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CAPITULO PRIMERO. CIENCIA POLITICA, LA TEORIA DEL ESTADO 1. Definicién y campo de la Ciencia Politica.— 2 8u relacién con otras ciencias.—3. Nocién del Estado; sus atributos esenciales—4, Diferencia entre Estado, Sociedad, Gobierno y Nacién.— 5. El Estado y una fe comin.—é6. El Esiado ideal. 1, Definici6n y campo de la Ciencia Politica — Todo tratado de la Ciencia Politica debe comen- zar determinando el campo propio de esta ciencia, asi como su relacién con otras ramas del conoci- miento humano, de indole semejante. Es esto necesario por dos razones: radica la primera en que los términos ‘‘Ciencia Politica’? han sido usados con gran amplitud, por no decir ambigiie- dad, tanto en el lenguaje vulgar como en el cien- tifico; y consiste la segunda en que es muy intima la relacién que existe entre ella y otras ramas del eonocimiento, tales como la Jurisprudencia, la His- toria y la Economia Politica. Es necesario, por tanto, definir tan puntualmente como sea posible el cam- po propio de Ja Ciencia Politica e indicar su co- nexién con las otras ramas del saber, reservando para més tarde una definicién netamente cientifica. Bas- -5— tanos por ahora, como punto de partida, la bien cono- cida nocién, no obstante su insuficiencia, de que la Ciencia Politica trata del Gobierno. La palabra Go- bierno, usada en su sentido mds lato, reposa sobre la idea fundamental de control y obediencia; le- va implicita la idea de autoridad y también la de su- misién a esa autoridad; y de esta suerte evoca en nuestro 4nimo un fenémeno que casi puede conside- rarse coextensivo con la sociedad humana, como ac- tualmente existe, y cuyo origen se remonta al pasa- do, casi tan lejos como el origen de la Historia de las Sociedades Humanas. Reconocemos que si tra- tamos de seguirlo en los periodos remotos de la His- toria, se esfuma gradualmente hasta convertirse en un punto invisible; pero es ésta una caracteristica comin de todos los productos de la evolucién social. Los fenédmenos del Gobierno, tal como los ve- mos en el pasado y en el presente, estén muy lejos de mostrar una apariencia uniforme. Difieren eons- tantemente en su forma, difieren en su campo de accién y en sus fines, difieren m&s notablemente en los variables grados de su complexidad. Ad- viértense inmediatamente estas divergencias en el as- pecto concreto del Gobierno, comparando la ruda or- ganizacién que mantiene en floja conexién una tribu pastoral primitiva, la Ciudad-Estado de los grie- gos, el sistema feudal de la edad media y el intrin- eado mecanismo del Estado nacional moderno. En el fondo de estas variaciones que los diferentes ti- pos de organizacién humana ofrecen, existe el ele- mento comtin del Gobierno, sobre el que la Ciencia Politica se levanta. En todas las ramas de la cien- cia son las diversidades y no las semejanzas de los fenémenos observados las que ofrecen el principal motivo de especulacién. En el mundo fisico san las diversidades de forma, funcién y estructura entre las plantas y los animales, las que abren . —6— al bot&nico y al naturalista el campo de la inves- tigacién. Si todas las plantas y los animales fue- ran uniformes en sus maneras y en sus funciones, habriamos aceptado la semejanza como base angu- lar; pero la verdad es que no son las semejanzas las que dan estimulo inicial a las investigaciones del hombre. De la misma manera acontece en el dominio de las instituciones, donde la heterogénea y complexa apariencia de los fenémenos en cues- tién constituye la base de la Ciencia Politica. Su campo radica en el examen y el andlisis de las siem- pre variables formas de la humana organizacién, de las que forma parte integrante el elemento del control social. Surge en este punto una nueva analogia entre el estudio de nuestro medio fisico y de nuestro medio social. En cada caso se advierte que los fe- némenos observados estén en constante estado de cambio y de movimiento. Formas nuevas reempla- zan a las viejas, representando e] conjunto series escalonadas de ascendente complexidad, las cuales corresponden a