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vie uw i oe a < a a ou (e Introduccion 1, Los EXPERIMENTOS A medida que iba escribiendo los ensayos de este libro, como en un mundo paralelo, se iba escribiendo también un proble- ma. El desafio que tuve que enfrentar en ese otro mundo fue cémo llamar al grupo de objetos que me habia propuesto ana- lizar. Tenia ante mi un conjunto compuesto por textos, pelicu- Jas, autores, obras, grupos intelectuales, polémicas culturales. Todos ellos estaban ubicados en contextos diversos que, sin embargo, se circunscribian a dos: crisis y populismo, contextos inestables por definicién y, como veremos, partes del mismo problema. Me enfrentaba también a una cuestién basica: ver cémo y por qué todas esas producciones pertenecian a un te- rritorio que solapaba varios formatos culturales y podian ser incluidas en més de un campo de circulacién. Las palabras “ob- jeto" o “artefacto” no describian bien esas practicas pues las condenaban a una forma fija; pero lo que me Ilamaba la aten- cién en ellas era su extrema movilidad, su capacidad de decir fuera de sus propias ldgicas. Solo al final, cuando pude poner todas estas configuraciones sobre la mesa, extendidas y con- frontadas, di con la expresién “experimento cultural’. Con ella, sin embargo, estoy muy lejos de referirme a un uso del pensa- miento cientifico en el andlisis de procesos culturales o a los i 12 ZONAS CIEGAS procedimientos que se llevan a cabo para comprobar hipétesis © confirmar premisas. Pienso exactamente en lo contrario: enel experimento como acto gratuito o fallido, aquel que lleva a una fuga o que instala un nuevo umbral de experimentacién, aque- Ilo que no puede clausurarse en la interpretacién. Es por eso que en este libro Ilamo “experimento” a diferentes tipos de inter- venciones culturales, desde “obras” tales como textos 0 peliculas hasta comunidades culturales o categorias abstractas, e incluso instituciones. Se trata de intervenciones que tienen consecuen- Cias imprevistas y no solo en el mismo campo en que se produ- cen, intervenciones que salen de su territorio, que se despliegan en direcciones que escapan a la logica de la que proceden, Un libro de filosofia que se convierte en manual de disciplina civica y ala vez en un tratado sobre el gusto popular, un film de ani- maci6n que coloca en la escena del consumo cultural los con- flictos de la estética con la politica, un autor de culto que es leido en forma anénima por multitudes, textos que quieren aca- bar con Ia literatura pero que también la celebran, polémicas sobre cémo nombrar una época, la afirmacién del disparate como valor estético son algunos de esos experimentos. Como sefialé, los que me Ilamaron la atenci6n inicialmente y en los que aqui me concentro se desarrollan, en todos los casos ~y de alli viene en buena parte su condici6n experimen- tal-, en lo que llamo la “escena populista’. Concibo esa escena como un territorio y un tiempo atravesados por lo que Ernesto Laclau ha caracterizado como una logica politica que se sos- tiene en Ia lucha permanente por definir identidades politicas (fundamentalmente la del pueblo) y por la confrontacién de demandas particulares que terminan por involucrar a Io social en su conjunto.' Esa légica se construye en el discurso, dice ' Ernesto Laclau, La razon populista, Buenos Aires, Fondo de Cultura Econémica, 2005. INTRODUCCION 13 Laclau, pero también en las imagenes y a través de otras in- tervenciones. En un entramado tal fue posible perseguir estos experimentos. No los considero ni suturas ni contestaciones a la situacién de conflicto que la escena populista construye. Son experimentaciones con sus bordes, intentos de nol elausuran Ja conflictividad sino de trabajar a costa de ella. Si convenimos con Laclau en que bajo el populismo “los requerimientos So qua non de lo politico son la constitucién de fronteras EM nicas dentro de lo social y la convocatoria a nuevos sujetos de cambio social"? estos experimentos son parte de See eee cion andloga y, al estudiarlos dentro de la confrontacién, mues- tran la heterogeneidad de que se componen. En el lugar de una totalidad fallida, una “plenitud inalcanzable”, en ese campo minado de la Argentina populista y de los contextos de crisis que sobrevienen periddicamente, ha sido posible estudiar los casos que aqui presento. Al ser ensayos, experimentos, hoy na siguen abriendo sus sentidos, pero ante todo nos rece ao que, en su momento, permitieron plantear formas de intervenir en la cultura bajo nuevos protocolos. En cierto sentido, son hoy “clasicos”, pero lo son porque se instalaron en un territorio de la inseguridad y alli desplegaron sus potencialidades. Asi, Zonas ciegas. Populismo y experimentos culturales en Argentina se compone de varios ensayos que fui escribiendo en los tiltimos afios y abarca un conjunto de intervenciones diver- sas (libros, peliculas, polémicas, estéticas, discusiones, interpre- taciones) que, a la vez, estan centradas en problemas comes Hay en ellos una delimitaci6n cultural bastante precies: 0" mentos de Argentina bajo la modernizaci6n. Hay un hatercs nO circunstancial: de qué modo la forma del experimento se im- puso como medio de explorar algunos espacios conflictivos de esa cultura. Hay, finalmente, un escenario donde todo sucede. 2 Ibid, p. 195. 14 ZONAS CIEGAS Ese escenario es un territorio de riesgo en el que experimentar fue -y sigue siendo- la forma més radical de intervenir en la cultura, una “zona ciega’, precisamente alli donde es dificil ser visto por los otros. En esa suerte de clandestinidad en la que muchos de estos experimentos se realizaban mientras no eran percibidos por su entorno, es posible ver unos territorios de activa innovacién cultural en Argentina. 2. EL LIBRO Este libro comienza con el cambio del siglo xx al xx en “Nacion: una historia de la incultura” Este capitulo lo escribi para un ve lumen sobre el “ensayo nacional’, pero es un texto que intenta cambiar el eje de reflexi6n en un contexto saturado por las in- vestigaciones sobre la naci6n. Quise entonces escribir sobre un conjunto de ensayistas que habia leido en un marco diferente al de la nacién y el nacionalismo. El capitulo es un intento, por Io tanto, de releerlos dentro y fuera del problema nacio- nal. La naci6n era su preocupacién, sin duda; pero me intere- 86 interpretarlos no en su letra sino en un relato ms amplio, donde los contenidos explicitos de la nacién se mezclan con los intentos de fundar una cultura en la que las instituciones y la industria cultural operan de manera sistematica, o dicho de otra forma, verlos en ese relato ampliado donde, nara ellos, fundar la naci6n era fundar una industria cultural a publico, Al estudiarlos podia observar cémo aquellos que reflexionaban sobre la nacién permitian, al mismo tiempo, recolocar sus limi- tes dentro de otros procesos en los que Ja “cultura universal’ tenia un rol central. Por eso, en este capitulo, intento ver cémo la constitucién de una cultura nacional es, al mismo tiempo y por sobre todo, la definicién de 1o que la cultura no es. Pero solo a través de la INTRODUCCION i paradoja se produce esta identificacién: los ensayistas encarga- dos de definir la naci6n a través de su cultura no pudieron no mirar los gustos y las practicas de aquellos que estaban fuera de la elite que imponia los limites dentro de los cuales operaba la cultura nacional. Por eso, en el movimiento de prescribir lo que la nacion debe contener dentro de si, terminan, en la mayoria de los casos, describiendo las prdcticas “incultas” de quienes asedian a la nacién (aquellos que asedian a las clases altas con la democracia; a las elites culturales, con la alfabetizacion). Es probable que no sea posible escribir una historia de la incultura, pero quizds ella se deje leer en los bordes de aquellas categorias que la naci6n erigid como murallas de integracion y de exclusion de los ciudadanos durante los procesos moder- nizadores. Si la nacién unifica y homogeniza, en este ensayo busqué entender algo de lo que se le escapa y mostrar que ese proyecto fue y es imposible. Sin duda, la cultura -en especial los saberes académicos y los que circulaban por las zonas mas ptestigiosas de las instituciones modernas~ tuvo la clara in- tencion de separar, crear bordes, articular una percepcién que disefié un vinculo con la politica legitimado por las practicas culturales. Ese vinculo no era nuevo en la reptiblica, ya que desde su mismo inicio los criollos habian desconfiado de las democracias modernas precisamente porque en ellas las masas incultas no podian -porque no sabian- elegir, dado que eran protagonistas ala vez que objeto de la represién politica. En los textos de José Maria Ramos Mejia, estudio la teorizacién de la nacién como nacién populista en la que los nuevos saberes y la nueva percepci6n de lo puiblico tienen un lugar central, y donde el ingreso vigilado de las masas es tanto un problema como una aspiraci6n de las elites. Los textos de Agustin Alva- rez, Juan Agustin Garcia y José Ingenieros refuerzan, desde la cultura cientffica, la posicion de una elite que ya ha perdido el control politico frente a las masas y trata de colonizarlas a 16) ZONAS CIEGAS través del saber: sus textos se vuelven testimonios involunta- tios de los cambios que la inmigracion y la democratizacion estaban introduciendo en la sociedad argentina; aunque ha- blen desde el prestigio académico, hablan de las conductas y los gustos plebeyos. “La escena populista” me llev6 a los primeros aiios del si- glo xx. Cuando ya la idea de vanguardia no me decia casi nada para entender ese momento de la cultura argentina, quise ex- plorar otra forma de comprender algunos fenémenos que se producian por entonces. La innovacién que el cine estaba in- troduciendo a principios del siglo xx me permitié redisefar el marco para interpretar algunas escenas culturales de los afios ‘Ene Por entonces, el cine no estaba solo reorganizando un sistema Perceptivo sino también absorbiendo una suerte de “dispersion de la creatividad” que se desplazaba de las prdcticas tradicionales (el arte, la literatura) hacia las zonas mas impre- cisas de la industria cultural. El encuentro con una pelicula de animacién de Quirino Cristiani sobre Hipolito Yrigoyen, El Apéstol, de 1917, definitivamente perdida pero con el hotior de ser el “primer largometraje de animacion del mundo’, me permitid seguir pensando la idea que habia deGiivollado en trabajos anteriores sobre el modernismo hispanoamericano: la difusion de lo estético fuera de la esfera del arte y la creacion de una cultura de “divulgacién’. Por lo demis, eso también era lo que habia hallado en los ensayos filoséficos del Sin-de-siécle; y ahora podia ver su contracara a través de un producto de la cultura masiva. El fenémeno de la pelicula me atrajo no tanto por haber sido el “primer largometraje animado del mundo” (archivado como “iiiAntes que los de Walt Disney!!!” en la memoria