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ESTUDIOS iILOLOGico nstituto de Filologia. Facultad de Filosofia y Letri Universidad Austral de Chile Cornicién: EDITORIAL ANDRES BELLO UNIVERSIDAD AUSTRAL DE CHILE VALDIVIA INDICE Jame Concna: “Juana Lucero”: Inconsciente y clase social . 7 CARLOS SANTANDER: “EI peso de la noche”, de Jorge Edwards . 41 ANA Maria Maza: ““Tablado de marionetas”: un proceso de desmitificacién . 69 MLERMO ARAYA: “La fontana de oro” de Galdés: Cien afios de lucidez politica =. 89 Exeazar Huekta: El simbolismo de la mano en Bécquer, 11 . 105 Eucenio Matus: Don Quijote, héroe de la imaginacién . 205 Victoria C. Wixpter: Alienacién en “El Lazarillo de Tormes” . 225 ALBERTO J. Vaccaro: Los probables origenes de la rima 255 MANveL Atvar: La ciudad como estructura sociolingiiistica . 267 Cravpio WacneR: EI diptongo wo en el Area del aLesucn . 281 HERNAN Urrutia: Anilisis seméntico-funcional de los prefijos . 201 NOTAS Y RESESAS ConsTANTINO CONTRERAS: Dos notas sobre el ALESUCH . 387 ADALBERTO SALAS: “Kifie rupachi kifie domo kalkorke” un folktale de los indios mapuche © araucanos de Chile 369 Grixor Rojo y Atvaro Ruvera B.: El primer libro sobre Antonio Acevedo Heminder . . eee 390 Carvos Corrivez: El Jado samaritano de Oliveira . 399 René Jara: Funcién de la literatura, Funcién de la critica. Leonidas Morales y Nicanor Parra . 410 ConstantINo ConTRERAS: “Variedad y unidad del espafiol. Estudios lingiifsticos desde la historia", por Manuel Alvar . 423 Ropotro Oxoz: Langenscheidt’ Handwderterbuch 429 Constitucién de la Sociedad Chilena de Lingiiistica . 433 aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. Esrupios Frotéercos | No & en Juana Lucero, Pues, como veremos en seguida, existen razones de mayor peso para esa desestimacién de los postulados de Emile Zola. Ni naturalista ni realista ni costumbrista ni modernista ni roman- tica: nada de eso es, en definitiva, esta primera obra de Augusto Thomson, que se presenta mis bien como la transposicidn de sus experiencias traumdticas en el marco de un riguroso contexto de clase. En ella se integran esas distintas tendencias como factores, como elementos de una construccién eminentemente subjetiva, cuya clave son los propios fantasmas del autor, un trauma infantil y una crisis adolescente. Hijo ilegitimo y consciente de una irreprimible desvia- cién sexual, Thomson escribe un relato que condensa sus dramas, conjurandolos por los efectos de una catarsis imaginaria. En este sen- tido, la obra cumple la triple y contradictoria funcién que Freud asigna a la creacién artstica en relacién con los conflictos infantiles: la de fijacién, represién y sublimacién. La critica ya ha sefialado la influencia de esos hechos biograficos en la produccién de d’Halmar. Alone primero y Mario Ferrero des- pués han insistido en ellos, pero sin describir su proyeccién concreta sobre las obras del narrador. Esta determinacién es, por lo demas, evidente en casi la totalidad de sus relatos poematicos, desde La ldmpara en el molino (1906) adelante; en sus libros de viajes, sobre todo en La sombra del humo en el espejo (1924); y en su novela de ese mismo aiio, Pasién y muerte del cura Deusto, que tematiza justa- mente una relacién homosexual. Pero nunca se ha planteado la gra- vitacién de estas situaciones en su primera novela —Los vicios de Chile. Juana Lucero— que parece haber quedado al margen de esta optica. Vicente Urbistondo, en uno de los pocos estudios extensos dedi- cados a la novela, sugiere algunas vinculaciones de tipo biografico. Insimtia: “..no serfa arriesgado especular con Ia posibilidad de que ese influjo [el de Zola] se hubiese visto reforzado poderosamente por la tragedia de la madre del autor‘, Mas adelante observa: “En realidad, d'Halmar es partidario incondicional de 1a Lucero; la causa de la chica es la de él", Pero son justamente conexiones de esta especie las que carecen de valor demostrativo. No hay una relacién rectilinea entre circunstancias biograficas (personales o familiares) y conformaci6n literaria. Tampoco es la madre del escritor la que ex- ‘EL naturalismo en la novela chilena, p. 24. Santiago de Chile, Edit. Andrés Bello, 1966. SIbid., p. 31. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. Estupios Frorécicos / No 8 La apelacion: “Desterrados del Ideal y de la Suerte, no despertéis al que suefia...”, se pronuncia también €n la pagina final de la novela, tras el desenlace. Y para que no quepa ninguna duda sobre el pro- posito del autor de novelarse en su relato, nos hallamos con una dedicatoria, “A Alfredo Melossi, artista”, que se incluye manuscrita en la edicion. El retrato de Ja cubierta no es entonces una mera sefia editorial: unido a su letra y a su firma, como testimonios suyos, se convierte en clave de la identidad secreta de la heroina 0, mejor, de su significacién inconsciente. Veamos algunos detalles de esta Dedi- catoria que nos situaran, desde ahora, en el marco de nuestro anilisis. Primero, dos abreviaturas. Una —q’ en vez de que— se explica como simple recurso taquigrafico. La otra —pa en vez de para— posee mas bien un valor de contraposicién social. Contra la norma culta, que obliga a esta preposicién a avergonzarse de si misma, Thomson reivindica los derechos del habla corriente, de la expresién popular. La escritura, ya aqui, no disfraza la realidad?®, En seguida, dos ta- chaduras. Una, ilegible y al parecer poco importante; otra, verdade- ramente significativa, en cuanto nos pone en el centro de las cues- tiones que nos proponemos abordar. El autor corrige la palabra bdcu- lo, la borra y la sustituye por borddén, Los dos son términos poco usuales, eminentemente literarios, de modo que no es una diferencia de ese tipo la que motiva el reemplazo, Indudablemente, son las asociaciones sonoras de bdculo, junto a Ja forma fisica del objeto representado, Jas que determinan su desplazamiento por el nuevo vocablo. Por lo demas —zes necesario subrayarlo?— la ambigiie- dad intrinseca en este orden de hechos reside en que ‘Thomson deja la tachadura para la impresién, pudiendo haber reescrito la pagina. El borrén es, pues, un indicio: por lo menos un indicio de que el escritor concibe su novela no exclusivamente como un texto en limpio. La novela esta dividida en dos partes, muy desiguales. La primera —-capitulos 1 a vi— describe la muerte y el entierro de la madre de Juana Lucero. La segunda —capitulos 1 a xxx1x— narra la explo- tacién a que es somctida Ja muchacha por su tia materna, el estupro de que es objeto en el hogar de dofia Pepa, su amancebamiento con Fn cartas privadas, durante todo el transcuno de su vida, d’Halmar sigue utilizando énticas abreviaturas. (V. Alone: Los ewctro grandes de ta literatura chilena, pp. 44 ss. San- de Chile, Zig-Zag, 1962}. Es ésta una diferencia importante entre d’Halmar y ta ideologia grafica practicada por los criollistas, Mientras éstos relegaban a los glosarios o a la negrita tos giros corrientes o las voces indigenas, d’Halmar no los considera indignos de su corres- pondencia intima. 12 aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. Esrupios Fuoréarcos / N° 8 dono, Es una bandera plantada en la frontera de su nacimiento, un simbolo puiblico de su derrota. La novela esta cruzada por fechas de diversa significacién, pero que coinciden casi todas con las grandes festividades religiosas, politicas 0 militares de la naciéni*. Desde el 14 de julio de 1895 en que la na- rracién comienza hasta el 1° de noviembre de 1900 en que concluye, vemos sucederse 0 sobresalir el 16 de julio, dia de la virgen del Car- men, patrona del cjército chileno, en que la madre de la Lucero muere; las noches de Navidad y de Afio Nuevo; el 20 de enero, fiesta del roto chileno, en que Juana Lucero es violada por don Absalén. En la noche de Afio Nuevo, la muchacha recuerda, estimulada por el especticulo de los fuegos artificiales, sus paseos del 18 de setiembre, efectuados por la Alameda en compafiia de su madre. Con esto, una articulacién se disefa: 18 de setiembre versus 14 de julio; la fiesta de la Independencia chilena en contra del aniversario de Ja nacién francesa; la fiesta materna en oposicién al dia paterno: la historia de nuestro desarrollo republicano se configura de acuerdo a un esque- ma de afectos inconscientes. E] resultado es siempre el mismo: en esta novela cuyo inicio rememora el asalto a Ja Bastilla y que finaliza en el Dia de Difuntos, un proceso de declinacién ha sido trazado. La aurora republicana se apaga, mortalmente frustrada. Son, ahora, el orto y el nadir de una sociedad, sin ningun cenit en medio del cami- no. De este modo, un simbolismo histérico y un simbolismo incons- ciente han venido a depositarse y a coexistir en el diagrama cronold- gico de la narracién. El incidente de la carta. Una novela como Juana Lucero —ya lo vemos— basa su coherencia en la regulacién de grandes marcos des- criptivos y de pequefios detalles relevantes. Por eso, es util pormeno- rizar al extremo uno de estos ultimos, para observar hasta qué punto Ja elaboracién de la obra ha plasmado energias inconscientes. Catalina Lucero envia a Ortiz un mensaje en que le solicita que proteja a su hija. El hombre despide a Transito un poco airado, pero asegurandole que se ocupara de ello. Un critico ha enjuiciado este episodio, poniéndolo como muestra de las deficiencias del autor en cuanto a dar a su novela una verdadera trama, bien trabada en sus escenas y sucesos. Observa, Inego de sefialar un par de presuntas in- En realidad, esto no es simplemente asi, otra serie de fechas de las cuales es imposible dar cuenta, porque remiten a acontecimientos biogrificos, cuyo conocimiento es individual 0, a lo sumo, familiar, 11 de mayo, 12 de agosto, por ejemplo, representan el calendario jotimo del autor, que se entrecruza solemnemente, en las clandestinidades del yo, con el aiio eclesidstico y 1a cronologia civil. 