. «¢Podremos callar —decia el obispo de Lérida, don Simon de Renteria— cuando vemos que se ponen en las manos a los jévenes destinados al sacerdocio el curso de Leon, obra destertada en los seminatios de Italia, de Francia, y de la que el ilustre Bergier (...) dice: Ningan escritor fue mas habil en forjar sofismas, en jugar sobre equivocos, en torcer el sentido de Yos pasajes de la Santa iscrirura, y en desviat las consecuencias de un argumento?» >, En la misma linea insistian obispos como Veremundo Arias, de Valencia; Simon Lopez, de Orihuela; Jeronimo Castillon, de Tarazona; Manuel Benito, de Solsona, y Bernardo Caballero, de Seo de Urgel, cuando, el 8 de mayo de 1823, se quejaban conjuntamente ante el papa de que en los seminarios y universidades espafiolas se introdujeran autores de sabor jansenista y protestante como Domingo Cavalario, Lackys, Juan Bautista Say, Benjamin-Constant, etc. 4 En apariencia, muy poco podian hacer los obispos al respecto. La autonomia episcopal habia quedado en gran parte hipotecada en el siglo precedente y ahora con cl nucvo orden constitucional los prelados confe- saban su impotencia al afirmar: «No nos parece necesario detenernos a manifestar lo que en este punto de seminarios conciliares era de temer que 2 Citado por F. Martin Hernanpnz, Estudios eclesidsticas espaiioles en la primera mitad del siglo XIX, 0.¢., 211-212. ¥ Exposiciin del seitor Obispo de Lérida a las Cortes sobre los seminarios canciliares, em Coleecion ‘clesiastica Espanola comprensiva de los Breves de SS» notas del MR. Nuncio, representaciones de los 'S. Obispos a las Cortes, Pastorales, Eddictos, ete, (Madrid 1823-24), VI, 226-228, “Exposicion dirigida a su Santidad’en 8 de mayo de 1823 por los sefiores obispos espafioles residentes en Francia, en Cokeciin Ficlesidstica Fispattola..., 0.c., XW, 279. 130 Edad Contemporinea sucediere en adelante, subsistiendo el actual orden de cosas, a vista de lo dispuesto por el plan general de estudios, decretado en 29 de junio de 1821, por el cual la ensefianza de ellos debe ser subordinada a la Direccion General de Estudios, y sus catedraticos nombrados bajo la influencia de dicha direccién, sin que quede al obispo la parte mas minima en la educacion cientifica de los que deben ser sus cooperadores» 5. El problema, sin embargo, no terminaba aqui. El liberalismo doctrinario de primera hora no era anticlerical, por mucho que incubase este fendmeno. Y, al igual que en su dia el despotismo ilustrado, necesitaba un clero afecto a las ideas politicas y que fuese a su vez difusor de las mismas. Ahora, no se trataba Gnicamente de evitar criticas a los derechos constitucionales, sino de convertir la Iglesia en dtgano de difusi6n liberal. El articulo primero del Real Decreto de 24 de abril de 1820 no deja dudas al respecto: dos prelados diocesanos —decia— cuidarin de que todos los curas parrocos de la Monarquia, o los que hicieren sus veces, expliquen a los feligreses en los domingos y dias festivos la Constitucién politica de la naciom % Disposicién que sc completé con el Real Decreto de 14 de agosto de 1820, por el que se imponia la ensefianza de la Constitucién en los seminarios conciliares ’. Medidas que, a pesar de la existencia de un clero liberal ®, fueron aceptadas con reticencias y sentido practico. Un ejemplo representativo lo constituye el Seminario de Pamplona, donde su obispo, Joaquin Xavier de Uriz, se quejaba en 1820 de la falta de medios para explicar el plan de autores impuesto por el Gobierno, por lo que encargaba al catedratico de ética que explicase «en cuanto quepa» la Constitucién de la nacién, con objeto sobre todo de que sus estudios fuesen reconocidos en las universidades ?. Con la caida del gobierno liberal y el advenimiento de la «década ominosa», el proceso de secularizacién docente adquitié un caracter abier- tamente dialéctico, que acentué todavia mas la centralizacién y uniformidad de la educacién. Se trataba, en definitiva, de acabar con «el desorden y las petniciosas doctrinas que introdujo (..) el Gobierno revolucionario para destruir la religion de nuestros padres y las leyes fundamentales de la Monarquia», Objetivo que pasaba inexorablemente por «uniformar la ins- truccion y educacién piblica de las escuclas» ", para garantizar asi un nuevo orden politico. El Plan Literario de Estudios y arreglo general de las universidades del reino fue la respuesta que el absolutismo fernandino dio a la restauracion ° Ibid, XIU, 279. ® Gaeta de Madrid, 26 de abril de 1820, 469. Citado por M, Carreno, Las ideas de la Revolucién francesa en la educaciin informal: ef concepto de constitucién politica en la oratoria sagrada (1812-1823), on M. Puniies Beiter. (ed.), La Revoluidn francesa y su influencia en la educacion en Expaia (Madrid, UNED, 1991), 464. 7 Coleccion de los Deoretos y Ordenes generales de la Primera Legislatura de las Cortes Ordinarias de 1820 y 1821, VI (Madrid 1821), 30-31. 7 CE M. CarRENo, a.c., 465-468. ° Archivo Diocesano de Pamplona. Caja 276, N.10, 1820. Disposiciones dadas por D. Joaguin Xavier de Uriz, y Lasaga sobre el Seminario Concilar. "© Circular’ del ministro Calomarde a Fray Rafael de Vélez, de 30 de octubre de 1824, C1. Mentalidad cristiana y pensamiento pedagigico de ta Iglesia en Expata 131 del viejo orden. Respuesta que fue avalada por obispos realistas de la talla de Inguanzo, Cavia, Castilln, Pérez de Celis y, el que més tarde fuera obispo de Malaga, el mercedario Manuel Martinez, que veian la oportunidad de restaurar el sentido politico, moral y religioso que la sociedad liberal habia puesto en peligro. Esta restauracion rezumaba sin embatgo un sentido secular y beligerante que salpicé incluso a la propia jerarquia eclesistica al prohibir a los alumnos seminaristas externos (art. 12) ganar curso de teologia en las universidades aprobadas. La férrea centralizacién que inspiraba el Plan hizo initiles las protestas de varios obispados que veian con esta medida un ataque a los seminarios en favor de la universidad. El desarrollo de esta medida en planes posteriores: 1845 y 1850, junto con la configuracién de los institutos de segunda ensefianza en los planes de 1836, 1838 y 1845, supuso la puntilla a los seminarios conciliares como centros publicos de ensefianza secundaria y consumo con cllo la primera etapa del proceso secularizador espajiol; etapa que, si habia comenzado con complacencia, terminaba ahora con disgusto. Las palabras del arzobispo de Sevilla, don Judas José Romo, dejan bien a las claras este sentimiento cuando afirma: «Pluguiera a Dios que en este siglo estuviéramos a la par que en el pasado, pata volver a hablar de la materia, dejando en su lugar las razones aqui expuestas y a cada uno en libertad para examinarlas» "'. En la misma linea habla en 1850 el obispo de Salamanca cuando dice: «En el reciente plan de estudios (...) se hace una gran herida a la libertad de ensefianza, disponiendo que, si bien los seminaristas pueden ganar curso académico estudiando en los seminarios Jos cuatro primeros afios de la segunda ensefianza, no asi respecto del quinto y otro de ampliacién que les habran de seguir para matricularse en teologia, sino que tendrin que salir a estudiarlos en un institutoy 2. La secularizacién de la cultura Paralelamente a la secularizacion docente, y como fendmeno de mayor amplitud, se dio una secularizacién de la cultura a la que Ja Iglesia respondid desde tres frentes de actuacién estrechamente relacionados: la critica a los «nuevos filésofos», la llamada literatura apologética y la pastoral expresada en forma de sermones, cartas, circulares, visitas ad limina, etc. Lineas que, aunque implicaban la asuncién y opcién por determinados valores coyun- turales de orden cultural, politico y social, significaban ante todo una defensa de la misién de la religion catélica frente al fendmeno secularizador. ‘| Discurso pronunciado por el Excmo. Sr. Arzobispo de Sevilla, 34. Citado por F. Mar nis Hlensannez, Estudos eetstos espaoes en la primera mited del slo XIX, 0. 201. ' Carta al nuncio Brunelli: Arch, Vat. Nunc. Madrid, caja 317. Véase en M. Anpni's, La supresion de las facultades de teologia en las wniversidades espaitolas (1852): «Anthologica Annus», 18 (1971), 560. 132 Edad Contemporinea a) Los «nuevos filbsofos» Los Ilamados por la literatura de la época «nuevos filésofos» fueron los que de una manera més precisa concentraron las mayores dosis de critica. Sus planteamientos inmanentistas de caracter deista, materialista, naturalista, etcétera, encerraban una vision de la realidad, mas o menos alejada de la existencia de Dios, ante la cual la Iglesia catélica dificilmente podia per- manecer callada. Una de las primeras criticas procedié precisamente del catolicismo Jaico ilustrado, sintetizado de manera plausible en la figura y en la obra de Gregorio Mayans, quien en 1762 confesaba a Andrés Burriel: «istos dias estava considerando el miserable estado en que han puesto al mundo el materialismo i atheismo. I no sé quién har peor concepto de esto V. Rma. o yo. Los hombres de mayor letura en Europa professan esta diabélica ensefianza, en Inglaterra, Holanda, Francia, Alemania, i aun Italia, i no quiero passar adelante. Digolo porque cstoi Ieyendo los Extractos cn italiano i Excerta en latin de las obras mas sobresalientes que salen en los Cantones, en Italia i en toda Europa, donde se ven sistemas de hombres abominables» ¥, ¢Cuales eran estos hombres que merecian tal calificativo? Indudable- mente, los llamados «nuevos filésofos», entre los que habria que citar a Montesquieu, Diderot, Puffendorf, Rousseau, Grocio, Voltaire, etc., cuyo mayor etror fue para Mayans no fijar la razon «en las Ieyes de la Divina providenciay “, Pues para el valenciano, como buen ilustrado cristiano que era, «el Verbo divino es luz que ilumina a todo hombre que viene al mundo. I no tenemos otra luz interior 0 raz6n sino la que recibimos de €, ni fuera otra prucba mejor de ella que su misma luz esparcida en las Divinas Escrituras» >. El poner en duda estos presupuestos constituia no sélo un exponente patente de la secularizaci6n de la cultura, sino también un ataque directo a la esencia misma del cristianismo, es decir, a la Revelacion, a la fe. Por eso la jerarquia cclesiastica levanté su voz con fuerza y radicalidad cuando crey que la «nueva filosofia» atentaba contra la esencia de esos principios. Un temprano exponente lo constituy6 en 1778 la pluma virulenta del atzobispo de Santiago, don Francisco Bocanegra, para el que la nueva filosofia se reducia a una conspiracién de impios formada por «Ateistas, Deistas, Naturalistas y Materialistas, que van a un mismo fin, aunque por diversos rumbos»: combatir da Religion revelada», Conspiracién en la que participaba «una amplia catervay, cuyos principales representantes eran los: «Pedro Bayle, Tolando, Espinosa y Obes, padres conscriptos de esta secta infeliz a quien siguen, como tropa auxiliar, los Colins, los Wolstones, los 3G. Mayans a Andrés Burriel. Oliva, 4-1-1762. En A. Mesree Sancus, Mustraciin_y ‘forma de ta Igsia. Pentamiento poltc-mloso de don Grgorio Mayéne y Siar Valencia 1968), 456. “4G, Mayans a José Nebot. Oliva, 24-IX-1740. En A. Mrsrre Sanco 459. 15 G. Mayans, Filesofia cristiana, 9-10. En A. Mista: Sancius, Uustracién... 0.¢., 460. Tbustracion..., OL, C1. Mentalidad cristiana y pensamiento pedagigico de la Iglesia en Expafa 133 Marqueses de Argens, los Voltaires, los Rosoes, los Elvecios, y otros discipulos ocultos cuyos nombres han quedado reservados» '°, Filésofos que con sus nuevas ideas contribuyeron a posibilitar y allanar el camino de la Revolucién francesa, cuyos efectos politicos y sociales convulsionaron el orden establecido y pusieron en duda los principios que lo sostenian. Las criticas a la nueva filosofia tenian ahora una justificacion politica y social nueva, entremezclada con planteamientos doctrinales, y sobre todo tenian a Francia como blanco de todas las quejas. Por eso a partir de 1789 se aceleraran las criticas contra un pais al que algunos clérigos no dudaron en calificar de: «idélatra, monstruo de herejias; Pueblo sin Rey, sin ley y sin Dios (...) que ha jurado arrancar de Espafia la Santa Fe, y plantar en ella el arbol de Ja sofiada libertad» ’’. En la misma sintonia, cl obispo Hdefonso Gomez arremetia contra la nueva filosofia al afirmar en 1791: «Concluyamos aqui, que si alguno, rompiendo los sagtados y estrechos vinculos con que todo derecho sujeta a toda criatura a la potestad suprema, dice en su corazén (...) no hay sujecion, no hay obediencia, porgue el hombre nace libre y sin marca alguna legal que lo ligue 2 esa dependencia vitalicia (.) pronuncio sin detenerme que ese rebelde no ¢s Catdlico, no es vasallo, no ¢s hijo, lo dire de una vez, no es espafiol: es un infiel, un Deista, un cismatico, un aborto, es en definitiva un filésofo, que no habla el idioma de la religio ". ¢Cual eta ese idioma? Indudablemente el de la religion catdlica, que se sesistia a aceptar una modernidad que diseccionase la realidad temporal y trascendente en ambitos independientes, regulados por el dictamen de una naturaleza o razon inmanente, convertida en supremo legislador y @ cuyas Jeyes Dios quedaba sujeto. Este Dios inmanente y racional es el que reivindicara precisamente la nueva filosofia y al que el liberalismo doctrinario de primera hora rendira cumplida pleitesia. Por eso no es extrafio que el constitucionalismo del 12 y del trienio liberal, heredero del racionalismo ilustrado y de muchos de los presupuestos politicos de la Revolucién francesa, fuese rechazado ma- yoritariamente por la jerarquia eclesiéstica decimonénica. Para quien la division de poderes de Montesquieu y el Contrato social de Rousseau eran simplemente «ideas y voces inventadas por los filosofos para alucinar a los pucblos» " y erosionar el principio de autoridad vertical que viene de Dios e informa y da sentido a la realidad temporal. \ Carta pastoral que dirigié a su rebaia el Hino. Sr. don Francisco Alexandro Bocanrgra y Xivaja, arzobispo y seer de Santiago, Saludable medicina para las dolencias del siglo (Madrid, Joaquin Ibarra, 1778), 51-51 Py ener, Medio seguro para triunfar de la Francia, Oraciin, dedicatoria y ascética (Valencia, Imprenta Francisco Burguete, 1794). 18°]. Gomez Limon, 0.c., 12-13. 1 Pastoral 0 aviso del Ibmo. Sr. D. Bartolomé Cienfuegos, Obispo de Mondofedo, al clero secular (Lugo 1817), 23, Citado por M. Carrefio, a.c., 458. 134 Edad Contemporinea b) La comiente apologética La literatura apologética del primer tercio del xIx, con el ampato y connivencia del absolutismo fernandino, defendera estas tesis con especial hincapié. Uno de los ejemplos mas representativos sera Rafael de Vélez, obispo de Ceuta y arzobispo de Santiago, que en 1812 public en Cadiz Preservative contra la irreligién. Obra con la que inicié una serie de trabajos orientados «a la defensa de nuestra adorada religion, de nuestra amada patria, y de nuestro rey cautivo»®. Con la misma intencién, publicd en 1818 su obra mas conocida: Apologia del Altar y del Trono, en la que intentaba probar que «los planes adoptados para nuestra reforma no eran sino los mismos de los franceses, aunque més paliados, y que sus miras no eran otras que las de la filosofia contra los altares de Jesucristo, aunque sus primeros proyectos no atacasen directamente a nuestra religion divina, ni sus autores lo llegasen a conocet»?!, Se trataba, en definitiva, de poner en tela de juicio la validez de ciertos ptincipios que informaban el liberalismo doctrinario de primera hora, por considerarlos no s6lo contrarios a la tradicién politica, sino atentatorios contra la religién cristiana y la divinidad de la Iglesia. A este fin responderan, por ejemplo, obras como la del dominico José Vidal: Origen de los errores revolucionarios de Europa y sn remedio (Valencia 1827), 0 los veinticinco volamenes del obispo de Ibiza, don Basilio Antonio Carrasco, que en 1829 publicé en Madrid su Coleccién de obras contra la incredulidad y errores de estos siltimos tiempos; aunque quiz una de las mas famosas sea Carlas filosificas del Padre Francisco Alvarado, conocido mas por su pseudénimo del Filésofo Rancio, en la que intent demostrar «la insubsistencia y futilidad de la filosofia moderna para el conocimiento de la naturaleza, su oposicién con los dogmas de nuestra Santa Religion, sus petniciosas doctrinas contra las buenas costumbres, y su influencia en el trastorno de los Gobiernos legitimos» ”. Otras veces se editaron discursos apologéticos pata contestar los agravios econdmicos cometidos con la Iglesia. Tal es el caso del cardenal don Pedro de Inguanzo y Rivero, que en 1823 publicé en Salamanca E/ dominio sagrado de la Iglesia en sus bienes temporales, denunciando la labor desamortizadora del gobierno constitucional. Las traducciones de apologias famosas estuvieron también presentes. Se tradujo a Chateaubriand: Los Martires o el Triunfo de la Religion cristiana (Madrid 1816); al Abad Lamourette: Las delicias de la Religién cristiana o ef poder del 2 Raraet De VELEZ, Preservation contra Ja irreligiin o los planes de la Filosofia contra la Religién el Estado realizados por la Francia para subyugar a la Eurapa, seguidos por Napolein en la conguista de Espanta y dados a la luz por algunos de nuestros sabios en pericio de nuestra patria (Cadiz 1812), 11. 