el da sol, el silencioso sello extendido en los campos del camino. Yo soy un hombre luz, con tanta rosa, con tanta claridad destinada que llegar a morirme de fulgor. Y no divido el mundo en dos mitades, en dos esferas negras o amarillas sino que lo mantengo a plena luz como una sola uva de topacio. Hace tiempo, all lejos, puse los pies en un pas tan claro que hasta la noche era fosforescente: sigo oyendo el rumor de aquella luz, mbar redondo es todo el cielo: el azcar azul sube del mar. Otra vez, ya se sabe, y para siempre sumo y agrego luz al patriotismo: mis deberes son duramente diurnos: debo entregar y abrir nuevas ventanas, establecer la claridad invicta y aunque no me comprendan, continuar mi propaganda de cristalera. No s por qu le toca a un enlutado de origen, a un producto del invierno, a un provinciano con olor a lluvia esta reverberante profesin.