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DASE ENT SHULAMITH + FIRESTONE LA DIALECTICA DEL SEXO EN DEFENSA DE LA REVOLUCION FEMINISTA editorial Xairds. av. generalisimo, 493 cbarcelona-15 Titulo original: The Dialectic of Sex Portada: Joan Batallé Traduccién: Ramén Ribé Queralt A SIMONE DE BEAUVOIR QUE HA CONSERVADO SU INTEGRIDAD © 1973 William: Morrow & Co. Inc. y Editorial Kairés, S. A. 1976 avda, Gmo, Franco, 493 - Barcelona-t5 Primera edicién: juniv 1976 Printed in Spain Depésito Legal: }- 29490-1976 LS.B.N. 84-7245-079-1 IGAP, 8. A. -Hsplagas del Llobregat (Barcelona) El exanten y la reflexién en torno a la Naturaleza —en su acepcidn mds amplia—, en torno a ta historia de la es- pecie humana o de nuestra propia actividad intelectual, nos conducen a la percepcién inmediata de un entramado sin fin de relaciones y reacciones, permutas y combinaciones, en las que nada conserva su esencia, ubicacién o modo; at contrario, todo se mueve, cambia, llega a ser y desaparece. Nuestra captacién primera es, por tanto, la de un todo uni- tario, mientras sus componentes individuales permanecen en mayor 0 menor grado en un segundo plano; observamos los movimientos, los cambios, las conexiones, no lo que se mueve, combina y une. Esta concepcién del mundo primi- tiva e ingenua, pero intrinsecamente correcta, pertenece a la antigua filosofia griega y el primero en formularla con claridad fue Herdclito: todo es y no es, puesto que todo fluye, cambia sin cesar, adquiere el ser constantemente y constantemente desaparece. FRIEDRICH ENGELS GLABYS PALAU ~ DIANA MAFFIA UBACYT Fi 052 ‘ i991 = 1993 LA DIALECTICA DEL SEXO La division estanca derivada del sexo es tan profunda que resulta imperceptible. Caso de ser percibida, puede ser- lo bajo una capa de desigualdad superficial, susceptible de abolicién mediante unas pocas reformas o mediante la plena integracién de la mujer en el estamento laboral. Es, sin embargo, la reaccién del varén, la mujer 0 e] nifio co- rrientes la que mas se acerca a la verdad: —jQué dices! Pero, jsi ésto no se puede cambiar! jTu es- tés loco! Pues bien, hasta ahi exactamente ahondamos en Ja realidad. Esta reaccién espontdnea —la suposicién de que; aunque inconscientemente, las feministas estén. hablan- do de cambiar un estado biolégico fundamental— es una reaccién sincera. El que un cambio tan profundo no enca- je facilmente en las categorias mentales tradicionales —las «politicas», por ejemplo-~ no se debe a la irrelevancia de dichas categorias, sino a su estrechez congénita; el femi- nismo, radical las arrolla. Si existiera un vocablo de’ conte- nido mas amplio que el de revolucién, lo utilizarfamos aqui. Hasta que no se alcanzo un cierto nivel. evolutivo y la técnica consiguié su actual estadio de sofisticacién, poner en cuarentena un estado biolégico fundamental parecia cosa de locos, .gQué razones podian. existir para que una mujer renunciaraé a su preciado asiento en el Vagon-cuadra por una lucha sangrienta que no podia tener esperanzas de ganar? Sin embargo, en algunos paises por vez primera, se dan las condiciones previas para una revolucién feminista; es mas, las. circunstancias empiezan. a exigir dicha revolu- cién. Las pioneras estén intentando evitar la masacre y, avan- zando a tientas, empiezan a encontrarse unas a otras. Su primera actuacién tactica consiste en una cuidadosa obser- vacion conjunta, en la resensibilizaci6n de una conciencia fraccionada. Es una labor penosa. Poco importan los ni- veles de conciencia~que se dejen atras; elproblemma” queda” siempre a mayor: profundidad. Estd‘ en’ todas partes. El dualismo yin-yang (1) immprégria todd el curso de la cultu- ra, de la historia, de la economia e¢ incluso de la natura- leza misma; las versiones occidentales de la discriminacién sexual no constituyen mas que su Ultima floracién. Po- tenciar hasta este punto la propia sensibilidad con respec- to al sexismo conlleva problemas mucho mds’ graves “que cuantos puedan derivarse de la perceptibilidad recién’ ad? quirida por el’ militante negro: frénte al’ racistio las’ mi- litarités ferilinistas’ sé veh eh la negesidad’ ‘de ‘ponér” eft’ tela dé juicio"no sdélo la totalidad de la*cultiira ‘occidental, sitio” ja’ organizacién’ misma‘ de la cultura y, mas” alld} la*de la propia naturaleza.’ Muchas miijerées —petdida “la” espe - za, abafidonan’ la“hicha, porque, si es cierto qué la‘ pro- furididad- del ‘probleria’ alcanza “estos” nivélés,’ préfie¥eli’ sé- guir igndérandolo: Otras'sigiien engrosando las “fil este” movimiento ‘y préstaéndole” su apoyo; su’ doloros: actibi’ lidad ‘a’ la” oprésién’ de Ja “mujer tiené~un ‘objetivo qiie ie otorga ‘razén de’ existendiay su eventudl elimination: Antés’ de “précéder al’ iviterits dé ‘miodificar una” detérmi- nada ‘sittiacién, débenids; no“ obstante, esdlarecét ‘si “origen ‘ creddas” los” miédios' que” nos périiitan” ponér” fin al’ confli¢to. 33° dé “précedéy a‘ revolucién férninistas p¥edisarenids” dé” un” afidilisis d dinamiea’ dé la” guérra’ de “108” sexds” tari® exliatistivé “cond Q) Ei’ término yin denota ‘en Ja’ filosoffa china el principio pa. sivd, négativo’'o ‘fethenind “del” univéis6, ‘siéhipre ‘en contraste 'y plemérito miittid cori%el' principis! yarg, fuente “de“tuz 'y calor, “que es: la fuerza activa, positiva o masculina del mismo. (N. del T.) 10 | result6. ser el analisis que Marx y Engels hicieron del an- tagonismode:.clases, previo a ‘ia revolucién-econdmica: Mas exhaustive ‘atin, porque: nos enfrentamos a‘un-problema: de mayores -proporciones; .a ‘una -opresiéni que: se réenionta-mas alld: de! todo: testimonio. escrito. hasta- penetrar enlos mis- misimos umbrales: del reine. animal. Eny:la: gestacién’ de: un anélisis dé tal naturaleza; pode- mos:obtener informacién valiosisima a través de Marx y Engels: No me:refiero a.la:recopilacién literal- de sus opi- niones ‘sobre las mujeres (apenas tienen idea del'estado de la: mujer: como. clase. oprimida;. hecho. que: sélo -reconocen- cuando: roza-la ‘cuestiéneconémica), sino a su- méiodo ana- litico. Marx: y- Engels fueron superiores a-sus antécesores so- cialistas. por haber: desarrollaéd6 un’ método de andalisis «a lasvez dialéctico y-mateérialista.: Fueron lds primeros —tras’ largos siglos de cultura— en concebir la historia :dialécti-- camente; en*contemplar-el mundo.como proceso flujo na- tural-de accion: y -reaccién,: de-contrarios ‘que; sin" embargo, resultan :inseparables -y se':penetran- mutuaménté, At*poder captar: laxhistoria: como:.secuenciay*no com instantanea; jntentaron:' evitiry caer’ en“ la~ estdtica’ perspectiva «meta- ffsicay que-habfa. seducide’ atantas»-mentespoderosas. (Este mismo.tipoide-andlisis puede: ser products dela -division ‘se- xual, como: veremosien:le-Capftulo 9.) Combinaron”“esta vi- sién de la dindmica interactiva:-dé* las -fuerzas -histéricas: con una interpretacién materialista; es decir intentaron —-por vex ‘:primera—-asentar’‘el proceso de-cambio ‘histérico’y cul- turak sobre-una “base-real;’ atribuir 1a~evolucidir ‘dé los” esta- mmientosecondmiicos’a-causas organicas.’ Pensarotr ensefiar a Jos hombres*cémo-dominar la histdria por medib“de' la -com- prension plena “dé st mecanica*internar Los pensaddres™ socialisias “anteriores a Marx y Engels —como Fourier; Owert y “Bébél—— no ~pudieron™ir' mas. alld del discurso nioratizamte” acerca” de ‘las désigualdadés so- ciales de la época, exponiendo un mundo ideal- en el que no existirian ni la explotacién ni los privilegios de clase (al.-igual que-los primeros »pensadores feministas~se limita- ron.ala exposicién-de-un mundo: en-el- que-no-debia- exis- it tir ni Ja explotacién ni los privilegios. del macho) apoyan- dose en la simple base de ia buena voluntad. En ambos casos, el hecho de que estos pensadores adelantados des- conocieran el modo en cémo habia evolucionado, se habia manienido y era susceptible de eliminacién la injusticia social, hacia que sus ideas existieran en un medio cultural sintético, utdpico. Marx y Engels, en cambio, intentaron un enfoque cientifico de la historia. Analizaron el conflicto de clases hasta dar con sus origenes econédmicos auténticos y proyectaron una soluciédn econémica sobre la base de unas precondiciones econémicas objetivas ya existentes: la incautacién de los medios de produccién por parte del pro- letariado iba a conducir a un comunismo del que desa- parecia la funcién gubernativa, al no necesitar ya reprimir a la clase inferior en beneficio de la superior. En una so- ciedad sin clases los intereses individuales iban a identifi- carse con los del conjunto social. Aun concediendo que la doctrina del materialismo his- térico supuso un brillante avance sobre los andlisis histdri- cos precedentes, los acontecimientos se encargaron de de mostrar que no constitufa la respuesta definitiva. La ra- z6n estriba en que, si bien Marx y Engels basaron su teo- ria en la realidad, tratdbase unicamente de una. realidad parcial. Veamos la definicién —estrictamente econédmica— que Engels nos da del materialismo histérico en su So- cialism: Utopian or. Scientific: «El materialismo histérico encarna aquella concepcién del curso histérico, que busca la causa ultima y ta gran fuerza motriz de todes los acontecimientos en e] desarrollo econédmico de la sociedad, en Jas varia- ciones habidas en los sistemas de produccién e in- tercambio, en la divisién subsiguiente de la sociedad en clases diferenciadas y en las luchas de dichos esta- mentos entre si.» (La.cursiva es mia.) Mas adelante alega «...que toda la historia ‘del’ pasado, salvo la de ‘sus ‘estadios ids primitivos, nod fue mds gue la historia 12 de las luchas de clase; que dichos estamentos conflic- tivos de Ja sociedad son siempre resultado de los sistemas de produccién e intercambio —en una pala- bra, de las circunstancias econdémicas de Ja época—; que la estructura econdémica de una sociedad propor- ciona siempre la base real que nos sirve de punto de partida para encontrar la explicacién ultima de toda la superestructura de las instituciones juridicas y po- liticas, asi como de las ideas religiosas, filoséficas, et- cétera, de un perfodo histérico dado». (La cursiva es mia.) Seria un error intentar explicar la opresién de la mu- jer a partir de esta interpretacién estrictamente econdémi- ca. El andlisis ‘de’ clases constituye una labor ingeniosa, pero de alcance limitado; correcta en sentido lineal, no alcanza suficiente profundidad. Existe todo un sustrato sexual en la dialéctica histérica, que Engels entrevé de vez en cuando; pero, al percibir la sexualidad sdlo a través de una impregnacién econémica y reducir a ella toda realidad, se incapacita a si mismo para una actividad evaluadora autdéctona. Es cierto que Engels capto que ia division original del trabajo se daba ya entre hombre y mujer, siendo su obje- tivo la crianza de los hijos; que en el seno de Ja familia el marido era el patrono, la mujer los medios de produc- cién y los hijos el trabajo; y que la reproduccién de la es- pecie humana constitufa un importante sistema econdémico diferenciado de los miedios de produccién. (1) Sin embargo, se ha otorgado a Engels un mérxito exce- sivo por haber reconocido de forma tan esporadica la opre- sién de Ja mujer como clase. La verdad es que tan sdlo afirmé el sistema de clases sexuales en aquellos puntos en que se entrecruzaba con los montantes de su estructura econémica y podia contribuir a jluminarla. Tampoco en GQ) La correlacién que establece entre el desarrollo combinado de ambos sistemas en El origen de la familia, la propiedad privada y El Estado sobre una base temporal, puede tener la interpretacién que incluimos en el siguiente diagrama: 13 57 “DICTADURA, DEL RROLETARIADO 82 | I« _ 36 |. | 7 - 3S ; 4 1Q¢ sey + g o 4 Bvt HB oh < o£ B, Fs 2 S€ £18 8 > Wh “614586 =) |) G8 28 2) 2282 > dl w os 2 z ‘oO | 5$_,£2_,91 2882 *s wee °° Bw “LZ og) tog 2 3 “‘e | eB “39 ‘8]o48° 2 3 ‘wm ]R8 ES a 388 2 > a I ag = $ z 2 z 2 8 = = q 2 £2 Sle € & © $f Ele & 3 @ @ Z|. ® e g . 