Todo es posible. Nada debe ser desechado
Nada es increible. Nada es imposible. Las posibi
lidades que negamos son sélo las imposibilidade
que desconocemos.” Nicolas de Cusa, el ma
agudo observador de la disolucion de la escolisd} Silo hay una manera de ver un icono bizantino
tica medieval y del nacimiento de la sensibilidadJ \y frontal. Su espacio plano se concibe idéntico a
humanista, indica que, en cada cosa se actualiza el
todo y el todo esta en cada cosa, pues cada cos
es un punto de vista diverso sobre el universo; la
perspectivas posibles son infinitas y la realida
tiene caracter multidireccional. Giordano Brun
ve al universo animado por una tendencia ince
sante a la metamorfosis: cada ser posee en §
mismo el germen de formas futuras que son I
garantia de su cardcter infinito.
Iv
\i imagen divina que, siendo tnica, en todas par-
(es es la misma y existe en su totalidad. El con-
yaste entre la iconografia medieval y, digamos,
ys frescos de Luca Signorelli en Orvieto, no
juede ser mayor. Las figuras y los espacios de
iynorelli giran, fluyen, se transforman, se dilatan:
1 espacio es figurativo y los lugares pintados di-
forentes. En el icono no hay mas tiempo o mas
S , tspacio que los de la revelacién. En Signorelli
En el afio de 1600, en vida de Miguel de Cerf jlo hay tiempo o, més bien, un tiempo inasi-
vantes Saavedra, Bruno es quemado por la Inquif ble en lucha con un espacio, como el universo
sicién en Roma. En 1618, dos afos después de laf jnismo, en dilatacién. La novedad es tan espantosa
muerte del novelista espaiiol, la Iglesia conden que: el pintor, huérfano melancélico, se ve obli-
oficialmente el sistema copernicano. Y en 16334) yiclo a transformar ese tiempo y ese espacio en
Galileo es obligado a renunciar a sus ideas ante elf} jy; del fin de todo tiempo y todo espacio: el apo-
Santo Oficio. El Cardenal Bellarmino dicta los cilipsis, el juicio final, Negandola, Signorelli se
términos de la abjuracién: “Todos convienen enlf ypoya en la normatividad épica de la realidad
exponer ad literam que el sol esta en el cielo yf juedieval
gira en torno a la Tierra con gran velocidad, yf fipica, entonces, significa normatividad, lectura
que la Tierra esta en el centro del mundo, inm6-f \inica, escritura nica. Lo que Signorelli sugiere en
vil.” Galileo muere en 1642. Es el mismo aio delf ¢| arve de la pintura es especificamente cierto
nacimiento de Isaac Newton n el arte de la escritura. Si es cierto que en la
\iteratura no se repite el milagro del génesis, sino
Jue toda obra escrita se apoya en formas previas,
is que comenzar prolonga y mas que formar
transforma, entonces lo interesante es considerar,
n primer Ingar, como se apoya la escritura en
ina forma previa. Si el nuevo texto respeta la
orma de la forma anterior, la escritura s6lo in-
troduce diferencias denotadas que contribuyen a
|v norma de la lectura inica. La Divina Commedia es
7jones, entre la tendencia anterior a explicarlo
todo mediante referencias a simboles escalonados
virtud de su lejania o cercania del Ser Su-
premo y la tendencia, que él inaugura, a sustituir
\, explicacién por la aprehensién inmediata de las
its y las personas. Y el objeto de esa inmedia-
lirica, como todos saben, es una mujer
Laura, un dia de abril de 1327, un instante fu-
el maximo ejemplo, el ejemplo de genio, de est
tipo de operacion; cualquier best-seller novelisticl
de hoy, por esos que se leen entre dos estacion
del metro, es el ejemplo mas triste de la misma:
trata de meras bastardizaciones del folletén ded
monénico.
Pero si el nuevo texto no respeta esa norma
vidad y la trasgrede, no para reforzarla, no pat
restaurar ejemplarmente el orden violado, sin
con el avieso proposito de romper la identidal
pire sigaificante y significado, de quebrantar
TEctura tinica e instaurar en el abismo asi abiert
una nueva figura literaria, la escritura introdi
cird una diferencia connotada. Creara un nuev
campo de relaciones, opondra la pasién al me
saje normativo, criticara y superara la epopeya 4
la que se apoya, vulnerara la exigencia de cor
formidad de la lectura épica. Petrarca y su visio
de Laura son, quizds, el primero y mejor ejempl
en apoyo de esta interpretacién connotativa.
