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¿ES EL TIEMPO UN LIMITANTE

PARA QUE EL ADULTO UNIVERSITARIO ESTUDIE?

Para el logro del triunfo es indispensable pasar


por las sendas de los sacrificios.
-Simón Bolivar-

Diciembre de 2007

En este último cuatrimestre del año, el que abarca octubre a diciembre del 2007,
tuve la oportunidad de participar en un curso llamado “El Educador Andragógico”,
el cual tiene como objetivo proporcionar a todos los participantes las técnicas para
el buen desempeño de sus funciones frente a grupo de estudiantes de nivel
universitario.

Fue pues, que como parte del desarrollo del mismo, nos solicitaron que
describiéramos cuáles eran los factores que a nuestro parecer y experiencia,
considerábamos podían o en definitiva obstaculizan el aprender de los alumnos
(adultos). Después de una lluvia de ideas que lo correcto seria decir tormenta de
ideas, se logró enlistar una serie de factores, a los cuales debíamos encontrar una
estrategia para solucionarlos, tanto a nivel docente como institucional.

Dentro de estos factores se encontraba el factor “disponibilidad de tiempo”…


tiempo con el que no cuentan los alumnos para hacer sus tareas y estudiar, todo
esto porque la mayoría de ellos, si no es que todos, trabajan.

Durante el análisis del factor “disponibilidad de tiempo” y la documentación de la


estrategia que auxiliaría a dicho factor, me percaté que me encontraba buscando
una excusa, con una dosis de pretexto del porque este factor es un limitante para
la educación de los adultos, toda vez que la base de la educación universitaria
debería ser la lectura.

No se debe ni deberá justificar con el argumento “tiempo” la falta de interés y no se


pueden sacrificar las tareas, lecturas y ejercicios con el argumento de “trabajo”,
porque se corre el riesgo de convertirnos (los docentes) en simples tramitadores de
calificaciones, en sólo un obstáculo a franquear por parte de los alumnos y que
ellos vean a la calificación como un reflejo del que tan bien eluden su
responsabilidad.

Cuando el estudiante está dispuesto, decidido y comprometido, sabe que todo en


la vida, tiene un precio y en este caso el precio es investigar, desarrollar ideas, leer,
desvelarse… en pocas palabras, el pensar y reflexionar; cuando el alumno lo sabe
y está dispuesto a pagar el precio, deja de ser un receptor de conocimientos y se
vuelve un generador del mismo, un catalizador del saber.

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Quien no está dispuesto a pagar este precio, no puede ostentar ni merece un título
universitario.

Ahora bien, ¿cuáles son las condiciones que debe contar y brindar la universidad
para que se propicie un universitario adulto o lo que es mejor, un adulto
universitario?

Desde mi óptica y con el riesgo que esto implica, se debe contar con una
estrategia clara, donde las principales preguntas serían:

¿Quién es el cliente externo de la universidad, los alumnos o las empresas?


¿Qué busca o qué pretende la universidad de sus egresados?

Aunado con la anterior, es necesario tener claro y perfectamente definido los


perfiles de los que ingresan, así como de los que egresan; contar con un plan de
estudio acorde a la estrategia; contar con la tecnología necesaria para el correcto
desempeño y por último y no por eso menos importante, una plantilla de personal
capacitado, motivado e involucrado.

Si bien es cierto que es responsabilidad de la Dirección (Rectoría) el proporcionar


un plan de acción así como de los recursos adecuados, es el catedrático quien
esta frente a grupo, es él quien (para el alumno) se vuelve la universidad, por eso
no es correcto y mucho menos justificable el que un docente con la premisa de que
el alumno trabaja, tiene familia, etc… comience a dar concesiones al por mayor,
mermando la calidad de la cátedra como el prestigio de la universidad misma.

En conclusión, el proceso enseñanza-aprendizaje está conformado por una


amalgama de factores, donde el alumno es el inicio y el final del mismo por lo cual,
no puede evadir su responsabilidad ni mucho menos justificar su desinterés y falta
de ahincó. La universidad debe quitar en medida de sus posibilidades, todos
aquellos factores que alimentan la displicencia del alumno. Toda la comunidad
universitaria debe tener presente que hay que hacer lo que debemos y no lo que
queremos.

MTRO. ALONSO DÍAZ HERNÁNDEZ

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