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SAN MARTIN – ROSAS – PERON.

Un homenaje a Fermín Chávez.

Autor: Federico Gastón Addisi.

2008.
PROLOGO

El libro que el lector tiene en sus manos pretendía ser originariamente, una
demostración de la existencia de la línea histórica San Martín, Rosas, Perón.
Para lograr el objetivo propuesto, tracé como eje de trabajo dos planos distintos
que a su vez confluyeran en una síntesis que permitiera llegar a la demostración
deseada. Los ejes mencionados eran los siguientes:
 Buscar uno o varios denominadores comunes en la vida social, pero sobre
todo política de los tres hombres que se incluyen en el análisis, que posibilitara
determinar la existencia de la línea histórica mencionada.
 Avalar las simetrías halladas en el accionar de la vida pública de San Martín,
Rosas y Perón con la “doctrina” que otros historiadores han establecido
precedentemente sobre el tema y que aceptaran a su vez la tesis que se busca demostrar.
En la inteligencia de desarrollar el trabajo de la manera expuesta, comencé el
acopio de material, la lectura de bibliografía fundamental y de consulta obligada sobre
el tema, como así también la que estuviera sólo relacionada en forma secundaria. De la
lectura atenta del cúmulo de información obtenida pude llegar a detectar varios puntos
en común entre los personajes estudiados, todo lo cual, me permitiría sostener la
existencia de la mentada línea histórica. Dichos puntos de convergencia serán
mencionados y desarrollados en el próximo capítulo.
Efectuada la primer parte del trabajo; restaba una segunda instancia del mismo,
consistente en buscar las obras y autores que respaldaran la hipótesis propuesta.
Una vez iniciada esta segunda parte de la investigación, pude constatar que lo
realizado hasta el momento podía ser complementado con sendas entrevistas a distintos
exponentes del revisionismo histórico, –aunque como se verá, con opiniones
divergentes sobre el tema- por tratarse de la escuela a la que yo adscribo y por ser,
mayoritariamente investigadores de esta corriente los que sostienen la asociación entre
San Martín, Rosas y Perón.
Así fue que realice enriquecedoras e ilustrativas entrevistas con hombres de la
talla de Jorge Sulé, Norberto Galasso, Vicente Massot, Oscar Denovi, Norberto
Chindemi, Alberto Buela y –aquí viene lo que finalmente cambiaría sustancialmente el
propósito del libro- Fermín Chávez, quien al poco tiempo de nuestra conversación,
habría de fallecer.
Lo efímero de la vida, y lo grande que puede ser la obra de un hombre en la
tierra, haciendo que su legado sea bastísimo, me convencieron de que más que un libro
en el que se pretenda demostrar alguna cuestión determinada –objetivo que pasó
definitivamente a un segundo plano-, éste debía ser, un humilde homenaje de un
militante nacional y peronista, a quien fuera, a mi entender, el máximo exponente del
revisionismo histórico: Don Fermín Chávez.
Por lo expuesto, el libro quedó estructurado de la siguiente manera:
El capítulo I, se ajusta a los lineamientos trazados al principio de la
investigación.
En cambio, el capítulo II incluye en forma íntegra, y sin modificar una coma
(de ahí que el modo de exposición salga de lo narrativo y pase a la de “una especie de
reportaje”, ya que así fue la dinámica de nuestra conversación), la charla que tuve con el
maestro Fermín Chávez antes de su muerte pero que a su vez viene a confirmar la tesis
de la existencia de la línea San Martín, Rosas y Perón.
El capítulo III se compone de una breve biografía del eminente académico, como
así también de su extensa bibliografía.
Finalmente, el libro termina con un apéndice, donde hemos incluido dos
documentos periodísticos, uno de los cuales es la autobiografía de Fermín Chávez
publicada en la revista Primera Plana.
CAPITULO I.

Existen cuatro o cinco libros que tratan, aunque de manera tangencial, el tema
que nos ocupa. Sin embargo son de consulta obligada y merecen una mención aparte de
las citas abundantes que hemos de mencionar.
Las obras a las que nos referimos son: “Los males de la memoria”, de Diana
Quattrocchi – Woisson, La “Repatriación de Rosas”, de Manuel de Anchorena, “Acerca
de Rosas y otros temas” de Juan Carlos Cornejo Linares, y “Cartas a un joven rosista”,
de Giménez Vega y el artículo de Abel del Río “Rosas y Perón” en la Revista
Biblioteca.
La importancia de la primer obra nombrada radica en el análisis que efectúa la
autora de la “Triada” que nos ocupa, llegando a la conclusión de la existencia de la
misma en el imaginario colectivo, aunque con una valoración negativa, como así
también con fuertes críticas hacia el revisionismo histórico, que no es el sentido de esta
obra refutar, para lo cual recomendamos los dos tomos de Antonio Capponetto, “Los
críticos del revisionismo histórico”, en especial el primero de ellos.
En lo que hace a la obra de Manuel Anchorena, cobra relevancia toda vez que se
trata del relato de quien tuvo a su cargo bajo el tercer gobierno del General Perón, la
misión de iniciar la repatriación de Don Juan Manuel de Rosas.
Sobre la obra de Cornejo Linares, diremos que se trata de una “perlita” de quien
estuvo al frente de la sanción en el Congreso de la Nación, durante el último gobierno
de Perón, de las leyes de repatriación del Restaurador, y de la declaración del Día de la
Soberanía el 20 de noviembre; esta última por idea e iniciativa de José María Rosa.
Los comentarios efectuados por Anchorena y Cornejo Linares –además de las
tareas que Perón les mandó a desempeñar- son a nuestro juicio pruebas cabales de la
existencia de la línea histórica en cuestión, como así también, prueba suficiente de la
filiación “rosista” de quien fuera tres veces electo presidente de la República. Sin
embargo, para demostrar este último aspecto, reproducimos en este libro los propios
dichos del General Perón sobre el tema.
Sobre el libro de Giménez Vega, crítico y negando la teoría aquí estudiada, se
refiere al tema en un capítulo titulado “La línea San Martín, Rosas, Irigoyen y Perón”.
Sólo nos interesa mencionar dicho texto por ocuparse del tema, pero no citaremos nada
de él, ni le damos valor alguno, ya que el sólo trato que da en el libelo a José de San
Martín, poco menos que insinuando su carácter de agente inglés, nos exime de todo
comentario serio sobre la obra.
Por último, el artículo de Abel de Río constituye el más ambicioso intento de
establecer una línea, similitudes o simetrías entre el Restaurador de las Leyes y Juan
Domingo Perón.
Pasamos en consecuencia; a citar la doctrina que avala nuestra tesis de la
existencia de la línea San Martín, Rosas y Perón.

“Las batallas de la memoria se libran alrededor de los hechos del pasado que
supuestamente ilustran el momento presente. La oposición política (al General Perón),
para la cual es cada vez más difícil exponer sus puntos de vista, utiliza el Parlamento
como tribuna privilegiada. Los revisionistas hacen lo mismo, pero por otras razones:
exponen detalladamente su nueva pedagogía patriótica ahora destinada a educar al
soberano, es decir a los flamantes e inexpertos diputados peronistas. Y el Parlamento
peronista pasa así largas horas discutiendo del pasado argentino y del gobierno de
Rosas. Asimismo la oposición se apresta a celebrar con ruido el centenario de la batalla
de Caseros, para significar que ha llegado el tiempo de poner término a la “segunda
tiranía”, la de Perón. El peso de estas imágenes es tan fuerte en el imaginario histórico
de los argentinos que una conspiración militar destinada a asesinar a Perón se fija como
fecha de operación precisamente el centenario de la batalla de Caseros, el 3 de febrero
de 1952. La identificación entre Rosas y Perón es llevada a su paroxismo”.

(QUATTROCCHI – WOISSON, Diana, Los males de la memoria, Emecé, Bs. As.,


1995, pág. 225).

“Los revisionistas por su parte obtienen del gobierno algunas señales favorables
a su causa. Así la batalla de Obligado será conmemorada oficialmente por primera vez,
el 20 de noviembre de 1953, por el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Carlos
Aloé, cuyo discurso retoma, según dice, “el homenaje que el General Perón rinde a los
héroes que murieron por la defensa de la soberanía nacional”.
Finalmente, bajo el ojo aparentemente benévolo del gobierno, se crea en junio de
1954 una “Organización popular por la repatriación de los restos del General Rosas”,
presidida por José María Rosa y Ernesto Palacio, que lanza una enérgica campaña para
obtener la adhesión de “todos los argentinos” y que será sostenida por la prensa
peronista”.

(QUATTROCCHI – WOISSON, Diana, Los males de la memoria, Emecé, Bs. As.,


1995, pág. 314).

“Por decreto ley N 479 del 7 de octubre de 1955 el nuevo gobierno crea una
Comisión Nacional de Investigaciones que presentará su informe bajo el título “Libro
Negro de la Segunda Tiranía”: una recopilación de datos destinados a poner en
evidencia “los horrores y las aberraciones” del régimen peronista. Entre otras muchas
cosas, Perón es acusado de haber denigrado a los héroes del pasado y haberlos ofendido
llamándolos “traidores a la Patria”; de haber realizado funerales suntuosos a la muerte
de su esposa Eva Perón, comparables a los que Rosas hizo para la suya, Encarnación
Ezcurra; de haber impedido la celebración de los centenarios de Echeverría, de Urquiza
y de la Constitución de 1853, pues “esas cosas de la vieja Argentina eran demasiado
peligrosas para quien las negaba”.
Desde su exilio, Perón se pronuncia públicamente a favor de la interpretación
revisionista de la historia argentina, en un libro destinado a denunciar al gobierno
militar que acaba de derrocarlo. El libro editado en Caracas en 1957 se titula Los
Vendepatria: las pruebas de una traición (…)
En el último capítulo titulado “La dictadura y el pueblo”, realiza un ejercicio de
interpretación histórica que retoma todos los temas caros al revisionismo. Oponiéndose
a esta revolución que ha osado llamarse “libertadora”, y que dice inspirarse en la línea
histórica que comienza con la Revolución de Mayo y cristaliza tras la batalla de
Caseros, el líder exiliado se libra a una contundente apología de Rosas:
“La dictadura ha invocado la “línea Mayo-Caseros” que manifiesta seguir. Es
indudable que su confesión es real. Ellos, como Alzaga, Liniers, Alvear, los enemigos
de Rosas, etc, tienen su línea indiscutible: la de la traición a la Patria””.
(QUATTROCCHI – WOISSON, Diana, Los males de la memoria, Emecé, Bs. As.,
1995, pág. 314-15).

“La tríada mística San Martín, Rosas y Perón, sigue siendo propuesta como
remedio a los problemas de la sociedad argentina. Los rostros de los tres hombres que
nos presenta el afiche electoral de 1987 están tan cercanos entre sí que no tardan en
volverse una unidad: el retrato de un solo hombre, el que los argentinos se obstinan en
buscar, el salvador de una patria cada vez más extraviada, el omnipotente que podrá
resolverlo todo. Una convicción tan arraigada en la memoria de un pueblo tiene
consecuencias graves. Los fantasmas del pasado no dejan vivir a los argentinos del
presente”:

(QUATTROCCHI – WOISSON, Diana, Los males de la memoria, Emecé, Bs. As.,


1995, pág. 316).

LAS SIMETRÍAS DE ABEL DEL RIO.


“Durante los años que van desde 1943 en adelante hemos tenido oportunidad de
escuchar y de leer infinidad de veces que el gobierno de Perón representó el regreso a
los métodos dictatoriales usados por Rosas”.

(DEL RÍO, Abel, Rosas y Perón, Buenos Aires, Revista Biblioteca, Año 1, N 1, 1968,
pág 12).

“Será imposible llegar a la médula de la problemática histórica si entramos a la


consideración del problema que formula el paralelo de Rosas y Perón, si nos ubicamos
desde el punto de vista de sus desaciertos, como también hemos de estar equivocados si
partimos de la base de encontrar, a priori, todo correcto.
Es nuestro criterio que en la balanza final ha de quedar para la consideración de
las generaciones el hecho de que Rosas defendió a ultranza la soberanía y la integridad
territorial y Perón dignificó a los argentinos dándoles dimensión vertical en su diario
vivir”.
(DEL RÍO, Abel, Rosas y Perón, Buenos Aires, Revista Biblioteca, Año 1, N 1, 1968,
pág 13).

1. VACIO DE PODER:
"Por otra parte analizando con desapasionamiento el proceso que condujo a
ambos a la suma del poder público es posible encontrar que en 1835 y 1946 existía un
vacío de poder que sólo podía llenarse de manera plena si se coincidía en agrupar en una
persona -no en un partido político- las condiciones necesarias para colmarlo.
Estas condiciones fueron en ambas fechas: Popularidad, ejecutividad, perspectivas de
estabilización, representación de los deseos de la mayoría.
Rosas y Perón significaron en sus momentos respectivos personalidades
diferentes a las conocidas hasta entonces, pues ambos significaron la negación de las
malas artes ejercitadas en nombre de los principios legales.
El vacío de poder en 1835, como en 1946, debía ser llenado plenamente, pues
era una necesidad colectiva y nacional. Esta era expresada muchas veces por los medios
más negativos, como la abulia para el trabajo o el recurso a las artes oscuras de la
delincuencia, pero en estos casos también estaban justificadas, pues el trabajo cotidiano
no representada aliciente.
Esto se dio en 1835 y en 1946, pues en la primera, los unitarios, los federales
doctrinarios y algunos sectores independientes, se unieron para alcanzar el poder
fundando una entidad política heteróclita y sin cohesión, pues la meta señalada era
alcanzar el poder y no las soluciones que se aplicarían a los problemas del momento.
Esto se dio en 1946 con la Unión Democrática, pues en ella se agruparon los radicales,
conservadores, socialistas y demoprogresistas. Siempre fueron enemigos
irreconciliables y a su vez enemigos del comunismo, pero no tuvieron inconveniente en
posponer las diferencias anteriores, para alcanzar el comando político".

(DEL RÍO, Abel, Rosas y Perón, Buenos Aires, Revista Biblioteca, Año 1, N 1, 1968,
págs 16, 19, 20).

2. PAPEL DE LAS ESPOSAS:


“Cuando se analiza el proceso político cumplido por Rosas y Perón,
inmediatamente surgen con relieves propios las actuaciones de sus respectivas esposas.
Doña Encarnación y Eva Duarte provinieron de estratos sociales muy diferentes,
pero estuvieron al servicio de la política de sus respectivos maridos, con la misma
intensidad.
Ambas fallecieran antes del proceso de declinación, es decir, en el momento de
mayor poder efectivo, pues la primera murió cuando Rosas contaba con los medios
suficientes para seguir siendo reelecto y la segunda en los momentos de iniciar Perón su
segunda presidencia.
Doña Encarnación y Eva Duarte les dieron en el período de matrimonio la fuerza
que de por sí no estaban capacitados para alcanzar, pues los hechos históricos
demuestran que por medio de las acciones de la primera con la Mazorca, y de la segunda
con los cóndores, se llegó a tener para los respectivos consortes, la base de sustentación
necesaria.
La correspondencia de doña Encarnación y Rosas, en momentos en que éste se
encontraba realizando la expedición al desierto, es suficientemente esclarecedora, como
para indicar que en Buenos Aires el comando de las acciones políticas estaba en manos
de ella.
Eva Duarte, por su parte, cumplió una misión muy parecida, al luchar desde el
llano por el ascenso de su esposo, criticando a los tibios, expulsando a los remisos,
insultando a los opositores solapados y diciéndoles en la cara el concepto que de ellos
tenía.
Las acciones que desembocaron en el 17 de octubre llevaron el sello del impulso
de Eva Duarte, pues no tuvo ningún inconveniente en trasladarse de continuo para
hablar con los hombres que debían realizar las acciones de copamiento, dar dinero para
convencer a los dudosos, amenazar, si fuese necesario, para movilizar a los timoratos”.

(DEL RÍO, Abel, Rosas y Perón, Buenos Aires, Revista Biblioteca, Año 1, N 1, 1968,
págs. 23, 24, 25).

3. LA PUBLICIDAD:
"Pese a estas diferencias, existen similitudes en los métodos utilizados, pues
Rosas y Perón tuvieron sus slogans, y sus símbolos y sus canciones populares.
Siempre recurrieron a la consulta popular, a las reuniones masivas para
respaldar las acciones y siempre estuvo presente la acción de la publicidad directa o
indirecta.
Rosas impuso la obligatoriedad de encabezar toda correspondencia con la
leyenda "Viva la Santa Federación, mueran los salvajes unitarios", para lograr fijar en la
mente de los funcionarios la idea de que se estaba viviendo en una federación, como
forma de gobierno y no en un país desnudo y desmenuzado.
Rosas contó con el cintillo punzó y Perón con el escudo peronista, como medios
partidarios y publicitarios de exponer las simpatías personales por sus gobiernos.
La tramitación de ambos símbolos es muy semejante, pues en cualquiera de los casos se
deseo dar a los partidarios un medio de distinción.
Mucho se ha escrito criticando en Rosas el uso del cintillo punzó y en Perón el
escudo, pero en ninguna de las críticas se ha expuesto la ley, el decreto o la ordenanza
que los impusiera. Fue de elección popular, es decir que se podía o no usarlo.
Rosas y Perón contaron con su canto y música y distintiva. El primero con el
Himno del Restaurador y el segundo con la Marcha Peronista.
Estas músicas se utilizaron siempre para expresar el entusiasmo popular por la
acción del gobierno y para molestar en algunas ocasiones, a personas que se sabían
opositoras de lo que se callaban y trataban de pasar inadvertida".

(DEL RÍO, Abel, Rosas y Perón, Buenos Aires, Revista Biblioteca, Año 1, N 1, 1968,
págs. 30, 32, 33, 34).

4. LA LIBERTAD:
"Si nos ubicamos en la época de Rosas, donde los argentinos emigrados
aceptaron la participación de extranjeros en los asuntos internos, mal podemos pedir la
existencia de una libertad absoluta para todos los actos políticos, pues ellos implicaban
el desmembramiento del territorio nacional.
Los unitarios, y esto debe ser claramente entendido, no tuvieron inconveniente
en ningún tipo en ofrecer parte de nuestro territorio a cambio de ayuda militar y
económica, para lograr la caída de Rosas y el apoderamiento del poder político.
Paralelamente, en la época de Perón hubo quien solicito el desembarco de las tropas de
marinería de los Estados Unidos para lograr el mismo objetivo.
En esa circunstancia, no puede analizarse con desapasionamiento las
restricciones que se impusieron al ejercicio de las libertades.
Durante la época de Perón, la libertad de sufragio, en el momento de votar fue
enteramente libre".
(DEL RÍO, Abel, Rosas y Perón, Buenos Aires, Revista Biblioteca, Año 1, N 1, 1968,
págs. 38, 39).

5. OPOSITORES:
"Si nos detenemos unos momentos en analizar quiénes fueron las fuerzas
opositoras del rosismo y del peronismo, hemos de encontrar que siempre llegaremos a
una coincidencia: los doctos y los cultos liberales.
En la época de Rosas la oposición estuvo encarnada en nombres como el de
Echeverría, Mármol, Tejedor, Alsina, Sarmiento, Varela y muchos otros.
Si nos preguntamos qué hicieron durante la época rosista hemos de encontrarlos
en el extranjero en papel de exiliados, despotricando contra el gobierno de su país,
tramoyando invasiones y escribiendo brulotes.
En la época de Perón los opositores más importantes se fueron del país, viviendo
en papel de perseguidos, escribiendo en diarios, revistas o panfletos sus odios y
diciendo en las radios sus imposibilidades de regresar al país.
También podemos encontrar en ellos una coincidencia más, no escatimaron
esfuerzos para aceptar de potencias extranjeras, la ayuda de armas y dinero. Esto es
vigente para los unitarios como para los antiperonistas exiliados".

(DEL RÍO, Abel, Rosas y Perón, Buenos Aires, Revista Biblioteca, Año 1, N 1, 1968,
pág. 48).

6. POLITICA INTERNA:
"Rosas y Perón intentaron en los años en que gobernaron de unir al pueblo en
torno a una ideología política, realizando obras y acciones políticas que demostraran los
beneficios de la unión interna.
El primero recurrió el sentimiento nacional para combatir las injerencias
extranjeras y el segundo para combatir la acción de los opositores, que muchas veces
también recurrieron a potencias extranjeras para intentar su derrocamiento.
Hay entre Rosas y Perón otro paralelo de poder ser realizado, en relación a las
respectivas legislaturas, pues en ambos casos se encontró con una aplastante
unanimidad de apoyo".
(DEL RÍO, Abel, Rosas y Perón, Buenos Aires, Revista Biblioteca, Año 1, N 1, 1968,
págs. 59, 60).

7. LIDERES Y CAUDILLOS:
De esta manera Perón se transformó en el caudillo conductor de la montonera de
la época moderna. Primero, de una parcialidad que estaba constituida por el
proletariado de Buenos Aires y sus alrededores, para luego transformarse en el
conductor de todo el movimiento obrero nacional por medio de los delegados en el
interior.
Como en el caso de Rosas, las relaciones con los delegados del interior se
realizaron en el plano del mantenimiento de un acuerdo, donde la conducción general
era la indicada por Perón y la local por los dirigentes, pero siempre que no contradijera
a aquella.
Con Rosas y con Irigoyen se dio la presencia de partidos de masas, dando lugar
a la aparición del autoritarismo de los dirigentes.
En el caso de Rosas ese autoritarismo se manifestó como medida necesaria para
el mantenimiento de la cohesión interna, mientras que en Irigoyen el autoritarismo fue
necesidad para mantener en estrecho cerco a las distintas tendencias internas, por ser un
partido policlasista.
Con Perón el autoritarismo se expresó con reacción al liberalismo que en ese
momento estaba en plena decadencia y en proceso de ser suplantado, al menos en sus
formas más popularizadas, por nuevas tendencias.
El aglutinamiento en torno al nuevo dirigente se realizó no por las vías políticas
de uso consagrado sino por las vías sindicales, haciendo que originalmente el liderazgo
apareciera como reivindicación de aspiraciones sociales y no políticas”.

(DEL RÍO, Abel, Rosas y Perón, Buenos Aires, Revista Biblioteca, Año 1, N 1, 1968,
págs. 81, 84, 85).

8. UNITARIOS Y ANTIPERONISTAS:
“La oposición que Rosas y Perón tuvieron en sus respectivos gobiernos estuvo
formada por los unitarios y por los antiperonistas. A los primeros se les llamó unitarios
por provenir del partido que sostuvo la necesidad de sancionar una constitución
centralista –unitaria- que gobernara la Nación desde Buenos Aires y a los segundos por
síntesis general, pues los partidos tradicionales estuvieron en contra y por ello el
nombre de antiperonistas para agruparlos a todos.
Lo que pueden tener en común unitarios y antiperonistas fueron los principios
liberales en política y en economía.
Los unitarios pedían libertad para expresar sus ideas contrarias al gobierno de
Rosas, de la misma manera que los antiperonistas la pidieron y exigieron para dar a
publicidad sus oposiciones acérrimas al peronismo.
Unitarios y antiperonistas siempre fueron anti, nunca pro. Fueron antiargentinos
desde el momento que aceptaron armas y dinero extranjeros para derrocar un gobierno,
fueron antiargentinos cuando pensaron en separar el litoral de la Confederación
Argentina, fueron antiargentinos cuando aceptaron como lógico, legal y democrático la
intervención de potencias extranjeras en las cuestiones de la política interna, como en el
caso de Braden”.

(DEL RÍO, Abel, Rosas y Perón, Buenos Aires, Revista Biblioteca, Año 1, N 1, 1968,
págs. 91, 93).

9. POLITICA INTERNACIONAL:
“Rosas y Perón debieron enfrentar las presiones extranjeras, pues en ambas
épocas, potencias extranjeras interfirieron en el desarrollo de las políticas respectivas.
Ya se ha mencionado anteriormente que los unitarios aceptaron unirse a los ingleses,
franceses y brasileños, para obtener el apoyo militar que necesitaban para voltear a
Rosas.
En el caso de Perón el paralelo es muy profundo, pues durante los años que
corrieron entre 1943 y 1946, Estados Unidos presionó, no solo en las esferas de la
política interna.
Todos pueden recordar que el embajador Braden dio dinero a los partidos
opositores, se reunió con los principales dirigentes, realizó reuniones partidarias,
efectuó giras, se inmiscuyó en los asuntos de la política nacional, como si su cargo de
embajador no fuera suficiente resguardo para que mantuviera el decoro que le
correspondía.
Si Rosas debió luchar con las armas en la mano contra los agresores extranjeros,
Perón debió hacerlo con los elementos legales que le permitió el ordenamiento legal de
aquel entonces, para poder defender el derecho de autodeterminación de los países.
Rosas armó ejércitos para luchar contra los malos argentinos que intentaban una
atomización de nuestra soberanía nacional y Perón debió recurrir a las denuncias
públicas para denunciar los continuos ataques que se efectuaban contra la soberanía
argentina en el plano de lo económico.
Rosas y Perón debieron luchar contra los enemigos internos y externos, pues
ambos estaban ligados por una comunidad de intereses contra la política de defensa de
la soberanía nacional. Rosas para impedir el desmembramiento territorial y Perón para
impedir el regreso a épocas perimidas por la evolución natural de la humanidad.
Las relaciones internacionales que desarrollaron Perón y Rosas tuvieron un
notable parecido, pues en América y en Europa a ambos se los conoció y valoró como
gobernantes de aprecio, con valores personales y proyección extranacional.
Los pueblos de América, especialmente el elemento trabajador, comprendió que
la política desarrollada por Perón era la que muchos de ellos estaban necesitando, de la
misma manera que la política de Rosas, al oponerse tozudamente a las arremetidas
extranjeras, eran las que esos países necesitaban para proteger sus economías y sus
integridades nacionales”.

(DEL RÍO, Abel, Rosas y Perón, Buenos Aires, Revista Biblioteca, Año 1, N 1, 1968,
págs. 108, 112, 113, 114).

