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(SIGLOS lI-llI)
Esta segunda seccin abarca desde la mitad del siglo II hasta finales
del siglo III. Defensores de la fe se puede llamar a aquellos Padres y
escritores eclesisticos que, una vez pasado el tiempo ms cercano a
los Apstoles y a sus discpulos inmediatos, recogieron la antorcha de
la enseanza evanglica y la transmitieron a los grandes Padres de los
siglos IV y V. Se trata de una poca especialmente interesante, porque
estos hombres tuvieron que hacer frente a graves peligros, que
amenazabancada uno a su modola existencia misma de la Iglesia.
Un doble peligro, de carcter externo, est representado por el
rechazo del Evangelio por parte de los judos y por las cruentas
persecuciones de las autoridades civiles. Frente a las falsas
acusaciones de que eran objeto atesmo, ser enemigos del gnero
humano, y otras de ms baja ralea, los cristianos responden con el
ejemplo de su vida y la grandeza de su doctrina. Algunos de ellos, bien
preparados intelectualmente, toman la pluma y escriben extensas
apologasa veces dirigidas a los mismos emperadorescon la
finalidad de confutar esas acusaciones calumniosas. Brillan los
nombres de San Justino, de Atengoras, de Tefilo..., entre otros
muchos.
Otro peligroms insidioso, y mucho ms gravefue la aparicin de
herejas en el seno de la Iglesia. Se trata fundamentalmente de dos
errores: el gnosticismo y el montanismo. Mientras el primero es
partidario de un cristianismo adaptado al ambiente cultural-religioso
del momentoy, por tanto, vaciado de su contenido estrictamente
sobrenatural, los montanistas predicaban la renuncia total al mundo.
Las corrientes gnsticascon sus variadsimas ramificaciones y formas
de expresin, algunas quiz de races anteriores al Cristianismo
constituyen el primer intento sistemtico de dar una explicacin
racional de la fe, adaptndola a la cultura de su tiempo y acogiendo los