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Juan David Nasio ENSENANZA DE 7 CONCEPTOS CRUCIALES DEL PSICOANALISIS ENSENANZA DE 7 CONCEPTOS CRUCIALES DEL PSICOANALISIS por JUAN DAVID NASIO gedisa ‘Titulo del original en francés: Enseignement de 7 concepts crucioux de la psychanalyse © by Editions Rivages 1988 Traduccién: Graciela Klein Cubierta: armado: Acuatro ilustracién: Carlos Nine Cuarta edicién, abril de 1996, Barcelona Derechos para todas las ediciones en castellano © by Editorial Gedisa, 8. A. Muntaner, 460, entlo., L* ‘Tel. 201 60 00 08006 - Barcelona, Espaiia ISBN: 84-7432-425-4 Depésito legal: B. 18.246 - 1996 Impreso en Romanya Vallls, 8. A. Cl. Verdaguer 1, Capellades (Barcelona) Impreso en Espaiia Printed in Spain Queda prohibida la reprodueeién total o parcial por cualquier medio de impresién, en forma idéntica, extractada o modificada, en caste- Mane 0 cualquier otro idioma. ALA MEMORIA DE FRANCOISE DOLTO Los fundamentos del psicoanslisis que nos transmitieron nuestros maestros sélo serén nuestros fandamentos a condicién de conquistarlos y de hacerlos nuestros. Tal vez entonees tengamos, a nuestro turno, la oportunidad de transmitirlos a los psicoanalistas de las generaciones por venir. A. Franzini, M. Gaugain, S. Le Poulichet, Ch. Oddoux, Ch. Sarfati, L. Zolty estan estrechamente asociados conmigo en la existencia de esta obra. Indice PRESENTACION, por Liliane Zolty .. 1. El concepto de castracién ... 2. El coneepto de falo 3. El concepto de narcisismo ... 4. El concepto de sublimacién ... 5. El concepto de identificacién 6. El concepto de superyé . 7, El concepto de forclusién ...... nu 13 43 61 101 179 209 Presentacién Cémo definir un concepto psicoanalitico Es sabido cudnto resistieron los conceptos psicoanals- ticos las definiciones demasiado estrictas y cémo fueron cargados con significaciones multiples, e incluso con- tradictorias, desde que Freud escribié su obra. {Cémo ha- llar entonces, para cada uno de estos conceptos, la signifi- cacién més precisa? El desarrollo del psicoandlisis, la di- versidad de las corrientes tedricas y la vulgarizacién del yocabulario psicoanalitico hicieron imposible la determi- naeién de un sentido unfvoco para cada concepto. El con- cepto cambia y se diversifica segin las palabras que lo expresan, la perspectiva que lo sitiia y el artificio de su ex- posicién. El sentido conceptual est siempre determinado por la articulacién del concepto con el conjunto de la red teériea, la prueba de la préctica, las palabras que lo.enun- cian e incluso por el lugar que dicho concepto ocupa en el lenguaje de la comunidad psicoanalitica en una época da- da. Asi, un concepto psicoanalitico recibird tantos sentidos como pertenencias a distintos contextos tenga; por eso po- demos afirmar que, en psicoandlisis, toda significacién conceptual es, en definitiva, una significacién contextual. No obstante, esta ausencia de una significacién uni- yoea atribuida a una nocién, no atenta —como se podria creer— contra la coherencia de nuestra teorfa. Lo que nos exige el rigor no es que suprimamos todo concepto ambiguo sino que encontremos la significacién principal entre las diversas signifieaciones eontextuales. Bntonces, {cémo evaluar y elegir el sentido conceptual més preci ‘Algunos autores elegirdn el sentido histérico, ee ec www esnips convweb/Psique i siguiendo las grandes etapas de evolucién de una nocién. En cambio J. D. Nasio, sin descartar la pertinencia de es- ta eleceién cronolégica, se preocupé en este libro por otra cuestién. A fin de cireunseribir la significacién principal, se pregunté ante y sobre todo si la existencia de un con- cepto era o no necesaria. En efecto, un verdadero concepto siempre surge en virtud de una necesidad propia a la tra- ma conceptual de la cual forma parte y, en consecuencia, si se quiere conocer su significacién principal, se ha de in- vestigar su significacién umbilical. A fin de encontrar el sentido més apropiado para un concepto se intentaré res- ponder a la pregunta de la necesidad de su nacimiento, de su razén de ser, y se investigaré por qué y cémo esté an- clado al suelo de Ia teoria. Asf, la articulacién fundamen- tal de cada uno de los conceptos estudiados en este libro surgié de la respuesta a esta interrogacién constante de J. D. Nasio: {eudl es la razén de existir de cada concepto psicoanalitico? {Cusl la encrucijada te6rica que hace nece- saria su existencia? {Cudl el problema que viene a solu- cionar? El lector atento descubrird, a lo largo de su lectura, Jas miltiples ramificaciones de un concepto, ya que cada ‘uno de los siete conceptos va siendo esclarecido por otro. Participard de la edificacién metodolégica basica del psico- anélisis y —mérito importante de este libro— podré perci- bir el alcance einio de los textos aq expuostos. Liliane Zolty 12 1 El concepto de CASTRACION El concepto de castracién En psicoandlisis, el concepto de “castracién” no res- ponde a Ia acepcién corriente de mutilacién de los 6rganos sexuales masculinos, sino que designa una experiencia pai- quica compleja, vivida inconscientemente por el nifio a los cinco afios aproximadamente, y que es decisiva pare la asuncién de su futura identidad sexual. Lo esencial de esta experiencia radica en el hecho de que el nifio reconoce por primera vez —al precio de la angustia— la diferencia ana- témiea de los sexos. Hasta ese momento vivia en la ilusién de la omnipotencia; de ahi en més, con Ia experiencia de la castraci6n, podré aceptar que el universo esté compuesto por hombres y mujeres, y que el cuerpo tiene limites; es decir, aceptar que su pene de nifio jamés le permitird con- cretar sus intensos deseos sexuales dirigidos a la madre, Sin embargo, el complejo de castracién que vamos a presentar como una etapa en la evolucién de la sexualidad infantil, no se reduce a un simple momento eronolégico, Por el contrario, la experiencia inconsciente de la castri cién se ve renovada sin cesar a lo largo de la existencia y puesta en juego nuevamente de modo peculiar en la cura analitica del paciente adulto, En efecto, uno de los fines de la experiencia analitica es posibilitar y reactivar en la da adulta la experiencia por la que atravesamos en la fancia: admitir con dolor que los limites del cuerpo son més estrechos que los limites del deseo. * +e www esnips convweb/Psique 15 El complejo de castracién en el nifio Enire el amor narcisista por su pene xy el amor incestuoso por su madre, el nifio elige su pene. Con ocasién del trabajo con un nifio de cinco afios, “Juanito",! Freud descubre lo que denominaré el complejo de castraci6n. A través del andlisis de este nifiito, pero también apoyandose en los recuerdos infantiles de sus pacientes adultos, Freud afsla este complejo, descrito por primera vez en 1908.2 Podemos esquematizar la consti- tucién del complejo de castracién masculino en cuatro tiempos. Primer tiempo: todo el mundo tiene un pene* Sélo a partir de esta ficcién del nifio, segin la cual todo el mundo poseerfa un pene semejante al suyo, se pue- de comprender qué es lo que ests realmente en juego en la castracién. Se trata del tiempo preliminar de las creencias infantiles, segin las cuales no habria diferencia anatémi- ca entre los érganos sexuales masculinos y femeninos. Esta creencia, reconocida por Freud en todos los nifios —varones y mujeres—, constituye la premisa necesai del proceso de castracién. El descubrimiento de la re dad de un ser cercano que no posee este atributo que se supone universal —madre, hermanita, eteétera— pondré 1 3, Freud: Andlisis de la fobia de un nifio de cinco aflos (caso Jua- ‘Obras: tL * A lo largo de este texto utilizeremos el término pene sin preocuparnos De esta distinciéa nos ‘ccuparemos en el artfculo: . 16 www.esnips.com/web/Psique en jaque la creencia del nifio y abriré la via a la angustia de fea un dia también é] privado de igual manera. Puesto que al menos un ser ha mostrado estar desprovisto del pe- ne —piensa el nifiito—, de ahora en més Ja posesién de mi propio pene deja de estar asegurada. Repitémoslo, la con- dicién previa para la experiencia psiquica de Ja castracién es, entonces, esta ficcién de la posesidn universal del pene. Segundo tiempo: el pene esta amenazado Bs el tiempo de las amonazas verbales que apuntan a prohibir al nifio sus prdcticas autoersticas y a obligarlo a renunciar a sus fantasmas incestuosos. Explicitamente, estas amenazas alertan al nifio contra la pérdida de su miembro si persiste en sus tocamientos, pero lo implicito en juego en Jas advertencias parentales estriba en hacer abandonar al nifio toda esperanza de ocupar un dia el lu- gar del padre en el comercio con la madre. La amenaza de castracién apunta al pene, pero sus efectos recaen sobre el fantasma del nifio de poseer un dia su objeto amado: la madre. Por lo tanto, a eso deberd renunciar. Las adver- tereias verbales, en especial aquellas proferidas per el pa- dre, que poco a poco van siendo internalizadas por el nifio, darén origen al supery6. Es preciso aclarar que las edver- tencias parentales sélo tendrén influencia sobre el nifio una vez que atraviese la siguiente etapa, la del tercer tiempo. Tercer tiempo: hay seres sin pene, la amenaza, entonces, es Es el tiempo del descubrimiento visual de la zona ge- nital femenina. En este estadio, Ia zona genital femenina que se ofrece a Jos ojos del nifio no es el érgano sexuallfe- menino sino més bien la zona pubiana del cuerpo de la mujer_Lo que el nifio descubre visualmente no es la vagi- na sino la falta de pene. En un primer momento el nifio www esnips convweb/Psique 7 parece no prestar interés alguno a esta falta, pero el re- cuerdo de las amenazas verbales oidas durante el segundo tiempo conferiré ahora su plena significacién a la percep- cién visual de un peligro hasta entonces desestimado. “Siempre se le presenta alguna ocasién de contemplar la region genital de una nifia y convencerse de la falta de aquel érgano de que tan orgulloso esté, en un ser tan semejante a él. De este modo se hace ya posible represen- tarse la pérdida de su propio pene, y la amenaza de la castracién comienza entonces {e posteriori] a surtir sus efectos.”’ El nifio, dada la adhesién afectiva narcisista con que carga a su pene, no puede admitir que existen seres semejantes a él que estén desprovistos de ese miembro. Este es el motivo por el cual, ante la primera percepcién visual de la zona genital de Ia nifia, su tenaz prejuicio —es decir, su creencia segiin la cual es imposible que exis- tan seres humanos sin pene— resiste con fuerza a la evi- dencia. El valor afectivo que acuerda a su cuerpo es tan intenso que no puede concebir un ser semejante a él sin este elemento primordial; prefiere defender la ficcién se forjé en detrimento de la realidad percibida de la falta, En lugar de reconocer la ausencia radical de pene en la mujer, el nifio se obstinaré en atribuirle un érgano penia- no al que asocia un comentario: “La nifia tiene un pene to- davia chiquito, pero que va a crecer.” Cuarto tiempo: la madre también esté castrada; emergencia de la angustia A pesar de la pervepcién visual del cuerpo de la nifia, el nifio seguiré manteniendo su creencia segiin Ia cual las mujeres mayores y respetables como su madre est4n dota- das de un pene. Mas adelante, cuando el nifio descubra que las mujeres pueden parir, Negard a la idea de que también su madre esté desprovista del pene. Ese es el <8 Braud La disoluion del compleo de Bdipa, Madrid, Biblioteca Nueva, 1973, Obras compleiag, t. II, pég. 18 ‘www.esnips.com/web/Psique momento en el cual surgiré realmente la angustia de cas- tracién, Ver un cuerpo femenino abre la via a la angustia de perder el érgano peniano, pero todavia no se trata, ha- blando con propiedad, de la angustia de castracién. Para que él complejo de castracién se organice efectivamente, es decir, para que la amenaza que significa la vision de las partes genitales femeninas se convierta en el signo de un peligro, vimos que era necesaria la intervenci6n de otro factor. La percepeién del cuerpo de la mujer viene a des- pertar en el nifio el recuerdo de amenazas verbales —rea- les 0 imaginarias— proferidas con anterioridad por sus padres y que estaban orientadas a prohibir el placer que obtenfa de la excitabilidad de su pene. La visién de la au- sencia de pene en la mujer por una parte, y la evocacién auditiva de las amenazas verbales parentales por otra, definen las dos condiciones principales del complejo de castracién, Es preciso dejar en claro que la angustia de castra- cién no es sentida efectivamente por el nifio, es incons- ciente. No se debe confundir esta angustia con la angustia que observamos en los nifios bajo la forma de miedos, pesadillas, eteétera. Estos trastornos son sélo las manifes- taciones de defensas contra el cardcter intolerable de la angustia inconsciente. Una angustia vivida puede ser, por ejemplo, una defensa contra esta otra angustia no vivida e inconsciente que denominamos angustia de castracién. Tiempo final: fin del complejo de castracién y fin del complejo de Edipo Bajo el efecto de la irrupcién de la angustia de cas- tracién, el nifio acepta la ley de la interdiceién y elige salvar su pene a costa de renunciar a la madre como Partenaire sexual. Con la renuncia a la madre y el recono- cimiento de la ley paterna finaliza la fase del amor edipico y se hace posible la afirmacién de la identidad masculina. Esta crisis que el nifio tuvo que atravesar fue fecunda y estructurante ya que lo capacité para asumir su falta y www esnips convweb/Psique 19 preducir su propio limite, Dicho de otra maners, el final del complejo de castracién es, para el nifio, también el final del complejo de Edipo. Cabe observar que la desapa- ricién del complejo de castracién es especialmente violen- tay definitva. Estas son las palabras de Freud: “... el com- plejo [de Edipo] no es simplemente reprimido en el varén, sino que se desintegra literalmente bajo el impacto de la amenaza de castracién (...) en el caso ideal ya no subsiste entonces complejo de Edipo alguno, ni aun en el incons- ciente”.* ' El complejo de castracién en la nifia A pesar de tener dos rasgos en comin con el comple- jo de castracién maseulino, el complejo de castracién feme- nino se organiza de modo muy distinto. Su punto de parti- da es en un comienzo similar; en un primer tiempo que situamos como previo al complejo de castracién, ‘tanto los nifios como las nifias sostienen’sin distinci6n la ficcién que atribuye un pene a todos los seres humanos. Es decir que Ia creencia en Ia universalidad del pene es la premisa ne- cesaria para la constitucién del complejo de Edipo para sexos. E} segundo rasgo en comin se refiere a la importan- cia del'rol de la madre: Més allé de todas las variaciones de Ia experiencia de la castracin masculina y femenina, la madre es siempre el personaje principal hasta el mo- mento en que el nifio se separa de ella con angustia y la nifia con odio, Ya sea que esté marcado por la angustia 0 por el odio, el acontecimiento més importante del complejo de castracién es, sin lugar a dudas, la separacién del nifio 4 S. Proud: Algunas consecuencias pelquicas de la diferencia sexual onatdmics, Madr, Bibiotocs Nueva, 1973, Obras complelae, t 20 ‘www.esnips.com/web/Psique de su madre en el momento preciso en que la descubre castrada. Exceptuados estos dos rasgos en comun —universali- dad del pene y separacién de la madre castrada—, la cas- tracién femenina, que estructuramos en cuatro tiempos, sigue un movimiento totalmente diferente a la masculina. Anticipemos desde ahora dos diferencias importan- tes entre la castracién masculina y la femenina: '* El complejo de castracién en el varén termina con una renuneia al amor a la madre, mientras que en la mu- jer este complejo abre la via al amor al padre. “Mientras el ‘complejo de Edipo del varén se aniquila'en el complejo de castracion, el de la nifia es posibilitado e iniciado por el complejo de castracién.” Et Edipo en el var6n se inicia y se termina con la castracién. E] Edipo en la mujer se ini- cia con la castracién pero no se termina con ésta. + El acontecimiento més importante del complejo de castracién femenino es —tal como lo hemos sefialado— la separacién de la madre, pero con la particularidad de que es la repeticin de otra separacién anterior. El primer sen- timiento amoroso de la nifia por su madre —desde el co- tmienzo de la vida— seré interrumpido con la pérdida del Beno materno. Segin Freud la mujer no se consuela jams de semejante separacién y por consiguiente llevard en sf Ja huella del resentimiento por haber sido dejada en la insatisfaccién,|Este resentimiento primitivo, este odio an- tiguo, desaparecerd bajo los efectos de una represién ine- xorable para reaparecer mas tarde, durante el complejo-de castracién, en el momento de este acontecimiento mayor constituide por la separacién de la nifia de su madre. En- Tes ifia el odio de antafio, esta vez bajo y el rencor hacia una madre a Ja que se responsabilizaré por haberla hecho mujer. La actualizacién de los antiguos sentimientos negatives res- pecto de la madre marearé el fin. del complejo de castra- cién. Es importante hacer hincapié en el hecho de que, 5 Ted, pag. 2901. www esnips convweb/Psique a contrariamente a lo que vulgarmente se cree, el rol de la madre es mucho més importante en la vida sexual de la nifia que el del padre; la madre est4 en el inicio y en el fin del complejo de castracién femenino. Primer tiempo: todo el mundo tiene un pene (el elitoris es un pene) En este primer tiempo, la nifia ignora la diferencia entre los sexos y la existencia de su propio érgano sexual, es decir, la vagina, Esta absolutamente feliz de poseer co- mo todo el mundo un atributo clitoriano similar al pene y al cual otorga igual valor que el que él nifio atribuye a su 6rgano, Por lo tanto, ya sea que se presente bajo la'forma del érgano peniano en el varén o del érgano clitoriano en la nifia, el pene es un atributo universal para ambos sexos. Segundo tiempo: el clitoris es demasiado pequeiio para ser un pene: “Yo fui castrada” Es el momento en que la nifia descubre visualmente Ja region genital masculina. La visién del pene la obliga a admitir, de modo definitivo, que ella no posee el verdadero érgano peniano. “TL8 nifa) advierte el pene de un hermano o de un compafiero de juegos, llamativamente visible y de grandes proporciones; lo reconoce al punto como simil su- Perior de su propio organo pequefo e inconspicuo clitoris experiencia visual son progresivos, para la nifia los efectos. de la visién del sexo masculino son inmediatos. “Al instan- te adopta su juicio y hace sui deciién. Lo ha visto, sabe que no lo tiene y quiere tenerlo.”” La experiencia del nitio es muf diferente a la experiencia de la nifia: ante la visién del pene, la niia reconoce al instante que ella fue castra- da —Ia, castracién ya fue realizada: “Yo fui castrada”. 8 Ibid., pags. 2898-2899. El subrayado es nuestro, 1 Told, pag. 2899, 2 ‘www.esnips.com/web/Psique Ante la visién del pubis femenino, el nifio teme ser castra- do —la castracién podrfa realizarse: “Yo podria ser castra- do". Para distinguir mejor la castracién femenina de la castracién masculina debemos tener presente que el varén vive la angustia de la amenaza, mientras que la nifia ex- perimenta el deseo de poseer Io que vio y de lo cual ella fue castrada® ‘Tercer tiempo: la madre también est4 eastrada; resurgimiento del odio hacia la madre En el momento en que la nifia reconoce su castracién “en el sentido de que su clitoris es mds pequefio que el pe- ne, sélo se trata, todavia, de un “infortunio individual’, pero poco a poco toma conciencia de que Jas otras mujeres, —y entre ellas su propia madre— padecen igual desventa- ja. Entonees, la madre es despreciada por Ia nifia por no aber podido transmitirle los atributos félicos y, mds ade- lante, por no haber podido ensefiarle a valorar su verda- dero cuerpo de mujer.* El odio primordial de la primera separacién de la madre, hasta este momento sepultado, ahora resurge en la nifia bajo la forma de reproches cons- tantes. Por lo tanto, el descubrimiento de Ia castracién de la madre conduce a la nifia a separarse de ésta una segun- da vez y a elegir de alli en més al padre como objeto de amor. desde siempre que eataba realmente de] miamo. Segin Lacan, Is privecin ve define console falta reel de un objeto simbllico (pene uni- sal). =p J. D. Nasio: “Le concept d’hystérie”, en Enseignemen{ de 7 con- cepts eruslaus dela clinique prychanalytique, de présima sparicién on RivagesPaychanalyve. www esnips convweb/Psique 23 ‘Tiempo final: las tres salidas del complejo de castracién; nacimiento del complejo de Edipo Ante la evidencia de su falta de pene, la nifia puede adoptar tres actitudes diferentes, decisivas para el destino de su femineidad. Por cierto, estas tres salidas no siempre estan claramente distinguidas en ta realidad. 1, No hay envidia del pene La primera reaccién de la nifia ante la falta es alar- marse tanto por su desventaja anatémica que se aleja de toda sexualidad en general. Se niega a entrar en la riva- Tidad con el varén y en consecuencia no anida en ella la envidia del pene. 2, Deseo de estar dotada del pene del hombre La segunda reaccién de Ia nifia, siempre ante esta falta, es obstinarse en creer que un dia ella podria poser un pene tan grande como el que vio en el varén, y asf lle- gar a ser semejante a los hombres. En este caso, deniega Gel hecho de su eastracidn y mentiene la esperamza de ser un dia detentora de un pene. Esta segunda salida la con- duce a“... aferrarse en tenaz autoafirmacién a la masculi- nidad amenazada”.¢ E) fantasma de ser un hombre a pesar de todo constituye el objetivo de su vida, “También este complejo de masculinidad de la mujer puede desem- bocar en una eleccién de objeto manifiestamente homose- xual." Aqui, el deseo del pene es el deseo de estar dotada 10. Frei Sobrt la sgzualidad famenina, Madrid, Biblotcn Nue ‘va,1973, Obras completas, ‘UI, pég, 3080. "1G Pread: [bcd pog. 3000, Cl original remite 8 Algunae cone. cuencias psiquicas de la ‘sexual anatémica, pag. 190 de la edi- cién francesa. No encontré la cita en ese articulo, pero s{ textualmente, enel articulo que eito (T.)) on ‘www.esnips.com/web/Psique del pene del hombre. El clitoris, en tanto “pequefio pene”, sigue siendo la zona erégena dominante. 3. Deseo de tener sustitutos del pene La tercera reaccién de la nifia es la del reconocimien- to inmediato y definitivo de la castracién. Esta ultima ac- titud femenina, que Freud califica como “normal”, se ca- racteriza por tres cambios importantes. a. Cambio del partenaire amado: la madre cede el lugar al padre. Q A lo largo de los distintos tiempos que hemos desarrollado, el partenaire amado por la nifia es principalmente la madre. Este vinculo privilegiado con Ja madre persiste hasta el momento en que la nifia constata que también su madre fue desde siempre castrada. Enton- ces se aleja de ella con desprecio y se vuelve hacia el pa- dre, susceptible de responder positivamente a su deseo de tener un pene. Hay, por lo tanto, un cambio de objeto de amor. Es al padre a quien se dirigen ahora los sentimien- tos tiernos de la nifia. Asf se inicia el complejo de Edipo femenino que persistiré a lo largo de toda Ia vida de la mujer. b. Cambio de la zona erdgena: el clitoris cede et lu- gar a la vagina, O Hasta el descubrimiento de la castra- ‘cién de la madre el clitoris-pene mantiene su supremacia erégena. El reconocimiento de la propia castracién y de la castracién materna, asi como la orientacién de su amor hacia el padre, implica un desplazamiento de la libido en el cuerpo de la nifia, En el curso de los afios que van de la infancia a la adolescencia, el investimiento del clitoris se ir4 transmutando a la vagina. Entonces, el deseo del pene significa deseo de gozar de un pene en el coito, y la “vagina es reconocida ya entonces como albergue del pene y viene a heredar al seno materno”.!? 12 8, Freud: La organizacién genital infantil, Madrid, Biblioteca Nue- ‘va, 1973, Obras completas,t. II, pag. 2700. www esnips convweb/Psique 25 ¢. Cambio del objeto deseado: el pene cede el lugar a TEI deseo de gozar de un pene en el coito se me- taboliza, en esta tercera salida, en el deseo de procrear un hijo, El desplazamiento de los investimientos erégenos del clitoris a la vagina se traduciré por el pasaje, del deseo de acoger en su cuerpo el érgano peniano, al deseo de ser ma- Resumamos en pocas lineas el recorrido que conduce ‘una nifia a ser mujer. En un comienzo la bebita desea a su madre, se separa de ella por primera vez en el momen- to del destete y por segunda vez en el momento del descu- brimiento de ia castracién materna. Su deseo de un pene rige entonces al padre bajo la forma de deseo de un Se puede comprobar que el complejo de Edipo feme- nino es una formscién secundaria, mientras que el mascu- una formacién primaria. En definitiva, la es un constante devenir entramado por una mullplened de intereambios, todos ellos destinados a en- contrar el mejor equivalente para el pene. 26 Fragmentos de las obras de S. Freud sobre la castracién Seleccién bibliogradfica sobre la castracién Esquema del complejo de castracién en la nifia Odio preedipico 1” tiempo Universalidad del pene (clitoris) (No hay amenazas verbales) 240 tiempo Comparado visualmente, el clitoris resulta “inferior” al pene 3° tiempo * La madre esté castrada * “Yo fui castrada como ella”, piensa la nifia ‘+ Emergencia de la envidia del pene © Resurgimiento del odio Tempo final Separacién de la madre Deseo orientado hacia el padre y hacia otros hombres * Fin del complejo de castracion y Nacimiento del complejo de Edipo Fragmentos de las obras de S. Freud sobre la castracién Seleccién bibliografica sobre la castracién Fragmentos de las obras de S. Freud sobre la castracién Tanto para el nifto como para la nina, el pene es un atributo universal La primera {de las teorfas sexuales infantiles] se en- laza con el desconocimiento de las diferencias sexuales (..) consiste en atribuir a toda persona, incluso’a las de sexo femenino, érganos genitales masculinos como los que el nifio conoce por su propio cuerpo (1908).