16 aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. Esrupios Fovéorcos / No 8 imagenes de Ortiz y Balmaceda se cargan de un cardcter antagénico. Los vinculos de Ortiz con Walker Martinez vienen a confirmar esa hostilidad, pues uno solicita al otro que le conceda la “Jegacién en Suiza”, un territorio fronterizo al suelo para él maldito. Ademas, don Absalén, ¢l corruptor de la Lucero, resulta haber sido traidor al Presidente: “Don Absalén ocupaba un alto puesto en la Seccién Ex- tranjera del Correo, ganga con que en el 91 recompensaban los opo- sitores la adhesién de esos empleados que traicionaron a Balmaceda” (p. 85) 1®. Antitesis del padre y del corruptor, la figura de Balmaceda se erige en la novela como polo de simpatias inconscientes. Las conse- cuencias de esta adhesién se manifiestan en la visién que se nos da de los sucesores del Presidente*?. El relato —ya lo recordamos— se enmarca cronolégicamente en- tre 1895 y 1900. Aiios inmediatamente posteriores a la derrota del 91, son también, esos mismos afios, los de consolidacién de la oligarquia chilena, que domina la politica y la ideologia, gobernando en bene- ficio de sus intereses econédmicos, en santa aliahza con los impe- rialismos que desgarran a Chile. No puede lla mar la atcncién, entonces, que diseminados a lo largo de sus paginas, aparezcan en la novela los nombres de los gobernantes postbalmace- distas. En las tumbas del Cementerio General, adonde va Juana Lu- cero a dejar los restos de su madre, se leen entre otros estos nombres: “Familia Montt y Gallo..., Familia Larrain Moxé...” (p. 43). Se reu- nen y juntan aqui, en una misma familia, los nombres del almirante que dirigié la sublevacién y que fue designado como sucesor de Bal- maceda y del dirigente radical que se puso del lado de los partidos tradicionales. Teniendo en cuenta que la mujer que se entierra es la mujer esencialmente engafiada y traicionada, los traidores que figu- ran en la lapida superponen a su valor de referente histérico una carga sicolégica. Cuando vuelva la protagonista, hacia el final de la novela, en busca del nicho de su madre, podra leer en el sector aris- tocratico del Cementerio los apellidos del presidente que gobernaba Chile cuando se edita la obra: “Riesco Errazuriz” (p. 259). Y, como WRepirese en el nombre de Absalén. Como tndos o la mayoria de los personajes que fiecuentan la casa de dojia Pepa, leva nombre biblico. ¢Pero por qué elegir justamente, para Ja persona del corruptor, o sea, del padre malvado, el nombre del hijo desleal, del hijo traidor lorado en los Salmor? Hay evidentemente una inversién, muy significativa, comprensible en este caso por si misma, pero que pertenece a una estructura més general que tendremos ocasién de anotar. En el diario La Tarde, del 5 de agosto de 1901, aparece una crénica firmada por Volney donde se da cuenta que ha tenido lugar una reunién donde se ha evocado el espiritu del Presidente Balmaceda (Una sesién de espiritisme). Volney junto con Nadir son los amigos més cercanos de Thomson por e30s afios, 20 aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. Esrupios Frrovécicos / N° 8 Tejido con estas hebras, explota el simbolo contenido en el per- sonaje: “Apoyada en un arbol, de espaldas a la cordillera cuyas nieves se apagaban en la inmensa serenidad del crepiisculo, Juana Moré silenciosamente, oyendo como algo lejano, los insultos de su amante. Arriba la victoriosa bandera azul se desplegaba, conquistaba el espacio, obligando a la Aurea lontananza a refugiarse tras la mancha pizarra de los cerros, y cifiendo de una larga banda esa extensién carmesf, que ya empalidecia, pero donde brillaba, cada vez con mds intensidad, el didfano solitario” (p. 151). Asociado con la ideologia del alma, como veremos; semejante a titulos novelescos claramente denotativos, de esos que tanto abundan en la narrativa hispanoamericana (Alsino, Dofia Barbara, Don Se- gundo Sombra, etc.), el apellido de la protagonista se nos revela co- mo una mezcla de algo comin y de algo sublime al mismo ticmpo. Asi se nos explica que la obra se denomine también Los vicios de Chile. Juana Lucero, en esta identificacién con la estrella del pa- bellén nacional, representa a Chile, sintetizando de un modo abso- luto los aspectos del dominio publico