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Capitulo 1 EVOLUCION Y CONTEXTO HISTORICO DE LOS GITANOS ESPANOLES Maria Helena Sanchez Ortega ié victimes, @ moitié coupables, comme. tout (Citado por Simone pe Beauvoir, en El segundo sexo.) La situacién histérica y el origen de los tépicos La dtispora gitana La marginacién del grupo gitano es el resultado, como suele su- ceder en casi todos los casos de segregacién étnica, de un largo pro- ceso histdrico. Conviene, por tanto, analizar el problema desde la perspectiva de la evolucién histérica de la minoria, situdndola en el contexto histérico de nuestro pais, para comprender mejor el con- flicto, casi inevitable, entre dos culturas tan distintas como la espa- fiola de los siglos xv1, xvit y xvrir y la de un pueblo némada como el gitano. De hecho, no parece que los gitanos disfrutaran de una buena si- tuacién en su lugar de origen. Casi todos los expertos coinciden en identificarlos con la casta de los patias, y parece que en Ia India ac- tual todavia existen grupos que recuerdan a los gitanos europeos, ocupados en empleos subalternos y poco estimados por el resto de la comunidad. Su aspecto es también pobre y desharrapado, como en el caso de muchos gitanos curopeos. Segiin Vaux de Foletier', esta catacteristica no se debe a los siglos de persecucién o a las migracio- nes, y esta misma imagen ha sido descrita por los especialistas mucho antes de que se produjera esta persecucién. | Francois Vaux de Foletier, Mille ans d’bistoire des tsiganes. Parls, Fayard, 1970, 278 ‘pags. 13 14 Maria Helena Sénchez Ortega No existe hoy en dia ninguna duda, por tanto, acerca del origen e identidad de esta minorfa, fundamentalmente gracias a los trabajos de los lingiiistas, Asi se ha llegado a identificar la lengua de los gi- tanos (el romané) como perteneciente al grupo neoindio, estrecha- mente relacionado con Jenguas actuales come el hindi, el goujrathi y el cachemiri. El origen hindi de las lenguas gitanas fue descubierto en 1780 por los alemanes Grellmann y Rudiger y por el inglés Jacob Bryant. Son los lingiiistas, por tanto, los pioneros en los estudios cienti- ficos acerca de los gitanos y a ellos se debe la mayor parte de los trabajos fiables sobre este grupo étnico que se ha «beneficiado» de una abundante literatura, realizada mayoritariamente por «romédnti- cos» —en ef sentido amplio del término— e ingenuos gitandfilos, que no han contribuido sino a difundir y afirmar la mayor parte de jos tépicos populares a su respecto. Los estudios serios y desmitifi- cadores escasean, por el contrario, y es preciso afiadir que la propia actitud de los gitanos, recelosos de todo cuanto pueda proceder del mundo no-gitano, ha contribuido —y sigue haciéndolo incluso en nuestros dias— a la persistencia de esta situacidn. El examen lingiifstico ha sido también el punto de partida para conocer Ja didspora gitana. Segtin el examen de Miklosich, en todos los dialectos hablados en Europa abundan elementos del griego me- dieval, por lo que se puede concluir que su primer establecimiento en nuestro continente fue Grecia. También abundan vocablos eslavos (en Gales, dialecto que fue estudiado por John Sampson en un trabajo cldsico, alrededor de sesenta palabras contra noventa proceden del griego), lo que hace suponer que los gitanos residieron largo tiempo entre bulgaros, serbios y checos. Aparece también una proporcidn, aunque menor, de vocablos rumanos, y finalmente, entre los gitanos ingleses, polacos, rusos y escandinavos, algo de alemén —aunque no entre los espafioles, lo que hace pensar que siguieron una ruta dife- tente. Los datos anteriores sugieren su Ilegada a través de Cen- troeuropa 2, No conocemos los motivos ni la fecha exacta de la dispersién gi- tana, ni lo conoceremos probablemente nunca, debiendo contentarnos hasta el siglo x1v con algunos testimonios literarios en los cuales los estudiosos creen ver los antecedentes de los gitanos actuales. Segtin J. Bloch*, debemos a Firdusi, poeta persa, y al historiador arabe Hamrah los primeros testimonios acerca de los contactos entre grupos 2 Tomo estos datos y los siguientes a propésito del relato de Firdusi del libro de J. Bloch, Les Tsiganes. Paris, Presses Universitaires de France, 1963. Bloch es uno de los pocos estudiosos de este tema que me parece fiable. 3 Ob. cit. Evolucién y contexto histérico de los gitanos espafioles 15 procedentes del Punjab y Persia en una €poca relativamente antigua. El relato de Firdusi, segiin el Libro de los Reyes, que el poeta ter- mind el afio 1011, merece ser recordado, ya que nos pone en con- tacto con los estereotipos que acompafiardn a los gitanos a lo largo de mil afios de historia m4s 0 menos conocida, Segin el relato (Libro de los Reyes, traducido por Jules Mohl, VI, 1877), diez mil miisicos «luri» fueron cedidos hacia el afio 420 a.C. por el rey Sankal de Canogia a su yerno Bahram Gur. El episodio ocurrié al final de la vida del rey, cuando no tenfa otro deseo que buscar la fe- licidad de sus stibditos. Primero intenté mejorar su situacién a tra- vés de una politica tolerante en materia de impuestos, pero cuando comprobé que esto sélo servia para difundir la inmoralidad pensé en otros medios. Mas tarde escribié una carta a cada mobed, y con el propésito de mejorar la condicién de los pobres les pregunté: «gquiénes, en cada lugar, pueden vivir sin fatigas y quiénes son pobres y carentes de tiquezas?», La respuesta que recibié fue la siguiente: «Vemos que la prosperidad es general y de todas partes se elevan continuas bendi- ciones. Los pobres, sin embargo, se lamentan de su infortunio y se gusien del rey, pues los ricos, coronados de flores, beben vino al son le musicas, mientras menosprecian a los hombres pobres que, como fosotros, beben sin mtisica ni flores.» Parece que el rey se rid mucho al ver esta respuesta y envid a buscar a diez mil luris, expertos tafie- dores de latid, que pudieran distraer el ocio de sus stibditos, dan- dole cierto «tono». Repartié un buey y un asno a cada uno de los luris y mandé que les entregaran diez mil cargas de trigo que debian emplear pata la siembra. Pero los lutis se comieron el trigo y los bueyes, volviendo al cabo de un afio ante el rey con rostros maci- lentos. El rey les dijo: «No debisteis derrochar las semillas, el trigo tierno y la cosecha, Ahora os quedan vuestros asnos, cargadlos con vuestras cosas, preparad los instrumentos musicales, y ponedles cuer- das de seda.» Los luris fueron, por tanto, expulsados a causa de su holgazanerfa. El relato termina asi: «Todavia hoy los luris, de acuer- do con las justas palabras del rey, andan por el mundo gandndose la vida, compartiendo el albergue con perros y lobos, siempre dispuestos a robar en los caminos dfa y noche.» Los gitanos en Europa Después de esta primeta mencién —si es que los luris son efec- tivamente gitanos—, hasta los testimonios de su aparicién en Cen- troeuropa, Francia e Italia, a fines de Ja Edad Media, carecemos de 16 Maria Helena Sanchez Ortega informacién y resulta preciso auxiliarse con los datos lingiifsticos para reconstruir su trayectoria; pero parece evidente, en cualquier caso, que los gitanos se presentan en Europa como un grupo némada que se vera obligado a entrar en conflicto con los pueblos sedentarios. Estamos, en cierto modo, ante la dicotomia tradicional pastor 0 né- mada versus agticultor o sedentario, casi tan antigua como la propia historia del hombre. El némada representa al grupo que necesita desplazarse para sobrevivir. El sedentario ha logrado adecuar su en- torno a sus propias necesidades y controla a su favor el medio en el que le ha tocado vivir. El némada se ve obligado todavia, al menos en parte, a una actitud depredadora. El sedentatio es esencialmente productivo, al menos en principio, y recela de cualquier visitante con movilidad, Son dos actitudes mentales y dos tipos de economia que necesatiamente estén abocadas al enfrentamiento, Veamos desde esta perspectiva el relato de la Ilegada de nudstra minorfa a Paris ha- cia 1427, segtin aparece en la crénica conocida como Diario de un burgués de Paris: Llegaron a Paris doce penitentes, segiin ellos decian, a saber, un duque, un conde y diez hombres, todos a caballo, que se decfan buenos cristianos, pro- cedentes del Bajo Egipto. Aseguraban, asimismo, que antes también habfan sido cristianos, que éstos les habfan sometido’ no mucho tiempo atrds, tanto a ellos como a todo su pais, y que los habian hecho convertirse o morir a los que se rehusaban a cambiar de credo. Los recién bautizados siguieron siendo sefiores de la regién como antafio... Algiin tiempo después de haber ellos abrazado la fe cristiana, los sarracenos los asaltaron. se rindieron a estos enemigos y volvie- ron a ser sarracenos renegando de nuestro Sefior. Ocurrié, més tarde, que los ctistianos como el emperador de Alemania, el tey de Polonia y otros sefiores, enterados de que habfan procedido con tanta falsfa al abandonar sin mayor trabajo nuestra fe para retornar a su condicién de sarracenos ¢ idélatras, los atacaron y vencieron con facilidad, pues los derrotados pensaron que los dejarfan otra vez en su pals como antes, con la condicién de hacerse cristianos. El emperador y los demés sefiores, luego de larga deliberacién en consejo, decidieron que en lo sucesivo los vencidos no po- seerfan tierras en su propio pafs, hasta que el papa no consintiera en ello, para lo cual era conveniente que fueran a ver al Santo Padre a Roma. Hacia allf marcharon todos, grandes y pequefios, con gran sufrimiento de los nifics. Al Hegar hicieron confesién general de los pecados... El papa les ordené, como penitencia, que durante siete afios consecutivos anduvieran por el mundo sin acostarse en lecho. Como ayuda de gastos dispuso que todo obispo o abad portador de bdculo les diera por una sola vez diez libras tornesas; les entregé cartas para los prelados de la Iglesia en las que hacla mencién de lo por él dispuesto, y les dio su bendicién. Se marcharon, pues, y etraron por el mundo durante cinco afios antes de Hegar a Paris los doce de que he hablado, el 17 de agosto de 1427. El dia de San Juan el Degollado Legé el resto de esta gente, a la que no se dejé entrar Evolucién y contexto histérico de los gitanos espafioles 17 en la ciudad. Sin embargo, por decisién de la justicia, se les alojé en la Cha- pelle Saint Denis, No eran en total, entre hombres, mujetes y nifios, més de cien o ciento veinte personas, Cuando salieron de su tierra hab{fan sido mil o mil doscientos; los que faltaban habian muerto en el camino. Durante su estancia en la Chapelle hubo tal afluencia de gentes de Parfs, de San Dionisio y de los alrededores de Paris, deseosas de vetlos como jamés las bubo ni pata la bendicién del Bendito. Bien es verdad que tanto muchachas como varones eran mds astutos que nadie. Casi todos tenfan ambas orejas per- foradas y levaban en cada una de ellas uno o dos aros de plata; decian que en su pats era signo de nobleza. Los hombres eran muy negros, de cabellos crespos, las mujetes, las més feas y oscuras que puedan verse. Todas tenian el rostro surcado de arrugas, cabellos negros como la cola de un caballo y vestian una vieja manta muy ordinaria, prendida al hombro con un lazo de pafio o de cuerda, y bajo esa prenda, como todo adorno, un pobre corpifio con una camisa, Eran, en suma, las criaturas mds miserables que jamds se haya visto en Francia. A pesar de su pobreza, habia entre ellos brujas que adivinaban, examinando las lineas de la palma de Ja mano, lo que a uno le habia ocurtido o habia de pasarle. Con sus afirmaciones trajeron dificultades a varios matrimonios, pues le decfan al matido, «Tu mujer te ha engafiados, o a la mujer, «Tu matido te es infiel», Lo peor era que mientras hablaban a los curiosos, ya por arte de magia o por otro procedimiento, ya sea por obra del enemigo que est4 en el infierno o por habiles manejos, les vaciaban de dinero Ja bolsa para engrosar la propia, segtin se decia. A la verdad, yo estuve en el fugar tres o cuatro veces para hablar con ellos y nunca adverti que hubiera perdido una moncda, asi como tampoco los vi que adivinaran por medio de las manos de Ia gente. Eso se afirmaba por todas partes. sin embargo, tanto que la noticia Hegé hasta el obispo de Paris, quien fue en persona al lugar Ievando consigo a un eclesidstico hermano menor de la Orden, a quien Ilamaban el pequefio Jardoin. Este, por orden del obispo, les echd un buen sermdn, excomulgando a quienes, hombres y mujeres, hubieran practicado tal adivinacién o crefdo en ella. Al final tuvie- ton que marcharse. Partieron el dia de nuestra Sefiora, en septiembre, rumbo a Pantoise +. Aqui tenemos, pues, a nuestros gitanos familiares, acompafiados ya por todos los tépicos con que Jes encontraremos en adelante: la mezcla de curiosidad y recelo que inspiran a los no-gitanos, la repu- tacién de astutos, las quejas del grupo no-gitano por su falta de res- peto a la propiedad ajena, las prdcticas hechiceriles y los engafios. He reproducido en su integridad esta pagina del Diario de un burgués de Paris porque es, desde mi punto de vista, un documento clave para entender el enfrentamiento entre los recién Ilegados y los pafses en donde buscan acomodo, Italia, Francia, Espafia o Centroeuropa. En ningdn otro texto, a pesar de la frecuencia con que se pueden 4 Journal d’un bourgeois de Paris sous Frangois Ter. Paris, Union Générale d’Editions, 1963. 