cinema- tografica argentina), sino, particularmente, porque ese primer espécimen mundial de un género nuevo era una sétira politica que se producia en la Argentina del populismo y habia sido he- INTRODUCCION 17 cha por un inmigrante italiano. El presidente de la reptiblica era alli parodiado y tomado como blanco de la risa piiblica, aquella que estaba debutando en las salas oscuras de los primeros cines portefios. Un nuevo lenguaje y una nueva técnica, al servicio del “entretenimiento”, abordaban sin embargo la conduccién de los destinos publicos y la nueva participaci6n ciudadana en la politica. Me parecié encontrar alli una oportunidad privile- giada para revisar las formas en que estética y politica se en- trelazaban y cémo lo hacian en la cultura masiva. Ese caso y la trayectoria artistica-comercial de Quirino Cristiani, su director, me Ilevaron a otros “casos” de la época: los de Roberto Arlt y Elias Castelnuovo, que desde la izquierda politica discutian el espacio de la ficcién y la ideologia. Ellos también agitaban ban- deras de lo que la vanguardia histérica habia ya ensefiado en la escena del arte y la literatura argentinos, pero establecian su pertinencia en otro orden, el del debate politico partidario. “Los misterios del anonimato” deriva de otros textos que escribi sobre Borges. En 1998 no estuve atenta al proximo cen- tenario de su nacimiento y publiqué, un afio antes, “Borges, Aira y la literatura para multitudes”. Fue el primer articulo en el que exploré Ia relaci6n de la escritura de Borges con sus otros, y no me cost6 mucho ligarlo a aquello que me interesaba abarcar en el contexto de la cultura masiva y el populismo: las relaciones de la literatura erudita y sofisticada con la industria cultural. Poco después publiqué “Borges y las fabulas de leal- tades de clase” (2000, esta vez si en un “homenaje a Borges’), centrado fundamentalmente en Evaristo Carriego. En “Los mis- terios del anonimato’ intenté expandir esa exploracion leyendo textos marginales de Borges y radicalizando més la propuesta: la de un Borges que no puede ser lefdo fuera de la relaci6n con los medios en que publicé (aunque haya sacado de sus “obras completas” buena parte de su “obra’). La posibilidad de redefi- nir el nombre de autor -también a través de la anonimia en que 18 ZONAS CIEGAS se leyeron muchos de sus textos— y la idea de obra le dio para mi un nuevo giro a una escritura que en el fin del siglo xx venia a mostrar su propia historicidad. Una vez mas, me interesé leer las formas institucionales en que esa escritura se abrié paso, se conforms a sf misma e intervino en el campo “enemigo”. El marco del populismo fue -también otra vez— una pieza funda- mental para pensar como sus propuestas, radicales a la vez que en sintonia con la cultura masiva, pudieron desarrollarse en el campo cultural de entonces. Con “La expulsién de la reptiblica, la desercion del mun- do” intenté algo bien diferente. Escribi la primera version de este ensayo cuando me invitaron a Participar en una edicién sobre la polémica que mantenjan varios criticos latinoamerica- nos con las ideas de Pascale Casanova y Franco Moretti acerca de Ja “literatura mundial”. Ante la frontalidad avasallante de sus propuestas, abordé un camino lateral. A pesar de mi desa- cuerdo con sus ideas, escribir sobre ellos fue una excelente oportunidad para volver a pensar la colocacién de la cultu- ra argentina fuera de Argentina. Basicamente intenté estudiar las condiciones de producci6n de una cultura que establece didlogos con su afuera a la vez que se inserta en la trama de los discursos y las practicas mas cercanos. Leer la literatura argentina frente al aparato de la “literatura mundial” me hizo ver con claridad la extrema movilidad de los agentes culturales asi como lo pobres que se muestran los sistemas con poder de explicacion absoluto, que solo disefian nuevos estatutos je- tarquicos. Todo ejercicio de recodificacién es un ejercicio de poder, y en ese terreno traté de discutirlos, a través del andlisis de los rearmados bizarros que se hicieron desde el “fuera de mundo” argentino. Por eso lef algunas formas de la produccion moderna de la literatura argentina como una manera de “de- sercién” del canon europeo (por propia voluntad o por entera imposibilidad de “imitarlo"), y encontré un conjunto de res- INTRODUCCION 19 puestas creativas a las reglas inflexibles de la jerarquia cultu- ral. Pero, por sobre todo, traté de reflexionar sobre la literatura como una practica completamente funcional a un mercado de bienes simbélicos globales bajo la modernizacién, con la adea de que aislar algo “literario” 0 “estético” fuera de su circulacién es ya una pretensi6n trasnochada, pues lo que algunos Ilaman influencias y otros interpretan como transacciones se desarro- Ilan siempre en calles de direcciones multiples. Revisar las Po: Jémicas en torno ala “literatura mundial” me permiti6, ademas, disolver y retrazar los contornos de la literatura argentina. La naci6n es un artefacto que me interes6 discutir en el fin-de- siécle; pero toda discusién se simplifica o anula cuando se Ho intenta reemplazar por otro artefacto, esta vez “mds grande", como el mundo, para seguir reproduciendo un sistema centro/ periferia. {Qué pasa cuando leemos, dentro del mundo y en su marco, a los escritores profundamente identificados con una tradicion nacional? {Qué pasa con los que olvidan o desertan del mundo? éQué pasa con los que rechazan del mismo modo el mundo y la nacién? El experimento de tratar de contestar a estas preguntas fue muy productivo para mi, pues pude encons trar varias dindmicas culturales funcionando al mismo tiempo y también ver de qué modo las polémicas se disparan fuera del cauce que las provoca. “Argentina aiio cero” surge de otra disconformidad. Me ney bian pedido que escribiera sobre “los afios ochenta", y acepté sin saber qué era eso exactamente. No estaba disconforme con la periodizacién, tan arbitraria como cualquier otra propuesta, sino con los afios ochenta en general. Es cierto que lo estaba mucho mas con los afios setenta y los noventa, pero los ochenta en Argentina me implican mds contundentemente. Fueron los afios de la posdictadura, es decir, el momento en que se espe: raba que la vida argentina comenzara a estabilizarse después del nuevo comienzo que inauguraba la democracia. Por el con- 20 ZONAS CIEGAS trario, lo que crecié con més fuerza y se instalé de manera de- finitiva fue el contexto perenne de la crisis, Traté entonces de reflexionar sobre la crisis, 0, mejor, sobre “la idea de crisis” que marc6 toda mi experiencia argentina. Me pregunté ~y traté de recordar— c6mo, mientras se vivian experiencias como la dic- tadura y la guerra de Malvinas (mucho més que experiencias de meras crisis), seguia produciéndose y teproduciéndose una cultura critica y activa. Pero, obviamente, no era una pregunta filos6fica la que me hacia, sino una muy concreta frente alo que sigui6: cémo se construfa una cultura tan dindmica donde la cri- sis era algo estructural. E inevitablemente miré hacia otros lados para tratar de encontrar una respuesta. Le presté muy especial atenci6n a una pelicula del neorrealismo italiano, Alemania, afio cero, que, para mi, siempre habia tocado uno de los limites de aquello que podia ser dicho y “mostrado” sobre el horror de la violencia de Estado, de la guerga: el lugar del nifio sobreviviente me sirvié para buscar algunas claves de ese momento. “Vidas paralelas: la invasion de la literatura” resume los ar- gumentos de una serie de articulos sobre César Aira que co- mencé a escribir a principios de la década de 1990. Esa literatu- Ta, que me atrajo desde su comienzo, implicé muchos desafios de lectura porque encontré en ella una forma renovada de re- flexionar sobre la vanguardia -en sentido abstracto- y sobre el mercado al mismo tiempo. El viejo problema que me habia des- pertado tanta curiosidad desde el modernismo venja a hablar ahora en los términos mas contemporaneos posibles: una lite- ratura sumamente sofisticada pero “al alcance de todos”. Lo que jamas habia encontrado en los libros de Manuel Puig, que todos mis contempordneos lefan con devocién, se condensaba en la obra de Aira, que para mi contenja todas las claves del presen- te. Hoy leo esa literatura con menos pasion porque ya estamos instalados en el “dia después” de su intervenci6n; sin embargo, sigo encontrando en sus historias un impulso siempre renovado INTRODUCCION 21 para pensar sobre la escena cultural argentina: sus historias, sus agentes, sus derivas. Aira ya es parte de la tradicién y, en este capitulo (muchas de cuyas ideas desarrollé antes de eu defini- tiva canonizaci6n), intento explorar qué hizo con su literatura para insertarse de tal modo en la historia de las escrituras que introducen nuevos modos de entender la practica literaria. Terminando este recorrido quise entender por qué Argen- tina es un pais “politico”. Un pais que vive, desde su creacién como reptiblica independiente, en perpetua crispacién: guerras civiles, golpes de Estado, violencia, terror econémico, confron- taciones ideolégicas punttian una historia de desacuerdos. Los sucesivos periodos de represién (desde la censura hasta Ja tortura, la desaparicién y el exterminio planificado) siem- pre generaron nuevas resistencias que resignificaron reclamos anteriores, Desde el siglo x1, la escritura en particular, pero la producci6n cultural en general, han mostrado hasta qué punto es también el pais de lo estético. Los sistemas de percepcion, Jas formas de articulacién entre modos de hacer y construir y sus correspondientes formas de hacer visible son maneras de intervencion politica. Una cultura que “sale de si”, que hace hablar a sus diferencias para establecerlas como problema, es una cultura politica. Por eso este libro esta armado como una serie de incursiones en ese pais que es también el pais de lo estético, ese pais donde las crisis y el populismo contienen a todos, incluso a los que no estamos alli. En un ensayo muy conocido —y muy popular-, Ricardo Pi- glia sostiene que “la ficcion como tal en Argentina nace, habtia que decir, en el intento de representar el mundo del enemigo, del distinto, del otro (se lame barbaro, gaucho, indio o inmi- grante). Esa representacién supone y exige la ficcién’?> afirma 3 Ricardo Piglia, La Argentina en pedazos, Buenos Aires, De la Urraca, 1993, p.9. 