3Y Fr. Raeart pe Viz, Apologia del Altar y del’Trono 0 Historia de las reformas bechas en Expaita en tiempo de las Namadas Cortes, ¢ impugnacion de algunas doctrinas publicadas en la Constitucion, diaries, y otros escritas contra la Religiin y el Estado, 1 (Madrid 1818), 1, 30, Cartas filosificas que bajo el supuesto nombre de Aristateles escribié el’ Reo. Padre Maestro Fray Francisco Alvarado, conocido ya cominmente por el Filésofo Rancio, en las que demuestra la insubsistencia -y fulilidad de la filosofia moderna para el conocimiento de la naturaleza, su oposicin con los dogmas de ‘nitestra Santa Religion, sus perniciosas doctrinas contra las buenas costunibres, y su influencia en el trastorno de los Gobiernos legitimos (Madrid 1825). C1. Mentalidad cristiana y pensamiento pedagdgico de la Ighsia en Expaka 135 Evangelio (Barcelona 1817); a Nicolis Jamin: Pensamientos teoligicas respectivos a los errores de este tiempo (Gerona 1827); también documentos pontificios tendentes a desenmascarar los errores contemporaneos, como la bula de Benedicto XIV contra los Francmasones, traducida en 1814 por el presbitero D. Manuel Maria de Arce. La Gaceta de Madrid, l 10 de julio de 1819, anunciaba la traduccion de la obra del Abad Gourci: Coleccién de los apologistas antiguos de la religién cristiana, hecha por el Doctor en Sagrada Teologia don Manuel Gimeno. En Cadiz se publicd un afio mas tarde, en cuatro tomos, La indiferencia en materia de Religién, de La Mennais. También la literatura apologética traté de combatir las obras que durante aquellos afios estaban vivas en la mente de los espafioles. Asi, D. Manuel Anselmo Naftia, lectoral de Calahorra, combatid los errores de Juan Antonio Llorente?, y D, Fermin Caballero y Morgay lo hizo con las obras de Sebastian Mifiano **, En resumen, puede afirmarse que la defensa de la fe catélica, como principio rector ¢ informador de la realidad, constituy6 el fin ultimo de la apologética del siglo x1x. Literatura que tuvo en los fundamentos inmanentes del liberalismo doctrinario sus principales objetos de critica y que, al contar con la anuencia del absolutismo fernandino, dio al proceso secularizador un caracter dialéctico que a la larga desvirtud parte de sus mejores propositos. ©) La pastoral episcopal Paralelamente, la pastoral episcopal desempefié una labor formativa de primer orden que mitigé sin duda muchos de los efectos negativos del fenémeno secularizador. Los obispos creian que la mayoria de los males procedian del olvido de las practicas religiosas. «Nunca lloratiamos los males que lloramos», decia en 1817 el obispo de Tarazona, don Gerénimo Cas- tillén, «si las maximas de la Religién ctistiana (...) se hubiesen ejercido constantemente» 25. Y muy especialmente si no se hubiese dado un descuido en la formacién doctrinal. Pues como decia el obispo Atmafia: este descuido eta «madre fecunda de gravisimos ertores, abusos, vicios, supersticiones, enredos de conciencia»; en cambio, dando formacién doctrinal «se echan los fundamentos mas sdlidos de la religion, de la moralidad, del bien comum 75, Muchas paginas, horas de predicaci6n, pastotales, cartas, etc., dedicaron los obispos a corregir los males provocados por la relajacion de costumbres. 23 Manuri Anstimo Nagkia, Las errores de Llorente combatidos y desechos en ocho dixcursos (Madrid 1824). F 24 Burnin Caparsero ¥ Morcay, Correcciones fraternas al Presbitero Doctor Don Sebastian Mifiano, autor de un Diccionario Geogréfico y Estadistico de Espaita y Portugal, que sudan las prensas de Pierart y Peralta (Madrid 1827). : “25 Carta Pastoral que el limo. Sr. Don Gerénino Castillin y Salas, obispo de Tarazona, escribia al lero y demés feligreses de su didcesis (Zaragoza 1817), 23. 26 Pastoral del Timo, setor don Francisco Armatté, obispo de Lugo: en que propuesta la infalible verdad de la religién cristiana, promueve la debida instrucciin en su doctrina (Madrid, Joaquin Ibarra, 1783), 284-285. Vease en A. Mavornomo, iglesia, Religién y Estado en ef Reformismo Pedagigica de la Tlustracién Hspaftola: Revista de Fducacion» (1988), 274. 136 Edad Contemporinea Como ejemplo representative de doctrina comin puede servir la Instruccién Pastoral del arzobispo de Sevilla, D. Freo. Javier Cienfuegos, que en 1826 sefialaba como males de su época: «esa ptopensién a la sensualidad, que se manifiesta en tanta invencién de adornos y trages inmodestos (...), csa ansia insaciable de bayles, concurrencias profanas y teatros, que son irre- conciliables con la pureza de la moral evangélica» 7”, Males a los que habria que afiadir otras faltas de escandalo pablico que el obispo de Pamplona, Uriz y Lasaga, resumia en 1827 en: maldiciones, juramentos, blasfemias, robos, descaro al trabajar en dias festivos, falta de asistencia a los divinos oficios, malversacién notoria de caudales publicos, engafio en los tratos, compraventas, etc. 7 Muchas otras pastorales insistieron en la santificacién de las fiestas. Practica que segin Alonso Cafiedo, obispo de Malaga, se quebrantaba «con una publicidad y desahogo que no podemos dejar de atribuir a la falta de conocimiento y a los malos habitos contraidos 0 aumentados con la con- fusion y anarquia de la época antcriom ”. Igualmente fueron frecuentes las pastorales sobre los sacramentos, y en especial sobre la Eucaristia y la Penitencia. Como Jo fueron también las dedicadas a la formacién de los sacerdotes. Mencién aparte merecen los escritos pastorales sobre libros prohibidos que se multiplicaron con mas profusién en el trienio liberal. Entre otros muchos cabe citar los escritos de obispos como: Simon Lopez *, Rafael Mazquiz*!, Francisco Xavier Cienfuegos”, Juan Miguel Pérez, José de Azpeitia™, etc., que buscaron contrarrestar los aspectos nocivos contra la moral y la religion que acarreaban los libros prohibidos. Obras que se recogen con profusion en la Coleccién Eclesidstica Exspattola y que ponen de manifiesto la tenaz y variada labor del episcopado espajiol ante el fendmeno de la secularizacién docente y cultural de la Espafia decimononica. 2 Instrucciin Pastoral del Fiano. y Exemo. Sr. D. Francisco Xavier Cienfuegos Jovellanos (..). Arzohispo de Sevilla, dirjgida al cero secular y regular y demés files del Arzobispado (Sevilla 1826), 24. ® Carta pastoral de Don Joaquin Xavier de Chie y Easaga. Prevenciones para el efercicio de la cara, priciea epirinal (Pamplona 1827), 50.51. Carta Pastoral que ef limo. Sr. D. Alonso Caedo y Vigil, obispo de Meélaga, dirige a sus diocesanos (Malaga 1819), 6. *9 Instruccién Pastoral que dirige a nuestros anados diovesanos el Imo. Sr. D. Simin Liper, obispo de Orihuela, para que no den vidas a las voces engaiiosas de la ineredulidad (Valencia 1820). *! Carta’ Pastoral en que el Arzabispo de Santiago Rafael Miizquiz y Aldunate encarga a sus sibs para que comerver en la paresa de la fe (Santiago 1820) % Instrucciin Pastoral del Imo. Sr. Francisco’ Xavier Cienfuegos, obispo de Cadiz y de Algeciras, dirigida a prevenir a los fieles cristianos de su didcesis contra algunos errores peligrosisinios esparcidos en varios Papel publicados en esta capital (Cadiz 1820). °8’ Carta Pastoral del Imo. St. D. Juan Miguel Pérez Gonzilex, obispo de Gerona. Obligaciin de denunciar toda proposiciin que oigan coniraria a nuestra fe y buenas costuntbres y lo mismo los libros de semjgnte clase gue cinalen entre eos (Gerona 1821). * Carta Pastoral de din José Antonio de Azpeitia Sinz de Santa Maria, obispo de Lugo, reimprimiendo otra del Cardenal Arzobispa de Toleda D. Luis de Borbin, de 29 de abril de 1820, sehalando los libros y papeles de cuyo uso, lectura, adquisiciin y retencién debe abstenerse (Lugo 1821). Il. LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX Y SIGLO XX Por TEODULO Garcia REGIDOR 1, Introduccién E] intento de abarcar en unas paginas la historia desarrollada en Espajia a través de una parte importante de los siglos xIx y Xx puede parecer una tarea ardua y, en cierto modo, imposible: tal es el cimulo de hechos y de situaciones que se desatrollan en este periodo y que afectan tanto a la secularizacion de la sociedad espafiola como, en especial, a la ensefianza. Pero la tarea puede resultar mas facil si se elige como perspectiva la actitud de la Iglesia catdlica ante e] proceso secularizador. Y resulta mas facil porque, a través de este largo periodo, la respuesta de la Iglesia al reto de la secularizacion, en sus variadas formas y grados, es muy parecida: la Iglesia se siente incapaz de comprender, aceptat y acoger un fenémeno que, nacido en la modernidad, pretende instaurar un orden nuevo en el que lo secular fuera relevando a lo sagrado en el desarrollo de la accién humana y, en especial, en el ordenamiento juridico de la sociedad. Anclada en los presupuestos de la premodernidad y fundada en el orden social heredado de la Cristiandad, intensamente vivida ain en Espafia, la Iglesia manifestara una reiterada oposicion a todo intento de modificar dicho régimen. Y junto a la incomprensién y a la oposicién, la suspicacia y la desconfianza ante todo lo nuevo; y, en consecuencia, el empefio, rayano en el empecinamiento, por mantener el orden tradicional catolico como elemento configurador de la estructura social de Espafia y como ptincipio inspirador de la educacion y de la ensefianza. Durante el siglo xrx y buena parte del xx, la Iglesia espafiola se enfrenta a los diversos intentos de modernizacién y de regeneracién de la vida espafiola. Estos intentos, que cristalizan en proyectos culturales 0 en programas politicos, se inscriben dentro de un proceso secularizador cuyos objetivos, en lo social y en lo politico, tienden a la emancipacién de la realidad civil con respecto al poder religioso y a la definicion de un modelo de sociedad no sujeto al dominio de la doctrina catdlica ni sometido al poder de la Iglesia. Dicho proceso, que tiene ciertos puntos culminantes cn momentos significativos de nuestra historia, pero que se desarrolla a modo de una imparable fuerza social y politica —con sus altibajos y con sus periodos criticos—, fue favorecido por fuerzas sociales y politicas influyentes: por un lado, el liberalismo —radical y exaltado al principio del siglo xix y mas rcflexivo e intelectual en el dltimo tercio—, los grupos filos6ficos y culturales que asumen como tarea irrenunciable la modernizacion de Espafia (espe- 138 Edad Contemporinea cialmente los krausistas y los hombres de Ja Institucion Libre de Ensefianza), los partidos politicos a Ja izquierda de los liberales y, finalmente, la prensa que representa a unos y a otros. Reforma o regeneracién de Espafia y proceso de secularizacién son dos realidades que caminan inevitablemente unidas. Y en el intento secularizador los reformadores se van a encontrar una fuerza de choque nada desdefiable: Ja Iglesia. Como afitma D. Gémez Molleda, en Espafia «el proceso de seculari- zacién tenia que set mas duro y empefiado que en cualquier otro pueblo. Seria tan batallador y cruel como entrafiable y entrafiada habia sido la vinculacién espafiola a la Iglesia y a la religion catdlica que ella encarnaba» '. Si la voluntad secularizadora pretendia erradicar el dominio de la Iglesia de la vida social y politica de Espaia —en cierto modo «deseclesializam la vida espafiola’—, esta «deseclesializacién» se torna mas aguda si cabe cuando se dirige al campo de la ensefianza. Y cllo, al menos por dos razones: la primera, inherente a todo proceso secularizador, porque significa realizar el desplazamiento de la Iglesia catlica de un Ambito que «fue suyo» durante siglos —y que atin en este tiempo domina sobradamente— en favor del Estado, ajeno, en ocasiones, a los supuestos catdlicos y a la tradicion espafiola fundada en la unidad catélica; la segunda se tefiere al modo como, en la mayor parte de los casos, se intenta realizar la reforma secularizadora, cs decir, mediante un ataque directo al modelo educativo inspirado por la Iglesia, acentuando sus defectos y negindole cualquier valor o vigencia. Pues bien, si hay algo que se produce a lo largo de estos siglos, junto a la dura reaccién de los catélicos, ser la critica corrosiva y despiadada a la educacién que promueve la Iglesia: a los centros educativos regentados por Congregaciones religiosas y a la educacién nacional, a la que consideran contagiada de dogmatismo, intransigencia, atraso cultural, inercia y oposicion al avance de la verdad y al progreso humano. Los revolucionarios de 1868 expresan ya, a su modo, estos ataques: «entregar la instruccién primaria al clero era aprisionarla a un circulo de hierro, encerrandola en un cuadro de verdades invariables e indiscutibles que se refieren a un solo fin en la vida; eta condenarla a ser siempre la misma cn su manera intima de ser y en Ja forma; era, en una palabra, estacionarla y negar la ley del progreso» >. La descalificacion global de la ensefianza de la Iglesia, en estos o en parecidos términos, es una constante en la lucha por secularizar no sdlo las institucioncs docentes, sino, lo que parece mas urgente, el espiritw mismo de la educacién espafiola. Y ésta sera la doble vertiente por donde discurra el proceso secularizador: las instituciones y el espiritu. a) Un primer objetivo secularizador se dirige a la emancipacién pro- gtesiva de ciertas funciones docentes que habian sido realizadas durante siglos por la Iglesia a través de las instituciones de ensefianza. Esta dimen- sion seculatizadora, aunque no se dirija al fondo de la confesionalidad de ie D. Gomez Moiena, Los reformadores de la Espata contemporinea (CSIC, Madtid 1966), p.137. 2D. Gomez. Moutrpa, 0.c., p.137. > Ministerio pe FonEnto, Decrwio de 14 de octubre de 1868, C1. Mentalidad cristiana y pensamiento pedagigico de a Iglesia en Espata 139 la ensefianza, apunta a las instituciones educativas, a ciertos organismos de notable influjo pedagdgico, y pretende realizar el paso obligado y urgente de un predominio clerical a un control estatal. Este tipo de secularizacion, que podemos de alguna manera denominar como desclericalizacién, es iniciado ya en el siglo xIx y dirige su atencion prioritaria a la Universidad primero y a la ensefianza secundaria después, mientras que la ensefianza primaria sera el «iltimo reducto al que llegar el poder civil y al que, por otra parte, mas se resistira a abandonar la Iglesia». La secularizacion de la ensefianza a finales del siglo x1x y a comienzos del xx tiene, sobre todo en la escuela primaria, ese caracter de «recuperacién de la soberania civil», representada por cl Estado 4. }) El otto paso en la conquista de la secularizacién de Ja ensefianza apunta al caracter cristiano del conjunto de la educacién espafiola. Se trata, en este caso, de una secularizacibn nacida mas directamente de la propia sociedad, de sus grupos o figuras mas avanzadas, las cuales, fieles a los postulados de una educacién moderna, propugnan un modelo de hombre y de sociedad situado al margen de las coordenadas del dogma catolico, aunque no por ello desvinculado de todo contenido teligioso. Este modelo, opuesto a una educacién de caracter eclesiastico, sera una continua inter- pelacién no sdlo a la educacién que la Iglesia promueve en sus centros, sino al espiritu que ésta ha transmitido a la educacién nacional a través de su influjo directo en los siglos precedentes. Esto es lo que podemos denominar el intento de desteolagizaciin de la ensefianza espafiola. Pues bien, la mayor parte de las cuestiones y de los problemas que se enmarcan dentro del proceso secularizador en la ensefianza participan, en diversa medida, de este doble movimiento, que no seta ni comprendido, ni tolerado, ni asumido por la Iglesia catélica. Y ello, en primer lugar, porque se expresa en términos de anticlericalismo, despiadado en ocasiones, y porque la Iglesia ve un ataque frontal al «orden constituido» y a la «tradicion catélica», que han de seguir vigentes en las instituciones educativas espafiolas; después, porque, bajo un aparente deseo de progreso y de libertad, teme el triunfo de las minorias librepensadoras y laicistas frente a la mayoria catélica. En ambos casos la oposicién de la Iglesia es enérgica. Y esta oposicion es, en tétminos generales, unanime: desde los obispos, que reac- cionan y responden individual o colectivamente, a los polemistas catélicos (Sarda y Salvany, Ruiz Amado, Villada...), pasando por la prensa y los intelectuales catélicos, los hombres del derecho y los politicos conservadores. Todos, en general, muestran una linea convergente que se expresara, segan los momentos o segin la calidad de los exponentes, en la defensa del orden catdlico y en la oposicién a los intentos secularizadores. No se percibe a lo largo de estas décadas ningun plantcamiento divergente en relacion con la postura oficial de la Iglesia jerarquica, como tampoco intentos de acogida o de didlogo con respecto a la secularidad, si exceptuamos algun caso aislado. Podemos afirmar, por el contrario, que se da una actitud 4 CET. Gancin Riciwor, La polémica sobre la secularigaciin de la ensehtanza en Expata (1902-1914) (S. M., Madrid 1985), 1.33. 