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DE LA ACADEMIA COSTARRICENSE
DE CIENCIAS GENEALÓGICAS
Esta circunstancia no debe sorprendernos, puesto que entre nuestros ancestros existen
muy pocos títulos españoles legítimos conocidos, como el que poseía el Marqués de Peralta,
de ahí que exista poco estímulo personal para los estudios nobiliarios. Aparte de estos pocos
títulos nobiliarios, que no pasan de la decena, podemos los costarricenses derivar -a lo sumo-
el título de hidalgos de pobladuría. En cuanto al derecho de portar blasón conviene no
escudriñar mucho. No nos consta con suficiente fehaciencia blasón legítimo alguno entre
nuestros antepasados -salvo la nobleza titulada- con independencia de que muchos de aquellos
tienen una ascendencia ilustre, y que algunos inclusive, se permitieron portar blasón. Resta
agregar que en América la utilidad auxiliar de la heráldica encuentra su campo de acción muy
reducido, puesto que no hay monumentos, sepulcros o documentos, suficientemente antiguos,
que requieran el auxilio de la heráldica para la proposición de indicios aptos para la
identificación de su efeméride, difuntos, o autores.1
Una rápida mirada sobre nuestros escudos municipales, inculto campo de estudio y
crítica heráldica, nos conduce a reconocer con gallardía que aquella ruptura con nuestro legado
heráldico español ha engendrado una prole de escudos espurios; y no sólo espurios, sino
también feos. Muchos de nuestros escudos municipales ofenden a la estética y al buen gusto,
sin descrédito –por supuesto- de la buena intención de sus creadores. Un conocimiento
1
Una excepción fue la identificación de unas ruinas en Sudamérica -como una construcción de la
Orden de los Dominicos- gracias a la abundancia de perros representados en la arquitectura de las
ruinas. Los dominicos “domini canis”, se aprovecharon del juego de palabras para representarse a sí
mismos mediante perros, seres cuya lealtad es proverbial.
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apropiado de las reglas elementales de la heráldica “purista” o aún “renacentista”2 permitiría
elaborar escudos municipales más sencillos, más agradables, y lo que es más importante,
uniformes entre sí y consecuentes con la tradición heráldica.
2
Distinguimos la heráldica purista o primitiva, como aquella heráldica primigenia y funcional centrada
en su composición interna (silueta más cargas), a diferencia de la renacentista tardía, mayestática,
caracterizada por la exageración de sus formas barrocas y su especial acento por los adornos exteriores.
3
BOE 237/1997 de 03-10-1997.
4
BOE 250/1993 de 19-10-1993.
5
BOE 197/1998 de 18-08-1998.
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En Costa Rica, el diseño heráldico de las instituciones públicas carece de un apropiado
socaire jurídico, no obstante que existe un colectivo apto para colaborar en dicha tarea. La
comunidad de estudiosos de la genealogía se ha constituido en torno a la Academia
Costarricense de Ciencias Genealógicas, con casi medio siglo de trabajo constante y
organizado. Ha publicado treinta y siete revistas, así como seis ejemplares de la Colección
Norberto de Castro. Es además custodia de importantes documentos inéditos, como por
ejemplo del Armorial General de Costa Rica6. Desde 1993 se constituyó además la Asociación
de Genealogía e Historia de Costa Rica, editando una revista cuyo número cuarto acaba de
salir a la luz. Las publicaciones relacionadas con los temas históricos y genealógicos superan
los cien años de antigüedad. Todo ello es signo y prenda de la existencia de una comunidad
académica organizada y productiva a la que ahora corresponde recibir la delegación o
comisión de potestades públicas tendentes a la organización y regulación de los símbolos
heráldicos, tanto nacionales, como de las distintas provincias y municipios.