3 i wpe |e S785 z : 3 2 =z 3s t ot vB ol nme OE Q cf : s oO a) = 8 : Bl Fra] E\/e\/2 s ol” <_< wy) Oty 8 . “? . 2 eB oO giela « a at ra : x : ge 28 8 — en las que integrar luego la historia, puede ser una actividad innecesaria. Marx y Engels habian des- cubierto que estas mismas categorias filoséficas surgian a su vez de la historia. Antes de adoptar tales categorias, intentemos efectuar un analisis poniendo a la propia biologia —la procreacién— en el origen del dualismo. La presuposicién intuitiva del hombre medio de que la divisidn desigual de los sexos es una divisién «natural», puede estar bien fundamentada. No tenemos por qué buscar més lejos, por lo menos de forma inmediata. A diferencia de la estamentizacién econdémica, las clases sexuales nacieron directamente de una realidad biolégica: hombres y mujeres fueron creados con distinta configuracién y diversidad de privilegios. Si bien, como sugiere De Beauvoir, dicha diferenciacidén no exigia por s{ misma el desarrollo de un sistema de clases —la domi- nacién de un grupo por el otro—, tal como lo demanda- ron las funciones reproductivas basadas en tales diferen- cias. La familia bioldgica constituye una distribucién de poder intrinsecamente desigual. La sed de poder que ‘con- duce a la constitucién de clasés, surge de la formacién psi- cosexual de cada individuo en funcién de su desequilibrio basico, y no como Freud, Norman O. Brown y otros han alegado —excediéndose una. vez mas en sus objetivos—, re- mitiéndolo a cierto conflicto irreductible entre Vida y Muer- te, Eros y Thanatos, La familia bioldgica —la wmica reproductiva basica, com- puesta de macho/hembra/hijo, en el seno de cualquier tipo de organizacién social se caracteriza por los’ siguientes hechos fundamentales —no inmutables—: 1. Las mujeres, durante el largo curso ‘histérico ante- rior al control de natalidad, han estado incesantemente su- bordinadas a su propia biologia —menstruacién, menopau- sia y «molestias femeninas», partos dolorosos constantes, amamantamiento y cuidado de los pequefios—, todo lo cual las ha llevado a depender de los varones (hermano, pa- 17 dre, esposo, amante; o clan, gobierno, comunidad en ge- neral) (para salvaguardar su supervivencia fisica. | 2. Las crias humanas necesitan un tiempo despropor- cionadamente mayor al de los animales para desarrollarse, por lo que se hallan indefensos y, por lo menos durante un corto perfodo, en dependencia de los adultos para poder sobrevivir fisicamente. 3. La interdependencia bdsica madre/hijo ha existido bajo una forma u otra en toda sociedad -—pasada o pre- sente-- y ha conformado en consecuencia la psicologia de toda hembra madura y de todo retofio. 4, La diferenciacién reproductiva natural entre los sexos condujo directamente a la primera divisién laboral en los origenes de las clases, asi como a la aparicién del para- digma de casta (discriminacién basada en las caracteristi- cas biolégicas). Estas contingencias bioldgicas de la familia humana no pueden ser contrarrestadas por medio de sofismas antropo- Idgicos. Cualquiera que observe a los animales aparedndo- se, reproduciéndose y cuidando de sus pequefios, encontra- ré de imposible aceptacién la teoria de la «relatividad cul- tural», No importa el ntimero de tribus ocednicas plena- mente ignorantes de la contribucién paterna a la fertilidad, el de. matriarcados, el de inversiones de la funcién sexual, el de consagracién masculina a las tareas domésticas, ni si- quiera el de intensos dolores de parto emp&ticos; todo ello no demuestra mds que una sola cosa: la sorprendente fle- xibilidad de la naturaleza humana. Ahora bien, la natira- leza humana es adaptable a algo, es decir, esta efectiva- mente determinada por las circunstancias ambientales. Y Ja familia biolégica que hemos descrito ha existido en todas partes a través del tiempo. Incluso en aquellos: matriarca- dos donde. se adora la fertilidad femenina y se ignora o menosprecia. la funcién paterna, se da --aunque posible mente no con respecto al padre genético— cierta dependen- cia de la hembra y el hijo. con respecto al vardén. Y, si bien 18 es cierto que la familia nuclear es tan sdlo.de una forma evo- lutiva reciente, forma que, como intentaré mostrar, inten- sifica aim mas las servidurnbres psicolégicas de la familia biolégica; y, si bien es cierto también que a lo largo de la historia dicha familia biologica ha pasado por multitud de variaciones, las contingencias que he descrito existieron en todas ellas causando distorsiones psicosexuales especificas en Ja personalidad humana. A pesar de todo, conceder que el desequilibrio sexual del poder posee una base Dbioldgica, no supone arruinar nuestra causa. Ya no somos puramente animales y el Rei- no de la Naturaleza ha dejado de ser sefior absoluto. Como admite la misma Simone de Beauvoir: La teorfa del materialismo histérico ha arrojado luz sobre ciertas verdades importantes, La humanidad no es una especie animal, es una realidad histérica. La sociedad humana es una antffisis —en cierto sentido se enfrenta a la naturaleza—; no se somete pasivamen- te a su presencia, sino que asume su control en be- neficio propio. Esta apropiacién no es una operacién interna, subjetiva; se realiza objetivamente a través de la actuacién practica. En consecuencia, lo «natural» no es necesariamente va- Jor «humanos."La humanidad ha empezado a desbordar la naturaleza. Ya no podemos justificar el mantenimiento de un sistema discriminatorio de clases sexuales baséndonos en sti enraizamiento en la Naturaleza. Es mas, aunque sdélo sea por razones pragmaticas, empieza a parecernos que de biéramos desembarazarnos de él (v. Capitulo 10). - -’ Bl problema se hace politico y exige algo mds que un andlisis histérico exhaustivo, al darse uno cuenta de que, si bien el hombre es cada vez mds capaz de librarse de las circunstancias biolégicas que crearon st tirania sobre mujeres y nifios, tiene