10. EL OCASO:
“El proceso político, que en realidad debería llamarse proceso militar, que
condujo a la caída de Rosas y de Perón, coincide en muchos aspectos.
En primer lugar, la iniciativa revolucionaria estuvo en manos de miembros del
partido, coincidiendo con jerarquías militares.
Lonardi e Isaac Rojas, como Urquiza, eran dirigentes políticos al mismo tiempo
que militares en ejercicio. Esta coincidencia de puestos ocupados, tiene otro paralelo y
es de que en ambos movimientos intervinieron intereses extranjeros.
En el caso de Urquiza es bien conocida la participación de los brasileños y en el
caso de los segundos, es casi popularmente conocida la intervención de los ingleses.
Estas coincidencias en lo interno y externo de los movimientos que dieron por
tierra con los gobiernos populares de Rosas y Perón, encierran raíces que coinciden en
la gestación, pues ambos fueron depuestos como consecuencia del desgaste interno.
Con Rosas y con Perón los cambios demandaron lucha armada. Caseros y las
acciones de la ciudad de Córdoba costaron muchas víctimas.
Triunfante la oposición, Rosas y Perón debieron dejar el mando. El primero lo
hizo devolviendo el poder a la legislatura y el segundo al ejército.
Ambos debieron recurrir a potencias extranjeras para poder abandonar el país, ya
que Rosas se refugió en una nave inglesa y Perón acudió a la protección de la bandera
paraguaya.
Alejados de su país, en los primeros momentos ambos han sufrido todo tipo de
ataque, pero con el transcurso del tiempo, la memoria de Rosas está siendo reivindicada
a la consideración general y la de Perón adquiere una proyección más amplia.
La caída de ambos regímenes no sirvieron para la llegada de gobiernos mejores
ni de extracción popular, por lo que sus respectivos gobiernos, con todos sus defectos
han servido para ser comparados e indudablemente han salido gananciosos en el cotejo”

(DEL RÍO, Abel, Rosas y Perón, Buenos Aires, Revista Biblioteca, Año 1, N 1, 1968,
págs. 127, 129).

“En 1974, el Gral. Perón, me convocó el 20 de noviembre, el Día de la


Soberanía, a las 10 de la mañana y me ofreció la embajada en Gran Bretaña,
encomendándome fundamentalmente dos temas: avanzar en la solución diplomática del
tema Malvinas y la repatriación de los restos del Brigadier General Don Juan Manuel de
Rosas.
En la larga correspondencia epistolar que tuve ocasión de mantener con el Gral.
Perón durante su exilio en España, manifestó reiteradamente sus ideas sobre el deseo de
que la figura de Juan Manuel de Rosas fuera reivindicada y sus restos descansen en
nuestra patria.
En una de ellas, fechada en Madrid, el 26 de marzo de 1971, dice: “Dr Manuel
de Anchorena, Querido amigo: Muchas gracias, veo su generosa acción por colocarme
con San Martín y Rosas, indudablemente una magnífica compañía (…)”.

(ANCHORENA DE, Manuel, La Repatriación de Rosas, Theoría, Bs. As., 1990, pág.
31).
“Madrid, 8 de enero de 1970.
Sr Don Manuel de Anchorena.
Mi querido compatriota y amigo:
He recibido si amable carta del 24 de diciembre próximo pasado y le agradezco
el envío de las publicaciones sobre la campaña Pro-Repatriación de los restos del
Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas y para la solidificación de las bases de
nuestra liberación nacional. Ambas cosas deben merecer la preocupación patriótica de
los argentinos, porque para asegurar el destino de la Patria es tan importante defender su
futuro como hacer justicia a su pasado.
Don Juan Manuel, no solo ha tenido la gloria de su grandeza, sino que también
ha merecido el honor que le han rendido la infamia y la calumnia de los hombres
pequeños. La calumnia, la diatriba y el insulto son siempre homenajes que se rinden a
un mérito, a una virtud o a un valor. Pocos han sido más indecentemente calumniados:
ello sería ya mérito suficiente como para considerarlo sin más entre los grandes (…)
Desde niño ha repugnado a mi espíritu cuanto se ha escrito sobre Rosas en las
“historias” fabricadas por escribas de la ignominia y el rencor. Hace muchos años, en
oportunidad de realizar investigaciones históricas en el Archivo General de la Nación,
se me ocurrió echar una ojeada a los archivos documentales de la época de la Santa
Federación y me fue dado comprobar que la documentación existente era totalmente
desconocida (…) Ha sido necesario esperar la acción de los revisionistas históricos para
conocer una realidad oculta bajo la oscuridad nefasta de la mentira (…)
En la lucha por la liberación, el Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas
merece ser el arquetipo que nos inspire y que nos guíe a lo largo de mas de un siglo y
medio de colonialismo vergonzante, ha sido uno de los pocos que supieron defender
honrosamente la soberanía nacional en que se debe asentar la decencia de una Patria y,
no en vano. San Martín, al que lo habían condenado los enemigos de afuera y de
adentro, le hizo llegar su espada y su encomio, que era como arrimarle un poco de su
gloria de soldado y de su alma de ciudadano excepcional”.

(ANCHORENA DE, Manuel, La Repatriación de Rosas, Theoría, Bs. As., 1990, pág.
32-33).
“La historia, maestra de la vida, como ciencia se realiza en una constante
revisión; en consecuencia esta sujeta a una permanente renovación en sus conclusiones
(…) El genio del “Ilustre Restaurador de las Leyes” ya había previsto que pasadas las
inevitables borrascosas de las pasiones humanas, el criterio sereno de la posteridad
ubicaría su persona en el sitial que los servicios prestados al país le depararían (…)
Los escritores e historiadores inmediatamente posteriores a 1852 se ensañaron
en el ataque y destrucción del concepto y personalidad del ilustre gobernador de Buenos
Aires y capitán general de la Confederación Argentina. La historia de acontecimientos
contemporáneos nos ilustra con claridad episodios paralelos: mientras más se atacaba y
vilipendiaba al General Perón y a los colaboradores de su administración pública, mayor
relieve adquiría a los ojos de sus contemporáneos; no solamente por la favorable
comparación entre la inoperancia de los gobiernos que le sucedieron con las efectivas
realizaciones del sustituido, sino porque la penetración de las fuerzas antinacionales
alcanzaba, con éstos, sus niveles máximos”.

(CORNEJO LINARES, Juan Carlos, Acerca de Rosas y otros temas, Imprenta del
Congreso de La Nación, Buenos Aires, 1975, pág 12-13).

“El año 1973 es el denominado popularmente, Año de la Liberación Nacional, y


lo es, entre otras cosas, por el triunfo indiscutido de la voluntad popular, expresada esta
vez por el mandato de las urnas.
Y este año de 1973 no puede pasar sin que el Honorable Congreso de la Nación
rinda el homenaje sencillo y sentido de recordación al pueblo que, expresado por sus
milicias armadas en el ejército nacional de la Confederación Argentina, defendió, fiel a
su juramento de “hasta que la muerte nos separe de la lucha”, nuestra soberanía nacional
el 20 de noviembre de 1845, amenazada por la escuadra anglo-francesa (…)
Las baterías de Obligado resonaron por el mundo entero demostrando que los
argentinos, pocos o muchos, sin contar con elementos, no se dejarían avasallar
impunemente.
No por nada es que el pueblo, con su natural intuición patriótica, hace ya mucho
identifica los grandes destinos de la patria con la invocación de nuestros cuatro grandes
caudillos nacionales: San Martín, Rosas. Irigoyen y Perón”.
(CORNEJO LINARES, Juan Carlos, Acerca de Rosas y otros temas, Imprenta del
Congreso de La Nación, Buenos Aires, 1975, pág 19, 21).

“ (...) Los ecos del complejo de barbarie perduran hasta nuestros días. Durante
los diez años peronistas la mayoría de los argentinos nos sabíamos habitantes de un país
en marcha; pertenecíamos sin duda alguna a la clase media de las naciones y
aspirábamos al liderazgo latinoamericano. Pero triunfó la sedición antipopular de 1955
y el complejo de barbarie volvió a regir si no con el antiguo esplendor, con
manifestaciones inequívocas y formas adecuadas a los nuevos tiempos. Fue tildado de
bárbaro todo el período en que los trabajadores ocuparon el escenario político. Se
pusieron de moda expresiones de autodesdén como <flor de ceibo>, referencia
peyorativa a nuestra industria, <...y ahora son nuestros>, alusión a los servicios públicos
nacionalizados, etc. Como a Rosas, se le reprochó a Perón haber provincializado la
capital, fomentando o permitiendo la emigración de los <cabecitas negras>. Como a
Rosas se le censuró el folklore y el “carnaval” de las fiestas políticas y como a Rosas, se
le ridiculizó todos los desplantes de potencia, desde la tercera posición internacional
hasta la investigación atómica y el pretendido liderazgo latinoamericano. Fuimos
bárbaros cuando le aumentamos a los ingleses el precio de la carne, cuando nos
opusimos al bloqueo diplomático de España y le regalamos significativas toneladas de
cereales; cuando nos opusimos al derecho de veto para las grandes potencias en las
Naciones Unidas, cuando quisimos impedir la invasión de Guatemala por mercenarios
de United Fruit Company (...)”

(FERLA, Salvador, Historia Argentina con drama y humor, Buenos Aires, Peña Lillo,
1974, pp. 332-333).

“(...) Este revisionismo ya no es una posición académica como el de Saldías y


Quesada, sino un movimiento cultural que arranca del descubrimiento de nuestro estado
de dependencia colonial e intenta superarlo mediante la concientización masiva. Es un
instrumento auxiliar de la tarea de liberación nacional que en el plano político proponen
el nacionalismo, el irigoyenismo y el peronismo (...) La revolución libertadora de
septiembre de 1955, echaría las bases para que la reivindicación de Rosas se difundiera
velozmente a todos los niveles, cuando por rebajar a Perón lo compararon con Rosas, y
lograron el resultado inverso de agrandar a los dos (...)”

(FERLA, Salvador, Repudio y reivindicación de Rosas, en Revista Mayoría, Buenos


Aires, 20/11/74, p.10)

“San Martín tuvo a su cargo la tarea de independizarnos geográficamente, Rosas


la de producir las bases de la organización política desde el Pacto Federal hasta la
Constitución de 1853, influida por aquél. El general Perón, en cambio, acometió la tarea
de la liberación social, pero ella no hubiera sido posible si previamente no se hubieran
dado los dos presupuestos anteriores”.

(GAZZERA, Miguel, Relativo a Rosas, en Revista Mayoría, Buenos Aires, 20/11/74,


pp. 16, 17).

“Si el volumen de un político se mide por la intensidad de su influencia sobre el


medio y por su permanencia en el acontecer, más allá de la ocasión pasajera, Perón ha
sido la mayor figura política –el Arconte Rey- de la Argentina contemporánea, esto es,
de la Argentina posterior al Centenario. Desde entonces nadie gravitó tanto como él en
el país, y habría que remontarse a Roca, a Mitre y a Rosas para establecer un paralelo en
cuanto a su dilatada acción de presencia”.

(SANCHEZ SORONDO, Marcelo, La Argentina por dentro, Buenos Aires,


Sudamericana, 1987, p. 412).

“En cabeza de Perón y a través del peronismo la prédica nacionalista se convirtió


en doctrina nacional. Todo el país políticamente mensurable, se reconoce desde
entonces en ese espejo que algunos pretender fragmentar. Por la ancha convicción del
pueblo nuestro país descubre que es nacionalista con San Martín, Rosas y Perón”.

(SANCHEZ SORONDO, Marcelo, La Argentina por dentro, Buenos Aires,


Sudamericana, 1987, p. 419).

“Sin duda el nacionalismo con que Perón exornó sus aficiones populistas
(expuestos a la manera de tópicos de un programa cuyos objetivos no parecía dispuesto
a alcanzar) tuvo un sentido de reivindicación de nuestra desheredada estirpe criolla.
Quizá por eso, por esa correspondencia inefable que vincula entre sí a las premoniciones
de vuelo político, Perón intuyó también que nuestra patria grande confundiría en el
futuro sus fronteras ideales con las de la anfictionía iberoamericana. Así la visión de una
Argentina liberal con la traza de ínsula europea, extraviada en este continente ignoto al
que pertenecían, sin embargo, sus poblaciones y provincias arribeñas, se desvaneció
ante la realidad de esos invasores de tez cetrina que repitiendo sin saberlo el escándalo
de aquel año veinte de la famosa anarquía se aposentaban de nuevo en la Plaza Mayor”.

(SANCHEZ SORONDO, Marcelo, La Argentina por dentro, Buenos Aires,


Sudamericana, 1987, p. 448).

“A lo largo de tres decenios la manifestación mayoritaria se identifica con el


peronismo, que de este modo encarna con increíble persistencia la voluntad política del
pueblo. Este hecho notable y su obvia comprobación bastan para aventar cualquier
prejuicio y nos invita a aproximarnos con patriótica curiosidad a las orillas de esa
caudalosa corriente con ánimo de recorrer su prolongado y no extinguido curso. No es
posible negar que el fenómeno –y el secreto nóumeno- del peronismo son pertenencias
del pueblo argentino y tiene las virtudes y defectos con que éste existe en su faz actual;
son una de sus formas temporales de ser: parte integrante, aunque dinámica y por ende
transitoria, de su constitución natural. De ahí que (y ello con abstracción de las luchas
políticas en las cuales se engolfaron las pasiones de los contendientes) el rechazo
irracional al peronismo sea hoy un pecado de inteligencia contra la entidad de nuestro
pueblo y un desafío a la caridad debida al prójimo, que es el compatriota; en suma, una
actitud de intolerancia cuya secuela agravia la unidad nacional”.
(SANCHEZ SORONDO, Marcelo, La Argentina por dentro, Buenos Aires,
Sudamericana, 1987, p. 454).

“Es también la hora del revisionismo nacionalista que exalta con aciertos
perdurables el genio del pasado fundador y el sentido prístino y renovado de la
nacionalidad como empresa trascendente a los imperativos de progreso: sus escritores
procuran llevar a cabo una contrarreforma cultural que, en las antípodas de las
ortodoxias liberales, configura –en sus temas de acción y doctrina- una revolución
política necesitada, esta última, de apoyo militar. Por su parte, el peronismo que como
revisionismo popular se inspira en algunas ideas fuerza o ideales del nacionalismo (y de
hecho se origina en el ricoroso producido por el movimiento de 1943) reitera la
tendencia democrática y en la última posguerra desplaza al radicalismo”.

(SANCHEZ SORONDO, Marcelo, La Argentina por dentro, Buenos Aires,


Sudamericana, 1987, p. 561).

“El exilio de un caudillo popular es el sistema político más perfecto para que un
grupo de privilegio, nativo o extranjero, mantenga sujeto a un pueblo vencido. Y de
contrapartida, la vuelta al terruño del caudillo popular se transforma en la máxima
reivindicación popular que encierra en potencia todas las otras aspiraciones y deseos de
las masas.
En nuestro país, el primer caudillo ligado al bajo pueblo, a los sectores más
oprimidos de la sociedad, fue Juan Manuel de Rosas. El otro, es, en nuestros días, Juan
Domingo Perón.
En ambos casos el exilio es un golpe directo al movimiento nacional y popular
que tanto Juan Manuel como Juan Domingo simbolizaron, en distinta medida y de
acuerdo al marco histórico internacional o popular que les tocó vivir.
Dos políticas económicas.
Tanto Rosas como Perón representan dos momentos en el proceso de formación
de un sistema propio de producción capitalista (…) Rosas impulsó con las estancias y
saladeros las primeras formas de cooperación en el trabajo y de producción en masa de
mercancías, iniciando en la producción, el sistema capitalista, que luego se fue
extendiendo a otras ramas. Perón se encuentra ya con un sistema capitalista
agropecuario y fabril, y pone el acento en el desarrollo industrial vinculado a las zonas
deficitarias de la energía y la siderurgia, dando los primeros pasos de la industria
pesada. Dos hombres, dos épocas económicas y dos políticas de progreso económico
distintas (…) Rosas enfrenta a Francia e Inglaterra en defensa del patrimonio nacional y
el derecho argentino a controlar la comercialización de su propia riqueza y de su propio
mercado de consumo.
El avance del capitalismo extranjero sobre nuestro sistema interno de comercio
de producción o de servicios es atacado violentamente por la política de
nacionalizaciones de Perón que devuelve al control del Estado argentino las palancas
fundamentales de la economía desde las cuales impulsa el proceso industrial
independiente, en ramas que dependían de la importación (…) Tanto Rosas como
Perón, en su impulso de progreso económico nacionalista dependieron de la inevitable
ley histórica de los países coloniales: quien no puede contar con el apoyo del
imperialismo debe necesariamente buscar el apoyo del pueblo. Juan Manuel se ató
profundamente a los gauchos peones de estancia, a los trabajadores de mataderos,
curtiembres y saladeros, a los artesanos negros y españoles de Buenos Aires (...) Un
siglo más tarde Juan Perón busca y encuentra el apoyo del proletariado industrial y del
proletariado rural y sobre ellos levanta toda su política nacionalista de liberación de la
oligarquía mercantil extranjera o extranjerizante que controlaba el poder económico. Y
con ellos principalmente deberá contar en adelante (...) Tanto Rosas como Perón son
dos símbolos de la unidad de lo nacional con lo popular. Si la vuelta de Perón nos hará
fuertes en el presente, la inmediata repatriación de los restos de Rosas, debe ser una
bandera reivindicatoria de los sectores populares, que permitirá hacernos fuertes en la
conciencia del pasado, para defender mejor ese presente del movimiento nacional y
popular”.

(ASTESANO, Eduardo, Juan Manuel de Rosas y Juan Domingo Perón, en El Soberano,


N. 6, Buenos Aires, 12/5/58).

“Este impulso de cooperación sanmartiniana, por la vía del más crudo


intervencionismo de Estado, se desarrolló sobre ramas de competencia con los
productos europeos (armas y vestuarios) diez veces más baratos. Sólo la urgencia de las
necesidades militares imponía producirlos a cualquier costo. Así nacieron nuestras
primeras manufacturas para el trabajo de fundición de artillería, fabricación de
municiones, armas blancas, fusiles, pólvora, arneses, monturas, mantas, vestidos, etc. Se
desarrolló a la vez en el camino de la industria pesada, alumbrando tenuemente desde
Mendoza la ruta por donde había de avanzar muchos años mas tarde el proceso de
mecanización fabril independiente. En este aspecto la labor sanmartiniana empalmó
con el proceso burgués de tipo federal (defendiendo con las aduanas provinciales y las
montoneras, el desarrollo fabril y el mercado propio) para elevarlo al plano superior de
la mecanización y la metalurgia”.

(ASTESANO, Eduardo, Bases históricas de la doctrina nacional. San Martín, Rosas y el


Martín Fierro, Buenos Aires, Eudeba, 1973, p. 69).

“No puede desconocerse tampoco que ese desenvolvimiento político y militar


burgués, contó con algunas oportunidades con la participación activa de las masas
populares de las clases trabajadoras (artesanos, orilleros, gauchos, indios), que trataron
de imprimirle en la medida de sus posibilidades, confusas reivindicaciones de un mundo
mejor. En estos casos, la revolución burguesa toma el carácter de revolución popular y
los movimientos nacionalistas, el de movimientos nacionalistas de masas. En nuestro
país, la lucha contra las Invasiones Inglesas, la expansión continental revolucionaria de
San Martín, las guerras civiles, el gobierno de Juan Manuel de Rosas, fueron los
aspectos populares más salientes en la iniciación de nuestra propia revolución burguesa
y de nuestro movimiento nacional, que tomó en ellos distintas formas populares”.

(ASTESANO, Eduardo, Bases históricas de la doctrina nacional. San Martín, Rosas y el


Martín Fierro, Buenos Aires, Eudeba, 1973, pp. 76, 77).

“Si San Martín representa la figura cumbre de la etapa de la liberación


antiespañola, Rosas es la primera figura política que encarna con vigor el proceso de
liberación antiinglés y antifrancés, en la defensa de una economía libre”.
(ASTESANO, Eduardo, Bases históricas de la doctrina nacional. San Martín, Rosas y el
Martín Fierro, Buenos Aires, Eudeba, 1973, p. 129).

“En esta línea nacional que es la conciencia histórica de los argentinos que hizo
la guerra de la Independencia, que defendió la soberanía nacional con los caudillos
federales después de haber vencido en Ituzaingó, que cayó en Caseros y se puso de pie,
a medias, cuando en la batalla de Santa Rosa acabó con el ejército de degolladores
importados por Mitre y constituyó con Ricchieri un ejército nacional, que triunfó con
Irigoyen, que triunfó con Perón (...)”

(JAURETCHE, Arturo, en Revista Mayoría, Buenos Aires, 19/10/1959).

“1930 y 1955 son históricamente equivalentes, y la Década Infame y la


Revolución Libertadora se identifican en los fines, en la técnica revolucionaria, en los
equipos de gobierno y en el mismo aprovechamiento de las fuerzas militares destinadas
al increíble papel de frenar la grandeza nacional y cerrarle al país –cuya expresión
armada de potencia son- el camino que les abriría la posibilidad de ser potencia. No se
trata aquí de hacer el análisis de la política económica del gobierno caído en 1955. Sólo
bastará con decir que, cabalgando sobre las circunstancias favorables de la guerra y la
posguerra, realizó la única tentativa de política económica nacional en gran escala
después del precario ensayo que pudo hacer Rosas (esta analogía que quiso ser injuriosa
resultó un cumplido y lo resultará cada vez más a medida que se vaya conociendo la
historia verdadera de las <Tiranías Sangrientas> y la de sus adversarios)”.

(JAURETCHE, Arturo, Textos selectos, Buenos Aires, Corregidor, 2004, pp. 247-48).

“Con intención peyorativa, Doña Victoria Pueyrredón entiende que debo


limitarme a seguir ocupándome del rosismo, peronismo e irigoyenismo. Tal vez lo haga
por ser lógica con su criterio histórico: ni Rosas, ni Irigoyen, ni Perón han dejado
sobrinitos para publicar solicitadas. Eso también le pasa a San Martín. Con el frío que
hace en la inmortalidad, ¿me considera el mérito de arrimarles un ponchito?”.

(JAURETCHE, Arturo, Las polémicas de Jauretche, Buenos Aires, Los Nacionales


Editores, 1985, p. 23).

“El Revisionismo ha hecho su labor de investigación tan encomiable y ha


difundido su verdad pero no nos engañemos: el eco popular, la adhesión multitudinaria
ha venido como efecto de una experiencia histórica paralela a la revisión que creó las
condiciones para la comprensión popular. En este terreno, la batalla está ganada y esa
victoria viene a complementar un ángulo del pensamiento justicialista que en los
momentos iniciales ofrecía una brecha a la penetración del adversario”.

(JAURETCHE, Arturo, Las polémicas de Jauretche, Buenos Aires, Los Nacionales


Editores, 1985, p. 31).

“Defendemos a Rosas porque consideramos que en su momento representaba la


opinión democrática del país, condensada en las grandes masas Federales de la Capital y
del Interior”.

(CHAVEZ, Fermín, John William Cooke. El diputado y el político, Buenos Aires,


Círculo de Legisladores de la Nación Argentina, 1998, p. 9).

“Nuestra historia, señor Presidente, fue maliciosamente deformada por el grupo


dirigente que, después de la caída de Rosas, se encaramó en los comandos económicos,
políticos y sociales. Ella no ha sido falseada sin motivo, ya que la oligarquía argentina
ha sido muy cuidadosa. Cada vez que conquistó el poder, la oligarquía iluminista
directorial, ya sea después del 53, una vez que tuvo en sus manos los medios de dirigir
al país, no descuidó el comando conceptual, el dominio de las ideas. Al mismo tiempo
que consumaba la tremenda entrega económica del país, de la que recién ahora estamos
saliendo, consumó la entrega conceptual ligándonos a una serie de dogmas que han
constituido uno de los eslabones más pesados de la cadena del yugo al extranjero (…)
En ambas posiciones –en la de la oligarquía y en la nuestra- hay coherencia, señor
Presidente. La oligarquía –algunos de cuyos hombres fueron venales, otros a los cuales
San Martín calificó de felones, y muchos de ellos que creyeron de buena fe que labraban
el porvenir de la patria- constituyó una mentalidad conceptual y trató de influir en el
país para que todas las generaciones futuras siguiesen pensando como ellos. Eran, en
realidad –y esto se puede demostrar perfectamente-, instrumentos del imperialismo
extranjero (…) Nuestra posición es inversa: creemos que solamente se puede obtener la
liberación económica nacional a través de la destrucción de esos dogmas históricos
falsamente fabricados. Y contra nosotros emplean los mismos recursos: se nos tilda de
totalitarios, se dice que somos antidemocráticos. Seríamos totalitarios y
antidemocráticos si nosotros, creyendo en la barbarie y en la tiranía de algunos
hombres, siguiésemos elogiándolos; pero nos proponemos demostrar –y lo hemos
conseguido si se estudia el problema objetivamente- dónde estaba la verdadera barbarie,
dónde estaban las fuerzas del país y dónde los enemigos de la nacionalidad.
Todo esto es una trama coherente, y las dos posiciones, la de la oligarquía y la
posición popular, están perfectamente delineadas. Nuestra postura es la más
democrática, porque reivindicamos lo popular contra las fórmulas importadas del
extranjero, porque reivindicamos a los hombres que fueron representación de la masa
argentina contra los hombres que sólo fueron representantes de pequeños intereses del
círculo; porque vamos al elogio de los caudillos que son representación del sentir
nacional, en contra de la oligarquía de todos los tiempos, que solamente es la
representación de sus propios intereses o de los intereses extranjeros (…)”

(CHAVEZ, Fermín, John William Cooke. El diputado y el político, Buenos Aires,


Círculo de Legisladores de la Nación Argentina, 1998, pp 73-76).

“La recolonización de 1955 permitió a la minoría explotadora ocupar económica


y políticamente el país, pero no culturalmente. Antes una cosa implicaba la otra, ahora
no.
La fórmula había funcionado durante un siglo a partir de la derrota nacional de
Caseros. Allí se liquidó el pleito entre las dos corrientes que chocaban desde los días de
Mayo, la del puerto de Buenos Aires, cosmopolita, librecambista, vehículo de ideas e
intereses que convenían a Europa y trataba de imponer el resto del país; y otra
nacionalista popular, que veía al país en su conjunto y como parte de la unidad
latinoamericana. Antimorenistas y morenistas, dictatoriales y americanistas, unitarios y
federales, fueron fases de ese enfrentamiento”.

(COOKE, John William, Apuntes para la militancia. Peronismo crítico, Buenos Aires,
Schapire Editor, 1973, p. 41).

“Ya he dicho otras veces que las invasiones inglesas dan una clave de
interpretación que alcanza a toda nuestra historia, porque en aquellos episodios se
advierten los tres elementos que siguen actuando hasta nuestros días: el elemento
conquistador, que considera a las tierras americanas como campo propicio para
explotaciones y rapiña; las llamadas clases dirigentes, que, sumisas a los dictados
extraños, olvidan sus deberes para con el medio nativo y actúan como aliados del
invasor o del inversor extranjero; y el elemento popular, que ha sido entre nosotros lo
que fue el coro de la tragedia griega, es decir: el elemento secundario, siempre
postergado y muchas veces olvidado, pero que, sin embargo, lleva en la llama de su
corazón todos los instintos defensivos de la libertad de la patria y de la dignidad que al
hombre se le debe.
Estos tres elementos se hacen visibles durante las invasiones inglesas se
manifiestan luego en la gesta de la independencia y siguen actuando posteriormente, en
las horas complejas y confusas en que el país intenta estabilizar su destino. La etapa de
la lucha por nuestra historicidad, y las sucesivas en que se brega por nuestra
independencia o se promueve nuestra personalidad, son testimonio de una espiritualidad
que encontró sus intérpretes en los caudillos y su levadura propicia en la plebe, la
chusma y la montonera”.

