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FORMACIÓN DEMOCRÁTICA
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Formación Democrática Sergio Martyniuk Barán
FORMACIÓN
DEMOCRÁTICA
LA CONSTITUCION PARAGUAYA
Derechos
Garantías
Instituciones
Valores éticos-morales
PRÓLOGO:
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Formación Democrática Sergio Martyniuk Barán
AGRADECIMIENTOS
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Formación Democrática Sergio Martyniuk Barán
Ojala que estos apuntes sirvan no sólo como texto de estudio para los
alumnos como material de consulta y de apoyo a los profesores que buscan formar
la conciencia cívica democrática de la niñez y juventud paraguaya y afianzar en
ellas los valores ético-morales, que tanto reclama el país.
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Jules Michelet.
“La democracia ha sido siempre más un conjunto de reglas de conducta para la convivencia social
y política, que una forma de gobierno propiamente dicha”
Sánchez Viamonte.
“Necesitamos hacer de toda la República una escuela, donde todos aprendan, donde todos se
ilustren, y constituyan así un núcleo sólido que pueda sostener la verdadera democracia”
Domingo F. Sarmiento.
“... cuyo currículum realmente tiene como fuerte preparar al ciudadano, desarrollar capacidades
que hacen a la formación de un ciudadano que pueda participar mejor en un país, en un ambiente, en una
sociedad que hoy todavía no es democrática. Es un país que está un poco preparando o creando las
condiciones, educando, también educándose, auto educándose, para la participación democrática (....),
Entonces, cuando cambia el escenario y el país se abre hacia un proceso de democratización, de una
convivencia que tiene pautas diferentes, también se supone que la educación tiene que adecuarse a ese
nuevo escenario y a las nuevas exigencias de una sociedad que quiere ser democrática. Por eso se trabajó
en la implementación de la Reforma (....) porque había que formar un tipo de ciudadano, un tipo de niño,
de joven y un tipo de hombre diferente...”
“... otro punto importante es que los mismos docentes no tienen la más mínima formación ética y
ciudadana (....), muchos docentes ni siquiera saben qué son derechos, qué son obligaciones y qué son
garantías, e incluso en el bachillerato comercial hay profesores de legislación que van y repiten lo que está
en la Constitución Nacional, pero no entienden a la hora de un planteamiento...” (Opiniones vertidas por
docentes respecto de la implementación de la materia “Formación Ética y Ciudadana” como parte de la
Reforma Educativa, durante el curso de capacitación realizado en San Bernardino en febrero y marzo del
2000, contenidas en la publicación “Serie – Enfoques” N° 23, correspondiente al Julio 2000 de CEPRO).
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PRÓLOGO
Vivimos en sociedad. Desde que advenimos al mundo, nos encontramos con esa realidad humana
de la vida social, siempre problemática. Y a la vez extremadamente compleja. Pues, a medida que la
humanidad ha venido evolucionando, avanzó hacia sistemas políticos de complicada articulación jurídica,
pero animada de la intención de mejorar la convivencia no solo entre las personas sino también entre las
distintas sociedades.
Ciertamente el siglo XXI es tributario de un largo pasado en el que se han cimentado los grandes
cambios que se realizaron. Las naciones filosóficas que establecieron principios fundamentales y
universales antecedieron a la historia. A la conquista de ésta en términos de civilización y cultura. Pero a
su turno la misma historia, a pesar de ser lenta y conservadora, precedió la evolución del derecho. Así, el
Estado de nuestro tiempo es producto de esfuerzos y luchas, por la justicia y por el bien. Por la verdad.
Aunque así mismo es el resultado de la posesión de una conciencia de que el ser humano es esencialmente
libre. Tan libre para autorreferenciarse también como menesteroso de igualdad, base absolutamente
genuina para ejercer su libertad. Aun, sus derechos a una vida digna.
Tanto las instituciones jurídica como los sistemas políticos se sustentan en teorías que han
establecidos sus fundamentos, lógicos y metodológicos. La República, por ejemplo, representa una
concepción de la sociedad política, y civil organizada con arreglo a principios jurídicos y políticos, incluso
éticos, que norman su desenvolvimiento institucional. Pues bien, solo ella ha superado un conjunto de
fundamentaciones filosóficos y teóricos que influyeron en su desarrollo histórico. Y siguen gravitando en
su curso. En nuestros dias ese sistema de gobiernos, el republicano, requiere conocimiento. Preciso es
conocer el proceso histórico de su evolución y las doctrinas que rigen para que ese sistema sea posible.
Idéntica situación sucede con la democracia. Detrás de este sistema político existe mucho más que
una teoría social, puesto que implica un modelo de sociedad completamente estructurado según normas que
limitan el poder y legislaciones que garantizan los derechos de los ciudadanos. Pero para que funcione, aquí
y ahora, en el contexto que fuere, las reglas de su formalidad jurídica y política tienen que estar definida.
Ello dentro de un régimen constitucional o en una cultura tradicional basada en valores, costumbres y
formas de vida. A la democracia le caracteriza, fundamentalmente, un sistema institucional de gobierno
cuya legitimidad deriva de la voluntad popular.
Hoy incluso esa legitimidad es solo de origen. La mayoría electoral, que es la condición
democrática para constituir el gobierno, le concede legitimidad para el acceso al poder. De igual modo
para mantenerse en él por el período que dura el mandato. Sin embargo, cada vez mas la legitimidad del
gobierno en el ejercicio del poder depende de la performance de su gestión. Una ejecución que merece la
confianza y la opinión favorable de la ciudadanía contribuye a consolidar la legitimidad del gobierno. No
así una gestión que defraude la expectativa ciudadana e incumple el programa con el que ganó el sufragio.
Esta es la novedad de la democracia, que introduce la noción de la performatividad para medir y calificar la
legitimidad del gobierno según el éxito o el fracaso de su gestión.
El libro del doctor Sergio Martyniuk Barán, que lleva por titulo Formación Democrática, responde
a ese requerimiento de cultura cívica. Secuencial y metodológicamente expone los conceptos básicos de la
sociedad, del Estado, de las tipologías de gobierno y del Derecho dentro de sus concepciones políticas y
jurídicas, describiendo su proceso y analizando sus contenidos y problemáticas. Lo hace cumplimiento con
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la exigencia del lenguaje especializado, sin renunciar jamás a la claridad y a la precisión, sobre todo cuando
se trata de describir objetivamente los aparatos institucionales, sus fundamentos y sus fines. Pero cuando se
deben formular las consideraciones críticas y axiológicas, aborda con conocimiento y lucidez los valores
éticos que enmarcan el desenvolvimiento de los sistemas políticos y sus soportes jurídicos, agregando sus
juicios personales.
Esta parte introductoria a las concepciones de los sistemas políticos ya es por sí misma un material
didáctico de mucha utilidad para la formación política. Con rigor, pero también con esa agilidad que
requieren las síntesis, describe el carácter social del hombre, los avances hacia organizaciones más
racionales de poder y de convivencia, así como también la evolución del derecho. En un país donde no
abundan los aportes locales a los estudios acerca de la Sociedades, del Estado y del Derecho, solo esta
sección característica de la Ciencia Política constituye una valiosa contribución al ensayo político en
nuestro medio. O, como es la intención del autor, para la formación democrática de nuestros
conciudadanos.
Más, sin duda, donde esta contribución bibliográfica adquiere suma importancia para nuestro
contexto nacional son los capítulos que el doctor Martyniuk Barán dedica al Estado paraguayo, a su origen
y a su proceso, a lo sucesivos gobiernos y a las Constituciones del Paraguay. Las cuestiones políticas las
formula con bastante neutralidad expositiva, como manda la metodología académica, al tiempo que las
materias jurídicas las plantea con una formidable ambición exhaustiva y con la hermenéutica apropiada, tal
como lo exige el Derecho. De ahora en más, cabría señalarse con toda justicia, existe en nuestro país un
texto en el que alumnos, profesores y ciudadanos comunes pueden encontrar las referencias explicativas y
documentales de nuestras instituciones jurídicas, incluyendo el compendio indispensable de los derechos
vigentes.
Para fortalecer la democracia y lograr que los representantes del pueblo sirvan a los intereses
generales y al progreso del país, es fundamental la cultura política. Del mismo modo, para que se avance
hacia una efectiva y calificada participación de la ciudadanía en los asuntos que conciernen al proceso de la
nación. Esa cultura política pasa por la formación democrática y la socialización del conocimiento de los
fundamentales derechos. A esos fines, hoy apremiantes en nuestra patria, puede contribuir este libro. De ahí
su valor. Y su necesaria consulta.
No hay progreso en la sociedad al margen del Derecho. Mas éste solo triunfa al impulso de la
razón, ese sueño de la historia el que vuela el hombre para aterrizar en un suelo seguro.
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Unidad I
I- EL HOMBRE Y LA SOCIEDAD
El hombre es un ser social; sólo en la sociedad puede realizarse. El individuo aislado nada puede.
Desde que nace hasta que muere necesita de los demás para comer, para hablar, para protegerse, para
abrigarse, etc. Existe una especie de instinto que lo impulsa a convivir con sus semejantes. Ya decía
Aristóteles que solo Dios o una piedra puede vivir aislado, pero el no el hombre.
Santo Tomás de Aquino revela con sencillez el instinto social del hombre al sostener que la
naturaleza preparó a los demás animales el alimento, el vestido de pelos y los medios de defensa (uñas,
dientes o cuernos), no dotando al hombre de esas cualidades, pero le concedió la razón, mediante la cual
puede procurarse lo que necesita. Pero para lograrlo necesita de la ayuda de los demás.
El hombre es, además, un animal político; esto es, llamado a la vida política por su propia
naturaleza. La sociabilidad del hombre se completa con la politicidad, es decir que no puede vivir en
sociedad sin organización política, porque si los hombres conviven, si están juntos, necesitan de un orden,
de una dirección, de un gobierno. Y ante esta necesidad la vida societaria se politiza, porque de otra manera
se disolvería ante el caos, la anarquía, el desorden.
II - EL ESTADO
Concepto
El concepto de Estado, tal como lo conocemos hoy día, hace su aparición en el Renacimiento. Fue
el pensador italiano Maquiavelo quien primero utilizó el término “Stato” en su libro “El Príncipe”. La
palabra “Stato” deriva del latín “status” que en sentido amplio significa la manera de ser o de estar de una
persona o cosa (por ejemplo; estado físico de una persona, estado del camino, estado del tiempo, estado de
la economía del un país, etc.). Maquiavelo utilizó esa palabra – “Stato”, Estado – para denominar a la
organización política suprema de un país. Hasta entonces se estaba utilizando otros términos para decir lo
mismo: “polis” en Grecia, “civitas”, “imperio”, “república”, en Roma.
Muchas son las definiciones que se han dado sobre el Estado. Ya en el siglo pasado, el economista
Federico Bastiat ofreció un millón de francos a quien diese una definición del “Estado” que fuese aceptada
universalmente.
El concepto generalmente aceptado dice que el Estado “Es una sociedad humana fijada en un
espacio geográfico, políticamente organizado mediante una autoridad o gobierno que regula de un
modo determinado la convivencia social”. El Estado es, entonces, la sociedad política y jurídicamente
organizada, provista de la facultad de dictar las leyes y del poder público de hacer observar su
cumplimiento, por medio de la fuerza, para lograr sus fines sociales.
El Estado se presenta como un hecho fatal e inevitable en toda sociedad. Es un ente que ha existido
a través de las más distintas sociedades y civilizaciones. En efecto, las necesidades sociales imponen la
creación de una entidad superior, que dicte las leyes y atienda los servicios públicos tales como la defensa
común, la policía, la justicia, la educación, la salud, etc., que el hombre en forma aislada no puede realizar.
El territorio comprende no sólo el suelo y subsuelo, sino también el espacio aéreo correspondiente
a esa porción geográfica, las aguas jurisdiccionales de los mares, así como los ríos y los lagos interiores.
Está limitado por fronteras naturales o convencionales que lo separan del territorio de otros Estados.
Las influencias de los factores geográficas (como ser el tamaño del territorio, su ubicación, la
naturaleza del suelo, el clima, etc.) en la vida económica, social, política y cultural de un pueblo, han sido
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objeto de estudio desde muy antiguo. Ya Hipócrates estableció una relación directa entre la naturaleza del
territorio y el carácter de los individuos que lo habitan.
b) Población: Es el elemento humano del Estado. Está constituida por todos los habitantes de un
país, nacionales y extranjeros. Es la parte más importante del Estado porque sin hombres no hay Estado. Es
más: para algunos es el mismo Estado.
La población puede estar compuesta por individuos de un mismo origen étnico (Paraguay, por
ejemplo), o por diversas razas y lenguas (Suiza: franceses, alemanes e italianos). Suele afirmarse que una
población heterogénea crea muchos problemas jurídicos, sociales y políticos de difícil solución. . Los
grupos de ciudadanos que pertenecen a distintas razas, poseen lenguas, religión y costumbres diferentes,
provocan frecuentemente perturbaciones sociales y políticas (los vascos en España, los negros en los
EE.UU., etc.). Algunos autores, sin embargo, dan una escasa importancia a la unidad étnica y, para
probarlo, señalan al pueblo suizo, que siendo un muestrario de razas, es muy celoso en cuanto a sus
sentimientos nacionales.
A los hombres que componen la población de un Estado suele denominarse ciudadanos. Otras
veces, el término ciudadano se utiliza para designar solamente a los “nacionales” por contraposición a los
“extranjeros”. Finalmente, la palabra ciudadano se reserva para mencionar solamente a las personas que
tienen derechos políticos por haber cumplido la edad necesaria para votar.
c) Poder: Es el elemento político del Estado. El hecho de que un territorio sea el asiento de un
pueblo no es suficiente para atribuirle el carácter de Estado. Para que ello ocurra es necesaria, además, la
presencia de una autoridad soberana que gobierne al pueblo, dentro del territorio, de acuerdo a un
ordenamiento jurídico establecido. Por eso se dice que el Estado es la Nación jurídicamente organizada.
Poder es la capacidad de organizar el gobierno de la colectividad por medio de las leyes y de las
autoridades creadas por estas. El Estado no podría existir ni alcanzar su fin sin una autoridad.
El poder estatal, el “imperium” o autoridad debe ser interpretado como la capacidad jurídica que
tiene el Estado de elaborar, aplicar y ejecutar las leyes, con la posibilidad de hacer uso de la fuerza física
sobre los hombres para imponer su voluntad, en las oportunidades y dentro de los límites determinados por
las mismas normas jurídicas.
Poder es toda voluntad orientadora y dominante que se hace obedecer. Surge por una
necesidad imperiosa de orden que toda sociedad humana requiere para evitar la anarquía. No debemos
perder de vista que las normas jurídicas no serían respetadas ni cumplidas si el Estado careciese del poder
para lograr por medio de la coerción el acatamiento por parte de los individuos. Ahora bien, no se trata de
sostener que la fuerza bruta baste para fundar de hecho la autoridad del Estado y de los gobernantes. El
poder es una cuestión de derecho y no de fuerza material. Es la ley – y no la fuerza – la que constituye el
poder y la que justifica a alguien para mandar.
NACION
Concepto Es un conjunto de individuos que habitan un mismo territorio que tienen ciertos
caracteres comunes, como la raza, el idioma, la religión, las costumbres, las tradiciones, los ideales, etc.,
cuyos integrantes se sienten vinculados por un pasado histórico, por sacrificios, glorias y aspiraciones
comunes, que algunos autores denominan “conciencia nacional”, un factor psicológico que crea en la
colectividad una conciencia de su personalidad y valor.
El vínculo que une entre sí a los miembros de una Nación no reviste naturaleza jurídica, sino más
bien carácter sociológico – político. Normalmente la Nación se organiza políticamente y llega a ser un
Estado, aunque históricamente no siempre ha sido así. Han existido y existen naciones que no
constituyeron o no constituyen Estados hasta hoy, como la judía (hasta la creación del Estado de Israel en
1948), la gitana, la kurda, etc.
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La Nación es una creación natural. Es producto de una lenta evolución que generalmente dura
varios siglos.
El Estado, en cambio, es una creación artificial, jurídica. Un Estado puede crearse en un solo día.
Son los hombres quienes deciden cuáles son sus límites territoriales mediante “la conquista” en la guerra,
o mediante “tratados” en la paz”.
En los grandes conglomerados humanos de nuestro siglo no es posible hallar una Nación que sea
absolutamente homogénea; al contrario, todos marchan aceleradamente hacia una creciente heterogeneidad.
Las causas son demasiado conocidas. Países, como el Japón, que habían mantenido por largo tiempo una
mayor homogeneidad se encuentran hoy en rápido proceso de mixtura. Hasta los esquimales ya han dejado
de serlo, precisamente porque se civilizan, recibiendo y asimilando los productos de otras culturas. La
civilización –según el destacado filósofo argentino García Venturini- es un declarado enemigo de la
Nación.
La soberanía es, por consiguiente, un atributo del poder del estado, en virtud del cual ese poder
“supremo”, no reconoce a otro por encima de él, sean en el orden interno como en el internacional.
Un Estado es soberano desde el punto de vista interno cuando, dentro de su territorio, su poder es
supremo. En otras palabras, cuando tiene la potestad de mandar, de realizar actos de gobierno y de ser
obedecido por la población; de dictar y aplicar las leyes y de disponer de medios para hacerlas cumplir; de
emitir monedas; de tener ejército; establecer y percibir impuestos, designar funcionarios, etc. Esta
capacidad de organizarse por sí mismo se denomina “principio de autodeterminación”.
Sus límites: Tanto en su vertiente interna como en la externa, la soberanía estatal no es absoluta sino
relativa, pues su ejercicio está limitado tanto por el Derecho interno como por el Derecho internacional.
En efecto, la soberanía interna no significa un poder ilimitado, arbitrario o caprichoso del Estado
frente a sus habitantes. Las autoridades no pueden hacer lo que quieran. Los límites del poder estatal están
fijados claramente por la Constitución y las leyes. El ordenamiento jurídico del país se erige como una
valla de protección contra los excesos o abusos de las autoridades. La soberanía externa también es relativa
por cuanto que el Estado, como miembro de la comunidad internacional, se debe sujetar a las normas del
Derecho Internacional que regulan (mediante tratados y acuerdos internacionales) los derechos y deberes
de los Estados entre sí, tanto en el orden público como privado. La adhesión a organismos internacionales
(Naciones Unidas, O.E.A., Pacto de San José de Costa Rica sobre Derechos Humanos, etc.) implican
limitaciones al ejercicio de la soberanía estatal.
¿En quién reside la soberanía? Establecida la soberanía como un atributo esencial del Estado, surge el
problema de determinar quien la ejerce, quien es el titular de ella.
Fue en Francia donde nació y se desarrolló el concepto moderno de “soberanía” y fue Jean Bodín
el creador de la doctrina clásica acerca de la misma (1576), quien como partidario de la monarquía
absoluta, sostenía que todo el poder residía en el Rey (“el Soberano”) y que ese poder era ilimitado,
indivisible y perpetuo. Muchos autores pensaban igual que él. Era la concepción vigente durante la época
del absolutismo monárquico.
A partir del siglo XVIII, empezó lentamente a ser cambiado el titular de la soberanía,
trasladándosela del rey al pueblo (Soberanía popular). La teoría de la soberanía popular considera que la
soberanía reside en el pueblo y que ninguna autoridad es legitima si no emana del propio pueblo.
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Cabe destacar que en la “Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano” de 1789 se
utilizó la expresión “soberanía de la Nación” y, en cambio, en la Constitución francesa de 1793 se empleó
la expresión “soberanía del pueblo”. Ambas expresiones son utilizadas prácticamente como sinónimos.
En la redacción del art. 2ª de nuestra Constitución se nota claramente la influencia de esta teoría,
que dice: “En la República del Paraguay la soberanía reside en el pueblo, que la ejerce conforme con lo
dispuesto en esta Constitución”
Fue en Francia donde nació y se desarrolló el concepto moderno de “soberanía” y fue Jean Bodín
el creador de la doctrina clásica acerca de la misma (1576), quien como partidario de la monarquía
absoluta, sostenía que todo el poder residía en el Rey (“el Soberano”) y que ese poder era ilimitado,
indivisible y perpetuo. Muchos autores pensaban igual que él. Era la concepción vigente ancesa de 1793 se
empleó la expresión “soberanía del pueblo”. Ambas expresiones son utilizadas prácticamente como
sinónimos.
En la redacción del art. 2° de nuestra Constitución se nota claramente la influencia de esta teoría,
que dice “En la República del Paraguay la soberanía reside en el pueblo, que la ejerce conforme con lo
dispuesto en esta Constitución”.
Atento al texto constitucional, es más correcto afirmar que dentro del Estado paraguayo la
soberanía la ejercen las autoridades gubernamentales por delegación del pueblo, el cual se constituye como
la fuente de ese poder.
III - EL DERECHO
La vida del hombre se desarrolla en un mundo de normas: religiosas, jurídicas, morales, de trato
social, etc. Aunque tenga la sensación de ser libre, en realidad está envuelto por una sutil red de normas de
conducta, que lo acompaña desde al cuna hasta la tumba. La gran mayoría de estas normas se vuelve tan
natural para la vida del hombre que éste prácticamente no se da cuenta de su existencia.
Todas ellas tienen un objetivo común: tienden a reglar la conducta del hombre, ya sea en su fuero
interno (como las normas morales y religiosas), o bien en su fuero externo (como las normas jurídicas y de
trato social).
Definiciones varias
Geny define al Derecho como: “El conjunto de reglas a las cuales está sometida la conducta
exterior del hombre en sus relaciones con sus semejantes, bajo la inspiración de la idea natural de
justicia”.
La definición más precisa que conocemos es la formulada por Santo Tomás de Aquino: “Derecho
es el objeto de la Justicia”.
Existen autores que definen el Derecho como un ordenamiento social impuesto para realizar la
justicia, que es valor máximo de la vida.
En efecto, las normas jurídicas se establecen para hacer posible la convivencia de los hombres
dentro de la sociedad. Dichas normas son coercitivas porque en caso de no ser observadas, son aplicadas
mediante el uso de la fuerza, conforme a la ley. Ese conjunto de normas coercitivas que gobiernan la
convivencia humana recibe el nombre de Derecho.
El Derecho es un ordenamiento necesario. Una antigua máxima decía: “Donde existe el hombre,
existe la sociedad; y donde existe la sociedad, existe el Derecho”. Sin Derecho no hay existencia social
posible. El bienestar individual y colectivo, el orden, la seguridad, la paz y la justicia, sólo pueden
realizarse mediante el establecimiento de un ordenamiento jurídico.
La vida en sociedad obliga al hombre a mantener con sus semejantes relaciones múltiples y
complejas que son, a veces, causas de rozamientos, de discrepancias, de conflictos. Para evitar tales
conflictos o para resolverlos, (en caso de que se produzcan), lleva a la imperiosa necesidad de reglar las
conductas, delimitando claramente lo obligatorio, lo facultativo y lo prohibido, a los efectos de hacer
posible la convivencia.
Su finalidad
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Respecto a la finalidad del Derecho corresponde señalar que éste tiene por objeto asegurar la
justicia entre los hombres. La justicia es un ideal que guía al Derecho. Aristóteles comparaba a la justicia
con la estrella polar que los navegantes miran como punto de referencia para orientarse. La ley será justa si
sus normas se orientan por ese ideal de justicia, y será injusta, en caso contrario, aunque continúe siendo
ley.
La justicia ha sido definida por Ulpiano, jurisconsulto romano, como “la constante y perpetua
voluntad de dar a cada uno lo suyo”. Existe, pues, una íntima vinculación entre el Derecho y la Justicia o
ideal de Justicia. La Justicia hace de principio y fin; el Derecho de instrumento o medio.
Clasificación
b) Derecho subjetivo: Puede definirse como la facultad o capacidad del individuo, reconocida por
las leyes, de hacer algo o para exigir de los demás una determinada conducta. Frases tales como: “Tengo
derecho a que se respete mi propiedad”, “tengo derecho a casarme” o “tengo derecho a que se me pague
por mi trabajo”, se refieren al derecho subjetivo.
Entre las normas que integran el derecho positivo existe un orden jerárquico: unas son más
importantes que otras y las menos importantes están subordinadas a las más importantes. Así una ordenanza
municipal no puede alterar lo establecido por una ley, ni ésta cambiar lo dispuesto por la Constitución. Vale
decir: las normas de una jerarquía o escalón inferior deben estar de acuerdo con las normas de jerarquía
superior.
Esa jerarquía es la siguiente: en primer lugar se ubica la Constitución, que es la ley suprema del
Estado. Por debajo están los tratados y acuerdos internacionales celebrados por el gobierno. A continuación
se ubican las leyes y los decretos sancionados por las autoridades competentes. Siguen luego las
ordenanzas, las acordadas, las resoluciones administrativas, los edictos. Finalmente vienen las sentencias
judiciales, los contratos celebrados entre los particulares.
LA LEY
En sentido amplio, ley es toda norma dictada por un órgano con potestad legislativa. Así se llama
“ley” a la Constitución (“ley de leyes”), a las leyes dictadas por el Poder Legislativo, los decretos del
Poder Ejecutivo, a las ordenanzas municipales, a los edictos policiales, a las acordadas de la Corte Suprema
de Justicia, etc.
En sentido restringido – y más preciso -, se llama ley solamente a las normas dictadas por el Poder
Legislativo. En el régimen de división de poderes, dictar leyes es atribución exclusiva del parlamento.
LOS CÓDIGOS
Concepto: Son construcciones sistemáticas y orgánicas de las leyes que regulan una sola rama del
Derecho, elaborados con el objeto de facilitar su conocimiento y aplicación. Cada Código trata de una
distinta del Derecho, es así como se cuenta con un Código Civil, un Código Penal, un Código Laboral, un
Código Procesal Civil, etc.
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Unidad II
FORMAS DE GOBIERNO
CONCEPTO DE GOBIERNO
El gobierno es el modo como se expresa, se concreta y se organiza el poder del Estado. El Estado
no podría existir ni funcionar sin órganos. Dicho en otros términos: gobierno es el conjunto de órganos
mediante los cuales se ejerce el Poder del Estado. Esos órganos necesariamente son desempeñados por
hombres.
Muchos utilizan equivocadamente las palabras “gobierno” y “poder” como sinónimos. El gobierno
es un conjunto de instituciones. El poder es una facultad. Ambos conceptos se hallan íntimamente ligados:
no hay gobierno sin poder.
La clasificación de las formas de gobierno ha sido estudiada por la ciencia política desde muy
antiguo. Los escritores griegos – que fueron los primeros - señalan en sus obras la existencia de tres
formas clásicas de gobierno: la monarquía, la aristocracia y la democracia.
Según Aristóteles
Aristóteles, filósofo griego que vivió en el siglo IV a.C., clasifica las formas de gobierno en
“puras” e “impuras”. “Formas puras”, aquellas en las que el gobierno tiene en cuenta las necesidades del
pueblo y busca el bienestar de todos. “Formas impuras”, en cambio, aquellas en que el fin perseguido es
beneficiar el interés de una persona, de un grupo o de una clase social que controla el poder.
Puras
Impuras
a) La tiranía: Degeneración de la monarquía. Poder despótico ejercido por una persona, sin
sujeción a las leyes.
Según Montesquieu
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Montesquieu, pensador francés del siglo XVIII, para distinguir las formas de gobierno estableció
tres principios fundamentales: el honor, la virtud y el terror.
1) La Monarquía: Gobierno de uno solo pero respetando las leyes. El honor, que debe existir en
el monarca y en la nobleza, es el único que puede impedir que una monarquía degenere en
despotismo.
a) Aristocrática: Cuando el gobierno está en manos de una parte selecta del pueblo, o
3) El Despotismo: En el que el poder se concentra en una sola persona, pero sin ley ni reglas,
quien gobierna al pueblo según su voluntad y capricho. El déspota gobierna siempre con el
terror para impedir que los hombres resistan o intenten una revolución.
a) Monarquía: Según hemos apuntado, es el gobierno de uno solo, quien concentra en sus manos
los tres poderes en forma vitalicia y los transmite por herencia. Los ejemplos más típicos son:
Luis XIV, los zares de Rusia, etc.
La oposición entre República y Monarquía que tanto apasionara durante el siglo XIX, ya no
subsiste con toda su fuerza; ha perdido trascendencia y hasta significación porque la mayoría de las
monarquías existentes se han democratizado (parlamento, sufragio, igualdad jurídica, libertad política, etc.)
y porque no todas las repúblicas son verdaderamente democrática, como muchas de África o de Américas
Latina. Los republicanos más exigentes prefieren actualmente la monarquía inglesa o sueca a la mayor
parte de las tituladas repúblicas.
En Inglaterra, por ejemplo, el Jefe de Estado lleva el título de Rey o Reina. Pero la función
ejecutiva está confiada a un Gabinete Ministerial cuyos miembros se escogen entre los legisladores. Tiene
un Parlamento formado por la Cámara de los Lores y la Cámara de los Comunes. En lo que respecta a la
función judicial, se deposita en un poder independiente. Inglaterra tiene, pues, mucho de democracia pese a
su Reina y a sus Lores (nobles).
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Nuestro país tiene un gobierno unitario a pesar de que la Constitución habla de que el Estado paraguayo es
“descentralizado” (art. 1º ).
Los estados o las provincias en que se divide un Estado Federal, como los EE.UU., Brasil,
Argentina, Méjico, etc., tienen autonomía política y legislativa. Cada uno de los estados o provincias
particulares tienen un gobierno propio, elegido por los ciudadanos locales. Cada uno de ellos puede
también dictar leyes para su aplicación local en materia policial, sanitaria, educacional, comercial,
municipal, etc.
Ahora bien, todo lo referente al manejo de las relaciones con otros países, la defensa nacional, el
sistema monetario, etc., compete exclusivamente al gobierno nacional o central.
Hoy día, por el tamaño de los Estados y la densidad de su población, este tipo de gobierno, sin
mandatarios, es una reminiscencia histórica.
b) Democracia Indirecta: Cuando el pueblo elige representantes o mandatarios y son éstos los
que gobiernan.
Casi todos los países adoptan la forma representativa. El pueblo elige a sus representantes. Los
candidatos que logran el mayor número de votos ejercen el gobierno como autoridades por delegación o
mandato. Se echa mano a una ficción jurídica: el gobierno representa al pueblo y lo que hace el gobierno se
supone como hecho por el pueblo mismo. La vinculación entre el representante y el elector se establece
principalmente por medio de los partidos políticos.
Nuestra Constitución Nacional expresa claramente “... Paraguay adopta para su gobierno la
democracia representativa...” (art 1°), o sea , es una democracia indirecta.
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El Jefe de Estado, que puede ser un Rey (Inglaterra, Suecia, España, etc.), o un Presidente
(Alemania, Italia, etc.), es políticamente irresponsable ante el Parlamento, esto quiere decir que no necesita
del voto de confianza de los miembros del Legislativo, ni estos tampoco pueden censurarlo. Sus funciones
están por encima del Parlamento y el Gobierno. Los Jefes de Estado representan oficialmente al país,
firman los tratados, promulgan las leyes, etc. En caso de conflictos y disputas graves entre el Parlamento y
el Gobierno, el Jefe de Estado puede proceder a la disolución anticipada del Parlamento y convocar a
elecciones.
El gobierno presidencialista funciona sin problemas cuando el Presidente tiene mayoría en las
Cámaras, pues de esa forma puede fácilmente convertir en leyes sus principales iniciativas políticas. Sin
embargo, cuando los partidos opositores dominan el Congreso, los conflictos son frecuentes y las crisis de
difícil solución.
c) Gobierno Colegiado: Cuando el Poder Ejecutivo está en manos de dos o más personas que
integran una Junta o un Directorio, cuya presidencia, generalmente, se ejerce en forma
rotativa.
En nuestra historia política registramos los siguientes gobiernos colegiados: la Junta Superior
Gubernativa, el Primer y Segundo Consulado. En Nicaragua, el Gobierno Sandinista estaba integrado por
nueve Comandantes.
El país que practica este tipo de gobierno es Suiza. El Consejo Federal, que es la autoridad
ejecutiva y suprema de la Confederación Suiza, está constituido por un grupo de siete personas elegidas por
períodos de cuatro años por el Parlamento. El presidente del Consejo Federal es elegido anualmente entre
sus miembros y lleva el nombre de Presidente Federal.
Actualmente se reduce a señalar dos grandes formas o sistemas de gobierno, teniendo en cuenta si
garantizan o no la libertad y la dignidad del hombre.
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construir un nuevo orden social, económico, cultural y hasta ético, de acuerdo a una determinada ideología.
En el totalitarismo los seres humanos no son tratados como fines en sí mismos, sino más bien como piezas
de un todo, es decir, como medios instrumentalizados al servicio de una causa superior. La definición más
acabada del totalitarismo la dio Mussolini: “Todo en el Estado; nadie fuera del Estado, nada contra el
Estado”. Existieron y existen regímenes totalitarios de derecha (el fascismo, el nazismo, etc.) o de izquierda
(comunismo). Sus fundamentos ideológicos son variados: en Alemania nazi fue la superioridad racial; en
las dictaduras comunistas, la doctrina marxista – leninista; en los actuales gobiernos de Irán, Irak o
Afganistán, el fanatismo religioso.
La savia ideológica que riega a los gobiernos democráticos es el principio de que todo el poder
emana del pueblo y que los gobernantes, en ejercicio del poder, deben respetar los derechos de libertad e
igualdad que el ordenamiento jurídico garantiza a los ciudadanos.
Todo Estado auténticamente democrático tiene necesariamente que ser “Estado de Derecho”, que se
caracteriza por la subordinación de los gobernantes a la ley y cuya finalidad primordial radica en proteger
al ser humano y sus inalienables derechos.
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Unidad III
INTRODUCCIÓN
Todo sistema político está montado sobre las bases de determinadas instituciones e ideologías.
Las instituciones son los órganos que integran la maquinaria estatal: El Ejecutivo, el Parlamento,
los Tribunales, las Fuerzas Armadas, la Policía, los organismos Electorales, el Ministerio Público, la
Contraloría, etc.
Las ideologías, en cambio, son los valores que dan sentido a las instituciones y determinan su
finalidad o meta. El concepto de ideología puede definirse, siguiendo a Lowenstein, como un “sistema
cerrado de pensamientos y creencias que explican la actitud del hombre frente a la vida y su existencia en
la sociedad, y que propugnan una determinada forma de conducta y acción que corresponde a dichos
pensamientos y creencias, y que contribuye a su realización”.
Conviene señalar que la democracia que se aplicó en las ciudades – estados de la antigua Grecia
fue la denominada “democracia directa”. Significaba no solo que gobernaba la mayoría sino, además, que
la voluntad de esa mayoría se expresaba directamente, sin intermediarios, en las reuniones populares al
discutirse y resolverse las decisiones políticas fundamentales.
La Edad Moderna tampoco conoció la democracia clásica. Con el ascenso del absolutismo, donde
el Estado se personificaba en el Rey, siendo éste el amo del país, no fue una época muy propicia para la
instauración de la democracia.
La democracia indirecta o representativa surgió y se desarrolló durante los siglos XVIII y XIX.
Ya en la etapa final de la Edad Moderna surgieron nuevas ideas políticas que sostenían la necesidad
de limitar la autoridad de los reyes y afirmaban que el pueblo era el origen del poder político y tenía
derecho a participar en la formación del gobierno (principio de soberanía popular).
En efecto, el concepto antiguo de la democracia recibió durante los siglos XVIII y XIX el aporte de
nuevos principios que se fueron generando en Francia, Inglaterra, Estados Unidos y en otros países; tales
como el de la libertad, la igualdad ante la ley, la división de los poderes, la elección popular, etc., que le han
dado a la democracia actual sus rasgos definitorios. Las nuevas ideas nacen especialmente con el
movimiento político y filosófico del siglo XVIII llamado “liberalismo” (Locke, Rousseau, Montesquieu);
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se materializan con las revoluciones francesa y norteamericana, y se consolidan con el movimiento jurídico
político del siglo XIX, que acompañó y justificó esas revoluciones, llamado “constitucionalismo”, que
preconizó la necesidad de una Constitución, de un documento escrito, codificado y articulado, como
instrumento para garantizar los derechos y libertades del hombre.
Hans Kelsen describe la democracia como el régimen de gobierno cuya característica principal es
la participación del pueblo en la creación de las leyes.
Herman Séller señala que en la democracia el poder se constituye “de abajo hacia arriba”, o sea,
desde el pueblo; rige la soberanía popular y existe plena vigencia de la libertad política.
La más conocida, casi popular, definición de democracia fue formulada por el Presidente de los
EE.UU., Abraham Lincoln, en su famoso discurso en el cementerio de Gettysburg en noviembre de 1863,
cuando expresó que “es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”.
1) Soberanía popular: El pueblo, la nación es el dueño del poder. El pueblo ejerce el poder
supremo por medio del mecanismo del sufragio: elige a las autoridades que han de ejercer
los poderes del gobierno, otorgándoles mandato por períodos determinados. Como el
pueblo no puede hablar ni actuar por sí mismo, debe hacerlo por medio de sus
representantes, designados por elección. Los elegidos son responsables ante el pueblo por
el fiel cumplimiento de la gestión que éste les ha encomendado.
La participación popular puede manifestarse también en forma directa, sin intermediarios, sobre
determinados asuntos jurídicos o políticos por medio de los llamados “institutos de la democracia
semidirecta” (como el “referéndum”, la iniciativa popular, el plebiscito).
Los partidos políticos son los grandes protagonistas de la democracia. Ellos articulan, coordinan y
racionalizan los distintos intereses o tendencias que existen en toda sociedad. Como todos los partidos
políticos no están al mismo tiempo en el gobierno, necesariamente algunos de ellos tendrán que
encontrarse en la oposición con la posibilidad a que, desde allí, controlen y critiquen la actividad de los
órganos estatales, lo que constituye uno de los rasgos característicos del pluralismo.
4) División del Poder: Desarrollando una teoría que lo haría inmortal, Montesquieu dice en
su obra “El Espíritu de las leyes” que el Estado tiene tres funciones esenciales: dictar,
aplicar y ejecutar las leyes. Y para que impere el Derecho es necesario dividir el gobierno
en tres poderes soberanos por igual, independientes, que deben actuar en forma armónica y
coordinada (Poder Legislativo, Poder Judicial y Poder Ejecutivo).
La tesis de la división de los poderes arranca de una ley psicológica: el que tiene poder - dice
Montesquieu -, tiende a abusar del poder. Es necesario, entonces, frenar el poder con el poder mismo,
dividiéndolo, asignando funciones distintas a órganos también distintos. Con la distribución se evita la
concentración del poder en una sola mano, y se crea un sistema de control y equilibrio de los poderes entre
sí, descripto a menudo como un sistema de “pesos, frenos y contrapesos”. Al ejercer sus funciones en forma
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separada, pero coordinada, los poderes del Estado se frenan y controlan recíprocamente. Una de las
características esenciales del sistema de división de poderes es el mutuo control. Para lograrlo, la
Constitución de nuestro país asigna, en pequeña escala, a cada uno de los tres poderes funciones que
corresponden a los otros dos; así, el Poder Legislativo ejerce “funciones judiciales” (el juicio político, por
ejemplo) y “funciones ejecutivas” (efectuar designaciones de su propio personal). De igual modo, el Poder
Ejecutivo ejerce “funciones legislativas” (como dictar decretos, por ejemplo, o con la “promulgación”, “la
iniciativa”, “el veto”, etc.).
El consenso fundamental o mínimo admite el desacuerdo sobre cualquier asunto, pero no sobre
aquello que ponga en peligro la existencia de la nación misma o la existencia del sistema democrático.
Democracia significa discrepancias o diferencias en las ideas, en las plataformas, en los proyectos, etc.,
pero no un enfrentamiento a muerte entre los partidos políticos. Respetar el pluralismo político, social,
cultural, económico dentro de la sociedad es un consenso fundamental
7) Primacía del Derecho o imperio de la ley: Uno de los principios fundamentales de todo
sistema democrático. En las auténticas democracias gobiernan las leyes y no los hombres.
Los sistemas totalitarios, en cambio, es el gobierno de los hombres, porque la voluntad del
gobernante está por encima de la ley. Por ello, el Estado democrático tiene necesariamente
que ser Estado de Derecho.
8) Vigencia de la libertad y respeto por los derechos humanos: Democracia es algo más
que elección popular y gobierno de la mitad más uno. Es una forma de convivencia política
y social, un estilo, una forma de vida en el que se encuentran garantizadas la libertad, la
dignidad y los derechos del hombre. Es democracia, pues cualquier forma de gobierno, sea
una república o sea una monarquía constitucional, que asegure el ejercicio de la soberanía
popular, la vigencia de la libertad y el respeto por los derechos del hombre.
Sánchez Viamonte afirma que la democracia no es ya una forma de gobierno sino un contenido
ético que puede hallarse tanto en la república como en la monarquía constitucional, y considera que la
democracia ha sido siempre “....más un conjunto de reglas de conducta para la convivencia social y
política, que una forma de gobierno propiamente dicha”.
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En efecto, la democracia es un “estilo de vida”, una forma de convivencia política y social que
asegura el ejercicio de la soberanía popular por medio de los derechos políticos, y el ejercicio de la libertad
mediante los derechos civiles y sociales propios de la personalidad humana.
La democracia como un contenido ético, como una forma de vida, supone un ambiente cultural
propicio y determinado tipo de conductas, actividades y comportamientos de los protagonistas. Requiere
protagonistas idóneos. No hay régimen democrático sin hombres y mujeres democráticos. No hay
instituciones democráticas sin costumbres democráticas. No solamente los ciudadanos comunes deben
tener una mentalidad democrática, sino también los líderes, las élites y los partidos políticos.
A los ciudadanos que tienen en sus manos la elección de los gobernantes, que deben participar y
colaborar en la vida política, es lógico que se les reclame el máximo de responsabilidad y moralidad
posible, un comportamiento constante de amor a la libertad y a la igualdad, de rectitud de intenciones, de
sinceridad de conducta, de tolerancia y respeto hacia los demás, de decencia y honestidad.
El Estado, por otra parte, actúa por medio de personas físicas, que son sus órganos o titulares del
poder; como persona jurídica solo puede actuar a través del hombre, que es una ser imperfecto por
naturaleza. Esto significa que un Estado democrático deja también margen librado a la moralidad y
corrección de sus gobernantes. Consecuentemente, la democracia como sistema y estilo de vida es
susceptible de ser desnaturalizado y corrompido por la inmoralidad de sus dirigentes.
Una forma de destruir la democracia es vaciando a sus instituciones de lo valores y conductas que
le son inherentes. Consecuentemente, atacan a la democracia:
a) Los que, bajo el amparo de ella, desnaturalizan sus fines en provecho personal o partidista.
b) Los que, en lugar de atender el bien común y de proceder según los dictados de la virtud pública –
especialmente de aquellos que son elegidos o designados para ejercer la representación del pueblo,
o intervenir en el gobierno – sirven ilegalmente a sus propios intereses, aprovechando su posición
en el gobierno o sus relaciones con la administración pública. Los que, aceptando o pagando
sobornos, permiten la realización de negocios ilícitos, que causan serios daños al tesoro nacional y
a la población en general.
c) Los hipócritas demagogos y los desvergonzados oportunistas que se hacen pasar por demócratas
pero que sólo ven en el pueblo el instrumento útil para satisfacer su sed de poder. Los que
menosprecian las inquietudes genuinamente populares y sólo buscan, mediante el voto, el
encumbramiento político o beneficios económicos.
d) Los gobernantes y ciudadanos que abandonan el ejercicio de las virtudes y, actuando con egoísmo,
se desentienden del bien común. Los que dejan de ser austeros, veraces, leales, tolerantes,
laboriosos, perseverantes, honestos, previsores, abnegados y patriotas.
El pueblo siempre anhela bienestar, educación, salud, justicia, trabajo, seguridad, etc., y cuando un
sistema no le proporciona estos bienes, se aferra a cualquier líder o mesiánico “salvador de la patria”, en
quien deposita una confianza ilimitada de que traerá las patrióticas soluciones.
Siendo el pueblo el origen del poder y contando con la facultad de elegir a sus autoridades, la
existencia de una buena formación cívica es esencial para el buen funcionamiento del sistema democrático.
El problema principal de la democracia es el de los ciudadanos ignorantes que carecen de las nociones
elementales que permiten interpretar y valorar las cuestiones políticas.
La solución a tan grave problema es la educación extendida a todas las capas sociales, a fin de
dotar al pueblo de los conocimientos básicos y del sentido de moralidad y responsabilidad cívica, que le
permitan ejercer la función electoral con honradez y acierto y convivir en libertad e igualdad. Una
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ciudadanía conocedora de los fundamentos y mecanismos del sistema político, consciente de sus derechos
y obligaciones, es la mejor garantía para el sistema democrático.
Ya en el siglo pasado, Jules Michelet dijo: “el primer deber de la democracia es educar; el
segundo, educar y el tercero, educar”.
Por eso Sarmiento, en Argentina, exhortaba a “educar al soberano” con la difusión de la cultura
política, para elevar el nivel cívico del pueblo. “...Necesitamos hacer de toda la República una escuela...
donde todos aprendan, donde todos se ilustren, y constituyan así un núcleo sólido que pueda sostener la
verdadera democracia...”.
2) El plebiscito. Concepto: Es la consulta que el gobierno hace al pueblo sobre una cuestión
vital del Estado. Sobre una decisión política fundamental, como el otorgamiento de poderes
extraordinarios a un gobernante, la cesión, anexión o independencia de un territorio, el
mantenimiento o cambio de un forma de gobierno, la aceptación de un Tratado
Internacional, etc.
