You are on page 1of 86
Las FOTMds DE La VIOLCNCLa XaVIer CrETTIEZ PN Conn Vere Iu TES Crettiez, Xavier Las formas de laviolencia.- 1a ed. - Buenos Aires : Waldhuter Editores. 2009. 176 p. -g0x3 em, ~ (Actuals) ‘Traducido por: Silvia Kot ISBN 978-987-25178-0-9 1, Sociologia. 2. Violencia. I. Kot, Silvia, trad. I. Titulo CDD 362.829 2 och do catalogacion: 12/06/2009 uy Hrogramme d’Aldo ta Publication Victoria Ocampo, bénéficie du soutien du Ministere We Cooperation et W'Action culturelledel’Ambassade de France en Argentine, 1 Publioneidn Vietoria Ooampo, cuenta con elapoyodel Ministerio iv Conporarion y de Ancidn Cultural de la Embajada de Francia en original g78-a-7o71- 5363-0 @ Kditions La Découverte, 9 bis, rue Abel Hovelacque, Paris, 2008 D.R. © Waldhuter Editores, 2009 ‘Tucuman 1792, (1050) Buenos Aires, Argentina waldhutereditores@ciudad.com.ar Reservados todos los derechos de esta edicion para América Latina ‘Traduccién: Silvia Kot Diseno: Facundo Carrique Puesta en pagina; Maria Isabel Barutti Fotocopiar libros esta penado porla ley. Prolubida wu reproduccién total o parcial por cualquier ile Impresion o digital, en forma idéntica, extractada ‘on eepafiol oen cualquier otro idioma, oxprowa de la editorial inpice mntTropucci6n TIPOLOG{a De La VIOLENCla ... Violencia simbélica/violencia fisica . = Entorno ala nocidn de violencia simbdlica en Pierre Bourdiew ...... Violencia politica/violencia social ............. 0.000000 ee eee Pensar La VIOLencla .. Laviolencia repudiada ... MS VIOLCNCRANGKACOTE). wc es.cceséd0d arcrcmeeid dese aie wistombade Mevicieniatasnelactale: . .onnves sss ss seamed dees u susie yes LOS DeTerMInIsMOS socrIaLes DeL IncGreso atavioLencia .. _ La marginalidad politica . . __ Laviolencia en Corcega como recurso de accién politica .......... La frustracién econémica Curr distingue tres formas de frustracién colectiva . determinismos socioculturales nL 14 a5 18 22 25 26 29 31 35 36 36 38 42 45 47 49 55 3 Labfisquedade placer. acc «.cjanictesi'es es ede ecs seen seme La basqueda de prestigio Hooliganismo y placer de la violencia . . . II| VIOLENCIas SOCIALES Y VIOLENCIa DE ESTADO: Las LOGICas De La VIOLencla en Democracia - -- La VIOLENCIa De ESTADO COMO VIOLENCIa LEGAL ......... E] Estado y el monopolio de la violencia fisica legitima ......... La violencia de Estado ilegitima: el fenémeno de los excesos . . . La practica del mantenimiento del orden Hacia una evolucién del mantenimiento del orden ..........---+ La guerray él Estado .......200ee cece cceeeeewsinmecs scene La VIOLENCla De IMPUGNACION POLITICA ............--+- Violencia y movimientos sociales . . El terrorismo politico Definir el terrorismo .. . Mialemeiae eat ps.ce.. cone menos fata is whips F may 5 hE LaS VIOLENCIAS INTETINDIVIDUALES ..... 0.2.6... 6... ee ee Violenciay crimen en Francia ...........-.ssseseeee ees eeeee La evolucion de la violencia en Francia Un regreso ala salvajizaci6n? ....... III| vroLenctas De Masa Y De arerrorizacion: reFLeExiones SOBTe Las VIOLENCIas ExTremas ------ SOCIOLOGIADE LAS MASACTES ....... 60 pees eeessaveenees La estructura de las oportunidades .........-...-----++-++0+ Como se convierte uno en verdugo? .. El experimento de Stanley Milgram .... 59 62, 62 El placer de matar La muerte es mi profesion . Violencias de aterrorizaci6n ... La violencia totalitaria .. Ideologia y violencia ... El terrorismo metapolitico o “terroritarismo” .............++- Violencia y religion Violaciones masivas y tortura . . Las funciones dela violacién masiva .......6..06ee00eeeeeees Iv| LaS Me€TaMOFFOSIS De La VIOLENCTa LOS CaMBIOS €n La accion. . Las nuevas guerras Oposicion entre las caracteristicas de las guerras antiguas ‘laside las querras Nuevas .. 2000 026.ss 24 cena seressseenees La desestatizacion de laviolencia .............00.sseeeeeeeee ¢Guerras realmente nuevas? ..........