[1] * El cardcter principal de esta “organizacién genital infantil” (...) consiste en que el sujeto infantil no admite sino un Grgano genital, el masculino, para ambos sexos. No existe, pues, una primacia genital, sino una primacia del falo (1923).(2) * Para el nifio, el pene esté amenazado ‘Ya es conocido eémo reaccionan {los nifios) a la pri- mera percepeién de la falta del pene en las nifias. Niegan tal falta, ereen ver el miembro y salvan la contradiccién entre la observacién y el prejuicio pretendiendo que el ér- gano es todavia muy pequefio y crecerd cuando la nifia va- ya siendo mayor. Poco a poco llegan luego la conclusién, efectivamente muy importante, de que la nifia poseia ai principio un miembro andlogo al suyo, del cual luego fue despojada. La carencia de pene es interpretada como el re- www esnips convweb/Psique 1 sultado de una castracién, surgiendo entonees en el nifio el temor a la posibilidad de una mutilacién andloga (1928).13] * La experiencia visual del nifto reactiva las amenazas verbales anteriores (La madre] recurre al expediente violento, ame- nazéndolo [al nifio] con quitarle esa cosa con la cual la desafia {e} pene, objeto de practicas masturbatorias]. Ge- neralmente, delega en el padre la realizacién de tal amenaza, para tornarla més digna de crédito: le contaré todo al padre y éste le eortard el miembro. Aunque parez- ca extrafio, tal amenaza sélo surte su efecto siempre que antes haya sido cumplida otra condicién, pues, en sf mis- ‘ma, al nifio le parece demasiado ineoncebible que tal cosa pueda suceder. Pero si (...) poco después llega a ver el 6rgano genital femenino, al cual le falta, en efecto, esa parte apreciada por sobre todo lo demds, entonces toma en serio lo que le han dicho y, cayendo bajo la influencia del complejo de castracién, sufre el trauma més poderoso de su joven existencia (1938).[4] * La creencia del nifio en la universalidad del pene es mas fuerte que la realidad de la percepcién dela falta de pene Cando o ite ve dead a una hermanita saya otra nifia, sus manifestaciones demuestran que cio ha logado a ser lo bastante enéreieo para falsear la percepeién de lo real. Asf, no comprueba la falta del miem- bro, sino que dice regularmente, como con intencién conso- ladora y conciliante: “Bl... es aun pequefiite, pero ya le crecer4 cuando [la nifia] vaya siendo mayor” (1908).[8] 32 ‘www.esnips.com/web/Psique Entre el amor narcisista por su pene y el amor incestuoso por su madre, el nifio elige su pene Si la satisfaccién amorosa basada en el complejo de Edipo ha de costar la pérdida del pene, surgiré un conflic- to entre el interés narcisista por esta parte del cuerpo y la carga libidinosa de los objetos parentales. En este conflic- to vence normalmente el primer poder y el yo del nifio se aparta del complejo de Edipo (1924-fr. 1923).[6) La masculinidad del nifio casi nunca soporta esa pri- mera conmocién [de la angustia de castracién). A fin de salvar su miembro sexual, renuncia mds 9 menos comple- tamente a la posesién de la madre (1938){7] * El complejo de castracién en la nifta En Ja nifia el complejo de Edipo es una formacién se- cundaria: lo preceden y lo preparan las repercusiones del complejo de castracién. En lo que se refiere’a la relacién entre los complejos-de Edipo y de castracién, surge un contraste fundamental entre ambos sexos. Mientras el complejo de Edipo del varén se aniguila en el complejo de castracién, el de la nifia es posibilitado e iniciado por el complejo de castracién. Esta contradiccién se explica con- siderando que el complejo de eastracion acta stempre en el sentido dictado por su propio contenido: inhibe y res- tringe la masculinidn, ectmula la feminesdad C908 (31 * Para la nifa, eu clitoris es un pene El clitoris de la nifia se comporta al principio exacta- mente como un pene (1924 - fr. 1923).[9] * www esnips convweb/Psique 33 La mujer tiene dos {zonas genitales predominantes]: Ia vagina, érgano femenino propiamente dicho, y el clito- ris, érgano andlogo al pene masculino. Durante muchos afios la vagina es virtualmente inexistente (...). Lo esen- cial de la genitalidad femenina debe girar slrededor de! clitoris de la infancia (1931).[10) La nifa sabe que siempre estuvo castrada La mujer no necesita este fantasma [de castracién] puesto que ya ha venido al mundo castrada, en tanto mu- jer (1912),01] La nifia, luego la mujer, experimenta Ia envidia del pene La esperanza [de la nifia] de que, a pesar de todo, obtendré alguna vez un pene y seré entonces igual al hombre, es susceptible de persistir hasta una edad insos- pechadamente madura y puede convertirse en motivo de la conducta més extrafia e inexplicable de otro modo (1925).[12] * ‘También el complejo de castracién de la nifia es ini- ciado por la visién genital del otro sexo. La nifia advierte enseguida la diferencia (.,.). Se siente en grave situacién de inferioridad, manifiesta con gran frecuencia que tam- bién ella “quisiera tener una cosita asi”, y sucumbe a la envidia del pene, que dejard huellas perdurables en su evolucién y en la formacién de su cardcter. El que la nifia Teconozca su carencia de pene no quiere decir que la acep- te de buen grado, Atin en tiempos en que el conocimiento de Ja realidad la ha hecho ya abandonar semejante deseo Por irrealizable, ¢] andlisis puede demostrar que el mismo 34 ‘www.esnips.com/web/Psique perdura en lo inconsciente y ha conservado una considera- ble carga de energia (1933).{13] La madre esté castrada: resurgimiento del odio ... la nifia considera al principio su castracién como un infortunio individual, y sélo paulatinamente lo va ex- tendiendo a otras criaturas femeninas y, por wltimo, ta bién a la madre. El objeto de su amor era la madre falic con el descubrimiento de que la madre est castrada se le hace posible abandonarla como objeto amoroso, y entonces os motivos de hostilidad, durante tanto tiempo acumula- dos, vencen en toda la Ifnea (1933).{14] * Una consecuencia de la envidia félica parece radicar en el relajamiento de los lazos carifiosos con el objeto ma- terno. (...) 1a falta de pene es casi siempre achacada a la madre de la nifia que la eché al mundo tan insuficiente- mente dotada (1925).[15] La enemistad de algunas hijas contra su madre tiene como ultima raiz el reproche de haberlas paride mujeres y no hombres (1916).{16] . Cambio del partenaire amado: la madre cede el lugar al padre +. eva [a Ia nifia) al abandono de la madre amada, a quien Ia hija, bajo el influjo de la envidia féliea, no pue- de perdonar el que la haya traido al mundo tan insuficien- temente dotada, En medio de este resentimiento abando- na a la madre y la sustituye, en calidad de objeto amoroso, por otra persona: por el padre (...). [Ella] odia ahora a la madre que antes amara, aprovechando una doble motiva- cién: la odia tanto por celos como por el rencor que le www esnips convweb/Psique 35 guarda debido a su falta de pene. Al principio su nueva re- lacién con el padre puede tener por contenido el deseo de disponer de su pene (1938).[17] * Cambio de la zona erégena de la nia: el clitoris cede lugar a la vagina Podemos, pues, mantener que en la fase félica de la nifia es e) clitoris la zona erdgena directiva. Pero no con cardcter de permanencia, pues, con el viraje hacia la femi- neidad, el elitoris debe ceder, total o parcial mente, su sen- siblidad y con ella su significacion a la vagina (1933).{18] Cambio del objeto deseado: el pene cede lugar a un nifio El deseo con el que la nifia se orienta hacia el padre 8 quizds, originalmente, el de conseguir de él el pene que la madre le ha negado. Pero la situacién femenina se cons- tituye luego, cuando el deseo de tener un pene es relevado por el de tener un nifio, sustituyéndose asi el nifio al pene, conforme la antigua equivalencia simbélica (1933).{19] * El complejo de Edipo es el devenir “normal” de la mujer Su anhelo de poseer un pene, anhelo en realidad inextinguible, puede Hegar a satisfacerse si logra comple- tar el amor al érgano convirtiéndolo en amor al portador del mismo (1938).{20] * aoe ‘www.esnips.com/web/Psique 36 Referencias de los fragmentos citados ay Teorfos sexuales infantiles, Madrid, Biblioteca Nueva, Obras completas, t. Il, pag. 126: [2] Le organizaeidn Eenital infantil, Madrid, Biblioteca Nue- 2699. va, 1973, Obras compietos, t. III, pg. [3] 1bid,, pag. 2699. a Comper del Bricoandlixs, Madrid, Biblioteca Nueva, ‘Obras completas, t. TI, 15] Tonos caiaer infantile, Fee hap. 1266-1266. 16] La disolucién del complejo de Edipo, Madrid, Biblioteca Nuova, 1978, Obras complctos, tk ae 2750. £7] Compendio del psicoandlisis, op. cit, pég. 2408. [8] Algunas consecuencias peiquicas de la diferencia sexual ‘anatémica, Madrid, Biblioteca Nueva, 1973, Obras com- 1973, Obras rpleton il pag 3078 a Sociotg {at} Aiinoten dele Paychanalytique de Vienne", sesién del 20 de marzo de 1912, en Les ers Peychanalystes, +t. IV, Gallimard, 1983, pag. 105. 2] Algsinas consecuencias peiquicas de la diferencia sexual ica, op. cit, pag. 2899. (13) ‘Te tm femineidad’, en Nuevas leociones introduetorias al psicoandlisis, Madrid, Biblioteca Nueva, 1973, Obras com- pletas, t. IIL, pag. 3172. (14) Toad. pl 175. [151 Alpines consecuencias psiquicas de la diferencia sexual ;natémica, op. cit., pig. 2900. (16) Varios tipos de caracter descubiertos en ta labor analitca, Madrid, Biblioteca Nueva, 1973, Obras completas, t. III, pég. 2416, 37 a7 peicoandlisis, op. cit., pags. 409-3410. 8) “La Penna oe ine cit, page. 3167-9168. [19] Jbfe,, pags. 3173-317: [20] Compendio det palsoandliss op. ct, péig. 3410, 38 Seleccién bibliografica sobre la castracién FREUD, S. 1905 Trois essais sur la théorie de la sexualité, Gallimard, 1962, pags. 91-92, y nota 51 (de 1920), pag. 179-180. (Hay versién en castellano: Tres ensayos para una teorta sexual, Madrid, Biblioteca Nueva, 1973, Obras completas, tomo Ii}. 1908 “Les théories sexuelles infantiles”, en La vie sexue- 2U:E,, 1969, pég. 19. [Hay version en castellano: Teortas sexuales infantiles, Madrid, Biblioteca Nue- va, 1973, Obras completas, tomo II]. 909 “Analyse d'une phobie chez un petit garson de cing ans. (Le petit Hans)", en Cing Prychanalyses, PU.F., 1954, pags. 95-98, 168-189. [Hay versién en castella- no: Andlisis de la fobia de un. nifto de cinco anos (Caso “Juanito”), Madrid, Biblioteca Nueva, 1973, ras completas, tomo II). 1910Un souvenir d'enfance de Léonard de Vinci, Galli- mard, 1977, pég. 71-77. [Hay versién en castellano: Un recuerdo infantil de Leonardo Da Vinci, Madrid, Biblioteca Nueva, 1973, Obras completas, tomo II]. 1917 “Sur las transpositions de pulsions plus particuliére- ‘ment dans Y'erotisme anal”, en La vie sexuelle, op. cit., pags. 106-112. (Hay versién en castellano: Sobre las transmutaciones de los instintos y especialmente del erotismo anal, Madrid, Biblioteca Nueva, 1973, Obras completas, tomo II). 1918 “Extrait de l'histoire d'une nevrose infantile. (L'Hom- 39 me aux loupes)”, en Cing Psychanalyses, op. cit., pags. 378-392. 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[Hay version en castellano: Algu- nas consecuencias ps(quicas de 1a diferencia sexual anatomic, Madrid, Biblioteca Nueva, 1973, Obras ‘tome IIL.) 1027 te eecbiane en La vie sexuelle, op. cit., pags. 133- 138, [Hay version en castellano: Fetichismo, Madrid, Biblioteca Nueva, 1973, Obras completas, tomo IIL} 1931 “Sur la sexualité féminine”, en La vie sexuelle, op. cit., pags. 139-155. [Hay versién en castellano: re la sexualidad femenina, Madrid, Biblicteca Nueva, 1973, Obras completas, tomo 1 1933 “La féminité”, en Nouvelles Conférences 2 dintrodue- tion & la psychanalyse, Gallimard, 1984, pag. 167- 175. [Hay versi6n en castellano: “La femineidad”, en ‘Nuevas leeciones introductorias al psicoandlisis, Ma- drid, Biblioteca Nueva, 1973, Obras completas, tomo mL) 1987 “L'analyse avec fin et l'analyse sans fin”, en Résul- tats, Idées, Problémes I (1921-1938), P.U.F., 1985, pags. 265-268. [Hay versién en castell: ndlisis terminable e interminable, Madrid, Biblioteca Nue- va, 1973, Obras completas, tomo III.) 1938“Le clivage du moi dans le processus de défense”, en 40 Résultats, Idées, Problemes II, op. cit., pigs. 283-286, {Hay versién en castellano: Escision del “yo” en el proceso de defensa, Madrid, Biblioteca Nueva, 1973, Obras completas, tomo III), 1938 Abrégé de psychanalyse, PULP. 1949, pégs. 60-61, 65- 66. [Hay versién en castellano: Compendio del psico- andlisis, Madrid, Biblioteca Nueva, 1973, Odras completas, tomo TiN). LACAN, J. Le Séminaire, livre Ill, Les Psychoses, Seuil, 1981, pags. 21-22, 170, 195-205, 349-355, [Hay version en castellano: El Seminario 3. Las psicosis, Barcelona, Paidés, 1983). La relation d’objet et les structures freudiennes (semi- nario inédito), lecciones del 12 de diciembre de 1956, del 16 de enero de 1957, del 30 de enero de 1957, de febrero de 1957 y de marzo de 1957. Les formations de Uinconscient (seminario inédito), lecciones de marzo de 1958, de abril de 1958, de ma- yo de 1958 y del 5 de junio de 1958. Le désir et son interprétation (seminario inédito), lec- ciones de febrero de 1959, de abril de 1959, de} 13 de mayo de 1959, del 20 de mayo de 1959, del 10 de ju- me de 1959, del 17 de junio de 1959 y del 1° de julio le 1959. Ecrits, Seuil, 1966, pags. 232, 386-393, 555-556, 565, 685-695, 732, 820. {Hay versién en castellano: Escri- tos I, México, Siglo XXI, 1970 y Escritos IZ, México, Siglo XXI, 1978]. al DOLTO, F., La sexualité feminine, Le Livre de Poche, 1982, pag. 99. [Hay versin en castellano: La sexualidad femenina). —, Liimage inconscient du corps, Seuil, 1984, pags. 63- 208. (Hay versién en castellano: La imagen incons- ciente del cuerpo). LECLAIRE, S., Psychanalyser, Seuil, 1968, cap. 8. [Hay verdién’ en castellano: Psicoanalizar, México, Siglo XXI, 1978). —, Démasquer le réel, Seuil, 1971, pag. 45-53. 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No obstan- te, en muchas ocasiones, Freud ya habia esbozado esta diferencia que Lacan se esforzard por acentuar, mostran- do hasta qué punto la referencia al falo es preponderante en la teoria freudiana. Es as{ como Lacan puede eseribi “Bste es un hecho verdaderamente esencial (...) cualquie- ra sea el reordenamiento que {Freud] haya introducido en su teorizacién (...) la prevalencia del centro falico nunca fue modificada.”: La primacia del falo no debe ser confundida con una supuesta primacia del pene. Cuando Freud insiste en el cardcter exclusivamente masculino de la libido, de lo que 1 Lacan, J.: El seminario, libro TIL, Las peicosis, Barcelone, Piidés, 1984, pag. 444. www esnips convweb/Psique 45 se trata no es de libido peniana sino de libido félica. Es decir que el elemento organizador de la sexualidad huma- na no es el 6rgano genital masculino sino la representa- cién construida sobre esta parte anatémica del cuerpo del hombre. La preponderancia del falo significa que la evolu- cién sexual infantil y adulta se ordena segén la presencia ausencia de este pene imaginario —denominado falo— en el mundo de los humanos. Lacan sistematizard la dia- léctica de la presencia y de la ausencia en torno at falo a través de los concoptos de falta y de signifieante. {Pero qué es el falo? Si retomamos la totalidad del proceso de Ia castra- cion tal como fue estudiado en el varén y en la nifia, po- demos deducir que el objeto central en torno al cual se or- ganiza el complejo de castracién no es, a decir verdad, el 6rgano anatémico peniano sino su representacién. Lo que el nifio percibe como el atributo poseido por algunos y ausente en otros no es el pene sino su representacién psi- quica, ya sea bajo la forma imaginaria o bajo la forma simbética. Hablaremos entonees de falo imaginario y de falo simbélico. Falo imaginario La forma imaginaria del pene, o falo imaginario, es la representacién psiquica inconsciente que resulta de tres factores: anatémico, libidinal y fantasmético. Ante todo, el factor anatémico, que resulta del cardcter fisica- mente prominente de este apéndice del euerpo y que con- fiere al pene una fuerte pregnancia, a un tiempo téetil y visual. Bs la.“buena forma” peniana la que se impone a la percepcién del nifio bajo la alternativa de una parte pre- sente o ausente del cuerpo. Luego, segundo factor, la in- tensa carga libidinal acumulada en esta regién peniana y 48 ‘www.esnips.com/web/Psique que suscita los frecuentes tocamientos autoerdticos del ni- fio. ¥ para finalizar, el tercer factor, fantasmatico, ligado a Ja angustia provocada por el fantasma de que dicho 6r- gano podria ser alguna vez mutilado. A partir de todo es- to se hace ficilmente comprensible el hecho de que el tér- mino “pene” —vocablo anatémico— resulte impropio para designar esta entidad imaginaria creada por la buena for- ma de un érgano pregnante, él intenso amor narcisista ue el nifio le confiere y la inquietud extrema de verlo de- saparecer. {En suma, él pene, en su realidad anatémica, no forma parte del campo del psicoandlisis; s6lo entra en este campo en tanto atributo imaginario|—falo imagina- rio— con el cual estén provistos solamente algunos seres. Vamos a ver que a su vez este falo imaginario toma otro estatuto, el de operador simbélico, Falo simbélico EI falo es un objeto intercambiable La figura simbéliea del pene, o para ser mas preci- s0s, la figura simbélica del falo imaginario, o “falo simbé- lico” puede entenderse segtin distintas acepciones. Ante todo, aquella que asigna al érgano masculino el valor de objeto separable del cuerpo, desmontable e intercambia- ble con otros objetos. Ya no se trata aqui, como en el caso del falo imaginario, de que el falo simbélico sea un objeto presente 0 ausente, amenazado o preservado, sino de que ocupe uno de los lugares en una serie de términos equi- valentes. Por ejemplo, en el caso del complejo de castra- cién masculino, el falo imaginario puede ser reemplazado por cualquiera de los objetos que se ofrecen al nifio en el momento en que es obligado a renunciar al goce con su madre. Puesto que debe renunciar a la madre, también www.esnips.convweb/Psique at abandona él érgano imaginario con el cual esperaba ha- cerla gozar, El falo es intereambiado entonces por otros objetos equivalentes (pene = heces = regalos serie conmutativa, denominada por Freud “ecuacién sim- bélica”; esta constituida por objetos diversos cuya funcién, a la manera de un sefiuelo, estriba en mantener el deseo sexual del nifio, a la vez que le posibilitan apartar la peli- grosa eventualidad de gozar de Ja madre. Queremos su- brayar también que el valor de objeto intereambiable del 6rgano masculino en su estatuto imaginario (falo imagi- nario) se reconoce de modo notorio en esa tercera salida del complejo de castracién femenino que en el capitulo an- terior caracterizamos como la sustitucién del deseo del pene por el deseo de procrear: el falo imaginario es reem- plazado simbélicamente por un nifio. EI falo es el patrén simbélico Pero el falo es mucho m4s que un término entre cién que garantiza Ja existencia de la serie y que hace po- sible que objetos heterogéneos en la vida sean objetos equivalentes en el orden del deseo humano. Dicho de otra manera, la experiencia de la castracién es tan crucial en la constitucién de la sexuslidad humana que el objeto central imaginario en derredor del cual se organiza la castracién —falo imaginario— va a marcar con su im- pronta todes las demds experiencias erégenas sea cual fuere la zona del cuerpo concernida. Bl destete, por ejem- plo, o el control del esfinter anal, van a reproducir el mis- mo esquema que el de la experiencia de la castracién. Desde esta perspectiva, también los objetos perdidos —el seno que el nifio pierde o las heces que se desprenden— toman el valor del falo imaginario, Asi, el mismo falo ima- Ginario deja de ser imaginario, se excluye de la serie y se convierte en el patrén simbdlico que haré posible que ob- jetos cualesquiera sean sexualmente equivalentes, es de- Cir, todos ellos referidos a la castracién. 48 ‘www.esnips.com/web/Psique Si el falo puede excluirse de Ia serie conmutativa y constituir su referente invariable, es porque es Ja huella de este acontecimiento mayor que es la castracién, es decir, la aceptacién por todo ser humiano del mite i puesto al goce en relacin con la madre. El falo simbélico significa y recuerda que todo deseo en el hombre es un deseo sexual, es decir, no un deseo genital sino un deseo tan insatisfecho como el deseo incestuoso al cual el ser humiano hubo de renunciar. Afirmar con Lacan que el falo es el significante del deseo implica recordar que todas las experiencias erégenas de la vida infantil y adulta, todos Jos deseos humanos (deseo oral, anal, visual, etcétera) es- tardn siempre marcados por la experiencia crucial de haber tenido que renunciar al goce de la madre y aceptar la insatisfaccién del deseo. Decir que el falo es el signi- ficante del deseo equivale a decir que todo deseo es sexual, y que todo deseo es finalmente insatisfecho. In- sistamos una vez mds a fin de evitar equfvocos: en el cam- po del psicoanslisis los términos “sexual” o “sexualidad” no deben ser confundidos con el erotismo genital sino re- feridos al siguiente hecho esencial de la vida libidinal, a saber: las fatisfacriones resultan siempre inguficientes respecto del mito del goce incestuoso. El signifieante fé- lico es el limite que separa el mundo de la sexualidad siempre insatisfecha del mundo del goce que se supone absotuto. Aun existe una tercera acepeién del falo simbélico, pero est implicada de modo tan directo en la teorfa laca- niana de la castracién que tendremos que repasar previa- mente sus puntos fandamentales. Ante todo, recordemos que distinguimos el pene real del falo imaginario, y éste Ultimo del falo simbélice en sus dos estatutos, el de ser un objeto sustituible entre otros y el de ser —fuera de e508, objetos— el referente que garantiza la operacién misma de su sustitucién. www esnips convweb/Psique 49 El falo es el significante de la ley En la concepcién lacaniana la castracién no se define tan sélo por la amenaza que provoca la angustia del nifio, ni por la constatacién de una falta que origina la envidia del pene de la nifia; se define, fundamentalmente, por la separacién entre la madre y el hijo. Para Lacan la castra- cién es el corte producido por un acto que secciona y diso- cia el vinculo imaginario y narcisista entre la madre y el nifio, Como ya hemos visto, la madre en tanto mujer colo- ca al nifio en el ugar de falo imaginario, y a su vez el nifio se identifica con este lugar para colmar el deseo ma- terno. E] deseo de la madre, como el de toda mujer, es el de tener el falo. El nifio, entonces, se identifica como si fuera é1 mismo ese falo, el mismo falo que la madre desea desde que entré en el Edipo. Ast, el nifio se aloja en la parte faltante del deseo insatisfecho del Otro materno. De este modo se establece una relacién imaginaria consolida- da, entre una madre que cree tener el falo y el niflo que cree serlo. Por lo tanto, a diferencia de lo que habriamos enunciado con Freud, el acto castrador no recae exclusi- vamente sobre el nifio sino sobre el vinculo madre-nifio. Por lo general, el agente de esta operacién de corte es el padre, quien representa la ley de prohibicién del incesto. Al recordar a la madre que no puede reintegrar el hijo a su vientre, y al recordar al nifio que no puede poseer a su madre, el padre castra a la madre de toda pretensién de tener el falo y al mismo tiempo castra al nifio de toda pre- tensién de ser el falo para la madre. La palabra paterna que encarna la ley simbélica realiza entonees una doble castracién: castrar al Otro materno de tener el falo y cas- trar al nifio de ser el falo. A fin de acentuar mejor la distincién entre la teoria lacaniana de la castracién y del falo, y las tesis freudia- nas, subrayemos que en Lacan: —la castracién es més un acto de corte que una amenaza o una envidia; —este acto recae més bien sobre un vinculo que so- bre una persona; 50 ‘www.esnips.com/web/Psique —este acto apunta a un objeto: el falo imaginario, ob- jeto deseado por la madre con el cual el nifio se identifica; —el acto de castracién, aun cuando es asumido por el padre, no es en realidad la accién de una persona fisica sino la operacién simbélica de la palabra paterna. El acto de la castracién obra por la ley a la cual el padre mismo, como sujeto, esté inexorablemente som: Madre, padre, hijo, todos ellos estén Sujetos al orden simbélieo que asigna a cada uno su lugar definido e impo- ne un Ifmite a su goce. Para Lacan, el agente de la castra- cién es la efectuacién en todas sus variantes de esta ley impersonal, estructurada como un lenguaje y profunda- mente inconsciente. Una prueba a atravesar, un obstdculo a franquear, una decisién a tomar, un examen a aprobar, eteétera, son todos desafios de la vida cotidiana que reac- tualizan —sin que el sujeto tenga conciencia de ello y al precio de una pérdida— la fuerza separadora de un limite simbélico. Se hace comprensible entonces el sentido de la formula lacaniana: la castracién es simbélica y su objeto imaginario. Es decir que es la ley que rompe la ilusién de todo ser humano de creerse poseedor o de identificarse con una omnipotencia imaginaria. Ahora podemos concebir la tercera acepcién del falo simbélico en tanto asimilado por Lacan a la ley misma en su eficacia interdictora de} incesto y separadora del vincu- Jo madre-nifio, Nos encontramos, entonces, ante una sin- gular paradoja: el mismo falo es, en tanto imaginario, el objeto al cual apunta la castracién y, en tanto simbélico, el corte que opera la castracién. La dificultad para despejar con claridad la teorfa lacaniana del falo proviene justa- mente de estas multiples funciones encarnadas por el fa- lo. El pene real, por estar investido, sélo existe como falo imaginario; a su vez el falo imaginario, por ser intercam- biable, s6lo existe como falo simbélico; y finalmente el falo simbélico, por ser significante del deseo, se confunde con la ley separadora de la castracién. www esnips convweb/Psique 8 Fragmentos de las obras de S. Freud y de J. Lacan sobre el falo Seleccién bibliografica sobre el falo Fragmentos de las obras de S. Freud y de J. Lacan sobre el falo Freud El falo es un objeto separable y sustituible El pene queda asf reconocido como algo separable del cuerpo y relacionado, por analogia, con el excremento, primer trozo de nuestro cuerpo al cual tuvimos que re- nuneiar (1917).