140 Edad Contemporinea continua en la Iglesia, aunque algo matizada con el correr de los aconte- cimientos y de los afios, en relacion con la vida cultural y politica de Espafia: defensa de lo tradicional y rechazo de lo nuevo, por entender que lo primero refleja el bien, el orden y el progreso querido por Dios, y lo segundo, sobre todo cuando se expresa en términos ofensivos para la fe y para la Iglesia, es un intento de destraccién del orden social que, anclado en la tradicion catdlica, la Iglesia no quiere perder ni acierta a conjugar con el avance de la necesaria secularizacion. Puede parecer dura esta apreciacion de entrada acerca de la actitud de Ja Iglesia ante el fendmeno secularizador. Por ello, antes de valorarla mas detenidamente, de enjuiciar su legitimidad y conveniencia 0, por el contrario, su inoportunidad y desacierto histérico, hemos de dejar discurrir algunos hechos significativos en la politica secularizadora ante los que la Iglesia reacciona vivamente. Por otra parte, hay que advertir que dos siglos constituyen un periodo de tiempo sumamente largo y complejo; por eso, en este trabajo me centraré con preferencia en el primer tercio del siglo xx: en él se producen unos hechos, no sobradamente subrayados y analizados, que son herencia y continuacién de los problemas del siglo anterior y que teflejan de alguna manera el modo habitual de reaccionar la Iglesia ante el fendmeno de la secularizacion; un fendmeno que, en el fondo, la Iglesia espafiola se resiste a aceptar cordial ¢ intelectualmente, hasta la llegada del Concilio Vaticano II, avanzada ya la segunda mitad del siglo xx. 2. Tradicién catélica frente a regeneracionismo Durante el siglo xIx, sobre todo a partir de la revolucion de 1868, la secularizacion de la ensefianza se expresa no slo a través de la legislacion de los gobiernos liberales, que impulsarin con mayor o menor intensidad siempre que accedan al poder; existe, sobre todo, otro factor secularizador de mayor envergadura, que, al identificarse como fendmeno no estrictamente politico, no va a estar condicionado, en su formulacién doctrinal y en sus reivindicaciones concretas, por los vaivenes de los partidos. Se trata de esa corriente renovadora y reformista que surge en torno a los filésofos, intelectuales y politicos, cuyo objetivo es regenerar la vida espafiola, uno de cuyos nacleos esenciales est4 constituido por el krausismo y por la creacién de la Institucin Libre de Ensefianza, de Francisco Giner de los Rios. Este y el grupo selecto de institucionistas, desde postulados filos6ficos y religiosos divergentes al pensamiento cclesiastico, constituitan una fuerza secularizadora que tender a emancipar la vida espafiola del control y aun del influjo de la Iglesia catélica. Por eso, sus objetivos preferentes seran lograr la superacion de la confesionalidad del Estado y de la unidad de cultos, la proclamaci6n de la libertad de conciencia y de religion y, en el campo de la ensefianza, el ejercicio de la libertad de catedra. Conseguida ésta, a través de las luchas C:1. Mentalidad cristiana y pensamiento pedagigico de la Iglesia en Espata 141 en totno a la «cuestion universitatian, y sancionada la libertad de ensefianza por la Constitucién de 1876 (art. 12), podemos afirmar que la Universidad queda sustraida al poder eclesiastico y que, con cl advenimiento de la Restauracion y la alternancia de los dos partidos politicos mas representa- tivos, la secularizacién de la ensefianza sera promovida por los liberales. Estos logran, en el paso del siglo xix al xx, otra cota secularizadora: la derogacién de la obligatoriedad de la ensefianza de Ja Religion catélica en los Institutos de Segunda Ensefianza. La Iglesia, no obstante, seguira sin aceptar la ausencia de la ensefianza religiosa en los establecimientos escolares y se opondra a las ensefianzas que se imparten en las universidades; ensefianzas que para los reformadores serin ideas renovadoras, mientras que la Iglesia vera como ertores capaces de corromper a los jévenes estudiantes. Asi, en el Congreso Catdlico de Sevilla, en 1892, junto a la critica por la carencia de Catedras de Religion y al apremio para que el Gobierno las restaure, los obispos asistentes se quejan al Presidente del Consejo de Ministros de que permita proclamarse libremente el error en Jos establecimientos piblicos de ensefianza: al mal que significa la ausencia de conocimientos religiosos se afade la contami- nacién de los espiritus, a cargo de algunos profesores: «en los estableci- mientos docentes de caracter oficial profesan errores, no sdlo contrarios a los dogmas sagrados del Catolicismo, sino también a la recta razon y a la filosofia cristiana; por donde se ve el riesgo inminente de perversion que corren los jévenes que escuchan lecciones tan funestas conio lamentables» 5. Ante el hecho secularizador, la Iglesia catdlica reacciona a finales del siglo x1x como lo habia hecho hasta ahora: primero, mediante la incomprension de los fendmenos renovadores, auspiciados por filosofias desligadas del dogma catélico y aireadas por ideologias liberales; segundo, mediante el rechazo a todo lo que supusiera debilitamiento de los principios religiosos que habrian de informar la vida entera del pais, cuya expresion fundamental sera la confesionalidad del Estado y la apelacion continua a la mayoria catolica; tercero, porque, en su apelacién al orden vigente, la Iglesia se aviene mal a aceptar lo que favorece el proceso de seculatizacién (por ejemplo, la libertad de ensefianza, sancionada por el art. 12 de la Constitucion) y se aferra al mantenimiento de las consecuencias que, segiin su propia interpretacion maximalista, se derivan del art. 11 de la Constitucién, en el que se afirma que «la religién catolica apostélica romana es la del Estado». Fiel a la defensa del orden vigente —que la Iglesia articula en torno a una legislacién surgida antes y después de la revolucién de 1868 (Concordato, de 1851, y Constitucién, de 1876)— y demasiado vinculada a las fuerzas tradicionales y conservadoras asi en lo politico como en lo religioso, la Iglesia se alejé considerablemente de los intelectuales y de los renovadores, especialmente del grupo krausista. Y esta lejania le imposibilité la compren- sién de los nuevos planteamientos que hacian referencia a la llamada ® aixposicion elevada al Excmo. Sr, Presidente del Consejo de Ministros por los Rvmos. Prelados reunidos en Sevilla con motivo del tercer Congreso Catdlico Nacional, en Baletia Oficial Viclesidstico de la Didcesis de Lein (1892), p.27-29. 142 Edad Contemporénea acuestion religiosa» y que incidian directamente en la secularizacién de la ensefianza, primero en la universitaria y luego en los demas niveles escolares: la presencia o la ausencia de la religi6n confesional, que sera piedra de tropiezo para comprender una ensefianza y una escucla de las que los secularizadores desean excluir toda religibn confesional, aunque no por ello deba estar ausente todo tipo de 1 n°, mientras que la Iglesia exigira la presencia permanente de la religion catdlica, que es la religion del Estado. En la no aceptacién del cambio del orden vigente actua un argumento insoslayable para la Iglesia: ésta posee la verdad, revelada por Dios. Y esta verdad, expresada en la fe catdlica, ha sido proclamada por la Constitucién como «religion del Estado». Por tanto, todo planteamiento y toda doctrina que vayan en contra de esta «Religion del Estado» seran rechazados por la Iglesia. Dogma teligioso y realidad politica, centrados en la «confesiona- lidad del Estado», seran las piezas de un engranaje que la Iglesia no acertara a separar debidamente. Esto supone una intransigencia radical con el error, que ha de ser combatido sobre todo en la educacién y en la ensefianza, porque, aparte de la legislacion, hay otto argumento que se esgrime contra todo intento secularizador: la mayoria catdlica de la nacion. La defensa de esta mayoria catolica frente a las minorias reformadoras sitia a la Iglesia en un reducto de intransigencia y de intolerancia nacidas, entre otras cosas, del hecho de considerarse con el derecho a ser, en lo social y en lo educativo, y de negar ese derecho a los adversarios. Se produce asi algo que habia denun- ciado Gonzalez Serrano: «.. el fanatismo traducido en orgullo vulgar de nosotros, solo nosotros somos los buenos hace degenerar la fe religiosa en una discordia perpetua»?. Discordia que, mantenida a finales del siglo xIX y a comienzos del siglo xx, cuando la Iglesia reacciona duramente a los embates de un liberalismo beligerante, se debilitaré a partir de 1914, especialmente con la Dictadura de Primo de Rivera, pero que brotara de una forma mucho mas agresiva con el advenimiento de la Segunda Republica. 3. Libertad de ensefianza frente a hegemonia estatal La condena del llamado «Hstado docente» es una constante en la actitud de la Iglesia, sobre todo durante los primeros afios del siglo xx. El Congreso Catdlico de Santiago de Compostela (1902) opone rotundamente el derecho de los padres a la educacién de sus hijos frente a Ja intervencion del Estado en la educacién. Se trata, para la Iglesia, de una intervencién que es © Sera el propio F. Giner quien huya de la ensefianza confesional en las escuclas: «.. no solo debe excluirse la ensefianza confesional o dogmatica de las escuelas del Estado, sino aun de las privadas, con una diferencia muy natural, a sabe que de aquéllas ha de alejarla la ley; de éstas, el buen sentido de sus fundadores y maestros», de «La Ensefianza confesional y la escuela», en Ensayos (Alianza Editorial, Madrid 1973), p.174. En la escuela solo habra de oftecerse una educacion relgiosa de tipo global, que tenga una «base fundamental, unitaria y comin», lejos de las religiones confesionales, que crean divisiones (cf. o.c., p.173). 7 U. GonzAez SERRANO, Cuestiones contemporineas (Madrid 1883), p.45. G1. Mentalidad cristiana y pensamiento pedagigico de la Iglesia en Fspafla 143 interpretada como monopolio ejercido por el Estado al pretender asumir funciones tescrvadas hasta ahora —al menos una parte significativa de ellas— a la propia Iglesia. En este asunto hay una oposicién terminante: «El Estado docente es hoy un injerto de ideas dictatoriales impuestas a la Francia por la tendencia absolutista de todos los poderes, y por la revolucién, que arrancé de cuajo todas las instituciones tradicionales» *. La Iglesia se opone a las «nuevas atribuciones» del Estado en materia de ensefianza: las nuevas exigencias para los examenes, la reformulacion de Ja inspeccién escolar, la teforma del Consejo de Instruccién Publica, el mantenimiento de la libertad de asistencia a las clases de Religion en los Institutos de Segunda Ensefianza, y, sobre todo, la «politica anticlericaly que emanaba de la Ley de Asociacioncs (1906) 0 de la llamada Ley del Candado (1910). Todo esto, en la primera década del siglo-xx, es para la Iglesia una prueba palpable del «cesarismo» que caracteriza al Estado y que ella denuncia y condena con dureza: «es tristisimo confesar que en todas estas disposi- ciones (relativas a la ensefianza) no impera otro criterio que el impuesto por el liberalismo, ya radical, ya moderado, caminandose en esto, como en todo cuanto tiene relacion con los inteteses catélicos, a un insoportable cesarismo, que es desideratum de esa escucla»’. Y es que las nuevas medidas escolares, en opinién de la Iglesia, no terminan en ellas mismas: tienen un alcance mayor, ya que vienen de mas alla del Gobierno y se pretende algo mas importante que reformar la edu- cacion. En opinion del entonces Arzobispo de Valencia, la accién del Go- bierno «es obra de un fanatismo sectario y obedece a un plan preconcebido € impuesto por poderes extrafios a nuestta Patria y a nuestros hombres de Gobierno» °. En términos mas clatos: la masoneria acta como poder tota- litario y sectario en la sombra, y... «ya se sabe» cual es el objetivo de la masoneria: da descristianizaci6n de la sociedad y la ruina de las almas» ". En esta condena, en la que se identifica «Estado docente» con «revo- lucion» o con «masonetia», se cifran, casi al completo, las caracteristicas que la Iglesia presiente —y rechaza— en el proceso de secularizacién de la ensefianza: asi, el hecho de «elevar una de las manifestaciones sociales» del derecho de la ensefianza como «forma definitivay —la ensefianza esta- tal—, que tendra como consecuencia légica la tendencia a asimilar a ella todo tipo de ensefianza; la tendencia absolutista y hegemonica en la legis- laci6n y regulacién de toda la ensefianza espafiola, en la que la Iglesia denuncia la contradiccién que se produce en un sistema que se lama liberal, es decir, «defensor de las libertades», pero que, de hecho, actia por medio de la coaccién y del método totalitario; la tendencia estatal a potenciar «su enscfianza» y a debilitar la ensefianza privada, controlada, en gran medida, por la Iglesia; el peligro de la desnaturalizacin y de la pérdida de la censefianza «no oficial», pues, al establecerse la ensefianza estatal como norma * Boletin Oficial Helesiistico del Argobispado de Madrid-Alcalé (1902), p.625. °oM. Anin'y Pinte, Memoria del Congreso Catolico de Santiago (1902), p.252-253. "" Boletin Oficial def Aree de Valencia (1910), p.69. "EL Universa, 21 de octubre de 1902. 144 Edad Contemporinea y canon supremos, queda aquélla sometida a una dutisima sujecién en todo lo que atafie a los programas, textos, examenes... y a la direccion ideologica de quienes establecen los planes de estudio; la tendencia del Estado a imponer, a través de una legislacion meramente «técnica» en apariencia, una linea ideolégica, filoséfica y moral inspirada en los programas de los partidos, especialmente del partido liberal. Se denuncia, por tanto, la tendencia del Estado docente a convertirse en el inspirador y pedagogo unico de las conciencias y de la moral de los pueblos, extendiendo a todos lo que es tan solo una doctrina partidista. Y se denuncia, sobre todo, lo mas temido por la Iglesia: la accion progtesiva de lo que ella califica como «absolutismon y como «monopolio abusivo», que ira produciendo efectos nocivos en la ensefianza. La secularizacién promovida por el Estado iri mermando la presencia, el poder y el influjo real de la Iglesia en toda la educacién espafiola: apor eso, la defensa que la Iglesia hace de la libertad de ensefianza es, en definitiva, su propia defensa, es decir, el poder continuar ejerciendo su influjo doctrinal en las instituciones docentes espafiolas. Por eso, frente al Estado secularizador, la Iglesia proclama la sibertad de ensefianza como necesaria y legitima para la custodia y propagacién de la verdad y de la ciencia cristianas» 1. 4. La lucha contra las escuelas de la Iglesia Uno de los frentes del proceso secularizador se dirigid a aquello que constituia el corazon mismo de la ensefianza de la Iglesia: las lamadas escuelas congregacionistas. La facilidad pata el crecimiento de éstas, a finales del siglo xix y a comienzos del xx, es un hecho sociolégico que fue abultado ¢ interesadamente exagerado por sus detractores, que lo tomaban como simbolo de la prosperidad y del dominio de la ensefianza de la Iglesia frente a la decadencia y postracién de la ensefianza publica. De ahi el afan seculatizador por controlar este tipo de escuclas, no solo para intentar frenar su crecimiento cuantitativo, sino, sobre todo, para paliar lo que las fuerzas secularizadoras calificaban de «pernicioso influjo en el alma de Espafian 3, Las escuelas de las Congregaciones religiosas suftieron un acoso a través del ataque frontal a las propias Congregaciones. Las leyes restrictivas con respecto a aquéllas fueron proyectos mas que realidades, pero su discusién creé un ambiente de amenaza y de desconfianza e hizo de las escuclas de la Iglesia un objeto de polémica permanente durante las primeras décadas del siglo xx. La lucha contra las escuclas de la Iglesia se realiz6 también en forma de permanente descalificacién. Pareciera que, de pronto, todos los defectos "2 Baletin Oficial Filesidstico del Obispado de Mallorca (1910), p.175. "3 Puede verse la relacion que existe entre los intentos secularizadores de J. Canalejas sobre lz enschanza y la Ley del Candado, restrictiva de las Ondenes. y_ Congregaciones religiosas, en J. A. Gatco, La politica religiosa en Espatta, 1889-1913 (Madrid, Editora Nacional, 1975). En especial el capitulo TX: «La politica religiosa de José Canalejas (1909-1913)». C1. Mentalidad critiana y pensamiento pedagigico de la Iglesia en Expata 145 atribuibles a una educacion nefasta recayeran sobre unas escuelas calificadas de «monopolio abusivo», acusadas de «dominar a su antojo la vida espiritual de Espafia, de ser «privilegiadas del capita o de proporcionat «una ensefianza plagada de defectos y equivocada de fecha». Este tipo de lucha verbal pretendia lograr el descrédito de la educacién religiosa y, a la vez, el refuerzo de la educacién nacional o publica, junto a una «ganancia y clevacion de la cultura», postrada mientras ésta siguicra controlada por la Iglesia: «Resulta, pues, cierto —afirma E. Gonzalez Blan- co— que solo es fuerte y libre la nacién que por propio y racional esfuerzo ha conquistado la soberania sobre poderes caducos que en ella prolongan vida arcaica, y que la independencia de las conciencias no llegara a las entrafias del pais mientras éste, sin excepcién de clases, no aprenda los primeros elementos de toda cultura como el unico y més sencillo medio de elevar su nivel intelectual un dia no lejano» '4, La lucha se extendid también mediante la creacién de escuelas laicas, como modelo alternativo a la educacién congregacionista y como propuesta de una educacién ausente de «prejuicios religiosos», centrada en el poder de la taz6n frente a los dogmas de Ia fe, en la neutralidad religiosa y en la tolerancia frente a la «intransigencia religiosa», en la autonomia y en la libertad de la persona frente a la dependencia eclesiastica, y, finalmente, en la libertad de conciencia frente a la sujecién confesional. La respuesta de la Iglesia a este ataque secularizador se expresa de dos formas difcrenciadas: la primera, la mas numerosa y solida a la vez, se lleva a cabo a través de una oposicién radical a toda desviacién del modelo confesional y de una defensa a ultranza de la escuela congregacionista. Obispos y polemistas catdlicos defienden la educacién de la iglesia, y la defensa se convierte en actitud agresiva y en hostilidad declarada hacia quienes atacan a la Iglesia cn uno de sus preferidos frentes sociales: la educacién. Se trata de uma «respuesta airaday a un ataque ciertamente virulento. Pero también sc produce otto tipo de respuesta, menos airada y menos cargada de agresividad. Es la respuesta de las obras frente a la polémica verbal, a la que tan proclives eran unos y otros. Me refiero tanto al compromiso inteligente y abnegado de multitud de educadores religiosos como a ciertas expetiencias educativas que desmintieron en gran medida Jas acusaciones de los laicistas (tal es cl caso, entre otros, de las «Escuelas del Ave Maria», de Andrés Manjén) 0 que se dirigieron explicitamente a superar los términos en los que se planteaba el conflicto. Es obligada aqui una referencia a Pedro Poveda, quien, «apartindose de la linea tenaz de oposicién en que los grupos confesionales integristas sc habian colocado, saltaba a posiciones mas en consonancia con la fuerza arrolladora de los hechos. Frente a quienes pretendian el reconocimiento de los antiguos y tradicionales derechos de la Iglesia, recababa sencillamente la presencia individual, responsable, de un profesorado cristiano, bien pre- “EL GonzAunz Bianco, «it clericalismo y la cultura», en El Liberal, 31 de mayo de 1910, 146 Edad Contemporinea parado pedagdgicamente, en las instituciones docentes, tanto oficiales como privadas» '5, Pero lo cierto es que actitudes como ésta no son frecuentes en unos aiios de enfrentamientos y descalificaciones mutuas, y que las posturas, lejos de flexibilizarse, se agudizaran afios después. En efecto, después de un tiempo de «sosiego» antes y durante la Dictadura de Primo de Rivera, llegara la hostilidad declarada en los dias de la Segunda Republica: ahora ya no se trata de una critica mas 0 menos aguda o de una descalificaci6n mas 0 menos genética; se niega a la escuela catdlica la capacidad y el derecho a cducar a las nuevas generaciones. De este modo, y ante la oposicién y la critica eclesidstica, el laicismo pretendié ser el sustituto de una educacién «equivocada», en opinion de Fernando de los Rios: «Yo sé, sefiores diputados, hasta qué punto la emocién religiosa es propicia a anidar los pajaros del ideal; lo sé perfectamente; pero también sé que cuando la conciencia religiosa se desvia de la ruta, que es encauzar a los hombres con estas dos proposiciones del espiritu: «cémo debo vivir» y «qué puedo esperam, y en lugar de hacer una obra de evangelizacion... se trata de oponcr hombre a hombre y pensamiento a pensamiento, entonces nosotros tenemos el deber de sustraer la escuela a toda posicién dogmatica para adscribirla exclusivamente a un ideal ético, en el cual radica lo ecuménico- humano, lo universal-humano, lo esencial; porque no es el pensamiento lo que nos une, sino la vida, la conducta. Esta es la gran tradicién espafiola y esto es lo que significa el propésito del Jaicismo que Espafia propugna» 1, 5, Radical oposicién a las «escuelas laicas» Si la Iglesia se opone al intento de secularizar la ensefianza estatal, manifiesta la misma actitud cuando se trata de la secularizacion de las escuelas no estatales. Dentro del modelo escolar que defiende la Iglesia no cabe nada que se salga del «orden establecido»: toda institucion educativa, por estar sometida a la legislacién de un Estado confesional, debe ser igualmente confesional catélica, al menos en la ensefianza de la Religion y en la omisién a todo ataque a la misma. Se explica, por tanto, la aversion de la Iglesia a las esenelas /aicas, a todo tipo de escuelas laicas. Hay que diferenciar, en este sentido, los varios tipos de escuelas denominadas laicas. Existe, en primer lugar, el laicismo de la Escuela Moderna, de F. Ferter Guardia. Este centro escolar, inspirador de otras escuelas, constituye el tipo de laicismo mas extremado, claramente beligerante. Existe luego la Jnstituciin Libre de Ensefianza, cuyo modelo de Jaicidad esta mucho mas prdximo a la neutralidad religiosa que al laicismo; 1S D. Gomez Mouena, «La escuela, problema sociab. En ef Centenario de Poveda (Madrid, Natcea Ediciones, 1974), p.55-56. 