JUAN JOSE SAER
TIERRAS DE LA MEMORIA“Tierras de la memoria” pareciera ser la historia de un
recuerdo o, mejor, de una asociacién: “Cuando el fe-
rrocarril eruzé la calle Capurro, nos dice el narrador, le-
vanté un recuerdo de mi infancia. Pero como en ese
momento me hablo el Mandolién, el recuerdo se apagé.
Al rato senti la disconformidad de algo que no se habia
cumplido; y en seguida me di cuenta de que me tira-
ba del saco para que lo atendiera de nuevo, el re-
cuerdo infantil de la calle Capurro. Las agujas blancas
que habia visto ahora, eran distintas; y ya no estaba la
pequefia casilla de madera cubierta de enredaderas
donde vivia, como una familia de arafias, el negro guar-
daagujas con todos los suyos” (pp. 11-12). La asocia-
cién desencadenara una avalancha de recuerdos infantiles.
Sin embargo, la transcripcién del recuerdo esta lejos de
representar un flujo ciego, informe, y sin direccién. Para
Felisberto transcripcién supone siempre un orden y una
jerarquia. Esa ierarquia es indudablemente significante.
No es el azar, sino una légica profunda, lo que la funda-
menta, una légica que el sujeto mismo se construye
con el fin de intercalar, en la dimensién de una expe-
riencia més o menos inasible, una cierta coherencia. El
orden del recuerdo, dice Sartre, es el orden del coraz6n.
Las barreras levanten en el narrador el recuerdo de dos
maestras francesas, hermanas y huérfanas, y de la casa
en que vivian. “Aquella casa, dice el narrador, era de
doble fondo. El zaguan desembocaba en su primer patio.
309Siguiendo por un corredor se desembocaba en un segun-
do patio, que era el primer fondo y estaba rodeado por
otro corredor. Alli vivian muchas plantas calladas y cie-
gas; pero en verano, cuando se movian un poco, yo
las veia tantear el aire y me hacian sonreir. Desde aquel
segundo patio se veia el segundo fondo, que estaba lleno
de yuyos altos y arboles bajos’”. Es evidente que el re-
cuerdo de las hermanas francesas y de la casa en que
vivian es un recuerdo introductorio, el primer eslabén
de una cadena de asociaciones y que en los elementos
principales de ese recuerdo —la maestra gorda, la infan-
cia y los dos patios— estan ya presentes los elementos cen-
trales de la narracién entera, es decir la recitadora, el
despertar a Ja sexualidad y las tres puertas de la fiam-
breria europea en el suefio final. Parece evidente tam-
bién —o por lo menos facilmente reconocible— que la
descripcién de la casa de las dos maestras —los dos pa-
tios, los dos fondos, con la distincién precisa entre las
plantas calladas que sugieren un cierto orden y los yuyos
altos que evocan una regién menos visitada y mds con-
fusa— es una representacién metaférica del inconsciente.
El procedimiento es utilizado a menudo por Felisberto
—encontramos un maravilloso ejemplo en las paginas
29-30, a propésito de las relaciones del narrador con su
cuerpo— y consiste en lo siguiente: la metdfora excede
cuantitativamente el tamafio de una oracién o de un
miembro de oracién, y tiende a generalizarse, a alcanzar la
extension de un pdrrafo o de varios pérrafos, o incluso
de paginas enteras. Llamaré a esta clase de metdforas
metdforas narrativas. La descripcién de la casa doble
de las maestras francesas es entonces una metdfora na-
rrativa que traspone la yuxtaposicién de la conciencia y
del inconsciente tal como la imaginacién del narrador se
la representa. Pero lo que es menos evidente en el re-
cuerdo introductorio de las dos hermanas francesas y de
la casa en que viven, es a mi parecer su cardcter de
representacién metafdrica de la narracién entera y del pro-
cedimiento de que se vale Felisberto para constituir la
narracién. Los dos patios son las dos dimensiones del
310recuerdo que componen la narracién, la casa de las maes-
tras y el viaje a Mendoza, y asi como para pasar al segun-
do patio, separado por el primero por un tejido de
alambre, debemos atravesar previamente el primero, asi
también para llegar al recuerdo del viaje a Mendoza de-
bemos pasar, previamente, obligados por la ley de la
cadena asociativa, por el recuerdo de las dos hermanas
y de los dos patios. Por esta circunstancia curiosa, el
primer patio, al representar la primera dimensién del re-
cuerdo, y la primera fase de la narracién, se representa
también, y antes que nada, a si mismo. La distincién
entre los dos patios es perfectamente clara y todo el frag-
mento que se refiere a ellos un ejemplo sorprendente de
metdfora narrativa: no es por casualidad que el primer
patio es el dominio de Ja hermana mayor la cual es, res-
pecto del narrador, un objeto neutro desde el punto de
vista sexual, y el segundo patio el lugar en que la her-
mana menor, sobre la que a narrador concentra todas sus
fantasias, da clase a los muchachos sentados alrededor
de la mesa redonda. No es por casualidad porque, en
efecto, en el primer recuerdo, el narrador, si bien es ya
consciente, aunque de un modo vago, de su_sexualidad,
es solamente en el segundo, el viaje a Mendoza, donde
su conducta sexual comenzard a ser perfectamente defi-
nida, y en particular en el episodio del cuarto de batio
y del canasto de ropa sucia. No es por casualidad
tampoco que la pollera gris de la maestra, de la que sus
dedos eran el timico broche, reaparezca hacia el fin
de la narracién, después del viaje a Mendoza, como pre-
ludio al episodio en que el narrador mete la cabeza bajo
la pollera de su tia: es Gnicamente después de haber
pasado por el viaje a Mendoza, ubicado en Ia cronologia
alrededor de ocho afios mas tarde que la historia de las
dos maestras, es decir, después que sus méviles sexuales
han tenido acceso a la conciencia, que el narrador puede
retomar el incidente con su tia y comprender plena-
mente su sentido. Después de este episodio viene, por
decir asi, el desenlace: nueva superposicién de metdforas:
el gato al horno y la fiambrerla europea en la que ciertos
311clientes son, a veces, carneados y convertidos en fiam-
bre. Esta Ultima met4fora tiene una particularidad: esta
compuesta de elementos onfricos y de viejos recuerdos. Es
una metéfora constituida en parte por metdforas. No hay
ninguna duda, por otra parte, de que el gato al horno
representa al posible cliente de Ja fiambreria, es decir
al narrador, y que la fiambreria es la fiambrera, es de-
cir la recitadora. Un resumen de “Tierras de la memoria”
podria ser: “Es la historia de un adolescente que des-
cubre al mismo tiempo la atraccién y el peligro de la
sexualidad”.
