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La Pascua Hebrea y la Pascua Cristiana

(En Hebreo Pesaj y en griego Pascha)

1 La Pascua fue instituida por orden de Dios, y fue celebrada por primera vez en el
año 1495 antes de nuestra era, en la noche anterior al éxodo hebreo del país de
Egipto, durante el plenilunio del día catorce del mes de Abib, posteriormente
denominado Nisan. Dios dijo entonces a Moisés: “Este día tiene que ser para vosotros
un memorial. Durante todas vuestras generaciones debéis celebrar para Yahúh una
conmemoración. Debéis celebrarla por decreto perpetuo ... Sucederá que cuando
entréis a la tierra que según su palabra, Yahúh os entrega, seguiréis observando esta
celebración; y ocurrirá que cuando vuestros hijos os pregunten: ‘¿Que significa esta
celebración para vosotros ?’ Vosotros les diréis: ‘Es el sacrificio del Pesaj para
Yahúh, que pasó por alto las casas de los hijos de Israel cuando golpeó a Egipto.
Entonces fueron protegidas nuestras casas …’”. (Éxodo 12:14, 17…20, 24…27)
Desde aquella primera vez, la Pascua o Pesaj se ha celebrado año tras año.

Instrucciones para la primera Pascua

2 De acuerdo con las instrucciones divinas, en el día décimo del mes de Abib, cada
familia tenía que procurarse un cordero macho de un año, y conservarlo hasta el día
catorce; entonces, entre las dos tardes y cuidando de no romperle ningún hueso,
tenían que inmolarlo y señalar con su sangre, el marco de la puerta de sus casas.
Después de asar el cordero, tenían que comerlo aquella misma noche, junto con
panes ácimos y hierbas amargas, y hacerlo “apresuradamente”; “con la cintura ceñida,
los pies calzados y el cayado en la mano”. Si las personas de una familia no bastaban
para consumirlo todo, podían compartirlo con otras familias, y cualquier resto del
cordero tenía que ser completamente quemado antes del amanecer. (Éxodo 12:3…
11)

¿Qué es lo que “entre los dos atardeceres” significa ?

3 A Moisés se le dijo: “Debéis guardarlo hasta el día catorce del mes, entonces,
entre las dos tardes, toda la congregación de Israel debe inmolarlo”. (Éxodo 12:6)
Los Hebreos contaban los días de atardecer en atardecer, de este modo, tras la
puesta de sol del día trece, comenzaba el día catorce; este era el primer atardecer. El
segundo atardecer era cuando a la puesta de sol del día catorce, comenzaba el día
quince. El día catorce ocupaba por tanto, el período que mediaba entre las dos tardes.

