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4 Primera edicidn en francés, ss Primera edlicin en espaio! (abreviads), 1999 ye abit ke Titulo original: La misire di mond © Editions du Seuil, 1993 2. ISBN de la edicién original: 1f9674-3 ag sy, Coordinacién editorial: Gladys Rosermb@tie a2 Disefio de tapa: Marina Rainis / Valeria “ Diseto de eubierta: Sergio Ramice: ra ae © 1999, PONDO DE CULTURA PROQNOMICA, é DE ARGENTINA, $A se por cesi6n para Espa. © Bdiciones Akai, S.A." Sector Foresta, t (28760 Tres Cantos al Madrid Fspatia 2°. o'8 ah Tels 91 806 19 963¢..0° Fax: 91 804 40 28., Copyrighted material Pierre Bourdieu Al lector Entregamos aquilostestimonies que nosdieron hombres y mujeresen relacién con sus existencias y la dificultad de vivir. Los organizamos y presentamos con vistas a conseguir que el lector les dirija una mirada tan comprensiva como la que nos imponen y nos permiten otorgarles las exigencias del método cientifico. Por eso esperamos que tenga a bien seguir el rumbo propuesto; esto, aun cuando compren- demos que, al veren los diferentes “estudios de casos” una suerte de pequefos relatos, algunos prefieren leerlos al azar y deciden ignorar los previos planteos metodolé- gicos olosanillisis tesricos que, en nuestra opinién, son sin embargo completamente indispensables para una justa comprensi6n de las entrevist 2Cémo no experimentar, efectivamente, un sentimiento de inquietud en el momento de hacer priblicas ciertas palabras privadas, confidencias recogidasen un vinculo de confianza que sélo puede establecerse en ka relaci6n entre dos personas? Esindudable que todos nuestros interlocutores aceptaron dejar en nuestras manos el uso que se hiciera de sus dichos. Pero ningtin contrato esta tan cargado de exigencias icitas como un contrato de confkanza. En primer lugar, porlotanto, debfamostratar de proteger a quienes se habian confiadoa nosotros (en especial, cambiandoa menudo datos tales como los nombres de lugares o personas que pudieran servir para identificarlos); pero también, y sobre todo, era preciso que intentéramos ponerlos al prigo de los peligros a los que expondriamos sus palabras silos abandondramos, sin protecci6n, a lastergiversaciones cel sentido: No lamentar, no reir, no detestar, sino comprender.” De nada serviria que el sociélogo hiciese suyo el precepto spinoziano si no fuera también capaz de brindar los medios de respetarlo, Ahora bien, :cOmo facilitar los medios de comprender, es decir, de tomara la gente como es, sino ofreciendo los instrumentos necesarios para aprehenderla como necesaria, para necesitarla, al relicionarla metédicamente con las caus y las razones que tiene para ser lo que es? -Pero como explicar sin “sujetar 1. ‘Trasladamos al final de la obea (p. 527) la exposicién detallada de los presupuestos epistemolégicos de las operaciones de encuesta, transcripcién y andlisis de las entrevistas con aifileres’ {Cémo evitar, por ejemplo, dara la transcripci6n de la entrevista, con su preambulo analitico, el aspecto de un protocolo de caso clinico precedido por un diagndstico clasificatorio? La intervencién del analista ¢s tan dificil como necesaria: debe, a la vez, manifestarse sin el menor disimulo y esforzarse sin cesar por hacerse olvidar. Asi, ef orden en que estiin distribuidos los casos analizados apunta a acercar enel momento de lectura a personas cuyos puntos de vista, completamente diferen- tes, pueden verse confrontados, € incluso enfrentados, en la existencia; también permite hacer manifiesta la representatividad del caso directamente analizado, una profesora oun pequefto comerciante, alagrupar alrededor de él “casos” que son algo asicomo sus variantes. En la transcripcién de la entrevista misma, que somete el dis- cursooral a una transformacin decisiva, el titulo y los subtitulos (siempre tomados de Jas palabras del entrevistado), y sobre todoel texto que anteponemosal