Stephenie Meyer; la mujer que ha dado rienda suelta a mi imaginación, me ha ilusionado con un amor excitante y peligroso, ha pintado mis noches de Edwards alados y me ha hecho dejar de creer en el amor. Esta historia es creada sin ánimo de lucro, con el único -y primordial- objetivo de entretener a todo aquél que desee leer una más de mis locuras.
N/A: Bueno, una vez más vengo a traerles un nuevo y
alocado fic. Esta idea surgió mientras escuchaba una canción de Nikki Clan que, en lo personal, me parece muy buena. No sé cómo diablos terminé metida en esta situación, y eso es algo excelente, porque no tengo un plan perfecto que llevar y puedo hacer lo que quiera sin que mi subconsciente se moleste xD.
No sé que tipo de aclaraciones deba hacer, sólo que este es
un AU, es decir universo alterno. Todos son humanos, cero vampiros, lo siento chicas. Es un EdwardxBella obviamente y aun no sé cuántos capítulos tendrá. Espero que todo esto salga bien.
Muchas gracias por todo el apoyo que me dan, deseo de todo
corazón que les guste esta nueva invención y que no pierdan su tiempo al pasar a leerla. Un beso a todas las chicas, quienes siempre me han brindado su apoyo y atención y un caluroso abrazo a todas aquellas personitas que se toman unos minutos para leer lo que escribo y dejar sus R&R. Sin más, pasemos al fic. Pero antes, el Summary completo…
Summary: Nuestros labios se rozaron infinidad de veces
durante aquél tiempo que estuvimos juntos, sus brazos envolvieron mi cuerpo muchas más. Pero de pronto, todo el calor desapareció. Nuestros destinos habían decidido separarse, con la esperanza de volver a juntarse dentro de poco; una promesa que no podría ser cumplida. Uno de nosotros se había olvidado de ella, y difícilmente podría mantenerse en pie de esa forma…ExB AU. AH.
Amor de Verano
Prefacio.
Mi mente divagaba sobre lo acontecido semanas atrás,
semanas que parecían meses e incluso años. Sentía mi corazón oprimirse con cada recuerdo que traía consigo mi memoria, quería olvidarme de todo de una buena vez y volver a ser como solía serlo. Pero eso era algo imposible y estaba segura de ello.
El verano había terminado de forma veloz, rompiendo todas
aquellas bonitas ilusiones que albergaba en lo más profundo de mí ser. Si, había sido estúpida por creer ciegamente en una persona que conocía de tan poco tiempo, pero así sucede cuando dejas que tus sentimientos guíen cada paso que das, y dejas de analizar detenidamente cada opción. Y de pronto, juré escuchar su voz pronunciar mi nombre una vez más, y mis ojos intentaron buscar a esa persona, pero no vieron nada. Mi corazón se rompió de nuevo ante la vaga esperanza ahora perdida, ¿por qué me empeñaba tanto en lastimarme a mi misma al pensar en…Él? Me resultaba imposible pronunciar su nombre sin que las lágrimas se agolparan en mis ojos rogando por deslizarse por mis mejillas y golpear sobre la almohada o las últimas cartas recibidas de su parte un mes antes.
Yo le seguía amando, pero estaba segura que me había
olvidado por completo o había encontrado a una persona mejor que pudiera darle lo que realmente se merecía, y no a una niña como lo sigo siendo. Y deseaba que fuera feliz, pero ¿a qué precio? ¿A costa de mi propia felicidad? Y a pesar de saber que quizás esta era mi única oportunidad de amar a alguien con locura, estaba dispuesta a abandonarlo todo para que él alcanzara el sueño que una vez creí que compartíamos.
¿Cómo un chico tan simpático, alegre, divertido, inteligente y
apuesto, podría enamorarse de una tonta niña sin figura, dinero o estilo? No lo sabía, y tampoco deseaba saberlo. Sería la puñalada final, la que acabaría con todo, dejándome morir lentamente y sumergida en el dolor.
Las hojas secas crujían bajo mis pies, mientras el sol
comenzaba a ocultarse y yo seguía caminando por el parque, consciente de la hora que era, pero sin deseos de regresar a casa y saber que no había nada por hacer o cartas por leer. ¿Qué diablos pasaba conmigo? Antes del verano todo estaba perfectamente equilibrado en mi vida, tenía a mis dos mejores amigas y mis dos mejores amigos, muchos compañeros con los que simpatizaba y a mis padres conviviendo conmigo amorosamente. Y de un momento para otro, la balanza se inclinó para el lado que Él había decidido ocupar en mi corazón y en mi vida. Y no lograba hacer que ese equilibrio volviera, porque una parte de mí no estaba presente.
No sé cuánto tiempo más estuve pensando en Él y en los
recuerdos de nuestro verano juntos, pero cuando me puse de pie -ya que me había sentado sobre el césped, bajo un árbol- el alumbrado público comenzaba a encenderse y las primeras estrellas brillaron en el cielo nocturno, dejándome saber que era hora de regresar.
La gente pasaba a mi lado sin mirarme, prestando atención a
sus cosas solamente, mientras yo me sumergía en interminables memorias que deseaba enterrar en el olvido, pero que a la vez deseaba conservar hasta el fin de mis días. Y en ese momento, juraría haber visto su figura moverse entre la gente, agité la cabeza de un lado a otro y me fijé de nuevo, pero no había nadie semejante a Él entre el resto.
Seguí caminando, con la mirada clavada en el suelo, rumbo a
casa. Mientras intentaba cruzar una calle siempre transitada, y que ahora se encontraba misteriosamente desocupada, escuché a alguien llamarme entre gritos. Y no estaba equivocada, mi nombre se repitió una, dos, tres veces y no pude evitar detenerme a mitad de la calle y girar mi cuerpo para ver quién intentaba captar mi atención con tanta desesperación. Y ahí fue cuando lo vi, era Él. Su rostro seguía siendo tan hermoso como lo recordaba, y sus ojos verdes resplandecían bajo la luz de la luna, provocando que mi corazón saltara de gusto. Estaba sorprendida y feliz a la vez, no esperaba verlo en mucho tiempo, y realmente me alegraba de haberme encontrado en su camino aunque fuera una última vez.
“Cuidado”, lo escuché pronunciar con tono preocupado, pero
yo seguía tan embobada que no fui consciente de lo que ocurría a mí alrededor, hasta que fue demasiado tarde. El sonido de un coche acercándose comenzó a llenar mis sentidos, y dos grandes luces cegaron mi visión, sabía que no estaba soñando…escuchaba a la gente gritar con alarma, pero no era capaz de moverme. Mis sentidos captaban todo en cámara lenta, y una voz sobresalía entre el resto.
Nadie pudo evitar el impacto, y lo último que escuché fui mi
libro golpear contra el asfalto antes que la oscuridad se apoderara de mí, para sumergirme en sus aguas y no dejarme volver a la superficie.