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Rafael Félix Mora Ramírez

Problemas Pedagógicos en la EAP de


Filosofía: Metodologías Educativas
Inadecuadas

“No nos corresponde a


nosotros mismos evaluarnos o
decir lo que somos; sino a las
nuevas generaciones de
profesores y estudiantes.”

LADISLAO CUELLAR

Resumen:
El autor de este ensayo evalúa críticamente la forma de enseñanza
de ciertos profesores actuales de la E. A. P. de Filosofía de Facultad
de Letras y Ciencias Humanas de la Universidad Nacional Mayor de
San Marcos. Se busca justificar el rechazo de sus métodos
atendiendo a la necesidad de un gran cambio en lo que a la
orientación de las actitudes filosóficas del alumnado concierne. La
idea principal es que el plan de estudios solo alienta y motiva
ciertos tipos de actitudes filosóficas que impone al alumnado (por
ejemplo: lo histórico, poético, religioso, memorístico) y en cambio,
frustra, niega u olvida otras (por ejemplo, lo científico, lógico,
metodológico, creativo). Lo que se busca es plantear el diálogo
acerca de este tema desde una perspectiva muy respetuosa sin
caer en barbaridades o salvajismo.

Palabras clave:
Anarquismo epistemológico, criollismo, manipulación, dominación,
subjetividad, confusión, hermenéutica, diálogo, manifiesto

1. Introducción.
Hace tiempo encontré un texto sobre las dos vertientes del filosofar
latinoamericano y en el mismo encontré la frase que figura como
epígrafe de este trabajo. “No nos corresponde a nosotros mismos
evaluarnos o decir lo que somos; sino a las nuevas generaciones de
profesores y estudiantes.” ¿Qué significa eso? Siendo un profesor de

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nuestra misma escuela el autor del libro en cuestión, lo que la frase
significaba es que a él no le corresponde evaluar a su misma plana
docente en la que él mismo está incluido, sino que más bien esa es una
tarea de los profesores y estudiantes de otras generaciones. Los más
nuevos tienen que evaluar a los más viejos. Esa es una especie de
reivindicación Gonzalespradiana de lo nuevo sobre lo viejo. (Y por pura
ironía nomas fijémonos de quien viene) Ahora bien, con esta frase yo
pretendo tener licencia para criticar a los profesores que me parecen
enseñan mal, no saben educar, que repelen a los demás, que cierran sus
puertas egocéntricamente a sus alumnos para supuestamente
inculcarles buenas costumbres. Es hora de rechazar esto pero con
argumentos lógicamente válidos. Lo que se busca es hablar exponiendo
los argumentos científicos lo más sofisticadamente posible.
Filosofar es algo muy digno y da mucho placer oír palabras sensatas
acerca de cualquier tema, si es que se procede con método.
Consideremos lo que consideremos acerca de la naturaleza o definición
de la filosofía no debe quedar duda de que quienes ingresan a esa
carrera tienen una gran joroba que llevan en sus espaldas y que está
cargada de ideologías alienadas. Lo ideal de la filosofía es consolidar la
libertad sea donde fuera que sea. No es solo un arte ni siempre se trata
de una ciencia, pero la filosofía aunque dejada de lado últimamente
tiene altísima valía y un poder que podría descontrolar al que no sabe
manejarlo si es que se quiere ser de verdad y con toda entrega un
filósofo 100% evolucionado.

La filosofía tiene que ver con el razonamiento. Filosofar no es besar,


alagar, endiosar, embelesar, seducir, enamorar, preparar para el coito.
Es más bien algo relacionado con los placeres intelectuales, no es tan
intenso como la impresión causada por la explosión de nuestros mocos
vitales pero al menos nos deja la tranquilidad, nos procura algo de
reposo, de pausa, de meditación, reflexión, reconsideración. Y en tanto
nos da equilibrio no es necesario abusar de ella, porque el exceso del
filosofar, nunca lo olvidemos, deriva en locura o, lo que es peor, soberbia
de creerse lo máximo. Algo en lo que algunos ya han caído.