Cambios y preparativos

4 Cuando Israel se hubo instalado en la Tierra Prometida, se introdujeron algunos


cambios en el modo de celebrar la Pascua. No era ya necesario celebrarla en pie y
preparados para el viaje, puesto que ya habitaban en la tierra que Dios les había
entregado. Más tarde y particularmente durante el primer siglo de nuestra era, los
judíos adoptaron la costumbre romana de comer reclinados de costado sobre unos
divanes de tres personas, denominados “triclinio”; este uso esclarece las palabras de
Juan, que dice: “Frente el pecho de Jesús estaba reclinado uno de sus discípulos,
aquel por quien Jesús sentía cariño”. (Juan 13:23)
En la primera Pascua no se había bebido vino ni había disposición alguna en
cuanto a esto; la costumbre de beberlo se introdujo más tarde y Jesús no la condenó,
al contrario, la sancionó bebiendo vino con sus apóstoles y empleándolo como símbolo
del Nuevo Pacto en virtud de su sangre en la institución de una celebración nueva, la
de la cena del Señor.
5 Hay quienes afirman que Jesús y sus apóstoles no bebían vino si no jugo de uva
sin fermentar; sin embargo, esta afirmación resulta absurda por insostenible. La uva
maduraba y se recogía en el tiempo de la vendimia, es decir, en el mes de Tisri, el
mes séptimo del calendario hebreo, que coincide en parte, con los meses de
Septiembre y de Octubre. Esto hace imposible que en el mes de Nisan, (Marzo-Abril) o
sea, al comienzo de la primavera y seis meses después de la vendimia, se
dispusiese de suficiente jugo de uva sin fermentar para todos los que celebraban la
Pascua en Jerusalén, donde según la tradición, durante la comida se pasaban cuatro
copas de vino.
Es verdad que las Escrituras condenan el abuso de la bebida y también cualquier
otro abuso, sin embargo de ninguna manera censuran el vino en sí. De hecho, el
primer milagro de Jesús fue precisamente el de transformar agua en vino ante sus
apóstoles y a instancias de su madre. El apóstol Juan relata: “Se celebraba en Caná
de Galilea una boda ... y faltó el vino porque se había acabado ... su madre dijo a los
sirvientes: ‘Haced lo que él os diga’ ... Jesús les dijo: ‘Llenad las vasijas de agua’, y las
llenaron hasta arriba; entonces les dijo ‘Sacadlo ahora y llevadlo al jefe de comedor’, y
ellos lo llevaron. Cuando el jefe de comedor probó el agua convertida en vino,
ignoraba de dónde venía ... y llamando al novio le dijo: ‘Todos sirven primero el vino
bueno y cuando ya están alegres, el inferior. Pero tú has guardado el vino bueno
hasta ahora”. (Juan 2:1...10) Estas palabras no pueden aplicarse de ningún modo al
jugo de uva.
Además, Dios dice a través de Isaías: “Yahúh de las Multitudes hará en este monte
un festín suculento, un festín con vinos envejecidos; manjares sustanciosos y vinos
añejos clarificados”. (Isaías 25:6) Y ¿Cómo podía el jugo de uva envejecerse y
guardarse durante años? Solamente convirtiéndose en vino.

6 Al acercarse el tiempo de la Pascua, los Israelitas iniciaban los preparativos de la


fiesta. Todo varón circunciso israelita o residente forastero, tenía que celebrarla en
Jerusalén y esto representaba para muchos, emprender el viaje con algunos días de
anticipación para tener tiempo de purificarse ceremonialmente al llegar a la ciudad.
Juan explica: “Estaba cerca la Pascua de los judíos, y muchos del país habían
subido a Jerusalén antes de la Pascua, para purificarse”. (Juan11:55) Para facilitarles
el viaje, un mes antes de la fiesta comenzaba la reparación de los caminos de acceso
a Jerusalén y la de los puentes que los caminantes debían cruzar. La costumbre de
enterrar a las personas en los lugares donde morían, exigía medidas para proteger a
los viajeros del contacto contaminador con las sepulturas, que les obligaría a
mantenerse apartados y les impediría celebrar la Pascua; todas las sepulturas se
blanqueaban pues con un mes de antelación para que pudiesen ser fácilmente
identificadas y evitadas.
La costumbre de enlucir los sepulcros trae a la memoria y resalta el sentido de
estas palabras de Jesús: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! Porque sois
semejantes a los sepulcros blanqueados, que parecen bonitos por fuera, pero por
dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia. Así también vosotros,
por fuera aparecéis justos ante los hombres, pero por dentro estáis llenos de
hipocresía y de iniquidad”. (Mateo 23:27)