Después de la Primera Guerra Mundial el plebiscito fue herramienta decisiva para el surgimiento
de regímenes totalitarios en varios países europeos. Esas experiencias negativas, y sus secuelas dolorosas
en la historia de la humanidad, impulsaron seguramente a los convencionales constituyentes de 1992 a no
incorporar esta forma semidirecta de democracia a la Constitución.
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La destitución popular se aplica en los Estados Unidos de América para los cargos electivos de
carácter estadual y para los funcionarios municipales. Algunas provincias argentinas han establecido esta
institución en el orden municipal. La Constituciones de la Unión Soviética y de la mayoría de los Estados
socialistas, establecían que los diputados podían ser destituidos por la mayoría de los electores, en
cualquier momento.
Para Nietzsche democracia significa dar permiso a cada una de las partes de un organismo para que
haga lo que le plazca. Significa el culto a la mediocridad y el odio a la superioridad. Significa la
imposibilidad de tener grandes hombres; además, qué posibilidades tendrían estos para ser elegidos?. El
pueblo odia al hombre de espíritu libre, incapaz de adularlo.
Cómo puede llegar una Nación a ser grande, cuando los grandes hombres permanecen olvidados,
inutilizados, desconocidos, marginados?.
Juan Jacobo Rousseau – el Dios de la Revolución Francesa -, en su libro mismo nos confiesa que
en el momento actual los hombres en general están demasiado corrompidos por la sociedad para que el
“Contrato Social” les convenga. Cuanto más, sería conveniente para ciudades pequeñas: Ginebra, Berna...,
y agrega: “....no hay gobierno más expuesto a las guerras civiles y a las agitaciones intestinas que el
democrático o popular ... Si hubiese un pueblo de dioses, se gobernarían democráticamente. Un gobierno
tan perfecto no conviene a los hombres”.
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Unidad IV
I– LA REVOLUCIÓN DE MAYO
a) Causas:
El Estado paraguayo nació el 15 de mayo de 1811. Desde ese día se puso fin a la dominación
española en el Paraguay. El pueblo proclamó su derecho de gobernarse por sí mismo.
Entre las causas que motivaron la independencia del Paraguay podemos señalar a la difusión que
habían alcanzado entre los naturales las ideas democráticas de los filósofos de la Revolución Francesa; el
ejemplo que dieron las Colonias Inglesas de América del Norte al proclamar su independencia en 1776; el
régimen político y económico injusto impuesto por España, que reservaba para los españoles los cargos y
empleos más importantes y establecía un monopolio comercial a favor de la metrópoli; la invasión y
ocupación de España por el ejército de Napoleón; la independencia de Argentina en 1810; la invasión de
Belgrano y las victorias de Cerro Porteño y Tacuary.
Es difícil precisar el punto de partida de la Revolución que hiciera crisis el 14 de mayo de 1811. De
señalar alguno, escogeríamos las batallas de Cerro Porteño y de Tacuary, cuyas victorias habían despertado
en la oficialidad paraguaya la conciencia de su propio valor. Después de la brillante actuación en Paraguarí
y Tacuary los futuros próceres regresaron a Asunción con la firme idea de cambiar la situación.
La junta Superior Gubernativa resolvió enviar a la junta de Buenos Aires la nota del 20 de julio de
1811. Esta nota es de trascendental importancia pues ratificaba la firme resolución del Paraguay de
conservar la independencia. Uno de los párrafos de la nota expresaba: “Se engañaría cualquiera que
llegara a imaginar que su intención había sido entregarse al arbitrio ajeno, y hacer dependiente su suerte
de otra voluntad. En tal caso nada más habría adelantado, ni reportado otro fruto de su sacrificio que el
cambiar unas cadenas por otras y mudar de amo”.
El Paraguay era independiente de hecho hacía dos años, y si bien el bando del 17 de mayo y la nota
del 20 de julio de 1811 hablaban ya de independencia, se hacía necesario que un Congreso la proclamase
solemnemente.
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Los gobiernos que se sucedieron en el Paraguay desde la independencia hasta la era constitucional
de Carlos Antonio López y desde el gobierno de Don Carlos hasta la fecha fueron los siguientes:
1) El Gobierno Provisorio
El 1er. Congreso Nacional (17 junio de 1811) resolvió privar a Velazco de todo mando y designar
un nuevo gobierno: la Junta Superior Gubernativa, integrada por cinco miembros. Presidente:
Fulgencio Yegros. Vocales: El Dr. Francia, el Capitán Pedro Juan Caballero, el Presbítero Dr. Francisco
Javier Bogarín y Don Fernando de la Mora.
La Junta Superior Gubernativa gobernó durante 2 años y cuatro meses (junio de 1811 – setiembre
de 1813).
3) El Primer Consulado
Por indicación del Dr. Francia, que buscó en la historia romana una forma de gobierno para
su país, el Congreso de 1813 acordó que el Estado fuese regido por dos Cónsules, elegidos
anualmente. El Dr. Francia y Fulgencio Yegros fueron designados como Cónsules de la República del
Paraguay por el término de un año (octubre de 1813 – octubre de 1814), alternando el gobierno cada
uno de ellos a los cuatro meses. El primer turno le correspondió al Dr. Francia.
Aún cuando el Dr. Francia era el que ejercía prácticamente la totalidad del Consulado, la idea de
compartir el mando con un colega le desagradó en breve. Tratará entonces de hacer bajar a Yegros del
poder en el futuro Congreso.
4) La Dictadura Temporal
El 3er. Congreso Nacional se realizó el 3 de octubre de 1814, con asistencia de 1000 diputados. El
Dr. Francia propuso la creación de un gobierno a cargo de una sola persona imitándose el ejemplo de
los antiguos romanos, que en circunstancias graves para la patria concentraban la suma del poder
público en manos de un Dictador. Después de una larga discusión el Congreso aceptó esta proposición
resolviendo que el primer mandatario llevaría en adelante el título de Dictador Supremo de la
República del Paraguay, por un término de 5 años. Por decisión de la mayoría de los diputados fue
electo para ejercer ese cargo al Dr. Francia.
5) La Dictadura Perpetua
No se habían cumplido aún dos años de la Dictadura Temporal, cuando el Dr. Francia decide
convocar el 4to. Congreso Nacional para renovar sus poderes por el resto de sus días. La reunión tuvo
lugar el 1° de junio de 1816 en la Iglesia Catedral. Este Congreso nombra al Dr. Francia como
Dictador Supremo de la República “durante su vida, con calidad de ser sin ejemplar”, es decir, una
dictadura no hereditaria. Este Congreso será el último del Paraguay hasta 1841. La Dictadura se
prolongó hasta su muerte, ocurrida el 20 de setiembre de 1840.
6) El Segundo Consulado
El 5to. Congreso Nacional se reúne el 12 de marzo de 1841, con la asistencia de unos 500
diputados aproximadamente. La resolución más importante adoptada por el Congreso fue el
nombramiento de Carlos Antonio López y Mariano Roque Alonso para ejercer el gobierno como
Cónsules de la República por el término de 3 años (1841 – 1844).
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El Congreso del 13 de marzo de 1844 aprobó una Constitución redactada por Carlos Antonio
López. Esta Constitución establecía el sistema de gobierno que regiría los destinos del país. Para
ejercer el cargo de Presidente de la República, el mismo Congreso eligió por unanimidad a Don
Carlos Antonio López. El Primer Presidente Constitucional del Paraguay tuvo tres periodos de
gobierno. El primer periodo fue de 1844 - 1854; el segundo, Don Carlos aceptó solamente por 3 años
(1854-1857), el tercero, por 10 años, que no fue completado por Don Carlos, quien falleció en el
ejercicio del cargo el 10 de septiembre de 1862.
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Los textos fundamentales que forman parte de nuestro pasado histórico y que jalonan la evolución
constitucional paraguaya son:
Plan de gobierno que fue aprobado por aclamación por el Congreso de 1813. Fue redactado por el
Dr. Francia y constaba de 17 artículos. Muchos autores destacan su importancia como antecedente del
derecho constitucional nacional.
“...Cada uno de los cónsules alternarán cada cuatro meses. En esta conformidad entrará de turno,
el Cónsul Francia...” (Art. 9°).
“...Si alguno de los cónsules faltase del gobierno por muerte o por retiro, procederá, el que
quedaré, a convocar dentro de un mes a Congreso General...” (art. 14°).
Estableció además, como ley fundamental y disposición general perpetúa e invariable, que en lo
venidero se celebrará anualmente un Congreso general.
Un instrumento singularísimo. No divide los poderes. No dice nada de los derechos de los
ciudadanos, ni establece limitaciones a la ilimitada autoridad de los Cónsules. No menciona una sola
garantía. Se preocupa únicamente en establecer un poder fuerte, concentrando en los Cónsules todas las
atribuciones que eran necesarias para “...la conservación, seguridad y defensa de la República”.
2) La Constitución de 1844
Fue aprobada por el Congreso del 13 de marzo de 1844 bajo el título de “Ley que establece la
Administración Política de la República y demás que en ella se contiene”. Esta ley fundamental distribuyó
el poder público de acuerdo a la doctrina de Montesquieu en tres ramos: legislativo, ejecutivo y judicial,
pero con gran preponderancia del Ejecutivo.
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Al frente del Poder Ejecutivo estaba un Presidente de la República para hacer ejecutar las leyes y
reglamentarlas para su ejecución. Era elegido por el Congreso y duraba diez años en el cargo. La totalidad
del poder público prácticamente convergía en la persona del Presidente. Era el Jefe de la Administración
General de la República, el Jefe Supremo de las fuerzas navales y de tierra. Nombraba y destituía a los
empleados civiles, militares y políticos. Aumentaba o disminuía los sueldos de los empleados públicos, etc.
En los negocios graves, el Presidente consultaba a un Consejo de Estado, compuesto por el prelado
diocesano, dos jueces y tres ciudadanos capaces elegidos por el Poder Ejecutivo.
“Excluye todas las libertades – dice Juan Francisco Decoud – La Constitución tiene especial
cuidado en no nombrar una sola vez, en todo su texto, la palabra libertad...”
Era una Constitución de carácter centralista y personalista. En cuanto a las declaraciones generales
la más importante era la que disponía la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, pero no establecía
derechos ni garantías.
La facultad de aplicar las leyes residía en los jueces y Tribunales establecidos por el Congreso
Nacional.
3) La Constitución de 1870
Con el objeto de elaborar una Constitución y elegir al gobierno que debía negociar la paz con la
Triple Alianza, el Gobierno Provisorio constituido con el consentimiento de los aliados convocó a una
Convención Nacional Constituyente. El 15 de agosto de 1870 se dio apertura a la Convención en el Cabildo
con asistencia de 43 convencionales electos en la Capital y departamentos de la campaña.
La nueva Carta Magna paraguaya era una de las más liberales de América. Estaba inspirada en la
Constitución de Argentina. “...Individualista al extremo, bicameralista, llena de desconfianza a los
gobiernos fuertes, a las dictaduras, ignorando los problemas sociales” (Luís Mariña Otero).
Estructuraba el Estado en los tres clásicos poderes: un Poder Legislativo de dos Cámaras, una de
Diputados y otra de Senadores. Para ser Diputado se requería ser ciudadano natural y tener 25 años. Para
Senador 28 años de edad. Ambas Cámaras se renovaban por partes cada dos años.
El Poder Judicial era ejercido por un Superior Tribunal de Justicia, integrado por tres miembros
(nombrados por el Poder Ejecutivo, con acuerdo del Senado) y por los demás Juzgados inferiores. Para ser
miembro del Superior Tribunal y de los demás Juzgados, se requería ser ciudadano paraguayo, tener 25
años y una ilustración regular. Los magistrados y jueces duraban cuatro años y podían ser reelectos.
Entre los derechos enumerados en la Constitución, podemos mencionar los siguientes: de navegar
y comerciar, de trabajar y ejercer toda industria lícita, de reunirse pacíficamente, de peticionar a las
autoridades, de entrar, permanecer, transitar y salir del territorio, de publicar sus ideas por la prensa sin
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Formación Democrática Sergio Martyniuk Barán
censura previa, de usar y disponer de su propiedad y asociarse con fines útiles, de profesar libremente su
culto y aprender. La inviolabilidad de la propiedad privada y de la defensa en juicio de la persona y de los
derechos. Nadie podía ser obligado a declarar contra sí mismo, ni arrestado sino en virtud de orden escrita
de autoridad competente, ni detenido por más de 24 horas sin comunicársele la causa de su detención, etc.
4) La Constitución de 1940
Esta Constitución fue redactada por Justo Pastor Benítez y Pablo Max Insfrán. En su redacción y
promulgación no se cumplió el requisito fundamental e inexcusable de una Convención Nacional
Constituyente. Nació inspirada en los regímenes totalitarios europeos entonces en boga.
Si bien organiza al Estado en tres poderes tradicionales (Legislativo, Ejecutivo y Judicial), ofrece
las siguientes características: rompe el equilibrio de los poderes al otorgar una fuerte preponderancia al
Poder Ejecutivo, facultándole a disolver el Parlamento (Cámara de Representantes), dictar decretos con
fuerza de ley; y gobernar por medio de ellos durante el receso, nombrar a los miembros de la Corte
Suprema con el solo acuerdo del Consejo de Estado, declarar el Estado de Sitio por una sola decisión.
Establece la reelegibilidad del Presidente por un período más y la duración del mandato en 5 años.
5) La Constitución de 1967
Fue sancionada por una Convención Nacional Constituyente convocada al efecto y formada por
120 convencionales en representación de cuatro partidos políticos autorizados por el gobierno: el Partido
Colorado, el Partido Liberal Radical, el Partido Liberal y el Partido Revolucionario Febrerista. Fue
promulgada por el Presidente de la República Gral. Alfredo Stroessner el día 25 de agosto de 1967.
Contiene 239 artículos y un Preámbulo. Determina un Poder Ejecutivo fuerte, con facultades
extraordinarias como, por ejemplo, decretar la disolución del Congreso, decretar el Estado de Sitio sin
control del Parlamento, dictar decretos - leyes durante el receso del Congreso o hallándose éste
desintegrado, nombrar a los miembros de la Corte Suprema, con acuerdo del Senado y a los demás
magistrados inferiores, con acuerdo de la Corte, etc. En el año 1977 se reforma el art. 173 de la
Constitución y se consagra la reelegibilidad indefinida del Presidente de la República.
En cuanto al Poder Legislativo, reemplaza el sistema unicameral por el bicameral compuesto por
una Cámara de Senadores y una Cámara de Diputados, con un mandato de cinco años, pudiendo ser
reelectos. Carecía de la facultad de someter a juicio político al Presidente de la República.
Conforma el Poder Judicial con una Corte Suprema de Justicia, integrada por no menos de cinco
miembros, y con los Tribunales y Juzgados inferiores establecidos por ley. La designación de los miembros
de la Corte y de los demás magistrados infder Legislativo, reemplaza el sistema unicameral por el
bicameral compuesto por una Cámara de Senadores y una Cámara de Diputados, con un mandato de cinco
años, pudiendo ser reelectos. Carecía de la facultad de someter a juicio político al Presidente de la
República.
Conforma el Poder Judicial con una Corte Suprema de Justicia, integrada por no menos de cinco
miembros, y con los Tribunales y Juzgados inferiores establecidos por ley. La designación de los miembros
de la Corte y de los demás magistrados inf estuvieron a disposición del partido gobernante, especialmente
los recursos financieros, a través del descuento compulsivo de los salarios destinados a la caja partidaria;
3) no se dictó una ley de amnistía que permitiera el retorno de gran número de juristas así como de
ciudadanos que de ese modo se marginaron de la convención y restaron su aporte. Los presos políticos
tampoco obtuvieron el beneficio de la amnistía, como ocurrió en la Convención de 1870”. Señala
igualmente que esta Constitución “...Ha configurado nuevamente un presidencialismo autoritario
caracterizado por las funciones periféricas del parlamento y la subordinación jerárquica del Poder
Judicial” (Tomo I, págs. 204 y 212).
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6) La Constitución de 1992
Por haber sido democráticamente sancionado, puede decirse que es la primera verdadera
Constitución del Paraguay.
Nadie duda que el proceso de democratización del Paraguay se inició con el golpe de Estado del 2
y 3 de febrero de 1989 que puso fin al largo gobierno del Presidente Alfredo Stroessner. A partir de esa
fecha empezaron los cambios y las reformas político – jurídicas para democratizar el país y construir un
auténtico Estado de Derecho.
Es la Constitución más extensa de todas las que tuvo el Paraguay. Cuenta con 311 artículos.
Siguiendo la tradición del constitucionalismo liberal, se la ha dividido en dos partes. La primera parte –
parte dogmática - a través de 136 artículos, enuncia las “Declaraciones fundamentales, los derechos, los
deberes y las garantías”. La segunda parte – parte orgánica – (155 artículos), regula principal y
prolijamente la organización y funcionamiento de los Poderes del Estado.
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Unidad V
En efecto, si se hojea nuestra Constitución se verá que ella está dividida en dos partes: la primera se
titula: “De las declaraciones Fundamentales de los Derechos, de los Deberes y de las Garantías”, y la
segunda, más extensa, se denomina “Del ordenamiento Político de la República”.
Todo Estado necesita de un ordenamiento jurídico básico, de un derecho fundamental que lo ordene
y le dé estructura. La palabra “Constitución” deriva del latín “constitutio”, “statum”, que significa ordenar,
establecer, regular. Es inconcebible un Estado no constituido, un Estado no organizado.
La Constitución es límite para el gobierno, porque en ella está estatuido el sistema de poderes,
indicando las atribuciones, duración y responsabilidad de las autoridades que lo integran. Es también
garantía de los derechos de los habitantes, pues los enumera y los declara inviolables.
Existen múltiples clasificaciones sobre las Constituciones. Algunos distinguen las Constituciones,
según su forma externa, en escritas y no escritas; y según el procedimiento que se siga para reformarlas, en
rígidas y flexibles.
Se denominan escritas cuando las normas que las componen se hallan reunidas en un cuerpo
único. Es decir, se encuentran reunidas sistemáticamente en un texto legal. Todos los países tienen
Constituciones escritas, excepto Inglaterra e Israel.
Son rígidas aquellas Constituciones establecidas por un Poder Constituyente y que solo pueden ser
reformadas por otro Poder Constituyente, convocada expresamente para el efecto.
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Como la mayoría de los pueblos no cuentan con el espíritu excepcional del pueblo inglés, debe
recurrir a mecanismos normativos que dificulten la reforma de la Constitución. La rigidez de la misma
constituye una importante garantía para los ciudadanos frente al humor cambiante de los parlamentarios o
contra la tendencia natural de todo gobernante de expandir sus tentáculos de poder.
Nuestra Constitución es rígida. En el art. 289 dispone que solamente podrá reformarse por una
Convención Constituyente convocada al efecto.
a) El Preámbulo:
Es un prólogo, una introducción a la Constitución. Preámbulo deriva del latín “preambulus”, que
significa precisamente eso: “ir adelante”. Es una enunciación sintética de los fines y objetivos que se
pretenden alcanzar con la sanción de la Constitución. Refleja también los principios y valores
fundamentales que inspiraron la redacción de la misma. No todas las Constituciones llevan preámbulo. La
primera que la tuvo fue la de los EE.UU., sancionada en 1787.
El preámbulo de la Constitución Nacional dice: “El pueblo paraguayo, por medio de sus
legítimos representantes reunidos en Convención Nacional Constituyente, invocando a Dios,
reconociendo la dignidad humana con el fin de asegurar la libertad, la igualdad y la justicia,
reafirmando los principios de la democracia republicana, representativa, participativa y pluralista,
ratificando la soberanía e independencia nacionales, e integrado a la Comunidad Internacional,
sanciona y promulga esta Constitución”.
Para muchos el preámbulo tiene una gran importancia ya que al contener principios generales del
ordenamiento jurídico del Estado, sirve para interpretar e indagar el sentido de las cláusulas
constitucionales cundo aparecen oscuras e insuficientes. Para otros autores, en cambio, el preámbulo no es
ley, sino una declaración que precede al articulado. Como no esta ubicado en la parte dispositiva del texto
constitucional, carece de fuerza obligatoria y, por lo tanto, su valor como fuente de interpretación no debe
exagerarse. Hay quienes incluso sostienen que el preámbulo puede suprimirse, puesto que los poderes no
pueden salir de las atribuciones que le son concedidas por la Constitución.
b) La parte dogmática:
En esta parte las Constituciones contienen: a) los principios políticos esenciales que se refieren al
Estado en sí mismo (por ejemplo: la forma de Estado, forma de gobierno, división de los poderes, etc.); b)
la enumeración de los derechos fundamentales que se reconocen o se conceden a los habitantes del país o a
los grupos sociales (estos derechos se denominan derechos individuales, derechos humanos o derechos de
la persona humana); y c) de las garantías creadas a favor de los mismos para tutelar, proteger y asegurar el
respeto y la plena vigencia de esos derechos. La parte dogmática constituye un verdadero “programa de
vida”.
Nuestra Constitución titula la parte dogmática “De las Declaraciones Fundamentales, de los
Derechos, de los Deberes y de las Garantías” y la divide en dos Títulos. El Título I posee tres artículos que
versan sobre las “Declaraciones Fundamentales”. Tiene un contenido esencialmente político, como por
ejemplo, el art. 1° que define la forma del Estado y de gobierno de la República del Paraguay. El Título II,
denominado “De los Derechos, Deberes y Garantías”, contiene 133 artículos estableciendo una serie de
derechos individuales y sociales y de las garantías que gozan los habitantes, las obligaciones de los
ciudadanos y del gobierno y, además, los principios políticos, jurídicos, económicos, culturales, religiosos,
etc., sobre los cuales se organiza el Estado paraguayo
c) La parte orgánica:
La segunda parte de la Constitución nacional está dividida en cinco Títulos. El Título II está
destinado a reglar la estructura y la organización del Estado y se divide, a su vez, en cuatro Capítulos. El
Capítulo I lo dedica al Poder Legislativo (arts. 182 a 225); en el Capítulo II se refiere al Poder Ejecutivo
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(arts. 226 a 246); en el Capítulo III habla del Poder Judicial (arts. 247 a 275); en el Capítulo IV de “Otros
organismos del Estado” (arts. 276 a 287).
Para que los derechos y las garantías estén asegurados, las Constituciones deben tener estabilidad.
Para alcanzar ese objetivo es indispensable que la Constitución no pueda modificarse muy fácilmente y en
cualquier momento por simples cuestiones coyunturales o por intereses sectoriales o partidarios. Pero
tampoco debe descartarse el cambio y pretender que la Constitución permanezca inmutable, intocable o
pétrea, porque algunos años después de sancionada puede ser necesario reformarla para adaptar sus normas
a una sociedad en evolución, o para corregir las disposiciones que no hayan sido eficientes en la
contención de los abusos del poder, o que hayan fracaso por no responder enteramente a la idiosincrasia o
forma de pensar del pueblo.
En síntesis: la reforma no debe facilitarse, pero tampoco impedirse. Toda Constitución, transcurrido
cierto tiempo, necesita rejuvenecer su contenido e incluir nuevas figuras jurídicas que surgen de la
evolución.
II - EL PODER CONSTITUYENTE
¿Quién tiene el poder de dictar la Constitución, esto es, el Poder Constituyente?. En el sistema
democrático el Poder Constituyente reside en el pueblo o en la nación. Como titular de la soberanía,
corresponde al pueblo el ejercicio del Poder Constituyente, y por ende, la facultad de dictarse una
Constitución y revisarla.
El pueblo o la nación, como Poder Constituyente, actúa mediante una asamblea denominada
Convención Constituyente, integrada por convencionales (representantes) elegidos en votación popular.
La función específica y concreta de la Convención Constituyente es dictar o reformar la Constitución, en
nombre y representación del pueblo.
Una vez dictada la Constitución, el Poder Constituyente desaparece, dando lugar al surgimiento de
los Poderes Constituidos, que encuentran su legitimidad y fuente de validez en la propia Constitución.
Poderes Constituidos son los órganos de gobierno creados por la Constitución para dirigir al
Estado.
Este aparece cuando surge un estado a la vida y el pueblo ejerce por primera vez su facultad de
dictarse una Constitución. O bien cuando se rompe el orden constitucional por medio de una revolución
(por ejemplo, la Revolución Comunista de 1917, en Rusia), estableciendo un ordenamiento nuevo. En
ambos casos, el Poder Constituyente no se encuentra de antemano sometido a ninguna Constitución,
gozando, en consecuencia, de una libertad total. El Poder Constituyente originario el ilimitado y solo está
sujeto a las restricciones que impone el derecho natural: respetar la libertad y la dignidad del hombre.
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El Poder Constituyente derivado (o de reforma) es limitado, pues debe desenvolverse dentro del
marco que le fija la propia Constitución a ser reformada. Su actuación se encuentra condicionada y limitada
por las normas constitucionales que lo consagran y regulan su ejercicio.
El art. 289 de la Constitución Nacional dice: “La reforma de esta Constitución sólo procederá
luego de diez años de su promulgación. Podrán solicitar dicha reforma la cuarta parte de los
legisladores de cualquiera de las Cámaras del Congreso, el Presidente de la República o treinta mil
electores, en petición firmada. La declaración de la necesidad de la reforma sólo será aprobada por
mayoría absoluta de dos tercios de los miembros de cada Cámara del Congreso. Una vez decidida la
necesidad de la reforma, el Tribunal Superior de Justicia Electoral llamará a elecciones dentro del
plazo de ciento ochenta días, en comicios generales que no coincidan con ningún otro. El número de
miembros de la Convención Nacional Constituyente no podrá exceder del total de los integrantes del
Congreso. Sus condiciones de elegibilidad, así como la determinación de sus incompatibilidades,
serán fijadas por ley. Los convencionales tendrán las mismas inmunidades establecidas para los
miembros del Congreso. Sancionada la nueva Constitución por la Convención Nacional
Constituyente, quedará promulgada de pleno derecho”
Para poder reformarse el artículo establece un procedimiento y un órgano constituyente que son
distintos de los utilizados para sancionar las leyes ordinarias. Ese mecanismo especial asegura la
supremacía de la Constitución, ya que si fuera posible modificarla con los procedimientos comunes, la
Constitución no sería una ley suprema.
Concepto: Por encima de los tratados y acuerdos internacionales, las leyes, los decretos, las
ordenanzas municipales, las acordadas, y demás normas que componen el ordenamiento jurídico, está la
Constitución.
El Estado sería un caos si todas las normas jurídicas tuviesen la misma jerarquía. Para evitarlo se
establece una gradación jerárquica de las normas, correspondiendo a la Constitución el rango más elevado,
el grado supremo. Esta situación de superioridad que se le atribuye se denomina “supremacía
constitucional”, llamada también por algunos autores “superlegalidad” porque la Constitución es la super-
ley, la ley de leyes o ley suprema.
Hans Kelsen, eminente jurista austríaco, llama “pirámide jurídica” a esta gradación de normas. “La
unidad de éstas – dice – resulta de que la creación de una norma, la de grado más bajo, está determinada
por otra, la de grado superior, cuya creación es determinada, a su vez, por otra todavía más alta”. La
Constitución está ubicada en la cúspide de esta “pirámide jurídica”.
La Constitución es ley suprema no solo por ser el fundamento, la base, el cimiento de la estructura
política y del ordenamiento jurídico del Estado, sino porque obliga a que las demás normas y los actos
estatales y privados se subordinen, se ajusten, se amolden a las prescripciones contenidas en ella. No
pueden firmarse tratados internacionales, sancionarse leyes, dictarse decretos u ordenanzas municipales, ni
dictarse sentencias judiciales o celebrarse contratos o ejecutarse actos que contradigan las normas
constitucionales.
Las normas o actos que no se encuadren dentro del marco de la Ley Suprema son susceptibles de
ser declaradas inconstitucionales y, por tanto, ineficaces.
El principio de la supremacía constitucional está consagrado en el art. 137 que expresa: “La ley
suprema de la República es la Constitución. Esta, los tratados, convenios y acuerdos internacionales
aprobados y ratificados, las leyes dictadas por el Congreso y otras disposiciones jurídicas de inferior
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Es el sistema inglés y el de los países escandinavos. Ningún juez ni aún un Tribunal o Corte
especial constituida por la Cámara de los Lores puede descalificar una ley dictada por el Parlamento, sobre
la base de que ella viola la Constitución. De acuerdo a Blackstone “...el Parlamento tiene autoridad para
hacer, confirmar, extender, restringir, abrogar, repeler, revivir y explicar las leyes, y que lo que el
Parlamento haga ninguna autoridad en la tierra lo puede deshacer”. Este sistema se expresa a través del
principio de absoluta soberanía del Parlamento.
Sistema que encarga la custodia de las normas constitucionales al Poder Judicial. Es el modelo de
control que cuenta con el apoyo de la mayor parte de la doctrina. Según Kelsen la garantía de la
Constitución reposa sobre la posibilidad de nulificar los actos que le son contrarios. Esa nulificación no
puede confiarse al mismo órgano que dicta la ley, ya que en ese caso el legislador se consideraría a sí
mismo un órgano de creación libre de derechos y no como un órgano de aplicación de derechos; es
necesario que un órgano independiente de quien ha dictado la ley haga ese control. Además, si no hubiera
control judicial no se reconocerían derechos, ya que no habría límite alguno a las decisiones del
Parlamento. La función esencial de los jueces es precisamente la de proteger los derechos individuales a
través de este mecanismo de revisión de las decisiones del órgano político.
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El Consejo Constitucional francés, además de ser también Tribunal Electoral, hace un control de las
leyes. El Consejo está compuesto por ex – Presidentes de la República y por nueve miembros: tres
designados por el Presidente de la República, tres por el presidente de la Asamblea y tres por el presidente
del Senado.
En Alemania, España, Portugal, Hungría, etc., los órganos especialmente encargados de revisar la
constitucionalidad de las leyes se denominan “Tribunal Constitucional”.
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Unidad VI
Concepto: Los derechos son las facultades o atribuciones que se reconocen a los hombres o a los
grupos sociales.
Los filósofos de la Revolución Francesa observaron que el hombre tiene, desde su concepción
hasta su muerte, ciertos derechos que son anteriores y superiores al Estado, y por ende, a la Constitución.
Esos derechos son considerados como atributos naturales del ser humano, adquiridos por el solo hecho de
nacer y vivir, inseparables de su existencia y dignidad, inherentes a su naturaleza y condición y, por tanto,
son sagrados e inviolables.
Los derechos esenciales del hombre han sido denominados indistintamente como derechos
naturales, derechos de la personalidad, derechos individuales, derechos del hombre o derechos humanos.
Los derechos humanos han nacido en el mundo jurídico con la nota de universalidad: pertenecen a
todos los hombres, sin distinción de raza, color, nacionalidad, sexo, idioma, religión, edad, posición
económica, etc. El sujeto de estos derechos es el hombre. Los derechos son “derechos humanos” porque
todos los seres humanos son titulares de ellos dentro de la sociedad. Los convencionales constituyentes no
crean ni otorgan los derechos humanos. Ellos simplemente los reconocen y los declaran en la Constitución.
Ya en el año 456 antes de Cristo, Sófocles señalaba que: “... este derecho no es de hoy ni de ayer,
vive eternamente y nadie sabe cuando apareció”.
Ulpiano afirmaba que: “... por lo que atañe al derecho natural, todos los hombres son iguales”.
“Las Institutas” de Justiniano decían que: “Por derecho natural, todos los hombres nacían originariamente
libres”
Indudablemente que la idea de la igualdad esencial de todos los hombres, con inherente dignidad,
corresponde a la doctrina del cristianismo. San Pablo enseñaba esa doctrina diciendo: “No hay judíos, ni
griegos; no hay siervos, ni libres; no hay varón ni hembra; porque todos vosotros sois uno en Cristo
Jesús”. (Epístola a los Gálatas, III, 28).
Esos derechos, sin embargo, si bien eran reconocidos en el ámbito religioso y filosófico, han
requerido el trabajo de siglos para ponerlos en práctica y hacerlos efectivos mediante la incorporación de
ellos a los textos legales y constitucionales. Fue recién a partir del siglo XVIII que los derechos del
hombre aparecen figurando con mayor progresión en las Constituciones y en las leyes de los países.
CLASIFICACIÓN
De acuerdo al tiempo de aparición, los autores clasifican los derechos humanos en:
a) Los derechos humanos de primera generación o derechos individuales: Son los derechos
clásicos, tradicionales, que se refieren principalmente a la libertad e igualdad. Son los primeros derechos
fundamentales que fueron consagrados por las primeras Constituciones a partir de la “Declaración de los
Derechos de hombre y del ciudadano” del Siglo XVIII. Derechos reconocidos al individuo destinados a
limitar la actividad del Estado y dar seguridad al individuo ya que imponen al Estado obligaciones de no
hacer, de abstenerse, de no molestar, de no lesionar, de no privar.
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Más que derechos, desde el punto de vista estrictamente jurídico, son libertades de tránsito, libertad
de opinión y de expresión, libertad de conciencia y religión, libertad de asociación, de reunión, de
manifestación, etc. Así, por ejemplo la libertad de expresión o libertad de pensamiento implica para el
Estado la obligación de no censurar, de no impedir la expresión; la libertad de tránsito significa el deber de
no impedir la circulación.
La segunda categoría de derechos está íntimamente ligada con los derechos de primera generación,
puesto que constituyen la base de su realización: para ser libres se necesita tener un nivel de vida digno y
un mínimo de educación y de salud. Los hombres que sufren necesidades no son hombres libres. Es
necesario que el Estado los proteja.
A partir de 1970 comienza a crearse en el mundo una conciencia ambiental, con movimientos
ecologistas y conservacionistas, lo que se ve reflejado en las Constituciones del Estados al incluirse esos
derechos a gozar de un ambiente sano y equilibrado, en armonía con la naturaleza.
Se denominan derechos difusos o colectivos porque tutelan intereses supra individuales, intereses
que corresponden a la comunidad en general, o a grupos o clases de personas, sin que exista una titularidad
individual precisa.
d) Los derechos humanos de cuarta generación o derecho a ser diferente: Son aquellos
derechos que surgen de un proceso de diferenciación de un individuo respecto de otro. Abarca cuestiones
tales como el derecho a la homosexualidad, al cambio de sexo, al aborto, a rechazar tratamientos médicos
que lleven a la muerte, etc.
El jurista argentino Ricardo Luis Lorenzetti señala que hay una “inflación” de derechos
fundamentales. Los que antes eran solo derechos del hombre hoy lo son de muchas categorías de
individuos: derechos del hombre, derechos de la mujer, del anciano, del niño, del trabajador, del detenido,
de los homosexuales, de los indígenas, etc. Este autor considera que cuanto más se multiplica la nómina de
los Derechos Humanos menos fuerza tendrán como exigencia.
Por esta vía los derechos humanos pueden constituirse en una moneda devaluada. Es relativamente
sencillo que un Banco Central emita monedas o billetes de modo que toda la gente tenga dinero en sus
manos en muy poco tiempo, pero ese efecto mágico desaparece en un segundo ciclo con la pérdida del
valor adquisitivo del signo monetario. Algo similar puede ocurrir con los derechos fundamentales, ya que
es sencillo redactar una ley, una Constitución o un tratado concediendo derechos, pero éstos se devalúan al
sobreabundar.
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Concepto: En los albores del constitucionalismo fue común anteponer a las Constituciones un documento
solemne denominado “Declaración de Derechos”. Así ocurrió con la Revolución Francesa al sancionarse la
famosa “Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano”, y con la independencia de las
Colonias Inglesas de América del Norte donde aparece la “Declaración de Derechos del Estado de
Virginia”.
ANTECEDENTES HISTÓRICOS
a) En Inglaterra:
Por lo general se considera que las declaraciones de derechos tienen su origen en la “Carta Magna”
de 1215, considerada como la ley fundamental de los ingleses. En ese histórico documento el Rey “Juan
Sin Tierra”, por imposición de los barones de la nobleza inglesa, les reconoció una serie de derechos y
libertades personales en materia de administración de justicia, impositiva, de propiedad y de locomoción.
Los derechos esenciales del pueblo inglés fueron ampliados y reconocidos en otros documentos
posteriores. Así, en 1628 el Parlamento, reaccionando con energía ante el hecho de que el soberano imponía
arbitrariamente las contribuciones y arrestaba sin proceso a quienes se negaban a pagarlas, consiguió que el
Rey Carlos I aceptara la “Petición de Derechos” comprometiéndose a terminar con esos abusos. Un artículo
de este documento establecía que era ilegal el cobro de impuestos por la corona sin el consentimiento del
Parlamento. En 1653 surgió el “Instrumento de Gobierno” (Instrument of Government) como el propósito
de establecer un ordenamiento legal de gobierno estableciendo una separación entre el poder constituyente
y los poderes constituidos. Es considerada como la primera Constitución escrita de Inglaterra.
b) En Francia:
Los revolucionarios franceses se dedicaron con ahínco y fervor al estudio y sanción de una
Declaración de Derechos. La Asamblea Nacional Constituyente, que surgiera a raíz de la Revolución de
1789, sancionó en agosto de ese año la famosa “Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano”, exponiendo en ella “...Los derechos naturales inalienables y sagrado del hombre”. Estos
derechos que se caracterizan por ser universales, son el patrimonio común de todo ser humano. Esta
Declaración contiene principios que hasta hoy continúan siendo el fundamento del Derecho de casi todas
las naciones del mundo. Posee un valor histórico grandioso por la profunda influencia que ejerció en
numerosas Constituciones y en muchas acciones populares.
1° Los hombres nacen y viven libres e iguales en derechos. Las distinciones sociales solo pueden
fundarse en la utilidad común.
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c) En Norteamérica
Especial mención merece la “Declaración de Derechos del Estado de Virginia” de 1776, que
precedió en algunos días a la Declaración de Independencia de las Colonias Inglesas de Norteamérica. Es
considerada como el primer documento de carácter humanista y ecuménico que nace inspirado en las
doctrinas de Locke, Rousseau y Montesquieu. Contiene 16 artículos y a título de ejemplos, se transcriben a
continuación los dos primeros:
1° Que todos los hombres son por naturaleza igualmente libres e independientes, y tienen ciertos
derechos inherentes, de los cuales, cuando entran en estado de sociedad, no pueden,
por ningún contrato, privar o despojar a su posterioridad; especialmente el goce de la
vida y la libertad, con los medios de adquirir y de poseer la propiedad y de perseguir y
obtener la felicidad y la seguridad.
2° Que todo poder reside en el pueblo y, por consiguiente, de él se deriva; que los magistrados
son sus mandatarios y servidores y en todo tiempo responsables ante él.
Con esos antecedentes, resulta sumamente curioso que la Constitución de los EE.UU., tal como se
sancionó en 1787, no contuviera originalmente esos derechos y garantías individuales. A propuesta de
Hamilton la declaración de esos derechos del hombre no fue incluida en un Preámbulo como querían los
otros diputados. Hamilton aducía que es bien entendido que el pueblo posee derechos anteriores a la
Constitución y siendo así, no era necesario incluirla o anexarlas a la Constitución, de las cuales 10 fueron
incorporados en el año 1791, tan pronto la experiencia demostró cuán necesarios son los derechos expresos,
e incluyó un precepto que establece: “La enumeración en esta Constitución de ciertos derechos, no podrá
alegarse para negar o desvirtuar otros retenidos por el pueblo”.
En base a la dura experiencia recogida de la Segunda Guerra Mundial (1939 – 1945), se reafirmó la
preocupación y la necesidad de establecer un ordenamiento internacional para lograr el reconocimiento,
respeto, protección y defensa de los derechos humanos. La violación sistemática de los derechos del
hombre fue puesta en evidencia cuando los ejércitos angloamericanos y rusos penetraron en los campos de
concentración donde se habían cometido crímenes sin nombre contra la humanidad. Los pueblos
victoriosos, en víspera de aprobar la Carta de las Naciones Unidas, estaban dispuestos a implantar medidas
destinadas a evitar su repetición en el futuro.
La Declaración Universal consagra, en primer lugar, los derechos individuales clásicos, y que son
los derechos a la vida, a la libertad y a la seguridad personal; a que nadie será sometido a esclavitud, ni a
tortura, pena o trato degradante; a que nadie podrá ser arbitrariamente detenido, preso ni desterrado; a ser
oído públicamente; a que toda persona es inocente mientras no se pruebe su culpabilidad; a la
inviolabilidad de domicilio y de correspondencia; derecho de propiedad; a la libertad de pensamiento, de
conciencia y de religión; a la libertad de opinión y de expresión; de reunión y de asociación, etc. En
segundo término, incluye los derechos de la segunda generación, es decir los derechos económicos y
sociales como son: el derecho al trabajo, a la seguridad social, a la educación, a un nivel de vida digno, etc.
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Fue sancionada en el mismo año (1948) en que se proclamó la “Declaración Universal de los
Derechos Humanos”. El texto y el espíritu de ambas Declaraciones son muy similares. Se adoptó en la
novena Conferencia Internacional Americana celebrada en Bogotá en mayo de 1948, documento en el que
los Estados Americanos reconocen que los derechos esenciales del hombre no nacen del hecho de ser
nacional de determinados Estados sino que tienen como fundamento los atributos de la persona humana y
que la protección internacional de esos derechos debe ser guía principalísima del Derecho americano en
evolución.
c) La Convención Americana sobre Derechos Humanos o Pacto de San José de Costa Rica
Fue suscripta en San José de Costa Rica el 22 de noviembre de 1969 y de ella son partes todos los
países de América Latina. Desde su entrada en vigencia en 1978, es la fuente normativa principal sobre la
protección de los derechos humanos de la región. El art. 1° de la Convención establece el compromiso de
los Estados a respetar los derechos y libertades reconocidos en ella y a garantizar su libre y pleno ejercicio
a toda persona que esté sujeta a su jurisdicción. Para la protección y defensa efectiva de los derechos
humanos, la Convención Americana crea dos órganos competentes a tales efectos: la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos y la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Aunque con la natural imperfección humana, no se puede negar que las Declaraciones de
Derechos han contribuido vigorosamente a institucionalizar las formas políticas por la poderosa influencia
que han proyectado en los textos constitucionales aprobados en muchos países, en las leyes, en la opinión
pública y hasta en el plano jurisprudencial.
En efecto, para el derecho internacional es fundamental la actitud que asuman los Estados
en cuanto a la implementación de los Derechos Humanos, ya que las declaraciones solo son operativas
cuando los Estados las ponen en funcionamiento incorporándolas a su sistema legal interno.
Todas las Constituciones del mundo, en una forma u otra, más tarde o más temprano, han
venido adoptando estos derechos fundamentales al ir incorporando progresiva y continuamente cláusulas
enunciativas de los derechos de la persona humana.
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El orden público, la moral, y las buenas costumbres también limitan el ejercicio de los
derechos.
La facultad reglamentaria tiene como límite el “principio de responsabilidad” que impide que la
regulación derive en el cercenamiento o supresión del derecho reglamentado.
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Unidad VII
1) El derecho a la vida
El derecho a la vida es el primero de los derechos humanos. La vida constituye el principio lógico,
ontológico y deontológico de todos los demás derechos. La vida más que un derecho es el presupuesto
para el ejercicio o goce de los demás derechos y libertades.
El ser humano tiene un derecho fundamental: no ser privado de su vida por el Estado ni por sus
semejantes. Estos inclusive tienen la obligación de ayudarlo a defenderse de los peligros que lo rodean,
como el hambre, la enfermedad, la inseguridad, la insalubridad del medio ambiente, etc.
Nuestra Constitución garantiza la vida humana desde el momento de la concepción, es decir, desde
que se encuentra en el seno materno, de donde deriva la imposibilidad de legalizar el aborto en nuestro
país. Otro corolario importante que deriva del principio de la inviolabilidad de la vida humana es la
imposibilidad de aplicar la pena de muerte por delitos comunes o políticos.
Art. 5 - “Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes. El
genocidio y la tortura, así como la desaparición forzosa de personas, el secuestro y el homicidio por
razones políticas son imprescriptibles.”
El texto que comentamos protege a la persona humana contra las torturas, los tormentos, los tratos
crueles, inhumanos, como medio de esclarecimiento de la verdad en los procesos criminales o como pena,
es decir, como medio de represión o castigo. Las torturas no garantizan el esclarecimiento de la verdad.
Puede ocurrir que un débil inocente confiese la comisión de un hecho punible y que por el contrario, el
verdadero culpable calle, por estar capacitado para sobrellevar el dolor físico. También prohíbe el empleo
de drogas o de cualquier procedimiento de técnica moderna que atente contra la integridad física, psíquica
o mental, para arrancar confesiones de culpabilidad a los imputados.
El derecho a la vida postula que toda persona tiene el derecho a que el Estado y la sociedad lo
defienda y lo asista de los daños de la naturaleza en caso de catástrofes como terremotos, inundaciones,
pestes o plagas, etc.
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3) - El derecho a la salud
Nuestra Carta Magna contempla en forma expresa este derecho fundamental en el art. 68. La
relación existente entre el derecho a la vida y el derecho a la salud es obvia. El derecho a la salud tiene el
propósito fundamental de hacer efectivo el derecho a la vida consagrado por el art. 4° de la Constitución.
Una de las funciones esenciales del Estado es la de velar por la salud de la población, por ser ésta
un bien de interés común. Ello implica para el Estado el deber de garantizar la prevención y tratamiento de
enfermedades, pestes o plagas, pero también la obligación de toda la comunidad de someterse a las medidas
sanitarias establecidas legalmente para la defensa de la salud.