pocos motivos para desear renunciar a ella, Como dijo Engels a propésito de la revolucién eco- némica: Lo que se encuentra en la base de Ja divisién de cla- 19 ses es la ley de divisién del trabajo [obsérvese que esta misma divisién se origind en una divisién funda- mentalmente bioldgica]. Pero esto no evita que la cla- se dirigente, una vez consolidada su posicién de con- trol, consolide su poder a expensas de la clase traba- jadora ni que convierta su Jiderazgo social en una ex- plotacién cada vez mas intensificada de las masas. EI sistema de clases sexuales puede haberse originado en unas circunstancias fundamentalmente bioldgicas, pero esto no garantiza que, una vez desaparecida la base biold- gica de su opresién, mujeres y nifios alcancen su liberacién. Al contrario, las nuevas técnicas —especialmente el control de la fertilidad— pueden convertirse en un arma hostil, uti- lizada para reforzar este arraigado sistema de explotacién. Del mismo modo que para asegurar la eliminacién de las clases econémicas se necesita una revuelta de la clase inferior (el proletariado) y —mediante una dictadura tem- poral—- la confiscaci6n de los medios de produecidn, de igual modo, para asegurar la eliminacién de las clases se- xuales se necesita una revuelta de Ja clase inferior (muje- res) y la confiscacién del control de la reproduccién; es indispensable no sdlo la pleria, restitucién a las mujeres de la propiedad sobre sus cuerpos, sino también la confis- cacién (temporal) por parte de ellas del control de la fer- tilidad humana —la biologia de la nueva poblacién, asi como todas las instituciones sociales destinadas al alumbra- miento y educacién de los hijos. Y, al igual que el obje- tivo final de ta revolucién socialista no se limitaba a la eliminacién de los privilegios de los estamentos econdmicos, sino que alcanzaba a la eliminacién de la distincién misma de clases, el objetivo final de la revolucién feminista no debe limitarse —-a diferencia de los primeros movimientos feministas— a la eliminacién de los privilegios mascutinos, sino que debe alcanzar a la distincién misma de sexo; Jas diferencias genitales entre los seres humanos deberian pasar a ser culturalmente neutras, (Una vuelta a una pan- sexualidad sin trabas ~la «perversidad polimérfica» de Freud— reemplazaria probablemente a la hetero/homo/bi- 20 sexualidad.) La reproduccién de la especie a través de uno de los sexos en beneficio de ambos, seria sustituida por la yeproduccién artificial (por lo menos cabria optar por ella): los nifios nacerian para ambos sexos por igual o en independencia de ambos, segin quiera mirarse; Ja depen- dencia del hijo con respecto a la madre. (iy viceversa) seria reemplazada por una dependencia mucho mas reducida con respecto a un pequefio grupo de otros en general y cual- quier inferioridad de vigor fisico frente a los adultos esta- ria compensada culturalmente. La division del trabajo de- sapareceria mediante la eliminacién total del mismo (cyber- nation) (1). Se destruiria ast la tirania de la familia bio- légica. | Con ella feneceria la psicologia de poder. AL igual que Engels alegaba en favor de una revolucién estrictamente socialista: La existencia no sdlo de ésta o aquella clase gobernan- te, sino de cualquier clase gobernante sera un con pleto anacronismo. El socialismo jamds se ha aproximado a este objetivo, no sélo como ‘resultado del incumplimiento o abortamien- to de unos pre-requisites econdmicos, sino también debido a la insuficiencia del andalisis mismo marxista, al no pro- fundizar suficientemente en las raices psico-sexuales de la divisién de clases. Marx intuyd la existencia de algo cuya profundidad escapaba a sus conocimientos, cuando _, obser- vé que la familia contenia en si misma —en embrién— todos los antagonismos que luego se desarroliatian a mayor escala dentro de la sociedad y el estado. A menos que Ta revolucién arranque de cuajo la organizacion social basica —la familia biolégica, el vinculo a través del que la psi- cologia del poder puede siempre subsistir clandestinamen- te—, el germen parasitario de la explotacién jamas sera jabra acufiada hacia 1961 por D.N. Michael, del Peace pescch Mentate, para designar el uso de computadoras acopladas a mecanismos automdticos destinados al control y ejecucién de ope- raciones complejas y repetitivas. WN, del T.) 21 aniquilado. Necesitarem una revelucién sexual mucho Mos un: evo} i a he mas amplia que la socialista —y, Por supuesto, que Ja in- cluya— para erradi verdaderam f icar vere i J ramente todos los sistemas He inte , i war a ous nafado avanzar en el andlisis de clases hasta Ne- pena a mac s en da division biolédgica de los sexos. No Heat feminnade 2 dingy mviciones socialistas; al contra- s ical puede ampli; Alisi ae A ipliar su analisis otor- géndole una base mds profunda atin en su penetracién de las ck . sate S circunstancias objetivas, explicande con’ ello muchas de sus cuestiones i les. Co: iones insolub! i ido, . Como primer paso en. este sentid 1a acendamento de nuestro propio andlisis, amplia- Bmos ta defi rei m que Engels da del materialismo histé- ee a ant a misma definicién citada mas arriba, re- aandida ore te ge eee en ella Ja divisién bioldgica : roductivos que los orfgenes de la divisién misma de clases. Sneuentra en er erialismo nistorico es aquella concepcién del icO que busca la causa ulti fuerza motriz de todo sientos on tae ver: is los acontecimient i Iéctica del sexo: en la divisid scledad en dee IS la division de la sociedad del se r i en dos clases bioldgicas diferenciadas con fines reproductivos y en los conflictos de dichas clases entre sf; en las varlaciones habidas en los siStemas de matrimonio repr fuecién y educacién de los hijos creadas por di. ictos; en ei desarrollo combinado d on | si le. otr: clases fisicamente diferenciadas [castas]; y-en la pristi na vision: del trabajo basada en el sexo y que evo- ucioné hacia un ‘sistema [econédmico-cultural] de