22 ZONAS CIEGAS el caracter experimental de esa ficcién en la que los compo- nentes propiamente estéticos tienen también un lugar central. El cuestionamiento en torno a un. pais, Argentina, no quiere tegresar a una idea de naci6n sino a un territorio cultural en permanente negociaci6n. Es alli, en ese espacio multiplicado, en el que la categoria de globalizacion vuelve bastante unifor- me las formas de la cultura, donde quise establecer diferencias y también pensar lo estético como una divergencia que quiere ser radical respecto de la homogeneidad (cualquiera sea: glo- bal, nacional, regional). Alli, en ese espacio complejo donde se juegan los experimentos, fue posible estudiar también las for- mas en que ciertas “estéticas" han minado y estén minando, desde el interior del campo del arte, de Ja literatura, sus mismas condiciones de posibilidad. Por eso también quise seguir aqui las derivas de la pregunta sobre la relacin entre cultura y poli- tica y ver los usos de lo estético, las formas en las que culturas como la argentina han encapsulado lo estético en practicas que no se avienen con las formas tradicionales de su circulaci6n. Si pensamos provisionalmente lo estético como un atributo mas que como un sustantivo, y a la vez como una estrategia, se desata un nuevo campo de problemas cuyo prototipo de inter- venci6n es el experimento. El pais del desacuerdo* no es otro que el territorio donde se confrontan la cultura, la politica y la estética, y en esa confrontacion se construyen las zonas ciegas, sin control, donde los experimentos se radicalizan. ‘Jacques Ranciére entiende por desacuerdo un tipo determinado de si- tuacién de habla: aquella donde uno de los interlocutores a la vez entiende y no entiende lo que dice el otro, no porque usen lenguas diferentes sino Porque los mismos términos tienen diferentes sentidos para cada uno. En Politica se traducira en la conflictividad de Jos intereses que no pueden ponerse de acuerdo. Véase Jacques Ranciére, La Mésentente. Politique et philosophic, Paris, Galilée, 1995 |trad. esp. El desacuerdo. Politica y filosofta, Buenos Aires, Nueva Visién, 1996]. INTRODUCCION 23 Este libro es también mi propio experimento critico y le debe mucho a mucha gente. Quiero agradecer primero a quie- nes me invitaron a participar en los eventos, libros y revistas para los cuales escribi las primeras versiones de estos textos. Ellos son: Nathalie Bouzaglo, Nicolas Casullo, Marcelo Cohen, Eleonora Créquer, Alvaro Ferndndez Bravo, Florencia Garra- mufio; Alberto Giordano, Betina Kaplan, Javier Krauel, Ana Peluffo, Julia Romero, Ignacio Sanchez Prado, Gina Saraceni, Hernan Sassi y Graciela Speranza. También quiero agradecer a mis colegas y estudiantes de mi Departamento en la Universi- dad de Columbia (a pesar del ritmo incesante de estos afios, fue alli donde pensé cémo trabajar con experimentos), y en espe- cial a Carlos J. Alonso por proporcionarme el mejor ambito de trabajo intelectual. Mis amigas y colegas Jean Franco, Josefina Ludmer, Sylvia Molloy, Gabriela Nouzeilles y Mary Louise Pratt tienen un lugar muy especial en mi agradecimiento pues desde hace décadas puedo contar con su generosa inteligencia. Toda Ja familia Montaldo est4 presente también en este libro; en la intermitencia de los viajes me ayudan a rearmar siempre una relacion con el pais, con la ciudad (La Plata). Y por sobre tae esta Sergio Chejfec, especialista en zonas ciegas, que convierte cualquier momento en lo mejor de la vida. L Nacion: una historia de la incultura’ BUENA PARTE DE LOS PROYECTOS INTELECTUALES sobre Ja naci6n son enunciados culturales sobre su posibilidad de existencia, y, como muchos de sus te6ricos han sefialado, el establecimien- to de una narrativa nacional deberia llamar mds nuestra aten- cién sobre lo que queda fuera de sus limites.’ Quisiera volver por un momento al sugerente proyecto que Walter Benjamin enuncia en su Diario de Moscti (diciembre 1926-enero 1927). Alli dice que querria hacer una “historia de la incultura”, escri- bir sobre la energia revolucionaria de las capas incultas y su alianza con los intelectuales, que se convertirian en linea de avanzada de la “incultura”. Exactamente lo opuesto podemos + Este articulo se publicé, con leves variantes, en The Colorado Review of Hispanic Studies, vol. 5, 2008. 1 Homi Bhabha sefiala: "The nation is no longer the sign of moderni- ty under which cultural differences are homogenized in the ‘horizontal’ view of society. The nation reveals, in its ambivalent and vacillating re- presentation, the ethnography of its own historicity and opens up the possibility of other narratives of the people and their difference [La naci6n ya no es el signo de la modernidad bajo Ja cual las diferencias culturales se homogeneizan en una mirada ‘horizontal’ de la sociedad. La nacion revela, en su representacién ambivalente y vacilante, la etnografia de su propia historicidad y abre la posibilidad de otras narrativas del pueblo y sus diferencias]’ (Homi Bhabha, “DissemiNation: time, narrative, and the margins of the modern nation’, en Homi Bhabha [comp.], Nation and Narration, Londres y Nueva York, Routledge, 1990, p. 300) (la traduccion me pertenece). 25 26 ZONAS CIEGAS encontrar en Ja Argentina de fines del siglo xx, donde los inte- lectuales consolidarén su alianza con el Estado. Sin embargo, en sus ensayos es posible ver una cierta historia de la incultu- ra. Lo que me propongo leer bajo ese nombre, desde algunos textos ensayisticos (cientificos y nacionalizadores a la vez), es como la constituci6n de una cultura nacional es, al mismo tiempo y por sobre todo, la definicion de lo que la cultura no es; de qué modo, introduciendo los gustos y las practicas de aquellos que no forman parte legitima de la elite cultural, en muchos de esos ensayos se describen, como en un caté- logo, esas practicas “incultas” que Ia cultura quiere despojar de valor pero que ya se han impuesto socialmente. Y por esa raz6n pienso que solo seria posible leer esa utdpica historia de la incultura desde una frontera, también utdopica, en la que, colocandose en el borde de los conceptos (cultura, incultura), emergeria la conflictividad de los procesos modernizadores, disciplinarios, nacionalizadores, y las resistencias que genera- ron para imponerse. El ensayo, como género, proporciona un escenario muy especial y, en el fin-de-siécle, fue el lugar que permiti6 no solo “ensayar” un discurso sino crear un campo de significados na- cionales y nacionalizadores desde diferentes disciplinas. La cultura, desde Raymond Williams hasta Stuart Hall y Edward W. Said, es el conjunto de practicas sociales y, al mismo tiem- po, el proceso de otorgarles sentido; es una suerte de carnet de identidad que indica la pertenencia a una comunidad de iguales en la que todos temen ser diferentes, Su capacidad de otorgar esa identidad est tanto en el conjunto de institu- ciones que el Estado moderno ha legitimado como en aque- las que se le oponen. Por eso la cultura no puede ser vista sino como el resultado de esa interacci6n institucional de la comunidad consigo misma. Por eso también, una comunidad que se enfrenta a través de la politica también lo hace a tra- NACION: UNA HISTORIA DE LA INCULTURA 27 vés de la cultura, del mismo modo que una consolidacién de la comunidad requiere la intervencién de la cultura. Incultu- ra es un nombre: el de las practicas comunitarias que quedan fuera de las instituciones tradicionales del saber; aquel que designa la negociaci6n entre las partes en ceitiots cuando la politica ha comenzado a cumplir otra funcién. Roberto Espo- sito sostiene que: La politica moderna éno ha nacido justamente para neutrali- zat el conflicto? En dicho sentido, éno ha sido siempre, desde el comienzo, ‘antipolitica”? Desde este punto de vista, la ane politica es la forma extrema, péstuma y acabada de la politica moderna como manera, inevitablemente conflictiva, de neu- tralizar otro conflicto, mds insostenible todavia? Es gracias a esta capacidad de neutralizar los conflictos de la politica moderna que la cultura cobra un poder decisive: Es- tablecido este campo, habrd que seguir pregunténdose. Des: de esos bordes, habria que considerar cuanto de pro ere ico tiene el término “cultura” por sobre el de “nacién” y cémo la nacin debe ser anclada en la cultura en estos procesos de mo dernizaci6n.3 Al menos asf parece haber sucedido en Argentina, donde a menudo los términos van juntos o el gentilicio ecteen tino” modela, perfila, matiza una cantidad de coteeorias que forman parte del discurso modernizador. La sociologia, la locu- ra, las multitudes, la educacién y la politica, temas excluyentes del fin-de-siécle, tienen todos su capitulo “argentino”. Pero este 2 Roberto Esposito, Categorias de lo impolitico, Buenos Aires, Katz, 2007, . 14. | | Ff i 3 Desde Raymond Williams hasta Benedict Anderson, casi todos los i ticos culturales han ligado los términos nacién y cultura. Pero ze, se gh a —creo- de ver c6mo mutuamente se interceptan, sino de cémo han sido separados aun cuando son las dos caras de un mismo problema. 28 ZONAS CIEGAS fendémeno “nacionalizador’ no es, sin embargo, “nacional”. Es lo suficientemente generalizado en América Latina como aa que cada pais esté, tarde o temprano, nacionalizando los con- ceptos cientificos y politicos del momento. Es esta alianza entre cultura (tanto en su forma cientifi- ca como de divulgaci6n) y nacion la que me interesa explorar como borde de una relaci6n social conflictiva, que deja ver penal parte de la constitucién de la modernidad en América Latina. Brasil, Cuba, México, Pert y casi todos los paises del subcontinente han conocido la alianza entre modernizacién y nacién mds o menos de manera simultanea. Pues el proceso de nacionalizacién es aquel por el cual la cultura moderna saltando a un primer plano de la escena social, se converte en el lugar de articulacién de la nueva experiencia de la co- munidad, y por ello no es posible sino entenderla como ex- periencia politica; no solo como resolucién o neutralizacién de los conflictos, sino como la creacién de un espacio relati- vamente aut6nomo en el que los problemas y desacuerdos se arbitran segtin criterios que ceden su cardcter politico a la condicién, aparentemente menos conflictiva, de las diferen- cias culturales. as) obras de Juan Agustin Garcia, Agustin Alvarez y José Maria Ramos Mejia en Argentina forman parte de una textua- lidad muy comtin en la época que sera subrayada por la obra completa de José Ingenieros y su coleccién de clasicos. Junto con los textos de Fernando Ortiz en Cuba, Manuel Gonzélez Prada en Perti, Rufino Blanco Fombona en Venezuela, y Ray- mundo Nina Rodrigues en Brasil, forman la lista de ia multi- Re pensadores que escribieron obras que Ilevan la preocupa- cién nacional en sus mismos titulos y que muestran hasta qué punto los intelectuales estan dispuestos a plantear todos los temas en términos de cultura nacional, desde Ja ciencia hasta la belleza. El proceso no se detiene en los temas contempora- NACION: UNA HISTORIA DE LA INCULTURA 29 neos, en las coyunturas precisas en que se escribe; tampoco en los procesos que se abrieron con la Independencia. Como para casi todos estos escritores la naciOn es retros- pectiva, su misma idea de comunidad se aplica hacia atras, has- ta la Colonia, o antes en algunos casos. Colecciones, museos, academias, libros de historia, corpus de literatura nacional, uni- versidades, pintura; todo comienza a caer indefectiblemente en la 6rbita de la nacién. Para ello, tanto en el 