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BIBLIOTECA FILOSOFICA DIRICIDA PoR ADOLFO MUNOZ ALONSO Catedréticc de Ja Universidad de Valencia 16 De la misma Coleccién: Omas pe M. F. Sciacca HISTORIA DE LA FILOSOFtA LA FILOSOFIA, HOY DIOS Y LA RELIGION EN LA FILOSOFIA ACTUAL LA HORA DE CRISTO EL PENSAMIENTO FILCSOFICO DE ROSMINI SAN AGUSTIN PASCAL, EL PROBL?MA DE LA EDUCACION IGLESIA Y MUNDO MODERNO LAS CIENCIAS DE LA NATURALEZA Y DEL ESP{RITU por E. Gaasst y Ti. von Umaxiut EL PROBLEMA FILOSOFICO or ZoAQuiN InaRTE, S. I. AUTOBIOGRAFIA. ESPIRITUAL por N, Bexpiazy EXISTENCIALISMO or PIETRO PRINt MAS ALLA DEL EXISTENCIALISMO or IsMaEL Quits, S. J. MICHELE FEDERICO SCIACCA Catedvsico tule de FAovota tortion tn la Universidad de Céaove EL HOMBRE, ESTE DESEQUILIBRADO —_—_ DUIS MIRACLE, Eprrorn - BARCELONA Ponte Primera LA CONDICION HUMANA Y SU ESTRUCTURA 1. El existir como experiencia del ser. —Solamente el hom- bre, en el orden natural, 26 sujeto espiritual, porque solamente el hombre esté dotado de inteligencia, raz6a y voluntad, Por otra parte, no existe iateigencie, raz6n ai voluntad sin una norma, una ley > un principio objetivo, que es, en cuanto tal, objeto (1) de la propia imeligencia. La actividad espiritual exi- ge, por consiguieate, un sujefo inteligente y un objeto intelec- tivo. Por lo tanto: a) el hombre es un sujcio’ que comprende, razona y quiere, y en cuanto tal es existerte; b) pcr ello es sujeto espiritual; ¢) conforme un principio objetivo comprendido y libremente aceptado por é1 mismo; d) segin dicho principio, I tiene Ia capacidad de omocer y de realizar acciones morales. Luego, el problema del hembre o del sujeto inteligente es preju- dicial: si el hombre no fuese tal, si fuese una ilusi6n 0 una cosa entre las cosas de la naturaleza, un animal 0 una planta, muy pronto acabaria el discurso; més ata, ni hacia falta inieiarlo. De aqui que a nosotros incumie la obligaci6n de explicar y justificar ante todo al hombre y no s6lo coma dato bioligico, sino también como persona: es decir, demostrar que él er en cuanto individuo y en cuanto persona, no siendo, por Jo tanto, ilusién 0 ensuefio ‘© un conjunto de impresiones psicoligicas que se suceden ya con (Cuando el término enbjetor se emplea con sentido tSenico, in- dica lo inteligible oidea : los entes reales son los sujeos. 24 MICHELE FEDERICO SCIACCA orden y continuidad, ya sin orden ni continuidad sin que nada perdure: relimpago fugaz y huidizo, El planteo de la existenzia del hombre y de la realidad de las cosas no es de abora; por ello nosotros debenos partir de las posiciones més radicalmente cri- ticas, exigentes y negativas. Los seres (lo que lamamos realidad), y el hombre entre ellos, son un conjunto de impresiones: ¢! mundo es un mundo de imé- ‘genes que se suceden y se despliegan o se yuxtaponen y se sobre- ponen; o la inacabable representacién de un espectéculo variado y al mismo tiempo monétono, Impresionss o representaciones, ide quién y para quién? De la conciencia, que a su vez es un Conjunto de impresiones y de representaciones. Peto si la con- ciencia es también, en su esencis, un conjunto de impresiones, por eso mismo deja de ser conciencia, es decir, una actividad impresionable; si también el sujet es representacién, la represen- tacién es Ia misma cosa, pues ella es para més hondo y desde dentro, la. posicién que todo lo reduce a representacién se revela, més allé de su contradictoriedad, como afirmacién del ser, De Ja misma manera Ia airmacién de que todo es impresién silo tiene sentido si se cexcluye que lo sea el sujeto consciente, es decir, el sujeto de todas las impresiones, Por otra parte, tampoco ¢ pura impresion todo Jo que el sujeto conoce. HL HOMERE, ESTE DESEQUILIBEADO 25 Esto significe que el ser y los seres no pueden reducirse a pura experiencia, a un complejo o a un conjunto de experiencias subjetivas. Las dos posiciones refutadas quieren llegar precisa- mente a esta coxclusi6n: el ser (y Ios seres) es el conjunto de las experiencias, es decir, de has impresiones sensbles 0 de las repre- sentaciones meniales; 0, como se ha dicho también, 12 realidad es el conjunto dz chechos» de experiencia y el hombre es el con- junto de sus «a:ciones», Esto equivale al inento de disolver e! ser en lo fenoménico, en el mero experimentar. Lo verdadero S ¢s precisamente lo contrario: Ia experiencia (hechos, impresiones, acciones, etc.) fresupore 2 implica el ser, y no habsia experien- cia (y hasta el propio coxce} experiencia serfa 1a00i sible) si no existiera el ser/El ser es lo que «resiste» a la expe- riencia y, en el caso del fnte-homare, es el ego que, sujeto de todas las experncias, reste a la experiencia de Ia vida. Deciz que el hombre es sus experietties (impresiotes, to: das las experietcias y todo en su; experiencias, es decir cosas contradictoriss: no podria ser sus experiencias si no fuese en ‘cuanto ser de todas las experiencias posibles, ‘Con esto creemos haber evidenciado el error de alguras posiciones filcsciicas (y de todas las que les son serejantes), ¢s decir: Ja presunci6n de que sea posible Ia experiencia sin el ser y que tal experiencia no lo es del ser, asi como Ia conclusién de que el ser es ¢! problema limite de la experiencia misma; es decir, lo que ella no pued= captat, En esto radica e Hamada concepto critico de la expe- riencia (lockiano-humianc-kantiano!, que constituye a I: experien- cia en limite del conceimiento racional y, por Jo tento, de Ia metafisica. Pero este concepto del ser. Afirmar que algo es, es afirmar el ser: «yo soy> implica la afirmacién «el ser ess. El discurso sobre la experiencia es discurso sobre el ser © de I contrario no tiere ningiin sentido, porque inicialmente ‘hace inexplicable la experiencia, Pero ademds se ha de observar qu: la critica de la experien- cia ataca principalmente el econcepto» del ser. Precisamente ataca el «concepto>, no Ia cides> del ser ni el ser objetivo. Hablar det concepto del ser no es hablar del ser, es poner el ser en el limite, como an més alld, como un contenido por conocer. En efecto, el empirismo Jo transforma en un quid inaferrable més alld de Ja experiencia, que es experiencia de seres (de y es interior al mismo. Objeto que no se capta en el limite, més allé de la experiencia, ni en le forma de concepto, porque hay experiencia de lo : cl ser en universal no es algo juzgado 0 que pueda ser juzgado, sino el principio de inteligibilidad (el primer momento del acto de pensar) con que se juzga una casa, con que se forruulan los conceptos de los entes reales; no es un «. Si asi fuera, no cabria dis- curso alguno, ni eritico ni dogmético, porque sobre la nada ro hay problema ni soluci6r (adems, incluso la misma nada es con- cebibe en cuanto se presupone el sex). Desde el principio exisie el existir de mi ser (como el de todos los seres). Si Ia existencia (toda existencia) no fuera més que posibilidad, nada seria, porque el existente (ningin existente) no puede derse por mismo la existencia, excepto Dios Si yo (y todos los hombres) soy uta posibllidad inicial, o permanezco siempre er el orden de Io posi- ble sia nada de existencia ome doy una existencia y entonces soy Dios o, mejor dicho, me vuelvo Dies. El existencialismo, que ha derruido el mito funesto de la divi- nizacién del hombre, dice lo contrario: yo me doy la ssencia que quiero y tantas esencias efimeras; luego no soy nada y soy para la nada, Nétese obmo las formulas «la existencia es la esencias © Ia otra ela esencia es la existencia pueden significar lo Abso- luto o la Nada. En efecto, s6lo en lo Absoluto esencia y exis tencia se identifican: el Absoluto (0 Dios) es el Existerte o el Set. Para cualquier otro existente que no sea Dios, la identificacién entrafa la redvccién a la nada, En efecto, decir que la esencia del hombre es su existencia (0 su existit), es reducir la esencia al existir y, porlo tanto, negar la esencia y, con ella, Ia existencia, reducendo consiguientemente a cero 0 a nada al existente, Pero decir que el hombre es Dios (con e! idealismo inmanentista) 0 que es nada (con el existencialismo, que es la diliime encamacion del idealismo, si bien, por cizrtos aspectos, es su liquidacion) es afr ‘mar la misma cosa, puesto que es zfirmar lo que no es el hombre, es negarlo, En cambio, lz situacién existencial es «reveladora» de ‘mi ser en la intuicién del ser universal y no «disoiventes del mis- mo. No es el ser el que queda absorbido y comprometido en el ‘existente, sino que es el existente el que esti camo axido, sujet BL MOMARE, ESTE DESEQUILIBEADO 2 y anclado en el ser, que Ib compromete; sf, Ib compromete desde Ja raiz y hasta al fin, porque no puede existir fuera dal ser, que lo penetra y ermbebe. Precisamente Ia critica de lz experiencia y de la existencia (ccritiva» significa reduce a experiencia sensible (de las cosas} como si el pensa- miento no fuers experiencia de un «objeto» propio. y considera posicin , promunciamiento sobre &f Ser. Evidentsrpeite ve trata de un ciscurso cof tid of Ae expone, sf narta, Ye re- fe otro, nd dice de su ser: asiste como espec- - etd con mu totalided dentro del discurso: hay una adhe- ia tal entre su palabra y su ser, Js palabra suya es tan «subs iosa> que es todo su discurso, y su discurso es su «verbo» y, por lo tanto, at testimonio de si ante sf mismo, Es la caridad que el hombre debe a si mismo, el mor por el propio ser: ama al hombre que es y es el hombre que ama, O la insiancia exis- tencial es instancia ontolégica o Ia existencia se oculia en 10 fenoménico y en ‘a desctipci6n de si misma, Liegados a este pun- to se advierte la necesidad de recomenzar el discurso con otro enfoque y con se:iedad. El 30 soy 2s, en efecto. presencia de si mismo como un qui que ¢s y se manifiesta: su presencia es presencia de ser. En la constante presencia de si :n s{ mismo, recobra constantemente su ser: es en este momento, como ha sido en txdos los momentos pasados, como seri en Ios futuros, mientras s diga a si mismo Ja palabra de su ser y de su 2 Siempre debe pronunciar esta palabra: si no habla a si mis- mo, se calla; no se muestra, aun ctando se ethibe, se oculta a si mismo en el slencio de si. No basta con existir, ¢s necesario que esté siempre presente en su existir con todo su ser. De otra ‘manera se muestra sin mostrarse; ie torna una apariencia sin significado. El existente est4 llamado a introducir dentro de su existir todo su sex, a substantivar todos los actos y todos los mo- mentos de su exisencia: a presentarse tal cual es. Es le sinceridad de ser uno mismo, el no desmentirse mintiéndose; es decir , siempre. En al estar presente a sf mismo, el yo se advierte somo un qui que es, pero que es un ser, no I ser. Si se considera el ser (y s6lo puede cansiderarse tal por una fabificacién de la con- ciencia de lo que es), se abcolutiza, Con este acto pierde el autén- 3 34 MICHELE FEDERICO SCIACCA tico sentido de su ser: se vuelve distinto, ajeno a sf mismo; no se muestra, no dice quien ¢s, antes muestra se: Io que n> es, Es una mixtficaciOn, Al perder el sentido de su ser, pierde con él el de su finitud, seca les fuentes, extirpa las raices de que surgi6 y ror las cuales existe. Se obscurece el problema de su proveniencia y se hace principio y fin de si mismo. Cesa la instancia onio- Togica de los dos supremos interrogantes que el existente hace recaer en su existir: ;d2 donde