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los Romanos
CLASE 8
Desde Romanos 6:15 a 8:39, el
apóstol Pablo relaciona identificación
con Cristo al nuevo estado del
hombre.
Una persona no puede servir a dos
señores. “No estáis bajo la ley, sino
bajo la gracia”. La libertad cristiana
no consiste en libertinaje, sino en
libertad para servir y agradar al
Señor por amor y gratitud.
Estar bajo la gracia es precisamente
haberse librado del antiguo amo, el
pecado, y tener uno nuevo, la
justicia.
Romanos 7:11-13 hace referencia a
la importancia de la ley. El pecado,
no la ley, debe ser juzgado. La ley de
Dios, que refleja su justicia y
principios morales, es santa. Lo que
simplemente no puede hacer por sí
misma es hacernos justos.
Romanos 7:11 porque el pecado,
tomando ocasión por el mandamiento,
me engañó, y por él me mató.
Romanos 7:12 De manera que la ley
a la verdad es santa, y el
mandamiento santo, justo y bueno.
Romanos 7:13 ¿Luego lo que es
bueno, vino a ser muerte para mí? En
ninguna manera; sino que el pecado,
para mostrarse pecado, produjo en mí
la muerte por medio de lo que es
bueno, a fin de que por el
mandamiento el pecado llegase a ser
sobremanera pecaminoso.
En los versículos 15 al 25 el apóstol
describe al hombre como un ser
dividido: en el espíritu desearía
obedecer a la ley divina que se
presenta con fuerza en la conciencia,
pero en la carne no puede hacerlo.
Romanos 7:19 Porque no hago el
bien que quiero, sino el mal que no
quiero, eso hago.
Romanos 7:20 Y si hago lo que no
quiero, ya no lo hago yo, sino el
pecado que mora en mí.
Romanos 7:21 Así que, queriendo
yo hacer el bien, hallo esta ley: que
el mal está en mí.
Romanos 7:22 Porque según el
hombre interior, me deleito en la ley
de Dios;
Romanos 7:23 pero veo otra ley en
mis miembros, que se rebela contra
la ley de mi mente, y que me lleva
cautivo a la ley del pecado que está
en mis miembros.
Romanos 7:24 ¡Miserable de mí!
¿quién me librará de este cuerpo de
muerte?
Esta división interna le causa una
agonía espiritual, un conflicto:
“Porque lo que hago, no entiendo;
sino lo que aborrezco, eso hago.”
Pero esto prueba otra triste realidad:
no soy yo, el que actúa sino el
pecado que mora en mí.
En el acto mismo de pasar de la
intención a la acción, en el momento
de llevar a cabo el deseo del “hombre
interior”, el hombre descubre que es
esclavo y que tiene que obedecer las
órdenes del “mal que está en él”.
¡Qué triste realidad! Esta realidad
lleva al hombre a exclamar
“¡Miserable de mí!”
Pero el apóstol Pablo agrega:
Romanos 7:25 Gracias doy a Dios,
por Jesucristo Señor nuestro.
Sin Cristo nada puedo hacer, pero
con Cristo la realidad es enteramente
diferente. Es posible experimentar la
liberación del poder del pecado, y esa
es la esperanza del cristiano.
Romanos 8:1 Ahora, pues, ninguna
condenación hay para los que están
en Cristo Jesús, los que no andan
conforme a la carne, sino conforme al
Espíritu.
La palabra condenación denota la
sentencia condenatoria de Dios como
juez. Es sinónimo de todo lo que
implica la condición del hombre
separado de Dios: la enemistad con
Dios, la vida de pecado, la muerte
espiritual, la esclavitud al mal.
“Los que están en Cristo Jesús” son
libres de pena, han pasado del
estado de condenación al estado de
justificación. Esto es, sólo aquellos
que legal, vital y espiritualmente se
han identificado con Cristo, que han
muerto y resucitado con Él, que por
la fe han sido incorporados, unidos
con el Señor en la cruz.
Romanos 8:2 Porque la ley del
Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha
librado de la ley del pecado y de la
muerte.
Romanos 8:3 Porque lo que era
imposible para la ley, por cuanto era
débil por la carne, Dios, enviando a
su Hijo en semejanza de carne de
pecado y a causa del pecado,
condenó al pecado en la carne;
Romanos 8:4 para que la justicia
de la ley se cumpliese en nosotros,
que no andamos conforme a la carne,
sino conforme al Espíritu.
El Espíritu no es solamente el nuevo
poder de nuestra vida moral sino
también la norma, el principio
regulador nuestras vidas. Él nos
transforma en cristianos que “no
andamos conforme a la carne, sino
conforme al Espíritu”.
Romanos 8:6 Porque el ocuparse de
la carne es muerte, pero el ocuparse
del Espíritu es vida y paz.
El Espíritu Santo habita en todo
cristiano verdadero. “Vivir en el
Espíritu” es la base, el poder, y la
fuente de inspiración del cristiano. Él
es quien nos revela la obra de Cristo
y nos hace sentir su amor
manifestado en la cruz.
Sin el Espíritu Santo es imposible
comprender y apropiarse del amor de
Cristo.
Romanos 8:14 Porque todos los que
son guiados por el Espíritu de Dios,
éstos son hijos de Dios.
Romanos 8:15 Pues no habéis
recibido el espíritu de esclavitud para
estar otra vez en temor, sino que
habéis recibido el espíritu de
adopción, por el cual clamamos:
¡Abba, Padre!