18 Marfa Helena Sénchez Ortega encontrar testimonios similares, se consigue reunir con tanta breve- dad los argumentos que esgrimieron Jos no-gitanos como causa de su repulsa mezclada al mismo tiempo con uma cierta fascinacién. A partir de este momento, el cliché se repetird machaconamente. Desde el siglo xv hasta el xx, apenas la més leve diferencia tanto en textos lite- rarios como oficiales. En Espafia, Francia o Inglaterra nos encontra- mos siempre con las mismas quejas repetidas monétonamente, las mis- mas descripciones adversas que han llegado a formar un persistente estereotipo. ¢Qué hay de verdad detrds del tépico, y cudles son las tazones —en caso de que, como todos los tépicos, repose sobre una parte de verdad— para este comportamiento por parte del grupo gi- tano? He aqui las preguntas que me gustaria tratar de responder en estas paginas. La Ilegada a Espaiia y las etapas histéricas en la Peninsula Segtin hemos visto, los némadas se presentaron como un grupo de peregrinos en trance de purgar su apostasia, habil historia capaz de justificar y explicar al mismo tiempo su origen y situacién, que resulta, sin embargo, bastante dificil comprobar. Durante estos pri- meros afios la historia de los gitanos etf Europa no parece haber sido demasiado desagradable y es probable que su calidad de peregrinos tuviera mucho que vet con la buena acogida que se les dispensé en un principio. Grupos similares al que hizo su aparicién en Paris se presentaron por las mismas fechas en casi toda Europa: en 1416 visi- tan la ciudad de Kronstadt, en 1417 algunas ciudades hansedticas, en 1422 Iega también un grupo a Bolonia y, finalmente, en 1425 Al- fonso X les concede permiso para viajar por sus dominios durante un trimestre *, Los gitanos Iegan a Espafia capitaneados por pintorescos «con- des» y «duques» de la «Pequefia Egipto», consiguiendo en principio el favor de los reyes, no sélo en el caso de Alfonso X de Aragén, sino también de Juan II de Castilla, segtin se da cuenta en fa crdnica de su condestable Miguel Lucas de Iranzo. El condestable y canciller mayor de Castilla les traté generosamente, manddndoles aposentar y déndoles viveres para el camino. Este buen entendimiento, sin embargo, sélo debié durar el tiempo que tardaron los castellanos, vascos y aragoneses de aquel tiempo en darse cuenta de que los recién Ilegados pretendfan instalarse definitivamente. A partir de 5 Estas son las fechas que recoge Jean Clebert, Los gitanos. Barcelona, Aymd, 1965. Epilogo de Julio Caro Baroja. Evoluciéa y contexto histérico de los gitanos espafioles 19 este momento comienza una lenta evolucién del grupo gitano en nuestro pais, marcada principalmente por el conflicto con los no- gitanos y las penalidades para lograr una situacién estable que pue- de dividirse, desde mi punto de vista, en los perfodos siguientes: 1) Una primera etapa que podemos denominar «periodo idilico» por Ja ausencia de conflictos, desde su penetracién y primeros contactos, hasta la promulgacién de las primeras Pragmiticas dirigidas contra ellos. 2) Un segundo perfodo caracterizado por la voluntad de la Co- rona de expulsar a unos habitantes incémodos. Desde la Pragmatica de 1499 en que comienza a pesar sobre ellos un decreto de expul-. sidn hasta 1633, en que por una nueva Pragmatica de Felipe IV desaparece esta amenaza, a causa de los criterios poblacionistas del perfodo. 3) Un perfodo de integracién legal, una vez desaparecido el decreto de expulsién. Desde 1633 hasta la Ultima Pragmética dirigida especificamente a esta minoria, en este caso de Carlos III, quien les declaré en 1783 iguales al resto de sus sbditos. Durante este periodo, la Corona realizard intentos desesperados para hacer desaparecer su nomadismo y convertirlos en stibditos productivos. 4) A partir de 1783 no vuelve a promulgarse ninguna ley dirigida directamente contra los gitanos e incluso se prohtbe la mencién es- pecifica de este grupo étnico en los textos oficiales. A partir de este momento puede hablarse de la incorporacién definitiva de la mino- tfa a nuestro pais, y se caracteriza por su asentamiento y la adqui- sicién de unos rasgos socioculturales tipicos del grupo en Espajia. Todavia podria sefialarse una etapa bien diferenciada en la evolu- cién de la minorfa, a partir del impacto de la revolucién industrial —diffcil de definir cronolégicamente—, cuya influencia en el grupo gitano ha sido bastante notable, desde mi punto de vista. Esta ultima etapa se caracteriza por el enfrentamiento definitivo entre las cultu- ras gitana y no-gitana, y por el desgaste a que se verdn sometidas las estructuras mentales y sociales de los gitanos. También se ob- serva el despettar «nacionalista» del grupo. Desde la penetracion hasta el sigho XVII Los datos con los que contamos acerca de la penetracidn y pri- meros tiempos de los gitanos en la Peninsula Ibérica son escasos. En realidad, s6lo empezamos a contar con documentos abundantes y seguros después de la Pragmética de 1499, en que los Reyes Ca- télicos decretan su expulsién por razones en gran parte obvias. Si tenemos en cuenta que estamos ante un grupo 4grato, los datos de- ber4n ser suministrados siempre por sus anfitriones de los siglos xv1, 20 Marfa Helena Sanchez Ortega Xvir y xvi. Esta literatura ser4, en consecuencia, hostil casi en su totalidad. Los gitanos sdlo setén objeto de atencién a causa de sus frieciones con el grupo no-gitano y la documentacién de que dispo- nemos estd compuesta casi exclusivamente pot disposiciones legales y procesos civiles, dejando al margen las abundantes referencias li- terarias, més amenas, pero no més favorables. Si nos atenemos a los textos legales y los procesos, la imagen que obtendremos de los gi- tanos ser4 la de un grupo casi siempre al margen de la ley, en perpetuo conflicto con sus convecinos, la de una minorfa estrecha- mente vigilada. Llevar a cabo la historia de la minoria resulta, por tanto, una ingratfsima tarea para el historiador, que se ve obligado a recoger toda la informacién existente sin que esto conlleve adoptar el mismo punto de vista que los textos negativos con los que se tro- pieza. Reconstruir la intimidad del grupo viene a ser pricticamente im- posible, y el resultado de la labor del historiador es, como en tantas otras ocasiones, drida y poco agradable. Veremos a continuacién, por consiguiente, las grandes Iineas del conflicto que acabo de esbozar con la mayor objetividad posible, para tratar de matizar en las ulti- mas péginas la situacién de la minoria gitana a través de los escasos datos de que disponemos a propdsito de aquellos que lograton un asentamiento mds satisfactorio y pudieron disfrutar de una existencia menos conflictiva. . La llegada a Espafia de los gitanos estd relativamente bien do- cumentada gracias a los esfuerzos de Amada Lépez de Meneses °. Segtin esta autora, en Espafia hay que sefialar dos oleadas distintas de gitanos, con diferentes procedencias. Una primera penetracién a través de los Pirineos a principios del siglo xv, y otra a través del Mediterréneo, ya en 1488. Los gitanos que atraviesan los Pirineos son los Hamados de «Egipto Menor» 7. Los de «Egipto Menor» eran probablemente los mismos que visitaron Paris en 1427 y tam- bién Bolonia 8. Alfonso V les autorizo para viajar durante un tri- mestre por sus dominios el 12 de enero de 1425, Los documentos que describen a los gitanos en Espafa durante este periodo hablan de ellos en términos muy similares a los que hemos visto en la Cré- nica del burgués de Paris. El 9 de junio de 1447 se refiere asf su Ilegada a Barcelona: «Lo dia present entraren en la present ciutat $ Amada Lépez de Meneses, «La inmigracién gitana en Espafia durante el siglo XV», en Martinez Ferrando, Miscelénea de Estudios, 1968, 7 Segan Fay Cooper —Gran Enciclopedia del Mundo, tomo 9 (1962) (Gi- tanos}-- el drea de Siria, Chipre y territorios préximos eran conocidos durante Ja Edad Media como «Pequefio Egipto». Citado por Amada Lépez de Mene- ses, art. cit. 8 Esta es la opinién de Amada Lépez de Meneses en el articulo citado. Evolucién y contexto histérico de los gitanos espafioles 21 un Duch e un Comte ab gran multitut d’Egiptians 0 boemians, ge- trista e de mala farga e methiense molt en devinar algunes ventures de las gens» *. Los condes y duques a los que se alude en los textos que dan cuenta de su Iegada a Barcelona —-y en fechas algo poste- riores a Andalucia— aseguraban que eran peregrinos que pretendian visitar Compostela. En primer lugar aparecié un tal Ancheés, y el 14 de marzo de 1460 se vuelve a conceder un salvoconducto a un lider gitano, en esta ocasién a «Jaques in Minori Egipto comiti.*», tam- bién de camino hacia Santiago. El acompaiiamiento de este «conde» era de unas cien personas. El tercer salvoconducto se concede en Igualada el 23 de mayo del mismo afio, a don Jacobo, también pere- grino hacia lugares santos. Dos nuevos «condes de la Pequefia Egip- to», don Martin y don Tomés, Iegan hasta Barcelona en esta misma época, y més tarde se desplazan a Castellén y hacen su entrada en Jaén, donde son recibidos con el condestable Miguel Lucas de Iranzo. La crénica de este condestable, a la que ya he aludido anteriormente, nos da cuenta de la pintoresca llegada a Andalucfa de un grupo que pronto va a adoptar a estas tierras casi como propias. Quince dias después de que salieran de la ciudad don Martin y don Toms, Ileg6 otro grupo de gitanos de los que se habla también en un tono bastante laudable. Dende a quince dias que vino a la dicha ciudad de Andijar, aporté por ella un caballero que se ilamaba el Conde Jacobo de la Pequefia Egipto, con su mujer que Hamaban dofia Loisa, y con hasta 50 petsonas hombres, mujeres y nifios que tralian en su compajiia, los cuales andaban asf por el mundo, segin decian y mostraban por ciertas letras, haciendo penitencia por mandato de nuestro muy Santo Padre porque sus antecesores dicen que habfan fallecido en la creencia de Nuestra Fe por miedo y temor del gran turco, de quien habfan sido conquistados y sojuzgados. Era asf porque entre otras lettas trafa una catta del dicho sefior rey por Ja que su alteza enviaba mandar a todos los grandes sibditos y naturales de estos reinos que hubiesen recomendado al dicho conde Jacobo y le hiciesen todos honor y buen acogimiento, como por ser gente extranjera y andar como peregrinos en aquella manera, el dicho sefior condestable les mandé recibir ¥ aposentar en la dicha ciudad. Y le -hizo mucha honra haciendo comer al dicho conde y a la dicha condesa, su mujer, todos fos dias que en la dicha ciudad estuvieron con é1 y con la sefiora condesa su mujer, y mandando dar a todos los otros todas las cosas que habfan menester. Y¥ desde que hubieron alli estado cinco o seis dfas, mandéles ayudar de su cémara con alguna copia de enriques para su viaje, y mandéles dar su catta para que todas las ciudades y villas y lugares que en estos reinos esta- ban a su cargo y gobernébanles hiciesen todo honor y buen acogimiento. De % Citado por Amada Lépez, art. cit. 22 Maria Helena Sanchez Ortega todo los cual el dicho conde y todos los que con él] venian se partieron de él muy contentos y alegres, loandose mucho del dicho sefior Condestable, y de las grandes mercedes que de ] habian recibido ", El punto de vista del autor de la crénica, como vemos, es real- mente amable. Los gitanos que se describen en esta pagina son indi- viduos exdticos, pero bien recibidos, y dignos de consideracién. Se les agasaja y apoya. Pocos dias después recibirfan a un nuevo «con- de» gitano: Y dende quince dfas o poco més a Ja ciudad de Andijar otro caballero que se llamaba el duque Paulo de la Pequefia Egipto con cierta compafifa de hombres y mujeres, el cual asimismo trafa cartas del rey nuestro Sefior y letras del rey de Francia y de otros duques y grandes sefiores como andaba por el mundo haciendo peregrinacién y penitencia. Al cual el dicho Condestable hizo mucha honra segiin Ja dignidad de su titulo ducal requerfa... E al tiem- po que se hubo de partir le mandé dar su letra e ayudar para su viaje y cami- mino, usando de aquella liberalidad que nunca a ninguno negé!t, Los grupos gitanos que Ilegan a la Peninsula a lo largo del si- glo xv son, segtin vemos, pequefias bandas de hombres y mujeres que oscilan entre las cincuenta y las cien personas. De acuerdo con Jos documentos reunidos ‘por Amada Lépez de Meneses ”, se agru- paban en torno a un lider —los «condes» y «duques» de los docu- mentos oficiales— bien identificado: don Juan de Egipto Menor (el 12 de enero de 1425); don Tomas, conde de