Petrarca opone una de las grandes fuerzas m
tivadoras del Renacimiento -el aqui y el ahora
punto de vista abstracto, eterno y unificado de I
Edad Media. Como dice O.B. Hardison en 5
hermoso ensayo sobre Petrarca, “La vida es im{ Vesvelada El mundo no’es fusotio, pero a fue
Portante; la experiencia fugitiva de la belleza, ff iv., Pecrarca es el primer poeta moderno poraue
amor y la vitalidad son importantes; este moll |p Gue escribe no ilustea, slesorica, amanconn
mento particular y esta particular mujer, enmatiimora! o literalmente, verdades anteriores a su ex.
cados en esta particular mezcla de luz y'sombraf lien sino que reson can y can var ala oe
son importantes: mas importantes que todos loll Keriencia personal y de elle wwelve a radi ae
silogismos de los fildsofos y todas las piedades d@#treindola, revisindola, defendiéndola de la tenta.
los escolastas.” i absecacta, md ' 8
Es natural que en el primer poeta renacentisn(, obsrante, esta aueva escritura de la conno-
las tensiones de dos drdenes diferentes del pea unin no sblo critica y sosere be cpice que ke mee
samiento y 1a vida se presenten de manera mugigis, yuinerando asi la conformidad del modo an-
aguda, Pues la lucha interna de Petrarca es entry angeg a Gponmormidad del modo an
un orden de abstracciones y un orden de concre 8 ir aad
29
28
Bendito el dia, y bendito el mes, el afi,
La primavera, la hora, bendito el instante mismo,
Bendito el hermoso lugar donde por primera vez la
Y bendito el pensamiento
Que solo a ella regresa, pues sdlo de ella llegs.
(Soneto 47)
Esta inmediatez de la pasién distingue a Pe-
tyarca de los trovadores pero también le separa
Jel pensamiento cristiano (y, especificamente, au-
{ustiniano) que percibe al mundo como ilusién y
feflejo mediatizado de verdades reveladas, cternas
pre-existentes a la experiencia humana. Para Pe-
iwurca, la realidad es inmediatamente aprehensible
luego, dramaticamente, objeto de una memoriaurdida con el orden del cual se libero. Como
explica Hardison, Laura “entra y sale asombro:
mente del mundo de la abstraccién”. A cada i
tante, esti a punto de convertirse en una fig
alegética: Dafne, la Dama de la Verdad, la Vira
Maria, el simbolo de la Poesia perseguida pi
‘Apolo. “Es todas estas cosas porque el habi
mental heredado por Petrarca consistia en exp
carlo todo en funcién de una serie de abstracci
nes. Pero més alla de todos estos simbolos y
tos y abstracciones, sigue siendo Laura, la que d
integra los mitos y las abstracciones.” La visi
de Petrarca es la vision de la realidad sitiada p
las abstracciones y venciéndolas una y otra vi
mediante un dulce, atormentado y profano fl
greso a ese aiio, ese mes, ese dia, ese lugar, 4
hora, en que por primera vez vio a Laura. La m
jer concreta no preexiste, alegdricamente, a la
sion directa del amante. Laura es todo, pero no
nada sin ese instante privilegiado, fugitivo y
tual.
Los argumentos de Hardison encajan perfed
mente con la definicién de la escritura conno}
tiva como una transgresién de la norma pre
que, sin embargo, requiere el apoyo de lo mist
que est violando. Las novelas escritas en Espal
en la época de Cervantes obviaron este problei
Las narraciones pastoriles y las novelas de cabal
ria son puramente denotativas: son prolongac
nes anacrOnicas del orden medieval, celebracio:
del pasado. Las novelas picarescas, en cambio, s
radicalmente connotativas. Lazarillo de Tornl
Guamdn de Alfarache y El diablo cojuelo le arrand
la mascara a la épica y marcan su rostro sin f
ciones con la usura del tiempo, las heridas de
duda y las cicatrices de la renovacién.