funciones de ereciente complica- cién y a estructuras cada vez més elevadas. La vi- da en el mundo fisico, de simple y rudimentaria se transforma en diferenciada y complexa, dando lu- gar a que se desarrollen nuevos é6rganos destina- dos a desempefiar funciones cada vez m4&s importan- tes. En el mundo superorginico esté siempre en marcha de modo continuo el proceso de la evolu- eién social; y aqui también, en el campo de la Cien- cia Politica, hay etapas sucesivas de progreso, en Jas cuales la forma y el cardcter de las institucio- nes humanas producen incesantes alteraciones, en concordancia con las del mudable medio dentro del eual se desarrolla el crecimiento social. El‘ estudio de las formas de Gobierno debe, en consecuencia, en grado eminente, ser comparativo e hist6rico. —7— No debe contentarse con el anilisis de las institu- ciones polfticas, tal como ellas existieron en un pun- to dado del tiempo; debe tener en cuenta el proce- so de cambio y evolucién y las alteraciones del me- dio social e intelectual. Esto debe entenderse cuan- do se dice que las investigaciones de la Ciencia Po- litica son de cardcter dindmico y no de cardcter es- tatico, dirigidas hacia la racional interpretacién. de los movimientos y tendencias, asi como al ané- lisis del Estado y la estructura de las instituciones existentes. Debe tratarse del Estado que muestra el aspecto organizado de la comunidad, no solamen- te como un asunto de actualidad, sino también como un producto del pasado y como la base de la vida del porvenir. 2. Relacién con las otras ciencias—Aparece aqui la_conexién entre la Historia y la Ciencia Po- litiea, conexi6n que en cierto modo dificulta ex- presarse en términos precisos, que no den mo- tivo para que una de las dos asuma un caricter subordinado. Existe ciertamente de parte de los que cultivan la Ciencia Politica, la tendencia natural a ver la Historia eomo proporcionando solamente las materias primas; y la ten” icia igualmente natural de parte de los historiado a ver la Ciencia Poli- tica como una emanacién, como una excrecencia, pu- diéramos decir, de la Historia. Podemos decir sin- ceramente, que ambas contribuyen a su mutuo des- arrollo y son complementarias. La Ciencia Politica seria imposible sin la Historia; la Historia perderfa su principal significacién sin la Ciencia Politica. Los hechos histéricos — no todos ellos, sino solamente Jos que tienen alguna significacién en el estudio de las instituciones — constituyen una parte del cam- po de trabajo de la Ciencia Politica. No todo el cam- po, adviértase bien, porque la Ciencia Politica debe edificarse sobre cimientos éticos y psicolégicos. De —8— esta suerte, nos vemos tentados a emplear la termi- nologia de la légica, y decir que algo de la Historia forma parte de la Ciencia Politica. De aqui que en Jas subdivisiones de la Ciencia Politica, propuestas por algunos escritores, la ‘‘Ciencia Politica His- torica’’ o sea la historia de las imstituciones po- Iiticas es una rama de la materia principal. La. co- nexién entre estas ramas afines del conocimiento fué indicada por el Profesor Seeley, quien nos dice que la Ciencia Politica es el fruto de la Historia, y que la Historia es la raiz de la Ciencia Politica. Un eseritor americano reciente ilustré la afinidad de manera mas notable, diciendo que la Historia ofre- ce la tercera dimensién de la Ciencia Politica. Pero no debemos olvidar, al ocuparnos de la inti- ma interdependencia de estas dos ramas del saber, su diferencia esencial. La Ciencia Politica no tiene relacién alguna con la Historia en su aspecto pura- mente narrativo, no tiene interés en la mera acumu- lacién de ejemplos; no tiene interés alguno en los aspectos econémicos de la Historia, de carécter mi- litar 0 comercial, como tales; los cuales solamente llegan a revestir importancia para el estudiante de la Ciencia Politica, cuando afectan la evolucién del control social organizado y en cuanto le sirven para . dilucidar la naturaleza del Estado. La Ciencia Po- litiea ve hécia la Historia para procurarse los ma- teriales de su estudio, pero siempre de modo