(GARCIA MELLID, Atilio, Etapas de la Revolución Argentina, Buenos Aires, Hechos


e Ideas, 1950, p. 12-13).
“En tanto que el general Rosas acaudillaba a su pueblo para el cumplimiento del
sagrado deber de preservar la independencia nacional, <las facciones locales
desafectas>, cegadas y desviadas por los falsos oropeles de un liberalismo que
anunciaba su esclavitud, secundaban a las potencias extranjeras, cometiendo un crimen
que ha sido magníficamente enjuiciado por el general Perón, cuando –refiriéndose al
hombre que se alía <a las fuerzas contrarias a la nacionalidad>-, comentaba: <La ley no
lo toma como delincuente, pero hay un honor, una dignidad, una ética que nos dice a
gritos que ése es el peor delito que puede cometer un ciudadano, que es la mayor
traición que puede cometer un argentino>”.

(GARCIA MELLID, Atilio, Etapas de la Revolución Argentina, Buenos Aires, Hechos


e Ideas, 1950, p. 14).

“Es en este punto cuando se produce el acontecimiento más trascendental de


nuestra historia política, solamente comparable al de la insurgencia de las montoneras
federales: el del tumulto rumoroso y constructivo de las masas populares que, tocadas
de una mística y con la fe de un conductor, irrumpen en la Revolución militar del 4 de
Junio y la transforman en Revolución del pueblo, en la gesta inolvidable del 17 de
Octubre de 1945”.

(GARCIA MELLID, Atilio, Etapas de la Revolución Argentina, Buenos Aires, Hechos


e Ideas, 1950, p.20).

“La reforma financiera aplicada por la Revolución Nacional Argentina, escapa a


los moldes clásicos de la economía liberal o capitalista, sin inclinarse a los métodos
preconizados por la economía totalitaria o estatal. Consiste en una solución intermedia,
de fines sociales, inspirada en la realidad argentina y destinada a promover los remedios
adecuados a la naturaleza de los fenómenos económicos actuantes en su seno (...)
Pretender desconocer o retacear el significado de este grandioso episodio de
nuestra recuperación económica, no es lícito ni patriótico, encuadrando a quienes en tan
menguada posición se colocan, en la misma triste condición de aquellos argentinos que,
cegados por el odio a Rosas, se unieron al extranjero para someter la patria y derrocar a
su gobierno. La historia suele ofrecer estas analogías, tanto más posibles cuanto menor
ha sido la condenación de los desafortunados predecesores”.

(GARCIA MELLID, Atilio, Etapas de la Revolución Argentina, Buenos Aires, Hechos


e Ideas, 1950, pp. 37 y 41).

“El general Rosas fue un símbolo de las ingenuas pero ardientes aspiraciones de
la muchedumbre que querían hacerse parte del destino nacional. Irigoyen sopesó esa
realidad social argentina y recuperó para el servicio de la patria a esas masas
despreciadas por el oligarca, revalorizando en su vigorosa substancia autóctona al
gaucho, al compadrito y la chusma, que ascendieron de nuevo a su condición de
paisano, de ciudadano y de pueblo. El coronel Perón, por medio del manejo simple de
las realidades vernáculas, captó la verdadera antinomia que recorre nuestra historia (…)
Por obra del coronel Perón se ha puesto en marcha una vez más la prístina levadura
histórica argentina”.

(GARCIA MELLID, Atilio, Montoneras y caudillos en la Historia Argentina,


EUDEBA, Buenos Aires, 1974; cita en: FRENCH, Carlos Rubén, Semblanza de Atilio
García Mellid, Revista del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel
de Rosas, Buenos Aires, N 63, 2001-2002, p. 49).

“No trepidó el coronel Perón en afrontar su deber hasta el fondo. Su corazón


generoso, su máscula pujanza, su orgullo de ser uno en el pueblo, le alentaron y
sostuvieron. No le temió al calificativo de <bárbaro>, ni rehuyó la acusación de
<montonero>. A quien anduvo tantos caminos, en la pampa y en las montañas nativas, y
también en las tierras <gringas>, no podía escapársele que la montonera criolla es la
medida de nuestra libertad. La montonera primitiva, desde el terrible año 20 hasta el 52,
sostuvo e impuso el federalismo; la montonera radical, desde el 90 hasta el año 12,
luchó y logró implantar el sistema político de su soberanía; la nueva montonera, que
desde la muerte de Irigoyen había quedado sin jefatura y destino, aspira a fundar una
auténtica democracia social argentina”.
(GARCIA MELLID, Atilio, Montoneras y caudillos en la Historia Argentina, Buenos
Aires, EUDEBA, 1974; p. 112).

“Por obra del coronel Perón se ha puesto en marcha, una vez más, la prístina
levadura histórica argentina. Porque –sean cuales sean los enfoques defraudadores con
que la <ilustración> quiere torcer nuestro destino- la verdad simple es que nuestra
democracia ha sido fundada por los caudillos y sostenida por la montonera. En los
montoneros (que eran los gauchos de ayer y son os descamisados de ahora) se refugió,
consolidó e impuso el sentimiento federalista que organiza nuestra vida nacional”.

(GARCIA MELLID, Atilio, Montoneras y caudillos en la Historia Argentina, Buenos


Aires, EUDEBA, 1974; p. 113).

“Quienes se empeñan en abominar de la montonera y en abatir a los caudillos,


conspiran contra las más nítidas tradiciones de la patria. No odian, en realidad, al
montonero inorgánico y al caudillo viril, sino a la forma nacional de la democracia.
Admiran a los modelos exóticos y quieren plasmar, sobre nuestra efectiva substancia
multitudinaria, la maraña sutil y envolvente de los principios jurídicos ajenos, que no
pueden interpretar el orden espontáneo de nuestra libertad. Por el camino de la ley
inconsistente quieren constreñir, amansar y doblegar a esas personalidades poderosas,
que son toda la historia del progreso popular.
El coronel Perón –por convencimiento y por principios- no podía coincidir con
tales ambigüedades. Sostenido por la certeza moral de que el pueblo debe ser el
destinatario de todas las meditaciones, se enroló en las filas históricas en que
montoneros y caudillos lucharon por la nacionalidad autónoma y por la preservación de
los bienes propios de la comunidad. A esa obra se entregó con el dinamismo de los
viejos soldados libertadores y con la fe mística de los cruzados de una nueva
reparación”.

(GARCIA MELLID, Atilio, Montoneras y caudillos en la Historia Argentina, Buenos


Aires, EUDEBA, 1974; p. 115).
“La montonera federal fue el símbolo de nuestro civismo incipiente. La
montonera democrática de nuestro siglo (con Irigoyen y con Perón) es la expresión
tumultuosa pero constructiva, de los nuevos ideales del pueblo, de las nuevas formas de
nuestra libertad. La primera impuso nuestro federalismo, sistema orgánico y a la vez
flexible, en que descansa la convivencia de todos en una única comunidad territorial. A
la segunda corresponde asentar las bases del ordenamiento social argentino, para que se
cumpla en toda su plenitud el precepto cristiano de dignidad de la persona humana. Para
ello, era necesario despreciar el sistema de derecho de la oligarquía y reivindicar el
principio simple de justicia. El coronel Perón lo dijo sin eufemismos: <Nuestra justicia
es y será más sensible que letrada, más patriarcal que legalista, menos formalista y más
expeditiva>”.

(GARCIA MELLID, Atilio, Montoneras y caudillos en la Historia Argentina, Buenos


Aires, EUDEBA, 1974, p. 117).

“Estamos otra vez en el filo mismo de la historia. Las masas rústicas, en cuyos
generosos instintos se perfilan las tendencias y modalidades en que podrá fundarse una
verdadera cultura nacional, han resuelto reemprender la marcha hacia las grandes
realizaciones de la vida. La voz profética de su caudillo las alienta y conduce: <Cuando
he confiado en los humildes, no he confiado nunca en vano>. Así por recíproca
identificación de pueblo y caudillo, nos hallamos en la ruta que las lanzas montoneras
abrieron hacia la soberanía y la libertad”.

(GARCIA MELLID, Atilio, Montoneras y caudillos en la Historia Argentina, Buenos


Aires, EUDEBA, 1974; p. 118).

“La revolución proclamada en forma vaga y confusa en el movimiento militar


del 4 de Junio de 1943, se inicia recién ahora, vigorosamente, después que el pueblo
argentino la ha sancionado con su voto en las urnas el 24 de Febrero último (…) El
primer asomo revolucionario fue la política social, implantada para mejorar las
condiciones materiales de vida de los asalariados; pero tal obra encomiable es
fragmentaria, pues se refiere tan sólo a un sector de la sociedad, y para que sea
desarrollada con éxito es indispensable vincularla con otra que abarque a todo el país,
cual es la defensa de nuestra producción y el acrecentamiento de nuestra potencia
económica a fin de que ella sea el resorte poderosísimo que ha de elevar el nivel de las
clases trabajadoras dándoles, con seguridad, el bienestar a que tienen derecho (…)”

(IBARGUREN, Carlos, El sistema económico de la Revolución, Buenos Aires, Banco


de la Nación Argentina, 1946, p. 5).

“El nuevo sistema económico creado por la revolución, en esta hora


trascendental para nuestro porvenir, interpreta cabalmente la voluntad enérgica de la
República Argentina de conquistar moral y materialmente la fuerza de potencia
soberana entre las naciones del mundo. Los enunciados de este programa constructivo
están animados por la pujanza y por el aliento ardoroso de un pueblo decidido a forjar la
grandeza de su patria”.

(IBARGUREN, Carlos, El sistema económico de la Revolución, Buenos Aires, Banco


de la Nación Argentina, 1946, p. 27).

“La Revolución de Mayo se forjó y se consolidó en contra de la voluntad de los


hombres pudientes y de los hombres conspiscuos que conspiraron contra ella, para
sofocarla, primero, para desvirtuarla, más tarde. La Revolución de Mayo fue una
revolución popular y esa génesis de la patria es la que consubstancia de manera
indisoluble a lo nacional con lo popular. Desconfiemos de todas las doctrinas que
pretendan establecer un distanciamiento entre ambos conceptos, porque con seguridad
se trata de hacernos caer en una trampa oligárquica”.

(SCALABRINI ORTIZ, Raúl, Irigoyen y Perón, Buenos Aires, Plus Ultra, 1972, p. 13).

“Mas podemos afirmar que si el presidente Irigoyen no hubiese detenido el


avance del colonialismo a que nos tenía sometido el capital extranjero, es muy posible
que hoy la República Argentina tuviera la conformación económica y mental de una
factoría sin esperanza y sin voluntad propia, y el general Perón no sería el presidente de
los argentinos. Irigoyen fue leal a su línea histórica”.

(SCALABRINI ORTIZ, Raúl, Irigoyen y Perón, Buenos Aires, Plus Ultra, 1972, p. 18).

“Aquellas muchedumbres que salvaron a Perón del cautiverio y que al día


siguiente paralizaron el país en su homenaje, eran las mismas multitudes que asistieron
recogidas por el dolor al entierro de Hipólito Irigoyen, las mismas que lo acogieron con
el alborozo de un mesías aquel memorable 12 de octubre de 1916 en que el pueblo
argentino comenzó a reconocerse a sí mismo. Son las mismas multitudes argentinas
armadas de un poderoso instinto de orientación política e histórica que desde 1810
obran inspiradas por los más nobles ideales cuando confían en el conductor que las
guía”.

(SCALABRINI ORTIZ, Raúl, Irigoyen y Perón, Buenos Aires, Plus Ultra, 1972, pp. 29-
30).

“Las preclaras ideas de Mariano Moreno que borbotean en algunos discursos de


su hermano Manuel, en algunos párrafos y en algunas intenciones de Dorrego, en el
instinto certero de los caudillos federales y en algunos relámpagos de inspiración de
Juan Manuel de Rosas, caen definitivamente abatidas por las ideas que propiciaba el
extranjero en aquel cónclave de constituyentes de 1853 que de ninguna manera
expresaban la voluntad del pueblo de la Nación Argentina”.

(SCALABRINI ORTIZ, Raúl, Irigoyen y Perón, Buenos Aires, Plus Ultra, 1972, p.
112).

“Que la tierra argentina tiene un destino, lo demuestra la presencia oportuna del


hombre que es necesario en cada momento de su historia (…) hombre dotado de
extraordinarias aptitudes y facultades es este Juan Domingo Perón con que el Destino
dotó a nuestra patria en momento tan excepcional”.

(SCALABRINI ORTIZ, Raúl, Irigoyen y Perón, Buenos Aires, Plus Ultra, 1972, p.
142).

“Desde nuestros orígenes mismos conviven en el país dos concepciones


antagónicas de la Nación. La primera, iluminista, anglosajona e internacionalista,
impuesta por la fuerza y el poder del dinero, cuyos representantes más conspicuos los
encontramos en Rivadavia, Mitre, Sarmiento, Roca, Aramburu, Massera y Alfonsín.
Mientras la segunda, hispánica, americanista, cristiana, nacional y popular,
representativa de los más genuinos intereses de los argentinos y representada entre
otros, por San Martín, Rosas y Perón”.

(BUELA, Alberto, Aportes al pensamiento nacional, Buenos Aires, Ediciones Cultura et


Labor, 1987, pp. 44-45).

“A cada una de esas interpretaciones culturales responden los dos lineamientos


que, desde 1810 hasta la fecha, se disputan el papel rector de la vida argentina: el
nacional y el liberal. Es decir, el natural, el auténtico, y el importado y adosado y que,
desde entonces hasta ahora, fueron conformando dos mentalidades, dos culturas, dos
estilos de sentir y, por ello e históricamente dos países que, en 1853-54, llegaron a
materializarse institucionalmente en Confederación Argentina y en Estado de Buenos
Aires (…)
Según los mayores datos de la realidad histórica pasada y presente, pareciera
imposible una síntesis hegeliana superadora de la tesis y de la antítesis. Es decir, entre la
tesis de lo natural sostenida por las grandes mayorías nacionales (Dorrego, Rosas,
Irigoyen y Perón) y la antítesis de lo artificial (Rivadavia, Mitre, Sarmiento)”.

(GUGLIELMINO, Osvaldo, Perón, Jauretche y Revisionismo cultural, Buenos Aires,


Ediciones Tematica, 1985, pp. 44-45).
“Las provincias deben constituir la Gran Nación Sudamericana (José de San
Martín) (…) En nuestro país lo que va de su historia institucional, solamente los
gobernantes nacionales y populares como Dorrego, Rosas, Irigoyen y Perón,
propendieron a aquel objetivo básico, imprescindible para toda posibilidad de
autodeterminación futura.
Cuando se leen los reiterados y contemporáneos mensajes de Juan Perón sobre
continentalismo y universalismo, no puede menos que pensarse en la genial visión de un
Bolívar que, hace doscientos años, nos decía que la Unión Sudamericana produciría el
Emporio del Universo donde alguna vez se instalaría la Gran Capital del planeta
Tierra”.

(GUGLIELMINO, Osvaldo, Perón, Jauretche y Revisionismo cultural, Buenos Aires,


Ediciones Tematica, 1985, p. 74-75).

“La figura capital de la gran Revolución en el período 1810-1821, es el General


San Martín. La idea esencial que, contra viento y marea se impone a sí mismo y a los
demás, es aquella por la cual la revolución nacional solo tiene sentido en el marco de la
Revolución Americana, y que únicamente es posible salvar a la Nación combatiendo al
enemigo más allá de nuestras fronteras. San Martín resume en sí mismo la revolución de
la independencia.
A raíz del bloqueo francés le escribe a Rosas: <Esperaré sus órdenes y tres días
después de recibida me pondré en viaje para servir a la Patria honradamente, en
cualquier clase que se me destine. Lo que no puedo concebir es que haya americanos,
que por un espíritu indigno de partido se unan al extranjero para humillar a su patria y
reducirla a una condición peor que la que sufríamos en tiempo de la dominación
española; una tal felonía, ni el sepulcro la puede hacer desaparecer>. Tiene fe en la
fuerza de los pueblos americanos: <Si vence el absolutismo, lo que no es probable, no
dude que la vieja España será ayudada por la Santa Alianza a reconquistar sus antiguas
colonias. Yo no temo de todo el poder de este continente (Europa) siempre que estemos
unidos> (a O Higgins). La necesidad de la unidad nacional y americana ¿no es acaso la
misma palabra de Perón cien años más tarde (primer gobierno) y el mismo espíritu de
Perón cuando regresa al país después de dieciocho años de exilio <casi descarnado> de
pasiones reclamando hoy como ayer la unidad de los argentinos y de los pueblos
americanos?”.

(CASCO, Marcos, Peronismo dentro del peronismo, Santa Fe, Ministerio de Educación
y Cultura de la Provincia de Santa Fe. Subsecretaria de cultura, 1974, pp. 25 y 27).

“Aún esta Rosas con nosotros, cada vez más cercano. Los peronistas lo sentimos
sobrevolar en nuestros días. No porque fuera un gobernante autoritario, un católico-
hispanista o un estanciero de la industria del tasajo, sino por razones mucho más
profundas para los argentinos: el dilema que le toco enfrentar en su época –Nación o
Colonia – siguen en pie. Y está presente también en su actitud de hombre y gobernante:
la lucha sin cuartel contra el poder de las grandes naciones colonialistas, el sacrificio de
la vida personal, de nuestros propios intereses, cuando la Patria lo requiere todo. La
línea de Rosas es la línea de Perón: la de la soberanía y la independencia, opuesta desde
1810 a la anglosajona del desarrollo dependiente: Primera Junta, San Martín, Rosas,
Irigoyen, Perón”.

(CASCO, Marcos, Peronismo dentro del peronismo, Santa Fe, Ministerio de Educación
y Cultura de la Provincia de Santa Fe. Subsecretaria de cultura, 1974, p. 42).

“Cuando Rosas se dedica pacientemente a ligar las partes de un país en absoluta


centrifugación, la burguesía nacional de los países europeos y de los Estados Unidos
han logrado un desarrollo económico (especialmente industrial) que las hace
inalcanzables. Penetramos al mercado mundial con retraso y sin una burguesía
industrialista, y así debimos marchar. La aparición de los líderes nacionalistas,
representantes de los sectores más relegados de la sociedad de su época (gauchaje rural,
Rosas; clase media, Irigoyen; clase trabajadora, Perón) determinó como una condición
indispensable de subsistencia, la elaboración de una política defensiva. La tarea básica
que enlaza la trayectoria histórica de Rosas con la de Irigoyen y Perón, fue la práctica
del nacionalismo defensivo en un país de poco desarrollo en la época en que el
capitalismo se transforma de colonial en imperial. Cada caudillo debió cumplir con su
misión. Y lo hizo con el más sagrado patriotismo: la independencia nacional, José de
San Martín; Juan Manuel de Rosas; la unidad territorial y jurídica del país; Hipólito
Irigoyen, la afirmación de la soberanía del pueblo como fuente de todo poder; Juan
Domingo Perón, los derechos del pueblo argentino a la justicia social”.

(CASCO, Marcos, Peronismo dentro del peronismo, Santa Fe, Ministerio de Educación
y Cultura de la Provincia de Santa Fe. Subsecretaria de cultura, 1974, pp. 50-51).

“Hoy gracias a la convocatoria realizada por ese gigante de nuestra historia que
ha sido el Teniente General Juan Perón, y la posibilidad de la unidad nacional es
tangible, y nada más justo que, como pocos, los restos del Brigadier General Juan
Manuel de Rosas descansen definitivamente en suelo patrio. Se ha acabado,
definitivamente aquello de que solo un puñado de hombres eran <los patriotas>, en
desmedro de otros que tanto hicieron en la formación de nuestra Nación. Se ha acabado
definitivamente la difusión interesada de una versión histórica donde solamente un
sector aparecía como ejecutor de una política de interés nacional y <los otros> como
<bárbaros> que atacaban la <civilización>.
Es cierto que para que el pueblo entrara masivamente en la nueva y definitiva
etapa de la revisión histórica, fue ayudado por aquellos mismos que pretendían evitarla.
En 1955, luego del golpe antipopular, los vencedores utilizaron un slogan para justificar
el mismo que fue toda una revelación para miles de desprevenidos. El golpe de 1955 era
la continuación de mayo y de Caseros. En otras palabras, eran herederos de los que, en
1852, se aliaron con las tropas imperiales portuguesas para derrocar al Restaurador de
las Leyes. Esa aseveración realizada por los propios protagonistas de la acción de 1955,
ligó la figura de Rosas con la del General Juan Perón”.

(LORENZO, Pepe, en Revista Mayoría, Buenos Aires, 20/11/74, p. 22).


“Rosas simbolizó por mucho tiempo cosas importantes para la vida del país, bajo
su recuerdo se fue aglutinando una cantidad de pensadores e historiadores nacionales
que tomando como símbolo a Juan Manuel fueron forjando la corriente del
revisionismo, independientemente de algunas deformaciones, podemos decir que bajo
esa bandera y esos ideales, se encontraron los que durante muchos años lucharon por la
verdadera independencia nacional y nuestra liberación económica.
Y llegamos a 1943, cuando Perón inicia el proceso revolucionario que vivimos,
inspirado en los principios del humanismo cristiano y en lo político en la lucha realizada
constantemente en defensa de lo nacional por los caudillos nacionales.
Es Perón también, quien interpretando fielmente al pueblo argentino, comenzó la
reparación histórica que Rosas merecía.
Pero la reacción interna y externa no podía tolerar ciertas cosas; junto con el
ascenso del coronel Perón en la vida política argentina, junto con el calor popular que
crecía día a día, también los viejos y nuevos nacionalistas tuvieron la oportunidad de
reelaborar con un nuevo contexto político todas sus tesis del revisionismo, y fue la
popularidad de Perón la que posibilitó la inserción definitiva de la personalidad de
Rosas junto con las masas trabajadoras del país.
Ya casi fue natural ver a los trabajadores (principalmente en los sindicatos, en
los cursos de Capacitación Sindical) reivindicando la figura de Rosas.
Los vencedores de Caseros se equivocaron tremendamente; en Caseros ganaron
una batalla militar, pero no derrotaron a la conciencia del pueblo.
Y el liberalismo que no perdona, en 1955 creyó tener la oportunidad de hacer el
paralelo de Rosas y Perón y torpemente inició una campaña de desprestigio con todo el
vigor que nos podamos imaginar, y fueron Rosas y Perón los que recibieron los ataques
más grandes de toda la prensa liberal.
El pueblo, que nunca se equivoca, también los asoció y los trabajadores
pensaron que si quienes atacaban a su Líder también atacaban a Rosas, era
sencillamente porque Rosas era símbolo de lo nacional”.

(TACCONE, Juan José, en Revista Mayoría, Buenos Aires, 20/11/74, p. 25).

“En nuestra misma historia continental hemos visto, desde los albores de nuestra
independencia que el brazo armado de la gesta emancipadora de Simón Bolívar, de José
de San Martín tuvieron esa concepción geopolítica de reunificar a la Nación
hispanoparlante por encima de las artificiales subdivisiones administrativas y jurídicas
necesarias para la administración virreinal, y basándonos en una posibilidad maravillosa
que ofrecía al mundo esta unidad nacional fragmentada pero con potenciales, aún en el
siglo XIX ignorados, desde el punto de vista económico y fundamentalmente humanos,
extraordinarios. Perón retoma la idea y el sueño de nuestros Libertadores y también la
línea política americanista de quien fuera el Jefe de la Confederación Argentina, el
Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas, quien, a través de su gobierno, desarrolló
una política que, en su momento, las mismas potencias de aquel entonces reconocían
como una política fuertemente <americanista>”.

(ANDINO, Armando, FLORES, Héctor, La respuesta peronista, Buenos Aires, Grupo


Sudamericano de Negocios S.A, 1982, p. 50).

“Hoy se cumple el 101° aniversario de la batalla de Caseros. Es una fecha que


sigue dividiendo a los argentinos. Los sigue dividiendo en una clase ilustrada y
europeizante, que no cree en el país, y que por tanto gobierna con una visión de “país
chico”, utilizando una feliz expresión usada ayer en Mayoría por un destacado
economista que hace 12 años colaboró en la glorificación del hecho desde un ministerio
de la provincia de Buenos Aires, y en una preponderante masa popular, que sí cree en el
país y cuyos caudillos supieron gobernarlo, como su predecesor derrotado en Caseros,
con una visión de “país grande”.
Contribuyó paradojalmente a ese súbito esclarecimiento en masa de la historia
distante por la historia cercana la proclamación, por los vencedores, de la batalla de
Caseros como símbolo de su concepción del país y de la significación que le asignaban
al acontecimiento por ellos producido. Bastó para aclararle al pueblo de golpe quién
había sido Rosas, visto desde la perspectiva de Perón, y quién era Perón, visto desde la
perspectiva de Rosas, que era la del país mismo, al terminar la segundad edad de su
etapa naciente, la de la unidad nacional y la defensa de la soberanía, siendo la primera la
del hecho revolucionario –signado por los nombres de Mayo, Moreno y Artigas – y la
de la Emancipación propiamente dicha – que signan, a su vez, los nombres de Julio y
San Martín –“.
(JACOVELLA, Tulio; JACOVELLA, Bruno, El ocaso de la IV Argentina Federal,
Buenos Aires, Mayoría Ediciones, 1990, pp. 72-73).

“La Argentina vuelve a encontrarse en tiempos fundacionales, que algunos


llaman también etnopoyéticos (creadores de una nacionalidad). Como dijimos hace días,
está como en 1810, frente a un desafío histórico (…) Es preciso recalcar esta línea de
coherencia histórico-nacional contra la tendencia perniciosa a tomar a Perón en puro
presente y por lo que tiene de presente. En uno de los primeros números de Mayoría
proclamamos: “Perón es lo que encarna”, y ese postulado debe interpretarse tanto en el
sentido fundacional y vivo de la nacionalidad como en el de la teoría del movimiento
que fundó y encabeza.
Creer que Perón sólo vino a establecer la justicia social y a restablecer la pureza
del sufragio, con toda la importancia que eso implica, es achicarlo, y consecuentemente
achicar al país. Así como la historiografía marxista falsifica el signo histórico de esos
grandes conductores de pueblos diciendo que valen como piezas convenientes de
transición hacia el Estado socialista, un doctrinarismo criptoliberal infiltrado en el
radicalismo como en el peronismo reduce a términos electorales y laborales su
verdadera dimensión histórica”.
“El “San Martín-Rosas-Perón”, serie etnopoyética que puede ampliarse con
otros nombres eminentes, desde Moreno y Artigas hasta Irigoyen, todos apasionados
por la idea y la vivencia de la patria grande, no es un artilugio oportunista para
reivindicar la memoria del Restaurador de las Leyes. Es la historia viva de la Argentina
en tres, cinco o siete palabras”.