El primer día de los ácimos

7 La cena de la Pascua se celebraba al inicio del primer día de la fiesta de los panes
no fermentados, la solemne fiesta que duraba siete días, es decir, del 15 al 21 del mes
de Nisan. Eusebio de Cesárea, historiador cristiano que vivió entre los siglos III y IV,
argumenta: “... tampoco el Salvador celebró la Pascua con los judíos … Ellos
celebraron la Parasceve (la preparación del cordero) en el día en que el Salvador
sufrió su pasión …” y “… no comieron la Pascua aquella tarde, porque si la hubiesen
comido, se hubiesen abstenido de perseguirle (por respeto a las purificaciones previas
a la Pascua) Inmediatamente después de haberle prendido lo condujeron a casa de
Caifás, donde paso la noche, y al hacerse de día, se reunieron y lo juzgaron por
primera vez. Tras esto se levantaron, y junto con la muchedumbre, lo condujeron ante
Pilatos. Pero dice la Escritura que ellos no entraron al Pretorio para no contaminarse,
cómo creían, bajo un techo pagano ... y poder comer la Pascua aquel mismo
anochecer … sin embargo nuestro Salvador había celebrado aquella fiesta tan
deseada por él, no entonces, (puesto que murió aquella misma tarde) si no el día
anterior, sentado a la mesa con sus discípulos”. (De Solemnitate Paschali, Eusebio
de Cesárea)
Es conveniente tener esto presente, porque algunos traducen esta declaración del
apóstol Mateo: “Têi de prôtê tôn azumôn prosêlthon hoi mathêtai tôi Iêsou legontes,
Pou theleis hetoimasômen soi fagein to pascha?” como: “El primer día de los ácimos
se acercaron los discípulos a Jesús y le dijeron: ¿Qué lugar quieres que te
preparemos para comer la Pascua?” (Mateo 26:17) Y alegan que estas palabras
contradicen el relato del apóstol Juan. Ahora bien, la palabra “prôtê”, nominativo de
“prôtos”, precede al artículo genitivo “tôn” y al sustantivo genitivo “azumôn”, de
manera que la traducción literal es “en el anterior de los ácimos ...” “Prôtê” no se
refiere aquí a un numero ordinal, (primero, segundo, etc.) indica una precedencia,
(anterior, precedente, antes, preliminar, etc.) y por este motivo la frase debe traducirse:
“En el día anterior a los ácimos ...”, cosa que coincide con el relato de Juan y los
versículos 1:15 y 30 de su evangelio, donde la frase “hoti prôtos mou ên” se vierte
como: “era antes que yo”. Las traducciones pueden ser ambiguas, sin embargo, en el
texto griego original se comprende con claridad que las palabras de Mateo 26:17 se
refieren explícitamente al día anterior a la Pascua.

8 Como explica el apóstol Juan antes de la Pascua, o sea antes del día 15 de Nisan,
“llevaron a Jesús desde la casa de Caifás hasta el pretorio. Era ya de madrugada y
ellos (los judíos) no entraron en el pretorio para no quedar contaminados y poder así
comer la Pascua”. (Juan 18:28) Después de esto, dice: “en el día de la parasceve, (o
preparación) hacia la hora sexta, (mediodía) Pilatos dijo a los judíos: ‘Aquí tenéis a
vuestro Rey’”. (Juan 19:14) La palabra ‘parasceve’ que proviene de la palabra griega
'paraskeuê', se traduce 'preparación' y se refiere exclusivamente al día catorce de
Nisan, en el que se preparaba el Pesaj o cordero. En el transcurso de aquel catorce de
Nisán, Jesús fue condenado y ejecutado, muriendo a la hora nona, o sea, a las tres de
la tarde, mientras los judíos sacrificaban y preparaban el cordero que tras la puesta del
sol, comerían al inicio del día quince de Nisán.
Verdaderamente Jesús, el Cordero de Dios, cumplió con el sacrificio que la
celebración de la Pascua simbolizaba, tal como lo había declarado a sus seguidores
diciendo: “No creáis que he venido para destruir la Ley y los Profetas; no he venido a
destruirlos si no a cumplirlos”. (Mateo 5:17)

El banquete pascual hebraico

9 Puesto que los evangelistas relatan solamente los nuevos hechos que en aquella
última Pascua de Jesús sucedieron, la sobriedad de sus relatos podría hacer surgir en
quienes hoy los leen, preguntas con respecto a un ritual que celebrado año tras año,
se omite por conocido. Es por tanto oportuno tratar de reconstruir el ambiente y la
historia con la mayor precisión posible, examinando los textos que dan a conocer la
vida religiosa de los hebreos al comienzo de la era Cristiana, ya que pueden por
reflejo, iluminar la figura de Jesús.
Las normas religiosas y civiles se registran en la Mishnah, en el tratado de la
Pascua llamado Pesahim y en particular, en su anexo Tosefta y un texto interpretativo
denominado Sifrè. En ellos se halla la descripción de un banquete pascual redactado
en el primer siglo de nuestra era, por lo que puede proporcionar un marco a los relatos
evangélicos, y describir las costumbres que Jesús y sus discípulos debían observar en
la celebración de la Pascua.