ecléc- tico o selectivo, coordinando los hechos hAcia el fin de sus miras especiales. En tal virtud, la Historia de las Colonias puritanas de la América del Norte es de interés primordial para el estudiante de la Ciencia Politica porque ilustra el desarrollo del Go- bierno democratico, la aplicacién progresiva de los principios federales de consolidacién politica, las relaciones de la Iglesia y el Estado, y la evolucién de las constituciones eseritas. La vida econdmica ~9— de las colonias es de interés indirecto y secundario; las controversias religiosas de ese periodo, los as- pectos romanticos de su historia, las relaciones re- ciprocas de los colonos y de los indios, las modifi- caciones de maneras, de expresiones y de vestidos causadas por el nuevo medio, tienen poca impor- tancia en el campo de los problemas de la Ciencia Politica, Igualmente, el dominio del historiador tie- ne claras limitaciones. El Doctor Georg Jellinek circunscribe precisamente el campo de la Historia en los términos que siguen: ‘‘La Historia nos pre- senta no solamente hechos, sino la relacién causal que liga esos hechos. Difiere, sin embargo, de las ciencias teéricas, en que siempre examina casos con- eretos de causa y efecto; nunca tipos y leyes abs- tractas. Si el historiador emprende este examen, traspasa los limites de su propio campo y se con- vierte en filésofo de la historia 0 sea en un sociélo- go.”’ Es verdad que ningin historiador iré volun- taria y conscientemente hacia este aspecto de la Historia, que es el mas alto; pero no hay ciencia que ofrezca a sus adeptos completa satisfaccién. La Ciencia Politica esté también en relacién es- trecha con la Economia Politica. El objeto de la Ultima es investigar ‘‘la actividad del hombre en pos de la riqueza.’’ Trata de la produccién y dis- tribucién de la riqueza bajo la influencia de ambas fuerzas: la material y la psicolégica. A medida que la produccién y la distribucién de la riqueza ma- terial quedan mds y mas sometidas a la forma exis- tente de Gobierno y a las bases institucionales de la vida econémica, el estudio de la Economia Po- litica adquiere una relacién cada vez mas intima eon la Ciencia Politica. Se sostiene que el sistema de la escuela inglesa de economistas cl&sicos, por ejemplo, deriva de los postulados originales de la propiedad privada individual, de la libertad de con- —10— tratacién sometida a la sancién social, y de la mo- vilidad de las capas de la sociedad, a cubierto de toda influencia ajena a la de las fuerzas no eco- némicas. Es verdad también, reciprocamente, que las instituciones politicas son afectadas en gran manera por circunstancias econémicas. La forma particular de Gobierno existente en determinado pe- riodo de tiempo y en determinado lugar, asi como la direceién y Ia extensién de su actividad, depen- den en mucho de la vida econémica de la comuni- dad de que se trate. De esta suerte, debemos pen- sar que las instituciones politicas de una tribu pas- toral migratoria difieren de las de una comunidad que deriva su existencia de cierta forma determi- nada de agricultura, al paso que cada una de ellas difiere en la forma y cardcter de su Gobierno, de una poblacién manufacturera establecida en las grandes ciudades. El Estado, en una palabra, esta condicionado por el medio econémico que le ro- dea. No solamente la ciencia econémica y la politi- ca viven en estrecha relacién por lo que toca a sus bases fundamentales, ya que muchos asuntos espe- eificos de investigacién pertenecen en cierta medi- da a cada una de ellas. Tales asuntos, como el con- trol social del monopolio, el manejo de los ferrocarri- les por el Gobierno y la propiedad municipal de todo euanto concierne a los servicios pblicos, presenta a la par que un aspecto econdmico un aspecto poli- tico. El problema del economista tiene por elemen- tos la eficiencia econdémica y la distribucién equita- tiva; el problema del estudiante de Ciencia Politi- ca es una cuestién de organizacién administrativa. Podemos diseutir brevemente la relacién que la Ciencia Politica tiene con otras varias ramas. El Derecho