clases. a Pasemos ahora a Ja super-estructura cultural, asi como a 3 econdmica, Uevando sus origenes no sélo hasta la divi- sién de clases (econémicas), sino hasta el mismo sexo: Toda la historia del 1 oda pasado [obsérvese que pode eliminar ahora «con excepcién de sus gstadios mas 22 primitivos»] no fue mas que Ja historia de las luchas de clase; Estos estamentos conflictivos de la socie- dad son siempre resultado de los sistemas de orga- nizacién de la unidad familiar biolégica con fines re- productivos de la especie, asi como de los sistemas es- trictamente econémicos de produccién e intercambio de bienes y servicios. La organizacion sexual-reproduc- tiva de una sociedad proporciona siempre 1a base real que nos sirve de punto de partida para encontrar la explicacién ultima de toda Ja superestructura de las jnstituciones juridicas y politicas, ast como de las ideas religiosas, filoséficas, ete., de un periodo histérico dado. Ahora la aplicacién que Engels da de los resultados de un énfoque materialista de la historia, resulta mas rea- lista: Todo el conjunto de cixcunstancias vitales que rodean, al hombre y le han gobernado hasta este momento, pasan ahora a depender de su dominio y control, con- virtiéndose aquél por primera vez real y consciente- mente en Sefior de la Naturaleza y arbitro de su pro- pia organizacién social. En los préximos capitulos daremos por supuesta esta definicién del materialismo histérico al examinar las ins- tituciones culturales que ‘sostienen y yefuerzan la familia bioldgica (especialmente su manifestacién actual, la fami- lia nuclear) y su resultado, la psicologia de poder ~—chau- vinismo agresivo desarrollado ya con amplitud suficiente para destruirnos. Integraremos todo ello en un andlisis fe- minista del freudismo, puesto que los prejuicios cultura- Jes de Freud, al igual que los de Marx y Engels, no inva- idan del todo su concepcién. De hecho, Freud tuvo in- tuiciones mas valiosas atin que Jas de los tedricos socia- jistas para la construccién de un nuevo materialismo dia- Jéctico basade en el sexo. Intentaremos, pues, conectar lo mejor de Engels y Marx (el enfoque materialista histérico) con lo mejor de Freud (la comprensién de Ja interioridad 23 masculina y femenina y aquello que las conforma) a fin de llegar a una solucién politica y personal que, no obs- tante, se fundamente sobre bases reales, Veremos cémo Freud observé correctamente la dinémica de la psicologia dentro de su contexto social inmediato, pero cémo, al ser la estructura fundamental de este contexto social un ele- mento basico —en diversos grados— a toda la humanidad, se manifest6 como condicién existencial absoluta que hu- biera sido irrazonable poner en duda y que obligé a Freud y a muchos de sus seguidores a postular hipdtesis a priori, como las Pulsiones de Muerte, para explicar los origenes de estas fuerzas psicoldgicas universales. A su vez esto hizo irreductibles e incurables las enfermedades de la humani- dad —razon por la que la solucién que é1 propuso (la te- rapia psicoanalitica), mera contradiccién terminoldgica, re- sulté tan débil frente al resto de su obra y resulté un fracaso tan estruendoso en Ia practica—, que hizo que quie- nes estaban dotados de sensibilidad socio-politica, recha- zaran no sdlo su solucién terapéutica sino también sus des- cubrimientos mas profundos, 24 EL FEMINISMO AMERICANO De acuerdo con la concepcién feminista radical, el nue- vo feminismo no se limita a ser el renacirniento de un mo- vimiento politico organizado a la busqueda de la igual- dad social, Es la segunda ola de Ja revolucién mds impor- portante de la historia. Objetivo: la destruccién del sistema mas antiguo y rigido de clases/castas existente, el sistema de clases basado en ej sexo —sistema fosilizado en el curso de miles de afios y que presta a las funciones-tipo varén/ hembra una falsa legitimidad y una permanencia aparente. A la luz de esta perspectiva, el primer movimiento feminis- ta occidental constituyé sdélo el primer asalto, mientras que los cincuenta afios de ridiculo que le siguieron fueron tan sdlo una primera contraofensiva, el amanecer de una larga lucha destinada a conseguir la liberacién de las estructuras opresivas de poder establecidas por la naturaleza y refor- zadas por el hombre. Desde este punto de vista, asomé- monos al panorama del feminismo americano. I EL MOVIMIENTO EN PRO DE LOS DERECHOS DE LA MUJER, EN AMERICA Siempre han existido mujeres rebeldes a lo largo de la historia (1); sin embargo, jamds se dieron anteriormente las premisas capaces de permitir a las mujeres la aboli- cién -definitiva de sus funciones opresivas. La capacidad re- 25 productora femenina constituia una necesidad urgente de a Sociedad ¥ aun cuando no hubiera sido asi, se carecia eee ic ceive Para 2 contro] de natalidad..Por todo > | ién de la Revolucién Industri belién feminista estab: 4 wo trascenten ios Te mites personales a predestinada a no trascender los If se ba naciente revolucién feminista de la era tecnolégica wae resagiaba ya en jos escritos y en Jas ideas de algunas » ros de las élites intelectual en Inglaterra, Mary Wollstoi val aay en hn 1 , mecraft y Mary Shelley; A rica, Margaret Fuller, y en Franci maaried | ller, ncia, las Bas bleus (2). - a ee. eas gmaleres se adelantaron a su es Bae I conseguir la aceptacién de sus id Ppropios circulos de avanzadilla, it nada de las , por no decir nada de la: grandes masas de hombres y mujeres de la época, que 2 duras penas habian asimi i furas penas babi ‘imilado el primer shock de la Revo- ; Hacia mediados del siglo xtx, en pleno apo; indusirializacion, avanzaba diecididamente eo mtionto fer rinista jplenamente organizado. Siempre fuerte en los Es- ‘dos, Uni los —fundados poco antes de Ja Revolucién In- lustrial y, por tanto, con historia o tradicién relativament escasa— el feminismo fue estimulado por la campafia. ‘AbO. licionista y por los ideales latentes de la propia Revolucion Americana. (La