Podria ser. Cuando se lee a Felisberto, la tentaci6én de
la interpretacién psicoanalitica es grande. A mi mado de
ver, la interpretacion psicoanalitica de la obra de Felis-
berto 0 en todo caso de “Tierras de la memoria”, depende
de un problema previo que es necesario elucidar, y que
consiste en preguntarnos si Felisberto ley a Freud, ya
que para llevar a cabo esa interpretacién debemos saber
antes si la enorme cantidad de elementos que en “Tierras
de la memoria” son pasibles de una elucidacién analitica
estén en la narracién como contenido latente 0 como
contenido manifiesto, es decir, si son el verdadero rostro,
desconocido para el narrador, de Ja narracién, o si por
el contrario, puestos de un modo deliberado por el autor
que es perfectamente consciente de su significacién, no
constituyen mds que un simple punto de partida.
dFelisberto leyé a Freud? *. Un parrafo en la pagina 63
de “Tierras de la memoria” pareceria aportar la prueba.
Paso a copiarlo: “A mi no me hubiera extrafiado que el
suefio me trajera una fiambreria después de lo que habia
ocurrido con la recitadora; yo ya sabia que a él le gustaba
componer sus locuras tomando algtin tema cercano. Pero
el hecho de que la fiambreria hubiera estado escondida
y yo la hubiera tenido que descubrir después de estat
despierto y de haber excavado el recuerdo, me produjo
escalofrio”. En este parrafo encontramos una afirmacion
y una metdfora que se encuentran, a su vez, en el “De-
lirio y les suefios de la Gradiva de Jensen” de Freud.
312La afirmacién de que al suefio le gusta componer sus
locuras tomando algiin tema cercano es, justamente, la
primera regla que Freud establece para Ja interpretacién
de los suefios, es decir, la regla consistente en tener en
cuenta que un suefio esta “directamente ligado a la ac-
tividad de la vispera”. La metdfora a que se refiere es
la de la excavacién: es sabido que en el trabajo que
acabo de citar Freud compara el inconsciente con una
ciudad enterrada, el trabajo del analista con el del ar-
queélogo, y el andlisis con una excavacién. La frase de
Felisberto es por otra parte inequivoca. La metdfora de
la excavacidén tiene exactamente el mismo sentido en que
la emplea Freud y a mi modo de ver es patente que el
escalofrio del narrador frente al hecho de tener que
excavar para sacar a la luz la fiambreria escondida se
debe a la verificacién, por la operacién del andlisis, de
la existencia del inconsciente. Por otra parte, en la pagina
50, la comparacién de la recitadora con las figuras de
un libro de historia antigua, recuerda la identificacién que
realiza Norbert Hanold, el protagonista de la “Gradiva”
de Jensen entre la estatuita de la virgen romana y lo
que Freud Ilama su objeto erético. A mi modo de ver,
que Felisberto ley6é a Freud es un hecho indudable.
Esta circunstancia nos obligaria a operar un cambio
radical en la consideracién de sus obras. Si el contenido
que suponemos latente es en realidad contenido manifies-
to, es decir, si ocupamos nuestros esfuerzos en deducir
un cierto sentido en las obras de Felisberto partiendo
del principio de que ese sentido aparece a pesar del
autor, que ese sentido es lisa y llanamente el inconsciente
que se cuela por entre los intersticios de Ja narracién
(el Ga parle lacaniano), corremos el riesgo de llegar, por
medio de un rodeo desmesurado, al punto del que Felis-
berto habfa partido y a querer ensefiarle lo que él sabfa,
desde el principio, mejor que nosotros. Yo creo que ya
es hora de que la candorosa ingenuidad que se atribuye
habitualmente a Felisberto Hernandez muestre de una
vez por todas que habia resultado ser mds nuestra que
suya.
