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Escrito por: Profesor Mario Orellana R.

Premio Nacional de Historia 1994


Asesor ciclo Historia Universal
Las antiguas civilizaciones americanas
Cuando los españoles tropezaron con el continente americano en su camino hacia las
Indias, hallaron sociedades sumamente complejas, incluso comparables a las europeas.

Eran estados fuertemente organizados, con grandes territorios, poblaciones y ejércitos.


También tenían clases sociales definidas y avanzados sistemas de producción. Practicaban sus
propias religiones y sus centros urbanos superaban en tamaño a las ciudades más importantes
de Europa.

Los mayas: una cultura adelantada

Si bien no está claro su origen -se cree que provenían del sur del actual Estados Unidos-,
este pueblo consiguió, a través de su historia, avances notables en las matemáticas,
astronomía y arquitectura, por nombrar algunas áreas donde destacaron.

Los mayas eran en realidad una serie de grupos étnicos y lingüísticos, entre los que estaban
los huastecas, los tzental-maya y los tzotzil.

Testigos de sus comienzos fueron las tierras altas correspondientes a lo que es hoy
Guatemala, el sur de Chiapas, el norte de El Salvador y el noroeste de Honduras.

Esta etapa, llamada formativa o preclásica, habría comenzado entre los años 2000 y 1500 aC.
Durante ella y bajo la influencia de la civilización olmeca -situada en la costa del Golfo de
México- edificaron las primeras aldeas y centros ceremoniales, templos de madera, y
practicaron una agricultura primitiva.

El máximo desarrollo de esta civilización se dio en la zona central durante el período clásico
(siglos III al IX dC.). En las actuales tierras bajas de Guatemala, Belice, el oeste de Honduras y
las selvas de Tabasco, Campeche y Chiapas en México, hicieron grandes avances,
particularmente en la religión y creencias, la ciencia y la arquitectura.

Durante el siglo IV, los mayas iniciaron su expansión territorial por el oeste y el sudeste,
donde fundaron las ciudades de Palenque, Piedras Negras y Copán. Más tarde se dirigieron al
norte, incorporando el territorio de la península de Yucatán.

Durante la segunda mitad del siglo VIII alcanzaron su mayor desarrollo cultural, que se aprecia
en las ruinas de los templos de Tikal, Palenque y Copán, así como en una gran cantidad de
estelas, con relieves jeroglíficos, y en una colorida cerámica figurativa.

Política y sociedad

Su imperio estuvo formado por un conjunto de ciudades que no estaban unificadas en un


Estado central, ya que tenían instituciones y costumbres propias. Al mando de estas ciudades-
estado estaban los Halach Uinic ("el verdadero hombre"); después venían los jefes locales,
consejeros, magistrados, otros funcionarios, la clase sacerdotal, comerciantes, artesanos,
campesinos y al último, los esclavos. Los de menor importancia eran los prisioneros de guerra,
que usaban para realizar sacrificios humanos en honor a sus dioses, en especial durante el
período posclásico.

La clase sacerdotal, regida por el sumo sacerdote (Ahuacán), tenía un gran poder, ya que solo
ellos conocían el desarrollo de las estaciones y los movimientos de los astros, de gran
importancia en la vida económica maya.

La religión

Al igual que otras culturas prehispánicas, los mayas eran politeístas; es decir, creían en varios
dioses, a los cuales jerarquizaban y relacionaban con distintos elementos o situaciones.

El creador del mundo era Hunab Ku, único dios existente, que después pasó a ser un dios
ocioso. Su hijo Itzamná, con forma de serpiente, presidía a los demás dioses.

Otro dios serpiente, pero emplumada, fue Kukulcán. Era el garante de la descendencia real,
y su imagen en forma de cetro era usada por los soberanos. Otros dioses fueron Chaac (dios
de la lluvia) e Ixchel (diosa de la Luna).

Los aztecas: los amos supremos


En 1519, el imperio se componía, según los documentos indígenas, de 38 "provincias",
entidades económicas más que políticas, sometidas a pagar un impuesto o tributo, el cual
constituía la base de la riqueza azteca.

En 1519, cuando los conquistadores españoles llegaron a sus tierras, la lengua y religión de los
aztecas o mexicas se imponían en la mayor parte de México, desde el océano Atlántico hasta
el Pacífico, y de las estepas del norte hasta Guatemala.

Sus comerciantes recorrían el país con sus caravanas, en todas las direcciones. En las
fronteras, sus milicias mantenían controladas a las poblaciones rebeldes. Y en Tenochtitlán
(México), su capital, la arquitectura y escultura habían alcanzado niveles extraordinarios,
desarrollando el lujo en todo orden de cosas.

Sin embargo, sus comienzos habían sido oscuros y difíciles. Solo se sabía que habían llegado
del norte, durante el siglo XIII, a México central.