16 F. pe tos Rios, «Discurso en el Congreso de los Diputados» (citado pot A. Mourro Pintano, La reforma educativa en la Segunda Repablia espatiola. Primer bienio (Madrid, Santillana, 1977], p.352). C1. Mentalidad cristiana y pensamiento pedagigico de la Iglesia en Espatia 147 vienen luego otras escuelas llamadas laicas, que son mas bien un proyecto de la ideologia politica y educativa de algunos grupos (radicales, izquierdas republicanas) desde finales del siglo xrx, y que, por lo tanto, mas que realidades pedagdgicas, son «modelos tedricos», proyectos m4s o menos definidos, que sirven como de banderin de enganche para aquellos que se adhieren a la secularizacion de la ensefianza como superacion de la accion «débil» de los gobiernos liberales; y existe, finalmente, el intento de crear escuelas «neutras en religion», como una solucién eficaz a los conflictos planteados tanto por los laicistas duros como por los integristas de una ensefianza «en catolico». Pues bien, la Iglesia muestra una tendencia a asimilar a todas las esovelas taicas con el modelo ferrerista 0, cuando menos, a extrapolar el término «escuela laicay —al que dota de connotaciones fuertemente peyorativas— a todo intento de ofrecer un modelo escolar no ajustado al confesional catélico. a) Contra las escuelas de tipo ferrerista Los sucesos de la Semana Tragica de Barcelona (1909), el procesamiento y la posterior ejecucién del fundador de la Escnela Moderna, y \a clausura de todas las escuelas laicas decretada por el gobierno de A. Maura, daran pie a la Iglesia jerarquica para esa condena generalizada. En efecto, la Semana Tragica se va a convertir en el aldabonazo que alertara a la conciencia de la Iglesia para una campafia de oposicién y de condena a /odas las escuelas laicas. Esta campafia, que tiene su punto culminante a comienzos de 1910, surge ante el rumor de que el Gobierno de Canalejas pretende reabrir tales escuelas y es iniciada por un documento colectivo del Episcopado espafiol; en efecto, la «Exposicion, dirigida al Sr. Presidente del Consejo de Ministros, contra las escuelas lamadas laicas» ", muestra la postura de Ja Iglesia en este asunto conflictivo. Movidos por un «ineludible deber de conciencia», los prelados exigen al Gobierno que no se abran las escuelas laicas 0 neutras por las razones siguientes: @) la ilegalidad: \as tres bases juridicas que la jerarquia catélica esgrime hasta la saciedad (Constitucién, Concordato y Ley de Instruccién Publica) son su- ficientes para declarar ilegales dichas escuelas; 4) pero la ilegalidad no parece argumento suficiente; son los gféctos inmorales 9 antieducatives lo que las hace condenables a la luz de la Pedagogia y del Derecho; la apelacion al «modelo francés» o la referencia directa a los sucesos espafioles de 1909, cuyas causas atribuye la Iglesia al laicismo de la Escuela Moderna, son argumentos evidentes que claman contra «da eficacia de las ideas disolventes y el influjo de las ideas perniciosas», que son el alimento normal de la nifiez en tales escuelas. Por eso, es necesario suprimir de raiz los centros que «dispongan y preparen»y a la juventud «para un nuevo ensayo de revolucién»; y ¢) finalmente alertan ixposicién dirigida al Sr. Presidente del Consejo de Ministros contra la existenda madas escuclas laicas», en Roletin Oficial Eclesiastico del Argobispado de Burgos (1909), 148 Edad Contemporinea los obispos sobre el pernicioso equivoco de sepatar lo «neutro» de lo daico»; para la jerarquia catélica, el término «escucla ncutray es, ademas de un imposible, «un nombre vano, un pretexto para no alarmar y un lazo que se tiende a los padres de familia pata que no se retraigan de enviar a ella a sus hijos» '®. Por su parte, las fuerzas catélicas, secundando a la jerarquia, utilizaran todos los medios a su alcance —conferencias, prensa y mitines— para oponerse a la reapertura y a la existencia de este tipo de escuelas, asi como para describir sus defectos y horrores: caracter negativo de su educaci6n, ateismo, destruccién del orden social, fomento de la inmoralidad, de la ctiminalidad y de la delincuencia. En esta condena, la mayor parte de las veces indiscriminada, los catélicos desatan la caja de los truenos para estigmatizar unas escuelas que, en expresibn de alguien tan mesurado y significative como Andrés Manjén, son consideradas como «criadcros de fieras, semilleros de crimenes, nidos de viboras... anttos de perversion de menores para convertirlos en instrumentos de la revolucién permanente, radical, universal» '°. Como en otras ocasiones, también aqui la condena de la Iglesia tiene més de reaccién visceral que de oposicién razonada. Resulta extrafio que se generalizara el término de «escuelas ferreristas» a todo tipo de escuela que se apartara del modelo catdlico oficial. Pero la oposicion eclesiastica a estas instituciones va mas alla de ellas mismas. Hay ocasiones en las que, paradojicamente, muestra cietta comprension hacia ellas y, aun condenando tedricamente su existencia, sin embargo, las tolera como mal menor por ser centros privados. Pero lo que de ningan modo estan dispuestos a tolerat los catélicos es su caracter de «signo», de anticipo; es decir, que tomando pie en ellas el Gobierno liberal extienda este caracter ateo a toda la educacién nacional, a la escuela pablica. Extrapolacion que provenia mas de la exa- geracién y del miedo a la escuela ferrerista que de la consideracién del alcance de las escuelas laicas. b) La Institucion Libre de Enseianza: incomprensién y rechazo Una variante de cuanto estamos tratando es la referencia a la Institucion Libre de Ensefianza. Nacida ésta en el siglo xix como reaccién contra el Estado e inspirada en la filosofia krausista, alejada de los patrones de la fe catdlica, la Institucién fue, desde sus comienzos, escasamente tolerada por la Iglesia. Si en sus origenes la Institucién se mantuvo al margen de la politica educativa, afios mas tarde algunos de sus hombres més ilustres mantendran relaciones estrechas con el poder, sobre todo con los gobiernos liberales, y llegaran a ocupar cargos de responsabilidad politica. De ahi el hecho de que no pueda diferenciarse con claridad lo que irrita mas a la Iglesia, si la neutralidad religiosa consustancial a Ja Institucién Libre (la 8 Thid., id. 1 A. Manion, Las esenelas laicas (1910), p.11 Ci. Mentalidad cristiana y pensamiento pedagigico de la Iglesia en Espata 149 Iglesia hablara de «laicismo»), su connivencia con el Gobierno liberal o los favores de él recibidos: —Con respecto a lo primero, se reproduce la actitud manifestada contra las escuelas ferreristas. La Iglesia choca frontalmente con la Institucién, con su modelo educativo y con su concepcién ética y moral. Para los catélicos, la educacion separada de la Religion —especialmente de la Religién cat6- lica— carece de sentido, ya que el hombre, abandonado a sus propias fuerzas, no sera jamas capaz de crear una moral humana y digna. —Con respecto a su vinculacién con el Gobierno, desde los primeros afios del siglo xx (ante la presencia, por cjemplo, de notables de la Institucion en el Consejo de Instruccién Publica, correlativa a la disminucién de la representacion cclesiastica, la «entrega» de la Direccién General de Ensefianza Primaria a un destacado institucionista, Rafael M. Labra, o el caracter partidista de alguno de los organismos de la Institucién, como la Junta de Ampliacién de Estudios...), la Iglesia condena a la Institucién Libre de Ensefianza por su «entrometimiento excesivo en la inspiracién y en la direccién de la politica docente nacional», por la dnvasion de campos que excedian a su caracter de organismo privado, por apropiarse de parte importante del presupuesto nacional y, sobre todo, por intentar laicizar y secularizar la ensefianza publica, poniendo como ejemplo de la ensefianza nacional su propio modelo educativo» °. No es raro, por tanto, encontrar en los documentos de la jerarquia catolica de comienzos del siglo xx afirmaciones condenatorias y criticas de gran carga agresiva contra los liberales y secularizadores de la Instituci6n. El Arzobispo de Valencia, por ejemplo, en su critica al «stado docenter, llega a afirmar que, «onservando cl Estado su soberana omnipresencia, ha concedido la ilusoria potestad de ensefiar fuera de los centros oficiales, y ha dividido las escuelas particulares en dos, a manera de castas. Para unas, cl apoyo y hasta la subvencion oficial; para otras, todo el peso y el rigor de la ley»?!. La alusion a la Institucién no necesita comentario alguno. El proteccionismo del Estado respecto a la Institucién es criticado también en otra dimensi6n: la ideologica. Asi lo denuncia el Arzobispo de Zaragoza: «los gobernantes, al parecer, ponen su empefio en proycctar y publicar disposiciones que, siendo satisfactorias a una minoria, ofenden a una inmensa mayoria de espafioles 2, Y no menos condenable le resulta la pretensi6n de dominar la ensefianza nacional, especialmente la escuela pri- maria. Aludiendo a unas palabras del entonces director del Museo Pedago- pico, sefior Cossio, en las que solicitaba «un principio de paz» —y de tolerancia— en la ensefianza, el arzobispo zaragozano responde: «A lo que cl Sr. Cossio aspira es, indudablemente, a que el régimen de la Institucién Libre de Ensefianza se aplique por cl Gobierno y domine también en la escuela elemental ¢ imponga su criterio en cuanto a la ensefianza religiosa, 2 CET. Garcia Recivor, o.c., p.347. 2" Boletin Oficial del Argobispade de Valencia (1910), p.69. 2 Boletin Oficial Velesidstica del Argobispado de Zaragoza (1913), p.67. 150 Edad Contemporinea segtin paulatina y perseverantemente va dominando en los grados superiores de la ensefianza» 5, Puede parecer normal que la Iglesia se oponga a una posible «tercera fuerza» ideolégica que intente romper el equilibrio de fuerzas, mas 0 menos inestable, existente en la educacion espafiola; puede incluso ser comprensible la actitud critica a la notable influencia institucionista en la legislacion educativa y en la configuracién de un nuevo modelo pedagdgico, de caracter laico. Pero mas extrafio resulta la descalificacion total de las obras peda- gogicas nacidas de Ja Institucién Libre de Ensefianza. La Iglesia, quizas ofuscada por la «omisién religiosa, no acierta a ver nada de positivo en los proyectos y en las realizaciones institucionistas. Asi, en relacibn con asuntos como la reorganizacion de la Inspeccién escolar, obra de R. Alta- mira, nombrado Director General de Ensefianza Primaria, o de las «juntas locales de Ensefianza», o Ja creacion, en 1918, del Instituto-Escuela, 0, finalmente, ante el asunto de las «Bibliotecas circulantes». Este instrumento pedagogico, que la Institucion queria llevar a los ambientes populares como medio de difusion de la cultura, es juzgado como algo negativo y nefasto. El Boletin del Obispado de Tortosa se muestra claro y terminante: se refiere a un «temor fundadisimo, cierto, innegable de que el servicio de bibliotecas circulantes para nifios y maestros sea uma fase de la campafia tenaz y solapada para descatolizar Espafiay *, y junto a la utilizacion del presupuesto nacional para fines anticatdlicos, la denuncia sube de tono cuando se refiere al caracter de los libros, en los que se dan cita «todas las manifestaciones del pensamiento moderno, escéptico, sensualista, panteista, materialista, po- sitivista, revolucionatio y ateo»*. Y no sitve de nada que también se incluyan algunas obras de autores catdlicos («y hasta de misticos»): eso es una «dedada de miel para pasar la hiel a que nos tiene acostumbrados la Institucién Libre» 6, Todas estas muestras de incapacidad para ver algo de lo positivo que encierra un modelo educativo diferente del modelo tradicional catélico («de lo que queréis destruir ya tenemos idea, mas nada sabemos de lo que pensais edificam, pues «sdlo se conoce a los institucionistas por un veto: el veto a la confesionalidady ””), esta intransigencia con lo que no es catélico, son sintoma de algo caracteristico de la actitud de la Iglesia y de las fuerzas catélicas: por un lado, el afin de desprestigiar la pedagogia institucionista; por otro, el rechazo a uno de los elementos mas influyentes en el proceso de secularizacién de la ensefianza. En este sentido, cabe afirmar que «la Iglesia no fue capaz, empefiada en ver sobre todo Ia lucha, la oposicién a las ideas institucionistas como opuestas a la pedagogia nacional catélica, de considerar algo positivo de este movimiento educativo renovador. No existen 2 Tbid., p.68. El Arzobispo recuerda que lo propio de 1a Institucion Libre de Ensefianza ¢s su caracter privado, y su lugar adecuado, la escuela privada. Y lo hace con palabras del institucionista Montero Rios (bid., p.69). 2 Boletin Oficial Ficlesiastico del Argobnipado de Tortora (1913), p.245. % Thid., p.246. 26 Thid., p.245. 27 El Debate, 21 de mayo de 1918. C1. Mentalidad cristiana y pensamiento pedagigico de la Iglesia en Expata 151 textos que demuestren un estudio mas o menos objetivo, o de feconoci- miento, en relacién con el movimiento educativo que Ilend de prestigio a Ja educacién espafiola durante décadas. Tan sélo apreciamos denigracién, critica y oposicion. La defensa de la tradicién catélica por encima de todo explica la cettaz6n de la Iglesia ante la Institucién Libre de Ensefianza o la descalificacién global de su pedagogia. Descalificacién que, en un momento significativo de la vida eclesiastica espafiola, el I Congreso Catequistico Nacional, cele- brado en Valladolid en 1913, el cardenal Guisasola expresa en estos términos: «... esa calamidad nacional titulada Institucién Libre de Ensefianza». 6. Defensa del orden establecido La secular dependencia de la educacién y de la ensefianza con respecto a la Iglesia catélica hacia mas dificiles los intentos de reforma, pues nece- sariamente habrian de tender a reducir el predominio de la Iglesia y a potenciar la accién creciente de los poderes estatales. Tal era el proyecto que pretendian llevar a cabo los secularizadores. Este ptedominio cclesidstico, junto al inmovilismo catacteristico de la Iglesia espafiola en el orden social y politico, hara que ésta se manifieste decidida a conservar y a mantener un estado de cosas que tiene su base en una tradicién catdlica que, avalada por la normativa juridica (Constitucion, Concordato y Ley de Instruccién Publica), el Estado tiene obligacién de mantener intacta. Para los catdlicos, el Estado confesional ha de ser el garante de un modelo de sociedad y de unas instituciones sociales y politicas en los que la fe catdlica constituya uno de sus pilares fundamentales. Por eso no acepta ni revoluciones ni reformas, y se empefia en defender un orden social més propio del «Antiguo Régimen» que de los ticmpos nuevos que intelectuales y politicos, sobre todo, tratan de instaurar. Em- pefiada en defender el orden social que la Iglesia cree permanente ¢ immutable, se muestra contraria a las nuevas corrientes secularizadoras, aunque éstas fueran ya intensas y, segun algunos, arrolladoras: «va la corriente —afirma E/ Liberal—, 0, mejor dicho, el torrente hacia la secularizacién del Estado y no hay mas que seguirla o quedarse en la ribera. El peligro seria infinitamente mayor para ellos y pata quien osa detener y contrarrestar la arroyada, si se intentase, a la altura en que se hallan las aguas, aplicar un tap6n o levantar un dique» 8. Esta actitud defensiva y la de oponer a las reformas el «dique» del «orden establecido» es afirmada de modo continuo ante cuantos intentos secularizadores se van proyectando en estos primeros afios del siglo xx, en los que, por otra parte, el empefio de los secularizadores es manifiesto. Ya se trate de promover medidas tendentes a favorecer la presencia del Estado cn la ensefianza, a modernizar los planes de ensefianza en consonancia con %* @aludable batacazo», en /:/ Liberal, 3 de octubre de 1910. 