Entonces, la filosofía se vincula con el cultivo de las virtudes, no con la


repetición, memorización o admiración personal del docente de facto.
Eso no tiene nada que ver. En el mejor de los casos diría que sólo es una
manera de expresarse, una especie de diplomacia de las ideas. En esta
visión personal de la actual orientación de la filosofía influyen mucho los
profesores. Por cierto que sí existen profesores ejemplares, aunque
como la buena lúcuma en tiempos de sequía, escasean. Algunos son
muy instructores en los primeros años de aprendizaje. Ellos recomiendan
asiduamente que nos preocupemos por hablar bien. Esto no solo es un
buen consejo político, también es una condición sin la cual no es posible
entablar diálogo alguno. Es menester esclarecer los términos

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elementales con la mayor cantidad de argumentos de calidad adecuada.
Ellos son los primeros con los cuales se tiene una conversación de
altura, académica, justa, necesaria, ejemplar. Cada vez que vemos a un
buen profesor debería nacer en nosotros inmediatamente la necesidad
de preguntarle, de interrogarle, de decirle lo que pensamos. Él mismo
nos va a dar su opinión, su teoría. Si es un profesor consciente del
proceso de formación del alumno, debe decir cosas sin agredir,
minimizar, ridiculizar, someter, dominar o repeler las ideas del
estudiante. En cierta manera, este ensayo es el resultado de
microdiálogos si bien no con todos, con varios de los profesores de la
EAP actual.

En realidad, el profesor universitario está condenado a ser esclavo de los


alumnos. Ellos pueden recurrir a él para cualquier interrogante o
problema que tengan con el entendimiento de algún tema. En cambio,
los profesores tan solo deben dar su servicio en la medida de sus
posibilidades. Los docentes no deberían buscar obtener cosas a cambio
de mantener tal o cual relación con los alumnos, sea amistad o algo
más. Hay que hacer el Bien sin mirar a quien. Todo se basa en tener
buena voluntad á la Kant para hacer lo correcto y cumplir con el deber.
Desafortunadamente, existen casos de relaciones explícitas de amoríos
entre docentes y alumnos(as) pero suponemos que ello es un evento
suscitado fuera de las aulas. (sin embargo, puede haber otras
interpretaciones mucho más malévolas aún) Una cuestión interesante
en este último punto es necesario recalcar. Propongo que se reflexione
en la situación de una pareja de novios tales que uno de ellos es un
alumno y el otro una profesora. ¿No es graciosa la idea de que tendrían
que estar ocultando su amor para no verse envueltos en preguntas
incómodas o miradas punzantes? ¿Se tendría respeto a sí mismo el
jovencito si cuando está en público llama a su amada diciéndole
“Profesora” y cuando está en privado la llama de forma más íntima? Hay
muchas cuestiones que quedan pendientes por resolver en este
espinoso, silente e inefable asunto. Como siempre ha nadie le interesa el
tema. A ningún profesor sobre todo. ¿Por qué será?

Un mal maestro no lo dice pero en su mente piensa lo siguiente:


“Difícilmente, en tus circunstancias alumno podrías ponerme en un
aprieto”. Pues bien, al igual que ellos están condenados a servirnos
desinteresadamente, nosotros estamos condenados a decir la verdad.
Que no se nos olvide. La verdad es lo más importante. Callar hace daño.
Al poco tiempo termina matándote, negándote, asesinándote,
pudriéndote. Es necesario romper los fuegos de una buena vez.
¿Quiénes son éstos que se llaman los que dan miedo, los que exigen, los
difíciles de pasar, los que se hacen de rogar para poder aprobarlos, los
que califican como les viene en gana? Debemos entonces verter nuestro
saber con respecto a eso. Esta es la razón para nuestro encuentro.