(JACOVELLA, Tulio; JACOVELLA, Bruno, El ocaso de la IV Argentina Federal,


Buenos Aires, Mayoría Ediciones, 1990, pp. 118-119).

“La clase alta de la Argentina debe agradecer a Perón el haber hecho fraguar en
el molde de la nacionalidad a esa multitud que en otros Estados se volcó en moldes
internacionales o apátridas. Sin duda, está siempre en potencia el espectro de la
“pueblada”; pero bajo el comando de hombres auténticos, de sobra sabemos que
nuestras “puebladas” se mueven por impulsos regeneradores y no desintegradotes.
Ya lo demostraron, en los primeros tiempos de Mayo, la discutida “revolución
de los orilleros”; diez años después, la ocupación de Buenos Aires por los jinetes de
Pancho Ramírez; y en 1945, los “descamisados” que desencadenaron, con la liberación
de Perón, la prosecución, bajo otras especies, de la gesta libertadora.
Bajo esa luz deben interpretarse los grandes acontecimientos de nuestra historia.
La fusión del dinamismo popular y de la visión del Estado de un hombre impar, al estilo
de Rosas, de Irigoyen, de Perón, es lo que ha hecho andar sobre sus propios pies a la
Argentina. No otra cosa significa el paso del caudillismo al Estado nacional de esencia
americana, expresado en el federalismo, como concepción política opuesta al unitarismo
universalista y europeizante”.

(JACOVELLA, Tulio; JACOVELLA, Bruno, El ocaso de la IV Argentina Federal,


Buenos Aires, Mayoría Ediciones, 1990, pp. 125-126)

“Hay muchas maneras oblicuas de atacar a Perón y lo que él significa y


representa; y la más segura es atacar esa versión de la realidad nacional que es la verdad
histórica. Tal vez estemos forzando un poco los requerimientos de la coherencia mental,
pero a cualquiera se le ocurre que el reconocimiento de la significación de Perón en el
proceso de la formación, definición y consolidación de la nacionalidad argentina y la
idea americana implica forzosamente el reconocimiento de la significación en igual
sentido de un Rosas y un Irigoyen.
El hecho de que la serie de iniciativas que llevaron a la rehabilitación oficial de
Rosas y a la institución pública del Día de la Soberanía obedeciera a una presión latente
pero constante de las bases del Movimiento Nacional Justicialista de Liberación,
certeramente captada por Perón –quien, por otra parte, había anticipado ya su punto de
vista sobre la cuestión en sus comentadas declaraciones hechas al director de Mayoría
en Madrid, hace siete meses-, da a este cambio un peso extraordinario. Bastó que un
grupo de legisladores presentara el primer proyecto en Buenos Aires para que todo el
país justicialista se sumara, en sus bases como en sus cuadros dirigentes, a la
vindicación clamorosa de la verdad argentina en un pasado que en tan grande medida es
parte de nuestro presente.
Tal es la mayor trascendencia de la rehabilitación y glorificación de Rosas,
porque significa que ha caducado el país de dos pisos que levantó sin quererlo el
sistema liberal al obstinarse en imponer una falsa Argentina, que todos sentían como un
país oficial, artificiosamente colocado, mediante una continua coerción, sobre el país
real”.

(JACOVELLA, Tulio; JACOVELLA, Bruno, El ocaso de la IV Argentina Federal,


Buenos Aires, Mayoría Ediciones, 1990, p. 135).

“Rosas fue el abanderado de nuestra soberanía. Por eso lo atacaron tanto


aquellos contemporáneos suyos que representaban a las minorías del privilegio, como
los que, en una falsa apreciación histórica, agraviaron y difamaron su memoria, con el
único propósito de justificar un liberalismo antinacional, puesto al permanente servicio
de intereses opuestos a los verdaderos intereses del país.
Los valores ciertos de la nacionalidad se fundamenta en tres pilares que no
admiten discusión alguna: San Martín, Rosas y Perón.
San Martín fue iniciador de esa gesta emancipadora. Luego el Brigadier General
Don Juan Manuel de Rosas; un verdadero caudillo que aglutinó en su torno a los
desposeídos, a los que eran sometidos a la explotación por esa oligarquía que quería
hacer de nuestro país algo así como un modelo extranjero. Piénsese que los enemigos de
Rosas tuvieron como aliados a los que, desde fuera de nuestras fronteras, pretendían
mantener una situación de coloniaje, totalmente reñida con el sentir del verdadero
pueblo. Eso nunca se lo perdonaron al Restaurador. Por otra parte, la conjura llegó a tal
extremo que los representantes del cipayismo vernáculo no trepidaron en reclamar el
apoyo armado de otras potencias para sojuzgarnos. Allí Rosas y el pueblo demostraron
que con fe, con verdadero sentido de patria, los argentinos preferimos siempre la muerte
a la esclavitud. Y es así que el 20 de noviembre de 1845 se produjo el histórico hecho
de la Vuelta de Obligado, cuando los invasores sintieron la fuerza y el valor de los
argentinos que no dejaron pisotear su soberanía.
El tercer vértice de esta patria está en el General Perón. El también fue el más
ardiente defensor de los menos poderosos, devolviendo al pueblo su dignidad. También
debió enfrentar a los intereses del privilegio, donde se dio la confabulación de la
oligarquía cipayo con los grandes pulpos internacionales que pretendieron impedir la
concreción de esa Revolución incruenta postulada por Perón en la que nuestra soberanía
y su defensa era un hito fundamental. Al igual que a Rosas, a nuestro Líder por
defender al pueblo, por defender los valores fundamentales de la Patria, por erigirse en
paladín de la independencia económica que asegurara nuestra libertad política, se lo
tildó de tirano y se lo hizo objeto de todo tipo de agravio y de infamias”.

(MIGUEL, Lorenzo, Revista Mayoría, Buenos Aires, 20/11/74, p. 66).

“Hay una línea histórica que se nutre en la gesta de nuestra independencia, con
la personalidad excepcional de Libertador de América, fija su esencia nacional a través
de Rosas, y alcanza su culminación con el respaldo multitudinario que el pueblo da a
Perón. Esa línea ha sufrido interrupciones por la acción de aquellos sectores que
siempre vivieron de espaldas a los verdaderos intereses del país y de su pueblo.
Cada uno, en determinado momento de su vida, debió enfrentarse contra la
sedición de quienes –por defender los privilegios que usurpaban- estuvieron en la
sedición contra los altos postulados de la nacionalidad. Porque tanto San Martín, como
Rosas y Perón fueron blanco de la conspiración antiargentina que quiso eliminarlos para
que los agentes del sojuzgamiento pudieran actuar impunemente.
Piénsese que el Libertador fue empujado a un exilio que lo obligó a morir lejos
de la tierra a la que dio calidad de nación independiente. Rosas y Perón fueron signados
como traidores a la patria y esa conducta de escarnio llegó de quienes eran en realidad
los que estaban traicionando los fundamentos de nuestra soberanía.
El Movimiento Obrero Argentino ha estado siempre consustanciado con la
defensa de los valores irrenunciables de nuestro ser argentino. Por eso estuvimos
incorporados, y lo seguimos estando, a esta línea de San Martín – Rosas y Perón”.

(PALMA, Segundo, Revista Mayoría, Buenos Aires, 20/11/74, p. 66).

“Desde 1810, la Argentina busca realizar su destino como nación soberana. La


primera guerra de la independencia, la epopeya sanmartiniana, se vió interrumpida por
las fuerzas antinacionales que se sirvieron de sus personeros nativos. Contra éstos se
une el pueblo bajo la bandera de la Confederación, expresando políticamente su
vocación de unidad y soberanía en el Pacto Federal del 4 de Enero de 1831. Los ideales
siguen siendo los mismos que habían guiado a San Martín. Los caudillos del interior y
la conducción de la política exterior de Rosas marcan una continuidad con el gran
proyecto de unidad latinoamericana del Santo de la Espada (…).
La continuidad histórica se da en la lucha de un pueblo por realizar su destino
soberano de nación y lograr la integración latinoamericana. Esta lucha se libra a través
de los años contra un sistema impuesto por la fuerza en Caseros (…)
En cambio, el peronismo surge como una fuerza revolucionaria incontenible.
Que tiene una raíz histórica, que se entronca con las viejas luchas de San Martín y de
Rosas, que reabre la etapa cerrada en Caseros e inaugura una tercera guerra de la
independencia: “la era justicialista”.

(RODRIGUEZ, Carlos, El peronismo responde, Buenos Aires, RO.CA producciones,


1983, pp. 41, 45)

“Desde el fondo mismo de nuestra Historia y nacionalidad se perciben dos


causas que han venido siendo motivo de enfrentamiento entre los argentinos. De ello ha
surgido una experiencia que, con clara elocuencia, determina la posición de los que
lucharon por la soberanía popular y la independencia nacional y los que lo hicieron al
servicio de los intereses del imperialismo de turno.
No es un secreto para nadie que el Imperio británico se fundó en estas tierras
sobre los despojos del Imperio español, y es desde allí mismo que parten las dos
tendencias que fijan una línea nacional y otra colonial. Ese ha sido el problema que, a
través de la Organización Nacional y de la etapa constitucional, ha gravitado
persistentemente en los destinos de nuestra Nación por espacio de más de un siglo y
medio. Los hombres que han jugado su destino a lo largo de ese tiempo han debido
sufrir los avatares de la lucha que los impulsó en defensa de lo justo y conveniente para
la Nación y han debido también, en su doble empeño, soportar el oprobio, que es el
arma de que se valen los que, careciendo de grandeza, obedecen más a sus intereses que
a los ideales que impulsan a los verdaderos patriotas.
Larga y penosa ha sido esa lucha, porque además de su duración a través de toda
nuestra existencia como Nación, ha representado el sacrificio de muchos hombres
ilustres, destruidos por la acción foránea coaligada con los poderes vernáculos. Este
doloroso espectáculo que han presenciado las generaciones argentinas y que seguimos
presenciando en la actualidad ha terminado por formar una conciencia pública que el
pueblo ha hecho suya y defiende por todos sus medios, no siempre con la fortuna que
mereciera. Así también, nuestros más auténticos patriotas han debido pagar con
esfuerzos y sacrificios incompensados la defensa de esa consigna popular para una
Patria justa, libre y soberana.
¿Ignoran acaso los argentinos que el general San Martín, el primero de ellos,
murió en el exilio, arrojado de su Patria por los que entonces lo calificaron de
“ambicioso y ladrón”? ¿No sabemos todos que San Martín retornó un día al país y que
se negó a desembarcar, retornando al exilio desde la propia rada del puerto de Buenos
Aires? ¿Es que no quiso quedarse o se lo impidieron sus enemigos? El se conformó con
decir que se iba porque no quería ser el tirano de los propios hermanos que había
libertado. También entonces el “cipayaje” argentino pensaba que la llegada de San
Martín podía ser prenda de un desorden y de una lucha por la liberación de la Patria que
a muchos había dejado de convenir. Es que los mismos que habían servido a sus
órdenes, muchos de los cuales encaramados en el poder, tenían especial interés en su
ausencia. Es la historia de los grandes hombres que a mucho honor suman muchos
enemigos. Muchos sanmartinianos de entonces, como de ahora, estuvieron en contra de
la causa que San Martín sirvió.
Ignoran acaso los argentinos que el brigadier general don Juan Manuel de Rosas,
que sirvió la misma causa que San Martín, tuvo el mismo destino que este y también
murió exiliado en la tierra de los mismos que combatió en defensa de su Patria, porque
los ingleses lo comprendieron y honraron como no supieron hacerlo sus compatriotas,
que también lo condenaron por ambicioso, tirano y ladrón, la misma muletilla de que
siempre se han servido los que, por carecer de razón, debieron apelar a la insidia, la
diatriba y la calumnia, que son siempre homenajes que se rinden a un mérito o un valor.
Los mismos que sirvieron a sus órdenes poco tardaron en acomodarse a la nueva
situación, mientras los fieles eran degollados, lo que siempre suele ocurrir en esta lucha
sin grandeza promovida por los intereses enfrentados con los ideales. San Martín, desde
su lejano exilio, lo comprendió y le rindió el mayor homenaje que puede rendir un
soldado a otro soldado: regalándole su espada libertadora con palabras que ponen en
evidencia que ambos servían una misma causa: la independencia de la Patria y la
soberanía de su Pueblo. Los sanmartinianos de entonces, como los sanmartinianos de
ahora, no vieron en don Juan Manuel lo que San Martín descubría a más de quince mil
kilómetros de distancia: es que ellos sirvieron otra causa que la que empeñaron su vida
San Martín y Rosas. Pero la Historia, que debe ser verdad y debe ser justicia, llega un
día para los que, renunciando a sí mismos, supieron servir los ideales de su pueblo y los
verdaderos intereses de su Patria.
Ambos murieron en el ostracismo después de largo exilio, y aun muertos,
permanecieron largos años enterrados en la lejana tierra que les dio amparo. Aunque
tarde, un deber de conciencia insoslayable doblegó la ignominia de las pasiones y los
restos de San Martín fueron repatriados. La Nación y el Pueblo Argentino sufren la
afrenta de no haberlo hecho con otro ilustre argentino: el brigadier general don Juan
Manuel de Rosas.
Yo sé mucho de cuanto estoy diciendo porque la experiencia en cuero propio
suele ser la parte más efectiva de la sabiduría. También yo he tratado de servir los
ideales que sirvieron San Martín y Rosas y he tenido el honor de seguir su misma
suerte. Por eso, aun muriendo en el exilio, estaré en la mejor compañía y no me quejo de
mi destino”.

(PERON, Juan Domingo, Obras Completas, T. XXIII (uno), Buenos Aires, Docencia,
2001, pp. 17-19).

“La historia argentina está regida por dos líneas: la nacional, que corresponde
también a la línea hispánica, y a la que pertenecen Juan Manuel de Rosas, Hipólito
Irigoyen y yo mismo. La otra es la línea anglosajona, de inspiración masónica,
obediente al Rito Celeste escocés”.

(PERON, Juan Domingo, Obras Completas, T. XXIII (dos), Buenos Aires, Docencia,
2001, p. 441).
“En el Movimiento de Mayo ya están planteadas las dos líneas: la que obedece
al imperialismo británico, y la nacional, la línea hispánica. Todos los gobiernos que en
nuestro país se escalonaron, desde Rivadavia en adelante, fueron gobiernos de la
masonería. A San Martín lo mandaron a Tucumán para que se hiciera cargo del Ejército
Auxiliar del Perú, que había sido derrotado en Vilcapugio y Ayohuma. En ese momento
era director supremo Gervasio Posadas, tío de Alvear. Cuando lo enviaron a San Martín
para allá, quedó Alvear; este lo reemplazó a Posadas.
Todos obedecen a la logia, al rito celeste escocés: es la línea anglosajona. Por
primera vez, con los federales, cristaliza algo fuerte: ya no es la línea masónica, sino la
nacional, que corresponde a la línea hispánica, porque siempre hubo una resistencia
contra Inglaterra. En ella militaron Rosas, Irigoyen y yo”.

(PERON, Juan Domingo, Obras Completas, T. XXIII (dos), Buenos Aires, Docencia,
2001, p. 642).

“Pero también empiezan las discusiones internas. El motivo es el de siempre.


Buenos Aires quiere gobernar al interior, y el interior no quiere que lo gobierne Buenos
Aires.
Ya en el momento de la creación del Virreynato, a las intendencias del interior,
de origen altoperuano, chileno y paraguayo, les había caído muy mal la designación de
Buenos Aires como "Capital" del mismo.
Le desconfían al porteño. Por algo es...
Todo está allí. Es así de simple. Sin embargo, esta lucha se prolonga a lo largo
de toda nuestra historia y existe todavía. Con otras formas y características, pero es la
misma”.

(PERON, Juan Domingo, Obras Completas, T. XXII (dos), Buenos Aires, Docencia,
2001, p. 495).

“Los movimientos provinciales, no son separatistas. En ningún momento se


habla de eso. Por el contrario, ellos sostienen que quien debe integrarse al País es,
precisamente, el puerto.
Estos movimientos son conducidos por hombres del lugar, vinculados a sus
paisanos. Estos hombres reciben en nuestra historia el nombre de "caudillos". El
caudillo es un conductor de su pueblo. Casi generalmente es un hombre de armas.
La situación es de lucha y los hombres están con las armas en la mano. Nada
más lógico que sigan a uno de ellos. El que más confianza les merezca, el que mejor se
maneje con esas armas.
De todos ellos el precursor es Artigas. El gran caudillo de los Orientales. Es
también el más auténtico”.

(PERON, Juan Domingo, Obras Completas, T. XXII (dos), Buenos Aires, Docencia,
2001, p. 496)

“Contrastando con este cuadro heroico, el Directorio de Buenos Aires, no


escatimaba torpeza o sucia tramoya por cometer, para usurpar el poder.
Quizás la más infame, sea la orden dada a Belgrano de retirar el Ejército del
Norte, que está custodiando la frontera, para utilizarlo contra los caudillos del litoral que
no acatan la supremacía del puerto. Una inmundicia!
El ejército se subleva, retira el mando a Belgrano y da por tierra con el
Directorio, cuyos partidarios se llamarán en lo sucesivo "unitarios". Mientras el
movimiento de los caudillos, se llamará "federal".
Así las cosas, sobreviene la denominada crisis del año 20. Que no es otra cosa,
que el repudio de todo el país por los doctores del puerto que pretenden usurpar el
gobierno nacional”.

(PERON, Juan Domingo, Obras Completas, T. XXII (dos), Buenos Aires, Docencia,
2001, p. 497)

“Todo comenzaba a marchar bien, cuando, a fines de 1825, el General


Lamadrid, da el primer paso de desorden volteando al Gobernador legítimo de
Tucumán.
Para ello, usa de su cargo y de las tropas confiadas a su mando del Ejército
Nacional del Norte.
Esta historia se repite a menudo. Los liberales usan los ejércitos nacionales para
sus revoluciones. Deben recurrir a ellos, porque no tienen otro poder de convocatoria.
Todo el país protesta contra este hecho, con el que da comienzo una larga secuela de
guerras civiles.
Una de sus consecuencias más nefastas, es la convocatoria a una llamado
"congreso nacional" por los unitarios.
Este congreso derriba gobiernos provinciales, y proclama al Dr. Rivadavia como
Presidente de la República.
El Presidente, para consolidarse en su nuevo cargo, contrae inmediatamente una
serie de empréstitos en libras esterlinas, reparte el dinero entre sus allegados y termina
dando como garantía, todas las tierras del país.
Casi simultáneamente con esto, declara a San Martín, de regreso del Perú,
"persona no grata" y le prohíbe el ingreso en Buenos Aires.
Como postre, declara a Buenos Aires, Capital del Estado y proclama una
constitución nacional, unitaria por supuesto. La "constitución" suprime el voto popular
y sólo autoriza a votar a los propietarios, o sea, a un 5 % de la población.
Como no podía ser de otra forma, al unísono, los caudillos del interior movilizan
sus "montoneras"”.

(PERON, Juan Domingo, Obras Completas, T. XXII (dos), Buenos Aires, Docencia,
2001, pp. 498 y 499)

“Hecha la paz, regresa el Ejército Nacional a Buenos Aires, en medio de un


clima de disgusto y decepción. El gobernador Dorrego, no puede creer en una
revolución, pese a la advertencia de todos los federales que así lo sospechan. Todo el
mundo sabe que han sido los “rivadavianos” los causantes y responsables del fracaso,
no él. No obstante, la revolución se produce. Las tropas ocupan la casa de Gobierno y
disuelven la Asamblea Legislativa. Dorrego se retira a la campaña de la provincia en
busca de apoyo.
El 6 de diciembre de 1827, se reúne con Rosas en la Guardia del Monte y
convienen en separarse para reunir fuerzas. Rosas irá al sur a convocar a sus
“colorados”, mientras que Dorrego irá a Santa Fe en busca de apoyo del poderoso jefe
de los federales del litoral, el general Estanislao López. En el camino, el general
Lavalle, jefe de la revolución unitaria, lo toma prisionero. Inmediatamente lo manda
fusilar.
No solamente es un crimen atroz contra un hombre, lo es contra todo un país y
contra toda la civilización. De allí en adelante, se inician las guerras civiles en nuestra
Patria.
Detrás de Dorrego son asesinados por las tropas de Lavalle, alrededor de 1000
personas más, sospechadas de simpatizar con los federales, incluidos niños de 7 años.
Un bárbaro”.

(PERON, Juan Domingo, Obras Completas, T. XXII (dos), Buenos Aires, Docencia,
2001, p. 501)

“En el interior, Paz derrota al general Bustos y le arrebata el gobierno de


Córdoba. Este, consigue escapar y marcha en busca del apoyo de Quiroga, que sin
dudarlo marcha en su auxilio. A los dos reunidos, los derrota Paz en las batallas de La
Tablada y Oncativo.
Los fusilamientos y “degollados” que siguen a estos “triunfos”, hicieron época
en la historia de la docta. Una carnicería!
En Buenos Aires, mientras tanto, ha sido restablecida la legislatura que
disolviera Lavalle. Esta elige Gobernador a Rosas y le da el rango de General. Recibe,
además el título de Restaurador de las Leyes. Oficia a los pocos días, unos funerales
solemnes al coronel Dorrego. Se ha invertido la situación. En el interior domina el
unitario Paz, mientras en Buenos Aires, lo hace el federal Rosas.
Los caudillos principales, del tipo de Ramírez, López, Quiroga o Rosas, tienen
una formación espiritual y moral muy similar entre ellos, en cierta forma. Todos ellos
son hombres que trabajan en el campo y por tal motivo, se ven en la obligación de
llevar, paralelamente, una carrera militar. Luchan tanto, contra las incursiones del indio,
como contra sus enemigos de las ciudades. Los doctores que tratan desde sus despachos
de constituirse en sus dirigentes. Estos caudillos son capitanes natos. Por sus
costumbres y por el trato y contacto diario con las gentes comunes: peones, gauchos,
etc.
Tienen una idea del orden muy similar al que impera en una “formación de
lucha” de la campaña de entonces. Todos pertenecen a las “milicias provinciales” y se
han ganado su rol demostrando en los hechos que son los mejores. Su autoridad
proviene directamente de sus subordinados”.

(PERON, Juan Domingo, Obras Completas, T. XXII (dos), Buenos Aires, Docencia,
2001, pp. 502 y 503).

“Quiroga, López y Rosas, con sus aliados los caudillos provinciales, dominan el
panorama nacional a lo ancho y a lo largo.
Rosas aprovecha para iniciar su Campaña del Desierto, contra el malón de los
indios. Quiroga lo acompaña desde las provincias cuyanas y consiguen un éxito
completo.
Las columnas federales llegan hasta el Río Colorado y recorren territorios que
hasta entonces permanecían inexplorados. La bandera azul y blanca tremola por primera
vez en la Patagonia argentina.
La paz reina en nuestra tierra, y la prosperidad llega a los hogares más modestos.
Todo el “gauchaje” es federal. El país es federal”.

(PERON, Juan Domingo, Obras Completas, T. XXII (dos), Buenos Aires, Docencia,
2001, pp. 504 y 505).

“La escuadra anglo-francesa, se apodera de la escuadra argentina y desembarca


la infantería de marina en Montevideo, para "protegerla".
Gran alegría de los unitarios.
El país argentino entero, gobernadores, caudillos, generales, legislaturas, etc.
Envían notas de apoyo, al gobierno nacional.
El autor del Himno Nacional, Don Vicente López y Planes, compone una "Oda
Patriótica" en apoyo de Rosas. Se recita en todos los teatros y plazas.
El general Rosas moviliza a todo el país para defender el honor argentino y la
Independencia Nacional. Rompe relaciones con Francia e Inglaterra. Brasil todavía no
ha mostrado las uñas.
La escuadra enemiga bloquea el puerto de Buenos Aires y los ríos navegables.
Remonta el Paraná y el Uruguay, saqueando y matando. Aplausos de los unitarios de
Montevideo. Varios de ellos se han embarcado en la misma en calidad de "asesores".
Pagos, por supuesto.
Rosas trata de cerrarles el paso en un recodo del Paraná. Con fuerzas terrestres y
de artillería. Refuerza las defensas de la Vuelta de Obligado. Pone las tropas al mando
del general Mansilla, que es su cuñado y hombre de confianza. Cuenta con 2000
soldados. Flamea en ambas riberas del río, la bandera azul y blanca.
Ataca la escuadra enemiga. La resistencia es heroica, pero se está en neta
inferioridad de fuego. Al cabo de varias horas de bombardeo, desembarca la infantería
anglo-francesa y se combate cuerpo a cuerpo. Dos horas más de lucha y los argentinos
se retiran dejando 650 bajas.
Los "asesores", observan desde los buques franceses. Repugnante.
Sin embargo "Obligado", fue el principio del fin de la intervención. A partir de
allí todo buque enemigo debió navegar con escolta militar. A pesar de eso, igualmente
era atacado. Con lo que fuere, cañones, balas, fuego, piedras.
Cada viaje era un infierno. Se dieron cuenta que tendrían que pelear metro a
metro, y no estaban en condiciones militares para eso.
El General San Martín, envió una nueva carta a Rosas desde Francia. Ofrecía
nuevamente sus servicios "para lo que fuese" y terminaba diciendo "su lucha es de tanta
trascendencia, como la de nuestra emancipación de España".

(PERON, Juan Domingo, Obras Completas, T. XXII (dos), Buenos Aires, Docencia,
2001, pp. 514 y 515).

“Mientras tanto, las potencias negocian la paz con Rosas. El sigue “en sus
trece”: devolución de todo y desagravio a la Bandera. Tanto Francia como Inglaterra,
reciben el mismo trato. Respetuoso pero irreductible, por parte del jefe de la
Confederación Argentina.
Finalmente en el año 1849, se firman los tratados de paz, en las condiciones que
exige nuestro país.
Cumpliendo el mismo, se levanta también a las tropas europeas que están en
Montevideo y las dos escuadras se retiran. Es el triunfo total de la política de soberanía
argentina.
Suenan los cañones de las escuadras antes de partir, en desagravio a la bandera
azul y blanca de nuestra patria. Las escuadras que paren, son nada más, que las de las
dos naciones más poderosas de la tierra.
Las noticias llegan a Francia, justo a tiempo para alegrar los últimos días del
general San Martín. Muere en 1850.
En un inciso especial de su testamento, lega su sable de la independencia “ al
general argentino Don Juan Manuel de Rosas, como prueba de la satisfacción que como
argentino, he tenido al ver con cuanta altura ha sostenido el honor de la Patria”. Está
todo dicho”.