vengo? ,adénde voy? Se colcca a si mismo como origen y fin de si mismo; y todo enmudece fren- te a la ignorancia de lo que es verdaderamente, Es la conciencia de lo singular 1a que le da el conscimiento de su verdadero exis- tir como ente particular, que es también experiencia de epresen- ciass objetivas; In que 'o enfrenta con el problema de su origen y de su destino, En esta concrets ontologia el existente se capta y se sabe. 2. Individuo, sujeto, yo, persona. — El individus es un ente real, sudsistense: uno, indivisible, incomunicable y qu> posee todo Jo que se requiere para subsistir (1). Si es ente subsistente es substancia y, por lo tanto, una esencia que subsiste (porque subs- tancia es el acto por el cual subsiste una esencia), y si es substan- cia ¢s uno e indivisible, puesto que son propias de la substancia Ja unidad y Ie indivisibilidad; es incomunicable en su individua- lidad y posee en sf la subsistencia misma, es decir, el acto por el cual subsiste. Por consiguiente, cada falta al individuo para ser ‘este 0 aquel individuo, él posee todo lo que corresponde a su naturaleza, ni més ni menos; y no puede ser (ai tenet) ni més ni menos. Segin esta definicién, todo ente orginico es individuo. Pero el individuo todavia no es sujeto: todo sujeto es también (La huela de Rosmini es evidente en ette punto y en otros det presente tratado, dela misma manera que, en otras partes, lo es 1a de Aguain o Bloniel, Platén o Pascal, Gentile o Bergson, et. Cuando no sea estritamente ecesario, se omilizin las cits, ya por ser evidentes Ins coincidenciat, ya porque algunos conceptes fundamentales fueron reelaborados do manera tal y en forma del todo personal que, en justi- ia, lt responsabilidad recat sobre quien excribe. YL HOMBRE, ESTE DISEQUILIBEADO 35 individuo, pero no todo individuo es sujeto. Sujeto es un indivi- duo senciente, es decir, ur individue que coniiene en sf un «prin- cipio activo», que tiene en s{ la raa6n de la propia subsistencia, s decir, que es «causa de sf mismo en el orden de la natura- Jeza, aunque no sea «principio» de si mismo, Por consiguiente, se puede decir que un ente finito, en cuanto tiene tolo lo que ‘compere a su ser, es «lo que es absclutamente>, pero no es abso- luto: sélo el Ser infinito o Dios es absoluto. Por lo tanto, el hom- bre no s6lo es individuo, sino también sujeto, es decir, individuo senciente en el sentido antetiormente indicado. Pero el sujet> comprendido asi no es atin el sujeto humano, que no s6lo siente, sino también tizne la inteligencia 0 la intui- cidn de la verdad primera, o del sex como idea. ¥ ademés tiene tambiéa razéa y voluntad y las demés facultades de actividad que constituyen aquella uaidad que Hamamos esptrine. Por con- siguiente, el sujeto humano es un sujeto, principio conjunto de animaldad y de espiritu, es decir, es un animal espiritual. En cuanto sencieate es capaz de sentir y de semirse (sensaciones y sentimientos); en cuanto inteligencia es intuizi6n de In verdad; en cuanto raz6n es capaciiad de unir lo servido con Io intuido; en cuanto voluniad es capacidad de accién conforme a la norma intuida, Por Jo tanto, el sujeto humano es unidad svbstancial: uunidad del sentir en el sertimiento fundamental; unidad del pen- samien‘o en Ja inteligencit de la verdad y en el comocimiento racional; unidad de la voluntad, es decir, adhesion de todas las aceiones a la norma: y unidad del espirita, que es unidad del sentimiento, del pensamiento y de ‘a voluntad, cada uno de los cuales expresa tna forma del ser, por lo gre todos convergen hacia al Ser, Valor absoluto, que es principio y fin de todos los valores, Por Jo tanto, e! hombre, e1 cuanto ser que eatiende ef ‘orden de Ja verdad, que es el orden de la vida espiritual, no es s6lo «un portadcr de valores», sino 61 mismo es intrinsscamente 1un valor, Nétese por Jo pronto que, sin a intuici6n fundamental del ser como Idea, el sujeio human no sabria, no advertiria la identidad substarcial de su ser: ea la intuicién del ser ideal esté 36 MICHELE FEDERICO SCIACCA implicita la de los principios de identidad y de no contradiccién, ‘en cuanto el ser es idéntico a sf mismoe incontradictorio. Cuando el sujeto humano adquiete conciencia de que el enle que siemte, entiende, razona y quiere es el mismo, idéntico y éni cente y que el acto que percibe la actividad espiritual es una acti- vidad idéntica a ésta, entonces é| se advierte como yo, que 2s recisamente la conciencia que el sujeto tiene de sf mismo, El 1a es el yo «de un sujeto pronunciado por otro sujeto>. El yo «5, por consiguiente, Ia conciencia de si en cuanto ente activo, que es el que habla, que anuncia a si mismo, qus-tiene conciencia de si mismo. No existiria el yo, es decir, sujeto homano adquiere de si mismo, sis versal, El auto-conocimiento, como todo Onecimiente;“implica la intuicién del ser. Como mejor veremos més adelante, la auto- conciencia es zetualidad primordial que la reflexi6n wuelve expli- cita, més que potencialicad actuaca por la forma objetiva del ser. El sujeto espiritual como tal es persona: la perscna es «yo>, ‘porque es persona para si misma y loes para los dems, a quienes ella debe reconocer comp personas ante ellas mismas y ellos reco- nocerla persona ante si misma; sélo de ests manera el «ti» es el ‘yo de un sujet pronunciado por otro sujeto. Persona es un «indi- Viduo> (y, por ello, substancia o acto por el cual subsiste una esencia) que es también sujeto (es decir, individuo que sien:e) intelectivo (0 sujeto dotedo de inteligencia de la verdad o del sex), que ademas tiene razén y voluntad, siendo por tanto «sujeto humano> (principio de la animalided y del espiritu), que tiene conciencia y conocimieato de sf, por lo que también es «yoo. Por ello la persona humana es «lente més elevado, mas noble y mis completo no slo ce todes los individuos, sino de to¢os ios sujetos: persona significat idquod perfectissimum in tota na- tura scilicet subsistens in rationale natura Ganto Tomas, S. T.1, XXIX, 3). Ex efecto, la persona es principio activo independien- te, por cuanto ningtin principio se le sobrepone en el individuo subcrdinéndol; més bien todo otro principio depende de ella y subsiste por el vinculo que tiene con ella. Es la autonomis 0 BL HOMBRE, ESTE DESEQUILIBFADO 37 independencia inherente a la persona, Toda la actividad del su- jeto humano tiende a formarla: el sijeto humano, por su propia naturaleza_y por poseer todo lo requerido para el logro de ese fin, esti amadc a constitiirse en persona, a realizar li persona en el individuo, subordingndolo todo a tal fir, dado que no hay nada en el orden de las realidades naturales que exija la subor- dinacién de la persona. El hombre descubre en si y por si mismo que su fin es el de constituirse en pe'sona, pero también descubre que él en cuanto persona esté orieatado a vn fin superior, que sobrepasa Ja persona mistea de quien es Ta plenitud absoluta, Es més, e| dinamismo de sus actividades, que tiende a le realizacion de la persona, es urgido 7 guiado desde el comienzo por el fin supremo que el hombre no puede akanzar si no se hace persona. ‘pero que trasciende la formacién de su persona y es st cumpli- miento querido y fina. Negar uno de los elementos enunerados y que constituyen Ia persona humana es negar ‘a persona misma y con elle al hombre. Por lo que acabamos de decir, ro reconocen Ja petsona las si- guientes doctrines: a) las que niegan Ia substancia 9 la subsis- tencia del individuo; 5) lis que identifican las persomas con el individio; c) las que niegin el sujeto inteligente, capar de ver- dad; d) las que niegan la existencia de la Tateligencia absoluta yy trascendente, ror Ia cual existe todo Io que existe y que es fun- damento de Ia persona, d:l orden de la verdad y del bien, del orden de los valores en general. Rosmini eseribe en su Légica: nada existe que nc sea per- sona 0 que no pertenezea a persona, En efeclo: exister los suje~ tos humanos queson perscnas; existen, en cucnto sentidos, cosas, individuos y sujetos que no son personas; pero ninguao de los fentes que existen en la mturaleza es mas eevado que la per- sona; luego silo existen personas y otros ertes sentidos por la persona y que, or ser de orden inferior a ella, le pertenecen; por lo tanto, todo lo que no es persona pertznece a la persona, que debe usar de ello rectamente, Y usar rictamente significa: no violar el orden del ente de que se hace so, sino reconocer 38 MICHE:E FEDERICO SCIACCA y respetar el orden, aun en el uso, Por consiguiente, Ia «perte- nencia> no es s6lo posesi6n, sino también , HL HOMBRE, ESTE DESEQUILIBEADO 39 acaso porque los hombres, por un misterio inexplicable, en opo- sicién a su naturaleza superior sueln ser mis eindivicuos» que alumbradas ya por la inteligencia del ser, brindan a la parte enimal el aporte de sutileza y refinamiento que le son pro- ios. De tal manera lo subjetivo prevalece spbre lo objetivo, el individuo sobre Ia persora, vencida y trabada por Iz . Puede acontecer y acontece todo lo contrario: el instinto sensitivo modifica el vital. el instinto humano el sensitivo, la vo- Tuntad el hurrano. En tal :aso, la via animal forma con la espi- ritual una unidad, indivicuo y persona consituyen um ente ar- ménico. De lo dicho se deduce: aj la via animal—instintiva no es por si misma personal, es decir, no es nuestra persona aunque est4 vnida a ella; ahora bien, si la vila animal es modi- ficada por la espiritual, ella también entra a formar parte de nuestra personalidad; 5) pero ni siquiera en ese caso (es decir, cuando nos postsionamos de «nuestra naturileza» y Ia conver- timos en «natureleza nuesira>) se identifica con nuestra persona, aunque las modificaciones sean nuestras, personales; «) cuando Jos tres instintos obran aisladamente, por su mecanismo interior, sus actos son solaments naturales y no personales; d) cuando 40 MICHELE FEDERICO SCIACCA obran subordinando a ellos Ia vida espiritual, sus actos son nues- tros pero contrarios a Ja persona, constructives del individuo en contra de la persona, actos de un hombre contraria a lo hu: ‘mano y que tiende a la negacién dz su humanidad, qve, sin em: argo, no es negada en su esencis, pues el hombre puede des- conocer su orden pero no destruirlo; ¢) en cambio, cuando la raz6n conoce en Ja luz de la verdad y la voluntad acts conforme a la norma (que es la misma luz de la inteligeacia) y, por lo tanto, libremente, la vida animel-instintiva se subordina a la espiritual, cl individuo a la persone, que nuestros actos persondles y nor- males estructuren sobre el individu. Entonces el hombre es ani- mal espiritual, es decir, ermonia de instintos y de espiritu, en el ‘cual los instintcs siguen su orden intrinseco y las actividades es- pirituzles las normas que les son propias, sin subordinaci6n de {os instintos al espiritu ni viceversa (ni el cuerpo debe ser esclavo del espiritu ni el espiritu del cuerpe), sino con plena convergencia ordenada de las energias vitales y de las espirituales. De lo dicho resulta cue la diferencia entre individuo y per- sona no es de destuidar, aum siendo el hombre unién indivisible de individuo y persona, Todos los principio: activos constituyea €l sujeto hombre, pero Ios vitales, sensitivos y humanos consti- tuyen su naturaleza de individuo, ‘os espirituales su persona (1). (También pertencee al hombre en cuanto individuo todo lo que ces en st