You are on page 1of 1

A su dama

(Canto XVIII)
Giacomo Leopardi

Cara beldad que lejos


amor me inspiras o escondiendo el rostro,
a no ser que aparezcas,
sombra divina, en sueos,
o en el campo en que brille
bello el da o la risa de natura,
embelleciste acaso
el inocente siglo que ureo llaman,
o, leve, entre la gente
vuela tu alma, o bien la suerte avara
te oculta a nuestros ojos, no al futuro?
De contemplarte viva
ya esperanza no tengo,
a no ser que, desnudo y solitario,
por nueva va, en peregrina estancia
mi espritu te vea. Ya al comienzo
de mi jornada incierta y tenebrosa
te imagin viajera en este suelo
desierto. Ms no hay nada en este mundo
que se asemeje a ti, y si acaso alguna
te igualase en los actos, las palabras
y en el rostro, sera menos bella.
Entre tantos dolores
como a la vida humana marca el hado,
si existieras igual que yo te pienso
y alguien te amase, para l sera
la vida ms dichosa;
y veo claramente que, lo mismo
que en mi edad juvenil, virtud y gloria
me hara ansiar tu amor. Ahora el cielo
no da ningn consuelo a nuestras ansias,
ms la vida mortal sera a tu lado
igual a la de aquel que en gloria vive.
En los valles, que oyen,
del laborioso agricultor el canto,
sentado, me lamento
del juvenil error que me abandona,
y en las colinas, en que evoco y lloro
los perdidos deseos, la esperanza
perdida de mi vida, en ti pensando
a palpitar comienzo. Si pudiera
en el ttrico siglo, en este ambiente

nefando, conservar tu imagen pura!


Con ella sola me contentara.
Si una de las ideas
eternas eres tu, a la que de formas
sensibles no visti el saber eterno,
ni en caducos despojos
prueba las ansias de funrea vida,
o si otra tierra, en lo supremos giros,
entre mundos innmeros, te acoje,
y ms bella que el sol prxima estrella
te alumbra, y ms benigno ter aspiras,
de aqu donde es la vida infausta y breve,
de ignoto amante esta cancin recibe.

You might also like