(PERON, Juan Domingo, Obras Completas, T. XXII (dos), Buenos Aires, Docencia,
2001, p. 516).

“El general en Jefe del Ejército de Operaciones argentino, para la guerra contra
el Brasil; Don Justo José de Urquiza, entra en tratativas con el enemigo, para pasarse a
él, y arrastrar las tropas que el país ha puesto bajo su mando y responsabilidad. Así
también, todos los pertrechos y armamentos a su disposición.
Por supuesto que las negociaciones son lentas y “secretísimas”. La posición de
Urquiza, al mando del ejército más poderoso de ésta parte de Sudamérica, en esos
momentos, le da una carta de triunfo que sólo está dispuesto a entregar a muy alto
precio. Sobre todo en dinero. Mucho dinero””.
Ante la entrada de las tropas brasileñas al territorio argentino, Rosas recibe
numerosas adhesiones. Entre ellas la de varios jefes unitarios que se sienten
“repugnados” por lo que está ocurriendo y vienen a ofrecer sus espaldas para luchar
contra el extranjero y contra los traidores. Rosas los acepta y les da mando de tropas.
La batalla se dio en Morón. Las fuerzas nacionales poco pudieron hacer contra un
enemigo que las duplicaba en número y armamentos.
La historia escolar, la conoce como de “Caseros”, porque los brasileños
exigieron que así se llamara, dado que la división de ese país le tocó pelear en un sector
conocido como “Palomar de Caseros”.
En la historia de Brasil, se la llama “la revancha de Ituzaingó” y “fin de la guerra
contra Argentina”. En todas las ciudades de ese país, hay una calle o avenida que lleva
su nombre. Es lógico!
Lo realmente increíble, es que en Buenos Aires y varias ciudades del interior,
también hay calles que se llaman así. Rosas, renunció y se asiló en Inglaterra.
Urquiza se proclamó Director provisorio de la Confederación. El día 20 de
febrero de 1852, aniversario de la batalla de Ituzaingó, el ejército brasilero entró en
Buenos Aires, con charangas y banderas desplegadas a su frente.
Se fusiló y degolló a tanta gente, que el río que cruza Palermo, dicen los testigos
de la época, bajaba con sus aguas de color rojo”.

(PERON, Juan Domingo, Obras Completas, T. XXII (dos), Buenos Aires, Docencia,
2001, pp. 517 y 518).

“He deseado cerrar este libro con un capítulo referido al pueblo y al antipueblo:
el primero, luchando por la independencia, y el segundo, en su línea histórica tradicional
colonialista. Aquellos que desconozcan la realidad pensarán que el pleito argentino es
un problema ideológico o un conflicto de intereses internos, pero nada está más lejos de
la realidad. Se trata sólo de un episodio más el drama argentino caracterizado por la
lucha del pueblo contra el vasallaje.
Para no ir más lejos, desde los tiempos de nuestra Independencia aparecen estos
episodios en cada uno de los hechos históricos que jalonan las etapas de la vida
argentina. Ya en el pronunciamiento inicial del 25 de mayo de 1810, se mezclan los
gritos de libertad con los de Fernando VII. La “Conjuración de Alzaga” es la traición en
marcha paralela de la reacción oligárquica. La “Sublevación de Córdoba” no es
diferente y “Cabeza de Tigre” pone el epílogo merecido a este inicuo acto de la
oligarquía y el clero al servicio de los enemigos del pueblo y de la Patria. El Directorio
Supremo del general Carlos María de Alvear retoma la línea reaccionaria y oligárquica
y termina, como era de esperar, con la famosa “Misión García” de neto corte
entreguista.
San Martín para poder organizar su Ejército en Mendoza, debió vencer muchas
veces el sabotaje y los ataques insidiosos de los traidores que llegaron hasta destituirle
de su cargo de gobernador intendente de Cuyo. A lo largo de su vida fue siempre
perseguido por los agentes de la traición, al punto de verse obligado a vivir la mitad de
ella en el destierro, obligado por las oscuras fuerzas reaccionarias. Es curioso que
Bernandino Rivadavia, su peor enemigo, haya sido quien contrató el primer empréstito
en Londres.
El Gobierno del brigadier general don Juan Manuel de Rosas es, sin duda, la
elocuencia más evidente de esta sorda lucha. El debió enfrentar, no solo el ataque de las
escuadras inglesa y francesa, sino también a los traidores de adentro aliados a los
enemigos externos de la Patria, hecho que hiciera exclamar al general San Martín que ni
el sepulcro podría borrar para ellos semejante infamia y que lo impulsara a donar su
espada a Rosas como reconocimiento de argentino a su labor en defensa de la dignidad
e integridad de la Patria, no solo contra los enemigos externos, sino también contra los
traidores emboscados.
La dictadura ha invocado la “Línea Mayo-Caseros” que manifiesta seguir”.

(PERON, Juan Domingo, Obras Completas, T. XXI, Buenos Aires, Docencia, 2001, pp.
307 y 308).

"Accediendo a una insinuación del amigo Doctor Manuel de Anchorena, deseo


hacer llegar mi adhesión mas sincera y entusiasta a las Convenciones de los Centros
Federales, que anhelo fundamentar en unas pocas palabras que, sin sectarismo alguno,
como un simple argentino más desean reflejar algunos hechos incontrovertibles de la
historia de nuestra Patria.
Desde el fondo mismo de nuestra Historia y nacionalidad, se perciben dos causas
que han venido siendo motivo de enfrentamiento entre los argentinos. De ello ha
surgido una experiencia que, con clara elocuencia, determina la posición de los que
lucharon por la soberanía popular y la independencia Nacional y los que lo hicieron al
servicio de los intereses del imperialismo de turno.
No es un secreto para nadie que el Imperio Británico se fundó en estas tierras
sobre los despojos del Imperio Español y es desde allí mismo que parten las dos
tendencias que fijan una línea nacional y otro colonial. Ese ha sido el problema que a
través de la Organización Nacional y de la etapa constitucional, ha gravitado
persistentemente en los destinos de nuestra Nación por espacio de más de un siglo y
medio. Los hombres que han jugado su destino a lo largo de ese tiempo, han debido
sufrir los avatares de la lucha que los impulsó en defensa de lo justo y conveniente para
la Nación y han debido también en su noble empeño soportar el oprobio, que es el arma
de que se valen los que, careciendo de grandeza, obedecen más a sus intereses que a los
ideales que impulsan a los verdaderos patriotas.
Larga y penosa ha sido esa lucha porque además de su duración a través de toda
nuestra existencia como Nación, ha representado el sacrificio de muchos hombres
ilustres, destruidos por la acción foránea coaligada con los poderosos vernáculos. Este
doloroso espectáculo que han presenciado las generaciones argentinas y que seguimos
presenciando en la actualidad, ha terminado por formar una conciencia pública que el
Pueblo ha hecho suya y defiende por todos sus medios, no siempre con la fortuna que
mereciera. Así también, nuestros más auténticos patriotas han debido pagar con
esfuerzos y sacrificios incompensados la defensa de esa consigna popular para una
Patria, justa, libre y soberana.
¿Ignoran acaso los argentinos que el General San Martín, el primero de ellos,
murió en el exilio; arrojado de su Patria por los que entonces lo calificaron de
"ambicioso y ladrón"? No sabemos todos que San Martín retornó un día al país y que se
negó a desembarcar, retornando al exilio desde la propia rada del Puerto de Buenos
Aires? ¿Es que no quiso quedarse o se lo impidieron sus enemigos? El se conformó
con decir que se iba porque no quería ser el tirano de los propios hermanos que había
libertado. También entonces el "cipayaje" argentino pensaba que la llegada de San
Martín podía ser prenda de un desorden y de una lucha por la liberación de la Patria que
a muchos había dejado de convenir. Es que los mismos que habían servido a sus
órdenes, muchos de los cuales encaramados en el poder, tenían especial interés en su
ausencia. Es la historia de los grandes hombres que a mucho honor suman muchos
enemigos. Muchos sanmartinianos de entonces, como de ahora, estuvieron en contra de
la causa que San Martín sirvió.
Ignoran acaso los argentinos que el brigadier General Don Juan Manuel de
Rosas que sirvió la misma causa que San Martín, tuvo el mismo destino que éste y
también murió exiliado en la tierra de los mismos que combatió en defensa de su Patria.,
porque los ingleses lo comprendieron y honraron como no supieron hacerlo sus
compatriotas que también lo condenaron por ambiciosos, tirano y ladrón, la misma
muletilla de que siempre se han servido los que, por carecer de razón, debieron apelar a
la insidia, la diatriba y la calumnia, que son siempre homenajes que se rinden a un
mérito o un valor?
Los mismos que sirvieron a sus órdenes poco tardaron en acomodarse a la nueva
situación mientras los fieles eran degollados, lo que siempre suele ocurrir en esta lucha
sin grandeza promovida por los intereses enfrentados con los ideales. San Martín, desde
su lejano exilio lo comprendió y le rindió el mayor homenaje que puede rendir un
soldado a otro soldado; regalándole su espada libertadora con palabras que ponen en
evidencia que ambos servían una misma causa: la independencia de la Patria y la
soberanía de su Pueblo. Los sanmartinianos de entonces, como los sanmartinianos de
ahora, no vieron en Don Juan Manuel lo que San Martín descubría a más de quince mil
kilómetros de distancia; es que ellos sirvieron otra causa que la que empeñaron su vida
San Martín y Rosas. Pero la Historia, que debe ser verdad y debe ser justicia, llega un
día para los que renunciando a si mismos, supieron servir los ideales de su Pueblo y los
verdaderos intereses de su Patria.
Ambos murieron en el ostracismo después de largo exilio y aún muertos
permanecieron largos años en la lejana tierra que les dio amparo. Aunque tarde, un
deber de conciencia insoslayable doblegó la ignominia de las pasiones y los restos de
San Martín fueron repatriados. La Nación y el Pueblo Argentino sufren la afrenta de no
haberlo hecho con otro ilustre argentino: el Brigadier General Don Juan Manuel de
Rosas.
Yo sé mucho de cuánto estoy diciendo porque la experiencia en cuero propio
suele ser la parte más efectiva de la sabiduría. También yo he tratado de servir los
ideales que sirvieron San Martín y Rosas y he tenido el honor de seguir su misma
suerte. Por eso, aún muriendo en el exilio, estaré en la mejor compañía y no me quejo de
mi destino".

(PERÓN, Juan Domingo, Obras Completas, Buenos Aires, Docencia, 2002, t. XXV, p.
19-21).

Extraído de las charlas que tuvo en Madrid con Perón, el director de Mayoría,
Tulio Jacovella (27/4/1973)

“P- ¿Qué opina usted, General, de la actitud de las nuevas generaciones


argentinas frente a los hechos de nuestro pasado histórico?
J.D.P.- Es una actitud muy madura. Me parece que ahora estamos cosechando la
permanente y patriótica labor de los historiadores y escritores nacionales que han venido
desafiando, desde hace muchos años, el esquema falso y comprometido del liberalismo.
Esos pensadores nuestros son los precursores, dentro del estudio de la historia, de la
etapa de liberación a que estamos asistiendo. Cuando casi todos enseñaban la mentira,
ellos eran los abanderados de la verdad. Pero no sembraron en el mar, indudablemente.
La prueba es esa actitud a que usted se refería: las nuevas generaciones saben que la
liberación también supone emanciparse del tutelaje cultural que nos escamoteó a los
verdaderos próceres y nos metió de contrabando a otros que no eran tales. Las
enseñanzas de nuestros revisionistas ya han calado muy hondo, y ahora hay conciencia
nacional sobre hombres y circunstancias del pasado, la verdadera imagen de un Juan
Manuel de Rosas, de un Facundo Quiroga, de un Artigas, recuperados para el país de
los argentinos, ilumina los hechos que ellos vivieron, y que también vivieron otros
cuyas estatuas y monumentos a veces sobran. La liberación presente se ha proyectado y
se seguirá proyectando sobre nuestro pasado.
P- Durante los años de su gobierno, esa recuperación histórica tuvo un gran
impulso, pero algunos señalan que faltó énfasis en el apoyo oficial…
J.D.P- Tienen razón. Había que esperar que existiera una conciencia nacional
bien difundida a todos los niveles. Estos hechos deben madurar, y para eso faltan
muchos años. Fíjese usted que teníamos que enfrentarnos con cien años de mentiras, y
estas cosas no se pueden hacer por decreto. Teníamos maestros y profesores
secundarios, y hasta universitarios, que habían sido formados -en realidad, deformados
inconscientemente- durante muchas generaciones desde el primer grado de la escuela
primaria. Además, estaban los medios masivos de información que respondían a esa
óptica por razones obvias. Pero ahora es distinto: el pueblo pide, como un derecho más,
la verdad histórica.
P- ¿Cree usted, concretamente, que sería un acontecimiento de alcances
positivos, en el sentido de promover coincidencias, y justicia histórica aparte, la
repatriación oficial de los restos del Brigadier General Juan Manuel de Rosas?
J.D.P- ¡Hemos devuelto los trofeos de guerra al Paraguay, y no vamos a repatriar
con la debida solemnidad los restos de Rosas, legatario del sable del Libertador! No
creo que haya argentinos sensatos y patriotas que puedan oponerse. Debemos terminar
con esos anacrónicos odios definitivamente. Y, además, es un acto de rigurosa justicia
histórica”.
(PERÓN, Juan Domingo, Obras Completas, Buenos Aires, Docencia, 2002, t. XXIV
(dos), pp. 384-385).

Enrique Pavón Pereyra, Coloquios con Perón, escritos por P Pereyra


conversando con Perón durante 1961-63. Perón se mostraba tal cual es y analizaba el
problema de los países dominados que luchaban por liberarse.

“(...) Estoy persuadido de que no se puede construir un Ejército como una


entidad sin alma, pura disciplina, sin conexiones con el ser nacional, a menos de
referirnos a un cuerpo de mercenarios, que se instrumenta ciegamente, como una
máquina de autómatas. Y eso que yo no me incorporé al Ejército en su peor época. En
cambio, mis jefes habían conocido el predominio de un espadón como el general
Campos, que era financiero, negociante, y componedor del “mitrismo” antinacional y
antihistórico, que subsistía en las Fuerzas Armadas bajo nuevas formas, pero sirviendo
de agentes naturales de los intereses colonialistas que mediatizaban esta país con
vocación de grandeza. La mentalidad de “colonia barata”, según la cínica expresión de
ese fin de raza que era Julito Roca, era servida con celo digno de mejor causa por los
que compartían la carnada. Era lógico esperar que a la Oligarquía criolla le interesara
mantener incólume un proceso que es anterior a todos los colonialismos financieros, a
todos los enfeudamientos económicos y a sus escuelas políticas. Me refiero al
“colonialismo”, al “cipayismo” mental. La ausencia de una Doctrina Nacional
coherente nos ha sido fatídica, y no hemos podido elaborarla por ausencia de una
prédica de carácter histórico que fuese, en el examen documental de nuestro pasado,
hasta las últimas consecuencias…Esa línea “Mayo-Caseros”, que proclama nuestro
sometimiento a intereses foráneos, configura el alfa y el omega de nuestro sometimiento
espiritual (…)
(…) En la educación militar que se me impartió, mis profesores de Historia se
llamaron, primero, Cobos Daract y Juan José Biedma; luego se llamarían Ricardo
Levene y Caillet-Bois, esto es, historiógrafos, cronistas, o colectores de anécdotas, que
explicaban en nuestros institutos “lo convenido”, o graduaban el material de acuerdo
con los dictados del momento. En su afán detallista, no vacilaban en convertir en
caballo blanco a las mulas puntanas que el Libertador montaba en Mendoza, Santiago
de Chile, o Lima; en cambio, se resistían a explicar una sola de las razones de las
muchas que indujeron a San Martín a expatriarse, luego de que se derrumbaron sus
ideales de la Confederación Suramericana, cruzado por el sabotaje de la facción unitaria
(…)”.

(PERÓN, Juan Domingo, Obras Completas, Buenos Aires, Docencia, 2002, t. XXIV
(dos), pp. 384-385).

“Casino de Oficiales.
Capital Federal, Nov. 26 de 1918.
Mis queridos padres:
Hoy he recibido carta y me alegra mucho que estén buenos y contentos con el
triunfo de las ideas aliadas; pero debo hacer presente que no está bien eso de la lista
negra, por cuanto es un atropello a la libertad de comercio y yo la critico desde el punto
de vista puramente neutral y argentina.
Y hoy más que nunca, desde el momento en que las naciones de la Entente, han
vencido a la Unión.
Por la única que sentí siempre ser germanófilo fue por Francia que ha dado
ejemplos de guerrera, pero también ha pecado grandemente de ingenua y se ha dejado
arrastrar a la ruina casi, por oír los necios consejos de conquista comercial de la pérfida
Albión.
No olvides papá que este espíritu de patriotismo que vos mismo supiste
inculcarme, brama hoy un odio tremendo a Inglaterra que se reveló en 1806 y 1807 y
con las tristemente argentinas Islas Malvinas, donde hasta hoy hay gobierno inglés; por
eso fui contrario siempre a lo que fuera británico, y después del Brasil a nadie ni a nada
tengo tanta repulsión.
Francia e Inglaterra siempre conspiraron contra nuestro comercio y nuestro
adelanto y si no a los hechos:
En 1845 llegó a Buenos Aires la abrumadora intervención anglo-francesa; se
libró el combate de Obligado, que no es un episodio insignificante de la Historia
Argentina, sino glorioso por (que) en él se luchó por la eterna argentinización del Río
de la Plata por el cual luchaban Francia e Inglaterra por política brasilera encarnada en
el diplomático Vizconde de Abrantes.
Rosas con ser Tirano, fue el más grande argentino de esos años y el mejor
diplomático de su época, ¿no demostró serlo cuando en medio de la guerra recibió a Mr.
Hood y haciendo amueblar lujosamente su casa dijo: “Ofrézcansela al Mister”, seguro
de las ventajas que obtendría? No demostró ser argentino y tener un carácter de hierro
cuando después de haber fracasado diez plenipotenciarios ingleses consiguió más por su
ingenio que por la fuerza de la República que en esa época constaba solo con 800.000
habitantes; todo cuanto quiso y pensó de la Gran Bretaña y Francia; porque fue
gobernante experto y él siempre sintió gran odio por Inglaterra porque esta siempre
conspiró contra nuestro Gran Río, ese grato recuerdo tenemos de Rosas que fue el único
gobernante desde 1810 hasta 1915 que no cedió ante nadie ni a la Gran Bretaña y
Francia juntas y como les contestó no admitía nada hasta que no saludasen al pabellón
argentino con 21 cañonazos porque lo habían ofendido; al día siguiente, sin que nadie le
requiriera a la Gran Bretaña, entraba a Los Pozos la corbeta Harpy y, enarbolando el
pabellón argentino al tope de proa, hizo el saludo de 21 cañonazos. Rosas ante que todo
fue patriota. Imaginas que habiendo seguido de cerca la historia nuestra y la inglesa
pudiera tener simpatías por la Entente, al contrario; en Francia es disculpable porque en
realidad siempre se dejó arrastrar por Inglaterra, tuvo una mala debilidad”.

(CHÁVEZ, Fermín, Siete escolios sobre Perón, Buenos Aires, Theoría, 2001, pp. 22-
23).
CAPITULO II.

F. A: Profesor, el tema de nuestra charla, además de enriquecerme con sus


conocimientos, es que usted exprese su opinión sobre la existencia o inexistencia de la
llamada “línea histórica: San Martín, Rosas y Perón”.
Desde ya le adelanto que he conversado con distintos historiadores para conocer
su opinión, y mayormente son de la idea de que no existe tal línea histórica. Algunos
creen que puede ser una categoría a aplicar para un análisis político, pero no histórico.
En esta postura se encuentra Norberto Galasso, quien cree que la tríada que nos ocupa
es una invención de la “derecha peronista” y los sindicatos.
También por la negativa, se encuentra Vicente Massot, quien descree sobre la
factibilidad de la línea histórica mencionada. Sostiene Massot que se trata de una “idea
relampagueante”, que puede ser usada para definiciones políticas, pero que no se
sostiene como línea histórica; y que en última instancia, sólo pueden compararse en
algunos sentidos Rosas y Perón, pero de ningún modo San Martín, ya que él se limitó a
su accionar militar.
Sin embargo, y a pesar de estas opiniones he encontrado abundante bibliografía
histórica y política que sí respaldan la línea en cuestión.
¿Cuál es su opinión?

F. CH: ¿Así que varios historiadores sostienen que no existe la línea San Martín,
Rosas y Perón?…¿Ah no? ¿Y por qué? Tanto Rosas, como el General Perón, si bien
ostentaban graduación militar, eran sin dudas políticos de raza. En el caso de San
Martín si bien no era tan así... ¿eso que le resta? Su misión y empeño de liberación y
emancipación de las Provincias Unidas de Sudamérica, porque no era, solamente el Río
de la Plata, y por eso por presión de él, la Asamblea de Tucumán del año 16 agregó en
el preámbulo de la misma, el término “Provincias Unidas de Sudamérica” que por otra
parte era la idea bolivariana también, y la de Artigas. Hay toda una corriente histórica
que sostenía ese ideal.

F.A: ¿Y entonces, cómo se fundamentaría, desde el punto de vista


historiográfico la relación entre San Martín, Rosas y Perón?
F. CH: Y bueno, San Martín fue admirador de Rosas, por algo le legó su sable
con el que efectuó la campaña en América. Además existe la correspondencia entre
Rosas y San Martín que es muy importante para este punto. Dicho intercambio epistolar
fue publicado por mí y también por otros autores. Son 16 cartas que intercambian estos
hombres. Ahí esta clara la relación entre ambos y la mutua admiración que se
profesaban.
Al respecto, el General Perón me envió una carta, con motivo de haberle hecho
llegar mi libro sobre la “Iconografía de Rosas y la Federación”, en la que entre otros
conceptos elogiosos para con Juan Manuel de Rosas decía: “(...) Los que se han dicho
sanmartinianos, parecen no haber comprendido la lucha contra el colonialismo que
realizó Rosas, lo que San Martín vio claro a 15000 kilómetros de distancia. El le rindió
a Rosas el mejor homenaje que un soldado puede rendir a otro soldado: su sable de
libertador”. Esta carta, además de estar reproducida en otros libros de mi autoría se
encuentra en el reciente “Siete escolios sobre Perón.”, porque es una carta muy
importante.

F. A: Profesor. En el plano político, yo creo haber encontrado tres o cuatro ejes


comunes, que a mi juicio no dan lugar a dudas y me gustaría saber su opinión. Estos
son: la política exterior en materia de la Defensa, en base a un “nacionalismo
defensivo”. También en política exterior, pero como idea geopolítica, en lo que atañe a
su americanismo. La política económica, de corte industrialista en los tres; y la base
social que les dio apoyo que fueron básicamente las masas.

F. CH: ¡Pero claro! Es importante señalar la política industrialista que llevó


adelante San Martín cuando fue gobernador de Cuyo, con Fray Luis Beltrán. La mayor
parte de los pertrechos con los que contó el Ejército de los Andes fueron fabricados en
Cuyo, a partir de la iniciativa de San Martín.
Y respecto a lo que usted señala como base de apoyo social de los tres
proyectos, es claramente visible, que todos ellos tuvieron sustento en el pueblo. En el
caso de Rosas, fíjese usted, lo dice hasta gente proveniente de la izquierda, como
Eduardo Astesano, Ramón Doll, u Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde. Todos
admiten su popularidad. La base de sustento del gobierno de Rosas fue el pueblo, la
gente de los bajos fondo, allí se cambió totalmente la idea de sociedad.
F. A: ¿Existe algún punto de contacto entre la idea americanista en política
exterior con el concepto de “nacionalismo defensivo”?

F. CH: Yo creo que la resistencia a la intervención anglo-francesa en 1845 es el


ejemplo mas claro. Y anteriormente en la década del 30.
Con respecto a San Martín, obviamente la lucha de la independencia y, muy
importante, cuando se puso a las órdenes de Rosas en el bloqueo anglo-francés.
Finalmente, con el General Perón, si bien no tuvo que enfrentar agresiones
bélicas, tuvo una visión de unidad continental que se expresó en el proyecto del ABC,
con Chile y Brasil; además de la creación del Atlas en el mundo sindical americano.
Tuvo una visión claramente continental del poder, más allá de lo estrictamente
nacional.

F. A: Correcto. Pero esto que usted señala, ¿no podría ser más bien
“americanismo” y no un “nacionalismo defensivo”?

F. CH: Ocurre que usted se olvida del conflicto “Braden o Perón”. El embajador
Braden vino a querer imponerle a Perón la inclusión de la Argentina en la estrategia
norteamericana y Perón se resistió. Asimismo, el tercerismo del General Perón, puede
ser considerado como un “nacionalismo defensivo” frente a las pretensiones
hegemónicas de los aliados de Yalta.
Este tercerismo le permitió a Perón tener una política exterior independiente. El
reconocimiento en 1948 del estado de Israel es un ejemplo de esto. La reanudación de
las relaciones diplomáticas con la URSS que estaban rotas y la presencia del primer
embajador soviético en nuestro país, a los pocos días de la asunción del General al
poder, son otra clara muestra del tercerismo. O también se puede mencionar la ayuda
que prestó a Arévalo y Arbenz en Guatemala contra la agresión norteamericana, entre
otras cosas, con el envío de armas. De hecho, el Che Guevara, estaba allí cuando la
caída de Arbenz y se refugió en la embajada Argentina.

F. A: ¿Y que se puede decir en materia económica?


F. CH: Las similitudes las tenemos con la ley de aduanas y la industrialización
de los saladeros durante Rosas. Además es importante señalar el aporte de Rosas como
agricultor que nadie lo considera, de hecho, en San Miguel del Monte, tenía 60 arados
trabajando. Esto lo vio claro Darwin, cuando lo visitó allá en Monte.
En San Martín hay que hablar como ya hemos dicho de todo lo que fue industria
militar y sus realizaciones industriales en Cuyo.
En el caso de Perón el proyecto económico esta mas que claro. De hecho fue su
idea de independencia económica precisamente lo que motivo su caída, al tocar
intereses ingleses, sobre todo, en lo que a la industria textil se refiere y al proceso de
industrialización que comenzó a llevarse a cabo en la Argentina como el de Altos
Hornos, la energía atómica, la fabricación de aviones en Córdoba, los gasoductos, la
marina mercante; en aquél entonces, sexta en el mundo...Perón tenía una visión muy
avanzada.