[1) * 1 Ro aélo en los érganos genitales sittia [el niffo] la fuente del placer que espera, sino que otras partes de su cuerpo aspiran en él a esa misma sensibilidad, procuran sensaciones de placer andlogas y de este modo pueden ju- gar el rol de érganos genitales (1917).[2] . + Lacan El falo es un patrén simbélico El falo en la doctrina freudiana no es una fantasia, si hay que entender por ello un efecto imaginario. No es 55 tampoco come tal un objeto (parcial, interno, bueno, malo, eteétera...) en la medida en que ese término tiende a apreciar la realidad interesada en una relacién. Menos aun es el érgano, pene o clitoris que simboliza. ... Pues el falo es un significante (..), el significante destinado a de- signar en su conjunto los efectos det significado.[3] * El falo es el significante del deseo ¥ en primer lugar, gpor qué hablar de falo y no de pene? Ess que no se trata de una forma o de una imagen o de una fantasia, sino de un significante, el significante del deseo.{4] . De hecho lo que hay que reconocer es la funcién del falo, no come objeto, sino como significante del deseo, en todos sus avatares.[5) * El falo simbélico equivale ala ley ‘La metéfora paterna actia en si por cuanto la pri- macfa del falo es instaurada en el orden de la cultura.[6] * El nifio es el falo imaginario del deseo de la madre En la relacién primordial con la madre [el nifio] hace la experiencia de lo que a ésta le falta: el falo (...) Enton- ces se esfuerza por satisfacer [en ella] ese deseo imposible de colmar en una dialéetiea muy particular de sefiuelo, or ejemplo en actividades de seduccién, ordenadas todas ellas en torno al falo [simb6lico] presente-ausente[7] 56 * En un primer tiempo, el nifio estd en relacion con el deseo de la madre, es deseo de deseo. Bl objeto de ese de- seo es él falo, objeto metonimico, esencialmente en cuanto cireularé por todas partes en el significado: es en la ma- dre donde se plantearé la cuestién del falo y donde el nitio debe descubrirla [8] Si el deseo de la madre es el falo, el nifio quiere ser el falo para satisfacerlo.[9} El nifio es castrado de “ser el falo” ... la solueién del problema de la castracién no esté en el dilema: tenerlo 0 no tenerlo; el sujeto debe primero reconocer que no lo es. Sélo a partir de aqui, sea hombre 0 raujer, podré normalizar su posicién natural.{10] * Si el nifio es castrado de “ser el falo”, puede entonces tener el falo bajo la forma del intercambio simbélico El falo tiene en efecto una funcién de equivalencia en la relacién con el objeto: es en proporcién con cierta renun- cia al falo como el sujeto entra en posesién de la plurali- dad de los objetos que caracterizan al mundo humano.[11) * La castraci6n es simbélica, su objeto imaginario La castracién, en tanto se la encuentra en la génesis de una neurosis, no es jamés real sino simbdlica y recae sobre un objeto imaginario.{12] * 87 El falo imaginario es una imagen en negativo, un agujero en la imagen del otro .. el falo, 0 sea la imagen del pene, es negatividad en su lugar en la imagen especular [del otro}.[13] Referencias de los fragmentos citados 1 Sobre Jas transmutaciones de los instintos y especialmente del erotismo anal, Madrid, Biblioteca Nueva, 1973, Obras completas, t. II, ps. 2038. [2] Introduction a ta psychanalyse, Payot, 1981, pags. 193- 194. (Hay versién castellana: Lecciones introductorias at psicoandlisis, Madrid, Biblioteca Nueva, 1973, Obras completas, t. 1). {3) “La significacion del falo”, en Escritos, Buenos Aires, Siglo XXL, tI, page. 669-670. [4] Las formaciones del inconsciente, transcripcién de J.-B. Pontalis, Buenos Aires, Nueva Visién, 1970, pag. 112. {5] Ibid, pg. 124. [6] Ibid, pag. 86. [1] La relation d'objet et les structures freudiennes, transcrip- clon de JB. Pontalis, en Bulletin de peychologie, t. X (1956-1957), pag. 743. [8] Las formaciones del inconsciente, op. cit., pg. 89. {9} “La significacién del falo”, foc. cit., pag. 673. [10} Las formaciones del inconsciente, op. cit., pag. 124. (1) zB deseo y au interpretacion wranscripcion de J.-B. Ponta- ‘Las formacionen del inconaciente, op. cit, pag. 173. 12} i “an dobjet et les structures freudiennes, en Bulle- t. X (1956-1957), pag. 852. 3) Subweessn sujeto y dialéctica del deseo” en Escritos, op. cit, t TT, pag. 822. Seleccién bibliografica sobre el falo FREUD, S., 1928 “Lengenisation génitale infantile” en La vie sexue- Ue, PULE, 1969, pags. 113-116, [Hay versicn en cas- tcliano: La orgunisecion sonual infants adeon la teorta sexual, Madrid, Biblioteca Nueva, 1973, Obras completas, tomo mt} 1938 Abrégé de psychanalyse, P.U.F., 1949, pég. 15. [Hay versién en castellano: Compendio de psicoandlisis, Madi piblioteca Nueva, 1973, Obras completas, tomo JIE. LACAN, J., La relation d’objet et les structures freudiennes (se- minario inédito), lecciones de diciembre de 1956, marzo de 1957, 19 y 26 de junio de 1957. Les formations de l'inconscient (seminario inédito), lecciones de marzo, abril, mayo y junio de 1958. Le désir et son interprétation (seminario inédito), lec- ciones de abril, mayo, junio y julio de 19°9. Ecrits, Seuil, 1966, pags. 522, 555-556, 565-566, 608, 632-633, 683, 685-695, 715, 732, 793-827. [Hay ver- sién en'castellano: Escritos I y Escritos II, México, Siglo XXI, 1970 y 1978, respectivamente.] 59 Bonner, G., “La logique phallique” en Paychanalyse & TUniversité, 1980, vol. 5, N* 20, pag. 621. Conrté, C. y SAFOUAN, M., articulo “Phallus”, en Encycio- paedia Universalis, vol. XII, pigs, 914-915. FENICHEL, O., “The symbolic equation: Girl = Phallus” en Psychoanalytic Quarterly, 1949, XX, vol. 3, pags. LECLARE, S., Démasquer le réel, Seuil, 1971, pags. 45-53. [Hay version castellana: Desenmascarar lo real, Buenos Aires, Paidés, 1982.) Nasto, J. D., “Métaphore et phallus” en Démasquer le réel, op. cit., pags. 101-117. (Hay versién castellana: Desenmascarar lo reat, Buenos Aires, Paidés, 1982). ‘TAILLANDIER, G., ‘Le phallus: une note historique”, en Eaquisses psychanalytiques, primavera 1988, N* 9, pég. 199. 3 El concepto de NARCISISMO El concepto de narcisismo* Sylvie Le Poulichet La referencia al mito de Narciso, que evoca el amor orientado a la imagen de uno mismo, podria hacer creer que semejante amor seria totalmente independiente de las pulsiones sexuales tal como Freud las puso de mani- bien, en el campo del psicoandlisis el concep- isismo representa, por el contrario, un modo particular de relacién con la sexualidad. A fin de exponer el concepto de narcisismo, seguire- mos la evolucién de dicha nocién a través de los trabajos sucesivos de Freud y de Lacan. No vamos a establecer en su totalidad las referencias en estos dos autores, sino que intentaremos despejar las lineas centrales que sitéan la comprensién del concepto. Mediante el montaje de un esquema propuesto por J.D. Nasio podremos sostener a lo largo del texto los principales desarrollos tedricos. El concepto de narcisismo en Freud En 1898, Havelock Ellis hace una primera alusién al mito de Narciso a propésito de las mujeres cautivadas por su imagen en el espejo. Pero es Paul Niicke quien, en 1899, introduce por primera vez el término “narcisismo” * La vorsién definitiva de este texto en francés fue establecida por Liliane Zolty. www esnips convweb/Psique 63 en el campo de la psiquiatria. Con este término designa un estado de amor por uno mismo que constituirfa una nueva categoria de perversién. Ahora bien, en esta época Freud se planteaba la pregunta de Ja “eleecién de la neu- rosis": {por qué se vuelve uno obsesivo y no histérico? En ese momento, explicaba la eleccién segin Ia edad en la que sobrevino el trauma. Habré que esperar hasta 1910 para que Freud, en reaccién a las desviaciones de algunos de sus discipulos, se vea levado a precisar gu posicién sobre el narcisismo. Critica de modo radical las tesis de Jung: en efecto, el estudio de las psicosis habia conducido a este ultimo a ampliar la nocién de libido hasta hacerle perder todo ca- récter propiamente sexual. Al mismo tiempo, se opone a Sadger con respecto a la cuestién del narcisismo en la ho- mosexualidad. En ambos casos, Freud sostiene que un uso ineorrecto de la nocién de nareisismo podria desviar la investigacién psicoanalitica, al subestimar la funcién de las pulsiones sexuales cuya preponderancia recuerda una vez més. Finalmente, estos debates lo conducen a elaborar una verdadera teoria del narcisismo. * + Si reunimos todos los postulados de Freud sobre el narcisismo, descubriremos algunas contradicciones debi- das en parte a las sucesivas reformulaciones de la teoria. En lugar de seguir 1a evolucién a Jo largo de los textos, nuestro intento radicaré més bien en despejar las gran- des Iineas de la elaboracion freudiana. Es en 1911 cuando Freud, con ocasién de su estudio sobre la psicosis del presidente Schreber, plantea por pri- mera ver el narcisismo como un estadio normal de la evo- Tucién de la libido. Recordemos que con el término “libido” Freud designa la energia sexual que parte del cuerpo e in- viste los objetos. 64 ‘www.esnips.com/web/Psique Nareisismo primario y narcisismo secundario Freud distingue dos narcisismos, primario y secun- dario, que vamos a abordar de modo sucesivo, En 1914, Freud, en su artfeulo dedicado a la “introduccién” al nar- cisismo, define el narcisismo primario como un estado que no se puede observar de modo directo pero cuya hipétesis hay que plantear por un razonamiento deductivo. En un principio no existe una unidad comparable al yo,* éste sélo se desarrolla de modo progresivo. El primer modo de satisfaccién de la libido seria el autoerotismo, es decir el placer que un 6rgano obtiene de sf mismo; las pul- siones parciales buscan, independientemente una de la otra, satisfacerse en el propio cuerpo. Este es, para Freud, el tipo de satisfaccién que caracteriza al narcisismo pri- mario, cuando el yo en tanto tal atin no se constituys. En ese entonces, los objetos investidos por las pulsiones son las propias partes del cuerpo (figura D). En 1914, Freud pone el acento en la posieién de los padres en la constitucién del narcisismo primario: “El ‘amor parental [hacia su hijo] (...) no es més que una resu- rreccién del narcisismo de los padres”, escribe.! Se produ- ce una “reviviscencia”, una “reproduccién” del narcisismo de los padres, quienes atribuyen al nifio todas las perfec- ciones, proyectan en él todos los suefios a los cuales ellos mismos hubieron de renunciar. “Su Majestad el Bebé” realizaré “los suefios de deseo que los padres no realiza- ron”, asegurando de este modo la inmortalidad del yo de los padres. De alguna forma, el narcisismo primario re- presenta un espacio de omnipotencia que se crea en la confluencia del narcisismo naciente del nifio y el narcisis- mo renaciente de los padres. En este espacio vendrian a + Del mismo modo, la libido objetal y In libido del yo no estan on ‘os rolaca de exlusda: existe una reverebilldad de le Uo, ya que cl yges también un objeto que se conatituye en In imagen. 1 “Freud, 8: Inireclucciin a! nariaismo, Madrid: Biliotoce Nueva, 1973, Obras completas, tT, pég.2027. www esnips convweb/Psique 65 Pulsign Figural Narcisiamo primario en donde cada pulsién ‘00 satisface autcersticamente sobre el propio cuerpo ingeribirse las imagenes y las palabras de los padres, a la manera de los votos que, siguiendo la imagen de Frangois Perrier, pronuncian las buenas y las malas hadas sobre la cuna del nifio.2 Situemos ahora el narcisismo secundario, que co- rresponde al narcisismo del yo; para que se constituya el nareisismo secundario es preciso que se produzca un mo- vimiento por e} cual el investimiento de los objetos retor- na e inviste al yo. Por lo tanto, el pasaje al narcisismo secundario supone dos movimientos* que podemos seguir en el siguiente esquema (figura 2): 2 Perrier, P: La chauate d’Antin, Bourgois, 1978, t. I, pég.110. 8 Estos movimientos estén magintralmente indicados en 1911, en las Obsercaciones paicoanalftices sobre un caso de paranoia ente descrito (caso Schreber), Madrid, Biblioteca Nueva, 107, t Ty en 1013 en Le disposieion a lo neurosis obeeiva, Madea, Biblioteca Nueva, 1973, Obras completas, t. II, pag. 1740, ‘www.esnips.com/web/Psique 66 a ~ Seguin Freud, el sujeto concentra sobre un objeto sus pulsiones sexuales parciales “que hasta entonces ac- tuaban bajo el modo autoerstico”; la libido inviste el obje- to, mientras la primacia de las zonas genitales ain no se ha instaurado. b— Mas tarde estos investimientes retornan sobre el yo. La libido, entonces, toma al yo como objeto. {Por qué sale el nitio dei narcisismo primario? El nifio sale de ese estadio cuando su yo se encuentra con- frontado a un ideal con el cual debe medirse, ideal que se formé en su exterior y que desde alli le es impuesto. En efecto, de a poco el nifio va siendo sometido a las exigencias del mundo que lo rodea, exigencias que se tra- ducen simbélicamente a través del lenguaje. Su madre le habla, pero también se dirige a otros. El nifio comprende entonces que ella también desea fuera de él y que él no es todo para ella; ésta es Ia herida infligida al narcisismo primario del nifio. De alli en més, el objetivo sera hacerse amar por el otro, complacerlo para reconquistar su amor, pero esto sélo se puede hacer satisfaciendo ciertas exigen- cias, las del ideal del yo. En Freud este concepto designa las representaciones culturales, sociales, los imperativos éticos, tal como son transmitidos por los padres. Para Freud, el desarrollo del yo consiste en alejarse del nareisismo primario. En realidad el yo “aspira inten- samente” a reencontrarlo, y por eso, para volver a ganar el amor y la perfeccién narcisista, pasard por la media- cién del ideal del yo. Lo que se perdi es la inmediatez del amor. Mientras que con e narcisismo primario el otro era uno mismo, ahora uno sélo se puede experimentar a tra- vés del otro. Pero el elemento mds importante que viene a perturbar el narcisismo primario no es otro que el “com- plejo de castracin”. Mediante este complejo se opera el reconocimiento de una incompletud que va a suscitar el deseo de reencontrar la perfeccién narcisista. www esnips convweb/Psique 67 Hi a: oe Figura 2 Movimiento de la libido one] nareisiemo secundario Imagen del yo y objeto sexual El bosquejo del narcisismo que acabamos de presen- tar ineluye una imagen del objeto y una imagen del yo; ahora vamos a considerar dichas imagenes en su relacién con el investimiento sexual. Volvamos a lo que afirma Freud respecto de la elec- ci6n del objeto de amor en los homosexuales: ellos mismos se vuelven su propio objeto sexual —dice— es decir que “bascan, partiendo de una posicién narcisista, hombres jévenes y semejantes a su propia persona, a los que quie- ren amar como la madre los amé a ellos.”* Amarse a si mismo a través de un semejante, eso es lo que Freud de- nomina “eleccién narcisista de objeto”. Y precisa que todo amor por el objeto comporta una parte de narcisismo.* A propésito del presidente Schreber, Freud observaba que “... vemos una supervaloracién sexual del propio yo y que podemos situar al lado de la conocida supervaloracién del objeto erdtico.t Ast, podemos despejar de los textos freu dianos a idea de que el yo encarna un reflejo del obj dicho de otra manera, el yo se modela sobre la imagen del objeto. Pero es importante subrayar que esta imagen amada constituye una imagen sexualmente investida. En el caso de la homosexualidad se trata de una imagen que representa lo que la madre desea; al amar esa imagen el homosexual se toma a sf mismo como objeto sexual. ‘A propésito de la eleceién nareisista de objeto, Froud ioc gud 8; Ten ensayo para una teoris veal, Madrid, Biblioteca 1973, Obras completas, t. I, nota 837, pag. 1178. Not" Gleccn dierent a le Miation anion ie ga” on ta gue tujto privilege Ftutra” o ‘el hombre proteor”, et dei objetos nexuales de las primeras experiencias de satisfacci6: Tigadas al ejercicio de las funciones vitales. 8 En Caso Schreber, op. cit, pag. 1519, * Para ser rigurosos, debemos establecer una precisién. Lacan roennéc ol entadio dl espjo como formador dol yo (Je), 0 del yo (moi) como lo darian a entender estas lineas, Cf. los desarrollos de pigs. 175-176. www esnips convweb/Psique 69 también evoca un estado en el cual “la mujer se basta a sf misma”, hablando con precision, sélo se ama a s{ misma, y busca suscitar la envidia mostrdndose. Entonces, pode- mos entender el narcisismo como el investimiento de su propia imagen bajo la forma de un falo. En cuanto concierne a la relacién entre la imagen del yo con la imagen del objeto, las formulaciones freudid- fag se van a aclarar gracias & la teoria de la identifics- cién, Narcisismo e identificacién Freud concibi¢ la identificacién narcisita en 1917, a partir del estudio del duelo y de la melancolia: el yo se identifica con la imagen de un objeto deseado y perdido. En la melancolia, el investimiento del objeto retorna so- bre el yo, “la sombra del objeto cayé asi sobre el yo", dice Freud? La identifieacién del yo con la imagen total del objeto representa una regresién a un modo areaico de identificacién en el que él yo encuentra en una relacién de incorporacién al objeto. Este estudio constituye un desa- rrollo importante para la teoria del narcisismo y, como su- cede a menudo en la trayectoria freudiana, el andlisis de los fenémenos patologieos permitira esclarecer los proce- 808 normales, Después de 1920, Freud enunciard claramente los postulados generales que resultan de este estudio de la melancolfa. En especial, precisa que “el narcisismo del yo es de este modo un narcisismo secundario sustraido a los objetos”* y afirma que “la libido que fluye hacia el yo por 7 Froud, 8: Duelo y malancolt, Madrid, Biblioteca Nueva, 1973, Obras completas, t. II, pg, 2095. 5 Freud, 8: Eloy ef ello, Madrid, Biblotoea Nueva, 1973, Obras completas, t. IT, pag. 2720. 0 ‘www.esnips.com/web/Psique medio de las identificaciones descritas representa su nar- cisismo secundario” * Asi, la transformacién de los investimientos de ob- jeto en identificaciones contribuye en gran parte a la formacién del yo. Por lo tanto, el yo resulta de la “sedi- ‘mentacién de los investimientos de objetos abandonados”; contiene, en cierto modo, “Ia historia de tales elecciones de objeto” 1° En esta medida se puede considerar que el yo resulta de una serie de “rasgos” del objeto que se inscri- ben inconseientemente: el yo toma los rasgos del objeto (figura 3). Podemos asi representarnos con el yo como una cebolla formada por distintas capas de identificacién al otro. “En suma, el narcisismo secundario se define como el investimiento libidinal (sexual) de la imagen del yo, es- tando esta imagen constituida por las identificaciones del yoa las imagenes de los objetos. Neurosis narcisistas y estancamientos de la libido En su articulo de 1914, Freud intents responder, a partir de su teorfa del narcisismo, a la pregunta de la eleccién de la enfermedad: {por qué se vuelve uno histéri- co, por ejemplo, y no paranoico? Lega a la conclusién de que el neurético mantiene una relaci6n erética con los objetos por la mediacién de los fantasmas, mientras que en los casos de demencia precoz y de esquizofrenia (afecciones que Freud denomina “neurosis narcisistas”), los sujetos retiraron “realmente” su libido de las personas y del mundo exterior. En ambas enfermedades narcisistas se produce una retraccién de la libido con la cual estaba investido el objeto. Asf, toda la li- 9 Tid, pag. 2711, Nota 1640. (Bl original remite » Psicologia de Jas masas 3 andlisia del yo. No encontré la nota en ese articulo, pero sf, textualmente, en el articalo que cito. (T.] 10 Ibid, pag. 2711. www esnips convweb/Psique n 134 BUF i Ei 2 a del yo a los rasgos Serie de objetos abandonados ‘marcados con sus Tasgos (x) ‘Yo identificado ‘los rasgos de los objetos: abandonados Narcisismo primario Figura 3 la identifieacién dal yo a los rasgos bido es acumulada por el yo donde se estanca, a la vez que el objeto se separa del mismo. El corte con el objeto es correlativo a una detencién de la circulacién de la libido. Podemos representar este corte en el esquema (figura #): Aclaremos que, segiin Freud, también el neurético abandona la relacién con 1a realidad; pero su libido per- manece ligada en el fantasma a determinadas partes del objeto: “... han sustituido los objetos reales por otros ima- ginarios, o los han mezelado con ellos." En ese mismo articulo de 1914, Freud describe otras formas de “estancamiento de la libido, que representan otras tantas vias que posibilitan el abordaje de la cues- tién del nareisismo: se trata de la enfermedad orgénica y de Ja hipocondria. En la enfermedad orgénica el enfermo retira regularmente todo su “interés libidinal” del mundo exterior y de sus objetos de amor, al tiempo que se opera un repliegue de la libido sobre su yo.' Para ilustrarlo, Freud cita una frase sumamente elocuente de W. Busch, a propésito del dolor de muelas del poeta: “Concentréndose est su alma en el estrecho hoyo de su molar.” Cuando se realiza semejante sobreinvestimiento narcisista sobre “la representacién psfquica del lugar doloroso {del cuerpo]”,!? la libido deja de circular. ¥ Freud demuestra que en este caso resulta imposible diferenciar Ja libido del interés del yo. La modificacién de la libido se muestra en un todo semejante en el aso de la hipocondria, en donde efectiva- mente no es determinante que la enfermedad sea real o imaginaria, El hipocondriaco inviste una zona de su cuer- po que adquiere el valor de érgano sexual en estado de excitacién; puesto que la erogeneidad es una propiedad general de todos los érganos, cualquier parte del cuerpo 1 Freud, 8: Introduccién al narcisismo, op. cit., pag. 2018. 