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Contexto histórico mundial

El siglo XX es, seguramente, uno de los más inestables de la historia de Europa. En su


transcurso han tenido lugar dos guerras mundiales y el final del colonialismo imperialista, la
revolución rusa y la expansión del comunismo, la creación del telón de acero y la guerra fría, la
crisis de la perestroika y el desmoronamiento del socialismo soviético, la reunificación alemana
y el conflicto de los Balcanes. Tanta agitación ha remodelado la estructura de los países de la
Europa actual y, sin duda, la mentalidad de sus habitantes.
El siglo XX nació bajo los efectos de la revolución industrial. La industria asumió un papel
esencial en la creación de riqueza, lo que aumentó las desigualdades sociales. Esto impulsó el
desarrollo de diversas doctrinas (anarquismo, socialismo, comunismo). Además, el importante
avance técnico del siglo XIX originó grandes inventos que cambiaron la forma de vida. Todo
ello impulsó a las grandes potencias a la búsqueda de nuevos mercados mediante la
colonización (África y Asia) causando alianzas políticas y enfrentamientos que prepararon el
terreno para la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Tras ella, EEUU se consolida como una
gran potencia, pero la prosperidad de los años veinte se ve interrumpida por la Gran Depresión
de 1929 (se hunde la bolsa de Nueva York) y genera una crisis económica mundial. El alto
índice de paro, el aumento del nacionalismo y la proliferación del fascismo marcan el
panorama europeo previo a la segunda guerra.

Contexto histórico español.


El siglo XX en España se inicia con la Restauración (restauración de la monarquía, 1875-
1931). El final del siglo XIX se cerro con la Guerra de Cuba (1895) y su trágico desenlace:
Desastre del 98 (pérdida de las últimas colonias españolas de Ultramar). La sociedad española
percibió este hecho como el punto culminante del deterioro del país y los intelectuales
centraron sus escritos en el análisis de las causas de la decadencia; así pues tuvo más
consecuencias psicológicas que económicas, factor para toda una generación de escritores, la
del 98, y despertó a intelectuales que emprendieron el proceso de regeneración de España (el
Regeneracionismo) que denuncia la existencia de dos Españas casi irreconciliable, revela los
problemas reales del país.
En 1902 se proclamó la mayoría de edad de Alfonso XIII, quien continuó con el sistema de
alternancia pacífica en el poder (liberales y conservadores) para garantizar la estabilidad
política, pero ésta se mantuvo hasta 1917. La convocatoria de huelgas y el descontento del
ejército (en el Norte de África) provocaron una grave crisis institucional y en 1923 triunfó el
golpe de estado militar de Primo de Rivera (dictadura hasta 1930). Un año más tarde, tras
unas elecciones municipales ganadas por partidos antimonárquicos, se proclamó la Segunda
República que abordó la reforma del sistema político, educativo... pero tuvo que enfrentarse a
una grave crisis económica y numerosos conflictos de carácter social y militar. Finalmente los
enfrentamientos ideológicamente opuesto y el golpe de Estado encabezado por los generales
Sanjurjo, Mola y Franco derivaron el la Guerra Civil (1936-1939).

La mentalidad de la época.
Ante la realidad cambiante y compleja, el racionalismo decimonónico entra en crisis. Pronto
entra en escena un nuevo pensamiento irracionalista, que se centra en la existencia del
hombre y da más importancia a los impulsos vitales que a la razón. El existencialismo plantea
muchos interrogantes sobre la vida (percibida de manera angustiosa) y sobre la condición
humana.
Los escritores reflejan a menudo en sus obras las preocupaciones propias de la época. Ante el
malestar existencial y social, la literatura empieza a concebirse de dos maneras divergentes:
como medio de evasión (esteticismo, creación de mundos imaginarios, experimentalismo) o
como arte comprometido con los problemas individuales, sociales y políticos.