10 El banquete pascual de los judíos que es llamado Seder del Pesaj o Reglamento
de la Pascua, era al principio de la era cristiana similar al actual, exceptuando algunas
anexiones poco relevantes, realizadas durante el transcurso de los siglos. En síntesis,
se pronuncia la oración sobre la primera copa de vino, como lo hizo Jesús cuando
“recibiendo una copa, después de dar las gracias, dijo: 'Tomad esto y repartidlo entre
vosotros'“. (Lucas 22:17...18) Tras esto, se colocan ante el principal del banquete o el
cabeza de familia, los alimentos requeridos para la ocasión, entre los que está el pan
sin levadura o masah. Sobre el pan ácimo se pronuncia la bendición del pan,
entonces el principal come de él y lo reparte a todos los comensales. Después de
comer, el participante más joven debe interrogar al cabeza de familia con respecto al
sentido de la noche de la Pascua, en la que solo se come pan ácimo, hierbas amargas
y carne de cordero asada. Esta pregunta introduce la explicación del significado de
esta festividad dispuesta por Yahúh, y al acabarla, el cabeza de familia dice: “Digamos
pues ante Él: ¡Alleluyah!”. Con estas palabras se inicia la primera parte de los salmos
de alabanza llamados Hallel, que son los salmos 113 y 114, y se dan luego las
gracias por los alimentos recibidos. Hacia el final de la comida, se bendice la última
copa de vino, la de mayor solemnidad; aquella de la que los judíos decían que el único
merecedor de bendecirla era David, atribuyéndole con esto un sentido mesiánico.
Tras la última de las cuatro copas rituales, los judíos llenan una copa destinada al
profeta Elías de la que nadie bebe y seguidamente se entonan los salmos 115 al 118,
probablemente los que fueron cantados por Jesús y sus apóstoles al final de la
celebración de la cena, puesto que la Escritura dice que “después de haber cantado
los salmos, salieron hacia el Monte de los Olivos”. (Mateo 26:30)

¿Por qué una copa para Elías?

11 Aún hoy en día, se reserva una silla y en la mesa se coloca una copa de vino que
no puede ser bebida “hasta el retorno del profeta Elías”. Antes de que la celebración
termine, el cabeza de familia insta al más joven a que abra la puerta para ver si Elías
ha retornado y tras su respuesta negativa, llega el momento de concluir el Seder. Y es
que los Hebreos siguen esperando el cumplimiento de estas palabras de Malaquías:
“He aquí que antes de la llegada del Día de Yahúh, grande y terrible, os envío al
profeta Elías; él hará entonces volver el corazón de los padres hacia los hijos y el de
los hijos hacia sus padres, para evitar que llegue y golpee la tierra con un exterminio”.
(Malaquías 4:5...6) Basándose en este versículo, profesan que Elías volverá antes de
la llegada del Mesías, y creen que esto sucederá en la noche de la Pascua; por este
motivo preparan su copa año tras año, y después de comprobar su ausencia, la
derraman sin beberla.
La Tosephta especifica que después de esto, debe recitarse el versículo que dice:
“Bendito aquel que viene en el nombre del SEÑOR”, (Salmo 118:26) expresando el
deseo de la llegada del Mesías y de su salvación. Y todo concluye con un canto de
alabanza al Dios que redime a su pueblo.

La Pascua después de Jesús

12 En la noche de su última cena pascual con los apóstoles, Jesús instituyo una
nueva celebración, la Conmemoración de su Muerte y la inauguración de un Pacto
Nuevo. Dice la Escritura que entonces “tomó un pan, dio las gracias, lo partió y se lo
entregó diciendo: 'Esto significa mi cuerpo que es entregado en favor vuestro. Seguid
haciendo esto en recuerdo de mí. Y del mismo modo, el cáliz después de haber
cenado, diciendo: 'Este cáliz significa el Nuevo Pacto en virtud de mi sangre, que
derramo en favor vuestro'“. (Lucas 22:19...20)
Pero ¿Sustituye esta conmemoración a la de la Pascua? No es así en absoluto.
Después de la celebración de la primera Pascua en Egipto, Yahúh estableció en el
Monte Sinaí, un Pacto con Israel mediado por Moisés y ratificado con sangre. Dice la
Escritura que cuando el pueblo lo aceptó diciendo: “'Haremos todas las cosas que
Yahúh nos ha dicho, y obedeceremos'. Moisés tomó la sangre y rociándola sobre el
pueblo, dijo: “Esta es la sangre del pacto que, en conformidad con todas estas
palabras, Yahúh hace con vosotros”. (Éxodo 24:7...8) Ahora bien, la constitución de
aquel Pacto no abolió el significado y el valor de aquella primera Pascua y tampoco la
constitución del Pacto Nuevo mediado por Jesús y ratificado con su sangre, abolió el
sentido de la Pascua eterna de Yahúh.