4mbito del saber positivo como en la ciencia y en el arte, los vinculos con las culturas hegeménicas se acrecientan. Es precisamente esa he- gemonja la que produce las naciones: no se puede constituir la hegemonja si no es desde la nacion as{ como tampoco se puede entrar en su érbita si no es desde un enclave nacional. Europa enviard sus “sabios” por todo el mundo, y las nuevas fortunas nacionales en buena parte del resto del mundo habilitaran el acceso al patrimonio europeo a través de becas, corresponsa- lias, encomiendas oficiales, viajes y cargos diplomaticos para artistas e intelectuales. La nacién no se define sino por su afuera, y es esa exterio- ridad la que garantiza una identidad en el interior de la comu- nidad, como lo ha sefialado Bhabha. El mismo movimiento se encontraré entre cultura e incultura: reconocidos Ja ciencia, el gusto, la belleza universal, se pasa a buscar la forma nacional de esas categorias. La cultura lo abarca todo porque la moder- nidad, como nunca antes, procura la experiencia extendida de la politica como resolucién del conflicto. Y es precisamente en este momento en que el Estado argentino comienza a delimitar claramente las areas en que los ciudadanos se desarrollen, el momento en que la cultura (que incluye el arte, la ciencia, la historia y las practicas mas modernas del saber académico pero también del saber de divulgacién) eleva a los intelectuales y artistas a un lugar central. Modernidad y cultura son Jas dos caras del mismo proceso, y la nacién quiere ser su manifesta- 30 ZONAS CIEGAS ci6n politica. Una politica la democracia moderna— que, sien términos de Esposito es la impolitica, para Jacques Ranciére es la burocracia administrativa, la administraci6n del Estado, no la confrontacién y el desacuerdo. Ranciére afirma que ninguna cosa es ella misma politica pues la politica no existe mas que como un principio que no le es propio: la igualdad; ella no es mas que una presuposici6n que debe ser entendida en las mismas practicas que la ponen en acci6n.* La excepcionalidad de la politica corresponde a la posibilidad de que emerja con regularidad la disciplina, el or- den. Por eso mismo, el Estado-nacién encuentra un campo es- pecialmente fértil en la difusién de la cultura y la estética en el mundo moderno al mismo tiempo que en la penalizacién de la “incultura”; pero ambas forman parte del juego democrati- co.’ ¥ asi la cultura, en tanto conjunto de practicas ligadas a saberes y a experiencias de aprendizaje y estéticas, es la gran frontera que permite identificar lo que no ingresa al espacio de la nacién, de la ciudadanja. La cultura es el espacio que se autolegitima como lugar de diferenciacién en el intento ho- mogeneizador de la naci6n y es también la que amortigua la “Ideas que Jacques Ranciére desarrolla en La Mésentente. Politique et Philosophie, Paris, Galilée, 1995, p. 57 [trad. esp.: EI desacuerdo, Politica Jilosofia, Buenos Aires, Nueva Visién, 1996]. ° Dice Ranciére: “LEtat en général a besoin de mots et I'Etat nouveau tout particuligrement a besoin de coller 4 son corps les images de la vie nouvelle. De 1a son appel a l'imagination des artistes créateurs. LEtat a be- soin de culture parce qu’il a besoin de se donner une chair, une forme, une couleur, un sexe [El Estado en general necesita de las palabras y el Estado nuevo necesita muy especialmente reconfigurar a su manera las imagenes de las nuevas expetiencias. De allf su recurso a la imaginacion de los artis- tas creadores, El Estado necesita de la cultura porque necesita darse una autoridad, una forma, un color, un sexo]" [Jacques Ranci@re, “Transports de Ia liberté (Wordsworth, Byron Mandelstam)", en Alain Badiou et al, La politique des poétes. Pourquoi des poétes en temps de détresse?, bajo la ditec- cion de Jacques Ranciére, Paris, Albin Michel, 1992, p. 115] (la traduccion me pertenece). NACION: UNA HISTORIA DE LA INCULTURA 31 conflictividad y la violencia. Estas dos categorias se solidarizan completamente durante el cambio de siglo, y los profesores, intelectuales y artistas haran, a través de ellas, su espectacular ingreso a lo que conciben como el mundo del poder. ES preci- samente en ese momento cuando la “incultura” también hace su aparici6n como problema. + El conjunto de normas —cada vez més prescriptivas y res- trictivas- en que la cultura se iré transformando a lo largo del siglo xix produce la ilusién de un afuera de la modermidad. Un afuera que contendria las expulsiones de la normatividad a la vez que los contenidos de una nueva creatividad publica, delimitada también, pero ya no por un canon estatal sino por las nuevas fuerzas del mercado de bienes simbdlicos. La “in- cultura” se podria entender entonces como el espacio exterior a los disciplinamientos modernos.‘ Sin embargo, sera menos el reverso de la cultura que la alternativa para mantener las dife- rencias bajo control, dejando en claro que un afuera ng) es ya posible pues la normatividad contiene también sus resistencias y conflictividades. La forma de establecer esta frontera bare necesario escribir muchos libros y ejercer mucha presi6n ins- titucional para establecer los lugares de separacién. La naci6n, en tanto producto de la cultura, se subordinaré a sus dictados. Juan Agustin Garcia, Agustin Alvarez y José Maria Rae Mea jia, desde la historia, el derecho, la sociologia y la psiquiatria, todos ellos herederos de Sarmiento y su interpretacién de la Argentina, escribieron parte de esa historia, que intentaré leer en lo que sigue. 6 Fs como se lee el desacuerdo entre saberes en 1845 en el Facundo, de Domingo F. Sarmiento. En el capitulo 2, “Originalidad y caracteres argen- tinos", Sarmiento describe con admiracion la pericia de los sabetes.nativos de los gauchos (el cantor, el rastreador, el baqueano, el gaucho malo). s es: pués de dedicarles largas descripciones y establecer su utilidad, concluye sin embargo que deben ser reemplazados por las disciplinas europeas. 32 ZONAS CIEGAS 1, SABER SOCIAL, SABER NACIONAL En el contexto de confrontar la incultura, hay dos primeras figuras que se entrecruzan: la del policia/abogado y la del maestro/profesor. Como buenos ejemplos de las transferen- cias identitarias de la organizaci6n moderna, dos autores ar- gentinos de fines del siglo xxx fueron ambas cosas; y, en las dos actividades, la ley y la educacién, lo que persiste en el centro de sus intereses es la naci6n. Juan Agustin Garcia co- menz6 su carrera como comisario de la intervencién nacio- nal a la provincia de Santiago del Estero en 1883; fue jefe de policia en Ja provincia de Mendoza en 1887; juez en lo civil en la misma provincia desde 1889 hasta 1891 y profesor de filosofia desde 1890. Esos fueron solo los comienzos de una carrera en la que se suceden los cargos de diputado, repre- sentante politico y profesional de diferentes grupos de poder y, en general, una intensa actividad ptiblica que se resignifi- ca en Ia escritura de articulos para la prensa y libros de estu- dio. Es uno de los primeros autores en que universidad y escritura comienzan a forjar la alianza de la cultura moder- na. Activo militante en las reformas educativas que el Estado argentino lleva adelante en la década de 1880, Garcia publi- ca sus lecciones universitarias apuntando no solo a sus estu- diantes, sino a un piblico de lectores pequefio pero en vias de ampliacién. Cuando presenta la primera edicién de su In- troduccion al estudio de las ciencias sociales argentinas, en 1899 escribe: Me proponija trazar en grandes lineas el bosquejo de las prin- cipales ciencias consideradas de un punto de vista exclusiva- mente nacional, concretando la materia, expresando algunas de sus proposiciones, para demostrar 4 los estudiantes que la idea de formar ciencias argentinas es factible, que nuestros NACION: UNA HISTORIA DE LA INCULTURA 33 fenémenos econémicos, sociales, politicos, son tan interesan- tes como los europeos.” Garcia declara la performatividad de su libro: no solo se escribe para transmitir un conocimiento sino, basicamente, para dejar en claro una voluntad afirmativa: tenemos ciencia. La tradi- cional separacién entre “Europa” y lo criollo (ahora definido como “lo argentino’) sustenta el impulso de mostrar, con un libro, que existe lo que realmente existe y que un libro puede contenerlo: el saber nacional. Era parte de la tarea de los inte- lectuales. José Marfa Ramos Mejfa habia escrito en el “Prefacio” a su estudio La neurosis de los hombres célebres en la historia argentina (1878-1882) que: “Mi objeto ha sido confeccionar un libro pura y exclusivamente médico’® y los prélogos de José Ingenieros y Vicente Fidel Lépez no dejan de subrayar este as- pecto fundacional de Ramos Mejia en la ciencia nacional. Pero ese “libro pura y exclusivamente médico” aplica su saber a los personajes de la historia argentina (que apenas se esta cons- tituyendo como saber para entonces): Juan Manuel de Rosas, el fraile Aldao, Bernardo de Monteagudo, el almirante Brown son las figuras histéricas a las que se diagnostica médicamente, haciendo prevalecer el método histérico-biografico, con escaso uso de documentos, por sobre Ja anunciada ciencia médica, 0 entendiendo la ciencia médica como el maleable discurso de la interpretacién histérica, que sabe subordinarse a los deberes de la naci6n al utilizar, en forma conjunta, todo el arsenal de la divulgaci6n histérica y médica. Juan Agustin Garcia recoge este método. En su libro sefiala que: 7 Juan Agustin Garcia, Introduccion al estudio de las ciencias sociales argentinas, 4° ed., Buenos Aires, Angel Estrada y Cia., 1907, p. 5. 8 José Maria Ramos Mejia, La neurosis de los hombres célebres en la histo- ria argentina, 2*, reed., pro]. de José Ingenieros, introd. de Vicente Fidel Lé- pez, Buenos Aires, Talleres Graficos Argentinos de L. J. Rosso, 1927, p. 66. 34 ZONAS CIEGAS Por otra parte, si pretendemos crear eso que se lama alma nacional de un pueblo culto, el carifio 4 las instituciones, el respeto de la tradicién y de la ley, la comunidad de ideas y aspiraciones, tenemos que buscar los puntos de unién en nuestro fondo nacional, en los antecedentes hist6éricos de nuestra Economia, Politica, Sociologia, en nuestras ciencias argentinas, las inicas vivas, que no serdn una disciplina rida y fastidiosa, porque las estudiaremos con amor!’ La seduccién de Europa y lo europeo, el diagnéstico de atraso y barbarie de lo criollo eran lugares comunes de la época, y Sarmiento, el guia intelectual de toda esta generacion, habia escrito el relato maestro de tal interpretacion. El Ilamado de Garcia a una voluntad que eleve la materia nacional a materia cientifica da cuenta de como deben involucrarse las institucio- nes en este proceso. El maestro propone a los estudiantes una relaci6n previa al conocimiento que, preexistiendo al saber, lo desarrolle en una direccién comin. La primera comunidad del saber (maestro-discfpulos)'? genera la legitimidad de las interpretaciones. En 1869 se funda Angel Estrada y Cia. S.A., la primera em- presa argentina en tener registro editorial. Es ella la que edita los primeros libros de textos para diferentes niveles de instruc- cién, incluso universitario, y es en donde se publican los pri- meros libros de Garcia. Resulta evidente que las caracteristicas modernas que la cultura argentina est4 desarrollando rapida- mente involucran a nuevos autores, un publico en crecimiento y un conjunto de instituciones que ordenan el nuevo campo 9 Juan Agustin Garcia, op. cit, p. 6. 