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Nosotros debemos levantarnos en contra de esos profesores que
representan el atraso, el feudalismo, el nepotismo, el amiguismo, etc.
Debemos dejarnos de criolladas.

2. Las virtudes de un estudiante


Un estudiante ejemplar, pienso yo, no debería buscar solo aprobar el
curso con una nota baja para luego de x años estar reclamando su
licenciatura y cátedra en paquete completo. La carrera de filosofía en
realidad (y espero no sonar muy romántico) no se termina nunca en 5
años. Más que acabar puntual lo importante es lograr la libertad y la
consciencia del poder del lenguaje. (Podemos hacer cosas con palabras.
Lo anterior es verdad) Pero hay que decir que la libertad en la facultad
de letras está sujeta a ciertas condiciones. Es una libertad condicional.
En primer lugar, las notas de uno mismo hablan por uno. Luego, está las
declaraciones públicas que uno debe o no debe hacer. Aún así digamos
que hay libertad. Tanta hay que si uno desaprueba un curso frustrante
de toda la carrera simplemente ya no se espera nada bueno de él. En
ese sentido, uno puede llevar los cursos que quiere a veces asistiendo
como alumno libre, a veces llevando cursos sin pre-requisitos de
diversos ciclos. Estas son las consecuencias del liberalismo en la
educación: “Si jalas 3 veces el mismo curso, te voto de la universidad”.

Desde un punto de vista enteramente personal, requiere mucho


sacrificio llegar a formarse uno su propia perspectiva de las cosas. Eso
no se logra con una estresada agenda de deberes y lecturas
obligatorias. A veces es necesario aislarse de todo, pero la idea es volver
a reunirse en grupo para mostrar que no le tenemos miedo al mundo
(aunque en el fondo queramos que sea diferente). En verdad, existe en
la mente del estudiante una fuerte tendencia hacia la búsqueda de
satisfacciones o razones más allá de lo académico para justificar sus
estudios, notas, desarrollo. El alumno entra sin ontología: no sabe en
donde está parado. No tiene vida propia, es un zombi. Ha ingresado en
San Marcos, ha vivido allí pero aún no sabe lo que es. San Marcos, a
veces se comenta, es el Perú en pequeño. Eso no es cierto, San Marcos
aún no es San Marcos. San Marcos es San Marcos cuando manifestamos
nuestros intereses personales y nuestras ambiciones de sangre o
instintivas. Siempre es revitalizante confirmar la verdad, aunque esta
signifique nuestra anulación ontológica (lo que acabo de decir también
me incluye).

La filosofía que debemos seguir es la de no permitir nunca que


elementos extraños a la argumentación se filtren entre nuestros
raciocinios. Nunca es señal de buena educación aceptar que “mi
profesor, siempre tendrá la razón.” Es preciso tener confianza con
ciertas personas, quizás hasta admirarlas pero definitivamente hay que
eliminar la manipulación y la influencia de pensamientos. La

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manipulación surge cuando habiendo reunido a varios simpatizantes de
una misma idea general se exige luego que algunos de ellos den prueba
de su fidelidad hacia el líder manifestando el grado de dominación al
máximo. Para evitar las pretensiones de dominación es menester
primero hablar de los defectos mismos de uno para así dejar en claro
que nuestras ideas han dependido de nuestras propias experiencias y no
es una ocurrencia genial que una gran cabeza ha creado (mostrar
humildad no significa callar acerca de nuestras dificultades morales).
Decir la verdad es, a veces, decir cosas que nos hacen daño o que nos
hacen ver ridículos o que no nos conviene decir. Tengamos orgullo y algo
de soberbia para intervenir en clases, hagamos preguntas de todo tipo,
exprimamos al profesor hasta que él mismo diga con amabilidad que
suspende el tiempo de preguntas del alumnado. Sólo así surgirá el
súper-alumno (estoy haciendo una paráfrasis nietzscheana).