313Si partimos de este nuevo punto de vista, advertire-
mos que el tema de “Tierras de la memoria” es la narra-
cién misma. En el estudio entrafiable aunque a menudo
erréneo que José Pedro Diaz dedica a Felisberto, podemos
leer: “Dije antes que su obra novelistica alcanzé tan sélo
a poco mas de un libro. Me referia a “Por los tiempos
de Clemente Colling” —el libro— y al principio de “El
caballo perdido” —el poco mds, Porque en esta obra
el decurso novelistico se interrumpe de pronto y no
vuelve a recobrar ya mds ni su condicién lineal ni nin-
guna otra estructura supeditada directamente a las nece-
sidades narrativas: a partir de un momento dado Hernandez
deja de dominar el tiempo o los tiempos de su narraci6n”
Esta opinién, que yo creo injustificada, se apoya en una
serie de prejuicios, el mds grave de los cuales consiste
en concebir supuestas necesidades narrativas anteriores
y exteriores a toda narracién, necesidades respecto de
las cuales la obra de Felisberto seria una continua trans-
gresién. Vale la pena recordar que Ja historia de Ja na-
tracién occidental es la historia de esas supuestas trans-
gresiones y que la narracién llamada clasica en la actua-
lidad no es més que una categoria arbitraria impuesta a pos-
teriori a una serie de narraciones —la summa balzaciana
o el realismo de Flaubert por ejemplo— que en su época
constituyeron violentas transgresiones respecto del clasi-
cismo imperante. Otro prejuicio es el de considerar el
decurso novelistico como una serie de acontecimientos
sometidos a leyes preconcebidas de ritmo y organizacién,
decurso en el que toda interrupcién és considerada
como una torpeza y en el que toda digresién ha de
ser forzosamente antinarrativa. La palabra decurso es in-
cluso una peticién de principio. Swpone que lo que ha de
ser problemdtico para la narracién, es decir el tiempo,
posee ya la caracterfstica de uma cierta linealidad. Diaz
pretende ignorar que toda organizacién narrativa depende
de una concepcién previa de la narracién, y de sus ele-
mentos centrales que son el tiempo y la conciencia. De
modo que si la narracién de Felisberto no es un decurso,
como ha de serlo una supuesta narracién cldsica, debemos
314buscar los motivos en su concepcién del tiempo y de
la conciencia. Para Felisberto, el tiempo lineal se borra
y la conciencia es sustituida por una subespecie, el in-
conciente, en relacién con la cual tiempo y conciencia
no son mas que ilusiones injustificadas. Al desaparecer
tiempo y conciencia, desaparece también la estructura cl4-
sica a la que tiempo y conciencia daban fundamento:
me estoy refiriendo a la narracién. Felisberto sustituye,
al decurso novelistico clasico basado en la identidad
inequivoca del tiempo y de la conciencia, el procedi-
miento suyo de la acumulacién de metdforas narrativas,
que pululan, con una diversidad inaudita, alrededor de
ese agujero negro que es el inconsciente. Y es justamente
para mostrar su negrura y su ambigiiedad que Felisberto
siembra “Tierras de la memoria” de las falsas pistas de la
simbologia psicoanalitica. Esta simbologia, en interaccién
continua con sus metdforas narrativas, dan la idea, no de
un inconsciente ordenado y finito, sino de una extensién
refractaria a toda estructura, sin forma y sin nombre; si
“Tierras de la memoria” tiene alguna forma precisa, esa
forma es comparable a la de un hormiguero, o a la de un
hervidero, m4s bien, de met4foras, destinado a suplantar
esa actividad imposible que viene a ser la narracién. “Ten-
go ganas de creer que empecé a conocer la vida a las nue-
ve de la mafiana en un vagén de ferrocarril”, dice la
primera frase del libro Tengo ganas de creer: Diaz se
equivoca otra vez, y grandemente, cuando pretende que
el viaje en compafifa del Mandolién, el viaje durante
el cual el narrador recuerda los episodios de Mendoza,
es el tiempo real de Ja narracién: “este libro, hecho todo
él con jirones de recuerdos, de tal modo que cada cosa
vivida aparece apenas como el cafiamazo donde apoyar
el dibujo de lo que antes se vivid”. El tiempo real de
“Tierras de la memoria” tiene una duracién no mayor que
la de un reldmpago: es en la pagina 51, en la que
Felisberto retoma Ja primera frase del libro de la si-
uiente manera: “Aquella noche en Mendoza yo reconocia
la realidad presente por su angustia. Pero si ahora tengo
ganas de decir que empecé a conocer Ja vida a las nueve
315de la mafiana en un vag6n de ferrocarril, es porque aquel
dia que salia de Montevideo, acompafiado por el Man-
dolién, no sélo volvi a reconocer esa angustia, sino que
me di cuenta de que la tendria conmigo para toda la
vida. Ella estaria en mi atin cuando yo pensara en las
cosas mas diversas’. El tiempo real de la narracién se
limita a ese ahora, que es el del acto de narrar: lo
dem4s es met4fora narrativa, metafora generalizada, di-
mensiones escalonadas al infinito en las que todos los co-
rredores se comunican. Del mismo modo que el pasonivel
del presente convencional envia a un pasado convencio-
nal, asi también advertimos, en la pagina 59, que una
edscara de banana de la infancia reenvia a otra similar
que se encuentra bajo el asiento del tren. La asociacién
va y viene: el pdrrafo es lo bastante ambiguo como para
no decidir si es la cdscara del recuerdo la que se asocia
con la cdscara del tren, o la cdscara del tren la que se
asocia con la del recuerdo. En ese tiempo abolido, el
método mismo destinado a desencadenar las operaciones
de Ja memoria, la asociacién, es puesto en tela de juicio.
A la luz de estas reflexiones, tal vez comprenderemos
mejor la tendencia de Felisberto a desintegrar el mundo
exterior. La percepcién organizada del espacio es una ac-
tividad temporal: sin temporalidad, no hay conjunto, y en
lugar de las operaciones sucesivas que constituyen un todo
hay una coexistencia simultdnea de las partes puestas en
un orden cualquiera que ha de ser de todos modos arbi-
trario 0 convencional.
Es inutil, por Jo tanto, buscar una estructura coherente
en “Tierras de la memoria” —quiero decir una estructura
en la que la idea de progresién o de cambio sean el
elemento dominante. “Tierras de la memoria” se nos pre-
senta como una serie yuxtapuesta de metdforas narrativas
que se engendran unas a otras y que constituyen frag-
mentos dispersos de representacién. Si tenemos la impre-
sién de que el narrador, como el de Proust, explora la
memoria, es porque nosotros mismos estamos condicionados
por el viejo prejuicio de que los procedimientos de Felis-
berto son comparables a los de Proust. Por otra parte,
316en la pagina 23 Felisberto nos da la clave de su proce-
dimiento: “Aquella tarde, dice, yo toqué primero la
“Serenata” de Schubert en un arreglo donde la Serenata
aparecia despedazada y uno reconocia los trozos tirados
al descuido entre yuyos y flores artificiales’”. No es dificil
reconocer en esos “yuyos y flores artificiales” la vegeta-
cién que crece en el doble patio de la metdfora narrativa
que nos introduce, al principio del libro, en el Ambito
del recuerdo. El texto entero de “Tierras de la memoria”
es como esa sonata despedazada y la jerarquia, el orden
cronolégico, todo lo que pueda considerarse como un prin-
cipio organizador, tiene poco o nada que ver con el tipo
de estructuracién lineal que estamos acostumbrados a
considerar como inherente a la obra narrativa.
Entre esos fragmentos, entre esos pedazos de sonata,
podemos distinguir algunos ntcleos principales o temas
que cristalizan en forma de grandes metdforas narrativas.