A pesar de su refrescante realismo, las novel
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picarescas no entablan verdadera contienda con
los problemas mayores de la imaginacion mo-
lerna y sus ambiguas relaciones con el pasado.
Consagraci6n del presente, la picaresca contiene
\ina brutal negacién de lo anterior. Su devocién
huucia lo actual, sin embargo, es insuficiente y el
antihéroe picaresco lo sabe. Capturado en el puro
presente, el picaro lo agota y termina en un calle-
jon sin salida, presa del desaliento. La aventura
\el picaro no termina ni con un estallido ni con
lun sollozo (el bang y el whimper de Eliot), sino
n un pequefio encogimiento de hombros. El
presente en si no basta: para ser un presente
pleno, requiere un sentido del pasado y una imagi-
ficidn del futuro. Pero esto no cabe dentro del
aracter picaresco.
Asi, el dilema subsiste, y nadie lo protagoniza
{o resuelve) mejor que Cervantes. Situado entre
|ns brillantes armaduras de Amadis de Gaula y los
luurapos y tretas de Lazarillo de Tormes, Cervantes
jos presenta y reuine: el héroe épico es Don Qui-
joxe, el picaro realista es Sancho Panza. Don Qui
jote vive en un pasado remoto, en juicio desvelado
perdido por la lectura de demasiadas novelas de
\balleria; Sancho Panza vive en el presente inme-
linto, y sus tnicas preocupaciones son las del so-
hrevivir cotidiano: gqué vamos a comer, dénde va-
mos a dormir?
Gracias a este encuentro, Cervantes fue capaz
le ir mas alld de la consagraciéa del puro pasado
de la consagracién del puro presente a fin de
plantearse el problema de la fusién de pasado y
presente. La naturaleza ambigua de esta fusion
ynvierte a Ja novela en un proyecto critico. El
jasado la ilusién que Don Quijote tiene de si
jnismo como un caballero andante de siglos remo-
)s- ilumina al presente el mundo concreto de
31ventas y caminos, muleros y sirvientas-; y el prel
sente (la dure vida de los hombres y mujeres qu
luchan por sobrevivir en un mundo injusto, crud
y feo) ilumina el pasado (los ideales quijotescol
de justicia, libertad y una Edad de Oro de abun
dancia e igualdad). Sancho, constantemente, itt
tenta radicar a Don Quijote en la realidad dd
presente; pero Don Quijote, constantement
eleva a Sancho a la aventura mitica en pos de I
insula que el escudero habra de gobernar.
El genio de Cervantes consiste en traducir est
opuestos a términos literarios, superando y fu
diendo los extremos de la épica de caballeria y
cronica realista dentro de un conflicto particulal
mente agudo de la gestacién verbal. En este se
tido, Cervantes carece de ilusiones: lo que es
haciendo, lo esta haciendo con palabras y sél
con palabras. Pero él sabe que las palabras, en
mundo, son el iinico sitio de encuentro de |
mundos. En Don Quijote, lejos de ampararse en
anacronia o en la actualidad, aparecen por v
primera la grandeza y la servidumbre ambiguas d
la novela moderna: ruptura del orden épico qi
reprimia las posibilidades de la ficcién narrativ
la novela de Cervantes, como la pintura de Sign
relli, debe apoyar su novedad en lo mismo qu
intenta negar y es tributaria de la forma anteris
que se instala en el corazén de la novedad co
fusa como una exigencia de orden, de normativ§
dad.