Egipto Menor (el 8 de mayo de 1425); el duque Andrés y el conde Pedro (9 de ju- nio de 1447); Jacobo de Egipto Menor (4 de marzo de 1460); el duque Pablo de la Pequefia Egipto (28 de junio de 1471). También aparece la mencién a unos condes de Egipto Menor, don Luis y don Felipe (29 de mayo de 1484), y otro conde gitano que visits Madrid (21 de mayo de 1484). Si tenemos en cuenta que las personas que acompafiaban a estos «condes» y «duques» no pasaban de las cien, segtin se menciona en los salvoconductos, los gitanos que llegaron a Espafia en esta época no excederfan las dos o tres mil personas, si a estos grupos afiadimos los gitanos que entraron a través del es- trecho. Un ntimero muy reducido de personas que manifestaba, sin embargo, una gran movilidad. En poco tiempo se trasladan desde 10 Hechos del Condestable D, Miguel Lucas de Iranzo (Crénica del si- glo XV. Edicién y estudio por Juan de Mata Cartiazo). Madrid, Espasa-Calpe, 1940, pag. 416. i Hecbos del Condestable..., ed. cit. 12 Art. cit. y «L’atrivée des gitans en Andalousie», en Monde Gitan, mi- mero 7, 1968, p4gs. 15 a 18. Evolucién y contexto histérico de los gitanos espaficles 23 el reino de Aragén hasta Andalucia —a donde llegan Martin, Tomés, Jacobo y Pablo en noviembre de 1462— y se les ve circular hacia Madrid y Castellén. Una minorfa inquieta y necesitada con la que pronto se va a entrar en conflicto. A pesar del tono idilico de la cré- nica del condestable y las buenas relaciones que sugieren todos estos salvoconductos, incluso en esta época se pueden observar los pri- meros sintomas de un mal entendimiento que se va a prolongar du- rante siglos, Ya el 30 de septiembre de 1482 Pere Soldevila com- parecia ante la corte de justicia de Lérida para denunciar las ame- nazas de muerte de que habia sido objeto por parte de unos «boemians» que «venuts a la present ciutat moguts per lo sperit ma- ligne, no tement Deu ni la coreccié temporal, havient robat a dit Soldevila huit Hiures en diners que portave com no portas me...» ¥, Durante este «perfodo idilico», por tanto, y a pesar de los regalos y dédivas concedidas por los nobles a los curiosos visitantes, se estén gestando ya las rafces del conflicto. El 25 de enero de 1489 se ex- tiende en Valladolid un salvoconducto a favor de unos mercaderes griegos que habfan sido maltratados en Sicilia al ser confundidos con gitanos. Estos primeros conflictos entre némadas y campesinos desembo- can en la Pragmética que los Reyes Catdélicos dictan contra ellos en 1499 (Granada y Medina del Campo)". Se ordenaba la expul- sién inmediata de todos los gitanos o «egipcianos», concediéndoles un plazo de sesenta dias para salir del reino, excepto aquellos que tomaran «oficios conocidos, o sefiores a quienes sirvan, y les den lo que hobiere menester» *, A los que anduvieren vagando por el reino, «hallados y tomados sin oficio, o sin sefiores, juntos y pasados los dichos dias», se les darfa cien azotes y desterrarfa a perpetuidad. En caso de volverles a encontrar, la pena seria atin mayor: se les cor- tarfan las orejas y permanecerfan sesenta dias encadenados. En caso de una tercera infraccién, pasatian a ser esclavos para toda la vida. Se les prohibia también usar su lengua y el «traje de gitano». Las Pragmaticas de los Reyes Catélicos inauguran una larguisima serie de medidas, sobre cuyo cardcter volveremos més adelante, con las que se intenta incorporar a la minorfa al resto del pafs, de acuerdo B Citado por Amada Lépez de Meneses, art. cit. “4 Danvila y Collado hace referencia en sn obra El poder civil en Espatia a esta pragmética de Granada, que todavia no he podido localizar. Novtsima Recopilacién de las Leyes de Espafta... mandada formar por el sefior Car- Jos IV, 1805, tit. XVI. La legislacién sobre los gitanos cspafioles puede verse también en mi libro Documentacién selecta sobre la situacién de los gitanos espaftoles en el siglo XVIII. Madrid, Editora Nacional, 1977. 3 Novisima Recopilacién..., tit. XVI. 24 Marfa Helena Sénchez Ortega con el intento de homogeneizacién religiosa y cuitural que representa el reinado de estos monarcas, intentando también convertirles en stib- ditos productivos. El punto de vista de Carlos I ser4 el mismo que el de sus abuelos, y esta Pragmatica de 1499 se reitera en diversas ocasiones y permanece vigente a lo largo de casi todo su reinado. En 1539 Carlos I decide modificar las penas dictadas contra los «gitanos vagantes», aunque no el decreto de expulsién. A partir de ahora todo aquel vatén «sin oficio o sin vivir con sefior» entre los veinte y los cincuenta afios serd enviado a servir en galeras. En el caso de que se tratara de un individuo menor de veinte afios o ma- yor de cincuenta, se mantendrdn las penas anteriores. Es evidente que en el 4nimo del monatca han pesado las necesidades bélicas del pats y la voluntad de reclutar brazos para el remo, Ninguna novedad se produce tampoco durante el reinado de Felipe II, quien se limita a promulgar de nuevo las disposiciones para conducir a los gitanos a las galeras, por las mismas razones que su padre. La situacién va a em- peorar para los gitanos con la subida al trono de Felipe III. El nuevo monarca decide aplicar a los gitanos la politica que tan «bue- nos resultados» le habia dado con lus moriscos. En el caso de los gitanos, puesto que no se puede hablar de conversién al cristianismo —los gitanos habian asegurado ser cristianos peregrinos, como se recordar, aunque tendremos que volver sobre este aspecto—, se in- tentard emplearles en el trabajo de la tierra a toda costa, o expulsarles del pais de acuerdo con todas las disposiciones anteriores, Segin la Pragmatica en que se resume la voluntad de Felipe III respecto 2 la minorfa, de 28 de junio de 1619", se da un plazo de seis meses para salir del reino, bajo pena de muerte, a todos los gitanos que no se sujeten a las disposiciones resefiadas en ella. ..y que los que quisieren quedar sea avecindéndose en ciudades, villas, y lugares destos nuestros Reinos de 1,000 vecinos arriba y que no puedan usar del traje, nombre y lengua de gitanos y gitanas, sino pues no lo son de nacién, quede perpetuamente este nombre y uso confundidos y olvidado. Y otros! mandamos que por ningin caso puedan tratar en compras ni ventas de ga- nados mayores ni menores, lo cual guarden y cumplan so la misma pena. Segtin vemos, si exceptuamos el deseo de hacer residir a los gi- tanos en ciudades de mas de mil habitantes y prohibirles la ocupa- cién de ventas y tratos con ganado, la Pragmdtica de Felipe I1I no presenta, en el fondo, grandes novedades, puesto que la decisién de expulsarlos del reino ya habfa sido tomada por los Reyes Catélicos y se mantuvo en los reinados de Carlos I y Felipe II. A pesar de 16 Ibidem. Evolucién y contexto histérico de los gitanos espafioles 25 esto, conviene que nos detengamos en las medidas adoptadas por Felipe III. Si tenemos en cuenta los resultados obtenidos en las me- didas dictadas contra los moriscos, es evidente que la minoria gitana, mucho més reducida e impopular que la morisca, nunca estuvo tan a punto de verse obligada a abandonar la Peninsula como en este momento. Por razones dificiles de explicar, la medida nunca Ilegé a aplicarse con severidad y a partir del reinado de Felipe IV el criterio de la Corona se modifica, al menos respecto a la necesidad de hacerles salir del pais. El perfodo comprendido entre 1499 y 1633 es, probablemente, el mds duro para la minorfa gitana en Espafia. Las quejas de las Cortes.se repiten incesantemente, solicitando su expulsién y castigo, y las plumas de los memorialistas se desatan contra ellos. Desde mi punto de vista, se trata del periodo durante el cual el grupo gitano estaba buscando todavia un puesto en Ia sociedad espafiola, y esto explica la dureza de los enfrentamientos entre los antiguos némadas, que siguen siéndolo en gran parte todavia, y el campesinado, El eco de estos enfrentamientos es el que llega hasta las Cortes y origina la voluntad de la Corona de deshacerse de un grupo tan inquieto y de dificil asimilacién. La opinién antigitana durante los siglos XVI y XVII Los representantes en Cortes se hacen eco a Io largo de los si- glos xv y xvit de una dificilisima convivencia. Se acusa incesante- mente a los gitanos de llevar a cabo salteamientos, robos y muertes, y del incumplimiento de las Pragméticas. Veamos, como ejemplo, eémo se expresaban el 19 de marzo de 1594 don Jerénimo de Sala- manca y don Martin de Porras: dixeton que en estos reynos anda un género de gente que se nombran gitanos, cuya vida y trato es la més perdida que hay en toda la republica cristiana, ni ain barbara, que parece que son gente sin ley, porque no se save que guarden ninguna, sino que del todo viven Ilenos de vicios, sin ningtin género de recato, con grande escdndalo destos reinos y de Jos natutales dellos. Son gente vaga- bunda sin que jamds se halle ninguno que trabaje ni tenga oficio con que sustentarse, son pitblicamente ladrones, embuidores, echando juizios por las manos, haziendo entender a la gente ignorante que por all{ alcanzan y entien- den que ha de suceder, Son gente que no guarda los matrimonios la forma de la Iglesia, porque se casan parientes con parientes, sin ningunas dispensaciones y atin sin matri- monio se mezclan unos con otros sin tener cuenta con deuda de parentesco, ni afinidad. ni las demds prohibiciones del derecho, y jamds se verd ninguno 26 Marfa Helena Sénchez Ortega confesar ni recibir el Santfsimo Sacramento, ni ofr misa, ni conocer parroquia ni cura, y plegue a Dios el consentir pecados tan piiblicos no sea causa de parte de otros castigos. Siendo cosa tan necesatia poner remedio en un dafio tan grande, y que tan otdinatio es en estos teinos, convendrfa disipar y deshacer de raiz este nombre de gitanos, y que no haya memoria deste género de gente, Y el remedio que para esto parece se podria poner es que se aparten los hombres y mugetes y que los unos se pusiesen en una provincia muy apartada de la otra donde se Jes quitase el hdbito y el lenguaje de gitanos poniéndoles graves penas si salie- sen de los lugares que se les sefialasen, porque desta manera se casarén con labradores que viviesen con Ia orden y regla con que los demés que estén en servicio de Dios ”, Los representantes en Cortes contintian pidiendo que las justi- cias se ocupen de obligar a trabajar a los hombres y a las mujeres, y sugieren que se aparten de los padres a los nifios y nifias con menos de diez afios para ensefiarles a ser «buenos cristianos», y a los que superen esta edad a aptender oficios, y las nifias a servir. Opinan también que no se les deberfa permitir casarse entre si, separando a los hombres de las mujeres «hasta que del todo se perdiese la me- moria y nombre de gitanos, de manera que con graves penas se les prohibiese en todos estos teinos que ninguno se llamase gitano, y si ottos remedios se hallasen mds eficazes se usase dellos, pues el fin es que se consuma la memoria y trato de gente tan perniciosa a la re- publica cristiana» Las medidas que proponian los representantes Jerénimo de Saave- dra y Juan de Porras eran realmente drdsticas y rigurosas. Se nombré una comisién que debian presidir Juan Vaca de Herrera y Hernando Arias de Saavedra, pero afortunadamente no parece que se llevara a efecto. La oposicién a la minorfa gitana durante el siglo xv1, a pe- sar del decreto de expulsidn de las Pragméticas, se dirigfa principal- mente a lograr la asimilacién, de grado 0 por fuerza, y la integracién en el pais como stibditos productivos. La actitud de los representan- tes en Cortes se radicalizarfa durante el siglo xvii y los diputados manifestarén repetidas veces su deseo de que se expulse a los gitanos lel reino: Una de las cosas més dignas de remedio que al presente se ofrecen en estos reinos es mandar remediar los hurtos, robos y muertes que hacen los gitanos que andan vagando por el reino, tobando los ganados de los pobres y haciendo mil insultos, viviendo amancebados y sin ser cristianos mds que en nombre, por no andar al cumplimiento de los mandamientos de la ley de Dios, y de 1 Actas de las Cortes de Castilla, Madrid, 1877-1939, 53 vols. (tomo XIII). 