10 Esta comunidad obtieng su mejor representacién en 1900 cuando José Enrique Rod6 publica Ariel el libro que hablar por toda la generacion que comienza a actuar a principios del siglo xx. NACION: UNA HISTORIA DE LA INCULTURA 35 simbélico.!! El saber (universitario) de las nuevas disciplinas (economia, politica, sociologia, medicina) no tiene una mera utilidad profesional; es también el ejercicio de una practica a través de la cual Ja afectividad, el “amor a la patria’, rearma el campo de las identidades. Y deslinda a los propios sujetos de ese saber. La profesionalizacion de estas nuevas disciplinas, el crecimiento de la escolaridad promovida por el Estado en todos sus niveles y el desarrollo de instituciones culturales y un mer- cado ligado a la cultura son las marcas del nuevo campo atra- vesado por las polémicas y los enfrentamientos con los “arribis- tas y advenedizos’, paraddjicamente, las nuevas figuras que ese mismo campo promueve. Las ediciones universitarias, al con- trolar la difusién del saber, cumplen un rol central en el proce- so modernizador. éCémo y dénde establecer la frontera de la cultura moderna e, incluso, la de la nacién? El trabajo de inte- lectuales como Garcia se hace sentir en la incesante propuesta de marcas, delimitaciones, diferencias, dentro de la heterogé- nea realidad politica, étnica, econémica, histérica de Argentina, con el propésito no solo de definir contenidos y saberes, sino también de hacer evidentes los rasgos sobresalientes de la na- cion. El amor no es cualquier punto de partida: es aquello que indica la relacién con la comunidad. Organizado en capitulos por disciplinas (“Psicologia social”, “Sociologia”, “Economia politica”, Derecho", etc.) Introduccion al estudio de las ciencias sociales argentinas reafirma su propésito en cada rubro del saber que analiza: “Las ciencias sociales tie- men que ser, ante todo, nacionales, y como consecuencia sus proposiciones, sus verdades son relativas y de aplicacién limita- 1 Fernando Degiovanni ha estudiado este proceso en afios posteriores a través de las colecciones editoriales fundadas por José Ingenieros y Ricardo Rojas, en 1915. Recomiendo la lectura de su libro Los textos de la patria. Nacionalismo, politicas culturales y canon en Argentina (Rosario, Beatriz. Viterbo, 2007) para un andlisis de los cambios culturales en el periodo. 36 ZONAS CIEGAS da”; “Como todas las ciencias sociales, la psicologia tiene que ser nacional, su método el de observacién é histérico descriptivo"; “La Sociologia debe ser una ciencia nacional”? Esto significa que toda exposicién de saber derivard en una apropiaci6n de la historia argentina y una colonizacién de su naturaleza -ambas depositarias de la nacién-; el medio y la raza daran los argu- mentos —hist6ricos y cientificos— enraizados en el pasado que permitan entender, explicar y programar el presente y el futuro. La historia como disciplina ya habia hecho su tarea en los textos de Bartolomé Mitre, Vicente Fidel Lopez y Adolfo Saldias. Con Garcia y otros les llega el turno a las disciplinas modernas, que, ademés, se iran nacionalizando y modernizando simultdnea- mente, como parte del mismo proceso de delimitacién cultural. Poco después, en 1900, Juan Agustin Garcia publica su libro mas difundido: La ciudad indiana. En el filo del siglo, el texto relata la historia colonial centrada en la ciudad de Buenos Aires. Ello muestra, desde el principio, su vocacién de presente pues di- cha ciudad es el eje de la modernizacién argentina y el territorio donde construir todas las propuestas de futuro. Informacion de archivo, como cuadros con los precios del pan, el trigo, la carne, los terrenos, desperdigada a lo largo del libro (lo que resulta una novedad para aquellos que lo resefian), junto con interpretacio- nes de las teorias sociolégicas a la moda (Taine principalmente) conforman un discurso centrado en escarbar las raices del cardc- ter nacional, que obtendra varias definiciones: “Creo que tres 0 cuatro sentimientos se destacan con bastante nitidez: la fe en la grandeza futura del pais, el pundonor criollo, el culto nacional del coraje, el desprecio de la ley, que han sido los motivos de la voluntad social en esa época [la Colonia]”.!3 Ademds de sus ecos '2Juan Agustin Garcia, op. cit, pp.35, 47 y 53. 13 Juan Agustin Garcia, La ciudad indiana, estudio preliminar de Laura San Martino de Dromi, Buenos Aires, Ciudad Argentina, 1998. NACION: UNA HISTORIA DE LA INCULTURA 37 borgianos,' estas caracteristicas, repetidas a lo largo del libro y retomadas en la conclusi6n, sefialan la continuidad de un carac- ter, la historicidad de una identidad que se afirma en un pasado que molde6 “la raza”. En lo positivo y lo negativo, dice Garcia en la conclusién, “se puede afirmar, sin temor de incurrir en una paradoja, que el pais no ha salido del régimen antiguo’.!5 La cultura de la holgazaneria, de Ja falta de respeto porlaley y las instituciones, la corrupci6n, el despilfarro son las secuelas que arrastra fatalmente una identidad que debe ser refundada: Estos malos gérmenes, la corrupcion oficial, el derroche admi- nistrativo, la falta de ideales y propésitos desinteresados en la direccién de la cosa publica, se multiplicaron como la mala semilla, e incorporados al organismo fisico, individual y colec- tivo, serén uno de los mas poderosos motivos de la voluntad nacional en toda la evolucién histérica.'6 Lo que se manifiesta es la “incultura” nacional, el negativo de un modelo de nacién ordenado segtin los valores de un afuera politico y cultural. Aqui se lee, en el programa futuro, la razon de una “incultura” de resistencia a la disciplina, con la que hay que acabar. La carrera entre la ley y el saber finaliza con un libro publi- cado en 1922. Garcia retine notas aparecidas en el diario La 14 También en una biisqueda de definir lo criollo en Buenos Aires, Bor- ges dird pocos afios después, en 1926, trastocando el valor de estos rasgos: “Somos unos dejados de Ia mano de Dios, nuestro corazén no confirma ninguna fe, pero en cuatro cosas si creemos: en que la pampa es un sa- grario, en que el primer paisano es muy hombre, en la reciedumbre de los malevos, en Ja dulzura generosa del arrabal” (El tamatio de mi esperanza, Buenos Aires, Alianza, 1999, p. 30). Lo que en Garcia es una verdad “socio- légica” para Borges ser4, sin embargo, un programa poético. 15 Juan Agustin Garcia, La ciudad indiana, op. cit, p. 337. 16 Ibid, p. 206. | 38 ZONAS CIEGAS Prensa en las que ha escrito en contra de los cambios en la cul- tura moderna para publicarlas con el titulo Sobre nuestra incultu- ra, Toda novedad es vista como amenaza; todo cambio, como peligroso; toda cultura del otro, como incultura. El bolcheviquis- mo, las revoluciones, el anarquismo, los inmigrantes y su inte- gracion en la sociedad nacional, en las instituciones educativas y culturales, son los agujeros por los que la cultura nacional —esa postulacién del amor a la patria- se va filtrando hacia una total indefinicion. El ciclo que se inicia con la “nacionalizaci6n” del saber se cierra con la critica a la radicalizacién de la experiencia social calificando esa degradacion peligrosa como “incultura”. Es incultura toda incorporacién de saberes y experiencias “ajenos” ala cultura que se ha forjado en el interior de la nacién, sobre la que los procesos de cambio atentan, poniendo en peligro la uni- dad y la continuidad. El ciclo de su pensamiento es el que va del control al descontrol intelectual de una comunidad. El ciclo que comienza por construir la cultura nacional como continuidad se cierra con la critica a la incultura que las ideologias extranjeras introducen en la naci6n. Esto significa que la oposici6n nacional/ extranjero se activa como problema y que, al definir la nacion, hay que referirse a los choques que fundaron lo criollo: una vio- lencia que se identifica con una cultura mas que con lo politico, y que se evaltia desde Ja nueva relaci6n moderna con Europa. 2. NACION: ENTRE EL MODELO Y LA EXPERIMENTACION All{ mismo hay que comenzar a pensar el texto de Agustin Alva- rez, South América de 1894. Alvarez usa la expresi6n “South Amé- rica” para designar un espacio metaférico (que a veces es América del Sur, otras veces América Central, América Latina, y muchas veces solo Argentina) que se carga de sentidos histéricos y de- semboca en la critica al presente. Es el espacio equivoco donde NACION: UNA HISTORIA DE LA INCULTURA 39 existen normas, reglas, leyes y constituciones, pero que apenas Ilegan a ser malos injertos dentro de una prdctica politica indisci- plinada, que solo sirven para degradar situaciones de por si ma- las. A la sombra de muchos textos latinoamericanos de la época, Alvarez amuralla sus argumentos detrds de la rigida division Eu- ropa (y Estados Unidos)/América Latina, usando poco esta expre- sién y omitiendo también la de “politica criolla”!”. El titulo, un hibrido lingiifstico, es la muestra de las desviaciones que la razon. europea sufre fuera de su territorio y su soberanja. Las luchas de los pueblos derivan en instituciones, dice Alvarez, pero en “South América” todo se trastorna y degenera: “De ahi, pues, que los males de Ja América latina han sido los extravios de la raz6n. Las formas de gobierno que adoptaron no fueron elegidas por los consejos de la experiencia, sino ‘por los dictados de la raz6n”.!8 La escision es la lectura convencional de la tradicion identitaria lati- noamericana!? y se convierte, ademas, en la matriz de reproduc- 17 Expresién que canonizaré Carlos Octavio Bunge en Nuestra América (Ensayo de Psicologia Social), de 1903. 18 Agustin Alvarez, South América, Buenos Aires, Secretaria de Cultura de la Naci6n/Marymar, sf, p. 165. 