Todos tienen relacién con el viaje a Mendoza sin que sin
embargo Ja causalidad que los vincula sea siempre perfec-
tamente clara. Esas met4foras narrativas principales son
diez:
—El canasto de ropa en el bajo.
—E] piano.
—La recitadora.
—El cuerpo.
—El jefe de los boy scouts.
—tLa extraccién de la muela,
—La pollera.
—tLa cdscara de banana.
—Las tres puertas y la fiambreria.
—Los dos cuadernos.
Estos grandes nticleos narrativos (de los que he dejado
aparte, deliberadamente, el de las dos hermanas y su
doble casa) son por decir asi los fragmentos principales
de “Tierras de Ja memoria”. Cada uno de ellos representa,
a su modo, algiéin tema psicoanalftico cldsico, y lo re-
resenta de un modo muy evidente: por ejemplo, el jefe de
is boy scouts es sin duda una figura paterna; la prenda
femenina que el narrador saca del canasto- de ropa, una
Saysdirecta alusién fetichista; la extraccién de la muela y la
fiambreria se relacionan con la castracién, etc. Estos temas
aparecen, por otra parte, rodeados, envueltos por otros
subtemas, y son a su vez generadores de nuevos subtemas,
de nuevas metdforas que encajan unas en otras y que
no contienen, en su interior, sin embargo, como una caja
china, ningtin significado particular. Detenernos en el evi-
dente sentido psicoanalitico clasico que el texto presenta
a_ primera vista, seria caer en la trampa de concebir
“Tierras de la memoria” como un texto enfermo, un texto
del que la invencién creadora de Felisberto seria escasa-
mente responsable. Yo prefiero considerarlo como el pro-
ducto de una reflexién, y sobre todo, como el producto
de una reflexién sobre la posibilidad de narrar.
Esa reflexién se ve nitida en la larga metdfora de las
relaciones del narrador con la misica, que abarca casi cua-
tro paginas: “Recordaba, comienza diciendo el narrador,
cuanto habia estudiado la obra que ahora habia resultado
tan mal, sabia que a ninguno de mis condiscipulos le
hubiera costado tanto esfuerzo; que ellos eran despeja-
dos, menos bobos, y tenian m4s memoria”. Esta confesién
de falta de memoria es, dicho sea de paso, sorprendente,
si tenemos en cuenta el supuesto tema central, y el titulo
del libro. La primera parte de Ja metAfora describe el
proyecto apasionado de una tentativa creadora, la apro-
piacién del tema, el infierno y la delicia del artista en el
umbral de la creacién, los primeros tanteos de ejecucién.
Es a partir de ese momento que Felisberto establece una
clara distincién estructural: existe, en el interior de la
obra, “la melodia”, fAcil de seguir, de recomponer, es
decir el hilo narrativo lineal que no es més que la super-
ficie de la obra, y el resto. “Después de haber apren-
dido de memoria la melodia”, dice el narrador, “empe-
zaba a preocuparme por las regiones de Ja obra, a intentar
la penetracién de los laberintos donde el papel estaba enne-
grecido con el espeso ramaje enmarafiado de signos; al
principio pasaba la vista por encima de aquella selva
como si cruzara con un avin y tratara de reconocer la
flora de cada paraje; y después iniciaba la marcha a paso
318lento. Por cauteloso que fuera, siempre daba pasos
en falso; después de tropezar empezaba de nuevo pen-
sando entrar en otra forma y buscando la manera de
vadear los pasos dificiles. En esos momentos yo traba-
jaba en silencio, y esperaba encontrar algo sorprendente;
pero apenas podia comprender la intencién de los soni-
dos, pues tenia que estar continuamente alerta a la posi-
cién que ellos tuvieran en el mapa; no podia descifrar
los ruidos de aquella selva hasta después de algiin tiempo,
cuando estuviera familiarizado con su vida; pero me de-
sesperaba tener que detenerme demasiado en el mismo
lugar y hacia esfuerzos initiles, repetia los mismos mo-
vimientos muchas veces con empecinamiento ciego, ha-
cia contorsiones caprichosas y mis manos se volvian pe-
quefios atados de esfuerzos trabados y terminaban en una
inmovilidad tensa; sin embargo, el apasionado propésito
de seguir adelante me mantenia en esa tensién hasta que
iba apretando poco a poco los dedos, las manos, las
mufiecas, las espaldas, las piernas, y todo el cuerpo me
quedaba endurecido”. Es este frabalo encarnizado so-
bre una materia refractaria, casi estéril, lo que constituye
el fundamento de la creacién narrativa y no la melodia
facil, perceptible inmediatamente, que se deja leer en la
molicie y que da una idea errénea de la _estructuracién
de la obra. Es la elaboracién tortuosa de las grandes
metéforas narrativas lo que constituye el trabajo central
de Felisberto, y no la supuesta ilacién causal, asociativa,
la facil identificacién de una supuesta historia analitica,
no menos convencional y superficialmente coherente que
una historia de piratas, el verdadero principio de organi-
zacién que rige la materia profunda de “Tierras de la me-
moria”, Felisberto sabe que la memoria sirve menos para
recuperar el pasado que para enterrarlo todavia mds pro-
fundamente, que la memoria recuerda lo que le conviene,
no lo que la voluntad consciente del sujeto se _propone,
recordar: “Enfrente tenia la calva de un gordo donde
brillaba un pequefio reflejo” dice en la pagina 56;
“yo tenia fastidio, y queria mirar para otro lado; pero
como la posicién de mis ojos venia a quedar cémoda
319cuando tenia la mirada en el reflejo de aquella calva,
no tuve mds remedio que dejarla entrar en la memoria
junto con la melodia; y al final ocurria lo de siempre:
olvidaba las notas de la melodia —como si ésta hubiera
sido desplazada por la calya— y me quedaba en la me-
moria el placer de aquel instante apoyado tinicamente en
la calva”. La memoria, por lo tanto, Felisberto nos lo
dice (y varias veces), no es el método adecuado. Memoria
y melodia pueden resumirse en una sola palabra: tempora-
lidad. Pero ya vimos que en “Tierras de la memoria”
el tiempo real es el tiempo de un rel4mpago: “Pero si
ahora tengo ganas de decir que empecé a conocer la vida
a las nueve de Ja mafiana en un vagén de ferrocarril...”
como dice en la pagina 51. El tiempo real de “Tierras
de la memoria” es el acto de narrar, el ahora del narra-
dor que sabe que su gesto se inscribird fuera del tiempo,
lo que quiere decir, paradéjicamente, en un dominio que
es refractario a la narracién.