El escudo nacional de Costa Rica no escapa a los problemas antes descritos. Su diseño
actual muestra todos los defectos de la heráldica renacentista tardía, y riñe con principios
elementales de la heráldica como lo son las reglas de composición, de estilización, de
expresión, de plenitud, etcétera. Por ejemplo no respeta la antigua regla que impone contrastar
esmaltes contra metales (sólo así se garantizaba una fácil identificación de los signos
heráldicos desde lejanas distancias), utiliza la perspectiva (lo que atenta contra los principios
de estilización y plenitud), utiliza un contorno sorprendente e inexplicable; algunas figuras
tocan los bordes del escudo; y en fin no parece, a final de cuentas, un escudo ni representativo
de las virtudes históricas del país ni muy agradable a la vista.
No contento con ello, ese cándido artista decidió dar un contenido muy personal a su
interpretación de los elementos que lo componen. La descripción legal de nuestro escudo
plantea muchas interrogantes que requieren respuestas: ¿es su morfología central una cadena
de montañas o de volcanes? ¿Por qué tres promontorios? ¿Están esos promontorios terrazados
o no? ¿Cuántos picos deben tener las siete estrellas? ¿Se trata de un escudo “parlante”?
¿Deben ser representados los dos océanos en forma realista o mediante las tradicionales ondas
marinas heráldicas? ¿Deben detallarse en forma cuidadosa las embarcaciones? ¿Debe portar
un pabellón nacional o naviero cada uno de los buques? ¿Qué tipo de buque debe ser
representado: un velero o un vapor? ¿Qué contorno debe tener el escudo, si su descripción
legal no lo establece?
6
Comentar el carácter del Armorial General de Costa Rica justifica la elaboración de una compleja
monografía, razón por la que omitimos aquí cualquier tipo de adjetivación o consideración. Su
Heraldo, organizador y custodio, fue Don Norberto de Castro y Tosi.
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Algunas de estas interrogantes encuentra respuesta en el diseño oficial aprobado por el
poder público, sin embargo ésta costumbre es reciente. No obstante sigue siendo muy
cuestionable la introducción de elementos novedosos que no constan en la descripción legal
del escudo, como ocurre con el pabellón naviero de los buques, o con las esferas agrupadas a
ambos lados del escudo, cual carrillos, y que con gran probabilidad representan las balas de
cañón que antes decoraban externamente nuestro escudo de armas, y que ahora se han
integrado dentro del escudo.
Nos daremos por satisfechos si el paciente y sufrido lector, luego de meditar sobre lo
que diremos y al contemplar algunos -la gran mayoría- de nuestros símbolos heráldicos
territoriales oficiales, experimenta el irresistible deseo de redibujar con sus manos la silueta de
sus escudos, de arrancar las cargas representadas de manera tan impropia y sustituirlas por
otras más simples y más bellas, y en general, la voluntad de dotar de mejores atributos a los
emblemas heráldicos que con tanta justicia tienen derecho a portar nuestras ciudades y
regiones.
También se les conoce como “cotas”, en alusión a las cotas de malla en que se
dibujaban en la antigüedad. Con mayor propiedad tiende a llamárseles “blasones” (de la voz
germana “blacen”, que alude al sonido del cuerno con que se convocaban las justas
caballerescas). De este modo el estandarte es la bandera heráldica, y la adjetivación “de
armas”, proviene de la circunstancia de que dichos emblemas se dibujaban en los Escudos,
que con independencia de su carácter defensivo, también constituyen armas.
Cabe destacar que, aunque muchas otras culturas, incluso muy antiguas, utilizan
“tótems” para diferenciar sus respectivos clanes o linajes, con propiedad la heráldica es un
fenómeno exclusivo de Europa y de los Cristianos, y que debe mucho a la época y cultura de
las Cruzadas. No obstante cada región de ese continente presenta singularidades heráldicas.
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Los japoneses utilizan aún los bellos y estilizados “kamón”, no obstante su carácter no
siempre es hereditario, ni participa de las particularidades de la heráldica europea, acercándose
más bien al concepto europeo de “señal”, o sea a la utilización preheráldica de símbolos y
colores, que luego, inclusive llegaron a coexistir con la heráldica en sentido propio.