8 Tbidem, Evolucién y contexto histérico de los gitanos espafioles 27 su Santa Iglesia, cosa de gran Listima y que pide grave remedio y parece lo seria que Vuestra Magestad les mandase salir fuera del reino dentro de un breve tétmino y que no vuelvan a ellos so pena de muette, y que los que quieran quedarse sean avencinéndose en lugares, villas, y ciudades de estos reinos que sean de 1.000 vecitos artiba, y no pudiendo usar el traje, lengua y nom- bre de gitanos ni gitanas, sino que pues no lo son por nacién, quede perpe- tuamente este nombre y uso confundido y olvidado y que por ningtin caso puedan tratar en compras ni ventas de ganados mayores ni menores ni en otras cosas sémejantes que al presente usan, todo lo cual hayan de guardar so pena de muerte, poniéndoles muy graves penas a las justicias que no lo ejecuta- ren ast 19, Asi se expresaba la stiplica que se presenté al rey el 24 de di- ciembre de 1610, en un momento en que la expulsién de los moriscos era una cuestién candente, y quejas muy similares menudean a Jo largo del siglo xvii: 12 de agosto de 1607, 12 de mayo de 1608, 3 de febrero de 1609, 24 de diciembre de 1610 y 3 y 8 de noviembre del mismo afio, 1661, 1615, 1617... Se les acusa de hurtar y maltratar a los campesinos para robarles sus caballerias, saquear los sembrados, circular en compafifa de bandoleros y formando grupos armados, etc. Las medidas que se proponen para reprimirlos son practicamente las mismas que luego aparecen recogidas y matizadas en las pragmaticas, segtin se pone de relieve en el caso anterior, es decir, sefialarles lu- gares para su residencia, impeditles que traten en caballerias o acudan a ferias, el uso del traje y lengua y nombre de gitanos y la voluntad de hacer salir del pais a todos los que no se sujeten a estas normas. La imagen que se obtiene de la minoria gitana durante los si- glos xvi y xvil es sumamente negativa desde todos los puntos de vista. A las quejas de los representantes en Cortes hay que afiadir la pésima opinién que tenian de ellos los memorialistas y arbitristas. Salazar de Mendoza, Navarrete, Sancho de Moncada, Pedro de Fi- gueroa, Juan de Quifiones, Pedro de Villalobos y otros se desatan contra ellos en acusaciones que Ilegan hasta el canibalismo. Las opi- niones respecto al grupo de estos autores han sido ya repetidas en varias ocasiones y ahora me limitaré a resumir los puntos de vista de los més conocidos para no fatigar al lector ™. Sancho de Moncada —el autor de quien toma gran parte de sus ideas acerca de los gitanos espafioles George Borrow— escribié su 19 Tbidem, 24 de diciembre de 1610, tomo 26, pag. 291. 20 M. Romera Navarro, «La andante gitaneria» (La Lectura, 1917, 7 t. 3.°); Carmelo Vifias Mey, «Notas sobre la asistencia social en Espafia», en Anales de la Academia de Ciencias Morales y Politicas, 1971; Julio Caro Baroja, Vidas méagicas e Inquisicién, Madrid, Taurus; M. Herrero, Ideas de los espaftoles de los siglos XVI y XVI. 28 Marfa Helena Sinchez Ortega Restauracién politica de Espafia en 1618, en un momento sumamente grave para el pafs. Moncada, catedrdtico y tedlogo, proponia en los nueve discutsos que componen el libro las soluciones que le parecfan mds oportunas para remediar las necesidades del Estado, y entre ellas consideraba oportuna y necesaria la expulsién de los gitanos. Segtin Moncada, los gitanos eran mucho mds peligrosos que los moriscos puesto que no eran «labradores, hortelanos, oficiales, ni mercaderes, y sdlo sirven de lo que los lobos, de robar y huir» #. Son espfas y traidores a la Corona, y sus mujetes «publicas rameras», que «con ademanes palabras y cantares torpes hacen gran dafio a las almas». En general «son ladrones famosos», encantadores, adivinos, ¢ idéla- tras o herejes. Moncada les atribuye en su esctito desmanes importan- tes y termina suplicando se apliquen las disposiciones que conducen a su expulsion de! pais. La opinién de Juan de Quifiones es todavia més tadical que la de su contempordneo. Quifiones era alcalde de Casa y Corte, y se sintié inclinado a escribir su Discurso * a causa de un proceso en el que tuvo que intervenir en Septilveda contra unos gitanos a los que mandé ahorcar por haber asaltado un correo que iba de Flandes a Madrid. Quifiones recoge las opiniones de autotes anteriores, como Del Rfo, y se detiene minuciosamente a refetir opiniones y hechos en los que se mezcla la erudicién y los datos fantdsticos, producto probablemente del temor y rechazo que inspiraban los gitanos entre la ingenua po- blacién campesina. Al igual que Moncada y otros memorialistas se detiene a exponer el origen y naturaleza de los gitanos, punto del que prescinditemos en esta ocasién por razones de espacio, y refiere algunos aspectos de su organizacién que merecen reproducirse: Tienen sus cabecas a quienese llaman Condes, eligiendo para este titulo al més valiente, brioso, de mayores fuercas, m4s astuto, sagaz y conveniente para governallos. Este compone sus diferencias y pleitos aunque residan en lugar donde aya justicia, y les ordena lo que han de hazer, Sale con ellos de noche a robat los ganados y saltear en los caminos a los passajeros, por ser acomodada para sus hurtos y robes; y lo que hurtan y roban lo reparten entre ellos, acu- diendo con la tetcia a su Capitén, como si fuera juez de terciaspartes 3. Segtin Quifiones, el delito fundamental de los gitanos es el «abi- geato» o «cuatreriay —-como lo llama también Moncada—, y recuet- % Sancho de Moncada, Restanracién politica de Espafa (Edicién a cargo de Jean Vilar), Instituto de Estudios Fiscales («Discurso octavo: expulsién de los gitanos», p4g. 215). @ Juan de Quifiones, Discurso al Rey nuestro Seiior contra los gitanos, Ma- drid, Biblioteca Nacional. ® Ibidem. Evolucién y contexto histérico de los gitanos espafioles 2 da que seguin las pragmaticas les esta prohibido ser corredores de ganado. Los robos de ganado y las correrias de gitanos armados son el punto que nos interesa resaltar ms en esta ocasién del escrito de Quifiones, a causa de sus coincidencias con las quejas de los represen- tantes en Cortes y las disposiciones de las pragmaticas. Respecto a lo que podtfamos denominar la «peligrosidad social» de los gitanos, Quifiones Ilega a afirmar que fueron protagonistas de un intento de saqueo de Logrofio y de un asalto a mano armada a Aranda de Duero. Son innumerables los dafios, hurtos, y robos que han causado en Espafia. En tiempo de pestilencia intentaron saquear la ciudad de Logrofio. En Aranda de Duero y otros muchos lugares, ha sido necesario muchas vezes juntarse gente armada para resistirlos y echarlos de sus términos. Quifiones pasa también revista a las noticias que tenia de la intervencién de otros colegas suyos en relacién con gitanos que ha- bfan sido ajusticiados y procede a relatar Jos robos de nifios, hechos de antropofagia y casos similares que Caro Baroja ha calificado acer- tadamente como «mitologia gitanesca» ™. «Y el afio passado de 629, dando tormento a quatro gitanos don Martin Fajardo, juez que procedia contra ellos en Zaraicejo, confessaron aver muerto aun Fraile de la Orden de San Francisco en el monte de las Camas, jurisdic- cién de la ciudad de Trujillo, y que se le comieron. Y también a una gitana, y a uma peregrina, El Alcalde de la villa del Montixo le dixo al dicho don Martin Fajardo, que un vezino de allf buscando en el campo una yegua que se le avia perdido, vio en el lugar del Arroyo el Puerco, entrando en una casa caida a buscarla, a unos gitanos, que estavan assando un quarto de per- sona humana. Dize también que un pastor de la ciudad de Guadix yendo perdido por la sierra de Gadol, vio una lumbre, y entendiendo que era de pastores, fue hazia ella, y hatlé una quadrilla de gitanos que estavan assando la mitad de un hombre, y la otra mitad estava colgada de un alcornoque, y quando le vieron, le dixeron que se sentasse a la lumbre, que cenarfa con ellos, y dezfan entre sf: grosso esté éste; y fingiendo se queria echar a dormir, se arrojé la sierra abaxo, y se escapé de sus manos, Quifiones refiere todavia otro caso de canibalismo, y a continua- cién acusa a los gitanos, como Moncada y todos los memorialistas, de carecer de religién, poligamia sucesiva, casarse sin respetar los grados prohibidos por la Iglesia, no cumplir con los preceptos del ayuno, comunién y bautismo, y ser hechiceros y adivinos, cosas que % J, Caro Baroja, Vides mdgicas e Inquisicion. % Juan de Quifiones, Discurso al Rey... 30 Marfa Helena Sénchez Ortega hubieran podido llegar a costar muy caras a los miembros de nuestra minoria en el ambiente confesional del siglo xvi. Las acusaciones de Moncada, Quifiones, etc. —aungue sumamente chocantes para la sensibilidad del hombre de hoy dia— estén moti- vadas por el enorme temor que debian inspirar los gitanos que vaga- bundeaban en busca de alimento en torno a los pueblos y villas, y nos aportan datos acerca del grupo a los que es preciso despojar de la carga de incomprensién en la que incurrian inevitablemente los hombres de los siglos xvi y xvi. La situacién de la minoria durante los siglos XVI y XVII Los gitanos que aparecen en estos escritos son un grupo némada, seguramente de pequefias bandas de hombres y mujeres muy simila- tes a las que legan hasta la Peninsula en el siglo xv, que siguen acep- tando la autoridad de un lider, el «capitén» o «conde» de los pri- meros documentos. Sus costumbres respecto al matrimonio, uso de los sacramentos, etc., que tanto escandalizan no sélo a Quifiones y los memoralistas, sino a autores como Cervantes, indican un conoci- miento muy precario del cristianismo que decian profesar, lo que no resulta extrafio si tenemos en cuenta su calidad de emigrantes secula- tes que efectivamente adoptaron la religién musulmana en otros pai- ses, situacidn a la que alude probablemente la leyenda de su aposta- sia y peregrinacién por Europa. Una cultura, por tanto, realmente distinta a la de los espafioles de los siglos xvi y xvit, que llegaron a contemplarlos con auténtica repulsién y poca comprensién, segtin se pone de relieve en las historias a propésito de su canibalismo. Las alusiones al canibalismo de los gitanos citculaban en todo tipo de documentos, y aunque en estos siglos se dio algtin caso real ™, en lo que respecta a los gitanos se trata de la imagen deformada por el terror que inspiraban a la poblacién campesina, en la que es probable que interviniera alguna broma pesada gastada por los propios gita- hos a algiin ingenuo lugarefio, segin parece desprenderse de la histo- tia del pastor extraviado. A pesar de Ja pésima visién a propésito de la minorfa que apare- ce en los textos de los memoralistas, el esfuerzo para contrastarla con otro tipo de testimonios resulta prdcticamente vano durante este perfodo. Los documentos conservados en los archivos nos devuelven una y otra vez a la escena de grupos, a veces numetosos y armados, de gitanos vagabundos que asaltan a la poblacidn de los pueblos pe- % Caro Baroja alude a un famoso caso de canibalismo en esta misma ¢poca a causa de la creencia en el poder de la sangre para cutar enfermedades, (Vidas méagicas...) Evolucién y contexto histérico de los gitanos espafioles 3h quefios. En una consulta del Consejo de Castilla con fecha de 10 de febrero de 1635 se hace la siguiente exposicién a propésito del peli- gro que representaban para la Mesta: Una de las calamidades mayores que los ganaderos padecen es de los gita- nos, que divididos cn tropas toman los ganados, consumiendo los que han menestet_y vendiendo lo que les sobra con la misma libertad que si fueran propios. Y aunque se han dado comisiones a los ministtos de la Mesta para que procedan contra ellos, no cesan los inconvenientes, antes los que eran particulares miran ya a lo universal de la paz y segutidad de estos reinos... 27. En otra consulta del Consejo del mismo afio se completa la des- cripcién de las correrfas de estas bandas de gitanos, aludiendo a algu- nos aspectos en los que conviene que nos detengamos. En Ia consulta se recuerda que de acuetdo con las Pragmaticas de 1499 y 1586 se les habia ordenado salir de Espafia en el plazo de sesenta dias, y dejar su nomadismo y costumbres, sin resultado, por lo cual: ..con habérseles dado vecindades se han conservado en su mal modo de vivir, y a titulo de nacién se congregan y discurren por diferentes partes, invadiendo los Ingares con tan gran superioridad y pavor de los habitadores que unos desamparan sus casas, otros tienen a buena suerte albergarles y eqntribuirles porque les reserven en alguna parte con qué sustentarse, Y como las necesidades han crecido tanto, se tiene por cierto se les va agregando mucha gente facinerosa, con que si no se pone remedio, podria este dafio venir a estado que no fuese posible darsele, o a costa de mucha sangre y dinero 23. Las consultas antetiores, sumamente elocuentes, hacen referencia a una situacién ciertamente inquietante para la Corona, y nos expli- can el estado de cosas que sirvié como motivacién a las reiteradas quejas de las Cortes y la setie de Pragmdaticas promulgadas durante este periodo. La situacién de los gitanos durante los siglos xvi y XVII debid ser dificilfsima, abocadgs a una supetvivencia a todo trance. Las continuas guerras por las que atravesé Espafia y las crisis inte- riores, especialmente desde fines del siglo xv1, contribuyeron sin duda a empeorar las cosas. Las pequefias bandas de gitanos recibieron a gentes también desarraigadas que vinieron a imcrementar sus filas. Las Pragmaticas se refieren en varias ocasiones a esta cuestién, y en otros testimonios se sefiala que se trata de frailes, o sacerdotes que han abandonado los hébitos, e incluso malhechores. En este sentido 7 En estas notas y [as que vienen a continuacién utilizo el articulo de Antonio Dominguez Ortiz, «Documentos sobre los gitanos espafioles en el siglo XVII», en Homenaje 2 Julio Caro Baroja. Madrid, 1978, pdgs. 319 2 326. 