adquisicon mecéniza del amtiente familiar, nacioml, social en que vive, al’ cual se adapla por perem, por comodidad 0 por otro fin Utilitario, sin intervencién ersonal y que sirve para favorccer Ia satis- faccién de sus necesidades viteles, Sin duda algana pertenecen al indi- viduo y roa la persona muctas cosas que son para los hombres muy importantes: una coca es eregistrox del cuerpo, otro el del espirity, ‘aunque ninguno de los dos debe ser causurado ,'archivade: no se pone ena clecci6a, ino su unidad corcrela y viviente. Coniidérese ade- Mis. que el hombre nace individuo (nstinto vitl, sensitive y humano Y aun espontines adapiaciéa biol6gica), pero no nace persona, no en el Sentido de que el recien nacido sea un animal y 20 ua ser Eumano, sino fen el de que él es persona intata per> no en acto, por ser él capaz ce Actos naturales nas no todavia de acts personales, aun postyendo todas os principios. para cumplirios. Por consiguiente, el hombre escribe por si'mismo desde la primera hasta la cltima silai su propia partida ¢e nacimiento en cuanto persona. EL HOMBRE, ESTE DESEQUILIBAADO aL De esto resulta en consecuencia: a) que el solo perfeccionamiento de los principios vitales y sensitivos es perfeccionamiento de la naturaleza del individuo, sero no ds la persona; 5) que se des- arrolla, se recliza y se perfecciona desarrollindose, realizandose y perfecciondndose como espiritu, aunque no haya posibilidad de perieccionamiento integral de! hombre sin el del individuo, que contribuye a1 de la persona y forma con ella un: unidad; ¢) sin embargo, no siempre el perieccionamiento del individuo Jo es de la perscna, pues puede ser s6lo del individu, sin dafiar Ja persona o daftindola y estorbando su desarollo: muchas cosas, perfeccionan 2l individvo (satisfaciéndolo en sus instintos vital, sensitivo y humano), pero de ninguna manera mejorar la persona. En el caso de que el perfeccionamiento afecie sélo el individuo cn perjuicio de la persona (0, sin llegar a tenty, indiferente a ella ‘© con descuido de la misma), entonces se ta perfeccionado el animal en el hombre y se ha ofendido el espiritu: hay una natu- raleza de individuo sin pe‘sona, ya a0 hay hombre: hay un indi~ viduo que tiraniza y oprine la persona, es decir, un set viviente que ha renunciado a diferenciarse de los animales. Recayitulando: la persona esié 2n el individuo y m se actis sin él, Fero no es s6lo individuo, es de un crden superior, Desde el punto de vista ‘moral podemos decir, por ejemplo, que el ixdividuo e:téa con- forme los princizios del actuar subjetivo, es decir, conforme sus instintos, el vital el sensitivo y el humano, mientras fa persona se comporta conforme el actuar objetivo, es decir, conforme la norma librement: aceptada, ‘S6l> cuando la inteligencia o Ia intuicién del ser er la forma que les es propiz, es decir, Ia del ser moral, jluminan y guian la voluntad y Ia libertad, hay actuar objetivo (moralidad), Sélo en este actuar existe y consiste la moralidad de la percona, que se desarrolla y se constituye conforme a aquél, siendo su principio yy fuente la luz de la inteligencia, hacia la cual est& ordenada la voluntad, a caye plenitud la conduce Ia liberad; en este sentido, Ia persona moral est constitufda por Ia inteiigencia moral, dife- rencidndose, por lo tanto, del individuo que existe ea el prin- 42 MICHELE FEDERICO SCIACCA cipio del actuar subjetivo. Por ello el individuo n0 es la persona en el hombre: el hombre es una existencia de valor, valor es el indivicuo y valor es la persona, pero el valor del hombre en el hombre es precisamente el de la persona, y el del individuo s6lo ‘en cuanto sus actos formen parte integrante de la persona. Cuan- do los instintos vital, sensitivo y humeno triunfan de la voluntad y de bi raz6n y obscurecen en ellas la luz de la inteiigencia, el hombre actiia como individuo, es cecir, segin el principio subje- tivo sofisticado por Ia raz6n sofistica y esti constituido por la razén ética, Una sola es la inteligencia moral, va que la norma a que ella obedece es una sola; 1a razén ética es méltiple, ya que varios son los méviles del actuar subjetivo, que—como posibi- lidades — pueden decirse infinitos; por lo mismo, ninguno d= ellos puede establecer una comunién de personas (que se realiza, al contrario, a través de la tnica norma objetiva). El actuar sub- jetivo es norma de un individuo o de un grupo de individuos, ea el aislamiento que caracteriza el egoismo, individual 0 colective. Una moral del hombre integral (individuo y persona) tiene el deber de tomar al hombre en esta integralidad (co el de «anulary el individuo a fin de convertitlo en puro espiritu, 0 la persona para convertirla en un puro sujeto que siente; en uno y otro cas> €s un no-hombre y, por lo tanto, una abstraccién); ademés, ella debe indagar de qué manera armcnizan en la vnidad del sujet humano el individuo y Ia persona, la raz6n ética y la inteligencia moral, de modo que una no estorbe el desarrollo de la otra y que Ja primera se irserte en la norma de la segunda a fin de realizar ese ecuilibrio total, convergencia y sintesis de todos los equili- brios parciales. El vinculo entre moralidad y persona 2s estrechi- simo: no hay moralidad sino en un individuo dotado de intel gencia y voluntad; pero la inteligencia y la volantad en el indi- viduo constituyen la persona; entonces la moralidad del individu esti en relaci6n directa con la adhesin a le norma y ésta es su persona actual. La inmoralidad es Ja ofensa que el individuo hace a su persona y a las ajenas. Podemos decir que la persona es el individuo mis la libertad, 0 més biea, el individuo a las FL HOMERE, ESTE DESEQUILIBRADO 43 Srdenes de Ia libertad en su propio ejercicio ée adecuacién de la volunted a la Iur de la inteligencia o a la norma que convierte fen moral la voluntad misma: qui focit veritatem venit ad lucem, ‘como dice San Pablo, Podemos decir que la persona se desarrolla en Ia medida en que se hace auténoma del individuo, dando a ‘este témino el valor de naturaleza» o el de parte de un todo que es la especie, Esta autonomia 10 significa rechaza del indi- vviduo, sino, al contrario, s1 aceptacion y, dirfa, toma de posesion del mismo, de manera tal que le individualidad se vuelve cada vez més individualidad «personal 7 cada vez menos dato» na- tural — individual pero no personal— del individuo como parte de una especie. 4, La atestecién com:reta del existente.— Las dstinciones que acabamos de hacer, recesarias para evitar confusiones peli ‘grosas de conceptos, no ceben hacernos olvifar Ja concretez. vi: viente de Io existente, que, antes de penetrir en su estructura ontoldgica, tratamos de captar en e sensus cue pose de si mis- mo, er la vivida espontanzidad de su existir unitario y concreto. El existente se siente espiritu y cuerpo, «estes espiritu en ceste> cuerpo, Es una atestacién. Es sentirse a si mismo, pero al mismo tiempo es sentir tambiéa otras presencias: ur mundo de existen- tes, de cosas y de vivienes, El existente ocapa su lugar de vi viente en un mendo de vivientes; inserta sa vida en la vida. Asi ‘como 0 pone en duda st presencia, tampoco duda de la de los demés seres. Dirige al mundo que Ip rodea una mirada confiada: él existe, existen los demis. Su presencia es una presencia que acepta. Va hack todos Ios seres 2 p&tho descubierto, no solo quiere decir que existe, sino también quién es y comprobar no sélo que los demas existen, sino saber también quiénes son y qué son: desea establecer una comunicacién. Por lo cual é] «tiendes hhacia si y hacia los demés; «tender» que es precisamerte , concentracién de atenciSn, voluntad de conocer, penetrat, entrar dentro. El existente es esa tersién, es la eintencidn» de conocerse y de co- nocer, es decir, empeffar todas las posibilidades de sa entendi- miento y Ia potencia de su voluntad para penetrarse y penetrar Conocerse y conocer es llevar todo si mismo dentro del esfuerzo cognositivo, es el intencisnerse hacia si y hacia los demas pare entrar deatro de si y dentro de los demas, Hay una natural y recta intencién de concentrat todo nuestro yo en nosotros y en Jos demas. No es curiosidad, es ura revelacién de nuestra natu- raleza de espiritus: si el existente en ; la intentio a prenderse (to- marse-captarse) lo lleva a y a erecogerse> (intus- legere) que es también sentir, «tocar» con la mente Ia integridad de su existir. No se trata de erepresentarse>, de objetivarse en un concepto 0 en una categoria, sito de «presentarse» a Ta inte- ligencia y de presenciar con la totalidad de si mismo, El esfuerzo de entenderme (tendere-n-me) es esfuerzo de «intdlleger-me> (legere-intus-mej; de poseerme con la mente en Ta conereta ple- nitud de mi propio ser, y esto no 2s objetivaciéa, sino intuicién de mi singular existir. En breve, el existente se esfuerza por cap tarse enteramente en un acto de inteligencia, en el cual él sea el ser que es; pide a la inteligencia Ia inteligencia de su ser vi viente y no el abstracto concepto del hombre a la razén; pide la inteligencia de su vida, no su exangite represertacién. HL HOMBRE, ESTE DESEQUILIBEADO 45 En concreto, el existente posee esta conciencia, en concreto ‘se condce como ser que ¢s, siente, piensa, quiere. Es la primera datestacién que presenta y que se presenta. Ella lo compromete terriblemente: se trata de su ser y de todo su ser. No es una atestacién cualquiera de ana cosa cualquiers. No teslimoniarse es Ia ruptura con el ser, la infidelidad originaria, Ia falsificacion radical de si y de todo: al existente se vuelve un dexonocido, nadie; un disfraz que todo disfraza El desconocimiento de si es la pérdida de la natural intentio: el existente 10 se dive y no dice, no se lee y no ‘ee: se toma analfateto de st vida y de Ja vida, insipiens; no save 10 que dice de st y de los demés, En la raiz, de toca negecién del Ser se halla la origimria negacién de s mismo, del exisente; y kk carencia de este reconocimi mario es la causa de todo desconocimiento poster de no llegar a un determinado conocimients, camino del saber; ni de cerrarse a una volition, sino de matar el propio querer: no es un obstéculs, es un sbturador. Por todo Jo dicho el existente esié lamado por su ser genuino, sincero, ¢ vivir Sempre en la concretez de su concreta y auténtica existen- Su vida integral es ante todo caridad de sf hacia st, acto de amor que le ataiie directa e intensamente. Lz conciencia que, en conereto, posee de si como ser cue siente, conoce y quiere, que es espiritu y cuerpo, dete encamerla en todos sus particulares sentimientos, canocimientos y volisiones, sila atestacion de si debe ser palabre de verdad y no la falsia de si mismo. No puede olvida- su propio espiritu en la excitucién corporal, comp tampoco olvidar el cuerpo en Ia cesapegads indiferencia de un enfoque mental: es sujeto humana, no animal ni razin impersonal, Esté Mamaéo a ser hombre y no a incayacitar una parte de-su ser. El deber del hombze es vivir tal cual es y no relormarse =ietafisica- ‘mente, No le es permitito pensar en abstracto, como si no po- seyera sentidos ai voluntad: ni sentir como s le hubiesen negado pensamiento y 7oluntad, ni querer como si no le perteneciesen los sentidos y hos pensamientos. El hombre posee el poder de sentir todo e! universo muterial y espiritual; de captar su cuerpo 46 MICHELE FEDERICO SCIACCA como sumergido en Ia luz de su espiritu