didlogo, ienen Ja misin de ditigir la mirada del lector hacia los rasgos pertinentes que la percepcién distraida y desarmada dejaria escapar. Su funci6n es recordarlas condiciones sociales ylos condicionamientos de los que es productoel autor del discurso, su trayectoria, su formaci6n, sus experiencias profesionales, todo lo que se disimula y se revela a la ver enel discurso transcripto, pero también en la pronunciacién y la entonaci6n, borradas por la transcripei6n, asi como en el lenguaje del cuerpo -gestos, postura, mimicas, miradas~y de igual modo en los silencios, los sobreentendidos y los lapsus. Peroel analista s6lo puede esperar que sus intervenciones mis inevitables sean aceptables al precio del trabajo de eseritura que es indispensable para conciliar propésitos doblemente contradictorios: transmitir todos los elementos necesarios ode la ubi para el andlisis objet nde la persona interrogada y la comprensi6n de sustomas de posici6n, sin establecer con respecto a ella una distancia objetivante que la reduzea al es tado de curiosidad entomologic: doptar un punto de vista lo mas proximo posible al suyo sin proyectarse indebidamente, pese 2 ello, en ese alter ego que siempre es, quiérase o no, un objeto, para constituirse abusivamente en el sujeto de su visi6n del mundo. ¥ nunca tendra éxito en su empresa de objetivaci6n partici- pante sino logra dar las apariencias de la evidencia y lo natural, e incluso del someti- miento ingenuo a lo dado, a determinadas construcciones integramente habitadas por su reflexién critica.s El espacio de los puntos de vista Pierre Bourdieu ara comprender qué sucede en lugares que, como las “urbaniz: juntos urbanisticos”, y también muchos establecimientos escolares, retinen a personasa kis que todo separa, obligindolasa cohabitar, sea en la ignorancia ola incomprensién mutua, seaenel conflicto, latente o declarado, con todos los suftimientos que resultan de ello, no basta con explicar cada uno de los puntos de vista captados por separado. También hay que confrontarlos como ocurre en la realidad, no para relativizarlos dejando actuar hasta el infinito el juego de las imagenes cruzadas sino, muy por el contrario, para poner de manifiesto, por el mero efecto de la yuxtaposicion, lo que resulta del enfrentamiento de visiones del mundo diferentes 0 antag6nicas: es decir, en ciertos casos, lo trdgico que nace de la contraposicién, sin posibilidad de concesi6n ni , de puntos de vista incompatibles, por estar iguatmente fundados como raz6n social. entrevis as se concibieron y construyeron como conjuntos autosuficientes que se en forma aislada ~y en cualquier orden-, se las distribuy6 de manera que las perso pas pertenecientes a categorias con posibilidades le reunirse e incluso confrontarse en el espacio fisico (como los conserjes de las i" y los habitantes, adultos o adolescentes, obreros, artesanos © comerciantes, de ese tipo de residencias), también se juntaran en la lectura. Con ello esperimos producir dos efectos: poner en evidencia que los llamados lugares “dificiles” (como lo son hoy la “urbanizacién” o la escuela) son antes que nada dificiles de gescribiry pensar, y que las imagen simplistas y unilaterales (en especial las vehiculizadas por Id prensa) deben ser reemplazadas por una representacién compleja y multiple, fundada en la expresiGn de las mismas realidades en discursos diferentes, a veces inconciliables, y a la manera de novelistas como Faulkner, Joyce © Virginia Woolf, abandonar el punto de vista tinico, central, dominante~en sintesis, casi divino~en el que se sita gustoso el observador—y también su lector (al menos, mientras no se sienta involu- crado)-en beneficio de la pluralidad de puntos de vista coexistentes y a veces directamente rivales.! Complejos habiticionales constiuidos por monoblocks, situados, por lo general, en las afveras de las ciudades, donde suele agruparse una