Declaracién aprobada en la primera con- fencién nacional cn favor de los. Derechos de la Mujer, ee en Seneca Fai fi inspi. ec ren ‘< eS afio 1848, se inspiré en la Decla- primer Movimiento Americano en pro chos de la Mujer (3) era de naturaleza ertical m ae (1) Las brujas, por ejemy i | : plo, deben ser consideradas com - ieses ‘entregadas a una revuelta politica independiente: en al curso ee. aes ee ocho millones, de elias fueron quemadas en la hoguera * que la religién era la politica de I: @) Apelativo derivado de las medi © coe eal Sf ’ ias de estamb: uulzadas como iano) de anticonvencionaliso en ias reunlones: hte de lo 1 pasando fh y con aficiones literarias. & del Eee @ desigaar a Ta mujer colta G) Designad: i i ments ignado con las siglas W.R.M. (Woman’s Rights Move- 26 glo xIx, atacar a la Familia, a la Iglesia (v. Elizabeth Cady Stanton, Woman’s Bible) y al Estado (ley) era para las mu- jeres de la época un ataque dirigido contra jas mismas pie- dras angulares de la sociedad victoriana en que vivian —algo equivalente a un ataque dirigido contra las propias dife- rencias sexuales en nuestros dias. Los fundamentos teéri- cos del primer W.R.M. se derivaban de las ideas mds ra- dicales de su tiempo, especialmente las de los abolicionis- tas como William Lloyd Garrison y Jas de comunalistas como R.D. Owen y Fanny Wright. Pocas personas s¢ dan cuenta en la actualidad de que este feminismo pionero era un movimiento de verdadera raigambre popular. Pocos han. oido hablar de las penosas caminatas Wevadas a cabo por jas pioneras feministas hasta nticleos remotos de pobla- cién y lejanas fronteras 0 de puerta en puerta para hablar de sus ideas o para recoger firmas con que apoyar peti- ciones que eran desdefiadas entre burlas en las Asambleas. Tampoco saben que Blizabeth Cady Stanton y Susan B. Anthony, las feministas més fervientes del movimiento, fue- ron de las primeras en subrayar ja importancia de organizar a las mujeres obreras, fundando la Working Woman's Asso- ciation en septiembre de 1868. (Delegadas a la National Labor Union Convention en fecha tan temprana como la de 1868, discutieron mas tarde por la falta de colaboracién del chauvinista movimiento obrero masculino —caractexis- tica que no ha cambiado.) En el movimiento feminista mili- taron otras pioneras de la organizacion Jaboral, como Augus- ta Lewis y Kate Mullaney. Este movimiento radical fue organizado por mujeres que carecian de toda personalidad juridica ante la ley; mu- jeres a quienes se declaraba civilmente muertas en el mo- mento de contraer matrimonio o que seguian siendo legal- mente menores dé edad, si no lo contrafan; mujeres que carecian del derecho a otorgar testamento e incluso a po- seer la custodia de los hijos en caso de divorcio; a quienes ni siquiera se ensefiaba a leer, por no mencionar el pro- plema de la asistencia a Ja universidad (las mas privile- giadas recibian Jecciones de bordado, decoracién de por- celanas, francés y clavicordio); mujeres que carecian de voz 27 en materias politicas. Por todo ello, aun después de la Gue- me oy mas del cincuenta por ciento de la poblacién de teen on poe coe sometida a esclavitud legal, sin ni i gee ce westian siquiera sobre los polizones con . Las primeras convulsiones de esta clase oprimida, las simples peticiones de justicia que dejaron oir su voz, fue- ron. ahogadas con violencia desproporcionada y una ‘resis. tencia dificil de comprender en nuestros dias, desdibujadas ya las fronteras entre las clases sexuales. El caso es que, como a menudo sucede, el potencial revolucionario del pri- mer despertar feminista fue comprendido con mayor cla- ridad por quienes ocupaban el poder que por las mismas militantes en el movimiento. Desde los primeros momentos, éste planted una seria amenaza para el orden establecido y su_misma existencia y prolongada duracién constituyeron testimonio de las desigualdades de base -existentes en un sistema que pretendfa ser democrdtico. En colaboracién mutua al principio, y mas tarde siguiendo cauces indepen- dientes, el Movimiento Abolicionista y el W.R.M. supusie- ron una amenaza de escisién nacional. Si durante la Gue- rra Civil no se hubiera inducido a las militantes feministas a trocar su causa por la cooperacién en asuntos «de mayor importancia», la historia de los primeros pasos de su revo- lucién seria menos depri Iucion ser! primente que la que conocemos en la De acuerdo con los hechos, la combinacién de fuerzas Stanton-Anthony siguid en la brecha durante veinte afios mas, pero el niicleo motriz del movimiento habia recibido un golpe mortal. A miles de mujeres se les franqueé la sa- lida det hogar desde las primeras embestidas de la Gue- rra Civil, con el fin de que pudieran realizar obras asis- tenciales. El tinico punto de unién posible entre sectores femeninos organizados de tan diversa indole, era la cues- tién del derecho al voto, pero —como era de esperar— no llegaron a un acuerdo sobre las razones en que éste se fun- daba. Las conservadoras formaron la Anterican Woman Suffrage Association o se alistaron en alguno de los clubs femeninos que brotaban por doquier, como la pia Woman's 28 Christian Temperance Union. Las radicales organizaron por su cuenta la National Woman’s Suffrage Association, cuyo tinico objetivo era la consecucién del voto, como simbolo del poder politico que necesitaban para acometer empre- sas mds amplias. Hacia 1890 se habian conseguido nueyas xeformas le- gales, las mujeres habian pasado a engrosar las filas del mundo laboral dentro de los cauces juridicos atin hoy vi- gentes y un numero cada vez mayor de ellas recibia edu- cacién apropiada. En vez de un poder politico real, se les habia otorgado una posicién simbdlica e independiente en Jas esferas ptblicas en cuanto miembros de clubs femeni- nos. Se trataba de un poder politico mayor que el dis- frutado hasta entonces, pero no dejaba de ser una version refundida del «poder» femenino de cufio tradicional; un poder