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LA CONSTRUCCIÓN DE UN PROGRAMA
EDUCATIVO CONCENSUADO PARA LOGRAR
LA CALIDAD EN EDUCACIÓN
En las últimas dos décadas, la calidad se ha convertido en algo omnipresente en
nuestra sociedad. No solo como exigencia de la actividad económica y de servi-
cios públicos, sino como política educativa de Estado, de esta manera el sistema
educativo se ve sometido a las constantes y crecientes demandas de los ciuda-
danos. Además, de llevarnos a establecer cambio de conceptos y significados tra-
dicionales que chocan frontalmente con el pensamiento tradicional dominado por
el grupo que ostenta el poder y que determina las políticas de desarrollo social. El
concepto de calidad se presenta ahora como externo, percibido y subjetivo, lo que
pone el acento en la importancia de las personas como protagonistas de la activi-
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Así, encontramos que la calidad es un concepto esencial de la cultura del siglo XXI y, por tanto,
conlleva la ruptura con algunos valores tradicionales y la aceptación de otros nuevos. La calidad
en el sentido actual no es una técnica sino una filosofía (Wexer, Adams y Bohn, 1996), evaluación
de procesos (Domínguez, Guillermo, 2003), política de desarrollo institucional (Gutiérrez, Carlos,
2006), una nueva cultura (Municio, 2000) o un nuevo paradigma (Bounds y otros, 1994) que se
diferencian claramente de las opciones anteriores.
Adentrarnos al tema de la calidad, se nos exige un espíritu abierto y una disposición a aprender,
esto es, capacidad para dejar a un lado supuestos, creencias y técnicas conocidas y, aceptar
inicialmente toda información nueva que se nos proporcione. Ya que al tratarse de un concepto
nuevo y complejo, no es posible en una primera instancia hacer un análisis completo que nos per-
mita comparar la información recibida con la visión personal del paradigma que tenemos. Habrá
que recorrer círculos sucesivos de información y análisis para que los filtros de dicho paradigma
programado en cada uno se vayan anulando y se consolide un aprendizaje real, es decir, el
cambio de conceptos, valores, actitudes y conductas que implica construir un nuevo paradigma.
Nuestra primera aproximación nos lleva a las establecidas por los especialistas de la calidad en
los últimos veinte años:
Observemos en estas definiciones que no existe una «cosa» llamada calidad, la calidad lo defi-
ne el receptor del objeto o servicio. Si lo que recibo responde a mis necesidades, expectativas
o intereses digo que esto tiene calidad y el conjunto de características por las que me satisface
(mis requisitos) representan el contenido de esa definición. Aquí surge la principal característica
y la gran riqueza de trabajar con el nuevo concepto de calidad, pues no hay un contenido único y
universal, sino que depende de cada persona o cada grupo, es decir, la calidad es subjetiva.
En cuanto a la calidad educativa, ésta se refiere a la síntesis de características que permiten, por
un lado, reconocer el modo como un programa académico específico o una institución de deter-
minado tipo están cumpliendo con su misión, y por otro, hacer un juicio sobre la distancia relativa
entre dicho cumplimiento y el óptimo que corresponde a su naturaleza (Alberto, Roa, 2005). En el
presente trabajo, entendemos por calidad educativa, aquella en donde los insumos y los procesos
llevados a cabo para la enseñanza y el aprendizaje, así como los resultados obtenidos, respon-
den a los principios filosóficos a los que la comunidad está comprometida.
Bajo estos dos contextos sobre calidad, analicemos el objetivo de la política educativa, el cual
se centra precisamente en el mejoramiento de la calidad educativa. Pero, ¿sabemos que es
calida? y ¿quién determina la calidad? O ¿cuáles son las energías que en nuestra sociedad ten-
drían la potencialidad de proporcionar o producir una educación de calidad?, además, ¿de qué
depende la calidad educativa? ¿Del currículum, del método, de la administración, de quién?, ¿o
es como quiere el Estado que a través de las autoridades educativas centrales, que transponen
en la educación las teorías empresariales de calidad y la enseñanza por competencias?,
pero ¿contra quien competimos?.