poblacién de bajos recursos (n. del t.) Habitation @ lever modére Viviendas de Alquiler Moderado: viviendas economicas para personas de escasos recursos, de cuyo alquiler se hace cargo, parcial o totalmente, ef Esudo frances (n. del t. L. ‘También pod explicados por justificaciones etimoldgicas diversas, 0 cuando acttia sobre los niveles de lenguaje, intenta resttuie La “muhivalencia que tienen las palabras para las diferentes personas” y,al mismo tiempo, la pluralidad de perspectivas que hacen 4a complejidad y ambigdedad de la existencia humuna (cf. L, Spitzer, Linguistic Perspectivism in the “Don Quijote”, Linguistics and Lierary History: Essays in Linguistics, Princeton, Princeton University Press, 1948, pp. 41-85 jtraduccién castellana Lingitistica e bissora Iuorarta, Madrid, Gredos, 1982) invocare ef modelo de Don Quijote que, en especial cuando da nombres diferentes 4 los mismos personajes, El espacio de fos puntos de vista 10 Este perspectivismo no tiene nada de un relativismo subjetivista que conduzca a una forma de cinismoo nihilismo. Se funda en la realidad misma del mundo social y contribuye a explicar una gran parte de lo que sucede en ese mundo y, en particular, muchos de los sufrimientos originades en la colisién de los intereses, disposiciones y estilos de vida diferentes que favorece la cohabitaci6n, especialmente en el lugarde residencia o trabajo, de personas que difieren en todas esas relaciones. Es dentro de cada uno de los grupos permanentes (vecinos de barrio o edificio, companeros de oficina, etcétera), horizonte vivido de todas las experiencias, donde se perciben y viven, con todos los errores (de objetivo, en particular) resultantes del efecto de pantalla, las oposiciones, sobre todo en materia de estilo de vida, que separan a clases, etnias o generaciones diferentes, Aun cuando a veces se encuentren personas cuya trayectoria, lo mismo que su posici6n, las inclina a una visién desgarrada y dividida en si misma (pienso en la comerciante de articulos deportives de una urbanizaci6n “dificil” que se siente autorizada a defenderse con vigor de lasagresiones de losjévenes, al mismo tiempo que los mira de manera comprensiva), el efecto de la confronta diferencias consiste en favorecer la lucidez interesaca y parcial de la polémica (es el caso, por ejemplo, de cierta inmigrante espafola que invoca la diferencia entre las estructuras de las Familias europeas, que combinan un escaso indice de fecundidad y, a menudo, una fuerte disciplina de vida, y las familias magrebies, muy prolificas y condenadas con frecuenc de la autoridad patema resultante de su condici6n de exiliado, mal adaptado y a veces colocado bajo la dependencia de sus propios hijos). No hay experiencia de la posicion ocupada en el macrocosmos social que no esté determinada 0, al menos no sea modificada, por el efecto directamente experimentado de as interacciones sociales dentro de esos microcosmos sociales: oficina, taller, pequefta empresa, vecindario y tam- bién familia extensa, £/ contrabajo, de Patrick Siskind, brinda una imagen particularmente lograda de la experiencia dolorosa que pueden tener del mundo social aquellos que, como el contrabajista dentro de la orquesta, ocupan una posicién inferior y oscura en el seno de un universo prestigioso y privilegiado, experiencia tanto mas dolorosa, sin duda, a participan apenas lo suficiente para sentir su descenso relativo, esta situado mas arriba en el espa- cio global, Esa miseria de posicion, referida al punto de vista de quien la experimenta al encerrarse en los limites del microcosmos, esta destinada a parecer, como sucle decirse, “completamente relativa”, estoes, completamente irreal, si, al asumirel punto de vista del macrocosmes, sela compara con la gran miseria de condiciSn; referencia cotidianamente utilizada con fines de condena (“No tienes que quejarte”) o consuelo (“S gran miseria como medida