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Carta póstuma del Presidente Augusto Pinochet Ugarte.

(Fuente: El Mercurio, 24 de diciembre del 2006)

“Mensaje a mis compatriotas, para ser difundido a mi fallecimiento.”

“Chilenos, sin excepción:

Muchas veces hice llegar mi pensamiento a ustedes durante mi vida pública.


Especial recuerdo hago de mis comunicaciones desde mi cautiverio en Londres.

Ahora, con esfuerzo, he hilvanado los siguientes pensamientos que surgen desde lo
profundo de mis sentimientos y convicciones.

Quiero despedirme de ustedes con mucho cariño. Entiendo que esto parecerá
incomprensible para muchísimos, pero es así.

En mi corazón no he dejado lugar para el odio. He recorrido muchos años y


entiendo del amor y del dolor.

Yo elegí la carrera militar por amor a la Patria. El que he mantenido sin alteración
desde el primer día que entré a la escuela Militar y, ahora, al irme de este mundo,
aquel sentimiento llena mi espíritu enteramente.

Amo a la Patria; amo a todos ustedes. Por amor se pueden hacer muchas cosas
buenas y muchas malas. Acertadas y erróneas. Yo nunca imaginé entrar a la Gran
Historia de mi país, pero así ocurrió.

En transcurrir público de éste se fue transformando desde decir "en Chile nunca
pasa nada", a un precipitado de dramáticos acontecimientos.

No quiero entrar en análisis mayores, propios de historiadores, pero sí hacerlo


respecto a afirmaciones profesionales y humanas que son las que me interesa
comunicarles a ustedes.

Década conflictiva.

Yo, como militar, percibí la gravísima y compleja situación que se avecinaba


mientras avanzaba la década de los setenta.

Nadie podrá discutir que el mundo entraba en un enfrentamiento global, ideológico


y militar, al que se llamó la "guerra fría". Cada día los conflictos se agrandaban
más, se calentaba más esa "guerra" y eran más complejos, en especial, para una
mirada observadora militar.

Los ángulos comprometidos en esa guerra crecían día a día y abarcaban la casi
totalidad de los planos de la vida, pública y privada de la gente.

Crecía y presionaba al hombre común ese sino tan trágico de una guerra, o tú o yo,
con el agravante que el dilema se extendía a la comunidad toda internacional, algo
así como una guerra total y sin cuartel.

Un militar no podría restarse a este panorama, porque era muy sombrío, debía
prepararse para lo mejor y para lo peor, ecuación clave en una estrategia
profesional.

Chile empezó a arder y se encajonaba, sin escape objetivamente, en mi concepto, a


tres posibilidades (esto que lo entiendan las personas jóvenes, nacidas con
posterioridad a la crisis).

-A una guerra civil, sin cuartel, "de ventana a ventana", con miles y miles de
personas muertas.

-A una imposición de una dictadura llamada del proletariado, ideológica, marxista


leninista, con la pérdida total de la libertad política y del Estado de Derecho;

-Y, a una reacción conjunta de civiles y militares para eliminar tajantemente las
anteriores. Nadie discute que la inmensa mayoría de la población se inclinaba por
ésta última alternativa.

Chilenos, amigos sin exclusión. Una guerra internacional, o una civil, es algo atroz.
Lo peor que le puede ocurrir a una sociedad. La guerra, por esto, hay que evitarla
hasta donde sea posible.

Los adultos que vivieron el tiempo del pronunciamiento militar se dieron cuenta
cabal que la única opción realista era esto último.

Máximo rigor.

Hubo que actuar para cubrir eficazmente todos los ángulos de un enfrentamiento
amplio, porque explícitamente los partidos de Gobierno sostenían que la vía armada
era la única forma de alcanzar el poder, a la corta o a la larga.

Creo que nunca de manera tan contundente se había amenazados una guerra civil
en nuestro país o en otra parte del mundo. Si a lo anterior se agregan el sinnúmero
de ratificaciones de hecho y retóricas que confirmaban tales propósitos, hicieron
más explicable la intervención militar.

Había, pues, que actuar con el máximo rigor y sostenidamente hasta conjurar
cualquier extensión del conflicto que se anunciaba.

Si no se procedía, así, la acción militar habría terminado en un fiasco, y eso hubiera


provocado en el pueblo por muchos años consecuencias negativas en extremo
dolorosas.

El 73, por las citadas características del contrincante, fue preciso emplear diversos
procedimientos de control militar, como reclusión transitoria, exilios autorizados,
fusilamientos con juicio militar.

En muchas muertes habidas y en los desaparecimientos de cuerpos es muy posible


que no se logre jamás un conocimiento acabado del cómo o por qué ocurrieron. No
se puede descargar con simpleza la responsabilidad de un sinnúmero de
extralimitaciones porque no hubo un plan institucional para ello. Los conflictos
graves son así y siempre serán así: Fuente de abusos y exageraciones.

¿Pero cómo tantos no han querido o podido entender la extrema gravedad de la


amenaza si todo el contexto nacional e internacional avalaba su existencia?

En los enfrentamientos habidos en la Historia el resultado en cuanto a pérdidas de


vidas y las deshumanizaciones son parte de su definición.

Lo anterior no va en búsqueda de atenuantes a los excesos, sino a recordar su


presencia insoslayable.
Yo, como Presidente de la República y comandante en jefe del Ejército actué como
les dije, con rigor, pero con mucha más flexibilidad que la que se me reconoce, por
lo que yo siempre me refería a una "dictablanda".

Mientras el fanatismo ideológico y armado constituyera un peligro para la


estabilidad, no era posible bajar las manos.

Chilenos todos:

¡Cómo quisiera que no hubiese sido necesaria la acción del 11 de septiembre de


1973!

¡Cómo hubiera querido que la ideología marxista leninista no se hubiera interpuesto


en la nuestra vida patria!

¡Cómo hubiese deseado que el Presidente Salvador Allende no hubiere incubado en


su ideario el propósito de transformar a nuestra Patria en una pieza más del tablero
dictarorial marxista!

Las guerra traen dolores muy difíciles de sanar.

Los parientes y amigos de compatriotas nuestros caídos en el enfrentamiento


fratricida tendrán para siempre un recuerdo negro de lo ocurrido.

Yo voy a misa y comulgo. Nunca dejo de pensar en las heridas abiertas.

Cómo me gustaría andar en las calles, saludando, consolando, ayudando...

Mi destino es un tipo de destierro y soledad que jamás hubiera pensado, y menos


deseado.

Para terminar, con toda sinceridad declaro estar orgulloso de la enorme acción que
hubo que realizar para impedir que el marxismo leninismo alcanzara el poder total,
y también, para que mi entrañable Patria fuera una "gran nación", como fue el lema
que desde el principio inspiró a la Junta de Gobierno. De eso, nunca dudaré, sin una
pizca de vacilación.

De repetirse la experiencia hubiere deseado, sin embargo, mayor sabiduría.”

Augusto Pinochet Ugarte


Capitán general, Ex Presidente de la República, ex senador de la República, ex
Comandante en Jefe del Ejército.

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