1° Desde los textos politicos de Simén Bolivar oimos repetir este diagnds- tico. En 1815, Sim6n Bolivar habia escrito en la “Carta de Jamaica”: “No con- vengo en el sistema federal entre los populares y representativos, por ser demasiado perfecto y exigir virtudes y talentos politicos muy superiores a los nuestros; por igual razén rehtiso la monarquia mixta de aristocracia y democracia que tanta fortuna y esplendor ha procurado a Inglaterra. No siéndonos posible lograr entre las repablicas y monarquias lo ms perfecto y acabado, evitemos caer en anarquias demagégicas, o en tiranias monécratas. Busquemos un medio entre extremos opuestos que nos conduciran a los mismos escollos, a la infelicidad y al deshonor” (“Carta de Jamaica”, en wvaa, Pensamiento politico de la emancipacion (1790-1825), Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1977, p. 95). Pero ese fue solo el comienzo, que en el fin-de-siécle tendrd su coronacién en “Nuestra América’, de José Marti: “La incapacidad no estd en el pais naciente, que pide formas que se le acomoden y grandeza til, sino en los que quieren regir pueblos originales, de composicién singu- lar y violenta, con leyes heredadas de cuatro siglos de practica libre en Es- tados Unidos, de diecinueve siglos de monarquia en Francia. Con un decreto de Hamilton no se le para Ja pechada al potro del Ilanero. Con una frase de 40 ZONAS CIEGAS cién de una fundacién en falso: “EY quién no ve que la planta caracteristica de Sud-América es el politico especialista en el arte de escribir leyes perfectas, y, a la par, como luz para hacer matufias?”° La razon ordenadora, como se ve, siempre se somete a la practica inculta y degradada de la experiencia nacional. Este pensamiento con tradici6n latinoamericana encuentra su correspondencia casi exacta en la definici6n sobre la degene- raci6n que Max Nordau elabora contempordneamente, en 1892. En su muy difundido Degeneracion, reelabora el término que ha tomado de las ciencias biolégicas y subraya un aspecto: el alejamiento —negativo— respecto de un modelo. Nordau recicla, para la interpretaci6n cultural, las ideas de Benedict A. Morel en su Trqité des Dégénérescences Physiques, Intellectuelles et Morales de Vespéce Humaine (1857), segtin el cual la categoria de la dege- neracién de la naturaleza es inseparable del diagnéstico de una desviacién de un tipo primitivo, que encerraria en si mismo los elementos de la continuidad de la especie. De la descripcién bio- légica se pasa a una evaluacién moral. Este pensamiento impreg- n6 buena parte de las interpretaciones culturales del cambio de siglo; y los andlisis sobre desviaciones, degeneraciones, poses, simulaciones fueron moneda corriente y generaron su propia Sieyés no se desestanca la sangre cuajada de la raza india. A lo que es, alli donde se gobierna, hay que atender para gobernar bien; y el buen gobernan- te en América noes el que sabe cémo se gobiema el alemén o el francés, sino el que sabe con qué elementos est hecho su pais, y cOmo puede ir guidndo- los en junto, para llegar, por métodos e instituciones nacidas del pais mismo, a aquel estado apetecible donde cada hombre se conoce y ejerce, y disfrutan todos de la abundancia que la Naturaleza puso para todos en el pueblo que fecundan con su trabajo y defienden con sus vidas. El gobierno ha de nacer del pais. El espiritu del gobierno ha de ser el del pais. La forma de gobierno ha de avenirse a la constituci6n propia del pais” (‘Nuestra América”, en Nues- tra América, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1985, pp. 27 y 28). Alberto Morei- ras ha hecho una critica a Ja forma en que el tema de la identidad se sobreim- puso a todo otro interés dentro del pensamiento latinoamericanista en su libro The Exhaustion of Difference. 20 Agustin. Alvarez, South América, op. cit, p. 121. NACION: UNA HISTORIA DE LA INCULTURA 41 escala de valores morales. El topico de Ja hipocresia constituy6 la traduccién en conducta de esta teoria, afin a la percepci6n de la experiencia burguesa. Aplicada a los paises, esta teoria se- fiala que Argentina no solo es una suerte de versi6n degradada de Europa. Ademds, hay una segunda degradacién cuando en el pais cada uno de sus ciudadanos actia, representa “lo que no es” en una sociedad que ha perdido su cardcter y cuyos mode- los se diluyen en la continua practica de la simulacién a que las mezclas inmigratorias —pero también los cambios que introduce la movilidad social- la condenan, generalizando asi la incultura. La politica es un eje central en esta degeneraci6n: En Inglaterra, por ejemplo, ya que de alli proceden nuestras instituciones, via Filadelfia; en Inglaterra, donde los estadistas no se improvisan, sino que Ilegan sucesivamente a los cargos publicos, sometiéndose muchas veces al experimentum crusts, alla no ocurren sino rara vez estos barquinazos tan naturales en Sud América, donde los hombres se entrenan en el go- bierno sin ensayos previos, sin carrera, sin el arte y Ja especia- lidad, donde ellos mismos, que naturalmente se creian capa- ces, son los que menos se explican y los que mds se asombran de los desastres que naturalmente resultan.?! Como vimos, de Sim6n Bolivar a José Marti, el diagnéstico se re- pite; sin embargo, el discurso de Agustin Alvarez incorpora ese mal a la raz nacional y lo sustrae de la 6rbita politica para incor- porarlo como mal atavico de la identidad nacional. En su caso, la carrera militar y universitaria”? no refieren al topico clasico de las 21 Ibid, p. 35. 22 Luego de terminar los estudios primarios y secundarios en Ja ciudad de Mendoza, Alvarez sigue la carrera militar, de la que se retira con el grado de general. Cuando atin pertenece al ejército, comienza a cursar estudios en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, donde se 42 ZONAS CIEGAS armas y las letras, sino a la modernidad de la disciplina, a la per- meabilidad de las practicas de ordenamiento a través de la cultu- ra y, ciertamente, a la profesionalizacién que las humanidades requieren en el mundo confuso de la Argentina del cambio de siglo. De alli que, lo mismo que Juan Agustin Garcia, Alvarez re- curra por igual a argumentos cientificos y saberes de divulgacion. La diferenciacién entre ambos (dos formas de intervencién de una misma practica) es tajante para estos autores, pero no pue- den sino habitar el espacio de superposici6n entre ellos, que es lo que ocurre en la sociedad que se moderniza. Asf, en un libro unos afios posterior, Manual de patologia politica (1899), afirma: Por el contrario, el estilo ordinario en South America es enten- derse a gritos. Nuestras expresiones habituales, -protesta enérgica, -discurso valiente, -frase lapidaria, -palabra vibrante, -contundente, -hiriente, -arrolladora, -avasalladora y tantas como esas, contraproducentes en si, que, dejando en pie al adversario lo sacan de quicio, lo irritan, lo exasperan, lo enlo- quecen, son los dardos mas valiosos que disparamos de prefe- rencia en ese mutuo bombardeo de insolencias y descomedi- mientos, en ese comercio de injurias, decorado con el nombre de “comercio de ideas’? Ciencia y saber ptblico conviven sin conflictividad bajo el nom- bre del profesor. Y hay aqui un modelo de buena parte de la es- critura de los ensayos de este periodo. Los males habitan la re- gion, y es hora de que se analicen con los instrumentos de la gradtia de abogado en 1888. Desempeiia los cargos de juez y de diputado nacional en el Congreso entre 1892 y 1896. Poco después tiene una activa patticipaci6n en la fundacién de la Universidad de La Plata (1905), de la que es su primer vicepresidente y donde dicta ctedras de derecho ¢ historia. 23 Agustin Alvarez, Manual de patologéa politica, Buenos Aires, La Cul- tura Argentina, 1916. NACION: UNA HISTORIA DE LA INCULTURA 43 ciencia moderna y con los de la tradicién. Cultura e incultura comienzan a participar del mismo régimen de interpretacién, del mismo modo que comenzaran a hacerlo en la practica politica pocos afios después, cuando se apruebe la ley de voto universal (masculino), secreto y obligatorio. No se trata de un paralelismo, sino de la forma en que politica y estética se acogen al nuevo sistema disciplinario. La diferencia con el original, actuada en el escenario social, se vuelve la presa que muchos ensayistas de la cuesti6n nacio- nal se dedican a perseguir. Esa diferencia, en tanto actuaci6n, resulta esquiva y se revela muy especialmente en los intersti- cios de la cultura, en Ja incultura, por tanto, que es el terreno mis propicio para la falsificaci6n. Como lo ha mostrado Sylvia Molloy en su lectura de Ja pose finisecular, “la pose dice que se es algo; pero decir que se es ese algo es posar, es decir, no serlo”?4 Todo un sistema de fintas genera una cantidad de dis- cursos Cientificos para descubrir a los falsificadores. La palabra mas empleada, simulacion, revela ser la conducta més temida en la Argentina del cambio de siglo, pues es una sociedad de simuladores en su conjunto. Casi todos los individuos pare- cen alejarse del modelo de los virtuosos, los inteligentes, los refinados. La falsificacion Ilega a su punto maximo cuando se comprueba que incluso se intenta simular lo negativo: Ja lo- cura, la criminalidad, la enfermedad, la incultura, hasta llegar al extremo de simular la simulacion e impedir todo trazado de fronteras, toda “divisién de lo sensible". Una sociedad completa parece haber entrado simultanea- mente en el juego de mascaras sobre el que los expertos tienen. que diagnosticar los grados en que la falsificacin se extien- de y denunciar a los impostores. Este es el gran problema de 24 Sylvia Molloy, “La politica de la pose’, en Josefina Ludmer (comp), Las culturas de fin de siglo en América Latina, Rosario, Beatriz Viterbo, 1994. 44 ZONAS CIEGAS la “cultura”, No es sino de ella, de sus multiples estratagemas, de que se valen los nuevos ciudadanos para actuar, simular, representar. Es en esa negatividad donde la cultura se revela como incultura. £Qué hay del otro lado del rostro convencio- nal, del otro lado de la pose, de la moda; detras de la figura ptiblica de cada una de las personas con que nos cruzamos? Un misterio. Fue José Ingenieros quien le dio soporte teérico médico a la complejidad de la experiencia moderna argentina condendndola a la simulaci6n.25 Gabriela Nouzeilles —a través de Ja medicina y la literatura-, Jorge Salessi —a través de las Ciencias criminolégicas—, y Oscar Teran ~a través de la filosofia y la sociologia~ han estudiado las formas en que los saberes penetraron, durante el fin-de-siécle, los resquicios mas intimos de la vida social y simbélica y cémo se colaron entre lo publico y lo privado. Josefina Ludmer tram6 esos saberes con los mas divulgativos y populares, y los lig al delito y la ley, marcando el uso especificamente cultural de las categorias modernas. Sin duda, a este régimen de pensamiento también perte- nece Las multitudes argentinas de José Maria Ramos Mejia, de 1899. El libro es una mezcla de tratado cientifico y volumen de historia nacional. Se trata en verdad de un ensayo sobre la nacién, pero en el que se usan todos los “instrumentos” moder- nos: la nueva historiografia, la psicologia social, la sociologia y el discurso cientifico para describir los fendmenos sociales. Todo este “instrumental”, sin embargo, estd al servicio de la in- terpretacién identitaria y la preocupaci6n por definir “lo argen- tino”. Por eso no sorprende que, en sintonja con la textualidad de la época, Ramos Mejia comience por una “nacionalizacién” del concepto de multitud, que apenas unos cuatro afios antes __7 Me ocupé més centralmente de José Ingenieros y de sus ideas sobre la simulacién en “Exhibici6n, espectaculo y mal