exclusiva de tod in directa de las ala anomia por la crisi ausa de que este universo, en el cual abes que hay quienes estin mucho peor”). Empero, instituir la Las demas significa prohibirse percibir y comprender toda una parte de los sufrimientos caracteristicos de un orden social que, sin duda, hizo que aquélla retrocediera (de todas formas, menos de lo que suele decirse) pero que, al diferenciarse, tambié} multiplicé los espacios sociales (campos y subcampos especializados) que brindaron las condicio- nes favorables para un desarrollo sin precedentes de todas las formas de la pequefta miseria. ¥ no se daria una representacidn justa de un mundo que, como el cosmos social, tiene la particularidad de producir innumerables representaciones de si mismo, sino se hiciera lugar en el espacio de los puntos de vista a esas categorias muy especialmente expuestas a la pequena miseria que son las profesiones cuya misién es ocuparse de la gran miseria o hablar de ella, con todas las distorsiones ligadas a la particularidad de su punto de vista.+ ste conjunto de viviendas heterdclitas, en principio designado con una sigla burvcritica, zip? Juego rebautizado “Val Saint Martin’, uno de esos eufemismos mediante los cuales los responsables de kas “operaciones” de so" pretenden “cambiar ia imagen” de los vecindarios que deben renovarse, ¢s, como suis pobladores, a huella visible que las sucesivas polit en las antiguas tierras agricolas que se extienden al pie de! monte Saint Martin y su iglesia romana. Tras la demolicién a principios de los aios noventa de la torre de L4 pisos, ya no queda hoy nds que una hilera de casitas gemelas en régi- men de “acceso a la propiedad”, ocupadas por familias de obresos calificados, jefes de cuadrilla © capataces de la industria metaltirgica, a menu- do originarios del extranjero—de Argelia, en espe- cial-de los que cerca de la mitad estin de: dos o en condicién de prejubilados, como conse~ industriaies dejaron, como sedimentos pcupa- cuencia de las diferentes “reestructuraciones” de laindustria sidenirgica El seftior Leblond y el sefor Ame: en uno y otro kado de la rue des Jonquilles, una amplia avenida sin drboles, bordeada por casitas com un mingsculo jardin (cuatro metros cusdrados), cercado por una pequeiia pared y a menudo tapizado de papeles, juguetes rotos y utensilios abandonados: encima de un garaje, situado en ka planta baja junto con el lavadero y vi Zone a urbaniser en priortié, Zoms de Urbanizacién Priae La rue des Jonquilles Pierre Bourdieu el baiio, estas viviendas se componen de un depanamento de tres ambientes al que se llega por una escalera muy empinada, de cemento desnudo, como puede verse en la casa del senor Amezziane, en la que no se hizo ninguna modi- ficacién salvo algunas ampilleras a modo de felpudo. Excepto a la hora de sal cuando se transforma en zona de juego de los nifos, la rue des Jonquilles, tal vex porque no tiene nada de lo que cominmente anima el espacio urbano ~carnicerias, panaderias, alma- la de las escuelas, cenes, cafés, puestos de diarios © tabaquerias-, est casi siempre vacia y evoct naturalmente la palabra “desierto” que ka gente de la regién emplea con frecuencia para designar lo que han hecho de su comarca desde el cierre de las fabricas y la demolicion de los edificios, que dejaron un inmenso vacio, y no tinicamente en el paisaie. Los ha i como los sobrevivientes de un inmense itantes de la rue des Jonquilles son Ize desastre colectivo, y lo saben. Lo que desapare- cid con las fibricas fue su razén de ser: ingresa- ban en ellas con toda naturalidad ~a menudo: muy pronto, desde los 14 aitos, una vez termina- ia la escuela primaria y sin soluciGn de continu ad con sus padres y también con toda naturt- lidad destinabyan a ells a sus hijos, Mal que bien, también es su pasado, ¥ todo el universo de las jelopprement social des quatrtiers, Desatrollo Social de tos Bartios (n, el 1. uu La rue des Jonquilles iF relaciones profesionales, lo que se esfuerzan por perpetuar aprovechando las oportunidades de recuperatlo, en el café o el supermercado, donde pasan mafanas enters discutiendo, pese a que estén separados de sus viviendas por autopistas. Pero sobre todo es su futuro, continuaci6n y justi- ficaci6n de su pasado, el de sus hijos e hijas, hoy condenados a una estada prolongada en una escuela secundaria bastante eficiente para apar- tarlos de La fibrica, sin e mayor parte de las veces, de ofrecerles otra cosa que titulos devaluados, es decir, con mucha fre- cuencia, una promesa de desocupacién en esta regiGn en crisis. El sefor y la sehora Leblond aceptaron recibirnos por recomendacién de un pariente lejano. Esa mafana, el sefior Leblond dlisfrutaba de un franco. Las Advirtieron Ia Megada det auto: él nas abrié la puerta de calle antes de que bagiramos. La sefora Leblond se quedé arriba pero aparecié en segui da, en lo alto de la escalera, Estin vestidos con esmero: él tiene una camisa a cuadros; ella, un vestide Noreado; su peinado es un poco apart tos, Como si se tratara de una prueba a la que tienen que hacer frente juntos, nos reciben en pareja: con ello dejan ver mas de sf mismos, pero la presencia del otro a su lado despierta en cada uno, sin duda, una sensacién de seguridad, Estin un poco intimidados y no saben bien qué se espera de ellos (al final preguntaran: “Pero, qué van a hacer con todo esto?"). Se refugian, como nosotros, detras de formulas de cortesia habitua- les en circunstancias como ésta, Ella se pega a su marido y no lo deja, salvo para ir a la cocina a buscar café (ya estaba preparado; lo sirve en tazas de porcelana que saca del tinchero), La sehora Leblond se resiste a nuestros intentos de entablar didlogos separados. Con la mirada, él la hace pantcipar en ka conversacién. Cuando ella habla, solicita la aprobacin de su marido; grave- mente, éste aprueba pero no interviene, como por respeto. Nos sentamos frente a frente, a uno y otro lado de Ja gran mesa que ocupa casi todo et tar en condiciones, la jjas estaban en el colegio. comedor. Es el centro de la vida familiar: las hijas hacen en ella los deberes mientras la madre cose © teje Cun suéter cuelga del estante, donde tam- bign hay papeles, los cuaderos de las hijas, un Jean para acortar). Ese pequento mundo célido, pero como cerrado en si mismo y perfectamente autosuficiente, con su trinchero amorosamente lustrado, fleno de fotos cle las hijas y chucherias que rodean el diploma de la mayor, su biblioteca también coronada de chucherias y fotos y con tres filas de obras de divulgacién-, su sofi, frente altelevisor, cubierto deaimohadones bordadosde colores vivos, sus plantas de interior, su minisculo perrito, rodeado de todos los cuidados, esta hecho a imagen del senor y la seftora Leblond, de sus rostrosafables, sonrientes, confiados y sin embar- go recortidos por inquietudes y hasta temores cuando se evocan, con palabras indirectas, ciertos problemas de vecindad, Son una de las tiltimas familias de origen francés que viven en la rue des Jonquilles, Seri la se?tora Leblond quien lo haga notar, al término de la conversacién: “Usted sabe; aqui, en esta zona, si hacemos la cuenta, jah!, hay siete franceses, siete franceses, porque incluso enfrente, alli, nada mas que las casitas...”, para agregaren seguida: “Ah, bueno, usted sabe, yo no salgo mucho”, No es ése sino uno de los signos, sin duda el mas doloroso, de la decadencia individual que compan la decadencia colectiva de las empre- sas industriales de la region. El senor Leblond, que escap6, un poco por milagro, a las grandes oleadas de despidos (todavia una palabra tabt: los responsables de la “reestructuracién de la siderurgia” hablan de ‘eliminacién de empleos con un plan social”) y logné conservar su trabajo de agente de control (del metal terminado), describe todos