152 Edad Contemporinea las exigencias y el espiritu de los «tiempos nuevos» 0 a modificar ciertos usos 0 normas en los que de alguna manera se ve involucrada la Religion cat6lica... la Iglesia reacciona mostrando la misma actitud y pronunciando el mismo «discurso»: toda renovacién, toda medida que tienda a modificar Ia situacion legal y cl orden vigente en Ja ensefianza, ha de hacerse respe- tando siempre el caracter confesional de la misma; de otro modo, cualquier teforma seria rechazable, pues atentaria contra la legislacion fundamental y, sobre todo, contra el espiritu catélico que la informa. Podemos afirmar que la Iglesia no encuentra argumentos, ni politicos ni pedagdgicos, que puedan justificar una reforma cducativa que tienda a modificar el «orden catdlico» vigente. En efecto, ella se considera como garante de la verdad y como norma segura de la moralidad y del progreso de Ios pueblos. La educacién espafiola debia, pues, mantenerse fiel a su tradicién y a los tiempos que le aseguraron prosperidad intelectual y grandeza moral. Tal sucede, entre otros periodos, durante el Gobierno largo de Canalejas, periodo que proporciona algunos datos de especial significacion. Cuando en 1910 Canalejas accede al poder, como consecuencia de los efectos de la Semana Tragica y del clamor politico del «Maura, no», los liberales legan con vivos deseos de «gobernar en liberal y de realizar ciertas reformas, también en la ensefianza, que les parecian inaplazables. Asi lo explicita el «Mensaje de la Corona» de 1910, en el que S. M. Alfonso XII formula algunos objetivos para la nueva legislatura que se dirigen a Ia secularizacién de la vida piblica y, por lo mismo, a la secu- larizacion de Ja ensefianza. El «Mensaje» afirma que, en raz6n del «pablico anhclo» del pucblo espafiol, las medidas tendentes a liberalizar la vida y la practica de los cultos en Espafia exigen, ademas, que en la ensefianza del Estado éste proceda con toda independencia, «rechazando de sus escuclas el ptejuicio y la coaccién de los diferentes dogmatismos»®. Fiste parrafo, en el que iba contenida la idea fundamental de la politica canalejista, fue duramente respondido por la Iglesia*”, Peto no por ello fue menor el empefio liberal en reformar la ensefianza. Prueba de ello fueron, entre otros proyectos, la convocatoria de la «Asamblea gencral de Ensefianza y Edu- cacién», cuyo objetivo era discutir y proponer reformas generales en materia de ensefianza (1911); el «Proyecto de Codificacién de la Ensefianza», con el ministro Alba en Instruccién Publica, que pretendia, ademas de acentuar el gobierno «en liberal» de su partido, lograr una pacificacion de los espiritus a través del impulso de la tolerancia y del respeto a todas las creencias; el intento de reforma de la obligatoriedad del Catecismo en las escuclas ptimarias (Romanones, 1913); la supresién de la ensefianza de la asignatura de Religion en la escucla de Estudios superiores del Magisterio (ministerio Jimeno, 1911) o la fracasada celebracién del TV Congreso de Educacién Popular, de marcado caracter laico. ® Diario de Sesiones del Congreso, 5 de junio de 1910. %® C£ El Universo, 16 de junio de 1910, y de 4 y 20 de julio de este mismo afio. Y también la intervencion del Obispo de Madrid-Alcalé en el Senado, que reproduce Heraldo de Madrid del 6 de julio de 1910. C1. Mentalidad cristiana y pensamiento pedagdgico de la Igksia en Espata 153 Pues bien, en estos afios la Iglesia y las fuerzas catdlicas parecen estar «muy alerta» y su sensibilidad para las cuestiones de ensefianza se convierte en susceptibilidad y en suspicacia extremas. Su oposicién a todo intento de modificacién de la legislacién vigente es rotunda, ya que, segiin ellos, dicha legislacion consagra cl caracter catélico de la misma y, al menos, la presencia de la Religién en todos los centros escolares espafioles. Por eso, toda legislacion que, por debajo de la Constitucién, el Concordato y la Ley de Instruccién Publica, intente modificar la situacién vigente y, por tanto, disminuir su caracter catélico, sera con- siderada como un ataque a la Iglesia y a la ensefianza religiosa; y todo ataque a ésta «no sélo seria una ofensa a la Religién, sino un ataque mas 0 menos explicito contra el orden social y contra el régimen politico, que sera el primero en sufrir las consecuencias de la ensefianza atea», se apunta desde FV Universo}, La conclusién a la que llega el diatio oficioso de la jerarquia catélica es clara: los catélicos han de mantenerse a la expectativa para abortar cualquier intento reformista de cardcter liberal y secularizador. Con ello evitarin cl «mal menom de las reformas, ya que el «bien mayom de la «unidad catélica» les parece irrecuperable: «Si no podemos reinstaurar toda la ensefianza oficial en Cristo, evitemos, al menos, los avances de la impiedad» *, En todos estos proyectos —pues la mayor parte de las iniciativas liberales se limité a ser mero proyecto—, que unas veces muestran una intencién claramente seculatizadora, pero que, en otras, tratando de evitar vanas polémicas, omitcn toda referencia al asunto teligioso, la Iglesia y los medios catélicos reaccionan tempranamente a través de la palabra de la jerarquia © por medio de los 6rganos catdlicos de expresién escrita. En ellos se muestra una clara oposicién a cuanto signifique modificar el orden consti- tuido en la ensefianza y su estrecha vinculacién con la Religion catdlica. Seguira luego una larga discusion y una agria polémica acetca de las finalidades, intenciones y objetivos que, expresos 0 disimulados, la Iglesia atribuye a los proyectos liberales; junto a esto, la acusacién de actuar presionados por «minorias sectarias», en clara referencia a la Institucion Libre de Ensefianza, pero también a la minoria republicana y a la masoneria. Y tras las palabras, la accién: una accién enérgica con el intento, segin los casos, de boicotear las iniciativas o de conseguir la mayoria —catélica— a la hora de una posible toma de decisiones; accion que sera respondida por las fuerzas politicas liberales, pero, sobre todo, de los grupos politicos a la izquierda del partido liberal. Asi, entre la «pinza» creada por la intransigencia y el caracter restrictivo de los catélicos, por una parte, y por el maximalismo secularizador de las izquierdas radicales, por otra, el Gobicrno liberal acabara por cancelar algunos proyectos o por reducit la carga secularizadora de otros. De este modo, el proceso secularizador cede sobre todo ante la oposicién de la 11 Universo, 1 de octubre de 1911 % Ibid., id. 154 dad Contemporiinea Iglesia y de los grupos catélicos, quienes lograrin mantener ¢l «modelo educativo tradicional», al menos desde un punto de vista juridico y formal, y esto, a pesar del triunfo de algunas reformas inspiradas fundamentalmente por la Institucién Libre de Ensefianza. Dos intentos ditigidos a la reforma de la ensefianza pueden servirnos como punto de referencia para comprender la actitud de la Iglesia catolica ante supuestas o reales medidas secularizadoras: en el primero, la convo- catoria de la «Asamblea General de Ensefianza y Educacién», la Iglesia invita a los catdlicos a participar masivamente pata que las proyectadas reformas sc realicen «en catdlico»; en el segundo, el proyecto de Romanones de modificacién de la obligatoriedad de la ensefianza del Catecismo en las escuelas, la actitud de los catélicos actuaré como temprana voz de alarma que magnificara el alcance secularizador del mismo. En ambos casos se puede hablar del triunfo de la reaccién catélica y de un fracaso de los proyectos secularizadores del Gobierno liberal. a) La Asamblea General de Exnseftanza y Educacién El Gobierno liberal, quizas para huir de la acusacion de «clandestinidad» en sus propuestas legisladoras sobre educacién, desea convocar a cuantos organismos y personas estén interesados en el problema de la ensefianza. Por eso convoca una Asamblea publica, con el objeto de recoger la mayor suma de aspiraciones nacionales; y, para ello, «nada mas adecuado como la razonable contradiccién y nada tan digno de ser oido como el dictamen independiente formulado en el supremo desinterés de la ciencia, sin las ligadutas de ninguna conveniencia oficial» ¥. Esta Asamblea, «general y «abierta a todos», pretende, por tanto, huir de todo partidismo y de toda postura premeditada y convertirse en una consulta hecha a todas las representaciones de la educacién nacional, de manera que el Gobierno, en contacto con la vida real y huyendo de toda tentacién burocratica, pudiera actuar luego con objetividad e imparcialidad en la aplicacién de sus conclusiones. En estos términos se expresaba el Decreto de convocatoria. Ante esta «llamada oficial», los medios catélicos piensan de inmediato que lo que esta en juego, en el fondo, es la gran reforma de la ensefianza, varias voces prometida por los liberales, y que lo que se pretende es poner las bases de una futura Ley de Instruccién Pablica. Por eso, enseguida prejuzgan que esta convocatoria, aunque abierta a todos, es una cuestion de fuerzas —las izquierdas laicas contra las derechas catélicas— y se aprestan a participar en la Asamblea mostrando el «podem de los catdlicos: si lo que busca el Ministerio de Instruccién Pablica es informaci6n para elaborar leyes o para emprender reformas, dicen, la encontraré en quiencs son «mas y mejores», los catdlicos: «seremos los mas porque la mayoria del Profe- sotado oficial en todos los érdenes, clases y grados, es catolica, y en catdlico > Guceta de Madrid, 22 de septiembre de 1910, p.830. C1. Mentalidad cristiana y pensamiento pedagipico de la Iglesia en Espaita 155 informaran y darn sus votos. Y por lo que toca a la ensefianza privada, géquién como los catélicos podra prestar mas valiosos elementos?» *, Esto hace que se sitien a la expectativa y que estén atentos a cualquier resquicio secularizador o al menor asomo de expresi6n arreligiosa en los planteamientos de la Asamblea. Y ello hace, asimismo, que su respuesta, condicionada tan solo por el factor religioso, no sca una respuesta pedagégica, como se pedia a todos, sino una respuesta confesional. En efecto, el tema religioso es omitido del Cuestionario previo a la Asamblea. Y esto basta para que los animos catélicos se lancen al ataque. La jerarquia y los organismos docentes de caracter confesional catdlico expresan no s6lo cual es su opinién al respecto, sino que incluso «ordenan» e «imponen» los puntos fundamentales que han de asegurar el caracter catélico de la futura legislacion. Asi, la «Asociacion Benéfica de la Ensefianza Catédlica», organi- zacion fuertemente conservadora, asume un papel determinante, y como respuesta a ciertos puntos del Cuestionario, se pronuncia de maneta con- tundente sobre lo que ha de hacer y no ha de hacer el Estado. He aqui sus propuestas: «1.° El Estado espafiol debe prohibit, como lo dispone la ley funda- mental del reino, toda escuela no catdlica. 2. Como consecuencia de esta disposicién y del articulo 2.° del Con- cordato, debe el Gobierno apoyar eficazmente a los Obispos para que impidan la circulacion de malos libros y su adopcion como textos de ensefianza. 32° El Estado debe conceder libertad académica a la Iglesia sin sujecion a centros oficiales docentes, como lo ofrece el art. 12 de la Constitucion y exige la institucién divina de la Iglesia. 4° La instruccién en las Universidades, Colegios, Seminarios y Escuelas publicas o privadas de cualquier clase debe ser en todo conforme a la Religibn catdlica, que es la religion del Estado, y éste debe autorizar y dar medios a los Obispos para que pucdan velar cficazmente sobre cl cumpli- miento de esta prescripcién concordada» *. Ante la fuerte reaccién catdlica y ante la avalancha de asambleistas inscritos (unos 5.700, de los cuales 4.000 eran catolicos) se aplaz6 la Asamblea. En marzo de 1911 el ministro Amés Salvador la transformé en una «interrogacién escrita», y, finalmente, aplaza sine die su celebracibn. Mas tarde, en mayo del mismo ajio, el ministro convierte la Asamblea en una «reflexion parcial y corporativan, en la que se cambia la intervencién y los votos individuales por la participacion corporativa de organismos e institu- ciones. Pues bien, lo cierto es que la Asamblea no se celebré. Y su fracaso fue interpretado por los medios catdlicos como un triunfo de las fuerzas confesionales frente a los intentos secularizadores. Para la Revista Calasancia, por ejemplo, la Asamblea no fracas6 por intentar una renovacién del plan “EL Universo, 6 de septicmbre de 1910. a 35 En Baletin Oficial Ficlesidstica del Arzobispado de Toledo (1911), p.476. 156 Edad Contemporénea de estudios: su fracaso se debié a la fuerte oposicién catélica ante una trama urdida con el fin de instaurar, «en una especie de plebiscito popular, la secularizacién de la ensefianza®. De igual modo, otros érganos de expresién catélicos ponen de relieve la causa del fracaso: E/ Debate afirma que quienes pretendian «introducit la escuela laica oficial» se han encontrado con la reaccion de la Espafia catolica, que rechaza todo cuanto atente «contra sus divinas esencias» *". b) El Real Decreto sobre el Catecismo en las escuelas El otro hecho se refiere al intento de Romanones de modificar la obligatoriedad de la ensefianza del Catecismo en las escuelas de ensefianza prtimaria, urgido por la necesidad —o la conveniencia, al menos— de respetar la libertad de conciencia de los padres de familia no catélicos. Mas que el alcance de la medida en si misma, lo importante es el caracter de signo en que se convittieron tanto el Catecismo como, sobre todo, la escuela ptimaria, Ultimo reducto, segun las izquierdas, del poder eclesiastico en la ensefianza nacional. En efecto, cuando Romanones anuncia el proyecto de modificacién de la obligatoriedad de la ensefianza del Catecismo, secularizadores y catdlicos tomaran como algo propio dicho proyecto: las fuerzas situadas a la izquierda de los liberales, por considerarlo como un paso significativo, aunque insu- ficiente, en el empefio de acometer una obra de mayor envergadura, la secularizacion total de la escuela publica; ésta seria la «obra mayor que los laicistas piensan que ha de realizarse no «desde arriba», desde la Gaceta —pues las revoluciones «desde arriba» son «radicalmente efimeras—, sino «desde abajo»: da cuestién de la escuela neutra deberia ser un principio de propaganda popular, en vez de aspiratr a ser un asunto inmediatamente gacetable», afirma L. Araquistain *; los catélicos y la Iglesia, por su parte, por entender que el proyecto, ademas de ser una cuesti6n inoportuna, es el comienzo de un mal mayor, es un primer paso en el camino de la laicizacion de la ensefianza. Asi lo entienden los obispos, la prensa, los juristas y los polemistas catélicos, lanzados a una guerra de manifestaciones, conferencias, escritos dirigidos a la autoridad competente e intentos de movilizacion de las masas populares con el objeto de manifestar su radical oposicién a lo que consideran como un atentado laicista a la ensefianza nacional. Para el cardenal Almaraz, Arzobispo de Sevilla, dejar «en libertad Ja asignatura del Catecismo y de la Religin, significa, sin atenuaciones de ningin género, que se pretende ir preparando el laicismo en todos los 6rdenes de la vida nacional, y, como consecuencia necesaria, la pérdida de la fe catélica, que es el bien mas excelente para el individuo y la mayor gtandeza para la prospetidad moral y material de los pueblos». 38 Revista Calasancia (1913), 1, p.100. * El Debate, 13 de agosto de 1911. 38 L. Araguisram, «La Iglesia y la escuela», en E/ Liberal, 18 de abril de 1913, ® Gaeta de Madnd, 15 de septiembre de 1911, p.712. G1. Mentalidad cristiana y pensamiento pedagigico de la Iglesia en Expata 157 La oposicién episcopal, mayoritariamente referida a la pérdida del ca- racter catdlico de la ensefianza patria, tiene, sin embargo, otros acentos; asi, para el Obispo de Gerona, esta medida es una especie de revancha para realizar desde la Gavefa lo que no pudo hacer desde la opinion publica: «Son muchos los que han creido que el Gobierno se adelantaba a hacer lo que no ha podido preparar y desenvolver en el fracasado Congreso de Educacién Popular que el mes finado deberia reunirse en Madrid» ®. Lo cierto es que las exigencias maximalistas de las izquierdas y la radical oposicién, en sentido testrictivo, de la Iglesia suscitaron una vana polémica verbal mas que un debate pablico clarificador, que motivé una soluciin de compromiso por parte del Gobierno: se expres6 en términos juridicos (Real Decreto de 25 de abril de 1913) lo que era ya costumbre en la practica: obligatoriedad de la ensefianza del Catecismo en las escuelas primarias, aunque con posible exencién para los hijos de padres no catélicos. 7. A partir de 1913 Después de 1913 la cuestién religiosa cede paso en la vida politica espafiola a otros problemas nacionales (regionalismos, guerra de Africa, agitacion social...) 0 internacionales, especialmente la | Guerra Mundial. Al mismo tiempo, al degenerar el sistema de alternancia en el gobierno de liberales y conservadores, los problemas relacionados con la religion y con la ensefianza pierden también la virulencia que tuvieron en afios anteriores. En este sentido, el acceso al poder del conservadurismo con E, Dato supone el regreso de posturas politicas proximas a la extrema derecha, y el cambio de cartera de Instruccién Pablica —Bergamin es sustituido por EK, Bullon— significa, entre otras cosas, la «recuperacion» del orden tradi- cional «bendecido y celebrado» por la Iglesia. Algunas medidas que tepre- sentan esta «recupetacién» son ciertas reformas educativas de Dato (1914) para contrarrestar la presencia de la Institucién Libre de Ensefianza en la Escuela Superior del Magisterio, el recuerdo de la obligacién de que el Crucifijo se sitae en un lugar visible y preferente de las escuelas o la eleccién del P. Ruiz Amado como miembro del Consejo de Instruccion Publica, ya en 1921 y en el altimo gobierno de A. Maura. No obstante esto, la Iglesia, que celebra las medidas tendentes a la recupetacion del «orden catdlico», sigue manifestando una clara hostilidad a ciertos hechos heredados de la situacion anterior. Reacia a la aceptacién de la Institucion Libre, critica en estos afios alguna de sus obras significativas, como la creacién del Instituto-Escuela (1918) 0 las actividades Mevadas a cabo por la Junta de Ampliacién de Estudios, no siempre del agrado de la Iglesia. Afios mas tarde, el advenimiento de la Dictadura de Primo de Rivera en 1923 significaré una vuelta aiin més estricta a los presupuestos catdlicos xposicién del Obispo de Gerona al Presidente del Consejo de Ministros», en E/ Debate, 5 de marzo de 1913. 