Constitucional, el anélisis de la organiza- cién de un Estado particular en una época deter- minada, pareceria mejor clasificado como una sub- i divisién de la Ciencia Politica, ya que, como es evi- dente, ocupa en comunidad con ella un ancho cam- po. Pueden variar las opiniones sobre si el Dere- cho Internacional, que trata de la relacién de los Estados entre si, debiera clasificarse como una ma- teria comprendida en dicha cieneia o considerar- se como ligado con ella por parentesco o afinidad. Pudiera decirse que a medida que las relaciones in- ternacionales se desarrollan dentro de la fijeza de un verdadero Derecho Internacional—un Cédigo sancionado por una autoridad reconocida—el Dere- cho Internacional entra en los dominios de la Cien- cia Politica. Finalmente, debemos mencionar la po- sicién relativa de la Ciencia Politica y la Sociolo- gia, la altima de las cuales debe considerarse como un campo comprendido dentro de otro campo més extenso y general. La Sociologia no solamente trata de lgs comunidades organizadas, sino también de las comunidades en las cuales el elemento de con- trol social esté ya débilmente diferenciado. Con- cierne no solamente a las relaciones legales y suje- tas a coaccién, del hombre con sus semejantes, sino también a la evolucién, al estado de las costumbres, maneras, religién y vida econémica. Es de la més alta importancia observar que la Sociologia no so- lamente trata de las actividades sociales conscien- tes, sino también de las inconscientes. Debe consi- derarse quizi como una cuestién pendiente de re- solverse, la de saber hasta dénde se puede consi- derar esa ciencia como algo més que un grupo de subdivisior como un simple nombre, para emi- tir una especie de opinién general con respecto al medio social que envuelve al hombre, tomado de los estudios especiales que se han hecho acerca de la materia. Ciertamente que segtin el criterio de mu- chos de sus expositores, parece perder en intensi- dad lo que gana en amplitud. Sin embargo, si acep- —12— tamos la “‘Ciencia de la Sociedad’’ en sus propios términos, deberemos considerar que ineluye la Cien- cia Politica como una de sus subdivisiones. Se puede proceder sobre esta base a otra definicién formal de Ciencia Politica que sea mas aceptable, sirvién- donos de la férmula de Paul Janet: ‘‘La Ciencia Politica es aquella parte de la Ciencia Social que trata de las bases fundamentales del Estado y de los principios del Gobierno.’? Ademas de ésta, po- demos aceptar la definicién de J. K. Bluntschli, que muestra especial atencién hacia la naturaleza dind- mica del estudio respectivo: ‘‘La Ciencia Politica es la ciencia concerniente al Estado, que tiene por objeto entender y comprender el Estado, dentro de sus propias condiciones, segin su naturaleza esencial, sus varias formas y manifestaciones y su desarrollo’’. 3. Lo que debe entenderse por Estado; sus atri- butos esenciales.—La Ciencia Politica, en consecuen- cia, trata del Estado y es en breves palabras, se- gin se le ha Mamado frecuentemente, la ‘‘Teoria del Estado.’’ La palabra ‘‘Estado’’ es suficiente- mente familiar para que la hayamos usado sin ex- plicacién alguna y ya es tiempo de hacer un anilisis més cuidadoso acerca de la exacta significacién que tiene. El examen del sentido vulgar en que se usa la palabra, acusa inmediatamente una ampli- tud considerable en su empleo. De esta suerte, cuan- do hablamos de los diferentes ‘‘Estados’’ de la cris- tiandad, o nos referimos a Francia, Alemania, ete., como los Estados principales de Europa, la palabra parece corresponder mds o menos a los términos pais, poder internacional, ete. Cuando hablamos de Jas relaciones existentes entre la “Tglesia y el Es- tado”’ no hacemos referencia alguna a los nego- cios internacionales; la idea implicita es m4s bien Ja de asociacién u organizacién. Cuando usamos otra —13— vez la palabra como en la siguiente frase: ‘‘El in- dividuo y el Estado’”’ (titulo de una obra reciente acerca de Ciencia Politica, ya mencionada) o en el titulo de un libro de Herbert Spencer ‘‘El Indivi- duo contra el Estado,’’ la palabra