12 Esta formulacion aparece en 1925, en Inhibicién, sintoma y angustia, Madrid, Biblioteca Nueva, 1973, Obras completas, t. 1, pg. 2882. www esnips convweb/Psique 2B h— comes —+ puede ser investida como un érgano genital dolorosamen- te sensible. Y también en este caso ta libido deja de circu- lar. Freud describe asf dos configuraciones en las cuales 4.8] el narcisismo se encuentra de alguna manera cristaliza- giass do; sin que el corte con el objeto sea total, ambas instalan ge e338 un “repliegue narcisista” que detiene el movimiento del deseo. —_—os— Habiendo trazado de este modo las grandes lineas que se deducen de los textos freudianos, vamos a ver aho- ra e6mo retoma y prosigue Lacan la elaboracién del con- cepto de narcisismo. i El concepto de narcisismo en Lacan Primer periodo (1932 - 1953) Los primeros textos de Jacques Lacan abordan la cuestién del nareisismo a partir del estudio de la para- noia. En 1932, con ocasin de su investigacién sobre el ca- so Aimée, se apoya en la nocién freudiana de “eleccién de objeto narcisista”, como asi también en un artfculo de 1922, en el cual Freud se dedica al andlisis de los meca- nismos neuréticos de los celos, la paranoia y la homose- Recordemos que Aimée, después de haber intentado asesinar a una actriz célebre, fue internada en el hospital Sainte-Anne, En ese momento la conoce Lacan. De la ob- servacién surge que en el caso de Aimée la libido habia quedado fijada a la imagen de su hermana: sélo se ve a sf misma en la imagen de su hermana, Y este objeto adora- do se presenta simulténeamente como un objeto invasor y persecutorio: existe en Aimée un amor apasionado por la imagen del perseguidor, que se acompafia de una verda- dera negacién de sf misma. Para Lacan, la hostilidad de Aimée hacia su herma- na fue desplazada a otras mujeres, y la tentativa de asesi- Rigura 4 ‘Movimiento de la libido en el narcisismo de la paicosis enel yo Estancamiento de la libido Narcisismo primerio www esnips convweb/Psique 6 nato de la actriz corresponde a una reaccién defensiva contra la intrusién invasora de? objeto adorado. Semejan- te reaccién se vuelve inteligible al observar que para todo sujeto narcisismo y agresividad son correlativos y contem- pordneos en el momento de la formacién del yo. En efecto, puesto que el yo se forma a partir de la imagen del otro, se produce una tensién cuando el sujeto ve su propio cuer- po en la imagen del otro: percibe su propia perfeccién rea- lizada en el otro, y sin embargo este ultimo sigue siendo exterior. En el caso de Aimée, que habia quedado cristalizada y cautivada en la imagen de su hermana, se habia vuelto imprescindible suprimir esta imagen para que la tensién cesara y la libido retornara al yo. En efecto, la referencia al ideal del yo star ausente en Aimée; nada viene a regular y me ar su relacién imaginaria con el otro. Por lo tanto, fue el estudio de la paranoia lo que Ile- v6 a Lacan a esclarecer y profundizar los procesos funda- mentales de la formacién del yo. La prosecucién de estas investigaciones lo conduciré, en 1936, a la teorfa del “estadio del espejo” el cual, entonces, representa el naci- miento mismo del yo. Presentaremos sus caracteristicas en forma resumida. El yo esta ligado a la imagen del propio cuerpo. El nifio ve su imagen total reflejada en-el espejo, pero hay una discordancia entre esta visin global de la forma de su cuerpo, que precipita la formacién del yo, y el estado de dependencia y de impotencia motriz en que se encuen- tra en realidad. En este momento, Lacan pone el acento en Ja prematuracién, en la condicién de impotencia del ni- fio, que seria la raz6n de una tal alienacién imaginaria en el espejo. Muestra e6mo el nifio anticipa, a través de esta experiencia, el dominio de su cuerpo: mientras que hasta ese instante se experimentaba como cuerpo fragmentado, ahora se encuentra cautivado, fascinado por esta imagen dél espejo y siente jubilo, Pero ésta es una imagen ideal de si mismo que nunca podrd aleanzar. E} nifio se identifi- ca con esta imagen y se coagula entonces en una “estatu- ra”. Se toma por la imagen y concluye “la imagen soy yo”, 6 www.esnips.com/web/Psique aunque esta imagen se sitée afuera, sea exterior a él. A esto Lacan lo denomina identificacién primordial con una imagen ideal de si mismo. Anteriormente hablamos de la formacién del yo en referencia a la imagen del semejante; deciamos que el yo se forma por la imagen del otro. En realidad, el otro re- presenta también un espejo: a- En un primer momento, el nifio rivaliza con su propia imagen en el espejo. Pero finalmente es la unica vez, fugitiva, que ve verdaderamente su imagen total. b- Esta identificacién prepara la identificacién con el semejante, en el curso de la cual el nifio va a rivalizar con la imagen del otro. Aqui, es el otro quien posee su imagen, el cuerpo del otro es su imagen. La imagen en el espejo y la imagen en el semejante ccupan el mismo lugar en el esquema, bajo la forma “yo ideal” (figura 5) ‘A lo largo de este periodo, que va de 1932 a 1953, Lacan elabora su teorfa del narcisismo a través de sus vestigaciones sobre la paranoia, la formacién del yo y la agresividad. Finalmente formula varias proposiciones no- vedosas: a- El yo queda reducide al narcisismo: en ningun ca- so es asimilable a un sujeto del conocimiento en el marco del sistema “percepeién — conciencia”. El yo no es més que esta captacién imaginaria que caracteriza al narcisismo. b- El estadio del espejo est ubieado en el nacimien- to mismo del yo." c— Narcisismo y agresividad se constituyen en un Unico tiempo, que seria el de la formacién del yo en la * A fin de diferenciar los términos franceses moi (pronombre personal de la primera persona singular; corresponde al “yo” de la segunda t6pica freudiana) y je (también pronombre personal de Ix primera persona singular, pero que s6lo puede cumplir en la frase la Frneiéa de sojeto, corresponde al sujeto Gel inconsciente de la Weoria ecenians) se eeguird el siguiente eriterio: moi = yo; je = yo (je); moje = yo (moi-je). En los casos en que pueden prestarse a confusién se indicard también entre corchetes yo (moi); [T.} www esnips convweb/Psique ” El ideal dol yo regula imagenes del otro § basa B28 3 o zg UAL Uy, “Wy “ : 7 Narcisismo primario 'El movimiento de la libido sigue el movimiento del retorno de Ja imagen del otro como ai fuera mi imagen Formacién del yo a travéa de las imsgenes del otro imagen del otro, En cuanto a Freud, en su articulo de agresividad, luego conversién en amor por medio de la eleccién de objeto narcisista, d- Para finalizar, a partir del estudio de 1a paranoia, Lacan retiene un aspecta esencial que considera como un rasgo universal: el yo tiene una estructura paranoica, es un lugar de desconocimiento; es decir que yo no reconozco lo que esta en mf, lo veo fuera en el otro (como lo muestra de modo notorio el andlisis de la proyectién en los celos), Segundo periodo (1953 - 1958) A lo largo de este perfodo Lacan va a insistir en la primacia de lo simbélico, Imagen y deseo Alo largo del Seminario I sobre Los escritos técnicos de Freud, Lacan prosigue una reflexién sobre la cuestin de la relacién con el semejante. Dada la identificacién narcisista con el otro, el nifio se encuentra fascinado, capturado por la imagen del otro que encarna una posicién de dominio, Supongamos que vea a su hermanito mamando del seno de la madre: es en esta imagen del otro, entonces, donde el niffo se va a reco- nocer, donde va a percibir eu propio deseo. Es porque se identifica con este otro que su deseo aparece como el de- seo del otro. Y ante todo quiere estar en el lugar del otro. Para Lacan, el hombre se experimenta como cuerpo, como forma del cuerpo, en un movimiento bascular, de inter- cambio con el otro. Ya que en el sujeto humano el primer 18 Fread, S.: Sobre algunos mecanismos neuréticos en los celos, la Paranoia y la homosersalidad, Madrid, Bibliotecs Nueva, 1973, Obras ‘completas, t. TIL. www esnips convweb/Psique 9 impulso del apetito y del deseo pasa por Ja mediacién de una forma que ve proyectada, exterior a él, en su propio reflejo primero, luego en el otro. Es el deseo originario, confuso, que se expresa en el vagido del nifio, el que éste aprende luego a reconocer invertido en el otro. ‘Asi, la imagen narcisista constituye una de las con- diciones de la aparicién del deseo y de su reconocimiento. La imagen del cuerpo “es el anillo, el gollete, por el cual el haz confuso del deseo y las necesidades habré de pa- sar...",14 La mediacién del ideal del yo ‘Volvamos & la relacién dual con el semejante: decta- mos que el nifio esta capturado por la imagen del otro y que percibe su deseo en el otro. Al mismo tiempo se esta- blece una tensién: habria que destruir a este otro que es él mismo, destruir a aque] que representa el asiento de la alienacién. Ve su perfeccién y su deseo realizados en el otro, a tal punto que en la plenitud de esta pura ldgica especular llega al deseo de la muerte del otro. En efecto, semejante relacién dual se torna inhabitable, no existe salida satisfactoria en esta relacién entre un yo y un yo ideal, ya que no hay subjetivacién: el sujeto no se recono- ce alli (en el yo ideal) porque allf se encuentra tan sélo captado. De hecho, es el ideal del yo —simblico— el que podré regular las relaciones entre yo y yo ideal. Como ya lo hemos visto, el ideal del yo corresponde a un conjunto de rasgos simbélicos implicados por el len- guaje, la sociedad, las leyes. Estos rasgos son introyec- tados y mediatizan la relacién dual imaginaria: el sujeto encuentra un lugar en un punto —el ideal del yo— desde donde se ve como susceptible de ser amado, en la medida en que satisface determinadas exigencias. Lo simbélico 14 Lacan, J: Bl Seminario, libro I, Los escritos Wenicos de Freud, Barcelona, Paidds, 1961, pag. 262. 80 ‘www.esnips.com/web/Psique Wega a prevalecer sobre lo imaginario, el ideal del yo so- bre el yo. De esta manera, lo simbdlico se superpone a lo imaginario y lo organiza. En 1954 Lacan dird que es el ideal del yo, simbélico, el que sostiene al narcisismo. El ideal del yo representa una introyeecién simbéliea (por oposicién al yo ideal, asimilado a una proyeccién imagina- ria) que se construye con el significante del padre como tereero en la relacién dual con la madre. Narcisismo e inscripeién de los significantes Recapitulemos: —el yo tiene su origen en el espejo; el otro es un espejo; = lo que sostiene el nareisismo es el orden del len- guaje, orden simbélico, al organizar una mediacién entre el yoy el semejante. Finalmente, {para qué sirven las imégenes? El mun- do simbélico preexiste al sujeto, ya esté allf; no obstante los simbolos, para revelarse, deben pasar por el soporte corporal. Lo que sucede en el nivel simbdlico le sucede a seres vivos. Para que se produzca una insercién de la rea- lidad simbélica (el lenguaje, la ley...) en la realidad del sujeto son indispensables el yo y la relacién imaginaria con el otro. En 1955, en el Seminario I sobre el yo, Lacan reto- ma la cuestién del narcisismo: para que se establezca una relacién con el objeto del deseo, es preciso que haya rela- cién nareisista del yo con el otro. El narcisismo represen- ta la condicién necesaria para que los deseos de los otros se inscriban, o para que los significantes se inscriban. La siguiente seria, entre otras, una definicién posible del sig- nificante: un elemento de una cadena lingiiistica donde se inseribe el deseo del otro. ¥ la imagen del cuerpo propor- ciona el marco de las inscripciones significantes del deseo del otro, La imagen del cuerpo representa el primer lugar de captacién de los signifieantes, y sobre todo de los signi- ficantes de la madre. La forma en que éstos se inseriben, www esnips convweb/Psique 81 y en particular la sucesién de las identificaciones, deter- mina los modos seguin los cuales se darn las fluctuacio- nes de ja libido. De hecho, la imagen del otro aparece ahora como fragmentaria: lo que el sujeto inviste son series de image- nes, un conjunto de rasgos. Existe para cada sujeto una serie de significantes privilegi: una serie de elementos donde se inscribe el deseo del otro, y estos significantes van a revelérsele en la relacién imaginaria con el semejante, Van a entrar en vigor, tomar consistencia, en la relacién narcisista con el otro. Ilustraremos estas proporciones recurriendo a una secuencia clinica presentada por Héléne Deutsch en 1930, y comentada por Lacan el 7 de mayo de 1969, durante su seminario titulado D'un autre a i'Autre. Se trata de la historia de una fobia infantil relatada por un hombre de veinte afios. A los siete afios se hallaba jugando con su hermano mayor en el patio de la granja en donde habia sido criado, Estaba en cuclillas cuando bruscamente su hermano mayor salté sobre él desde atrds, lo inmovilizé en esa posicién y dijo: “iYo gallo y bieres gallina” Bl niffito se negaba a ser la gallina, llcraba de rabia. A par- tir de ese momento el nifio le tuvo fobia a las gallinas. Este episodio con el hermano actué como un revelador: le hizo saber al sujeto lo que era hasta el momento, sin sa- berlo, en su relacién con Ia madre, En efecto, desde hacia mucho tiempo el nifio se ocupaba con su madre del galli- nero, e iban a ver juntos si las gallinas ponfan correcta- mente. Al pequefio le gustaba la forma en que la madre lo tocaba, y antes de que ésta lo lavara le preguntaba ju- gando si lo tocarfa con el dedo para ver si iba a poner un huevo. El nifio se encontraba en lugar de gallina para la madre, estaba en posicién de colmar la falta de la madre al encarnar su “gallina” y al poder proveerla de los hue- vos fecales. Asi, eataba consagrado al goce de la madre, sin ver aparecer la cuestién de su deseo y de su falta. Esta secuencia muestra con claridad que es en la re- lacién narcisista con el semejante, a través de la imagen devuelta por el semejante, como se revela al sujeto el sig- 82 ‘www.esnips.com/web/Psique nificante “gallina”. En la relacién imaginaria con el otro Te es revelado lo que 61 era hacia tiempo sin saberlo. ‘Tercer perfodo (a partir de 1960) Durante este periodo Lacan se dedica en particular a la cuestién de lo real; en lo concerniente al narcisimo aborda principalmente las relaciones de la imagen y de la pulsién (principalmente en Jos seminarios sobre la Trans- ferencia, ta Identificacién, los Cuatro conceptos funda- mentales del psicoandlisis, y luego en “Subversién del sajeto y dialéctica del deseo”). En las consideraciones que iguen tomaremos como principal punto de apoyo el Semi- nario aio de J, D. Nasio de los afios 1985 y 1986, La douleir inconsciente y Le regard en psychanalyse. Lacan retoma la dialéctica del estadio del espejo y observa que la visién de la imagen en el otro no basta, por sf sola, para constituir la imagen del propio cuerpo; de lo contrario jel ciego careceria de yo! Lo importante para que la imagen ge consolide es Ja existencia de un agujero en dicha imagen: puedo ver mi imagen en el espejo, pero Jo que no puedo ver es mi propia mirada. Correlativamen- te, la imagen que el otro me devuelve no es completa, esta agujereada ya que también el otro es un ser pulsional. Consideremos estos elementos en relacién con la fa- se del espejo. Cuando el nifio ve su propia imagen, se yuelve hacia la madre; hay aqui dos aspectos fundamen- tales: ~ por una parte, espera de ella un signo, un asenti- miento, un “s*; apela a la madre en su dimensions simb6- lica, aquella que nombra, que auina en la nominaci = por otra parte, ve que la madre lo mira: ‘ereibe la mirada, e] deseo de la madre; se ve confrontado entonces ala madre pulsional, la que es faltante y por lo tanto de- seante. Puesto que el otro es pulsional, subsiste un agujero en su perfeccién, un blanco o una mancha en su imagen, Por lo tanto existe libido que no est recubierta por la www esnips convweb/Psique 83 imagen, resta una parte sexual que agujerea la imagen. Ese agujero en la imagen es lo que Lacan denomina — (falo imaginario). Ante este agujero surge la angustia. Por lo tanto, la imagen contiene siempre una parte real, es decir, una parte de lo sexual que ella no recubre. Y sobre este agujero vienen a ubicarse los objetos pulsio- nales, sobre este agujero en la imagen viene a alojarse el objeto a, causa del deseo. ‘Retomemos el esquema (figura 6): El objeto de la pulsién jamds se presenta desnudo, tiene que estar velado por imagenes. La relacién del suje- to con la pulsién jam4s aparece sin que existan imagenes devueltas por el semejante. Finalmente, el nai viene a dar su vestidura al objeto pulsional, lo envuelve —Lacan eseribe esto asi: i (a). En el esquema ubicamos la letra a en el agujero de la imagen, y a i (a) envolviéndola. Por Jo tanto el yo, el narcisismo, est compuesto por un ‘conjunto de imégenes investidas que circulan en derredor de una falta; se trata de un montaje en torno a un aguje- ro, Este agujero real representa la causa del montaje del narcisismo, y las im4genes investidas permiten soportar aesta abertura. Pero es preciso observar desde un comienzo que ‘este agujero real esté redoblado por otro agujero, inhe- rente al mundo simbélico. Hay una relacién de redo- Blamie nto entre dos fala es Bl Otro, a el gran Otro det nguaje, tesore de los significantes, se muestra igual- mente agujereado: el Otro es ineapez de dar al nifio un ‘ficante adecuado, un significante que lo satisfaga. Ejemplifiquémoslo: la madre puede decir “eres lindo”, “eres mi nifiito”, etcétera, pero sigue siendo imposible de decir un significante que por s{ mismo lo signifique todo entero en su ser. Desde un comienzo aparece una falta en el campo del ienguaje, causando el relanzamiento de Ja palabra y del deseo cuando éste se superpone al aguje- ro pulsional. Volvamos ahora al yo: lo que de aqu{ en mas aparece como su caracteristica esencial, es que se presenta “aguje- reado”. Por otra parte, mi propia imagen y la imagen de! 84 ‘www.esnips.com/web/Psique otro aparecen, sin duda, como una sola y misma instan- cia: el yo, en tanto conjuncién de imagenes. Narcisismo y transferencia Freud designaba el repliegue narcisista como una impasse. y observaba, a propésito del amar de transferen- cia, que ia fijacién amorosa del paciente con Ja persona del analista hacia muy dificil el trabajo analitico, En efec- to, en ese caso la libido se enquista en una formacién en Ia cual el objeto es tratado como el yo. ‘No obstante, e] impulso de la libido hacia el analista representa un movimiento esencial para la transferenci es preciso que subsistan en el paciente las “fuerzas que han de impulsarle hacia la labor analitica y hacia la modificacién de su estado”.5 Dicho de otra manera, el amor, que siempre incluye una parte de narcisismo, cons- tituye un movimiento necesario para la instauracién de la transferencia, a condicién de no cristalizar una relacién de “masa de dos”.26 Las imagenes investidas narcisistica- mente no deben detener el movimiento de la libido, sino tan sélo eanalizarlo. En cuanto a Lacan, su posicién va evolucionando a través de los tres perfodos que fueron presentados: ~— En 1936, cuando Lacan trabaja la cuestién del narcisismo a partir del estadio del espejo, en su concep- ci6n de la transferencia el yo del analista ocupa, precisa- mente, el lugar de un espejo. Y sobre este espejo, sobre esta pantalla virgen, el paciente debe reconstituir su pro- pia imagen a medida que va formulando aquelio de lo que sufre.7 En efecto, el paciente ignora todo acerca de los 3s Freud, 8: Observasiones sobre al emor de transference, Madrid Biblioteca Nueva, 1973, Obras completas, t. I, 94g. 1 ie Be dee nen alco en eg el deal ol yo como enla 17 Lacan, J: “Mas allé del ‘principio de realidad’ * en Eocritos, Buenos Aires, Siglo XXI, 1975, pags. 77-78. www esnips convweb/Psique 85 Figura 6 Movimiento de ida y vuelta entre la imagen del yo ‘agujereado y la imagen del otro agujereado elementos de la imagen que lo hace actuar y que determi- na su sintoma; es por esto que el analista le comunica “el destino de esta imagen”. ~ A partir de 1953, momento en que se plantea la primacia de lo simbélico, Lacan va a darse cuenta de que semejante procedimiento descansa sobre un dominio nar- cisista ilusorio. Ahora el yo aparece como un puro lugar de descon viduo se ciega. En consecuencia, el yo del analista debe ausentarse totalmente a fin de dar lugar a los efectos del lenguaje. ¥ aquello que el analista comunica pasa a ser menos importante que “el lugar desde donde responde”,! es decir, desde el lugar del Otro, lugar del lenguaje. ~ Finalmente, a partir de 1964, nuevamente aparece a necesidad de apoyarse en las imagenes para que el de- ule. Al mismo tiempo, la presencia corporal del analista vuelve a ser un lugar de anclaje necesario, Pero el yo del analista, aunque presente, ya no se ofrece como una superficie lisa, est agujereado: el analizante se con- centra en las imagenes, se aferra a i (a), y progresivamen- te ve el objeto a, el objeto de su deseo, desprenderse de elas, A fin de que los movimientos pulsionales dejen de coagularse en las imégenes, y a fin de que se profundice la brecha entre las imagenes y los objetos de deseo, el yo del analista se presenta bajo la forma de una “canal” agu- jereado. He aqui, entonees, presentadas en pocas lneas, las modificaciones que la teoria del narcisismo pudo aportar a la concepcién de la transferencia. Y cabe observar que ‘Lacan parece mas proximo a la teoria freudiana en su ul- tima formulacién sobre la relacién entre el narcisismo y la transferencia. Podemos pensar que la evolucién de la teorfa de La- 18 Lacan, J.: “Variaantes de la cura-tipo” en Eacritos, op. cit, pag. 934. www esnips convweb/Psique 87 can respecto al lugar del yo en la cura evoca parcialmente la propia trayectoria del yo a lo largo de la cura. El psicoandlisis no le resta importancia al yo: apun- ta, entre otros fines, a la fragmentacién de una imagen 0 de una postura que, en un primer tiempo, se ofrece en un espejismo de perfeccién. Mediante 1a puesta en juego de aberturas pulsionales y de los agujeros del discurso, se produce una subversién de la superficie yoica que se convierte en un canal laminado de imagenes. El yo, abismado por el lenguaje en los eirculos de la demanda y del deseo, se fragmenta en pedazos. Pero no se trata de pedazos desordenados, estan amarrados al movimiento de relanzamiento del deseo: el proceso analitico trae apareja- da una puesta en drbita de las imagenes en torno a los objetos causa del deseo. Fragmentos de las obras de S. Freud y de J. Lacan sobre el narcisismo Seleccién bibliografica sobre el narcisismo Fragmentos de las obras de S. Freud y de J. Lacan sobre el narcisismo Freud El narcisismo primario es un presupuesto fe6rico necesario att narcisismo primario del nifio por nosotros supues- e contiene una de las premisas de nuestras teorfas & i libido, es més dificil de aprehender por medio de la observacién directa que de comprobar por deduccién des- de otros puntos (1914).[1]} * El narcisismo primario es el estado del yo que contiene toda la libido disponible Cuanto sabemos {de la libido] se refiere al yo, en el que est originalmente acumulada toda la reserva dispo- nible de libido. A este estado lo denominamos narcisismo absolute o primario (...) Durante toda la vida el yo sigue siendo el gran reservorio del cual emanan las catexias li- bidinales hacia los objetos y al que se retraen nuevamen- te, come una masa protopidstica maneja sus seuddpodos (1938).[ * El narcisismo del nifio se construye a partir dela reviviscencia del narcisismo de los padres Considerando la actitud de los padres carifiosos con respecto sus hijos, hemos de ver en ella una reviviscen- cia y una reproduecién del propio narcisismo, abandonado mucho tiempo ha (1914) 3] * El nareisismo secundario es un estadio situado entre el autocrotismo y el vinculo con el objeto Al prineipio diostinguimos tan sélo la fase del autoe- rotismo (...) y luego, la sintesis de todos los instintos par- ciales, para la eleccién de objeto (...) E] andlisis de las pa- rafrenias nos oblig6, como es sabido, a interpolar entre aquellos elementos un estadio de narcisismo, en el cual ha sido ya efectuada ia eleccién del objeto, pero el objeto coincide todavia con el propio yo (1913).[4] * El narcicismo secundario se construye por el retorno de la libido retirada a los objetos ... nos Ileva a considerar el narcisismo engendrado por el arrastrar a sf objetales, como un narcisismo secun- dario, superimpuestas @ un narcisismo primario encu- bierto por diversas influencias (1914),[5] Enel estadio del nareisismo, la libido inviste al yo como a un objeto sexual Deduciremos, pues, que en la paranoia la libido libertada es acumulada al yo, 'siendo utilizada para en- grandecerlo, Con ello queda alcanzado nuevamente el es- 92 tadio del narcisismo que nos es ya conocido por el estudio de la evolucién de la libido y en el cual era el propio yo el uunico objeto sexual (1911).16} * Cuando el yo toma los rasgos del objeto, se ofrece, por decirlo asi, como tai al ello e intenta compensarle la pérdida experimentada, diciéndole: “Puedes amarme, pues soy parecido al objeto perdido.” (1923).{7] Lacan El yo se origina en la alienacién pasional a@una imagen Esta relacién erétiea en que el individuo humano se fija en una imagen que lo enajena a sf mismo, tal es la energia y tal es fa forma en donde toma su origen esa or- ganizacién pasional a la que lamaré su yo.[8) * El. yo se fija con odio a la imagen narcisista. depuelta por el otro En efecto, en toda relacién narcisista el yo es el otro, y el otro es yo.19) . ... lo que el sujeto encuentra en esa imagen alterada de su cuerpo es el paradigma de todas las formas del pa- recido que van 2 aplicar sobre el mundo de los objetos un tinte de hostilidad proyectando en él el avatar de la ima- 93 gen narcisista, que, por el efecto jubilatorio de su encuen- tro en el espejo, se convierte, en el enfrentamiento con el semejante, en el desahogo de las m4s intima agresividad. ‘Es esta imagen, yo ideal, la que se fija desde el pun- to en que el sujeto se detiene como ideal del yo.{10} * El nifo accede al orden simbélico a través del orden imaginario +. los deseos del nifio pasan primero por el otro es- pecular. Allf es donde son aprobados o rechazados. Esta es la via por donde el nifio aprende e] orden simbélico y accede a su fundamento: la ley.{11] El sujeto localiza y reconoce originsriamente el de- seo por intermedio no sélo de su propia imagen, sino del cuerpo de su semejante.{12] * La imagen narcisista recubre et objeto del deseo Sélo con la vestimenta de la imagen de si que viene a envolver al objeto causa del deseo, suele sostenerse —es ta artiealacion misma del andlisis— la relacion obje L(13] Referencias de los fragmentos citados Ql Introduccién al narcisismo, Madrid, Biblioteca Nueva, 3, Obras tome 20: TL, pég. 2027. (2) Compend del picoandlisis, Madrid, Biblioteca Nueva, 1973, Obras completas, tomo III, pég. 3383. [3] Introduecién al nareisismo, op. cit, pag. 2027. [4] La disposicién a ta neurosis obsesiva. Una aportacién al problema de la eleccién de la neurosis, Madrid, Biblioteca Nueva, 1973, Obras completas, tomo II, pég. 1740. [5] Introduccién al narcisismo, op. cit., pég. 2018. 16) Observaciones psicoanaliticas sobre un caso de paranoia autobiogrdficamente descrito. (Caso “Schreber”), Madrid, Biblioteca Nueva, 1973, Obras completas, tomo II, pag. ‘1523. (71 El yo y ef ello, Madrid, Biblioteca Nueva, 1973, Obras s, tomo III, pég. 2711. (81 “La agresivided on pricaanélisi’ en Escritos, Buenos ‘ives, Siglo XXL, 1975, tomo 1, pg (8) BY Bp rad Pad Barcelona, Paidés, 1983, pag. 149. (10) ‘Sten del sujeto y dialéetica del doves’, en Escrito, entina, ‘Bex [, 1975, tomo II, pag. 7 11) Bieeminarin libro I, Los excritos técnicoe de Freud, Baree- Jona, Paidée, 1981, pég. 265. fu) Tod, pag. 223. 2] BiSeminari, libro XX, Adin, Barcelona, Paidés, 1981, pag. 95 Seleccién bibliografica sobre el narcisismo FREUD, S. 1905 Trois essais sur la théorie de la sexualité, Gallimard, 1962, pags. 126-127, y nota 13 de 1910, pags. 167- 169. 