LA POESÍA EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX

El período comprendido entre 1898 y 1936 es considerado la Edad de Plata de la literatura


española. En esta época se desarrolla la obra de tres generaciones de escritores: la
generación de fin de siglo, la generación del 14 y la generación del 27.
A) La generación de fin de siglo: está conformada por escritores nacidos en torno a 1870. A
pesar de la voluntad común de renovación que los une, se puede señalar la existencia de dos
direcciones estéticas:
1) Los modernistas se caracterizan por el marcado rechazo a la realidad en la que viven, en
especial al excesivo materialismo burgués. Esta disconformidad con el mundo presente se
expresa literariamente a través de la evasión (una oposición indirecta). El arte evita las
circunstancias negativas en las que surge y presenta referentes alejados o alternativos: busca
la belleza en la forma y en los contenidos. De este modo, los modernistas reaccionaron contra
la imitación de la realidad característica del Realismo y defendieron el valor de las
impresiones, sensaciones y lo subjetivo en el arte. Es un movimiento que cultiva
esencialmente el género lírico, en verso y en prosa.
Pero esa disconformidad se refleja también a través de actitudes de bohemia o aislamiento de
los autores (se refugian en su “torre de marfil”).
El Modernismo literario tiene su origen en Hispanoamérica y se inicia en España con la
llegada en 1892 del escrito nicaragüense Rubén Darío. Conoce su esplendor en los primeros
años del siglo y se prolonga hasta el comienzo de la Primera Guerra Mundial. El Modernismo
siente fascinación por el lujo, el exotismo (parajes exóticos, jardines cuidados, el lejano
Oriente), el cosmopolitismo, el ritmo musical, el color, la rima... Las palabras se seleccionan
por su brillantez, rareza y capacidad de sugerencia, se recurre a imágenes de gran belleza
visual, a las metáforas y a la referencia de elementos sensoriales. Hay una preferencia por el
simbolismo para condensar lo inexplicable, destacan el color azul (lo celeste, el ensueño) y el
cisne (poeta, elegancia, misterio). Pero la literatura modernista, junto con la persecución de la
belleza, presenta a menudo un desencanto y una melancolía que tiene sus raíces en el
Romanticismo. La tarde, el otoño o el ocaso son algunos elementos que reflejan esa sensación
de tristeza. El amor suele mostrarse como objeto imposible o sentimiento melancólico.
Autores como Manuel Machado, Francisco Villaespesa pueden enmarcarse dentro de esta
estética, así como las primeras obras de Antonio Machado, Vale-Inclán o Juan Ramón
Jiménez (poeta de la siguiente generación).

Antonio Machado (Etapa modernista)


Su primer libro de poemas, Soledades, y sobre todo Soledades, galerías y otros poemas, se
adscriben claramente al movimiento modernista español, aunque su obra es mucho más
reflexiva y melancólica. Es una poesía introspectiva en la que evoca el sentimiento de la
juventud perdida y sin amor; también trata el tema del tiempo, la soledad, la muerte y Dios. El
modernismo de Machado se observa en el ritmo, la rima y la herencia simbolista: la fuente, la
tarde, el agua, el camino, el crepúsculo, etc.

Juan Ramón Jiménez (1881-1958)