En sus orígenes la heráldica tuvo una importante utilidad práctica como signo de
reconocimiento. Debe considerarse que en aquellas calendas por las limitaciones de los
medios de comunicación, la ausencia de instrumentos para mejorar la calidad de la vista y
otros factores más, los rostros y la familia de los hombres públicos no eran conocidos, en
especial fuera de sus respectivas comarcas. Por estas razones los colores y emblemas
heráldicos constituyeron uno de los principales medios de reconocimiento colectivo7. No es
casualidad el color púrpura de las túnicas Cardenalicias, ni el color azul del casco de las tropas
de seguridad de las Naciones Unidas, su objetivo es el reconocimiento de la dignidad o del
carácter con que se interviene.
Fue con posterioridad, y sin olvidar el impulso brindado por su intrínseco interés
estético, que la heráldica se extendió, incluso en términos jurídicos, manifestándose como
motivo de orgullo hereditario, y sujeto a reglas en virtud de su importancia y trascendencia
social, política y militar. De este modo, el blasón se tornó hereditario, teniendo derecho a
conservarlo en forma íntegra sólo el primogénito varón.8 Quedaban obligados los demás
herederos a variar en forma ligera el blasón, lo cual hacían mediante las “brisuras” o pequeños
signos de distinción y emparentamiento con un linaje y que en general constituían una
derivación (sin margen de duda) del escudo original. La utilización de brisuras no estuvo muy
extendida en la heráldica histórica española, es un fenómeno más reciente, al contrario de la
heráldica francesa e inglesa en que se respetó (y respeta) con toda rigurosidad. La única parte
no hereditaria del escudo la constituye el lema, aquella cinta de caprichosas volutas que
incluye algún apotegma, escrito la mayor parte de las veces, en idioma latín.
Se habla de la heráldica como ciencia heroica por cuanto en su etapa de desarrollo las
armas constituían una concesión de la Corona que ennoblecía y dignificaba como
reconocimiento a los méritos, en especial de índole militar. Muchos de estos escudos
constituyen “armerías parlantes”, pues representan una crónica heroica de cada familia,
7
Los sociólogos de “vida cotidiana” calculan que durante la edad media una persona conocía bien un
promedio de trescientas personas.
8 En aquellas calendas había predominio de la opinión de que por haber sido creado Adán antes que
Eva, aquello era signo evidente del derecho divino que concedía preempción al varón por sobre la
hembra. Hoy en día vemos con tristeza que en lugar de igualarse la condición de ambos géneros, un
movimiento pendular nos conduce peligrosamente hacia el extremo contrario.
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mostrando virtudes, agregando o destacando hechos, anécdotas familiares, leyendas,
tradiciones, etcétera de manera que basta la contemplación erudita del Blasón para corroborar
que la persona que lo adquirió fue participe de la toma de alguna ciudad, que luchó contra otro
guerrero armado o contra un animal, que capturó enemigos, acerca de si la batalla en que se
distinguió fue en la de Baeza o en la de las Navas de Tolosa, pregonándolo así sus aspas o sus
cadenas; si su solar se encuentra en la ruta Jacobea (luciendo veneras, concha de un molusco
muy común en Galicia, que es utilizado para beber agua -se dice que el Apóstol Santiago
utilizaba una-), persistiendo los elementos del Blasón como recuerdo y lección permanente de
los actos que ennoblecieron a los antepasados.
Heráldica Indiana
Nótese como el cuartel superior reproduce, también con naturaleza parlante, aquella
antigua leyenda Salmantina relativa a la familia Cornado, según la cual su ilustre fundador
liberó a un león de una sierpe que enroscándosele alrededor le estrangulaba, dejándole marcas
en su piel.