+.. eee ee ee Tecnologizacién y transformacién de la violencia . . . LOS CAMBIOS €N Las TEPreSENTACIONes ... . Los efectos de la mediatizacién de laviolencia . Esquema de andlisis de la violencia mediatizada . . Las justificaciones cambiantes de laviolencia ... La postura victimista . . CONCLUSION o-02 += = 55 a eelews cores teenie onde Feb paweien beens REFETENCIAS BIBLIOCTAFICAS «------ ++ 226-2 e eee eee eee 118 120 123 124, 127 128 130 133 134, 138 14.2, 142 148 152 152, 155 156 159 IntTropuccion Proponer una reflexion sobre la violencia tiene por lo menos una ventaja y un inconveniente. La ventaja es que obliga a una nece- saria y sana mezcla de enfoques. Tema multidisciplinario por excelencia, la violencia obliga a traducir de hecho lo que siempre anhelan los cientificos: entrecruzar los enfoques de los socidlogos, los politélogos, los historiadores, los filésofos, los psicélogos, e incluso los juristas. En esta exigencia se vislumbra el incon- veniente de tal estudio. El tema parece gigantesco, precisamente porque definir la violencia como un conjunto de hechos semejan- tes y facilmente identificables es casi imposible. En sus Reflexiones sobre la violencia [1990],* Georges Sorel decia: “Los problemas relativos a la violencia siguen siendo hasta hoy muy oscuros”. Existe, por supuesto, una multiplicidad de formas de la violencia y una estricta desemejanza: en efecto, ;qué tienen en comin un insulto y un disparo de fusil, wna rifia en un medio escolar y una guerra librada por un Estado, una violencia callejera, por fuerte que sea, y un genocidio en clima tropical? Lo que esta en juego aqui no es solamente la diferente intensidad de las practi- cas, sino también sus finalidades y sus naturalezas. Ademas, existe la dificultad de medir la violencia de la que se ha- bla. Aunque resulte chocante decirlo, la violencia es muy relativa, * Las referencias entre corchetes remiten ala bibliografia que figura al final del libro Las Formas De La VIOLENCIa | 1 y se percibe en una forma muy distinta segin las épocas, los me- dios sociales, los universos culturales. Es probable que lo que un joven burgués parisino sufre hoy como una violencia no tuviera el mismo efecto sobre sus antepasados rurales de la alta Edad Media, que se enfrentaban a una vida mas aspera; en regiones lejanas o cercanas, pero habitadas por la guerra durante décadas; en medios sociales claramente desfavorecidos y obligados a soportar una realidad cotidiana llena de tensio- nes y gritos. La dificultad para medir la violencia reside, pues, en la falta de vivencias comparables y criterios culturales comu- nes, incluso en el seno de universos semejantes (en Estados Unidos, el hecho de manifestar en la calle se percibe enseguida como un atentado contra el orden, mientras que en Francia se considera algo corriente). Esto nos dice que la violencia debe ser nombrada para existir, que no existe en cuanto tal, sino que es el fruto ala vez de un contexto y de una lucha de poder. También las violencias extremas, aunque son las que se experimentan con mayor dureza y de manera uni- forme, proceden de esta légica de rotulacion. En primer lugar, porque hay pocos testimonios que pueden ayudar a calificarla, y luego, porque el rétulo (el de genocidio, por ejemplo) es una apuesta muy fuerte entre los grupos que se han enfrentado (pen- semos en el “genocidio armenio”). De modo que la violencia no siempre puede objetivarse. Como todo fenémeno social, es el resultado de una lucha de definiciones entre actores que tienen intereses divergentes y recursos disimiles: una lucha terrible, sobre todo porque el concepto es acusatorio y moralmente con- denable en un mundo pacificado, en el cual el violento casi nunca ia | Xavier crerrie, tiene raz6n. Por eso, el Estado democratico no suele ser “vio- lento”, y prefiere invocar su “fuerza legitima”, mientras que a menudo califica como tales a sus opositores manifestantes. ;No cualquiera tiene el poder de nombrar! Una definicién corriente de la violencia postula que se trata de un acto de coercion dolorosamente experimentado, cuyo objetivo es “actuar sobre alguien o hacerlo actuar contra su voluntad, em- pleando la fuerza o la intimidacién” (Le Petit Robert, 1993). Esta definicién es demasiado completa y al mismo tiempo incompleta. Lo es demasiado porque da la posibilidad de calificar como violencia a cualquier presién social que contrarie la voluntad individual. Por ejemplo, la del trabajador, que se ve forzado a tra- bajar para subsistir, pero pocas veces esta satisfecho con esa obligacién. ;Se puede decir que se le hace violencia sin diluir ain mis la definicién del fenémeno? Como veremos luego, el en- foque en