Es uno de los impulsores del Modernismo y el gran renovador de nuestra poesía
contemporánea.
El propio poeta hablaba de tres etapas en su poesía: etapa sensitiva (1898-1914), etapa
intelectual y etapa suficiente o verdadera.
En la primera se percibe una marcada influencia de Rubén Darío, Bécquer, Verlaine... En sus
poemas predominan las descripciones del paisaje como reflejo del alma del poeta,, los
parques otoñales al atardecer, la tristeza, la melancolía, los recuerdos y ensueños amorosos.
Los títulos traslucen el sentimentalismo que impregna sus versos. Lo que más le inquieta es la
fugacidad de todo lo vivo y esto le lleva a reflexionar sobre su propia muerte.
Destacan sus obras: Arias tristes (tema principal: paisaje y el alma del poeta, también la mujer
y la muerte), Jardines lejanos(el misterio y las sombras son signo de cambio hacia el intimismo
y la interiorización), Elejías, La soledad sonora... y el libro en prosa poética Platero y yo.
En la etapa intelectual (1916-1936) o de “poesía pura” (Modernismo interior) publica Diario de
un recién casado, en el que se desprende de lo que él llamó los “ropajes” del Modernismo.
Muestra una poesía intelectualizada que define como “desnuda”, sin adornos (se despoja de la
imagen, de lo sensorial y de la anécdota); se convierte en intemporal y se identifica con la
belleza, la eternidad y el absoluto.
Otros libros de esta época son: Eternidades, Piedra y cielo, Poesía y Belleza.
Su etapa suficiente o verdadera (1937-1958) comprende la obra escrita en su exilio en la que
muestra su plenitud espiritual y estética. Destacan: En el otro costado y Dios deseado y
deseante.
2) Algunos autores sentirán la necesidad de mostrar esta disconformidad con su tiempo de una
forma directa, mediante la oposición y la crítica: la llamada Generación del 98 (nombre con el
que se alude al año del desastre). Generalmente se reconoce como miembros de esta
generación a Miguel de Unamuno, Pío Baroja, Ramiro de Maeztu y Azorín. Estos reflexionan
en sus obras sobre España y las causas de su decadencia, tratan la revalorización de lo
castizo, y ven en la austeridad del paisaje castellano la esencia del alma española. Frente a la
evasión modernista, el 98 trata directamente asuntos existenciales, manifiesta su actitud de
protesta y se expresa mediante un lenguaje sencillo y claro. De este modo, el 98 surge como
un viraje de la literatura hacia nuevos rumbos estéticos que dan lugar a una expresión más
comprometida. En este grupo de autores predomina el género narrativo en prosa y el ensayo.
También se suelen incluir en esta generación otros creadores influenciados anteriormente por
el Modernismo: Antonio Machado y Valle-Inclán ya que presentan obras en las que tratan el
tema de España desde un perspectiva próxima a la del 98.

Antonio Machado (1875-1939)


Una segunda etapa, representada por Campos de Castilla, supone su integración en la
Generación del 98. En esta obra recoge temas típicos de dicha generación, especialmente el
paisaje castellano y la decadencia española, expresando el inconformismo y el desajuste con
la realidad social y de este modo, lo exterior adquiere en su obra una importancia esencial ya
que el paisaje ahora ya no es simbólico sino una ambientación real, aunque no impide que le
suscite reflexiones de carácter subjetivo.
También encontramos una tercera etapa en su trayectoria representada en Nuevas canciones,
en la que el poeta expresa reflexiones filosófica, frecuentemente en forma de paradoja.

Miguel de Unamuno (1864-1936)


También dramaturgo, novelista y ensayista, expresa con un estilo austero se desasosiego
interior por los problemas existenciales y su visión estética de Castilla en Poesías, Romacero
del destierro y Cancionero.

B) La generación del 14. En la segunda década del siglo XX se dan a conocer distintos autores
con una mentalidad más europeísta y más racional. Estos escritores que se agrupan en torno
a la figura del pensador español José Ortega y Gasset, son los novecentistas, que reciben este
nombre por su voluntad de superar la estática del siglo anterior. Sus miembros manifiestan
admiración por la generación anterior, pero se distinguen de ellos por dos rasgos: en el plano
político, defendían la modernización de España sobre la base de su europeización; y en el
plano estético, criticaban la exaltación sentimental y la subjetividad característica de la
literatura finisecular y propugnaban como ideal un arte puro que se desprendiera del
subjetivismo.
La fecha de 1914 señala el comienzo de la Primera Guerra Mundial y el momento de cambio
en la literatura española. Destacan autores como Ramón Pérez de Ayala, Gabriel Miró y Juan
Ramón Jiménez (impulsor de la poesía pura).
El Novecentismo coincide cronológicamente con el auge en España de las vanguardias, con
las que se encuentra estrechamente relacionado. El movimiento vanguardista se caracteriza
por su oposición con toda la estética anterior, por la importancia de la renovación y por la
reacción contra la sensibilidad romántica y burguesa. Aparecieron diversos movimientos a los
que se aplica en conjunto el nombre de ismos. Las primeras vanguardias (futurismo,
dadaísmo, cubismo y, en el ámbito hispano, creacionismo y ultraísmo) intentaban reflexionar
sobre la naturaleza del arte, persiguiendo la renovación total de los temas y las formas. En la
literatura española destaca la figura de Ramón Gómez de la Serna, que junto a Juan Ramón
Jiménez, será el maestro de las generaciones posteriores. Cultivó diversos géneros literarios,
pero su obra más conocida son las Greguerías.
Otros autores destacados son: Rafael Cansinos Assens (difusor del ultraísmo) y Guillermo de
la Torre, Vicente Huidobro, introductor del creacionismo que aparecerá en obras de Gerardo
Diego y Juan Larrea.