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J 99 4 El concepto de SUBLIMACION El concepto de sublimacién ‘A menudo los psicoanalistas consideraron la subli- macién como una nocién alejada de su préctica clinica, mal articulada en el seno de la teoria y dotada de un sen: tido cuya connotacién era demasiado general, estética, moral 0 intelectual. En efecto, la utilizacin abusiva del término sublimacién en el ambito siempre ambiguo del psicoandlisis aplicado, sumada al hecho de que Freud nunea termin6 de elucidar verdaderamente dicho concep- to, explican gue éste haya sido relegado por diversos auto- res al rango de una entidad teérica secundaria. Nuestra Posicién es diferente, Creemos, por el contrario, que el concepto de sublimacién, si bien esta en el limite del psi coandlisis, eonstituye sin embargo un concepto crucial y que sigue siendo una herramienta teérica fundamental para guiar al psicoandlisis en la direccién de la cura. Cru- cial, porque esta situado en el cruce de distintas elabora- ciones conceptuales tales como la teoria metapsicolégica de la pulsién, Ja teoria dinémica de los mecanismos de de- fensa del yo y, en especial, la teoria lacaniana de la Cosa. Pero es también una herramienta clinica fundamental ya que aun cuando este concepto no es reconocible de inme- diato en un andlisis, su lugar en la escucha del elinico es importante para reconocer y puntuar determinadas varia- ciones del movimiento de la cura. Ahora bien, mds allé de esta doble importancia con- ceptual y técnica, la nocién de sublimacién es necesaria para la coherencia de la teoria freudiang, necesariedad que puede expresarse en la siguiente preginta: jcudl es www esnips convweb/Psique 103 Ja raz6n de existir del concepto de sublimacién? {Cudl es su encrucijada tesrica? gQué problema en particular vie- ne a solucionar? Respondemos que la sublimacién es la ‘Unica nocién psicoanalitica susceptible de explicar el que obras creadas por el hombre —realizaciones artisticas, cientificas e incluso deportivas— alejadas de toda refe- rencia a la vida sexual, sean producidas, no obstante, gra- cias a una fuerza sexual tomada de una fuente sexual. Por lo tanto, las rafces y la savia del proceso de sublima- cién son pulsionalmente sexuales (pregenitales: orales, anales, félicas) mientras que el producto de dicho proceso es una realizacién no sexual conforme a los ideales més acabados de una época dada. En consecuencia, ya desde ahora podemos afirmar que el concepto de sublimacién responde fundamentalmente a la necesidad de la teoria psicoanaiftica de dar ewenta del origen sexual del impulso creador del hombre. eos Acabamos de plantear la sublimacién como e] medio de transformar y de elevar la energia de las fuerzas se- xuales, convirtiéndolas en una fuerza positiva y creadora. Pero también debemos concebirla a la inversa, como el medio de atemperar y de atenuar Ia excesiva intensidad de esas fuerzas. Es en este sentido que Freud, desde los inicios de su obra, considera la sublimacién como una de las defensas del yo contra la irrupcién violenta de lo se- xual 0, como lo escribiria veinte afios mds tarde, como uno de los modos de defensa que se oponen a la descarga di- recta y total de la pulsidn. Por lo tanto el concepto de sublimacién puede ser considerado segin dos puntos de vista complementarios que atinan los diferentes enfoques freudianos: la sublimacién es 0 bien la expresién positiva més elaborada y socializada de la pulsién, o bien un me- dio de defensa susceptible de atemperar los excesos y los desbordamientos de la vida pulsional. 104 ‘www.esnips.com/web/Psique Abordaremos los siguientes temas considerando es- tos dos puntos de vista de manera concomitant: —La sublimacién como contrapartida del resurgi- miento de un recuerdo sexual intolerable. —La sublimacién como contrapartida del estado pa- sional en la relacién analitica. —La sublimacién como contrapartida de la fuerza desmesurada de la mocién pulsional. Definicién de una pulsién sublimada, —La sublimacién como la capacidad plistica de la pulsién. Un ejemplo de sublimacion: Je curiosidad sexual sublimada en deseo dos condiciones del proceso de sublimacién: el yoy cligeal del ge delreaden, —Presentaremos luego el enfoque lacaniano del con- cepto de sublimacién mediante el comentario de la fér- mula; “i sublimacién eleva el objeto a ln dignidad de la ‘osa.” —En conclusién, resumiremos los rasgos principales de una pulsién sublimada, asi como los rasgos especificos de una obra creada por sublimacién. . soe La sublimacién es una defensa contra el recuerdo sexual intolerabele En 1897, en las cartas a Fliess,! Freud se pregunta por la estructura de la histeria y descubre que la causa de tela patologia es la veluntad inconsciente del enfermo de olvidar una escena de seduccién paterna de cardcter se- 1 Froud, Loe origener del peioanslini, Mudst,Bibliotoce ‘Nueva, 1973, Obras completa, t. www esnips convweb/Psique 105 xual. La histérica, para evitar la rememoracién brutal de Ja escena sexual, inventa fantasmas construidos sobre el terreno del recuerdo que quiere apartar. Asi, la consigue atemperar la tensién de dicho recuerdo, sublimarlo. Por consiguiente, estos fantasmas interme- diarios tienen por cometido depurar, sublimar y presentar al yo una versién més aceptable del acontecimiento se- xual reprimido. Que quede claro: lo que se sublima es el recuerdo sexual cuanto al fantasma, es a un tiempo el medio que posibilita esta sublimacién, y el producto final de la sublimacién. Freud da el ejemplo de una joven histérica ineons- cientemente culpable por sus deseos incestuosos hacia el padre. La paciente esté en conflicto con un recuerdo in- consciente que quiere olvidar, con el cual est identificada a mujeres sexualmente deseantes, con més exactitud, do- mésticas de baja moralidad de quienes la paciente sospe- chaba habian mantenido un comercio sexual ilfcito con su padre. La joven, a fin de impedir el retorno de este re- cuerdo intolerable por incestuoso, construyé un argumen- to fantasmético diferente al argumento del recuerdo, en el cual es ella misma la que se siente despreciada y teme ser tomada por prostituta. En el recuerdo, ella se identifica con las domésticas que supuestamente desean al padre, mientras que en el fantasma, por la intermediacién de una transmutacién que Freud denomina sublimacién, se identifica con estas mismas mujeres, pero esta vez en tan- to mujeres corruptas, acusadas de prostitucién, Gracias a Ja sublimacién, considerada aqui como una mutacién en el sentido de la moralidad, el fantasma ha vuelto moral- mente aceptable un recuerdo incestuoso e inmoral. El sentimiento inconsciente de ser culpable de desear al pa- dre fue reemplazado, gracias a la sublimacién, por un sentimiento conciente de ser vietima del deseo de los otros. Cabe observar que este cambio sélo fue posible al precio de la-aparicién de sintomas neuréticos tales como la angustia experimentada per la joven histérica al salir sola por la calle, por miedo a ser tomada por una prosti- tata, ° 106 ‘www.esnips.com/web/Psique 108, entonees, a una primera conelusién al sublimacién una funcién de defensa que ate- nia o transforma el cardcter insoportable de los recu dos sexuales que el sujeto quiere ignorar. La sublimaci operé el desplazamiento de una representacién psiquica inconsciente ligada al deseo incestuoso, hacia otra repre- sentacién psfquica aceptable para la coneiencia, aunque portadora de sintomas y generadora de sufrimiento, * aoe La sublimacién es una defensa contra los excesos de la transferencia amorosa en la cura Pero Freud también siti la funcién defensiva de la sublimacién en el interior mismo de la cura analitica. Es- ta vez, la amenaza de la emergencia de lo sexual surge de modo singular en el marco de la relacién transferencial y puede manifestarse, por ejemplo, bajo la forma de una exigencia amorosa dirigida por la paciente a su analista, “La transferencia puede manifestarse como una apasiona- da exigencia amorosa o en formas més mitigadas. (...) [En este tiltimo caso) algunas mujeres Tegan ineluso a subli- mar la transferencia y modelarla hasta hacerla en cierto modo viable”? y posibilitar asi la prosecucién de la cura. Entonces, saber sublimar la transferencia quiere decir que el vinculo amoroso de cardcter pasional puéde, e incluso debe, ir cediendo el lugar —mediante una progre- siva deserotizacién— a una relacién analitica viable, Des- pués de un primer momento de investimiento libidinal de 2 Freud, S., “La transferencia” en Lecciones introductorias al psicoandlisis, Madrid, Biblioteca Nueva, 1973, Obras completas, t. II, pag. 2398. www esnips convweb/Psique 107 tun objeto erégeno, en este caso el psicoanalista, el proceso de sublimacién se desarrolla tan lentamente como por ejemplo el trabajo de duelo, o incluso como ese otro traba- jo que implica para el analizante integrar en sf la inter- pretacién enunciada por el analista (trabajo denominado de elaboracién). La sublimacién consecutiva a la pasin en Ja transferencia, el duelo consecutive a la pérdida, y la elaboracién consecutiva a la interpretacién, todos ellos re- quieren mucho tiempo, el tiempo indispensable para per- mitir que las multiples representaciones del pensamiento inconsciente se encadenen. Pero a la exigencia de tiempo se le agrega ademas el peso del dolor inherente af ejercicio inconsciente del pen- samiento, Ya que pensar, es decir el desplazamiento ince- sante de una representacién sexual a otra no sexual, es penoso; para el analizante sublimar es una actividad do- lorosa. Freud, en su correspondencia con el pastor Pfister, no duda en reconocer que las vias de la sublimacién son demasiado trabajosas para Ia mayorfa de los pacientes. Se ven constrefiidos a someterse a las exigencias del tra- analitico que implica un tiempo de dominio de las pulsiones —y por lo tanto una parte de sublimacién Fenunciar entonces a gu inclinaciOn a ceder de inmediato al placer de una satisfaccion sexual directa.* * * La sublimacién es una defensa contra la satisfaccién directa de la pulsién, Definicidn de una pulsién sublimada Abordemos ahora la sublimacién en su relacién con Correspondance avec le pasteur Pfister, carta del 9 de febrero be 1808, Gallimerd 1872. 108 ‘www.esnips.com/web/Psique lo sexual, estudiado ahora ya no como un recuerdo inso- portable, ni como un estado pasional de la transferencia, sino como siendo una mocién pulsional que tiende a satis- facerse de modo inmediato. Tengamos presente que la pulsién jamds logra tomar la via de la descarga directa y total, porque el yo, por temor a ser desbordado, le opone una accién defensiva. Precisamente, la sublimacién es considerada por Freud como uno de los cuatro modos de defensa empleados por el yo contra los excesos de la pul- sién, Estos modos de defensa son denominados més fre- cuentemente los destinos de la pulsién, ya que el resulta- do final de una pulsin va a depender de la barrera que encuentre en su camino. En primer lugar, el flujo pulsional puede estar sujeto al destino de la represion, o de una tentativa de represin sequida de un fracaso que, entonces dard lugar al siato ma neurético. Este mismo flujo también puede encontrar —segundo destino— otra forma de oposicién: el yo retira el flujo pulsional del objeto sexual exterior sobre el cual habia recaido y lo vuelve sobre sf mismo, La formacién psiquica caracteristica de este segundo destino en el cual la pulsién vuelve sobre el propio yo‘ es el fantasma. Asi, en un fantasma él investimiento que cargaba el objeto se- xual es reemplazado por una identificacién del yo con ese mismo objeto. El tercer avatar del flujo pulsional consiste en una pura y simple inhibicin. La pulsién inhibida se transforma entonces en afecto tierno. Y finalmente —cuarto destino, el que en realidad nos interesa—, la mo- cién pulsional es desviada y toma la via de la sublima- cién. En este caso, diremos que una pulsién es sublimada cuando su fuerza es desviada de su primera finalidad de obtener una satisfaceién sexual para ponerse al servicio, 4 En poa de una mayor claridad condensamos dos destinos de Ia Bulsign en uno elo, La wicks sobre e propio yo, comport en realidad que Freud se ocupa de diferenciar: In vuelta sobre sf mismo Sin tnremii dole polio active en psiv. CL Las pulstonesy aus destinos. www esnips convweb/Psique 109 entonces, de una finalidad social, ya sea artistica, intelec- tual o moral. Ahora bien, el cambio del fin sexual de la pulsién en beneficio de otro fin no sexual sélo seré posible con la condicién de que se cambie primero el medio em- pleado para la ‘obtencién del nuevo fim, Para que la pul- sién sea sublimada, es decir, para que obtenga una satis- faccién no sexual, seré preciso que se también de un objeto no sexual. Por lo tanto, la sublimacién consiste en reemplazar el objeto y el fin sexuales de la pulsién por un objeto y un fin no sexuales. Ahora bien, a pesar de ser fundamental para el pro- ceso de sublimacién, esta doble sustitucién de objeto y de fin no basta para definirlo. Falta ain precisar que una pulsién sublimada depende también de dos propiedades comunes a toda pulsién. Por una parte, la pulsién subli- mada, como toda pulsién, preserva la cualidad sexual de su energia (tratese de una pulsién sublimada o no subli- mada, la libido es siempre sexual); y por otra, la pulsién sublimada, como toda pulsién, se mantiene constante- mente activa (esté o no sublimada la fuerza de su activi- dad permanece constante, es decir, siempre en busea de una plena satisfaccién que, en definitiva, jams alcanza). Lo que queremos decir es que la fuerza puisional sublima- da sigue siendo siempre sexual porque la fuerza de donde proviene es sexual; y permanece siempre activa porque — puesto que su fin jamds es alcanzado plenamente— su empuje insiste y persiste. Sabemos que el fin de una pul- sién es el alivio procurado por la descarga de su tensién; pero también sabemos que como esta descarga jamés es completa, la satisfaccin es irremediablemente parcial. En consecuencia, ya sea la satisfaccién sexual (pulsin re- primida) o no sexual (pulsién sublimada) sélo puede ser una satisfaccién parcial 0, si se quiere, insatisfaccién. ‘Trdtese del sintoma de la represién, del fantas- ma producto de la vuelta de ta pulsién sobre el yo, de ia ternura producto de la inhibicién, o aun de la obra artisti- ca producto de la sublimacién, reconoceremos alli las ex- Presiones diversas de una misma insatisfaccién, es decir, de una misma satisfaccién parcial. A los ojos de Freud los no ‘www.esnips.com/web/Psique seres humanos son seres deseantes cuya vinica realidad es la insatisfaccién. {Qué es lo que caracteriza, en suma, a la sublim: cion? Por la via de la busqueda vana de una satisfaccién imposible, es decir de una descarga total, la sublimacién es una satisfaccién parcial obtenida gracias a objetos dis- tintos de los objetos sexuales eréticos. Por lo tanto pode- mos formular la siguiente conclusién: Una pulsién sublimada seré llamada serual si pensamos en su origen y en la naturaleza de su energia libidinal, y sera llamada no sexual si pensamos en el tipo de satisfaccién obtenida y en el objeto que la procura. La sublimacién designa la capacidad plastica de la pulsion Pero, si queremos ser rigurosos, debemos matizar esta tiltima conclusién; debemos distinguir con claridad la pulsin sublimada de la operacién de sublimacién que la hizo posible. La sublimacién no es tanto una satisfaccién cuanto la aptitud de la puisin para encontrar nuevas sa- tisfacciones no sexuales, Sublimacién quiere decir sobre tode plasticidad, maleabilidad de la fuerza pulsional. Freud lo escribe con mucha precisi “posibilidad de cambiar el fin sexual (.. 5 “Pero [el artista] sélo lo logra (dar forma artistica a fantasmas] porque los otros hombres sienten In misma insatisfaccién que él en felecién con ls renuncia exigide ea lo reel y porque esta misma insatisfaccién es un fragmento de la realidad” (Résultate, Idées, Problémes I, PUR. 1964, pag. 141) www esnips convweb/Psique am sexual”,* es decir, la capacidad de cambiar una satisfac- cin sexual por otra, desexualizada. El destino de la pul- sién que denominamos sublimacién es, hablando con pro- piedad, la operacién misma de cambio, el hecho mismo de la sustitucién. Por Jo tanto, la sublimacién es, ante todo, el pasaje de una satisfaccién a otra, m4s bien que un mo- do particular de satisfaccién. * we Un ejemplo de sublimacién: 1a curiosidad sexual sublimada E/ caso de la curiosidad sexual infantil como expre- sién directa de la pulsién voyeurista, y su transformacién ulterior en sed de saber, ilustra bien esta sustitucién de una finglidad sexual por otra desexualizada. El primer fin de la curiosidad sexual es, por ejemplo, obtener placer en descubrir las partes genitales ocultas del cuerpo de la mujer, y completar as{ la ima ‘imagen incompleta de un cuerpo parcialmente velado. Ahora bien, la exploracién sexual de} cuerpo femenino por el nifio puede transformarse més tarde en el adulto, gracias a la sublimacién, en deseo de un saber més global. Podemos decir con Freud que la pul- sion de ver esté sublimada “cuando es posible arrancar su interés [curiosidad] de los genitales y Sirigitlo ala forma fisica y total”. Como ya lo habfamos dicho, en la sublima- cién el eambio de fin s6lo puede operarse si hay cambio de objeto: el cuerpo en su totalidad sustituye la regién local de los érganos genitales; el todo toma el lugar de la parte. Por cierto, en la pulsién voyeurista sublimada, tanto el fin como el objeto cambian de naturaleza: el fin primera- mente sexual (obtener el placer visual de descubrir y ex- § Freud, 8: La moral semal “cultural”: 2a nervonidad moderna, ‘Madrid, Biblioteca Nueva, 1973, Obras completas, tomo 2 ‘www.esnips.com/web/Psique plorar el cuerpo sexual femenino) se transforma en fin no sexual (por ejemplo, obtener el placer de conocer la anato- mia del cuerpo), y €l objeto sexual y local (Srganos geni- tales) se transforma en no sexual y global (el cuerpo como objeto de estudio), Ast, la sublimacién de la pulsién voyeu- rista consiste en el pasaje de una satisfaccién erstica y parcial, ligada a un objeto erético local (los érganos ge- nitales femeninos), a otra satisfaccién no sexual pero igualmente parcial, ligada a un objeto més global y de- sexualizado (el cuerpo entero como objeto de conocimien- to cientifico). La imagen local, que velaba el lugar sexual erotizado y atrafa la curiosidad infantil, se transforma de modo progresivo por la mediacién de la sublimacién, en una imagen global del cuerpo que despierta el deseo de saber propio del creador. Es ésta otra sed, la de conocer y de produeir, la que empuja al artista a engendrar su obra. Para ilustrar mejor el proceso de la sublimacién va- mos a apoyarnos en una célebre observacion clinica de Freud, en la cual tanto la curiosidad sexual infantil como otras formaciones pulsionales estén sublimadas. Se trata dal caso d'un niflo de cin aos, “Juanita”, prose. del ser mordido por caballos en la calle.” Bate miedo {abicoindanil de eeu expuesto on la calle al potigro de los animales proviene de la transformacién en angustia de la energia libidinal de las pulsiones; el empuje sexual de las pulsiones inconscientes se transforma en el nifio en angustia fobica conciente. En efecto, la energia libidinal propia de las pulsiones que anidan en Juanito (pulsiones sédicas hacia la madre, tendencias hostiles y homosexua- les respecto del padre, pulsiones voyeuristas-exhibici tas, pulsiones félicas que originan la masturbacién), seguird dos destinos. Una parte de la libido serd transfor- mada en angustia luego de haber sido sometida a un in- 7 Cing Peychanalyses. www esnips convweb/Psique 3 tento fallido de represién. Mientras que otra parte de la energia libidinal, la que escapé al intento de represién, ser sublimada bajo la forma de un muy vivo interés del nifio por un objeto no sexual y global: la musica. Este muevo investimiento libidinal que carga los sonidos y la armonfa musical inicia un largo proceso de sublimacién que se continuard hasta la edad adulta cuando Juanito Tegue a ser un excelente musico, Las dos condiciones del proceso de sublimacién. 1, La sublimacion requiere de la intervencién del yo nareisista para produciree. 0 Hemos empleado la expre- sin “satisfaccién desexualizada’, Pero {qué se entiende por desexualizacin? El término es ambiguo ya que dejar pensar que ya no hay libido sexual en Ia pulsién. Ahora bien, hemos efirmado justamente lo contrario. In- sistamos una vez mds en el hecho de que la libido subli- mada jams pierde su origen sexual. De lo que se trata en la sublimacion no es de “desexualizar globalmente” la pulsi6n, sino tan solo de desexualizar su objeto. Desexua- lizar equivale a sustraer el investimiento libidinal que carga un objeto considerado erstico, para referirlo a otro objeto no sexual y asi obtener una satisfaccién igualmente, no sexual. Pero el éxito de este cambio dese- xualizante depende de una operaci6n intermedia decisiva para toda sublimacién: primero el yo retira la libido del objeto sexual, luego la vuelve sobre sf mismo y, finalmen- te asigna a esta libido un nuevo fin no sexual. Como pode- ‘mos observer, el fin inicial de la pulsién de obtener una satisfaccién sexual directa se sustituye ahora por una sa- tisfaecién sublimada, por ejemplo artistica, gracias al pla- cer intermediario de gratificacién narcisista del artista. Es este narcisismo del artista el que condiciona y sostiene Ja actividad creadora de su pulsion da, i14 ‘www.esnips.com/web/Psique En este punto debemos hacer una precisién. No toda desexualizacién es por ello una sublimacidn, pero en cam- bio, toda sublimacién es, necesariamente, una desexuali- zacién, Dicho de otra manera, hay desexualizaciones que no tienen relacién alguna con la sublimacién, como por ejemplo la actividad del trabajo cotidiano o las activida- des del ocio, Pero qué es lo que especifiea entonces al proceso de sublimacién? Para responderlo, hemos de si- tuar primero la segunda condicién necesaria para este. proceso, 2. El ideal del yo inicia y orienta la eublimacién. Q El proceso de sublimacién, es decir, el pasaje de una sa- tisfacci6n erotizada e infantil a otra no erotizada e inte- lectual, no podria desarrollarse sin el sostén imprescin- dible de los ideales simbélicos y de los valores sociales de la época. Ahora bien, que las obras creadas por subli- macién adquieran un valor social no significa que res- pondan a una utilidad social determinada. En general, los productos artisticos, intelectuales o morales no estén sometidos a ninguna exigencia préctica en particular. La prueba més tangible de esto es Ia precocidad de los procesos de sublimacién en los nifioa, tal como lo vimos en el caso de Juanito, o también en la renovada puesta en juego de las pulsiones sublimadas en el marco de la cura analitica durante el trabajo del analizante. Se tra- te de un pintor, de un misico, de un nifio o de un anali- zante, todos ellos estén entregados a una tarea cuyo re- sultado no puede ser medido por medio de criterios de eficacia, de utilidad o de ganancia. Cuando afirmamos que los objetos que procuran la satisfaccién sublimads son objetos desexualizados y sociales, nos referimos principalmente al hecho de que responden a ideales so- ciales que exaltan la creacién de nuevas formas signifi- cantes. Estos ideales sociales, interiorizados e inscritos en el yo del creador, son parte integrante de esa forma- cién psiquica fandamental que Freud denomina ideal del yo. Las relaciones de esta formacién de ideal con Ia sublimacién no siempre fueron claramente elucidadas www esnips convweb/Psique 5 por Freud.