Concebida como una reflexién a partir del dato capital
de inconsciente, “Tierras de la memoria”, es, justamente
una impugnacion de los métodos tradicionales de la na-
rracién, apoyados en las nociones clasicas de tiempo y
de memoria. El viaje a Mendoza, el viaje al interior en
compafiia del Mandolién, la casa doble con las dos maes-
tras, la cdscara de banana, la extraccién de Ja muela,
el suefio de las tres puertas y la fiambreria europea coe-
xisten, fuera de una ilacién temporal como temas na-
rrativos que giran alrededor de un agujero negro, que
es el inconsciente, y de que el narrador sabe que orques-
tara a su manera la estructuracién de esos temas. La
eleccién deliberada de la simbologia psicoanalitica, lejos
de agotar el contenido del inconsciente, o de dar una
explicacién rigida de la neurosis posible del narrador,
eontribuiré, mas bien, poniendo en juego toda una serie
de dimensiones narrativas, a mostrar [a infinitud y la
irreducibilidad de la narracién a un esquema interpretativo
cualquiera.
320NOTA
1. Por “leer a Freud” debe entenderse algo mas que una simple lectura
de informacién. Se trata mas bien de la creencia por parte de Felis-
berto en la posible utilidad poética del pensamiento freudiano.
321DISCUSION DE LA PONENCIA
DE JUAN JOSE SAERDISCUSION
Simbolo y metdfora
ALAIN SICARD: Me parece muy interesante este pro-
blema que planteaste de saber si los simbolos en el
sentido psicoanalitico de la palabra son voluntarios en Fe-
lisberto Herndndez. Sin embargo que Felisberto haya leido
a Freud 0 no, no cambia mucho el problema, ya que los
simbolos surgen con la misma carga de inconsciente. Si la
lectura de Freud por Felisberto fuera demostrada tendria
su importancia en otro nivel, el de la elaboracién de un
método de escritura a partir de la existencia del incons-
ciente. Este método estaria caracterizado por cierto tipo
de atencién que equivale a una especie de “distraccién”
sistemAtica: cierto modo de provocar la “vacancia”, de
quedar disponible, de liberar al m4ximo el flujo de los
recuerdos. Se trata de un método muy consciente: la con-
ciencia en Felisberto se sittia, segtin me parece, en el
nivel de este método, que tiende a dejar al inconsciente
su juego mdximo, Esto se podria relacionar con el fun-
cionamiento de la metéfora, tal como lo analizé Claude
en su ponencia. En Felisberto la metdfora tiene un funcio-
namiento menos poético, en el sentido tradicional de la
palabra, que simbdlico en el sentido psicoanalitico. O sea:
la met4fora no adorna, sino que revela. En “Las Horten-
sias” hay un pasaje sobre los “presagios” que ilustra bien
todo todo.
JUAN JOSE SAER: Quiz4 mi definicién de la metd-
fora narrativa necesite ser completada. Estas metéforas
necesitan cierta extensién para no trasponer los objetos
325sino trasponer porciones més grandes de intuiciones, de
universo mental.
JAIME CONCHA: Hay muchas cosas que yo confieso
que no entendi. Sobre todo la relacién entre inconsciente
y memoria. El que creo el aspecto central de tu tesis,
que no sé si lo es realmente para ti, es que “Tierras de
la Memoria” no es una busqueda en el sentido prous-
tiano, sino mds bien una meditacién acerca de la escritu-
ra, Lo mds importante de lo que dijo Saer es que hay
que tratar de evitar la nocién de “recuerdo”, 0 sea la
referencia al pasado que supone la imagen, sino que es
la referencia prospectiva més bien la que supone la ima-
gen; la creacién de imagen funciona desde la prospeccién
que se dispara desde lo escrito. gNo sé si soy claro?
E] texto funcionarfa como un texto —intersubjetividad en
que sé encuentra un escritor que propone garabatos para
que funcione la prospeccién de imagenes ¢No és eso?
JUAN JOSE SAER: En definitiva no. Yo creo que
voy mas alla en la medida en que yo intento destacar
la presencia del inconsciente, Felisherto Hernandez se da
cuenta que es inutil buscar en la memoria porque lo
que cree recordar no serfa lo que realmente quiere re-
cordar. Es decir que nuestra memoria modifica nuestro
pasado. Entonces él organiza estos recuerdos sabiendo que
no son recuerdos, que pueden no ser recuerdos, y los
organiza mediante una coherencia...
Valoracidn critica de la memoria
SAUL YURKIEVICH: ...y luego el texto funciona
como un despertador de asociaciones errdticas.
JUAN JOSE SAER: Lo que quiero decir es que en el
momento en que él sabe que lo que cree recordar no
presenta ninguna garantia de autenticidad, de veracidad,
pasa entonces en primer término el acto de escribir. Por-
gue é] sabe que es el inconsciente el que est4 rigiendo
su creacion, y que es intitil que se ponga a buscar lo
que le paséd realmente en Mendoza, etc..., ya que el
inconsciente esta alli para interferir sus recuerdos y mo-
326dificarlos. La unica servidumbre que él tiene es el acto
de escribir. Por eso él no puede dar cancién a la memo-
ria. Creo que el texto se llama irénicamente “Tierras de
la memoria”: tierras donde fAcilmente uno puede perder-
sé, 0 aventurarse sin saber lo que podemos recordar...
Es decir que Felisberto Heandes no se engafia sobre lo
ue es la memoria.