Esta tendencia de las ciudades a adoptar escudos continúa hoy en día, sin embargo con
reiterada violación de las leyes heráldicas, entre ellas la que prohíbe a las ciudades llevar otro
ornamento exterior más que dos palmas cruzadas; además de otros muy frecuentes errores
tales como la utilización de la perspectiva, y el olvido de los principios de estilización y
expresión. Es evidente que peca más el artista intérprete del escudo, que la autoridad que
aprueba su diseño, pues en el caso de este escudo cantonal encontramos su descripción muy
satisfactoria en términos de corrección heráldica. Desconocemos la identidad de su autor, pero
bien podría tratarse de Don Jorge Volio o del propio Don Norberto de Castro y Tosi.
Vamos a hacer una breve recordación de los escudos que ha portado de manera oficial
el país de los Costa-ricenses. Centraremos nuestra atención en el escudo nacional aprobado en
1848, que en esencia persiste hasta nuestros días, y echaremos mano a la imagen de algunas
monedas, sellos y boletos de café, para comentar sus propiedades, y –lamentamos decirlo-
también los defectos que en nuestra opinión muestran, desde la perspectiva de la técnica
heráldica purista.
10
Los “boletos de café” fueron monedas de curso legal aunque no oficial, que en forma privada
circularon en las fincas del valle central de Costa Rica aproximadamente a partir de la mitad del siglo
XIX. El monocultivo del café aglutinó a la capa agro exportadora del país. Al corresponderse ésta con
la clase política, perdieron relevancia política y económica los localismos y otras desigualdades
propicias para el enfrentamiento social o territorial. La homogeneidad de la bonanza económica deparó
paz para los costarricenses. Los boletos de café no se encuentran catalogados aún de un modo pacífico.
El estudio numismático de los boletos de café puede asociarse de un modo muy gráfico e interesante
con las ciencias genealógicas.
485
Operó como segundo escudo nacional el que correspondía a las Provincias Unidas del
Centro de América. Desde la independencia en 1821, ha existido un movimiento
integracionista muy importante en Centroamérica, sin embargo la provincia de Costa Rica ha
sido más bien remisa a esa idea, tanto que desde 1838, mediante la Ley Aprilia, el Presidente
Don Braulio Carrillo Colina declaró separada en forma definitiva la provincia de Costa Rica
de la Federación Centroamericana. El amago del destacado masón y político Don Francisco
Morazán Quesada por reconstruir la Federación desde Costa Rica, finalizó con su ejecución
sumaria en el corazón de la ciudad de San José11.
El tercer escudo, utilizado alrededor de 1824, al igual que los anteriores es circular. Se
compone de tres círculos concéntricos. El exterior, a modo de bordura, carga la leyenda:
“Estado Libre de Costa Rica”, el intermedio aparece cargado de una cordillera que rodea en
su totalidad el círculo interno. Dentro del círculo interno se aprecia medio tórax humano y su
brazo izquierdo extendido. Al igual que sucede con los escudos anteriores, no hemos
encontrado su descripción oficial, aunque es muy probable en virtud de su composición, que
no haya contado nunca con una descripción heráldica apropiada. Sorprende además que el
brazo mostrado sea el izquierdo, el siniestro, tan delicado en términos de heráldica; su
explicación podría estar relacionada con el simbolismo esotérico, pues por ejemplo en la
masonería suelen blandirse los instrumentos arquitectónicos con la mano izquierda –la más
cercana al corazón- como signo de que la fuerza debe estar gobernada por las razones morales.
Es bien conocida la importancia del movimiento masónico americano antes y después de la
11
Fueron también masones quienes recogieron sus restos para darles cristiana sepultura: los concuños
el ciudadano Don Juan Mora Fernández, primer Jefe de Estado, y el Coronel Mayor Don Rafael
G.Escalante y Nava.
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emancipación, tan así que en Costa Rica está documentada la circulación de libros masónicos
desde antes de 1782.12
En cuarto lugar, en orden cronológico, Costa Rica utilizó una variación del segundo
escudo, con la diferencia de que su perímetro está constituido por óvalos y no por círculos, que
la leyenda, a modo de bordura, dice “República Federal de Centro América”, y que el océano
aparece representado por franjas onduladas y alternas de color azul y blanco. Externamente se
le representa con dos ramas en la parte superior, unidas por sus extremos por un lazo azul.
