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GUY THIEBAUT
A modo de introducción, quisiera hacer una aclaración previa acerca del título de la
ponencia: “El beso…”, novela comprometida. El sentido generalmente admitido de la
palabra “compromiso” se refiere sobre todo al carácter ideológico, político, testimonial
de una obra. Indudablemente existe ese aspecto, y veremos con qué matices en la última
parte de este trabajo. Sin embargo me parece demasiado reductor por lo que toca a la obra
de PUIG. Nos apareció también comprometida esa novela bajo otros dos aspectos
fundamentales, que desarrollaremos en las dos primeras partes: son el compromiso con la
escritura, o mejor dicho con el arte de contar y de escribir; y el compromiso con la
lectura, o, si quieren, con el lector y su libertad de leer.
Ese es el aspecto sin duda más estudiado por la crítica y remito a los estudios excelentes
y exhaustivos que todos conocen. O sea que no repetiré los análisis tocantes a los
diversos tipos de discursos y a las diversas formas tipográficas de escritura. Únicamente
quiero centrar mi propósito en la forma dialogada utilizada por Manuel Puig en su
novela. Al leer la primera página de la obra, nos damos cuenta de que dos voces están
hablando; la primera hace la relación de lo que algunas páginas más lejos resultará ser la
relación de una película. También observamos que la ausencia de nombres, que
determinarían a los protagonistas-oradores, no nos impide seguir, convenientemente, el
diálogo, en la medida en que cada voz se expresa en estilo propio, muy reconocible y
que, por lo menos, al principio, la una hace de narrador principal y la otra de oyente,
atento e impaciente, deseoso de conocer la continuación de la historia y poco a poco
deseoso también de intervenir, desde un punto de vista crítico (ideológico y
psicoanalítico), en la discusión. La estructura narrativa principal es la del diálogo o mejor
dicho la del coloquio, como lo confirma la intervención de Valentín:
1
Ponencia leída en el Coloquio Internacional sobre la obra de Manuel Puig y Mario Vargas Llosa en junio
de 1982 en el Anfy Liard de la Sorbona.
“Habla hasta que amanezca, o hasta que seamos sentidos; que yo te escucharé de muy
buena gana, sin impedirte sino cuando viere ser necesario”2
Otra similitud se sitúa al nivel del ambiente propicio al coloquio; pasa de noche y
en un lugar apartado (claro que en el caso de Puig, se trata de una soledad impuesta),
como lo dice Cipión al iniciarse el diálogo:
Debemos notar, además, que Cipión insiste varias veces en el hecho de que
“hablan con discurso”, es decir con razón y lógica, lo que recuerda la voluntad de
Valentín de siempre discutir las cosas con un “planteo” coherente.
Claro que de ahí no saco la conclusión de que Manuel Puig tuvo presente en la
mente la obra de Cervantes. Sin embargo me pareció interesante y divertido subrayar esas
similitudes para afirmar que Puig parece haber recordado la gran lección de Cervantes,
según la cual el diálogo es la mejor forma de dar a conocer sus personajes: Berganza
cuenta su vida y experiencias; Molina se cuenta, revela sus gustos y su personalidad
narrando películas, prefiguración o espejos de su propia vida y la de Valentín.
Siguiendo, pues, el consejo cervantino, Manuel Puig nos presenta en “El
beso…”, un largo diálogo —integrando diversos tipos de discursos— entre dos
personajes aparentemente muy distintos, que se encuentran encerrados en la misma celda
de una cárcel argentina. Los rasgos distintivos de ambos aparecen precisamente en el
juego de narración —discusión a propósito de películas. Diría que esos personajes
aparecen como doblemente encerrados: físicamente, en la celda y psicológicamente, en
su dogmatismo respectivo. El uno, Valentín, activista de izquierda, quiere cambiar el
mundo según un plan de revolución social que postula el rigor, el análisis y el abandono
de los placeres de los sentidos. El otro, Molina, homosexual pasivo, de ninguna manera
quiere cambiar el mundo, conformándose con la imagen social-burguesa de la mujer, con
quien se identifica plenamente. Al principio, las posiciones radicales de cada uno ni
siquiera permiten pensar en un encuentro posible.
Narrar es narrarse, darse a conocer al tratar de conocer al otro. Pero ese esquema
tradicional está vinculado (pero sólo lo sabremos en el capítulo VIII, es decir al final de la
primera parte del libro): hablar con el otro está basado en una impostura ya que consiste
sobre todo, al iniciarse la novela, en tratar de hacer hablar al otro.
En apariencia, o mejor dicho a primera lectura, el diálogo entre esos dos seres tan
opuestos no se reduce a un choque violento. Parecen haber establecido ciertas reglas de
vida en común, haber recreado las “normas” de la vida en sociedad, donde la libertad del
2
Miguel de CERVANTES, Novelas Ejemplares, “Cipión y Berganza”, Col. Austral No.29, Buenos Aires,
1961, p.173
3
Ibid., p.171
“—Un día de estos se va a descubrir que sos más loca que yo” (p.83)
Podríamos decir que Molina, un día de estos, se va a descubrir más “guerrillera” que
Valentín. Sin embargo la inversión no es total, y aquí se necesitan ciertas aclaraciones a
propósito de la evolución de los dos personajes, ya que ciertas interpretaciones
presentaron a Molina “Homosexual militante”, como optando al final de la obra por la
actividad política, integrando las filas de la guerrilla! Del mismo modo que podemos
afirmar que Valentín nunca será homosexual —la declaración de su amor por Marta en su
delirio al final es una prueba suficiente—, Molina nunca se lanzará a la acción política; si
aceptó servir de contacto con los amigos de Valentín, sólo fue por amor y su sacrificio se
verificó en el altar de la fidelidad, no en el de la ideología guerrillera.