F. A: ¿Se puede hablar de un hispanismo en los tres personajes, o dada la


actuación de San Martín en la Guerra de la Independencia, esto no es posible con su
persona?

F. CH: Sí, si, claro. ¿¡Cómo no va a ser posible si San Martín se formó en
España?! Estuvo 20 años allá y se fue de chiquitito a Europa, Era de raíz española, sin
duda. Más allá de su americanismo, dada su participación en la Sociedad de Cádiz que
fue la que se creó para fomentar con los americanos que estaban en Europa la
emancipación. Esto se explica por la particular situación que vivía España, invadida por
los franceses, por las fuerzas napoleónicas, que justamente habían depuesto a Fernando
VII. Y estos americanos se plantean que si el rey Fernando, no puede gobernar porque
esta preso a manos de los francesas, ¿que se hace?; la soberanía vuelve al pueblo y este
debe elegir gobernantes. Y así fue en toda América, desde México hasta Chile y Bs As.
En toda América se utilizó la misma tesis, que se discutió en Charcas un año antes de la
Revolución de Mayo. Este pensamiento explica la conducta de San Martín.
De paso conviene aclarar, que la tesis que acabamos de mencionar, nada tenía
que ver con el iluminismo y la Revolución Francesa: por el contrario, las fuentes que
daban fundamento a los revolucionarios americanos eran netamente católicas e
hispanas, provenían del barroco español, de lo que se conoce como el “siglo de oro
español”, y de la filosofía social y política de Francisco de Vitoria y de Francisco
Suárez.

F. A: Existe claramente otro punto común entre los tres personajes. Un


desagradable destino los unió en el exilio...

F. CH: Es cierto.
San Martín tuvo que exiliarse por la presencia de Rivadavia en el poder. Este le
negó todo apoyo para la campaña de liberación americana. Segundo; y fíjese qué
curioso, los enemigos de San Martín son los pro- ingleses. Esto se lo marco yo a varios
que hablan de San Martín como agente británico. Sus más encarnizados enemigos son
los pro-británicos: Alvear, Cochrane, Rivadavia y los unitarios...
Don Juan Manuel tuvo que marchar al exilio luego de la derrota de Caseros.
Aquí también se pretenden crear suspicacias, respecto de por qué Rosas marcha en nave
inglesa a exiliarse justamente a Inglaterra. ¿Y los barcos que iban y venían del puerto de
Bs As de qué bandera eran? Ingleses. Entonces, ¿a dónde más iría? Y estos barcos sólo
paraban su travesía en Río de Janeiro. Y es evidente que Rosas no podía bajar en
Río...no creo que lo hubiesen recibido muy bien. Entones fue a parar a Inglaterra. Al
margen que él sabía algo que es verdad, y es lo siguiente. Dentro de la tradición no
escrita de los ingleses, se respeta a quien se refugia en la isla; esto es sagrado. Además
los ingleses a quién les hace frente lo respetan; al que no, al que se somete, se ríen de él.
Pero Rosas les resistió y los derrotó. Uno de los pocos que lo hizo en el mundo.
Y respecto a Perón luego de un largo derrotero americano, pudo afincarse en su
exilio en España. Constituyendo, no sé si no un único caso en el mundo, donde luego de
18 años de exilio, logró volver a su patria y acceder nuevamente a la presidencia de la
República. Es decir, que el exilio de los tres, tiene que ver con el acceso al poder de sus
enemigos que los obligó a tener que marcharse de su tierra.

F. A: ¿Qué opina de esta manía de los liberales de calificar de dictadores o


tiranos a los grandes líderes populares? Al hablar de San Martín se refieren al “tirano
José”, y refiriéndose a Rosas y Perón, hacen referencia a la primera y segunda tiranía.

F. CH: Bueno, es algo clásico de nuestros liberales que no entienden los


liderazgos populares, o la democracia de los caudillos. Por otro lado olvidan, por
ejemplo, que en Roma, la dictadura era una figura e institución totalmente legal y que se
usaba llegado el caso de que hubiese crisis o anarquía, el rey o la suprema autoridad
tomaba todo el poder en sus manos. Los liberales deberían saber que sobre esto mismo
hay un capítulo entero del Contrato Social de Rousseau donde estudia esto, y Moreno al
traducirlo suprimió este capítulo.

F. A: Puntualizando nuestro análisis Profesor. ¿Qué otros puntos de contacto


podemos encontrar entre los tres procesos históricos de los que venimos conversando?
Seguramente es más sencillo encontrar más similitudes entre dos de ellos. Me refiero a
Don Juan Manuel de Rosas y el Geneal Perón...

F. CH: Quizás sea más sencillo encontrar relaciones entre Don Juan Manuel de
Rosas y el General Perón, porque si bien hay puntos de contacto con San Martín, los
suficientes como para establecer una línea histórica no deja de ser cierto, que San
Martin estaba mayormente abocado a lo estrictamente militar. Tanto es así, que allí
encuentra Ud la causa de por qué el libertador se vuelve del Perú, dando por tierra con
el mal llamado por la historia liberal como el misterio de Guayaquil. San Martín sabe
que no cuenta con el apoyo del gobierno de Bs As, por el contrario, tiene serios
problemas con el mismo, que lo ve como un enemigo. San Martín se permitía fracasar
como político pero nunca en el plano militar, donde se jugaba la liberación de América.
Por eso renuncia al Protectorado en el Perú, convoca a un Congreso, y se aparta del
poder. Comprende sus limitaciones político-militares en aquella coyuntura a que
Bolívar tampoco podía facilitarle el número de tropas que San Martín quería para
seguir su campaña. Entonces entre la opción de quedarse en el poder pero sin apoyo, ya
que hasta el ejército que lo acompañaba estaba fragmentado y dividido, o renunciar pero
que la causa que defendía llegase al éxito, eligió renunciar y volver a su provincia y
dejar que Bolívar que estaba más fuerte culminase la obra de la emancipación.
Pero esta visión estratégica que San Martín tenía es clave.

F. A: Entonces podemos abundar en las simetrías entre Rosas y Perón...


Profesor, a su criterio, ¿por qué tanto Rosas en Caseros, como Perón
posteriormente, a pesar de tener fuerzas suficientes para resistir en el gobierno
prefirieron irse?
F. CH: Fíjese que interesante, y esto yo lo he escrito, que Don Juan Manuel
consideraba que su período histórico había terminado. Tenía fuerzas en contra, que él
consideraba que no podía enfrentar. Estaba Inglaterra, Brasil, y la deserción de Urquiza
que fue terrible para él.
En el caso de Perón es sencillo. El era más político que militar. Perón dijo que si
él hubiera actuado tan sólo como militar hubiera hecho la guerra, pero eligió el tiempo y
conducir a todo el pueblo argentino. En el primer reportaje que le hicieron en Paraguay
el General Perón dijo: “si tenemos razón vamos a volver”.
Quizás la diferencia entre ambos casos sea la conciencia que tuvo Don Juan
Manuel de que su período histórico estaba terminado. Perón en cambio privilegiaba la
paz social, y el tiempo a la sangre de sus compatriotas, pero de ninguna manera veía
agotado su proyecto. Mas bien sus enemigos y algunos errores provocaron su caída.

F. A: ¿Por ejemplo?

F. CH: El conflicto con la Iglesia fue un grave error. Y la otra equivocación que
le fue atribuida era el contrato con la California Oil, ya que los adversarios lo acusaron
de “entreguista” y de hacer una concesión de tierras en la Patagonia. Por supuesto no
había ninguna de estas cosas, era un simple contrato de exploración.

F. A: El conflicto entre Perón y la Iglesia, y el conflicto de los jesuitas con


Rosas, ¿qué me podría decir al respecto: son comparables?

F. A: Yo creo que fue similar. El conflicto con Rosas fue con los jesuitas que se
le oponían, no con todos. De hecho hubo un jesuita que fue rector del Colegio
Republicano Federal.
Y Perón tuvo conflicto con el credo local. Este comenzó cuando Pío XII después
de haberlo apoyado, lo abandonó y creó el Partido Demócrata Cristiano en Argentina,
que aquí no había por qué crearlo. Pero como había una alianza entre EEUU, a través
del cardenal Spellman y el Vaticano para crear los partidos demócratas cristianos en
Alemania y en Italia, después se les ocurrió hacerlo también en América. Esto a
instancia de EEUU. De allá vino la idea. Se hizo un congreso en Montevideo en el año
49 donde se dio origen al partido demócrata cristiano, que curiosamente, o no tanto,
estaba integrado mayoritariamente por liberales. Tanto es así que en el año 1950 Perón
estaba tan enojado con Pío XII, que al realizarse el Congreso Eucarístico en Rosario, él
dice que no va a asistir y se marcha a la quinta de San Vicente. Allí es Evita quien
persuade al General de que había que concurrir. Esta anécdota me la contó
personalmente Hipólito Paz que era canciller y fue testigo presencial de los hechos.
Finalmente Perón asistió y habló en el Congreso de Rosario, pero el conflicto ya
venía instalándose.

F. A: ¿Se puede señalar que otro punto en común entre Rosas y Perón fuera la
propaganda?

F. CH: Digamos que sí, pero más durante el gobierno de Perón. Además hubo
exageraciones. En el caso de Apold, nosotros en el área de cultura no nos gustaba esto y
lo señalábamos, porque no había necesidad ya que los hechos cantaban por sí solos. La
realidad era suficiente, no hacía falta ponerle el nombre de Eva Perón a las provincias,
instituciones, buques, etc.
Y en Rosas si bien tuvo propaganda no fue tanto. En esta área uno de sus
grandes aliados fue Don Pedro de Angellis, un gran periodista.

F. A: Bueno Profesor, creo que con lo que hemos conversado tengo material
suficiente para continuar mi trabajo. Ha sido muy esclarecedor en sus conceptos.
Le confieso que si antes de conversar con Ud. yo estaba convencido de la línea
San Martín, Rosas y Perón; ahora estoy más que seguro al respecto.
Por otra parte, no quiero abusar de su tiempo porque se que esta esperando otro
grupo de jóvenes para hablar con Ud. Le agradezco de todo corazón su tiempo y su
humildad por haberme recibido.

F. CH: No, por favor. Para eso estamos, es un gusto conversar y poder aclarar
dudas con jóvenes con inquietudes nacionales, que de alguna manera, son los que
tomarán las banderas cuando nosotros ya no estemos.
CAPITULO III.

Fermín Chávez nació el 13 de julio de 1924 en El Pueblito, perteneciente al


Departamento de Nogoyá, Entre Ríos. Su padre, fue un agricultor que en la década de
1920, muy mala para el campo, se fundió y ante la necesidad de mantener a la familia,
fue peluquero y después fabricante de escobas. El primer contacto con la política lo tuvo
Fermín, a instancias de su padre, que era irigoyenista, cuando en las elecciones de 1928
pasaban los camiones que iban al comicio y el padre le hacía gritar al infante Fermín:
“Viva Irigoyen!”.

Por el lado de su abuela tenía descendencia con los Moreira, lo que gravitó
mucho sobre su persona. El primer marido de su abuela que era don Santiago Moreira,
era un hombre que había sido teniente de don Ricardo López Jordán. El hijo del viejo
Moreira, Santiaguito fue un hombre que tuvo mucha influencia en la formación de
Chávez. Iba a su casa y le contaba cosas de la guerra jordanista.

Se puede decir que el primer contacto de Fermín con la historia real fue por
relatos de criollos como Don Santiago, y la gente del pago, que luego con el correr de
los años, Chávez pudo comprobar la veracidad de los mismos en la infinidad de
documentos con los que trabajo.

Concurrió a la Escuela provincial Nº 14.. En esa escuela no había más que hasta
tercer grado, en cambio en las escuelas nacionales tenían hasta sexto grado. Por esta
situación viajó a Córdoba y estuvo como interno en un colegio de los padres dominicos.
Allí efectuó el bachillerato y luego partió a Buenos Aires como novicio. Esta etapa con
los dominicos en Buenos Aires, fue desde el año 39 al 42.

En síntesis, Fermín Chávez estudió Humanidades en Córdoba, Filosofía en


Buenos Aires y Teología en Cuzco. Entre quienes más influenciaron en su formación se
pueden citar las enseñanzas de Rodolfo Mondolfo, Nimio de Anquín y Víctor Frankl.
En tanto que en lo político lo acercaron al nacionalismo sus lecturas tomistas,
fundamentalmente Maritain, Garrigou... Pero de manera aún más fundamental los libros
de los autores nacionalistas argentinos. Era lector de Ramón Doll y Ernesto Palacio.
Pero, fue central, en aquellos años (1940), la prédica de Crisol y en especial los
artículos de Enrique P. Osés
Fue Historiador, poeta y profesor universitario y si bien no se dedicó a la
docencia, tuvo a su cargo diversas cátedras en las Universidades
de Buenos Aires, La Plata y Lomas de Zamora.
Su militancia en el peronismo data de 1943, aunque fue recién en 1950, cuando con un
grupo de jóvenes escritores que se reunían en la peña “El hogar de la empleada”, en
Avenida de Mayo 869, todos los viernes, Fermín Chávez conoció a Eva Perón.
Por esos años trabajó en la Secretaría de Salud Pública de la Nación y luego en
la Dirección General de Cultura bajo la dirección de Castiñeira de Dios.

En los años de la Resistencia Peronista; Fermín integró el Comando Táctico


creado por Perón. Junto a Héctor Tristán y otros compañeros de “Línea dura” editó “De
Frente”, un boletín de 4 páginas que transmitía las directivas de Perón desde el exilio, y
exhortaba a los peronistas a votar en blanco en las elecciones constituyentes de 1957,
que finalmente fueron ganadas por el voto en blanco alentado por el peronismo
proscripto. Además cumplió una importante tarea de esclarecimiento, con la aparición
en diciembre de 1956 de su libro “Civilización y Barbarie” que refutó la tesis del
"mayismo" instalada por ASCUA y los "libertadores".

Además de los cargos ya mencionados; durante las gestiones de los gobiernos


justicialistas ocupó puestos nacionales y municipales, todos los cuales honró con su
honestidad y su compromiso militante.

En 1973, fue uno de los que acompañó en el avión al general Perón, del retorno
de su exilio, en su regreso a la Argentina. En 1984 integró la Comisión Asesora del
Comando Superior Justicialista.
Fue un gran periodista y como tal comenzó su labor en el año 1947. Trabajó en
los periódicos "Tribuna" –donde se inició-, "El Capital", "La Opinión", "Mayoría",
"Clarín", la revista de la CGT, "Dinámica Social" y "Todo es historia".

Por sobre todas las cosas, Fermín Chávez fue un hombre con un inmenso
conocimiento de nuestra cultura e historia, y tal vez, su principal virtud, fue su
extraordinaria humildad.

A partir del año 1974 vivió en el segundo piso de la calle Chile al 685, en el
porteñísimo barrio de San Telmo. Allí escribió, y abrió sus puertas a quiénes, como yo,
concurríamos a verlo en busca de orientación o consejo. Con sencillez y amabilidad
siempre tuvo una palabra de aliento, para quienes seguíamos sus pasos como los de
tantos otros hombres del revisionismo, por la lucha de la verdad histórica y el despertar
de la conciencia nacional.

En su tarea de historiador encaró el estudio con la característica seriedad de la


escuela revisionista, con irrefutable documentación y un estricto tratamiento de la
misma, combinando las propias convicciones con un cuidado análisis metodológico de
la heurística y hermenéutica; todo tendiente a alcanzar un claro conocimiento de nuestro
pasado nacional.

Esta postura nacional, tanto en lo político como en lo histórico, lo marginaron de


los grandes círculos de intelectuales ligados a los centros académicos o universitarios, y
desde ya, le valieron el silencio y ocultamiento de parte de los medios de comunicación.
Sin dudas; de haber pertenecido Fermín a lo que Jauretche llamó “intelligentzia” su
suerte hubiera sido muy distinta. Pero Fermín Chávez, más que títulos u honores, fue un
hombre fiel a su Patria, cuya mayor distinción fue no haber dejado jamás de ser un
hombre del pueblo.

Su obra estuvo ligada principalmente al peronismo y al devenir del movimiento


nacional a lo largo de la historia, en sus distintas expresiones. Siempre estuvo al lado de
las causas populares, de los desamparados, los excluidos y nunca dejó de ser crítico con
la “historia oficial”, como corresponde con todo revisionista que se precie de tal, toda
vez que ésta constituye una herramienta de dominación tendiente a afianzar nuestra
“colonización pedagógica”.
Los reconocimientos, aunque tardíos e insuficientes, por suerte llegaron a
alcanzarlo con vida. Así pudo tener la satisfacción de que la Legislatura de la Ciudad de
Bs. As, un 2 de octubre del 2003 lo declaró “Ciudadano Ilustre”, a través de la sanción
de la ley N° 1090. promulgada por el Decreto Nº 1988 del 29/10 del mismo año

El 28 de mayo de 2006 se apagó la vida de este gran maestro. Sus restos fueron
velados en la Legislatura porteña. Sus enseñanzas sobre el pasado nacional y sobre las
posibilidades de nuestro país, seguirán viviendo en cada argentino que defienda la causa
nacional, así seguramente lo habría deseado nuestro querido historiador Don Fermín
Chávez

BIBLIOGRAFIA DE FERMIN CHAVEZ:

1- Como una antigua queja, (poemas), 1950.

2- Una provincia del Este, (poemas), 1951.

3- Civilización y Barbarie. El liberalismo y el mayismo en la Historia y Cultura


Argentina, Trafac, Bs. As., 1956.

4- Vida y muerte de López Jordán, Theoría, Bs. As, 1957.

5- José Hernández. Periodista, político y poeta, Culturales Argentinas, Bs. As.,


1959.

6- Alberdi y el mitrismo, Peña Lillo, Bs. As., 1961.

7- Poesía rioplatense en estilo gauchesco, 1962.

8- José Luis Busaniche. Ediciones Culturales Argentinas, Bs. As., 1964.

9- Poemas con fusilados y las montoneras, 1966.

10- Iconografía de Rosas y de la Federación, III Tomos, Oriente, Bs As, 1970.

11- La historia a la vuelta de casa, Centro Editor de América Latina, Bs. As., 1971.

12- La cultura en la época de Rosas. Aportes a la descolonización mental en


Argentina, Theoría, Bs. As, 1973.
13- La vuelta de José Hernández. Del federalismo a la república liberal, Theoría, Bs
As., 1973.

14- Perón y el peronismo en la historia contemporánea, II Tomos, Oriente, Bs. As.,


1975.

15- Un nuevo diálogo gauchesco sobre Rosas, Theoría, Bs As., 1975.

16- La Confederación: un proyecto nacional olvidado, Ediciones del Noroeste, Bs.


As., 1976.

17- Historicismo e iluminismo en la cultura argentina, Theoría, Bs. As., 1977.

18- Historia del país de los argentinos, Theoría, Bs. As., 1978.

19- El revisionismo y las montoneras, Theoría, Bs. As., 1984.

20- Perón y el justicialismo, Theoría, Bs As, 1984.

21- ¿Social-democracia, por qué?, Pequén, Bs. As., 1984.

22- La chispa de Perón: el arte de la política en 70 relatos con humor, sarcasmo y


sentencia, Cántaro, Bs. As., 1990.

23- Eva Perón en la historia, Oriente, Bs. As., 1990.

24- Eva Perón sin mitos, Fraterna, Bs. As., 1990.

25- Vida del Chacho, Theoría, Bs. As, 1991.

26- La vuelta de Don Juan Manuel : 110 autores y protagonistas hablan de Rosas,
Theoría, Bs. As, 1991.

27- Correspondencia de San Martín y Rosas, Theoría, Bs. As., 1991.

28- Testamentos de San Martín y Rosas y La Protesta de Rosas, Theoría, Bs. As.,
1991.

29- Porque esto tiene otra llave. De Wittgenstein a Vico. Ediciones Pueblo Entero,
Bs. As., 1992.

30- Aquí me pongo a cantar: poetas y trovadores del Plata, Theoría, Bs. As., 1993.
31- La libreta de Rosas. Instituto J. M. de Rosas, Bs As., 1995.

32- Goya en la Argentina: el castigo de un genio equívoco, Ediciones Pueblo


Entero, Bs. As., 1995.

33- La conciencia nacional: historia de su eclipse y recuperación; Pueblo Entero,


Bs. As., 1996

34- De Don Juan Bautista a Don Juan Manuel; 1997.

35- 45 poemas paleoperonistas, 1997.

36- Flora y fauna en el Martín Fierro. Editorial de Entre Ríos, Paraná, 1997.

37- Poemas con matreros y matreras, Theoría, Bs. As., 1998.

38- John William Cooke. El diputado y el Político, Círculo de Lgisladores de la


Nación Argentina, Bs. As, 1998.

39- El peronismo visto por Víctor Frankl, Theoría, Bs. As, 1999.

40- Evita hay una sola, Corregidor, Bs. As, 1999.

41- Ponce De León y el fuego, Corregidor, Bs. As., 1999.

42- El Pensamiento Nacional. Breviario e itinerario, Nueva Generación, Pleamar,


Bs. As., 1999.

43- Otra vuelta con Martín Fierro; Theoría, Bs. As., 1999.

44- Siete escolios sobre Perón; Theoría, Bs. As., 2001.

45- El Che, Perón y León Felipe, Nueva Generación, Bs. As., 2002.

46- Escribió los tomos 14 a 21 de la Historia Argentina de José María Rosa. El


tomo 14, El justicialismo; el tomo 15, El antiperonismo; el tomo 16, La
revolución argentina; el tomo 17, El retorno; el tomo 18, Estudios
introductorios; el tomo 19, El proceso; el tomo 20, Del mundial al conflicto; y el
tomo 21, La guerra de Las Malvinas y la democracia maniatada; Oriente, Bs As,
1993-2004.

47- Rosas Educador, Colección del Zanjón, Bs. As, 2003.


48- Alpargatas y libros-diccionario de peronistas de la cultura; II Tomos, Bs As,
Theoría, 2003-2004.

49- Historia y Antología de la poesía gauchesca, Margas, Bs. As., 2004.

50- Herder, el alemán matrero, Nueva Generación, Bs. As., 2004.

51- Diez hijos de Evita, Nueva Generación, Bs. As., 2005.

52- Un sexteto para el Colón, Nueva Generación, Bs. As., 2005.

53- Diccionario Histórico Argentino, Fabro, Bs. As, 2005.

54- Reseña de acontecimientos históricos (1553-2003), Fabro, Bs. As, 2005.

55- Correspondencia de Rosas y Urquiza, Theoría, Bs As.

56- Escritos curiosos de Juan Manuel de Rosas, Theoría, Bs As.


APENDICE.

Hemos decidido incorporar a nuestro libro, dos documentos periodísticos de


singular valía, para lo que es una cabal biografía de Fermín Chávez.
El primero es un reportaje efectuado por Jorge Rivera, y publicado en la Revista
Crisis en mayo de 1975.
El segundo, es una autobiografía del maestro Fermín Chávez, publicada en
Primera Plana el 16 de agosto de 1973.
La misma constituye la respuesta del eximio historiador a ciertos comentarios
sobre su supuesta filiación a la “izquierda” o al “desarrollismo”, y dada las necrológicas
que recordaban a Fermín, vinculándolo a “la izquierda peronista”, o como un hombre
del “peronismo de izquierda”, nos pareció atinado reproducir lo que el propio interesado
decía hace 25 años.

Entrevista a Fermín Chávez

"La Argentina es deformada cuando termina el caudillaje"

Autor: Jorge B. Rivera, Revista Crisis , mayo, 1975.

La sala con el balcón entreabierto sobre la calle Chile es casi austera. Una pequeña
habitación acogedora en la que rápidamente contabilizo libros de historia, viejos
periódicos federales enmarcados, una fotografía poco conocida de Ricardo López
Jordán, y bajo el vidrio de la mesa un poema de Ernesto Guevara en Ñancahuazu
copiado a máquina. Chávez me convida con ese aguardiente de orujo que todavía se
destila en Caroya y en la media tarde iniciamos una charla grande, que tratará de
recuperar miñangos de algo así como cincuenta años de vida, fragmentos de una cierta
manera de reflexionar sobre las cosas y los hombres del país. Una historia integrada
por las memorias de la provincia natal, por las primeras vivencias políticas, por el
acercamiento al sacerdocio, por la militancia nacionalista, por la poesía, por el oficio
de periodista, por su vinculación con el peronismo, por la redacción de libros como
Civilización y barbarie , por biografías iluminadoras y esenciales como Vida y muerte
de López Jordán y Vida del Chacho , por viejas y nuevas aventuras editoriales como las
revistas Nombre y Ahijuna , por la traducción de la poesía del "colaboracionista"
Robert Brasillach y el comunista Mao Tse-Tung, por una suerte de fervor raigal,
entrañable, que se cuela a cada rato en las evocaciones del pasado y en la mención de
las cosas más próximas.

La mesa junto al camino...

Yo nací el 13 de julio de 1924 en El Pueblito, un viejo pago del distrito entrerriano de


Don Cristóbal, en el cual, según se ha comprobado, Rocamora tuvo el propósito de
fundar a Nogoyá. Pero de hecho Nogoyá se fue formando, como sucede muchas veces
en la historia, alrededor de una capilla, la que fundó el padre Quiroga y Taboada. El
Pueblito, que era la zona más poblada en la última época de la Colonia, no pudo ser el
centro urbano y quedó como pago. Mi padre, agricultor fundido en la década del ’20,
una época difícil para el campo, fue peluquero y luego fabricante de escobas en la
última etapa de su vida... Pequeño fabricante de escobas de palma. Cuando yo nací
todavía sembraba; y antes había tenido un pequeño boliche de campaña en el norte de
Nogoyá, en medio del monte.

Mi padre era yrigoyenista cien por cien. Mis primeras vivencias políticas creo que se
refieren a las elecciones de 1928, cuando yo tendría tres o cuatro años. Me recuerdo
subido en una mesa, al borde del camino, con mi padre que me hace gritar “viva
Yrigoyen”, mientras que la gente que va a votar pasa en camiones… Ese es uno de los
primeros recuerdos en imagen que yo tengo de lo político. En mi casa había una
tremenda pasión yrigoyenista. Me acuerdo como si fuera hoy de la revolución del ’30.
Al campo no llegaba más que una vez por semana una mensajería que traía la revista
Caras y Caretas, que en esa época le tomaba el pelo a Yrigoyen. Menciono esto porque
siempre me llamó la atención el contacto que existía entre Yrigoyen y todo ese criollaje
que no conocía diarios ni radio. ¿Por qué esa relación de los criollos viejos con el
caudillo? Quizá pensaban que Yrigoyen era la reivindicación de los caudillos. Lo digo
por mi padre, que había sido educado en una escuela no oficial, esa escuela de los
maestros particulares que había en el campo...