2 Ibid. Citado por Antonio Dominguez Ortiz. 32 Maria Helena Sénchez Ortega se expresa el autor de El Lazarillo de Tormes, quien hace la siguiente descripcién de un grupo de gitanos: Preguntéle en el camino si los que estaban allf eran todos gitanos, nacidos en Egipto, respondiéndome el que habia en Espafia, pues que todos eran clé- rigos, frailes, monjas o ladrones que habjan escapado de las cdrceles, 0 de sus conventos, pero que efitre todos, los mayores bellacos eran los que habfan salido de los monasterios, mudando la vida contemplativa en activa ®. A pesar de la evidente exageracién que hay en las palabras ante- tiores, la figura del picaro que se afiade a un grupo de gitanos, por una u otra razén, no parece depender exclusivamente del capricho literario, segiin se observa en el enorme realismo de las paginas de El donado bablador, cuando Alonso describe al cura sus correrfas con un grupo, o en la obrita de Cervantes sobre Pedro de Urdemalas. Esta era también la opinién de Sancho de Moncada, y a esta misma costumbre aluden las Cortes de 1619 *. Las Pragmdticas recogen este punto de vista, primero en la fechada en Toledo el 4 de marzo de 1539, en la que se indica que «otros muchos vecinos y naturales des- tos nuestros Reynos han tomado su lengua y habito y manera de vivire *, Més tarde, en las promulgadas en junio de 1619 por Feli- pe III y mayo de 1433 por Felipe IV se recoge también este criterio: «estos que se dicen gitanos no lo son ni por origen ni por naturaleza, sino que han tomado esta forma de vida para tan perjudiciales efec- tos» 32, Las pragmaticas hacen énfasis en este punto y parecen diri- gitse fundamentalmente a lograr el asentamiento del grupo y su ocu- pacién en oficios sedentarios y controlables. Las disposiciones de la Corona producen la sensacién de dirigirse principalmente contra aque- Ios gitanos sin asiento fijo que cafan con frecuencia en actitudes al margen de la ley, equipardndoles en las penas dictadas contra ellos a los bandoleros, cuatreros y otros individuos también considerados como peligrosos. 2 H, de Luna, Lazarillo de Tormes, IT parte, cap. XI. Novelistas anteriores a@ Cervantes, BAE, II. 3% Citado por R. Salillas, Hampa, Madrid, 1898; y J. Caro Baroja, Los gi- tanos en cliché (epilogo al libro de J. Clebert aparecia luego en el tomo Temas castizos, Madrid, Itsmo, 1980. Segiin Sancho de Moncada: «Los que andan en Espafia no son gitanos sino enxambres de zinganos y hombres ateos y sin ley ni religién alguna, espafioles que han introducido esta vida o secta del gita- nismo, y que admiten a ella cada dia gente ociosa y rematada de toda la tierra.» El lector interesado podrd encontrar un andlisis mds extenso de estos temas cn Ja reedicién que estoy preparando de mis estudios sobre los gitanos espafioles con el mismo titulo de este trabajo. 31 Novisima Recopilacién..., tit. XVI. ‘3% Ibidem. Evolucién y contexto histérico de los gitanos espajioles 33 Hasta 1633, por tanto, la existencia de los gitanos es sumamente ptecaria, y es probable que si la minorfa hubiera podido controlatse con la misma facilidad que la comunidad morisca no hubieran Ilegado a librarse del decreto de expulsién. Este estado de cosas empezar4 a modificarse con la subida al trono de Felipe IV, a partir de cuyo teinado se produce, segtin indiqué antes, la «incorporacién legal» de la minorfa en Espafia. En la consulta del Consejo de marzo de 1633, que debid preceder a la promulgacién de la Pragmética de este mismo afio, se exponian los motivos que han conducido a modificar la polf- tica de la Corona, y me parece oportuno reproducirla en su totalidad a causa de su interés para el andlisis que nos ocupa. El Consejo ya no era partidario de expulsar a la inquieta minorfa a causa de las crisis internas del pafs después de la salida de la poblacién morisca, segiin se declara en el documento: No parece conveniente expeditlos porque la despoblacién en que se hallan estos Reinos después que salieron los motiscos, y la que causan las necesidades presentes, no puede suftir ninguna evacuacién por ligera que sea, principal mente de esta gente que no son gitanos por naturaleza, sino por artificio y bellaqueria y enmendéndose se reducirén a la forma de vida de los demés. Para esto ha parecido mds conveniente medio el prohibirles el trage, la lengua y forma de vida, tratos y ocupaciones que sean diferentes de los demés vécinos. Que sagan dentto de un breve término de los barrios que ocupan con nombre de gitanos y se mezclen con los demds, porque divididos no tengan cabeza a quién seguir ni se correspondan unos con otros, ni comuniquen en las torpezas y abominaciones tan detestables como se ha entendido por algu- nos informes de los prelados, y que los que contravinieren sean castigados con pena de muerte o galeras. Que el llamar uno a otro gitano se tenga por palabra de injuria y como tal se castigue, y que ni en las danzas ni en otto acto alguno se permita accién ni nombre de gitano, y las justicias atiendan con mucho recato a ver la ocupacién y forma de vida que siguen, si se comuni- can o hacen juntas, si se casan entre si o cumplen con Ia solemnidad del Sacramento, si bautizan los hijos, de que se podré tomar noticia por Jos curas. Que para ocurrir a las invasiones y latrocinios que hacen en los lugares se dé comisién a todas las justicias para que puedan proceder contra ellos y pren- derlos fuera de su distrito, y Ia mesma jurisdiccién tengan los alcaldes entre- gadotes de la Mesta.. Y porque siendo V.M. servido de que se promulgase esta ley podré ser que muchos de los gitanos que hoy estan avecindados, por no sugetarse a las penas della se satiesen a2 funtar con los que andan robando, convendria mandat que ninguno salga por tiempo de seis meses del lugar donde residiere, pena de quedar esclavo del que lo prehendiese... ¥. 3 Archivo Histérico Nacional. Consejos, leg. 7.133. Citado por Dominguez Ortiz, art. cit. 34 Marfa Helena Sénchez Ortega Con la promulgacién de la Pragmitica, a la que precedié la ante- rior consulta, el 9 de mayo de 1633, desaparece el decreto de expul- sién y se produce la integracién legal de la minorfa. La Pragmatica venia a recoger la mayor parte de las medidas que se ptoponian en el documento que acabo de reproducir; se vuelve a prohibir a los gita- nos que anden en ferias y traten en ganados o se ocupen en otro oficio que no sea el de la labranza, bajo pena de 200 azotes y seis afios de galeras: se les ordena salir de los barrios en que habitaban y mez- clarse con los demés vecinos, sin hacer juntas ni secretas ni publicas, Se prohibe la utilizacién del nombre de gitano y que se tenga por injuria, se les conmina a permanecer en los lugares de vecindad que se les asigna bajo pena de galeras, y se comisiona a las justicias pata que se ocupen activamente de los grupos de gitanos de los que se tenfa noticias andaban acuadrillados atacando a los pueblos pequefios, entre otras medidas. Como vemos, las medidas dictadas por la Corona seguian siendo severas, y aunque su principal objetivo iba dirigido a conseguir la in- tegtacién con el resto de Ja poblacién de la minoria, en muchas oca- siones el cerco tejido en torno al grupo gitano llegaba a ser tan es- tricto que dificultaba el objetivo que se proponia. En consecuencia, la situacién del grupo gitano no presenta grandes variaciones hasta bien entrado el siglo xvi. Segtin un escrito de 8 de mayo de 1674 *, las justicias no actuaban con eficacia en el problema y esta actitud habfa conducido a un gran aumento del miimero de gitanos, de ma- nera que «no hay lugar en él y en sus campos que no esté poblado de gitanos que se deben de haber retirado de otras partes, y muchos lugares de corta vecindad los temen y estén acobardados por cuadri- Ilas de cincuenta y cien gitanos que se ayudan unos a otros y tienen sus caballos con frenos y espuelas, carabinas dobles y arcabuces como soldados de que usan asf para sus robos como para librarse de riesgos». Aunque el autor de esta carta, abogado y sacerdote, indica que en Espafia debfa haber unos cincuenta o cien mil gitanos, cifra exage- rada a todas luces, otros testimonios dan cuenta también por las mis- mas fechas de cuadrillas armadas que alcanzaban el nimero al que se refiere este escrito. A pesar de la tremenda exposicién, abultada pro- bablemente para tratar de conseguir alguna disposicién del Consejo, la respuesta que se le dio se limitaba a sefialar que periédicamente se recordara a las justicias la necesidad de hacer cumpir las Pragmé- ticas respecto a este problema. En efecto, los textos de aplicacién # AHN. Consejos, leg. 51.442, niim. 6. Citado por Dominguez Ortiz, art. cit. 3 Ibid, Citado por Dominguez Ortiz. Evolucién y contexto histérico de los gitanos espafioles 35 de la legislacién son numerosisimos y muy frecuentes, pero la mayor parte de la legislacién dirigida a controlar al grupo gitano cayé en el vacio, Jas mds de las veces a causa de las dificultades con que se tro- pezaba para aplicarla. Segiin se atestigua en la documentacidn de los siglos xvi, xvi y xvi, los gitanos encontraban con frecuencia «va- ledores» entre los grandes sefiores, las autoridades eclesidsticas o los simples vecinos en ocasiones, y por otra parte, las caracteristicas de la propia legislacién dificultaba a veces una aplicacién estricta. A pesar de todas las noticias negativas, que se repiten a lo largo de toda la centuria, el asentamiento de la minoria gitana se iba pro- duciendo con lentitud y por otras vias que las propuestas por la legis- lacién, que no tenfa en cuenta Ia dificultad de convertir en campesi- nos a individuos sin tradicién a este respecto. Las posibilidades que encontraban los gitanos para convertirse en ciudadanos laboriosos se aprecian con claridad en una representacién del Asistente de Sevilla de 1698 en favor de los gitanos que servian en esta ciudad como pifanos y tambores en las milicias. Se sefiala en el escrito su utilidad y pacifico asentamiento en términos que tampoco dejan lugar a dudas: ..¥ que siendo esta gente precisa pata tal exercicio, por no haber otra que se dedique a él, como no gozan sueldo ni emolumento alguno; y que viviendo estos aplicados al trabajo de hetreros y avecindados con sus mujeres e hijos en aquella ciudad... no halla inconveniente en que con esta gente, que es corta en ntimero, se dispense el rigor de la pragmdtica y no se les compela a la labor de los campos %, A lo largo de los siglos xvi y xvi, por tanto, se observa el vio- lento enfrentamiento a que da lugar el choque cultural entre dos co- lectivos social y econédmicamente tan diferentes como los recién le- gados némadas y la poblacién campesina de la Espafia confesional de estos siglos, y un lento pero efectivo asentamiento de aquellos gita- nos que pudieron emplearse en los oficios artesanales no sujetos a ordenanzas gremiales —segtin indica Dominguez Ortiz ”— en los que podian encontrar posibilidades para adaptar el temperamento e idio- sincrasia particular. La evolucién de la minoria gitana durante el siglo XVILU A pesat de la incorporacién legal de la minorfa gitana a la pobla- cidén de nuestro pais que se produce después de la promulgacién de % Ibid. Citado por Dominguez Ortiz. 