de segunda fila —una influencia sobre el poder, de caracter tradicional, cuya versién moderna se tradujo en tActicas «entre bastidores» y. obstructivas. Cuando en 1890, descorazonadas y envejecidas sus lideres, el National. feme- nino radical se fundié con el American conservador para formar la National American Woman Suffrage Association {NAWSA), todo parecia perdido, £1 feminismo conservador, concentrado en objetivos tinicos, amplios ‘y unificantes como el voto, intentando operar dentro de la estructura del po- der masculino blanco y ganar simulténeamente sus simpa- tlas —en su empefio por convencer a unos hombres ple- namerite conscientes de sus objetvos, mediante una retérica florida—, habia triunfado. BL feminismo, traicionado, lan- guidecia. Peores efectos que las feministas conservadoras tuvo el creciente niimero de mujeres que, con su recién descu- bierto pedacito de libertad, se lanzaron entusiastas a en- grosar las filas de todos los xadicalismos de la época —los diversos movimientos de reforma social de la Era Pro- gresista—, aun cuando fueran opuestos a los intereses femi- nistas. (Pensemos en el antiguo debate sobre Jas discrimi natorias leyes laborales de aproteccién» a las mujeres). Mar- garet Rhondda, la dirigente feminista inglesa del perfodo posterior a la Primera Guerra Mundial, lo expresaba asi: 29 Podemos dividir a las mujeres que militan en el mo- vimiento, en dos grupos: las Feministas y las refor- madoras, que no son Feministas en absoluto'y a quie- nes no importa lo més minimo la igualdad en si En la actualidad, casi todas las organizaciones femeni- nas son conscientes de la existencia de muchas més reformadoras que Feministas y de que el entusiasmo que impregna el deseo de procurar por nuestro pro- jimo y de beneficiarle segin el propio criterio es una actitud mucho mas extendida que el deseo de proporcionar a cada uno el poder necesario para cul- dar de si mismo. Estas «reformadoras», las mujeres «radicales» de su tiempo, se encontraban en el mejor de Jos casos bajo la influencia del feminismo, No eran verdaderas feministas ni verdaderas radicales, porque no consideraban la causa de la mujer como opcién radical legitima en si misma. Al concebir al W.R.N. como algo meramente tangencial res- pecto a otra politica de mayor importancia, se conside- raban, a si mismas en cierto sentido como hombres de se- gunda categoria; en otras palabras, las reivindicaciones femeninas les parecian «especiales», «sectarias», mientras gue todo lo concerniente a los hombres les parecia «huma- no», «universal». Al desarrollarse politicamente en el seno de unos movimientos dominados por hombres, se preocu- paban por el mejoramiento de su posicién dentro de ellos, en vez de abandonarlos y crear los suyos propios. La Wo- man’s Trade Union League: las mujeres cuya actividad, po- litica se movia en sus coordenadas, fallaron en sus obje- tivos mds fundamentales debido a su incapacidad para cor- tar los Jazos que las unfan al chauvinista movimiento mas- culino AFL —dirigido por Samuel Gompers— que Jas trai- cionéd una y otra vez. Otro ejemplo es el de tantas volun- tarias que, con la misma dedicacién de sus colegas del pro- grama VISTA (1) para con pobres muchas veces desagra- (1) Volunteers in Service to America: Programa gubernamental de ayuda social mediante prestaciones personales yoluntarias, esta- blecido en 1964, (N. del T.) - 30 decidos, se lanzaron al, movimiento juvenil de colonizacién, entregando en muchos casos sus vidas sin esperar recom- pensa, tan sdlo para convertirse en estereotipadas asisten- tas sociales —solteras, tristes y amargadas, pero ‘notables por su devocién a la causa. Recordemos al Woman’s Peace Party fundado por Jane Adams sin pena ni gloria en vis- peras de la intervencién americana en la Primera Guerra Mundial y que irénicamente se dividid en grupos belicistas al servicio del esfuerzo militar, por un lado, o.en grupos pacifistas radicales tan ineficaces como su propio extre- mismo, Esta frenética actividad organizadora femenina de la Era Progresista se confunde a menudo con el W.R.M. pro- piamente dicho. Ahora bien, la imagen de la marimandona dictatorial y frustrada no deriva tanto de las feministas ra- dicales como de. las politicos no-feministas, miembros de co- mités consagrados a las diversas causas importantes de la época, Adem4s de los desaparecidos movimientos ya cita- dos —la Woman's Trade Union League, la National Fede- ration of Settlements y 1a Woman’s International League for Peace and Freedom (anteriormente Woman’s Peace Party, fundado por Jane Adams)— toda la amplia gama de orga- nizaciones femeninas se iniciaron en Ja era comprendida entre los afios 1890 y 1920: la General Federation of Wo- men's Clubs, la League of Women Voters, la American Asso- ciation of Collegiate Alumnae, la National Consumer's Lea- gue, la PTA (1) e incluso las DAR (2). Aunque tales orga- nizaciones estuviesen ligadas a los movimientos mas radi- cales de la época, lo reaccionario, fatuo y estipido de su politica venfa indicado desde el primer momento. por el simple hecho de sus opiniones no-feministas. Como vemos, Ja mayor parte de las organizaciones fe- meninas del perfodo 1890-1920, perfodo que suele citarse como. punto dlgido de la actividad feminista, no guardaban relacién. alguna con el feminismo. Por una parte, éste ha- bia reducido. su actividad a ja causa tnica de la consecu cién del voto —el W.R.M. se habia transformado (tempo- (1) ‘P.T.A.: Parent-Teacher Association. @) DA.R.: Daughters of the American Revolution. (N, del T.) 31 ee sheen tay ralmente) en un movimiento sufragista— y, por otra, las energias femeninas se hallaban diseminadas en todas las cau- sas radicales, excepto en la suya propia. . El feminismo radical dormitaba simplemente. Su des- pertar empez6é con el retorno de Inglaterra de Harriet Stan- ton Blatch, hija de Elizabeth Cady Stanton, pais en donde se habfa alistado en las filas de Ja militante Woman’s