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Introducción
Entre los chivos expiatorios más utilizados en el mundo contemporáneo están los medios de
comunicación colectiva, a los cuales suele echárseles la culpa de todos los males de la
sociedad. Frente a esta concepción de los medios, propongo un cambio de óptica que nos
haga asumir la responsabilidad en la comunicación pública como un imperativo ético que
nos compete a todos: tanto a los productores como a los usuarios; al gobierno estatal
nacional, regional y local como a la llamada sociedad civil; a los empresarios y anunciantes
como a los agentes publicitarios y a los consumidores; a los educadores -padres de familia y
maestros- como a los educandos, en la medida en que todos tenemos que usar la razón como
conciencia crítica y como capacidad de producción constructiva.
En este sentido, considero conveniente partir de la definición que daba el filósofo Paul
Ricoeur (1913-2005) de lo que él llamaba la intencionalidad ética: intencionalidad de la
vida buena, con y para el otro, dentro de instituciones justas4. Al proponer esta definición,
Ricoeur plantea de entrada una distinción entre los conceptos de ética y moral5 : “En la
etimología o en la historia nada la impone. Uno viene del griego (ética), el otro del latín
(moral), y ambos remiten a la idea de costumbres, con la doble connotación que vamos a
intentar descomponer de lo que es estimado bueno y de lo que se impone como obligatorio.
Por tanto, por convención reservaré el término de ética para la intencionalidad de una vida
realizada, y el de moral para la articulación de esta intencionalidad dentro de normas
caracterizadas a la vez por la pretensión hacia la universalidad y por un efecto de
restricción. Reconoceremos fácilmente, en la distinción entre objetivo y norma, la oposición
entre dos herencias: una herencia aristotélica, en la que la ética se caracteriza por su
perspectiva teleológica6, y otra kantiana, en la que la moral se define por el carácter de
obligación de la norma, y por tanto por un punto de vista deontológico”7.
a) El primer término -vida buena- corresponde a lo que Aristóteles llamaba “vida feliz”, en
el sentido de una “vida realizada”. Y como podemos equivocarnos en cuanto a qué sea
Cf. Max Neef, Manfred y otros: Desarrollo a escala humana, CEPAUR, Santiago de Chile, Número Especial
de Development Dialogue, 1986, p.42.
4
Ricoeur, Paul: Sí mismo como otro, Editorial Siglo XXI, México-Madrid, 1996, Séptimo
Estudio, pp. 173 ss. (Soi meme comme un autre, Editions du Seuil, París, 1990, p. 200
ss).
5
Ibidem, p. 174.
6
Del griego τελοσ −telos−, blanco al que se apunta – (ética de fines o resultados).
7
nuestro bien, este objetivo es alcanzable por la sabiduría práctica (frónesis praktiké), virtud
con la cual el ser humano, mediante la deliberación, dirige su vida8.
c) El sentido del tercer término -dentro de instituciones justas-, es el de una “estructura del
vivir-juntos o del convivir”10 que garantice la igualdad entendida como equidad, desde el
reconocimiento efectivo de los derechos de todas las personas, sin exclusiones ni
discriminaciones11. Esta realización de la justicia exige la concertación de acuerdos
Cfr. ARISTÓTELES, Ética a Nicómaco, Libro VI, 5, 1140, a, 24-28: “En cuanto a la sabiduría práctica,
podemos comprender su naturaleza considerando a qué hombres llamamos sabios (φρονιµοι −frónimoi−,
prudentes). Pues bien, parece propio del sabio el poder deliberar correctamente sobre lo que es bueno y
conveniente para él mismo, y no en un sentido parcial, por ejemplo para la salud, sino para vivir bien en
general. Señal de ello es que, incluso en un sentido determinado, lo llamamos sabio (prudente) cuando razona
bien con vistas a algún fin bueno de entre los que no son objeto de ningún arte ( τεχνη −techné )*. De modo que
también, en términos generales, es sabio el hombre capaz de deliberación”. También en el mismo Libro VI, 5,
1141, b, 8-6: “La sabiduría práctica (prudencia) tiene por objeto lo humano y aquello sobre lo que se puede
deliberar; en efecto, afirmamos que la operación del prudente consiste sobre todo en deliberar bien, y nadie
delibera sobre lo que no puede ser de otra manera, ni sobre lo que no tiene un fin, fin que consiste en un bien
realizable. El que delibera bien absolutamente hablando es el que se propone como blanco (τελοσ − telos−) de
sus cálculos la consecución del mayor bien práctico para el hombre”. *Aristóteles diferencia claramente varios
conceptos: τεχνη –techné− (arte, en el sentido de puesta en obra de una habilidad para producir algo), ποιησισ −
poiesis− (creación objetivada en producciones) y πραξισ −praxis− (la acción en sí misma, que en cuanto
tendiente al bien en el sentido ético, es llamada ευπραξισ −eupraxis, de eu = bien y praxis = acción−). Cfr.
MOUNIER, Emmanuel, El personalismo, Ed. Nueva América, Bogotá, 1983: “Las cuatro dimensiones de la
acción”: creación artística o producción técnica -ποιεσισ (poiesis)-, acción ética -πραξισ (praxis)-,
contemplación -ζεορεια ( theoria)-, trabajo -εργον (ergon)-, pp.111-116. Resulta además significativa
a este respecto la comparación que hace el mismo Aristóteles entre la sabiduría y la
estética (Cfr. Aristóteles, Ética a Nicómaco, final del Libro VI. El término estética
proviene del griego αισζησισ -aisthesis-, que significa sensibilidad).
9 El término benevolencia proviene de los vocablos latinos bene (bien) y volo (quiero), y
significa la actitud de querer el bien o tener voluntad de bien (lo cual a su vez se
corresponde con el concepto kantiano de buena voluntad).
10 “Por institución entenderemos aquí la estructura del vivir-juntos de una comunidad histórica -pueblo,
nación, región, etc.-, estructura irreductible a las relaciones interpersonales y sin embargo unida a ellas”
(Ricoeur, o.c., p.203).
11
4
Ricoeur a indica también en Sí mismo como otro la relación entre la “intencionalidad ética” y
la “normatividad moral”, que nos refiere al polo deontológico de la acción humana en cada
uno de los tres elementos de dicha intencionalidad:
a) Las normas morales implican la conciencia autónoma como estima de sí, el respeto por el
otro como consecuencia y el rechazo del mal en cuanto perversión del orden que hace
posible la vida buena tanto para mí como para el otro.
c) Dado que por instituciones justas se entiende la puesta en práctica de las estructuras
diversas del querer-vivir-juntos que le garantizan a la convivencia los atributos de duración y
cohesión, deben conjugarse el concepto aristotélico de justicia distributiva y el imperativo
categórico kantiano con la propuesta de John Rawls en su Teoría de la justicia, con su
referencia al concepto del “contrato social”.
Cfr. Habermas, Jürgen, Conciencia moral y acción comunicativa, Ed. Península, Barcelona, 1985
(Moralbewusstein und Kommunicatives Handeln, Suhrkamp, Frankfurt, 1983).
13 Cfr. Apel, Karl Otto, “La ética del discurso como ética de la responsabilidad”, en Teoría de la verdad y
ética del discurso, Paidós, Barcelona, 1991, pp. 147 ss. (“Discursethik als Verantwortungsethik” traducido del
alemán por Norberto Smilg y publicado en el libro citado, con introducción de Adela Cortina ).
14
Cfr. Vattimo, Gianni, Ética de la interpretación, Ed. Paidós, Barcelona, 1991 (Ética dell’interpretazione, Ed.
Rosenberg and Seller, Turín, 1991).
15
Cfr. Taylor, Charles, La ética de la autenticidad, Ed. Paidós, Barcelona, 1994 (The malaise of modernity, Ed.
Por Hause of Anansi Press Limited y The Canadian Broadcasting Corporation, Ottawa, 1991).
5
cuya realización es necesaria e imprescindible una formación en los valores a los que ellas
nos remiten: verdad, libertad y justicia16.
- Verdad en correlación con el “sentido”, como realización a su vez del derecho de todo
individuo y de toda colectividad social a una información veraz, correcta, completa,
contextual, oportuna y crítica sobre la realidad local, regional, nacional y mundial, todo
locuaz supone y exige el rechazo de la información precipitada sin la debida indagación
sobre la credibilidad de las fuentes, o tendenciosa en beneficio de determinados intereses
particulares, y a su vez exige la rectificación en condiciones de equidad -e incluso de
mayor despliegue- cuando la información errónea ha lesionado a las personas o
instituciones en su dignidad y sus derechos.
A éstas tres categorías axiológicas nos remiten los siguientes derechos humanos
proclamados por la Declaración Universal de la Organización de las Naciones Unidas en
1948 y reafirmados hasta el presente:
16
Una exposición más amplia de estos conceptos puede verse en Pérez, G.J., “Ética y
moral de la comunicación”, en Comunicación, misión y desafío, DECOS-CELAM, Bogotá,
1997.
17
Por otra parte, preguntarse por los aspectos éticos de la comunicación social implica, entre
otras, la exigencia de plantear el tema de las identidades culturales, en el sentido del
reconocimiento y el respeto de la alteridad, la pluralidad y la diversidad, no sólo de los
individuos, sino también de las colectividades: pueblos y naciones, etnias y comunidades,
organizaciones religiosas, movimientos sociales, géneros, edades, con sus derechos a existir
y a expresarse públicamente.
2. Un intento de diagnóstico
Si bien podemos decir con el comunicólogo francés Lucien Sfez que “nunca se ha hablado
tanto de la comunicación como en una sociedad que no sabe comunicarse con ella misma,
cuya cohesión está cuestionada, cuyos valores se descomponen, cuyos símbolos demasiado
usados ya no logran unificar”, una “sociedad centrífuga, sin regulador”, también con él es
preciso reconocer que “no siempre ha sido así”.
Sin embargo, frente a esta visión negativa podemos también ver la historia de la
comunicación humana como lo hace un documento la Iglesia Católica: “un largo camino
desde Babel, símbolo del colapso de las comunicaciones (cf. Gén 11, 4-8), hasta Pentecostés
18
Sfez, Lucien: Crítica de la comunicación, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1995 (Critique de la
communication, Editions du Seuil, Paris, 1992 - 1998), pp. 34-35. Cabe discutir, sin embargo, el sentido de la
“democracia” ateniense que coexistía con la esclavitud y sólo era disfrutada por los varones libres, como
también el sentido de la “Ciudad cristiana” premoderna, que en su configuración social también aceptaba la
esclavitud y relegaba a la mujer (relegación que todavía subsiste en no pocos aspectos).
7
Aspectos positivos
Empecemos por lo positivo. Los siguientes son algunos de los aspectos que merecen ser
destacados como positivos en la realidad misma y en el uso de los medios de comunicación:
Es un hecho innegable que hoy, gracias a los medios modernos, podemos estar más y mejor
informados que nuestros antepasados. Las posibilidades son también innegables en el campo
de la educación y la recreación: las nuevas tecnologías han venido ofreciendo múltiples
modalidades de apoyo a procesos educativos que permiten combinar el aprendizaje, la
asimilación de conocimientos y valores constructivos con la experiencia lúdica.
• Los medios como potencial de superación de cosmovisiones reducidas (de una visión
cerrada-integrista a otra abierta-plural)
Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, Ética en las comunicaciones sociales, No. 3, Librería
Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano, 4 de junio de 2000, p. 5.
20
Fuenzalida, V.: Televisión-Padres-Hijos, CENECA - Ed. Paulinas, Santiago de Chile, 1984, Capítulo XII: "El
potencial prosocial de las emisiones televisivas", pp. 127 ss.
8
Y aunque evidentemente es mejor la experiencia de recorrer por nuestra propia cuenta los
caminos y tener vivencias inmediatas, no podemos negar que los medios modernos de
información y opinión abren nuestro horizonte de percepción hacia las distintas culturas en
toda su pluralidad, diversidad y riqueza de formas de vida, arte y sabiduría.
Uno de los aspectos centrales de estos procesos de apropiación consiste en las oportunidades
que le brindan los medios al perceptor de verse y oírse, como persona y como integrante de
un grupo o clase social, de una cultura, de un país concreto; o también de contrastar lo que
ve y oye con la forma en la cual él mismo se percibe o percibe las mediaciones comunitarias
a las que pertenece: la familia, las relaciones de vecindario, las amistades o los grupos de
diversión, el colegio o la universidad, el grupo de trabajo, la iglesia o comunidad de
creencias religiosas, la colectividad local, regional o nacional.
El mundo de los sueños debería ser recuperado por nuestras sociedades educadas en un
esquema racionalista que desprecia o reprime la imaginación como asunto de niños
-menospreciando así los valores de la infancia-, para que nos atrevamos a soñar con mundos
distintos de una vida real que a veces nos tomamos tan en serio, que nos hundimos en el
pesimismo de quienes son incapaces de imaginar un futuro mejor. El derecho a la
imaginación, a la capacidad de soñar, es parte insustituible de una comunicación
auténticamente humana y como tal coherente con los derechos de todas las personas.
Es de justicia reconocer también el valor de los aportes que han hecho y siguen haciendo en
favor de una mejor comunicación social los variados procesos y formas de usos
“alternativos” y “comunitarios” de los medios, no sólo en términos de contenidos, sino
también de estructuras de propiedad y modos de participación activa de los individuos y de
las comunidades, de manera especial en los ámbitos de la comunicación popular, en los
sectores empobrecidos de nuestra población latinoamericana.
21
A este respecto vale tener en cuenta las tesis expuestas por Jesús Martín Barbero en su
ensayo De los medios a las mediaciones, Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 1987,
9
Aspectos negativos
Veamos ahora la cara oscura, que en realidad no corresponde a defectos de los medios en sí
mismos, sino al sistema social y económico dentro del cual operan y al uso que se suele
hacer de ellos desde determinados intereses. Entre los aspectos éticos negativos relacionados
con los medios de comunicación social, podemos señalar los siguientes:
"Es evidente -dice la Aetatis Novae, Instrucción del Consejo Pontificio para las
Comunicaciones Sociales, publicada en 1992- que determinados problemas son el fruto de
determinadas políticas y estructuras de los medios de comunicación: citemos, sólo a título de
ejemplo, el hecho de que ciertos grupos o clases ven cómo se les impide el acceso a los
medios de comunicación; la reducción sistemática del derecho fundamental a la información
en ciertos lugares; la extensión de la autoridad que determinados grupos económicos,
sociales y políticos ejercen sobre los medios de comunicación (...). No se puede aceptar que
el ejercicio de la libertad de comunicación dependa de la fortuna, de la educación o del
poder político. El derecho a la comunicación pertenece a todos22.
• Una mentalidad consumista que reduce los mensajes a mercancías, de modo que los
medios tienden a operar en función del público concebido únicamente como comprador.
• Una adaptación conformista al sistema u “orden” establecido. Con frecuencia, tanto los
contenidos informativos como los de ficción y los mensajes publicitarios nos invitan
manifiesta o solapadamente a reproducir el status quo vigente, que privilegia a pocos
produciendo el empobrecimiento de muchos.
22
Aetatis Novae, Instrucción del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, 1992, Nos. 14 y 15.
23
Reigadas, María Cristina: "Neomodernidad y posmodernidad: preguntando desde América Latina", en Varios:
¿Posmodernidad?, Biblos, Buenos Aires, 1988, pp. 120 s.
10
• Una concepción facilista del éxito inmediato, del dinero sin trabajo, de los resultados sin
esfuerzo. Según esta mentalidad, ante los problemas lo que importa es buscar un alivio
instantáneo y aparente. En este sentido, el manejo irresponsable de los medios invita con
frecuencia al culto del éxito mágico logrado por la fuerza del poder, del dinero, del prestigio,
de la moda en el vestir, del maquillaje, de la pastilla de rápido efecto, del refresco o del licor
“in”, del automóvil que acaba de salir al mercado o del último grito de la tecnología. El
incremento de la drogadicción y el auge del narcotráfico son muestras significativas de este
fenómeno ligado a una mentalidad que ha recibido el adjetivo de “plástica”. La mentalidad
facilista va estrechamente unida a una exaltación del placer físico inmediato como único fin
de la vida, sin importar los valores del espíritu, ni siquiera los afectivos propiamente tales,
de lo cual es una muestra palpable la creciente degradación de la sexualidad24 en el uso de
los medios.
Uno de los fenómenos típicos de este tipo de mensajes es la magnificación de los violentos:
reportajes en los que se hace ver al delincuente o al terrorista como un héroe, como una
estrella en el firmamento del espectáculo cotidiano, o se le permite manejar a su antojo los
medios informativos para amenazar a la sociedad. Y esto no solamente ocurre en el campo
de lo noticioso, sino también en el de los espectáculos deportivos y en el de los relatos de
ficción: al violento, sea del campo de los “malos” o del de los “buenos”, se le hace aparecer
como un personaje atractivo.
No quiere decir esto que los medios deban ocultar o silenciar el mal. Hay que informar sobre
él, hay que presentarlo y aun representarlo, pero la validez ética de tal presentación o
representación, tanto en la información noticiosa como en los relatos de ficción, consiste en
no hacer su apología, es decir, en no exaltarlo como si fuera digno de admiración o de
imitación. Ahora bien, lo que vemos a diario es cómo la exaltación de la violencia se ha
venido incrementando sobre todo a través de la televisión, que en virtud del afán comercial
por aumentar la sintonía ha mostrado hasta la saciedad que es plenamente cierto lo que
escribió Goethe -el autor del inmortal Fausto-:
“Se puede hablar muchas estupideces, y también se puede escribirlas: no matarían al cuerpo
ni al alma, y no cambiarían el rumbo del mundo. Pero si una estupidez se muestra a los ojos,
adquiere un derecho mágico, porque ha capturado los sentidos y ha esclavizado el
discernimiento”25.