se emplea muy claramente para expresar un contraste entre el ciu- dadano individuo y el aspecto colectivo de la co- munidad. Finalmente, en frases como éstas: ‘el’ Estado ayuda a los pobres,’’ ‘‘el Estado controla los ferrocarriles,”’ etce., no se piensa de manera prin- cipal en la comunidad, colectivamente, como el me- canismo especial o las medios de accién organizados por medio de los cuales la comunidad obra. Fuera de los diferentes elementos aqui conside- rados, podemos formar una concepcién exacta de lo que por Estado se entiende, en el lenguaje técni- eo de la Ciencia Politica. Comprende como facto- res de los cuales se compone: L—Un territorio. I—Una poblacién. TII.—Unidad. IV.—Organizacién. Examinemos brevemente cada uno de estos ele- mentos. No puede haber Estado sin un territorio defini- do. Los judios diseminados en extranjeras tierras, que no ocupan ni controlan un territorio particu- lar, no constituyen un Estado. El Profesor Holland en la definicién que da en sus ‘‘Elementos de Ju- risprudencia,’’ habla de una ‘‘numerosa reunién de seres humanos que ocupan generalmente cierto te- rritorio.”? Pero nos parece conveniente insistir en que es necesaria la idea de tierra. Es igualmente ne- cesaria una poblacién, pues es inttil decir que una porcién deshabitada de la tierra, en si misma con- —-i— siderada, puede formar un Estado. El tércer re- quisito se refiere a la unidad, término por medio del cual tratamos de expresar que el territorio y la poblacién a que nos hemos referido no deben formar parte de una unidad politica més grande, ni debe el territorio contener una o varias porcio- nes, que si bien formen geogr&ficamente una parte de él, no le pertenezean politicamente. La isla de Haiti es una unidad geogr4fica, pero estando divi- dida en dos reptblicas independientes una de la otra, Haiti y Santo Domingo, no presenta la uni- dad que se requiere para constituir un Estado. De la misma manera, los diversos Estados de la Unién Americana no son Estados en el sentido técnico de la palabra, toda vez que cada uno de ellos forma parte de la unidad politica conocida con la denomi- nacién de Estados Unidos. Los Estados Unidos en su totalidad constituyen un Estado, pero el Estado de Massachusetts no es un ‘‘Estado.’”’ El requisito final, relativo a la organizacién, debe ser cuidadosa- mente estudiado. Aun concediendo que haya un te- rritorio y una poblacién sin liga alguna con el res- to del mundo y que en cierto sentido tenga unidad, todavia no seré un Estado. Imaginemos por ejem- plo que ‘‘una numerosa reunién de seres humanos’’ para usar la frase del Profesor Holland, apareciera en alguna isla desierta que no perteneciera a Go- bierno alguno existente, ni fuera controlada por él, En este caso supuesto, tendriamos tierra, poblacién y unidad, pero careciendo los habitantes de cohesién. o de eonexién, no formarian un Estado. Imagine- mos, sin embargo, que estos habitantes, en su ca- racter de seres humanos acostumbrados a vivir bajo la aecién de un Gobierno organizado, conviniesen en formar ellos mismos un solo cuerpo e invistie- sen de autoridad para el control de todos, a alguno’ de sus miembros: aun no tendriamos un Estado. —tb— Para imaginar un orden de cosas completamente diferente, supongamos que cierto namero de los ha- bitantes de esa agrupacién fuesen aptos por su fuer- za fisica superior o por su astucia para reducir a los otros a la sumisién, de manera que se estable- cieran relaciones de control y obediencia: tampo- co tendriamos un Estado en el caso supuesto. No es necesario que la organizacién requerida para que se constituya un Estado se establezca por mutuo consentimiento o por otro medio de naturaleza se- mejante. El mero hecho de que exista la obediencia organizada a un superior, en la que intervenga la fuerza, constituye el requisito indispensable. Cual- quiera forma de despotismo o tirania que llene es- tas condiciones establece un Estado politico, de la misma manera que si se tratara de un Gobierno que derivara su autoridad de la aquiescencia general. Tal es la naturaleza del Estado. Como defini- ciones formales podemos citar las siguientes: ‘‘un Estado es un pueblo organizado por la ley dentro de un territorio definido.’’