* No obstante, podemos afirmar que el ideal del yo cumple dos funciones respecto del proceso de subli- maci6n. En primer lugar, tal como acabamos de sefialarlo, el ideal juega el rol de desencadenante del proceso, con la particularidad de que, una vez iniciado el movimiento de sublimacién, el impulso creador de la obra se separa del ideal del yo que lo habfa suscitado al comienzo. En el caso de Juanito, es sin duda la musica —ideal anhelado por el padre— la que toma la forma del ideal del yo incitando al a gozar de] placer auditivo de los sonidos y las melo- dias, y a compensar de esta manera el sufrimiento neuré- tico de su fobia. Una vez experimentado el primer goce auditivo, el impulso pulsional de la sublimacién se trans- formar4 en puro gusto por los sonidos, fusién intima, fisi- camente sensual, con la materialidad del espacio sonoro; de alli en més, toda referencia ideal, toda norma o valor abstracto se reduce y se funde en el seno de este contacto siempre sensual y apasionado que mantiene el artista con Jos materiales de su creacién. A esta primera funcién de incentivo simbélico se le suma una segunda segin la cual el ideal indica la direc- cin del movimiento iniciado. Precisamente, esta segunda funcién referencial del ideal del yo permite aclarar una formulacién freudiana retomada frecuentemente pero vara vez explicitada. Cuando Freud afirma que Ia subli- macién representa la satisfaccién de la pulsién sin la re- presiOn, esto no significa en modo alguno que la fuerza pulsional sea descargada, plena y libre de toda constric- cién, Por cierto, la expresién “sin represién” quiere decir ausencia de una censura que impida el paso del empuje de Ja pulsién, pero no por ello implica la idea de una fuer- pulsional errética y disminuida. La sublimacién de la pulsién no es por cierto la represién, pero es no obstante na constriecion impuesta a la activided pulsional bajo la * La vie sexuelle... ne ‘www.esnips.com/web/Psique forma de una desviacién del curso de su flujo hacia una satisfaccién distinta de la satisfaccién sexual. Ahora bien, el elemento que impone este desvio no es la censura que reprime, sino justamente el ideal del yo que exalta, guia y enmarea la capacidad plastica de la pulsién. * ** Enfoque lacaniano del concepto de sublimacién: “la sublimacién eleva el ob objeto a la dignidad La teorfa lacaniana de la sublimacién descansa inte- gramente en una proposicién princeps formulada por La- can en su seminario sobre La ética del psicoandlisis: “La sublimacién eleva un objeto (narcisista e imaginario) a la dignidad de la Cosa.” Nos limitaremos aqui a explicar el sentido general de esta formula partiendo del efecto pro- yoeado por la obra —producto de la sublimacién— en aquel que la mira. Ya habiamos subrayado una primera caracteristica de las obras creadas por sublimacidn: son en principio objetos desprovistos de toda finalidad practi ca y que responden a ideales sociales elevados, internali- zados subjetivamente bajo la forma del ideal del yo del creador. Pero la especificidad de las producciones intelec- tuales, cientificas y artisticas elaboradas con la fuerza se- xual] de una pulsién sublimada reside principalmente en su cualidad de objetos imaginarios. Estas obras, y en es- pecial la obra de arte, prototipo de creacién producida por sublimacién, no son cosas materiales sino més bien for- mas e imagenes nuevamente creadas, dotadas de una sin- gular eficacia. Se trata de imagenes y de formas signifi- cantes trazadas a la manera de la imagen inconsciente de nuestro cuerpo, m4s exactamente, de nuestro yo incons- ciente narcisista, Ahora bien, estas obras imaginarias de Ja sublimacién son capaces de producir dos efectos funda- mentales en el espectador: lo deslumbran por su fascina- www esnips convweb/Psique uz cién, y suscitan en 61 el mismo estado de pasién y de de- seo Suspendido que habfa llevado al artista a engendrar su obra, {Qué deducir de esto sino que una representacién de nuestro yo narcisista, proyectada afuera en la existencia objetiva de una obra, ha sido capaz de reenviar al espec- tador a su propio deseo de crear? Una imagen modelada por el yo ha provocado en el espectador un similar movi- miento pulsional hacia la sublimacién, es decir, hacia una satisfaccién no sexual, global, cercana a un vacio infinito, de un goce sin mites. Elevar el objeto narcisista a la dig- nidad de la Cosa quiere decir, entonces, que la impronta del yo del creador, objetivada en obra de arte, ha abierto en el otro la dimensién intolerable de un deseo de deseo, de un deseo en suspenso sin ningun objeto asignado. El objeto imaginario y narcisista —verdadera condensacién de estos tres componentes que son la fuerza pulsional, et narcisismo del creador y la forma acabada de la obra— se disuelve y se disipa ahora en el vacio de 1a emocién inten- 8a y poderoga que suscita en el admirador fascinado. Resumamos de modo esquemético los rasgos prinei- pales de una pulsién sublimada: — La fuente de la cual proviene es, como para toda pulsi6n, una zona erdgena y por lo tanto sexual. =) empuje de la puisin, marcada por el origen se- xual de su fuente, siendo siempre, independiente- mente de su destino, libido sexual. — El fin espeeifico de la pulsién sublimada es una sa- tisfaesién parcial pero no sexual. — El objeto especifico de la pulsién sublimada es igualmente no sexual. —En suma, una pulsién sublimada seré llamada se- us ‘www.esnips.com/web/Psique xual si pensamos en su origen y en Ja naturaleza de su energia libidinal, y seré llamada no sexual si pensamos en el tipo de satisfaccién obtenida (parcial) y en el objeto que la procura. ~ La sublimacién no es, hablando con propiedad, una satisfaccién, sino la capacided plastica de la pulsién de cambiar de objeto y de encontrar nuevas satis- facciones. La fijeza de la pulsién sobre un objeto sexual se opone ala movilidad de la sublimacién desexualizada. ~ El movimiento de la sublimacién, que se origina en una fuente sexual y culmina en una obra no sexual, sélo puede cumplirse con dos condiciones. Por una parte, el yo del creador debe estar dotado de una particular poteneia- lidad narcisista capaz de desexualizar el objeto sexual cargado por las fuerzas pulsionales arcaicas que resultan de Ia fuente sexual. Por otra, la ereacién de la obra pro- ducto de la sublimacién responde a los cénones de un ideal anhelado por el yo narcisista del creador. Insistimos: una actividad de origen sexual, desexualizada a través del narcisismo, orientada hacia el ideal del yo y generado- rade una obra humana no sexual, tal es la dindmica pro- pia del movimiento de la sublimacién. Para concluir, resumamos ahora los rasgos de las obras creadas gracias a la actividad de una pulsién subli- mada: — La obra producida por sublimacién no tiene nin- guna finalidad préctica o utilitaria, ~ La obra de la sublimacién responde a ideales so- ciales elevados, internatizados subjetivamente en el ideal del yo del artista creador. — Las obras de la sublimacién son imagenes y for- ‘mas significantes nuevamente creadas, més bien que co- sas materiales. — Se trata de imagenes y de formas trazadas a la manera de la imagen inconsciente de nuestro cuerpo, 0 més exactamente a la manera de nuestro yo inconsciente narcisista. — Las obras imaginarias de la sublimacién son capa- ces de producir dos efectos fundamentales en el especta- www esnips convweb/Psique ng dor: lo deslumbran por su fascinacién, y suscitan en él el mismo estado de pasién y de deseo suspendido que habia llevado al artista a engendrar su obra. — La obra de arte, verdadera condensacién de esos tres componentes que son la fuerza pulsional, el narcisis- mo del creador y la forma acabada de la obra, se disuelve y se disipa ahora en el vacfo de la emocién intensa y pode- rosa que suscita en el admirador. 120 Fragmentos de las obras de S. Freud y de J. Lacan sobre la sublimaci6n Seleccién bibliografica sobre la sublimacién Fragmentos de las obras de S. Freud y de J. Lacan sobre la sublimacién Freud La sublimacién es una defensa operada por el fantasma Las fantasias son, efectivamente, antepérticos psi- quicos erigidos para bloquear el acceso a esos recuerdos, al mismo tiempo sirven a }a tendencia de refinar los re- cuerdos, de sublimarlos (1987).[1] * Ta sublimacién es un medio de atenu: el contenido sexual dela ‘transferencia entendido como una verdadera formacién pulsional enlacura Otras [transferencias] muestran un mayor artifici han experimentado una modificacién de sa contenido, una sublimacidn y pueden incluso hacerse concientesspo- yéndose en alguna singularidad real, habilmente aprove- chada, de la persona o las circunstancias del médico (1905). [2] 123 Sublimar es, para nuestros pacientes, una actividad dolorosa Un éxito perdurable del psicoandlisis depende de las dos vias que logra abrir: por una parte, la descarga de la satisfaccién, y por otra la dominacién y la sublimacién de Ja pulsién rebelde (...). Como las vias de Ia sublimacién son demasiado penosas para le mayoria de nuestros pa cientes, gran parte de las veces nuestra cura desemboca en la busqueda de la satisfaceién (1909). (3) * La sublimacién consiste en un abandono del fin sexual de la pulsion La sublimacién es un proceso que se relaciona con la libido objetal y consiste en que el instinto se orienta sobre un fin diferente y muy alejado de la satisfaccién sexual (1914).£4] * La sublimacién designa la capacidad pléstica de la pulsién Esta posibilidad de cambiar el fin sexual primitivo por otro, ya no sexual, pero psiquicamente afin al prime- 0, es lo que designamos con el nombre de eapacidad de sublimacién (1908).{5) * Un ejemplo de sublimacién: la curiosidad sexual sublimada en deseo de saber Cuando las ondas de la excitacién concomitantes a la pubertad {de Leonardo] leguen hasta el adolescente (..) la parte més considerable del instinto sexual podré 124 quedar sublimada merced al temprano predominio del ansia sexual de saber, en un deseo general de saber, y es- caparé asi a la represién (191.0).{6] * El objeto de la pulsi6n sublimada es un objeto més global que el objeto sexual .. curiosidad sexual (...) que puede derivarse hacia el arte (“sublimacién”) cuando es posible arrancar su inte- rés de los genitales y dirigirlo a la forma fisica y total (1908).{7] * La intervencién del yo es una de las dos condicie del bajo la forma de una vuelta narcisista sobre el yo Nos hallamos aqui nuevamente ante la posibilidad de que la sublimacién tenga efecto siempre por mediacién del yo (1923).{8] * La transformacién de la libido objetal en libido nar- cisista trae consigo un abandono de los fines sexuales, una desexualizacién, o sea, una especie de sublimacién (1923).{9} * Elideal del yo (aqut valores sociales) orienta el procesa de sublimacién Los impulsos sexuales son aqui objeto de una subli- macién; esto es, son desviados de sus fines sexuales y di- 125 rigidos a fines socialmente més elevados, faltos ya de todo cardéeter sexual 1917).[10] + A cierta clase de modificaciones del fin y cambios de objeto, en las que entra en juego nuestra valoracién so- cial, le damos el nombre de sublimacion (1933).{11] Lacan La sublimacin es un coneepto problematico Freud relaciona la sublimacién con los Triebe como tales, y en esto reside, para los anelistas, toda la dificul- tad de su teorizacién.[12) * La sublimacién es un destino de Ia pulsién distinto de la represién La sublimacién no deja de ser por ello una satisfac- cién de la pulsién, y ademds sin represién {13} * La sublimacién es el pasaje de un objeto imaginario a un vacio real (la Cosa) Entre el objeto tal como esté estructurado por Ia re- lacién narcisista y das Ding [la Cosa) hay una diferencia ¥, Precisamente, en el espacio de esta diferencia se sitia para nosotros el problema de Ja sublimacién.(14] 126 La sublimacién eleva un objeto (narcisista e imagi- nario] (...) a la dignidad de la Cosa.[15) * El arte, la religién y la ciencia son distintas maneras de tratar el vacto de la Cosa Esta Cosa, todas cuyas formas creadas por el hom- bre son del registro de la sublimacién, estaré representa- da siempre por un vacio, precisamente en tanto que ella no puede ser representada por otra cosa. (...) Pero en toda forma de sublimacién el vacio seré determinante.{16] Referencias de los fragmentos citados (1) ‘Manuscrito L’, en Los orfgenes del psicoandlisis, Madrid, Biblioteca Nueva, 1973, Obras completas, tomo III, pag. 3566. [2] Andlisis fragmentario de una histeria (caso “Dora”), Madrid, Biblioteca Nueva, 1973, Obras Completas, tomo I, pag. 998. (3] Carta al pastor Pfister del 9 de febrero de 1909, en Correspondance de S. Freud avec O. Pfister, Galli- mard, 1974, pags. 46-47. [4] Introduccion al narcisismo, Madrid, Biblioteca Nue- va, 1973, Obras completa, tomo II, pag. 2029. [5] La moral sexual “cultural” y la nerviosided moder- 127 na, Madrid, Biblioteca Nueva, 1973, Obras comple- tas, tomo If, pag. 1252. (61 Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci, Madrid, Biblioteca Nueva, 1973, Obras completas, tomo II, pag. 1616. [71 Tres ensayos para una teoria sexual, Madrid, Biblio- teca Nueva, 1973, Obras completas, tomo Tl, pég. 1184. I8} El yo y el ello, Madrid, Biblioteca Nueva, 1973, Obras completas, tomo III, pag. 2720. [9} Jeid., pag. 2711. [10] “Introduccién al psicoandlisis” en Lecciones intro- ductorias al psicoandlisie, Madrid, Biblioteca Nue- va, 1973, Obras completas, tomo II, pég. 2130. (21) “La angustia y la vida instintiva” en Nuevas leccio- nes introductorias al psicoandlisis, Madrid, Bibliote- ca Nueva, 1973, Obras completas, tomo III, pag. 3155. (12) El Seminario, libro VII, La ética del psicoandlisis, slona, Paidés, pag. 136. { 3] El Seminario, libro XI, Los cuatro conceptos funda- mentales del psicoandlisis, Argentina, Paidés, 1986, pag. 173, (14) El seminario, libro VU, La ética del psicoandlisis, op. cit., pag. 122. (15) Jbtd., pag. 138. (16) Ibid., pag. 160. 128 Seleccién bibliografica sobre la sublimacién FREUD, S. 1897 “Manuscrit L” en La naissance de la psychanalyse, P.U.F,, 1956, pag. 174. (Hay versién castellana: “Ma- nuscrito L” en Los or(genes del psicoandlisis, Ma- drid, Biblioteca Nueva, 1973, Obras completas, tomo Hi.) 1905“Fragment d'une analyse d’hystérie. (Dora)”, Cing Iyses, PULP, 1954, pag, 87. [Hay ver- sign castallana: Andlisie fragmentario de una histe- ria (“caso Dora”), Madrid, Biblioteca Nueva, 1973, Obras completas, tomo I.) ‘Trois essais sur la théorie de ia sexualité, Gallimard, 1962, pags. 42-107. [Hay version castellana: Tres ensayos para una teorta sexual, Madrid, Biblioteca Nueva, 1973, Obras completas, tomo II.) 1908“La morale sexuelle civilisée...” en La vie sexuelle, PUL, 1968, pigs. 38-35, (Hay version castellana: La moral sexual “cultural” y la nerviosidad moder- na, Madrid, Biblioteca Nueva, 1973, Obras comple- tas, tomo II.) 1909Cing lecons sur la psychanalyse, Payot, 1981, pég. 64. [Hay versién castellana: Psicoandlisis (Cinco conferencias...), Madrid, Biblioteca Nueva, 1973, Obras completas, tomo IL.) 129 1910Un souvenir d'enfance de Léonard de Vinci, Ga- Ihimard, 1987, pégs. 81, 85, 171. [Hay versién caste- lana: Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci, Madrid, Biblioteca Nueva, 1973, Obras completas, tomo IL.) 1912 “Conseils aux médecins sur le traitement analyti- que”, en La technique psychanalytique, P.U.F., 1953, pags. 69-70. [Hay versién castellana: Consejos al médico en el tratamiento psicoanalitico, Madrid, Bi- blioteca Nueva, 1973, Obras completas, tomo II.} 1915 “Pour introduire le narcissisme”, en La vie sexuelle, op. cit., pags 98-99 (sublimacién e ideal del yo). [Hay versién eastellana: Introduccién al narcisismo, Ma- ded, Biblioteca Nueva, 1973, Obras completas, tomo 1917 Introduction a la psychanalyse, Payot, 1981, pag. 13. (Hay versién castellana: Lecciones iniroductorias al psicoandlisis, Madrid, Biblioteca Nueva, 1973, Obras compietas, tomo II.] 1923“Le moi et le ga” en Essais de psychanalyse, Payot, 1981, pigs, 242, 259. [Hay versién castellana: El yo y el ello, Madrid, Biblioteca Nueva, 1973, Obras completas, tomo III.) 1923“Psychanalyse” y “Théorie de la libido” en Résul- tats, Idées, Problemes II, P.U.F., 1985, pag. 74. [Hay versién castellana: Psicoandlisis y teorta de la libi- do. Dos articulos de enciclopedia, Madrid, Biblioteca Nueva, 1973, Obras completas, tomo III.) 1930 Malaise dans Ja civilisation, P.U.F., 1971, pég. 18. versién castellana: El malestar en la cultura, Madrid, Biblioteca Nueva, 1973, Obras completas, tomo II.) 130 1933 Nouvelles conférences d'introduction 4 la psycha- nalyse, Gallimard, 1984, pags. 131, 180. (Hay ver- sién castellana: Nuevas lecciones introductorias al is, Madrid, Biblioteca Nueva, 1973, Obras completas, tomo UII.) LACAN, J. Le Séminaire, libro VII, L’ethique de la psycha- nalyse, Seuil, 1986, pags, 117, 131, 133, 155. {Hay version castellana: Seminario 7. La ética del psicoa- ndlisis, Barcelona, Paidés,] Le transfert (seminario inédito), leccién del 22 de marzo de 1961. Le Séminaire, libro XI, Les quatre concepts fonda- mentaux de la psychanalyse, Seuil, 1973, pag. 151. [Hay versién castellana: #1 Seminario 11. Los cua- tro conceptos fundamentales del psicoandlisis, Bue- nos Aires, Paidés, 1986.) D'un autre a l’Autre (seminario inédito), lecciones del 5 de marzo y del 12 de marzo de 1969. Ecrits, Seuil, 1966, pag. 90, 712. [Hay versién caste- lana: Escritos I y Escritos H, México, Siglo XXI, 1970 y 1978 respectivamente.] * “+ ABRAHAM, K., Zuvres completes, tomo I, Payot, 1965, pag. 216. Fepmma, P, “Temps et négation. La création dans la cure psychanalytique”, en Psychanalyse @ la Université, ABL tomo 2, n° 7, junio de 1977, pags. 427-448, KLEIN, M., Essais de psychanalyse, Payot, 1968, pag. 254. LaPLancne, J., Problématiques, 3. La sublimation, P.U.F., 1980. ROpRIGUE, E., “Notes on Symbolism”, Int. J. Psa, vol. 37. 5 El concepto de IDENTIFICACION 132 El concepto de identificacién Una perspectiva lacaniana El objetivo de este capitulo no es profundizar tal 0 cual aspecto de la nocién de identificacién, sino presentar su articulacién esencial desde el punto de vista lacaniano. Cuando empleamos corrientemente el término “identifiea- cién” vehiculizamos, sin ser concientes de ello, una idea recibida, vagamente tomada de la psicosociologia. Esta se reduce a un esquema muy simple compuesto por dos per- sonas diferentes —A y B— ligadas entre sf por una rela- cin de identificacién. La persona A, ya bien individuali- zada, se transformard progresivamente por identificacién en B. En consecuencia, concluimos que A adopta los ras- gos de B, se identifica con B. Ahora bien, en psicoandlisis tenemos una forma radicalmente opuesta de comprender Ja relacién identificatoria. Este esquema, resultante de la opinion comtn, seré modificado en profundidad por el pensamiento psicoandlitico. Tanto el tratamiento operado por Freud como aquel, muy diferente, operado por Lacan, constituyen cada uno a su manera una verdadera subver- sién de la forma habitual de concebir la identificacién. La subversién freudiana del esquema tradicional y funda- mentalmente la inversién més radical del mismo suscita- da por Lacan, revelarén, cada una, un problema teérico preciso cuya solucién adecuada es el concepto de identifi- cacién, {Cudles son estos problemas con los cuales se enfrentan Freud y Lacan? Responder a esta pregunta equivale a reencontrar la encrucijadas freudiana y laca- www esnips convweb/Psique 135 niana que hacen necesaria la existencia del concepto psi- coanalftico de identificacién. Encrucijada freudiana del concepto de identificacién La identificaci6n, lejos de unir a dos individuos dis- tintos transforméndose el uno en el otro, se produce por el contrario en el espacio psiquico de un solo y mismo indivi- duo, Por lo tanto, la modificacién freudiana del esquema habitual de Ja identificacién recae sobre un punto esen- cial: el espacio en el cual se encuentra contenido el esque- ma. En efecto, con Freud abandonamos el espacio usual de la distancia entre dos personas, nos introducimos en la cabeza de una de ellas, aislamos la identificacién como un proceso especifico del dominio del inconsciente, y final- mente descubrimos, en el interior mismo de este dominio, que la asi llamada identificacién sélo tiene lugar entre dos instancias inconscientes. Del esquema recibido man- tenemos ambos términos —A y B—, asf como su transfor- macién del uno en el otro, pero ahora, al pensarlo a través del prisma del inconseiente, subvertimos sus bases si- tudndolo y situdndonos también nosotros en un dmbito muy diferente, el émbito psfquico. {Qué hicimos? Susti- tuimos las relaciones intersubjetivas por relaciones in- traps{quicas.* Digdmoslo claramente: la identificacién tal * Freud rara ver explicita esta sustitucién que, al quedar silencia- a, origina frecuentes confusiones en los escritoe analiticos, cuando en ‘ricos. A continuacién dos pasajes en donde Freud con claridad la sustitucién de un ser homano por una i El primero eaté tomado de 'y et parricidio: "En conjunto, In relacin entre le persona yelcheto paveroo fe ha transformado, conser- 136 ‘www.esnips.com/web/Psique como es concebida por el psicoandlisis freudiano es un proceso de transformacién efectuado en el seno mismo del aparato psiquico, fuera de nuestro espacio habitual y que no puede ser percibido en forma directa por medio de nuestros sentides. Por cierto, en una cura analitica podemos reconocer exteriorizaciones clinicas indirectas de la identificacién, pero jamés alguna de estas manifestaciones muestra tal cual el mecanismo que opera en una identificacién psig ca inconsciente, El dato elinico observable de una identifi- cacién es siempre indirecto; contrariamente a lo que se podria creer, no se presenta a la manera de los fenémenos de semejanza, de imitacién psicologica o de mimetismo animal. A diferencia de estos fenémenos, que reflejan de modo bastante transparente la causa que los provoca, la identificacién inconsciente sélo es perceptible de manera indirecta. Por ejemplo, que un hijo reproduzea él compor- tamiento de su padre desaparecido no es un buen ejemplo de identificacién tal como nosotros la entendemos; en cambio que ese mismo hijo sea presa de un repentino des- mayo de cardcter histérico, nos parece por el contrario la prueba indiscutible del advenimiente de una identifica- cién inconsciente. Ante este joven desmayado, el psicoa- nalista reconoceré la manifestacién de una identificacién inconsciente entre el yo del joven y un padre muerto, o para ser mds precisos, entre el yo y la representacién in- consciente de} padre muerto.* Esto es lo que quisiera vando su contenido, en una relacién entre el yo y el superyt, constitu escenario.” extrajimos 2 tee oe acc teipaseadasareladon ene cl obj exterior y to to. tal ae reprodueen ahora, dentro del 30 Triana!” Oladra, Bioleor ‘Nueva, 1978, Obras completas, tomo Th, a Personat el otto padre, miuert, con el eual su 92 se identific, una Te- Presentacién patquica inconsciente. www esnips convweb/Psique 137 transmitir al lector; cuando de lo que se trata es del in- consciente, dejamos de estar en el terreno conocido de una persona entre otras moviéndose en el habitual espa- cio tridimensional, dejamos de estar en el nivel del indivi- duo reconocido de acuerdo con un conjunto de referencias psicolégicas y sociales; estamos en otro lado, en el lugar impersonal e inconsciente de ese otro individuo, muy singular, heterogéneo, denominado por Freud “ello psfqui- co”. En efecto, estamos en este espacio psiquico preo- eupados por entender eémo, en el seno del dmbito in- consciente, dos polos —l yo y el objeto— entran en una relacién de identificacién. Es ésta la encrucijada freudia- na del concepto psicoanalitico de identifieacién: dar un nombre al proceso inconsciente realizado por el yo cuando éste se transforma en un aspecto del objeto. Insisto, tanto el yo como el objeto son considerados aqui tan sélo en su estricto estatuto de instancias inconscientes. Pero antes de explicitar la naturaleza de estas dos entidades y de desarrollar la teorfa freudiana de la identi- ficacién, planteemos con brevedad lo esencial de la encru- cijada lacaniana. Encrucijada lacaniana del concepto de identificacién Mientras que Freud propone el nombre de identifi- cacién para denominar la relacién de intricacién entre dos instancias inconscientes —el yo y el objeto—,\Lacan, en cambio, se enfrenta a un problema diferente, més delica- 1 is lndividuo oe un ello paiquies, desconeeido » inconsiente” Froud, 8: Hl yoy fella, Madrid, Bibitece Nueva, 2972, Obras com pletas, torno Ii, pag. 2707 138 ‘www.esnips.com/web/Psique do y dificil. El concepto lacaniano de identificacién res- ponde a una encrucijada més radical que la encrucijada freudiana, puesto que ya no se trata de dar cuenta de la relacién entre dos términos relativamente bien constitui- dos —un yo determinado se identifica con un objeto igual- mente bien definido—, sino de nombrar una relacién en la cual uno de los términos erea al otro, Para Lacan, la iden: tificacién es el nombre que sirve para designar el naci- miento de una nueva instancia ps{quica, la produccién de tun nuevo sujeto. Hay aqui, respecto de Freud, una torsion aun més sustancial del pensamiento. Estamos lejos ahora del esquema tradicional de la identificacin comprendida como una transformacién entre dos términos previamente existentes —A convirtiéndose en B—; estamos ahora ante un esquema muy distinto, el esquema de la causacién de uno de estos términos producido por el otro. Mientras que Freud transplanta el esquema tradicional al desplazarlo del espacio psicolégico y tridimensional al espacio incons- ciente, Lacan opera ademas una doble inversién: la iden. tificacién no sélo es inconsciente, no sélo significa engen- dramiento, sino que ademis, y esto es lo mds importante, el sentido del proceso se invierte, En lugar de que A se transforme en B —como sucedia en el esquema freudia- no—, es B el que produce a A. La identificacién significa que la cosa con la cual el yo se identifica es la causa del yo; és decir que el rol activo que antes jugaba el yo es aho- ra ejecutado por el objeto. Resumiremos en pocas pala- bras la encrucijada lacaniana sin abandonar el léxico freudiano: el agente de la identificacién no es ya el yo sino el objeto. Asi, por medio del concepto de identificacién, Lacan resuelve un problema psicoanalitico fundamental: dar un nombre al proceso pstquico de constitucién del yo, o formulado de manera més correcta, dar un nombre al proceso de causacién del sujeto del inconsciente. Volvere- mos sobre ello. * * * www esnips convweb/Psique 139 Las categorias freudianas de la identificacién Premisas: ;Qué es el objeto? Con vistas a establecer ulteriormente las distincio- nes lacanianas de la identificacién, les propondré reagru- par las diferentes acepciones freudianas de este concepto en dos grandes categorias.? Por un lado la identificacién total operada entre la instancia psiquica inconsciente de- nominada yo y esa otra instancia igualmente ineonsciente que podemos denominar objeto total. Y por otro, esta se- gunda categoria de identificacién que Ilamaremos parcial, en la cual el yo se identifica con un aspecto, y un aspecto, del objeto. Pero antes de abordar cada una de estas categorias, examinemos primero el estatuto de estas entidades inconscientes que denominamos yo y objeto. Intentaré desarrollar aqu{ tinicamente quello que me parece que plantea la mayor dificultad, a saber, finicién del objeto. En cuanto concierne al yo, les ‘pediré que acepten sin mas examen la acepcién freudiana de un yo inconsciente.s En cambio, me parece indispensable pa- ra la prosecucién de nuestro estudio el que nos pongamos de acuerdo acerca del sentido de la palabra objeto. Mu- chos malentendidos en los escritos psicoanaliticos, inclui- dos los de Freud, provienen del hecho de que a menudo se confunde el yo con la persona que somos, y el objeto con la persona del otro. Ahora bien, el término objeto, poco feliz, teraacions Glaphungo, julio de 1985). 4 “Pero el yo es también, como ya sabemos, inconsciente” (El yo y et ello, op. cit, pég. 2707). 