SAUL YURKIEVICH: Es decir que en lugar de ele-
gir la neutralidad de Ja memoria, elige la neutralidad de
Ja narracién,
CLAUDE FELL: Exactamente. M4s de una vez dice
que quisiera recordar tal episodio, pero hay otros que
intervienen contra los cuales no puede nada, que no tienen
nada que ver con lo anterior y que se imponen.
JUAN JOSE SAER: Entonces él no apuesta sobre el
Tiempo, sobre la memoria, sino sobre la narracién. El
libro empieza por esta frase: “Tengo ganas de creer que
empecé a conocer la vida a las 9 de la mafiana en un
vagon de ferrocarril...” la misma expresién se repite en
la pagina 51. El tiempo real de la narracién es el mo-
mento en que el narrador esta escribiendo: “no sé si es
asi o no es asi; es porque tengo ganas de decirlo”.
FERNANDO MORENO: Sobre lo que tt decias de la
lectura eventual de Freud por Felisberto: me parece que
estas determinaciones son menos importantes que el de-
ee qué quiere significar esta nueva manera de es-
cribir...
JUAN JOSE SAER: Es justamente lo que quiero decir.
Y lo he repetido en varias oportunidades: el hecho de
que Felisberto haya leido a Freud invalida de algin modo
la interpretacién psicoanalitica.
SAUL YURKIEVICH: ...No es una determinacién se-
mantica...
FERNANDO MORENO: Otra cosa relacionada con el
problema de la fragmentacién al que se ha aludido. La
fragrnentacién se sabe que es una caracteristica esencial
de casi toda la narrativa contemporénea. A mi modo de
ver es motivada por la complejidad de la realidad y la
pérdida de confianza en la razén como modo de apre-
327hender el mundo. Sin embargo a pesar de dicha frag-
mentaridad hay en ciertas otras, incluso en algunas de Fe-
lisberto, un intento para establecer ciertos nexos, una or-
ganizacién que permita una superacién de esa fragmen-
tacién que al comienzo aparece como cadética, Para volver
a lo que ti decias, frente a esta fragmentacién de la
realidad que se traduce por una negacién de la memo-
ria, pienso que, en la medida en que es tan compleja,
no puede ser asida solamente por la perspectiva de re-
cuerdo sino que necesita de muchas otras. -
JUAN JOSE SAER: Estoy totalmente de acuerdo
con lo que dijiste de la fragmentacién en la novela con-
temporanea. Pero en Felisberto no lo encuentro de esta
manera. Por ejemplo, en Faulkner la fragmentacién no sig-
nifica una abolicién de la temporalidad sino una explora-
cién del tiempo. La fragmentacién obedece a un tipo
de concepcién temporal, Aqui no. En Faulkner nunca apa-
rece el narrador.
JEAN: Mientras estaba escuchando lo que decias de la
memoria, yo pensaba en el texto de Felisberto “la expli-
cacion falsa de mis cuentos”. Es extrafio: si se hace el
experimento de cambiar “planta” o la palabra “cuento”
por la palabra “memoria” en este texto, calza justamente
con lo que vos decis.
Validez de la aproximacién psicoanalitica al texto
MARIO: En primer lugar: el problema de privilegiar
el espacio de la narracién con relacién a la memoria,
parece interesante —le encuentro incluso relacién con
Macedonio: el espacio-memoria, el espacio de lo irreal cabe
en un solo recuerdo— estoy citando de memoria, Me pa-
rece que hay algo de comin en eso, aparte de otras re-
laciones que ha sefialado la critica. Lo que no entiendo
bien es cieito punto de partida que vos destacds, es un
modo de predeterminar en uma lectura ideolégica (en es-
te caso la de Freud) ciertas imposiciones que son conse-
cuentes en la narracién. Es decir vos transformds a partir
328de esta premisa la escritura sumamente consciente a par-
tir de la toma de conciencia del campo de lo inconsciente.
En segundo lugar: Jansen no habia leido a Freud
(incluso después de conocerlo lo rechaza). Ahora bien:
esto no le quita el cardcter de mundo de exploracién
del inconsciente a la “Gradiva” y a lo que sigue escri-
biendo y a lo que Freud sigue conociendo. Vos, enton-
ces, por un lado privilegids un cardcter demasiado vo-
luntario en este relato, y decis una cosa que me parece
grave, “lo que quiero demostrar es que no hay expli-
cacién psicoanalitiea posible...”
SAER: No, no...
MARIO: Esto quisiera aclarar: en el caso de que él
haya leido a Freud, o no, de todas maneras la critica
psicoanalitica de la “Gradiva” hecha por Freud es enri-
quecedora del andlisis literario. Antes bien, y sobre todo
es entiquecedora del psicoanilisis.
SAER: Exactamente.
MARIO: Asi que lo que me preocupa es no invalidar
una aproximacién critica a la obra literaria que provenga
del psicoandlisis, en la medida en que ésta pueda aportar
ciertos datos que permitan una comprensién mds acabada
de la obra. Por ejemplo Borges ha leido a Freud y a
Jung. Esto no me impide hacer una aproximacién psicoana-
litica no a Borges sino al relato que escribe, que es lo
que hace Blas Matamoros. Ya sé que no es lo que vos
pretendés, esto es lo que me asusta: que a partir de
alli pueda salir una pretensién. Es decir el hecho de
conocer o no todo este tipo de mecanismos ni invalida
una produccién que puede ser mds o menos consciente
o inconsciente, ni invalida todo el otro cuento. El! he-
cho de que hayas leido a Freud no invalida que se pueda
analizar tus suefos.
SAER: Por supuesto... Sin embargo no se pueden
comparar las obras pre-freudianas con las obras post-freu-
dianas, por una razon muy simple: el eseritor que escri-
be después de Freud, y que conoce a Freud, escribe
ya alerta y consciente de una serie de tépicos del psicoa-
329nalisis que de algan modo modifican todo su sistema de
simbolizacién.