Sus difíciles comienzos

Luego de sufrir numerosas contrariedades, los aztecas se refugiaron en los islotes de una zona
pantanosa al oeste de la gran laguna de Texcoco, en lo que es hoy ciudad de México, al
centro sur del país. Según la leyenda, fue su dios Huitzilopochtli quien habló en 1325 al gran
sacerdote Quauhcoatl (serpiente-águila) para que construyeran su templo y ciudad “en medio
de los juncos, entre los cañaverales”, sobre una isla rocosa donde vieran “un águila que
devoraba a una serpiente”. Luego de buscar, Quauhcoatl y sus sacerdotes encontraron las
señales y edificaron una sencilla choza de cañas en el lugar, el que sería el primer santuario
de Huitzilopochtli y centro de la futura ciudad de Tenochtitlán.
El corazón del imperio

En 1519, el imperio se componía, según los documentos indígenas, de 38 “provincias”,


entidades económicas más que políticas, sometidas a pagar un impuesto o tributo, el cual
constituía la base de la riqueza azteca. Se trataba de un rompecabezas de pequeños estados
muy diferentes en cuanto a sus lenguas y etnias, en su mayoría autónomos, bajo el poder
militar de una triple alianza integrada por las ciudades de Tenochtitlán, Texcoco y Tlacopán.
Sin embargo, quien ejercía el verdadero poder era la primera, bajo el control de los aztecas.

Sociedad azteca

Entre los siglos XIII y principios del XVI, la tribu original azteca se había transformado en una
sociedad jerarquizada, de estructura compleja, dirigida por un estado que tenía a su
disposición todo un aparato administrativo y político.

Algunos de los integrantes de la sociedad aztecas eran:

- los dignatarios o tecuhtli. Poseían elevadas funciones militares o civiles, y entre ellos se
contaba el propio emperador;

- los sacerdotes, siendo su jerarquía coronada por dos, equivalentes en título y poder,
llamados Serpientes de Plumas. Uno de ellos estaba consagrado al dios solar azteca
Uitzilopochtli, y el otro a la vieja divinidad del agua y de la lluvia, Tlaloc;

- esclavos o tlatlacotin, los que podían ser de diferentes tipos, como los prisioneros de
guerra, sentenciados a ser sacrificados en las grandes ceremonias, o los que se habían vendido
voluntariamente después de haberse arruinado en el juego o por el alcohol. Sin embargo,
podían poseer bienes e, incluso, otros esclavos.

A pesar de esta estructura compartimentada, todo hombre, por más humilde que fuera, podía
llegar a ocupar los más altos cargos.

El tlatoani

Durante los primeros reinados, los aztecas elegían a su soberano o tlatoani a través de una
asamblea general de guerreros. Pero al crecer la ciudad y los territorios conquistados, fue la
oligarquía militar y sacerdotal la que controló este colegio electoral.

Si bien el poder del emperador -que tenía una contraparte denominada ciuacoatl, con sus
mismas atribuciones-, era considerado divino, también tenía responsabilidades,
especialmente en dos aspectos: cumplir sus obligaciones con los dioses y proteger al pueblo
azteca.

Un pueblo religioso

La religión de los aztecas se había enriquecido y complicado debido a sus contactos con los
pueblos sedentarios y civilizados del centro de México, y los que con posterioridad cayeron
bajo su dominio.
De su pasado, mantenían su adoración por Uitzilopochtli, dios guía de la tribu, que
representaba al Sol de mediodía. Otro dios tan importante como el anterior, fuera del ya
mencionado Tlaloc, era Tezcatlipoca, quien era el símbolo de la Osa Mayor y del cielo
nocturno. El dios del fuego también era relevante en el panteón azteca. Se le llamaba el
Señor de la Turquesa y habitaba en el hogar de cada casa.

Asimismo, la divinidad de los mayas, Quetzalcóatl, también era venerado por los aztecas,
pero ahora correspondía, junto con su gemelo Xolotl (dios-perro), a la noción de muerte y de
resurrección y era, por excelencia, el dios de los sacerdotes.

Los Incas: el imperio de las alturas


Los más de diez millones de aborígenes incas estaban repartidos en los Andes Centrales y
a lo largo de la costa del océano Pacífico en América del Sur. Hablamos de un territorio
que abarcaba lo que es actualmente Ecuador y Perú, el norte y centro de Chile, el oeste
de Bolivia y el noreste de Argentina.

Aunque el imperio inca solo duró un siglo, este tiempo fue suficiente para que constituyeran
una unidad política y cultural de más de diez millones de aborígenes, repartidos en los Andes
Centrales y a lo largo de la costa del océano Pacífico en América del Sur. Hablamos de un
territorio cercano a los 4.000 km de longitud en sentido norte-sur, y casi 500 km de anchura
en promedio, que abarcaba lo que es actualmente Ecuador y Perú, el norte y centro de Chile,
el oeste de Bolivia y el noreste de Argentina.

