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Presentacién El orden de los términos seleccionados para titular este nero —Seduccién, persuasién, manipulacién— parece sugerit un movimiento que va de lo incluido a fo incluyente. La seduccién ‘puede concebirse como el resultado de un hacer persuasivo y, a su ver, la persuasién, mostrarse como un hacer manipulator. Sin embargo, el Diceionario de Semistica de Greimas yCourtés, {tanto en el primero como en el segundo volumen, no parece co- ‘roborar este orden jerirquico: mientras no reserva una entrada "se aplica con relativo detenimiento a exponer ‘el concepto de “manipulacién”, uno de cuyos constituyentes se designa como “hacer persuasivo”. El Diccionario comienza de- finiendo 1a manipulacién como “una accién del hombre sobre ‘otros hombres” y diferencidndola de la aperacién, que caracte ‘aria a la “accién del hombre sobre las cosas”. Esta manera de defini y diferenciar, que mis bien parece una concesién a las presiones del sentido comin (ni “hombre” ni “‘eosas” son térmi- ‘nos que pueden convivir sin dificultad con los del metalenguaje semitico), es corregida en la misma entrada. En efecto, un poco ‘més adelante (en el tomo 1) se hablaré de la manipulacién como | tina “configuracién discursiva”, asi como en lugar de “hombre” aparecera el “sujeto” —sujeto manipulador— o también el “destinador” de Ia manipulacién. Igualmente resulta interesante destacar que en estas definiciones el manipulador aparece en general en una relacién de superioridad —social, mental o Jerirquica— con respecto al manipulado, si bien hacia el i= 6 Prosentaciin nal se alude ala posibilidad de una manipulacién ejereida no ya por el “sujeto” sino por el “antisujeto” quien, mediante una “es- ‘wategia de la astcia" desartollar, por ejemplo, operacio- nes de “recuperacién” o de “infltracién”. En este caso, desde luego, la habitual relacién manipulador-manipulado quedaria invertida Hemos empezado refiriéndonos a estas consideraciones por- aque los articulos reunidos en este volumen ofrecen una visién, se quiere, mis compleja y matizada de los tres términos que de finen su universo tematico lo cual bien podria ser visto como un. desarrollo de aquellas propuestasiniciales cuyos aleances y cuyo poder de sugestién nadie podria desestimar. ‘Acaso “Retética del desagravio” sea una oportuna muestra de una situacién discursiva que tales propuestas entrevieror. Eneste trabajo, Elena Altuna se ocupa de analizar las estrategias ‘argumentativas contenidas en dos memoriales redactados por Buenaventura de Salinas y Cérdoba, un franciscano formado en lascortes vireinales del Peri del siglo XVII y ditigidos al Rey de Espatia para atraer la atencién, antes que sobre su propio caso, sobre el de los eriollos y aun el de tos indigenas peruanos. El ‘memorial es un discurso elaborado por alguien que, desde una situacién de dependenciae incluso de debilidad, solicita larepa- ‘acidn de un dati © la solucién de una carencia dificil de sobre~ evar, Es, entonces, aquel precioso documento a cuya capacidad persuasiva un sujeto agraviado 0 carente se confia. Pero en el tipo de memoriales como los evocados en este articulo, la autora pone ademis el acento sobre una penuria suplementaria: a al~ ‘guien que, desde un vireinato de ultramar demanda atencién sobre st persona le es imposible ignorar que su destinatario, el ‘monarea, esta lejos, y que él, el demandante, esti siempre bo- rrindose del horizonte que abarca la mirada regia y, peor aun, desplaziindose a las zonas oscuras de la memoria no s6lo del ‘monarea sino también de los miembros de su corte, Asi, el que rodacta estos memorials sabe que debe argumentar tambien, y {quiza por encima de todo, contra las ftalidades del olvido. actin 7 Guillermina Casasco —siguiendo a H. Parret — corrobora ‘mientras los procesos de seduecién nos ponen ante una pre- “indecisa”, la manipulacién nos instala ante una presen- “decidida”. La seduccion tiene que ver con la mirada que cae ‘un cuerpo, que cae y resbala hacia un espacio marginal en el que no prosperan argumentos ni racionalizaciones. Aqui se ‘trata del desvio, de un continuo deslizamiento hacia los bordes, ‘Para ilustrar esta puesta “al margen” desde la cual se percibe la "huidiza inmediatez del euerpo, Casasco recurre a un breve texto ‘de Silvia Molloy en el que una nifia deja en suspenso sus tareas ‘escolares mientras oye con irenunciable ffruicién eémo, en el cuarto de costura del que la separa una pared, su madre y su tla se lemoran nombrando las telas con que trabajan y el detalle de los idn se vincula a esa seereta escucha de los nombres me- te los cuales el cuerpo, fragmentado y desplazado, insiste Tal suerte de atraccién-desvio cobra un interés inesperado “La intertextualidad amorosa”. En este articulo Vietor vano viei comienza por evocar la lectura de dos libros de Harold m-—Canon occidental y La angustia de inluencia — dedi- ‘en ls “poctas poderos0s", provocan otros grandes escrito- ‘que forjaron Ia tradicin Iiteraria ala que éstos pertenecen, conflictiva relacién —de competencia, de asimilacién, de ‘én, de agresividad defensiva— da lugar a una inter- tualidad que se constituye como pasidn bélica. A esta vision ia por Bloom se contrapone la tranquila utopia de Mita josu quien propone pensar la influencia no en su aspecto de mfrontacidn sino de acercamiento lidico y aun enstico, Adhi- iéndose a esta propuesta, Victor Ivanovici imagina estrategias encuentro en las que el poeta que recoja un legado textual lo 2a siguiendo una via en la que se reinan los roles del seducido s Presemacion y el seductor. Para ilustrar esta “intertextualidad amorosa” recu- rre a la sabiduria erotizada con la que el gran escritor de la mo- dderidad griega Odysseas Elytis administré la gravitacién que ‘uvo sobre él la poesia de su antecesor Andreas Calvos. ;Calvos ha seducido a Elytis 0 es éste el seductor de aque!” Pero “La manipulacién del tiempo” nos conduce a otro es- pacio de reflexiones y experiencias discursivas, un espacio ‘que podriamos describir como original en el doble sentido de especifico y de primario. En este articulo, Verdnica Estay Stange —haciéndose cargo de que el témino manipulacién evoca en su ‘origen I actividad transformadora de la mano— se preguntari si cl tiempo, o més bien nuestra configuracién de la emporalidad, ro es en el fondo el resultado de una experiencia sensible en Ia ‘que el cuerpo deja su huella. Uno de Ios sentidos de a antigua palabra espafola manteniente —“sin cesar” pervive en la ac- ‘wal palabra francesa maintenant —ahora— la cual sugiere que cl ahora es lo que la mano esti-teniendo 0, dicho de otro modo, el ahora es un pusiado o un manojo (manipulus) de tiem- po, Este aliora puede ser percibido como una experiencia de la dduracién o de Ia instantaneidad: un tiempo que se endurece 0 bbien se desvanece (como ocurre cuando la mano trata de retener un puiado de aire o de agua) o bien se ablanda —es decir: se

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