3. Metodologías inadecuadas
¿Qué actitudes debemos rechazar de los profesores?
No debemos permitir que de los labios de un docente se emitan
mensajes de este tipo: “Si no sabes, no hables; mejor cállate”. Esta
última sí constituye una violación flagrante a las intenciones de una
clase. El alumno está en clase precisamente porque no sabe, está en un
proceso y quiere saber pero para ello es necesario brindarle tan solo las
herramientas adecuadas para su aprendizaje. Este tipo de profesores
que censuran a los alumnos hacen que cada vez que tiene la necesidad
de intervenir en clase éste sienta por dentro cierto dolor (tal vez
acompañado de leve taquicardia). Un alumno reprimido y con miedo
dice en su interior: “¡Ay! ¿Cómo me atrevo a hablar así?” “¡Quién soy yo
para decir esas cosas!”. En este caso es necesario aceptar que el
profesor tiene dominio de su tema pero no podemos decir lo mismo de
su trato con las personas. Lo que menos debería haber en una clase es
tensión. Debemos buscar la ataraxia epicúrea.

Un buen profesor sabe transformar las intervenciones, sabe darles un


contexto, sabe cómo absorberlas en toda su estructura mental. Si no lo
hace es por una cuestión de emociones que no es objetiva. Uno que sólo
está interesado en exponer sus problemas emocionales en forma de
clase lo que hará ante una intervención con contenido deficiente es
ridiculizar a quien lo dice, contar un chiste, una broma para que todos
los demás con su risa aprueben el crimen didáctico organizado. Por
ejemplo, alguien pregunta una “irreverencia”. Enseguida, un mal
profesor reinterpreta la pregunta del alumno para llevarlo en su contra.
Un profesor que ha encontrado un contrincante de abolengo, le
recomienda que no piense mucho, que mejor viva, que experimente
sensaciones nuevas e inesperadas. Cuando ocurre eso te están
censurando. No lo niegues.

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Respondamos a este tipo de horrores. “¿Qué te hace creer que hay que
vivir la vida en vez de pensarla en extremo? No caigamos en ese juego
de niños de lo que a ti te gusta versus lo que a mi no me gusta. A mí me
gusta pensar y punto. No sé que harás tú para sentirte equilibrado.
Cuando impones tu valoración por sobre toda la platea de estudiantes,
les dices cómo pensar o cómo reaccionar ante cierto hecho. Y si ellos no
aceptan tu valoración como suya simplemente no están enterados del
tema y no merecen ser escuchados. Eso se llama intolerancia. Tú debes
ser tolerante, estimado docente en general. Estas en una casa de
estudios. Representas no solo un estilo sino un ejemplo a seguir. No creo
que censurar a los demás sea algo que debamos imitar, más bien me
parece que debemos hablar más del tema. No nos callemos nada”.

¿Qué toman en cuenta para calificar un examen?


A veces parece como si quisieran que uno fuera un genio, cosas que
ellos obviamente no son. A veces solo tratan de que repitas sus ideas
para que creas que en realidad aprendes. Y prueba de ello es la cantidad
de cosas que dejan para leer y la bajísima nota con que califican si no
respetas fielmente las ideas del texto. Particularmente, hay otro asunto
relacionado con las oportunidades en participar en proyectos. Los
profesores a veces participan en proyectos y para ello requieren de la
ayuda de ciertos alumnos que por su brillantez merecen ser miembros.
Esa noticia entonces lleva la cuestión del discipulado o alumnado a un
nuevo nivel, se trata se aprobar el curso para que el profesor me tenga
confianza como para que me haga participar en sus proyectos. Así, el
dictado se transforma en una oportunidad de embellecer el currículum
vitae personal. Entonces, la nota pasa a ser un referente, una especie de
medida de la genialidad del alumno “especial”. El profesor que enseña
tiene el mismo carácter que un reclutador de jóvenes talentos que le
permitan ascender en su carrera profesional. Aquí todos se utilizan a
todos. Y pensando que trabajan para la universidad no saben para quién
trabajan porque la universidad misma está siendo manipulada.