158 Edad Contempordnea en la vida politica; en efecto, aunque quede en suspenso la Constitucién de 1876, el nuevo gobierno se declara favorable a la recuperacion de los valores tradicionales de la sociedad espafiola: la religion catdlica volverd a ser afianzada como «religion del Estado», lo que facilitara un periodo de recuperacion religiosa y de tranquilidad para la ensefianza «atdlica y en catdlico», De todos modos, la Iglesia sigue alerta a las posibles situaciones que pudieran suponer cualquier minima concesién secularizadora en las reformas pedagdgicas y se mostrara inflexible en sus reivindicaciones confesionales. Por ejemplo, en el Primer Congreso Nacional de Educacion Catdlica, celebrado como una muestra de la prosperidad y del avance de la educacion de la Iglesia, se Mega a suscitar, en la seccién «Educacion religiosay, esta propuesta: «1° El Congreso afirma el sagtado derecho del nifio a la educacién teligiosa y el deber que tienen de darsela los padres, y, por consiguiente, los maestros, los cuales en Espafia estan obligados ademas a ello por las leyes vigentes con las cuales son incompatibles los maestros no catdlicos y las escuelas laicas, publicas 0 privadas» ". Este periodo de calma secularizadora sera brutalmente sacudido por el advenimiento de la Segunda Repablica. Los gobiernos republicanos, espe- cialmente durante el primer bienio, tienden a generar un clima anticlerical y sectario, favorecedor de objetivos claramente secularizadores y de corte netamente laicista; de éstos, los principales eran: la desaparicién de las Congregaciones religiosas docentes y la instauracién de un laicismo belige- rante en la ensefianza publica. En efecto, el articulo 26 de la Constitucion republicana reduce a la Iglesia catélica a una asociacién mas, decide la disolucion de la Compafiia de Jess y establece el sometimiento de las demas Congregaciones a una futura ley especial —la «Ley de Confesiones y Congregaciones Religiosas», de 1933— que impedira a los religiosos ejercer como tales la ensefianza y que amenazara con la sustitucion total de aquéllos por la ensefianza laica estatal. La Republica quetia acabar con el poder docente de la Iglesia por haber sido colaboradora de un régimen capitalista y burgués y por haber ejercido una «dictadura clerical» y un «injusto y abusivo dominio de las conciencias». Por lo que se refiere a la ensefianza publica, los republicanos, decididos a ganar «a batalla de las conciencias», promueven la escuela sinica_y Jaica pata todos los espafioles. La Republica queria asi cerrar y culminar, de manera brusca y autoritaria, un proceso secularizador que no habia podido cristalizar a lo largo de las décadas precedentes. La reaccion de la Iglesia catdlica a estos acontecimientos es rapida y decidida. Lo hace a través de una durisima condena a la Constitucién republicana («Pastoral colectiva», del 1 de enero de 1932) y de tres docu- mentos que se opondran a la «Ley de Congregaciones»: en el primero de éstos (junio de 1933) se denuncia cl «laicismo agresivo» y se juzga la ley "Primer Congreso Nacional de Educacién Catélica (Tipografia de la «Revista de Archivos», 1925). C1. Mentalidad cristiana y pensamiento pedagieico de la Iglesia en Expaia 159 como «notoriamente injustay y «de todo punto recusable por su desviacién del derecho contemporaneo. Nada, ni el mas obstinado sectarismo, justifica la radical y fulminante exclusion de la funcién docente que se acaba de promulgar contra las Congregaciones religiosas... Las razones invocadas pata tan violenta e injusta prohibicion vuélvense contra sus ptomotores» ”. El segundo, la enciclica de Pio XI Dilectissima nobis, califica la ley como de «una nueva y mas grave ofensa no solo a la religion y a la Iglesia, sino también a los decantados principios de la sociedad civil, sobre los cuales declara basarse el nuevo régimen espafiob; el tercero es una pastoral del Cardenal Primado, doctor Goma, en la que invita no s6lo a respetar a la autoridad, sino a discernir la «mala voluntady de quienes gobiernan: «a mala voluntad y la mala ley que de ella procede es lo que debemos rechazar». Pero, a pesar de los intentos republicanos y de la dura reaccién ecle- sidstica, la sustitucién de las Congregaciones religiosas docentes no lego a tealizarse. Los religiosos, de forma privada y como simples ciudadanos, siguicron manteniendo sus centros docentes. La «Federacion de Amigos de la Ensefianza» (FAE) agrupé a muchos religiosos docentes y defendié sus derechos y legitimos intereses. Esta politica netamente laicista y anticatdlica, caracteristica del primer bienio republicano, cede ante el triunfo de las derechas en 1933, cuyos gobiernos se oponen a las medidas laicistas e imponen una rectificacibn de la politica religiosa de los gobiernos anteriores; en efecto, se suspende la aplicacion de leyes sectarias, aunque no se logra derogarlas, «ni siquicra la Ley de Congregaciones Religiosas». Después del periodo dominado por el «Frente Populam, el conflicto religioso se engloba en otro de mayor envetgadura y significacion: Espaiia se sumerge cn una larga y cruenta guerra civil. 8. Reflexiones finales 1. La radical oposicion de Ja Iglesia espafiola a los hechos significativos del proceso secularizador de la ensefianza es un hecho que guarda coherencia estricta con el pensar y el sentir de la Iglesia catélica de Roma: recuérdese que es el Vaticano quien publica el Syllabus y la enciclica Pascendi: no es, por tanto, un hecho exclusivo del catolicismo espafiol. 2. La oposicién catdlica a la secularizacion de la ensefianza, manifestada en forma de rechazo afectivo y de condena mas o menos racional, fue sin embargo mas aguda en Espafia potque se producia en una sociedad que no habia vivido la confrontacién con la secularidad como la habian vivido, tiempo atras, otras sociedades europeas y porque las propuestas seculatiza- doras y secularistas se enfrentaban a un antagonista, la Iglesia, que seguia manteniendo la identidad inseparable entre lo catélico y lo espafiol. El intento de desvincular lo uno y lo otro producia un desgarto no facilmente ® WDeclaracién colectiva del Episcopado Espafiob, en El Debate, 3 de junio de 1933. 8 °T, Garcia Recipor, 0.c., pat, a ; 160 Edad Contemporinea tolerable ni soportable. Este desgarro, inevitable por otra parte, es mis comprensible si cabe cuando se produce en la ensefianza, ambito en el que la identidad entre lo espafiol y lo catélico constituia para la Iglesia el valor més preciado y la caracteristica mas genuina de la educacién. 3. Por otra parte, la Iglesia muestra una actitud defensiva particularmente consistente, se trate de la defensa de su propia identidad educadora (escuelas de la Iglesia o «Escuelas congregacionistas») 0 de la educacién espafiola en general. En este sentido, no puede negarse que la reaccion defensiva fue una actitud coherente y justa, pues en ella cifraba la Iglesia, en cierto modo, su supervivencia como fuerza educadora. Por eso, la defensa continua que la Iglesia hace del «modelo catélicon de la ensefianza en Espajia era también la expresin de un grito de libertad y de autodefensa. Si el ataque era virulento, como lo fue en ocasiones, la defensa debia ser tenaz, aunque el ejercicio de esa defensa se convirtiera en una «respuesta airada». 4. Pero es necesario subrayar también que, en la defensa de su propio modelo y en la condena de todo intento secularizador, la Iglesia muestra una actitud ambivalente: se da, como decimos, una legitima defensa de la unién entre Religion catélica y ensefianza, pero se produce una cierta confusion respecto a ese modelo cuando se quiere aplicar a la ensefianza publica el modelo de la «ensefianza catdélica». Se defiende una ensefianza no desvinculada de lo religioso —como opcién ideal y como tradicion y compromiso historicos—, pero se produce asimismo una absolutizacion de esta opcidn: la Iglesia no da ninguna posibilidad, no establece ninguna concesién —aunque la intransigencia pri- mera diera luego paso a cierta tolerancia— a las opciones educativas separadas de lo religioso catélico. Asi, la Iglesia se encierra en un circulo vicioso que conduce sencillamente a la negacién de Ia posibilidad misma de secularizar la ensefianza. 5. Puede parecernos extrafio el empecinamiento de la Iglesia en sus dos actitudes correlativas: la defensa de lo propio y la condena de lo ajeno. Puede patecernos sorprendente que no «oyera» las voces de los otros justamente por ser voces no religiosas, venidas desde fuera de ella misma. E incluso puede parecernos llamativo cémo se interpretan siempre del mismo modo las ideas y los proyectos hacia uma educacién acorde, al menos para algunas minorias, con la modernidad. Y es que a la dificultad inherente a cualquier generacién para comprender en plenitud la novedad de los fenémenos de su tiempo se afiade, en el caso de la Iglesia, la incapacidad para atisbar minimamente el sentido y Ja orientacién de algunos fendmenos sociales, culturales y educativos. ‘Tal era la situacién en que vivia la Iglesia, anclada en un rigido dogmatismo y en una vision politica de la realidad que era propia de otras épocas. Quizas el «pecado» de la Iglesia consistid en no comprender los ele- mentos positivos de una sccularizacién que pretendia renovar la ensefianza, porque no habia asumido el lenguaje en que los secularizadores vertian sus propias exigencias, Mas que error de interpretacion, que también se dio, Cl. Mentalidad cristiana y pensamiento pedagigico de la lelesia en Espata 161 gno fue acaso lo mas grave csa imposibilidad de comprensién de los términos mismos del lenguaje secularizador? Cabe decir en descargo de la Iglesia que Espafia no vivia aun los modelos culturales secularizadores ya plenamente vigentes en Europa. Cabe igualmente manifestar que la mayoria del pueblo ni percibia ni sentia la necesidad de reformas educativas dirigidas a una mayor afirmacién de lo secular —lo civil, lo politico—- frente a lo eclesiastico y lo religioso. Pero lo que parece inexcusable es que a esas alturas del siglo xx la Iglesia, mas que intentar encontrar la posible verdad de tales reformas, actuara por inercia, por miedo o por una vencible ignorancia. 6. La Iglesia, por otra parte, acentua su énfasis en la argumentacion antisccularizadora a partir de la degislacion confesional», favorecedora y garante, al menos formalmente, del modelo de ensefianza inspirado por Ia fe religiosa y catdlica. sta apelacién al «argumento juridico», repetida hasta la saciedad y empleada como argumentacién central en toda la polémica secularizadora, encierra una enotme debilidad. «Y eso, porque, con frecuen- cia, el “argumento juridico” era justamente el nudo del problema, el punto ctiticado y puesto en cuestién por los partidarios de la secularizacin, los cuales percibian la inadecuacién entre leyes 0 normas que obedecian a circunstancias sociorrcligiosas y politicas nacidas en tiempos distanciados entre si y que por ello se contradecian en cierto modo, o que no eran adecuadas a la realidad social, educativa y religiosa del momento». 7. Finalmente hay que subrayar que también aqui, en la secularizacion de la ensefianza, se produce la lucha entre las llamadas «dos Espafias», y entre las «dos escuelas» derivadas de esas dos tealidades nacionales antago- nicas. En la propuesta fervorosa de la secularizacion y en el ataque agresivo a la misma se contraponen dos concepciones radicalmente diferentes acerca de la sociedad, del hombre y de la educacién. Y ademas parecen irreductibles porque «cada una se empefia en ver sdlo cl lado positivo de lo que defiende y el lado negativo de lo que combate». Los secularizadores condenaran el autoritarismo y la cerrazon de sus adversarios; la Iglesia, por su parte, s6lo vera en las propuestas secularizadoras unos clementos destructores y tendentes a la desnaturalizacion de la ensefianza nacional. El proceso secularizador se convierte asi en una «vana polémica verbal», en lugar de haber propiciado un debate riguroso y profundo acerca de la necesaria modernizacién, es decir, secularizacion, de la vida espafiola en una de sus manifestaciones mas necesitadas de modernidad: la ensefianza. 4 °T, Garcia Recior, o.<., p.387. 45 T. Garcia ReGibor, 0.€., p.389. IV. LA POLEMICA ENTRE CIENCIA, RAZON Y FE: SUS REPERCUSIONES EN LA EDUCACION Pot PEDRO M.* GiL LARRANAGA Posiblemente una de las mejores referencias para comprender este tema se encuentre en el proceso sugerido por estas cifras: en 1803, 94 por 100; en 1841, 91 por 100; en 1860, 81 por 100, y en 1899, 70 por 100. Es la tasa del analfabetismo en Espafia a lo largo del siglo xix. Del 94 al 70 por 100: impresionante !, Estas cifras nos dicen, por ejemplo, que todavia no hace un siglo sélo tres de cada diez espafioles sabian leer y escribir. Y que cien afios antes no se Ilcgaba ni a uno: estadisticamente hablando estabamos, pucs, ante un pais analfabeto. En tal contexto suena al menos sarcastico preguntarse por nada relativo a la cultura, la ciencia, la religion, la fe Utilizando los términos con precisin, en tal contexto no puede hablarse de ninguna polémica entre ciencia, razon y fe; ni de ninguna consecuencia de tal polémica sobre la educacin. A menos que aceptemos la indignidad de confundir los debates entre grupos de intelectuales con los reales intereses © situacion del pais. Sencillamente: en tal contexto social, las palabras —ciencia, razon, fe..— significan algo muy distinto de lo que parece. Son casi mas apariencia que realidad. Es nuestra hipotesis, propuesta de partida en esta reflexion: La polémica razén-ciencia-religién-fe-escuela, por encima de su propio episodio, se comprende como funcién de otro proceso més amplio, propio de una sociedad en cambio hacia la Modernidad, que la envuelve y da sentido. Creemos que ayuda a entender lo ocurrido entre 1812 y 1970. I, EL CONTEXTO; SINTOMA DEL ACCESO A LA MODERNIDAD Nos equivocariamos si pretendi¢ramos proyectar sobre el XIX espafiol nuestros conceptos de Fe y de Cultura, como categorias sociales. Aquella sociedad no era para nada «culta» y tal vez era muy poco cristiana (por desgracia hay veces en que se puede set catdlico y sin embargo no cristiano). 1 Estas ciftas y cuantas recordemos en las paginas siguientes estén resefiadas en estas tres obras fundamentales: Educacién en Ideologia on la Espana contemporinea, 1767-1975 (Labor, Barcelona 1980), de Manuri. pe Purties Benitez; Historia de la Iglesia en Esspaita, vol.V (BAC, Madrid 1979), dirigido por Vicenrs Cancet Orr, y Breve Historia de Espaia (Alianza, Madrid 1994), de F. Garcia pe Corrazar y J. M. GonzAtez Vesca. Las tres, excelentes referencias: dlaras, fundamentadas, con visién dé faturo y facil lectura, y amplia’ bibliografia. C1. Mentalidad cristiana y pensamiento pedagigico de la Ielesia en Fispata 163 Sus portavoces necesariamente debian hablar, pues, mas por si mismos que por Ja fuerza que les viniera de su pertenencia a una comunidad. En caso contrario, sus palabras tendrian el mismo alcance que profundidad la vivencia de su pueblo. La polémica, que si existio y tavo sus momentos criticos a lo largo de siglo y medio, se establecié en un scctor limitadisimo de la poblaci6n que logicamente casi siempre debia participar en ella a titulo individual. Se traté de grupos de ciudadanos mas eruditos que cultos, es decir, mas especialistas que miembros de una comunidad culta; y, desde luego, mas como filésofos de la religién o de la politica que como creyentes 0 no creyentes. En realidad, bajo las tensiones de nuestro titulo habia, por lo menos, otros tres problemas mayores. Y éstos si que afectaban a toda la comunidad. La polémica ciencia-fe y educacion era su sintoma. La polémica sonaba con referencias a la Iglesia, a los derechos sobre Ja educaci6n, a la libertad humana, a la neutralidad de la ciencia, a la administracion de los servicios sociales, a Roma y a cada didcesis, a las Congtegaciones religiosas de ensefianza, a critica del catolicismo... Ahora bien, cuando caemos en la cuenta de estos otros factores, subterraneos y que hablan de una sociedad en cambio, vemos el significado de esos conceptos, comprendemos entonces que los ambitos de la cultura y de la religion son siempre funcién de la totalidad de los hechos sociales. Por eso los tres factores que comentamos a continuacién son el contexto —y algo mas que el contexto, como se vera— de nuestro tema. Un modelo nuevo de Estado Ante todo, la polémica razon-fe y escuela es sintoma de los traumas, dificultades y aciertos de las personas y las instituciones que tratan de llegar a establecer un Estado moderno. El acceso del Estado espafiol a la modernidad es el verdadero motor de cuanto ocurre en estos dos siglos Ultimos de nuestra historia: todo expresa el esfuetzo por comprender y realizar institucionalmente una es- tructuracion nueva de la sociedad y ante toda la tradicién recibida. Por eso casi todas las tensiones entre cultura y religidn en este petiodo expresan no una comprensién moderna 0 madura de ambos temas, sino la oposicién o la incomprensién entre los modos y los motivos de admi- nistrat la sociedad y sus sistemas de referencia. Por uno y otro lado, son casi sicmpre reaccionarias. La «reaccién» se establece entre las distintas comprensiones de la funcién que lo racional-burgués habia de desempefiar en el nuevo orden social. Y, correlativamente, entre las definiciones de la religién (0 de la tradicién catdlica) que se derivaran de ellas. En cada caso, la propia percepcion se teafirma como distancia respecto del otro: en relacién no positiva con él, por lo tanto. Valga un ejemplo, conocidisimo: el veintenio desamortizador, entre Men- bal y Madoz, 1835-1855. 