El derecho a la salud se hace efectivo también mediante el sistema a la seguridad social que
establece como obligatorio el art. 95 de la Constitución para proteger a los trabajadores dependientes contra
los riesgos de la enfermedad, invalidez, maternidad, vejez, jubilación, muerte y demás contingencias que la
ley determine. La norma citada dispone que los servicios del sistema de seguridad social podrán ser
públicos, privados o mixtos, y que en todos los casos estarán supervisados por el Estado.
La vida humana solo es posible en solidaridad con la naturaleza que nos sustenta y nos sostiene. Es
necesario tutelar la naturaleza para que la vida humana pueda desenvolverse en un marco físico, psíquico y
cultural adecuado. Es necesario también comprender que todos los componentes de la naturaleza están
interrelacionados y todas las formas de vida se organizan de manera integrada, no pudiendo violentarse
ninguna de ellas sin traer aparejadas serias consecuencias. El “hábitat” natural, el equilibrio ecológico, la
salubridad del medio ambiente, constituyen bienes que corresponden e interesan a todos los hombres,
porque todos somos vecinos en este planeta Tierra. Cualquier agresión o daño que se produzca en un lugar
del planeta, repercute negativamente en otro, por distante que sea.
Para poner fin a esta carrera destructiva, hoy todos los países del mundo hablan y legislan sobre la
protección del medio ambiente. La comunidad internacional ha incorporado en la categoría de “derecho
humano” la necesidad de habitar en un ambiente sano y saludable.
“Las actividades susceptibles de producir alteración ambiental serán reguladas por la ley.
Asimismo, ésta podrá restringir o prohibir aquellas que califique peligrosas.
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La tutela del medio ambiente no compete exclusivamente al Estado, sino también a todos los
habitantes en el sentido de abstenerse de desarrollar conductas que significan la destrucción del ecosistema.
Se debe preservar no solamente el macroambiente sino también el microambiente que rodea a cada
individuo.
Concepto de libertad
La libertad es la facultad de pensar, decidir y actuar por si mismo sin sufrir presión o coacción de
parte de otros. Es el dominio del hombre sobre si mismo. La libertad se presenta como capacidad o
posibilidad general de autodeterminación individual.
También se llama libertad a las condiciones sociales, políticas y jurídicas necesarias para que los
individuos actúen de acuerdo a su propia voluntad, sin coacción moral o física del Estado o de sus
semejantes.
La Libertad es el más preciado don con que Dios ha dotado al hombre. Resulta tan valiosa al
hombre como el oxígeno para su vida. De allí que podemos decir que la historia del hombre y de la propia
humanidad, sea la historia de su lucha por la libertad. Las guerras, las revoluciones, las reformas más
importantes, las constituciones, las leyes, etc. se gestaron y se produjeron invocando la libertad.
La libertad natural, originaria o absoluta consiste en la facultad de hacer lo que se quiera, sin
limitación alguna. La libertad absoluta es inconciliable con la condición de ser social del hombre. Si se
permitiera que cada hombre haga lo que quiera, no sería posible mantener una estructura social. El ejercicio
de semejante libertad para todos los hombre en el seno de la sociedad produciría continuos conflictos,
sobrevendría el caos y la anarquía y, finalmente, el predominio del más fuerte. Sin un orden y sin
determinadas limitaciones a la libertad individual, la convivencia social organizada sería imposible.
La ley es la que determina el ámbito y los límites de nuestra libertad. Dentro de esa esfera o círculo
podemos movernos libremente, podemos ejercer nuestros derechos, actuar, disponer y determinar según
nuestra voluntad, sin que nadie pueda impedirlo. Fuera de ella no contamos con la protección del Estado.
La libertad jurídica es, en resumen, la facultad que tiene todo hombre de desenvolverse, ejercitando sus
derechos de un modo consciente y autónomo, dentro y bajo la garantía de la ley.
En un sistema democrático esas limitaciones a la libertad deben ser razonables, impuestas para
armonizar los intereses individuales y los intereses de la sociedad organizada. Las limitaciones a la libertad
no pueden conducir a su total desconocimiento.
Libertad es la libertad general y abstracta. Las libertades son los derechos particulares y concretos
que la integran, como, por ejemplo, la libertad de pensamiento, la libertad de culto, la libertad de tránsito, la
libertad de comercio, de asociación, etc., que son resultados de la institucionalización de la libertad general.
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Formación Democrática Sergio Martyniuk Barán
Hemos dicho que el hombre necesita tener una esfera propia de libertad para desarrollar su
personalidad.
Por esa razón nuestra Constitución declara la “proscripción” de ellas, utilizando dicho término para
darle mayor énfasis a la idea del rechazo.
Las cargas sociales son ciertos servicios personales que obligatoriamente deben soportar los
ciudadanos a favor del Estado, como la integración de las mesas electorales durante los comicios, el
levantamiento de censos, etc. Sacrificios que únicamente pueden ser exigidos por ley.
Art. 11 - “Nadie será privado de su libertad física o procesado, sino mediando las causas y en
las condiciones fijadas por esta Constitución y las leyes.”
Esta garantía fundamental deriva del derecho a la libertad y a la seguridad consagrado por la
Constitución. Preocupada por proteger la libertad física o ambulatoria de las personas, nuestra Carta Magna
establece esta prohibición según la cual ninguna persona puede ser privado de su libertad ni procesada sino
por las causas y con la observancia de determinados requisitos fijados previamente por la Constitución y las
leyes. Con esta disposición busca amparar a las personas contra las detenciones y los procesos arbitrarios.
Razones de seguridad jurídica exigen que los ciudadanos sepan de antemano cuáles son las causas
y la forma en que pueden ser privados de su libertad.
Art. 12 - “Nadie será detenido ni arrestado sin orden escrita de autoridad competente, salvo
caso de ser sorprendido en flagrante comisión de delito que mereciese pena corporal....”
Los términos “detenido” y “arrestado” se utilizan en el sentido de ser privado de la libertad física,
pero sin que esa privación signifique una pena, la cual requiere siempre que sea consecuencia de un juicio
previo. Las detenciones o arrestos que realizan generalmente los funcionarios policiales son sólo
privaciones provisionales de la libertad.
La norma constitucional prevé dos situaciones para la validez de las detenciones o arrestos: a) para
los casos normales: la existencia de una orden escrita emanada de autoridad competente. Son autoridades
competentes los jueces, los fiscales y el Presidente de la República, pero éste último sólo en el caso de
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haberse decretado el Estado de Excepción, y b) para los casos excepcionales: autoriza la detención sin
necesidad de orden alguna, cuando una persona es sorprendida “in fraganti” delito o cuando ella intenta
cometer un hecho punible y es sorprendida en el momento de empezar, o cuando se trate de un reo o de un
procesado prófugo (art. 239 C.P.P.). En estos casos la policía –y hasta un particular- puede proceder a su
aprehensión sin orden escrita, pero debe informar dentro del plazo de 6 horas al juez y al fiscal de turno. Si
la detención ha sido motivada por orden escrita, el detenido debe ser puesto a disposición del juez
competente dentro del plazo de 24 horas.
De acuerdo a nuestro código procesal penal, el agente fiscal puede ordenar la detención de una
persona, en los siguientes casos: a) cuando sea necesaria la presencia del imputado y exista probabilidad
fundada para sostener que es autor o partícipe de un hecho punible y que puede ocultarse, fugarse o
ausentarse del lugar; b) cuando en el primer momento de la investigación sea imposible individualizar a los
imputados y a los testigos y se deba proceder con urgencia para no perjudicar la investigación, evitando que
los presentes se alejen del lugar, se comuniquen entre sí y que se modifique el estado de las cosas y de los
lugares; y c) cuando para la investigación de un hecho punible sea necesaria la concurrencia de cualquier
persona para prestar declaración y se negare a hacerlo (art. 240 C.P.P.).
Este artículo es el fundamento constitucional del recurso de “Hábeas Corpus”. En efecto, conforme
lo veremos más adelante, cuando una persona es privada de su libertad física en forma ilegal o arbitraria,
debe utilizar este recurso para conseguir que sea puesta en libertad.
Art. 19 - “La prisión preventiva solo será dictada cuando fuese indispensable en las
diligencias del juicio. En ningún caso la misma se prolongará por un tiempo mayor al de la pena
mínima establecida para igual delito, de acuerdo con la calificación del hecho efectuada en el auto
respectivo.”
Como vemos, la prisión preventiva se encuentra expresamente autorizada por nuestra Constitución.
Ella permite que el encausado que está a disposición de un juez penal, pueda restringírsele su libertad física
temporalmente por medio de la prisión preventiva, con el fin de posibilitar que el Poder Judicial cumpla
con su función primordial de impartir justicia.
La prisión preventiva es una medida cautelar que tiende a asegurar el resultado final del proceso.
Responde, según Carrara, a tres necesidades: una de defensa pública, porque impide que mientras dure el
proceso los imputados continúen delinquiendo; otra, de justicia, ya que impide la fuga del acusado; y otra,
de verdad, porque evita que aquél dificulte la investigación, intimide a los testigos y destruya los vestigios
del delito.
El tema de la prisión preventiva está íntimamente ligado con el principio de inocencia de toda
persona sometida a juicio, reconocido por el art. 17 numeral 1 de la Constitución. Ello pone en conflicto
dos intereses fundamentales: proteger la libertad del encausado o posibilitar la administración de justicia.
Interpretando ambas normas puede concluirse que la prisión preventiva no afecta el estado de inocencia
siempre que se la utilice cuando sea indispensable a los fines propios del proceso, ya sea impidiendo la
fuga del encausado o bien posibilitando el éxito de la investigación. Ella debe ser aplicada por los jueces
sólo cuando resulte indispensable para asegurar el descubrimiento de la verdad y la actuación de la ley, de
modo que cuando resulte innecesaria, el juez tiene la obligación de hacerla cesar.
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Un juez penal puede ordenar la prisión preventiva cuando existan hechos o circunstancias para
suponer que el encausado: a) obstaculizaría la investigación del hecho delictivo destruyendo, modificando,
ocultando, suprimiendo o falsificando elementos de prueba; o influiría para que los testigos peritos
testimonien o informen falsamente; y b) eludiría la acción de la justicia; no se pondría a disposición del
juez en el momento oportuno o, una vez sentenciado, no comparecería a cumplir la condena.
Art. 41 - “Todo paraguayo tiene derecho a residir en su Patria. Los habitantes pueden
transitar libremente por el territorio nacional, cambiar de domicilio o de residencia, ausentarse la
República a volver a ella y, de acuerdo con la ley, incorporar sus bienes al país o sacarlos de él. Las
migraciones serán reglamentadas por la ley, con observancia de estos derechos.
El ingreso de los extranjeros sin radicación definitiva en el país será regulado por la ley,
considerando los convenios internacionales sobre la materia.
Los extranjeros con radicación definitiva en el país no serán obligados a abandonarlo sino en
virtud de sentencia judicial.”
Es el derecho de todo individuo de radicarse donde quiera, de desplazarse libremente dentro del
territorio nacional de un lugar a otro, cambiar de domicilio estableciéndolo en otro sitio de la República,
salir del país, permanecer fuera de él y volver cuando le convenga.
La libertad de tránsito sólo puede ser limitada en caso de un peligro inminente a la salubridad o la
seguridad pública. Tales limitaciones se ejercen generalmente restringiendo el acceso a áreas o zonas
prohibidas. Esta libertad sufre una fuerte limitación durante el estado de excepción.
Respecto a los extranjeros, el Estado está facultado para regular, controlar y establecer
requisitos y condiciones de ingreso, permanencia y salida del país. Puede válidamente expulsarlos, aún con
radicación definitiva, siempre que en este caso se observen los recaudos del debido proceso.
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Unidad VIII
La vida privada es aquella esfera de cada existencia en la cual nadie se puede inmiscuir sin haber
sido autorizado. La vida privada del hombre abarca hasta donde se extiende su libertad.
Art. 33 - “La intimidad personal y familiar, así como el respeto a la vida privada,
son inviolables. La conducta de las personas, en tanto no afecte el orden público
establecido en la ley o a los derechos de terceros, estará exenta de la autoridad pública. Se
garantiza el derecho a la protección de la intimidad, de la dignidad y de la imagen privada
de las personas.”
El derecho a la intimidad es parte del concepto de libertad. La característica esencial del derecho a
la intimidad es que garantiza un ámbito privado reservado a la propia persona y del que quedan excluidos
los demás, salvo, desde luego, que el titular del derecho desee compartir esa zona de privacidad con otros
semejantes. Esa zona íntima, ese ámbito estrictamente privado del individuo, debe ser respetado tanto por
el Estado como por los particulares.
La intimidad está formada por aquellos sentimientos, comportamientos, hábitos, hechos, datos,
situación económica, creencias religiosas, relaciones familiares, salud mental y física de una persona, que
normalmente están sustraídos al conocimiento de extraños y cuyo acceso por éstos podría turbarla o
mortificarla moralmente por afectar su pudor, su recato y su imagen, a menos que esa persona autorice ese
conocimiento.
El derecho a la intimidad protege también el entorno familiar de la persona. Ella tiene el derecho de
exigir respeto no sólo de sus actuaciones como ser individual, sino también como parte integrante de un
núcleo familiar. Así, por ejemplo, una noticia referida al ámbito privado de un menor afecta también el
derecho a la intimidad de sus padres.
Del derecho a la intimidad derivan dos derechos fundamentales: a) el derecho a la dignidad, honra,
reputación o prestigio; y b) el derecho a la propia imagen.
Dice una definición ya clásica que la intimidad es el derecho a estar solo y a no ser perturbado en la
vida privada. Pero el derecho a la intimidad es más amplio. Actualmente se considera incluido en el ámbito
de la reputación, el derecho a la propia imagen, el derecho al secreto y la confidencialidad de ciertos actos,
etc., que son derechos personalísimos íntimamente vinculados con la intimidad.
La honra o reputación forma parte de la dignidad del hombre, concebido como aprecio y estima
que una persona recibe en el medio social que vive. Se define generalmente el honor como la estima de los
terceros, o bien la consideración social, el buen nombre o buena fama, así como el sentimiento y
conciencia, la estima y respeto de la propia dignidad. Por ello se habla de un honor subjetivo, propio, que
se vincula con la autoestima, y otro objetivo, que es el respeto que de nosotros tienen los demás. La honra o
reputación y la autoridad moral de una persona pueden ser afectadas por informaciones inexactas o
agraviantes emitidas a través de la prensa, la radio o la televisión. Vale decir, la intimidad de una persona
puede ser dañada o agredida a distancia, sin que ella esté enterada, mediante fotos tomadas a distancia con
teleobjetivo, escuchas telefónicas, uso indebido de datos informáticos, etc. Frente al creciente desarrollo de
los medios y procedimientos de captación, divulgación y difusión de la imagen, de datos, etc., reviste
singular importancia la necesaria protección de la intimidad de los ciudadanos.
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El derecho a la imagen es aquel derecho que la persona tiene a su propia representación externa,
dado que constituye una especie de proyección de su persona. Consiste en la facultad que goza cada
persona de decidir respecto al empleo de su imagen. La persona es la única dueña de su imagen y fotografía
y su divulgación sólo puede hacerse con su consentimiento expreso, salvo que dicha reproducción esté
justificada por la función pública que ella desempeñe (políticos, deportistas, artistas, científicos), y por
necesidad de justicia o de policía (personas que son buscadas por la comisión de hechos punibles o cuando
la reproducción se haga en relación a hechos o acontecimientos extraordinarios, personas que son víctimas
de desgracias, como incendios, accidentes, etc.).
Nuestra Constitución ampara no sólo el mundo interior del hombre, sino también los actos
personales que trascienden al exterior, acciones que pueden ser conocidos por terceros, siempre que esas
conductas privadas no afecten el orden público, o no perjudiquen los derechos de terceros. Mientras no
viole los dos principios consagrados por el artículo en examen, una persona puede, por ejemplo, concurrir a
los lugares de su agrado, usar la vestimenta que desee, salir con la persona que elija, peinarse como quiera,
etc.
Art. 34 - “Todo recinto privado es inviolable. Sólo podrá ser allanado o clausurado
por orden judicial y con sujeción a la ley. Excepcionalmente podrá serlo, además,
en caso de flagrante delito o para impedir su inminente perpetración,
o para evitar daños a la persona o a la propiedad.”
Desde las épocas más remotas, la autoridad y la ley se detuvieron ante la puerta del domicilio de
los habitantes. Una frase inglesa muy antigua expresa: “..En la casa del más humilde inglés, entra el aire y
el sol pero no el Rey”. Este derecho fundamental está consagrado en la Constitución. Nadie puede entrar en
la casa de una persona sin el consentimiento de ésta, y tampoco puede hacerlo la autoridad, sino con orden
judicial o en los casos excepcionales establecidos por la ley.
En la perspectiva constitucional, recinto privado es aquel espacio físico cuyo uso y disfrute
corresponde a la persona y en el cual ésta desarrolla habitualmente su vida privada. Ampara no sólo el
hogar o domicilio propiamente dicho, sino además cualquier otro lugar donde desenvuelve su vida privada,
como ser la oficina, el taller, el negocio, la capilla privada, etc.
Pero esa protección no es absoluta. La misma norma constitucional en examen y las leyes del país
determinan en qué casos y con qué requisitos puede procederse al allanamiento de un recinto privado. El
Código Procesal Penal autoriza el allanamiento por causa de seguridad pública (investigación de hechos
punibles, detención de sospechosos, etc.) y establece los requisitos para el efecto al disponer: “Cuando el
registro deba efectuarse en un recinto privado particular, sea lugar de habitación o comercial, o en sus
dependencias cerradas, se requerirá siempre orden de allanamiento escrita y fundada del juez o tribunal”
(art. 187). El mismo cuerpo legal autoriza el allanamiento de morada, sin necesidad de orden judicial
previa, en los siguientes casos: “...1) cuando existan denuncias fundadas sobre personas extrañas, que
fueron vistas introduciéndose en un lugar con evidentes indicios de que van a cometer un hecho punible; 2)
cuando el imputado, a quien se persigue para su aprehensión, se introduzca en una propiedad privada; y
3) cuando voces provenientes de un lugar cerrado anuncien que allí se esta cometiendo un hecho punible o
desde él se pida socorro”. (art. 188).
Cuando se trata de evitar un daño o un peligro inminente (incendio, inundación, derrumbe, etc.)
también puede allanarse una vivienda privada sin previa orden judicial.
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El concepto de documento privado es amplio, pues incluye los registros, las correspondencias, los
legajos personales, las historias clínicas, las fotografías, los impresos, las cintas magnetofónicas, los
disquetes de computadoras, los microfilms, etc.
El texto constitucional establece que la ley determinará los casos en que los tribunales de justicia
pueden ordenar la intervención de cualquier tipo de comunicación, como por ejemplo, la investigación de
delitos relacionados con el narcotráfico, el lavado de dinero, el secuestro extorsivo, etc.
Finalmente, el último párrafo del artículo en examen establece la obligación de guardar secreto
respecto del contenido de las comunicaciones y de los documentos privados que no estén vinculados con la
investigación judicial o administrativa. El Código Penal prevé la pena (cárcel de hasta 5 años o multa)
aplicable a los funcionarios que violan esta obligación.
La libertad de pensamiento
La libertad de pensamiento es el derecho de cada ser humano a pensar y sentir según lo que su
razón, su fe o sus sentimientos le indiquen en materia política, religiosa, filosófica, artística, social o
cualquiera otra. Es el derecho de todo individuo de creer o de no creer interiormente lo que le plazca sobre
esas cuestiones.
El pensamiento pertenece al fuero íntimo del hombre. Ni el Estado ni los particulares pueden
penetrar en el alma del hombre e imponerle una obligación o prohibición. El pensamiento humano es un
reducto inexpugnable, mientras no se manifieste exteriormente.
Las relaciones del Estado con la Iglesia Católica se basan en la independencia, cooperación y
autonomía.
Nadie puede ser molestado, indagado u obligado a declarar por causa de sus creencias o de su
ideología.”
De acuerdo a nuestra Constitución, cada habitante tiene la libertad de profesar cualquier creencia y,
en especial, la de adherir a cualquier culto religioso, o de no adherir a ninguno (que es el caso de los ateos),
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Los órganos del Estado no pueden, sin violar la Constitución, imponer a los habitantes del país una
determinada religión o ideología.
La libertad religiosa presenta una doble dimensión: una interna, que implica la libertad de adoptar
una religión de su preferencia, sin que nadie pueda interferir en esa elección; y otra externa, que comprende
el derecho de practicar el culto, de celebrar los ritos, los actos y las ceremonias de su religión, así como el
de abrir y mantener lugares públicos para la enseñanza y difusión a terceras personas.
La Constitución reconoce la libertad de culto, pero tal actividad no puede realizarse en una forma
libre, sin control alguno. Como son actos que trascienden al exterior y se difunden en la comunidad, la
práctica de los cultos debe estar reglamentada por la ley, pues podría afectar el orden público, la moral, las
buenas costumbres o los derechos de terceros. No serían admisibles, por ejemplo, los cultos satánicos, los
cultos que impulsaran a sus seguidores al homicidio o al suicidio, etc.
Por hallarse basada en el poder del pueblo, la democracia se alimenta del libre juego de las ideas
políticas, de las opiniones y de las creencias, posibilitando que todos contribuyan a la prosperidad del país.
Pero para que esa acción de los ciudadanos sea fecunda, es presupuesto primordial que todos seamos
tolerantes y respetuosos con las ideas políticas o las creencias religiosas de los demás, aún cuando ellas no
coincidan con las nuestras. Sin la tolerancia y el respeto mutuo en el ámbito de las ideas políticas o
religiosas, no es un posible una sana, efectiva y positiva convivencia social. Las Cruzadas y las guerras de
religión del siglo XVI entre católicos y protestantes, fueron consecuencias de la intolerancia religiosa. En la
ex - Unión Soviética, en la Alemania de Hitler y en la Italia fascista se produjeron sangrientas
demostraciones de intolerancia política.
Art. 37 - “Se reconoce la objeción de conciencia por razones éticas o religiosas, para los casos
en que esta Constitución y la ley la admitan.”
Nuestra Constitución admite, en forma excepcional, que una persona llamada a prestar el servicio
militar pueda ser dispensado de él si demuestra efectivamente que sus creencias religiosas o sus
convicciones morales o filosóficas se lo prohíben. Es célebre el caso del boxeador Cassius Clay (luego
Mohamed Alí), quien se negó a prestar servicio militar durante la Guerra de Vietnam, aduciendo que sus
ideas religiosas no se lo permitían. Finalmente, la Corte Suprema de los EE.UU. falló en su favor.
“Amnistía Internacional” la define así: “Se entiende por objetor de conciencia toda persona
susceptible de ser reclutada para el servicio militar que, por razones de conciencia o por convicciones
profundas nacidas de motivos religiosos, éticos, morales, humanitarios, filosóficos, políticos o similares,
rehúsa hacer el servicio militar o entrar en listas para ser llamado a filas, o tomar parte directa o
indirectamente en guerras o conflictos armados”.
Los que por motivos de conciencia, se niegan hacer el servicio militar, deberán prestar, en
sustitución o compensación, servicios en beneficio de la población civil, preferentemente en las áreas de
mayor necesidad social (servicios sanitarios, educativos, sociales, conservación del medio ambiente, etc.).
Como antecedente de la objeción de conciencia en nuestro país se tiene a la Ley Nº 514 del año
1921, por la cual se reconoció excepcionalmente la exoneración de prestar el servicio militar a los
menonitas venidos del Canadá y a los integrantes de otras confesiones religiosas que vinieron a colonizar el
Chaco.
Finalmente, y de acuerdo a lo establecido por el art. 67º de la Carta Magna: “Los miembros de los
pueblos indígenas están exonerados de prestar servicios sociales, civiles o militares, así como de las
cargas públicas que establezca la ley”.
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Art. 26 - “Se garantizan la libre expresión y la libertad de prensa, así como la difusión del
pensamiento y de la opinión, sin censura alguna, sin más limitaciones que las dispuestas en esta
Constitución; en consecuencia, no se dictará ninguna ley que las imposibilite o las restrinja. No
habrá delitos de prensa, sino delitos comunes cometidos por medio de la prensa.
Toda persona tiene derecho a generar, procesar o difundir información, como igualmente a la
utilización de cualquier instrumento lícito y apto para tales fines.”
Si el siglo XVI se caracterizó por la estricta censura que obispos y príncipes aplicaron a cuanto
libro o libelo salía de las imprentas europeas; y el siglo XVII, por la cruenta represión que sufrieron los
escritores, poetas y periodistas que prefirieron elegir su propio camino y no desarrollar sus artes en el seno
de las cortes. Al siglo XVIII lo podemos denominar como el siglo de la libertad de expresión, ya que este
principio, alentado por Milton y Locke en Inglaterra, Mirabeau y Montesquieu en Francia y Hamilton en
los EE.UU., fue primero formulado en forma definitiva por Willian Blakstone y luego consagrado como
garantía constitucional, a partir de 1776.
Se llama “censura previa” al control o revisión de parte del Estado de un texto, opinión o mensaje
cualquiera antes de ser dado a publicidad, por escrito o por cualquier otro procedimiento. La Constitución
prohíbe expresamente esa limitación a la libertad.
Uno de los aspectos fundamentales de la libertad de expresión es la libertad de prensa, que protege
la libre manifestación del pensamiento por medio de la palabra escrita o impresa. Dentro de ella se incluyen
las siguientes facetas: impresión, edición, circulación de periódicos, hojas sueltas, avisos, afiches, folletos,
revistas, libros y publicaciones de toda clase.
El artículo 26 garantiza la libertad de escribir y publicar por la prensa las ideas, opiniones y
críticas sin censura previa. Uno de los requisitos esenciales de la libertad de prensa es la ausencia de
censura previa, pero esa ausencia de control en ninguna manera exime de responsabilidad a quienes
cometen abusos o delitos por ese medio. La libertad de prensa no es sinónimo de derecho a injuriar.
Para nuestra Constitución no existen delitos de prensa, sino delitos comunes cometidos por medio
de la prensa, es decir, si al emitir sus opiniones un individuo lesiona los valores morales de terceras
personas (difamación, injuria, calumnia) o haga apología del delito, del odio racial o religioso, o incita a la
rebelión, a la violencia, al desacato, etc. No habiendo derechos absolutos es inaceptable que por medio de
la prensa se cometan tales delitos. Toda persona afectada por medio de la prensa encuentra adecuada
protección tanto en el Código Penal como en el Código Civil, que regulan la responsabilidad derivada de la
comisión de esos hechos punibles.
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La eliminación de la censura previa comprende, también, la abolición de toda acción u omisión que
restrinja arbitrariamente la libertad de prensa, en este orden de ideas, nuestra Constitución prohíbe: “...toda
práctica discriminatoria en la provisión de insumos para la prensa, así como interferir las frecuencias
radioeléctricas y obstruir, de la manera que fuese, la libre circulación, la distribución y la venta de
periódicos, libros, revistas o demás publicaciones con dirección o autoría responsable”. (art. 27º) .
Art. 28 - “Toda persona afectada por la difusión de una información falsa, distorsionada o
ambigua tiene derecho a exigir su rectificación o su aclaración por el mismo medio y en las mismas
condiciones que haya sido divulgada, sin perjuicio de los demás derechos compensatorios.” (3a.
parte).
Siempre que una información sea falsa, distorsionada o agraviante para una persona, emitida en su
perjuicio a través de los medios de difusión (por la prensa escrita, la radio o la televisión), ésta tiene el
derecho de solicitar que el medio informativo responsable inserte o transmita, en forma gratuita, la
correspondiente respuesta, rectificación o aclaración en las mismas condiciones en que ha sido divulgada.
Este derecho se halla incorporado en nuestro ordenamiento jurídico mediante la Ley Nº 1262/87.
Conforme a dicha ley, el derecho de réplica o de rectificación se debe ejercer de la siguiente forma:
Art. 28 - “Se reconoce el derecho de las personas a recibir información veraz, responsable y
ecuánime.
Las fuentes públicas de información son libres para todos. La ley regulará las modalidades,
plazos y sanciones correspondientes a las mismas, a fin de que este derecho sea efectivo”. (1ª y 2ª
parte).
Ningún hombre es una isla. No existe un individuo que no quiera saber lo que ocurre en su entorno,
en su vecindario, en su ciudad, en su país o en el mundo. El derecho a la información es producto de una
sociedad democrática que reclama saber y conocer el complejo mundo que habita y las vicisitudes donde
está inserto. En este orden de ideas, en un célebre caso, la Corte Constitucional alemana declaró que un
procesado que guardaba prisión preventiva, tenía derecho a tener un aparato de radio en su celda para
mantenerse informado de lo que ocurría en el exterior.
En razón de esa necesidad y para protegerla, nuestra Constitución dispone que el lector, el radio
escucha, el televidente, el espectador, tienen derecho a ser informados en forma veraz, objetiva y
responsable por los distintos medios de comunicación, como requisitos indispensables para que puedan
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escoger y formar sus propias opiniones de la manera más libre posible. Ello se logra mediante la exposición
objetiva de los hechos y por el pluralismo de las corrientes ideológicas.
En ese sentido, es importante que los medios de comunicación fijen su línea editorial, evitando
pasar por independientes cuando, en la práctica, defienden determinadas ideas políticas. De esa manera lo
único que hacen es pervertir la libertad de prensa y confundir a sus lectores, radioescuchas o televidentes.
Al amparo de la libertad de enseñanza coexisten tres derechos íntimamente relacionados entre sí: el
derecho de enseñar, el derecho de aprender y el derecho de elegir sus propios maestros y la enseñanza que
desee. En el fondo, la libertad de enseñanza es una subespecie de la libertad de expresión o de pensamiento,
dado que toda transmisión o difusión de aquello que cada ser humano tiene por verdadero, ya sea en forma
escrita u oral, constituye una enseñanza.
Existe el derecho de enseñar cuando una persona esta autorizada para transmitir a otras
conocimientos, experiencias, doctrinas o creencias, sin más requisitos que la idoneidad y la integridad ética,
o sea, capacidad profesional y condiciones morales. La libertad de enseñar comprende también la libertad
y el pluralismo de cátedra. Libertad de cátedra significa que todo profesor tiene el derecho de resistir
cualquier mandato que signifique dar a su enseñanza una orientación ideológica determinada o le obligue a
transformar su enseñanza en propaganda o adoctrinamiento. Pluralismo de cátedra implica que los centros
educativos deben ser ideológicamente neutros, de manera que se respeten todas las corrientes ideológicas.
El derecho de aprender consiste en que toda persona pueda, sujeta únicamente a sus propias
aptitudes intelectuales, adquirir la misma educación, instrucción o capacitación que han alcanzado otras
personas, o bien otra diferente. El derecho de la persona a la educación es un verdadero derecho
fundamental, derivado de la dignidad del ser humano, y dentro de este orden de ideas, el Estado, los
municipios y las familias tienen el deber de poner los mecanismos jurídicos y las condiciones materiales
necesarios para que la educación esté al alcance de todos los niños del país, sin discriminación alguna.
Al igual que todas las demás libertades, la de enseñanza no puede estar exenta de regulaciones por
parte del Estado. El Estado esta obligado a controlar y vigilar la enseñanza, dentro de los límites de la
razonabilidad y la proporcionalidad, para garantizar el equilibrio entre el derecho de enseñar y el derecho
de aprender (para que el educando no sea adoctrinado contra su propia voluntad). La educación es una de
las facetas más sensibles de la vida social, por cuanto implica la formación de las futuras generaciones; esta
además la inexperiencia de los niños y adolescentes, que requiere también de una cuidadosa protección.
El art. 73 de la Constitución fija en forma clara y precisa los fines de la educación paraguaya, a
saber: “…el desarrollo pleno de la personalidad humana y la promoción de la libertad y la paz, la justicia
social, la solidaridad, la cooperación y la integración de los pueblos; el respeto a los derechos humanos y
a los principios democráticos; la afirmación del compromiso con la Patria, de la identidad cultural y la
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formación intelectual, moral y cívica, así como la eliminación de los contenidos educativos de carácter
discriminatorios”. Y en el párrafo final del artículo 25, garantiza el pluralismo ideológico. Mediante el
principio del pluralismo ideológico ofrece a los educandos la posibilidad de escoger entre diferentes centros
de enseñanza, aquel cuya educación corresponde mejor a las convicciones que desean transmitir a sus
hijos; y mediante el principio de neutralidad, prohíbe a los profesores realizar cualquier tipo de
adoctrinamiento o propaganda a favor de una determinada ideología. Si el Estado ejerciera monopolio en
el campo de la educación, se violaría un principio fundamental del sistema democrático: el pluralismo
ideológico, ya que los educandos sólo podrían recibir instrucción en las ideas previamente escogidas como
verdaderas por las autoridades estatales.
Si el hombre es adulto y capaz puede ejercer el derecho de aprender directamente con libertad. Pero
en el caso de los menores, aun sin capacidad para decidir por sí mismos, la determinación deben adoptarla
quienes ejercen la patria potestad. La existencia del derecho a aprender no impide que las leyes obliguen a
los niños de corta edad a concurrir a los cursos primarios. “La educación escolar básica es obligatoria. En
las escuelas públicas tendrá carácter gratuito...”, establece la Constitución en el primer párrafo del art.
76º. La educación escolar básica es base de la grandeza de la Nación. Por tal causa la Carta Magna no deja
librado a los padres decidir sobre el envío de sus hijos a las escuelas básicas o primarias.
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Unidad IX
Introducción
Son aquellos derechos que la persona no las puede gozar en forma individual, sino de manera
conjunta con su semejante.
Podemos ubicar dentro de esta categoría las siguientes libertades: la libertad de reunión y de
manifestación, la libertad de asociación y el derecho a la defensa de los intereses difusos.
Art. 32 - “Las personas tienen derecho a reunirse y a manifestarse pacíficamente, sin armas
y con fines lícitos, sin necesidad de permiso, así como el derecho
a no ser obligadas a participar de tales actos. La ley sólo podrá reglamentar su ejercicio
en lugares de tránsito público, en horarios determinados, preservando derechos de terceros y
el orden público establecido en la ley”.
Todas las reuniones y manifestaciones deben reunir tres requisitos esenciales: ser pacíficas, sin
armas y con fines lícitos. Se consideran pacíficas cuando no degeneran en violencia o desorden colectivo.
Las reuniones o manifestaciones donde se discuta la posibilidad de subvertir el orden público o de cometer
delitos están lógicamente prohibidas.
Nuestro texto constitucional establece que las reuniones y las manifestaciones en lugares públicos
serán reglamentadas por la ley para mantener el orden y preservar derechos de terceros. Las marchas, las
demostraciones y protestas callejeras restringen, a veces en forma total, la libre circulación en las vías
públicas, afectando el derecho de tránsito de los ciudadanos.
Art. 42 - “Toda persona es libre de asociarse o agremiarse con fines lícitos, así como
nadie esta obligado a pertenecer a determinada asociación. La forma de colegiación
profesional será reglamentada por la ley. Están prohibidas las asociaciones secretas
y las de carácter paramilitar.”
La asociación puede ser definida, entonces, como aquella institución estable surgida del acuerdo de
varias personas para la gestión de un interés común autorizado por la ley. Como de la unión nace la fuerza,
la asociación reporta ventajas para sus miembros y la comunidad.
De acuerdo a las necesidades que tiendan a satisfacer, las asociaciones pueden ser civiles,
comerciales, culturales, religiosas, sociales, deportivas, políticas, etc. Dentro de este concepto se incluyen
también las asociaciones empresarias, los gremios o sindicatos y los colegios profesionales (colegios de
abogados, escribanos, médicos, etc.).
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Para materializar la libertad de las personas, la asociación debe ser voluntaria. La libertad
presupone la facultad tanto de ingresar como la de salir de una asociación. Ninguna forma coactiva de
asociación es constitucional. La colegiación obligatoria de los profesionales es inadmisible y, además,
atenta contra la libertad de trabajo. En efecto, si el Estado habilita a una persona para el ejercicio de una
profesión, no se ve por qué su ejercicio tenga que depender de la decisión de determinado colegio.
La asociación o agremiación debe tener fines lícitos. La licitud es el requisito esencial que deben
observar estas organizaciones, vale decir, que sus objetivos no estén prohibidos por la ley, ni sean
contrarios a la moral, a las buenas costumbres o al orden público, ni afecten derechos de terceros.
En una unidad anterior hemos señalado que los derechos fundamentales de “tercera generación”
tienden a la protección de la calidad de vida de la persona humana. Son los “nuevos derechos” que surgen
para la defensa de los denominados “intereses difusos, supraindividuales o colectivos” como el hábitat
natural, el equilibrio ecológico, la salubridad del medio ambiente, el consumo y uso de bienes y servicios,
patrimonio cultural e histórico del país, etc. que constituyen bienes participados colectivamente por todos,
imposibles de dividirlos en partes y asignar porciones a los individuos, de forma tal que la satisfacción del
interés de cada individuo se extiende por naturaleza a todos, del mismo modo que la lesión a uno afecta
simultáneamente a todos los integrantes de un grupo o categoría de personas, o de la comunidad en
general.
Cualquier persona, tenga o no un interés personal, esta legitimada para ejercer una acción en
defensa de tales derechos (acción popular). Al defender al grupo al que pertenece, simultáneamente protege
su propio interés. Actúa como un fiscal privado. Puede reclamar también en forma colectiva, mediante
asociaciones o organizaciones que propendan a estos fines.
Nuestra Constitución consagra dentro de esta categoría los siguientes derechos: 1) derecho de
propiedad privada; 2) derecho de autor y propiedad intelectual; 3) la libertad empresarial y de concurrencia;
y 4) libertad de circulación de productos.
Art. 109 - “Se garantiza la propiedad privada, cuyo contenido y límites serán establecidos por
la ley, atendiendo a su función económica y social, a fin de hacerla accesible para todos.” (1a.
parte).
La propiedad privada es un derecho fundamental del ser humano que la Constitución reconoce,
protege y garantiza. El hombre es inconcebible sin familia, sin patria y sin propiedad. Además, de no existir
la propiedad, el trabajo, factor insustituible de la producción que no puede imponerse por la fuerza,
carecería de estímulo.
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La Constitución no define qué es la propiedad privada. Según el Código Civil es el derecho pleno y
exclusivo de usar, gozar y disponer de sus bienes, o de repeler la usurpación de los mismos y recuperarlos
del poder de quien los posea injustamente (art. 1954). Podemos definir este derecho como el vínculo que
permite a una persona usar, gozar, disponer (cederlo o venderlo a otra), conservar, transformar, defender,
reivindicar de las cosas y bienes conforme con la ley.
a) La inviolabilidad:
Art. 109 - “La propiedad privada es inviolable. Nadie puede ser privado de su propiedad
sino en virtud de sentencia judicial,...” (2a. y 3a. parte) .
Para nuestra Ley Suprema el derecho de propiedad es inviolable, como cualquier otro derecho
reconocido por ella, pero no absoluto ni ilimitado. Inviolable quiere decir que ni el Estado ni los
particulares pueden dañar, turbar, desconocer o usurpar la propiedad de otro. Inviolable porque ningún
habitante puede ser privado de ella sino en virtud de una sentencia judicial fundada en la ley, lo que supone
la existencia de un juicio. Ello ocurre, por ejemplo, cuando alguien pierde un pleito judicial y que, como
consecuencia, debe pagar una deuda y no lo hace. Para hacer efectiva la sentencia, el juez puede ordenar el
remate de una propiedad del deudor y permitir al acreedor cobrar la deuda del dinero obtenido en la
subasta.
Art. 109 - “...pero se admite la expropiación por causa de utilidad pública o de interés social,
que será determinada en cada caso por ley....” (3a. parte).
La expropiación es el acto por el cual el Estado priva a una persona del dominio sobre un
determinado bien, por razones de utilidad pública calificada por ley, mediante el pago de una suma de
dinero en carácter de indemnización.
El Estado debe respetar la propiedad de todos los habitantes. Pero, a su vez, posee lo que en
doctrina se denomina el “dominio eminente” sobre todos los bienes que se encuentran en el territorio
nacional. “Dominio eminente” quiere decir “dominio superior” y se trata de una expresión de la soberanía
del Estado que, cuando lo exigen razones de interés general, es superior al derecho de propiedad de los
particulares.
Es que para cumplir sus fines, el Estado necesita en ocasiones de los bienes de los particulares.
Supongamos que haya que realizar una obra pública, que bien puede ser un camino o una ruta en el que se
tropieza con el inconveniente de que las tierras por las que tenga que pasar sean de propiedad privada. En
tal caso, el Estado puede apelar al recurso de la expropiación, cumplimentando los requisitos
constitucionales para el efecto.
La expropiación se debe realizar siempre por causa de utilidad pública o interés social
(construcción de escuelas, hospitales, caminos, puertos, plazas, etc.). Comprende todos los casos en que se
procure la satisfacción del bien común, sea éste de naturaleza material o espiritual.
La verdadera garantía reside en que la calificación de “utilidad pública” o de “interés social” debe
ser hecha por ley, es decir, corresponde exclusivamente al Poder Legislativo, que es el que debe determinar
si el proyecto de expropiación reúne la exigencia de utilidad pública o interés social. Esta facultad privativa
del Congreso no debe identificarse con arbitrariedad. Así, por ejemplo, no debe quitar a una persona un
bien de que es propietaria, para dárselo a otra en su exclusivo provecho patrimonial, sin beneficio general
alguno.
c) La indemnización previa:
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Art. 109 - “Esta (la ley) garantizará el previo pago de una justa indemnización, establecida
convencionalmente o por sentencia judicial, salvo los latifundios improductivos destinados a la
reforma agraria, conforme con el procedimiento para las expropiaciones a establecerse por ley.”
(3ra. parte).
Es el tercer requisito de la expropiación. La indemnización debe ser justa y debe ser abonada antes
de la ocupación del bien expropiado. En efecto, antes de que le sea quitado el bien expropiado, el
propietario deberá recibir una suma de dinero que incluya el valor de la propiedad y también compense los
perjuicios inmediatos que le cause su pérdida. Puede afirmarse que la indemnización es requisito “sine qua
non” para el funcionamiento de la expropiación, de forma tal que ésta se perfecciona con el pago de la
indemnización.
El valor de la indemnización puede ser fijado convencionalmente, por acuerdo de las partes, o por
sentencia judicial en el juicio de expropiación que promueve el gobierno una vez aprobada la ley de
expropiación.
Existe expropiación irregular, indirecta o inversa cuando el Estado toma el bien sin el pago de la
respectiva indemnización, y no inicia el juicio correspondiente; o cuando a raíz de la ley respectiva el
propietario no puede disponer del bien, o cuando se le impone restricciones o limitaciones a su propiedad.
En este caso el procedimiento es al revés: es el propietario quien promueve la acción judicial para obligar al
expropiante a consumar la expropiación abonando la indemnización correspondiente.
Art. 110 - “Todo autor, inventor, productor o comerciante gozará de la propiedad exclusiva de
su obra, invención, marca o nombre comercial, con arreglo a la ley”.
Existe una propiedad de naturaleza muy especial: la propiedad intelectual, donde el bien amparado
no es material, sino una creación del espíritu o de la inteligencia del hombre, como las obras literarias,
artísticas, científicas y de comunicación.
La propiedad intelectual es el derecho del autor a usar, gozar y disponer de su obra literaria,
artística o científica, por el término que le acuerda la ley. Implica para el autor la facultad de publicar,
ejecutar, representar, exponer al público, vender, traducir y reproducir su obra en cualquier forma.
La propiedad intelectual es, pues, una verdadera propiedad que sólo se diferencia de la común en
que es un derecho de duración limitada. De acuerdo al Código Civil, el autor es propietario de su obra
durante su vida y su derecho subsiste por 50 años, contados desde su muerte, a favor de sus herederos (art.
2165). Es, pues, temporaria y no perpetua, lo que se justifica por el interés social en que esas producciones
del espíritu pasen al dominio público después de un periodo razonable. Por otra parte, la comunidad influye
poderosamente en la formación de todo autor, quien aprovecha necesariamente la cultura perteneciente a la
comunidad, siendo en consecuencia, perfectamente lógico que toda la producción intelectual vuelva a
poder de la comunidad después de transcurrido el tiempo fijado por la ley.
La propiedad industrial y comercial es el derecho de usar y disponer que recae sobre los inventos,
descubrimientos, marcas de fábrica de productos y servicios, dibujos y modelos industriales. Las leyes
también limitan temporalmente la duración y protección de la propiedad industrial y comercial. De acuerdo
a la Ley N° 1294/98, las marcas de productos y servicios registradas tienen validez por 10 años, y pueden
ser prorrogadas indefinidamente por periodos de igual duración. La Ley N° 773/25 le otorga al inventor
una patente de invención que le confiere el derecho exclusivo de explotar en su provecho su invento por el
término de 15 años. El titular de un dibujo o modelo industrial -según la Ley N° 868/81- goza de
protección legal durante 5 años desde la fecha de su registro, y puede ser renovada por dos periodos
consecutivos de igual duración.
Art. 107 - “Toda persona tiene derecho a dedicarse a la actividad económica lícita de su
preferencia, dentro de un régimen de igualdad de oportunidades.
Se garantiza la competencia en el mercado. No serán permitidas la creación de monopolios y el
alza o la baja artificiales de precios que traben la libre concurrencia. La usura y el comercio no
autorizado de artículos nocivos serán sancionados por la Ley Penal.”