? (Woodrow Wilson). Se llama Estado al cuerpo o comunidad que conforme a leyes permanentes y por medio de los érganos que éstas crean, administra justicia dentro de cier- to territorio bien delimitado. (Theodore Woolsey). Una definicién mejor preparada, cuya plena signi- fieacién y aleance aparece en nuestro capitulo re- lativo a la soberanfa, es la siguiente del Profesor Holland: ‘‘Un Estado es una numerosa reunién de seres humanos que ocupan generalmente cierto territorio, en la cual la voluntad de la mayoria o de una clase privilegiada de personas prevalece por razén de la fuerza de esa mayoria o de esa clase, contra cualquiera de sus miembros que se oponga. 4. Distincién entre Estado, Sociedad, Gobierno y Nacién.—Ser4 mas preciso el significado que tie- ne la palabra Estado si se le distingue de Sociedad, _—l6— Gobierno y Nacién. El término Sociedad no se re- fiere a ocupacién territorial; se refiere al hombre solo, en si mismo considerado y no al medio que le rodea; pero refiriéndonos al hombre, su significado es mucho m4s amplio que el de Estado. Se aplica a todas las comunidades humanas, lo mismo a las or ganizadas que a las no organizadas, y motiva no so- lamente las relaciones politicas por virtud de las cuales se inclinan los hombres a vivir juntos, sino también la serie total de las relaciones y actividades colectivas. El estudio de la Sociedad envuelve el estudio de la religién del hombre, de las institucio- nes domésticas, las actividades industriales, la edu- eacién, el delito, etc. El término Gobierno, por otra parte, es menos amplio que el término Estado. Se refiere a la persona o grupo de personas (que en ‘una comunidad moderna es muy numeroso) en cu- yas manos se pone la organizacién del Estado para la funcién del control politico. Se usa la palabra algunas veces para indicar a las personas mismas; otras veces abstractamente, para indicar la clase Y composicién del grupo que controla. El Ciudada- no de una comunidad es una parte del Estado, pero no una parte del Gobierno. El término, por otra parte, no se refiere al territorio. Esta distincién ser&é mas clara y evidente a la luz de nuestros co- mentarios subsiguientes acerca de la soberania. Es necesario observar, después, que la nacién y el Estado son dos concepciones diversas. El tér- mino nacién, aunque usado en sentido lato frecuen- temente, propiamente hablando corresponde a un significado racial o etnogrdfico. Indica un cuerpo de pueblo—los alemanes, los franceses, los hinga- ros, ete.,—unido por la descendencia comin y por on lenguaje comin; pero tales divisiones en mane- ra alguna coinciden con las divisiones politicas en Estados, del mundo civilizado. Austria-Hungrfa —17— eonstituye un solo Estado, pero su poblacién esté formada de miembros que pertenecen a muchas ra- zas diferentes. La divisién politica del mundo ci lizado en Estados se entrelaza con la divisién en ra- zas, aunque algunas veces las unidades politicas— eomo en el caso de la moderna Francia—easi coin- eiden con las etnograficas. La relacién entre la organizaci6n politica y la nacionalidad ha sido siem- pre variable. En'el mundo clasico, en los Estados- Ciudades de la antigua Grecia e Italia, el parentes- ceo entre los ciudadanos se consideraba como un fae- tor elemental en la composicién del Estado. En la antigua Atenas y en Esparta las personas de extran- jera raza no se consideraban como miembros de la comunidad politica. De aqui que en el pensamiento politico de la Grecia clasica, se limitara la eoncep- cién de Estado a una pequefia 4rea ocupada por per- sonas de la misma raza. En el mundo romano la con- eépcién original de una Ciudad-Estado con nacio- nalidad comin, se transformé merced al proceso de absorcién y conquista, en una concepcién mas am- plia de un Estado tan grande como el mundo y de una soberania universal: en este caso la nacionali- dad se pierde de vista. Por virtud de la ley de eman- cipacién general del Emperador Caracalla, los ex- tranjeros