y su espiritu como ali- mentado por su carne, regedo por su sangre e inervado por él ido vibratil de sus nervios. El existente est en el mundo para vivir con la totalidad de si mismo, no para atstraer de si una parte de sf mismo, Viator, debe levar consigo a través de st viaje entero todo su ser y n0 substituirlo por un mentido sem- Dlante. Siempre deberd ser 1 quien, en todas las estaciones, su- bind, dajaré, se detendré, reemprenderé el camino; é1 en su inte- gtidaé y no otto, el otro que seria su Idcido y frfo cerebro o sa cuerpo opaco o sa voluntad no slumbrada por la iateligencie. Siempre deberd llevar su se:, entero en todos los actes, a fin de dar testimonio de él ante si mismo y ante lbs demés: adgnosce, christiane, digritatem tuan (8. Lebn Magno, Sermén 1, In nati- vitate Domini, 3). Der testimonio de si es profesar el propio ser y-al mism> tiempo confesar las veces que no se lo ha hecho: es asumir la res- ponsabilidad de si. La confesién es siempre penosa: requiere esfuerzo, superacién: es un acto de valor, una conquista. Resulta ‘més ficil rehuirse que comprenderse y confesarse. Todo ente ¢s ‘su set, pero es nevesario recobrar el ser en todo momento, en el acto de ser. Nala es acaso mds dificil para e! hombre que el vivir siempre con la plena conciencia de ser hombre, 1 radica en si mismo y es comnatural a s{ mismo en la real unidad de su existir; sin embargo, jpor cudntes puertas puede escaparse de si mismo! El vaior de confesar esta culpa y el chermoso riesgo> de profe- sarse hombre es precisamente recobrarse. En efecto, ¢s una pro- fesi6n que acarrea renurcias y peigros. Cuanto més lleva cor- sigo, en todos sus actos, su humanidad profunda, mayor y més tenaz es la resistencia que levanta y menor la eutilidad> que logra de tal profesi6n, Las ganancias que le da el atestiguarse a sf mis- mo Te cuesta la pérdida de las eventajas> que surgirian de la re- uncia parcial o total de su ser. Estas renuncias se realizan: no hay hombre que n0 consume esta traicién, pequefia o grande, ccien veces en un dia; y, ror tanto, cien veces en un dia debe cor~ fesar al hombre que es, que no ha sido un Lombre. Cuando des- IL HOMBRE, ESTE DESEQUILIBEADO a7 aparece la necesdad de esta confesion, cuando no se advierte ¢! dolor de Ia culpa, ante el silencio de la conciencia ¢e si mismo, la eprofesion» de hombre degrada en vids 5. La perscna humasa como valor y reslizaciGn integral de valores. —De lo dicho resulta que el hombre (y Ia existencia) es un valor; por consiguiente, el ecto humana es existencial cuan- do expresa y realiza lo bamano del hombre y, por Ic tanto, su valor de hombre; en caso contrariv es ajeno a él, inexistencial En este punto s¢ nos plentea un problema: el valor que es ¢! hombre y los valores que expresa, se extiendden cuanto se ex- tiende su existencia finita, de manera que su actuacién a través de ella lo realiza y por decirlo asi lo encisrm més y mas en su finitud; 0 por el contratio-son ellos (y el hombre en su estructure ontolégica) las presencias que, aua cuando cl hombre quiere com- primir la persona en el infividuo y encerrarse en lo fin:to, actéan jimplacablemente como miquinas perforadoras sobre las murallas de lo finito y de Jo temporal? El primer cuerno del dilema puede expresarse también en estos términes: {1a cabal unidad y Ia fina- lidad Gitima de la vida es la vida misma, de manera que Ia Ila- mada «trascendencia» no es sino una relacién suprena, inma- nente (y del todo inmanente) en la realidad humana? © més adn hay una trascendencia irente 2 bt existencia, pero que no se puede definir de ninguns manera, ni siguiera anal6gicamente, porque se nos escapa y, escapands, hace fracasar todo nuestro intento, por lo que Ia trascendencia no es sino un limite indefi nido, que la exitencia pone a si misma? Si se contesta afirmati- 48 MICHELE FEDERICO SCIACCA vameate, se acepta en tiltima instancia Jo finito y la temporalidad del hombre y de los valores, aun cuando se siga habkndo meta- foricamente 0 en sentido recto (y en este caso contradictoriamente) de Ia inmortaldad del hombre, ce «trascendenciar, de «eterni- dad» y de cabsolutezs ¢e los valores. Se nos ruede objetar que la exstencia es como es y no cabe hacer nada, sino aceptarla y asumirla, Nosotros pensamos lo mismo: asumir la existencia tal ‘cual es, pero asumirla entera, genuina y auténticamente. Por Jo tanto, el problema se plantea de la siguiente manera: © Ia existencia (y el hombre) es la nada de valor» y todo valor es cla nada de valor» y todo discurrir concluye vencido por una afirmacién arbitraria y pasional, que, si bien puede ser un estaco de inimo, en ningén caso es un problema filos6fico; 0 Ia exis- tencia (y el hombre) tiene un valor y hay valores, y entonces es propio de la naturaleza del valor (del bien, de Ia persona, de la libertad, etc.) tender a su realizaciin absoluea, espirat al méximo de actuacién, Iograr el cabal cumplimiento, Por 10 tanto, la cues- tién se puede precisar atin més en estos términos: ;¢1 hombre y los valores que él encarna y expresa se realizan cabal y abs>- Tutamenie en Io finito insuperable de la existencia hist6rica, o su realizacion plena y cabal (y no solamente como exigencia) se halla en el Valor absoluto y trascendente, de que se originan y hacia el cual tenden, fin que los atrae y los impulsa en su dina- mismo y desarrollo? Por otra parte, también Jos fildsofos de la existencia finita admiten, aunque no sea més que como intento estéril de , la aspiracién del hombre a traspasar el y a salir de todas las «situaciones», Y de nuevo entonces: © hay «la nada de valor» y el solo o lo que se prefizra. La imerioridad o la experiencia visida lo son de valo- res objetivos, 0 se reducen a estadas de 4nimo subjetivos, sobre los cuales no se puede construit una ontologia ni una filosofia de la persona humana o de la existencia, Planteemos les mismas cuestiones desde iro punto de vista: La condicién normal éel hombre ‘es decir, su adecuacion a la norma que ordena toda forma de su actividad espiritval) es la finitud y la adeceacién a Io finito y temporal, o més bien es ten- der a Ia plena reslizacién de si en Is normalidad absoluta y taria de su ser tctal, por lo que precisamente ¢l logro de tal fina- lidad Jo leva y szuza a sobrepasar Io finito y lo temporal? En el primer caso Ia normaliéad se adecua al nivel de lo empirico y no habria nada que obje:ar si no ialldramos en el hombre una presencia de valores que trascienden Io finito y lo temparal. Aho- ra bien, si esta presencia (como deostraremes en seguida) es la condicion del hombre, canstreftino a la finitud es violentarlo, ‘es asignarle un dsstino que no cordice con tal condicién, es del hombre como individuo; la perso- nalidad ¢s el <éesarrollos del hombre como persona, aun siendo innegable que ja a.en la de la otra y fa intervenciOn de Ta actividad spiritual, cue los acepta 0 los modifica 0 Ios asume transforménéolos en tal actividad. La vida instintiva (el instinto vial, sensitivo y humaro en abstracto) puede naturalmente desarrollarse ror si sola y constituir Ia indi- vidualidad de un hombre sin que ello forme su personalidad, a menos que intervenga Ia actividad espiritual. En lo concreto n> es ast: la inteligencia, 1a razén y la voluntad modifican nuestra vida iastintiva con su intervencién. Pero a fin de no imaginamos un hombre irreal y ficticio, unilateral y abstracto, es necesaria tener presente: a) no toda nuestra vida instintiva es modificada por Ia intervencién del espititu; 5) Ia modiicacién paede acon tecer 2n dos sentidos: 1°, Ia vide instintiva prevalece sobre la spiritual (el individuo sobre la persona) y entonces esta tltima se subordina a la primera. Pero la modifica resultand> ella tam- ign modificada: Ja instintiva pierde su espentaneidad inmediata ys por otra parte, ella y las leyes que la gobiernan se vuelve cor~ tenido y fin de la vida espititual. En otros términos, Ja vide ins- tintive se sirve de Ia ayuda y del concurs> de las actividades superiores (y étas, lisonjeadas, Ia sirven décilmente) para satis- EL HOMBRE, ESTE DESEQUILIRADO 83 facer con mayor destreza, sutilezs y finez: sus propias necesi- dades: el instizto se vuelve egoismo, Los actos instirlivos ya no son naturales sino personales (de ahf su personalidad), forman la personalidad inmoral en que Is yersona es el mism> individuo que se constituye con valor de pe-sona (y, en efecto, se sirve de Ja actividad espiritual subordinada a sus fin:s para afrmarse me- jor ea su vida instintival y se pone en su lugar. De esta mane-a es absorbida (y negads) ia personalidad mon, La individualidad, en tal caso (y en todos aquellos en que el hombre se conduce en esta forma), es ella misma la personalidad; como si dijéramos que el hombre substituye esta ditima por la otra que, para lograr sus fines, absorbe, avasilla y manda las actividades superiores: 2, 0 la vida espiritual prevalece sobre la instintiva (la persona sobre el individuo) y entonces asume Ia disciplina y la iscalizacion de éste: 1os actos instiniivos (aquellos que deben o pueden ser modificados) se vuelven ellos también personales y, ann sin dejar de ser naturales, entran a formar parte de la personalidad, sin que puedan constituirla por sf soles, De tal manera la individua- lidad pasa a constituir una unidad arm6nice con la personalidad, sin ser suplantada o substituida, Su sometiniento na es imposi- cién ni violencia, ya que se conforma con el orden natural del hombre. La avtoridad superior no es despética o tirana, ya que no Je impone a la individualidad silir del onten que Ie es propio, sino s6lo permanecer en él y realizarlo totslmente dentro de su propio ordea o dentro de Jas normas que rgulan la vida instin- tiva. En tal caso se forma o se acttia Ia personalided moral y, como por reflejo de ello, una individualidad también moral, que, en suarmonia, constituyea al homére normal. Las dos posbilidades serdn precisadas ukeriormen‘s, en cuan- to presentan, en su dialéctica, una concret:z que no debe des- cuidarse. Hemos dicko que el predominio de los iastintos avasalla para Jos fines del irdividuo 11 actividad espiritual, que al servcio ce aquéllos, los corrompe sorrompiéadose. Sia embargo, la razén y la voluntad, separadas de la inteligencia y de la noma, tienen Ey MICHELE FEDERICO SCIACCA un poder de degradacién may superiores al de los irstintos: Je raz6n y la voluntad, solicitadas por los instintos y puesias enteras al servicio de éstos, adquieren tal refinamiento vicioso y tal suti- Jeza egoista que superan en mucho la explosisn del més malvado yy feroz de los instintos en su estad natural. De tal manera acon- tece que, a peset de hallarse el instinto satisfecko y sosegado, a un cierto punto de degradacién y sofisticaci6a, casi como si con- tuviese dentro Ge si el instinto de la propia conservacién como instinto, halla de pronto (por cuanto corrompido y desnatura: lizado esté, nunca Jo esta, sin embergo, haste el punto de perder completamente la propia naturaleza) la propia virginidad natural, la fuerza integra de su espontaneidad, y se rebela frente a la ra- z6n corrompida y corruptora, frente a la volustad avasallada, En este caso, la naturaleza acude en ayuda del espiritu. De esta manera el hombre, en la necesidad indestructible de conservat su naturalidad, recobra el impulso para emerger: el instinto, que por si mismo no es mal, de seductor se