Además, el Espíritu Santo es “las
arras”, “la prenda”, la garantía de
que un día gozaremos de la
“herencia” que nos espera. Es la
“señal”, el “anillo de compromiso”
que nos identifica como personas que
pertenecen al Señor.
Romanos 8:16 El Espíritu mismo da
testimonio a nuestro espíritu, de que
somos hijos de Dios.
Romanos 8:17 Y si hijos, también
herederos; herederos de Dios y
coherederos con Cristo, si es que
padecemos juntamente con él, para
que juntamente con él seamos
glorificados.
En el capítulo 8 de Romanos, Pablo
nos muestra que mientras estamos
en esta vida el cuerpo sigue sin
redimir, pero el hecho de que el
espíritu haya sido justificado y el
alma santificada es una garantía de
que Dios redimirá (glorificará)
también un día al cuerpo.
Romanos 8:18 Pues tengo por cierto
que las aflicciones del tiempo
presente no son comparables con la
gloria venidera que en nosotros ha de
manifestarse.
Esta promesa de glorificación incluye
también a la Creación, la cual fue
puesta bajo la autoridad del hombre
(Génesis 1:26-29)
Romanos 8:19 Porque el anhelo
ardiente de la creación es el aguardar
la manifestación de los hijos de Dios.
Romanos 8:20 Porque la creación
fue sujetada a vanidad, no por su
propia voluntad, sino por causa del
que la sujetó en esperanza;
Romanos 8:21 porque también la
creación misma será libertada de la
esclavitud de corrupción, a la libertad
gloriosa de los hijos de Dios.
Romanos 8:22 Porque sabemos que
toda la creación gime a una, y a una
está con dolores de parto hasta ahora;
La creación natural también será
redimida cuando se consume nuestra
redención (Romanos 8:19) porque
todo el Universo ha sufrido las
consecuencias del pecado humano, y
ha estado sujeto a contaminación y
corrupción.
Sin embargo, ese proceso de
deterioro es temporal, porque Dios
ha provisto esperanza y liberación.
Así como la creación participó de la
maldición junto con el hombre, así
también participará de la
restauración futura.
La creación algún día será libre de
toda imperfección y dolor, libre de la
esclavitud de la corrupción, cuando
“los hijos de Dios” sean
transformados, cuando entren a
gozar de “gloria” que les espera;
cuando lleguen a ser “hechos
conforme a la imagen del Hijo” de
Dios.
Entonces Dios creará “cielos nuevos
y tierra nueva: y de lo primero no
habrá memoria ni más vendrá al
pensamiento” (Isaías 65:17)
Romanos 8:28 Y sabemos que a los
que aman a Dios, todas las cosas les
ayudan a bien, esto es, a los que
conforme a su propósito son
llamados.
El Espíritu Santo ora al Padre por
nosotros, y lo hace de acuerdo a la
mente de Dios. El Padre responde a
la oración, trayendo a nuestras vidas
las experiencias que necesitamos.
¿Por qué? Porque Dios nos ha
llamado con un propósito. Dios tiene
un plan deliberado, una intención o
designio para nuestras vidas.
Estamos siendo preparados para
algo.
Pablo mira hacia el pasado lejano y
observa que el propósito de Dios para
su pueblo siempre ha sido bueno: A
los que conoció, también los
predestinó para que fueran como
Cristo.
Romanos 8:29 Porque a los que
antes conoció, también los
predestinó para que fuesen hechos
conformes a la imagen de su Hijo,
para que él sea el primogénito entre
muchos hermanos.
Entonces mira al pasado reciente y
observa que Dios llamó y justificó a
su pueblo.
Romanos 8:30 Y a los que
predestinó, a éstos también llamó; y
a los que llamó, a éstos también
justificó; y a los que justificó, a éstos
también glorificó.
Finalmente dirige su mirada hacia el
futuro y encuentra que el plan de
Dios es glorificar, esto es, dar un
nuevo cuerpo a todos los que han
sido justificados.
Hay cinco pasos que Dios tomó
para traernos a este lugar de fe y
redención que gozamos.
Nos conoció. Esto significa que del
tremendo número de seres humanos
que habitaron y habitan la tierra,
Dios supo que nosotros estaríamos
aquí
Nos predestinó. Dios destinó de
antemano la meta o propósito para
cada una de nuestras vidas. Ese
propósito es ser “hechos conformes a
la imagen de su Hijo.” Todo lo que
nos pasa tiene que ver con ese
propósito.
Nos llamó. Aquí es donde el hombre
entra en el cuadro. Hasta ahora todo
estaba en la mente soberana e
infinita de Dios. El plan de Dios se
pone en acción. El Espíritu Santo se
pone en marcha para atraernos a
Dios, para sensibilizar nuestros
corazones para recibir la Palabra y
creer.
2 Timoteo 1:9 Quien nos salvó y
llamó con llamamiento santo, no
conforme a nuestras obras, sino
según el propósito suyo y la gracia
que nos fue dada en Cristo Jesús
antes de los tiempos de los siglos.
Nos justificó. Por la obra de la cruz,
Dios ahora puede recibirnos como
hijos suyos. Su justicia fue vindicada
y nosotros fuimos declarados justos
en Cristo Jesús.
Nos glorificó. Pablo lo escribe como
un hecho ya. Y en verdad nuestra
glorificación ya ha comenzado, a
través de la santificación. Un día se
consumará “la adopción, la redención
de nuestro cuerpo”, y ocurrirá “la
manifestación de los hijos de Dios.”
Ante esta maravillosa revelación del
plan divino, el apóstol Pablo
pregunta: