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Dan Alvarado
Durante el último mes del año Dos mil d.c., el volcán Popocatépetl llamó la atención a nivel
mundial, al ocupar las primeras planas de los medios masivos de comunicación. “Don Goyo”
como también se le conoce, se ubica a 5.239 metros sobre el nivel del mar, entre los estados de
Morelos y Puebla, al sureste del Distrito Federal en México.
Sus antecedentes registran actividad interna constante que data de más de 500 años atrás. El
coloso despertó con grandes exhalaciones el 21 de diciembre de 1994, después de un largo
reposo que comenzó en 1927. El fenómeno de exhalación se repitió en 1997, sin mayor
importancia, hasta finales del año 2000, cuando una erupción mínima con desechos
incandescentes, alertó al gobierno federal, quién ordeno la evacuación inmediata de más de 30
mil habitantes en poblados aledaños al volcán y donde por supuesto hubo quienes se rehusaron a
la evacuación.
Durante días las continuas exhalaciones de gases y cenizas mantuvo la alarma y el ambiente era
de expectación ante cualquier acontecimiento mayor, que al parecer no lo hubo o lo hay, pero que
sin duda la habrá. En lo particular me atrevo a creer que no ha sido casualidad, sino propósito de
Dios, pues lo que acontece en el mundo terrenal, es el termómetro de lo que sucede en el mundo
espiritual.
Pero Dios sigue levantando hasta nuestros tiempos grandes ministerios que marcan la pauta para
el cambio radical de la iglesia y que están tomando las primeras planas de los medios masivos de
comunicación.
Aún así estas son tan sólo pequeñas exhalaciones previas a una grande “erupción”, de un enorme
“avivamiento” que Dios ha prometido a su pueblo y prepara para su iglesia; pero hay quienes sin
embargo se rehúsan a la “evacuación”, se “resisten” al cambio en el tiempo kairos de Dios.
Te invito a vivir expectante, ser parte de esta generación. Es tiempo previo a la “erupción” vivimos
el tiempo previo, pero ya en el “avivamiento” no te quedes dentro del volcán. ¡Sal del “templo”,
impacta! y alcanza almas para Cristo, “enciende una luz”, pongamos nuestra fe en acción,
pongámonos en acción, “¡¡aviva el fuego del don de Dios que está en ti”!! (2 Ti. 1: 6).