vuelve regenerador de la vida espiritual y, para conservarse, se somete a la disciplina y al orden que le son propios. Evidentemente, en el instante en que se manifiesta la necesidad de recobrarse a si mismo, el enganche, por decirlo asi, se realiza con Ia intzligencia, es decir, con la acti- vidad intuitiva del ser, por lo cual el rescate es logrado por el encuentro de dos fuerzas genuinas ¢ inmediatas, fuera y sobre Ja mediaci6n récional, sta interviene en un segundo tiempo, conjuntamente con Ia voluntad, que, mediante la recobrada fuer- za del instinto, y en la reconquistada presencia de la aorma, re conquista su libertad. Por otra parte, también es cierto que impulso para la recuperacién puede originarse no s6lo en el ins- ‘into, sino también en la razhn y en la voluntad, que runca pier- den sv naturaleza indestructible; y, ea cualquier momento, aun el més condenado, pueden recobrar su natural orientacién hacia Ja norma, iniciar Ia resistencia contra el instinto y plegarlo hacia Ja linea de su naturalidad y sincerided recobrables. Siempre debemos tener presente esta dialéctica concreta de aquel complejo unitario de inagotables energias y fuerzas natu: EL HOMBRE, ESTE CESEQUILIERADO 53 rales y espitituzles que constituyen el hombre, si tenemos el pro- pésito de discunir sobre el hombre y no el de abstraer una part: de un todo inseparable. Repetimos que el prevalecer ée las acti- vidades superiores sobre las inferiores no etige la suspensién 0 anonadamiento de estas titimas: no se trata de oponer la persona al individuo o éste a aquélla, el espiritu al irstinto, Antes Ia nor malidad exige cue tode - servar: él, en ese momento, sofo:6 su insinto vital de conser- vaciéa y, sélo sofocdndolo, pudo elegir In muerte; acall6 su ins- tinto sensitive que Ie reordaba fy acaso, en ese memento, los aguzaba) los placeres y Ins satisfacciones de los sentidos; también reprimi6 el instinto hamano que lo acuciaba a que fuese com- pasivo para ccnsigo mismo y paca los demas (amigos, consaa- guineos, etc) chorréndoles un dolor y acaso necesidades. El sus- pendi6 enterariente su vida instintiva, una parte de su ser de hombre, y escogié la muerte en aras de la aorma, Luego, se de- duce, hay circunstancias en que el conflicto entre la vida sensiti y espiritual se vuelve inconciliable, y en el cual césa toda cola- boracién entre ellas y e! hombre est4 coma partido en dos. ‘Nosotros opinamos que la dialictica de ‘a vida esfiritual pro- code de otra manera. Ante todo, el acto con que se escoge la 58 MICHELE FEDERICO SCIACCA muerte es un acto supremo de afirmacién de la vida y vale toda la vida. Con Io dicho no se contesta plenamente a las considera- ciones expuestas mis arriba, en cuanto se puede rebatir que este acto supremo de vida espititual se ha cumpliéo en todo caso contra Ia vida instintiva. Aitora bien, este econtra> es precisa- mente Jo que n> concedemos, Queda fuera de discusién que la vida instintiva sufte, ¢ incluso intensamente (de permanecer ella insensible y ajena, ya no habria heroismo y el acto pareceria suicidio de un hombre carsado de la vida y, como tal, escéptico y, por lo tanto, indiferente a todo, aun a la musrte, cuyo encuentro considsraria el menor de los males y casi una liberaciéa); que la vida instintiva intente todo lo que pueda para salvarse no s6lo ¢s admisible, sino tambitn justo y humano al mismo tiempo. Pero si después de haber sufrido lo sufrible ¢ intentado lo que le era dado intentar, si finalmente intenta derrotar el espiritu, sale del orden que le es propio y, por lo tanto, haciéndose disforme, reniega de si misma y arrastra en su ruina también la voluntad, CY, desde el punto de vista moral, la alternativa no admite equi vooos: aquel qu, para salvar la vida, mata el espiritu, ama mas la vida fisica que la espiritual.) En cambio, si la vide instintiva ermanece en si orden y Ia voluntad, fortalecida por la norma ‘que Je confiere libertad y poder, logra retenerla en él, entonces Ja eleccién de la muerte fisica por la vida del espfritu adquiere valor de atestacién. La voluntad moral, en tel caso, ha conferido a la vida instintiva el mayor grado de moralidad a que ella puede aspirar, es decir, la hizo concurreate y solidaria con la propia vida moral. No suspendié ni sofocé le vida instintiva, antes ésta (la fuerza del instinto de conservaci6n y Ia del instinto sensitivo, asf como la potencia del instinto bumano) lleva su ccntribucién a la vida del espiritu y casi da poderio y robustez a la voluntad de manera que el hombre entero, individuo y persona, cuerpo y espiritu, sea una unidad compacta, un baluarte que testimonia cl valor sin afectaciones reidricas ni posturas heroics. De tal manen, la plenitud de los instintos y de los sentimientos huma- .nos llegan a coiacidir con la humanided profunda, dando al acto HL HOMBRE, ESTE DESEQUIZIBRADO 59, del sactificio, en apariencia despiadado, un rustro luminosamente humaro. Individuo y persona se ainan y estin preseates en la presencia del hombre que, entero, se sacrifica porque ea este acto quiere vivir entero a fin de atestiguar el valor. En esio consiste la integralidad del acto espiritual. Nétese que hemos planteado abstractamente el conflicto entre vida y espiritu, en los términos de una suspensiSn de la vida por obedecer a los valores espiri- tuales. Es evideate que quien se entrenta con la alternativa (0 la vida contra el espiritu o la obediercia al espiritu aun a costa de Ja vida), por el solo hecho de enirentarse con ella en todo su alcance y con plena concizncia, es persona, es decir, ha realizado ‘un alty grado de personalidad. Por Jo tante, su vida instintiva, sin desnaturalizarse, ya ha sido «normalizada>, es decir, dirigida a desarrollarse iegin la norma y 10 en contra de la verdadera mente y de le recta voluntad. En otros términos. é1 ¢s un hombre im- plica una gama de matices infinitos, se puede decir, entre hombre y hombre, segix el ambiente, el clima, la raza, ete. Evidentemen- te, el ambiente, el clime, ‘a raza, la familia u otros factores obran sobre el devenir del indisiduo y, por lo tanto, interviznen en la formation de su individualidad. Per former parte de ésta consti- tuyen los materiales de que se valiré la actividad espiritual para el desarrollo de la persona, cuyos actos corstituyen 11 persona lidad. Es evidente: 1.2, que muchos materiales que generalmente se corsideran participes de Ia personalidad, pertenecen, al con- trario, a Ia individualidad, aun en el caso de ser utilizados por Ja persona y transformades en actas personales; 2.*, que el hom- bbre nace individio y persona en el sentido que posee tado cuanto debe poseer para ser tal 2ersona, pero, en el fondo, es él mismo que se hace inJividualidad y personalidad. Aqui debe notarse una diferencia entre el hombre y los demés seres vivientes: las plantas y los animales nacen animal, si bien es verdad que s6lo en el devenir se hacen naturalmente planta y animal; e] hombre nace «este> individuo y persona, en cuanto esti dotado de todas las actividades consti- tutivas del individuo y de la persona, cuyo desarrollo 1 hace in- dividuo y persona con una individualidad y persoralidad; pero el hombre posee la libertad de hacerse «este» individuo y persona con una individualidad y una personalidad, Aun sin poder modificario todo, el hombre, siendo siempre «aquel> ser oe MICHELE FEDERICO SCIACCA que es al nacer, tiene Ia capacidad, infinitamente superior a la de los demas seres vivientes, de formarse por su progia iniciativa Ia individualidad y la personalidad. En este sentido podemos afi mar que los demis seres nacen Io que seréa, e! hombre no nace Jo que seré, sino, desde el momento que nace, se hace a sf mismo Joquees y lo que seré enel dia de mafiana, Hems dicho que determinadas circunstancias y situacion:s son cadas al hombre sin que éste pueda impedirlas; a pesar de todo, ellas contribuyen 4 la formecién de sa individualidad. Por ejemplo, quien he nacido en Italia no puede cambiar tal hecho: ha necido en Tialia; sin embargo, esta circunstancia o hecho, que no es dado mcdificar, participa de su individualidad, De la mis- ma manera no puede cambiar el hecho de ser hijo de Fulano 0 Zutano y también sus padres forman parte de su individualidad. En cambio, hay otras circunstancias que puede modificar: por ejemplo su caricter, el ambiente en que se educa, sa profesién © su oficio, Modifica estas circunstancias, pero a su vez cs mo- dificado por ellas y, segiin esta reciproca influencia — los instintos sobre las circunstancias y las situaciones, y éstas sobre aqueéllas ~ se va formando Ja individualidad del individuo. Y puesto que, a menudo, la sctividad espiritual n0 es ajera a estas influencias, resulta que Ja individualidad concurte a formar la personalidad Y. por su parte, la acciGn personal da mayor relieve a la mista individualidad. Advirtase también que la patria, los padres, etc., aun siendo datos, pueden ser asuntos; que Ia patria y los adres expresan valores, que, en mayor o menor grado, influyen en la persona, sin que esto limite necesariamente la originalidad de su personalidad. No hay originalidad fuera del tiempo y del espacio, desarraigida de toda situacién y condicionada a una pura posibilidad indeterminada y, como tal, abstracta e inexis- tente. En estas pocas Iineas hemos apuniado a un conjuato de con- ‘ceptos importantes que es necesario precisar. Entre todos Ios elementos individualizantes, el sardcter es EL HONBEE, ESTE DESEQUILIERADO @ fundamental: es nuestra enaturalidad> tal eual Ia rexibimos, Io que especifica 2, mejor dicho, individualiza los instintos, sobre todo 2! seasitivo y el humano. Cuundo un hombre es solamente su carécter, es s6lo individuo, no persona: ha abdicado de su libre voluntad 7 se hizo conforme a su carécter natural, Pero el hombre no ha ‘ecibido una voluntad libre para que é:ta sirva al carfcter, sino para obrar sobre él y gobernarlo, asumir su con:- portamiento de manera tal que no ie sea «segin el caricter», sind que uno verga a ser «un cardcters. «Ser un caricler> indica la continuidad de la accién, de la razin y de Ia voluntad, el triunf de éstas sobre la resistencia que encuentran, su cayacidad de dominar el carécter natural, a fin de plegarlo a la norma sin des- naturalizarlo, Dominio del caricter, no exclusién ésl mismo: no es posible construir lz personalidad sin el cuerpo, la sensibi- lidad, el carécter, en que ella se realiza o podemos decir, se hhace came, Individualidad y personalidad 10 son segarables, y todos los hombres poseen todas les fuerzas y las energias para formérselas, Carece de sentido el quejarnos por no poseer otras mayores 0 distintas, como si nuesiros limites de hombres signi- ficasen la carencia de algo neceserio para ser hombres, Como hombres, poseemos todo lo que compete a nuestro ser humano: sin lamentos infecundos y angustiss absurdas y estésiles, basta tomar posesién de nosoiros mismos, levamos a cusstas, usar ‘cuanto tenemos y ratificarlo para kacer de ese uso un buen uso, para sex todo lo que podemos y debemos ser. Pero he aqui que se nos enfrenta una cuestion de gran impor- tancia, Las relaciones enire el carécter y el cuerpo san estrechi- simas (no s6lo para los Ikimados exaracteres somticoss), porque el caricter sufre casi siempre el influjo del estado corgoral hasta el punto de convertirse er su expresiOn y esté sujeto a fas mismas fluctuaciones