Por otra parte, creo traer un ejemplo de la literatura
cldsica: Suetonio cuenta, en “la vida de los Césares” que
César sofiéd antes de una batalla que se acostaba con su
madre. Los adivinos interpretaron que su madre era la
Reptblica romana y que él iba a ser emperador. Eviden-
temente aqui hay un contenido latente que pertenece se-
gin Freud al inconsciente de la humanidad, que aparece
en forma de contenido manifiesto de modo brutal, y que
un tipo mediante su sistema de referencias completamente
distinto convierte otra vez en contenido latente pero en
otro sistema de representacién, y lo analiza, y dice que
la madre representa la Patria romana, etc... Con esto
pasa un poco lo mismo. Es decir que para Jansen el
contenido latente no esta manifiesto...
MARIO: EI contenido latente nunca est4 manifiesto.
JUAN JOSE SAER: Quiero decir que con Felisberto
se corre el riesgo de creer que cuando a un tipo le sacan
una mitela (el episodio de la muela aparece inmediata-
mente después de la descripcién del jefe de los Boys-
couts que es una figura paterna y ademas del dentista),
en la simbologia clasica esto significaria la castracién.
MARIO GOLOBOFF: Pero por qué te detienes ahi?
JUAN JOSE SAER: No me detengo. Estoy totalmente
de acuerdo con tus objeciones. ..
De la aplicacién del método psicoanalitico al texto
NICASIO PERERA: Me permitfs hacer una interrup-
cién? No sé si voy a causar sorpresa o pasar por un
idiota, pero el jefe de los Boyscouts que arrancé la muela
es un personaje real...
JUAN JOSE SAER: ;Pero esto no importa!
NICASIO PERERA: Déjame terminar lo que quiero
decir: jcontra lo que me quiero manifestar es que si hay
un sefior que le sacé una muela, y si él se acuerda
de ese episodio de su vide, se le dé wn contenido como
330que no le sacé la muela sino que la castré!... ¢A dénde va-
mos a parar?...
MARIO GOLOBOFF: “A dénde vamos a parar’ di-
jeron los dentistas.
JUAN JOSE SAER: Nacho, no digas esto. Vos sabés
muy bien que queda el problema de saber por qué cuenta
este episodio, por qué elige estos recuerdos.
MARIO GOLOBOFF: Si: gpor qué los elige?P...
JUAN JOSE SAER: Es el inconsciente el que los elige.
JASON: Sus recuerdos se eligen a si mismos.
JUAN JOSE SAER: Claro. Y Felisberto sabe que no
puede controlarlos.
RAUL SILVA CACERES: Esto parece contradecir lo
que decias antes...
JUAN JOSE SAER: Felisberto y Borges ambos han leido
a Freud, pero Borges no instrumentaliza en sus relatos
los datos que sacé de la lectura de Freud. Ahi est4 la
diferencia. Felisberto dice claramente en “Ja explicacién
falsa de mis cuentos” que “tiene que pelear con la con-
ciencia para rechazar los extranjeros que ella le reco-
mienda”.
ALAIN SICARD: Para resumir y aclarar el debate:
ti, Raul, encuentras una coniradiccién entre el hecho de
que Felisberto tenga un métedo de escritura basado en la
existencia del inconsciente, y esta existencia del incons-
ciente. Para mi no hay tal contradiccién. Por una parte
su lectura de Freud no invalida de ninguna manera una
critica psicoanalitica, y por otra parte, esta lectura de
Freud puede perfectamente enriquecer su método de es-
critor.
JUAN JOSE SAER: Y ademas el ejemplo de Felisberto
prueba que todo el psicoandlisis moderno ha sido superado,
con respecto a Freud: lee creadoramente a Freud porque
pone en relacién una simbologia que para Freud es apa-
rentemente universal y la pone en relacién con su propia
experiencia individual.
ALAIN SICARD: EI episodio de la muela, fuera de
la implicacién inconsciente, no tendria ninguna clase de
interés, y asi muchos episodios recordados por Felisberto.
331El espacio narrativo: Felisberto Herndndez y Robe-Grillet
RAUL SILVA CACERES: Volviendo al asunto inicial:
la manera como se presenta Ja narracién es la tipica ma-
nera en la cual el narrador ha perdido la confianza en
el conocimiento discursivo tradicional, retomando lo que
has dicho anteriormente, y lo representa o como puede
o como se Je impone a niveles que él no puede con-
trolar, De alli la tesis de agregacién de sectores de la
realidad que estén especializados, y que no est4n vivi-
dos a través de un proceso, Ja memoria, que le permita
por ejemplo abrirse a un proceso puramente existencial,
como seria en el caso de la imposicién de un realismo
de la conciencia pura, en el sentido sartriano de la
situacién.
CLAUDE FELL: Esto se puede aclarar con una ci-
ta. Se nota una especie de coincidencia y al mismo tiempo
de separacién con Proust que —cito de memoria— dice
que el escritor tiene que usar de la metdfora para sus-
traer los recuerdos a la contingencia del tiempo. Felisber-
to en “El Taxi” (“la filosofia del gangster”) dice que
“la metéfora tiene la ventaja de la sintesis del tiempo”
—que es un poco lo que dice Proust— y afiade: ...“y de
la provocacién de los recuerdos”.
JUAN JOSE SAER: Para terminar quisiera hacer algu-
nas reflexiones. Una cosa —que no tiene que ver con lo
precedente— pero que vengo pensando desde hace mu-
cho tiempo. Y es que hay un escritor que se parece
mucho a Felisberto, y es Robe-Grillet. Misma obsesién
por los maniquies, mismos procedimientos narrativos —esto
que Felisberto llama “Temas generadores”— es decir que
la narracién va a ser generada por los mismos t6picos
narrativos. Existe en Robe Crillet, que tiene en su ateing
periodo una tendencia a utilizar temas fijos, estereotipa-
dos. En fin, en ambos est4 la primacia de lo visual como
método de narracién —la famosa “école du regard”.
RAUL SILVA CACERES: Yo creo que hay con res-
pecto a esta escuela “du regard” una pequefia confusién.