El primer párrafo se refiere al derecho de toda persona de elegir libremente la actividad económica
que desea desempeñar para ganarse la vida. Como contenido fundamental de esta libertad, debe admitirse
que toda empresa comercial, industrial, agro-ganadera, etc. se organiza para obtener algún beneficio
económico con su ejercicio, de ahí que bajo ninguna circunstancia puede suprimirse el lucro razonable,
porque de lo contrario el contenido fundamental de esta libertad desaparecería. Es conveniente recordar,
asimismo, que esta libertad está indisolublemente unida a la garantía constitucional de propiedad privada.
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Esta libertad, como todo derecho individual dentro de nuestro régimen constitucional, es de
carácter relativo. El artículo 107 exige que la actividad económica sea lícita, es decir, que no sea contraria a
la moral, a las buenas costumbres, a los derechos de terceros, a la seguridad, etc.
Art. 108 - “Los bienes de producción o fabricación nacional, y los de procedencia extranjera
introducidos legalmente, circularán libremente dentro del territorio de la República.”
La libre circulación de los productos nacionales y extranjeros dentro del territorio nacional está
relacionado con la libertad de comercio. El artículo de la Constitución garantiza la libre circulación de
productos dentro del país, es decir, tanto las mercaderías de origen nacional como las importadas
legalmente del extranjero, pueden transitar libremente por el interior del país, pasar de un departamento a
otro, sin pagar ningún gravamen.
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Unidad X
INTRODUCCIÓN
Hemos definido las garantías como una toma de defensa de la libertad y la seguridad de las
personas. En esta unidad nos vamos a ocupar de las garantías procesales a los derechos individuales.
Analizaremos una serie de normas establecidas en la Constitución para proteger la libertad individual y la
seguridad personal ante el poder jurisdiccional del Estado; normas que tratan de compatibilizar la
protección de la dignidad del hombre con el derecho de la sociedad de defenderse contra la delincuencia, en
forma tal que ninguno de esos derechos sea sacrificado en aras del otro.
El debido proceso (y las garantías vinculadas a él) debe ser entendido como procedimiento judicial
justo, como mecanismo judicial adecuado para asegurar que las leyes sean aplicadas en forma imparcial y
ecuánime no sólo en los procesos penales sino, además, en los procesos civiles y administrativos.
La garantía del debido proceso implica una serie de derechos, como el derecho a la defensa en
juicio, la irretroactividad de la ley, la presunción de inocencia, el juicio previo, el derecho a no ser juzgado
dos veces por un mismo hecho, etc.
Art. 17 - “En el proceso penal, o en cualquier otro del cual pudiera derivarse pena o
sanción, toda persona tiene derecho a:
Analicemos en detalle cada uno de los principios procesales enunciados en el orden en que se
hallan establecidos en el texto constitucional.
1) - Presunción de inocencia
“Que sea presumida su inocencia”, dice el artículo 17. Este principio significa que toda persona
acusada de un delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad en
un juicio. Ninguna persona puede ser considerada culpable mientras no haya en su contra una sentencia
firme que lo declare como tal. Mientras no sea declarada culpable por sentencia firme, goza de un estado de
inocencia o de una presunción de inocencia, aunque con respecto a ella se haya abierto una causa penal.
2) - Juicio público
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libertad. Además acrece en el pueblo el sentimiento de respeto a la ley y a sus jueces. En un Estado
totalitario o en un gobierno dictatorial, se comprende que la justicia sea secreta porque, en realidad, allí no
hay justicia, sino la mera voluntad del tirano o dictador.
El nuevo procedimiento penal adoptado por nuestro país establece el juicio oral, público y
contradictorio como la etapa central del proceso. Es en este juicio oral y público donde se deben producir
las pruebas, la declaración del proceso y presentarse los alegatos de las partes, en presencia de un tribunal
colegiado encargado de dictar sentencia.
“El juicio será público -dice el art. 368 del Código Procesal Penal- no obstante, el tribunal podrá
resolver, aun de oficio, que se realice total o parcialmente en forma privada, sólo cuando: 1) se afecte
directamente el pudor, la vida privada, la integridad física de alguna de las partes, de alguna persona
citada para participar o de los jueces; 2) peligre un secreto oficial, particular, comercial o industrial; y 3)
se examine a un menor, si el tribunal considera inconveniente la publicidad...”.
Como vemos, el juez está facultado a restringir la publicidad de los juicios para salvaguardar otros
derechos como la privacidad de las personas, secretos profesionales, integridad física del procesado, de
algún testigo o de los propios jueces, el orden público, el interés de los menores, etc.
De acuerdo al numeral 3 del art. 17, ningún habitante de la República puede ser condenado sin
juicio previo. Significa que toda sanción o pena impuesta a una persona por cualquier autoridad sin que
haya sido juzgado y sentenciada por juez competente, es inconstitucional.
El juicio previo debe fundarse en una ley anterior al hecho del proceso, es decir, en una ley dictada
antes de cometido el hecho que se está juzgado. Se refiere a los juicios penales.
Para que un hecho sea considerado como hecho punible debe estar definido como tal (tipificado)
por una ley sancionada antes de la realización del hecho o de la omisión. Dicha ley debe establecer,
además, cual es la pena que corresponde aplicar según el caso. Nadie puede ser sancionado o penado por un
hecho que la ley penal no ha tipificado como punible, ni sometido a penas o medidas restrictivas que
aquella no haya establecido previamente. Este principio se expresa tradicionalmente en el aforismo latino
“nullum crimen, nulla poena sine lege previo”. Los habitantes que se conducen de acuerdo con lo que la ley
actual les permite, están protegidos de las sanciones que se les pudiera aplicar por una ley posterior que
prohíbe lo que antes estaba permitido. El artículo 9 de la Constitución establece claramente que nadie
puede ser privado de hacer lo que la ley no prohíbe.
Las leyes penales no pueden aplicarse para juzgar hechos anteriores a su sanción. No son
retroactivas, excepto cuando sean más benignas o más favorables al encausado o condenado (art. 14 de la
C.N.).
La historia esta plagada de condenas fundadas en leyes posteriores al hecho imputado (que se
llaman leyes “ex-post facto”), sancionadas para satisfacer los designios de un grupo o de un tirano.
Strafford, Ministro del Rey de Inglaterra Carlos I, fue condenado a muerte por una ley “ex-post facto”. Lo
mismo ocurrió con Catalina Howard, esposa del Rey Enrique VIII, a instigación de éste.
Finalmente, el numeral 3 establece que ninguna persona puede ser juzgada por tribunales
especiales. Son tribunales especiales los designados por el Poder Ejecutivo o el Legislativo, después de
perpetrados los hechos que han de juzgar. Son los tribunales o jueces “ad hoc”, “expost facto” (después del
hecho), que la Constitución prohíbe para evitar que los gobiernos procuren lograr condenas o absoluciones
que respondan a sus intereses. Generalmente estos seudos tribunales se crean en instantes de agitación y
encono para que entiendan en causas políticas, como instrumentos de venganza y persecución.
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El juicio previo debe ser substanciado y sentenciado por el juez o tribunal natural o competente, y
nunca por tribunales especiales. Se conoce con el nombre de juez natural al órgano judicial (juez o tribunal)
cuya constitución, jurisdicción y competencia han sido establecidas de acuerdo a la Constitución y la ley
con anterioridad a la comisión del hecho sometido a su conocimiento. De esta forma, se otorga certeza a la
persona acusada sobre quién debe ser el magistrado judicial que va a juzgar su caso.
El numeral 4 del art. 17 dispone que nadie puede ser juzgado más de una vez por el mismo hecho
punible. Prohíbe reabrir causas penales y juicios fallados con autoridad de cosa juzgada, salvo la revisión
favorable de sentencias penales establecidas en los casos previstos por la ley procesal.
El principio “non bis in idem” prohíbe proponer nuevamente a la justicia una cuestión ya resuelta y
pretender una nueva sentencia sobre el mismo hecho. Las cuestiones planteadas y debatidas en un proceso
y resueltas en la sentencia, una vez firme ésta, devienen inmutables, por lo que no pueden ser replanteadas
ni sentenciadas nuevamente. Dentro del ámbito penal el principio prohíbe sancionar dos veces por el
mismo hecho punible.
Nuestra Constitución admite, sin embargo, el recurso de revisión de las sentencias penales siempre
y cuando sea otorgado para favorecer al reo en los casos contemplados en la ley penal.
El art. 481 del C.P.P. dispone que el recurso de revisión procederá contra la sentencia firme, en todo
tiempo, y únicamente a favor del imputado, en el caso de que la sentencia se haya fundado en prueba
documental o testimonial cuya falsedad haya sido declarada en un fallo posterior; o en el caso de que la
sentencia condenatoria haya sido pronunciada a consecuencia de prevaricato, cohecho, violencia u otra
argumentación fraudulenta, cuya existencia haya sido declarada en un fallo posterior; o en el caso que
después de la sentencia sobrevengan hechos nuevos o elementos de prueba que demuestren en forma
fehaciente que el hecho no existió, que el imputado no lo cometió o que el hecho cometido no es punible,
etc.
Dentro del proceso penal, el imputado tiene derecho a defenderse por sí mismo o de ser asistido por
un defensor privado de su elección (un abogado de su confianza) desde el primer acto del procedimiento.
El art. 97 del Código Procesal Penal dispone que: “El imputado tendrá derecho a elegir un
abogado de su confianza como defensor. Si no lo hace, el juez le designará un defensor público,
independientemente de su voluntad. Si prefiere defenderse por si mismo, el juez lo permitirá solo cuando
no perjudique la eficacia de la defensa técnica....”. El magistrado judicial debe descartar la defensa por sí
mismo cuando observa que el imputado es un lego en la materia, lo cual podría acarrear imprecisión e
inefectividad en la defensa.
Es tal la importancia de la asistencia legal que la Constitución dice que si el imputado no elige un
abogado de su confianza como defensor, el Estado le proveerá “...de un defensor público, en caso de no
disponer de medios económicos para solventarlo” (art. 17, numeral 6). En el mismo sentido, el código
procesal ordena en forma tajante “si no lo hace, el juez le designará un defensor público,
independientemente de su voluntad...”.
La garantía de defensa en juicio lleva implícito que quien se encuentra sometido a un juicio penal
pueda contar con asistencia profesional. Los magistrados judiciales deben extremar los recaudos para que
se satisfaga este derecho del imputado ya que es muy común que en los primeros pasos del procedimiento
ocurran violaciones al debido proceso, sea mediante la obtención de declaraciones sin la presencia de un
abogado, o mediante el uso de tácticas intimidatorias.
En materia penal se prohíbe el juicio en rebeldía del imputado, para evitar la posibilidad de su
condena sin su participación y sin adecuada defensa. Sin embargo, el interés social de que la causa se
resuelva autoriza la detención del incriminado por orden judicial, asegurándose así su intervención en el
juicio.
7) El principio de imputación
Todo imputado tiene derecho a una acusación formal. Por consiguiente, es deber primero del fiscal
y luego del juez, individualizar al imputado, describir detallada, precisa y claramente el hecho del que se le
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acusa, realizar una clara calificación legal del hecho, señalar los fundamentos legales de la acusación y la
concreta pretensión punitiva, así como proporcionar copias de la acusación y de los documentos obrantes
en el proceso. Esta garantía procesal se completa con la concesión de tiempo y medios indispensables para
la preparación de la defensa. Es el derecho del procesado de pedir careos, indicar y agregar documentos,
señalar testigos, etc. tendientes a demostrar la verdad de los hechos.
El acceso sin limitaciones a las pruebas también incluye la posibilidad de combatir y destruir las
pruebas de cargo mediante las repreguntas, la tacha o recusación de testigos, de peritajes y dictámenes
técnicos.
En materia penal todo se puede probar, siempre que sea en forma lícita. El numeral 9 establece que
toda persona tiene derecho a “que no se le opongan pruebas obtenidas o actuaciones producidas en
violación de las normas jurídicas”.
Según este principio, toda prueba obtenida ilícitamente carece de eficacia jurídica. Son pruebas
ilegales aquellas obtenidas en violación de las normas constitucionales que protegen la inviolabilidad del
domicilio, las comunicaciones privadas, la vida privada, la integridad física o psíquica de las personas, etc.
En este orden de ideas, la confesión obtenida por apremios ilegales (tortura) es inválida. Si un
allanamiento de domicilio se realizó ilegalmente, la prueba obtenida a través de él no puede ser tomada en
cuenta en el juicio, tampoco es válida la prueba obtenida mediante intercepción telefónica no autorizada,
etc.
El art. 17 de la Constitución garantiza al procesado “El acceso, por síi o por intermedio de su
defensor, a las actuaciones procesales las cuales en ningún caso podrán ser secretas para ellos. El
sumario no se prolongará más allá del plazo establecido por la ley...” (numeral 10).
Algunos autores dicen que el secreto del sumario se halla indisolublemente unido a la forma escrita
del proceso penal (sistema inquisitivo), la publicidad, en cambio, se halla unida al juicio oral y público
(sistema acusatorio).
En materia penal, algunos autores consideran el secreto del sumario como una necesidad vital en la
investigación: para evitar la desaparición o destrucción de rastros, evidencias y otros elementos materiales.
Otros, en cambio, afirman, que durante la instrucción no hay partes y la publicidad del proceso debe ser
amplia.
De acuerdo a nuestra legislación, la publicidad del proceso debe limitarse a las partes,
especialmente en las primeras actuaciones. Las actuaciones procesales -dice el texto legal- en ningún caso
pueden ser secretas para el procesado. Nuestro Código Procesal Penal mantiene la publicidad, en la etapa
preparatoria, exclusivamente para las partes, y la prohíbe para los terceros. La 1ra. parte del art. 322
establece: “La etapa preparatoria no será pública para los terceros. Las actuaciones solo podrán ser
examinadas por las partes, directamente o a través de sus representantes”.
Nuestra Carta Magna establece que toda persona condenada por error judicial a pena privativa de
libertad o a inhabilitación, tiene derecho a reclamar del Estado una indemnización. Estipula en su art. 17,
numeral 11, que todo habitante de la República tiene derecho a “La indemnización por el Estado en caso
de condena por error judicial”.
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En caso de pena de prisión, el condenado por error judicial tiene derecho a una indemnización por
el tiempo en que estuvo injustamente privado de su libertad en razón del menoscabo sufrido a consecuencia
de su condena, no sólo en su bien más preciado: su libertad, sino también por las consecuencias personales,
familiares y económicas generadas por esa privación.
Art. 18 - “Nadie puede ser obligado a declarar contra sí mismo, contra su cónyuge o contra
la persona con quien está unido de hecho, ni contra sus parientes dentro del cuarto grado de
consanguinidad o segundo de afinidad inclusive...”. (1ra. parte).
Esta garantía es fundamental, pues garantiza la libertad de conciencia e impide que se presione
física o moralmente a un acusado para que confiese su culpa. El objetivo principal de esta norma es evitar
confesiones arrancadas mediante tormentos, torturas, drogas u otros procedimientos de la técnica moderna.
La Convención Americana sobre Derechos Humanos en su artículo 8.3 establece que: “La
confesión del inculpado solamente es válida si es hecha sin coacción de ninguna naturaleza”.
Este principio constitucional sólo rige en la esfera penal. En los juicios civiles las partes pueden
solicitar la confesión de la contraparte por medio de la absolución de posiciones, que consiste en obligar a
la contraria a contestar bajo juramento, preguntas que versan sobre hechos personales del interrogado
relacionados con el juicio, bajo apercibimiento de tenérselos por reconocidos en caso de no comparecer o
negarse a contestar.
Art. 16 - “La defensa en juicio de las personas y de sus derechos es inviolable. Toda persona
tiene derecho a ser juzgada por tribunales y jueces competentes, independientes e imparciales” .
Esta disposición del artículo 16 se refiere tanto a los juicios penales como a los juicios civiles.
Significa que toda persona afectada por un proceso judicial debe tener la posibilidad real de
presentarse ante la justicia para la defensa de su persona o derecho, efectuando ante los órganos judiciales o
administrativos todos los actos necesarios para el efecto. Allí debe ser oída y tiene que tener la oportunidad
de ofrecer y producir pruebas en la forma y con las solemnidades prescriptas por la ley, y de obtener una
resolución oportuna en el tiempo, debidamente fundada y justa.
Es una garantía fundamental para el ciudadano, pues mediante el derecho a la defensa se tornan
operantes los demás derechos procesales. Mientras no sea respetado este derecho, no puede haber juicio
constitucionalmente válido.
Pero este derecho, como los demás derechos, no es absoluto, sino que está sujeto a las
reglamentaciones necesarias para hacerlo compatible con los derechos de los demás litigantes y con el
interés social de obtener una justicia eficaz.
Dentro de este contexto, el artículo 8.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos,
dispone que: “Toda persona tiene derecho a ser oída, con las debidas garantías y dentro de un plazo
razonable, por un juez o tribunal competente, independiente e imparcial, establecido con anterioridad a la
ley”.
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Unidad XI
EL PRINCIPIO DE IGUALDAD
Introducción
La Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 establece en su art. 1° que: “Todos los
hombres nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben
comportarse fraternalmente los unos con los otros”. Y en el art. 2° dispone que “Toda persona tiene todos
los derechos y libertades proclamados en esta declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo,
idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica,
nacimiento o cualquier otra condición”.
La libertad y la igualdad son dos principios básicos en que descansa la democracia constitucional.
Pero la igualdad, fundamento de la democracia, no es la igualdad natural, sino la igualdad jurídica, la
igualdad ante la ley, la igualdad en cuando a dignidad.
En efecto, los hombres no son iguales, difieren entre sí física, psíquica y moralmente; difieren en
cuanto al sexo, edad, tipo sanguíneo, huellas digitales, estatura, color de piel, timbre de voz, grado de
inteligencia, de capacidad, de talento, etc., pero desde el punto de vista moral, filosófico y jurídico son
iguales en dignidad y derechos.
El derecho de igualdad no es la nivelación absoluta de los hombres (reducir a todos los hombres a
una igualdad perfecta y material es una aspiración quimérica y contraria a la naturaleza humana), sino una
igualdad proporcional o distributiva que proteja las desigualdades naturales. Puede expresarse esta idea
diciendo que se debe tratar de modo igual a los iguales, y aquellos que son desiguales deben ser tratados
desigualmente. La igualdad proporcional consiste no en dar lo mismo a cada uno, sino en dar a cada uno lo
suyo. Igualdad no significa igual salario para todos, sino igual salario para igual trabajo; no significa igual
castigo para todos los delincuentes, sino igual castigo para igual delito.
Analizando el contenido de este artículo, vemos que se consagran tres principios fundamentales:
Al disponer nuestra Carta Magna que todos son iguales en dignidad y derechos, establece un
derecho subjetivo a favor de todos los habitantes de la República: el derecho a ser tratado igual que los
demás dentro del ordenamiento jurídico. Impone, al mismo tiempo, una obligación a los poderes públicos
que consiste en tratar de igual forma a los que se encuentran en igualdad de condiciones.
b) Prohibición de discriminar:
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factores en cuestiones tales como la contratación laboral, la admisión a las universidades, el acceso a los
cargos públicos, etc.
Toda diferenciación injusta o arbitraria, que carezca de justificación objetiva y razonable, puede
calificarse de discriminatoria. La Constitución prohíbe la discriminación, pero no excluye que los poderes
del Estado puedan otorgar tratamientos diferenciados a situaciones distintas.
La parte final del art. 46 impone a los poderes públicos la obligación de remover los obstáculos y
corregir las desigualdades de hecho existentes, para que la igualdad entre los paraguayos sea real y efectiva.
La misma dice: “El Estado removerá los obstáculos e impedirá los factores que las mantengan o las
propicien”, porque muchos ciudadanos no logran acceder a su goce y a su disfrute mediante un efectivo
bienestar general.
1) la igualdad para el acceso a la justicia, a cuyo efecto allanará los obstáculos que la
impidiesen;
2) la igualdad ante las leyes;
3) la igualdad para el acceso a las funciones públicas no electivas, sin más requisitos que
la idoneidad, y
4) la igualdad de oportunidades en la participación de los beneficios de la naturaleza, de
los bienes materiales y de la cultura”.
Este inciso se refiere a las relaciones de los habitantes del país con los tribunales. La
administración de la justicia es la función más excelsa y delicada del Estado, que la ejerce por medio de los
órganos judiciales.
Todas las naciones civilizadas y dignas reclaman una justicia rápida, barata y recta para todos. Una
justicia a la que accedan tanto los ricos como los pobres, los poderosos como los humildes; una justicia que
no mire ni tenga en cuenta el poder, la riqueza, el prestigio, la posición social, la política, al resolver un
pleito. La igualdad de tratamiento ante los tribunales constituye la garantía principal de la igualdad jurídica.
La igualdad ante la justicia significa también otorgar los mismos jueces a todos los habitantes y
prohibir que algunos sean juzgados por tribunales o comisiones especiales.
La igualdad ante la ley significa que todos los habitantes tienen los mismos derechos y están
sometidos a las mismas obligaciones, cuando se encuentran en iguales condiciones o situaciones. Ella exige
el mismo tratamiento a quienes están en idénticas situaciones, de forma tal que no se establezcan
excepciones o privilegios que excluyan a unos de los que se concede a otros en iguales circunstancias.
Tomemos dos individuos cualesquiera. Uno que sea menor de 18 años; el otro que haya cumplido
esa edad. El primero no goza del derecho a votar; el segundo, en cambio, sí. En este caso, la igualdad ante
la ley no ha sido quebrantada porque ambos están en distintas situaciones o circunstancias: tienen diferente
edad. Supongamos ahora que los dos individuos tengan 20 años, pero uno es paraguayo y el otro no; el
primero tendrá derecho a votar, pero el segundo no, por ser extranjero. La ley electoral otorga tratamientos
diferentes porque las situaciones son distintas.
“Todos los paraguayos tienen el derecho a ocupar funciones y empleos públicos” (art. 101, 1ra.
parte). Con esta cláusula nuestra Constitución garantiza que los empleos y las funciones públicas no han de
ser privilegios de una clase determinada.
El inciso 3) del art. 47 que tratamos, exige idoneidad como única condición para el acceso a los
empleos públicos no electivos. Según el Diccionario de la Real Academia Española, idoneidad quiere decir
“buena disposición o capacidad para una cosa”, en este caso, capacidad profesional y condiciones morales
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para el desempeño del cargo. De acuerdo con esta norma, al elegir entre varios candidatos a quien va a
desempeñar un empleo o cargo público, no debe preferirse a nadie por razones políticas, raciales, religiosas
o de posición social.
Pero la idoneidad puede ser reglamentada, estableciéndose requisitos que deberán cumplimentar los
que deseen desemplear funciones públicas, siempre que las condiciones exigidas no impliquen privilegios y
puedan ser alcanzadas por todos mediante el esfuerzo personal o el transcurso de tiempo. Así, por ejemplo,
la Constitución establece que para ser miembro de la Corte Suprema de Justicia, se requiere tener
nacionalidad paraguaya natural, haber cumplido 35 años, poseer título universitario de Doctor en Derecho y
gozar de notoria honorabilidad. O para el desempeño de los cargos de Diputados, Senadores, Presidente de
la República, etc.
4) La igualdad de oportunidad:
El inciso 4) no ordena que el Estado dé alimento, vivienda o ropa individualmente a cada habitante
de la República, sino que ofrezca las condiciones y los medios suficientes para que cada hombre, mediante
su propio esfuerzo y su iniciativa particular, consiga qué comer, dónde vivir y con qué vestirse, y participar
así de los beneficios, “...de la naturaleza, de los bienes materiales y de la cultura”.
Es justo que quien trabaje más, quien produce o estudie más, obtenga más resultados o tenga más
éxito en la vida. Pero con esto no basta. Es necesario además establecer en la mayor medida posible una
condición de igualdad de oportunidad para todos.
Muchos seres humanos se encuentran limitados y frustrados por falta de medios, por causas de
situaciones de escasez y dificultades materiales, que son el resultado de desajustes sociales y económicos
que deben ser remediados o aliviados por la sociedad.
Sería injusto pretender que en una carrera todos lleguen a la meta al mismo tiempo, pero sí sería
justo que todos partan del mismo punto de arranque. Aumentar la igualdad de oportunidad guarda íntima
relación con la realización efectiva de muchos de los derechos económicos y sociales del hombre: más
educación, más capacitación, más trabajo, más créditos baratos, etc.
Art. 181 – “La igualdad es la base del tributo. Ningún impuesto tendrá carácter
confiscatorio. Su creación y su vigencia atenderán a la capacidad contributiva de los habitantes y a
las condiciones generales de la economía del país”.
La igualdad impositiva no debe entenderse como una igualdad aritmética, de donde resulten
gravadas todas las personas en igual forma. Ello encerraría una injusticia manifiesta. Este precepto
constitucional debe interpretarse en el sentido de que los impuestos deben establecerse y cobrarse teniendo
en cuenta las diferencias económicas que existen entre los habitantes. Cada uno debe pagar en proporción a
la importancia de su fortuna o riqueza: el que tenga más o el que gane más, pagará más. Este principio
exige que a igual capacidad tributaria sobre iguales rubros, el impuesto sea igual para todos los habitantes.
Por ejemplo: si Juan goza de una ganancia mensual de G. 3.000.000 y Pedro de una de G. 1.000.000, no
han de pagar ambos el mismo impuesto a la renta, porque es distinto el monto de sus ganancias.
En el caso de que el Legislativo dicte leyes impositivas que violen este principio, las personas
afectadas pueden plantear la inconstitucionalidad ante el Poder Judicial.
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Unidad XII
LA NACIONALIDAD, LA CIUDADANIA
Y LA NATURALIZACIÓN
LA NACIONALIDAD. CONCEPTO
Se entiende por nacionalidad al vínculo jurídico que une a una persona con un Estado determinado,
fija su pertenencia a dicho Estado, le da derecho a reclamar la protección del mismo y la somete a las
obligaciones impuestas por sus leyes.
La nacionalidad configura un “status” personal que acompaña al individuo donde quiera que él se
encuentre. Ningún ser humano puede carecer de nacionalidad, sea por su origen, sea por su residencia, sea
por ambas circunstancias.
Efectos de la nacionalidad
Los ordenamientos jurídicos de los países otorgan a los nacionales una serie de derechos que, por lo
general, niegan a los extranjeros.
Estos efectos son los siguientes: confiere derechos políticos, impone deberes militares, determina la
ciudadanía, habilita para el desempeño de determinados cargos públicos, vedado para los extranjeros.
(Verbigracia: el derecho a ser elegido Presidente o Vicepresidente de la República, Senador, Diputado,
Gobernador, etc., o para ejercer el cargo de miembro de la Corte Suprema de Justicia, Magistrado, Fiscal
General del Estado, Rector de la Universidad, etc.), da derecho para la obtención del pasaporte, brinda la
posibilidad de recurrir a la protección diplomática, a la repatriación, etc.
En términos generales y según el ordenamiento jurídico de cada país, existen dos sistemas
principales para determinar la nacionalidad de las personas, a saber:
a) Según el sistema del “ius sanguinis”, expresión latina que significa “derecho de sangre”, los
hijos adquieren la nacionalidad de sus padres, sin que tenga importancia el lugar donde hayan nacido. Así,
el hijo de alemán, francés o italiano, nacido dentro del territorio del Paraguay, es alemán, francés o italiano.
La mayoría de los países europeos siguen este sistema, como una forma de seguir vinculando con el país a
los hijos de numerosos emigrantes que han abandonado su patria para afincarse especialmente en los países
americanos.
b) De acuerdo al principio del “ius soli” (derecho de suelo), la persona tiene la nacionalidad del
país en cuyo territorio ha nacido, sea cual fuere la nacionalidad de sus padres. El simple hecho del
nacimiento basta para conferir la nacionalidad, y es del territorio donde se ha nacido. Es el sistema de los
países americanos, que reciben muchos inmigrantes y desean asimilar a sus hijos declarándolos
“nacionales”.
La vigencia de los dos sistemas suele suscitar conflictos. Así, un niño nacido en el Paraguay, hijo
de italiano, de acuerdo con nuestras leyes, es paraguayo, pero de acuerdo con las leyes de Italia, es italiano.
En los otros países puede ser considerado paraguayo e italiano a la vez. Son conflictos que producen la
doble nacionalidad y que se agravan cuando las personas se trasladan de un país a otro, y ambos reclaman
la lealtad a sus “nacionales”. A pesar de los numerosos esfuerzos realizados para aunar en un tratado
internacional las disposiciones existentes sobre el particular, subsisten todavía amplias diferencias de
opinión entre los países para dar una solución a los conflictos derivados de la doble o múltiple
nacionalidad. Al caso planteado hay que añadir el caso de los que se naturalizan en el extranjero y las leyes
de su país no contemplan la posibilidad de que este hecho determine la pérdida de la nacionalidad natural.
Legislación Nacional
Nuestra Constitución adopta, fundamentalmente, el principio del “ius soli” para determinar la
nacionalidad, pero admite también la posibilidad de la aplicación del “ius sanguinis” en ciertas condiciones
especiales.
70
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Como vemos, el Paraguay no adopta el sistema “ius soli” en forma “pura” o “absoluta”.
Combinando los dos sistemas, establece excepciones a la vigencia del “ius soli”. En efecto, nuestra
Constitución considera paraguayos naturales a los hijos de diplomáticos o funcionarios paraguayos que
prestan servicios en el exterior (“ius sanguinis”), como también a los hijos de paraguaya o paraguayo
natural, que no prestan servicios a la República, nacidos en territorio extranjero, que hayan optado por la
nacionalidad paraguaya (“ius sanguinis”).
El caso de los paraguayos por opción es especial, previsto en el apartado 3) del artículo
constitucional trascripto, el cual exige que los nacidos en el extranjero se inscriban como paraguayos en el
Registro Civil, por voluntad de los padres mientras sean menores de 18 años, o por voluntad propia cuando
sean mayores de 18 años.
La Constitución establece dos formas en que los extranjeros pueden adquirir nuestra nacionalidad,
a saber: a) la nacionalidad honorífica otorgada por el Congreso Nacional, y b) la nacionalidad por
naturalización.
a) La nacionalidad honorífica:
En primer lugar se encuentra el caso de los que adquieren la nacionalidad paraguaya porque se las
otorga el Congreso Nacional por servicios notables presentados al país.
Art. 151 – “Podrán ser distinguidos con la nacionalidad honoraria, por ley del Congreso, los
extranjeros que hubiesen prestado servicios eminentes a la República”.
Si una persona renuncia a su nacionalidad natural adoptando otra por medio de la “naturalización”,
la consecuencia lógica y natural es que pierda la nacionalidad que tenía anteriormente, ya que la mayoría de
las leyes al otorgar la nacionalidad exigen que la persona renuncie a la anterior, con el fin de evitar los
casos de doble nacionalidad, salvo que entre uno y otro Estado exista un tratado que permita la doble
nacionalidad.
Los naturalizados no adquieren todos los derechos políticos de los paraguayos naturales. El
ejercicio de esos derechos es más limitado para ellos, al no poder postularse como candidatos para ocupar
los cargos públicos más importantes, como el de Presidente, Vicepresidente, Senador, Diputado,
Magistrado, Gobernador, etc.
Requisitos Constitucionales
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Para los paraguayos naturalizados nuestra Constitución señala taxativamente dos casos de pérdida
de la nacionalidad: 1) por ausencia injustificada del país por más de tres años y b) por la adquisición de otra
nacionalidad.
Hay casos, sin embargo, en que el paraguayo naturalizado a pesar de no vivir en el territorio
nacional, sigue permaneciendo vinculado con el país. Por ejemplo, si ejerce un cargo diplomático en el
extranjero o si, por razones de trabajo, debe ausentarse temporalmente del país.
LA CIUDADANIA. CONCEPTO:
La calidad de ciudadano implica la posesión de los derechos políticos (elegir o ser elegido,
desempeñar funciones públicas, integrar partidos políticos, etc.) y el cumplimiento de una serie de deberes
y obligaciones establecidas por la ley (servir y defender a la Patria, votar, colaborar en los censos
nacionales, integrar mesas electorales, etc.).
La Constitución de nuestro país contempla expresamente una serie de causas que determinan, no la
pérdida, sino la suspensión de la ciudadanía.
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discernimiento, y
3) cuando la persona se hallara cumpliendo condena judicial, con pena privativa de
libertad.
Como vemos, la norma constitucional no impone la pérdida de la ciudadanía para los paraguayos
nativos que toman otra nacionalidad. Adopta una actitud que permite seguir considerando como ciudadanos
aún a aquellos que hubiesen adoptado otra nacionalidad, siempre y cuando exista la voluntad de volver al
estatuto jurídico originario o de reintegrarse a la nacionalidad paraguaya, bastando con declarar ante el juez
competente que ha renunciado a la otra nacionalidad (salvo en caso de que medie un tratado con ese país
que autorice la doble nacionalidad).
Las leyes de la mayoría de los países disponen la pérdida de la ciudadanía como sanción por haber
adoptado otra nacionalidad, por traicionar a la nación o desertar de las fuerzas armadas en caso de guerra,
etc.
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Unidad XIII
CONCEPTO Y CARACTERÍSTICAS
I - EL SUFRAGIO
Art. 117 – Los ciudadanos, sin distinción de sexo, tienen el derecho a participar en los
asuntos públicos, directamente o por medio de sus representantes, en la forma que determinen esta
Constitución y las leyes.
Se promoverá el acceso de la mujer a las funciones públicas.
Los derechos políticos son derechos humanos fundamentales que se refieren a la participación del
hombre en la organización política del Estado, en los “asuntos públicos” o comunes, en la elección de sus
autoridades y en la vida interna de los partidos políticos.
El hombre forma parte de una comunidad política y, como tal, es titular de un conjunto de derechos
de participación, que implican que en su condición de ciudadano, interviene en la formación del poder
público y en las decisiones de éste.
Si los poderes del Estado emanan del pueblo, es lógico concluir que aquellos deben responder a la
voluntad del pueblo libremente manifestada.
El deslinde entre los denominados “derechos políticos” y “derechos civiles” no es tan tajante y
preciso. Los derechos de petición, reunión, asociación, expresión, etc., pueden proyectarse tanto en el
ámbito civil como en el político. Hay derechos civiles – como los citados precedentemente – que, sin dejar
de serlo, pueden ejercerse muchas veces con un fin claramente político. La diferencia reside en la finalidad
a la cual responde el ejercicio de ellos, (por ejemplo: el derecho de petición, cuando se demande la renuncia
de una autoridad, o el derecho de reunión, cuando se realiza para apoyar o criticar a los gobernantes de
turno, etc.).
Los derechos políticos están íntimamente reaccionados con las formas de participación de los
ciudadanos, sea individual o colectivamente, en los procesos de formación de la voluntad estatal. Derechos
de participación que, en última instancia, son los que confieren legitimidad a los gobiernos democráticos.
Art. 118 – El sufragio es derecho, deber y función pública del elector. Constituye la base del
régimen democrático y representativo. Se funda en el voto universal, libre, directo, igual y secreto; en
el escrutinio público y fiscalizado, y en el sistema de representación proporcional.
Art. 119 – Para las elecciones en las organizaciones intermedias, políticas, sindicales y
sociales, se aplicarán los mismos principios y normas del sufragio.
Podemos definir el sufragio como el derecho político que tienen los ciudadanos de elegir y
ser elegidos, y participar en la organización y actividad del poder en el Estado. Por medio del sufragio los
ciudadanos eligen a sus gobernantes y representantes (Presidente, gobernadores, intendentes, senadores,
diputados, concejales, etc.), o pueden ser elegidos como tales. También les permite participar y decidir
sobre determinadas cuestiones de la actividad gubernativa, aprobando o rechazando ciertos actos del
gobierno mediante el “referéndum”, el plebiscito o cualquier otro medio de consulta o participación
popular.
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efecto, si en la democracia indirecta el pueblo se gobierna por medio de sus representantes, no cabe duda
que únicamente valiéndose del sufragio la ciudadanía puede elegir a esos representantes.
Interesa también destacar que el sufragio es utilizado no solamente a nivel de Estado, sino
también en comunidades más pequeñas como un municipio, una cooperativa, un club deportivo, etc., tanto
para “elegir”, como para “decidir”.
Art. 120 – Son electores los ciudadanos paraguayos radicados en el territorio nacional, sin
distinción, que hayan cumplido diez y ocho años.
Los ciudadanos son electores y elegibles, sin más restricciones que las establecidas
en esta Constitución y en la ley.
Los extranjeros con radicación definitiva tendrán los mismos derechos en las elecciones
municipales.
“Para ejercer el derecho de sufragar – dice el Código Electoral – es preciso que el elector
se halle inscripto en el Registro Cívico Permanente” (art. 90). La inscripción es el primer requisito que
impone la ley a los paraguayos y extranjeros en edad electoral. Si no están incluidos en el Registro Cívico
Permanente no tienen derecho a votar ni ser electos.
La ley establece la previa inscripción: a) para probar la calidad de elector; b) para facilitar
el acto de la votación, y c) para fijar de antemano el lugar donde el elector debe votar.
El art. 89 del Código Electoral dice que: “El derecho de sufragio (activo) se ejerce
personalmente, de manera individual, en el distrito en que el elector se halla inscripto y ante la mesa
electoral que le corresponda, sin perjuicio de las disposiciones sobre el voto de los interventores. Nadie
puede votar más de una vez en las mismas elecciones”.
El elector debe ejercer por sí mismo su poder electoral, emitiendo su voto en forma
personal, sin intermediarios, en el distrito electoral y ante la mesa receptora en cuyo Padrón figura su
nombre. Los ausentes no pueden votar por correo ni valiéndose de otra persona.
Nuestro Código Electoral excluye del padrón electoral a aquellas personas que carecen de
aptitudes intelectuales o a quienes por su estado o condición están privados de libertad o no tuvieran la
dignidad indispensable requerida para el ejercicio del voto. Ellas son las siguientes:
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c) Los soldados conscriptos y clases de las Fuerzas Armadas y Policiales y los alumnos de institutos
de enseñanzas militares y policiales. Se priva del voto a los soldados, cabos y sargentos del
ejército y armada y a los agentes de policía en razón del principio de obediencia que los afecta.
d) Los detenidos o privados de su libertad por orden de juez competente. En razón de su condición,
los detenidos por juez competente no pueden sufragar mientras no recuperen su libertad.
e) Los condenados a penas privativas de libertad o de inhabilitación electoral, y
f) Los declarados rebeldes en causa penal común o militar.
Art. 92 – Los jueces en lo penal, civil o la Justicia Electoral al dictar sentencia definitiva o
interlocutoria, que implique la exclusión del derecho de sufragio de cualquier ciudadano están
obligados a comunicar a la Dirección del Registro Electoral.
El sufragio tiene como primera función la de “elegir” a las personas que han de ejercer el
poder en la comunidad. Mediante el sufragio el pueblo “elige” a sus autoridades.
Pero mediante el sufragio el pueblo puede también tomar decisiones sobre cuestiones
importantes de gobierno, “decidir” acerca de asuntos políticos o jurídicos que interesan al país. En la
democracia contemporánea se trata de dar al pueblo la mayor participación posible en el gobierno del
Estado. Es la respuesta a una aspiración del hombre actual que quiere algo más que ser bien gobernado:
quiere intervenir en los asuntos públicos y decidirlos.
Nuestra Constitución acoge esta tendencia moderna al disponer en el art. 117 que “Los
ciudadanos, sin distinción de sexo, tienen el derecho a participar en los asuntos públicos, directamente o
por medio de sus representantes...”.
Aunque existe una íntima relación entre sufragio y voto, es importante distinguirlos
conceptualmente.
La naturaleza jurídica del sufragio ha sido objeto, en todos los tiempos, de múltiples y
controvertidas opiniones.
Existen cuatro teorías para explicar la naturaleza jurídica del sufragio: a) como derecho; b)
como deber; c) como derecho y deber; y d) como función pública.
Para esta teoría el sufragio es un derecho político. Es un derecho por cuanto esa facultad que
tiene el ciudadano de participar o no en los asuntos públicos de su país, le es reconocida por la Constitución
o la ley. Siendo así, no corresponde aplicar sanciones a quienes no ejercen su derecho. El Prof. Justo José
Prieto explica que el sufragio es un derecho “...Porque el ciudadano que se siente impedido de hacerlo
libremente puede exigirlo por medio de garantía pertinente, la que en su forma judicial es la acción de
amparo”.
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Todo ciudadano tiene obligación de votar para elegir a los gobernantes o para decidir sobre
cuestiones importantes que hacen a la vida del Estado. Un acto de tal importancia no puede dejarse librado
a que cada ciudadano lo realice o no, ya que el progreso, la prosperidad y el funcionamiento armónico de la
vida política del Estado depende de los sufragantes.
Algunos autores sostienen que el sufragio es, a la vez, un derecho y un deber político. Es
un derecho positivo porque nace de la Constitución; es un deber porque todo elector tiene la obligación de
emitir su voto para la formación de los poderes.
Para esta teoría, el elector al depositar su voto en la urna desempeña una función pública
estatal: es un funcionario del Estado. No actúa por derecho propio, sino en representación de la Nación. Así
el elector aparece como un agente del ejercicio del poder nacional. Es una función pública dado que sin el
sufragio no es posible integrar los órganos gubernamentales ni poner en funcionamiento las instituciones
dentro de un Estado representativo.
Según esta doctrina, la soberanía no pertenece en forma individual a los ciudadanos, sino a
la Nación. Por ello, si el titular de la soberanía es la Nación y no los ciudadanos, el poder electoral se
atribuye a éstos solo como órganos o agentes encargados de ejercerlo cumpliendo una función pública, no
ejercitando un derecho; de allí surge la obligatoriedad del voto; el elector está obligado a votar del mismo
modo que el Juez está obligado a juzgar o el administrador a cumplir los actos de sus funciones.
La legislación paraguaya
El art. 118 de nuestra Constitución establece la naturaleza jurídica del sufragio al disponer
que “El sufragio es derecho, deber y función pública del elector. Constituye la base del régimen
democrático representativo...”.
Finalmente, el art. 1° del Código Electoral (Ley 834/96) dice: “El sufragio es un derecho,
deber y función pública que habilita al elector a participar en la constitución de las autoridades electivas y
en los referendos, por intermedio de los partidos, movimientos políticos o alianzas, de conformidad con la
ley”.
1) Universal:
Reconoce el derecho de sufragar a todos los ciudadanos que reúnan los requisitos exigidos
por la ley, sin distinción de raza, credos políticos o religiosos, sexo, riqueza, grado de instrucción.
Las modernas democracias se han edificado sobra la base del voto universal. Es un sistema
contrario al de sufragio calificado o restringido, que condiciona el derecho de voto a requisitos de carácter
económico (propiedad de bienes inmuebles, goce de una determinada renta o pago de una determinada
suma de impuestos), o intelectual (tener cierto grado de instrucción), o social (pertenecer a una determinada
clase, raza, credo o sexo).
2) Libre:
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Significa que el lector debe emitir su voto sin presiones, amenaza ni coacciones. Quieres
decir que el Estado tiene el deber de garantizarle a cada ciudadano la plena libertad del voto, protegiéndolo
contra cualquier forma de presión, de amenaza o de violencia.
La libertad del sufragio implica igualmente que el lector tenga la posibilidad de escoger
sus candidatos entre varias listas y no de una sola.
3)Directo:
La garantía de la votación directa es muy importante, por cuanto permite al elector sufragar
directamente por los candidatos de su predicción. Significa que el ciudadano no puede votar en las
elecciones a través de terceros, valiéndose de intermediarios.
4) Igual
La idea central del sufragio igual se expresa mediante las siguientes fórmulas: a) “un
hombre, un voto”; b) “los votos se cuentan, no se pesan”. Este principio de igualdad en el voto se viola en
aquellos sistemas electorales que atribuyen a ciertos individuos un número de votos mayor que a los demás.
5) Secreto:
6) Obligatorio:
Cuando la ley castiga al ciudadano que no vota, se dice que el sufragio es obligatorio;
cuando no ocurre así, el voto es facultativo. Si se considera al sufragio como un deber o función pública, es
obligatorio. En cambio, si se lo entiende como un derecho legal, su ejercicio es facultativo.
Con la obligatoriedad del sufragio se pretende reducir el grave perjuicio que ocasiona el
abstencionismo o ausentismo electoral, de cuyo ejercicio depende la integración de las autoridades
estatales, departamentales y municipales.
En nuestro régimen político, los cargos de elección popular son los siguientes: a)
Presidente y Vicepresidente de la República; b) los Senadores y Diputados; c) los Gobernadores; d) los
Intendentes Municipales; e) los miembros de las Juntas Departamentales; f) los miembros de las Juntas
Municipales.
Tanto la Constitución como el Código Electoral establecen una serie de requisitos que
deben reunir los candidatos que aspiran a ocupar esos cargos, que son analizados en las bolillas respectivas
a cada uno de esos cargos. Los requisitos básicos son dos: 1°) que el candidato esté en pleno goce de sus
derechos políticos, y 2°) la nacionalidad paraguaya.
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CLASIFICACION
El sistema de mayoría absoluta requiere que el candidato obtenga la mitad más uno de los
votos válidamente emitidos para que se le adjudique el cargo. En el de mayoría relativa, gana el candidato
que obtiene el mayor número de votos, aún cuando no alcance el 50% del total: éste es el sistema que se
aplica en nuestro país. Así, por ejemplo, el art. 230 de la Constitución establece que el Presidente y el
Vicepresidente serán elegidos directamente por el pueblo, por mayoría simple de votos.
a) Sacrifica a las minorías. Deja sin representación a un gran número de electores. La mayoría es todo, las
minorías nada. En el gobierno solo la mayoría está representada.
b) Alienta el bipartidismo y la polarización. Generalmente son solo dos los partidos que influyen y
determinan la vida política del país.
c) El principio de mayoría es poco sensible a las nuevas corrientes de opinión.