La primera pregunta nos lleva a revisar lo que los teóricos han escrito sobre la calidad como
(Davis y Tomas, 1992; Ball 1989; 23; Domínguez, Guillermo y Lozano, Luz 2005), quienes deter-
minan que este movimiento sobre calidad, nace en relación del interés por la eficiencia surgida
en el mundo empresarial, al instaurarse la producción en masa. En la educación estadounidense
se incorpora la administración científica de Taylor cuya intención fue medir y mejorar la eficiencia
educativa y con ello, los principios de calidad en educación, por lo que una institución educativa
es de calidad si:
En cuanto a las energías que en nuestra sociedad tendrían la potencialidad de producir una educa-
ción de calidad, encontramos como primer actor al Gobierno Federa, el cual dispone de una gran
energía, por el liderazgo que la misma constitución le otorga sobre la educación y por su poder
económico y político, sin embargo, me atrevo a afirmar que la educación es lo menos prioritario que
tiene en su agenda política, porque nuestro retrazo educativo es la verdadera esencia y raíz del re-
troceso económico del país. Conjuntamente con el Gobierno Federal, está la cámara de diputados y
senadores, porque ambas cámaras no se rigen por el bien del país, sino por conveniencia de intere-
ses partidistas. Aunque en el discurso político educativa se haga énfasis en la eficiencia terminal.
Y, ¿qué podemos decir de los empresarios?, ellos también son una energía importante para de-
sarrollar una educación e calidad, sin embargo, son pocos lo empresarios que se han preocupado
por la educación, en su mayoría se quejan del sistema educativo porque no preparan la mano de
obra calificada que requieren y culpan al Estado. Por lo que para esta energía la calidad educati-
va, está en la creación de mano de obra que satisfaga los procesos de producción y el asegura-
miento del producto y del mercado.
Para ello, el Estado trata de responder a esta exigencia mediante planes y programas educativos,
así la ideología y los intereses de mercado se vehiculizan bajo el rubro pseudocientificista de la
planeación1. La estructura de los planes y programas se apega en su mayoría a los siguientes
parámetros estandarizados u homogeneizantes, en concordancia con la innovación funcionalista
del modelo de integración sistémica que a continuación presento:
• a) Eficiencia terminal;
• b) manejo y optimización de recursos;
• c) pertinencia y calidad;
• d) insumo-producto: ¿cuántos alumnos entran y cuántos salen?;
• e) ingreso de alumnos egresados a nivel superior;
• f) eficacia o pertinencia social. Correspondencia de los proyectos a las necesidades
de los alumnos y la sociedad.
A este concepto de programación, le han agregado otra innovación modernizadora de corte ad-
ministrativo, trasladado al ambiente empresarial de productividad: los modelos de “calidad total”,
erróneamente aplicado a los procesos educativos, y objetivado en la figura del docente y los
orientadores como facilitadores del aprendizaje de los alumnos y su desarrollo humano y por
ende, del desarrollo social vía la institución educativa.