Desde hace mucho tiempo se vienen haciendo ciertas
332aseveraciones histéricamente improcedentes con respecto
a la narrativa latinoamericana de los tltimos cincuenta
afios, por asi decirlo, en relacién con la pretendida “es-
cuela objetiva” de R. Grillet. No hay ninguna posibilidad
de encontrar en Latinoamérica actitud parecida por una
razon sencilla: el narrador de Robe-Grillet intenta la pre-
sentacién de un mundo que no es el de los narradores
latinoamericanos, Adem4s en el caso de R. Grillet se
trata de una disolucién completa del narrador, de su
desaparicién detras de una mirada. En el caso de Felis-
berto, no hay desaparicién sino simple disimulacién del
narrador: esta escondido, esté atemorizado histéricamente,
lo que hay en Felisberto entre otras cosas es un temor
histérico, En cambio en el caso de R. Grillet la evolucién
de la sociedad ha permitido una disolucién del narrador
a un nivel que no ha alcanzado jamds la sociedad latinoa-
mericana, porque los desarrollos histéricos son distintos.
En Felisberto, hay una proyeccién humanista a través de
las metdforas que utiliza, se apropia de los objetos pero
estos objetos estan humanizados. En el caso de R. Grillet,
hay en cambio una deshumanizacién de los objetos
a partir de un punto de vista que es aquél del lente a
través del cual se est4 mirando...
JUAN JOSE SAER: Las técnicas narrativas tienen un
punto comin...
RAUL SILVA CACERES: Si, pero la actitud es distin-
ta. Pongamos el ejemplo de “la casa nueva”. El narra-
dor est4 con su amigo en un café y haciendo signos ta-
quigréficos frente a él, porque no quiere mostrarle una
situacién personal o tiene necesidad de esconderse de
una situacién personal que le afecta, es decir el desempleo,
el dolor, la angustia, etc... Es completamente opuesto al
estilo objetivo, y por cierto, lo que quiere es “descansar
de los ojos”, es decir esconderse, desaparecerse histori-
camente, si ti quieres, es decir que no es capaz de
asumir histéricamente su presencia en una sociedad de-
terminada o en un momento histérico determinado, el
Uruguay de sus afios. La escritura misma es una escri-
tura que, al hacerse, nos plantea un mundo que esta siem-
333pre fuera de la realidad. Hay una proyeccién de tipo
idealista, humanista, en la cual el narrador esta disuelto,
ero no desaparece,
NICASIO PERERA: Lo que dice Raul coincide ple-
namente con los andlisis sociolégicos que se han hecho
en el Uruguay de este periodo, con lo que algtn eritico
ha Hamado “la generacién traicionada”, es decir la genera-
cién que gira en torno del golpe de estado del 38, la
primera crisis institucional del Uruguay en el siglo XX. La
actitud que se ha observado en todos los representantes
de esta generacién es esta especie de negacién a asumir
la realidad social. Ahora: yo creo que la coincidencia
con R. Grillet esta en plano estrictamente téenico, narra-
tivo, en la preminencia del ojo...
JUAN JOSE SAER: Yo pienso que los criterios histéri-
cos son muy importantes en literatura. Pero no pienso
que Ja distincién que vos hacés, la realidad europea y la
realidad del Rio de la Plata sea tan tajante. Tenemos
todos el recuerdo de toda una literatura en Latinoamérica,
y mas particularmente en el Rio de Ja Plata, que partici-
pa de los tépicos de Ja literatura contemporanea. Est4
Borges, esti Macedonio, esté Onetti...
MARIO GOLOBOFF: No solamente participa en estos
tépicos, sino que muchas veces los convierte en modelos...
JUAN JOSE SAER: Claro, No creo en la presunta
desaparicién del narrador en el nuevo roman sino todo
lo contrario. Si no di, hace un rato, e! ejemplo del nuevo
roman hablando de la fragmentacién es porque en el
nuevo roman la presencia del narrador —no en el sentido
del narrador de la historia— sino de! narrador profesional
esta mds presente que nunca. Otra chiecién del Jenguaje
que te hago, Raul: Felisberto “humanista” e “idealista”.
No creo que estas palabras sean sindénimos... hasta me
parece que se oponen.
La actitud del narrador
RAUL SILVA CACERES: “idea
ideolégico. Pero volviendo al now
ismo” en el sentido
raan, no hay duda
334que puede haber coincidencias formales, pero el narra-
dor en el caso de R. Grillet es un narrador casi minera-
légico o mineral si quieres, un narrador escondido cuya
proyeccién es una proyeccién muy intensa. Pero el hablan-
te que enconiramos en R. Grillet es impersonal, mientras
que en Felisberto el hablante es intensamente personal...
Ahi esté la diferencia.
CLAUDE FELL: No entiendo por qué hablas de
“narrador escondido”. Yo hablaria mds bien, en el caso
de Felisberto, de “narrador abierto, acogedor”. No esté
escondido. Recibe unas cuantas cosas de las cuales no
estaban previstas, pero no est4 escondido. Es un receptor,
un narrador disponible. Por otra parte hay en Felisberto
Hernandez una especie de “parti-pris des choses” parecido
al que se encuentra en R. Corillet. Pero se trata final-
mente de un “parti-pris’ muy diferente. El “parti-pris”
de Felisberto esta menos en el nivel de la mirada que
en el nivel del “corazén” por decirlo asi. Me Nama
la atencién Ja sentimentalidad, la sensibleria que entra
en este “parti-pris de las cosas”. En “El vestido blan-
co” hay una mujer entre las dos hojas de la ven-
tana, y Felisberto dice que “hiere” el mundo con su
presencia. —la presencia del hombre entre Jas cosas es un
ataque— y constantemente se dan en Felisberto los con-
ceptos de dolor o de placer. Me dirds que esto también
se da en R. Grillet. Sf, pero transformando a través de
nociones como el sadismo etc., nociones excluidas en el
caso de Felisberto. ;
JUAN JOS SAER: No lo creo. En “las hortensias”
por ejemplo hay una carga de sadismo. i
MARIO GGLOBOFF: Totalmente de acuerdo.
Mas,
Oy
Oy