gusto: des6rdenes del Moder- nismo hispanoamericano’, en Revista de Estudios Hispdnicos, ntvm. 41, 2007. NACION: UNA HISTORIA DE LA INCULTURA 45 habia obtenido rango cientifico a través del uso de Gustave Le Bon en su muy difundido ensayo Psicologia de las masas (1895). La categoria mas moderna de las modernas ciencias sociales se convierte, en manos de Ramos Mejia, en un instru- mento para analizar la constitucion de la argentinidad desde la Colonia hasta su presente. A diferencia de Le Bon, que ve a las multitudes como el gran problema de la politica moderna y filia su aparicion con el ingreso de las clases populares a la es- cena politica después de la Revolucién francesa, Ramos Mejia concibe a las multitudes como la gran agencia nacional, como aquello que define su historia.” Durante la Colonia, fueron las multitudes las que opusie- ron resistencia a la Iglesia, a través de la magia y la supersti- cién, y, de ese modo, al poder imperial. Nacién y soberania no coinciden, pues el vinculo de la comunidad esta contenido en la raza y el medio. Ni siquiera es necesario citar profusa- mente a Taine, quien deja su marca en todos los pensadores del siglo xix; basta con recurrir a Le Bon, quien sostiene que el medio y la raza operan radicalmente sobre las masas para hacerlas conservadoras asi como también subraya que las ma- sas se artaigan al pasado por temor y rechazo al cambio, no por sentimientos positivos. Pero... “yo tengo mi teoria respecto de la composicién de la multitud”, dice Ramos Mejia; y vere- 26 Fl libro tiene, después de un prefacio del autor que liga este texto al conjunto de su obra, un primer capitulo, “Biologia de la multitud’, donde desarrolla la teotia de Gustave Le Bon con pocas modificaciones. El se- gundo capitulo, “El hombre de las multitudes durante el Virreinato”, trata la distribucién social durante la Colonia. El tercero, el cuarto y el quinto: “Las primeras multitudes”, “Las multitudes de la emancipaci6n" y "La obra militar de las multitudes de la emancipacién’, desarrollan el protagonismo de las multitudes durante la Revolucion y el proceso de Independencia. El capitulo seis, “La multitud en Ia tirania’, se refiere el periodo rosis' os dos tiltimos capitulos, "La multitud en los tiempos modernos’ (1 y 1), corresponden a la organizacién del Estado, la llegada de la inmigracién al Rio de la Plata y la modemnizacién del pais. 46 ZONAS CIEGAS mos que esa teoria consiste en que no hay multitud sin naci6n: “Para que haya multitud, es menester que exista, pues, comu- nidad de estructura, cierta facilidad de contagio, favorecida por analogias fisiolégicas”*” De este modo se redefine la categoria de “idea fija" que gobierna a las multitudes lebonianas bajo la mas simbolica idea de cardcter nacional. Ese cardcter nacional, previo a la nacion y contenido en las multitudes, origina, en su argumento, el desmoronamiento de la Colonia: El hombre terrible para el Santo Oficio y para la meticulosi- dad siempre alarmada de los virreyes, era el hombre de la mul- titud argentina, No sé qué rara impresién les causaba; pare- cian experimentar la vaga sensacién de un peligro remoto [...] Estaban convencidos que Buenos Aires era el vivero prolifico de herejes, del libre examen y de aquel espiritu de rebelion.28 Ramos Mejia conjura el peligro que las multitudes moder- nas son para casi todo el pensamiento liberal sin quitarles su poder politico. Por el contrario, se arriesga a afirmar que “las grandes victorias y la mayor influencia politica [en el territorio argentino] es la obra exclusiva del elemento popular, en esa forma elemental, sin direccion efectiva, sin que la inspiracién del caudillo o aprendida estrategia les preste el concurso de su talento o aptitudes para obtener tal fin’? El libro se asien- ta sobre esta interpretacién univoca: contestatarias aunque de modo inconsciente durante la Colonia, las multitudes argenti- nas llegan a la edad adulta defendiendo a la naci6n durante las invasiones inglesas y son el disparador de la Revolucién y la In- 27 José Maria Ramos Mejia, Las multitudes argentinas, Buenos Aires, Ta- Ileres Graficos Argentinos L. J. Rosso, 1934, pp. 39 y 40. 28 Ibid, p.58. 29 Ibid, p. 173. NACION: UNA HISTORIA DE LA INCULTURA 47 dependencia; en las condiciones mas adversas, su creatividad permitié la victoria del pueblo argentino por sobre todos sus invasores. “La revoluci6n no circula en Ja inmovil masa de las clases superiores; vive desde muy lejos en el seno de las clases medias y menesterosas”*0 El pueblo en sentido roméntico, con quien Ramos Mejia termina identificando a las multitudes, es depositario de la identidad.y motor de cambios futuros; pero es un pueblo cohesionado nacionalmente, salvandose asi de su propia incultura, pues ésta coincide con el inconsciente que frena la amenaza de las hordas. 3, NACION Y ESPECTACULO El impacto de lo visual es solo uno de los sintomas de las de- gradaciones de la edad de Ja democracia para las teorias cultu- rales liberales, que registran tempranamente la aparici6n de un nuevo sistema perceptivo pero lo describen como mera nega- tividad. En tanto sintoma, retine las negatividades que afectan a la sociedad: predominio de los sentidos por sobre la razon, atenci6n hipnotica a la superficie de las cosas, retraimiento de la capacidad critica, evaluacién de Jas realidades como meras apariencias, experiencia limitada a la comprobacion empirica y mimetismo receptivo. Todas estas nuevas caracteristicas —que estan formando la percepcion de las nuevas masas tal como leemos en Benjamin- se desarrollan en la escena ptiblica (don- de también se escenifica la nacién), y ningtin rasgo cultural tiene valor fuera de su Grbita. Las ideas de la sociedad como escenario y del individuo como actor/simulador estan entre las mAs fuertes de la época y el estudio de la representacién forma parte de todas las disciplinas modernas. 20 Ibid, p. 88. 48 ZONAS CIEGAS En 1899, Agustin Alvarez va mds alld de si mismo al escribir su Manual de patologia politica. En este libro, mas periodistico (casi todos los textos que lo integran fueron publicados con an- terioridad en La Tribuna)3! Alvarez se concentra en ese t6pico del momento que es el de la identidad como una forma de repre- sentaci6n. El argumento se desarrolla en dos direcciones: Argen- tina no hace sino “jugar” a ser Europa; en el pais, nadie se libra de “simular” en un contexto de degradaci6n politica y corrup- cién generalizada, pero esa simulacion es parte de una suerte de experiencia espectacular de la vida moderna. Asif, Alvarez cita: En la América del Sud, dice James Bryce, “predomina la pasion por los efectos teatrales, la preferencia por las generaciones y las teorias amplias, la disposicion nativa a dejarse atraer mas que por la delicadeza de la obra por su brillo general, la ten- dencia a confundir la hinchaz6n con la grandeza, la falta de madurez y de percepcién de las diferencias que existen entre las obras de primer orden escritas en estilo sobrio y las banali- dades insulsas, fruto de la mediocridad”>2 La “disposici6n nativa” a la teatralizacion, el gusto por lo grandi- locuente, es la experiencia cultural de los nuevos sectores socia- les en todo el mundo modemo y su relaci6n con el espacio pu- blico. Subrayar el disfrute de esta “anormalidad” es moneda corriente para condenar a las multitudes en Europa, y en el resto del mundo indica la degradaci6n que cualquier otra cultura mo- derna representa frente a aquélla. También en 1899, Ramos Me- jfa condena a la multitud por ser victima de sus propios gustos: 3Y, como vamos viendo, el moderno saber social se ha generado en los espacios ptiblicos ~aulas y periddicos-, que, si bien todavia estaban bastan- te circunscritos a las elites, poco a poco se fueron democratizando. 32 Agustin Alvarez, Manual. op. cit, p. 48. NACION: UNA HISTORIA DE LA INCULTURA 49 Por regla general, [la multitud] no quiere el genio ni la virtud, cosas que no hieren los sentidos, ni pueden llegar a las mate- rializaciones sensuales que ella necesita; busca al hombre hermoso, grande si es posible, de talla esbelta y de bellos ojos, de larga barba o de mostachos altaneros, porque, como he di- cho, ama sobre todo lo fisico, lo plastico vulgar, no por amor a la forma sino porque en su mediocridad de pensamiento no concibe de otro modo la idea abstracta de grandeza.*> Asi lo entiende Ramos Mejia; el trabajo inconsciente de la mul- titud se sostiene en los sentidos, no atiende a la raz6n, pero tiene la garantia de los valores nacionales: En virtud de ser todo 6rgano de percepcién [los hombres de la multitud], y de nula o mediocre intelectualizacién, van re- cibiendo en el turbio inconsciente, uno a uno, los detalles de una de esas grandes ideas que a ellos llega en forma de vago sentimiento, y que, por paulatina evolucién, viene surgiendo del seno profundo de las naciones.** Esta disposicion al régimen visual y su ingenuidad politica ha- cen que las multitudes a veces se equivoquen, o sean engafia- das en su ingenuidad, precisamente por su subordinaci6n a los sentidos. Es la forma de explicar la gran obsesién intelectual de Ramos Mejia: la figura de Juan Manuel de Rosas.** El gran enig- ma de la historia argentina, la escisién de la sociedad en dos mitades irreconciliables, que generé la violencia politica en el 33 José Maria Ramos Mejia, Las multitudes..., op. cit, p. 107. 34 Ibid, p. 119. me 35 Las multitudes argentinas fue concebido como una introduccién alos dos voliimenes de Rosas y su tiempo (1907). Pero ya en La neurosis de los hombres célebres, el capitulo sobre Rosas es el mds importante. Ramos Mejia contintia escribiendo sobre Rosas posteriormente. 50 ZONAS CIEGAS interior de la nacién, aquello que no se pudo explicar Sarmien- to y que retoma toda la historiograffa liberal, tiene, dentro de la teoria de la masa, una explicacion a través del nuevo saber cientifico de la psicologia social: Voluptuosos transportes de orgia precedieron a semejantes nupcias [entre Rosas y la multitud], en que la sangre de un sadismo feroz parecia mezclarse a la alegre zarabanda maca- bra de una borrachera de sdtiros encelados por el olor de la hembra inabordable. Aquella prostituta [la multitud] habia encontrado por fin el bello souteneur, que iba a robarle el fruto de su trabajo, sangrar sus carnes entre las protestas de extrafio amor y las exigencias de sus adhesiones incondicionales.