de aquél. También los sentimieatos dependen a me- nudo de las coadiciones del cuerpo, Desde este punto de vista, el caricter es, como ha sido Hamado, «el reflejo del cuerpo» 7 ‘como tal se individualiza. Pero aqui surge la cuestién que honda- ‘mente nos interesa: jel cuerpo es quien funda mi incividuaci6n MICHELE FEDERICO SCIACCA ‘cuerpo es fundado ¢ individualizado por otro principio ori- jo, que hace que el cuerpo sea mi cuerpo? De ser asi, el cuerpo es el instrumento de este principio individuelizante y no el principio de su cardcter, sino su imagen: y el caricter es, por consiguiente, un elemento espiritual que se integra en la persona, Ie da contenido y color y recibe a su vez una impronta de per- sonalidad. Contestaremos a esto cuando, deatro de peo, tratemos de los principios originarios del sujeto humano. Ya hemos advertido que, por razones afectivas 0 por vanidad 1 por otras causas, corsideramos que perteneven a nuestra per- sonalidad materiales que, en realidad, forman parte de nuestra individualidad, Por ejemplo, entre padre ¢ hijo, observa Scheler, no hay relacién de causalidad espiritual: el espiritu ce los padres no ¢s el espiritu del hijo ni ha sido creado por ellos. El hijo re- cién nacido es un germen de personalidid nueva, original; y cuanto més sea 41 mismo, menos es hereditario. Sin duda hereda algo de sus padres y de sus anterasados, como el parecido fisico, las cualidades de cardcter—en este sentido no puece negarse la herencia —, e'c., pero todo ello atafie a su individuelidad. En la medida en que 41 €s, en su caricter, sus antepasados 0 sus pa- dres, no es si mismo: ¢s segiin si cardcter hetedado, todavia no es um cardcter, Sin embargo, él no ¢s solamente estos caracteres hhereditarios, 4 es un ser nuevo, que obrari sobre ellos: aceptaré algunos, modificaré 0 rechazaré otros. Le causalidad espiritual entre padres ¢ hijo comieaza cuando ya ha nacido el hijo, con €1 irflujo de aquéllos sobre ta formacién de Ia personalidad del hijo y con el del hijo sobre la de los padres, que en un segundo momento puede llegar a set preponéerante. Luego n> hay causa- lidad espirituel porque Fulano es hijo de Mengano y Zutano y porque éstos son los padres de Fulano, sino porque viven juntos y reciprocamente influyen en la formacién de sus personalidades. Si viviesen sezarados, permaneceria el vinculo de la sangre, cue alimenta el instinto, pero uno y otros serfan ajenos a la formacion de su personalidad. Por consiguiente, la familia debe ser consi- derada como una de tantas formas de vida asocieda (escuela, EL HOMBRE, ESTE DESEQUILIRADO 65 hermandades, comunidades, etc.), que deben ser hontadas y res- petadas en cuanto contribuyen a la libre iormacién (reciproca) de la personalidad de sas miembros. Si muchos se sienten mis apegados a Ia familia que a las demas formas de vida asociada, fa veres més formativas que la misma famlia, eso s: debe (por Jo menos en parte) a la fuerza del instinto 3 a la «voz de Ia san- gre, es decir, al prevalecer de la vida animal, de las aecesidades materiales, de bbs egoismss de familia, etc, De Io dich resulta que el ser hijo de Fulano o de Zutano, el nombre y € apellido, el aio de nacimiento, Ia nscionalidad, es decir, lo que se recibe del ambiente ea que se nace y se vive y que se soparta pasivamente, Ics caracteres somiticos, aun la profesi6n 0 el oficio que se ejeme, etc., si permanecen mers signas de individuacién, no son la persona ni la personalidad de un hombre, aunque una y otra se hacen cime en ellos. Pero si por si mismos no significan, son hechos esignificantes> de la per- sonalidad, que expresar sensiblemente, 9 en cuanto son , y con lo acontecido se identifican la persona y la personalidad En cembio, la persona comienza a afirmarse y a desarrollarse con Ia iniciativa que el hombre asume frente a los hechos (0 a Jos acontecimientos o circunstancias), con la manera de reaccionar ante ellos, con el modo ce modificarlos y apropidrselos, es decir, de haverios personales, significantes para él y de él. No son los hechos los que constituyen Ia personalidad, sino es Ja persons- lidad la que los «formas, la que los marca de modo que se vuel- ven pertenencia y manifsstaciones de la misma. El hombre ‘nos muestra en el primer moment> como individuo: lo primero ‘que conocemos de é! son sus caracteres somiticos, por los cuales tratamos de hallar algén indicio que nos revele m4s 0 menos aproximada y confusamente su personalidad. Luego estudiamos sus palabras, sus razonemientos, sus costumbtes, su conducta Para consigo mismo y pera con los demds, De esta manera nos Temontamos a su personalidad para tratar de definirla como se ‘nos manifiesta, encarnada siempre en su individualidad. Todo ‘esto ¢s muy sencillo al parecer, mientras es muy complejo y complicado. Ante todo existe un cierto pudor que tos mueve a ocultar Jo que de intimo, de mAs personal hay en nosotros, y ademas una EL HOMBRE, ESTE DESEQUILDRADO oT cierte téctica que también nos induce a no revelarnos, una «pre- ‘ocupaciéns por parecer diferentes de lo que somos, no sélo ante los cemés, sico también ante nesotros mismos. En verdad el hombre es un canimal olitico» (+ en un sentido muy distinto al dado por Arisiételes) y, diria, «diplomético>. ‘£1 tiende a «ima- ginarse» diferente de lo que es (¥ no siempre para simular» 0 para (cuando no Io es), sina parte de su personalidad, por cuanto el original ‘no es un «personajes, sino una «persona>, Asumido el papel, el personaje tionée a reemplazar la persone: 1 fuerza de imaginar que el papel que representa es Ia persora auténtica, el hombre acabe por convencerse ce tal cosa y por imponers: esta convic- ci6n, En coasecuencia, li persona permanece oculta y él vive en personaje, al cual va asimiléndos: la persona, Esta asimilacién no siempre surge del propésito de simulaci6n, sino a menuco de la moda, ds la vanidad, de complejos ée inferioridad, de la necesidad de evadirse d> si mismo y perderse, aunque més ro fuera por breve tiempo, en la imeginaciéa y fantasia, casi como distraccién, ete. Acaso h Mamada «doble personalidad» no sea tal: més que dos personalidades, existen irecuentemente en el hombre una persona y un personae, y, por lo tanto, una de las dos personalidades es puramente fcticia y adventicia. Pero ade- més de a si mismo, el hombre también se asigra ‘un pepel distinto al de su persona ante los demas, Tedos adver- timos que pare los demis significamos alguna cosa, y entonces, segiin los c2sos, nos edjadicamos el papel que los demas creen que nos corresponde; y esto también por simulacién real, por vanidad, por complejo ce inferiordad, o para impresionar, etc. ‘También en este caso el personaje concluye por modificar la pe:- sona, asimilérssla y, en un determinado momento, substituirla: a meaudo los Lombres entierran y olvidan su persona en el papel que se adjudicaron. 8 MICHELE FEDERICO SCIACCA El saber que la imagen que los demds han forjado de nosotros actiia sobre ellos y nos revela, es una constante preocupaciéa; que. como ya ha sido observado, dirige Ia psicologie y las rela ciones sociales. Nosotros sabemos que a auestros sentimientos interiores corresponde una mimica exterior (las alteraciones del rostro, de la voz, de Jas ademanes, etc.) que los revela, y ea- tonces nos esforzamos para controlar 1a mica de manera que disimole los sentimientos auténticas y exteciorice ottos, preoca- pandonos, al mismo tiempo, de sin- cero, En un dado momeato (al menos una vez en la vida) nues- tro verdadero nombres vence los filsos y adventicios que nes podemos dar, nuestra personalidad se impone al personaje que Preterde anularla, nuestra persons fiscaliza el individuo que se EL HOMBRE, ESTE DESEQUILIIRADO 0 esfuerza para defender, con los cilculos mis sutiles, la satisfac- cién de sus pasiones, vanidades, nocesidades vitales, etc. La ev- ‘cacidar se echa a cuestas al hombre entero y todas sus actitudes parciales, las cirige en In direccién que le 2s propia y convierte todas las posibilidades en una, estimulante, unificadora y uti- taria, Es mds, aun cuando el hombre disfriza su verladera per sonalidad y simula otra. aun en este caso. si bien el personale puede substituir la persoaa y asimilarla, le persona vexdadera ter- mina por revelurse precisamente a través del personaje: Ja voct- m, aun sofocida, se menifiesta siempre. De ello se deduce que el hombre, ya comp personae, ya como persona, en todos sus actos persigee un fin; més atin, toda forma de actividad esté orientada y guiada hacia una finalidad, cuya realizacion coincide con su cumplimiento. Lograr un fin, si la accién es normal, quiere decir encarnar un valor, es decir, que fen nuestros actos haya 1 presencia del valor que queremos rea- lizar, por Jo cual el significado del acto no esté en el :cto mismo en cuanto tal, sino en el valor que se encarna,en él y que el acio manifiesta y por el cual tiene significado: luego el significado ro esté en la subjetividad del acto, sno en la objetividad del valor que substancia el acto, En todo acto hurrano hay, por cons: guiente, un elemento que podemos amar visible (31 ademdn, los gestos, el lenguaje, miestras acciones, ett.) y uno indivisible, que s manifiesta a través del primero y le da un significado 0, ‘mejor dicho, lo convierte en apariencia significante, Ahora bien, @s evidente que la multiplicidad de los actos, aparentemente dis- pares y aun lejanos, encuentra su unidad en el valor que expresan y en el fin que quieren alcanzar. Es esta norma interna de toda actividad que hace que tengamos una personalidad encarnada en Ja individuaidad y una individvalidad significativa por Ia per- sonalidad que encarna y manifiesta. De ahi que la personalidad de un hombre no sea ninguno de sus actos tomados separad:- mente ni siquiea la uni¢a de tods ellos (y no se lo conoce co- nociendo sus actos separidos 0 uxidos); el valor (0 Ibs valores) €s quien unifica los actos y los vuelve todos testimonics del hom 70 MICHELE FEDERICO SCIACEA bre. Cuando se logra captar este centro estimulante y unificador, entonces «se comprende> a una persona y se capta la persona- lidad de la misma, Asi como la fersonalidad no es este o aquel acto, sino Ia unidad de todos ellos unificada por el valor, de Ia ‘misma manera no se la conoce s6lo en este 0 en aquel acto (em- Pirismo insuficiente), sino en la intuicién sintética, cuyo conoc miento no es dado por cada uno de los actos, sino por su unided ‘conereta realizada por el valor que encarnen y expresan, Como Jos actos ulteriores que realiza la persona no se afiaden a ella como los factores de una suma, sino cada uno de elles replantea toda la persons y hace de ella une nueva y més plena atestacién del valor, de fa misma manera los elementos ulteriores que sirven para corocerla mejor no se agregan mecdnicamente a los ya po- sefdos, sino que se inclayen en la sintesis, no tanto para am- pliarla cuanto para abondarla. De aqui cotcluimos: a) Iz formacién de le personalidad (como de Ia individualidad, pero en este c3so el procedimiento es en gran parte instintivo} procede sintéticamemte y por inclusién dialéctica: el nuevo acto no se affade desde lo exterior, sino refunde la per- sonalidad y ésta se hace més del valor que encarna; 5) tal formacién no precede por proceso causal, sino por con- tinua iniciativa y, por ello, siempre originalmente, cun cuando la iniciativa parte de un punto