y nacional existentes en la novela. No terminan aqui los avatares de este nombre. De acuerdo a la legalidad inconsciente que hemos visto desenvolverse en el relato, es presumible pensar que en el nombre propio de la mujer exista idéntica dualidad. Pero no de un modo manifiesto y patente, como en el simbolo del lucero, sino de un modo latente, reprimido. Hay que pensar en una simetria invertida, en que lo sublime ser4 eso jus- tamente, sublime en sentido propio, es decir, algo subliminal. Un hecho nos ayuda. En Ja triple denominacién de la heroina: Purisimita, Juana, Nand, esta ultima no sdlo aparece como una muestra de la irradiacién de Zola, sino como sefial de una polarizacién conflictiva con lo francés. El inconsciente traiciona una vez mas el adolescente que odia a su padre y a la tierra de su padre. A pesar de esto (0 por esto mismo) no titubeara en pensar para su inicial coleccién de cuentos la etiqueta extranjera de Esquisses*t, lo mismo que en la novela disfraza a su pobre herofna de prostituta francesa. Son ho- menajes agresivos, reverencias involuntarias. Por eso Juana, esa etapa de la Lucero intermediaria entre la pureza infantil y la depravacién ulterior, debe ser un nombre dignificado en profundidad de acuerdo a un arquetipo francés. ¢¥ €s muy aventurado pensar que el ejem- *1Cf. Instanténeas de Luz y Sombra, nim. 28, del 30 de setiembre de 1900. En la seccién “Nuestros colaboradores”, se publica una de las primeras semblanzas de Augusto G. Thomson. a aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. Esrupios Froxécrcos / NO 8 un raro sombrero de seda que apabullabase sobre su cabeza patriar- cal” (p. 116). Dos palabras de denso espesor se pronuncian en este texto: pa- drino, cabeza patriarcal. Son términos que pertenecen, junto a ese extrafio compadrito castaiio que es el amigo mas fiel de Juana Lu- cero y ese ahijado en que se encarna romanticamente el sobrino por- tefio de dofia Loreto, a un campo semantico cuya delimitacién reside en la mancha original del nacimiento. Contra el aspecto patriarcal de Cottin, envuelto en ese “raro sombrero de seda”, esta el padrino generoso que es don Daniel. En el medio, brillando por su mismo silencio, permanece la palabra impronunciable, la palabra padre. Al mismo tiempo, para comprender en su complejidad el régimen sico- anal{tico que subyace en Ja novela, hay que tener en cuenta el sistema paralelo que caracteriza a la denominacién de muchos personajes. Puede observarse, en efecto, un conjunto de dobletes onomiasticos. Daniel cs el padrino bondadoso que acabamos de ver, pero cs también su sobrino, el lujurioso perseguidor de la muchacha; Juana Lucero, ya en el burdel, debe cambiar su nombre, para no confundirse con otra asilada, Juana Cotapos; Roman es el nombre del criado de Ortiz y el del literato Esteban Roman, que imparte lecciones estéticas en el prostibulo; Alfredo —ya lo vimos— es el nombre del padre y del amigo mas cercano del propio Thomson. De este modo, el procedi- miento regulador opera por complementariedades antitéticas (de tipo moral, afectivo o social) . También por un mecanismo de inversion. Es ésta una sencilla y habitual manipulacién con que el escritor aborda su conflicto. In- versiones geograficas de la situacién: el padre no abandona Chile sino que abandona Francia, o la mujer que espera en el extranjero al ma- rino que se quedé aca (La tia sueca); inversiones familiares: no es el padre quien rechaza al hijo, sino éste quien desecha a su padre (Via Crucis, 1906), todas ellas son reglas elementales de su juego, que mas tarde se enriquecera con uno de sus temas mas profundos, ya aqui e¢s- bozado: el tema del padre bastardo, del padre huériano de sus propios hijos. Porque junto a su viaje biogrifico a Egipto y a Tierra Santa, hay también una peregrinacién real hacia las fuentes impuras de su ser, a la misma Bretafia donde nacié su padre. Imposicién de esterilidad, eliminacién de fetos, aborto del hijo muestran que esta novela, en su dimensién inconsciente mis agresiva, es una apologfa del muévedo, del nifio muerto en el seno materno. Este ideal alucinante rodea y acta sobre el episodio fundamental 28 aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. Esrupios Firoréercos / No & “Aquello cra como estar cn cl campo; se sintié dichosa, rodeada por la naturaleza, adormecida por el sol ardoroso, hora de ensuefios y de fantaseos, unidos el presente a los recuerdos, pareciéle vivir por vez primera, desde la muerte de st. madre, Rememoraba los paseos a la Quinta Normal, el dia domingo; el acuario frio y oscuro; la jaula de los monos; el musco con su olor pesado a disecacién y a embalsamamientos; las grandes avenidas de acacias en flor; la laguna, sus muelles como de