>* Sexualidad y prostituci6n, incluso “desviaci6n sexual”, son tér- minos de comparacion habituales en la teorja de la masa, que identifica su inferioridad con la respuesta inmediata a instin- tos, a la entrega a sus deseos mas elementales y su falta de ra- cionalidad. Pero Ramos Mejia explica la mecdnica de la politica populista a través de la actuacién de la politica, la puesta en es- cena que significé el gobierno de Rosas, como una perversion del pacto civico. Cuando Le Bon compara a las masas con las mujeres, quiere subrayar su inferioridad; cuando Ramos Mejia lo hace con las prostitutas, pretende dejar bien en claro el ca- racter escenogréfico de lo instintivo de las masas, su integra- cién a un régimen més cultural que biolégico. Pero también Le Bon habia establecido las bases para pen- sar la multitud en su relacién con el espectaculo y la repre- sentaci6n en la vida moderna. La multitud se constituye en la ciudad, que es su escenario. Las impresiones fuertes, la actua- cién de roles, el magnetismo de los Ifderes, la hipnosis colecti- 36 José Maria Ramos Mejia, Las multitudes..., op. cit, p. 235. NACION: UNA HISTORIA DE LA INCULTURA 51 va, la “toma” de las calles son t6picos de los analisis de época. Jonathan Crary los liga a las nuevas tecnologias de la mirada, a la nueva idea de atencién y a los cambios en las politicas de representacién. Ramos Mejia hace de este rasgo central de la vida de las masas un eje tanto de curiosidad como de anilisis. Aclara que las multitudes: son impresionables y veleidosas como Jas mujeres apasiona- das, puro inconsciente; fogosas, pero llenas de luz fugaz; amantes ante todo de la sensacion violenta, del color vivo, de la musica ruidosa, del hombre bello y las grandes estaturas; porque la multitud es sensual, arrebatada y Ilena de lujuria para el placer de los sentidos. No raciocina, siente. Es poco inteligente, razona mal, pero imagina mucho y deforme; todo lo quiere grande, ampuloso, porque vive en un perpetuo gon- gorismo moral, ampliando y magnificandolo todo en propor- ciones megalomaniacas.” Por esta razon, en virtud de su belleza, un tirano como Rosas puede imponerse: Cuando Ia multitud de tan oscuros tiempos, habituada al gua- rango de tierra adentro, comenzé6 a ver 0 a conocer, por las megalomanijas de la fama voladora, a aquel hombre tan bello, tan blanco, y que compartia con el gaucho las habilidades de Ja agreste villaneria, una imposicion supersticiosa, difundidse en su seno y el sufragio de todo fue para él definitivamente.3* Este poder de seduccién del lider -blanco y bello, extranjerizado entre el propio pueblo en el caso argentino— es el gran misterio 7 Wid, p. 38. 38 Ibid, p. 234. 52 ZONAS CIEGAS que desarrolla la teoria de la multitud, en Le Bon y en todos sus seguidores, y el intento de explicacién de Freud en su texto de 1921, Psicologia de las masas y andlisis del yo. “La fama” es la condicién de la politica moderna asi como también la belleza entendida como un don politico. De manera progresiva, la vida moderna comienza a experimentarse como espectaculo, y esta dimensién es esencial para la politica, que aparentemente ya no puede vivirse fuera de la escena de representaci6n: Sin embargo, los hombres caen, los meneurs se suceden, las decoraciones rapidas de aquel teatro magico cambian, como los vidrios reveladores de la linterna magica, y la multitud, firme y homogénea dentro de su misma heterogeneidad de elementos, no pierde un 4tomo de sus fuerzas, ni declina el propésito que la anima,? Asi se suceden las metéforas, las comparaciones, las imagenes que ligan a Ia multitud y la politica modernas a un teatro donde un espectaculo, una y otra vez, se pone en escena. Y ese espec- taculo, bueno o malo, es la actuaci6n de lo nacional.4° Representaci6n, politica y belleza van juntas. Como sabe- mos, Las multitudes argentinas'se escribe para responder a la coyuntura del cambio de siglo, adaptando un tema moderno a un problema concreto del pais: la Ilegada de los inmigrantes. Ramos Mejia es uno de los tantos hombres del Estado que se pronuncia, y tiene no solo un diagndstico sino también un re- medio que la ciencia le permitird aplicar.*! Lejos de corromper 39 José Maria Ramos Mejia, Las multitudes..., op. cit, p. 144 (las cursivas pertenecen al original). 4° E] libro de George Mosse analiza de qué modo la naci6n -y especial- mente el nacionalismo- se constituye a través de rituales masivos. 41 José Maria Ramos Mejfa fue doctor en medicina, periodista y reforma- dor estudiantil que se ocupé6 de darles una orientaci6n cientifica a los estu- NACION: UNA HISTORIA DE LA INCULTURA 53 lo argentino, los inmigrantes se iran adaptando, por la fuerza del medio, a su nuevo pais: “Forzosamente tiene uno que con- vencerse de que el pesado palurdo no siente como nosotros. [.--] Pero el medio opera maravillas en la plastica mansedumbre de su cerebro casi virgen”; “Me asombra la docil plasticidad de ese italiano inmigrante. Llega amorfo y protoplasmatico a estas playas y acepta con profética mansedumbre todas las formas que le imprime la necesidad y la legitima ambicién’.*? El medio puede mejorar incluso la “morfologia” de los individuos: La primera generacién es, a menudo, deforme y poco bella hasta cierta edad [...] Hay un tanto por ciento de narices cha- tas, orejas grandes y labios gruesos: su morfologia no ha sido modificada atin por el cincel de la cultura. En la segunda, ya se ven las correcciones que empieza a imprimir la vida civili- zada y mas culta que la que traia el labriego inmigrante.*° Pero el medio puede también mejorar la sociabilidad entre ellos: “Hay que observar a los nifios de los uiltimos grados, para ver cémo de generacién en generacién, se va modificando el tipo del inmigrante hecho gente’*4 Esta denigracién del inmi- grante hace una apuesta al futuro de la especie argentina, que habré que construir pasando de la incultura a la cultura. Ra- dios superiores. Fund6 el Circulo Médico y luego creé la Asistencia Ptiblica (1883) asi como la cdtedra de Enfermedades Nerviosas en Ia Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Fue diputado nacional (1888- 1892) y presidente del Departamento Nacional de Higiene (1893-1898) y del Consejo Nacional de Educacién (1908-1913), desde donde le imprimié una orientacién nacionalista a la instruccién publica. Fue el intelectual mas im- portante entre los iniciadores de Ia psiquiatria y la sociologia en Argentina. 42 José Maria Ramos Mejia, Las multitudes..., op. cit, pp. 248 y 250 (las cursivas pertenecen al original). 8 Ibid, p. 255. 44 Ibid, p. 256. 54 ZONAS CIEGAS mos Mejia arraiga en las clases populares y en su obligada ex- periencia moderna Ia posibilidad de fundar esa argentinidad transformada: Ese primer producto de la inmigracién, el argentino del futuro, vive mas en la calle que en ninguna otra ciudad del mundo. [..-] Por consecuencia, su cerebro es mds fustigado, mas esti- mulado, y como el cerebro del nifio no recibe sino lo que puede [..-] es mas precoz su desarrollo que el de los nifios del hogar acomodado. [...] Eso explica, probablemente, su superioridad en todos los ejercicios de la escuela y la facilidad con que el observador ve desenvolverse lentamente el sentimiento de la patria, que en la futura generaci6n ser4 mas completo. En el teatro de la nacién, los nifios de la patria son los hijos de los inmigrantes, habituados como nadie a desempefiar un rol, es decir, a actuar “como argentinos”, Los ciudadanos modernos aprenden la doble leccién: se cultivan en la escuela, se desarro- Ilan en la calle. Una vez mas vemos cémo la ciencia es solidaria con los intereses de la nacién, como permite “explicar” el pasa- do y el presente, y también hacer predicciones sobre el futuro. Ramos Mejia sostiene que esos inmigrantes, progresivamente mejorados, seran los lectores de diarios, los estudiantes medios y universitarios, el ptiblico de los espectaculos que la ciudad moderna est ofreciendo. En una cultura en la que todo se ve y en la que todos miran, la democracia no reside solo en los me- canismos politicos sino en el escenario en el que todos somos juzgados: lo piblico. Alli ya no es posible mostrarse inculto, y por eso Las multitudes argentinas traza la linea entre lo que esta bien y lo que esta mal hacer, pensar, gustar; muestra qué hacer 4 José Maria Ramos Mejia, Las multitudes..., op. cit, p. 254 (las cursivas pertenecen al original). NACION: UNA HISTORIA DE LA INCULTURA 55 para ponerse del buen lado de la cultura, aunque para hacerlo deba describir con detalle los gustos de la incultura. 4. INCULTURA: EL PUEBLO En un sentido, el recorrido de la naci6n es el de Ia incultura, en tanto conjunto de saberes indisciplinados; es decir, el camino de reconstruccién de un lugar tanto inclusivo como homoge- neizador. Paraddjicamente, es a través del transito por la cultura (como corpus de conocimientos y actitudes) que ese lugar se consigue, conformando un saber comtin que otorga reconoci- miento identitario. Intenté ver un fragmento de la historia de la incultura, de los saberes bajos que traman la comunidad del pueblo, tal como fue recogida en el interior de libros que la con- denan. Esa pequefia historia muestra el proceso de construccién de la nacion en el universo del saber de las ciencias sociales que, en Ja Argentina del cambio del siglo xix al xx, sirvieron para ha- blar desde el poder. Lo hicieron con autoridad, pero también en el momento en que precisamente los saberes comienzan a au- tonomizarse y profesionalizarse, y esa autoridad se reduce a su propia esfera. La incultura siguié su rumbo, constituida en un espacio reconocible y también inmodificable dentro del mundo administrado y de la impolitica. Ilusién de conflicto, estos cho- ques entre el abajo y el arriba de la cultura no dejaron de cons- truir una forma nacional de capturar diferencias y de marcar los dos rumbos por los que derivaria una ciudadanja que ya estaba inducida a reconocerse en un relato de identidad. “La multitud es funcién democratica por excelencia, porque es el recurso y la fuerza de los pequefios y de los anénimos’,‘¢ dice Ramos Mejia lamentando la falta de una multitud con- 46 Ibid, p. 263. 56 ZONAS CIEGAS temporanea, cuya formacién promueve. Dar el salto, pasar de la incultura ala cultura, del anonimato a la visibilidad son los de- safios de la democracia moderna, que no debe temer ni a los inmigrantes ni al pueblo. Es la cultura nacional, mezcla de ca- mino de perfeccién moral y espectaculo, lo que garantizaré el pais modemo y estable, el desafio del siglo xx. Su palabra auto- rizada, su palabra de médico, sent las bases para una interpre- tacién populista de la nacién argentina que sera ampliamente retomada. Asi, la nacién misma nace y se teoriza como acion populista, espacio donde crear una suerte de armonfa comuni- taria, donde las diferencias tienden a reducirse en funcién de los intereses comunes y donde las masas cumplen una funcién politica. Fuera de las instituciones, fuera de Ja ciudadania, las masas comienzan a ser valoradas por los hombres del Estado, que temen més su confrontacién que su alianza. Por eso, los saberes les proporcionan rapidamente disciplinas y contencio- nes, y los intelectuales estan alli para sellar esa alianza: disemi- nar la cultura (convertir todos los saberes en culturas de clases medias), divulgarla para garantizar la paz. Las masas no son ese sujeto prepolitico al que desprecian los teéricos europeos; en Argentina, poco a poco son la politica misma. 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