C) La generación del 27. En un ambiente dominado por la experimentación artística y la


búsqueda de un ate puro, surge en España en la década de los veinte un grupo de poetas
unidos por lazos de amistad y semejante formación intelectual, que manifiestan su admiración
por Juan Ramón Jiménez (búsqueda de la belleza absoluta, el encomio de la inteligencia, el
rigor en la construcción poética y la supresión del sentimentalismo) y muestran intereses
literarios y estéticos afines. Es llamada generación del 27 por los actos que se realizaron en
1927 como homenaje al tricentenario de la muerte de Luis de Góngora. Esta celebración
supuso a toma de conciencia de lo que debe ser el poeta (modelo: Góngora) y la poesía
(reencuentro total con el estilo Barroco), destacando la libertad de la imaginación, del ingenio y
la importancia de la metáfora.
Esta generación creó algunas de las obras más brillantes de la literatura contemporánea,
especialmente de la lírica, género que prefirieron la mayoría de sus componentes. Los temas
que aparecen en sus poesías son la ciudad (entendida como progreso), la naturaleza y el amor
y el compromiso con su tiempo y con arte. En cuanto a la métrica, emplearon mucho el soneto,
el romance y el villancico, y su gran innovación fue el verso libre. Emplearon recursos
expresivos de carácter irracional, como la sinestesia y el símbolo, también cultivaron la
metáfora y la imagen.
Forman parte de esta generación: Federico García Lorca, Rafael Alberti, Luis Cernuda, Pedro
Salinas, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Dámaso Alonso y Vicente Aleixandre. Algunos de sus
miembros se mantienen fieles a esta estética (Pedro Salinas, Jorge Guillén); otros, fascinados
por las novedades europeas, optan por el vanguardismo (Gerardo Diego, Vicente Aleixandre,
Federico García Lorca, Luis Cernuda y Rafael Alberti), sin embargo, todos ellos compartieron
un rasgo común: la voluntad de integrar la vanguardia y tradición.
La muerte y el exilio para unos, y la represión y la censura para otros pone fin a una
generación, marcada intensamente por la guerra civil.

Pedro Salinas (1891-1951)


Su poesía se divide en tres etapas:
En la primera de ellas (hasta 1931) se incluyen los libros Presagios, Segundo azar y Fábula y
signo, influidos por la poesía pura de Juan Ramón Jiménez y por algunos movimientos de
vanguardia, especialmente el futurismo.
En la segunda (hasta 1939) encontramos lo mejor de su obra: La Voz a ti debida y Razón de
amor, una poesía muy humanizada, rica en ideas conceptistas y centrada en la pasión
amorosa. El amor de Salinas se aborda desde una perspectiva antirromántica, huye del
sentimentalismo e incorpora elementos intelectuales e incluso irónicos. El amor se plantea
positivamente: amar no es motivo de sufrimiento, sino de una profunda alegría. Es fuente
enriquecimiento de los amantes, de armonía y de júbilo, Es, además, un descubrimiento. Hace
surgir lo que no existe, da sentido a toda la realidad: a las palabras, a la poesía y al poeta. El
dolor no está asociado al amor, sino a la conciencia de su pérdida. El amor es un salto gozoso
hacia la inevitable ausencia, pero esto no es un elemento pesimista, sino una forma de ser
consciente y de aferrarse al presente feliz como un don.
La poesía de Salinas es vitalista en extremo. Sus versos manifiestan una vehemente
necesidad de amar en la presencia, en la ausencia o en la pérdida del amor mismo, una
necesidad de amar por encima de todo.
La tercera etapa coincide con su exilio, periodo en el que escribe El contemplado, Todo más
claro y Confianza, donde se vuelve más objetivo y comprometido con la realidad.