dado. De la misma manera se ia conoce: a) sintéticamente y por intuicién disléctica: el nuevo ele- mento que la revela—como los dems precedentes — no es por si mismo una prueba de la personslidad de aquella persona, pues la prueba viene dada por la sintesis de todos los elementos; 6) tal conocimiento no avanza por proceso causal, sito por constanie iniciativa de parte de quien conoce: asi como e! desarrollo de la persona depence de la libertad y es actuacion de libertad, de la misma manera el conocimiento de ella es libre y continua inici tiva. Por ello el conocimiento de personas entre si es sintético y surge de «toda» la personalidad snitaria del que conoce y del que es condcido: dos personas que y aun mis que «eatender», pues incluye el acto de 0 casi dirft, de apretar conjuntamente en un puio yen su integridad la coia que se comprende, asi como también 1 acto de entender el principio (o los principios) que la conviere intrinsecamente en una unidad y sin el caal seria una desparra- mada multiplicdad de elementos coexisteates y yuxtapuestos. «Comprenders a nosotras mismos significa, por lo tanto, que pare- cemos ser (0 parecen ser los demis). Evidentemente, toda vocs- ciéa particular, en el caso en que todos los fines parciales tienden un fin total, es la determinacién parcial (aun siendo complea cen su grado) de la vocacién fundamental, que pertenece a la na- turaleca humana en cuanto tal. Desde este punto de vista, cual- quier vocacién extrae su profundo significado de la vocacién absoluta, de le disposicion del espiritu humano a la finalidad total, Aun las Iamadas vocaciones erradas, si realizadas dentro de la norma de la vocaci6n absoluta, conquistan toda su pos- (1) El vocablo no tiene en este caso e! sentido de personas eminentes o famosas EL HOMBRE, ESTE DESEQUILIERADO B tividad, Més bien se podria decir que las erradas son, respecto al éxito final de la vida humana, las vocaciones parcial, fines d= si mismas y encerradas en su parcialidad, mientras que son todas verdaderas las que, en st particulsridad, se realizan en funci6n de Ia vocacién suprema. Y también desde este punto de vista podemos hablar de cindiferenciae iacia esta o aquella vocacién, dado que lo qu: importa es inserter y realizar todas ellas dentro de a vocacién primordial. En otras palabras: sentir, pensar y querer un valor particular, pero realizarlo en ta aspiracién y en el testimonio de! Valor absoluto. Consecuente con lo dicho es que un hombre se xcomprende> tanto més a si mismo cuaato mAs es y sabe ser si mismo; es decit, su vocacién; cuanto més sabe su verdadero sombre y permanece fiel a él, es menos a otro significa reconocerb en su , con ello desconoce a si mismo (y s6lo fen cuanto se desconoce puede no reconocer a los denas como personas) en cuinto persona, 1 obra como individua y trata e los demés como individues. No «se comprende» y, por ello, «no comprendes. Sin embargo, los demés deben ayudarlo a que se comprenda, es decir, reconocerlo (amarlo) como periora a pesar de que él se conduzca como individuo, de manere que puede hallar de nuevo su vocacién, hacerse presente como persona en st individualidad, 2 fin de que ésta welva a ser «significantes, le transparencia de su ser y no la panalla opaca que la cculta 0 Te cortinz metélica que la cie-ra, En pccas palabras, los demés deber. conservar la iniGativa de ser persoras y de considerarlo persona, en manera de provocar en el hombre, que se ha perdido a s! mismo en la noche obscura de si rrismo, la iniciativa de ser per- sona o de voive: a serlo (1), es decir, de entrar o volver a entrar en Ia norma o en el orden de su ser. Vuelve la ente- Famente a otra persona y acaso ninguna puede <«omprender> enteramente (y siempre) ni siquiera a si misma, Por ello es bueno no olvidar que toda persona , y que ésta sea, digamos asi, stransnaturalizada>, es decir, dirigids hacia un fin que no es dado cumpir en la na- turaleza ni en el curso histérico de h vida. Es decir, hay siempre en el hombre, sean los que fueren sus vocaciones particulares y sus finalidades parciales, una vocacién universal y natural, siem- ppre actual, cuya realizacién lo cumple y cuyo-cumplimiento es la finalided final. De ser asi: a) esta vocaci6n, madre de as demés, debe hallarse presente en toda vocsci6n y ser de toda; ellas es- ‘imulo, orientacisn y guia, aunque: obscura ¢ implicita; 6) por lo tanto, ésta es la verdaders vocacién (porque total) que se espe- 8 MICHELE FEDERICO SCIACCA cifica en tantas vocaciones diversas, infimas o sublimes; c) y, en consecuencia, ella es muestra persona profunda (el principio que gobierna al hombre) y cuya satisfacci6n realiza nuestra persona- lidad plena. Por lo tanto, todo hombre es el buscador ansioso de un implicito ¢ ignoto si mismo, que lo acacia y espolea, el infa- tigable buscador de su propio nombre profundo, ya trabaje por tun mendrugo de pan, ya se afane por ua migaja de imperio. ‘Volvamios por un instante a la tendencia mondrqaica de nves- tras actividades. Una tiende a anular Ia otra, lo que equivale @ decir que cada una de ellas tiende a transformar la propia noma fen absoluta. Por consiguiente, s1 monarquismo (aun despético) cesta sugerido y apremiado no sélo por la undad, sino también por la tendercia al absolutismo 0, mejor dicho, por la unidad en vista de lo absolutc. En efecto, toda actividad tiende a con- sidecar absoluto el valor que le es propio y que realiza. Esto significa que es tan fuerte la vocaci6n de toda actividad por lo Absoluto que, olvidando a noma, se absolutiza a si misma hasta el momento en que descubre que ninguno de los valeres ‘es ebsolutamente absoluto, excepto el Velor que origina todos Jos valores. El restablecimiento del equilidrio normal corrige Ia extrapolaci6n, pero deja entera e imborrable (y ain més viva, porque ningén cumplimiento ficticio y arbitrario la ha satisfecio) Ta vocacién de lo Absolu‘o. De aqui que la vocacién universal natural y siempre actual, madre de las demas, se nos representa como vocacién del Ser, de lo Absolute, Cualquier otra vocacién y respuesta a esia o a aquella vocacién estén condicionadas por ella, antes, son satisfacciones perciales y por ende insuficientes de aquella voracién fundamental, primaria y final, Es ella la que solicita y apremia las demés, ella la que guia, activa, aviva y orienta el entero dinamismo de la vida espiritual, cuyo resorte interior es, aun cuando el mévil permanece obscuro e igncto. Por lo tanto, toda vocaciéa particular y toda respuesta que se dé ella no es sino un modo parciel con que se manifiesta Ia voca- cin del Ser y un modo particular con qu> responds el hombre. Por consiguiente, la persona, por cuanto es la vocacion y la tota- HL HOMBRE, ESTE DESEQUILIBFADO 0 lidad de la vida espiritual, se realizaen la respuesta ala vocacién fundamencal y primaria del Ser, que es su principio 3 fin. Luego la personalidad, por formarse ella con la actuacién de lt persona © de las vocecienes particulares que le son propias, 2 la res- puesta particular que tode hombre da al Ser. su mode personal de vivir, en armonia de sentimien'o, pensamiento y voluntad, para el Ser. La personalidad de un hombre —su nombre autén- tico—es sw personal ser para el Ser. Por ello la personalidad, como Ia actuaciéa de la persona en «l equilibrio normal del hom- bre integral, es un valor sagrado, La ruda aia del tiempo anti- quisimo golpea y consume toda existencia y todas las cosas, pero, a través del todo que past, permance el espiritu, que; a través de su desarrollo, se hace en la permanencia de su esentia. Si no fuera ei Eterno y si el espiritu no fuera sujeto inmortal de la luz intransitable de ‘a verdad, el tiempo, como escribe Baudelaire, nos devoraria la vida, crec:ria y se fortaleceris con la sangre que nosotros perdemps. Persona y personalidad carecerian de sen- tido (1), La verdadera «enfermedad del hombre, 11 nobilisima «debi- lidad> que Jo coloca por encima de todos los seres viventes, es precisamente ésta su vocacién fundemental de Ser, el no poder no aspirar a la pknitud de ser, irtealzable en lo finito, y el deber vivir en Jo finito: esté en mundo sin haber sido hecho para el mundo. Esta es la auténtica y radical «inguietud» existencial. Precisamente en el hombre se halla Jos elementos que indican su finalidad y que prueban que 61 puede contribuir a la realizaci6n de su plenitud de ser. La fe cristiana la promete; el Cristianismo es Ia scla religion que corresponde a la natucaleza burnana, La sola filosofia no basta pata Ia soluci6n de la gran cuestiOn, a linica cuestién esencial; elf ediscurie» sobre la inquietud y so- bre el problema del hombre, indica Ia solucién, pero no lo resuel- (), Ya hemos precisado Filosofia e Metafisea. Brescis, Morcellia- na, 194%, y Acio 1 Ser, Barvelona, Miacle, ea preparacion) cémo la misma existencia del hombre 7 su naturaleza’espiriual prusban la exis. tencia del Ser 0 de Dios. Tedavia volverenos sobre el argumento, 80 MICHELE FEDERICO SCIACCA ‘ve, Una indagacién lea! de nuestro ser 10 puede sino levernos al descubrimiento de lo que somos en a realidad: criaturas de Dios y que tendemos «£1, como fin supremo, Este concepto del equilibrio normal del hombre integral, que ahondaremos mds adelante, nos parece, entre otras cosas, una defensa contra las formas sutiles y refinadas del egofsmo, del <épanouissement» y también del o en un y amado precisemente en cuanto se le reconoce otto, El amor es principio de unién (y por esto es «co- munién>), en cuanto es principio de promocién de los demés. ‘Yo no amo a nadie, sino s6lo a mi mismo, mientras quiero asi- milar al otro a mi mismo, mientras pretendo hacer de él un otro yo, que es una manera de dominarlo y hacerlo cbrar com> un alter ego, y en tanto hago de mi causa su causa, s6lo por ser la ‘mia; en cambio, yo amo al otro cuando su causa, como suya, ¢s también 1a mia, es decir, cuando yo me doy a su causa, Amarse como personas es crear juntos cada uno la propia persona, vidas personales nuevas. 7. Las personas colectivas. —El nosotros espiritual (dos 0 més personzs) es un concepto que debe distinguitse del de per- ‘sona colectiva. Existe la comunién de las personas y no su colec- tividad; Ia colectivided es de los individuos. Las Wamadas per- sonas colectivas (aungue no todas las que se indican con este nombre —ea cuanto colectivas y consideradas bajo el aspecto ar EL HONBEE, ESTE DESEQUILIERADO al utilitario, que no es el tinico y que debe rescatarse en el otro en _aue Ta colectividad de lo; individuss se vueWe comunin de pes- ‘sopas—) son impersonales, mas «cosas» de que posesionarse que rho wuiknes amar y a quien entregamos; y precisamente mnales, esiimulan naestro egoismo y 1: ambicién ae la posesign (1). En ecto, no es facil «amar el Estado» en cuanto tal y aceso nadie b haya anado jamés; de cualquier modo €l vocablo «amor» no tiene en est: caso el sentido que adquiere cuando lo consideramos ley moral Lo mismo puede decirse de las demés personas colestivas, como naci6r, patria, 2tc. (2), en lo que tienen dz econémizo y de eyoista. A menudo nosotros nes apegamos a estis 0 a otms instituciones o ideales para satisfacer necesidades vitiles, para insertames en el ambiente sicial, nece- sario para nuesira vida de individuos, para conquistar y defender nuestro lugar en la vida diaria. Nuestra vinculaciér con las per- sonas colectivas es, desde este pario de vista, un medio de vida, ‘un modo que pone a nuestro yo inferior o el amor de nosotros ‘mismos como individuos en condiciones de hallar la propia sat faccién y al mismo tiempo el profio limite. La persona colectiva © la institucién hallan uno de los motivos de su existencia en la necesidad de disciplinar ‘os egofswros indivicuales en una organi- zaci6n social que los satisfaga disciplinanéohs. Por consiguiente, Ia adhesién a kt persona colectiva surge, a menudo, de la nece- sidad de posesiin y no de la exigencia de li entrega, En efecto, se dice 0 «al poders, etc.; y cuando alguien se da a ellos y se sacrifica, las mas de las veces lo hace para satisfacer egoismos mas profundos y acaso sciales: sirve a la institucién. pero para servirse de ella. Las persanas colectivas, desde este punto de vista, (No es muestra finalidad ocuparnos aqu expreamente de las personas colectivas (Estado, patria, naciin, humanitad, ete). (@). Impropiamente la islesia, Ia Escuela, et, se iiman personas colectivas: ton personas, pero no cobetivas (per lo menos en lo que testriba su verdad:ro valor), en cuanio ton comunidad de pessonas y, por To tanto, comuniéa de esprit. 