Los que se vanaglorian de ser “exigentes” tienen en mente la grave idea


de que el alumno es un pobre idiota del que hay que desconfiar. Se
supone que el alumno no lee, que es flojo, que por su propia cuenta no
es capaz de ser responsable. Esto tiene un solo nombre: subjetividad
extrema. Toda esa perspectiva se está gestando en letras desde hace
buen tiempo, y me parece que también en las realidades de otras
facultades. Reina entre los profesores una profunda creencia de que el
alumnado es un imbécil que se quiere pasar de listo. La suposición
básica de un profesor de este tipo conlleva a imponer lecturas masivas y
controlarlas mediante evaluaciones consecutivas. ¿Con qué criterios

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califica un profesor de filosofía? ¿Qué pasa si la alumna que va a calificar
es su futura novia, pareja, acompañante, amiga especial, frecuente
amistad, etc.? Basta de tanta bazofia. ¿Qué pretendes al reducir a tu
alumno a alguien que no sabe nada? ¿Para eso está un profesor de
universidad? Realmente, es muy imbécil el que cree tener la verdad y
que califica a todos como si siguieran o no su propia interpretación de un
tema en esencia divertido.

¿Qué califica un profesor de filosofía en un examen escrito? ¿La fidelidad


al texto, las buenas intenciones, el palabreo excesivo, la amistad, las
intervenciones en clase? Vamos a intentar responder a esta interrogante
analizando la forma de las preguntas de algunas de estas personas. En
un examen digamos de Hegel se pregunta así: “Relacione Espíritu
Absoluto con Síntesis”. Punto. Esa es la pregunta. ¿Qué pretende un
profesor al preguntar así? Esa no parece una pregunta, más bien se trata
de una orden, una oración en uso apelativo. “¡Haz esto, haz lo otro!”
Esto es como decir “¨¡Haga 10 planchas, 20 polichinelas, 30 ranas!
¡Ahora!”. No hay ni por asomo algún contenido polémico, creativo,
reflexivo, original en esta pregunta. Existe también otra manera de
preguntar algo más problemática pero se trata de un extremo. Trataré
de “crear” una pregunta con este “Espíritu” en un tema sobre
Wittgenstein: “¿Cuál es la idea de lenguaje perfecto en
Wittgenstein? ¿Qué aportes, a decir del autor de origen inglés
que un día fue acusado de brujería, hizo el Sócrates del siglo
XXI? ¿y cómo relaciona lo anterior con la opinión de Russell
según la cual “La filosofía es tierra de nadie entre la teología y
la ciencia”?” Aunque no lo crean existen exámenes que registran este
tipo de preguntas. Lo que más llama la atención es la respuesta que
supuestamente es la correcta (por imposición del docente). Que no
extrañe que un profesor así quiera capturar la atención de sus alumnos
prometiéndoles puntos extra en sus exámenes si responden tal o cual
pregunta en una de sus clases. Todos están desesperados por aprobar. Y
cuando se hace este tipo de promesas se deja relucir toda la
desgarradora ambición personal. En este caso, la pregunta simplemente
aún no ha sido fabricada, es un híbrido, una mezcla de poesía y
hermenéutica que confunde en vez de aclarar, y sólo logra desesperar
en vez de tranquilizar a alguien que lee una y otra vez la pregunta con el
fin de entenderla. Especialmente hagamos un análisis profundo de este
tipo de preguntar. ¿Realmente ha dicho algo? ¿Cuál es la intención de la
pregunta? ¿Controlar la lectura del alumno, confundirlo hasta que sude
sangre fría, infundirle subliminalmente el mensaje de que es alguien que
ha leído bastante y que él debe hacer lo mismo para llegar a su nivel?
Estamos ante el caso extremo de las seudopreguntas no problemáticas
ni interesantes desde ningún punto de vista.