2) Sistema de la proporcionalidad
Se basa en el principio de que cada elector tiene igual derecho a ser representado. Una
mayoría de electores debe tener una mayoría de representantes, pero una minoría de electores debe tener
también una minoría de representantes.
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Desventajas
3) Sistema mixto
Era el sistema que estaba en vigencia en nuestro país antes de 1990. De acuerdo al Estatuto
Electoral de entonces (Ley N° 600), el partido que obtenía la mayor cantidad de votos le correspondía
automáticamente 2/3 de los cargos, y el 1/3 restante era repartido “proporcionalmente” entre los demás
partidos. Así, por ejemplo, en el Senado, compuesto de 30 miembros, 20 bancas correspondían al partido
que obtenía mayor cantidad de votos. Las 10 bancas restantes se distribuían proporcionalmente entre los
partidos minoritarios. En la Cámara de Diputados, compuesta de 60 miembros, 40 bancas (2/3)
correspondían al partido mayoritario, y 20 bancas (1/3) eran distribuidas proporcionalmente entre los
partidos minoritarios.
De acuerdo con nuestro Código Electoral, para la distribución de escaños o bancas en los
cuerpos colegiados (Cámara de Senadores, Cámara de Diputados, etc.), se debe aplicar el sistema D´Hont.
Este sistema de representación proporcional fue ideado por el matemático belga Victor D
´Hont en el año 1878. Un procedimiento que lleva su nombre y que se aplica en nuestro país. Consiste
básicamente en una serie de divisiones cuyos resultados permiten saber quienes son los candidatos
ganadores.
Funciona así: se ordenan, de mayor a menor en una columna, las cantidades de votos
obtenidas por todas las listas de los partidos participantes. Luego, cada una de esas cantidades se divide por
1,2,3,4, etc., hasta llegar el número que indica cuantos cargos hay para distribuir, y así se obtienen diversos
cocientes. Los cargos se distribuyen entre los candidatos de cada partido político o movimiento de acuerdo
a los resultados de esas divisiones, de los cocientes mayores a los cocientes menores y en el orden en que
se encuentran en las listas respectivas.
Por ejemplo, tomemos las listas de cuatro partidos: A, B, C, D, y supongamos que son seis
las bancas a llenar (6 Diputados del Departamento de Itapúa, por ejemplo). Adjudiquemos a cada lista un
número supuesto de votos y hagamos las sucesivas divisiones:
La cantidad de votos obtenidos por cada lista se divide por 1,2,3 y así sucesivamente hasta
llegar a 6 que es el número de los cargos a distribuir.
A B C D
45.000: 1 = 45.000 42.000:1= 42.000 27.000: 1=27.000 6.480:1=6.480
45.000: 2= 22.500 42.000: 2= 21.000 27.000: 2=13.500 6.480:2=3.240
45.000: 3= 15.000 42.000: 3= 14.000 27.000: 3= 9.000 6.480:3=2.160
45.000: 4= 11.250 42.000: 4= 10.500 27.000: 4= 6.750 6.480:4=1.620
45.000: 5= 9.000 42.000: 5= 8.400 27.000: 5= 5.400 6.480:5=1.296
45.000: 6= 7500 42.000:6= 7.000 27.000: 6= 4.500 6.480:6=1.080
Ordenando los cocientes de las divisiones de mayor a menor, tenemos que los 6 cargos se distribuyen así:
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En caso de que los cocientes resulten iguales, el Código Electoral dispone que obtiene el cargo el
candidato de la lista que haya logrado la mayor cantidad de votos (sería la lista A, en nuestro ejemplo).
Pero si el empate subsiste, el Código determina que se debe resolver por sorteo.
De acuerdo al régimen electoral vigente en nuestro país, los senadores, diputados, concejales
departamentales y municipales son electos por medio del sistema de listas cerradas de representación
proporcional.
En el sufragio de listado plurinominal el elector vota, no por un candidato determinado, sino por
una lista. La lista de candidatos es confeccionada por los dirigentes de cada partido sin intervención directa
de los electores.
Criticas:
Se critica el sistema de lista cerrada y bloqueada: a) porque la mayoría de los electores no conoce a
los distintos candidatos que figuran en la lista; b) porque se obliga a la ciudadanía a elegir a personas que
no le gustan; c) porque generalmente encabezan la lista dos o tres hombres que gozan de mayor prestigio y
notoriedad, que son cuidadosamente escogidos en cada partido, y se la completa con nombre de
desconocidos o de personas impresentables.
En el sistema de lista cerrada no bloqueada el elector está obligado a votar por una lista de
candidatos, pero puede cambiar las posiciones poniendo a los mejores en los primeros lugares.
Montesquieu afirmaba que sin virtud pública la democracia está perdida. Uno de los
síntomas que se perciben cuando el pueblo carece de virtud es la indiferencia cívica, es decir, el desinterés
y despreocupación de los ciudadanos por las elecciones.
Si los ciudadanos no votan, o lo hacen sin interiorizarse bien, si se alejan de las contiendas
cívicas manifestando indiferencia por las cosas públicas, atentan contra su propia causa y destruyen los
cimientos del sistema democrático, ya que el poder será ejercido no por los más capaces y dignos sino por
individuos deshonestos, incapaces o arbitrarios, que no representan la voluntad de la mayoría. La
corrupción y la ineptitud conducirán al deterioro de los valores morales, y a la perdida de los derechos
civiles, sociales y económicos.
Las causas de la indiferencia cívica son muchas: egoísmo, falta de solidaridad, falta de
información, etc. Otras surgen de factores externos: las conductas indignas que brindan los gobernantes y
los políticos, los fracasos de los partidos políticos como consecuencia de la demagogia o de las falsas
promesas, la permanencia de políticos desacreditados, la corrupción de los funcionarios públicos, etc.
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Unidad XIV
Art. 125 – Todos los ciudadanos tienen el derecho de asociarse libremente en partidos o en
movimientos políticos para concurrir, por métodos democráticos, a la elección de las autoridades
previstas en esta Constitución y en las leyes, así como en la orientación de la política nacional. La ley
reglamentará la constitución y el funcionamiento de los partidos y movimientos políticos, a fin de
asegurar el carácter democrático de los mismos.
Entre los estudiosos, sin embargo, existe discrepancia sobre el concepto y la eficiencia
moral y legal de los partidos políticos. Para la mayoría, los partidos políticos son los ciudadanos
organizados, regimentados y disciplinados, los ejércitos de la paz en marcha hacia la conquista del poder,
con miras a la grandeza y felicidad de la patria (Gladstone). Para otros autores, en cambio, los partidos
políticos no son sino la chusma organizada por vividores y ambiciosos, para explotar la industria moderna
del sufragio, con miras a la satisfacción de sus apetitos personales de mando, de figuración y de dinero. No
hay en ellos luchas de ideas sino la lucha para llegar al presupuesto (Lugones). Se ingresa en la política, en
los partidos políticos, para adquirir puestos públicos, para distinguirse, divertirse y ganar plata; la
administración, los puestos públicos y sus sueldos, son el fin predilecto de los partidos políticos (Eligio
Ayala).
A pesar de los vicios o de la crisis de dirigencia que a menudo suelen presentar los partidos
políticos, no puede ni debe negarse que ellos son imprescindibles para que un sistema político pueda
funcionar en forma estable. Son instrumentos esenciales para que los ciudadanos puedan ejercer sus
derechos políticos en una democracia representativa, a tal extremo que se niega la posibilidad de que pueda
existir democracia sin partidos políticos. El régimen electoral moderno funciona en base a los partidos
políticos. Ellos proporcionan candidatos y programas de gobierno que sirven de base a las campañas
políticas, son los que trafican con formulaciones doctrinarias, con promesas al electorado de solucionar los
problemas que pesan sobre la sociedad. Y una vez en el poder, son los partidos políticos que designan a los
funcionarios que van a ocupar los distintos cargos en el gobierno.
ORIGEN Y DESARROLLO
Los partidos políticos, con las características que hoy conocemos, surgieron en la segunda
mitad del siglo XIX. Nacieron como una consecuencia necesaria de la implementación de la democracia
indirecta o del sistema democrático representativo.
Si bien siempre hubo “partidos”, “facciones” o “tendencias” (en Atenas, por ejemplo,
algunos siguieron a Pericles y otros a Demóstenes; lo mismo ocurrió en Roma con Espartaco, Mario o
Sila), puede decirse que la aparición de los partidos políticos se da luego de la Revolución Francesa en
1789, con la proclamación del principio de la soberanía del pueblo, la difusión de la democracia indirecta
como forma de gobierno y del sufragio como medio de expresión de la voluntad popular. Desde entonces,
los partidos políticos se constituyeron en el puente imprescindible entre el pueblo y el poder, en el canal
ineludible de comunicación entre el electorado y el gobierno. Con justa razón se ha afirmado que la
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democracia moderna es una democracia de partidos y que la creación de los partidos políticos es la
invención más importante en el campo de la organización política de los últimos tiempos.
Hasta fines del siglo XIX la ciencia política ignoró la existencia de los partidos políticos y
muchos estadistas y estudiosos los consideraron nocivos para la democracia (Washington y Adams en los
EE.UU.). Ese rechazo o desconfianza explica la ausencia de normas referidas a los partidos políticos en las
Constituciones escritas hasta 1900. El constitucionalismo clásico los consideraba como enemigos del
Estado de Derecho. Tal concepción se sustentaba en la identificación de los partidos políticos con las
corporaciones que representaban intereses particulares y se interponían entre los individuos y el gobierno
atentando contra la libertad y el interés general.
Art. 124 – Los partidos políticos son personas jurídicas de derecho público. Deben expresar
el pluralismo y concurrir a la formación de las autoridades electivas, a la orientación de la
política nacional, departamental, o municipal y a la formación cívica de los ciudadanos.
Si bien los partidos políticos son consecuencias del ejercicio de derechos políticos
individuales (derecho de asociación, de expresión, etc.), nuestra Constitución los califica como personas
jurídicas de derecho público en razón de que la existencia de los partidos políticos se proyecta sobre un
plano institucional, siendo elementos e instrumentos necesarios para el funcionamiento de un sistema
representativo de gobierno. Los partidos políticos han llegado a convertirse en órganos de la democracia
del país. El art. 125 exige que la legislación reglamentaria garantice la vida interna democrática de los
partidos en su organización y funcionamiento. Este asunto del control estatal sobre los partidos políticos es
delicado, difícil y polémico. Hay quienes argumentan que el no reconocimiento de un partido político
calificado de antidemocrático sería atentatorio del principio democrático.
Analizaremos a continuación las funciones de aquellos partidos políticos que han sido
creados para actuar de acuerdo al sistema democrático, y no en contra o al margen del mismo.
Como los partidos políticos agrupan a los ciudadanos según sus ideas y sentimientos,
permiten la representación orgánica de las distintas corrientes de opinión. Si los electores concurrieran
desordenadamente y sin acuerdo previo a las elecciones, dispersarían sus votos en infinidad de candidatos,
creando el caos en el proceso electoral.
Una función esencial de los partidos políticos. Para hacerlo deben analizar seriamente los
problemas de la comunidad, concretar las soluciones más adecuadas, teniendo en cuenta anhelos e intereses
del sector social que representan. Debe orientar al pueblo con la verdad y la sinceridad de sus
planteamientos.
Para que los partidos políticos ejerzan una acción eficaz, se requiere también de una base
ideológica establecida a través de una clara plataforma política, y que esa doctrina sea comprendida y
compartida por los ciudadanos. Es decir, exponer las ideas y propuestas de gobierno en programas
partidarios que expresen los principios y los objetivos que persigue el partido.
Otra función de suma trascendencia, pues todo candidato propuesto puede convertirse en
gobernante. Los partidos políticos son semilleros de hombres públicos, en consecuencia, deben proceder
con gran prudencia formando dirigentes capaces y honestos, para el eventual ejercicio de las funciones de
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gobierno. Esta formación se logra mediante la educación cívica, el comportamiento ético y la selección
interna por medio de un auténtico proceso democrático.
Siendo el pueblo el origen del poder y contando con la facultad de elegir a sus gobernantes,
la existencia de una firme cultura política es esencial para el buen funcionamiento del sistema democrático.
Por eso hay que instruir y educar al pueblo sobre sus derechos y deberes políticos,
capacitarlo para el desempeño de tan elevada función pública proporcionándole conocimientos de los
fundamentos y mecanismos del sistema político, posibilitarle que ejerciten esos derechos. Dotarle del
sentido de moralidad y responsabilidad cívicas, que le permita ejercer la función electoral con honradez y
acierto, ya que el ejercicio correcto del sufragio es un problema de responsabilidad y moralidad, más que
de instrucción.
En este orden de ideas, los partidos políticos deber ser verdaderas escuelas de ideas, de
acción y de moral cívica, predicando con el ejemplo de su propia organización y funcionamiento,
desterrando de sus prácticas internas la inmoralidad, el fraude, la mentira, el fanatismo y la demagogia,
para que estas lacras no lleguen a las funciones de gobierno en caso de triunfar. Sus dirigentes, además,
deben alentar el civismo con su propia conducta y ejemplo.
Los partidos políticos deben, finalmente, esforzarse para prevenir la apatía cívica, la falta
de interés y despreocupación de los ciudadanos por los asuntos públicos, que es el peor mal que se le puede
ocasionar a la democracia, ya que esa despreocupación conspira contra el progreso del Estado y el
perfeccionamiento de sus instituciones.
En la democracia los partidos políticos deben servir de eslabón entre la opinión pública y el
gobierno. A tal efecto deben recoger y canalizar los intereses de los distintos sectores, permitiendo que por
su intermedio los ciudadanos participen y sean protagonistas en las decisiones gubernativas.
Esa vinculación entre los ciudadanos y el gobierno que deben establecer los partidos
políticos canalizando la voluntad popular y la opinión pública no debe interrumpirse jamás.
Si los candidatos de un partido triunfan en las elecciones, los dirigentes de ese partido
deben colaborar con el gobierno para lograr la aplicación del programa partidario. Los partidos que pierden
en las elecciones, por su parte, deben colaborar con el gobierno asumiendo la responsabilidad de criticar los
actos de gobierno, pero con espíritu constructivo, honesto y desapasionado, procurando hacer funcionar el
régimen democrático y no destruirlo.
En una democracia, el partido que gana necesita del que pierde. Los partidos minoritarios
no pueden ser marginados ni perseguidos como enemigos mortales, sino que deben ser considerados como
ocasionales adversarios. Ahí reside el secreto de la colaboración y de la oposición. El que gana gobierna
pero el que pierde desde la oposición debe fiscalizar la acción del gobierno, debe influir y gravitar sobre el
poder, ya que la ausencia de críticas puede conducir al despotismo.
El partido de cuadro, o partido de opinión, se preocupa más por la calidad de afiliados que
por su cantidad. Trata esencialmente de reunir a los mejores, de reunir “notables influyentes”, cuyo
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nombre, prestigio o brillo servirán de apoyo al candidato y le cosecharán votos. Es una clase de partido que
generalmente no asume una ideología rígida y dogmática.
Los partidos democráticos luchan por la toma del poder de acuerdo a los principios
democráticos, que supone la libre competencia y posibilidad de tomar el poder y ejercerlo dentro de los
resortes constitucionales.
Los partidos totalitarios, en cambio, actúan en contra del sistema democrático, con la
finalidad de destruirlo o de servir de sostén a otros regímenes. En vez de formar y seleccionar líderes para
la democracia, preparan revolucionarios capaces de destruirla. Si llegan al poder procuran suprimir el
disenso y la crítica. Expresan su doctrina por boca de una élite gobernante o de algún jefe o líder mesiánico
(duce, fuhrer, conductor). Forman la clase dirigente por medio de una disciplina partidaria rígida, que no
admite el desacuerdo al cual, casi siempre, se califica de traición; suprimen la competencia y destruyen la
oposición para llegar al gobierno que controla un solo grupo político (partido único), dirigido
autoritariamente.
Según que se hallen repartidos en varios países o no. El partido comunista es un partido
internacional.
Algunos autores, basándose en el número de partidos que compiten, clasifican los sistemas
en dos: a) sistema pluralista (varios partidos) y, b) sistema monopartidista (partido único).
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Prohíbe igualmente constituir partidos políticos que por medios violentos persigan destruir
el régimen democrático constitucional, aniquilar la libertad y arrasar con las instituciones creadas por la
Carta Magna. O de agrupaciones políticas cuyas actuaciones se traducirían en peligro cierto y real para la
subsistencia del Estado mismo. Esta prohibición se fundamenta en la preservación misma de la democracia
y de la República.
Los partidos políticos son objeto de numerosas críticas. Presentan vicios, defectos o
desviaciones que conspiran contra el cumplimiento normal de sus funciones y violan la confianza que el
pueblo tiene depositado en ellos.
Una de las críticas más fuertes se centra en el hecho de que los partidos monopolizan la
disputa política. Se erigen en protagonistas exclusivos y preponderantes de la contienda electoral,
marginando de ella a otras fuerzas vivas como son las asociaciones profesionales, empresariales,
sindicales, culturales, etc., que se convierten en convidados de piedra de una actividad en la que están en
juego sus intereses. Sólo pueden ser candidatos los ciudadanos elegidos por los partidos. El pueblo sólo
puede votar los nombres incluidos en las listas de candidatos elaboradas por los partidos, de esa manera le
resulta imposible elegir a otras personas, por más notables que sean. Todo queda en manos de los partidos
políticos, convertidos de hecho y de derecho, en auténticos “príncipes modernos”. El pueblo, en la realidad,
no delibera ni gobierna, solo se limita a aceptar o rechazar lo que otros han propuesto. Como los candidatos
son propuestos únicamente por los partidos y como el elector no tiene posibilidad alguna de alterar las
listas presentadas por los mismos, el sistema de lista cerrada no garantiza una real y auténtica
representatividad.
La crisis dirigencial es también fuente de críticas muy intensas. La mayoría de los partidos
políticos no funcionan bien y resultan incapaces de resolver los problemas de la vida del pueblo, problemas
cada día más graves y complejos. En lugar de atender las necesidades del país y luchar por la prosperidad y
el bienestar general, impera en los dirigentes políticos la demagogia, la politiquería y la oposición
irracional. Luchan solamente para llegar al presupuesto, para defender intereses personales o de grupos.
Otro aspecto negativo es la dependencia de los partidos políticos y de los dirigentes políticos respecto a
grupos económicos para el financiamiento de las campañas políticas. El enorme costo de ellas ha
incrementado esa dependencia, con lo cual los partidos se han debilitado en su credibilidad al quedar
sometidos a los intereses de esos grupos.
La alarmante apatía cívica de una gran masa del pueblo se debe en gran medida al
descrédito en que han caído la mayoría de los dirigentes políticos. En vez de dar ejemplo de patriotismo,
honestidad, austeridad y sinceridad al pueblo, los políticos muestran vestigios de corrupción, inmoralidad,
ineptitud, doblez, etc.
Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que la inmoralidad, el escándalo o la indecencia que reina en
la mayoría de los dirigentes, no es imputable a los partidos políticos, sino a la ambición de los hombres y a
su ansia desmedida de dominación, de figuración y de riqueza.
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Unidad XV
En la Unidad III hemos dicho que la democracia es una forma, un estilo de vida, eminentemente
participativo, que trata de dar al pueblo la mayor participación posible en la actividad del Estado. Dijimos
también que participar es mucho más que elegir o ser elegido, y que el electorado quiere algo más que ser
gobernado: quiere gobernar.
Nuestra Constitución prevé dos instrumentos de democracia semidirecta: el referéndum (art. 121) y
la iniciativa popular (art. 123).
1) – El Referéndum. Concepto
Art. 121 – El referéndum legislativo, decidido por ley, podrá o no ser vinculante. Esta
institución será reglamentada por ley.
Nuestra Ley Fundamental consagra solamente una clase de referendo: el legislativo, a diferencia de
otras Constituciones (italiana, suiza, etc.) que prevén dos tipos de referéndum: el constitucional y el
legislativo.
CLASIFICACION
a)- Referéndum “post – legem” y “ante – legem”: Según que la consulta popular se realice después o
antes de que la ley sea sancionada.
b)- Referéndum obligatorio o facultativo: Es obligatorio cuando la ley exige expresamente consultar al
pueblo para la formulación de alguna ley. Es facultativa cuando su realización queda librada a la
voluntad de los legisladores.
c)- Referéndum vinculante o consultivo: En el primer caso, el resultado de la consulta obliga a hacer lo
que el pueblo ha decidido. En el segundo, en cambio, no; el referendo se realiza nada más que para conocer
la opinión del electorado, sin que el resultado obligue a los legisladores.
El artículo 121 de la Constitución expresa que el referéndum, decidido por ley, “....podrá o
no ser vinculante”. Es decir que el carácter vinculante o no del referendo va a depender de la ley que dicte
el Congreso disponiendo su realización.
La parte final del citado artículo otorga al Congreso la facultad de reglamentar, mediante
una ley, el procedimiento, la oportunidad, los requisitos y las materias que pueden ser objeto de la consulta
popular.
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La consulta popular estaría desprovista de validez si versa sobre alguna de las materias
expresamente excluidas por la norma constitucional.
Art. 123 – Se reconoce a los electores el derecho a la iniciativa popular para proponer al
Congreso proyectos de ley. La forma de las propuestas, así como el número de electores que
deban suscribirlas, serán establecidos en la ley.
El art. 123 de nuestra Ley Fundamental reconoce a los ciudadanos el derecho de iniciativa
solamente para presentar proyectos de leyes. Por tanto, la iniciativa popular a la que se refiere el citado
texto constitucional es al derecho que asiste a un grupo de ciudadanos para proponer al Congreso proyectos
de ley, siempre y cuando las propuestas no versen sobre cuestiones expresamente excluidas del referéndum,
y sobre la legislación municipal y departamental.
En nuestro derecho positivo, el Código Electoral (Ley Nº 834/96) es el que regula la forma de
ejercicio, el número de electores y demás requisitos de la iniciativa popular. Para la presentación de
proposiciones de ley (proyectos) exige no menos del 2% del número total de electores inscriptos en el
Registro Cívico Permanente y, además, que el proyecto de ley presentado esté íntegramente redactado, con
su exposición de motivos. Ejercido el derecho de iniciativa cumpliendo las condiciones que determina la
ley, el Congreso debe dar tratamiento preferencial al proyecto de ley dentro del término de seis meses.
El proyecto de ley, puesto en marcha por la iniciativa popular, puede ser no sólo modificada por
ambas Cámaras, sino también rechazado. En el supuesto de que el proyecto se convierta en ley de la
Nación, el Código Electoral dispone que debe reembolsarse los gatos en que han incurrido a razón de 2000
guaraníes por cada firma proponente.
Art. 137 – Esta Constitución no perderá su validez si dejara de observarse por actos de
fuerza o fuera derogada por cualquier otro medio distinto del que ella dispone.
Art. 138 – Se autoriza a los ciudadanos a resistir a dichos usurpadores, por todos los
medios a su alcance. En la hipótesis de que una persona o grupo de personas, invocando
cualquier principio o representación contraria a esta Constitución detenten el poder
público, sus actos se declaran nulos y sin ningún valor, no vinculantes y, por lo mismo, el pueblo
en ejercicio de su derecho de resistencia a la opresión, queda dispensado de su cumplimiento.
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Los estados extranjeros que, por cualquier circunstancia, se relacionen con tales
usurpadores, no podrán invocar ningún pacto, tratado ni acuerdo suscripto o autorizado por el
gobierno usurpador, para exigirlo posteriormente como obligación o compromiso de la
República del Paraguay.
El gobierno “de facto” o “de hecho” (en contraposición al gobierno “de jure” o “de derecho”), es
aquel gobierno que accede, se instala o permanece en el poder estatal al margen de los mecanismos
previstos en la Constitución, violando o infringiendo sus disposiciones. Aquel gobierno que ejercita los
poderes sin legitimación constitucional. Una de las características fundamentales del gobierno “de facto” es
la ruptura, total o parcial, de la Constitución vigente, ya sea por medio de la fuerza (golpe de Estado
ejecutado por una camarilla militar o por un pequeño grupo de personas), o a través de reformas
fundamentales realizadas por vías no contempladas por la Constitución (así, por ejemplo, cuando el Poder
Judicial o la Corte, por vía de interpretación, modifique el contenido de las normas constitucionales,
materia que compete exclusivamente al Poder Constituyente.).
Los arts. 137 y 138 de la Constitución prevén la ruptura del orden constitucional por actos de
fuerza como también mediante actos que están desprovistos de fuerza o violencia. Expresamente establecen
las consecuencias que traerá aparejada dicha ruptura. Además de las sanciones y medidas que prevén,
reconocen a los habitantes del país el derecho de desobedecer o de resistir a los usurpadores del poder.
El derecho de resistencia, afirma Linares Quintana, es un derecho natural y subjetivo, como ha sido
reconocido claramente por la mayor parte de los pensadores políticos que se han sucedido desde el siglo
XII hasta nuestros días. Es tanto un derecho individual como un derecho colectivo, pues pertenece a toda
persona en particular y a todo el pueblo en general (“Derecho Constitucional e Instituciones Políticas”, t. II,
pág. 473). Romero Carranza sostiene que este derecho no es una creación artificial de los hombres, ni de lo
establecido en un supuesto pacto social, sino de la propia naturaleza humana; procede del derecho natural y
subjetivo de la legítima defensa, llamado en la Edad Media “ius resistendi”. “Para defender – destaca
dicho autor – su libertad y dignidad, tanto los ciudadanos en forma particular como los pueblos en forma
colectiva, poseen el derecho natural y subjetivo de no acatar las leyes ni las sentencias evidentemente
injustas del Estado a que pertenecen, y de levantarse en armas contra el régimen gubernamental y los
gobernantes que los oprimen, según algunos juristas, hasta el derecho de matar al tirano que pretende
esclavizarlos...” (“Derecho de Resistencia a la Opresión”, pág. 17).
Con respecto a la ineficacia y nulidad de los actos de los gobernantes “de facto”, el convencional
Cano Radil se expidió en los siguientes términos: “...Sabido es que muchas de las obligaciones más
importantes de los Estados y los pueblos Latinoamericanos, responden a gobiernos de facto que
endeudaron en períodos de anormalidad institucional......Lo que nosotros estamos poniendo aquí,
advirtiendo a aquellos Estados, bancos extranjeros o multinacionales, que traten y hagan convenios
comerciales, financieros o económicos con el usurpador, con el Estado de facto, con el Estado que viola el
orden constitucional, les estamos advirtiendo que el próximo gobierno democrático se siente liberado de
responsabilidad...”
Unidad XVI
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FUNDAMENTO E IMPORTANCIA
En efecto, no basta una solemne declaración de los derechos del hombre para contener las
violaciones. Para hacer posible el goce de los derechos reconocidos por la Constitución se necesita contar
con mecanismos o medios efectivos y prácticos que defiendan esos derechos y los hagan valer. La
democracia no podría sobrevivir, por mucho tiempo, sin la existencia de un sistema en que los derechos y
libertades fundamentales carezcan de protección eficaz. De ahí la necesidad jurídica de que existan
mecanismos de tutela y órganos encargados de velar porque el principio de supremacía constitucional y el
respeto efectivo de los derechos fundamentales del hombre sean una realidad y se cumplan. Esos
mecanismos son las garantías constitucionales. Sin ellas no habría posibilidad de un auténtico Estado de
Derecho, pues las personas quedarían indefensas cuando sus derechos son desconocidos o atacados por el
Estado o por particulares.
Para proteger y hacer valer los derechos individuales que integran la libertad y la seguridad,
nuestra Constitución establece las siguientes garantías: la inconstitucionalidad, el “hábeas corpus”, el
amparo y el “hábeas data”.
Art. 131 – Para hacer efectivos los derechos consagrados en esta Constitución, se establecen
las garantías contenidas en este capítulo, las cuales serán reglamentadas por la ley.
I – LA INCONSTITUCIONALIDAD.CONCEPTO Y FUNDAMENTO
Art. 132 - La Corte Suprema de Justicia tiene facultad para declarar la inconstitucionalidad
de las normas jurídicas y de las resoluciones judiciales, en la forma y con los alcances establecidos en
esta Constitución y en la ley.
Es un procedimiento judicial especial tendiente a lograr que la Corte Suprema de Justicia declare
inconstitucional una ley o una resolución judicial, cuando las mismas sean contrarias a las disposiciones
constitucionales.
Según el principio de la supremacía constitucional, todas las leyes y otras normas jurídicas que se
dicten, para ser válidas, deben estar de acuerdo a lo que establece la Constitución Nacional, que es la ley
suprema. Significa que la validez de toda norma jurídica está subordinada a que se ajuste al parámetro
fijado por la Constitución. En caso de no existir tal compatibilidad, esa norma es susceptible de ser
declarada inconstitucional y, por tanto, ineficaz.
Este principio obliga a los poderes constituidos a encuadrar sus actos dentro del marco de la Ley
Suprema. Los principio, garantías y derechos consagrados por ella no pueden ser alterados por las leyes u
otras normas jurídicas inferiores. Esas disposiciones están fuera del alcance de los poderes constituidos. Si
aparece una ley, un decreto, una ordenanza, una resolución judicial, etc., que contradiga lo que establece la
Constitución, esa norma sería inconstitucional y susceptible de ser privada de validez.
El principio de la regularidad o estabilidad jurídica, por su parte, postula que entre todas las normas
de la pirámide jurídica debe existir una relación de correspondencia, de conformidad y armonía, cosa que
sólo es posible lograr si las normas jurídicas que emanan de los distintos órganos del Estado se subordinan a
los principios y derechos consagrados en la Constitución, caso contrario se correría con el riesgo que el
derecho positivo sea alterado por normas inferiores que contradigan los derechos consagrados en el texto de
la Constitución.
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El art. 132 de la Constitución autoriza en forma exclusiva a la Corte Suprema de Justicia a ejercer el control
de constitucionalidad de las leyes y de las resoluciones judiciales. Y como puede advertirse, el órgano al
que el art. 260 encomienda velar por la supremacía constitucional es a la Sala Constitucional de la Corte.
Ningún juez de grado inferior puede conocer y decidir sobre inconstitucionalidad. De acuerdo al art. 247
“El Poder Judicial es el custodio de esta Constitución, la interpreta, la cumple y la hace cumplir” . En este
orden de ideas, la Corte Suprema de la Nación es el intérprete máximo de la Constitución, ella decide en
última instancia cual es la interpretación correcta de sus disposiciones.
Conforme a las disposiciones contenidas en los arts. 550 y 556 del Código Procesal Civil, están sujetos a
control de constitucionalidad: las leyes, los decretos, reglamentos, ordenanzas municipales, resoluciones u
otros actos administrativos, así como las sentencias definitivas o autos interlocutorios con fuerza de tales.
Las resoluciones dictadas por la Corte Suprema de Justicia no son atacables por acción de
inconstitucionalidad.
MODO DE PLANTEARLA
Ante una resolución judicial – o cualquier otro tipo de normas jurídicas - que no respete lo dispuesto por la
Constitución Nacional, el recurso legal que poseen las personas afectadas es el de acudir ante la Corte
Suprema de Justicia para que esta declare su inconstitucionalidad.
El procedimiento podrá iniciarse por acción ante la Sala Constitucional de la Corte Suprema de
Justicia, y por vía de la excepción en cualquier instancia, en cuyo caso se elevarán los antecedentes a
la Corte.
Existen, pues, dos vías para plantear la inconstitucionalidad: vía acción y vía excepción. Por vía de acción
el interesado promueve el pertinente juicio con la finalidad de obtener la declaración de
inconstitucionalidad. Por vía de excepción, en cambio, el interesado plantea la inconstitucionalidad en el
curso de un juicio que se está tramitando y que no versa sobre una cuestión constitucional, para atacar
resoluciones judiciales contrarias a los preceptos constitucionales.
EFECTOS DE LA DECLARACIÓN.
La sentencia de la Corte sólo tiene efecto con relación a cada caso concreto. Consecuentemente, si hace
lugar a la inconstitucionalidad, debe ordenar a quien corresponda que se abstenga de aplicar la norma al
favorecido por la declaración de inconstitucionalidad. Dicho en otros términos: los fallos de la Corte no
tienen efectos abrogativos y “erga omnes” hacia el futuro eliminando o haciendo desaparecer la norma de
ordenamiento jurídico.
La declaración de inconstitucionalidad de una ley, por ejemplo, por parte de la Corte Suprema de Justicia no
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anula la vigencia de esa ley, sólo anula su aplicación en el caso concreto que motivó el reclamo. Esa
declaración no tiene carácter general, produce efecto solamente con relación al caso concreto. La ley sólo
puede ser derogada – dejada sin efecto - por otra ley sancionada por el mismo órgano que la dictó – el
Legislativo – y no por el Poder Judicial.
El nombre “hábeas corpus” deriva de las palabras latinas “...hábeas corpus (de N.N) ad subjiciendum...”,
que significan “tráigase la persona (de N.N.) para tenerle bajo mi amparo”. Ello obliga al guardián o
custodio de un detenido a presentarlo ante el juez que entiende en la acción y explicar la causa de la
privación de libertad, a fin de que el magistrado judicial pueda decidir sobre su legalidad o ilegalidad.
“Hábeas corpus” debe entenderse como “tendrás tu cuerpo libre”, simbolizando con esas palabras la
conservación de la libertad física o ambulatoria. Con este sentido fue utilizada esa expresión a lo largo de la
historia.
El antecedente más remoto del “hábeas corpus” es la Carta Magna inglesa de 1215. Ese año los señores
feudales obligaron al Rey Juan I (apodado “Juan sin Tierra”) a firmar la Carta Magna que establecía, entre
otras cosas, que “...ningún hombre libre podrá ser apresado, puesto en prisión, ni desposeído de sus bienes,
costumbres y libertades, sino en virtud del juicio de sus pares, según la ley del país”. Este documento
limitaba la autoridad real y prohibía los arrestos y la confiscación de bienes de los nobles y de la iglesia sin
juicio previo.
La ley de “hábeas corpus” (“Hábeas Corpus Act”), dictada en 1679, garantizó definitivamente este derecho
en Inglaterra, proclamado hacía más de cuatro siglos.
Es una garantía constitucional destinada a brindar protección judicial a toda persona que es privada
indebidamente de su libertad física, corporal o de su libertad ambulatoria (trasladarse de un lugar a otro
dentro del territorio nacional), o bien la encuentra restringida, agravada o amenazada ilegalmente.
El “hábeas corpus” es el remedio específico, rápido y eficaz que otorga el art. 133 de la
Constitución para la defensa de la libertad física y ambulatoria, que es fundamental para el ejercicio de los
demás derechos. El “hábeas corpus” procede no sólo contra privaciones o restricciones ilegítimas de la
libertad personal, sino también contra las restricciones ilegítimas a la libertad de tránsito, así como también
contra las amenazas a esa libertad y contra el sometimiento a condiciones de detención más agravadas, más
duras respecto de la situación que tendría que encontrarse, o a castigos físicos o psíquicos, etc., de una
persona legalmente privada de su libertad.
Art. 133 - Esta garantía podrá ser interpuesta por el afectado, por sí o por interpósita
persona, sin necesidad de poder por cualquier medio fehaciente, y ante cualquier Juez de Primera
Instancia de la circunscripción judicial respectiva... (1er. párrafo).
El procedimiento será breve, sumario y gratuito, pudiendo ser iniciado de oficio” (final del
último párrafo).
El artículo que comentamos empieza diciendo que el juicio de “hábeas corpus” puede ser
promovido por el afectado o por cualquier persona en su favor “sin necesidad de poder”. Dada la indudable
importancia del interés jurídico en juego – la libertad personal – la Constitución permite que cualquier
persona, a nombre de otra, pueda promover el “hábeas corpus”, dando a esta garantía toda la amplitud
necesaria, constituyéndola en un verdadera acción popular.
En función con la finalidad del instituto, el “hábeas corpus” es un procedimiento breve y sumario.
Todos los plazos, así como las resoluciones deben dictarse dentro de plazos muy breves e improrrogables.
Por ello, prohíbe la promoción de incidentes pero permite la habilitación de días y horas inhábiles sin
necesidad de resolución judicial (Ley 1500/99). En virtud de la celeridad, todas las medidas ordenadas en el
curso del proceso deben ser inmediatamente acatadas por las autoridades (como la orden de presentación
del detenido, la inmediata puesta en libertad cuando sea procedente, etc.). El carácter gratuito del
procedimiento está dado por la exoneración en el pago de la tasa judicial por la apertura del juicio.
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El art. 288 de la Constitución contiene una cláusula expresa que dispone que el Estado de
Excepción no interrumpirá el ejercicio del “hábeas corpus”. En efecto, la facultad de arresto o traslado de
un punto a otro del país, de prohición de reuniones y manifestaciones públicas del Presidente de la
República, no priva al afectado a interponer esta garantía. La aplicación concreta de los poderes de
excepción del Presidente está sujeta por parte del Poder Judicial. Es un deber de los jueces revisar si el
Poder Ejecutivo dio cumplimiento a su obligación de informar a la Corte Suprema de Justicia, examinar la
razonabilidad con que el Presidente ha usado esas facultades y, asimismo, consultar con la persona
afectados si no desea hacer uso de la opción de salir del país.
La facultad presidencial cesa cuando el interesado hace uso de la opción para salir fuera del
territorio paraguayo.
1) Preventivo: en virtud del cual toda persona, en trance inminente de ser privada ilegalmente
de su libertad física, podrá recabar el examen de la legitimidad de las circunstancias que, a
criterio del afectado, amenacen su libertad, así como una orden de cesación de dichas
restricciones.
El “hábeas corpus” preventivo está dirigido a evitar la privación ilegal de la libertad física o
ambulatoria ante una amenaza cierta o inminente de detención arbitraria. La inminencia y seriedad
justifican la intervención judicial para impedir que eventualmente se materialice una privación de la libertad
en forma ilegal o arbitraria.
2) Reparador: en virtud del cual toda persona que se halle ilegalmente privada de su libertad
podrá recabar la rectificación de las circunstancias del caso. El magistrado ordenará la
comparecencia del detenido, con un informe del agente público o privado que lo detuvo,
dentro de las veinticuatro horas de radicada la petición. Si el requerido no lo hiciese así, el
Juez se constituirá en el sitio en el que se halle recluida la persona, y en dicho lugar hará
juicio de méritos y dispondrá su inmediata libertad, igual que si se hubiese cumplido con la
presentación del detenido y se haya radicado el informe. Si no existiesen motivos legales que
autoricen la privación de su libertad, la dispondrá de inmediato; si hubiese orden escrita de
autoridad judicial, remitirá los antecedentes a quien dispuso la detención.
El “hábeas corpus” reparador o clásico está destinado a reprimir arrestos inconstitucionales. Opera
cuando una persona es privada de su libertad sin cumplirse con los requisitos exigidos por el art. 12 de la
Constitución, salvo que se trate de un reo prófugo o sea sorprendido “in fraganti” cometiendo delito.
También se interpone para hacer cesar la privación ilegal de la libertad física o ambulatoria por parte de
particulares. Con la intervención judicial se dispone la inmediata libertad de la persona detenida sin causa
legal.
El “hábeas corpus” genérico se otorga para proteger a los ciudadanos; a) contra las restricciones o
limitaciones, perturbaciones o molestias ilegítimas a la libertad física, corporal o ambulatoria que no llegan
a la detención o privación de libertad. (v.g. impedimento para acceder a ciertos lugares como sitio de
reuniones, de trabajo, de enseñanza, de domicilios particulares, sedes gremiales, seguimientos molestos,
actos de hostigamientos, intromisiones ilegales en vidas privadas, vigilancias excesivas, etc.) y b) contra
actos u omisiones que agraven indebidamente las condiciones de las personas detenidas legalmente (por
ejemplo, lugar inadecuado de reclusión de los menores o las mujeres, de las personas detenidas
conjuntamente con las personas condenadas, malos tratos, rigores impropios o discriminatorios, etc.) para
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hacer cesar esos tratos indebidos de los detenidos y asegurar el principio constitucional del buen trato en las
prisiones.
El término “amparo” viene del latín “amparare” que significa “proteger”, “favorecer”, palabra que
refleja la función que ejerce el amparo judicial cual es la protección de los derechos.
En cuanto a la naturaleza jurídica no existe acuerdo entre los autores. Algunos lo llaman “recurso de
amparo”, otros lo califican como “juicio de amparo”, “derecho de amparo”, “petición de amparo”, etc.
Nuestro Código Procesal Civil lo denomina “acción de amparo” (art. 565).
Art. 134 - Toda persona que por un acto u omisión, manifiestamente ilegítimo, de una
autoridad o de un particular, se considere lesionada gravemente, o en peligro inminente de serlo
en derechos o garantías consagrados en esta Constitución o en la ley, y que debido a la urgencia
del caso no pudiera remediarse por la vía ordinaria, podrá promover amparo ante el magistrado
competente. El procedimiento será breve, sumario, gratuito, y de acción popular para los casos
previstos en la ley.
El
magistrado tendrá facultad para salvaguardar el derecho o garantía, o para restablecer
inmediatamente la situación jurídica infringida... (1º. y 2º. parte).
El amparo procede contra todo acto u omisión de autoridades públicas o de particulares, que en
forma actual o inminente viole, restrinja, altere o amenace, con arbitrariedad o ilegalidad manifiesta,
cualquiera de los derechos fundamentales consagrados en la Constitución o en las leyes. (Verbigracia: el
Escribano Público que se niega a otorgar una escritura pública, o el padre que se niega injustificadamente a
otorgarle el permiso a su hijo para salir del país para que se le practique una operación, o el concesionario
público que se niega injustificadamente a prestar un servicio público a su cargo, o el director de un centro
de enseñanza obliga a un estudiante a asistir obligatoriamente a clases de una religión diferente a la que éste
profesa, o la autoridad pública clausura arbitrariamente un diario, o los obreros de una empresa que a raíz
de un conflicto laboral, ocupan materialmente la fábrica, etc.).
La acción de amparo se debe plantear sólo cuando no existen otros procedimientos judiciales, otros
caminos legales paralelos o concurrentes suficientemente hábiles, efectivos, para hacer valer los derechos
fundamentales violados o amenazados. En caso de existir otra vía procesal idónea para la defensa del
mismo derecho, el amparo deviene improcedente (por ejemplo, el derecho de propiedad se tutela por medio
de interdictos, acciones posesorias, reivindicación, acciones penales, etc.). En efecto, no es razonable, ni
está en la letra ni en el espíritu de la norma constitucional, que todos los derechos violados o amenazados
diariamente sean protegidos por la vía del amparo, porque de ser así se acarrearían gravísimas
perturbaciones y alteraciones a todo el ordenamiento procesal.
Sin embargo, nuestra legislación acepta que, aunque exista vía paralela, puede promoverse el
amparo directamente, cuando los remedios de las vías procesales ordinarias resulten claramente tardíos o
insuficientes para tutelar el derecho fundamental violado o amenazado de violación. En estos supuestos se
abre la vía del amparo porque la tardanza de los remedios ordinarios puede causar perjuicios irreparables.
Corresponderá al interesado acreditar que el amparo es la única vía idónea para la salvaguarda de sus
derechos en tiempo oportuno, y que su inaplicabilidad producirá un daño irreparable bajo elementales
condiciones de razonabilidad.
En consonancia con los derechos llamados de “tercera generación” consagrados por nuestra
Constitución, el ámbito de aplicación se torna necesariamente más amplio a fin de proteger los derechos de
incidencia colectiva o intereses difusos. Extender la acción de amparo “...para la defensa del ambiente, de
la integridad del hábitat, de la salubridad pública, del acervo cultural nacional, de los intereses del
consumidor y de otros que, por su naturaleza jurídica, pertenezcan a la comunidad y hagan relación con la
calidad de vida y con el patrimonio colectivo” (art. 38).
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Formación Democrática Sergio Martyniuk Barán
El amparo no debe limitarse a tutelar los derechos individuales exclusivamente, sino todos los
derechos explícita o implícitamente reconocidos por la Constitución Nacional.
En todos estos supuestos, están legitimados para promover la acción de amparo en defensa de esos
derechos o intereses el particular afectado, los grupos sociales de hecho, o las asociaciones que propenden a
esos fines, y el defensor del pueblo. El texto del art. 38 legitima para interponer la acción amparista de los
derechos que menciona a “toda persona........., individual o colectivamente.....”.
Art.
134 - El amparo no podrá promoverse en la tramitación de causas judiciales, ni contra actos de
órganos judiciales, ni en el proceso de formación, sanción y promulgación de las leyes (4º. párrafo).
Las normas transcriptas prohíben expresamente el amparo contra las resoluciones y actuaciones
judiciales, es decir, contra los actos jurisdiccionales del Poder Judicial. Para la defensa de los derechos
violados, dentro de un proceso abierto o por una sentencia o resolución dictada, el afectado cuenta con
recursos jurídicos y procesales idóneos para el efecto. Creemos, sin embargo, que debe proceder el amparo
contra los actos administrativos del Poder Judicial, ya que no se tratarían de actos jurisdiccionales, sino de
actos meramente administrativos.
Tampoco puede promoverse amparo dentro del procedimiento legislativo de iniciación, discusión,
sanción y promulgación de las leyes, ya que mientras no entran en vigor, no pueden causar perjuicios.