13 El apóstol Pablo escribe: “Cristo, nuestra Pascua, ha sido ya sacrificado.


Celebremos entonces la fiesta ... con panes no fermentados de sinceridad y verdad”.
(1Corintios 5:7)
Lo mismo que el sacrificio del cordero designado Pesaj o Pascua, liberó en primer
lugar a los primogénitos de Israel y después, a todo el pueblo en el Mar Rojo, el
sacrificio de Jesús, el Cordero o Pesaj de Dios, libera en primer lugar a los
primogénitos inscritos en los cielos, y liberará después a todos los justos que habitarán
la nueva Tierra bajo el reino de Dios. Por esto dice la Escritura: “vosotros os habéis
acercado al monte Sión, a la ciudad del Dios viviente que es la Jerusalén celeste, a la
entera asamblea de miríadas de ángeles, a la congregación de los primogénitos
inscrita en los cielos, al Dios juez de todos, a los espíritus de los justos que han
sido hechos perfectos, a Jesús, el mediador de un nuevo pacto o testamento, y a la
sangre de aspersión que habla más elocuentemente que la de Abel”. (Hebreos
12:22...24) Porque: “no habéis sido liberados del modo de vida inútil que heredasteis
de vuestros padres, por medio de cosas corruptibles como la plata y el oro, si no
mediante la preciosa sangre de Cristo, que es como la de un cordero sin defecto ni
mácula, predestinado antes de la fundación del mundo y revelado a vosotros en estos
últimos tiempos.”. (1Pedro 1:18...20)

14 En la última Pascua de su vida como hombre, Jesús dijo a los apóstoles: “He
deseado intensamente comer esta Pascua con vosotros antes de sufrir, porque os
digo que ya no volveré a comerla hasta que se cumpla en el Reino de Dios”. (Lucas
22:15...16) Sus palabras dan a entender que la celebración de la Pascua debe
permanecer como un recordatorio eterno de la liberación proporcionada a la
humanidad, como Yahúh declaró a través de Moisés, cuando dijo a su pueblo: “Este
día tiene que ser para vosotros un memorial. Durante todas vuestras generaciones
tenéis que celebrar a Yahúh una conmemoración. Debéis celebrarla por decreto
perpetuo ... Sucederá que cuando entréis en la tierra que Yahúh os entrega según
su palabra, seguiréis observando esta celebración”. (Éxodo 12:14 y 25)
Este mandato se proyectó más allá de la liberación de Israel y del cumplimiento de
la promesa con respecto a la tierra prometida, y se proyecta más allá de la liberación
de su pueblo y del cumplimiento de la promesa con respecto a los nuevos cielos y la
nueva Tierra; por esto dice Jesús: “ya no volveré a comerla hasta que se cumpla en
el Reino de Dios”.

