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La libr

La vida en una zona de tolerancia es difcil en todos sentidos. Muchos llaman a quienes
ejercen el oficio ms antiguo del mundo, mujeres de la vida fcil, mujeres de la vida
galante. Nada ms lejos de la realidad, ni galante, ni mucho menos fcil, por el
contrario es una vida lleva de problemas no slo para ellas sino para todo el entorno
de la zona geogrfica donde se ubicaban, en otro tiempo, este tipo de lugares.

Nac frente al Santuario de Delicias, por cierto, edificado en el terreno donde haba
sido el prostbulo ms importante del pueblo, por tamao y por actividad, luego me
toc vivir durante muchos aos, unos quince en la zona de tolerancia, ubicada a slo
una tres calles de este templo religioso.

Los coquitos, uno de los prostbulos ms socorridos por los parroquianos o la casa de
Doa Blanca que se distingua por tener a las mujeres ms hermosas, eran los dos
negocios donde me avocaba a pepenar los mandados que se le ofrecan a las
mujeres, que si la pastilla, que si algo de fruta o comida hecha, etc. Desde los 6 aos
empec a realizar estos encargos y, debo decir, que eran sumamente generosas con las
propinas o pago.

La influencia de un espacio as, que, dentro de la ciudad, eran unas seis cuadras
completas es tremenda. En este lugar mam se afanaba en lavar y planchar ajeno,
mientras que su pareja se iba a la pesca o a la deshidratadora de alfalfa a ganar salario
mnimo. Recoger la ropa y luego entregarla era otra de mis tareas. Vender los
pescados, desde luego, que nos tocaba a mam y a m, lo hacamos casa por casa.

V cosas que no deba a muy temprana edad, conviv con mujeres en paos menores
desde siempre, pues el recato no era su caracterstica a la hora de enviarme a los
mandados, me ensearon a los golpes a base de drmelos casi diario. En fin una serie
de situaciones que para nada son recomendables, pero eso s, muy aleccionadoras.

Ese vivir durante tantos aos en condiciones deplorables nos muestra la necesidad de
buscar otros caminos, nos ensea que lo que estamos viendo y aprendiendo no es lo
que queremos, ni para nosotros, menos para nuestros hijos. Sal de ese barrio, a gritos
y sombrerazos, pero para nunca volver, a los veinte con rumbo a la universidad.

Ahora paso por ah y tengo recuerdos agridulces, cuido a mis padres y me doy cuenta
de la que me salv.

Comentarios con fernandoherrera1956@hotmail.com

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