Contra leyes vigentes que lesionan derechos reconocidos por la Constitución, la doctrina se halla dividida:
hay quienes estiman improcedente la acción de amparo, ya que se exige para la invalidez de ellas la
declaración de inconstitucionalidad, en cambio, consideran admisible el amparo contra leyes de
operatividad inmediata y que, en tal hipótesis, lo que ocurre en realidad es que el amparo se transforma en
acción de inconstitucionalidad. (Veremos más adelante que nuestra legislación faculta expresamente al juez
a declarar la inconstitucionalidad de la norma en el marco del amparo).
El Art. 582 del Código Procesal Civil fue modificado por la ley Nº 600/95 en cuanto a la
declaración de inconstitucionalidad en el amparo.
Art. 582 C.P.C. (ley Nº600/95) “Si para decidir sobre la acción de amparo fuere necesario
determinar la constitucionalidad o inconstitucionalidad de alguna ley, decreto o reglamento, el juez, una
vez contestado la demanda, elevará en el día los antecedentes a la Sala Constitucional de la Corte
Suprema de Justicia, la que en la mayor brevedad posible declarará la inconstitucionalidad si ella
sugiere en forma manifiesta. El incidente no suspenderá el juicio que proseguirá hasta el estado de
sentencia”.
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Formación Democrática Sergio Martyniuk Barán
Como vemos, nuestra legislación admitía inicialmente la posibilidad de que los magistrados
judiciales, en forma excepcional y dentro del procedimiento del amparo, pudieran declarar la
inconstitucionalidad de una norma jurídica en cumplimiento de la cual se haya realizado el acto o la
omisión, siempre y cuando que esa declaración era necesario para la concesión del amparo.
El texto legal originario fue modificado en el año 1995 (Ley Nº 600), porque contradecía al sistema
adoptado por nuestro país en materia de control de constitucionalidad. Conforme a lo establecido en el inc.
6 del art. 259, en concordancia con el art. 132 de la Constitución Nacional, el órgano encargado de llevar a
cabo dicho control es la Corte Suprema de Justicia, y dentro de la misma, esta faculta compete a la Sala
Constitucional, que es una Sala Especializada (art. 260 C.N.)
JUEZ COMPETENTE
Art. 566
C.P.C. - Será competente para conocer en toda acción de amparo cualquiera juez de primera instancia
con jurisdicción en el lugar en que el acto, omisión o amenaza ilegítimo tuviere o pudiere tener efectos.
Cuando un mismo acto, omisión o amenaza afectare el derecho de varias personas, entenderá en todas
las demandas el magistrado que hubiere prevenido, disponiéndose, en su caso, la acumulación de autos.
Cualquier juez de primera instancia, sin distinción de fuero o turno, es competente para entender en
toda acción de amparo. Con esta solución, la ley persigue facilitar la promoción de esta garantía y otorgarle
agilidad teniendo en cuenta su carácter urgente. Juez prevenido es aquel juez que primero entendió en el
asunto
Art. 134 - Si se tratara de una cuestión electoral, o relativa a organizaciones políticas, será
competente la justicia electoral (3º. parte).
Como vemos, en la acción de amparo promovida sobre cuestiones electorales o políticas, o contra
actos y disposiciones electorales, el “magistrado competente” es el juez electoral.
PROCEDIMIENTO
Para poder cumplir con su finalidad (la urgente tutela de derechos constitucionales), el Código
Procesal Civil establece para la acción de amparo un procedimiento sumamente breve, sumarísimo, rápido,
simple y gratuito. Los términos son cortos; tres días para contestar la demanda, tres para producir la prueba
y dos para dictar sentencia. En el amparo no pueden articularse cuestiones previas o de competencia,
excepciones ni incidentes, que puedan entorpecer la tramitación. Tampoco es admisible la recusación con
expresión o sin expresión de causa.
El “hábeas data” es una garantía constitucional más moderna, aunque se la denomine mitad en latín
y mitad en inglés. En efecto, su nombre se ha tomado parcialmente del instituto del “hábeas corpus”, en el
cual el primer vocablo (“hábeas”) significa “conservar o guardar tu...”, y del inglés “data” que significa
“información o datos”. En síntesis, en una traducción literal “hábeas data” sería “conserva o guarda tus
datos”.
El “hábeas data” no estaba contemplado en nuestro ordenamiento jurídico. Esta figura se incorporó
a nuestra legislación recién con la sanción de la Constitución de 1992, como protección de la intimidad, de
la dignidad y de la libertad de las personas.
Art. 135 - Toda persona podrá acceder a la información y a los datos que sobre sí misma, o
sobre sus bienes, obren en registros oficiales o privados de carácter público, así como conocer el uso
que se haga de los mismos y de su finalidad. Podrá solicitar ante el magistrado competente la
actualización, la rectificación o la destrucción de aquellos, si fuesen erróneos o afectaran
ilegítimamente sus derechos.
Podemos definir el “hábeas data” como el derecho que asiste a toda persona a solicitar
judicialmente la exhibición de los registros o archivos – públicos o privados con destino público – en los
cuales se han acumulado datos sobre ella o sobre sus bienes, para tomar conocimiento de la exactitud de
esas informaciones; para requerir la rectificación o actualización de los datos inexactos u obsoletos; para
exigir la supresión de los datos falsos o de aquellos que han sido almacenados con fines discriminatorios,
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mediante la eliminación total o parcial del archivo respectivo. La persona afectada también puede exigir que
se le explique la razón por la que poseen esos datos y los fines a los que destinan esa información. Puede
reclamar, asimismo, la confidencialidad de esas informaciones, o sea, que no se hagan públicas.
El propósito de esta figura jurídica es evitar que mediante el uso de la información se pueda
lesionar al honor, la intimidad de las personas y sus restantes derechos como consecuencia de una
información errónea, incompleta, falsa, secreta o mal intencionada obrante en el banco de datos o en el
archivo.
El bien jurídico protegido por el “hábeas data” es el derecho a la intimidad entendido éste en su
concepción más amplia, derecho que permite al sujeto ejercer un cierto grado de “control” sobre los datos
que a él se refieran.
El “hábeas data” es un mecanismo de defensa frente al “poder informático” que día a día va en
vertiginoso aumento. Estamos inmersos en una sociedad informatizada en donde el uso del dato personal es
una actividad corriente. Diariamente organismos públicos y privados con destinos públicos almacenan
datos sobre las personas o sobre sus bienes. El volumen de la información que se maneja por medio de
banco de datos es impresionante.
Como ejemplos de almacenamiento de datos a los que se aplica el “hábeas data” podemos citar los
archivos policiales, los registros pertenecientes a los servicios de inteligencia del Estado, los legajos
personales de empresas públicas o privadas, los diversos registros como ser el Registro Civil, Registro de la
Propiedad, de las universidades, los sindicatos, las compañías de seguro, el Ministerio de Hacienda, las
Municipalidades, la Previsión Social, los ficheros médicos, etc.
Nadie discute sobre la utilidad de esas fuentes de información. Pero frente a esta cara de la moneda,
surge igualmente otra realidad: que esos datos pueden también ser empleados para el chantaje, la
discriminación y para otros objetivos ilícitos y, de ese modo, esas informaciones se convierten en serias
amenazas para las actividades, el buen nombre u honor, la intimidad de una persona o de su familia. Esta
garantía constitucional responde a una realidad social: frecuentemente organismos públicos y privados
almacenan datos sobre comerciantes, clientes, adversarios políticos, etc., sin conocimiento de los mismos,
utilizándolos posteriormente en perjuicio de ellos (como, por ejemplo, la conducta sexual, la salud, la vida
íntima, la creencia religiosa o política de esas personas).
El “hábeas data” trata de proteger al ciudadano de hoy del peligro de vivir en una “casa de vidrio”,
de los peligros que la intromisión de los medios de prensa y la intrusión automatizada pueden causar a la
privacidad o intimidad de las personas.
Sin embargo, como no existen derechos absolutos, tampoco lo son el derecho a la intimidad o a la
privacidad, o el derecho a la dignidad. Consecuentemente, el “hábeas data” debe ser aplicado
prudentemente para no lesionar otros derechos fundamentales, tales como la inviolabilidad del domicilio, la
inviolabilidad de los papeles privados, el secreto profesional, el secreto comercial o industrial, así como
también los documentos públicos relacionados con la seguridad del Estado, etc.
El art. 135 de la Constitución Nacional no tiene referencia alguna respecto al juez competente en
esta materia ni sobre las características procesales.
Numerosos autores señalan que el “hábeas data” reúne los caracteres de la garantía del “amparo” en
general y consideran que el “hábeas data” es una especialización del “amparo”, es decir, es un amparo
informativo. Consecuentemente, el juez competente para conocer en el juicio de “hábeas data” es cualquier
juez de primera instancia con jurisdicción en el lugar en que deba recabarse la información o los datos. El
proceso deber ser breve, sumario y gratuito, lo que significa que la petición debe resolverse en el tiempo
más breve posible, siempre que no exista otro medio judicial más idóneo para proteger el derecho a la
intimidad personal o familiar, o a la privacidad.
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Unidad XVII
FUNDAMENTOS CONSTITUCIONALES DE LA
DIVISIÓN TERRITORIAL DE LA REPUBLICA
INTRODUCCIÓN
Art. 156 - A los efectos de la estructuración política y administrativa del Estado, el territorio
nacional se divide en departamentos, municipios y distritos, los cuales, dentro de los
limites de esta Constitución y de las leyes, gozan de autonomía política, administrativa y
normativa para la gestión de su intereses, y de autarquía en la recaudación e inversión de sus
recursos.
Art. 157 - La Ciudad de Asunción es la Capital de la República y asiento de los poderes del
Estado. Se constituye en Municipio, y es independiente de todo Departamento. La ley fijará sus
límites.
En 1993, por ley, la ciudad de Areguá fue establecida como capital del Departamento
Central, en lugar de Asunción.
Si en el futuro se decida nombrar a otra ciudad como Capital del país, haría falta reformar
este artículo y de las demás normas constitucionales que mencionan expresamente a la ciudad de Asunción
como Capital de la República.
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Art. 161 - El gobierno de cada departamento será ejercido por un gobernador y por una
junta departamental. Serán electos por voto directo de los ciudadanos radicados en los
respectivos departamentos, en comicios coincidentes con las elecciones generales, y durarán cinco
años en sus funciones.
El Gobernador representa al Poder Ejecutivo en la ejecución de la política nacional. No
podrá ser reelecto.
La Ley determinará la composición y las funciones de las juntas departamentales.
Este texto constitucional trae algo nuevo respecto a las anteriores Constituciones del Paraguay:
reconoce a los ciudadanos radicados en cada Departamento el derecho a elegir a su Gobernador y a su Junta
Departamental. Anteriormente, la autoridad máxima de cada Departamento era el Delegado de Gobierno,
nombrado por el Poder Ejecutivo. La figura de la Junta Departamental era desconocida. Los Departamentos
en el Paraguay nunca han sido autónomos políticamente. Con esta norma constitucional, que consagra el
derecho de la población departamental de elegir a sus autoridades, los Departamentos dejaron de ser
simples apéndices del Poder Ejecutivo.
La Junta Departamental debe estar integrada como mínimo por 7 miembros y como máximo por 21
miembros titulares e igual número de suplentes. Para establecer la cantidad exacta de miembros que
corresponda a cada Departamento se debe tomar como base el padrón electoral de los ciudadanos
residentes en el mismo (art. 11° de la Ley N° 426).
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Formación Democrática Sergio Martyniuk Barán
Además de las atribuciones que la Constitución dota a esta novel institución, la Ley N°
426/94, “Orgánica Departamental”, agrega las siguientes: a) administrar los bienes y recursos del Gobierno
Departamental; b) propender a que el proceso educativo y la formación escolar y ciudadana se adecuen a
las exigencias y necesidades del Departamento, así como a fomentar y proteger la educación democrática,
la cultura, el patrimonio histórico, ambiental y arquitectónico de las comunidades; c) adoptar las medidas
conducentes para resolver situaciones de emergencia o catástrofe y desarrollar programas de prevención y
protección, etc.
Crítica
Los analistas políticos coinciden en que las Juntas Departamentales no tienen una función
bien definida en la ley. Todo lo que hagan en materia de caminos, provisión de agua potable, de energía,
salud, educación, etc., se superpone con las atribuciones municipales o de los ministerios. Todos abogan
por la eliminación de estos organismos parásitos que existen solamente para ubicar a operadores políticos y
que insumen millonarias sumas de los fondos públicos para mantenerlos.
RECURSOS FINANCIEROS
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Formación Democrática Sergio Martyniuk Barán
El conflicto debe ser grave e imposible de resolver dentro del orden interno del ente en
cuestión, puesto que sólo frente a tal circunstancia se justifica la intromisión excepcional del Poder
Ejecutivo en las cuestiones internas de los Departamentos o de las Municipalidades.
Para aventar un eventual abuso de poder por parte del Ejecutivo, la Constitución prescribe
que para ordenar la intervención debe requerir previamente el acuerdo de la Cámara de Diputados.
Los Reyes de España, a pesar de que comprendían las ventajas que ofrecían a las
poblaciones, temieron el incremento de ese poder y trataron de limitarlo fijando prolijamente sus
atribuciones. Los Cabildos abiertos –convocados únicamente en casos graves y en los que, a más de sus
miembros habituales, tomaban parte en las deliberaciones los vecinos más importantes- constituían
verdaderas asambleas populares.
En efecto, si partimos de la base de que demócrata no se nace, sino que se hace, con la
educación ciudadana, con la participación activa en la vida social, política, económica y cultural; y si se
tiene presente el concepto de Municipio como institución natural y necesaria, basada en relaciones de
vecindad, surge nítidamente la tremenda trascendencia que adquieren los Municipios en la formación y
fortalecimiento de la democracia. Los grandes principios que sustentan al Derecho, como la libertad de las
personas, el respeto a la propiedad privada, la inviolabilidad del domicilio, la elección de las propias
autoridades, la igualdad de los derechos civiles y políticos, la salud, la educación, etc., deben tener su
realización práctica en el ámbito de los Municipios primeramente.
101
Formación Democrática Sergio Martyniuk Barán
De acuerdo al texto legal, la Municipalidad es una persona jurídica de Derecho Público con
jurisdicción territorial determinada. El territorio constituye un límite muy importante, dado que la
Municipalidad sólo puede actuar dentro de su Distrito.
El art. 91 del Código Civil establece que “Son personas jurídicas: a) El Estado. b) Los
gobiernos departamentales y las Municipalidades. c) ...etc. Esta persona jurídica (la Municipalidad) es la
encargada de ejercer el gobierno del Municipio a través de dos órganos diferentes: el Intendente y la Junta
Municipal.
Art. 166 – Las municipalidades son los órganos de gobierno local con personería
jurídica que, dentro de su competencia, tienen autonomía política, administrativa y normativa, así
como autarquía en la recaudación e inversión de sus recursos.
El concepto de autonomía debe ser analizado con detenimiento para determinar cuál es su
contenido jurídico y, por ende, su extensión.
En primer lugar, las Municipalidades están dotadas de autonomía política, que consiste en
la capacidad de autogobernarse, o sea, la facultad de elegir designar a sus propias autoridades. Esta
autonomía fue atribuida por los Convencionales de 1992 fundamentalmente para afirmar la independencia
de las Municipalidades frente al Poder Ejecutivo, para separarlas definitivamente de la égida del Ejecutivo,
dado que en las Constituciones anteriores, el nombramiento del Intendente Municipal lo hacía el Presidente
de la República.
En tal sentido, el Código Electoral (Ley Nº 834/96) dispone que “Los Intendentes serán
electos por mayoría simple de voto de los electores inscriptos en el Padrón del Distrito respectivo, y
durarán cinco años en sus funciones. La elección se hará mediante boletín, separado de aquel en que se
sufrague para miembros de la Junta Municipal” (art. 253.). “El Intendente Municipal no podrá ser
reelecto en el cargo, en el período inmediato siguiente..”(art. 257, 1ra. parte).
En cuanto a las Juntas Municipales, el mismo cuerpo legal citado establece que “Las
autoridades de la Junta Municipal serán electas mediante comicios que se realizarán en el Distrito
electoral correspondiente de cada municipio, en base a listas de candidatos que contemplen la totalidad de
los cargos a elegir, e integrada por el sistema proporcional establecido en este Código, y durarán cinco
años en sus funciones”(art. 250). “Los Miembros de las Juntas Municipales podrán ser reelectos..” (art.
257, última parte).
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Formación Democrática Sergio Martyniuk Barán
Para acceder al cargo de Intendente o para ser candidato a Concejal Municipal, la Ley
Orgánica Municipal (arts. 58 y 25, respectivamente) establece los mismos requisitos para ambos, a saber:
Con la siguiente excepción: los extranjeros también pueden ser candidatos a miembros de
Juntas Municipales, siempre que tengan una residencia mínima 7 años en el municipio y reúnan los mismos
requisitos exigidos a los nacionales (art. 25°, Ley Orgánica Municipal, y art. 251° del Código Electoral).
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Unidad XVIII
EL PODER LEGISLATIVO
NOCIONES GENERALES
SU FUNCION PRINCIPAL
La función principal del Poder Legislativo es la de dictar las leyes, reformarlas o derogarlas. La
legislativa constituye, desde el punto de vista histórico, la función esencial de los Parlamentos. Su función
principal es justamente la que le da su nombre.
Art. 182 – El Poder Legislativo será ejercido por el Congreso, compuesto de una Cámara de
senadores y otra de diputados.
Los miembros titulares y suplentes de ambas Cámaras serán elegidos directamente por el
pueblo, de conformidad con la ley.
Los miembros suplentes sustituirán a los titulares en caso de muerte, renuncia o inhabilidad
de éstos, por el resto del período constitucional o mientras dure la inhabilidad, si ella fuese
temporal. En los demás casos, resolverá el reglamento de cada Cámara.
El Poder Legislativo puede ser unicameral o bicameral, según esté formado por una sola Cámara
o por dos.
Nuestro Congreso presenta la característica de ser bicameral, compuesto por una Cámara de
Senadores y otra de Diputados.
Además de la diferencia de la edad mínima exigida para ser senador (35 años) o para ser diputado
(25 años), existen otras diferencias entre ambas Cámaras. La principal es la que surge del principio seguido
para la respectiva representación, ya que la Cámara de diputados representa los intereses de los
Departamentos y de la ciudad de Asunción (los diputados son elegidos en colegios electorales
departamentales), la Cámara de senadores, en cambio, representa el interés nacional (los senadores son
elegidos en una circunscripción nacional). El sistema bicameral permite armonizar las voluntades
departamentales con la voluntad nacional. Cabe apuntar, sin embargo, que si bien es cierto que los
diputados son elegidos a escala departamental, todos ellos tienen el carácter nacional, pues todos por igual
son representantes del pueblo en su integridad, no de un departamento, ni de un partido, ni siquiera de los
ciudadanos que los eligieron.
Resulta difícil decidir si el Congreso debe estar formado por una sola Cámara o por dos.
El sistema bicameral presenta las siguientes ventajas: a) asegura una mayor reflexión y madurez
en la elaboración de las leyes. Un proyecto de ley que, apresuradamente o sin mayor examen haya sido
aprobado por una Cámara, puede enmendarse o desaprobarse por la otra; b) impide el imperio de las
pasiones y frena las arbitrariedades. El arrebato de una Cámara, proveniente de un momento de exaltación
de los ánimos, puede ser atemperado con el rechazo de la otra Cámara; c) el juicio político no podría
llevarse a cabo con una sola Cámara. Las funciones de acusador y de juez son incompatibles, y d) por
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Formación Democrática Sergio Martyniuk Barán
madurez y experiencia de sus miembros, el Senado desempeña una función moderadora: atempera la
impetuosidad juvenil de los diputados.
El sistema bicameral ofrece, como contrapartida, los siguientes inconvenientes: a) duplica gastos.
Dos cámaras exigen prácticamente una inversión doble que una; y b) el Poder Legislativo es
operativamente más lento. Un Congreso unicameral actúa más rápido y expeditivamente que el integrado
por dos Cámaras.
LA CAMARA DE DIPUTADOS
Su composición y carácter
Los Departamentos son entidades políticas integrantes del Estado, por ese motivo la nueva
Constitución les dio representación en el Congreso para que todos ellos tengan influencia política. El
número de diputados que corresponda elegir en cada uno de ellos es proporcional al número de habitantes
que tengan, en base a la cantidad de electores inscriptos. Cada Departamento debe estar representado, como
mínimo, por un diputado.
Si bien toda ley es sancionada por el Congreso, el tratamiento y consideración de los proyectos de
leyes que se refieran a los Departamentos y a las Municipalidades debe comenzar en la Cámara de
Diputados.
En el denominado “juicio político” (art. 225), sólo la Cámara de Diputados ejerce el derecho de
acusar ante el Senado a los magistrados y funcionarios que menciona el citado artículo.
LA CAMARA DE SENADORES
Su composición y carácter
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Formación Democrática Sergio Martyniuk Barán
Los senadores representan al pueblo en su conjunto, por oposición a los diputados que lo hacen
por los departamentos en los que han sido electos.
Art. 187 – Los senadores y diputados titulares y suplentes serán elegidos en comicios
simultáneos con los presidenciales.
Los legisladores durarán cinco años en su mandato, a partir del primero de julio y podrán
ser reelectos. Las vacancias definitivas o temporarias de la Cámara de Diputados serán cubiertas
por los suplentes electos en el mismo departamento, y las de la Cámara de Senadores por los
suplentes de la lista proclamada por el Tribunal Electoral.
Los senadores y diputados son elegidos en forma directa por el pueblo en comicios coincidentes
con la elección del Presidente y Vicepresidente de la República. Duran cinco años y son reelegibles
indefinidamente. Como vemos, la Constitución prohíbe la elección indirecta para la integración de ambas
Cámaras.
En caso de vacancia definitiva o ausencia temporal (renuncia, muerte, enfermedad, etc.), la banca
en Diputados debe ser ocupada por el suplente electo en el mismo Departamento. En cambio, cuando se
produce una vacante en la Cámara de Senadores ella se cubre con el suplente que siga de conformidad con
la prelación consignada en la lista proclamada por el Tribunal Electoral. En caso de vacancia definitiva, el
reemplazante se desempeñará hasta que finalice el mandato que le correspondía al titular.
JURAMENTO O PROMESA
Art. 188 – En el acto de su incorporación a las Cámaras, los senadores y diputados prestarán
juramento o promesa de desempeñarse debidamente en el cargo y de obrar de conformidad con lo que
prescribe esta Constitución (1ª. parte).
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Formación Democrática Sergio Martyniuk Barán
De acuerdo al texto constitucional, los legisladores pueden jurar de diversas maneras, de acuerdo a
sus convicciones íntimas: “por Dios, la Patria y los Santos Evangelios”; “por Dios y la Patria”; o bien hagan
promesa de desempeñar fielmente el cargo “por su honor” o “por la Patria”.
Siendo el juramento un deber especialmente establecido por la Ley Suprema, muchos autores
sostienen que la negativa a prestarlo implicaría una causa de exclusión del senador o diputado.
Art. 185 – Las Cámaras sesionarán conjuntamente en los casos previstos en esta
Constitución o en el Reglamento del Congreso, donde se establecerán las formalidades necesarias al
efecto. (1º. parte)
Art. 183 – Sólo ambas Cámaras, reunidas en Congreso, tendrán los siguientes deberes y
atribuciones:
El sistema bicameral exige, en principio, que las dos Cámaras actúen separada e
independientemente una de otra. Sin embargo, en ciertas situaciones excepcionales (como las previstas en
el art. 183 de nuestra Carta Magna) la naturaleza mismo del acto legislativo justifica la reunión conjunta de
ambas Cámaras, reunión que en otros países se conoce con el nombre de “asamblea legislativa”, y que
nuestra Constitución denomina “reunión en Congreso”.
Se llaman inmunidades parlamentarias a los privilegios o tratamiento especial que gozan los
Senadores y Diputados en su carácter de miembros del Congreso a fin de asegurar la independencia de
criterio de los mismos y para protegerlos en el desempeño de sus funciones constitucionales. A diferencia
de los privilegios que se otorgan a los nobles en algunas naciones, las inmunidades parlamentaria no son
transmisibles ni pueden ser invocados sino mientras los favorecidos con ella desempeñen sus funciones.
Los fueron no pueden ser utilizados por los legisladores corruptos como escudo para la
impunidad, los representantes del pueblo no puede resguardarse detrás de la inmunidades para evitar ser
investigados por la justicia y seguir cometiendo sus fechorías.
Art. 191 – Ningún miembro del Congreso podrá ser acusado judicialmente por las opiniones
que emita en el desempeño de sus funciones (1º. parte)
Se trata de una exención de responsabilidad civil y penal por las opiniones o juicios que los
legisladores emitan en el ejercicio de sus funciones. La inmunidad de opinión los protege por todo lo que
digan, escriban o realicen en el ejercicio de sus funciones parlamentarias, dentro y fuera del Congreso. Esta
Lo protege desde que se incorpora a la Cámara hasta que termina sus funciones y aún después, siempre y
cuando que esas opiniones o juicios hayan sido vertidas durante su mandato y en su desempeño. Así por
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ejemplo, si un Diputado actuando como abogado faltara el respeto al juez o tribunal, queda equiparado a
cualquier profesional y sometido en consecuencia, a la facultad disciplinaria del juez o tribunal de la causa.
Art. 191 – Ningún senador o diputado podrá ser detenido, desde el día de su elección
hasta el cese de sus funciones, salvo que fuera hallado en flagrante delito que merezca pena corporal.
En este caso, la autoridad interviniente lo pondrá bajo custodia en su residencia, dará cuenta de
inmediato del hecho a la Cámara respectiva y al juez competente, a quien remitirá los antecedentes a
la brevedad. (Cont. 1ra. parte)
Según esta inmunidad la regla es que ningún legislador, desde el día de su elección y hasta que
termine su periodo legal, puede ser privado de su libertad por motivo penal, salvo el caso de ser
sorprendido en el momento mismo de cometer un delito (“in fraganti”); que merezca pena corporal (hechos
graves y mayores), y aún en esta situación, la autoridad interviniente debe ponerlo bajo custodia en su
residencia y dar cuenta del hecho a la Cámara respectiva, con la información sumaria del hecho.
De no existir esta garantía, el Poder Ejecutivo o los tribunales podrían ordenar detenciones de
legisladores por insignificantes infracciones, con el fin de perturbar las sesiones del Parlamento.
3) Inmunidad contra procesos penales o fuero de improcedibilidad penal. Desafuero del legislador
Art. 191
– Cuando se formase causa contra un senador o un diputado ante los tribunales ordinarios, el juez lo
comunicará, con copia de los antecedentes, a la Cámara respectiva, la cual examinará el mérito del
sumario, y por mayoría de dos tercios resolverá si ha lugar o no al desafuero, para ser sometido a
proceso. En caso afirmativo, le suspenderá en sus fueros (2º. parte).
Para que un parlamentario pueda ser procesado penalmente es necesario que previamente sea
levantado el fuero que consagra el texto constitucional.
La 2da. parte del art. 191 establece el procedimiento que debe seguirse para que un senador o un
diputado pueda ser juzgado cuando es acusado ante la justicia por la comisión de un delito. El juez debe
dirigirse a la Cámara a que pertenece el miembro imputado y solicitar la suspensión de sus fueros para el
juzgamiento, acompañando copia del sumario.
El desafuero es la suspensión (no remoción) del legislador en sus funciones, al sólo efecto de
ponerlo a disposición de la justicia para que sea juzgado en el caso concreto como cualquier ciudadano
común y corriente. Con la suspensión cesa inmediatamente el fuero que lo acompaña y protege.
La Cámara a la que pertenece el legislador podrá, con dos tercios de votos, hacer lugar al desafuero
del imputado, es decir, suspenderlo en sus funciones y ponerlo a disposición del juez competente quien,
recién entonces, podrá proseguir con el procedimiento penal en contra del imputado. La suspensión
dispuesta contra el legislador no conlleva ninguna descalificación que lo convierta en persona indigna de
recobrar sus fueros parlamentarios, ni implica tampoco prejuzgamiento acerca de su inocencia o
culpabilidad.
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Art. 200
– Cada Cámara constituirá sus autoridades y designará a sus empleados.
Cada una de las Cámaras dispone de la autonomía de gobierno propio, lo que les permite, mediante
elecciones internas, constituir sus propias autoridades y nombrar a sus empleados.
La Constitución habilita a cada Cámara a dictar su reglamento a los efectos de garantizar el orden,
la seriedad y la eficacia de las deliberaciones. En el reglamento se regula en forma detallada el
procedimiento a seguir, el orden en la discusión de proyectos, las formas que deben observarse en los
debates, los derechos y deberes de mayorías, la integración y funcionamiento de las comisiones, etc.
De conformidad al art. 190, cada Cámara, puede con dos tercios de votos:
4) Solicitar informes
Art. 192 – Las Cámaras podrán solicitar a los demás poderes del Estado, a los entes
autónomos, autárquicos y descentralizados, y a los funcionarios públicos, los informes sobre asuntos
de interés público que estimen necesario, exceptuando la actividad jurisdiccional.
Los afectados estarán obligados a responder los pedidos de informe dentro del plazo que se
les señale, el cual no podrá ser menor de quince días.
Los informes a que se refiere el artículo deben versar sobre cuestiones de interés público, para
controlar el desempeño de las funciones o para un mayor acierto en la sanción de las leyes.
Art. 193 – Cada Cámara, por mayoría absoluta, podrá citar e interpelar individualmente a
los ministros y a otros altos funcionarios de la Administración Pública, así como a los directores y
administradores de los entes autónomos, autárquicos y descentralizados, a los de entidades que
administren fondos del Estado y a los de las empresas de participación estatal mayoritaria,
cuando se discuta una ley o se estudie un asunto concerniente a sus respectivas actividades. Las
preguntas deben comunicarse al citado con una antelación mínima de cinco días. Salvo justa
causa, será obligatorio para los citados concurrir a los requerimientos, responder a las preguntas
y brindar toda la información que les fuese solicitada.
109
Formación Democrática Sergio Martyniuk Barán
Esta facultad que tienen las Cámaras de hacer comparecer a sus recintos a los ministros y a otros
altos funcionarios, se denomina interpelación parlamentaria, para solicitarles explicaciones e informes
sobre cualquier medida, actuación o la marcha de los asuntos referentes a sus respectivas áreas, cuando se
discuta una ley o se estudie una cuestión relacionada a sus actividades.
La interpelación, en términos generales, puede ser considerada como derecho de los
representantes del pueblo de formular preguntas al Poder Ejecutivo sobre cuestiones relativas a su actividad
político – administrativa. Ella deber ser seria y justificada, no para ventilar cuestiones de política partidaria,
sino de interés general a fin de que los legisladores puedan tomar una posición respecto de la actividad del
Gobierno, que eventualmente pueden culminar con un voto de censura.
La negativa irrazonable del citado al cumplimiento de la obligación impuesta por este artículo
puede motivar que la Cámara correspondiente emita en su contra un voto de censura y recomiende su
remoción del cargo al Presidente de la República o al superior jerárquico. La característica principal que
ofrece el voto de censura en nuestro ordenamiento es que sus efectos son meramente morales, puesto que
no conlleva la automática caída del funcionario censurado. En efecto, como en el sistema presidencialista
los ministros y otros altos funcionarios de la administración pública son nombrados por el Presidente de la
República, la remoción de ellos es potestad exclusiva y discrecional del Primer Mandatario (art. 238, inc.
6).
De acuerdo al art. 195 de la Constitución, ambas Cámaras pueden investigar, por medio de
comisiones especiales conjuntas, cualquier asunto de interés público, la conducta de cualquier funcionario
o de cualquiera de sus miembros, cuando se sospechen irregularidades. La finalidad de la investigación
parlamentaria es controlar la forma en que el Poder Ejecutivo y, en general, los demás órganos y entes
públicos desarrollan sus actividades.
Tales comisiones están dotadas de una serie de facultades especiales como medio necesario para
llevar a cabo su labor, tales como exigir la presencia de directores y administradores de entes estatales, de
funcionarios públicos y particulares ante su seno, solicitar informes a cualquiera de ellos, e inclusive, la
exhibición de documentos y registros, y sancionar eventualmente a los que desobedezcan sus órdenes.
Mediante órdenes judiciales, pueden detener personas, allanar locales, producir pruebas, etc.
En este orden de ideas, se ha dicho que las comisiones conjuntas tienen propósitos diferentes a los
que persigue el Poder Judicial: el Poder Judicial investiga con el propósito de castigar penalmente; el Poder
Legislativo investiga para denunciar ante la sociedad o para generar leyes que mejoren los sectores
descuidados de la administración pública. Se evidencia, entonces, que los informes o conclusiones finales
de estas comisiones no son vinculantes, desde el punto de vista jurídico, para los Tribunales, pero si
consideran convenientes pueden elevar a la justicia ordinaria el resultado de la investigación.
INCOMPATIBILIDADES PARLAMENTARIAS
110
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Ningún legislador puede aceptar, después de juramentado, bajo pena de perder su investidura,
cargo o empleo de los otros Poderes del Estado o de los Municipios, ni formar parte de empresas que
exploten servicios públicos o tengan concesiones del Estado.
1) Ser asesor, funcionario o empleado de otros poderes del Estado o de los Municipios. Excepciones
Art. 196 - Podrán ser electos, pero no podrán desempeñar funciones legislativas, los
asesores de reparticiones públicas, los funcionarios y los demás empleados a sueldo del Estado o de
los municipios, cualquiera sea la denominación con que figure y el concepto de sus retribuciones,
mientras subsista la designación para dichos cargos (1º. parte).
La actividad académica debe ser ejercida por los legisladores en forma parcial, para evitar el
inconveniente de la superposición horaria.
b) Art. 199 – Los senadores y diputados sólo podrán aceptar cargos de Ministro o de diplomático.
Para desempeñarlos, deberán solicitar permiso a la Cámara respectiva, a la cual podrán
reincorporarse al término de aquellas funciones.
Con el consentimiento de la respectiva Cámara, los senadores y diputados pueden aceptar, si son
llamados por el Poder Ejecutivo, el cargo de Ministro o de diplomático. El permiso se concederá con
retención del escaño que ocupa el legislador convocado, quien se reincorporará al Congreso al cesar en sus
funciones.
2) Formar parte de empresas que exploten servicios públicos o tengan concesiones del Estado
Art. 196 - Ningún senador o diputado puede formar parte de empresas que exploten
servicios públicos o tengan concesiones del Estado, ni ejercer la asesoría jurídica o la representación
de aquellas, por sí o por interpósita persona (3º. parte).
Ningún legislador puede ejercer los privilegios y los poderes inherentes a su cargo en beneficio
de sí mismo. La participación del legislador como director, administrador, gerente o representante de
empresas que contraten con el Estado suministros o explotación de servicios públicos o tengan
concesiones, podría dar lugar a un enriquecimiento ilícito del mismo mediante abuso del ejercicio de su
cargo parlamentario.
1) los condenados por sentencia firme a penas privativas de libertad, mientras dure la condena;
2) los condenados a penas de inhabilitación para el ejercicio de la función pública, mientras
dure aquella;
3) los condenados por la comisión de delitos electorales, por el tiempo que dure la condena;
4) los magistrados judiciales, los representantes del Ministerio Público, el Procurador General
del Estado, el Defensor del Pueblo, el Contralor General de la República, el Subcontralor, y
los miembros de la Justicia Electoral;
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Los ciudadanos afectados por las inhabilidades previstas en los incisos 4), 5), 6) y 7),
deberán cesar en su inhabilidad para ser candidatos noventa días, por lo menos, antes de la fecha
de inscripción de sus listas en el Tribunal Superior de Justicia Electoral.
Los sacerdotes o pastores, así como los militares y policías en servicio activo, están sometidos a
un estado de obediencia pasiva respecto a sus superiores. Esa situación los priva de libertad de criterio, de
opinión y de acción para proceder conforme a sus propias convicciones. Carecen de independencia, que es
fundamental para el ejercicio de las funciones legislativas.
La novena causal de inhabilidad tiene su justificación dada la fuerte y decisiva influencia de los
medios masivos de comunicación en la formación de la opinión pública. La prensa, la televisión, la radio,
etc. son poderosos instrumentos de publicidad que pueden ser utilizados por los propietarios para incidir
sobre las mentalidades, actitudes y comportamientos de la gente, orientándolas hacia sus propósitos
personales de ser parte del gobierno.
INHABILIDAD RELATIVA
El art. 198 dispone que si no renuncian a sus respectivos cargos por lo menos 90 días antes de la
fecha de las elecciones, no pueden ser electos senadores ni diputados los ministros del Poder Ejecutivo; los
subsecretarios de Estado; los presidentes de Consejos o administradores de los entes descentralizados,
autónomos, autárquicos, binacionales o multinacionales, los de empresas con participación estatal
mayoritaria, y los gobernadores e intendentes.
PERDIDA DE LA INVESTIDURA
Art. 201 – Los senadores y diputados perderán su investidura, además de los casos ya
previstos, por las siguientes causas:
112
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Unidad XIX
Las reuniones plenarias que realizan los miembros de cada una de las Cámaras se llaman sesiones.
Art. 184 - “Ambas Cámaras del Congreso se reunirán anualmente en sesiones ordinarias, desde el
1º de julio de cada año hasta el 30 de junio siguiente con un periodo de receso desde el 21 de diciembre
al 1º de marzo, fecha ésta en la que rendirá su informe el Presidente de la República. Las dos
Cámaras se convocarán a sesiones extraordinarias o prorrogarán sus sesiones por decisión de la
cuarta parte de los miembros de cualquiera de ellas; por resolución de los dos tercios de integrantes
de la Comisión Permanente del Congreso, o por decreto del Poder Ejecutivo. El Presidente del
Congreso o el de la Comisión Permanente deberán convocarlas en el término perentorio de 48 horas.
Las prórrogas de sesiones serán efectuadas del mismo modo. Las extraordinarias se convocarán
para tratar un orden del día determinado, y se clausurarán una vez que éste haya sido agotado”.
En cada Cámara las sesiones pueden ser preparatorias, ordinarias, de prórroga y extraordinarias:
b) Sesiones ordinarias: Se realizan entre el 1º de julio al 21 de diciembre de cada año y continúan del 1º
de marzo hasta el 30 de junio del año siguiente. El Parlamento debe iniciar su período de sesiones
ordinarias por derecho propio en la fecha fijada en la Constitución, y no necesita habilitación presidencial
para ello. El funcionamiento del Poder Legislativo no puede depender de la voluntad de otro poder del
Estado. El 1° de marzo de cada año, el Presidente de la República sólo informa al Congreso de las
gestiones realizadas por el Ejecutivo.
c) Sesiones de prórroga: El período de sesiones ordinarias puede ser prolongado (prorrogado) más allá del
21 de diciembre, a fin de seguir tratando algunos proyectos de leyes urgentes que hayan quedado
pendientes. La prórroga de las sesiones ordinarias puede ser dispuesta por el propio Congreso o por decreto
del Poder Ejecutivo.
d) Sesiones extraordinarias: Son las que se celebran fuera del periodo ordinario o de su prórroga, cuando
un grave interés de orden o de progreso lo requiera. A tenor del inc. 11 del art. 238 de la Constitución, el
Presidente de la República puede convocar a sesiones extraordinarias al Congreso, a cualquiera de las
Cámaras o a ambas. Las Cámaras también pueden convocarse a sesiones extraordinarias por iniciativa
propia para impedir, por ejemplo, se concreten actos abusivos que el Ejecutivo intente perpetrar durante el
receso, o el Presidente de la República incurriere en actos que autoricen el juicio político.
Las sesiones extraordinarias deben ser convocadas solamente para tratar las cuestiones
específicamente determinadas en el orden del día, que motivaron la reunión.
Lo ideal sería que las Cámaras funcionen con la totalidad de sus miembros, pero esa asistencia es
imposible en la práctica. Por eso la Constitución establece el quórum, que es el número mínimo de
legisladores que deben hallarse presentes en el recinto para que cada Cámara pueda sesionar y ser válidas
sus resoluciones.
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Art. 188 – Ninguna de las Cámaras podrá sesionar, deliberar o adoptar decisiones sin la
presencia de la mayoría absoluta. Un número menor podrá, sin embargo, compeler a los miembros
ausentes a concurrir a las sesiones en los términos que establezca cada Cámara”. (2º parte).
El artículo establece el quórum legal en la mayoría absoluta de sus miembros. La mayoría absoluta
se forma con la mitad más uno del total de los integrantes de cada Cámara y constituye el número mínimo
para sesionar válidamente en los casos ordinarios.
Como principio general, la Constitución establece que las Cámaras sesionarán con la mayoría
absoluta de sus miembros, y sólo exige otro número en los casos expresamente determinados por la
Constitución. A veces agrava el quórum, y en otros casos establece un número menor, no ya de asistencia
sino de votos.
Art. 185 – “Para las votaciones de las Cámaras del Congreso se entenderá por simple
mayoría la mitad más uno de los miembros presentes; por mayoría de dos tercios, las dos terceras
partes de los miembros presentes; por mayoría absoluta, el quórum legal, y por mayoría absoluta
de dos tercios, las dos terceras partes del número total de miembros de cada Cámara”. (3º. parte).
La parte final del art. 188 dispone que si alguna de las Cámaras no pudiera sesionar por falta de
quórum legal, una minoría de legisladores puede deliberar con el propósito de compeler a los ausentes y
lograr la cantidad de miembros necesarios para sesionar a fin de no frustrar la labor legislativa. Muchas
veces por especulaciones políticas o cálculos circunstanciales, los legisladores no asisten para impedir el
quórum.
Según la opinión del publicista Ricardo Haro, las comisiones parlamentarias deben ser “verdaderos
talleres de trabajo, gabinetes de estudio, pequeños parlamentos”.
La Constitución dispone que todas las Comisiones deben ser integradas, en lo posible,
proporcionalmente al número de legisladores de los partidos representados en la Cámara. En la praxis
parlamentaria es en el interior de las bancadas donde se decide en qué Comisión actuará cada uno de sus
integrantes y quiénes se desempeñarán en calidad de autoridades de ellas.
La función principal del Poder Legislativo es la de dictar leyes. Para que una ley pueda ser
considerada como tal, se requiere el cumplimiento de una serie de actos parciales sometidos a determinadas
formalidades, cuyo conjunto constituye el proceso de formación y sanción de la ley.
El proceso de formación de una ley consta de cinco etapas, reguladas en la Constitución desde el
art. 203 al art. 214 inclusive, a saber:
1) Iniciativa:
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Art. 203 – Las leyes pueden tener origen en cualquiera de las Cámaras del Congreso, a
propuesta de sus miembros; a proposición del Poder Ejecutivo; a iniciativa popular o a la de la
Corte Suprema de Justicia, en los casos y en las condiciones previstas en esta Constitución y en la
ley.
Las excepciones en cuanto al origen de las leyes a favor de una u otra Cámara o del Poder
Ejecutivo son, en exclusividad, las establecidas expresamente en esta Constitución.
Según el artículo, las leyes pueden tener principio en cualquiera de las Cámaras del Congreso, (por
proyectos presentados por sus miembros), por el Poder Ejecutivo, por los ciudadanos o por la Corte
CAMARA DE ORIGEN
115
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No alcanza mayoría
No podrá discutirse en
abso-luta para insistir en
las sesiones de ese año
el proyecto
La Cámara donde se introduce y se discute por primera vez un proyecto de ley se la conoce con el
nombre de “Cámara de origen” o “Cámara iniciadora”. Aprobado por esta Cámara, el proyecto de ley pasa
a la otra Cámara a la que se la denomina “Cámara revisora”.
116
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Como excepciones, podemos mencionar las siguientes: a) los proyectos de leyes sobre cuestiones
departamentales o municipales, deben iniciarse, si o sí, en la Cámara de Diputados, (art.222, inc. 1), y b)
los proyectos relativos a la aprobación de tratados y acuerdos internacionales, en la Cámara de Senadores
(art. 224, inc. 1), que en dichas materias poseen el monopolio o la exclusividad como Cámara de origen,
respectivamente.
2) Discusión:
Entrado un proyecto de ley, la Cámara resuelve primeramente si lo discute sobre “tablas”, es decir,
directamente (“tratamiento sobre tablas”), o si lo envía a la comisión asesora correspondiente para su
estudio e informe, es decir, para que ésta aconseje a la Cámara su aprobación o rechazo. Este dictamen de
comisión se llama “despacho de comisión”. En caso de desacuerdo dentro de la comisión puede haber más
de un despacho: “despacho de minoría”.
Despachado por la comisión correspondiente o resuelto su tratamiento sobre tablas, hay dos debates
sucesivos:
a) debate en general del proyecto: Puesto a votación en general, si el proyecto es rechazado no puede
volver a discutirse en las sesiones de ese año. Si es aprobado, se lo somete al debate o discusión en
particular.
b) debate en particular: (En detalle, artículo por artículo). En esta fase los legisladores entran a opinar
sobre el contenido del proyecto y a presentar mociones de forma y de fondo. Sobre cada artículo se vota si
se lo mantiene, se lo suprime o se lo modifica. Terminada esta discusión el proyecto queda aprobado por la
Cámara de origen y pasa a la Cámara revisora para su aprobación.
Art. 204 – “Aprobado un proyecto de ley por la Cámara de origen, pasará inmediatamente
para su consideración a la otra Cámara. Si ésta, a su vez, lo aprobase, el proyecto quedará
sancionado y, si el Poder Ejecutivo le prestara su aprobación, lo promulgará como ley y dispondrá
su publicación dentro de los cinco días”.