164 Exdad Contemporiinea Fueron algo mas de veinte afios (¢l proceso en realidad habia empezado al poco de las Cortes de Cadiz) de reforma agraria, econémica y social. Por eso el intento de redefinicién de los recursos territoriales —la «des- amortizacién»— expresa sin duda alguna la confluencia de un modo nuevo de comprender la funcién social de la Iglesia y de otro igualmente nuevo de tedefinir la politica econémica entre lo administrativo, lo agricola y lo industrial. Asi se comprende, por cierto, el resultado del proceso: su éxito eco- nomico y su fracaso social, al derivar de unos propietarios a otros, siempre latifundistas; con el consiguiente incremento en la rentabilidad de la tierra, pero la nula promocién de los rurales y sobre todo el mantenimiento de su incapacidad para pensar el campo, ante los tiempos que vendrian cin- cuenta afios después. Sin embargo, la desamortizacién era mas un problema historico que econémico. Por eso, tras veinte o veinticinco afios se habia construido mucho mas presente que futuro. Y tal vez sdlo para unos pocos. En ese contexto, la actitud de la sociedad y de la Iglesia espafiolas ante los religiosos o ante las instituciones eclesidsticas en si mismas era mucho menos importante de lo que hoy nos puede parecer cuando oimos sus palabras sin este contexto. Qué significa «Espafia» El problema, de todos modos, se agudiz6 porque en su interior se estaba desarrollando otro, gravisimo y perteneciente a otro orden de reali- dades: la definicién del término «Espafian: cqué habia de ser cl nuevo Estado, a qué dedicarse, de qué vivir, c6mo pensar, c6mo expresarse, en qué creer y esperar, donde vivir... El proceso de la redefinicion de Espafia no puede minusvalorarse ni esquivarse al estudiar nada de lo ocurrido en estos doscientos afios. Y su proximidad al estudio es todavia mayor cuando andan de por medio las rclaciones entre la ciencia y la fe, es decir, la razon y lo cristiano. Porque en la definicién recibida contaba, parte integrante y principal, la condicién catolica. Eran dos temas, distintos pero dificilmente separables: no tenerlo en cuenta Ilevaria al caos... Los dias de las revoluciones del xvii supusieron para los espafioles mas despiertos un gigantesco aldabonazo en la conciencia. Hasta ese mo- mento habian vivido indiferenciadamente su ser espafioles y catélicos. Era una sintesis incuestionable, beligerante, integral. A partit de entonces, cuando lo cristiano se sienta interpelado por la tazén o los movimientos liberales, el problema, junto con toda la constelacién de novedades modernas, no apatecera solamente en los ambitos de la religin, sino que afectara a la entrafia nacional. Podemos verlo, por ejemplo, en el proceso del carlismo, entre 1833 y 1876. Es indiscutible su componente religiosa, entre el tradicionalismo C1. Mentalidad cristiana y pensantiento pedagigico de la Iglesia en Fispata 165 catdlico y el nuevo comunitarismo, desde luego. Pero a su lado encontramos una cuestion de politica nacional, de identidad reaccionaria o esperanzada ante las nuevas sociedades, que venia de muy atras. Asi, en lo que respecta al tema de nuestro interés, no sera inocente el distinto trato recibido por las desamortizaciones en territorio carlista y en territorio liberal. En un caso encontraremos viva la tutela o el control de la Iglesia local; en el otro, la emancipacién o profesionalizaci6n ideologicas del quehacer educativo. Ahora bien, gde qué se trata en cada caso: de la escucla o de la sociedad; de lo cristiano o de lo politico? El tema, pues, de la raz6n, la ciencia, la fe y la educacién es mucho mas que un problema de politica administrativa. Es el problema de la identidad nacional. Pot eso nos parece tan desaforado, irresoluble, sangriento incluso. Y la ciencia y la fe, desde luego Por debajo de todo aparece el tema en si mismo: qué significan, en las sociedades de la modernidad, la raz6n y la fe, la ciencia y la religion, y c6mo vivir en consecuencia la tradicién catélica. En medio, la institucion de la educacion, su mejor catalizador. Por la funcién que siempre representa lo teligioso en el ambito de Ia cultura (la animacién del conjunto desde la referencia al Mas All4), enten- demos la gravedad del tema sobre todo a lo largo del xix. Habia sido ya notable en el siglo anterior, pero alli el tema se planteaba sobre todo en el ambito del pensamniento, mientras que en el xx llegaba por fin a la realidad social, Como siempre, también ante las nuevas con- diciones del mundo se necesitaba vivir la referencia a lo inmediato (los saberes, la ciencia, las técnicas, lo politico) y la de lo altimo (el sentido, el Mistertio, los Gltimos porqués). Pero ahora debia vivirse en un contexto nuevo, cuando el mundo estaba pasando a marchas forzadas de la economia y las sociedades de 1a subsistencia, al equilibrio del comercio mundial, la naciente sociedad de servicios. No era flaco el recto para todos los respon- sables de la sociedad. Todo dependeria de comprender 0 no la novedad historica que estaban viviendo. Desgraciadamente, en estos ciento cincuenta afios, entre la guetta de la Independencia y el Vaticano II, el problema de las relaciones entre la ciencia y la fe expresaba el casi imposible dilogo entre dos ambitos de la vida. A lo largo de siglo y medio, por ignorar la historia, relativizadora y humanizadora a la vez, ambos elementos del problema casi nunca llegaron a comprenderse en una formulaci6n comin. Era demasiado dificil asumir que novedad histérica y tradicién no estaban necesariamente refiidas. El catolicismo hipostasiaba referencias cronologicas de diecinueve siglos atris. Se mostraba casi incapaz de comprender que su verdad trascendia referencias a las que cstaba ligado, pero que, por lo demas, eran al menos discutibles. No. podia, como tampoco podian por esos mismos dias las 166 Edad Contemporinea iglesias protestantes, interpretar la teologia de la Encarnacién en un enfoque que situaba el encuentro con Dios mas alla y a la vez en el coraz6n de momentos histéricos determinados y limitantes. Pot eso toda novedad debia setle rechazable. Ocurtia lo mismo con el mundo de la raz6n o de los nuevos liberalismos. En este caso, por la via de la absolutizacién de lo nuevo. Su emblema, en el coraz6n del x1x, es el dogmatismo de Comte: todo lo anterior era barbarie, ingenua pero barbatie. Era el talante de aquellos nuevos ciudadanos, disolvedores de toda tradicion en la mecanica de un positivismo sin tiempo. Absolutizaban su comprensi6n, puntual, de su presente. Para cllos cuanto fuera asumir algo tradicional, establecido o vivido siglos atras, era parale- lamente insoportable. Ignorando su vacio, afiadian sin embargo un acento moral hetedado del pensamiento ilustrado francés del siglo anterior. En pleno siglo x1x, cuando ya estaba definiéndose claramente el contradictorio futuro de la cultura burguesa y su ética acufiada cien afios antes, los progresistas espa- fioles pretendian completar sus propuestas con aqucl mismo subrayado. Como la historia mostratia muy pronto, fue un subtayado infecundo, socialmente negativo: aporté orden a la sociedad, pero no sentido 0 espe- tanza ante el nucvo futuro. Unos y otros, en realidad, hablaban de y desde una filosofia de la religion o de la ciencia mas que desde lo cristiano y lo cientifico. Era un debate tipicamente idealista, es decir, entre conceptos mas etéreos que vivos, como se vio al ir desapareciendo de la polémica todo componente tedrico, quedando sélo el sociolégico o institucional. Desde ahi la aportacién de esta polémica en si misma al futuro de la sociedad espafiola no podia ser muy grande. Hay que reconocetlo. En cambio, debia ser enorme la influencia de los procesos sociales en la comprensi6n de la religion y la ciencia. Fue mucho mayor cl alcance de las instituciones en las ideas que viceversa. Eta légico en aquella sociedad. Si ahora, en medio, establecemos la realidad mindscula de las institu- ciones educativas, comprenderemos lo desorbitado de los problemas y lo inalcanzable de sus soluciones. Porque la educacion, a la vez que servia de exponente para todos los anteriores niveles del problema, no les aportaba un banco de experimentacién suficientemente amplio, contrastado, con garantia mas alla de las improvisaciones y los personalismos. Qué otra cosa podia esperarse, en 1899, cuando el Informe Picabea sefialaba la situacion citada del analfabetismo en nuestro pais (sélo un 28 por 100 de la poblacién total sabe leer y escribir)? gSe puede hablar de «educacién» en un pais que entre 1900 y 1923 conoce 53 ministros de Instruccién Publica (el Ministerio se ha creado, con Garcia Alix, en 1900)? Qué es lo que «influye» en ella: las ideas 0 la miseria? Cuando la situacin fuera cambiando a partir de la Dictadura, las cosas serian distintas. Entonces se veria como el poderoso madurar de las insti- tuciones educativas habia de ser quien contribuyera a la remodelacién de aquellos principios. C.l. Montalidad cristiana y pensamiento pedagigico de la Iglesia en Espata 167 Il. LA ANECDOTA HISTORICA: SUS MOMENTOS MAS SIGNIFICATIVOS Pero es hora de recordar los momentos clave de nuestro tema. Nos excusaremos en su narracién de muchisimos detalles que incumben a la cronica general de los hechos educativos, expuestos pormenorizadamente en otros lugares de este volumen. Los expresamos aqui dandoles un valor sobre todo simbélico, referencial, a modo de sintomas 0 catalizadores de las grandes fases del proceso. Un nuevo mapa social Un primer tiempo en nuestra polémica es el transcurrido entre las Cortes de Cadiz y el Plan Pidal, de 1845. Desde el punto de vista de la educacion, el momento de las Cortes de Cadiz tiene su expresién adecuada en el Informe Quintana (1814). Ahora bien, a tal informe y a tal petiodo sigue otro mas largo de silencio, de opresién incluso, que durara hasta la muerte del rey, en 1833. En medio, el paréntesis del trienio 1820-23, revolucionario, que es precisamente donde se pretender retomar la orientacion de Quintana. Se comprende inmediatamente en qué mundo estamos. Mas alla de la conciencia de sus protagonistas, se trata de asumir 0 rechazar el significado de la Revolucion francesa y de la administracién liberal-racional de la sociedad. En medio estn las pocas instituciones de la animacién de aquella sociedad y las personas y sus ideas respecto del paso de ambos siglos. Y —no lo olvidemos— aquella cifra del noventa y pico de analfabetismo. Por decirlo escuetamente: si en el trienio revolucionario se establecen —-sin participacion de la jerarquia catélica— reformas en el clero y en los regulares, tratando de racionalizar su funcién y sin detenerse en abundantes supresiones de lo establecido, a la vez se subraya y se acepta la funcién por ejemplo de los escolapios, a quienes no va a afectar ni ésta ni la reforma de Mendiz4bal a partir de 1835. Por eso, cuando el rey consiga restablecer el absolutismo, entre 1823 y 1833, entregara el cometido de la educacién a la Iglesia, en una logica mas aparente que real. No lo hace, en efecto, porque entienda que el tema compete a la Iglesia, sino sencillamente porque no tiene ni maestros ni presupuesto. Que sera el mismo proceder de los desamortizadores a partir de 1835: animar a los exclaustrados a encargarse de tales funciones, como hicieron. La sociedad espafiola del momento, el pueblo Ilano, distingue perfecta- mente entre la necesidad social y los disfraces del poder, aunque tales disfraces tomen las formas de todas las polémicas doctrinales. Por eso, desde Pidal hasta Moyano, en lo que respecta a nuestro tema, asistimos a un tiempo de posibilismo, de aceptacion de todos los recursos disponibles. A veces, pata ello hay que establecer legislaciones casi contradictorias, es verdad, y el hecho subraya cuanto venimos diciendo. Asi vuelve a ocurrir, 168 Bidad Contemporinea por ejemplo, entre la desamortizacién de Madoz (1855) —que afecta también «a las propiedades de establecimientos y corporaciones de beneficencia y de instruccién publica»— y la ley misma de Moyano, dos afios después, que acepta y estimula [a iniciativa eclesiastica en la educacion. En el fondo esta primera mitad de siglo, en lo que respecta a nuestro tema, ¢s como un mismo camino, pero de dos pasos sdlo aparentemente diferentes: los primeros veinte afios, marcados por las tensiones entre revolucionarios utdpicos y restauracionistas desmesurados; y los siguientes, en los que el proceso se orienta hacia un notable realismo social en cuanto a la educaci6n se refiere. Pero era un pais empobrecido, sin demasiados recursos propios en cuanto a orientacion social se refiere. Y el posibilismo deberia levar a la frustracién. Por eso el equilibrio se rompe en los ultimos afios de Isabel IT y da lugar a un periodo (desde 1864 hasta la Restauracién y la Constitucin de 1876) probablemente prototipico en cuanto a nuestro tema. Un momento, glorioso, de inflexidn en la historia El conflicto estall6 entre 1864 y 1865. Se dio en ellos la coincidencia entre la reglamentacion antiliberal para la Universidad y la publicacién del Syllabus. Una mezcla explosiva, como suele decitse. De hecho, al cabo de tres afios estallaria en la Revolucion. Y también en este caso es facil comptender la situacién recordando un solo nombre: Castelar. Castelar salta furioso ante la reglamentaciOn restrictiva de la libertad de catedra y enseguida se ve apoyado por la presentacién del liberalismo que el Papa hace en el Syllabus. Para él son evidentemente una misma cosa la intransigencia de la Iglesia y el anquilosamiento del Estado. Es la misma postura que comparticron los intelectuales del grupo afin al krausismo, desde la vertiente intelectual, y los generales del 68, desde lo politico. Pues bien: ese mismo Castelar, una generacién después, cuando aparezca la Rerum novarum, reprochara decepcionado a la Iglesia que con su com- prensién de lo social trate de volver a tiempos medievales... gEn qué acertaba Castelar: en su comprensién de lo cristiano 0 en la del liberalismo ante la industrializacion? ¢O tal vez en ninguna de las dos, salvo en su voluntad de autonomia y aceptacién de los tiempos nuevos? Qué significaban, entonces, sus palabras? Probablemente esto nos ayude a comprendet cl sentido del otro gran protagonista de nuestra polémica en aquellos dias: el krausismo. Se presentd ante la sociedad como la via media entre la tradicién cristiana y la intran- sigencia clerical, y se estructuré con una comprensién mds 0 menos espi- ritualista-panteista de lo religioso. Pronto, para 1878, se orientaba hacia lo educativo institucional y establecia la Institucion Libre de Ensefianza. Pues bien: ¢quedaba algo de aquel krausismo en la ILE, veinte afios después, cuando se sentaban las bases de la Residencia de Estudiantes?; éno habia ocupado su lugar un humanismo pedagégico, leno de sentido C1. Mentalidad cristiana y pensamiento pedagigico de la Iglesia en Espatta 169 comin, organizado y eficaz, siempre fuera de Ja administracion del Estado? Qué habia bajo la comprensién progresista de aquel decenio revolucionario, cuando se permitian a la vez proclamar la maxima libertad de instituir gestos educativos y la prohibian a las instituciones eclesidsticas? *. Y sin embargo, veinte o treinta afios después, entre 1900 y 1910, volvemos a encontrarnos con los mismos temas. Mimetismo y violencia Se diria que nuestro pueblo era incapaz de distinguir entre el proceso de la modernizacion del Estado y sus relaciones con la Iglesia. Por eso, cuando quiere protestar contra la falta de movilidad de las instituciones sociales, increpa a la Iglesia como la aliada constante del Poder inmovilista. Complementariamente, asistimos pasmados a su reflejo en la Iglesia: cuando se pretende hablar de fidelidad al Evangelio se acaba casi siempre en la fidelidad a la tradicién catdlica nacional. Es el sentido profundo de los acontecimientos de 1910, en torno a la llamada Ley del Candado, nuevo momento de Ja polémica referida *. Ante la necesidad urgentisima de educacion de nuestro pueblo, tal como la habian gritado los regeneracionistas, y ante los acontecimientos de la vecina Francia, en Espafia se impone clarificar la presencia de las institu- ciones de Iglesia en la educacion. Parece que, en lineas generales, sus centros son mas lugar de la reaccién que del progreso y por lo mismo se necesita revisar el principio de las leyes anteriores segtn las cuales las asociaciones legales pueden establecer centros educativos. Una vez mas, el problema se formula en términos doctrinales: si la educacién, libre y moderna, laica y nacional, es 0 no compatible con un credo teligioso. La respuesta va por lo institucional: lo sera si la escuela se ajusta a los imperativos legales y académicos. Por lo tanto hay que inscribitse y oficializar la propia institucién y su «ideation. En decenios anteriores, herencia del Concordato de 1851, tenian exis- tencia legal Patles, Oratorianos y «otra de las instituciones aprobadas por la Santa Sede». Como puede imaginarse, esa wotra de las aprobadas» tenia muchos tostros, en interpretaciones legales a veces muy pintorescas (segun vinieran de posturas a favor o en contra). Por eso, y mas ante la inquietud social del momento, debe hacerse una clarificacion. Es el reto que quiere resolver Canalejas. Su formula es aprobar todas las instituciones existentes y prohibir por dos afios la instalacién de nuevas. 2 Ciertamente quedaba muy poco de la literatura generosa pero pseudoespiritual de, por ejemplo, los Estudios Filosificas y Religiosos que Francisco Giner publicd en 1876 (Lib. Francisco de Géngora, Madrid): véanse, en concreto, su dependencia casi servil al traducir textos de autores alemanes expresando lo que él queria expresar o la pequeficz de sus comentarios laudatorio-criticos a autores de no muy grande seriedad historica (p.217.341, en especial). ¥ Documentada, detalladisima y tal vez no tan conocida, acerca de este momento se hace imprescindiblé la obra de T. Garcia Rrcipor, La Polémica sobre ta seoularizacién de la enwhanza en Lispaita, 1902-1914 (Fund. SM, Madrid 1985). 