Jorge Guillén (1893-1984)


Es considerado el mayor representante de la poesía pura del 27: transmite una expresión sin
adornos, caracterizada por el verso corto, las elipsis y el dominio del sustantivo y del SN.
Mantiene en su obra una unidad temática casi imperturbable: su visión del mundo y del
universo, de la vida y de la naturaleza como obra bien hecha, y del ser y del existir como
absoluta dicha, le conduce a un esplendoroso vitalismo. Su obra más importante es Cántico.

Gerardo Diego (1896-1987)


Cultivó las formas populares y las cultas, la tradición y la vanguardia.
Entre sus primeros libros, influenciados por el simbolismo y por Bécquer, destaca Romancero
de la novia. Un segundo conjunto de obras está compuesto por un libros que responden a la
estética de la “poesía de creación”. A este grupo pertenecen las obras de influencia
vanguardista como Manual de espumas. Y un tercer grupo recoge creaciones de estilo más
tradicional, presente a lo largo de toda su trayectoria: Versos humanos, Biografía incompleta...
En sus poemas aborda temas diversos: el religioso, el paisaje, la música o el amor.
Dámaso Alonso (1898-1990)
Tiene dos etapas en su poesía: poesía pura, representada por Poemas puros: poemillas de la
ciudad, y poesía existencia y social en Hijos de la ira (una de las obras más influyentes de la
posguerra).

Federico García Lorca (1898-1936)


Destaca, con igual significación, en el teatro y en la poesía. El elemento temático central en su
obra es el enfrentamiento entre la libertad individual y la realidad, que anula los deseos del
individuo. Asociados a este motivo, se presentan también el amor, la muerte y la soledad.
En su producción poética se suelen distinguir dos etapas, separadas por su viaje a Nueva
York. En la primera de ellas destacan los libros Poema del cante jondo y Romancero gitano
(fusión de neopopularismo y rasgos de las vanguardias; protagonista: la pena; algunos
elementos de la naturaleza se personifican o adquieren dimensiones simbólicas, algunos
aparecen asociados a la muerte: luna, barco, caballo). Utiliza motivos y recursos de la poesía
popular andaluza para tratar temas trágicos como la pasión, el dolor, la venganza o la muerte.
La segunda etapa se inicia con Poeta en Nueva York, obra en la que emplea técnicas
surrealistas y el verso libre para denunciar la opresión que ejerce una civilización
deshumanizada y mantener su actitud solidaria con marginados.
Junto a estos libros escribe Odas, El diván del Tamarit (versificación tradicional), Llanto por
Ignacio Sánchez Mejías.

Rafael Alberti (1902-1999)


La obra de Alberti muestra una gran variedad de temas, tonos y estilos. Se caracteriza por las
tonalidades cromáticas y el perfecto manejo del ritmo y la musicalidad enraizados en la
tradición española.
En su evolución poética hay tres etapas. Entre sus primeras obras destacan Marinero en tierra,
La amante y El alba del alhelí, caracterizadas por el neopopularismo o recreación de formas
tradicionales. Su siguiente etapa está marcada por el gongorismo presente en Cal y canto y
por la influencia de elementos vanguardistas. También de esta etapa es Sobre los ángeles que
expresa con técnica surrealista su angustia personal (se siente expulsado del Paraíso y
perdido). En su obra posterior, humaniza sus versos y refleja el compromiso político y la
añoranza de España desde el exilio en Retornos de lo vivo lejano y Baladas y canciones de
Panamá.