de las provincias subyugadas fueron re- conocides como ciudadanos del imperio universal. Esta concepeién, como veremos en un capitulo si- guiente, sobrevivié por largo tiempo como base de la politica europea, aunque solamente como una si- lueta proyectada por el Santo Imperio Romano, que ha desaparecido ante otras concepciones polfti- eas. El Feudalismo trajo consigo la nocién de una soberania territorial y de una supremacia dinds- tica. Un Estado llegé a coincidir con el dominio que sobre su propiedad tenfan un sefior feudal particu- lar y sus descendientes, sin relacién con las nacio- —18— nalidades de los pueblos sujetos. Se formaron Es- tados con comunidades de nacionalidades diversas, por herencia, cesién o matrimonio de sus soberanos. Podemos citar como testimonio de ésto, la sobera- nia de Enrique II sobre Anjou, Aquitania, etc.; la pretensién de Eduardo III a la Corona de Francia; y en fecha posterior el imperio de Carlos V, quien hered6 Borgofia, Espafia, parte de Italia y varios territorios austriacos. Acompaiié a esta fusién po- litica, una fusién de lenguas, de la que es ejemplo la moderna Francia. En el curso del siglo XIX, la idea de nacionali- dad se arraigé fuertemente, como base fundamental de la organizacién del Estado. El gran movimiento politico que fue consecuencia de la revolucién ame- ricana y de la revolucién francesa, produjo un in- tenso movimiento nacional en muchas partes de Europa. Bajo su influencia, la moderna Italia se convirtié (1815 a 1870) en un Estado Nacional. Ale- mania asumié una forma nacional definida en el moderno imperio alemén (1871) cuyos limites sin embargo no son idénticos a los de la regién que ocupa el pueblo aleman. En otros paises—Austria- Hungria, Irlanda,—se produjo el mismo movimien- to en forma abortiva, mientras las modernas ope- raciones del paneslavismo, del pangermanismo y de la Italia Irredenta, vislumbraron la parte que la na- cionalidad tiene en la organizacién de los Estados del porvenir. La nacionalidad comin es por consi- guiente, si no un requisito actual en Ja composicién del Estado, como existe ahora, un factor poderoso de su formacién. 5, El Estado y una fe comin.—En varios perfo- dos de la Historia del mundo encontramos la idea de que la existencia de una fe religiosa comin entre los miembros del Estado es esencial para su exis- tencia. Tal fue el elemento dominante en la compo- —1i9— sicién de la antigua teocracia judia. Durante el pe- riodo de la Reforma en Europa, el pensamiento he- rético se consideré tanto por las monarquias protes- tantes como por las catdélicas, como un delito con- tra el Estado y se castig6 como tal. En las Colo- nias puritanas teocriticas de América (Massachu- setts y New Haven), solamente los miembros de la Iglesia fueron admitidos al principio, al ejercicio de los derechos politicos. Con el desarrollo de la doctrina sobre la tolerancia religiosa, tales ideas dejaron de existir. La autoridad civil y el vineulo ci- vil entre los ciudadanos se deslig6 de su religién. En muchos paises, sin embargo, las Iglesias existen- tes sostenidas por el Estado, permanecen como la supervivencia histérica de las viejas ideas. 6, El Estado ideal—En nuestros anteriores co- mentarios hemos tratado del Estado como actual- mente existe, ne del Estado como podria ser, si se Je considerara en su forma perfecta. Tal es la distin- cién que hacen los escritores alemanes entre la con- cepcién y la idea del Estado. La concepcién del Es- tado en determinado periodo histérico se encuentra en los atributos comunes de los Estados actualmen- te existentes. La idea, por otra parte, es el ideal de la forma perfecta a la cual ningim Estado de nues- tros dias se aproxima siquiera. Este ideal ha variado de una edad a otra. El ideal para los griegos radicaba en la forma perfec- cionada de la Ciudad-Estado. En nuestros propios dias ha servido el Estado-Nacién para dar cuerpo a una organizacién politica privada. Pero se conci- be un ideal mds amplio en la forma del Estado-mun- do o sea del Estado universal. —20—

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