82 MICHELE FEDERICD SCIAZCA puecen en grado sumo realizar el equilibrio de los egoismos — y set en este sentido beneficiosas, pues permiten una jasta satisfac- cién de las necesidades de los individuos y la realizacién de una condicién mejor para el desarrollo de su vida biol6gica—, pero jamés pueden realizar por s{ solas una comunién moral, si bien ésta, que est formada por personas que son al mismo tiempo individuos, no puede abolir la persona colectiva, antes se coas- truye sobre ella, que, si esté bien constituida, es un instrumento que favorece la comunién moral. Por lo tanto, aua cuando se «ama» la persona colective, se Ia ama para si y no para ella, es decir, porque ella nos da seguridad, un minimo de bienestar, ete.: ‘acaso se la ame para los demés, pero no en cuanto personas, sino en cuanto individuos, es decir, porque en el equilibrio de los egoismes, los nuestros se satisfacen mejor conjuntamente con Jos ajenos. For lo tanto, esperar un progreso espiritual y moral originado s6lo por el Estado y la politica es esperar io imposible. Es nues- tra persona moral la que puede mejorar la vida bio-s0cial-politica Y¥ mo viceversa: el progreso espiritual es interior, la politica y el Estado son, al contrario, exteriores; mAs an, si no estén diri- gidos por hombres que posean como tales una personalidad mo- ral, son 6rganos de corrupcién. Aquellos que sostienen que ios hombres pueden mejorarse moralmente mediante la vida social identifiada con Ia vida de! Estado o politica, se refieren en rea- lidad al individuo y no a Ja persona humana, identifican el me’o- Tamiento con el equilibrio de los egoismos satisfechos en un egoismo colectivo y no con Ia saperacién de los mismos: ccn- funden eraz6n ética> € : ante sus ojos hay fapeles, decretos-leyes, : nada me- nos que de la evolucisn econémica de las clases sociales nace el constitutive esencial de la persona humana, lo que equivale a afirmear que el hombre es solamente individuo, a quien debe ava- sallarse la actividad lamada esiritual para que sea el instru- mento de la satisfaccién de las necesidades biosociales. Marx . La concieacia colec- tiva cesa al cesar a necesidad que Ia ha provocads 0 con una perspectiva de una mayor satisfacci6n; la comunionisia no cesa jams, antes més da y més se sierte compacta e indisoluble en €l don del amor. S6lo a través del nosotros personal es posible Ta completa comunién de las conciencias: el amor es su ley; s6lo el nosotros personal rescaia el nosotros funcional o biosocial (que tiene su valor y tealiza valores que el individuo por sf solo, como apunte Scheler, no puede realizar) y hace que, éste encuentre su satisfacci6n segin Ja norma que le es propia y en el equilibrio normal del hombre integral, Evidentemenie, no queremos sostener aqui que las personas colectivas o las diversas formas de vida asovisda (desde la familia, al Estado, etc.) tengan la sola finalidad de satisfacer las necesi dades materiales y los egoismos de los asociados. Por lo pronto se dete observer que cl hombre es también cuerpo, que tiene necesidades materiales y, desde luego, el derecho de satisfacerlas; que es el derecho a la vida. La sociedad hamana (y cualquier otra forma de soniedad), dido que el hombre #s espiritu y cuerpo, tiene necesariamente un a:pecto, por asi decisio, enatural> y otro espiritual. Se eqaivoca quien dice que la sociedad se justifica y ogra su finalidad con la sola satisfacciGn de las necesidades ma- teriales, 0 con Iz obtenciéa de la mayor utilidad para cada uno ()_En estos casos no se trata de una forma de sociedad, sino de cmmuchedumbres, « decir, d> agrupiciones tempceineas y casionales. 86 MICHELE FEDERICO SCIACCA de sts miembros y para todos, en la armonfa de los intereses de tuna colectividad: el que dice tal cosa considera s6lo el aspecto «materials del hombre y convierte el en una especie de «instrumento» técnico, a fin de gacantizar mejor Ia satisfaccin de las nocesidades vitales y de los egoismos, El problema se plan- tea de distinta manera: no se trala de esclavizar el espiritu a la amatsrias, ni de negar anérquicamente cualquier forma de s0- ciedad, s6lo por hallar en todas ellas un aspecto meterial (equi- valdiia a afirmar que el hombre, en esta vila, seria més perfecto si careciera de cuerpo), sino de disciplinar nuestros egoismos, es decir, cuanto de antisocial existe en la sociedad; se trata de ayu- dar con nuestio trabajo el trabajo de todos para realizar la con- dicion suficiente de nuestra vida biol6gica, es decir, el ejercicio de miesiro derecho a Ia vida, no por hallarse nuestra perfeccién cn la satisfaccin de las necesidaces materiales, sino porque con- servar ruestra vida es la primera condici6n para Ja actuacién de los valores espirituales, es decir, de cada uno de nosotros en cuen- to persona. Ademés, para que una forma de la sociedad responda a los fines de la persona — por ejemplo, la familia, que es negada en su esencia moral y educativa siempre que se la reduce a una simple defensa de egofsmos familiares (y asimismo la patria y la nacién que, a menudo, ¢ identifican, como la familia, con feroces egoismos nacionales)—, no basta vencer Ios egoismos ni subor- dinar 1a condici6n vital a la espiritual, es necesario enar de un contenido moral aun los mismos actos elementeles de la vida bio- égica: al pan que gano con trabajo honrado, lo ), cuya mo- ralidad, sin embargo, no es de la institucién en cuanto tal, sino EL HOMBEE, ESTE DESEQUILIERADO a de los asociades que se conducen como personas morales para realizar valores mediante la asociaci6n. Pero entonces, de ser a la vica asociada 0 colectivizada no es un mal por si misma; ni ¢s un bien por si misma Ja libre iniciativa personal (eludo sobre todo a la econcmfa, que ss el problema de actualidad), por cuar- to puede existir una forma de colectivismo que contribuya a for mar la persona y una forma de iniciativa privada, mecida sole- ‘mente del egoisno o de los egofsnros de un grupo ¢e individuos, ‘que estorben sv actuaci6n: tanto una forma como Ie cra pueden ser pera bien, si los componentes s asocian para satisfacer nece- sidades vitales segén la norma propia de Ia vida bioldgica y ve- lores espirituales segin la norma de Ia actividad espiritual: todo ‘esto puede ser buscado segén Ja came, aun ei espiritu, como todo puede ser buscado segén el espfritu, incluida ‘a carne, Ea la actuz- lidad se combate a menudo la iniciativa privada con el pretexto de oponerse a los egoismos indivituales, pero en el nombre de otra clase sccial o de egoismos cclectivos; x, por otra parte, se hostiga el colectivismo con el pretexto de defender la persona humana, pero, en realidsd, para defender ios intereses egoistas de algunos individuos. De aqui se deduce qxe las diversas formas de vida asociada (alguras de ellas historices y, por fo tanto, contingentss) son ne- ccesariss (1) par el hombre como ndividuo y aun como persona en la medida ea que caca uno de los componentes promueve a si mismo como persona € el acto en que promueve a los demas, Esto, sin embargo, no significa que la supcema finalidad de la persona sea la sociedad (familia, patria, estado, continente, hu- manidad), ya que ninguna sociedid humana puede realizar la vocacién absoluta del hombre, aquella por ia cual el hombre es (1) El caso cel solitana. no por egoismo, debe considenrse aparte: fe trata de ura separacin, dirt, efinean do lor dems hombres a fin je realizar um nas profunda comuaién espiritual con ellos, El ejempl> de su vida puede ser més sficaz que una forma de vide aociada res ppecio promover en mis hombres la secesidad de realiziree como per Sons; y'por lle Ia vada cot soltarte es igualzente sogal en su mis alto valor. 88 MICHELE FEDERICO SCIACCA impulsado a hacerse persona, No solo esto, sino que ademés, si, como ya hemos dicho, cualquier forma de sociedad puede ser ‘til al hombre en su proceso de hacerse persona, de ahi deriva ‘que la finalidad de la sociedad misma (y de cualquier forma de sociedad) es, en definitiva, la persona. Peto también aqui es pe“ cesario precisar mejor: que I ad 564 en que deba valorarse dia tras dia y dia :ras dia admirar y edorar; el significado es muy otro: yo debo servir a la soviedad, cuya finalidad es la de promover personas, por la clara conciencia de que, s6lo sirviendo a los demés para ‘que logren setlo, me hago yo mismo persona. Y entonces, la afirmacién que acabamos de hacer: que e! fin de Is sociedad es la persona, ¢s idéntica a esta dltima (que en un primer momento parece su cortraria): que la finalidad de toda persona es la so- ciedad de que forma parte la persona, sin que ninguna de ellas ni su conjunto (es decir, Ia forma asociada, sea cualquiera la forma de la misma) scan la dltima finalidad a que tiende cada persona, Por otra parte, ya que el hacerse persona es promover otras, todo acto y no ura barrera; su aposento y ro su calabozo; su medio y no su fin, el sostén de spiritual y no la piedra que Jo arrastra al abismo; la expresién humana de su espiritu y no Ia atimalided de si mis- mo; su colaboredor y no su enemigo, el caballo fiel de su jornada de buen amo, De la misma manere: no se trata de abolir Ins for- mas colectivistas de Ia vida social, sino de servirnos de ellas para los fines de la sociedad comunionista: el individuo es en funcién le Ia persona colectiva Estado, nicién, partidos politicos, etc.), 70 ‘odas las personas colectivas, en los limites en que no son personas morales, son en funcién de cada hombre conto persons. Sin duda el cuerpo ¢s también la debilidad del hembre; por 4 es un apkstante y mortificante cémulo de necesidides: tiene sed y hambre, suefio y cansancio, enfermedades y dolor; por &, cuando ceden raz6n y vcluntad, ef hombre puede mancharse con los més torpes vicios. Por consiguiente, pam que est» no acon tezca y precisemente para que naestras necesidades vitales no desemboquen en el egofsmo més feroz, sin excluir ¢ delito, es necesario que cada hombre esté er condiciones de poderlas satis- facer y que, for consigniente, lai personas colectivas cumplen segiin justicia «0 cometido, es decir, que se realicen conforme a norma, Por su cuerpo e hombre esté obligado a la experiencia

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