3 A. Dominguez Ortiz, art. cit. 36 Marfa Helena Sénchez Ortega la Pragmdtica de 1633, la situacién del grupo no experimenta gran- des modificaciones hasta bien entrado el siglo xvim. El comporta- miento de los sucesores de Felipe IV respecto a nuestro grupo se caracteriza por la voluntad de situarles en lugares donde se puedan seguir sus movimientos con facilidad a fin de que se incorporen social y laboralmente de forma definitiva. Carlos II habia promulgado en 1695 una nueva Pragmdatica con este objetivo, en la que se ordenaba a todos los gitanos avecindados que comparecieran ante las justicias correspondientes para hacer constar sus nombres y apellidos, el de sus cényuges € hijos, y el oficio en que trabajaban, asi como las armas, casas y animales que posefan. Una vez expirados los treinta dias con- cedidos para que se [levara a cabo este censo, todos los gitanos y gitanas que no fo hubieran cumplimentado deberfan ser condenados a seis afios de galeras, en caso de ser hombre, y a cien azotes cuando se tratara de una mujer, «sin que para la ejecucidn de estas penas se necesitase de més averiguacién ni proceso que la persona o cosa ocultada, y el testimonio de no hallarse en el registro» *. Todos aque- llos que no se sometieran al censo podrian ser expulsados del pafs en el plazo de otros treinta dfas, con la excepcién de los «que se halla- ten estando avecindados en lugares cuya vecindad sea de mds de dos- cientos vecinos, y no de menos, porgue los tales Gitanos y Gitanas ast avencindados deberdn tolerarse sin pena ninguna y en la forma que ird aqui declarada» *. De nuevo se prohfbe 2 los gitanos ocupar- se en otro trabajo que no sea el de la labranza, asistir a ferias, tener armas y caballerias, tratar en ventas o trueques, habitar en barrios separados, hablar la «lengua jetigonza», y demds medidas que hemos visto en las Pragméticas antetiores. Las medidas promulgadas por Carlos IT vacilan todavia entre Ja severidad y falta de perspectiva de las anteriores, y el primer atisbo de tolerancia que se observa en la de Felipe IV de 1633. Con el cambio de dinastfa, las cosas iran mejo- rando lentamente para el grupo gitano, que se ocupar4 poco a poco en oficios subalternos como los que ya hemos citado, a pesar del empefio miope de las Pragméticas de convertirles en mano de obta barata para el campo. Las medidas que adoptan los primeros Borbones con relacién a la minorfa gitana se caracterizarén por la voluntad de conseguir luga- res concretos de residencia para todos los gitanos que habitan en el reino y un oficio concreto, insistiendo siempre en el conocido crite- tio de lograr que abandonen tajantemente su movilidad y se empleen en los trabajos sedentarios del campo. Durante el reinado de Felipe V 38 Novisima Recopilacién..., tt. XVI. ® Ibidem. Evolucién y contexto histérico de los gitanos espaficles 37 las medidas se limitarén a sefialar determinadas ciudades y villas, es- trechando cada vez més en torno al grupo la vigilancia de las autori- dades civiles, pero con la legada al trono de Fernando VI y, para- ddjicamente, bajo la influencia de las ideas mds avanzades del mo- mento respecto a los grupos ociosos, la Corona tomard decisiones drdsticas y la minorfa atravesaté por momentos dramiticos sobre los que nos detendremos todo lo que nos permite la brevedad obligada de estas paginas, Felipe V se ocupa de la minoria gitana en varias ocasiones durante su reinado mediante la promulgacién de nuevas Pragméticas: 1717, reiterada en 1727 y 1732, y 1738. El deseo de controlar a la inquieta poblacién gitana le conduce a organizat un nuevo censo de sus perso- nas, oficios, etc., medida que ya fue inaugurada por Carlos II en 1695, acerca del cual no he podido conseguir ningun dato que con- firme su realizacién. Por lo que se refiere al siglo xvitt, la poblacién gitana fue censada de acuerdo con las normas que se dictaron en la Pragmatica de 1717. En el término de treinta dias, todos los que es- tuvieran avecindados debian declarar su nombre, edad, estado, ofi- cios y modos de vivir, asf como armas, bienes, etc. Al cabo de los treinta dias, podrfan ser detenidos, como en el caso anterior, y envia- dos a galeras durante seis afios, cuando se tratara de un hombre, o recibir cien azotes si se tratara de una mujer. De acuerdo con la pauta de todos los reinados anteriores se sigue disponiendo que se ocupen tinicamente en el trabajo del campo, y se les prohfbe usar su lengua, traje, etc. En realidad, la unica novedad que aparece ahora es el hecho de enumerar y especificar las ciudades donde deben residir los gitanos ®; segtin lo descrito, este cambio de actitud se debe a causas concretas: «por cuanto no les ha estado prohibido a los que se dicen gitanos y gitanas, pot la ultima Pragmitica, la universalidad del ve- cindario y asf ha dependido de ellos la destinacién del lugar para el que se han querido tener, como sea de doscientos vecinos, cuya gene- ralidad les ha facilitado con sus residencias en lugares, cortas las sali- das de ellos y su unidén en cuadrillas» “. La Pragmética de 1717 se reiterard en varias ocasiones durante el reinado de Felipe V, monarca que debid sentir bastante inquietud por el problema de la minoria, y en 1738 se vuelve a promulgar una Las ciudades que se mencionan en la Pragmética de 1717 son: Toledo Guadalajara, Cuenca, Avila, Segovia, Leén, Toro, Palencia, Aranda de Duero, Burgos, Soria, Agreda, Logrofio, Santo Domingo ‘de la Calzada, San, Clemente, Ciudad Real, Chinchilla, Murcia, Plasencia, Caceres, Trujillo, Cérdoba, Antequera, Ronda, Carmona, Jaén, Ubeda, Alcalé la Real, Oviedo, Orense, Betanzos, San Felipe (Limxdétiva), Orihuela, Alcira, Castell6n de la Plana. Calatayud, Tara- zona, Teruel, Daroca, Borja y Barbastro. 41 Novisima Recopilacion..., ti. XVI. 38 Marfa Helena Sanchez Ortega nueva serie de medidas tendentes a controlar sus movimientos, en las que no aparecian excesivas novedades respecto a la anterior, si excep- tuamos la definicién de gitano que aparece en ella explicitamente, y la orden de un nuevo censo de la minoria. Segiin la Pragmatica de 1738, deben ser considerados como gitanos, Jos que vistiesen el traje que hab{an usado los que entonces estaban reputados gitanos, los que hablan la Jengua de ellos, jerigonza, y los que por opinién y fama ptiblica, apoyada con deposicién de cinco testigos estuviesen tenidos por gitanos en los lugares en donde hubiesen morado y residido Como vemos, los gitanos no parecfan un grupo bien definido y fundamentalmente se atiende a unas costumbres, forma de hablar y la opinién de los vecinos. Respecto a la culpabilidad de sus delitos, se tiene en cuenta un criterio bastante aceptable. Se tendrdén en cuenta las declaraciones «contestes» de los robados u ofendidos siempre que se trate de un mismo hecho, y ellos tengan una misma «opinién y fama». La Pragmética insiste también en sefialar ciudades y villas concretas para que se instalen en ellas las familias de gitanos, y con este motivo se dispone que presenten ante el Consejo las provisiones que se otorgaban desde el siglo anterior a los miembros de la mino- tia concediéndoles libertad para avecindarse en los lugares de su pre- ferencia —denominadas «estatutos de castellanos viejos»— con el fin de que se les asigne lugar de tesidencia entre las ciudades y villas mencionadas expresamente en ésta y la anterior disposicién. Felipe V provoca con su legislacién una auténtica conmocién en- tre la poblacién gitana, especialmente entre aquellas familias asenta- das y en proceso de incorporacién al pais a las que se puede empezar a conocer con relativa abundancia de datos precisamente gracias a estas disposiciones. Las familias que habfan abandonado ya casi total- mente su nomadismo y deseaban permanecer en sus lugares habitua- les de tesidencia enviaton al Consejo un ntimero importante de expe- dientes, a través de los cuales empezamos a penetrar en la intitidad del grupo en nuestro pais. En los expedientes conservados a propésito de la Pragmatica de 1738 se puede observar la variedad de situaciones de la minorfa ya desde esta fecha, varias décadas anterior a la «geograffa gitana» que se puede dibujar a partir del censo ordenado por Carlos III en 1783. De acuerdo con los expedientes de vecindad, un grupo de gitanos se encontraba ya asentado en algunos pueblos desde hacfa cierto tiem- po, y en otros casos, sin embargo, su asimilacién pacffica resulta un tanto problematica. Asi, por ejemplo, en la concesién de vecindad 2 Ibidem. Evolucién y contexto histérico de los gitanos espafioles 39 hecha a varios gitanos apellidados Contreras, en el lugar de Cuevas, del afio 1747, se habla de que estaban empadronados en los libros parroquiales y tenfan, por lo tanto, fe de bautismo, matrimonio, etcé- tera, como cualquier otro vecino. En su documentacién se especifica que «no bajaban de unos pueblos a otros», y que se mantenfan en las labores del campo, o en el trabajo de herteros. En esta fecha, y algu- nos afios anteriores, se observa ya la importancia para la comunidad gitana de los herreros, de los que volveremos a hablar més adelante. La documentacién acerca de los Contreras también explica que pagan sus contribuciones, y se suplica, por tanto, que no se les obligue a abandonar sus casas para vivir en las ciudades mencionadas en las pragmaticas. He aqui, por consiguiente, el tipico ejemplo del gitano asentado, a quien la legislacién est4 a punto de expulsar de su asen- tamiento. Afortunadamente, y por lo general, en casos similares se les solfa dispensar del cumplimiento de la orden. A pesar de esto, es preciso sefialar que no siempre se les concedié permiso para permanecet en los lugares que solicitaban. En el mismo legajo aparece el caso de una familia, residente en Logrofio, que rue- ga se la permita seguir viviendo en esta ciudad, sin que se le dé autorizacién para ello. « En otros casos, se observa una situacién ambigua, que despierta Ja desconfianza de los vecinos, segtin puede observarse en la docu- mentacién de Diego Gémez, casado con Maria de Santillana. La esposa era hija de «castellanos viejos», segtin su reputacién, y la boda habfa tenido lugar en Plasencia *, Diego Gémez era gitano, y como tales se les consideraba a los dos. En su expediente se explica que no usaban el traje ni la lengua, pero las salidas de Diego, esquilador de oficio, resultaban demasiado sospechosas a los vecinos, porque, segtin se aseguraba, no les vefan sembrar, y sin embargo vivian como «los mejores labradores del lugar». Diego habfa faltado de la villa hasta cuatro veces en un mes, incluso dos meses enteros sin saberse dénde va y dénde no». También se afiade: «se ha quedado bastantes veces sin caballerfa alguna y cuando hace dichas ausencias viene con dos 0 tres». Se le ha visto ir a Jas ferias de las cercanias, pero no ejerce otro oficio que el de esquilador. ¢Se ttata vinicamente de un gitano cuya prosperidad provoca la envidia de los vecinos, 0, efectivamente, Diego aprovechaba sus au- ‘ AHN. Consejos 49.691-92. El lector que desee ampliar detalles sobre los gitanos en el siglo xvit1 puede consultar mi libro Los gitanos espafoles: El periodo Borbénico, prélogo de Julio Caro Baroja, o, mejor atin, la reedicién que preparo en estos momentos y que comprenderé los siglos xv-xIx con el titulo Evolucién y contexto histérico de una minoria, En esta reedicién hay también una ampliacién sobre los siglos anteriores. 40 Maria Helena Sanchez Ortega sencias en algo diferente a su oficio de esquilador? Resulta diffcil ptonunciarse. Mucho més evidente es el asentamiento de otra fami- lia gitana, la de Antonio Conde, vecino de Jerez de Ja Frontera, quien explica en su stiplica al Consejo que habia ejercido durante muchos afios como tambor, y estaba casado con Isabel Monje, de Ja familia de este nombre, acerca de la cual se dice: «por su conocida bondad y antiguo establecimiento en ella (Jerez) tiene el privilegio de vecin- >. Antonio Conde aduce en su favor el privilegio de su mujer y el hecho de haber vivido en Jerez desde que contrajo matrimonio, ocu- pandose en los trabajos permitidos, «sin la menor nota en sus proce- deres» “. Los informes que se han conservado en relacién con las Pragméticas de Felipe V nos aportan gran numero de datos que re- sulta imposible resumir en estas paginas, y de los que he seleccionado los dos polos opuestos de Antonio Conde y Diego Gémez. La imagen que se desprende de ellos es la de la dificultad de reducir a una sola férmula Ja situacién de la comunidad gitana, en la que ya empezaban a distinguirse con claridad los distintos comportamientos que comen- taré al final de este breve trabajo. La politica de exterminio de Fernando VI Como hemos visto, las medidas de Felipe V obligaron a muchos gitanos a abandonar sus lugares habituales de residencia, condenén- doles a penosos traslados y pérdidas de bienes y posibilidades de tra- bajo, pero todavia tendria que pasar la minorfa por momentos mucho més amargos antes de que Carlos III sancionara la incorporacién de- finitiva del grupo. La ineficacia de las medidas dictadas hasta entonces contra ellos, y las nuevas corrientes politico-econémicas en boga en toda Europa, que pretendian hacer desaparecer a los grupos ociosos y peligrosos, inspiraron sin duda al Marqués de la Ensenada y a algtin otro politico importante de la época como Bernardo Ward ®, la radical idea de «exterminar» la raza gitana. La actuacién de la Corona fue cruel, sin paliativos, aunque més tatde Campomanes sefialata que se habia in- tentado castigar su mala vida mds que sus personas “. 4 Ibidem. 45 Asf parece deducirse de los datos reunidos por Jean Sarrailh, La Espafia ilustrada de la segunda mitad del siglo XVIII, México, FCE, 1957, pég. 514 (citado por Alfonso Martinez Lazo, Politica antigitana de los primeros Borbo- nes, Archivo Hispalense). . 