4. Manifiesto

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Todo este argumento deriva en la siguiente conclusión: da la impresión,
de que el profesor se siente un dios, de que ha logrado algo grande, de
que es un genio. Sin embargo, solo resulta siendo un explicador,
repetidor, inauténtico, problemático y caprichoso más. A nadie le ha
ganado un profesor de universidad, prueba de ello está en el bajísimo
nivel educativo a nivel nacional, hecho que parece no preocuparles
mucho a los maestros nuestros. Al parecer solo se accede al cargo de
docente por amistades, por necesidades o por pura casualidad pero
nunca porque se lo merece. Ya que si en realidad se lo mereciera no
estaría aquí sino en otro país: en el norte o en Europa. Y si los valores
nacionales, las jóvenes promesas de la filosofía tuvieran que quedarse
aquí, no se debería poner un concurso de profesores en el que pese la
experiencia en la docencia por encima de la brillantez o capacidad
intelectual de un individuo. Esta fue la gota que derramó el vaso.

Entre nuestros profesores más rescatables no reina una lógica, no hay


lógica, hay capitalismo, hedonismo, subjetivismo, relativismo y falta de
método. Reivindican la filosofía de Paul Feyerabend, son unos
postmodernistas que niegan el método, que creen que dictar es un
diálogo, una improvisación, una lectura larga, aburrida y comentada de
un texto viejísimo, una exposición con diapositivas sin recalcar en los
problemas, una sucesión de notas irrelevantes, una cuestión de sentarse
y mirar a los ojos a los causantes de la condición humana del profesor. Si
a veces algunos de estos maestros dicen cosas que nos dejan pensando
ello ha sido producto de la inspiración o la iluminación divina. (He
logrado escuchar que una clase es como una misa y que el profesor es
una especie de cura). Se piensa pues que la educación es algo que se
aprende en la práctica, usando a los demás para ver que pasa. Esto es
anarquía o tal vez, y espero que así sea, solo desorganización y falta de
humildad.

La violencia se manifiesta a la hora de enseñar un curso. Por lo general,


la tortura es por medio de la cantidad de textos que dejan a leer o el
poco tiempo para el que lo dejan. Este es el soporte o “escudo” de un
profesor maligno. Al final ni siquiera califica todo sino solo unas partes.
Pues bien eso es una tremenda estupidez a parte de una tremenda
pérdida de tiempo y un gran gasto de dinero innecesario. No obliguemos
a comprar textos a los alumnos si no vamos a calificarle todo: seamos
más prácticos. Lo ideal sería dejar un pequeño texto y discutirlo cada
clase. El profesor no debe lucirse sino dejar que surja una discusión
entre los propios alumnos. La genialidad de un profesor radica en saber
conectar las ideas de diversos autores desarrollando sus ideas
rescatando ejemplos de la misma realidad. No es más genial alguien por
leer mucho sino por entender y saber interpretar el mensaje central de
una teoría. El que mucho abarca poco aprieta. Claro que es cierto que

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saber interpretar supone leer bastante pero sobre temas de los que uno
está interesado y no que a uno le imponen caprichosamente.

Los profesores universitarios deben ser creadores, no deben ser pasivos


que esperan que todo les llegue de fuera, no deben ser deportistas que
quieten buscar armar el nuevo 11 que nos salve de la crisis económica.
Estoy en contra de todo ese fango asqueroso que lo único que hace es
perpetuar una mala costumbre por años y años. Ha llegado la hora de
cambiar. De manera breve, propongo que se geste entre los profesores
un proyecto de elaborar un diccionario que permita tener las ideas más
claras, o de lo contrario dividir el plan de estudios según 2 orientaciones:
la historiográfica y la epistemológica. Sólo así la escuela de filosofía
volverá a ser del alumnado, para el alumnado y por el alumnado.
Muchas gracias, compañeros estudiantes.
¡Arriba la Libertad! ¡Que viva la Filosofía! ¡Gloria eterna al que sea
auténtico!

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