Social and Political Union —las sufragistas inglesas, cuyos expo- nentes mas conocidos sean quizas las Pankhursts—, mo- vimiento de signo contrario a las Constitutionalists (femi- nistas conservadoras). Convencida de que para alcanzar los objetivos radicales profesados por su madre se necesitaban tacticas militantes, recomendé atacar el problema con la olvidada estrategia de la ramificacién Stanton-Anthony, es decir, ejerciendo presién en favor de la reforma de la Cons- titucién federal. Muy pronto las militantes americanas se desgajaron de la conservadora NAWSA para formar la Con- gressional Union (mas tarde el Woman's Party), iniciando las osadas tdcticas de guerrilla y la linea de actuacién tenaz y sin compromisos que incorrectamente se han atribuido muchas veces a todo el movimiento sufragista. La cosa funciond. Las militantes tuvieron que soportar obstéculos, atropellos, palizas, incluso huelgas del hambre —-mds penosas por la ingestién forzada de alimentos—; pero en el curso de una década se conquisté el voto. El brillo del feminismo radical fue el acicate que necesitaba el languido movimiento sufragista para Janzarse a su tni- co objetivo. Proporcioné un enfoque nuevo y sano (la pre- sién en favor de una reforma nacional en sustitucién del fatigoso método de organizacién por estados independien- tes utilizado durante mds de treinta afios), una agresividad que dramatizaba la urgencia de la causa de la mujer y, sobre - todo, una perspectiva mds amplia, en la que el. voto consti- tuia sélo el primero de una larga serie de objetivos, por lo que debia conseguirse a la mayor brevedad. Las mo- deradas peticiones de las feministas conservadoras, a quie- nes lo tmico que faltaba por alegar era la no-utilizacién del voto en caso de obtenerlo, fueron bien acogidas. como mal menor frente a Jas exigencias del Woman’s Party. 32 Ahora bien, con la concesién del voto, el establishment coarté al movimiento femenino. Como lo expresaba un ca- ballero de la época, citado por William O’Neill en Everyone Was Brave, «a pesar de todo, el voto de la mujer es algo positive, aunque no sea mas que para disponer de él». Mrs. Oliver Hazard Perry Belmont del Woman's Party ins- taba a las mujeres a boicotear las elecciones: «Negociad vuestro nuevo poder. Las sufragistas no lucharon durante setenta afios por vuestra emancipacién para que vosotras 0s limitéis a servir a los partidos masculinos.» Charlotte Per- kins Gilman abogaba en favor de lo mismo: . El poder que las mujeres pueden ejercer, radica en su no-adhesién a un sistema de partidos masculinos. El sistema de partidos que rige en politica, es un en- gafio de los hombres para esconder los verdaderos ob- jetivos. Las mujeres deberian luchar por aquello que quieren, con independencia de las politicas de par- tido. Precisamente por la conciencia que los viejos partidos politicos tienen de la poca influencia que las mujeres pueden tener en su seno, es por Jo que se muestran tan ansiosos de alistarlas en sus filas. Nada de esto iba a servir de mucho, Ni siquiera la for- macién de un nuevo Woman's Party el 18 de febrero de 1921 —-como alternativa a los grandes partidos que con tanta rapidez estaban absorbiendo ja nueva-fuerza politica de la mujer fue capaz de tesucitar este movimiento agoni- zante (1). La concesién del voto al movimiento sufragista apun- tillé al W.R.M. Si bien las fuerzas antifeministas parecie- ron rendirse, lo hicieron sdlo de palabra. Jamas abando- naron Ja partida. Por la época en que se concedié el derecho (G) El Woman’s Party siguid juchando durante una época de depresién y de guerras mediante una campafia en favor del siguiente gran paso legal hacia la consecucién de la libertad de Ja mujer: una Enmienda de Igualdad de Derechos para Ja Constitucién. Cincuenta afios mds tarde, las supervivientes prosiguen la campafia, El cliché de la excéntrica anciana con su paraguas, obsesionada por una causa ya conseguida, es el resultado “cémico” del anquilosamiento del fe- jminismo creado por los cincuenta aftos de ridiculo. 33 f iL i: i al voto, el prolongado encauzamiento de las energias fe- ministas en el limitado objetivo sufragista --considerado al principio sélo como el primer paso hacia el poder poli- tico— habia consumido completamente al W.R.M. El voto era el monstruo que habia devorado todo lo demés. Tres generaciones habfan transcurrido desde los inicios del W.R.M. Sus fundadoras habian muerto. Aquellas mujeres que se afiliaron posteriormente al movimiento feminista para Iuchar por la causa unica sufragista, no habian tenido oca- sién de desarrollar una toma de conciencia mds amplia; por aquel entonces habian olvidado ya para qué servia el voto. La oposicién se habfa salido con la suya. éSe recuerda algo de toda esta lucha? La simple ba- talla por la consecucién del voto —de poco valor para las mujeres, como acontecimientos posteriores se encargaron de demostrar— fue una guerra interminable contra las fuer- zas mas reaccionarias de la América de aquel tiempo, que —como Eleanor Flexner muestra en Century of Struggle— comprendian los grandes interéses capitalistas del norte, es decir, los intereses del petrdleo, de las fabricas, del fe- xrocarril y de las bebidas alcohdlicas; el bloque racista de Jos estados del sur (que, ademds de su intolerancia con res- pecto al sexo femenino, temfan conceder el voto a la mu- jer porque ello suponia la ciudadania para otra mitad de la raza negra, del mismo modo que constituia un toque de atencién acerca de la hipocresia del sufragio masculi- no «universal»), y, finalmente, el aparato gubernamental mismo. El esfuerzo que suponia el logro del voto era in- crefble. Carrie Chapman Catt calculé que: Eliminar la palabra . El coche aparcado —tradicién establecida desde la era de las flappers— se convirtié en necesidad urgente, quizd Ja institucién que mejor caracterizaba las pasiones de la dé- cada de los cincuenta (v. la «

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