juguete; los severos cuadros del Salén de pintura; todos asi. confusamente muy lejos, muy hermoso por la distancia misma. Siempre la habfan seducido los paisajes campestre, Ia calma de las soledades donde el hombre calla y habla Dios por la boca de los pajaritos, del susurro de las hojas, del deslizamiento de las aguas, del perfume de las flores. Cuando sofiaba en un porvenir feliz, no lo comprendia sin todas esas cosas y jamas desed existencias intranquilas ni ruidosas, Hegando hasta dormirse en el teatro toda vez que su madre Ja Mevara, hasta no gustar de las novelas o fan- taslas inverosiwiles, porque amaba mucho mds la verdad, el silencio, dl retiro, que son verdades también; contenta en el fondo de la vieja catedral oscura donde Ia luz se tamiza, el 6rgano arrulla y embriaga Ia atmésfera de humedad © incienso desprendida de sus altas bévedas. Contenta en presencia de la natu- raleza esplendente, sin ambicionar ms que el poquito de dicha que hasta entonces le habia sido negado” (p. 96) . Estamos ante una exacta ¢stimacién, en un primer grado, de los deseos de las capas medias en el inicio de su despegue social. Su de- siderdtum es apenas ese “poquito de dicha” que es lo tinico que se ambiciona, Hay todavia un largo camino que recorrer para legar a la orgullosa postulacién de la mesocracia segiin Ja cual ella seria el fundamento de la estabilidad social. En la misma novela coexiste, sin embargo, la nocién de “heroismo oscuro” que sera basica para en- tender la idcologia presente en los cuentos de d’Halmar, especialmente su concepcién del trabajo sacrificado (Sebastopol es en esto un relato clasico); en el afio 1902 el escritor ha organizado ya la practica de los machitunes, de la cual hablaremos en seguida, y que representan otro grado de arremetida ideolégica. Por el momento, en Juana Lucero pre- domina Ia timidez, las capas medias sélo mendigan lo que les puede ser concedido, ese “‘poquito de dicha” consistente en una intimidad re- cogida, replegada en si misma, deliberadamente desprovista de aspira- ciones dirigentes. Detrds de esta formulacién literaria esta la influencia de Le Petit Choce (1861), de Alphonse Daudet, verdadero breviario de este tipo de sensibilidad, reconocido y perseverantemente admirado por Augusto Thomson*#, Principalmente, la proyeccién de esa novela, que nim. 39, del 16 de dcembre de “Alfonso Daudet, el gran encanta- SY. Atroxso Davper. Instanténeas de Luz y Sombri 1900 y nim. 91, del 15 de diciembre de 1901. Mis tarde: dor”. Los 21. Santiago de Chile, Nascimento, 1948, pp. 115 ss. 32 aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. Esrupros Froéorcos | N° 8 ya tratada en el espfritu del catolicismo (como en Santa, de Federico Gomboa) , ya de acuerdo a conflictos subjetivos sui generis (como en el presente caso de Juana Lucero). Y esta prostituta-alma, sin herencia posible, es justamcnte, aun en sus manifestaciones mds personales, el simbolo de una nueva clase. En efecto, a la desestimacién de la herencia es simultanea con este surgimiento de la ideologia del alma. No sélo porque el autor es hijo natural estén abolidos en Juana Lucero los postulados de la herencia (y aun caricaturizados). Este es sélo un matiz que singulariza el fendmeno. Antes que nada, y por sobre todo, el naturalismo chileno, desde d’Halmar hasta Barrios por lo menos, excluird o modificara substancialmente las determinaciones heredita- rias por razones de clase. Herencia, para los naturalistas chilenos (gpero son en verdad naturalistas?), es sindnimo de ancestro, de estirpe, de abolengo. Concepto cientifico-natural, socialmente neutro, el de la herencia no pudo ser nunca desvinculado por los escritores de nuestras capas medias, de sus connotaciones de clase (salvo en Joaquin Edwards Bello, que curiosamente pertenece a la gran burguesia chilena). Nun- ca se Iega a asumir plenamente, por ejemplo, el principio de Zola de novelar “tempéraments et non caractéres”. El caso de Un perdido (1918), es tipico en esto. Pese a ser la novela que concede maxima aquiescencia a la cadena hereditaria, desde su comienzo mismo postula una restriccién decisiva: “Para Luis, era ésta una conviccién vieja. La familia toda y cuantos le conocian desde pequefio habian afirmado siempre: ‘Este nifio tiene alma de Vera en cuerpo de Bernales’’6. En lo que toca a d’Halmar esta erradicacién es triple. Inconocible en su prolongacién materna, exorcizada por razones de clase, sustituida por creencias espirituales, la herencia inexiste en el orden personal, social e ideolégico. La ausencia la Henan fantasmas, esa muchedum- bre de fotografias que puebla su obra y que son puentes hacia la ausencia, tentéculos con que el nijio y el hombre desean atacar el gran mito del padre. A partir de esto y de estudios posteriores, podra ir quedando ya en claro que no hay propiamente novela naturalista en nuestro pais. Esta designacién cémoda puede indicar tinicamente que hubo en Chile, desde 1900 hasta 1920 en términos generales, influencia de autores naturalistas europeos que, junto a otros factores de mayor peso, dan vida a una produccién literaria que expresa a una clase @EpuAKO Banwios: Obras Completas, t. 1, p. 223. Santiago de Cihle, Zig-Zag, 1962. Sobre el problema de Ia herencia en Barrios, ver Ana Maria Cortés: Dos novelas de Eduardo Barrios. Memoria de Prueba, mecanografiada, 1964. 