los signos de deteriora de su situacién profesional: el salario rebajado entre el 30y ef 40% (desde que no trabaja en los homos continuos, donde lo hacia incluso los fines de semana); las cuadriltas reduckas, como la suya, que pas6 de nueve a cuatro hombres, aunque se incorporen cada vez mis trabajadores no califica- dos (viejos a fos que hay que volver a emplear a Lo rue des Jonquilles la espera de la jubilaci6n) o superficialmente reciclados, y esto para una produceién constante y hasta aumentada; el incremento de las restriccio- nes y los controles part minimizar aun en caso de enfermedad (*No podemos enfer- marnos, no hay nadie que nosreemplace”; “Ahora hay que pedir una autorizaciOn para estar enfer- mo...”; “El hombre se rompe un pie o un brazo en la fébrica, y hay un auto de la empresa que lo va a buscar a la casa y lo Heva de vuelta todos los dias”); 1os sindicatos debilitados, en especial porlo lificil que es movilizara tabajadores desencanta- dos ¢ inclinados a sentirse felices por tener un trabajo Nos machacan demasiado con eso; nos machacan demasiado diciéndonos: Tienes traba- jo, considérate dichoso’... Bueno, ésa es la re- flexiGn: ‘Considérate dichoso por tener trabajo’. Hace siete aftos que no falto por enfermedad; falté en septiembre, tuve una enteritis, en total me quedé nueve dias en casa; cuando volvia trabajar me Ilamé mi jefe de servicio, el ingeniero me dijo que habia puesto poca voluntad. Y slo después me pregunt6 qué habia tenido"); por tltimo, la ausencia de contrataci6n de jovenes, que muestra que el ciclo de reproduccién de la empresa ~ con él, el de las familias ligadas a ella esta interrumpido: *—sIngresan jévenes? —Por el momento, no. Es lo que querrian, pero... Sobre todo en Ia pirimide de edades, en Longwy la pirimide es demasiado vieja, es por eso que los ausent Tal ver sindicatos luchan para conseguir que la gente se retire a los50.055.aios y, como contrapartida, que entren jévenes” Esta crisis de la reproducei6n, que en gran parte esti ligada a los efectos de la escuela, es sin dua uno de los principales motivos de preocupa- ion. Ya se refiera a a situacion de la fabrica oa la escolaridad de las dos hijas, la mayor que quiere ser enfermera y a quien “le gustan mucho los nines” (“Déle un mont6n de chicos para cuidar y lohace, le gusta mucho”) o la menor, que esti en cuasto ano, “clase de transicién” y que por fin va al colegio de buena gana desde que lava las verduras y prepara tortas o panqueques para los ninos de ja guarderia, la conversacién siempre vuelve naturalmente a ella. ¥ entre las razones que se mencionan para explicar la desafeecion de los jovenes por ef trabajo en la fibrica En nuestra época tal vez fuéramos menos dificiles qque los jévenes de hoy”), se citan en primer lugar iones demasiado precisas, demasiado circunscriptas que inculca: “A los jve- neslosforman demasiadoen la escuela, lesmeten demasiadas cosas en la cabeza: bueno, 0 vasaser aprendiz de tal oficio, 1 te dedicaris a tal otro; cuando el joven sale, por mas que tenga el car, si ‘encuentra un trabajo que pueda ser mas o menos parecido no lo tomar porque no es su rama, y ahi creo que esta el error de las escuelas’. Pero al mismo tiempo sefiala que muchos padres *nuegan In escuela y las aspi jesponda en este punto una breve descripeién def muy complejo sistema educative francés, al que de una manera wu otra se hard referencia constante en las paginas de ese tilro. La primers instinucion que recibe a fos ninas de entre tes meses y 2 afios es la erdebe, guardetia; entre los 2 y los 5 anos asisten a la école maemtcle, jardin maternal o de infantes A partic de alli comienza la escuela primaria: a los 6 aos, el cours proparatoire, curso preparatorio © preescola, a los 7 y 8, primero y segundo afo del cours élementatre, curso elernental Los 9¥ 10, primero y Segunda ato del cours moyen, curso ‘medio (cat ¥ cx2), Termina all ta