Ahí está también el padre, en el borrador de uno de los poemas de Chávez:


Padre que te has caído de costado
como si el ruin tobiano de la Muerte
se te hubiese encogido y espantado;
qué difícil función la de traerte
a la ciudad con todos tus caudales
de ilusión o fracaso o buena suerte.
Quiero verte otra vez con tus trigales
de Crucecitas, con las pocas cosas
que amabas, con los días siempre iguales.
Allá entre palmas duras y verdosas
que cortó tu machete montielero
para escobas sencillas o lujosas.
Allá en tu edad feliz de bolichero
con tus gallos al sol, cuando cuidabas
un bataraz o un giro con esmero.

Por el lado de mi abuela hay una rama, la de los Moreira, que gravitó mucho sobre mí.
Hay un primer marido de mi abuela que era don Santiago Moreira, un hombre que había
sido teniente de don Ricardo López Jordán. Al viejo Moreira, que murió en 1874, lo
toman prisionero en Don Gonzalo, y por pedido de un jefe nacional de Nogoyá lo
liberan. Lo había destinado como castigado a los cuerpos de infantería que resguardaban
la frontera de Buenos Aires contra los indios.

Santiaguito, el hijo del viejo Moreira, tuvo mucha influencia en mi formación. Iba a
casa y me contaba cosas de la guerra jordanista, que se las atribuía a él, pero que
indudablemente eran del viejo. Mi padre, por el contrario, nunca hablaba de esa época.
Recién de grande, cuando conoció mis libros, empezó a recordar y a recuperar esas
vivencias de lo que decía la abuela Martiniana y su tía Balbina..., “que Leandro Gómez
tenía razón”, “que don Ricardo...”. Pero en mi niñez de esas cosas no se hablaba porque
ellos también estaban presionados por la educación y no se animaban a romper con la
versión oficial de los hechos. Nosotros la descubríamos a la historia real un poco por
criollos como tío Santiago, que ni habían pasado por la escuela ni sabían leer y escribir,
y entonces te contaban, un poco como cuento, como viejos cuenteros, cosas que eran
historias reales, según pude comprobar después a través de los documentos de la época.

La escuela a la que concurrí, la Escuela Nº 14, era provincial. Estaba ubicada en el


camino que va de Nogoyá a Villaguay, frente a un viejo almacén de campaña, uno de
los pocos edificios de material que había en aquella época. En esa escuela provincial no
había más que hasta tercer grado, en cambio en las escuelas nacionales tenían hasta
sexto grado. Era la escuela sarmientina, si bien en Entre Ríos lo que se enseñaba en la
escuela provincial no coincidía mucho con esa unanimidad nacional que había impuesto
la enseñanza del ’80. Yo, por ejemplo, conocí el Himno a Sarmiento en Córdoba, donde
terminé el ciclo primario.

¿Por qué el alejamiento de Entre Ríos?

Porque en Nogoyá no había Colegio Nacional. En Córdoba estuve como interno en un


colegio de los padres dominicos, lo que ellos llamaban el Colegio Apostólico, que
estaba destinado a una futura vocación sacerdotal. Era una oportunidad que se me
brindaba. Hay que pensar que ni mis padres ni mi familia estaban en condiciones de
pagar ningún otro tipo de colegio fuera del lugar. Dadas mis posibilidades económicas
la única alternativa de seguir estudiando era el viaje a Córdoba. Yo hago el bachillerato
en Córdoba, con los dominicos, y luego vengo a Buenos Aires como novicio y hago los
tres años de filosofía en el convento de Santo Domingo. Mi etapa con los dominicos en
Buenos Aires, años 39 al 42, es la época de oro de los Cursos de Cultura Católica.
Funcionaba el famoso Convivio. Mi profesor de filosofía en Santo Domingo era el
padre Páez, dominico y provincial de la Orden, y él enseñaba al mismo tiempo en los
Cursos, junto con el padre Castellani, el Reverendo Alberto Molas Terán, César E. Pico,
Julio Meinvielle, etc. Pico fue un hombre de gran talento. Su tomismo era tan agresivo
como el nacionalismo de Ramón Doll, a quien se parecía mucho.

De Buenos Aires paso a Cuzco, donde había un colegio internacional al que iban los
estudiantes dominicos a estudiar teología. Allí hago tres años de teología y resuelvo
volver a la Argentina, para reintegrarme a la vida laica... A esa altura de mis estudios
me di cuenta de que la vida religiosa no era lo que más me atraía. En Buenos Aires hay
un nuevo fenómeno político.

¿En qué año se produce tu regreso a la Argentina?

Vuelvo en octubre de 1946. El 17 de octubre de 1945 estaba en Cuzco y alcancé a


escuchar las noticias de lo que ocurría en Buenos Aires por la radio.

¿Por qué, para un provinciano, la radicación en Buenos Aires?

Para esta segunda instalación había una razón muy primordial: no tenía ninguna
posibilidad en el campo. Hay que pensar en el campo en una etapa muy crítica, en que
la gente no tenía grandes posibilidades de progreso. En segundo lugar estaba el deseo de
seguir estudiando, porque yo quería hacer medicina... Pero además hay un nuevo
fenómeno político que me atrae. Yo, de hecho, ya estaba en contacto con grupos
nacionalistas y había publicado en sus diarios. Sentía simpatía por Perón y había escrito
algunos artículos sobre el contenido humanista de sus discursos. No tenía parientes
aquí. Venía con $30 en el bolsillo, recién salido del mundo de la Iglesia, y tenía que
comenzar una cosa totalmente desconocida. Por suerte tenía algunos amigos, entre ellos
el poeta José María Fernández Unsain, que en aquel momento era subdirector del diario
Tribuna. Él me llevó a trabajar al diario.

¿Esa es tu iniciación formal como periodista?

Sí. Me inicié en Tribuna, diario nacionalista, donde había personajes tan variados e
interesantes como Ponferrada, Gregorio Santos Hernando, Gilberto Gómez Ferrán, el
entonces pibe Jorge Ricardo Masetti, recién incorporado al diario, como yo, Luis Soler
Cañas, Joaquín Linares, que hacía crítica de teatro, el flaco Fernández Unsain, don
Lautaro Durañona y Vedia y tantos otros...

(Tribuna es el umbral de una fecunda carrera periodística – “El periodismo me ha


dado una disciplina de trabajo que no hubiese adquirido, posiblemente, fuera de él”,
acota Chávez. Lo llevará a trabajar y a colaborar en publicaciones de diverso signo,
como Clarín, El Líder, Democracia, Presencia, Firmeza, El Pueblo, La Prensa de la
etapa peronista , La Capital, Crisol, El Hogar, Lyra, Histonium, Mayoría, Dinámica
Social, Columnas de Nacionalismo Marxista, Latitud 34, El Popular, Capricornio, etc.
Hay, también, a comienzos de 1950, una etapa de vinculación con la Oficina de Prensa
de la CGT, junto a Félix Odorisio, durante la cual colabora semanalmente en el órgano
de la central obrera.)

¿En qué momento comienzan tus contactos con el nacionalismo?

Aproximadamente en 1939.

Concretamente entre los coletazos finales de la Guerra Civil Española y el comienzo


de la Segunda Guerra Mundial.

Por supuesto. Para nosotros eso gravitaba mucho. El clima de la guerra lo vivimos
todos. Nadie estaba al margen y nadie fue, realmente, neutralista. Entre los grupos
nacionalistas intelectuales había muchas reservas con respecto a Hitler, pero en cambio
se veía con cierta simpatía a Mussolini...

¿Cuáles son las lecturas motivadoras que acompañan a tu toma de posición


nacionalista?

Fundamentalmente la literatura tomista. Maritain, Garrigou... Pero de manera aún más


fundamental los libros de los autores nacionalistas argentinos. A Maurras, por ejemplo,
no lo conocí en esa época. Leía a Ramón Doll, a Ernesto Palacio. En nuestra formación
política -estoy hablando de los años 1940- gravitó mucho la prédica de Crisoly en
especial los artículos de Enrique P. Osés, un auténtico divulgador popular que dijo:
“Esto hay que cambiarlo todo”. Un diario como El Pampero, en cambio, nos chocaba
por su mayor embanderamiento y su corte propagandístico.

¿Con qué grupos del nacionalismo tenías vinculaciones, en particular?

Sobre todo con el grupo "Restauración", fundado en 1937 por Villegas Oromí, Bernardo
y Goyeneche, que era el grupo político que estaba más cerca de la Iglesia, el más
tradicionalista, hispanista.

¿Tuviste algún contacto con el grupo FORJA en ese momento?

No. Tenía noticias de Scalabrini Ortiz, el Scalabrini Ortiz del periódico Reconquista. Él
era el único hombre de FORJA al que conocíamos. En rigor FORJA y el nacionalismo
fueron caminos paralelos. Hoy, con perspectiva histórica, vemos a FORJA como un
fenómeno cultural importante, pero como fenómeno político el nacionalismo tenía la
ventaja de estar en la calle.

Chávez ingresa a la literatura fundamentalmente como poeta, y la charla deriva hacia


ese terreno:
El primer poema lo publicó en Crisol, el 1º de marzo de 1941, antes de partir para el
Cuzco. Se llamaba "Paisaje del Pueblito" y aparecía firmado por Fray B. Chaves
Giménez S.O.P., porque los dominicos nos cambiábamos el nombre al profesar.

Una poblada loma de aromitos


está fragante de los áureos ramos.
Se ve, trepada en las pulposas tunas
la calandria cantando,
y sobre el cerco del corral primero
las tacuaritas su oración coreando.
Van las mansas torcaces
con su plumaje claro,
a picotear las perfumadas flores
del hermoso naranjo.
.........................................

Las lecturas de la etapa decisiva fueron el Lugones de losPoemas solariegosy los


Romances del Río Seco. A Marechal lo leo también en ese momento: Días como
flechas, Poemas Australes... Sobre mí gravita, por natural amistad, un poeta como
Fernández Unsain, con su libro Este es el campo... Pero también García Lorca y
Neruda, además de Miguel Hernández.

En 1950 los talleres de la CGT imprimen su poemario Como una antigua queja, con
papel regalado por la Federación del Papel, Cartón, Químicos y Afines. Luego vienen
Dos elogios y dos comentarios (1950), editado por la Peña Eva Perón, y Una provincia
al Este (1951), ilustrado por Manolo Moraña Y Edgar Koetz. Entre su última poesía
editada figura Poemas con fusilados y proscriptos, los versos sobre los fusilamientos
del 9 de junio de 1956 que habían circulado clandestinamente en la primera etapa de la
resistencia peronista.
.........................................
Romance por la Muerte del General Valle

Atención pido, señores, Sabemos que te entregaste


para este simple compuesto: sólo por llegar al cielo.
quiero contarles la muerte Sabemos que fue tu historia
de un general verdadero. La de un argentino entero.
El mes de junio corría A Las Heras lo llevaron
y era duro aquel invierno, con la venda del silencio,
-una fría bayoneta amarrándole la fe
bajo una luna de hueso- junto al muro amarillento.
El mes de junio empezaba Aquella tarde de junio
y el corazón de mi pueblo 12 de junio en el tiempo,
andaba por estallar 12 de junio en el odio,
empujado desde adentro. 12 de junio en el rezo,
aquella tarde de junio
Fusiles madrugadores el general verdadero
como unos pájaros negros tanteó su pecho y halló
llegaban a los hogares una magnolia de fuego.
inviolados de mi pueblo. El pelotón conmovido
Estaba el padre dormido oyó su voz como un trueno.
y por eso lo prendieron. Balines de hierro cruel
Andaba por reventar lo bandearon como un cuero.
el carozo del silencio. ¡Viva la Patria!, se oyó.
¡Viva Valle!, compañeros.
Allá va el general Valle Ya está la carne dormida,
sin coraza y sin recelo, ya está el odio satisfecho.
llena de fe la cintura, Se marchó como una luz
de gaucho coraje lleno. De blancos huesos saliendo.
Allá va el general Valle
cual un jefe montonero; ¿Qué doctorcito del mal
allá va como una luz les dictó la voz de: Fuego?
en la madera del pueblo. ¿A qué boca te entregaste?
Los obuses reventaban ¿Quién estuvo en el teléfono?
en esquinas y paseos ¿Qué chaquetilla ordenó
chamuscando la hoja gris inmolar tus compañeros?
reseca de aquel invierno. ¿Qué fuerzas de la impiedad
tan enorme te volvieron
Allá está el general Valle colocado junto al diente
Ocultándose en San Telmo. Pequeñito del lucero?
Allá va el general Valle
Entre el humo de su cielo, ¡Malhaya la tarde oscura
prendidito a su destino del 12 de junio espeso!
que es un bagual traicionero, ¡Malhaya la piel tan tina,
bagual de trágica estirpe, malhaya los perros negros!
duros tobillos de acero. ¡Malhaya aquella promesa
que te sacó de San Telmo!
General Juan José Valle, ¡Malhaya el buen tirador
de cogollo tan sereno, del pelotón fusilero!
el diente de la traición ¡Ay malhaya la amistad
te debe doler adentro. y malhaya los teléfonos!
A Las Heras te llevaron
en el auto de los reos.
Los ojos te relumbraron
igual que un cristo sereno.
Romance de Fermín Chávez (Juan
Montiel) en: Resistencia Popular, 1957.
.....................................................

En la etapa preliminar que va del ’43 al ’53 Chávez colabora en varias revistas
literarias, en las que se cruzan benjamines de la recién llegada “generación del 50” -a
la que pertenece, según propia adscripción- con veteranos de la “generación del 40”,
como León Benarós, Ferreira Basso y Barbieri, fieles a propuestas que seguirán
influyendo subterráneamente hasta hoy, en la literatura argentina y en las que se
amalgaman ahondamientos en el paisaje del terruño, anclajes en la tradición y la
historia patria y retornos a las formas más entrañables de la poesía popular, como la
copla, el romance y la milonga. Entre otras Chávez colabora con la revista Ángel,
dirigida por Gregorio Santos Hernando, Las Estaciones, El 40 y Latitud 34; y
participa, con Marcelo López Astrada y Ramiro Tamayo, en la fundación de la “hoja
de poesía” Nombre, aparecida en 1949.

Interesa especialmente, durante este período, su vinculación con Latitud 34, expresión
característica e insuficientemente conocida de la línea nacional en un panorama que
para alguna crítica parece agotarse- de manera muy sugestiva- con revistas liberales, o
afines a la izquierda liberal, como Nueva Gaceta, Papeles de Buenos Aires, Sur,
Realidad y alguna otra.

Latitud 34, dirigida por Jorge Perrone, nació en 1949 para demostrar que se podía hacer
una buena revista que respondiese a la línea nacional... Nosotros teníamos que debatir
los grandes problemas de la cultura nacional, y no teníamos canales. No teníamos el
Gran Ministro de Educación, un José Vasconcelos, por ejemplo, para canalizar
orgánicamente las inquietudes. Leíamos algunas revistas y nos daba fastidio que el
peronismo no tuviese algo parecido. De ese sentimiento nació Latitud 34, en la que
colaboró un grupo por otra parte no homogéneo.

En Latitud 34 se publica una crítica tuya contra el existencialismo literario...

Es exacto. Nosotros estábamos conscientes, en esa etapa, de que el peronismo tenía


falencias en el terreno cultural e intelectual, y frente a toda esa exacerbación del
negativismo y del absurdo que predicaba el existencialismo en boga teníamos que
oponerle algo, demostrar que esas teorías y esa literatura no tenían valor para nosotros,
argentinos de 1950.

(Precisamente entre 1947 y 1949 se han publicado entre nosotros El ser y la nada, La
náusea y Los caminos de la libertad, de Jean Paul Sartre, sin mencionar algunos
trabajos de exégesis crítica sobre este autor, como el de Robert Campbell, o de franco
tono impugnatorio, como el Sartre del jesuita Ismael Quiles. El auge del
existencialismo inspirado en Heidegger y Sartre no escapó por entonces a las críticas
de Perón, quien en su discurso inaugural del primer Congreso Nacional de Filosofía
(abril de 1949) puntualizaba que “la angustia de Heidegger ha sido llevada al extremo
de fundar teoría sobre la náusea...”, para agregar: “del desastre brota el heroísmo,
pero brota también la desesperación, cuando se han perdido dos cosas: la finalidad y la
norma. Lo que produce la náusea es el desencanto, y lo que puede devolver al hombre
la actitud combativa es la fe en su misión, en lo individual, en lo familiar y en lo
colectivo”.)

“Las grandes banderas del peronismo”


¿Qué clase de intelectuales son los nacionalistas que en 1946 se acercan al
peronismo? Entre ellos, Chávez.

De todo el viejo nacionalismo que comienza a evolucionar alrededor del ’35, en plena
década infame, surge una corriente popular. Hay varias figuras de ese nacionalismo que
convergen al peronismo, así como otras se oponen; no quieren a Perón, y al rechazarlo a
él rechazan al movimiento popular. Estos nacionalistas ven a Perón como un caudillo
excesivamente pragmatista, o -para decirlo con las palabras que se utilizaron, no sólo
desde el nacionalismo, sino también desde el lado liberal- como un oportunista que sabe
hacerse cargo del momento histórico y que va adelante. Pero hay otros nacionalistas que
se acercan y se insertan en el peronismo. Por ejemplo, un hombre como Alberto
Baldrich, que aún hasta hoy ejemplifica esa corriente nacionalista que actuó en el campo
cultural, más que en el político. Hombre ligado al viejo nacionalismo, a pesar de que
por herencia familiar, por su padre, el general Alonso Baldrich, se conectara con un
nacionalismo que tiraba hacia lo que hoy, entre comillas, podríamos llamar “socialismo
nacional”. El viejo Alonso Baldrich es un hombre al que debemos ubicar en la línea de
un Manuel Ugarte; incluso su amistad con Alfredo Palacios lo define bien. Una figura
notabilísima del Ejército Argentino, quizá la más interesante de toda esa generación de
militares anteriores a Perón.

¿Cuáles serían las diferencias entre el nacionalismo elitista y este nacionalismo


popular que comienza a estructurarse en la década del 30?

Hay una etapa evidentemente elitista y maurrasiana, que corresponde al nacionalismo


surgido durante el gobierno de Alvear, momento en que Perón es Capitán e ingresa a la
Escuela Superior de Guerra. En esos años -1926 a 1929, aproximadamente- se produce
el nacimiento del periódico Nueva Repúblicay luego el de la Liga Republicana, en los
que actúan figuras como Ernesto Palacio, Roberto de Laferrére, Federico Ibarguren,
Juan E. Carulla, Julio Irazusta, César E. Pico, Daniel Videla Dorna, etc. La Liga
Republicana junto con el Socialismo Independiente de Pinedo y González Iramain, fue
una de las fuerzas de choque que terminó con los últimos restos del prestigio de
Irigoyen y del radicalismo en el poder. Pero luego, al advertir el fracaso político de
Uriburu, trata de ver mejor. El mismo caso de Lugones, aunque él se mantuvo siempre
en una cosa menos política, en una militancia en el terreno de las ideas. Del fracaso del
’30 surge un nuevo nacionalismo. Liga Republicana, por ejemplo, toma actitudes bien
definidas desde el punto de vista antiimperialista, como en el caso de su adhesión a las
investigaciones que realizaba Lisandro de la Torre sobre el asunto de las carnes.
Inclusive acompaña, en cierta medida, al radicalismo conspirativo de la Década Infame.
Con líneas paralelas, desde luego...

Y también con grandes contradicciones...

Sí, es verdad. Este nacionalismo que se va perfilando tiene etapas de grandes


contradicciones, pero en el aspecto antiimperialista los nacionalistas son muy
categóricos, y eso puede verse tanto en los documentos de Liga Republicana como en
los textos del Lugones de Guardia Argentina... Se van creando nuevos grupos, que dejan
en el camino ese nacionalismo inicial, elitista y maurrasiano. Después de 1935 lo válido
del nacionalismo son los periódicos y los nuevos elementos que entran en acción
golpeando al Régimen, en una actitud al mismo tiempo muy clara frente a Estados
Unidos e Inglaterra. Este nacionalismo, por supuesto, no llega a ser todavía un factor
político de gravitación o influencia decisiva, porque hay una deficiencia inicial: la de no
creer en la política, sobre todo en la política de los partidos. Su ataque al régimen es
también su ataque a la Ley Sáenz Peña, esa enorme confusión de creer que todos los
defectos de la República derivan de la Ley Sáenz Peña, cuando en realidad fue lo mejor
del Régimen.

¿Cuáles serían, en forma más particularizada, las banderas de ese nuevo


nacionalismo en el momento inmediatamente anterior al ascenso del peronismo?

En especial, la idea de que el Ejército es la única fuerza que queda en el país con
capacidad para romper con el viejo Régimen y crear un Estado nuevo, y en segundo
lugar el sentido de soberanía.

¿Y la justicia social?

El sentido de justicia social, si bien aparece en algunos manifiestos, quizá en menor


proporción, porque el nacionalismo no ha alcanzado en ese momento una madurez
política suficiente como para percibir el valor de esta bandera. Gálvez lo ve, y algunos
nacionalistas como José Luis Torres, que redacta aquel manifiesto que el general Juan
B. Molina le dirige a la Alianza en 1942 y en el cual están explícitas, prácticamente, las
tres banderas del peronismo.

¿La historia del nacionalismo ha sido escrita? ¿Se puede afirmar que libros como Los
nacionalistas, de Marysa Navarro Gerassi, y Orígenes del nacionalismo argentino, de
Federico Ibarguren, para citar dos perspectivas, satisfacen adecuadamente su objeto?

¡No!... Los dos ejemplos que citaste tienen sus limitaciones. El libro de Marysa es
bueno, pero está hecho desde una perspectiva que ella misma no retomaría,
seguramente... Hay mucha información, pero una información tipo “investigador
norteamericano”... Un episodio que no tuvo ningún valor se lo registra lo mismo que un
episodio que tuvo un gran valor político. De pronto el duelo entre Damonte Taborda y
Santiago Díaz Vieira tuvo más importancia política que otra serie de cosas, y no aparece
registrado... La marcha de la Alianza del 1° de mayo de 1943, víspera del 4 de junio,
tuvo una gravitación fundamentalísima -y no aparece- en el espíritu de los oficiales que
querían voltear a Castillo y al Régimen, porque al reunirse 50 mil personas que estaban
gritando determinadas cosas en la Plaza San Martín, en el año ’43, estos oficiales
dijeron “acá va a haber apoyo”. Esos hechos no los puede percibir el que trabaja con
fichas...

En algún momento hablaste de falencias del peronismo de la primera época en los


terrenos de la cultura y del pensamiento.

Creo que hay un desencuentro, tanto del lado político como del lado de la inteligencia.
No había madurez histórica para que se pudiera dar ese encuentro. El peronismo es un
movimiento que nace muy rápidamente, desde el poder, con éxito inicial; un
movimiento que no se ha visto en la necesidad de hacer todo un proceso doctrinario
previo. El 4 de junio de 1943 es el resultado de la contienda que han desarrollado otros
elementos, que luego no van a participar en el proceso político que va del ’43 al ’45,
salvo excepciones. Pienso que ésta es una de las causas del desencuentro, y luego esa
prevención de los intelectuales del nacionalismo, quizá por sus prejuicios pequeño-
burgueses y su desconfianza frente a lo político en sí. Los méritos fundamentales del
nacionalismo residen en la destrucción de las bases de la cultura liberal. Pero no se
planteó seriamente con qué sustituiría a esa cultura.
¿Qué apoyo recibió la corriente revisionista durante esa primera etapa?

El grueso de la conducción del peronismo fue liberal, y uno de los temas tabú fue,
precisamente, el revisionismo histórico. Existieron intentos aislados de apoyo, porque
había algunas personas con cierto grado de poder que podían amparar o cobijar este tipo
de cosas; el grueso no... Una vez, por ejemplo, le planteamos el tema a Eva Perón, y ella
nos dijo: “Muchachos, yo estoy de acuerdo con ustedes, pero si planteamos este tema en
este momento dividimos al peronismo”. ¡Y tenía razón! No hay que olvidar que Perón
mismo era un hombre que provenía del Colegio Militar liberal, donde le habían
enseñado -como a todo el Ejército Argentino- cuáles eran los próceres del Olimpo
oficial...

¿No hay excepciones en esta línea de enseñanza?

Hubo una vez en el Colegio Militar, allá por el año 1910, un hombre que se llamaba
Julio Cobos Daract, que enseñaba una historia distinta, pero es un caso aislado, en una
etapa brevísima. En la Escuela Superior de Guerra en que estudió Perón el profesor de
historia argentina era Ricardo Levene, de manera que estos detalles explican de alguna
manera la formación de la élite militar del ’43. Creo que de esta generación de
profesores militares sólo se escapa el coronel Cernadas, que fue profesor de táctica de
Perón.

Hacia 1950 Chávez participa de manera activa en una serie de experiencias de trabajo
cultural impulsadas por el gobierno peronista. Experiencias inéditas, en algunos casos,
truncas o parciales, en otros, que testimonian la riqueza, y también las limitaciones, de
un proyecto distributivo en pleno desarrollo:

En ese momento estaba en Cultura un grupo de gente con la que yo tenía gran afinidad:
Fernández Unsain, Castiñeira de Dios, Muñoz Azpiri, Ellena de la Sota. La Comisión
me contrata y yo comienzo a desplegar dos tareas simultáneas. Toda una organización
de actos que se realizaban en la Casa del Teatro: recitales, espectáculos, exhibiciones de
cine. Se desarrollaba una actividad tremenda. Yo estuve a cargo de un ciclo en el que
proyectamos las películas más importantes de la historia del cine, desde Acorazado
Potemkin... Se formaban colas impresionantes para asistir a estas funciones... La otra
tarea era la revista Poesía Argentina, en la que colaboraron todos sin ningún tipo de
censura.
¿Recordás experiencias teatrales importantes, entre las realizadas en ese
momento?

Algunas experiencias de teatro masivo, de teatro puesto al alcance de todos. El 17 de


octubre de 1950, por ejemplo, se representa Electra, de Sófocles, interpretada por Iris
Marga, con la coreografía de Sergio Lifar y una introducción de Leopoldo Marechal.
Recuerdo que se ofrece Los Caballeros de la Tabla Redonda, de Cocteau, en el San
Martín, y La fierecilla domada, de Shakespeare, en el Cervantes, con la dirección de
Discepolín...

¿Y experiencias de teatro personales?