Cabe destacar, desde el punto de vista heráldico, que los escudos circulares y ovalados por lo
general son femeninos, así como los romboides, quizá este perímetro se utilizó adrede
tratándose de la federación de “las” repúblicas. También parece más apropiada la utilización
de franjas onduladas para representar el océano, en lugar de una imagen más bien realista. El
realismo fotográfico no anda con la heráldica, al menos en su sentido propio.
El escudo municipal de San José14, en lo que nos interesa, se describe del siguiente
modo: “azur, de plata la estrella”. Aparte de su bordura gules, cabe destacar una importante
semejanza entrambos escudos. Queda pendiente la tarea de verificar si existe una relación
ideológica entre ambos diseños.
El sexto escudo fue aprobado en 1848, cuando Costa Rica fue separada en forma
definitiva de la República Federal de Centro América y el Jefe de Estado Don José María
Castro Madriz proclamó la República, asumiendo como primer presidente de ella. Este escudo
ha perdurado hasta nuestros días con pequeños cambios en cuanto a su composición. Su
diseño sí ha sufrido sensibles variaciones como podrá apreciarse más adelante. Esta es la
descripción oficial del escudo, contenida en el decreto CXLVII dictado en San José en
septiembre 29 de 1848:
12
En el inventario de la sucesión de Julián Azofeifa y Madrid, acaudalado vecino de la Ciudad de
Cartago muerto en febrero de 1782, se menciona un texto que trata de los francmasones. (Molina
Jiménez, 1995, 22). Don Rafael Obregón Loría acredita la existencia de una logia denominada Caridad,
en la ciudad de Cartago, en operaciones desde 1821.
13
Decreto XVI de 21 de abril de 1840 derogado por Decreto del Gobierno Provisorio número 5 de 20
de abril de 1842 que restituyó el escudo que se encontraba en uso con anterioridad.
14
El escudo de armas de la provincia de San José fue creado en la sesión VIII del 28 de diciembre de
1904.
487
15
La dictadura ejercida por los hermanos Tinoco se caracterizó por su irregularidad jurídica (amén de
su ilegitimidad), no obstante que en forma paradójica promulgaron una serie de leyes muy modernas e
importantes, habiendo sido apoyados en este proceso por los principales juristas y ex presidentes del
país. Tras la caída de la dictadura, el sucesor eliminó toda esa producción jurídica mediante una
discutible ley de nulidades. El escritor Alejo Carpentier confiesa haber encontrado mucha inspiración
para su novela “El recurso del método” en las vicisitudes de los hermanos Tinoco.
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subjetivo de autoridades legitimadas para utilizar el escudo nacional en sus sellos y
correspondencia.
El Poder Legislativo, mediante Ley Nº 18, “dictada en acatamiento del artículo 73º de
la Constitución, y á (sic) iniciativa del Poder Ejecutivo” decretó, en lo que interesa, lo
siguiente:
Cabe destacar que en la práctica, los trofeos de guerra asociados al escudo nacional
(cornucopia y cañón cruzados) ya habían desaparecido desde mucho tiempo atrás, como lo
atestigua esta moneda de curso legal, emitida en 1886, que sin embargo conserva adornos
exteriores de naturaleza bélica.
Dice la tradición que el escudo de armas de 1848 fue bordado por la Primera Dama de
la República Doña Pacífica Fernández de Castro, sin embargo no conocemos si ella fue la
autora de su composición, o bien, quién brindó aquella primer descripción de su contenido.
También se dice que ella, juntando dos banderas francesas por sus franjas rojas, produjo la
bandera nacional que desde aquellas calendas ondea en nuestro país. Tales aseveraciones no
pueden descartarse, pero si cabe agregar como dato vexilológico curioso, que la inmensa
mayoría de naciones que obtuvieron su emancipación durante los siglos XVIII y XIX,
componen su bandera con los colores de la bandera francesa: blanco, azul y rojo. Colores que
por lo demás tienen especial significado para los francmasones, importante elemento
catalizador de la emancipación de los pueblos americanos.