Vicente Aleixander (1898-1894)


Su producción poética se divide en tres etapas. La primea de ellas, anterior a la Guerra Civil,
se caracteriza por un ansia de comunicación y de fusión con la naturaleza, y se aprecia la
influencia del surrealismo. Destacan obras como Espadas como labios o La destrucción o el
amor, donde el sentimiento amoroso y la muerte están estrechamente vinculados.
En su segunda etapa, su poesía se abre progresivamente a la solidaridad en libros como
Historia del corazón.
A su ciclo final pertenecen Poemas de la consumación y Diálogos del conocimiento, en los
que se hace consciente de su propia vejez y se enfrenta con la idea de la muerte.

Luis Cernuda (1902-1963)


El conflicto entre realidad y deseo es una constante en su obra. En esta frustración esta
especialmente presente el tema del amor, que a pesar de ser inalcanzable, es la verdadera
razón de la existencia.
Su evolución poética se puede dividir en dos etapas: antes y después de la guerra. La primera
de ellas manifiesta una evolución desde la poesía pura de Perfil del aire hacia la influencia
surrealista de Los placeres prohibidos. También se incluyen es esta etapa Donde habite el
olvido (vuelta a la literatura de inspiración tradicional). Tras la guerra, obras como Las nubes o
Como quien espera el alba introducen el tema de España y del desarraigo en sus versos.

Miguel Hernández (1919-1942)


Su vinculación con la Generación del 27 es evidente.
Dominador de las técnicas poéticas y caracterizado por sus tonos vigorosos y angustiosos,
alterna versos de depurado estilo con otros que expresan la fuerza del grito y el desgarro. La
influencia de los poetas románticos, de los modernistas, de los clásicos (Calderón y Góngora)
y de los gongoristas del 27 tienen como resultado Perito en lunas. Después pasa a una poesía
humanizada y de corte clásico con El rayo que no cesa (tema: amor vitalista y amenazado que
se clava en el corazón). La última etapa, escrita en la guerra civil, supone un antecedente
extraordinario de la poesía social: un lenguaje desgarrado y emotivo impregna los libros Viento
del pueblo y El hombre acecha.

EL TEATRO EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX

La renovación literaria que se produce en torno a 1914 en la narrativa y en la lírica españolas