36 aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. Esrupios Frotécreos / No 8 deros, pasan por mds habiles que sus colegas femeninos"**. Sin epelar a motivaciones cldsicas de la antigua Grecia, la homoerética de d@Halmar podia encontrar, aqui mismo en Chile, antecedentes cul- turales cuidadosamente reprimidos, pero no menos ciertos y cultiva- dos en la historia. De modo que, si es justa la interpretacién que se ha hecho de la Colonia Tolstoyana como cofradia socratica*, habria que aiiadirle, como precursora de su mds escondida inspiracién, esta colectividad de los machitunes, a la que asistian sin ningun desaso- siego los prohombres literarios de entresiglos, esos nuncios intelec- tuales de una nueva capa social. Augusto d’'Halmar, hombre innumerable en sus multiplicaciones narcisistas, es uno y el mismo en su rostro fundamental, el que le permite enlazar productos tan diferentes como esa institucién lite- raria por él fundada y un personaje como Juana Lucero, médium también de su ceremonial inconsciente, de sus deseos y sus remor- dimientos. UNIVERSIDAD DE CONCEPCION Ateneo Mérnaux: Religions ef magies indiennes d’Amérique du Sud, p. 182. Paris Galli- mard, 1967. Atonr, cit., pp. 19-20. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. Esrupios Frioécrcos / NO 8 enfrentan la objetividad. Francisco, como se verd mds adelante, al intentar desasirse de las redes de la estructura de que forma parte, acenttia el valor personal. Joaquin, en cambio, en su caida, es mas otros que él mismo, mds objeto que sujeto, por lo que el mundo de las cosas y de las personas y hasta la naturaleza misma, alcanzan un nivel de mayor prestancia que su propio yo. La importancia unificadora del personaje de la sefiora Cristina se puede comprobar en ambas secuencias a través del montaje de la novela. La amenaza de su fallecimiento preocupa tanto a Francisco como a Joaquin. Ambos recuerdan de pronto o de repente; la situa- cién presente, actual, de ambos resulta, en esta relacién con su abuela o madre, segtin el caso, angustiosa o sobresaltante. La enfer- medad de la sefiora Cristina acttita como un precipitante de Ja con- ciencia reflexiva que va avanzando, especialmente en el caso de Fran- cisco, mediante la actividad evocadora. FE] acontecimiento, en ambas secuencias, es minimo. Francisco asiste a clases en la escuela DURANTE TODO EL iA, va a casa de Inés Pavia, regresa a la suya, se impone de la muerte de su abuela, asiste al velatorio, duerme; al dia siguiente asiste a los servicios religiosos, al sepelio y regresa con su familia a la hora de almuerzo. Esta actividad minima le permite evocar momentos anteriores, a través de raccontos, algunos de ellos bastante extensos y que se remontan a un ajo anterior. Estos raccontos, frecuentes en los capitulos 1, my v, desaparecen en el vit, donde la accién avanza derechamente, sin que ello signifique en ningun caso el abandono de Ia actitud reflexiva del personaje. Si bien ¢l orden temporal es cronolégico, éste resulta fragmentado por los momentos de evocacién y los acontecimientos evocados, los que a su vez, presentan una suce- sin cronoldgica a partir del invierno anterior. Sélo en un caso, hacia el final del capitulo quinto, se evoca una escena sucedida dos afios atrds. La técnica del montaje es dispar. La evocacién surge por ana- logia a veces (una primavera recuerda otra anterior); otras es abso- lutamente libre de la motivacién de objetos y surge sdlo de la nece- sidad interior de recordar momentos que al presente resultan signi- ficativos. El presente del personaje interrumpido por la actividad fantastica o la evocadora y lo evocado, interrumpido a su vez por los Hamados del presente, crean un mundo fragmentado. Pero a su ver, la aspiracién a ver claro de Francisco permite, a través de la sucesién cronoldgica que a pesar de la fragmentacién resta, mante- ner un principio organizador, una unidad que se oriente hacia la progresién de la accién y la maduracién del personaje adolescente. 