Puede acotarse en primer lugar que aunque utiliza algunos conceptos heráldicos, ellos
no se formulan en sentido propio, como cuando se habla de campos. Nótese como la
formulación de todos estos escudos no sigue las reglas heráldicas de brevedad descriptiva. La
proposición heráldica parte del supuesto de que la descripción debe ser mínima para que con
el menor número de palabras se logre la más completa y unívoca composición. Para ello es
indispensable un acuerdo ínter subjetivo en relación con los conceptos manejados, por eso la
primer parte de la descripción siempre alude a la parte más noble del escudo, o a sea la parte
superior derecha (con mayor propiedad se habla del cantón), izquierda para quien lo
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contempla, puesto que los escudos se describen como si el descriptor lo estuviera portando.
Cuando se menciona una estrella se entiende que ésta es de cinco puntas salvo que se aclare un
número distinto. El primer esmalte o metal señalado en una descripción corresponde siempre
al color del campo. Existen muchas otras reglas semejantes, muchas claras y pacíficas, algunas
otras discutibles.
Como vemos, resulta impropia una descripción como la que formulan los decretos y
leyes que fueron citados en forma literal, pues son demasiado descriptivos; lo mismo podría
decirse con menos palabras y con mayor
precisión, y signo de ello es que por ejemplo
la silueta del escudo de armas se ha
deformado de modo inexplicable sin que así
lo disponga ninguna norma oficial, salvo la
que haya aprobado algún diseño en particular,
acuerdo que en ninguno de aquellos casos
hemos logrado identificar. Véase al efecto de
qué manera cambia el contorno del escudo de
armas, luego nacional, en dos sellos postales,
uno de ellos el primero que se emitió en Costa Rica16, en 1863, y el
otro muy reciente, del último cuarto del siglo XX, en que la silueta del escudo pierde toda
proporción.
16
Utilizamos la imagen del sello de medio real de una prueba de plancha, sin perforar. El original
pertenece a la colección particular del autor. El día 10 de abril de 1863 circuló el primer sello de
correos de Costa Rica.
17
Se trata del timbre fiscal Tipo C, que coexistió con el Tipo B, que sí contenía un contorno razonable.
Utilizamos la clasificación del Dr. Carlos Sáenz Mata.
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Las figuras no deben perderse en el campo, deben tener una claridad de formas y
suficiencia de extensión, que respete las proporciones del escudo y le hagan más fácil de
identificar. Nuestro escudo nacional contiene demasiados elementos en un solo campo. Y
ninguno de ellos es susceptible de mostrar “expresión”, atributo de las figuras humanas,
animales o quiméricas, cuyo propósito es transmitir emociones al enemigo tales como fuerza,
ferocidad, energía, peligro, etc. Quizá sea demasiado exigir que nuestro escudo participe de
ese atributo de la heráldica primigenia, pero conviene utilizar un diseño más apropiado de sus
figuras.
Es curioso advertir que la última vez que encontramos el escudo representado con
Volcanes es en 1871 (ver infra página 490), pues ello se deduce sin dificultad de las volutas de
humo que emanan de sus cumbres, sin embargo, fiel al comportamiento cíclico de los
volcanes, estuvieron dormidos más de un siglo, hasta que mediante decreto Nº 26853-SP de 5
de marzo de 1998 se aprueba un nuevo diseño oficial del Escudo Nacional, donde
encontramos de nuevo a los volcanes en actividad. Las monedas de curso legal desde el año de
1999 muestran los picos humeantes.
Conclusiones:
• En cuanto al contenido intrínseco del Escudo Nacional (esmaltes, metales, cargas, etc.)
no estamos autorizados a opinar, sin embargo consideramos que conservando los
mismos elementos, podría plantearse una nueva descripción y diseño, menos
transgresores de la tradición heráldica que por razones culturales pertenece a los
costarricenses.