La Pascua y la cena del Señor en los primeros siglos

15 Cuando en su carta a los Corintios capitulo 5 versículo 7, Pablo emplea el término


griego heorte que se traduce fiesta, se refiere propiamente a la fiesta de la Pascua.
Dice el Diccionario Exegético del Nuevo Testamento, que en las Escrituras
cristianas hallamos esta palabra veinticinco veces y que en todos los versículos de los
evangelios sinópticos, hace referencia a la fiesta de la Pascua. Si analizamos
atentamente la declaración: “Cristo, nuestra Pascua, ha sido ya sacrificado.
Celebremos entonces la fiesta ... con panes no fermentados de sinceridad y
verdad”, comprendemos sin duda que sus palabras se refieren a la fiesta pascual y
que difieren sustancialmente de las que Pablo dice con respecto a la cena del Señor y
la institución del Nuevo Pacto, cuando escribe: “Aquello que yo os he transmitido, lo
recibí del Señor, y es que la noche en que fue entregado, el Señor tomó un pan y
después de dar las gracias, lo partió y dijo 'Esto significa mi cuerpo que he entregado
en favor vuestro, haced esto en memoria de mi'. Después de haber cenado, tomó
también la copa y dijo: 'Esta copa significa el nuevo pacto en virtud de mi sangre,
cada vez que la bebáis, hacedlo en memoria de mi'. De manera que cada vez que
coméis el pan y bebéis la copa, estáis recordando la muerte del Señor hasta que él
venga”. (1Corintios 11:23...26)

La cena del Señor

16 En armonía con esto, durante los dos primeros siglos, los discípulos de Cristo
celebraban las dos conmemoraciones por separado, como lo refieren los escritores
cristianos de aquel tiempo. En el año 165, sesenta y cinco años después de la muerte
de Juan, el apologista conocido como Justino Mártir, describe el modo en que se
realizaban las reuniones de congregación y dice en el libro 67º de su Apología: “... en
el día llamado ‘del sol’ (el primer día de la semana, más tarde llamado Día del Señor o
Domingo) todos los que habitan en las ciudades o en los campos se reúnen en un
mismo lugar, y se leen las cartas de los apóstoles o las escrituras de los Profetas
mientras el tiempo lo permite. Luego, cuando el lector ha acabado, aquel que preside
exhorta e incita de palabra a la imitación de estas cosas excelsas. Después, todos nos
levantamos y oramos, y … cuando terminamos de orar, se presentan el pan y el vino
… y el que preside alza una oración y acción de gracias y todos concuerdan diciendo
'Amen'. Se distribuye entonces a cada uno ... y por medio de los diáconos, se envía a
los ausentes”.

17 Esta descripción concuerda con las palabras de Lucas, que escribe: “después de
los días de los Ácimos, nos embarcamos en Filipos, y al cabo de cinco días nos
unimos a ellos (a los discípulos que se habían adelantado y les esperaban) en Tróada,
donde pasamos siete días. En el primer día de la semana, estando nosotros
reunidos para la fracción del pan, (klasai arton)1 Pablo conversaba con ellos, y
como tenía que partir al día siguiente, prolongó la conversación hasta medianoche”.
(Hechos 20:6..7) Con las palabras “reunidos para la fracción del pan”, Lucas alude
a la celebración de la cena del Señor, lo mismo que Pablo cuando escribe: “La copa
de la bendición que nosotros bendecimos ¿No es una participación en la sangre de
Cristo? Y el pan que nosotros partimos (arton hon klômen)1 ¿No es una comunión
con el cuerpo de Cristo? Porque solo hay un pan, y nosotros que somos muchos, al
participar todos de un mismo pan, hacemos todos parte de un mismo cuerpo”.
(1Corintios 10:16…17)
Todas estas cosas confirman el hecho de que cada semana, los discípulos de
Jesús celebraban la cena del Señor al final de la reunión de estudio y consideración de
las Escrituras, y sirven de orientación y de modelo para la reunión semanal de los que
desean hoy conocer y profesar la enseñanza de Cristo y de los apóstoles, para “adorar
al Padre en espíritu y con la verdad”. (Juan 4:23)
Dice la Escritura que “Cristo es el mismo ayer, hoy y para siempre, de manera
que no os dejéis desviar por historias y enseñanzas diferentes”. (Hebreos 13:8...9)
1
(klasai y klômen son tiempos del verbo klaô, que significa partir, trocear)