En 1952 se estrenó Un árbol para subir al cielo, una fantasía en tres actos que fue
dirigida por Lola Membrives. También tengo mucho que ver con un fenómeno muy
interesante, como el Teatro Obrero de la CGT. Es una experiencia que se inicia en 1949,
con la dirección de César Jaimes y Fernández Unsain. El elenco estaba formado por
obreros y por gente que provenía del teatro vocacional, de los teatros de barrio. Con el
Teatro Obrero de la CGT recorrimos muchas provincias, Corrientes, Tucumán, San
Juan. Se presentaban obras de corte político, escritas especialmente. Había una obra
sobre el 17 de octubre, escrita por César Jaimes, que representaba el enfrentamiento
entre la oligarquía y el fenómeno peronista. También se representaban obras como
Mateode Armando Discépolo.

En el período 1949-1951 hay una revista sumamente importante, por sus


características y por el nivel de sus colaboradores. Me refiero a la revista Cultura,
editada por el Ministerio de Educación de la Provincia de Buenos Aires. ¿Compartís
esta apreciación?

Para explicar la importancia y el valor de Cultura hay que partir de un hecho histórico
real. El grupo proveniente de FORJA que rodeó a Mercante fue, sin duda, el núcleo más
serio que tuvo el peronismo en cuanto a pensamiento. Hombres como Julio César
Avanza, como López Francés, como Jauretche. Avanza, precisamente, fue el promotor
de las más variadas expresiones, entre ellas la revista Cultura, en la que colaboraron
Marechal, Guglielmini, Derisi, Dávalos, House, Cascella, Sepich, Castellani, Schiavo y
tantos otros. También es importante una revista como Sexto Continente, en la que
estaban Alicia Eguren y Armando Cascella, y hubo dos suplementos de gran valor
durante esa etapa. Uno fue el de La Capitalde Rosario, en la época en que lo tenía Nora
Lagos. Un fenómeno muy particular porque regionalizó el enfoque del suplemento, y
era todo el Litoral que encontraba allí la posibilidad de expresarse. El otro fue el
suplemento de La Prensaperonista. Fue una apertura muy interesante, en la cual César
Tiempo tuvo mucha libertad. Tengo entendido que no hubo presiones para excluir a
nadie. Allí colaboró Pablo Neruda, por ejemplo, y luego supe que el acercamiento de
Neruda a Perón se había producido cuando la visita del General a Chile. Perón le dijo a
César Tiempo que quería conocerlo a Neruda y él se lo acercó.

Con estos recuerdos nos acercamos a una etapa dramática de la historia argentina.
Año 1955. Bombardeos del 16 de junio a Plaza de Mayo, episodios de septiembre,
caída de Perón, proscripciones y más tarde fusilamientos del 9 de junio de 1956:
Esta etapa fue una experiencia vital, el hecho fundamental para tomar conciencia de la
realidad política argentina... Yo fui un peronista más de los que actuó entre el 46 y el
55, aunque no estaba afiliado al partido, cosa que por otra parte nunca se me exigió, de
modo que para mí la Revolución Libertadora fue un hecho tremendo, que me puso de
golpe con la realidad política al desnudo. Yo, como hombre procedente del
nacionalismo, sabía que en el nacionalismo se conspiraba. Había gente, compañeros
míos, que estaban en la conspiración, aunque en ningún momento me hablaron de ir a
las reuniones. Creo que el frente peronista estaba desmoralizado. Se veía venir que iba a
pasar algo, a pesar del enorme apoyo popular latente. Pienso que en alguna medida nos
ocurrió lo que a los radicales del ’30.

A partir de este punto la producción de Chávez toma un nuevo sesgo. Al poeta de Como
una antigua queja lo desplaza, en cierta medida, el ensayista de Civilización y barbarie
(1956) y fundamentalmente el historiador revisionista de Vida y muerte de López
Jordán (1957), José Hernández (1959), Alberdi y el mitrismo (1961 ), Poesía rioplatense
en estilo gaucho (1962) y Vida del Chacho (1962), a los que se suman Busaniche, La
cultura en la época de Rosas, Historia del país de los argentinos, etc., hasta llegar a su
reciente Perón y el peronismo en la historia contemporánea (1975). Un conjunto de
textos, en síntesis, que arroja luz sobre figuras y episodios sustanciales de nuestra
historia y que examina con agudeza los mecanismos de la dependencia cultural.

Después del ’55 el "mayismo" redivivo quiso barrer a cualquier precio con todo lo que
oliese a peronismo y nacionalismo. Mi respuesta fue la publicación de Civilización y
barbarie, cuya tesis central es bien nítida. Se trata de poner en claro los perjuicios de
orden moral y cultural que le viene haciendo al país el falso concepto de Civilización
elaborado por quienes, desde 1837, hablan de la Barbarie americana con un sentido
peyorativo y negativo.

En el texto introductorio de Civilización y barbarie, en el que se cruzan la experiencia


histórica con la experiencia más inmediata del contorno contemporáneo, Chávez
explicita su pensamiento:

“La fórmula sarmientina que trastorna los supuestos culturales de la Argentina hasta el
punto de hacerle creer a los nativos que su civilización consistía en la silla inglesa y en
la levita, trae aparejada una concepción naturalista de la sociedad bajo la cual han de
sucumbir el ethos de nuestro pueblo y nuestra incipiente germinación espiritual.

”La “civilización” unitaria es resistida tercamente por la “barbarie” federal: he aquí el


hecho argentino que ha de ir desencadenando nuestras luchas morales y políticas
durante todo el siglo XIX. Frente al unitarismo racionalista se yergue la idea vernácula
y una forma de vida que responde a la verdadera situación del hombre argentino y a su
espontáneo desarrollo. La rebelión de nuestros caudillos populares a partir de 1817 y su
desafío al Puerto no es sino una insurrección del orden ético-social contra los avances
clamorosos del iluminismo espurio, al que no divisan bien, pero al que sienten en todas
partes, entrando por el Río de la Plata en mareas deslumbradoras.

”Para los escritores de Ascua (en 1956) la patria no es la Argentina sino el liberalismo
europeo. Y también Mayo es el liberalismo racionalista. Con peligro de caer en un juego
de palabras, debemos concluir que la Revolución de Mayo no es para los “mayistas”
una Revolución argentina, sino una Revolución liberal, y no de principios liberales, sino
de conclusiones (códigos, estatutos, leyes). De ahí que para ellos la Revolución de
Mayo consista esencialmente en el libre cambio o en el laicismo por imitación, según
las ocasiones. Y que nieguen en el movimiento emancipador una pluralidad de causas.

”Los doctores unitarios no advierten que el Liberalismo no es planta que prende de gajo.
Y tan es así que no prende de gajo que nuestra historia política lo comprueba
categóricamente con ejemplos próceres de gentes que se autoproclamaban liberales y
obraban como inquisidores sectarios frente a los que no compartieran su punto de vista.
Juan Bautista Alberdi fue el encargado de evidenciar a su hora la abundancia de estos
Tartufos de gorro frigio, que habían dejado sus antiguos disfraces por otras ropas de
mayor seducción.”

El tema de Civilización y barbarie nos lleva a hablar de los proyectos político-


culturales que elaboraron los hombres de la Confederación Argentina en los días del
gobierno de Urquiza en Paraná, entre 1854 y 1860. Esos hombres -Hernández, Lagos,
Carriego, Coronado, Fernández, Andrade, Guido Spano, Calvo, Soto, etc.- y esos
proyectos nacionales que el “despotismo turco” de la historiografía liberal se ha
encargado de oscurecer o de transferir a los desvanes de lo innombrable.

Lo que echó a perder todo fue la incapacidad política de Urquiza. Esos proyectos que
mencionas eran la negación de todas las expresiones filosóficas y doctrinarias del Puerto
de Buenos Aires... Era una defensa del interior, de la Argentina Continental frente a la
Argentina del Puerto. Una defensa no demasiado clara, nítida, con sus más y sus menos.
Producto de esos proyectos, de esa defensa, aunque llega retrasado, es el Martín Fierro,
una obra que se engancha con la Confederación y no con el ’80. La segunda parte, la
Vuelta, tal vez tenga que ver con el ’80, pero la primera, la Ida, es la Confederación...

La compleja y controvertida figura de Urquiza remite casi naturalmente a la evocación


de general Ángel Vicente Peñaloza, mártir del federalismo argentino y quizá uno de los
ejemplos más puros de fidelidad a una causa que registra nuestra historia. En su Vida
del Chacho Fermín Chávez coteja la figura del gran caudillo riojano con la del caudillo
sensualista y contradictorio que fue Urquiza: “Bajo una primera faz, estrictamente
política, debemos ubicar a Peñalosa entre los más leales, sinceros y desinteresados
partidarios de Urquiza, en tanto éste representaba la cabeza visible del Partido Federal
de la República y la jefatura real de la Confederación. No fue un paniagudo, ni un
alquilón, ni tampoco un protegido o un favorito. Fue nada más que un jefe popular de la
democracia argentina - como definía Alberdi a los caudillos-, entregado a la causa
nacional sin cálculos ni especulación alguna sobre rangos o puestos políticos. Quien se
tome el trabajo de leer la correspondencia cambiada entre el Chacho y Urquiza, y los
documentos que la complementan, advertirá que la figura del primero se perfila, más
allá de sus errores humanos, como la de uno de los más limpios soldados de la
Confederación Argentina, y uno de los jefes populares más auténticos que ha producido
nuestra tierra. Digamos que el Chacho es pieza esencial de un proceso que vive toda la
nación, enlazado, a su vez, con un proceso internacional de características muy
definidas, en el que las necesidades de expansión del comercio inglés gravitan como
ningún otro factor económico-social. El Chacho es así protagonista de una obra cuyo
final le es ajeno, en gran medida: es decir, en la medida en que el jefe de la
Confederación y del Partido Federal cede posiciones ante el adversario que encarna los
intereses del Puerto, coincidentes con los intereses del comercio inglés”.

Chávez revela en este texto la subordinación comercial de don Justo a los hombres del
puerto; va sumando hechos, aportando reflexiones y documentos que explican su
comportamiento en la batalla de Pavón y su defección de la causa federal, a la que
seguirán sirviendo jefes populares como el Chacho y López Jordán.

Algunos autores se quejan de que los caudillos defendían formas precapitalistas y


locales, en una etapa en que el desarrollo capitalista -un desarrollo por supuesto
independiente de Inglaterra- hubiese sido altamente beneficioso para el país.

Creo que esta apreciación surge de un paralelismo con lo ocurrido en Estados Unidos.
Piensan que aquí había empresarios capaces de producir ese desarrollo, y aparentemente
el único capital visible en la Argentina anterior al 80 es el de los terratenientes de la
pampa húmeda; y yo sostengo que a toda esa seudoclase empresaria no le interesaba
reinvertir con un sentido capitalista. Además en su mentalidad no cabe la idea de
desarrollar a la Argentina. Es exactamente la inversión de lo que ocurre en Estados
Unidos, donde cuando se produce la Guerra de Secesión vence el Norte industrialista,
pragmático, con una tradición empresaria y de desarrollo. Aquí, por el contrario, parece
que el Sur mantuvo la constante y la base del proceso de formación de la Argentina
moderna. Roca, que para algunos autores de la izquierda nacional es la figura más
progresista, hace de la Argentina una granja pensada para un imperio, que funcionó
mientras el imperio marchó bien y la Argentina fue un país chiquito, con pocos
habitantes. En la medida en que el país creció esa relación de mercado no funcionó más.

¿Y el papel de los caudillos?

Los caudillos cumplieron un papel político que no tiene nada que ver con la economía,
porque la Argentina fue deformada económicamente con posterioridad al ciclo de los
caudillos. La Argentina es deformada cuando termina el caudillaje. La Argentina de los
caudillos es un país que tenía sus mercados naturales, que se manejaba de otra manera,
por supuesto no desarrollada, porque las condiciones históricas para el desarrollo, ni
siquiera estaban dadas en Europa. Es decir, en 1840, gobernando don Juan Manuel de
Rosas en la Argentina, hay una gran expansión de la industria británica y de sus
mercados... ¿pero qué otro país estaba desarrollado? ¡Ni siquiera Estados Unidos!
Pedirle a Rosas que hubiese sido la base de un desarrollo material con sentido moderno
e industrial me parece que es contradecir el proceso histórico. En cambio los que
pudieron cumplir ese papel fueron los hombres de la generación del ’80, y esos
hombres, por el contrario, marginan a las figuras de la generación industrialista, a un
Rafael Hernández, a un Vicente F. López, a un Pellegrini. Hay toda una generación que
vio, paralelamente a la clase ganadera y a la seudoclase dirigente argentina, que nuestro
país no podía atarse a una riqueza exclusivamente agroexportadora. Pero esa
generación, como digo, fue marginada.

¿Por qué ocurrió eso?

Por un problema de clase dirigente. La clase dirigente que sucedió a Rosas se reduce a
negar toda la Argentina anterior, pero no construye nuevas bases. Y por añadidura
provoca una colonización mental que es conocida. Esa colonización es el presupuesto
para lo otro... A los yanquis no se les planteó el dilema “civilización y barbarie”, no
negaron lo inglés como nosotros negamos lo español...

López Jordán regresa de Pavón

Vengo a tabear de nuevo con mi pueblo


pero de amores fuertes, no de chala:
vengo a pintar mi pena en una bala.
Hay hombres que se venden como anillos
y que le vienen como anillo al dedo
al unitario que pagó su credo.
Hay hombres que disparan cuando hay fuego
y están enfermos para la pelea
porque adentro ya tienen su manea.
Hay un hombre en Montiel recién volteado:
lo manearon de aquí los setembrinos
cuando él durmió su corazón alzado.
Voy a tabear de nuevo con mi raza,
con mis amigos de tendón celoso,
con mi pueblo chasqueado, con mi casa.
Voy a calzar mi amor americano
como a un pozo de huesos insondables
donde nadie ha llegado con su mano.
Trotando voy hacia el distrito verde
y todo el monte espía mi caballo
que la espuma del freno muerde y muerde.
Trotando voy hacia mi corazón.
Y le garanto, amigo, que esta tarde
medio toruno me dejó Pavón.
Voy a hablar con soldados montaraces,
con hombres de pereba y esos otros
con ojos negros como mangangases.
Dicen que el hombre les llovió del cielo,
que ya no asusta dicen los salvajes;
pero si él se vendió, yo no los pelo.
F. CH.

Epílogo
"Todo varón prudente sufre tranquilo sus males..."

¿Tiene alguna influencia sobre tu obra un escritor como Hernández Arregui?

Más que de influencias yo hablaría, en el caso de Hernández Arregui, de afinidades y


coincidencias en muchos aspectos. Sobre todo en el enfoque de lo cultural y de lo
americano, en la crítica y el rechazo del iluminismo, aunque él lo hace desde una
perspectiva marxista, si bien coincidiendo con los planteos fundamentales del
nacionalismo. Convengamos en que acá hay dos puntos de partida distintos, aunque una
meta y una visión de lo argentino idénticas. Hernández Arregui es un hombre que se
inserta en el peronismo antes de su caída. El peronismo de Hernández Arregui no es de
los últimos tiempos. Yo lo conocí en el ’53, en la redacción de la revista Dinámica
Social. Pienso que Imperialismo y cultura, La formación de la conciencia nacional y
¿Qué es el ser nacional? son libros claves. Con él pude tener divergencias en cuanto a
la interpretación del proceso histórico de España, su enfoque sobre Carlos III, por
ejemplo, pero en lo esencial no.
A lo largo de la conversación observo que Chávez ha mostrado una flexibilidad y una
falta de prejuicios poco frecuente entre los hombres procedentes del nacionalismo, que
suelen sectarizar su perspectiva y que ven en los otros, sin distinción de matices, la
parte del diablo.

Siempre fui bastante independiente. Nunca estaba en ninguna agrupación nacionalista


determinada, si bien participé en el Instituto Juan Manuel de Rosas... Yo nunca tuve
miedo a colaborar en publicaciones de distinto signo. Creo que no hay que tener un
complejo de inferioridad. Alguien que tiene sólidas razones para militar en el
peronismo, en este nacionalismo popular, desde un enfoque latinoamericano, no tiene
por qué temerle al marxismo. Por una razón elemental: la revolución no es una
exclusividad marxista, y menos para nosotros. Para un europeo, quizá.

¿Por qué?

Nosotros no somos un país metrópoli, un país colonial. Somos un país del Tercer
Mundo, para el cual no deben valer las pautas europeas, las pautas que, como el
marxismo, nacen en centros de poder europeo. Pautas que responden a un
enfrentamiento del capitalismo en su desarrollo europeo, muy válido, desde luego, y no
vamos a poner de relieve el valor del marxismo frente al capitalismo. Es indudable. Pero
no se puede pensar que el capitalismo es y será para siempre el sistema que ha de regir
al mundo, que antes del capitalismo el mundo no existió, o que no hubo ninguna
revolución de tipo social anterior al marxismo. Hubo una cantidad de movimientos
precapitalistas que fueron revolucionarios. Para adoptar una actitud revolucionaria no es
necesario acudir a una base marxista... más que marxista comunista, porque el
marxismo es otra cosa.

¿Se puede hacer una revolución sin ideólogos, sin intelectuales?

De ninguna manera, y menos en el caso de los países dependientes. Yo sostengo que la


colonización es ante todo cultural. La colonización mental es el requisito indispensable
para la colonización material. Uno se puede liberar siempre y cuando haya una
autoconciencia nacional... Yo creo que se trabajó muy bien en la mente del argentino,
para luego consolidar la dependencia material. Una revolución en América es absurda,
no se comprende, sino como una revolución con bases culturales profundas y con una
visión muy clara de lo que debe hacerse en materia del espíritu. El caso de México es
típico. A la Argentina le ha faltado un Vasconcelos como Ministro de Educación. La
revolución peronista no lo tuvo ni lo ha encontrado todavía.

A un mes de la muerte del líder justicialista, Fermín Chávez escribió una nota
preliminar para su libro Perón y el peronismo en la historia contemporánea. Allí, tras
recordar los mencionados versos del Martín Fierro, Chávez anota que Perón fue
víctima de “la pequeñez de los ideólogos de izquierda y derecha”, que no han cesado
de atacarlo desde el día en que apareció en nuestro escenario político. Para la
izquierda marxista y liberal Perón era un fascista criollo estimulado por una buena
dosis de demagogia, o simplemente un nazi, según se expresaba “a toda lengua” en La
Vanguardia socialista, o sólo una típica expresión bonapartista, como quería la
izquierda inspirada en Trotski. Interpretaciones importadas, emanadas de los centros
de la burguesía europea, según Chávez, y en definitiva tan elitistas como las
explicaciones y posiciones del nacionalismo que no supo entenderlo. Aun después de
haberse mostrado en plenitud, los “anacronistas” de un nacionalismo de élite siguen
cotejando a Perón con el arcángel San Miguel, como si la opción -acota Chávez,
actualizando una vieja comparación de Scalabrini Ortiz- fuese entre Perón y San
Miguel, y no entre Perón y Alsogaray. La Argentina de Perón, sostiene Chávez, no es la
Dulcinea Argentina imaginada por algunos nacionalistas, sino el país heterogéneo,
originalísimo y atípico, que ha comenzado a hacerse.

Desde esta perspectiva Perón fue la única síntesis posible de lo nacional en la etapa
que va de 1943 a 1973; el caudillo que bregó, entre la incomprensión de propios y
extraños, por la unión de todos los argentinos; el jefe popular que en sus últimos días
cerró, de modo coherente, el gran círculo empezado en junio de 1943. Para elaborar
esa síntesis, señala Chávez, Perón aprovechó los mejores materiales que le brindaban
sus contemporáneos, embarcados en la empresa de crear autoconciencia nacional, y
para ello no desdeñó las consignas y postulados del nacionalismo, de FORJA y de las
corrientes marxistas. Chávez rememora, a propósito, uno de sus textos de 1957:

“Al peronismo confluyen varias corrientes de ideas, por encima del gran río popular que
lo integra y estructura. El aporte marxista está representado por planteos típicamente
económicos, ordenados a demostrar la existencia de un hecho clave: la lucha de clases...
El aporte nacionalista estuvo representado por dos ideas-fuerza cuya valoración exacta
sería realizada por el peronismo: la independencia económica y la soberanía política. La
gran intuición nacionalista termina allí, y el nacionalismo puede estar orgulloso de
haber felicitado al caudillo popular de 1945 esas dos banderas verdaderamente
revolucionarias.”

Perón, concluye Chávez, desechó el postulado marxista de la lucha de clases en su


proyecto de revolución nacional, optando por el humanista y cristiano de la
colaboración clasista.

“Sin confundirse sobre el papel histórico de la burguesía, percibió que las luchas
económicas de clases son conflictos posteriores a la unidad nacional, constituida en
sujeto de antagonismos.”

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AUTOBIOGRIA.
LIBELOS Y OTRAS YERBAS.

Carlos Guido Spano se vio no en su vejez, obligado a escribir su autobiografía


por un reclamo de sus editores. A mí me toca hacerlo ante un libelo que arriesga
revelaciones tan espeluznantes como la que indica que Fermín Chávez, tiene "un claro
origen trotskista y desarrollista", y que apareció en el escenario de la literatura política
argentina después del 11 de marzo, con un anuncio sobre el libro "Perón y el peronismo
en la historia política contemporánea".
Mi autobiografía comienza en 1941, cuando publiqué mi primer poema en
Crisol, diario del nacionalismo argentino que dirigía Enrique P Osés, aquel que en un
discurso famoso sobre la argentina de la década infame dijo: "Esto hay que cambiarlo
todo".
Por ese tiempo estudiaba a Santo Tomás de Aquino -conocido autor trotskista-
con los padres de Santo Domingo, quienes fueron mis maestros ininterrumpidos hasta
octubre de 1946 en que regresé al país. A los pocos días de estar en Buenos Aires
ingrese en la redacción del diario Tribuna -otro conocido órgano de la Cuarta
Internacional-, después de haber publicado mi segundo poema (unos versos a Darwin
Passaponti) en la revista Tacuara, de la Unión Nacionalista de Estudiantes Secundarios.
A principios de 1950 siendo agente estatal en Salud Pública de la Nación por
disposición de Ramón Carrillo y destinado a oficina de prensa de la CGT, donde
colabore semanalmente en el órgano oficial de la central obrera, junto al recordado don
Félix Odorisio. Aquí sí que anduve más cerca de la zurda, próximo a los Espejos,
Santines, Valergas, Cabos y Valentines Fernández que -es horroroso confesarlo-
provenían del socialismo, del anarco-sindicalismo o del criollismo, esa otra forma de la
Cuarta Internacional y del desarrollismo.
También en ese bendito año conocí a Eva Perón, cuya nerviosa pisada y cuya
voz jubilosa no se me olvidara hasta el día del último suspiro. Esa Eva Perón, que tanto
cuidaba al General (así lo llamaba), que cuando cenábamos en la residencia de Austria y
Av. Alvear y lo hacíamos justo debajo de donde dormía Juan Perón, ella chistaba de
pronto: "No griten muchachos, que podemos despertar al General".
Los talleres de la CGT imprimieron mi primer libro (Como una antigua queja),
en papel regalado por el secretario general de la Federación del Papel, Cartón, Químicos
y Afines: fue otra de mis complicaciones con el trotskismo. Y el segundo libro (Dos
Elogios y dos comentarios, una rareza bibliográfica) fue editado por la Peña de Eva
Perón con lo cual Evita había terminado cobijando jóvenes de la Cuarta Internacional.
Cuando me alejé de Presencia, el semanario del padre Meinvielle, fue porque
este escritor se convirtió en defensor de la política del Departamento de Estado y del
catolicismo liberal de monseñor De Andrea. De esos días queda mi poema Dios y 48
estrellas, que Hugo Marcone me publicó en otro periódico nacionalista.
El 30 de agosto de 1952 fue estrenada en el teatro Enrique Santos Discépolo mi
fantasía para niños: Un árbol para subir al cielo, con la dirección escénica de Lola
Membrives y en función de homenaje a la memoria de Eva Perón, muerta poco antes.
Entre 1953 y 1957 fui redactor de la revista Dinámica Social, expresión del pensamiento
trotskista y desarrollista del doctor Carlos Scorza...Y en todo ese tiempo, el magisterio
del padre Leonardo Castellani influyó como nadie en la formación de Chávez.
A partir de la Revolución Libertadora, la cosa se puso más espesa. El
"mayismo" quiso barrer con todo lo que oliese a peronismo y nacionalismo. Mi
respuesta fue Civilización y barbarie. El liberalismo y el mayismo en la cultura
argentina, publicado por Trafac en 1956. No obstante que en 1955 había traducido al
castellano una obra de Charles Maurras, por traducir también dos poemas de Mao Tse-
Tung recibí de los agentes de los servicios de informaciones de la "libertadora" el mote
de "maoísta". Y después vino ese capítulo nada cómodo de la Resistencia, donde, con
Mario Massouh, Eduardo Manso, Héctor Tristán y otros compañeros, anduvimos
galgueando en aventuras periodísticas clandestinas (¿te acordás, Mario, de De Frente?).
Después, más aliviados, el periodismo militante de El Populista y de Norte.
En 1958 el General Perón me designó miembro suplente del comando táctico
creado para comunicar la orden del voto a Arturo Frondizi. Tras la reunión decisiva de
la calle Azcuénaga por oponerme con tres compañeros más a votar al Flaco fui separado
del comando. El desarrollista Chávez no vio la estrategia de Perón y tropezó con la
táctica. Pero a los pocos meses el peronismo combatiente debió enfrentar a Frondizi, el
hombre del CONINTES, que no supo hacer cumplir una sentencia de la Suprema Corte
de Justicia que amparaba a los acusados de una agrupación guerrillera mendocina.
Después de asistir a las últimas boqueadas del diario católico El Pueblo, ingresé
en 1960 en la redacción de Clarín. Fui durante 10 años simple redactor, prueba
terminante de mi adhesión sigilosa al "desarrollismo". En 1963, el Consejo
Coordinador del justicialismo me designó delegado interventor en el distrito Santiago
del Estero, donde dejé muchos y buenos amigos en el peronismo local. Y en 1964, la
muy "desarrollista" Fundación Raúl Scalabrini Ortiz me editó Poemas con fusilados y
proscriptos, versos sobre los fusilados del 9 de junio que habían circulado
clandestinamente en su momento.
Recuerdo que en mis tiempos de estudiante en Córdoba, mi profesor de latín (el
padre Junco) solía decirme: "Tolle gipsum, domine Chávez". Y hoy 35 años después,
tomo la tiza, como él lo pedía, para escribir estos pocos borrones autobiográficos,
solamente destinados a quienes, por edad o por otras razones, tienen el derecho a saber
la verdad, que generalmente no viene en vasijas anónimas.
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