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A un poeta sajn

T cuya carne, hoy dispersin y polvo, pes como la nuestra sobre la tierra, t cuyos ojos vieron el sol, esa famosa estrella, t que viniste no en el rgido ayer sino en el incesante presente, en el ltimo punto y pice vertiginoso del tiempo, t que en tu monasterio fuiste llamado por la antigua voz de la pica, t que tejiste las palabras, y que cantaste la victoria de Brunanburh y no la atribuiste al Seor sino a la espada de tu rey, t que con jbilo feroz cantaste, la humillacin del viking, el festn del cuervo y del guila, t que en la oda militar congregaste las rituales metforas de la estirpe, t que en un tiempo sin historia viste en el ahora el ayer y en el sudor y sangre de Brunanburh un cristal de antiguas auroras, t que tanto queras a tu Inglaterra y no la nombraste, hoy no eres otra cosa que unas palabras que los germanistas anotan. Hoy no eres otra cosa que mi voz cuando revive tus palabras de hierro. Pido a mis dioses o a la suma del tiempo que mis das merezcan el olvido, que mi nombre sea Nadie como el de Ulises, pero que algn verso perdure en la noche propicia a la memoria o en las maanas de los hombres.

Jorge Luis Borges

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