Celebración de la fiesta pascual

18 A finales del segundo siglo, las iglesias del Asia Menor, de la Siria y de la Cilicia,
celebraban la Pascua como aniversario de la muerte de Jesús, en cualquiera de los
días de la semana en que el catorce de Nisan cayese, (Pascua cuartodecimana)
mientras las iglesias que estaban bajo la guía de Roma, la festejaban en el Domingo
sucesivo como la fiesta de la Resurrección.
Estas diferentes prácticas que se deben a distintas interpretaciones del sentido de
la Pascua, dieron origen a controversias que estuvieron a punto de dividir la Iglesia. El
sentido de la Pascua cuartodecimana está profundamente anclado en el de la judaica,
solamente sustituye el sacrificio del cordero por el sacrificio de Jesús, el cordero de
Dios, mientras que la Pascua dominical enfatiza el sentido de la resurrección de Cristo.
Ahora bien, la Pascua cristiana más antigua es la que se celebra el día catorce de
Nisan y corresponde al Pesaj judaico que la precedió, simbolizándola, mientras que
la fiesta dominical pertenece a una etapa posterior y obedece a la voluntad de
desligarse del judaísmo y de reemplazar con la fiesta de la resurrección de Cristo, las
tradicionales fiestas que los pueblos celebraban al inicio de la Primavera.
Este contumaz deseo de separarse de la tradición hebraica, provocó en la
Cristiandad la pérdida de una imagen simbólica verdaderamente significativa para los
seguidores de Cristo: la de su sacrificio en la tarde del catorce de Nisán, como el
Cordero de Dios que quita los pecados del mundo, al tiempo que en Israel se
sacrificaba aquel cordero de la cena pascual, que durante siglos le había prefigurado.

19 Si bien la Iglesia de Roma había decretado celebrar la fiesta en Domingo, las


Iglesias del Asia continuaron durante varios siglos, celebrando la Pascua en el día
catorce de Nisan y respetando la tradición hebraica. Eusebio de Cesarea, (265 – 340)
da testimonio de este hecho en su Historia Eclesiástica, libro V, 24,2…7; y citando a
Polícrates, obispo griego de Éfeso (130 – 196), relata: “Nosotros somos los que
celebramos el día verdadero y genuino, sin añadir ni quitar cosa alguna. De hecho, en
el Asia es donde se extinguieron las grandes luminarias que resurgirán en el día de la
Parusía de Señor, cuando el Señor llegue glorioso del cielo y resucite a los santos;
Felipe, uno de los doce apóstoles que reposa en Ierápolis y ... Juan que se reclinaba
ante el pecho de nuestro Señor ... sepultado en Éfeso y Policarpo de Esmirna ... todos
ellos apoyaron la celebración de la Pascua el día catorceavo, en conformidad al
Evangelio, sin variar nada, ligados a la regla de la fe. También yo, Polícrates, de todos
vosotros el menor, observo esta costumbre ...”

20 Policarpo, que nació alrededor del el año 69 y murió en el año 155, fue uno de los
defensores de la Pascua cuartodecimana y alrededor del año 96, fue nombrado
epíscopo de la congregación de Esmirna por el apóstol Juan, que por aquel tiempo
escribió el libro del Apocalipsis. Es pues interesante considerar que estas palabras de
Jesús podían ir dirigidas a él: “Escríbele al mensajero de la congregación de Esmirna:
Esto es lo que dice aquel que comenzó y que concluirá, aquel que murió y que ahora
vive. 'Aunque sé de tu tribulación y de tu pobreza, eres rico. También conozco las
calumnias de los que se declaran judíos y son solamente una sinagoga de Satanás.
Tú no sientas temor por las cosas que estás a punto de sufrir, porque el Diablo echará
en prisión a algunos de los vuestros para poneros a prueba y seréis afligidos durante
diez días. Se fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida. El que esté despierto,
preste atención a lo que se hace saber a las congregaciones mediante el espíritu,
porque aquel que venza no será dañado por la segunda muerte'“. (Apocalipsis
3:8...11)
Refiere Ireneo, discípulo de Policarpo, que entorno al año 154, Policarpo ya
anciano, viajó a Roma para convencer al epíscopo Aniceto de que la fecha de la
Pascua era en realidad, el día 14 de Nisan y que tenía que ser la misma en toda la
Iglesia. Policarpo sostuvo su argumento con las enseñanzas del apóstol Juan,
mientras que Aniceto solo pudo recurrir a la fidelidad que debía a sus predecesores en
el cargo. Citando a Ireneo, Eusebio escribe: “Aniceto no pudo persuadir a Policarpo
de que no observase aquella fecha por el hecho de haberla observado con el apóstol
Juan, discípulo del Señor, y los demás apóstoles con los que había vivido, y Policarpo
no persuadió a Aniceto de que la observase, pues decía que debía mantener las
costumbres de los presbíteros antecesores suyos”. (Historia Eclesiástica; libro V,
24,16)
Casi dos siglos más tarde, en el año 325 y tras haber consolidado su poder
temporal en tiempos del emperador Constantino, la Iglesia romana ratificó en el
Concilio de Nicea, la celebración de la mistificada Pascua de la Cristiandad, en la
aleatoria fecha del Domingo sucesivo al primer plenilunio después del equinoccio de
Primavera del 21 de Marzo.