1. Racionalidad técnica y planeación: “la planeación pierde su papel como instrumento para la solución de los
problemas en el sentido de objetivos elegidos libremente y extratécnico; ya no está situada por encima de la técnica,
sino que está subordinada a ella”. Rapp(1978),1988.1 1
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Segunda reflexión: Cuando pregunto, de quién depende la calidad educativa, si del maes-
tro o el currículum, sabemos que es difícil hablar del magisterio, pero debemos aceptar que un
gran porcentaje significativo de maestros, ve más a la profesión docente como un “trabajo”, un
“modus vivendi” que le retribuye un beneficio económicos y le da cierto estatus social, y lo po-
demos comprobar hoy con la nueva reforma, donde se plantea educar con calidad a través del
desarrollo de competencias, más el maestro continua con el viejo paradigma durheimiano de la
educación que como diría (Murueta,2007), engrana precisamente con el sistema social actual
imperante y que concibe al aprendizaje como incorporaciones de nociones, habilidades y valores
que los adultos o docentes les transmiten y que se traducen en “competencias”. Por otro lado, lo
podemos ver en los resultados de los aprendizajes que obtienen nuestros alumnos en exámenes
departamentales, nacionales e internacionales, en donde la labor del maestro es fundamental
y trascendental. Pocos son los que verdaderamente tienen sentido de vocación, demostrando
su capacidad en la renovación continua de su método de enseñanza, del cumplimiento de sus
obligaciones, del seguimiento que hacen del aprendizaje de sus alumnos para evitar que uno
sólo repruebe o deserte, porque lo toman como un fracaso, lo cuan nos demuestra su interés por
mejorar su profesión.
Lo antes citado, es lo que dio origen a la crítica de la educación y al currículum, por autores como
Gramcsi, Habermas, Giroux, Díaz Barriga y Alicia de Alba, con argumentos como los siguientes:
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a) EN LO POLÍTICO
• Se definen líneas de acción educativa.
• Se establecen metas, objetivos y funciones de la educación.
• Es antidemocrático porque se determinan los contenidos que se van a transmitir y la
metodología a utilizar.
• Controla la práctica docente para el logro de los fines institucionales, culturales y políticos.
• La escuela es concebida como ahistórica, apolítica y social.
• El currículum se concibe desvinculado de un proyecto de sociedad, sin peso en la lucha
de clase.
• Se basa en modelos para la instrucción militar.
b) EN LO PEDAGÓGICO
• Se limita la actividad del profesor.
• Hay una separación entre lo planeado en los planes y programas de estudio con la
práctica docente, es decir, existe una distancia entre el que planea y quien ejecuta.
• Existe una desvinculación real entre la teoría y la práctica.
• Se concibe al conocimiento como la acumulación de contenidos, por lo que se fragmenta
el conocimiento para su transmisión.
• Se pone por encima la búsqueda de la eficiencia y eficacia educativa, que se traduce en
control a través del cumplimiento de los objetivos.
• Los objetivos deben de ser claros y específicos para hacer más fácil su cumplimento y
para su posible medición y cuantificación.
• El proceso de conocimiento es sujeto de medición y cuantificación observable de manera
unilateral y desde fuera del alumno (Ana Flores, 1996)
Estos argumentos ponen en el centro de la educación y del diseño curricular a los objetivos, las
metas y los indicadores de calidad. Sin importar si para los alumnos y maestros son relevantes los
contenidos que se proponen, si son aprendidos y significativos, si forman parte de la lógica de poder
y de la cultura dominante, si ubican o desubican al alumno de su contexto social y cultural. Argu-
mentos que nos muestran que “aprender”, en el currículum tradicional consiste en la modificación
de conducta y el manejo de ciertos signos para la interpretación de hechos o fenómenos e incluso
un proceso, pero no incorporan en este proceso de aprendizaje la posibilidad esencial de los seres
humanos que es, el ser creadores.
Tercera reflexión: Nace precisamente de esto último, ser un docente creador, y por qué
inicio aquí mi tercera reflexión, porque estoy convencido que la baja calidad de la educación tiene
que ver con las energías que cite al inicio del presente trabajo, y que por lo mismo, nos lleva a
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aceptar que estamos ante un problema complejo cuya solución implica atender simultáneamente
múltiples factores, que nos permita atender los criterios que marca el paradigma de la macro pla-
neación educativa de estado: eficiencia, eficacia, relevancia y equidad.