De esta manera, la gestacién del lenguaje
convierte en realidad central de la novela: s6f
mediante los recursos del lenguaje puede librars
el tenso € intenso combate entre el pasado y
presente, entre la renovacién y el tributo debid
a la forma precedente. Cervantes no sdlo encal
este problema en Don Quijote: lo resuelve y si
32
pera sus contradicciones porque es el primer no
velista que radica la critica de la creacién dentro
le las paginas de su propia creacion, Don Quijote
Y esta critica de la creacién es una critica del acto
mismo de la lectura
Es una maravillosa experiencia leer este libro a
biendas de que fue escrito en la infancia de la
imprenta, en la época en que un piblico lector
facia en Europa y la lectura unica de volimenes
linicos laboriosamente caligrafiados por manos
monacales y destinados a los ojos de una minoria
privilegiada era derrotada por la coincidencia vic-
toriosa del pensamiento critico, la expansién capi-
falista y la reforma religiosa. Es una maravillosa
experiencia leerlo hoy, cuando el acto de la lec-
ura ha sido condenado al basurero de Ia historia
por los melancélicos profetas del milenio electré-
nico, minuciosamente asistidos por los escritores
le lo ilegible: el lenguaje del anunciante, el tar-
tamudeo acronimico del burécrata y el clisé sat
fecho del best-seller sensacionalisté@@-
Cervantes, en verdad, no sufrié una situacién
comparable a la de nuestro tiempo; pero tampoco
beneficié de los vientos de renovacién que
rearon la Europa moderna. [Era un hombre su-
premamente conciente tanto de la energia, el
flujo y las contradicciones del Renacimiento
como de la inercia, la rigidez y la falsa seguridad
le la Contrarreforma:]Le toco en suerte nacer en
la Espaiia de Felipe Ii, el bastién mismo de la or-
todoxia. Pero acaso solo un espafiol de su época
pudo haber escrito el Quijote.
En su ensayo sobre Ia persecuciin y el arte litera-
rio, Leo Strauss sugiere que “la influencia de la
persecucion sobre la literatura es que obliga a to-
s los escritores con puntos de vista heterodo-
os a desarrollar una técnica particular: la técnica
33de la escritura entre lineas”. El Concilio de
Trento habia sido particularmente enérgico en sul
exigencia de que toda materia impresa fuese es-
trechamente vigilada. Incluso las soporificas nove-
las pastoriles fueron denunciadas desde los piilpia
tos de Espaiia como una amenaza contra la castia
dad de las doncellas, invocando las palabras del
Concilio: “Los libros que tratan de cosas lascivas)
u obscenas no deben leerse ni ensefiarse.”
Cuando Don Quijote, famosamente, exclamal
“Con la iglesia hemos topado, Sancho”, no hay
confusién posible ni identificacién alguna de lal
iglesia con los gigantes, encantadores y otras criad
turas de la imaginacién del hidalgo. Cervantes
esta hablando de una realidad tangible y sabe det
qué esta hablando. El manuscrito original de la
novela ejemplar de Cervantes, E/ celoso extremefio,
termina con los amantes en el lecho, unidos car4
nalmente. Pero después de que el Arzobispo det
Sevilla, el Cardenal Fernando Niio de Guevara,
leyé el original, “los angeles de la Contrarreforma”,
como dice Américo Castro, agitaron sus alas sobre
los malhadados amantes. En la versién publicada del
esta novela ejemplar, la pareja duerme unida en
perfecta castidad. Cervantes atendio las indicacios
nes de Su Eminencia.
Es preciso regresar a uno de los puntos de par4
tida. ¢Fue Cervantes, como opina el propio Cas4
tro en su libro sobre el pensamiento del autor del
bOuijote, un gran disimulador “que recubrié dé
ironia y habilidad opiniones e ideas contrarias a
las usuales’? De haberlo sido, como en seguidal
admite Castro, su caso no seria muy distinto del
de otros escritores sorprendidos en plena playa
renacentista por la marea reaccionaria de la Con-
trarreforma: Campanella, Montaigne, Tasso y|
Descartes, para no mencionar el ejemplo mas
34
\ramatico de todos: Galileo.
Si nos atenemos al texto del Quijote, es imposi-
ble decir que Cervantes el ingenuo no sabia lo
que hacia 0 que Cervantes el hipécrita sabia mas
tle lo que decia. El texto nos habla de un escritor
jnmerso en un extraordinario combate cultural,
n una operacién critica sin paralelo para salvar 10
mejor de Espafia de lo peor de Espana, los rasgos
vivos del orden medieval de sus rasgos muertos,
lus promesas del Renacimiento de sus peligros. Es
il nivel de la critic. de la creacién dentro de la
reaciOn y de la estructuracién de la critica como
tina pluralidad de lecturas posibles, y no en la
urquedad de la ingenuidad 0 la hipocresia, como
Cervantes da respuesta al monolitismo de la Es-
puna mutilada, encerrada, vertical y dogmatica
que sucede a la derrota de la rebelién comunera y
\| Concilio de Trento.