4 Archivo General de Simancas, Gracia y Justicia, leg. 1.006. A propésito de este suceso puede consultarse mi libro antes citado, ademés del articulo de Martinez Lazo. Evolucién y contexto histérico de los gitanos espafioles 41 De acuerdo con la orden de 30 de julio de 1749 todos los gitanos, hombres, mujeres y nifios, debian ser apresados y enviados a presi- dios, arsenales y minas de Almadén. De acuerdo con la opinién de Campomanes, unos nueve mil gitanos fueron detenidos y enviados a Cartagena, Cédiz y El Ferrol, asi como al castillo de Alicante, a fin de «someter y enmendar de una vez a esta multitud de gentes infame y nociva» 47, La disposicién fue, como veremos, realmente drdstica y estuvo acompafiada, ademds, de medidas sumamente cautelosas y severas para lograr la eficaz prisién de la poblacién gitana que aumentaron el sufrimiento de los desafortunados hombres, mujeres y nifios que la padecieron. En Carmona, donde se habfa concentrado gran ntimero de fami- lias gitanas a causa de las disposiciones del reinado anterior, la Prag- mética se puso en practica el 24 de junio de 1749. Un oficial al mando de un destacamento se presenté en la ciudad para entregar al corregidor la resolucién del Consejo de Castilla en un sobre cerrado. Durante un mes, las autoridades fueron preparando la accién con el mayor sigilo®. El 30 de julio se organizé el dispositivo que debia conducir a la prisién simulténea de todos los hombres, mujeres y gifios gitanos que habia en Carmona, de acuerdo con los movimien- tos siguientes. A las cinco de la mafiana el Corregidor reunié en su casa a todas las autoridades, con el fin de dar lectura a las érdenes que habfa recibido. El oficial que habfa Ilegado un mes antes a Car- mona distribuy6 a los cincuenta soldados de su destacamento por las distintas calles donde habitaban las familias, cerrando la entrada. A la hora convenida, los soldados cayeton sobre los habitantes de las viviendas, sacdndolos de sus casas y cerr4ndolas con Ilaves. Se colo- caron centinelas en estos lugares, y los hombres, mujeres y nifios fue- ron gonducidos a la cércel, donde se organizé una guardia preven- tiva™. Como vemos, el aparato represivo, que no habfa Iegado a funcio- nar en tiempos de Felipe III, consiguié detener en este caso a miles de gitanos, puesto que es de suponer que el mismo método se segui- 47 ASGS. Marina, leg. 723. 48 Archivo Municipal de Carmona. Citado por Martinez Lazo. #® AMC, Citado por Martinezt Lazo. % AMC. Citado por Martinez Lazo. Teniendo en cuenta la prdéxima_publi- cacién de la reedicién de mi trabajo anterior sobre los gitanos espafioles, he recogido aqu{ voluntariamente todos los articulos y consideraciones de’ los autores que se han ocupado de esta minorfa en ttabajos dispersos, como pequeiio homenaje a los estudiosos que habian ttatado un tema tan desamparado hasta aqui por la bibliograffa. Me ha parecido también conveniente hacetlo asi para teunirlos ante el lector. 42 Marfa Helena Sanchez Ortega rfa en el resto de las ciudades y villas donde vivian confinados los gitanos. La medida, sin embargo, como sucedid en las pragmaticas de Felipe V, terminé recayendo sobre los gitanos que representaban al sector mds asimilado y laborioso de la minoria, puesto que los némadas y acuadrillados no podian ser controlados con la misma faci- lidad que los asentados pacificamente en los lugares designados para ellos, y la represi6n tuvo que detener casi inmediatamente su pesada maquinaria, ante el fracaso evidente de las medidas adoptadas. Como ya sefialé antes, los hombres fueron trasladados a los arse- nales de El Ferrol, Cédiz y Cartagena. Las mujeres debian permane- ce confinadas en Mélaga, Zaragoza y Valencia. Los nifios menores de siete afios quedaron a su cargo, y los mayores de esta edad fueron enviados junto con sus padres a los presidios y arsenales «pata que aprendieran algun oficio» *!. Todo el mes de septiembre de 1749 duro el traslado de los hombres y mujeres gitanos, pero apenas habian lle- gado a sus lugares de destino, se vio la imposibilidad de mantenerlos en ellos, y fue preciso dar marcha atr4s, afortunadamente para la minoria. Aquellos gitanos apresados que pudieron aducir en su favor el ejercicio de algtin oficio y una vida apacible, se dirigieron al rey ex- poniendo su caso a través de memoriales. El 28 de octubre, la Coro- na se vio obligada a decretar su libertad, reconociendo que no debie- ron quedar comprendidos en la orden anterior: Teniendo siempre presente que no todos aquellos que por nombre o por origen se dicen gitanos han sido comprendidos en la Real orden de S.M., quien sélo ha querido desde el principio recoger a los perniciosos y mal inclinados, pero no a los que han sabido con sus procederes confundir el mal eco de aquella delincuente voz... 52. Fernando VI determina también que se les devuelvan sus bienes, de los que habfan sido despojados segtin la orden anterior, por sospe- charse que habfan sido adquiridos a través del robo. Esto, siempre y cuando mediase un informe secreto sobre su vida y costumbres, que debfan llevar a cabo las justicias de las villas y los parrocos, conjunta- mente. Asimismo, dispuso que se les socorriera con algdn dinero para 51 Al mismo tiempo que se dictaron medidas para «extinguir» a los gitanos se llevaron a cabo intentos para recoger en presidios a los «vagos» y mendigos que habia en el pais. Las normas que se dictaron fueron paralelas, y la situa- cién de los desgraciados mendigos, muchos de los cuales eran antiguos traba- jadores que habian padecido algtin accidente, igualmente penosa, Puede verse a este respecto el libro de Rosa Pérez Estévez El problema de los vagos en la Espafia del siglo XVIII, Universidad de Valladolid, 1976. S2 AGS. Marina, leg. 723. Evolucién y contexto histérico de los gitanos espafioles 43 ayudarles a regresar a sus lugares de origen. Esto debfa tener lugar en el plazo de treinta dias, pasados los cuales se les considerarfa tam- bién bandidos y rebeldes, condendndoles a muerte. Asi pues, la «extincién» de los gitanos se convirtié en el mismo estruendoso fracaso que las pragmaticas anteriores, pero no por ello dejé de tener graves consecuencias para la minoria, especialmente para aquellas familias mds débiles econémica y moralmente. A pesar de la prontitud con que teéricamente se les devolvid su libertad, todo con- duce a pensar que muchos hombres consumieron sus dias detenidos en los presidios y arsenales. Sdlo en 1783 conseguirén definitivamente su libertad los que todavia estaban retenidos en El Ferrol y el arsenal de Cédiz, después de muchas quejas y memoriales. Todos los que no obtuvieron la libertad con rapidez fueron considerados culpables. Cabe preguntarse, sin embargo, si estos gitanos no obtuvieron los informes favorables de los pérrocos y las justicias porque eran, efec- tivamente, culpables, o bien porque no les fue posible comprarlos. Los documentos de estas fechas hablan de que los gitanos a quie- nes se devolvio la libertad habfan vuelto a «infectar» el reino, y des- pués del afio 50 la actitud de la Corona y de los gobernadores de los arsenales se orienta a retener a los gitanos, considerando que cual- quier justificacién posterior a esta fecha era dudosa. Segtin Campo- manes, las justicias concedian los informes bajo presiones y atemori- zados por los familiares de los presos, lo que no resulta del todo inverosimil. Esto no excluye, sin embargo, la inocencia de muchos que veian consumir sus dias Uenos de desesperacién, segtin ha que- dado constancia en sus memoriales. Si bien los ministros hablan de la debilidad de los corregidores y alcaldes, por el miedo que les inspi- raban los gitanos, también tenemos pruebas de su venalidad, y no es improbable, por tanto, que muchos presos no Ilegatan a conseguir algén informe favorable por no haber estado en situacién de com- prarlo. Hasta la subida al trono de Carlos III, y con el cambio de actitud que representa este reinado para nuestra minorfa, los gitanos emplea- r4n sus dias en la prisién escribiendo memoriales y llevando a cabo intentos de fuga *. Todavia hay noticias de que en 1755 el intendente de Valencia envié a Cartagena a cuarenta nifios gitanos entre los siete y los ocho afios de edad, con el fin de emplearles en algtin trabajo. Los nifios, sin duda, fueron los més perjudicados por toda esta serie de vaivenes. El alcalde de Mélaga comunica en 1751 que ha 33 [bidem. 5* El afio 1750 intentaron fugarse de Cartagena un grupo de gitanos. Puede verse el detalle de este suceso en el capftulo de mi libro antes citado. 44 Maria Helena Sanchez Ortega descubierto a unos muchachos de trece y catorce afios que sus madres ocultaban disfrazados en los depésitos. El alcalde consulta a Ensenada qué debe hacer con ellos, puesto que cuatro estén enfermos y los demés han pasado ya a la cércel, pero se le ordena que les envie junto con sus padres a los arsenales. A pesar de todo esto, Fernan- do VI no vuelve a ocuparse de los gitanos durante el resto de su reinado, ni da ninguna orden que suavice la situacién de los desgra- ciados presos. El gobernador del arsenal de Cadiz le escribe en 1757 * pidiendo permiso para liberar a los gitanos que estaban todavia dete- nidos, apoydndose en los documentos que le habian ptesentado, don- de demostraban su buena vida y costumbres. El Consejo, sin embar- go, respondid que debfa retenerles sin limitacién de tiempo. Como vemos, la actitud de Fernando VI respecto a los gitanos re- presenta la otra cara de su reinado. Aunque el intento de «extincién» fracasé, los gitanos sufrieron penosos traslados y detenciones, y pasa- ton afios en los arsenales y presidios, soportando condiciones muy duras en tanto que trabajadores forzados. Todo ello, con pocas espe- tanzas de recuperar la libertad. Afortunadamente, la subida al trono de Carlos III representé para ellos la liberacién definitiva y una ac- titud mucho més favorable por parte de la Corona. La politica de asimilacién de Carlos III Carlos III hereda el problema de los gitanos retenidos en los presidios y arsenales durante gran parte de su reinado (1759-1788). Ensenada habfa recomendado finalmente su libertad, en vista de que no resultaban tan productivos como se deseaba, pero todavia queda- ban muchos que escribian continuas stiplicas y lamentaciones. Estas reclamaciones van a dar lugar a un interesantisimo expediente con fecha de 20 de octubre de .1763 —es decir, posterior a la orden que se dio para ponertles la libertad en junio del mismo afio—, formado para averiguar una vez mds qué se podfa hacer con los gitanos y cémo convertirles en stibditos titiles. En este expediente aparecen las res- puestas que dieron los fiscales Campomanes y Lope de Sierra al Con- sejo proponiendo medidas y exponiendo las razones por las que, a su entender, la cuestién de los gitanos no habia encontrado todavia una solucién definitiva. Las actitudes de Campomanes y Lope de Sierra en estos informes son muy radicales. Se recomienda el traslado de los gitanos a América, dividiendo a los que queden en pueblos de dos- cientos 0 trescientos vecinos, e impedir que se comuniquen entre 55 AGS. Marina, leg. 723. Evolucién y contexto histérico de los gitanos espafioles 45 si, El asunto se puso a votacién en Consejo pleno el 22 de febrero de 1771 y el 10 de febrero de 1772. El conde de Aranda voté por escrito por encontrarse enfermo, haciendo la siguiente recomendacién: «si se toma una resolucién de extinguir esta casta libertina y criminal no ha de servir de embarazo el mayor coste cuando mediante el ele- vado y piadoso fin» *’. Aranda aconsejaba que se separase a los nifios y nifias de sus padres para ensefiarles la doctrina cristiana, leer y es- cribir, y algtin oficio. De esta manera, también olvidarian la jerigon- za y las costumbres de sus padres. El ambiente politico no era, pues, nada favorable en estos mo- mentos a la minorfa, y es probable que sdlo la opinién de los encar- gados de los ministerios de Indias y Marina —Gélvez y el marqués de Castején, respectivamente—, quienes no estaban de acuerdo con trasladarles a América, impidieran esta medida de tan graves conse- cuencias *, Afortunadamente, las opiniones de estos informes no Ilegaron a prevalecer, y el 29 de enero de 1772 se lleva a cabo otro estudio, conservado en el archivo de Campomanes *, que produce la impre- sién de haber sido el que condujo a la Pragmética de 1783. Segan este nuevo «estado de la cuestién», en Espafia existen unas dos mil familias de gitanos, o unas diez mil personas. Estas familias se pue- den dividir en dos grupos o dos «clases generales». La primera seria la de los que viven libres y en sus domicilios. La otra, la de los detenidos en presidios y arsenales, etc. Para este grupo, se propone que se traslade a sus familias para que residan con ellos y que no se les trate como a forzados, a no ser que tengan delitos probados. En otro pliego aparte, figuran las medidas que se consideran opor- tunas para solucionar el problema de la minorfa, y aqui es donde apa- rece el proyecto casi completo de lo que serd la Pragmatica de 1783. El escrito comienza exponiendo el origen de los gitanos. Estima que cualquiera que sea su origen, hace siglos que estén en Europa habi- tando selvas y bosque, «y que empezaron a llevar una vida errante sin sujetarse a las leyes de los paises». También observa que no se dedican al arte ni tienen «ningtin género de industria provechosa con lo que se pudieran ocupar y llevar una vida honesta que les permitie- se unirse a la sociedad y adquirir un domicilio conocido». Afiade que se han extendido con astucia y violencia para procurarse alimento y vivir sin trabajar «sin fatiga propia». Las consideraciones que hace a 56 Novisima Recopilacién..., 2, tit. XVI. 517 AGS, Marina. leg. 1.006. 58 A este respecto, puede verse el capitulo correspondiente en mi libro an- tes citado. % Fundacién Universitaria, leg. 32.8. 