• Desde el punto de vista heráldico puede afirmarse que tanto la formulación, como la
composición de nuestro Escudo Nacional es impropia, pues transgrede normas
elementales de esta disciplina.
• El contorno del escudo ha variado mucho a pesar del silencio oficial. La silueta vigente
a lo sumo tiene alguna semejanza con el contorno clásico de la heráldica polaca. Por el
contrario el escudo de armas español clásico -los más antiguos- conservan una
proporción cercana al seis por cinco, y su punta es redondeada (se trata de un segmento
de círculo, no de un óvalo) y no puntiaguda.
• Desde el punto de vista heráldico, lo propio es representar los volcanes con fuego o
humo en su cráter. Por lo general han sido representados como montañas, es hasta el
decreto Nº 26853-SP de 5 de marzo de 1998 que aprueba el diseño oficial del Escudo
Nacional que advertimos humo en los cráteres, haciendo volutas hacia la derecha del
escudo, a izquierda del observador, lo cual es lo propio. Se aprecia de nuevo a partir de
la emisión de monedas de curso oficial de 1999.
493
• El diseño heráldico del Escudo Nacional no ha podido cumplir en forma debida con la
representación de un extenso valle. De hecho no puede observarse valle alguno en el
escudo, salvo que lo identifiquemos en la franja costera de la terraza de los volcanes.
• Las estrellas deben estar colocadas en arco. El diseño predominante las coloca en
forma arqueada, no en un arco en sentido propio.
• De conformidad con el último decreto que aprueba el diseño oficial del escudo
nacional, (1998) además de mostrarse humeantes los volcanes, se representa el sol
naciente con radiaciones curvas irregulares. Además se suprime la bandera nacional de
los buques que navegan en ambos océanos.
Bibliografía:
Castro y Tosi, Norberto (1975) Carta al Rey legítimo. Colección Norberto de Castro,
Academia Costarricense de Ciencias Genealógicas, Tomo I, San José de Costa Rica,
noviembre 1975
Chacón de Umaña, Luz A. (1986) Buenos Aires, Cantón de Puntarenas, Apuntes para su
historia. Revista del Archivo Nacional, San José, Costa Rica, 1986, año XLIV
García Carrafa, Alberto y Arturo, Ciencia Heráldica o del Blasón (98 tomos) Madrid,
MCMLVII, Nueva Imprenta Radio S.A.
González Víquez, Cleto (s/f) Compilación de Leyes no insertas en las colecciones oficiales.
Tomo I, 655 fojas.
Messia de la Cerda y Pita, Luis F. (1990) Heráldica española – El Diseño Heráldico, Ediciones
Aldaba, Madrid, 1990
Molina Jiménez, Iván (1995) El que quiera divertirse -Libros y sociedad en Costa Rica (1750-
1914)- Colección Nueva Historia, San José, Editorial de la Universidad de Costa Rica.
Sáenz Mata, Carlos (1984) Era de oro de la filatelia costarricense 1863-1903. San José,
Editorial Costa Rica, 254 folios.
Sáenz Mata, Carlos (1963) Catálogo de Timbres Fiscales de Costa Rica, San José, Trejos
Hermanos, 66 folios.
494
Valverde Alpízar, Sergio Alonso (1995) Introducción a la Heráldica Española, Cursos Libres
de la Universidad de Costa Rica, San José, 48 fojas.
Anexo:
Ejemplo de utilización privada del Escudo de Armas
Nacional de 1848 en un “boleto de café” de la Finca La
Primavera, situada en San José, que perteneció a Teodosio
Castro. Nótese que esta representación respeta en forma
estricta el diseño publicado en la Colección de Leyes.
Utilización oficial del Escudo de Armas de 1848 en un timbre fiscal de 1903 (Tipo B). Nótese
cómo eleva la posición de las lanzas y pabellones, amén de que
sustituye la leyenda “AMÉRICA CENTRAL” por la palabra
“TIMBRE”.