24
Cfr. Bergsdorf, Wolfgang: "La gran respónsabilidad de los medios en la sociedad informática", en
Globalización, Democracia y Medios de Comunicación (Joseph Thesing y Frank Priess, eds.), Fundación
Konrad Adenauer - CIEDLA (Centro Interdisciplinario de Estudios sobre el Desarrollo Latinoanericano),
Buenos Aires, 1999, pp. 81-93 (cita de Goethe: pp. 85-86).
11
- Y en el ámbito personal, todos nosotros en lo que nos corresponde no sólo como usuarios
de los medios, sino como potenciales interlocutores en los procesos de comunicación social,
con el apoyo de las instancias educativas correspondientes26.
Cfr. Pérez, Gabriel J.: "Comunicación y Etica Social: ¿Quién es responsable de los medios?", en Signo y
Pensamiento (Revista de la Facultad de Comunicación Social, Pontificia Universidad Javeriana), No. 13, II
Semestre de 1988, pp. 9-44.
27
una actitud crítica frente a los medios, a partir de una desmitificación de las tecnologías y de
un análisis valorativo de los mensajes; y por otra, la capacitación para saberlos manejar
adecuadamente -con todo lo que ello implica en relación con el avance constante de las
“nuevas tecnologías”-, de acuerdo con sus características específicas. Así como no basta
saber leer, sino que se necesita también aprender a escribir, análogamente hay que combinar
el aprendizaje para saber interpretar con el orientado a saber producir mensajes con un
sentido constructivo a través de los medios audiovisuales. Sólo así será posible una
alfabetización integral que permita realizar, en la era electrónica de la comunicación, lo que
en varios siglos, desde la invención de la imprenta, se ha venido haciendo realidad para el
lenguaje escrito: el acceso al uso activo de un lenguaje que durante mucho tiempo fue
privilegio de unos pocos.
En este sentido tienen un papel importante qué cumplir los códigos deontológicos o de
ética y moral profesional de las distintas áreas y medios de comunicación social,
establecidos desde el fuero interno de las agremiaciones correspondientes. Cfr. Barroso,
Porfirio, Códigos deontológicos de los medios de comunicación -Prensa, Radio,
Televisión, Cine, Publicidad y Relaciones Públicas-, Ediciones Paulinas y Editorial Verbo
Divino, Madrid, 1984. Cfr. Herrán, María Teresa y Restrepo, Javier Darío, Ética para
periodistas, Tercer Mundo Editores, Bogotá, 1991. Cfr. Villanueva, Ernesto, Deontología
informativa -Códigos deontológicos de la prensa escrita en el mundo-, Universidad
Iberoamericana, México, 1999.
29
Tal propuesta implica también un compromiso ineludible con los sectores más pobres y
desposeídos del acceso a una participación efectiva en los medios de comunicación social,
tal como lo anota acertadamente la Aetatis Novae:
Conclusión
“Al comenzar el tercer milenio de la era cristiana, la humanidad está creando una red
global de transmisión instantánea de información, de ideas, y de juicios de valor en la
ciencia, el comercio, la educación, el entretenimiento, la política, el arte, la religión,
y en todos los demás campos. Esta red ya es accesible directamente a muchas
personas en sus hogares, en las escuelas, en los lugares de trabajo, es decir,
prácticamente dondequiera que se encuentren (...). Una persona puede ascender a las
alturas del genio humano y de la virtud, o caer en el abismo de la degradación
mientras está sentada sola ante un teclado o una pantalla. La tecnología de la
comunicación logra constantemente nuevos avances, con enormes potencialidades
para el bien y para el mal (...). Se necesita una investigación constante sobre el
impacto, y en especial sobre las implicaciones éticas de los medios de comunicación,
tanto nuevos como emergentes.
30
Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, Ética en las comunicaciones sociales, 27, 28 y 29,
Librería Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano, 4 de junio de 2000, p. 5.
14
¿Servirá la nueva tecnología a todas las naciones y a todos los pueblos, respetando
las tradiciones culturales de cada uno, o será un instrumento para aumentar la riqueza
de los ricos y el poder de los poderosos? Corresponde a nosotros elegir”.
He aquí los interrogantes esenciales a los que tenemos qué responder no sólo en la teoría,
sino también en la práctica, asumiendo lo que significa ser personal y solidariamente
responsables, sin descargar en chivos expiatorios lo que debemos afrontar como
compromiso ineludible de todos y de cada uno.–