no afectó de igual modo al género dramático. El teatro que triunfa durante gran parte de esta
época se basa en modelos asentados a finales del XIX (que presentan ciertas innovaciones
provocadas por la influencia del Modernismo). Así se desarrollan obras heredadas del teatro
neorromántico de Echegaray, de la alta comedia o del género chico. Este teatro de consumo,
destinado a las clases más populares y a entretener, adquiere un notable éxito a principios del
siglo XX.
Derivada de alta comedia decimonónica se desarrolla la comedia burguesa o comedia de
salón. En esta línea se integra gran parte de la obra de Jacinto Benavente (creador de la
comedia nueva) Sus obras más famosas son Los intereses creados y La malquerida.
También obtuvieron un importante éxito las obras de los hermanos Álvarez Quintero que
idealizan la sociedad andaluza.
En la comedia costumbrista destaca también Arniches, quien se especializó en el sainete de
costumbres madrileñas e inicia después un teatro tragicómico (La señorita de Trevélez, Los
caciques), línea que continúan más tarde Jardiel Poncela o Mihura.
Frente al teatro comercial, la escena española experimenta una serie de intentos de
renovación que se intensificará a partir de los años veinte. El teatro renovador anterior está
constituido por tentativas aisladas de autores próximos al 98 y a la generación del 14 que no
alcanzan el éxito, como es el caso de Fedra de Unamuno.
A partir de los años veinte también aparecen creaciones dramáticas innovadoras de miembros
consagrados del 98, como la trilogía Lo invisible de Azorín o diversas producciones de
Unamuno: Raquel, El otro...
Pero, sin duda, la figura más influyente de esta generación es la de Ramón María del Valle-
Inclán. Su obra evoluciona desde el Modernismo de su primera etapa (Sonatas) hacia una
literatura crítica basada en la distorsión. Su extensa producción se puede dividir en tres ciclos.
En el primero, el ciclo mítico, se recrea una Galicia mítica, poblada por seres oscuros y
violentos y un mundo de pasiones donde conviven lo sobrenatural, lo misterioso y la muerte.
Destacan las obras Comedias bárbaras o El embrujado.
En el ciclo de la farsa, contrapone lo sentimental y lo grotesco para afrontar de otra manera la
realidad y desmitificar la sociedad tradicional con un lenguaje cada vez más esperpéntico. Está
constituido por Farsa infantil de la cabeza de dragón, La marquesa Rosalinda, Farsa italiana
de la enamorada del rey...
El ciclo del esperpento se inicia con Luces de bohemia. El esperpento es un nuevo género que
se caracteriza por ser una deformación de la realidad mediante la acentuación de sus
características ridículas y absurdas (detrás del humor se encuentra con frecuencia una sátira
brutal); por presentar unos personajes grotescos que se mueven por motivaciones primarias
siendo caracterizados por el autor mediante la animalización, la “muñequización” (categoría de
personajes de guiñol) y la cosificación (se parecen a objetos); las acciones se suceden de
forma brusca; y en el lenguaje se mezcla la forma discreta, refinada y hasta pedante con las
expresiones más vulgares o la jerga más oscura. Detrás de la deformación paródica del
esperpento existe la queja sobre la realidad del momento ya que España es un país caduco,
degradado y sin ética a todos sus niveles.
En este género se encuadran también obras posteriores como Martes de carnaval, Las galas
del difunto, Los cuernos de don Friolera y La hija del capitán.
Asimismo, escriben en esta época autores vinculados a la generación del 14, como Ramón
Gómez de la Serna (Los medios seres).
Junto a estos autores, surgen las obras de la nueva generación del 27. Hay que señalar la
importancia de grandes autores: Alejandro Casona (ajeno al vanguardismo, recrea una
realidad poética, estilizada y misteriosa) , Max Aub (obras con presencia de vanguardismo y
experimentación en escena) y Rafael Alberti (refleja en su teatro las inquietudes de su poesía),
pero el autor más importante del grupo es Federico García Lorca ya que fue un brillante
dramaturgo que culminó el proceso de renovación formal y temática del teatro español. Su
producción se inicia con El maleficio de la mariposa, cuyo escaso éxito le llevó a experimentar
nuevas fórmulas para acercarse al público.
Lorca cree que el teatro debe servir para elevar la sensibilidad del pueblo y cree también en la
fuerza del poeta para transformar con la palabra la realidad. Por eso en su obra hay mucha
poesía y mucho simbolismo, y los temas de su teatro son esencialmente los mismos que los
de su poesía (lucha por la libertad, el amor y la muerte). En sus obras sobresalen los
personajes femeninos.
Su producción dramática se puede clasificar en las farsas (La zapatera prodigiosa,
Tragicomedia de don Cristóbal...); las comedias imposibles: dos obras simbólicas, surrealistas
y de difícil interpretación y representación (El público y Así que pasen cinco años); y las
tragedias de tema social, que son las más destacadas, como Bodas de sangres (historia
pasional entre miembros de familias rivales), Yerma (drama de una mujer estéril que cifra su
existencia en tener hijos), Doña Rosita la soltera (melancolía de una solterona ante el paso del
tiempo mientras espera la llegada del amor) y La casa de Bernarda Alba (tiranía moral y
represión sexual que Bernarda ejerce sobre sus hijas). En estas últimas, Lorca expresa el
conflicto entre la libertad, encarnada en los personajes, con sus sueños y sus anhelos, y el
principio de autoridad que ejerce la sociedad, regida por las normas, las conveniencias y la
falsa moral.

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