140 ‘www.esnips.com/web/Psique utilizado en ocasiones para describir la figura de un otro amado y deseado, reviste aquf, en el contexto del proble- ma de ia identificacién, un sentido muy preciso. Ante to- do, la palabra objeto no designa la persona exterior del otro, o aquello que de su perosna me es dado a percibir concientemente, sino la representacién psiquica incons- ciente de este otro, En realidad, para ser mds exactos, seamos més restrictivos y expresémonos con la debida complejidad. Para hablar con propiedad, el objeto designa algo diferente de la representacién psiquica del otro com- prendida como si fuera la huella de su presencia viva ins- crita en mi inconsciente. El término objeto nombra en realidad una representacién inconseiente previa a la exis- tencia del otro, una representacién que ya estd ahf y con- tra la cual vendré a apoyarse luego la realidad exterior de la persona del otro o de uno cualquiera de sus atributos vivientes. Para hablar con todo rigor, en el inconsciente no hay representaciones dei otro, sino tan sdlo represen- taciones inconscientes, impersonales por decirlo de algu- na manera, a la espera de un otro exterior que venga & adecuarse a ellas. A fin de reorganizar mejor nuestras palabras, debe- mos hacer observar otras dos cuestiones: primeramente, que Ja adecuacién de este otro exterior al molde de una representacién inconsciente previa puede producirse sin que lo hayamos encontrado efectivamente como persona viva. E] otro, denominado exterior, puede corresponder a una evocacién muy lejana de alguien que quizé jamas existié: un personaje mitolégico, una figura de la novela familiar, etcétera. Y luego, observemos también que el asi Namado otro, ya sea una presencia inmediata o una evo- eacién antigua, puede ser percibido fuera de mi conciencia Pesherae sin que yo lo sepa en el inconsciente. Ved- Inosio: tomemos por ejemplo la escena de una madre que evoca ante su hijo a un lejano ascendiente familiar. Sin que el hijo se dé cuenta, un sencillo detalle del relato liga- do al personaje evocado se inscribiré en su ineonsciente. Es decir que un detalle sin importancia aparente —ahora aislado y separado por completo de la figura del ances- www esnips convweb/Psique 141 tro— vino a encajar en el molde de una representacién in- consciente preexistente. Entonces preguntémonos: en es- ta secuencia, gen dénde ubicarfamos al objeto? El objeto no es la madre que habla, ni el personaje familiar reme- morado, ni siquiera el detalle percibido de modo incons- ciente, sino la representacién previa confirmada ahora por la inscripcién ineonsciente de un detalle del relato. En suma, es exactamente esta representacién, que consagra la existencia inconsciente del otro, lo que nosotros deno- minamos objeto. No obstante estas precisiones y a fin de-exponer me- jor las distintas categorias freudianas de la identificacién, me veré llevado a utilizar la palabra “objeto” sin poder evitar en todos los casos la ambigiiedad entre dos acepcio- primera, muy general, empleada con frecuencia, considera como objeto a la persona exterior del otro elegi- do o a uno de sus atributos; la segunda estrictamente analitica, considera el objeto como una representacién in- consciente. Por lo tanto, a fin de eliminar la primera acepcién, demasiado confusa, propongo al lector que con- vengamos en una regla de lectura: de ahora en adelante, cada vez que encuentre el término “objeto”, deberd hacer el esfuerzo de traducirlo mentalmente por el término mas apropiado “representacién inconsciente”; es decir, hacer el esfuerzo de no imaginarse una persona, sino de pensar en una instancia psiquica inconsciente. Una vez establecidas estas premisas, examinemos ahora las dos grandes freudianas de la iden- tificacién, tal como las esquematizamos en la figura 1. 142 Identificacién entre dos instancias inconscientes el yo y al objeto Identificacién primaria con el Padre iitico de la horda primitiva Se 1. Identificacién del yo con el objeto total cidn narcisiste-melancolia del objeto (identifica- \identificacién regresiva) del objeto ™ ©) con la imagen local ‘con Ia imagen. del objeto (identifica- ion hiatérica) b) con la imagen global (idontificacién histérien) ®) con el rasgo distintivo del objeto @ oon el objeto en tanto emocién —— Figura del yo con un aspecto del objeto 2. Identifieacién parcial Eequema de las categorias freudia: ‘dela identificacisn Las eategorias freudianas: la identificacién total y las identificaciones parciales La identificacién total La primera identificacién total del yo con el objeto total, designada en la obra de Freud con el nombre de identificacién primaria, es esencialmente mitica: hablan- do con propiedad, dicha identificacién no existe y no remi- te a hecho clinico directo alguno. Constituye més bien uns-especie de a priori mitico, una slegoria fundamental de la forma en la cual se transmitiria de generacién en generacién, més alld de los limites de los hombres, la fuerza de Ja vida, la libido inmortal. El objeto total de es- ta identificacién primaria es el Padre mitico de la horde primitiva, a quien los hijos devorarén hasta llegar a ser, cada uno de ellos, un padre, Los hijos incorporan por Ia boca, y con el placer oral de comer, el cuerpo despedazado del Padre, 0 para ser més exactos, un pedazo del cuerpo que contiene integramente la fuerza paterna. De esta ma- nera, el yo ocupa por entero el lugar paterno puesto que asimila libidinalmente (placer oral) un fragmento corpo- ral de la plena potencia libidinal del Padre. Las identificaciones parciales ‘La segunda categoria de identificacién concierne a la identificacién del yo con un aspecto parcial del objeto. Pe- To, gqué se entiende por “aspecto parcial del objeto”? Puesto que convinimos en traducir la palabra objeto por vepresentacién inconsciente, el aspecto parcial del objeto sefiala el aspecto o la forma que puede adoptar una repre- sentacién. Seguin el aspecto que tome el objeto —ser un distintivo, una imagen global, una imagen local, o incluso ser una emocién— nos encontraremos en presen- cia de cuatro modalidades de identificacién parcial. Exis- tirian, entonces, cuatro fusiones posibles del yo con una 144 ‘www.esnips.com/web/Psique forma del objeto, o lo que viene a ser lo mismo, con una forma particular de la representacién inconsciente. Claro est4 que esta clasificacién de las diversa identificaciones Parciales presentes en la teoria freudiana es arbitraria. Nuestro ivo no es retomar de modo axhaustivo la te- ora freudiana de la entifcasién, sino presentar en for- Ta esquemética sus eje: ipales aproximdndolos a la tres distinciones lacanvanas de| de ia identificacién: simbéli- ca; imaginaria y fantasmdtica, Asi, podemos establecer ‘un cuadro de correspondencias: 1. Identificacién parcial con el rasgo del objeto Ante todo, la més estudiada de todas las identifica- ciones parciales y punto de partida de los desarrollos Ia- FREUD LACAN Identificacién al Identificacién rasgo del simbélica del objeto sujeto a un significante Identificacién dentificacién a la imagen imaginaria del yo del objeto a la imagen del otro Identificacién al Identificacién fantasmética objeto en tanto del sujeto al emocion objeto en tanto emocién Figura 2 Cuadro. de correspondencins ont tre las categorins freudianas y lacanianas de la identificacién www esnips.com/web/Psique 145 canianos, la identifieacién del yo con un rasgo claramen- te discernible de un ser desaparecido a quien estuvimos profundamente ligados, Aqui, el aspecto parcial del objeto es un rasgo saliente, y el objeto en sf mismo, un ser ama- do, deseado y perdido.* La modalidad identificatoria de la cual hablamos puede ser ilustrada de modo muy vivido: se trata de la identificacion del yo con el rasgo de un obje- to amado, deseado y perdido, luego con el mismo rasgo de un segundo objeto, de un tercero y por ultimo con el mis- mo rasgo de toda la serie de los objetos amados, deseados y perdidos a Jo largo de una vida. De esta manera, el yo se transforma en este rasgo repetido incansablemente en la sucesién de los objetos amados, deseados y perdidos en el curso de una existencia. Es como si uno se identificara con tal o cual detalle siempre reencontrado en cada uno de los partenaires de las diferentes relaciones que jalona- ron la propia vida. Si suponemos, por ejemplo, que este rasgo es el timbre de una voz y que todos los seres que ‘uno amé, deseé y perdié estan marcados por una idéntica sonoridad vocal, concluiriames entonces que el propio yo no es més que pura sonoridad, no es sino la singular infle- xién de una voz multiple y no obstante unica. Si este yo pudiera hablar, declararia: “soy esa vibracién sonora, ese timbre sin igual de una voz siempre reencontrada”, o bien “soy esa sonrisa esbozada sin cesar en los rostros de mis amantes”, 0 si no “soy esa mirada incomparable que me cautiva en cada ocasién”. Es a esto a lo que Freud deno- mina “identificaci6n regresiva”: el yo establece primero un lazo con el objeto, se separa de él, se repliega, regresa * Aqui empleamos le palabra “objeto” en su acepcién més amplia, i designs tan stro amado, deseado y perdido, Vaelvo a insistir, el objeto es el rasgo sa- Vente una vez insctito en el inconsciente, y no la persona del otro del ‘cual se separé ese rasgo. Esta precisidn, que remite a la regla convenide “pace lector on la pagina (Trad. 145, e8vlida pare todas ln otras mo- dalidades de identifiescién parcial 146 ‘www.esnips.com/web/Psique y se disuelve en las huellas simbélicas de aquello que ya no esté. Les pido que retengan muy cuidadosamente esta modalidad de identificacién freudiana —la identificacién con el rasgo distintivo—, porque sobre este tipo de identi- ficacién apuntalara Lacan las bases de su propia teoria de la identificacién simbélica. 2. Identificacién parcial con la imagen global del objeto. El caso de la melancolia Una segunda modalidad de la identificacién del yo con un aspecto parcial del objeto concierne en este caso no a un rasgo sino a la imagen del objeto. Es decir que la re- pregentacién inconsciente del objeto amado, deseado y perdido es una imagen. Ahora bien, distingo dos tipos de imagenes: o bien me identifico —escribamoslo en primera persona del omo si fuera el yo ineonsciente el que enunciara y hablara—,:entonces, o bien me identifico con el aspecto-imagen global del objeto amado, deseado o perdido; 0 bien me identifico gon el aspecto-imagen local del mismo objeto. Bl mejor ejemplo del primer caso —identificacion con la imagen global— es la identifica- cién patolégica que tiene lugar en la melancolia. Tomemos por ejemplo a aquel nifio cuya intensa adhesién por un gato hizo de este ultimo su compafiero privilegiado en la realidad intima y cotidiana. Un dia, el nifio se entera de la trégica muerte del animal; y una semana més tarde, ante el asombro general, presenta una conducta bizarra. Su cuerpo adopta un andar felino, lame, mauilla y se des- plaza como un gato. Esta es una forma de identificacién, muy importante clinicamente, que se observa con fre- cuencia en diversos sindromes melancélicos: el yo repro- duce con fidelidad los perfiles y los movimientos de aquel que lo abandon6, y de esta manera se convierte en el igual de su imagen total. Esta notoria flexibilidad para vestir la piel del otro se puede explicar facilmente: su fun- damento es el narcisismo. La imagen del objeto amado, deseado y perdido, que el yo triste hace ahora suya, es en www esnips convweb/Psique 147 realidad su propia imagen a la cual habia investido como si fuera la imagen del otro. El yo no encuentra otra piel que aquella amada antafio, porque al amarla se reflejaba en ella y se amaba a sf mismo. Si el nifio melancélico se hace hoy el gato, es sin duda porque la imagen de su gato vivo era ya su propia imagen, Freud supo resumir el nar- cisismo de la identificacién melancélica en una célebre y hermosa frase: “La sombra del objeto cae sobre el yo.” La sombra del objeto amado, deseado y perdido, su imagen y al mismo tiempo imagen del yo, eae sobre el yo, lo recubre y lo disuelve.* 3. Identificacién parcial con la imagen local del objeto. El caso de la histeria ‘Veamos ahora la tercera modalidad de la identifica- cién parcial; el yo se identifiea aqui con una imagen ya no global sino Jocal, Esta modalidad identificatoria la encon- traremos, modificada, en la teoria lacaniana con el nom- bre de identificacién imaginaria. El yo opera una identifi- cacién con la imagen del otro considerado sdlo en tanto que ser sexuado, 0 més exactamente con la imagen de la parte sexual del otro, o mejor aun —siguiendo una expre- sién de K. Abraham— con la imagen local de la region genital del otro. Esta expresién “regién genital” es em- pleada por Abraham para indicar el lugar imaginario del sexo del otro, fuertemente investido por los pacientes his- téricos en detrimento del resto de la imagen de la perso- na. Como si el sujeto histérico focalizara y precipitara todo su yo en el centro genital de la imagen del otro, anu- Jando el resto de la imagen. No obstante, Abraham tam- * Més bien que disolverlo, habria que haber dicho que la sombra del objeto divide al yo en dos partes, una parte fuera de In sombra —llama- ds superys— que be deeencadern contre I ora parte que quedé on le sousbre, idenitiends coal objeto periida. Cf, Dsioyeeky el parrii lop it pg, 3000-9010), conse oa también Paiolagt ce Las moana y andlisis del yo (Op. cit. pag. 2888) 148 ‘www.esnips.com/web/Psique bién reconoce la posibitidad inversa: el histérico se identi- fica con la imagen total de la persona, pero desprovista de sexo; como si a nivel de los genitales la imagen estuviera opacada por una mancha blanca. Ahora bien, ya sea que estemos en presencia de un investimiento exclusive y polarizado en e] emplazamiento genital, o de un investi- miento global de la imagen con excepcién del emplaza- miento genital, siempre se tratara de una identificacién parcial puesto que est limitada siempre a una imagen trunca. Ya que incluso en la tltima variante de la identifi- cacién con la imagen global de la persona con excepcién de'su regién genital, se tratard de una imagen parcial. A fin de ilustrar mejor esta modalidad identificato- ria, observemos el ejemplo clinico de la histériea; nos sera muy titil para despejar con claridad las dos formas de identificacién parcial a la imagen local del objeto: ya sea a su imagen reducida sélo al emplazamiento genital, y en- tonces el objeto sera percibido como sexualmente desea- ble; ya sea a su imagen privada del emplazamiento geni- tal, y en consecuencia el objeto sera percibido como sexualmente deseante en la medida en que al estar aguje- reado tiende a completar su falta, Recordemos la inten- sidad con que Dora puede tomar ambos roles complemen- tarios jugados por la Sra. K. (deseable) y por: su padre (deseante), en Ia escena de su propio fantasma histérieo. Primeramente, el rol en el cual la Sra. K. se revela como un objeto sexualmente deseable a los ojos del padre; Ia Sra. K., entonces, es reducida a la dimensién exclusiva de cosa sexual, de cosa sexualmente deseable para un aman- te masculino.« Pero reciprocamente, Dora puede jugar 4 Esta cosa sexualmente deseable en la que se convierte la Sra. K. 2 denominnda flo por ol paicoandins, i retomaznoe la ors lacie: za, Ia expresién complete serfa “falo imaginario"; imaginario porque ‘esta cone en Ia cual se dinuelve Ia Sra. K. es el emplazamiento sexual opis genta percibido ens imagen del tr, Nos apayamon 0 siguiente frase de Lacan: *... el falo, 0 sea ta imagen del pene, vvidad en su lugar en Ja imagen eepecular {del otro] ( Lacan, J. 2, Argentina, Siglo XXI, 1976, pag. 802). www esnips convweb/Psique 149 también el rol opuesto del deseante habitado por la falta; entonces, se identifica con su padre deseando a una mu- jer. Ahora bien, en este punto es importante aclarar que 1 impulso de este movimiento identificatorio con el dese- ante es imprimido por una tendencia fundamental del yo histérico a identificarse no sélo con un deseante que bus- ca, sino también con un deseante que goza buscando, un deseante puro que goza estando en estado de deseo, Ast, la identificacién més inmediata de Dora con el padre de- seante forma parte de una linea tendida hacia el horizon- te intangible en donde se encontraria por fin la esencia enigmitica de la femineidad. Por lo tanto, Dora intenta, més alld de todos los Ifmites, aleanzer a la Sra, K. fantas- mada ahora no ya como cosa deseable, sino como afectada por el deseo mas elevado, el misterioso deseo femenino, puro deseo sin objeto asignable. 4, Identificacion parcial con el objeto en tanto emocion. El caso de la histeria Para terminar nuestro recorrido freudiano, aborde- mos ahora la ultima modalidad de la identificacion par- cial, apoydndonos nuevamente en otra variante de la relacién histérica con los objetos del deseo. Esta varian- te, bastante inadmisible para el pensamiento, tiene sin embargo una importaneia clinica decisiva. En este caso, el yo histérico se identifica no sélo con la imagen local del objeto —ya sea la Sra, K. sexualmente deseable, ya sea el padre que desea a la dama— sino también con la emocién del orgasmo fantasmado por Dora en el momento de la unién de un hombre con una mujer. Ya en 1895, Freud no dudaba en hacer del ataque histérico el equiva- lente de un orgasmo, Cuando vedis desvanecerse a una histérica no dudéis —efirmaba categoricamente Freud—, 5 Mas tarde encontraremos esta variante en las categoriae lacania- xas con el nombre de identificacién fantasméti 150 ‘www.esnips.com/web/Psique el sujeto no hace mas que gozar, se identifica con la emo- cin sexual compartida por los partenaires de la pareja fantasmada; fantasmada, se entiende, en el d io del inconsciente. Ya no basta con afirmar que el yo histérico se identifica con la imagen del otro sexualmente deseable, ni con aquella del otro sexualmente deseante; hay que ir aun més lejos y conelyir —aunque ello parezea sorpren- dente— que hay una asimilacién perfecta del yo al hecho mismo del goce de la pareja. 108 precisar aqui que, desde el punto de vista metapsicolégico, no podemos considerar esta identifica- cin con el goce como una identificacién del yo con una forma de la representacién inconsciente, como era el caso ‘en las anteriores categorias de identificaciones parciales. En efecto, para ser estrictos, el goce no est representado en el inconsciente, su representacién falta y, en conse- cuencia, la identificacién del yo con el goce debe ser conce- bida como una identificacién del yo con una ausencia de representacién, y no con un aspecto de la representacién. En este caso de identificacién histérica con el goce, ya no podemos tradueir el voeablo “objeto” por “representacién inconsciente”, sino que debemos tradueitlo. p por “falta de representacién”, Entonces, afirmar que el yo se identifica con el objeto en tanto emocién, significa aqui que el yo va al lugar de un agujero en la trama de las representacio- nes psiquicas inconscientes. Esta observacién nos seré muy titi] para comprender la identificacién lacaniana ope- rada en el seno de un fantasma. ‘Como qued6 expuesto, en la unidad de una unica en- tidad clfnica, la histeria, hallamos contenida la diversidad de las tres variantes de la identificacién del yo con un as- pecto parcial del objeto. Ninguna otra estructura clini encjerra una pluralidad tan neta de identificaciones par- ciales, irreductibles entre sf y al mismo tiempo comple- mentarias. En definitiva, la histeria consiste en la asun- cién, uno a uno, de todos los lugares del cortejo sexual, de todas las posiciones relativas al deseo. Todo suefio, sinto- ma o fantasma histérico condensa y actualiza una triple identificacién: identificacién con el objeto deseado, con el www esnips convweb/Psique 151 objeto deseante, y finalmente, identificacién con el objeto de goce de los dos amantes. Por lo tanto, @ la pregunta més general acerca de la naturaleza del objeto de la iden- tificaci6n histérica, habria que responder:,el objeto no es la mmujer amada, ni el hombre amante, ni tampoco su comtin emocién sexual, sino todo ello conjunta y simulté- neamente. En una palabra, el objeto central del deseo de 1s histérica no es un objeto determinado sino la relacién, el intervalo que une a ambos partenaires de la pareja fan- Las categorias lacanianas de la identificacién de este necesario esbozo de la teorfa freudia- na de la identificacién, vayamos al enfoque lacaniano pro- piamente dicho. Ya dijimos que el concepto-lacaniano de identifica- ¢ién responde a una teérica més radical que Ja encrucijada freudiana. Para Lacan, la identificacién de- signa el nacimiento de un nuevo lugar, la emergencia de una nueva instancia psfquica. De acuerdo con la natura- Jeza de este lugar podemos distinguir dos categorias de identificaciones: la primera esta en el origen del sujeto del inconsciente y la denominamos identifieaci6n simbdli- ca; la segunda esta en el origen del yo y Ia denominamos identificacién imaginaria. Debemos agregar, ademas, una tercera categoria mds particular que no concierne exacta- mente a la produccién de una nueva instancia, sino a la institueién de un complejo psiquico denominado fantas- ™ma; consecuentemente, a esta wiltima modalidad identifi- catoria la Namamos fantasmatica. Quisiera presentarles estas tres modalidades de la identificacién lacaniana, definiendo sucesivamente los 152 ‘www.esnips.com/web/Psique elementos intervinientes. Los componentes de la identifi- cacién simbélica son el significante y el sujeto del incons- ciente; los de la identificacién imaginaria son la imagen y al yo; finalmente, los de la identifieacién fantasmética son el sujeto del inconsciente y el objeto a. A lo largo de la de- finicién de estos elementos se irén esclareciendo las tres eategorias de la identificacién. Identificacién simbdlica del sujeto con un significante: nacimiento del sujeto del inconsciente Comencemos por el significante. {Qué es un signifi- cante? E] término significante no designa cosa alguna de una realidad tangible y observable de modo directo; res- ponde mas bien a la necesidad del psicoanslisis de abs- traer y de formalizar determinados hechos —éstos sf ob- servables— que se reproducen y se repiten con insistencia a lo largo de la vida. Un significante es una entidad es- trictamente formal referida de modo indirecto a un hecho aue se repite, y dfinide por relaciones légicas con otras entidades iguaimente significantes. En suma, la eategoria “significante” estd determinada por tres referencias. Un significante es una entidad formal. Q Primera- mente, el significante es la referencia indirecta de un hecho repetitivo observable, consistente en una equivoca- cién o en un acto involuntario en la conducta conciente de un individuo; El significante representa en el orden for- mal y abstracto el hecho conereto de una confusién que sorprende y excede al ser parlante? Por ejemplo, si cometo ‘un lapsus, puedo llamarlo significante porque no obstante ser una manifestacién producida en mi, sin embargo se me escapa, me sorprende y revela a los otros y en ocasio- www esnips convweb/Psique 153 nes a mi mismo un sentido que hasta ese momento se mantenta oculto. Por lo tanto, Ja primera referencia en la definicién de un significante remite al advenimiento de una confusién reveladora de mi deseo; una confusién sur- gida tan a propésito y tan oportunamente que se me ofre- ce, fuera de mf, como mi propia verdad. Cabe observar que el significante puede presentarse bajo una gran va- riedad de formas indistintamente, 0 mas bien que puede formalizar una gran variedad de hechos, El significante puede ser una palabra, un gesto, el detalle de un relato, la inspiracién de un poema, la creacién de un cuadro, un suerio, incluso un sufrimiento o también un silencio. To- das estas manifestaciones humanas pueden ser califica- das legitimamente como significantes con la estricta con- dicién de que sean la expresién involuntaria de un ser parlante. Un significante jamds existe solo. Q La segunda refe- rencia del significante, que nos permitird situar la identifi- cacién simbélica de modo més especifico, es ya no féctica sino exclusivamente formal. Concierne a la articulacién 16- gica entre, por una parte un significante referido a un acto no intencional tomado aisladamente en el momento de su advenimiento, y por otra a todos los significantes que mar- can otros actos semejantes pasados o por venir. El valor formal de un significante radica en su pertenencia a una serie de otros significantes, siendo cada uno de ellos la for- tmalizacién abstracta de una confusién pasada o futura. Por lo tanto el significante jamds existe solo, es siempre uno entre otros. Hay un aforismo lacaniano que resume bien esta relacién formal entre un significante y la serie a Ja cual pertenece: un signifieante s6lo es significante para otros significantes. Es decir que un significante sélo tiene valor —valor formal entonces— si forma parte de un con- junto de unidades idénticas a él. En consecuencia, cuando califiquemos a tal o cual equivocacién como significante, deberemos pensarla no como tinica y solitaria, sino contar- la como un acontecimiento necesariamente enlazado a otros acontecimientos del mismo orden. 