PUIG nos revela la evolución de dos personajes: los personajes de su ficción se
hacen a lo largo de la novela, y la novela se hace siguiendo esa evolución. Lo más
Esa parte quisiera ser el testimonio de mi(s) experiencia(s) de lector de “El beso…”, o
más precisamente de nuestra experiencia, con mis estudiantes, de esa novela que
abordamos de la misma manera que se aborda el media que contiene, es decir el cine: o
sea que consideramos esa obra como una película que nosotros veíamos y comentábamos
a medida que íbamos progresando en la lectura. Para resumir esa manera de estudiar,
fuimos loso ‘especta-lectores’ de la obra de Manuel PUIG, desde el título que nos intrigó
y que sólo se aclaró al final, como acontece en un sinnúmero de películas. Nos
internamos con una extraordinaria facilidad en esa novela: abrimos el libro como se abre
la puerta de una sala de cine y asistimos a las primeras imágenes de la proyección
imaginativa de Molina que cuenta una película: esa apertura mediatizada que nos
introduce en la ficción segunda facilita la puesta en marcha de la estrategia de seducción
que va a operar, al mismo tiempo, en un personaje de ficción, Valentín, y en el lector que
se volverá quizás también personaje ficticio. Lector macho o lector hembra, no sé, tal vez
los dos; pero de todos modos me parece importante subrayar la necesidad de abordar ese
texto con cierta ingenuidad. Esa lectura atenta, “comentando las cosas”, nos revela una
cantidad de indicios, de enseñanzas que se relacionan entre sí. No voy a enunciarlos todos
aquí; me limitaré ahora a las relaciones autor-lector, mediante la técnica literaria de la re-
lectura (o lectura crítica) que M. PUIG vuelve sistemática, por lo menos en la primera
parte de su obre. El análisis de esa técnica, basado en los ejemplos del texto, nos
permitirá matizar la noción de “relato lineal” que Milagros EZQUERRO enuncia de esta
forma:
“La relation chronologique qui unit les chapitres est celle d’une progression linéaire, avec
des lacunes temporelles mais sans retours en arrière ni bonds en avant. »4
Claro que la comunicación puramente oral entre Molina y Valentín pone de realce la idea
de linearidad, pero debemos subrayar que, frente al texto escrito, la lectura de esa novela
está sometida, frecuentemente, a la necesidad de vueltas hacia atrás (y hasta de saltos
hacia delante), es decir a una lectura recurrente que evidencia el papel activo del lector.
Esa noción del lector activo, participante, no es un descubrimiento de PUIG. Pero lo que
quisiera demostrar es la originalidad de Manuel PUIG que ayuda al lector a leer, a veces
le aprende a leer y luego le permite ejercer su libertad de lector en la interpretación, en
total responsabilidad, que puede dar de la obra. O sea que el valor didáctico, que se
subrayó con razón aplicado a las notas, existe también, a mi modo de ver, en la narración
misma.
4
Milagros EZQUERRO, Que recontar c’est apprendre à mourir, Université de Toulouse-Le mirail, 1981,
p.9
5
Mario VARGAS LLOSA, La tía Julia y el escribidor, Seix Barral, 1981, p.17
“Yo tengo mis ideas y mis convicciones pero trato de no expresarlas directamente
sino de que los hechos que cuento las pongan de relieve....
…Si el mensaje político se hace muy explícito la obra se hace panfleto y eso
sobre el lector tiene un efecto contraproducente.”6
Insiste, en la misma entrevista, en el hecho de que el lector debe sacar sus propias
conclusiones. Para resumir su posición, Puig muestra, no demuestra.
Trataremos de ver cómo, en “EL BESO…” evita Puig la trampa del panfleto, del
testimonio puramente político, sin que por eso, pierda su obra su vigor de denuncia.
Como ya se dijo, la novela funciona en dos niveles: el de la “ficción”, que
corresponde a las narraciones fílmicas y el de la “realidad, que es el plano de las
relaciones Molina/Valentín. La fuerza de la denuncia se revela sobre todo en el acto de
leer: el lector, seducido por el arte de contar de Molina, se deja llevar por su imaginación,
6
Maule Puig, “Entrevista” por Saúl Sosnowski, Hispamérica, no.3 p.78
“Pourquoi sommes-nous inquiets que la carte sois incluse dans la carte et les mille
et une nuits dans le livre des ‘Mille et Une Nuits’? Que Don Quichotte soit lecteur du
‘Quichotte’ et Hamlet spectateur d’ ‘Hamlet’ ? Je crois avoir trouvé la cause : de telles
inversions sugèrent que, si les personnages d’une fiction peuvent être lecteurs ou
spectateurs, nous, leurs lecteurs ou leur spectateurs, pouvons être des personnages
fictifs.”7
Como dijo M. Vargas Llosa, “un libro se convierte en parte de la vida de una
persona por una suma de razones que tienen que ver simultáneamente con el libro y la
persona”8. La novela de Manuel Puig me produjo un efecto “bárbaro” y puedo afirmar
que se convirtió en parte de mi vida. Así que quise dar, rápidamente, unas de las razones
por las cuales me gustó tanto. Si alguien, después de la lectura de esa novela/película, me
preguntara, ¿con quién te identificas?, sin vacilar contestaría: con los dos, Molina y
Valentín.
7
J.L. BORGES, Enquêtes, Gallimard, Paris, 1957,p.83
8
M. VARGAS LLOSA, La orgía perpetua, Seix Barral, Biblioteca Breve, 1975, p.18.