escuela primaria y ve pass al collége, comespondi Cours d'étucation secondaire. ciclo de educacién secundatia a los 1 ahs, sexto afta: Ios 12, quinto: alos 13, cuarto: a los 14, tercero, tras el eval. huego dle un examen, se obtiene el mee, Brevet déeudes du premier cycle, vertifcado de estudios del primer ciclo. Toca entonces el paso al ede 3 Tos 15 aftos, segundo aio, alos 16, primero, en el que se realiza una primera division por orientaciones y 4 caya finalizackin se alcanza la primera parte del hac, hachllerato. Por dltimo, 2 las 17 aios, se cursa el ferminale, ya plenamente dividido por orientaciones y suborientaciones, cuyo delle dasemos a medida que se las mencione en el texto. ‘Ala finalizacion de este curso terminal se da el examen del buchilerato, con lo que se completa la educacién secundaria ‘No largo de todo el sistema hay “eloses de transicion” cuyo objetive declanic es elevar el nivel de fos ahimnos con mis dlfcultades para que después puedan incorporarse a los cursos normales: Exsten sachs intermedia det ciclo, como elear, Cenificat aptitude professionnelle, cenificado de aptitud profesional, 2 los 14 ahos, y el mr, Brevet denseignement professionnel, cestiicado de ensefanza profesioval, a los 16. Debo esta informaciones ¥ ottas que salpicarin los distintos capttalos de este libro al saber, fa genevosidad y la paclencla de mi amiga fullete Ipler (n. del). eal ces, 13 La rue des Jonquilles rt a Dios que los chicos vayan a la escuela el mayor tiempo posible”, adhiriendo sus hijos que no quieren ni oie hablar de la faborica y que podrian decir, como unode sus compafieros ~de quien él habla con una especie de fascinacion (poseedor de un car de cocina, prepara un ba- chillerato técnico y quiere entrar luego en una escuela de sommelier): *Mientras estoy en la escuela, no soy un desocupado”, “Es triste decir- lo -agrega el senior Leblond-, pero es asi”, y no le parece sino muy natural el hecho de que su hija que quiere ser enfermera “tenga para | ahas de escuela” in embargo, sefala muy bien todo lo que ‘para su generaciOn (tiene hoy un poco mas de 40 afios), para la que la escuela no desempené un papel muy importante, de la siguiente: luego de un tiltimo aio de escue (como consecut su padre, el maestro lo habia dejado relegado en el fondo de la clase) y un centficado de estudios en parte obtenido por casualidad (recuerda rien- do que cometié 52 faltas de ortografia), a los 14 ates acude con toda naturalidad al centro de aprendizaje de la fibrica en que trabaja padre y luego, al cabo de dos anos, entea en el mismo servicio que éste pero en otra planta y descubre paulatinamente, en especial a través de las *visitas” a talleres y obradores dispuestas con tal fin, el verdadero universo fabril, que ya alos anhelos de } siete la primaria poco activa de una desavenencia con nc ba su entreveia en los relatos paternos y del que tenia muchos conocimientos: “No obstante, ibamos a visitar los talleres en las fabricas. Bueno, allf uno se daba cuenta de que, pese a todo, hal donde los muchaches no estaban... tbamos a los altos homes, a la aceria, no ern sitios. donde uno se impresiona, donde ve la aglome- racién, la coqueria; el tipo que se pasa ocho horas ahi adentro, a pesar de todo es...". Como en el relato que kx sentora Leblond hari de sus aos de trabajo en la fibrica, s6lo ciertas entona ciones, ciertas miradas en las que se lee a evocacién de una experiens nicable, y sobre todo cientos silencios (las tres frases citaclas quedan inconclusas, comosuspendi- Allies a terrible e incomu- das ante lo indecible hablan de la amplitud y ta 4 del impacto que representa cl primer contacto con el mundo fabril, pese a la prepara- in y la resignacién previas La formaci6n se hacia “en el taller”, por medio de un aprendizaje prictico no sancionado por ningsin titulo: “No tengo ningtin diploma en Jas manos, no tengo nada; de todas maneras, un