4 aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. Esruntos Frotéatcos / N° 8 Voces, palabras, ruidos, bullicios, resoplidos, estertores, suspiros, estridencias es el modo de agredir que tiene lo social. Son los ins- trumentos del otro, El lenguaje es de por si un medio de sociabilidad. Francisco desconfia de él. De alli, sus reiteradas muestras de silencio. El silencio entonces, el valor del silencio y de la soledad. Asi no extrafia que un balcén, por ejemplo, sea capaz de calmarlo en cuanto represente los valores de oposicién al ruido social: “El interior parecia sumido en la inmovilidad absoluta; la inmovilidad de Ias habitaciones que permanecen solas en el dia, como islas en medio del ajetreo humano”, p. 9. Ni tampoco que la pesadilla delirante pueda ser el vaivén o el sacudén imprevisto; el puro movimiento: “El recordaba una tarde en que la fiebre lo hacia delirar, Su pieza era un barco a la deriva; los muros ondulaban y la cama, de pronto, se hallaba en posicién oblicua, a punto de cacr por una pendiente interminable y negra. Et sentia vértigo y abria la boca, reteniendo el deseo de gritar”, p. 20. El grito es el llamado de auxilio, la busqueda del otro, inexistente €n este caso, en su ambito. EL MUNDO RECHAZADO La oposicién constitutiva entre Francisco y las voces del mundo esta dada sobre la base de la insatisfaccién o incongruencia que le producen al personaje los valores de éste. No hay estrictamente una oposicién de valores explicita. Francisco no posee un cuerpo doctrinal coherente con que enfrentar el mundo. Como buen adolescente, lo corroe la duda de esos valores que con implacable coercién, sistema- ticamente, se le tratan de imponer. La timica conciencia clara que va adquiriendo el muchacho es de que esos valores son inauténticos. Y la conciencia de la inautenticidad proviene o de su experiencia biografica o de la certidumbre intelectual —precaria, por supuesto— de que se trata de una mixtificacién 0 porque la puesta en practica de ellos le resulta repugnante y contra su tendencia natural. En efecto, el conocimiento de los seres que lo rodean y sus antecedentes le Hevan a poner en duda el concepto de orden familiar en que vive; sus lecturas lo Hevan al enfriamiento de su fe religiosa, y sus relaciones con el sexo opuesto, con serle necesarias, Nevan asociadas la culpa y la repugnancia. Habria que agregar la carencia de una relacién amical positiva en los niveles de su edad. Sus compafieros son rui- 48, aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. Esrupios Frro.éarcos / N° ¢ Francisco ha sido siempre atraido por las personas de la familia que han representado en su historia una ruptura de las normas esta- blecidas, las que se han burlado del sistema, desde luego, vinculadas a lo demonfiaco. “Pero también hubo desviaciones, ramas torcidas, prontas a dejarse envolver por las lianas y tentaculos del demonio”, p. 72. EL 1NCEsTO Estos casos son de incestos: una tia con un sobrino de 18 aiios; la hermana de la bisabuela que tuvo un hijo de su hermano; un caballero sorprendido acariciando los senos de su hija. El pecado nefando, visto con humor por Francisco, es decir con simpatia, se transforma en arma de lucha contra un orden social y una vigencia ligada o desprendida del mismo orden. También esta el caso del “abuelo inmundo” que, “en plenas calles céntricas de Florencia intro- ducia las manos por dentro de sus pantalones y se acomodaba las almorranas. Figura del abuelo en un almuerzo campestre, de sombrero de paja y traje oscuro. “Toma tanto vino que las almorranas se le salen”. Ataque de risa contenido a duras penas”, pp. 72-73. (Resulta curioso observar, en relacién con el incesto, que la madre de Francisco se llama Inés; que la figura femenina que ocupaba en sus divagaciones “un sitio de privilegio” se lame igualmente Inés; y que su amante, se lame Irene, nombre facilmente asociable al de Inés, sobre todo, si en la secuencia alterna, la amante de Joaquin se llama Maria Inés), pp. 144. La FAMILIA Esta simpatia hacia estos miembros distraidos del sistema, contrasta con la distancia ¢ ironia, ahora fustigante, con que Francisco enfrenta su inmediato contorno familiar. La abuela Cristina es figura opresora y temida, vista en actitud siempre vigilante, acusadora, motivadora del remordimiento, humillante a veces, presidenta del ritual familiar (136), severa, moralista (217), imperiosa (229) y abismante en la medida en que es el personaje portador del concepto de la tem- poralidad para Francisco. Su desmoronamiento fisico, seguido paso a paso en la novela en Ja perspectiva de Francisco, es el elemento fundante de su crisis, Representa la autoridad que se rechaza, pero es también el mundo seguro y protector que se anhela. Su transicién 52 aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. Esrupios Froréercos | N° & De esta