Por lo que estoy de acuerdo con Pablo Latapí, cuando afirma que la calidad de la educación
arranca en el plano micro, en la interacción personal del maestro y el alumno, en la actitud de
ambos frente al aprendizaje, por lo tanto, para mí una educación de calidad, es aquella que forma
hábitos razonables de autorreflexión y autoexigencia. Esta concepción de calidad educativa la
construyo a partir de dos supuestos, el primero parte de la idea de que para transmitir calidad es
necesario reconocerla, y para reconocerla es necesario tenerla, y como la educación es un proce-
so de interacción entre personas, su calidad depende entonces del docente que es quien estable-
ce los procesos de aprendizaje. El segundo supuesto lo constituyen las innovaciones curriculares
construidas desde lo que he llamado (campo de posibilidades educativas) y los programas edu-
cativos con criterios de calidad y pertinencia y la introducción decidida de evaluaciones rigurosas
de dichos programas en todos los sectores que están involucrados en el proceso educativo.
Para desarrollar esto dos elementos, nosotros proponemos un programa que surja de la peda-
gogía crítica, donde el concepto de calidad se manifieste en la capacidad creadora tanto del
maestro como del alumno, que además, se contemple en el programa:
Solo podemos rebasarlo si generamos una nueva visión educativa, con un pensamiento inquisitivo,
cuestionante, epistémico, que potencie las capacidades del ser y eleve su poder al mismo tiempo,
pero un poder de creación, el cual pueda verse reflejado con argumentos diferentes en los siguien-
tes aspectos:
a) EN LO POLÍTICO
• Definir líneas de acción educativas consensuadas.
• Definición de la política, objetivos, metas y alcances de las líneas de acción.
• Establecimiento de compromisos respectivos en todos los niveles de la organización.
• Dar impulso al desarrollo organizacional, para el fortalecimiento de la práctica docente
y el logro de los fines y propósitos consensuados.
• Crear una escuela protagonista que trascienda y sea reconocida por la sociedad.
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b) EN LO PEDAGÓGICO
• Desarrollar una Educación creadora.
• No establecer límites, los límites los establece el propio grupo.
• Establecer una planeación por consenso, donde la experiencia del docente y los intereses
del alumno sea lo que potencie un aprendizaje creador.
• Existencia de una práctica docente vivencial y creadora.
• Que la escuela deje de ser simple transmisora de conocimiento, para dar paso a que el
saber tenga una orientación crítica.
• Hacer que los alumnos participen en su mundo real, a través de la intervención en la
acción.
• Una práctica docente acompañada de un compromiso emocional (Murueta, 2008)
• Un docente convencido que sin emoción no hay conocimiento educativo (Murueta, 2008)2.
Estas referencias nos plantean una idea de pedagogía crítica, la cual, la planteamos como un
campo de posibilidades que contiene los elementos de reflexión crítica necesarios para desper-
tar y crear la conciencia, principalmente de los lenguajes de crítica dependientes de su contexto
histórico social, así como para entender y planificar las acciones pedagógicas como situaciones
continuamente revisables y modificables en el aula y en el contexto situacional. Por ello, esta
propuesta establece las siguientes situaciones de cultura escolar y de aprendizaje.
Aprender desde esta propuesta, se requiere de un proceso social y colaborativo donde interven-
ga la reflexión, la acción y las dimensiones emocionales del alumno. Con ello, estamos tocando
cinco intenciones fundamentales de la educación, los cuales expongo a continuación:
2 Término citado por el Dr. Marco Eduardo Murueta en una clase Doctoral, en el Centro de Estudios Superiores en
Educación (CESE), Méx. 2008.
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Este debe ser el nuevo sentido de aprendizaje, que el docente debe ir construyendo en los siguien-
tes contextos: en lo individual como en lo colectivo, en el aula como en la escuela, en proyectos
como en programas educativos, pero todos ellos, vinculados a un nuevo proyecto de humanidad
cuyo origen debe surgir de las escuelas principalmente en las siguientes dos propuestas: a) el
campo de posibilidades educativas como una nueva forma de ver al currículo; y los programas y
proyectos educativos como una nueva forma de lograr la calidad en educación.