car de agente de control, de metal6grafo, no sirve para nada de nada”, En rigorde verdad, cuando se cas6, vale decir, 13 afios después de su ingresoen la fabrica, le sugirieron que preparara un car pero pronto el aprendizaje del algebra se habia quedado “en las fracciones’= lo detuvo, Retrospectivamente, no ve qué habria podide aportarle una formacién puramente tedrica, aun enfisica oquimica, que no haya adquirido después ena prictica, “ala fuerza, a la fuerza. ahora uno sabe muy bien gue con un acero con tanto de carbono y tanto de manganeso tiene tal cosa, y con tanto de azufre tendra una estructura diferente; eso es todo. Digamos que a eso se llega con la prictica’. En parte, es su propio retrato ef que dibuja, sin pensar en ello y, porlo tanto, sin la menor huella de vanidad, cuando opone a los obreros formados a ia antigua y los que pasaron por la escuela: “Bueno, tienen los diplomas, tienen la técnica, pero no tienen la practica, y eso es lo que falta hoy en a fabrica; faltan muchos hombres que equipamiento; como digo siempre, en aquellos ti violenc “Por eso, ngan prdctica, hombre: que conezcan su pos teniamos un jo que estaba alli y, bueno, conocfa su equipamiento; uno le indicaba que habia una falla en el extremo de un cable, venia a ver, miraba, se iba, recorria dos veces la linea y volvia: ‘La cosa viene de la caja, por all, y el tipo no se equivocaba. No se equivocaba, mientras que ahora, si hay una falla, un problema, se busca por aqui, se busca por all4, y cuando se encuentra no se sabe qué es, porque no hay nadie que pueda decirlo”. ¥ con una frase, gracias a la autocomeccién, puede enunciarla ambigiiedad del privilegio que representaba esa continuidad, el perfecto ajuste interior al puesto ocupado, que no dejaba de suscitar una forma de orgullo e implica batambién una profunda sumisi “El problema es ée: nosotros, Aprendizaje, teniamos la suerte, o la mala suerte, digamos, de conocer la fabrica” Con seguridad es esa profunda integraci6n al orden industrial, y por consiguiente al orden social, sin duda mas que las tradiciones ¢ incluso el estilo de vida, lo que lo separa del setor Amezziane, obrero de origen argelino, desocupa- do a causa de las despidos masivos de los anos ochenta, que vive un poco mas arriba, del otto lado de kt calle (al pasar, el sefior Leblond da algunos indicios sobre su integracion: gra jefe de servicio obtiene de la Fa Hux, el derecho a cambiar con un vecino a punto dle muclarse el departamento que, en el momento de casarse, habia conseguido con el apoyo del presidente de su club de basquet; esirbitro de ese deporte y el ejercicio de esta funci6n le confiere ciesta autoridad sobre los jovenes de la zona y hasta de la regién; forma parte de la asociacion de padres de alumnos y, por esa raz6n, conoce un poco a todoel mundo: participa en la vida sindical Y, aunque no haya asumido ninguna posicién nillicante, se entregé los aitos setenta contea la desarticulacién de la industria siderirgica). Hay entre el senor Leblond yelsefor Amezziane y sus familias, y también sus departamentos (el del impresi6n de frialdad y desnudez con su canapé su tapice barata con la imagen de una mezquita, su: mesa bajaen hierroforjado), toca la distancia que separa al proletario ~aun venido a menos o en decaden- cia, con ingresos reducidos pero regulares, cuentas en regla, su futuro pese a todo relativa- mente asegurado~ del antiguo obrero al que kx la en la desocupacién, sin protecciones ni garantias, remite a la condiciGn de subproletario, desamparado, desorganizado, obsesionado por la preocupacion de vivir, mal que bien, al ca, entre los alguileres impagos y las cleudas impaga- bles. mala necesidack con el centro de iar, sociedad de in reservas a las luchas de enor Amezziane da una en simil cuero, sin almohadones, cal ‘Aide pour le logement, Ayuda para la Viviends

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