Un rostro adusto y amargo, enfermo, Gris como el triste invierno medieval En un convento benedictino, La reemplaz, usurp su divina vitalidad. Este conden las almas a la seriedad y la abstinencia. Un sicpata consolaba las penas y las aflicciones De seres empujados al dolor! El armonioso cuerpo guerrero, Acariciado con ungentos y perfumes, Orgulloso en pblico y en privado, Desnudo en la contienda se adelantaba! Fue, adems de ser condenado, Envuelto en gruesos y OSCUROS mantos malolientes. La fiesta q celebra la fatalidad de lo inexorable Desterrada, aplastada, humillada qued. En su lugar, Largas ceremonias funerarias destinan al hombre. El nio se qued dormido En el momento en el que su cuerpo Fue elevado para el sacrificio. Guantes de lino blanco, Un pecho femenino se enmarca en sugerente escote, Pero su rostro y su cabello van envueltos en LUCTUOSO velo, Apartados de la mirada de los querubines. CARLOS LELIAN, 17 de agosto de 2009