La Pascua en nuestro tiempo

21 Debemos tener presente que en la congregación apostólica, la Pascua no


representaba la fiesta de la resurrección si no la de la redención; es la fiesta del
designio salvador de Dios por medio de Cristo, que los arquetipos de la antigua
conmemoración pascual predecían y reflejaban. Dice la Escritura que mientras Juan
bautizaba en el Jordán, “viendo que Jesús venía hacia él, dijo: '¡He aquí el Cordero
de Dios! ¡He aquí aquel que quita el pecado del mundo!'“. (Juan 1:29) Y en armonía
con sus palabras, el apóstol Juan resalta la muerte de Cristo en el día del Pesaj o
Pascua, como el sacrificio del cordero verdadero, al que “no le será quebrado
ningún un hueso”. (Éxodo 12:46, citado en Juan 19:36)
El nexo entre el Pesaj judaico y la Pascua cristiana está situado a un nivel mucho
más profundo que el de una simple coincidencia de fechas, porque la liberación de los
primogénitos de Israel en Egipto mediante la primera Pascua, conduce a la
comprensión del sacrificio de Cristo en clave de justificación y salvación, y esta es
la auténtica perspectiva de la teología pascual desde su origen.

22 En armonía con esto, los elementos rituales de la Pascua que se describen en el


doceavo capítulo del libro del Éxodo, renuevan y confirman su sentido en el sacrificio
de Cristo, como Pablo lo evidencia escribiendo: “Cristo, nuestra Pascua, ha sido ya
sacrificado”. (1Corintios 5:7) Con la palabra “Pascua”, él se refiere al Pesaj o cordero
inmolado, cuya sangre sobre el marco de la puerta de las viviendas israelitas, significó
liberación y salvación; una salvación que el apóstol Pedro vincula a una sangre que
simbolizó la de Cristo, y dice: “no habéis sido liberados del modo de vida inútil que
heredasteis de vuestros padres por medio de cosas corruptibles como la plata y el oro,
si no mediante la preciosa sangre de Cristo, que es como la de un cordero sin
defecto ni mácula, predestinado antes de la fundación del mundo y revelado a
vosotros en estos últimos tiempos”. (1Pedro 1:18…20 y Éxodo 12:5)

23 Tenemos pues suficientes indicios como para reconstruir el ritual de esta


importante solemnidad. Pablo confirma el sentido simbólico de sus elementos
esenciales, declarando: “Purificaos del fermento viejo para que podáis ser una masa
nueva; vosotros tenéis que ser panes ácimos, pues Cristo, nuestra Pascua, ya ha
sido sacrificado. Celebremos entonces la fiesta, no con un fermento viejo o con
levadura de maldad, que es una disposición malvada, si no con panes no
fermentados de sinceridad y de verdad”. (1Corintios 5:7...8)
El fermento o levadura representa la influencia de la innata pecaminosidad
humana, que origina una predisposición al mal, mientras que los panes ácimos
simbolizan a aquellos discípulos de Cristo, que unidos con él en su muerte mediante el
bautismo, son purificados y liberados de la influencia del pecado, quedando
justificados ante Dios, gracias a la expiación ofrecida por nuestra Pascua, que “se
ofreció a sí mismo en favor nuestro, como un sacrificio grato a Dios”. (Efesios 5:2)
La enseñanza apostólica nos desvela el carácter profundamente espiritual de los
símbolos y del sentido de la antigua fiesta, que como los discípulos de los primeros
siglos, los seguidores de Cristo deben seguir celebrando todos los años en el día
catorce de Nisan, “hasta que se cumpla en el reino de Dios”. (Lucas 22:16)

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