Este es el derrotero normal por el que transita un proyecto de ley, siempre que no se produzcan
ninguna de las situaciones señaladas en el gráfico.
3) Sanción:
Es el acto por medio del cual ambas Cámaras aprueban el proyecto de ley.
Según el art. 214 de la Constitución, la fórmula que debe usar es la siguiente: “El Congreso de la
Nación paraguaya sanciona con fuerza de ley”.
Para ser aprobado un proyecto de ley se requiere, salvo los casos expresamente señalados en la
Constitución, el voto favorable de la mitad más uno de los legisladores presentes.
4) Promulgación:
Mediando el acuerdo de ambas Cámaras que prevé el art. 204, el Congreso sanciona un “proyecto”
de ley. Pero para que haya ley se requiere, además, la voluntad del Poder Ejecutivo, que se hace efectiva
mediante la promulgación y publicación que le otorgan eficacia.
La promulgación es el acto por el cual el Ejecutivo aprueba el proyecto de ley sancionado por el
Congreso. Mediante este acto el Poder Ejecutivo certifica la regularidad del proceso de formación y
sanción, y que no hace falta nueva discusión sobre ello, es decir, se coloca en medio del Congreso y el
pueblo, garantizándole a éste la perfección de la ley e imponiéndole la obligación de acatarla. La fórmula
que debe emplear es la siguiente: “Téngase por ley de la República, publíquese e insértese en el Registro
Oficial” (art. 214).
117
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b) tácita o automática: Cuando el Poder Ejecutivo no objeta ni devuelve el proyecto a las Cámaras dentro
de los días hábiles fijados en el art. 205 de la Constitución.
Art. 205 - “Se considerará aprobado por el Poder Ejecutivo todo proyecto de ley que no fuese
objetado ni devuelto a la Cámara de origen en el plazo de 6 días hábiles, si el proyecto contiene
hasta diez artículos; de 12 días hábiles, si el proyecto contiene de once a veinte artículos, y de 20
días hábiles si los artículos son más de veinte. En todos estos casos, el proyecto quedará
automáticamente promulgado y se dispondrá su publicación”.
5) Publicación:
Art. 213 – “La ley no obliga sino en virtud de su promulgación y publicación. Si el Poder
Ejecutivo no cumpliese el deber de hacer publicar las leyes en los términos y en las condiciones que
esta Constitución establece, el Presidente del Congreso o, en su defecto, el Presidente de la Cámara
de Diputados, dispondrá su publicación”.
El Poder Ejecutivo tiene la facultad de aprobar u objetar los proyectos de leyes en su carácter de
poder co-legislador (art. 238, incisos 3 y 4).
El veto puede definirse como la potestad que tiene el Poder Ejecutivo para objetar, total o
parcialmente, un proyecto de ley sancionado por ambas Cámaras que es elevado al Presidente de la
República para su promulgación.
El veto del Poder Ejecutivo no es absoluto. Sólo reabre el procedimiento legislativo y, por ende,
retrasa la aprobación de la ley, su sanción y promulgación, en caso de insistencia de las Cámaras. En efecto,
devuelto por el Poder Ejecutivo, totalmente rechazado, el proyecto de ley puede ser convertido en ley por el
voto de la mayoría absoluta de los miembros de ambas Cámaras (art. 209). Lo mismo ocurre en el caso de
objeción parcial (art. 208). Las situaciones y resultados que puede producir el veto presidencial, figuran en
el gráfico adjunto.
Un proyecto de ley vetado por el Ejecutivo no llega a ser sancionado como ley solamente si las dos
Cámaras no insisten en su sanción con la mayoría señalada. En tal supuesto, el proyecto de ley se envía al
archivo y no puede ser propuesto en las sesiones de ese año legislativo.
La parte final del art. 208 dispone que si un proyecto de ley sancionado por el Congreso es
objetado parcialmente por el Presidente de la República, éste debe volver al Parlamento para pronunciarse
o decidir sobre las objeciones formuladas por el Poder Ejecutivo y ambas Cámaras, por mayoría absoluta,
pueden sancionar la parte no objetada del proyecto de ley (sanción parcial), en cuyo caso éste debe ser
promulgado y publicado por el Ejecutivo. Muchos constitucionalistas consideran que la parte no objetada
puede ser sancionada solamente si tiene autonomía normativa y su aprobación parcial no altere el espíritu
ni la unidad del proyecto de ley.
Se denomina atribuciones del Congreso a las potestades que la Constitución otorga al Poder
Legislativo.
Estas atribuciones están enumeradas principalmente en los 22 incisos del art. 202 y en otras normas
distribuidas en el texto constitucional, que definen y delimitan el rol del Congreso entre los poderes
constituidos.
La atribución fundamental, esencial y específica del Congreso es dictar o sancionar las leyes que
rigen en todo el país, desarrollando los principios y valores contenidos en la Constitución.
No debe creerse, sin embargo, que el Congreso posee exclusivamente atribuciones legislativas.
Ejerce también funciones relacionadas con el Poder Ejecutivo (funciones ejecutivas) y funciones
relacionadas con el Poder Judicial (funciones judiciales).
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La función legislativa constituye, sin duda alguna, la función por antonomasia del Congreso. Su
función principal consiste en producir normas jurídicas escritas que dan actuación y desarrollo a
disposiciones constitucionales.
Los tratados y acuerdos internacionales son actos complejos para los cuales deben concurrir la
voluntad del Ejecutivo y del Legislativo. La negociación y la firma están a cargo del Presidente de la
República, pero la aprobación o el rechazo corresponde al Congreso.
c) En cuestiones militares:
- La Constitución atribuye al Senado la potestad de prestar acuerdo al Ejecutivo para los ascensos
militares (desde el grado de Coronel) y policiales (desde el grado de Comisario Principal), como también
para autorizar el envío de fuerzas militares paraguayas al exterior o el ingreso de tropas militares
extranjeras (art. 223, inc. 2 y 5 respectivamente).
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Entre las actividades especiales del Congreso que guardan relación con el Poder Judicial o que
tienen carácter jurisdiccional, podemos citar las siguientes: a) la facultad privativa de ambas Cámaras para
realizar el denominado “juicio político” a que están sometidos el Presidente de la República, el
Vicepresidente y otros altos magistrados y funcionarios del Estado (art. 225); b) el levantamiento del fuero
de los senadores y diputados para ser juzgados por los tribunales ordinarios (art. 191, 2da. parte); c) los
casos en que las dos Cámaras ejercen el poder disciplinario para apercibir o suspender a sus miembros por
inconducta en el ejercicio de sus funciones, o de removerlos por incapacidad física o mental (art. 190); d) la
atribución del Senado de designar a los miembros de la Corte Suprema de Justicia de las ternas de
candidatos elevadas por el Consejo de la Magistratura, con acuerdo del Poder Ejecutivo (art. 264, inc. 1), y
e) conceder amnistías generales (art. 202, inc. 18). La amnistía tiene carácter general (a diferencia del
indulto que es un perdón aplicado a un individuo por el Presidente de la República). Se refiere siempre a
hechos de carácter político fundado en que no todos los que cometen delitos políticos son considerados
delincuentes por la sociedad. La amnistía extingue la acción y la pena si ésta ya hubiese sido impuesta. Es
una institución que busca arribar a la paz y al orden social, tan necesarias en una sociedad.
4) Atribuciones varias:
El Congreso tiene una variedad de potestades que no pueden ser encerradas en ninguna de las
clasificaciones establecidas precedentemente, entre las que se cuentan: a) la atribución de decidir sobre el
traslado de la Capital de la República (art. 202, inc. 16); c) declarar el estado de excepción en todo o en
parte del territorio nacional; aprobar o rechazar el declarado por el Poder Ejecutivo, y disponer en cualquier
momento el levantamiento del mismo (art. 288); d) crear, fusionar o modificar los departamentos y sus
capitales y de los municipios o distritos (art. 159); e) declarar la necesidad de la reforma de la Constitución
y aprobar el texto de la enmienda a realizarse en la misma (art. 289 y 290); f) elegir al Vicepresidente si la
vacancia se produce en los dos últimos años del período (art. 234), etc.
La Constitución ha creado esta Comisión para que funcione y represente al Congreso durante el
período de receso que va desde el 21 de diciembre al 1 de marzo.
De acuerdo al art. 218 de la Constitución, la Comisión Permanente debe estar integrada por seis
senadores y doce diputados titulares, y tres senadores y seis diputados suplentes, elegidos por cada Cámara
por mayoría absoluta.
Entre las atribuciones más importantes de este órgano, podemos señalar las siguientes: a) otorgar
permiso al Presidente de la República cuando necesita salir temporalmente del territorio nacional; b)
convocar a sesiones extraordinarias a las dos Cámaras del Congreso, cuando un asunto grave así lo
requiera; y c) convocar a las Cámaras a sesiones preparatorias para que la apertura anual del Congreso se
realice en tiempo oportuno.
EL JUICIO POLITICO
Art. 225 – “El Presidente de la República, el Vicepresidente, los ministros del Poder
Ejecutivo, Los ministros de la Corte Suprema de Justicia, el Fiscal General del Estado, el Defensor
del Pueblo, el Contralor General de la República, el Subcontralor y los integrantes del Tribunal
Superior de Justicia Electoral, sólo podrán ser sometidos a juicio político por el mal desempeño de
sus funciones, por delitos cometidos en el ejercicio de sus cargos o por delitos comunes.
La acusación será formulada por la Cámara de Diputados, por mayoría de dos tercios.
Corresponde a la Cámara de Senadores, por mayoría absoluta de dos tercios, juzgar en juicio
público a los acusados por la Cámara de Diputados y en su caso, declararlos culpables, al sólo
efecto de separarlos de sus cargos. En los casos de supuesta comisión de delitos, se pasarán los
antecedentes a la justicia ordinaria”.
Concepto:
El juicio político es el juzgamiento en juicio público de altos funcionarios del gobierno por parte
del Congreso. Mediante el juicio político, el Poder Legislativo controla a los funcionarios de los demás
poderes y vela por el correcto ejercicio de las altas funciones públicas. Ese control es consecuencia de la
responsabilidad que corresponde a magistrados y funcionarios en un gobierno representativo y republicano.
Precisamente, este juicio responde a la finalidad de hacer efectiva esa responsabilidad.
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Es un juicio político no un juicio penal. No persigue castigar sino separar del cargo al enjuiciado,
sin perjuicio de someterlo posteriormente a la jurisdicción judicial.
Procedimiento:
La primera parte del art. 225 de la Ley Fundamental enumera los magistrados y funcionarios que
pueden ser sometidos a juicio político por el Congreso. Esta enumeración es taxativa y no puede ser
ampliada por ley a otros funcionarios y magistrados, si así se hiciera la ley sería inconstitucional.
Las causas que pueden dar lugar al juicio político son las siguientes:
a) Mal desempeño de sus funciones: Comprende cualquier acto u omisión que perjudique
gravemente el cumplimiento de las funciones públicas. La falta de idoneidad, la ineptitud, la insolvencia
moral, incluso la enfermedad del funcionario o magistrado, pueden afectar el servicio público, su eficacia,
su decoro, etc.
b) Comisión de delitos en el ejercicio de sus cargos: Son los cometidos por el funcionario o
magistrado en el ejercicio de sus funciones, como, por ejemplo, malversación de fondos públicos, recibir
dinero para ejecutar o dejar de hacer algo relativo a su cargo (cohecho), apropiarse indebidamente del
dinero o bienes del Estado, prevaricato (por los jueces), etc.
c) Comisión de delitos comunes: Cometer hechos tipificados como delitos por el Código Penal
(homicidio, coacción sexual, saqueo, contrabando, etc.) son hechos punibles que no guardan vinculación
específica con el ejercicio de cargos públicos.
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Unidad XX
EL PODER EJECUTIVO
NOCIONES GENERALES
La Constitución asigna al Poder Ejecutivo, de manera, preferencial, dos funciones: a) una función,
esencialmente administrativa: tiene a su cargo la administración general del país (la recaudación de las
rentas del país, la organización de los servicios públicos, el nombramiento y remoción de funcionarios
públicos, etc.); y b) otra, política o gubernativa (poner en ejecución las leyes sancionadas por el
Parlamento, manejar las relaciones exteriores, comandar las Fuerzas Armadas, etc.). El Poder encargado de
coordinar la labor del Estado como un todo, el Poder que tiene a su cargo la conducción política de la
actividad estatal.
En oposición a los demás Poderes del Estado, el Ejecutivo es unipersonal, ejercido por una sola
persona que se llama “Presidente de la República”. Puede afirmarse, por tanto, que el Presidente es todo el
Poder Ejecutivo. No desvirtúa esta naturaleza la existencia del Vicepresidente, ya que sólo éste lo ejerce en
forma transitoria en caso de ausencia temporal del Presidente (viaje al exterior, enfermedad, etc.), quien
sigue siendo el titular.
Tampoco obstan a la unipersonalidad del Ejecutivo, los Ministros que los secundan, quienes, en
principio, son simples colaboradores y ejecutores de su política. Ellos se encuentran absolutamente
subordinados a la voluntad del Presidente, que los nombra y remueve.
En nuestro país la tradición histórica asigna un desmesurado peso político a la figura del
Presidente. Para el común del pueblo, el Presidente es “el que manda”, es “el primer mandatario”, porque
es el que más manda y rige los destinos del país.
El pueblo confunde aún el Ejecutivo con el Gobierno. Ve todavía al Jefe del Estado o al Presidente
como si nos halláramos en una autocracia, olvidando que el gobierno republicano está constituido por los
tres Poderes organizados en un pie de igualdad, que una república democrática no tiene jefes o caudillos,
sino servidores. Esa jefatura suprema no está más en nuestra Constitución. Hoy el Presidente de la
República tiene menos poder del que le otorgaban las Constituciones anteriores, por esa razón hay quienes
afirman que la Constitución de 1992 otorga excesivas atribuciones ejecutivas al Poder Legislativo y que el
poder estatal reside actualmente en el Parlamento y no en el Palacio de López.
La conservación de la democracia reclama que el Poder Ejecutivo no sea demasiado fuerte. Que sea
enérgico y expeditivo en su accionar, pero sin llegar a una preponderancia que le permita tiranizar. Una
Constitución que dota de demasiada atribuciones al Ejecutivo, pone en peligro la división de los poderes y,
consiguientemente, las libertades públicas.
La única observación que podría hacerse es respecto a la edad mínima. Como garantía de madurez
intelectual y equilibrio emocional, habría que elevar dicho requisito a cuarenta años como mínimo.
122
Formación Democrática Sergio Martyniuk Barán
La reelección indefinida está condenada por la experiencia histórica de los países latinoamericanos.
En México, la dictadura de Porfirio Díaz, que duró más de 30 años, fue tan terrible, que el sistema de
reelegir ha sido apodado “porfirismo”. Los “Somozas” en Nicaragua; los “Trujillos” en Santo Domingo;
Pérez Jiménez en Venezuela; Ibáñez en Chile, Batista y Castro en Cuba, son ejemplos palpables de
ejecutivos fuertes que utilizaron el cargo y los recursos del Estado para volcar la lucha eleccionaria a su
favor, hasta convertirse en autócratas vitalicios, verdaderos enemigos de las libertades del pueblo.
El sistema de la reelección por una sola vez (Brasil, EE.UU., etc.), impide que el Presidente se
eternice en el poder, pero permite la reelección de un Presidente que se ha desempeñado brillantemente. De
acuerdo a este sistema, nadie puede ser electo Presidente más de dos veces, consecutivas o no.
JURAMENTO
Al tomar posesión de sus cargos ante el Congreso, el Presidente y el Vicepresidente deben prestar
el juramento o la promesa de cumplir con fidelidad y patriotismo sus funciones constitucionales. Si no
pueden hacerlo ante el Congreso, por falta de quórum, lo harán ante la Corte Suprema de Justicia (art. 232
C.N.).
El juramento es un requisito constitutivo para la validez del título de iure del Presidente y del
Vicepresidente. Si se negaran a prestarlo, ambos magistrados serían de facto. Muchos autores consideran
sin embargo, inútil el juramento porque los que son capaces de cumplirlo no necesitan prestarlo, mientras
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los que son capaces de violarlo pueden jurar veinte veces sin escrúpulos. En Francia, los mismos
legisladores juraron fidelidad a los Reyes, más tarde a la República, y luego a Napoleón.
En las Constituciones anteriores, tratándose del Presidente, el juramento estaba sujeto a una
fórmula relacionada con una creencia religiosa. Así el juramento se prestaba “por Dios” o “por Dios
nuestro Señor y estos Santos Evangelios”. La Constitución actual no trae fórmula religiosa alguna,
derivación lógica de la libertad de conciencia. De manera que los que no deseen jurar por Dios, pueden
hacerlo por la Patria y por su honor.
Etimológicamente la palabra acefalía proviene del latín, que significa “falta o ausencia de cabeza”.
Se denomina estado de acefalía del Poder Ejecutivo a la situación creada por la destitución, muerte,
renuncia o incapacidad física o mental del Presidente o del Vicepresidente, o de ambos al mismo tiempo.
Si se produjera la vacancia definitiva de la Vicepresidencia durante los tres primeros años del
período constitucional, se convocará a elecciones para cubrirla. Si la misma tuviese lugar durante
los dos últimos años, el Congreso, por mayoría absoluta de sus miembros, designará a quien deba
desempeñar el cargo por el resto del período”.
La Constitución prevé dos casos: uno de acefalía transitoria (por ejemplo, por hallarse enfermo o
ausente del país el Presidente). En este caso hay un sucesor: el Vicepresidente, quien ejercerá la Presidencia
en forma accidental, transitoria, como suplente. En este caso el Presidente sigue siendo el titular del
Ejecutivo y no se produce un nuevo juramento presidencial ya que el reemplazo sólo dura lo que la
ausencia o enfermedad del Presidente. En el supuesto caso de que el Vicepresidente también esté enfermo,
desempeñarán la Presidencia en forma transitoria: el Presidente del Senado; en su ausencia, el Presidente de
la Cámara de Diputados y, a falta de ellos, el Presidente de la Corte Suprema de Justicia.
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En los casos previstos en los incisos 1), 2), 3) y 6), los afectados deben haber renunciado y
dejado de ejercer sus respectivos cargos, cuanto menos seis meses antes del día de las
elecciones, salvo los casos de vacancia definitiva de la Vicepresidencia”.
Los jefes militares o los caudillos civiles de una revolución armada, golpe de Estado, etc.,
que hayan atentado contra el orden constitucional y, consecuentemente, hayan asumido
el poder como Presidente, Vicepresidente, Ministro del Poder Ejecutivo o bien el mando
militar propio de los generales, están inhabilitados o impedidos para ejercer cualquier
cargo público por dos períodos constitucionales consecutivos.
Durante el período para el que fueron electos, el Presidente y el Vicepresidente no pueden ocupar
otros cargos, ejercer otras actividades ni recibir otro ingreso del Estado. La dedicación de ambos debe ser
exclusiva. Por esa razón reciben un sueldo pagado por el Tesoro de la Nación que está destinado a
asegurarles un sostén económico independiente, de acuerdo con la jerarquía del cargo que ejercen.
Las atribuciones son las facultades que otorga al Presidente la Constitución Nacional y que están
enumeradas, principalmente, en el art. 238 de la misma.
El Presidente de la República ejerce las siguientes jefaturas: es el Jefe del Estado, Jefe del
Gobierno, Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de la Nación y es el jefe de la administración
general del país. Como Jefe de Estado, el Presidente es el máximo representante del Estado paraguayo ante
la comunidad internacional.
CLASIFICACIÓN
Las atribuciones del Presidente de la República pueden englobarse bajo la siguiente tipología: a)
ejecutivas; b) legislativas; y c) judiciales.
- Dirige la administración general del país y representa al Estado (art. 238, inc. 1). Es el ámbito más
variado y cuantitativamente más numeroso de sus atribuciones.
- Cumple y hace cumplir la Constitución y las leyes de la República (inc. 2)
- Nombra y remueve por sí solo a los Ministros, al Procurador General de la República y a los funcionarios
de la Administración Pública, cuyo nombramiento no esté reglado de otra manera por la ley (inc. 6). No
obstante la importancia de los Ministros, su nombramiento no está sujeto al acuerdo del Senado (como en
los EE.UU.), ya que siendo Secretarios del Presidente, deben gozar de su plena confianza.
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- Como poder colegislador, al jefe del Poder Ejecutivo le corresponde participar en la formación de las
leyes, promulgarlas, reglamentarlas, ejecutarlas y velar por su exacto cumplimiento (inc.3)
- Vetar, total o parcialmente, las leyes sancionadas por el Congreso (inc.4)
- Presentar al Congreso proyectos de ley (inc. 12). Puede proponerlos sobre determinadas cuestiones, con
solicitud de urgente consideración.
- Convocar a sesiones extraordinarias al Congreso, a cualquiera de las Cámaras o a ambas a la vez (inc. 11),
cuando un grave interés lo requiera. Solicitar que el período de sesiones ordinarias sea prorrogado o
prolongado más allá del 20 de diciembre (art. 184).
- Abrir anualmente las sesiones del Congreso el 1° de marzo de cada año (inc.8). En dicha ocasión el
Presidente de la República rinde informe al Congreso de las gestiones realizadas por el Ejecutivo, de la
situación del país y de los planes para el futuro. El texto de la Constitución no prohíbe ni impide al
Congreso a iniciar sus sesiones por derecho propio. No necesita de habilitación presidencial.
- Preparar y presentar a consideración de las Cámaras el proyecto anual de Presupuesto General de la
Nación (inc. 14). La Ley de Presupuesto es una ley atípica: 1°, porque su iniciativa corresponde
exclusivamente al Poder Ejecutivo (art.216); 2°, porque tiene carácter obligatorio. La Constitución señala la
obligación de presentar el proyecto de ley al seno legislativo a más tardar el 1° de setiembre. Si el Ejecutivo
no lo presenta “...seguirá vigente el Presupuesto del ejercicio fiscal en curso” (art. 217); y 3°, porque se
trata de una ley que contiene disposiciones válidas por un año.
- Prestar acuerdo al Senado para la designación de los miembros de la Corte Suprema de Justicia, en base a
las ternas de candidatos propuestas por el Consejo de la Magistratura (art. 264, inc. 1).
- El Presidente está facultado para conceder indultos y para conmutar penas impuestas por los jueces de la
República (inc. 10). La prerrogativa de acordar perdones o gracias es de origen monárquico, siguiendo esa
costumbre se le ha otorgado al Presidente de la República la facultad de indultar o conmutar la pena
impuesta judicialmente a una persona. El indulto consiste en suprimir las consecuencias penales de una
condena judicial. Es el perdón de la pena impuesta por sentencia por un delito cometido. Conmutar una
pena consiste en sustituirla por otra menor. Significa cambiar la pena impuesta por sentencia judicial, por
otra pena menor. Estas facultades del Presidente han sido incorporadas a la Constitución con un fin
humanitario y sólo deben ser aplicadas en casos excepcionales.
En los países de régimen parlamentario como Inglaterra, Francia o Italia, los Ministros son
nombrados por el Parlamento y forman un Gabinete que ejerce las funciones ejecutivas. Nuestra
Constitución – siguiendo a la de los EE.UU. – adopta el sistema presidencialista: los Ministros dependen
exclusivamente del Presidente, quien elige, nombra y remueve a sus Ministros. El rol que desempeñan es
distinto: son simples consejeros o auxiliares del Presidente. Son funcionarios de segunda jerarquía en la
esfera administrativa y que se hallan al frente de distintos Ministerios, creados por la complejidad y
frondosidad de los asuntos que debe atender el Presidente.
La Constitución de los EE.UU. no habla de los Ministros. La nuestra, en cambio, les dedica varios
artículos, en los que establece sus funciones, incompatibilidades, inmunidades, sus deberes y atribuciones,
etc. Tienen una evidente personería institucional, pero debe reconocerse, sin embargo, que nuestra
Constitución no le quita el carácter monocrático al Ejecutivo.
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Art. 241 – Para ser Ministro se exigen los mismos requisitos que para el cargo de
Diputado. Tienen además, iguales incompatibilidades que las establecidas para el
Presidente de la República, salvo el ejercicio de la docencia. No pueden ser privados de
su libertad, excepto en los casos previstos para los miembros del Congreso”.
Corresponde a los Ministros, entre otras funciones, colaborar con el Presidente, dirigiendo y
coordinando todas las actividades que competen a sus respectivas carteras o áreas de gobierno; preparar y
presentar al Presidente de la República los proyectos de decretos, reglamentos, acuerdos, resoluciones,
órdenes y demás actos que deban suscribir conjuntamente (art. 242).
Los Ministros tienen la obligación específica de refrendar los decretos del Presidente por medio de
su firma, sin cuyo requisito carecen de validez (art. 238, inc.5). Los decretos relativos a cuestiones
atribuidas al Ministerio, deben llevar siempre la firma del Presidente y del Ministro del ramo. No necesitan
de refrendo los actos personales del Presidente (pedido de permiso, por ejemplo). El refrendo no significa
que el Poder Ejecutivo pierda su carácter unipersonal: prima siempre la voluntad del Presidente, de forma
tal que si un Ministro estuviera en desacuerdo en cumplir con tal formalidad, puede destituirlo nombrando
en su lugar a otra persona dispuesta a refrendar el acto. El inc. 5° vino a fortalecer el papel de los Ministros
dentro del Poder Ejecutivo, pues sanciona con la invalidez los Decretos del Poder Ejecutivo que no lleven
la firma del respectivo Ministro.
RESPONSABILIDAD
Art. 242 – (los Ministros) Son solidariamente responsables de los actos de gobierno que
refrenden (2da. parte).
El Consejo está integrado por el Presidente, quien lo preside, y los Ministros del Poder Ejecutivo.
El Presidente puede invitar a otros funcionarios o personas a participar en las sesiones del Consejo de
Ministros en calidad de asesores.
1) Deliberar sobre todos los asuntos de interés público que el Presidente de la República
someta a su consideración, actuando como cuerpo consultivo, así como considerar las
iniciativas en materia legislativa, y
2) disponer la publicación periódica de sus resoluciones (2º. parte).
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Unidad XXI
EL PODER JUDICIAL
De acuerdo con el principio de la división “tripartita” de los Poderes del Estado, la función
“jurisdiccional”, o sea, la administración de justicia, corresponde al Poder Judicial, también llamado “Poder
jurisdiccional”. Por la “jurisdicción”, el Estado aplica la ley o declara el derecho por intermedio de
juzgados y tribunales, y mediante adecuado proceso. (Jurisdicción: “juris” – derecho - ; “dicere” – decir,
pronunciar, aplicar, establecer -).
El Poder Judicial tiene como función principal y exclusiva la de administrar justicia, es decir,
conocer y resolver, por medio de sentencias, todas las causas civiles, penales, comerciales, laborales, etc.,
que se planteen en el país, y ejecutar los fallos que pronuncia, con la ayuda de la fuerza pública si fuere
necesario. (La triple facultad, que los romanos denominaron “notio”, “juditio” e “imperium”).
La potestad jurisdiccional corresponde exclusivamente al Poder Judicial. Como la ley prohíbe a los
particulares hacerse justicia por propia mano, el Estado asume la obligación de administrarla por medio del
Poder Judicial.
Art. 247 – La administración de justicia está a cargo del Poder Judicial, ejercido por la Corte
Suprema de Justicia, por los Tribunales y por los Juzgados, en la forma que establezcan esta
Constitución y la Ley”. (2º. parte).
El Poder Judicial comprende los siguientes “fueros” o “jurisdicciones” civil, comercial, laboral,
penal, de la niñez y la adolescencia y contencioso – administrativo.
Las sentencias de los jueces de primera instancia pueden ser apeladas ante la correspondiente
Cámara de Apelaciones. Los fallos de éstas, en algunos casos, ante la Corte Suprema de Justicia.
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Art. 248 – Queda garantizada la independencia del Poder Judicial. Sólo éste puede conocer y
decidir en actos de carácter contencioso”. (1º. parte).
Esta norma consagra el principio de la independencia del Poder Judicial en el sentido de que
constituye un Poder autónomo e independiente de los otros Poderes constitucionales, que el orden judicial
no se encuentra subordinado ni al Poder Ejecutivo ni al Poder Legislativo. La independencia que declara se
refiere a que la actuación del Poder Judicial no debe estar supeditada a presiones ni intromisiones.
Art. 248 – “En ningún caso los miembros de los otros Poderes, ni otros funcionarios, podrán
arrogarse atribuciones judiciales que no estén expresamente establecidas en esta Constitución, ni
revivir procesos fenecidos, ni paralizar los existentes, ni intervenir de cualquier modo en los
juicios. Actos de esta naturaleza conllevan nulidad insanable.
Todo ello sin perjuicio de las decisiones arbitrales en el ámbito del derecho privado, con las
modalidades que la ley determine para asegurar el derecho de defensa y las soluciones equitativas.
Los que atentasen contra la independencia del Poder Judicial y la de sus magistrados,
quedarán inhabilitados para ejercer toda función pública por cinco años, además de las penas que
fije la ley”.
La norma transcripta no hace más que aplicar el principio de la división de los órganos del Poder,
que constituye la columna vertebral de nuestro ordenamiento constitucional: asigna la administración de
justicia en forma permanente, exclusiva y excluyente al Poder Judicial.
El artículo autoriza, sin embargo, a los particulares a terminar sus diferendos por medio de árbitros
o arbitradores. No obstante, los laudos de los tribunales de arbitraje deben ajustarse a las modalidades que
establezca la ley, con lo cual queda a salvo el principio de reserva de jurisdicción.
a) La autarquía presupuestaria:
Art. 249 – “El Poder Judicial goza de autarquía presupuestaria. En el Presupuesto General de
la Nación se le asignará una cantidad no inferior al tres por ciento del Presupuesto de la
Administración Central.
El presupuesto del Poder Judicial será aprobado por el Congreso, y la Contraloría General de
la República verificará todos sus gastos e inversiones”.
Gozar de autarquía presupuestaria significa que el Poder Judicial tiene facultad de administrar sus
recursos por sí solo. Ello implica que dentro de la órbita del Poder Judicial existe un órgano propio que es
el encargado de administrar los recursos materiales, sin injerencias del Poder Ejecutivo o de otros órganos
constitucionales.
Para muchos estudiosos, mantener las funciones administrativas se presenta como un instrumento
fundamental para la garantía de la independencia del Poder Judicial. Otros, en cambio, sostienen la
conveniencia de eliminarle a la Corte Suprema de Justicia la administración diaria del Poder Judicial, de
manera que los magistrados se puedan dedicar exclusivamente para lo que fueron nombrados: dictar
justicia.
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Art. 252 – Los magistrados son inamovibles en cuanto al cargo, a la sede o al grado, durante
el término para el cual fueron nombrados. No pueden ser trasladados ni ascendidos sin su
consentimiento previo y expreso. Son designados por períodos de cinco años, a contar de su
nombramiento.
Los magistrados que hubiesen sido confirmados por dos períodos siguientes al de su elección,
adquirirán la inamovilidad en el cargo hasta el límite de edad establecido para los ministros de la
Corte Suprema de Justicia.
La inamovilidad que consagra el art. 252 no ampara únicamente a los jueces para resistir las
presiones o influencias del poder político, sin temor a perder sus empleos. Les asegura también la
permanencia en el cargo para el que fueron nombrados, ya que no deben ser trasladados ni designados para
una función superior, sin que medie la conformidad de ellos. Gozan, en consecuencia, de la llamada
“garantía de sede y grado”, y ese “status” no puede ser alterado sin la voluntad del juez.
Esto no significa de ninguna manera que los jueces sean irresponsables. Permanecerán en el cargo
durante cinco años mientras dure su buena conducta. En efecto, la sociedad no está desamparada contra el
mal desempeño de un magistrado. La inamovilidad juega mientras dure la buena conducta; en caso
contrario, puede ser destituido por el Jurado de Enjuiciamiento.
Art. 255 – Ningún magistrado judicial puede ser acusado o interrogado judicialmente por
las opiniones emitidas en el ejercicio de sus funciones. No podrá ser detenido o arrestado sino en
caso de flagrante delito que merezca pena corporal. Si así ocurriese la autoridad interviniente debe
ponerlo bajo custodia en su residencia, comunicar de inmediato el hecho a la Corte Suprema de
Justicia, y remitir los antecedentes al Juez competente”.
A fin de asegurar la independencia de criterio de los jueces, y el libre desempeño de sus funciones;
para, además, asegurar su respeto y ponerlos a cubierto frente a los otros Poderes, la Constitución otorga a
los jueces las siguientes inmunidades: inmunidad de opinión e inmunidad de arresto o detención.
La primera inmunidad se refiere a una exención de responsabilidad civil y penal por las opiniones
que emita el juez en el ejercicio del cargo. Por ejemplo, por los juicios vertidos a través de una sentencia.
Art. 251 – “Los miembros de los tribunales y juzgados de toda la República serán
designados por la Corte Suprema de Justicia, a propuesta en terna del Consejo de la
Magistratura”.
El nombramiento de los jueces constituye uno de los problemas más delicados del derecho
constitucional. Con los funcionarios del Ejecutivo y Legislativo no existe tal dificultad porque se aplica la
elección directa para cubrir los cargos. Pero cuando se trata de la designación de los ciudadanos que han de
administrar justicia, el problema se torna complejo y difícil en razón de que los jueces deben estar alejados
de la política partidaria para que ofrezcan garantía de imparcialidad y para que nadie dude de ellos
pensando que se ven obligados a satisfacer a sus electores. El Poder Judicial no es un poder político como
el Legislativo o el Ejecutivo. La elección popular de los jueces sometería inevitablemente a éstos a la lucha
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Formación Democrática Sergio Martyniuk Barán
Para ser Juez de Primera Instancia se requiere, conforme al art. 191, inc. b) del Código de
Organización Judicial:
Para ser miembro de un Tribunal de Apelación (Camarista o Juez de 2º. Instancia), es necesario
reunir los siguientes requisitos (art. 191 del C.O.J.):
Muchos autores consideran baja la edad mínima fijada por la ley, dado que la magistratura es un
cargo público que requiere mucha experiencia. En la praxis-dicen- se llega a magistrado relativamente
joven, por lo que se abandona el cargo en plena madurez, justo cuando el juez puede dar mejor de sí. Lo
lógico sería que la edad mínima se elevara en forma tal que la magistratura termine siendo una especie de
coronación de la carrera de los abogados más distinguidos del foro.
JURAMENTO
Al asumir a sus cargos, los Ministros de la Corte Suprema de Justicia deben prestar juramento o
promesa ante el Congreso. Los camaristas, jueces de 1º instancia y demás magistrados, en cambio, lo hacen
ante la Corte Suprema de Justicia (art. 250).
INCOMPATIBILIDADES
Art. 254 – “Los magistrados no pueden ejercer, mientras duren en sus funciones, otro
cargo público o privado, remunerado o no, salvo la docencia o la investigación científica, a tiempo
parcial. Tampoco pueden ejercer el comercio, la industria o actividad profesional o política alguna,
ni desempeñar cargos en organismos oficiales o privados, partidos, asociaciones o movimientos
políticos”.
Salvo la docencia y los trabajos de investigación científica, a tiempo parcial, los jueces tienen
prohibido ocupar otros cargos o ejercer otras actividades para obtener ingresos. No pueden ejercer el
comercio, la industria o cualquier actividad profesional (no pueden ejercer la profesión de abogado,
excepto cuando se trate de intereses personales o familiares).
Estas incompatibilidades tienen por objeto asegurar la imparcialidad de los jueces, evitándoles
comprometerse con intereses privados o públicos que pudieran afectar su capacidad de administrar justicia
rectamente.
Art. 253 – “Los magistrados judiciales sólo podrán ser enjuiciados y removidos por la
comisión de delitos, o mal desempeño de sus funciones definido en la ley, por decisión de un Jurado
de Enjuiciamiento de Magistrados”. (1º. parte).
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Este procedimiento está destinado sólo para camaristas, jueces, fiscales, etc. Quedan excluidos los
miembros de la Corte Suprema de Justicia, el Fiscal General del Estado, para quienes rige el mecanismo
del juicio político.
Art. 256 – “Los juicios podrán ser orales y públicos, en la forma medida que la ley
determine.
Toda sentencia judicial debe estar fundada en esta Constitución y en la ley. La crítica a los fallos es
libre.
El proceso laboral será oral y estará basado en los principios de inmediatez, economía y
concentración”.
El principio de la publicidad de los procesos, que consagra la primera parte del art. 256, es una
característica esencial del Estado de Derecho, puesto que con ello se garantiza la legitimidad constitucional
de la administración de justicia.
Este principio impone a los jueces la obligación de justificar las causas fácticas y jurídicas de sus
decisiones. Exponer en forma ordenada las razones que los llevan a tomar tal o cual decisión, señalando y
justificando especialmente los medios de convicción en que se sustentan y los elementos de juicio que
desechan.
La exigencia de la fundamentación es una garantía esencial del justiciable mediante la cual, sin
perjuicio de la libertad del juez en la interpretación de las normas, se puede comprobar que la solución dada
al caso es consecuencia de una exégesis racional del ordenamiento jurídico y no el fruto de la arbitrariedad
judicial.
La Constitución consagra a la Corte Suprema de Justicia como el tribunal más alto del Poder
Judicial. Al decir que es “suprema” expresa la idea que es el más alto tribunal de justicia del país.
Art. 258 – “La Corte Suprema de Justicia estará integrada por nueve miembros. Se
organizarán en salas, una de las cuales será constitucional. Elegirá de su seno, cada año, a su
Presidente. Sus miembros llevarán el título de Ministro”. (1º. parte).
La propia Constitución fija el número de magistrados que integran la Corte, pero no establece su
organización y funcionamiento, ni determina tampoco la forma en que debe ser elegido el Presidente.
Todos estos aspectos se hallan reglamentados en la Ley N° 609/95, que organiza la Corte Suprema de
Justicia, la que dispone que la misma “...queda organizada en tres salas, integradas por tres ministros
cada una: la Sala Constitucional, la Sala Civil y Comercial, y la Sala Penal...”(art.1°, 2º. parte). Y en el
art. 8°, refiriéndose a la elección de sus autoridades, dice: “La Corte Suprema de Justicia en sesión
plenaria, que se realizará en el mes de febrero de cada año, procederá a integrar sus salas y a elegir a su
Presidente, por el voto secreto favorable de por lo menos cinco de sus miembros...” (1º. parte).
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que “...La Constitución es lo que la Corte dice que es”. Cuando la Corte efectúa una interpretación de una
norma constitucional, esa interpretación es obligatoria para los tribunales inferiores.
Las condiciones establecidas por la Constitución para ser miembro de la Corte Suprema de Justicia
son las siguientes (art. 258, 2da. parte):
La Constitución se ocupa expresamente de las calidades requeridas para ser Ministro de la Corte
Suprema. Dichos requisitos no pueden ser modificados por ley. Se trata de una materia sustraída por el
Poder Constituyente a la competencia del Poder Constituido. Deposita en el Congreso, en cambio, el
cuidado de establecer mediante una ley los requisitos que deberán llenar los miembros de los tribunales
inferiores.
1) ejercer la superintendencia de todos los organismos del Poder Judicial y decidir, en instancia
única, los conflictos de jurisdicción y de competencia ...” que se planteen entre jueces y tribunales del
país;
2) dictar su propio reglamento interno. Presentar anualmente, una memoria sobre las gestiones
realizadas, el estado y las necesidades de la justicia nacional a los Poderes Ejecutivo y Legislativo . La
Constitución atribuye a la Corte la facultad de dictar su propio reglamento, porque ella es la que mejor
conoce los pormenores o detalles que requiere la ordenada atención y tramitación los pleitos, con tal de
que, al darse el reglamento, no contradiga las leyes de procedimientos.
3) conocer y resolver en los recursos ordinarios que la ley determine. Tales como el recurso de
apelación, recurso de queja por apelación denegada, recurso de queja por retardo de justicia, recurso de
aclaratoria, etc.
4) conocer y resolver, en instancia original, los hábeas corpus, sin perjuicio de la competencia de
otros jueces o tribunales;
6) conocer y resolver en el recurso de casación, en la forma y medida que establezca la ley. El recurso
de casación tienen por objeto “casar”, esto es, anular, invalidad, suprimir la sentencia dictada por un juez o
tribunal inferior, con vista a “mantener la exacta observancia de la ley” y la “unificación de la
jurisprudencia”.
10) los demás deberes y atribuciones que fije esta Constitución y las leyes.
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La Ley N° 609/95, que organiza la Corte Suprema de Justicia, le confiere otras atribuciones, como
ser:
El procedimiento podrá iniciarse por acción ante la Sala Constitucional de la Corte Suprema de
Justicia, y por vía de la excepción en cualquier instancia, en cuyo caso se elevarán los antecedentes
a la Corte”.
Volvemos sobre el tema del contralor judicial de las inconstitucionalidades de las leyes que fuera
analizado en los capítulos referentes a “La Constitución como Ley Suprema” y a “Las Garantías
Constitucionales”, a fin de tener presente que la Corte Suprema de Justicia es el guardián o custodio de la
Constitución.
En efecto, si alguna ley debe ser cumplida y observada esa ley es la Constitución. El pueblo, en
protección de sí mismo, se ha dado una Constitución, siendo de suma importancia que las demás leyes no
puedan enervar ese instrumento fundamental. La Corte Suprema de Justicia aparece en nuestro
ordenamiento jurídico con facultad suficiente para proteger a la Constitución contra las violaciones y para
controlar institucionalmente a los Poderes Ejecutivo y Legislativo. Con el control judicial de la
constitucionalidad de las leyes y demás instrumentos normativos, la teoría de la separación de los poderes
se ve robustecida.
Art. 261 – “Los ministros de la Corte Suprema de Justicia sólo podrán ser removidos por
juicio político. Cesarán en el cargo cumplida la edad de setenta y cinco años”.
La cuestión ha provocado una gran polémica entre los constitucionalistas del país. Las posiciones y
las interpretaciones son distintas y contradictorias y cada una de ellas con sólidas argumentaciones.
El artículo 261 garantiza la inamovilidad permanente pero para los Ministros de la Corte Suprema
de Justicia y no para los jueces inferiores, quienes la adquieren luego de ser confirmados por dos períodos
siguientes al de su designación.
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La inamovilidad que prevé la Constitución para los Ministros de la Corte se extiende (siempre que
concurra el requisito de la buena conducta) hasta que cumplan 75 años de edad, en la que caduca su
nombramiento, o sean removidos de sus cargos como consecuencia del juicio político.
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Unidad XXII
EL CONSEJO DE LA MAGISTRATURA
Y EL JURADO DE ENJUICIAMIENTO
DE MAGISTRADOS
Hasta la sanción de la nueva Carta magna, el Poder Ejecutivo designaba a los miembros de la Cote
Suprema de Justicia (con acuerdo del Senado) y a los jueces inferiores del Poder Judicial (con acuerdo de la
Corte). Esta forma de nombramiento ha sido muy criticada porque subordinaba el Poder Judicial
(históricamente, el poder más débil del Estado) al Ejecutivo, permitiéndole estructurar un sistema judicial
que no cuestionaba los actos de gobierno.
Este sistema sufrió un cambio radical a partir de la sanción de la nueva Constitución y del dictado
de la ley que organiza el funcionamiento del Consejo de la Magistratura (Ley Nº 296/93). De acuerdo a las
nuevas normas, se requiere la intervención de tres órganos para la designación de un Ministro de la Corte:
el Consejo de la Magistratura (que propone la terna de candidatos, previo concurso público), el senado
(que elige a uno de la terna elevada) y el Poder Ejecutivo (que otorga acuerdo a la designación del Senado);
y de dos órganos para el nombramiento de los jueces inferiores: la Corte Suprema de Justicia que los
designa en base a las ternas de candidatos presentados por el Consejo de la Magistratura. El Poder
Ejecutivo ya no tiene la potestad que le otorgaban las Constituciones anteriores.
Eminente constitucionalistas juzgan también como peligrosa la elección de jueces por el voto
popular porque incrementaría considerablemente la influencia política, por que el sistema no garantiza la
elección de los más idónea y honestos y porque los jueces electos se sentirían inclinados hacia sus electores
por gratitud. Además, la legitimación democrática de los jueces tiene una naturaleza diferente de la
aquellos otros órganos constitucionales que son de elección popular. La legitimación de los jueces es de
carácter funcional. Pues está relacionada con la relevante función que desempeñan dentro de una sociedad
democrática.
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Formación Democrática Sergio Martyniuk Barán
Art. 263 – “Los miembros del Consejo de la Magistratura deben reunir los siguientes
requisitos, ser de nacionalidad paraguaya, haber cumplido treinta y cinco años, poseer título
universitario de abogado y, durante el término de diez años cuanto menos, haber ejercido
efectivamente la profesión, o desempeñado funciones en la magistratura judicial, o ejercido la
cátedra universitaria en materia jurídica, conjunta, separada o alternativamente.
Durarán tres años en sus funciones y gozarán de iguales inmunidades que los ministros de
la Corte Suprema de Justicia. Tendrán las incompatibilidades que establezca la ley”.
Los miembros del Consejo de la Magistratura duran 3 años en sus funciones y pueden ser reelectos
sólo por otro período consecutivo o alternativo. Los que dejan de pertenecer al órgano o estamento que los
hayan designado cesan en sus cargos, pero deben continuar en sus funciones hasta la designación de sus
reemplazantes (art. 2° de la Ley 296/93).