46 Marfa Helena Sanchez Ortega propésito de su religién y costumbres son muy similares a las que ya hemos visto en los memorialistas de los siglos xvi y xvi, lo que ex- plica, segiin el escrito, que hayan sido objeto de diversas leyes desde el siglo xv con las que se ttat6 de «extetminarlos» y convertirles en «vecinos titiles». Se exponen a continuacién las razones que han con- ducido al fracaso de estas disposiciones —temor e ineficacia de las justicias, engafios de las gitanas, etc.—, entre las que incluye algunas causas que son ajenas al comportamiento de la minorfa, y que convie- ne subrayar. De acuerdo con este escrito, también ha contribuido a su triste situacién el «envilecimiento con que se les trata en todas par- tes, no admitiéndoles en la milicia, la marina, la cultura del campo ni los oficios mecénicos y los pueblos con la igualdad que les procure un estado y aplicacién» ®, El informe, por tanto, cae en la cuenta de la discriminacién en que vivia el grupo, y de esta forma se preparaba el aspecto mds revolucio- nario de la Pragmatica de Carlos III sobre la minorfa gitana. También se afiade que mientras las leyes se han esforzado en incorporarles al testo de los habitantes, «las costumbres e imposibilidades de ejercer otro oficio, miréndoles todos como infames y miembros contagiosos del resto de la sociedad espafiola» ha impedido que los gitanos ejerzan Oficios Gitiles e indirectamente les ha obligado a continuar con sus estafas, raterias y latrocinios.” Después de otras consideraciones, entre las que se tiene en cuenta Ja ignorancia con que se crian los nifios gitanos, sin aprender las pri- meras letras, etc., se propone el anteproyecto de la fututa Prag- mética de 1783 para su promulgacién. Como vemos, la actitud inte- lectual se ha modificado radicalmente y por primera vez ya no se pro- ponen medidas represivas, sino que aparece un intento de conciliacién y asimilacién pacifica de un grupo asentado en la peninsula desde hacia més de cuatrocientos afios. Con la Pragmética promulgada, finalmente, el mes de septiembre de 1783 Carlos III culmina el proceso de incorporacién, por lo menos desde el punto de vista legal, de la minorfa gitana en Espafia. Con la promulgacién de esta ultima ley especialmente dirigida al grupo se termina todo un ciclo legislativo y conviene, por tanto, resumirla con cierto detenimiento. Carlos III comienza declarando que «los que lla- man y dicen gitanos, no lo son ni por origen ni por naturaleza, ni provienen de rafz infecta alguna». En consecuencia, el término «gi- tano», que venia siendo utilizado como injuria, queda prohibido y borrado de los documentos. De acuerdo con esta importante declara- cién, la Pragmética ordena que se les admita en «cualesquiera oficios © Novisima Recopilacién..., tit. XVI. Evolucién y contexto histérico de los gitanos espafioles 47 destinos a que se aplicaren, como también en cualesquiera Gremios o Comunidades, sin que les ponga o admita en Juicio, ni fuera de él obstéculo ni contradiccién con este pretexto» “. La Pragméatica con- mina a todos los «Vagamundos de esta y cualquiera clase que sean» para que se recojan en el pueblo o lugar que elijan —excepcién hecha de la Corte y Sitios Reales— tomando un oficio «u ocupacién hones- ta, sin distincién de la labranza o artes». Con respecto a sus costum- bres, en el mismo apartado se ordena que abandonen el «traje, lengua y modales de los Ilamados Gitanos», para todo lo cual se les concede el plazo de noventa dias. Se especifica que no se considerarén como empleos suficientes los de esquilador, el tréfico de mercados y ferias, y menos atin los de ventero o posadero en lugares despoblados, aun- que sf se pueden ejercer estas Ultimas ocupaciones en el interior de los pueblos. A los que abandonen el traje, lengua, etc., se les perse- guird, en el caso de cometer algtin delito, al igual que a los reos de «iguales crimenes», y cuando se resistan a abandonarlo y sigan vagan- do por los caminos, etc., se les detendr4, instruir4 proceso y se for- maran listas que deberdn enviarse a los corregidores. Las penas con que se castigaba a los infractores siguen siendo se- veras, pero la Pragmatica se interesa especialmente por la situacién de, los nifios, a quienes quiere instruir y proteger de los «malos ejem- plos». Cuando sus padres sean «vagos y sin oficio» se debera apartar- les de ellos y llevarles a hospicios y «casas de ensefianza», en donde se recogeré también a los «enfermos e inhdbiles». Respecto a los «gitanos inobedientes», se les sellar4 en la espalda Ja primera vez —con esta pena se conmutaba la de muerte y de cortar las orejas— y se les advertiria que la segunda vez serfan irremisible- mente condenados a muerte. A continuacién, la Pragmética se ocupa minuciosamente de las dis- posiciones dirigidas a las justicias que se han de ocupar de los contra- ventores. La Pragmética de 1783 disponia también que se llevara a cabo un nuevo censo de la poblacién gitana, gracias al cual contamos con interesantes datos acerca de la intimidad de la minorfa a la que dedi- caremos el apartado siguiente, lo que unido al interés del rey para que la ley no se convirtiera en letra muerta como las anteriores dio lugar a un enorme movimiento burocratico. Las nuevas disposiciones acerca del grupo fueron enviadas hasta los lugares mds lejanos y pe- quefios, se hicieron recordatorios a los corregidores a propdsito de su cumplimiento y se originéd un movimiento administrativo tan impor- tante que produce la sensacién de que este problema preocupaba 6! Ibidem. 48 Marfa Helena Sanchez Ortega extraotdinariamente a la Corona. Las nuevas disposiciones fueron lefdas «con voz de pregonero» y se fijaron avisos en los lugares don- de solian residir gitanos para su conocimiento y cumplimiento. A pe- sar de todo esto, las dificultades para llevar adelante el empefio de Carlos III volvieron a impedir una aplicacién répida de sus dérdenes, a lo que hay que afiadir la desconfianza —justificada, por otra parte, después de tantas medidas adversas— de los propios gitanos. En cualquier caso, la Pragmética de 1783 sirvié para romper el cerco que impedia la aproximacién de los grupos gitano y no-gitano, al menos en teorfa, y facilitar la incorporacién de los gitanos en los pueblos y ciudades donde pudieron encontrar algiin empleo produc- tivo. En el siglo xvim1, por tanto, se dibuja ya con claridad un im- portante sector de la poblacién gitana con oficios caracteristicos y una cierta tradicién de buenas relaciones con los vecinos, de Ja que hablaré a continuacién, que siguié prosperando hasta que el impacto de la revolucién industrial convirtié en obsoletos gran parte de estos trabajos tradicionales, devolviendo a algunos gitanos a su antigua si- tuaci6n de marginados. Muchas familias se verén obligadas de nuevo a sobrevivir a cualquier precio. La sociedad gitana La geografia gitana La poblacién gitana que hace su aparicién en Espafia en la pri- mera mitad del siglo xv se limitaba a unos cuantos centenares de personas, segin vimos al principio, que explicaban y justificaban su situacién de bandas ndémadas a causa de la necesidad de cumplir un mandato papal para expurgar un delito religioso. Fundamentalmente eran némadas que habfan sufrido serias penalidades en desplaza- mientos seculares desde su patria de origen, la India. Hablar en estos momentos de «geografia gitana» resulta, por tanto, fuera de lugar. Es preciso esperar hasta que los némadas hayan entrado en un proceso serio de asentamiento, después de haber adoptado defi- nitivamente a nuestros paises como su nueva patria. Durante los siglos xvi y xvii tiene lugar la lenta sedimentacién de la poblacién gitana en las 4reas geogrdficas més favorables por tazones climéticas, econédmicas y politicas, sedimentacién de la que apenas tenemos vestigios. Las escasas noticias de que disponemos para este perfodo permiten suponer, sin embargo, que los lugares elegidos para sus residencias son ya los que més tarde van a con- vertirse en los «hogares gitanos» por excelencia. Las noticias acerca Evolucién y contexto histérico de los gitanos espafioles 49 de gitanos en Catalufia, reino de Valencia, Castilla —especialmente en la zona de la Mancha— y Andalucia parecen indicar que éstas son ya las dreas elegidas por los gitanos. La estricta aplicacién de las pragmaticas en el Pais Vasco —prohibiendo la existencia de gita- nos “— y la adversidad del clima para un grupo que tiene que vivir al aire libre impidieron, seguramente, la permanencia de grupos im- portantes de gitanos en las restantes villas y ciudades del norte de la Peninsula. Aunque los datos acerca de asentamientos en los siglos xvI y XVII son muy reducidos, las disposiciones de las pragmaticas permiterr de- ducir que ya habia grupos relativamente numerosos de nuestra mino- rfa en algunas ciudades. Como se recordard, la Pragmética de 1619, emitida por Felipe III, ordené a las familias gitanas vivir en lugares y villas de m&s de mil vecinos, y Carlos II, segtin la de 1695, en lugares con doscientos habitantes. A lo largo de los siglos xvi y XvtI, por tanto, la comunidad no vio restringido su asentamiento a lugares determinados, pero durante la primera mitad del siglo xvi las prag- maticas de 1717 y 1746 Ilevarian a cabo una concentracién de las familias gitanas en determinadas 4reas y ciudades, de las que queda- ron excluidas las del Pais Vasco. Se les concedfa el plazo de ocho meses para presentarse en estos lugares y solicitar residencia, bajo penas dé ocho afios de galeras y doscientos azotes para quienes con- tinuaran su vida némada una vez cumplido el plazo. La insuficiencia de las ciudades que se habfan elegido y las dificultades para acomo- darles determiné la promulgacién de la Pragmatica de 1746, que es, en cierto modo, una ampliacién de la primera. A mediados del si- glo xvim, por tanto, las familias gitanas quedaron distribuidas en totno a las siguientes 4reas que se mencionan en esta segunda ley de Felipe V: en Andalucfa, las ciudades y villas de Sevilla, Granada, Andijar, Ecija, Guadix, Baza, Puerto de Santa Maria, Ubeda, Baeza y Mancha Real. Por lo tocante al reino de Murcia, a Biézar, Hellin, Lorca, Albacete, Almansa y Villena. Para el de Valencia, la ciudad capital, Alicante, Villa Real, Morella y Alcoy. Para el de Aragén, la ciudad de Zaragoza y villa de Egea de los Caballeros. Por Jo tocante a Catalufia, Barcelona, Gerona, Lérida, Tortosa y Villafranca del Pa- nadés. En Ja Mancha, Requena e Infantes. Por lo que mira a Cas- tilla la Vieja y Extremadura, Valladolid, Villanueva de la Serena, Za- mora y Zafra ©, 6 Sobre la legislacién en los distintos reinos hay un capitulo en mi libro antes citado. ® Nov. Rec., tit. XVI. 50 Marfa Helena Sénchez Ortega El objetivo de las Pragméticas de Felipe V era dividir y repartir a la poblacién gitana entre las principales ciudades del pais, procu- rando que no tuvieran demasiados contactos entre s{ y que el tamafio de la ciudad elegida les permitiera ocuparse en algtin trabajo. Segtin un informe del duque de Osuna, se habfan elegido estas ciudades con el fin de que «las justicias tuvieran fuerza bastante para corregirles y ellos en qué ocuparse y ganarse la vida». De acuerdo con este mismo informe, la poblacién gitana llegarfa por estas fechas, ya casi a mediados del siglo xvii, a unas siete u ocho mil personas “, es decir, una cifra algo inferior a la que cerca de treinta afios después se calcu- larfa con motivo de la Pragmatica de 1783. A pesar de las disposiciones de Felipe V, la geograffa gitana se vuelve a modificar con motivo del censo organizado por Carlos III en su Pragmética sobre la minorfa, en cuyo titulo VII se les auto- tizaba a elegir libremente su lugar de residencia, con la excepcién hecha —«por ahora», dice el texto legal— de la Corte y sitios reales. Los alcaides y corregidores de cada lugar debfan elaborar y enviar las listas de los gitanos avecindados en sus respectivas competencias, lo que se llevé a cabo con toda minuciosidad y eficacia, y gracias a las cuales podemos conocer la distribucién de la minorfa por estas fe- chas, con la ventaja de tratarse en este caso de un asentamiento es- ponténeo y libremente elegido por los interesados. La elaboracién fue larga y complicada, a causa de las dificultades con que tropezaban muchos alcaldes y corregidores a Ja hora de sefialar con exactitud cud- les eran los gitanos que debian registrar y cudles no o, sencillamente, porque las justicias encargadas de llevarlas a cabo no sabfan leer ni escribir. A pesar de todo esto, el plan general que se elaboré con es- tos informes nos permite tener una idea bastante aproximada del contingente de la poblacién gitana y de los nticleos fundamentales en donde habitaban. Segtin puede obsetvatse con claridad en la distribucién anterior, la mayor parte de la poblacién gitana residfa ya en las ciudades an- daluzas y su entorno. Andalucia se dibuja asi como el auténtico «

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