Civilizaciones precedentes

La diversidad geográfica del territorio inca -costa, sierra o cordillera y montañas- y el relativo
aislamiento local facilitaron los desarrollos regionales. Por lo mismo, no existe valle que no
haya sido asiento de diferentes culturas, algunas de las cuales te mencionamos a
continuación.

Luego del poblamiento de América (30.000 aC.) y de la transformación de los pueblos de


nómades a sedentarios (ver glosario) en los Andes Centrales (4.000 a.C.), surge el pueblo de
Chavín de Huantar, una pequeña villa de los Andes en el norte del Perú, a 3.200 metros de
altura. Su importancia radica en que ayudó a unificar por primera vez las culturas andinas,
aunque más en el ámbito artístico y religioso que en el político.

Alrededor del 300 aC. comienza el declive de Chavín y empiezan a formarse los reinos Moche,
Nazca (ver recuadro), Tiahuanaco y Huari.

• Los moche o mochica fueron un pueblo agrícola de tradiciones pesqueras y tenían una
compleja organización social.
• Ubicada cerca del lago Titicaca, a 4.000 metros de altura sobre el nivel del mar, se
desarrolló la civilización de Tiahuanaco. En su apogeo construyeron templos y palacios que
embellecieron la ciudad.
• Paralelamente a la expansión de Tiahuanaco, otro centro, Huari, inició la conquista de
territorios vecinos. Actuando conjuntamente, ambos volvieron a unir, cultural y
políticamente, las sociedades regionales de la zona.
Una vez rota la cohesión lograda por Tiahuanaco-Huari, surgen el reino Chimú en el norte, y
el Inca en el sur, imponiéndose este último por la fuerza.

Aparecen los incas

Los incas fueron una tribu que llegó al Cuzco (también escrito Cusco o Qosqo y que significa
en idioma quechua “ombligo del mundo”) alrededor del 1.200 dC. Probablemente procedían
del sur, y de alguna forma su emigración debió estar conectada a la desintegración urbana
que siguió a la caída de Tiahuanaco.

Establecidos en el Cuzco, los incas inauguraron una dinastía cuyo primer rey, Manco Cápac, es
señalado por las leyendas como fundador de la raza. Tomó por mujer a su hermana Mama
Ocllo, iniciando una costumbre que se mantendría hasta el último emperador. Las siguientes
dinastías se sucederían en pequeños reinados hasta el año 1438, cuando Pachacutec, hijo de
Viracocha, vence a los chancas. Este hecho posibilita una gran expansión militar,
incorporando a la mayoría de los grupos culturales de la zona y dando nacimiento al
Tahuantinsuyo, el imperio inca.

Gobernantes divinos

El imperio incaico estaba firmemente dominado por una teocracia sagrada e inviolable. El
Inca, máxima autoridad política y religiosa, se consideraba hijo del Sol. Gobernaba asistido
por una aristocracia selecta, llamada orejones, a causa de los adornos que deformaban sus
orejas; además, se consideraba nobles a los generales y a los altos oficiales.

Bajo esta aristocracia se encontraban los kurakas (o curacas), los señores. En una posición
privilegiada se hallaba también la clase sacerdotal, integrada por el willaq uma (cabeza
sagrada), las aqllas o escogidas y los sacerdotes. Luego, formando la base de esta pirámide
social, estaba la masa del pueblo, dividida en llacta runa (originarios) y mitimaes
(trasplantados de otras regiones o pueblos). Fuera de estas clases se encontraban los
yanacunas o yanaconas (literalmente: los esclavos).

La agricultura era la base fundamental de subsistencia. El poder central, fuerte como era, fue
capaz de encauzar el enorme trabajo tributario hacia el desarrollo de canales, terrazas y
acueductos, multiplicados incesantemente. Las cosechas de maíz, papas y otros artículos
alimenticios se incrementaron por el uso de abonos y el aporte de la taclla, especie de arado
que se manejaba con el pie.

No había propiedad privada. Los campesinos debían laborar primero en las tierras asignadas al
Inca y a los dioses, cuyas cosechas se almacenaban en bodegas gubernamentales, destinadas a
alimentar soldados, burócratas y artesanos.

El trabajo de realizar censos, en los que se basaban todas las decisiones imperiales,
correspondía al quipu-kamayoc, quien disponía solo del quipu para llevar tales
contabilidades.

No robar y no mentir

El estado incaico estableció tres preceptos morales fundamentales: Ama Suway, Ama Qella y
Ama Llulay, que significa no robar, no ser ocioso, no mentir.
Generalizó el culto al Sol (Inti), al que acostumbraban representar por un gran disco de oro
circundado de rayos. Igualmente adoraban a la Luna (Mama Quilla), así como a divinidades
que simbolizaban a otras fuerzas de la naturaleza, como truenos, estaciones, etc.

En el comercio, aplicaron el trueque de productos en pequeña escala. Organizaron la


explotación de las minas y trabajaron el oro, el cobre, la plata, el bronce, el estaño y el
plomo. En la textilería produjeron obras maestras, y la cerámica alcanzó un notorio
desarrollo.

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