La primera cuestión que surge y que ya abrió una polémica en el campo de la doctrina, es saber si
el Consejo de la Magistratura es parte del Poder Judicial, o es un órgano extra - poder, esto es, ajeno al
Poder Judicial. Si bien el Consejo de la Magistratura se encuentra inserto en la Sección III del Poder
Judicial, su sola ubicación no basta para determinar que sea parte de él.
El motivo principal que impulsó a los constituyentes del 92 para al creación del Consejo de la
Magistratura ha sido afianzar la independencia del Poder Judicial impidiendo la designación monopólica de
los jueces, especialmente por el Poder Ejecutivo.
ATRIBUCIONES
1) proponer las ternas de candidatos para integrar la Corte Suprema de Justicia, previa selección
basada en la idoneidad, con consideración de méritos y aptitudes, y elevarlas a la Cámara de
Senadores para que los designe, con acuerdo del Poder Ejecutivo;
2) proponer en ternas a la Corte Suprema de Justicia, con igual criterio de selección y examen, los
nombres de candidatos para los cargos de miembros de los tribunales inferiores, los de los jueces y
los de los agentes fiscales;
4) los demás deberes y atribuciones que fijen esta Constitución y las leyes.
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1) Elección popular. Sistema vigente aún en Suiza y en algunos Estado de EE.UU. de América para
jueces de primera instancia.
2) Designación por el Poder Ejecutivo, sin el concurso de otro órgano. Es la forma en que son
nombrados los jueces en Inglaterra.
3) Designación por el Poder Ejecutivo, con intervención del Poder Legislativo. Sistema de
designación utilizado en los EE.UU. de América en el orden federal.
4) Designación por el propio Poder Judicial (en Uruguay y Bélgica)
5) Nombramiento de magistrados con intervención de órganos de selección de nominados “Consejo
de la Magistratura”, “Consejo General del Poder Judicial” (España), “Consejo Superior
de la Magistratura” (Italia), etc.
Art. 253 – Los magistrados judiciales sólo podrán ser enjuiciados y removidos por la
comisión de delitos, o por mal desempeño de sus funciones definido en la ley, por decisión de un
Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados. (1º. parte).
Tal como ocurre con el nombramiento, es posible observar que para la remoción de los magistrados
judiciales existen dos procedimientos distintos, según la jerarquía de los mismos, a saber:
a) los Ministros de la Corte Suprema de Justicia son removidos por juicio político, de acuerdo al
procedimiento establecido en el art. 225 de la Constitución;
b) los jueces inferiores, en cambio, deben ser removidos por decisión de un Jurado de
Enjuiciamiento de Magistrados, según el procedimiento establecido en la Ley N° 1084/97, que organiza el
funcionamiento del Jurado.
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Art. 253 – Este estará integrado por dos ministros de la Corte Suprema de Justicia, dos
miembros del Consejo de la Magistratura, dos senadores y dos diputados: éstos cuatro últimos
deberán ser abogados. La ley regulará el funcionamiento del Jurado de Enjuiciamiento de
Magistrados. (2º. parte).
Como vemos del Jurado de Enjuiciamiento de Magistrado excluye de su seno a los representantes
del Poder Ejecutivo, alejando de esta manera la influencia del poder político gobernantes en las decisiones
del Jurado.
Los miembros del Jurado son designados por simples mayoría de votos de los integrantes de los
respectivos órganos y duran en sus funciones hasta tanto cumplan el periodo para que han sido electos o
designados. Hay quienes sostienen que la promoción de parlamentarios (dos senadores y dos diputados) no
es la más recomendable pues consideran que el jurad debe ser un órgano más técnico que político.
El art. 253 de la Constitución, que crea el jurado de enjuiciamiento, se halla ubicado en la Sección
I del Poder Judicial y por consiguiente, alguien podría pensar que este organismo forma parte de dicho
Poder. El jurado de Enjuiciamiento de Magistrado, sin embargo, es un órgano ajeno no sólo al Poder
Judicial, sino también al Ejecutivo y al Legislativo. No depende ni está subordinado a ninguno de ellos. La
propia constitución del órgano está demostrando su independencia; integrado por representantes del Poder
Legislativo, del Poder Judicial y del Consejo de la Magistratura.
La ley requiere la presencia de por lo menos cinco de sus miembros en el recinto del Jurado para
que éste pueda sesionar válidamente. Para declarar culpable o inocente a un magistrado des necesario el
voto favorable de la misma cantidad de miembros. Para las demás decisiones, basta la simple mayoría de
votos (art. 7º de la Ley 1084/9).
En las Monarquías los Reyes eran irresponsables porque eran titulares de la soberanía y a nadie que
no sea Dios debían rendir cuenta de sus actos, dado su origen de derecho divino. Pero en las Repúblicas, en
que se parte del principio de la soberanía del pueblo, todo mandatario es responsable de la forma como
desempeña su mandato ante sus mandantes.
El “jury de enjuiciamiento” no es un tribunal de carácter judicial. El fallo que dicta tiene un sólo
efecto: la destitución del enjuiciado del cargo. Puede también decidir la absolución del juzgado, en cuyo
caso no es removido del cargo.
Art. 31 – ( Ley 1084/97) El Jurado dictará sentencia definitiva dentro del plazo de treinta
días contados a partir de quedar ejecutoriada la providencia de autos y dentro de los ciento
ochenta días contados desde la iniciación del juicio.
La sentencia del Jurado sólo podrá consistir en la remoción o absolución del enjuiciado.
En caso de remoción, ella deberá ser comunicada a las Cámaras del Congreso, a la Corte
Suprema de Justicia y al Consejo de la Magistratura.
Como vemos, las consecuencias del fallo de culpabilidad son de carácter político que sólo produce
la destitución del enjuiciado. El Jurado no puede imponer otras sanciones al magistrado. No persigue
castigar sino separar del cargo. Tal atribución compete exclusivamente al Poder Judicial.
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CAUSALES DE ENJUICIAMIENTO
a) La comisión de delitos: Los delitos pudieron haberse cometido a raíz del desempeño del cargo,
en el ejercicio de la función (por ejemplo, prevaricato, cohecho, etc.) o fuera de ella, es decir, tratarse de
delitos que no tienen vinculación alguna con el ejercicio de la función (homicidio, violación, etc.).
Si la causa de enjuiciamiento del magistrado es por la comisión de delitos (sea en el ejercicio de sus
funciones o fuera de ella), la acusación debe ser radicada únicamente ante el Jurado y no ante el juez en lo
penal de turno. En caso de que el Jurado admita la acusación, debe imprimirle el trámite correspondiente
con intervención del acusado y, llegado el momento, dictar resolución decidiendo: a) absolver al acusado, o
bien b) hacer lugar a la acusación y disponer la remisión de los antecedentes al juez penal para la
instrucción del sumario pertinente, quedando suspendida la decisión sobre la remoción hasta que recaiga
sentencia definitiva en el juicio penal. Dicho en otros términos: el Jurado sólo puede destituir al magistrado
cuando fuere condenado por sentencia firme dictada por juez competente (art. 13, Ley 1084/97).
En este orden de ideas, se afirma que los magistrados judiciales – igual que los parlamentarios –
gozan de inmunidad contra el proceso, y no pueden ser enjuiciados antes de ser desaforados por el Jurado.
Si en el fuero penal se dicta auto de prisión contra el juez enjuiciado, o existan presunciones graves
contra el mismo por el mal desempeño de sus funciones, la ley faculta al Jurado a solicitar a la Corte la
suspensión del mismo en sus funciones en forma preventiva.
b) La causal del mal desempeño: De acuerdo al art. 14 de la Ley 1084/97, constituyen mal desempeño
de funciones, entre otros, los siguientes actos:
- No conservar la independencia personal en el ejercicio de sus funciones y someterse, sin que ley
alguna les obligue, a órdenes e indicaciones de magistrados de jerarquía superior o de
funcionarios de otros poderes u órganos del Estado;
- Dictar tres sentencias definitivas que fueran declaradas inconstitucionales en el lapso de un año
judicial;
- Haber admitido el Tribunal de alzada cinco quejas por retardo de justicia durante un año judicial;
- Mostrar manifiesta parcialidad o ignorancia de las leyes en juicios, revelada por actos reiterados;
- Cometer actos inmorales en su vida pública o privada y sean lesivos a su investidura;
- Frecuentar y participar reiteradamente en juegos de azar en lugares públicos;
- Participar en actividades políticas partidarias;
- Faltar reiteradamente al despacho o abandonarlo sin causa justificada en los días y horas
establecidos por la Corte Suprema de Justicia;
- Contraer obligaciones pecuniarias con sus subalternos o con litigantes o letrados que tengan
juicio pendiente en que intervenga, etc.
Las personas o entidades citadas pueden limitarse a formalizar la denuncia ante la Fiscalía General
del Estado, la cual, de considerarla procedente, se encargará de radicar la acusación correspondiente (art. 16
Ley 1084/97).
El acusador particular, sea el litigante o el profesional afectado deben acreditar ante el Jurado su
solvencia económica a los efectos de garantizar las resultas del juicio (honorarios de abogados, costas
procesales, etc.), como también la indemnización de daños y perjuicios que pudiera reclamar el juez en
caso de ser absuelto (art. 17 de la Ley 1084/97).
El acusador particular queda, asimismo, sometido a las responsabilidades por querella falsa o
calumniosa (art. 34).
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Unidad XXIII
EL MINISTERIO PÚBLICO
Y LA JUSTICIA ELECTORAL
Art. 266 – El Ministerio Público representa a la sociedad ante los órganos jurisdiccionales
del Estado, gozando de autonomía funcional y administrativa en el cumplimiento de sus deberes y
atribuciones. (1º. parte).
Es un órgano extra – poder, es decir, ubicado fuera del control y dirección de los tres poderes
constitucionales (Legislativo, Ejecutivo y Judicial), que tiene como rol principal conforme lo declara el art.
1° de la Ley N° 1562/00 “Orgánica de Ministerio Público”, representar a la sociedad “...ante los órganos
jurisdiccionales para velar por el respeto de los derechos y de las garantías constitucionales, promover la
acción penal pública en defensa del patrimonio público y social, del medio ambiente y de otros intereses
difusos y de los derechos de los pueblos indígenas, y ejercer la acción penal en los casos en que para
iniciarla o proseguirla no fuese necesaria instancia de parte”.
Hay quienes sostienen que el Ministerio Público debe pertenecer al Poder Ejecutivo, porque es el
Poder que administra directamente la política criminal del Estado. Es la posición más tradicional.
Otro grupo de autores dice que el Ministerio Público debe formar parte del Poder Judicial, porque
su actividad está en función de la administración de la justicia, en promover la actuación de la misma
(posición judicialista). También están aquellos que afirman que en realidad debe pertenecer al Poder
Legislativo, como brazo ejecutor de la política legislativa en materia criminal.
Frente a las posturas mencionadas, existe una cuarta: la que concibe al Ministerio Publico como un
órgano constitucional extra – poder, como un órgano ajeno a la tríada clásica: Ejecutivo, Legislativo y
Judicial.
Nuestra Constitución incluye al Ministerio Público dentro de la organización del Poder Judicial,
pero gozando de plena independencia en el desempeño de su cometido respecto de éste y los demás
órganos del Estado.
Los arts. 47 y 57 de la Ley N° 1562/00 “Orgánica del Ministerio Público” incorporan tres
funcionarios más, a saber:
1) Los relatores fiscales: que deben colaborar directamente con el Fiscal General del Estado en el
estudio y análisis de los casos que se les asignen.
2) Los asistentes fiscales: están para asistir a los otros fiscales y no pueden actuar autónomamente,
sino siempre bajo la supervisión y responsabilidad del superior jerárquico a quien asisten.
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Igual que los jueces, los miembros del Ministerio Público gozan de inmunidad de arresto – excepto
el caso de ser sorprendido “in fraganti delito” -. Tampoco pueden ser acusados o interrogados judicialmente
por la opinión vertida en el ejercicio de sus funciones.
El Fiscal General del Estado debe ser removido o destituido por el mecanismo del juicio político
previsto en el art. 225 de la Constitución. Los restantes miembros del Ministerio Público por el Jurado de
Enjuiciamiento de Magistrados.
Art. 270 – “Los agentes fiscales son designados en la misma forma que establece
esta Constitución para los jueces. Duran en sus funciones y son removidos con iguales
procedimientos”. (1º. parte).
Art. 269 – El Fiscal General del Estado tiene inamovilidad. Dura cinco años en sus
funciones, y puede ser reelecto. Es nombrado por el Poder Ejecutivo, con acuerdo del Senado, a
propuesta en terna del Consejo de la Magistratura.
El Fiscal General del Estado es designado por el Poder Ejecutivo, previo acuerdo del Senado,
seleccionado de una terna propuesta por el Consejo de la Magistratura. La Constitución ha establecido un
sistema de concurso público de oposición y antecedentes para la formación de la referida terna y que debe
ser sustanciado ante el Consejo de la Magistratura.
Art. 267 – Para ser Fiscal General del Estado se requiere tener nacionalidad paraguaya;
haber cumplido treinta y cinco años; poseer título universitario de abogado; haber ejercido
efectivamente la profesión, o funciones en la magistratura judicial, o la cátedra universitaria en
materia jurídica durante cinco años cuanto menos, conjunta, separada o sucesivamente.
Para ser Fiscal Adjunto se deben llenar los requisitos exigidos por la ley para ser miembro del
Tribunal de Apelación. Y para ser Agente Fiscal, los requisitos previstos para ser Juez de Primera Instancia.
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Corresponde a los Fiscales Adjuntos: a) representar al Fiscal General del Estado en las funciones
correspondientes a los fueros en los que sean designados; b) coordinar las Fiscalías que integran el o los
fueros a su cargo, debiendo actuar bajo la directa supervisión del Fiscal General del Estado; y c) ejercer
interinamente el cargo de Fiscal General del Estado en los casos de ausencia y vacancia temporal, en cuyo
caso la resolución respectiva debe expresar el Fiscal Adjunto en que recae el interinato (art. 63 (bis) del
C.O.J., modificado por la Ley 860/96, art. 3°).
“Agente Fiscal” es una denominación genérica, ya que no todos los Agentes Fiscales cumplen las
mismas funciones. Según sea la materia o la rama en que entiendan, se los clasifica en: “Agente Fiscal en
lo Criminal”, “Agente Fiscal en lo Civil y Comercial”, “Agente Fiscal del Trabajo”, “Agente Fiscal
Electoral”, etc.
FUNCIONES ESPECÍFICAS
a) Intervenir ante la Segunda Sala del Tribunal de Cuentas a los efectos de dictaminar sobre la aprobación o
rechazo de las cuentas de inversión del Presupuesto General de la Nación y de los Municipios;
b) intervenir también en todos los expedientes sobre rendiciones de cuentas que hicieren las dependencias
estatales, municipalidades, entes autónomos o autárquicos;
c) recibir denuncias sobre hechos que pudieran ser de carácter delictuoso en el manejo de los fondos
públicos, y entablar las acciones que correspondan ante la jurisdicción competente, sobre los hechos
denunciados o los que llegaren a su conocimiento en el examen y control administrativo de las cuentas, etc.
a) Intervenir en todo asunto en que haya interés fiscal comprometido (como la ejecución de las multas
impuestas por los jueces), salvo que la defensa de esos intereses estuviese confiada a otro funcionario;
c) intervenir en los juicios sucesorios, quiebras y convocaciones de acreedores. Deberá ejercer la curatela
en las herencias vacantes;
a) Velar por el cumplimiento de las leyes, reglamentos y demás disposiciones normativas del derecho
laboral;
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c) impulsar el procedimiento laboral para que las resoluciones, sentencias y acuerdos sean dictados dentro
de los plazos establecidos en la ley;
e) ejercer en juicio, la representación y defensa de los trabajadores y aprendices menores e incapaces ya sea
separada o conjuntamente con los representantes que éstos tuvieren;
f) recibir denuncias sobre incumplimiento de las leyes de trabajo o de los fallos judiciales, y realizar
investigaciones a su respecto, etc.
4) De los Agentes Fiscales en lo Criminal (art. 268 C.N.; art. 13 y sgtes. De la Ley 1562/00; art. 68
C.O.J., y arts. 14, 15, 16, 17, 18 y 52 del Código Procesal Penal). Les corresponde:
a) Dirigir la investigación de los hechos punibles y promover la acción penal pública. Recordemos que de
acuerdo al nuevo ordenamiento procesal penal, la acción penal pública es ejercida sólo por el Ministerio
Público. En el sistema actual (acusatorio) el Fiscal ocupa el lugar de la víctima, se apropia en cierto modo
de los derechos de ella para vengarse, pidiendo el castigo o la reparación en nombre del Estado. Junto al
Ministerio Público está (o puede estar) el acusador particular o “querellante adhesivo” o privado; éste
puede actuar en aquellos casos en que el Ministerio Público no tiene nada que hacer ni puede actuar de
oficio, puesto que se tratan de hechos punibles perseguibles sólo a instancia de la víctima. Pero una vez que
se produzca la instancia por la parte afectada o la víctima, el Ministerio Público actúa como si fuese de
acción penal pública.
De acuerdo al art. 17 del Código Procesal Penal son perseguibles exclusivamente por acción
privada los siguientes hechos punibles: maltrato físico, lesión, lesión culposa, amenaza, tratamiento médico
sin consentimiento, violación de domicilio, lesión de intimidad, violación de secreto de comunicación,
calumnia, difamación, injuria, denigración de la memoria de un muerto, uso no autorizado de vehículo
automotor, violación del derecho de autor o inventor, etc. En todos estos casos, se procede únicamente por
querella de la víctima.
b) Promover la acción penal contra los responsables de la publicación y circulación de escritos, grabados o
estampas que fuesen contrarios al orden público, a la moral y las buenas costumbres;
c) Promover las acciones para hacer efectiva la responsabilidad penal y civil emergentes de delitos
cometidos por funcionarios públicos en el ejercicio de sus funciones, e intervenir en las causas hasta su
terminación;
d) Vigilar en los procesos el fiel cumplimiento de las leyes, deduciendo en su caso, los recursos que
correspondan;
e) Promover la acción penal por las publicaciones injuriosas para los Poderes del Estado y sus miembros,
así como para los Jefes de Misiones Diplomáticas extranjeras a requerimiento de estos últimos;
Los Agentes Fiscales en lo Criminal ejercen sus funciones de acuerdo a las instrucciones del Fiscal
General del Estado, quien por resolución puede crear Unidades Penales Especializadas y asignar a los
Agentes Fiscales en lo Penal funciones específicas (así, por ejemplo, Unidad Especializada en Delitos
contra el Erario Público; en Delitos Marcarios; en Delitos Económicos; en Delitos Ecológicos; etc.).
5) De los Agentes Fiscales en lo Electoral (art. 291 Código Electoral). Les corresponde:
a) Intervenir en todos los juicios o causas tramitadas ante el fuero electoral, velando por la observancia de
la legislación electoral y la de los partidos políticos;
c) promover y proseguir hasta la conclusión de la causa las acciones penales que surjan de la infracción a la
legislación electoral y la de los partidos políticos;
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Nuestra Constitución crea el fuero electoral como un órgano especializado, técnico y apolítico,
encargado monopólicamente en la República de la actividad electoral y del funcionamiento de los
partidos, movimientos políticos y alianzas electorales.
Lo ubica en la Sección V del Poder Judicial, pero es un órgano constitucional que goza de plena
independencia frente a los Poderes del Estado en el ejercicio de sus funciones. La ley que reglamenta la
Justicia Electoral (N° 635/95), en su art. 1° declara en forma expresa que “la Justicia Electoral goza de
autarquía administrativa y autonomía jurisdiccional dentro de los límites establecidos en la presente Ley”.
Para tener y gozar de credibilidad y alejar toda desconfianza respecto a las elecciones, éste órgano
no sólo goza de independencia jurisdiccional frente a los tres Poderes del Estado, sino que está dotado de
recursos propios y tiene la facultad de administrarse por sí solo.
En otros términos, la Justicia Electoral tiene plena autonomía y competencia exclusiva para
organizar, dirigir y vigilar los procesos electorales y de todos los actos relativos al sufragio nacional,
departamental o municipal, con la independencia y rango propios de un Poder estatal.
INTEGRACIÓN
Art. 274 – La Justicia Electoral está integrada por un Tribunal Superior de Justicia Electoral,
por los Tribunales, por los Juzgados, por las Fiscalías, y por los demás organismos a definirse en la
ley, la cual determinará su organización y sus funciones.
El Fuero Electoral priva a los jueces y tribunales ordinarios de la República conocer y decidir en
las controversias que versen sobre las cuestiones arriba enumeradas.
Los procesos radicados ante la Justicia Electoral se deben tramitar de la misma forma que los
juicios planteados ante la justicia ordinaria. En efecto, de acuerdo a lo dispuesto por el art. 37° de la Ley N°
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635/95 “...las actuaciones contenciosas ante la Justicia Electoral se tramitarán conforme a las normas
establecidas en el Título XII del Libro IV del Código Procesal Civil relativas al Proceso de Conocimiento
Sumario”.
El Tribunal Superior de Justicia Electoral (TSJE) constituye el órgano electoral supremo en nuestro
país, creado directamente por la Constitución. De él dependen los demás organismos electorales. Es el
responsable de la dirección y fiscalización del registro electoral y de la administración de los recursos
asignados por el Estado para fines electorales. Ejerce su competencia en todo el territorio del país y contra
sus resoluciones sólo cabe la acción de inconstitucionalidad (art. 5° de la Ley 635/95).
El TSJE está integrado por tres miembros, quienes son nombrados y están sujetos a ser removidos
en la misma forma que los Ministros de la Corte Suprema de Justicia (art. 275, 1ra. parte, C.N.). La ley que
reglamenta la Justicia Electoral indica que los miembros entre sí designarán anualmente un Presidente,
quien ejercerá la representación legal de la Justicia Electoral y la supervisión administrativa de la misma
(art. 4°).
Art. 275 – Los miembros del Tribunal Superior de Justicia Electoral deberán reunir los
siguientes requisitos: ser de nacionalidad paraguaya, haber cumplido treinta y cinco años, poseer
título universitario de abogado, y, durante el término de diez años, cuanto menos, haber ejercido
efectivamente la profesión, o desempeñado funciones en la magistratura judicial, o ejercido la
cátedra universitaria en materia jurídica, conjunta, separada o alternativamente. (2da. parte).
Inmunidades e incompatibilidades
Los miembros del Tribunal Superior de Justicia Electoral gozan de las mismas inmunidades e
incompatibilidades establecidas para los magistrados judiciales (art. 7° Ley 635/95).
Entre las atribuciones más relevantes del TSJE, podemos mencionar las siguientes:
a) eentender en los recursos de apelación, nulidad y queja por apelación denegada o retardo de
justicia, interpuestos contra las decisiones de los Tribunales Electorales en los casos contemplados
en la Ley;
b) entender en las recusaciones e inhibiciones de los miembros del TSJE y de los Tribunales
Electorales;
c) juzgar las cuestiones y litigios internos de carácter nacional de los partidos, movimientos políticos
y alianzas electorales;
d) ejercer la superintendencia con potestad disciplinaria sobre toda la organización electoral de la
República;
e) convocar, dirigir y fiscalizar las elecciones y consultas populares, y en los casos de vacancias
establecidos en la Constitución y la Ley;
f) efectuar el cómputo y juzgamiento definitivo de las elecciones y consultas populares, así como la
proclamación de quienes resulten electos, salvo en los comicios municipales;
g) declarar, a petición de parte y en instancia única, la nulidad de las elecciones y consultas populares
a nivel nacional;
h) resolver en única instancia sobre la suspensión de los comicios de carácter nacional, departamental
o municipal, por un plazo no mayor de sesenta días;
i) ejercer el control y fiscalización patrimonial de los partidos, movimientos políticos y alianzas
electorales, mediante el examen de la documentación, libros y estados contables;
j) distribuir a los partidos, movimientos políticos y alianzas electorales los aportes y subsidios
estatales;
k) autorizar la confección de los registros, lista de serie de cada Sección Electoral y boletas de
sufragio;
l) nombrar y remover por si al Director y al Vicedirector del Registro Electoral. Designar a los demás
funcionarios judiciales y administrativos dependientes de la Justicia Electoral y removerlos de
conformidad con el Estatuto del Funcionario Público;
m) suministrar a la brevedad posible a los partidos, movimientos políticos y alianzas electorales y
movimientos internos las informaciones y copias de los padrones e instrumentos públicos que le
fueren solicitados;
n) comunicar a la Corte Suprema de Justicia las vacancias producidas en el fuero electoral.
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En cada circunscripción judicial de la República funciona un Tribunal Electoral integrado por tres
miembros nombrados por la Corte Suprema de Justicia de sendas ternas de candidatos propuestas por el
Consejo de la Magistratura, previo concurso de méritos y aptitudes.
Atribuciones principales:
a) entender en los recursos de apelación y nulidad; y en las quejas por apelación denegada o por
retardo de justicia interpuestas contra las decisiones de los jueces electorales;
b) resolver las impugnaciones, recusaciones e inhibiciones de los jueces y fiscales electorales de su
jurisdicción;
c) dirigir y fiscalizar las elecciones realizadas en su jurisdicción;
d) efectuar el cómputo provisorio de las elecciones, elevando al Tribunal Superior de Justicia
Electoral los resultados, para su cómputo definitivo y juzgamiento. En los comicios municipales
los Tribunales Electorales efectuarán el cómputo en única instancia y la proclamación de los
candidatos electos;
e) fiscalizar los Registros Electorales de la circunscripción;
f) entender en los procesos de fundación, constitución, organización, funcionamiento, caducidad y
extinción de los partidos y movimientos políticos, y en las fusiones, incorporaciones y alianzas
electorales;
g) juzgar en las contiendas que pudieran surgir con relación a la utilización de nombres, emblemas,
eslóganes, lemas y demás bienes incorporales de los partidos, movimientos políticos y alianzas
electorales;
h) juzgar, en única instancia de conformidad con el artículo 37 de esta Ley, las cuestiones y litigios
internos de carácter local y departamental de los partidos, movimientos políticos y alianzas
electorales, agotada la instancia interna de los mismos;
i) resolver por vía de apelación los conflictos derivados del control de los espacios acordados a los
partidos, movimientos políticos y alianzas electorales en los medios de comunicación social para la
propalación de la propaganda electoral;
j) juzgar, por vía de apelación, las impugnaciones, protestas o reclamos relativos al Registro Cívico
Permanente o los padrones de electores de su jurisdicción.
Conforme a lo establecido en el art. 17° de la ley 635, debe haber un Juzgado Electoral como
mínimo en cada capital departamental, excepto los correspondientes a la capital de los Departamentos de
Alto Paraguay y Concepción, que se unifican en la Capital de Concepción, y los de Boquerón y Villa Hayes
que se concentran en la Capital de Villa Hayes.
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d) no haber ocupado cargos político – partidarios en los últimos 2 años inmediatamente anteriores a su
selección por el Consejo de la Magistratura.
Atribuciones principales:
Entre las funciones más importantes del Juez Electoral cabe mencionar las siguientes:
a) juzgar las impugnaciones, protestas o reclamos referentes al Registro Cívico Permanente o a los
padrones de electores de su jurisdicción;
b) instruir sumarios en investigación de las faltas electorales y aplicar las sanciones que
correspondieren;
c) organizar, dirigir y fiscalizar las elecciones y consultas populares en sus respectivas jurisdicciones;
d) designar los locales de votación y a los integrantes de las mesas electorales respectivas a propuesta
de las Juntas Cívicas;
e) recibir y organizar la distribución de todos los materiales, útiles, equipos y documentos requeridos
para la celebración de las elecciones;
f) realizar el inventario de los bienes y útiles electorales para su posterior guarda;
g) recibir de las Juntas Cívicas las actas y padrones utilizados en las elecciones y trasladarlos en
bolsas especiales y bajo estrictas medidas de seguridad, para su entrega a los Tribunales Electorales
de su circunscripción a los efectos del cómputo provisorio;
h) disponer la adopción de medidas de seguridad policial que garanticen el normal desarrollo del
proceso eleccionario;
i) acreditar a los apoderados y veedores de los partidos, movimientos políticos y alianzas electorales
y expedirles los credenciales correspondientes;
j) inscribir las candidaturas a intendentes y concejales municipales y sus apoderados;
k) cumplir y hacer cumplir las resoluciones del Tribunal Superior de Justicia Electoral y de los
Tribunales Electorales;
l) controlar los espacios acordados a los partidos, movimientos políticos y alianzas electorales, en los
medios de comunicación social, para la propalación de la propaganda electoral;
m) fiscalizar los actos preparatorios y las elecciones internas de los partidos, movimientos políticos y
alianzas electorales;
n) entender en los recursos de Hábeas Corpus, sin perjuicio de la competencia de los jueces del fuero
ordinario (art. 18° de la ley 635).
Lo mismo que con los Juzgados Electorales, la ley dispone que debe haber un fiscal electoral, como
mínimo, en cada capital departamental, con las mismas salvedades respecto a los Departamentos de Alto
Paraguay y Concepción, y los de Boquerón y Villa Hayes (art. 21° de la ley 635).
Para ser Agente Fiscal en lo Electoral, los candidatos deben llenar los siguientes requisitos:
Atribuciones
Son atribuciones de los Agentes Fiscales Electorales (art. 24° de la Ley N° 635):
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La figura del “Ombudsman” o Defensor del Pueblo (en la terminología española), surgió en Suecia
en 1713, respondiendo a la necesidad de ofrecer a la Corona un mecanismo eficiente para vigilar el
funcionamiento del Consejo Real. Posteriormente, en 1809, fue incorporado a la Constitución de ese país
como organismo dependiente del Parlamento para fiscalizar las decisiones de los tribunales judiciales y
controlar la actividad de la administración.
Se trata de una institución propia de los países nórdicos, creada con la finalidad de dotar al
Parlamento de un medio complementario para controlar el ejercicio abusivo del poder estatal y combatir
las injusticias y la corrupción.
La divulgación del “Ombudsman” comenzó al terminar la Primera Guerra Mundial, y luego tuvo
un verdadero auge alcanzando una asombrosa difusión por todo el mundo al terminar la Segunda Guerra
Mundial. Es una institución de larga tradición en los países que poseen un sistema democrático
consolidado, pero es incipiente en Latinoamérica.
En nuestro país la figura del Defensor del Pueblo aparece recién con la Constitución sancionada en
el año 1992. Era una figura desconocida en el derecho público paraguayo. Ninguna de las Constituciones
anteriores contemplaba la Defensoría del Pueblo.
CONCEPTO
Art. 276 – El Defensor del Pueblo es un comisionado parlamentario cuyas funciones serán la
defensa de los derechos humanos, la canalización de reclamos populares y la protección de los
intereses comunitarios. En ningún caso tendrá función judicial ni competencia ejecutiva.
La Defensoría del Pueblo es un órgano constitucional extra – poder (creado directamente por la
Constitución: no es parte integrante de ninguno de los Poderes del Estado, y si bien guarda una especial
vinculación con el Parlamento, goza de autonomía operativa frente a él) creado con la finalidad de proteger
los derechos, intereses y garantías de los individuos y de la sociedad frente a la acción u omisión arbitrarias
del Estado y de las entidades que prestan servicios públicos; frente a la inoperancia, desidia, abusos y la
corrupción de los funcionarios públicos. Una figura que se ha adoptado especialmente para luchar contra la
corrupción, que tanto socava la credibilidad y la eficacia de las instituciones democráticas.
El Defensor del Pueblo es, lisa y llanamente, el abogado de la sociedad. Actúa como representante
del Parlamento, como un comisionado parlamentario que vela por la vigencia y respeto de los derechos del
hombre, como también por los intereses comunitarios, mediante el control y la fiscalización de la
administración pública.
RAZONES DE SU EXPANSIÓN
a) El creciente intervencionismo estatal. Como señalara Linares Quintana “El individuo hoy
espera todo del Estado y por eso mismo está dispuesto a abandonar todo en manos del Estado”. La cada
vez mayor intervención del Estado en la vida pública y privada de los habitantes, ha llevado a la
Administración Pública a una situación de privilegio y abuso de poder en perjuicio de los derechos y de las
libertades de los ciudadanos, lo que ha provocado una reacción mediante la creación de nuevos
instrumentos del control destinados a la tutela de los intereses individuales y sociales que complementen a
los mecanismos existentes.
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ejercicio de su función soberana de controlar el desempeño de quienes detentan el poder. Esta figura ha
sido creada con la esperanza de brindar una respuesta rápida, ágil y oportuna a las personas que habitan la
República frente a los problemas planteados por la administración pública. En este sentido el “Defensor del
Pueblo” resulta una herramienta eficiente al permitir una participación más activa del ciudadano en la
defensa de sus derechos o intereses legítimos y crear una mayor conciencia de participación.
La Defensoría del Pueblo no es una panacea, un instrumento jurídico que va a solucionar todos los
problemas. Puede ser una pieza importante en la lucha contra la corrupción, la pesadez e ineptitud de la
burocracia, pero evidentemente el Defensor del Pueblo no será el sepulturero de esos males.
Art. 277 – El Defensor del Pueblo gozará de autonomía e inamovilidad. Es nombrado por
mayoría de dos tercios de la Cámara de Diputados, de una terna propuesta por el Senado, y durará
cinco años en sus funciones, coincidentes con el periodo del Congreso. Podrá ser reelecto. Además,
podrá ser removido por mal desempeño de sus funciones, con el procedimiento del juicio político
establecido en esta Constitución.
Nuestra Constitución, siguiendo la modalidad parlamentaria del Defensor del Pueblo, inserta esta
figura dentro de la esfera del Poder Legislativo, considerándolo como un comisionado parlamentario, pero
que goza de autonomía para el ejercicio de sus funciones, es decir, capaz de adoptar decisiones y manejarse
libremente, sin sujeción a órdenes, instrucciones o mandatos de ningún Poder del Estado u otros órganos
estatales. Sólo depende del Congreso en cuanto a la forma de designación y remoción.
El Defensor del Pueblo no puede formar parte de ningún Poder del Estado. Lo prohíbe
expresamente el artículo 278 de la Constitución, ratificando de esta forma la autonomía funcional, técnica y
administrativa del órgano.
Art. 278 – El Defensor del Pueblo debe reunir los mismos requisitos exigidos para los
diputados, y tiene las mismas incompatibilidades e inmunidades que las de los magistrados
judiciales. (1º. parte).
Para ser Defensor del Pueblo, el candidato debe ser de nacionalidad paraguaya natural y haber
cumplido 25 años de edad. La norma constitucional no impone calidades especiales (grado académico, ni
experiencia profesional) para el desempeño de este cargo. En el derecho comparado, sin embargo es una
constante que el nombramiento recaiga sobre una persona de reconocida solvencia moral y de prestigio
jurídico. En caso todos los países se han escogido abogados para el cargo o al menos personas relacionadas
con las ciencias jurídicas.
Por mandato constitucional, el Defensor del Pueblo tiene las mismas incompatibilidades y goza de
las mismas inmunidades y privilegios que las de los magistrados judiciales.
Según el art. 276 de la Constitución, las funciones del Defensor del Pueblo son:
a) La defensa de los derechos humanos: Es su función principal y dentro de ella, el Defensor del
Pueblo debe investigar las denuncias recibidas de violaciones de los derechos humanos, detectar las
mismas y hacerlas conocer a la opinión pública nacional e internacional con la divulgación de informes.
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consumidor, del acervo cultural, de la eficiencia de los servicios públicos, de los bosques, de la fauna y la
flora, de los ríos y arroyos, etc.
b) Tener competencia ejecutiva. No tiene potestad para dictar normas jurídicas que produzcan
cambios en el orden económico, educativo, tributario, político, social, policial, etc. No puede nombrar,
suspender ni remover funcionarios públicos ni revocar las resoluciones o actos de la administración
pública. Tampoco puede dirigir o gestionar los negocios que competen a otras entidades, u órganos
estatales, etc.
c) Formar parte de algún Poder del Estado. Esta prohibición le impide desempeñar cualquier
cargo o ejercer otra función en el Poder Ejecutivo, Legislativo o Judicial, en los gobiernos departamentales
o municipales, remunerados o no.
d) Ejercer actividad política partidaria. Ello implica que el Defensor del Pueblo no puede
postularse como candidato para ocupar cargos políticos partidarios, participar en elecciones internas,
integrar comisiones directivas de partidos o movimientos políticos, participar en manifestaciones o actos
partidarios, etc. La Ley orgánica de la Defensoría le obliga, incluso, a solicitar la suspensión de su
afiliación, mientras dure en sus funciones.
ATRIBUCIONES CONSTITUCIONALES
El Defensor del Pueblo puede efectuar investigaciones, inspecciones o controles, puede formular
denuncias o críticas o censurar públicamente, recomendar acciones correctivas, producir informes sobre
errores, abusos, arbitrariedades, demoras excesivas, etc., puede exhortar, influir, encuestar, proyectar,
programar, etc. Pero carece de potestad para imponer coactivamente sus decisiones, o para revocar o anular
los actos de cualquiera de las oficinas del Poder Ejecutivo o los actos jurisdiccionales que desarrolle el
Poder Judicial.
La figura del Defensor del Pueblo se caracteriza como una magistratura de influencia o persuasión,
cuya efectividad depende de la autoridad moral que revista la persona que ejerza el cargo y del grado de
cultura de los ciudadanos.
1) recibir e investigar denuncias, quejas y reclamos contra violaciones de los derechos humanos y
otros hechos que establecen esta Constitución y la ley;
2) requerir de las autoridades, en sus diversos niveles, incluyendo los de los órganos policiales y
los de seguridad en general, información para el mejor ejercicio de sus funciones, sin que
pueda oponérsele reserva alguna. Podrá acceder a los locales en los cuales se denuncie la
comisión de tales hechos. Es también de su competencia actuar de oficio;
3) emitir censura pública por actos o por comportamientos contrarios a los derechos humanos;
4) informar anualmente de sus gestiones a las Cámaras del Congreso;
5) elaborar y divulgar informes sobre la situación de los derechos humanos que, a su juicio,
requieran pronta atención pública, y
6) los demás deberes y atribuciones que fije la ley”.
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EVOLUCIÓN HISTORICA
Cuando la teoría de la soberanía popular estaba lejos de aparecer, el soberano tenía plena libertad
para utilizar el dinero proveniente de los ingresos tributarios. Sólo más tarde se reconoció el principio de
que era necesario el consentimiento del Parlamento para gastar los fondos públicos y exclusivamente para
los fines indicados por el propio Parlamento. Finalmente, ya en pleno apogeo del Parlamento como órgano
independiente del poder de la Corona, se fue desarrollando la idea de permitir que un órgano ejerza un
efectivo control sobre los gastos públicos.
Por eso en todas las Constituciones modernas encontramos siempre tres reglas fundamentales: a)
aquella según la cual los tributos deben ser impuestos por ley dictada por el Parlamento, y no por voluntad
regia (principio de la legalidad tributaria); b) aquella otra mediante la cual corresponde al Poder
Legislativo la aprobación del presupuesto estatal y, por tanto, la erogación los fondos públicos; y c)
aquella en virtud de la cual corresponde a un órgano especializado la vigilancia y fiscalización de los
movimientos económicos y financieros del Estado. Ese órgano especial, de rango constitucional, es la
Contraloría General de la República.
Duran cinco años en sus funciones, los cuales no serán coincidentes con las del mandato
presidencial. Podrán ser confirmados en el cargo sólo por un periodo más, con sujeción a los
mismos trámites. Durante tal lapso gozarán de inamovilidad, no pudiendo ser removidos sino por
la comisión de delitos o por mal desempeño de sus funciones“. (2º. y 3º. parte).
Para la remoción del Contralor y Subcontralor se debe seguir el procedimiento establecido para el
juicio político.
INMUNIDADES E INCOMPATIBILIDADES
ATRIBUCIONES PRINCIPALES
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Entre las atribuciones principales otorgadas por la Ley Orgánica y Funcional de la Contraloría
General de la República (N° 276/94), cabe citar las siguientes:
a) realizar auditorias financieras, administrativas, operativas o de gestión de todas las reparticiones
públicas;
b) verificar los gastos e inversiones del presupuesto de los Poderes Legislativo y Judicial;
c) controlar desde su inicio todo proceso de licitación y concurso de precios de los organismos
sometidos a su control, etc.
BIBLIOGRAFIA
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INDICE
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Agradecimiento ………………………………………………………………………………..7
Nota del autor ……………………………………………………………………………….....9
Reflexiones……………………………………………………………………………………..11
Prólogo………………………………………………………………………………………....13
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Introducción………………………………………………………….…………………. 45
- Concepto de sistema político ............................................................................................45
- Origen del término “democracia” …………..................................................................46
- Su aplicación en la antigua Grecia, en la Edad Media y Edad Moderna ...........................46
- La democracia contemporánea o representativa: Evolución Histórica ......................47
- Los siglos XVIII y XIX ......................................................................................................47
- Algunos conceptos sobre la democracia .........................................................................48
- Principios esenciales del sistema democrático ................................................................48
1) Soberanía popular ............................................................................................................48
2) Pluralismo político ...........................................................................................................49
3) Predominio de la voluntad de la mayoría .........................................................................49
4) División del Poder ............................................................................................................50
5) Consenso fundamental o mínimo .....................................................................................51
6) Publicidad y libertades de pensamiento ...........................................................................51
7) Primacía del Derecho o imperio de la ley ........................................................................52
8) Vigencia de la libertad y respeto por los derechos humanos ...........................................52
- Concepto actual de la democracia: Un “estilo de vida”……………..............................53
¿Quiénes atentan contra la democracia? ..............................................................................54
- La educación popular como medio idóneo para perfeccionar la democracia...............55
- Formas semidirectas de la democracia :
Mecanismos modernos de participación política……………………………………….56
- Las principales instituciones …………............................................................................57
1) El “referéndum”: Remisión ................................... ..........................................................57
2) El Plebiscito. Concepto ....................................................................................................57
3) La iniciativa popular .........................................................................................................58
4) La destitución popular o “recall”. Concepto ....................................................................58
- Críticas a la democracia: Nietzsche y Rousseau .............................................................59
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- Introducción…………………………………...............................................................................159
- Los derechos procesales. Análisis del Art. 17 .........................................................................160
1) Presunción de Inocencia. ...........................................................................................................161
2) Juicio Público …….....................................................................................................................161
3) Juicio Previo. Ley Anterior. Tribunales Especiales. .................................................................163
4) Doble Enjuiciamiento o El Principio “NON BIS IN IDEM”. ...................................................165
5) Defensa en Juicio: Privada .........................................................................................................166
6) Defensa en Juicio: Pública .........................................................................................................166
7) El Principio de Imputación. .......................................................................................................167
8) Acceso Irrestricto a las Pruebas. .................................................................................................168
9) Legitimidad de las Pruebas. .......................................................................................................168
10) Acceso al Sumario. ..................................................................................................................169
11) Indemnización por error judicial. .............................................................................................170
El Derecho a no declarar contra sí mismo o sus familiares Más Cercanos. ....................................170
El derecho a la defensa en juicio es Inviolable. ............................................................................171
Introducción..........................................................................................................................................173
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- La Nacionalidad. Concepto……………………………………………......................................181
- Efectos de la nacionalidad ............................................................................................................181
- Sistemas para determinar la nacionalidad: “Ius sanguinis” y “Ius soli” ......................................182
- Legislación Nacional. ..................................................................................................................183
Otras formas de adquirir la nacionalidad paraguaya ......................................................................185
a) La nacionalidad honorífica ........................................................................................................185
b) La nacionalidad por naturalización .............................................................................................185
- Requisitos Constitucionales. ........................................................................................................186
- Pérdida de La Nacionalidad
Paraguaya. ..................................................................................186
- La Ciudadanía Concepto…………………………………...………………………………...…187
- Suspensión de la ciudadanía paraguaya. Causales .......................................................................188
- Criterio en otras legislaciones. ......................................................................................................189
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- Nociones Generales……………………………………………….............................................317
- Denominación del titular. La unipersonalidad del ejecutivo.......................................................318
- La Tradición Histórica En La Figura del Presidente. .................................................................318
- Requisitos para ser elegido Presidente o Vicepresidente. ...........................................................319
- Duración del mandato. Sistema paraguayo: cesación automática y la no reelegibilidad. ...…...320
- Forma y tiempo de la elección del Presidente y Vicepresidente……………….........................321
- Juramento. ..................................................................................................................................322
- Acefalia del Poder Ejecutivo. .....................................................................................................323
- Inhabilidades o Impedimentos para ser candidato a Presidente o Vicepresidente .....................324
- Inhabilidad del militar o caudillo que haya atentado contra la Constitución. …………………326
- Incompatibilidades del Presidente y Vicepresidente ………………….....................................326
- Las atribuciones del Presidente de la República:
……………….................................................327
- Clasificación…………………………..………………………………………………………..327
a)Atribuciones de carácter ejecutivo ...........................................................................................327
b)Atribuciones de carácter legislativo .........................................................................................329
c)Atribuciones de carácter judicial ..............................................................................................330
- Los Ministros del Poder Ejecutivo: Sistemas Parlamentario o Presidencialistas. ……... .....…330
- Requisitos para ser Ministro. Incompatibilidades e inmunidades.
Remisión…..........................331
- Atribuciones y Obligaciones
Principales. ...................................................................................331
- Responsabilidad. ........................................................................................................................33
2
- El Consejo de Ministros: Integración y atribuciones. ................................................................333
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BIBLIOGRAFÍA. ………………….........................................................................................................405
INDICE………………………………………………..…………………………………….……..……..409
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