170 Edad Contemporinea Es dificil comprender, ante esta ley, la reaccién de las gentes de Iglesia: ¢como se podia estar en contra, rechazar como persecutoria, una propuesta legal que asumia todo lo anterior mas alla de todas las limitaciones y de hecho no suponia grandes trabas (casi todas las instituciones ya estaban presentes en el Estado espafiol)? Mas comprensible, en cambio, la reaccién por el otro lado. Sobre todo cuando se estaba viviendo un periodo tan dramatico como el de la Semana Tragica. Debio de tratarse de una profunda frustracion social en los medios liberales o «progresistas», que nosotros entendemos un poco mejor a la luz de la provisionalidad de la estructura del Estado en lo que respecta a la educaci6n. Sencillamente: el Estado no podia hacer otra cosa que aceptar situaciones, por ilegales y atrabiliarias que parccicran desde el punto de vista de la politica moderna (entre las cuales no serla la menor la dejacién legal en cuanto a los titulos y a la preparacién de los docentes religiosos: disparate en cuyo seno podemos imaginar «nuevos» comentarios sobre el valor educador de la fe, sobre la ciencia y la razon... Claro que esto suponia dejar pendiente una grave cuestion social. Generosidad y sectarismo Tras el paréntesis de la Dictadura, el tema volvid con la maxima virulencia, Y esta vez adoptaria su formulacion definitiva: ciencia y fe no son compatibles, como no lo son creer en este mundo y a la vez que es sdlo ja antesala de otro. No podia vivirse la entrega a la ciencia y al conocimiento de este mundo mientras se creyera que todo era la apariencia de la verdadera realidad, cs decir, algo que no podia tomarse muy en serio como cosa provisional que era. Es el argumento de siempre: si la fe religiosa (la fe catolica, para aquella sociedad) hace profesion de renunciar a este mundo, no puede pretenderse valida para educar a los hijos de este mundo. Argumento implacable. Peto condicionado en su primera premisa: ges verdaderamente esto lo que profesa toda fe religiosa y en concreto el catolicismo que habia animado la historia de Espafia? Desgraciadamente, ni unos ni otros pudieron plantear el tema en estos términos. Estaban todos demasiado atados a las urgencias sociales. A pesar de los ingentes esfuerzos de la Dictadura y de la Republica, el déficit de escuelas era todavia enorme; y mucho mas el de maestros vocacionados, profesionales y bien remunerados. Estaban igualmente obligados por sus ptejuicios tanto politicos como teolégicos. Asi, por ejemplo, no podemos olvidar ni la torpeza de la Divini ilius Magisivi al rechazar la coeducacién ni la de sus comentaristas alabando tal postura. En su lugar, una vez mas, acudieron todos al terreno de lo institucional, es decir, al de las estructuras sociales, que resultan de las ideas y las fecundan. La polémica se convirtié en polémica de personas, de escuclas, de grupos sociales. Sin solucién, una vez mas. G1. Mentalidad cristiana y pensamiento pedagigico de la Iglesia em Expata 171 Por eso, ni los primeros planes de la republica de izquierdas quisieron apurat su aplicacién, ni los del bienio derechista cambiaron nada del anterior en educacion. Los dias del Frente Popular ya debian ser otra cosa. Ocurtié que, una vez mas, la palabra sonaba de un modo y los intereses reales de otro. Ciento cincuenta afios después Todavia después de tantisima sangre hubo quien rcincidié en las mismas. Como en 1931, cuando los obispos espafioles citaban el Syllabus a propdsito de la voluntad totalitarista de la Repiblica, pasada la guerra civil aquel talante se hacia mas oficial que comun, Era, de nuevo, la misetia social, la comunidad sin estructuras. Y en ese contexto, como los historiadores muestran, ni nuestro pais ni ningun otro de Europa estaba para otra cosa que para el trabajo mas austero que inteligente, mas sacrificado que ilustrado. Estado e Iglesia se tepartieron incumbencias, compartieron aparicncias y engafios, se absolvieron mutuamente de olvidos y pecados, y pretendieron por un decenio ignorar cuanto la historia les habia ensefiado. Por un momento patecié que podia resucitarse el fantasma de cierto escolasticismo y del peor totalitarismo en el pensamiento. Pero no durd. Porque ahora los pucblos caminaban ya a titmos mundiales internacionales, y nadie podria en adelante imaginar feudos de pensamiento al margen de los signos de los tiempos. Por eso, tras escandalos mas para la galetia que para Ja conciencia, el horizonte cambio hacia 1953, con Ruiz-Giménez. A partir de esa fecha se abrié un petiodo que culminaria veinte afios después, con el nuevo régimen. En su interior tuvo lugar, por fin, el principio de una sintonia entre ciencia y fe. En honor a la verdad, hay que reconocer que fue el lado de la religion, el de la Iglesia espafiola, quien avanz6 antes, dando incluso lugar al medio en que todos los demas conceptos sociales fructificarian hacia adelante. Fue protagonista destacado. Peto no por sus méritos, sino sobre todo porque la sociedad, por fin, habia cambiado o estaba a punto de haccrlo. Asi fue incorporando el nuevo talante de la «teologia de las realidades terrenas», como se la llamé por entonces. Y comenz6 a mirar la vida y la historia como el lugar de la manifestacién historica de la Gnica salvacion de Jests. Ahora todo podia ser distinto. Y lo seria tras el Vaticano Il, ya en cl ultimo umbral de nuestra historia, mas alla de los limites de nuestro comentario. 172 Edad Contemporinea Il. UNA SOCIEDAD MODERNA; LA VERDADERA POLEMICA CIENCIA-FE Cuesta mucho superar este umbral. De hecho, una y otra vez se ha dado y retirado ese paso en nuestros mismos dias, con rebrotes de restau- racionismo y de anticlericalismo. Se comprende. Porque la verdadera polé- mica entre la ciencia, la raz6n, la fe y las instituciones educativas, en la Espafia de 1800 a 1970, es la polémica por reconstruir una de las impres- cindibles mediaciones de lo humano: la estructuracién social. Nada menos. La relacién ciencia-fe que los anteriores siglos habian conocido en Espajia le habia proporcionado un modo especifico de articular la convi- vencia. Era, a la vez, fruto suyo y su condicion de vida, efecto y garantia. Desde mediados del xvi, sin embargo, las mejores conciencias del pais percibian que se necesitaba otro sistema y que cl conocido se habia degenerado hasta niveles insoportables. Su disefio fue la gran esperanza de las Cortes de Cadiz. Aquellos diputados no fueron ni los Gnicos ni los primeros en preten- derlo, es verdad. Su empefio, sin embargo, cs todo un simbolo de aquella pretension y de su contexto y sus posibilidades reales. Por eso es bueno recordar su infinita esperanza, en una ciudad sitiada o al menos aislada. Exptesaban con la configuracién de aquella ciudad la ausencia de lo que haria posible su intento: un pais, una sociedad, frente a los que s6lo tenian ideas. Esta es la verdadera polémica ciencia-fe o tazon-religion en la Espafia moderna. Ninguna de esas palabras en si misma es importante. Lo impor- tante es que su redefinicién se acomete en un pais destruido, pobre, inculto, que va a vivir sus proximos cien afios a merced de los intereses interna- cionales europeos. Por eso debia estallar la polémica: porque cualquier formulacién debia parecer excesiva, superior a lo posible, violenta. Y ya estaba el pais bien acostumbrado y escarmentado de todas las violencias. Porque también esto hay que reconocerlo: por encima de la miseria espiritual y cultural de Espafia, la imbecilidad y la codicia de los hombres tejid a lo largo de por lo menos ochenta afios del XIX el sangriento manto de Ja guerra. Primero, contra y a favor del invasor francés; después, contra y a favor de las poderosas minorias independentistas al otto lado del océano; después, en la peninsula misma, civil; con arrestos para hacerla atravesar el estrecho; todavia, en el Caribe y en Filipinas... Hn aquella Espafia debia ser muy dificil escuchar. Si a este ambiente violento le sumamos la inexistencia de grupos 0 sobte todo de cultura empresarial, es decir, la falta de un talante social de iniciativa y progreso econdmico, encontraremos confirmado y comprendido el tremendo déficit de la Espafia moderna. La sociedad no maduraba, no se dotaba de sistemas de comunicacién de ideas, se fragmentaba y se aislaba en gestos reaccionarios: el subrayado en la economia agricola, el mimetismo selectivo y la certazon en el pensamiento respecto de Europa, la compren- G1. Mentalidad cristiana y pensamiento pedagigico de la Iglesia en Pspata 173 sion de lo cristiano en términos de poder y derecho, el protagonismo militar, la incomprension de las nuevas telaciones con América... La ausencia de una estructura social capaz de afrontar la modernidad nos hace asi entender otra, fundamental en nuestra polémica: propiamente hablando, no hay clase media, Espafia, a lo largo del xx y los primeros decenios del xx, carece del grupo y el espiritu sociales que precisamente estaban siendo el motor de la modernidad. Por eso, a merced de la voluntad de poder de los grupos tradicionales o recién Hegados, siempre muy pocos; y a merced de la voluntad reivindicativa de los mas, desposeidos y casi sin horizonte, las nuevas ideas debian enfrentarse, sin lugar de encuentro. Solo a finales del x1x y principios del xx brotan destellos de su establecimiento. Pero habra que esperar todavia cincuenta afios para poder decir que en Espafia las hay: su presencia sera decisiva a la hora del comienzo de la terciarizacion de nuestra economia, a partir de 1960. Entre tanto, la sociedad espafiola habra debido subsanar otro de sus gravisimos fallos estructurales: porque correlativamente a las clases burguesas, faltan también las populates, un pueblo Mano que sea algo mas que asalariado impotente. La situacion habia de explotar entre 1900 y 1940, sumiendo nuestra tierra en bafios de sangre. Otra vez «polémica», imposibilidad de encuentros. No es tampoco inocente para nuestro tema recordar que los grupos populares destinatarios de muchos gestos educativos eran solamente bancos de trabajo, no parte de la sociedad. No hace falta mucho para imaginar como las instituciones educativas —hasta los dias de Primo de Rivera— no pudicron aportar a su pais otra cosa que el reflejo de semejante miseria estructural, Fueron mas de cien afios de voluntarismos estériles, infecundos, sin otro resultado que la per- petuacién de lo conocido. Se comprende asi uno de los factores principales de la polémica: el radicalismo anticlerical. Porque en semejante sociedad, cuando ademas de miseria abundaban quienes defendian Ja vuelta hacia atras y la perpetuacion de la jerarquizacién conocida, por fuerza debia surgir el disparate de con- fundir lo clerical, la injusticia social, el poder, la ignorancia... y lo cristiano. Hoy nos espanta tanto el porcentaje del territorio en manos cclesiasticas como el de las teligiosas y religiosos en el conjunto del catolicismo espafiol al comienzo del xix. Nos resulta igualmente escandaloso percibir que bajo tantos movimientos conservadores y como objetivo de diversas polémicas estuviera precisamente el restablecimiento del orden econdmico-social de los tiempos anteriores. No podemos ignorar, en ese sentido, el papel que la Iglesia espafiola adjudicaba a su presencia en la educacién: no se limitaba a velar por la fidelidad al mensaje cristiano, sino que lo entendia como garantia o emblema del mantenimiento de un orden social anterior, tradicional, cristiano, Por eso los obispos insistieron tanto en la presencia de lo cristiano cn las instituciones educativas y a la vez hicieron tan poco por ellas. Hs verdad que a lo largo del x1X y los primeros dias del xx casi nadie en la sociedad entendia que el hecho educative —por cjemplo— estuviera 174 Edad Contemporinea en este mundo para transformarlo. De la escuela se esperaba en general que preparara a los nifios a vivir la vida de sus mayores, no a cambiarla. Politicos, empresarios, sindicalistas, creyentes, pensadores: casi todos ellos, entre nosotros y en otros lugarcs de Europa, lo vivian asi. Y no se puede ocultar. Lo absurdo —a juicio de cristiano— es que a nuestra Iglesia le costara tanto sacudirse de encima semejante visibn, sobre todo habida cuenta del sinfin de gestos creyentes de servicio a los pobres, en la beneficencia en general y cn las nacientes escuelas en particular. El hecho es que, siendo los cristianos los grandes servidores de los pobres, recibieron de su sociedad el rechazo de amparadores y amparados en el poder. La Iglesia (o las iglesias o las religiones en general) ha sido siempre victima casi complaciente de un prejuicio: debia estar de acucrdo con las clases medias, con los grupos acomodadbs y dirigentes de la sociedad. Por eso, més allé de su relacién predominante con las clases populares, ha contado siempre la imagen que su sociedad tenia de su ministetio. Y esa imagen le aptoximaba mas a los acomodados que a los pobres, cuando la realidad era (atenciOn: y es) justamente la contraria. El hecho es que nuestra Iglesia vivia una gran distancia entre el pen- samiento oficial, entre los modos sociales y culturales acostumbrados, entre la funcién social de los clétigos.., por un lado, y entre la realidad del servicio a la novedad de los tiempos, por otro. Se comprende asi que ni Manjon ni Poveda fueran representativos del sentir de «la Iglesia» espafiola entre 1880 y 1936, aunque hoy se nos Ilene a todos la boca recordandoles mientras con nuestros juicios hacemos con otros tal vez lo mismo que su Iglesia con ellos. Por debajo de todo estaban el Syllabus y cl Modernismo, no podemos olvidarlo, dos momentos de subrayado doctrinal esencialista y de menos- precio de la historia. En ese contexto global debia carecer de todo eco la palabra de Leon XIII invitando a mirar la historia de otto modo. (Lo mismo le habia de ocurrir en Francia, como sabemos, lugar de mayores insistencias para él.) En el caso espajfiol, el S#abus coincidid con una década especialmente triste, tensa, esperanzada y frustrada. Como hemos recordado, el Syllabus llega a Espafia en diciembre de 1864, cuando hacia unos pocos meses que el ministro de Fomento, Alcala Galiano, habia lanzado un decreto-ley recordando a los profesores universitarios su obligacion de fidelidad a la fe catolica, a la Reina y a la Constitucion. Hoy vemos claramente que en el SyMabus habia una indebida mezcla de antiestatalismo y antiliberalismo. A nuestros ojos se abre hoy la duda de si cl Papa pretendia condenar uno u otro (o ambos, desde luego, como se penso entonces). El hecho es que el documento se recibié como un atentado a dos de los pilares de la modernidad del xix: el Estado consti- tucional y el liberalismo politico. En Espafia, por aquellos dias, se estaba consumando el teinado de Isabel II. A remolque, una vez mas, de los vaivenes politicos y financieros europeos, aquellos afios Ievaron a la Revolucién del 68, a la monarquia G1. Mentalidad cristiana y pensamiento pedagigico de la Ielesia en Espata 175 artificial de Amadeo de Aosta, al estallido de una nueva guerra catlista en el 72 y a la proclamacién de la Republica en el 73. Es dificil ponerlo peor. Por eso tiene toda su légica, como hemos recordado mas artiba, que en esos mismos dias aparezca en toda su fuerza el movimiento krausista, de amplias consecuencias en la historia de las instituciones educativas en Espafia. Y también en este caso puede ser bastante, ademas del recuerdo del contexto, el del origen catdlico de todos los integrantes del primer circulo krausista. Aquellos hombres —Sanz del Rio, Giner, Castro, etc— no tenian otra salida. Unieron su profesion de libertad de catedra a la de conciencia, y al no poder encontrar un camino sereno en el catolicismo, debieron subrayar la estética moralizante del filosofo aleman, como orientacion mas adecuada al momento. En el seno de este periodo, curiosamente, se habian dado las propuestas mas radicalmente liberadoras y utOpicas que ninguna sociedad moderna se haya nunca atrevido a proponer. Son las de la Gloriosa, en el 68, y las de la Republica, en el 73. Representan el maximo reconocimiento de la libertad de ensefianza, detrayendo al Estado la mision de gestionarla y reconociendo a todo ciudadano el derecho a establecer instituciones educativas en las que, ante todo, el pensamiento sea libre... Ninguno de estos plantecamientos Ilegd a vivir un afio. Ocurrid como en los dias de la Revolucién francesa: el mejor plan educativo era inviable porque no habia ni personas ni dincro para sostener la educacién. La estructura social, como se ve. Por eso la herencia de aquel liberalismo-krau- sismo universitario debia ir a parar a instituciones educativas no dirigidas por el Estado, y en las que se dicran las condiciones a priori para su funcionamiento. El resto, en adelante, a partir de la Restauraci6n, seria el triunfo de lo posible. Y la polémica seguiria, porque era demasiado amplio todavia el campo de la necesidad en una sociedad carente de «cultura» social. IV. EL TRASFONDO: IDEALISMO Y ADMINISTRACION EDUCATIVA Y, sin embargo, los esfuerzos por remediarlo habian sido largos, repe- tidos, incluso generasos. Claro que en Ia realidad educativa de nuestro pueblo habia —y hay— que distinguir entre los principios y la estructuracion de lo diario, Que una cosa cs la historia de las ideas y otra la de las instituciones escolares. Kn la estructuracién de las instituciones educativas espafiolas de estas épocas hay tres fases o sectores. Y, contrariamente a lo que pudicra parecernos hoy, no son fases sucesivas 0 sectores en contacto. Caer en la cuenta de cllo ayuda mucho a entender el sentido real de la polémica en cuestion. Kin cl sistema educative estaba, como buque insignia, bandera, lugar de referencia ideoldgica, la Universidad. Hs verdad que su nivel cientifico dejaba mucho que desear, situacion que, con excepciones, ha de reconocerse hasta

You might also like