realidad estatica, el personaje es separado mediante el rechazo. Inés Pavia “esta cansada”; segundos mis tarde, sin embargo, sigue bailando con Silvio. No hay correspondencia a la emocién y a la sinceridad, a la actitud de entrega de Francisco. Detalles como el de la sonrisa “torcida” o las miradas “de soslayo” con que se introducen €] conocimiento de Inés, resultan ahora significativos. El personaje femenino esta signado por la oblicuidad. La titima mencién a Inés, est’ hecha también, como al comienzo, desde un momento de divagacién. Ella se mofa de los mds nobles propésitos de Francisco. Asf, el principio femenino se le ha escapado al adolescente de entre Jas manos y la vida social Je ha negado una via de acceso a la plenitud. La experiencia con Inés es posterior a la de Irene. Esta dada en el presente de la novela. Biogrdficamente, era una posibilidad de libera- cién sublime, una salida al conflicto del personaje, por cuanto era Ja compensacién, “el orden cAlido y armonioso” que, por el lado de la familia y el colegio, viene perdiendo. Otra calidad tienen sus relaciones con Irene. En primer lugar, la mujer representa para Francisco su iniciacién sexual, terrible por el contexto religioso. Lo sexual esta en la esfera de lo demoniaco y sus experiencias llevan el estigma del permanente remordimiento. Los ojos de la ciudad, de los sacerdotes, la indignacién de dofia Cristina, la madre lastimada por la mala accién del hijo, la vergiienza, el oculta- miento, la mentira, son imagenes permanentemente asociadas a la aventura. Pero también esta la atraccién de una carne que ya le resulta necesaria y elementos tales como la exaltacién de la primavera, la zozobra del peligro, la satisfaccién del deseo, la confirmacién de la virilidad, la pasi6n, la ternura, el mismo desquite contra las causas del remordimiento, lo sumen en otro tipo de éxtasis, en otra situacién de plenitud. De nuevo é] esta “en el sitio de honor del universo”, “en la mas exaltada y suprema libertad El contacto con lo femenino, especialmente en su vertiente de lo sexual, es lo tinico capaz —junto a Unamuno— de ponerlo en movi- miento, de exaltarlo, de ascenderlo a instancias de plenitud y de realizacion. Si la relacién de Francisco con el mundo se da como un contacto con lo “frio”, no es extrafio que la figura de Irene, esté asociada a elementos de luz y de tibieza. La mejilla de Inés —ya se vio— lo ponia en contacto con un orden “cdlido” y armonioso. El encuentro con Irene se da avanzada la primavera y Francisco la evoca “sonriendo en la penumbra” (p. 147). Perdida, desaparecida Irene, queda fija en su memoria. La pregunta ¢Qué serd de Irene? —leitmotiv 56 aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. Esrvpios Frrorécrcos / No & —2No habré muchas culebras por aqui? Risa ligera de Esperanza. Los restos del picnic estaban esparcidos sobre el hal. Podian atraer a las culebras. —|No seas marica! Esperanza se habia tendido, cara al cielo, las manos detris de la cabeza. El viento de la tarde encrespaba Ja superficie del rio; levantaba las ramas de los sauces, en Ia otra ribera. jas besado alguna vez a una nifia? —No —dijo é1, ruborizado. —No! ¢Queé edad tienes? —Quince afios. Quince afios! Ya esté bueno que aprendas... La risa ligera se habia desgranado copiosamente, hasta retornar al silencio. Chapoteo de las aguas del rio en el borde fangoso, Los gritos se alejaban todavia mds; se disolvian en el rumor del rio y del viento. Mira... Yo te voy a ensefiar. El permanecia petrificado. éTe da susto? Negé con la cabeza. — Acéreate, entonces! La boca risuefia se abrid, htimeda. Largo contacto de los labios. Quieres empezar de nuevo? Sélo pudo hacer un gesto afirmativo, Esperanza se tendié de espaldas y lo atrajo hacia ella. Durante el beso, Ie cogié una mano y la puso sobre uno de sus pechos. El la retiré con brusquedad, como si hubiera recibido el con- tacto de una plancha hirviendo. Observé que Esperanza cerraba los ojos y que su expresion no tenia nada que ver con la risa de poco antes. “Esté completamente loca”, pensé, y aplasté sus labios con fuerza contra los de ella, hasta que le dolieron. Al separarse, Esperanza sonreia, burlona. —Todavia tienes mucho que aprender —dijo—. Eres bastante torpe. En la semioscuridad, las voces comenzaron a acercarse; pronto resonaron con nitidez, a escasa distancia. —2Qué se habian hecho? —grité Esperanza. —-a¥ ustedes?... ;Qué aburridost Joaquin no se queria mover por miedo a las culebras —dijo Esperanza, mientras se ponia de pie y doblaba el chal por las puntas. —jMenti...! —se le escapé a Joaquin, pero alcanzé a comerse la ultima silaba. Eleuterio empufiaba una mano y refa maliciosamente. —

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