154 ‘www.esnips.com/web/Psique Ell sujeto del inconsciente es el nombre de una rela- cin abstracta entre un significante y un. conjunto de nificantes, O La tercera referencia que define al signifi- cante, més formal aun que la precedente, nos introduciré de modo directo al centro del mecanismo de la identifica- cién simbélica 0, para ser mds exactos, al nacimiento del sujeto del inconsciente. Segin Lacan, cuando un aconteci- miento significante tiene lugar —articulado siempre a otros significantes— se produce un efecto singular que to- ma el nombre de sujeto del inconsciente. A pesar de este voeablo “sujeto” que se presta a confusiones, la expresién lacaniana ‘sujeto del inconsciente” no designa a la perso- na que se equivoca al hablar ni tampoco a su yo conciente © inconsciente, sino que nombra a una instancia suma- mente abstracta y finalmente no subjetiva. El sujeto del ineonsciente es una funcién précticamente semejante a las funciones mateméticas, ya que, estrictamente, se defi- ne en el marco de una correspondencia establecida entre el acontecimiento significante actual y todos los otros acontecimientos significantes pasados o por venir, ordena- dos virtualmente en una serie articulada. Dicho de otra manera, el sujeto del inconsciente es el nombre con el cual designamos la experiencia concreta de una confusién cuando pensamos dicha experiencia en el registro formal y la contamos como un significante actual en su relacién ‘con otros significantes virtuales. Entonces, el ser del suje- to se reducirfa a una pura relacién entre un elemento y un conjunto definido. Pero, {por qué denominar con el nombre sujeto —vocablo que connota un sentido tan evo- cativo— a una relacién formal tan friamente légica? Es justamente la respuesta a esta pregunta la que nos intro- ducird nuevamente en el mecanismo de la identificacién simbélica. El sujeto del inconsciente es un rasgo ausente de mi historia y que sin embargo la marca para siempre. Q Co- mencemos por examinar més cuidadosamente en qué con- siste esta relacién entre un significante actual y los otros significantes virtuales. Si, estando ubicados justo en el momento doloroso del advenimiento inesperado de un sin- www esnips convweb/Psique 155 toma, volvemos a pensar en’ todas las otras ocasiones en que vivimos e] mismo sufrimiento, entonces descubriria- mos que, més allé de las circunstancias muy diferentes, aparece un detalle invariable que marca todos esos mo- mentos de dolor. Lacan denomina a este elemento comin, a este signo distintivo que se repite en cada uno de los acontecimientos signifieantes mas alld de sus diferencias, rasgo unario, Rasgo porque marca cada instante repetido; unario porque es el Uno que unifica y reine los diferentes significantes sucesivos, No dejaremos de reconocer en es- te término “rasgo” el mismo vocablo que Freud empleara para caracterizar la identificacién regresiva o la identifi- ‘eacién del yo con el rasgo distintivo del objeto. Mientras que Freud busca el yo en el rasgo que se repite y relacio- ma en un conjunto a seres amados, deseados y perdidos, Lacan pasa a un registro més abstracto, enumera a las personas amadas y perdidas como significantes seriados, aisla au rasgo comin y, finalmente, encuentra el sujeto del inconsciente. Por lo tanto, el sujeto del ineonsciente no es tan sélo el nombre de una relacién entre un aconteci- miento actual y otros acontecimientos virtuales, sino que ea el nombre de la marca invariablemente presente a lo largo de una vida. El sujeto del inconsciente es més que una relaci6n, es en sf mismo el rasgo que unifica el con- junto de los significantes. La identificacién simbélica consiste justamente en la ‘emergencia del sujeto del inconsciente, entendida como la produccién de un rasgo singular que se distingue cuando retomamos uno a uno todos los significantes de una histo- tia. Por cierto, hubiéramos podido establecer el paralelo con Freud y decir: mientras que Freud busca el yo en el rasgo comtin a los objetos amados y perdidos, Lacan bus- ca el sujeto en el rasgo comin a los significantes. Esto hu- biera sido legitimo, pero tan s6lo a medias, ya que existe una diferencia radical entre ambos autores. Lacan no s6lo se sitiia en el campo estricto de la Iégica, sino que ademas lleva el formalism al punto de extraer el rasgo unificante del conjunto al cual unifica. El rasgo, siendo un elemento separado y exterior al conjunto por él unificado, jams se- 156 ‘www.esnips.com/web/Psique 14 reeonocido entre las unidades reunidas y enumerables. Volviendo al ejemplo de aquel que piensa en su pasado y cuenta la serie de los acontecimientos dolorosos que jalo- naron su historia, es muy natural que olvide ineluir el rasgo distintivo que marca todos estos acontecimientos. Sergio puede recordar muy bien su separacién de Ana, la ruptura con Laura y su divorcio con Sandra; sin embargo, sélo muy tarde reconocerA cuanto se parecian estas tres mujeres en el timbre de voz. Pero lo que es més importan- te, probablemente nunca reconozea hasta qué punto resi- d{a su propia singularidad, la identidad més intima y des- conocida de sf mismo, en esa singularidad percibida en sus partenaires. Cuando Sergio enumera los momentos de su vida, no sabe contarse a sf mismo, ya que en la cuenta se olvida. Ahora bien, ¢1 sujeto del inconsciente es, preci- ‘samente, ese “sf mismo” olvidado en la cuenta. Sergio se olvida ya que no puede darse cuenta de que es él mismo el rasgo sonoro de la voz de las mujeres amadas, el rasgo unario irremediablemente ausente de la cuenta. Puesto ‘que este rasgo no es pasible de ser contado, es llamado por Lacan el Uno-en-menos. {En menos de qué? En menos del conjunto contado. He aqui, pues, en qué consiste la identificcién simbélica: ujeto del inconsciente esta identificado con un rasgo, siempre el mismo, que jalona invariablemente una vida significante y que, no obstante, esta sustraido de esa vida. Precisamente, la identifica- cidn simbélica designa 1a produccién del sujeto del incor como un sujeto en menos en una vida. For- mulémoslo de otra manera respondiendo a la pregunta: gqué hay que entender por sujeto del inconsciente? El su- jeto del inconsciente es un sujeto en menos en la vida de alguien, al rasge ausente, exterior a gota vide, y que sin marea para siempre. Por lo tanto, la singula- Fidad de tna vida significante esté dada por una marca que nos es exterior, Este es el modo que tenemos de exis- tir en el inconsciente: existimos como una marca que nos singulariza y de la cual, sin embargo, estamos desposef- dos. Justamente, es esta desposesién, esta sustraccién de nuestra vida de un rasgo unico e intimo denominado suje- www esnips convweb/Psique 157 to, lo que condujo a Lacan a utilizar el término privacién: en el inconsciente, la vida esta privada del rasgo simbéli- co que desde afuera la singulariza, és decir, privada del sujeto del inconsciente. aoe A fin de disipar algunos malentendidos terminol6gi- cos, me gustaria recordar brevemente las otras férmulas con las cuales los psicoanalistas lacanianos nombran al rasgo unario. Cada una de las siguientes expresiones: ideal del yo y falo, sitia el rasgo unario en un contexto di- ferente y, en consecuencia, concibe de modo distinto la identificacién simbélica. Cuando esta instancia es llama- da rasgo unario, la inscribimos en el contexto de la repeti- cin de los significantes; cuando se la nombra ideal del yo, la pensamos como el referente constante que regula las sucesivas identificaciones del yo con las imagenes; y finalmente, cuando se la denomina falo, la concebimos co- mo el referente que ordena las distintas modalidades de satisfaccién sexual. En suma, se trata siempre de la mis- ma instancia exterior al conjunto por ella regulado, y a la cual Je damos el nombre de rasgo unario cuando el con- junto de que se trata es un conjunto de significantes, el de ideal del yo cuando el conjunto es el de las imagenes y fi- nalmente el de falo cuando el conjunto es el de los dife- rentes modos que adopta la sexualidad. * 4 Identificacién imaginaria del yo con la imagen del otro: nacimiento del yo Abordemos ahora el modo de identificacién que de- nominamos imaginaria y que determina la estructura del yo. Una vez més, encontramos la encrucijada tedrica que 158 ‘www.esnips.com/web/Psique condujo a Lacan a designar con el nombre de identifica- cién al proceso de formacién de una instancia psfquica nueva, en este caso el yo, En el momento inaugural de es- te proceso formador, denominado por Lacan estadio del espejo, el yo es antes que nada un bosquejo, la huella que dejé en ei nifio una excepcional experiencia perceptiva. En ese momento el nitio esta capturado como no volveré a estarlo jams por el impacto fulgurante que provoca en él la vision global de su imagen reflejada en el espejo. En ese momento, y sélo en ese momento, el yo es solamente la huella del contorno de la imagen unitaria del nifio, el boceto —simplemente una Iinea— de la forma humana del hombrecito.* Esta estructura originalmente vacia que denominamos nos yo-boceto se ir& consolidando a medida que aparezean otras experiencias imaginarias, ya no globales sino parciales. Este primer yo-boceto seré el marco sim- bélico que contendré todas ias imagenes sucesivamente percibidas constitutivas del yo-imaginario. En la teorfa lacaniana el yo-imaginario no se confun- de con la conciencia de si, ni con una de las tres instan- cias t6picas despejadas por Freud (yo, superyé, ello, sino que se define como una Festratificacién incesante de ims. genes inscritas continuamente en nuestro inconsciente. Para comprender lo que es el yo y cémo se forma a lo lar- go de las sucesivas identificaciones imaginarias, hay que admitir primero que, para el psicoanglisis, el mundo exte- rior no est gompuesto por cosas y por seres sino que esta compuesto fundamentalmente por imagenes. Cuando creemos percibir un objeto, nuestro yo sélo percibe la ima- gen del objeto. Asi, entre el yo que se nutre de imagenes y * Para ser rigurosos debemos establecer una precisién. Lacan consi- eraba el entadio del egpajo eee forma del 7 (Se yuo dal yo (moi) ‘interpretar a partir del texto. Nuestro texto no se contra- {ice con 1 torte de Lacen, con la condicén de que ve comprena correc: tamente quo denominamos yo (Je) « ete primer boceto del yo (mo!) que mis tarde ve transforma en una instancia simbéliea representati ssujeto del inconsciente. www esnips convweb/Psique 159 el mundo —fuente de imégenes— se extiende una dimen- sién imaginaria unica, sin fronteras, en la cual el mundo y el yo son una sola y cosa hecha de imégenes. Si aceptamos estas premisas lacanianas, reconoceremos que, tratandose del yo, la distincién interior/exterior queda abolida: el yo se aloja alli en la imagen exterior en apa- riencia, Ia de mi semejante por ejemplo, mas bien que en el sentimiento consciente de mf mismo. ‘Sin embargo, las imagenes constitutivas del yo-ima- ginario no son imAgenes cualesquiera. Para Lacan, el yo se estructura siguiendo una estratificacién bien ordenada de imagenes sucesivas, siendo cada una de ellas pereibida con la pasién del odio, del amor y de la ignorancia. El yo s6lo se identifica de modo selectivo con las imagenes en Jas cuales se reconoce, es decir, con imagenes pregnantes que con mayor o menor proximidad evocan apasionada- mente la figura humana del otro, su semejante. Pero, équé es lo que enlaza afectivamente al yo con estas imd- genes elegidas del otro, convertidas en su tinica sustan- cia? No basta con definir al yo como el precipitado de las imégenes devueltas por otro, es preciso ademds circuns- cribir lo que de estas imagenes lo cautivan con pasién hasta constituirlo. La vinica cosa que cautiva, atrae y aliena al yo en la imagen del otro es precisamente aquello que no se percibe en la imagen, a saber, la parte sexual de ese otro. La ver- dadera captacién imaginaria del yo no es aquella operada por la imagen sino por la parte no perceptible, negativiza- da de la imagen. Es con esta parte agujereada en la ima- gen con la que el yo se identifica realmente. Con esto es con lo que quisiéramos concluir: la identificacién imagina- ria que da origen al yo es mds que una serie de imagenes, sucesivas, es, fundamentalmente, la fusién del yo con la parte agujereada de la imagen del semejante, 160 wow esnips. com/web/Psique Retomemos puntualmente nuestras principales pro- posiciones acerca de la identificacién imagin: * El yo imaginario se forma en el interior del marco del “yo Ge?” simbélico inaugurado en el momento del esta- dio del espejo. * Para el yo, el mundo no es més que imégenes, Por lo tanto, hay continuidad y constaneia entre él y el mun- do. El yo se aloja alli, en la imagen exterior en apariencia, y.el mando esté en ey, en la imagen més intima en ape- + No todas las imagenes del mundo son constituti- vas del yo. El yo sélo percibe las imagenes en las cuales se reconoce, es decir, imagenes pregnantes que con mayor 0 menor proximidad evocan apasionadamente la figura hu- mana del otro, su semejante. + La parte imaginaria del semejante que atrae la pereepeién del yo y lo aliena no es, hablando con propie- dad, la forma humana en general sino tode aquello de la imagen que esté connotado como sexual. * El narcisismo inherente a la identificacién imagi- naria del yo no se reduce a la simple formula “amarse a sf mismo a través de la imagen del otro". El yo-Narciso de- beria definirse mds bien segin la formula: “amarse a sf mismo como se ama el sexo de la imagen del otro", © de modo mis directo, “me amo como amo a mi sexo”. En guma, el yo s6lo ge forma en las imagenes preg- nantes que con mayor o menor proximidad le permitan volver sobre s{ mismo y confirmar su naturaleza imagina- ria de ser sexual. * e Identificacién fantasmitica del sujeto con el objeto: nacimiento de un complejo psiquico denominado fantasma Para terminar, trataremos este tercer modo de iden- tificacién parcial que define la estructura del fantasma www esnips com/web/Psique 161 inconsciente. Para Lacan, un amplio espectro de forma- ciones clinicas que van desde los ensvefios diurnos hasta algunos delirios, se explicaria siguiendo una matriz for- mal compuesta por dos términos: el sujeto del inconscien- te cuyo estatuto de entidad formal acabamos de justificar, y el objeto, caracterizado hasta este momento como siendo Ja emocién sexual con la cual se identifica el yo histérico, y que ahora vamos a definir mejor. La relacién entre estos dos términos se reduce, en lo esencial, a una asimilacién del uno al otro, expresada por la formula 3 0 a; en donde el losange indica la operacién misma de la identificacién del sujeto con el objeto, ‘A fin de comprender la naturaleza de este objeto a con el cual se identifica el sujeto, y as{ conocer el principal resorte de la identificacién fantasmatica, tomemos el ejemplo de un fantasma que se exprese no por medio del relato de un paciente en cura analitica, sino mediante ‘una accién motriz efectuada coneretamente en el espacio y el tiempo. Cabe observar que el fantasma inconsciente puede manifestarse tanto por la intermediacién de pala- bras como, de modo més directo, bajo la forma de un ac- cionar. Veamos el caso de un nifio de diez afios sujeto a frecuentes accesos de cdlera, presa de una gran excitacién motriz y capaz de destruir el primer objeto al aleance de su mano. Durante esos momentos marcados por gritos y lantos, amenaza a sus padres con matarse con un cuchi- Mo 0 con arrojarse jars por la ventan; amenaza que en varias ocasiones intenté llevar a cabo. Planteémonos ahora la pregunta: en esta corta evo- cacién clinica, {dénde reconocer el lugar del objeto a, y cé- mo explicar la identificacién fantasmética? Pana situar correctamente el objeto, nos es preciso ante todo distin- guir con claridad el afecto dominante en un fantasma (aqui el odio y la célera manifiestos) y la tensién pstquica inconsciente no observable, en el origen del fantasma. En lo que respecta a esta ltima, seamos més exactos. La on que la actividad pulsional busca descargar a tra- 16s del fantasma exteriorizado mediante la agitacién mo- triz sigue en realidad un doble destino. Por una parte, es 162 ‘www.esnips.com/web/Psique descargada, en efecto, al transformarse en fuerza muscu- lar y, por otra, permanece a la espera, errante en el espa- cio psfquico. Una parte, entonces, es metabolizada en fan- tasma y la otra permanece como un resto irreductible que alimenta y arrastra continuamente a la pulsién por la via. de la descarga, es decir por la via de producir nuevos fan- ‘Digamos en un primer acercamiento que el obje- to, seguin Lacan el objeto a, coincidiria justamente con ese plus de energia constante, no convertible en fantasma, pero no obstante causa de fantasmas por venir. Volvamos a situar el lugar del objeto pero cambiando de perspectiva. Ubiquémonos ahora desde el punto de vis- ta no ya de la causa y del origen sino de la funeién del fantasma como producto pa(quico ya elaborado. En efecto, el fantasma es una formacién psiquica, un producto desti- nado a mantener —a la manera de un sefivelo— el empu- je de la pulsién, y de esta manera a evitar que la pulsién aleance el Ifmite hipotético de un goce intolerable que sig- nificarfa la descarga total de la energia pulsional. Asf, la fancién del fantasma inconsciente es ia de impedir el ac- ceso a un goce absoluto y la de satisfacer parcialmente a la pulsién, a costa de mantener siempre vivo ese exceden- te de energia que el fantasma no logré canalizar. Como si ‘en el momento del acceso, el nifio del fantasma exclama- ra: “jPrefiero dejarme llevar por la pulsién de destruir o destruirme, y mantener en mi una excitacién inextingui- ble, antes de disolverme en el vaciamiento sin limite de una descarga pulsional completa!” 0 también: “Prefiero suffi en mi acceso y satisfacer la pulsin de modo parcial antes que desaparecer bajo el peso de un sufrimiento infi- nito.” En una palabra, el fantasma es una defensa, una proteccién del yo del nifio contra el temor de aniquila. miento representado por la descarga total de sus: pulsio- nes. Esto al precio de hacerlo sufrir al arrastrarlo a una crisis motriz eventualmente peligrosa, y sin que jamés quede por completo resuelta una fuerza pulsional siempre activa, Pero el objeto no es tan sélo un excedente de energia pulsional a la deriva, que esta en el origen de diversas www esnips convweb/Psique 163 formaciones psiquicas. Es, ante todo, una tensién de na- turaleza sexual, en la medida en que estd enlazada a una fuente corporal erégena, a una parte erotizada del cuerpo, presente siempre en el seno de un fantasma. En el ejem- plo clinico que nos ocupa, la satisfaccién pulsional —o mas bien la parte de energia descargada— se hace posible gracias a la movilizacién de) conjunto de los misculos que, con ocasién del acceso motor, se convierten en la re- gién corporal eminentemente sexualizada. Pongémonos de acuerdo. Ya sea que la tensién pulsional sea transfor- mada en fuerza muscular o que, por el contrario, per- manezca no utilizada (objeto a), en el fondo es siempre de naturaleza sexual. La zona erdgena del cuerpo marca con su sexualidad tanto el plus de energia no convertido como la energia descargada. En consecuencia, el objeto a adoptaré diferentes as- pectos y Ilevard diferentes denominaciones segin sea la zona erégena del cuerpo prevalente en el fantasma, Si la zona erégena dominante es la boca, el objeto a tomaré la figura del seno y el fantasma se llamaré fantasma oral; la zona es el ano e} objeto tomard la forma excremental y el fantasma serd caracterizado como un fantasma anal; si la regién erdgena esté localizada en el ojo, el objeto reves- tiré la figura de la mirada y el fantasma seré denominado “fantasma escépico”; etcétera. En el caso clinico de este nifio destructor y autodestructor, la fuente erégena domi- nante corresponde a toda la masa muscular, el objeto toma la forma del dolor inconsciente, y finalmente el fan- tasma se denomina fantasma sadomasoquista. En suma, las crisis de cdlera sufridas por el nifio actualizan un fan- tasma organizado en torno a este objeto central a que es el goce inconsciente de sentir dolor. Pero una vez dicho todo esto, cudl es el lugar de la identificacién en el fantasma? Anteriormente, subraya- mos que el mecanismo estructurante de un fantasma se resume en la identificacién del sujeto con el objeto. Soste- ner que el sujeto se identifica con el objeto (6 0 a), 0 que en el fartasma el sujeto es el objeto, significa, sencilla- mente, que en el momento de la aparicién de una forma- 164 ‘www.esnips.com/web/Psique cién fantasmatica el sujeto se cristaliza en la parte com- pacta de una tensién que no llega a descargarse. Cuando el nifio viva el momento culminante de su crisis, pensare- ‘mos que todo en él es dolor, que él no es més que dolor, y que el dolor —polo central del fantasma— absorbe y con- densa al ser del nifio, Recordemos que esta asimilacién radical, local y provisoria del sujeto al objeto-dolor es el mejor modo de defensa contra esta otra asimilacién into- lerable del sujeto a un sufrimiento infinito. 165 Fragmentos de las obras de S. Freud y de J. Lacan sobre la identificacién Seleccién bibliografica sobre la identificacién Fragmentos de las obras de S. Freud y de J. Lacan sobre la identificacién Freud La identificacion no es una imitacion As{, pues, la identificacién no es una simple imita- cin, sino una apropiacién basada en la misma causa etio- I6gica, expresa una equivalencia y se refiere a una comu- nidad que permanece en lo inconsciente (1899).1] Feamatoa'identifieneion histerioa) ...1*) la identificacién es la forma primitiva del enla- ce aféetivo a un objeto; 2) siguiendo una direccién regre- siva, se convierte en sustitucién de un enlace libidinoso a tun objeto, como por introyeccién de objeto en el yo; y 3) puede surgir siempre que el aujeto descubre en si un ras- go comin con otra persona que no es [directamente] obje- to de sus intenciones sexuales (1921).[2] 169 * La identificacién primaria es ta identificacién del yo al Padre de la horda primitiva Ademés, el violento y tiranico padre constituia segu- ramente el modelo envidiado y temido de cada uno de los miembros de la asociacién fraternal y al devorarlo [ab- sorcion] se identificaban con él y se apropiaban una parte de su fuerza (1913).[3] * En la identificacién regresiva, el yo se separa del objeto, ve repliega y se identifica al rasgo simbolico del objeto que ya no esté Cuando hemos perdido un objeto o hemos tenido que renunciar a él, nos compensamos, a menudo, identificén- donos con él, erigiéndolo de nuevo en nuestro yo, de ma- nera que, en este caso, la eleccién de objeto retroceda a la identificacién (1933).{4} * Cuando se ha perdido un objeto amoroso, la reaccién més obvia consiste en identificarse con él, como si se qui- siera recuperarlo desde dentro (1938).{5) En la identificacién narcisista (ej. melancolta), el yo se identifica con la imagen de un objeto ya perdido y totalmente desinvestido de libido De esta circunstancia deducimos que si bien ha reti- rado el melancélco su libido del objeto, se ha veriicad, en cambio, un proceso —la “identificacién narcisista”—, recultas del eval ha quedado dicho cbjeto incorporado’ al yo, 0 sea proyectado sobre el (1917).[6] 170 * En la melancolta, es reemplazado el investimiento del objeto perdido por una identificacién a la imagen del objeto perdido «++ Sirviendo (la libido) para establecer una identifi- cacién del yo con el objeto abandonado. La sombra del objeto cayé asf sobre el yo; este tiltimo, a partir de este momento, pudo ser juzgado por una instancia especial, co- po un chet y en realidad como el objeto abandonado 1915). La identificacién con el padre muerto es una identificacion fantasmatica El sintoma temprano de los “ataques de muerte” Lepitepsial se nos explica asi como una identifieacién con el padre [muertol, tolerada por el superyo con un fin puni- tivo (1928).[8} Lacan En la identificacién imaginaria, el yo se aliena en la imagen del otro ... la serie de fenémenos tales, que van desde la identificacién espectacular hasta la sugestién mimética y la seduccién de prestancia (...) se inscriben en una ambi- valencia primordial que se nos presenta en espejo, en el sentido de que el sujeto se identifica en su sentimiento d~ 171 ‘Si con la imagen del otro, y 1a imagen del otro viene a cautivar en él este sentimiento.[9] Después de la identificacion primaria y la identificacién regresiva del yo al rango del objeto, la identificacién histérica es el tercer modo de identificacién establecido por Freud. Consiste en la identificacién fantasméatica del sujeto al objeto en tanto emoci6n, y tiene por funcién satisfacer el ... e8e tercer modo de identificacién que condiciona ‘su funci6n de sostén del deseo y que especifica por lo tan- to la indiferencia de su objeto.{10] * El fantaama ea una identificacién del sujeto con el objeto: $0 a Pugs esos objetos, parciales o no, pero sin duda algu- na significantes, el seno, el excremento, el falo, el sujeto los gana o los pierde sin duda, es destruido por ellos o los preserva, pero sobre todo es esos objetos, seguin el lugar donde fancionan en su fantasia fundamental, y ese modo de identificacién no hace sino mostrar la patologia de la pendiente a que se ve empujado el sujeto... [11] 172 Referencias de los fragmentos citados 11) La interpretacion de lon auto, Madi, Biblioteca Nueva, 1973. Obras completas, tome 1, pég. 439 ca Nueva, 1973, Obras completas, tomo Il, cap. VII “La identifieacién”, pags. 2.586-2.587. [8] Totem y taba, Madrid, Biblioteca Nueva, 1973. Obras compleias, tomo Il, cap. IV “Retorno infantil al totemis- mo”, pég 1.838, [4] “Diseccién de la personalidad psfquica”, en Nuevas leccio- nee introductorias al peicoandlisie, Madrid, Biblioteca Nueva, 1978. Obras completas, tomo Ill, pag. 3.136. 15] Compendio del peicoanalisis, Madrid, Biblioteca Nueva, Obras completas, tomo IIL, pég. 3.409. {6} fat teoria de la libido y el narcisismo” en Leociones intro- uctorias al pricoandlisis, Madrid, Bibliotece Nueva, 13. Obras completas, tomo I, Bi 2-389. (7 Duelo y ‘meloncotte, Madeid, iblioteca Nueva, 1973. », tomo Obras TT, pag. 2. (8) Dostoyevsky 9 et parricidio, aa Bibliotecn Nuove, tas, tomo Ti, 19] Trea te de la causalidad psfquica” en n Becrites 1, Buenoe Aires, Siglo XXI, 1975, pég. 171. [10] “La direecién de In cura y los principios de su poder” en Encrits I, Buenos Airs, Siglo XXL, 2975, pag 619. 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