términos de violencias simbélicas o estructurales lo considera de ese modo. Pero al mismo tiempo esta definicién parece incompleta porque sélo registra la dimensién objeti- vista de la violencia. La violencia no es s6lo un acto de coercion: también es una pulsi6n que puede tener como tinica finalidad su expresi6n, para satisfacer la ira, el odio o un sentimiento negativo, que tratan de manifestarse. El objetivo no seria coaccionar, sino s6lo ensuciar, destruir 0 construirse mediante el pasaje al acto. Por ultimo, aunque la violencia implica la existencia de un ver- dugo y una victima, no siempre es facil distinguirlos. Algunos conflictos como las guerras palestino-israelies— pueden hacer pasar al verdugo a la condicién de victima, y viceversa. El que coacciona puede estar coaccionado a hacerlo, a menos que acepte Las Formas Dé La VIOLENCIa | 13 su desaparicion, convirtiéndose asi en un verdugo, victima de su coaccién. Digamos, para terminar, que si bien el dolor y/o el miedo estan generalmente asociados a la violencia, no bastan para definirla. Si tropiezo con alguien en la calle, puedo hacerle dafio, pero no le hago violencia. Del mismo modo, un ataque a mi integridad fisica no es violencia si lo hace mi cirujano. Lo primero que califica a la violencia es el ataque intencional, gene- rador de dolor, contra la voluntad del otro. En este libro, hablaremos mas bien de las violencias, tratando de establecer una tipologia que permitira introducir la delicada cues- tién de las violencias suaves 0 simbélicas. Popondremos a conti- nuacion una clasificacién de los discursos sobre la violencia, y procuraremos responder a la cuestién moral de su uso: para muchos, la violencia se caracteriza por su exclusién de la razon (tanto en quien la sufre, transformado en cosa, como en quien la practica, dominado por su desmesura colérica), pero para otros, es, por el contrario, liberadora y necesaria para la realizacion de uno mismo, cuando no natural, e incluso innata. TIPOLOG{a De La VIOLencla Mas alla de las diversas formas de expresio6n de la violencia (indi- vidual o colectiva, doméstica o publica) y de su intensidad, deben sefalarse dos grandes oposiciones que tradicionalmente permi- ten considerar bajo el mismo rétulo de “violencias” a expresiones bastante diferentes. “4 | xavier crerries VIOLENCIA SIMBOLICA/VIOLENCIA FISICA Nadie supo reflexionar mejor que Michel Foucault sobre la apari- cién -historicamente situada, segin él, a fines del siglo xvii— de mecanismos de violencias que dependen de exigencias humanis- tas de la época y autorizan una represién mas severa pero menos cruel. Con la Ilustracién, explica el autor de Vigilar y castigar, “la sombria fiesta punitiva empieza a extinguirse” [Foucault, 1975, p- 14] . La expresién del poder del principe se transforma. Del castigo en la plaza publica bajo la accion sadica del verdugo, se pasa al establecimiento de los mecanismos de vigilancia y control de los cuerpos y las almas puestos en practica por las prisiones modernas, por supuesto, pero también todas las instituciones poseedoras de un saber cientifico al servicio del Estado: hospita- les, dispensarios, asilos, escuelas, etc. "El castigo pasé de ser un arte de sensaciones insoportables a una economia de derechos suspendidos” [Foucault, 1975, p. 16]. Se implementa una nueva disciplina colectiva, que lleva a un control cada vez mis estricto de los hombres, cuya eficacia se basa al mismo tiempo en la ausencia de dolores visibles, en el rechazo del espectaculo y en el discurso cientifico que lo legitima. Otros teéricos prolongan parcialmente la reflexion de Foucault, poniendo el acento en la progresion de violencias mas simb6licas que fisicas en el mundo moderno, que obligan a relativizar la tesis de una pacificacion de nuestra sociedad. El politélogo noruego Johan Galtung [2004] distingue entre la “paz negativa” (la ausencia de guerra) y la “paz positiva” (el fin de la violencia estructural), y propone entonces una definicién extensiva de la violencia que va mas alla de la Las Formas Dé La VIOLENnCcla | 15 "violencia directa” del golpe y la agresi6n. Para él, la violencia estructural corresponde a la accién sistematica de una estructura social o de una institucién que impide a las personas satisfa- cer sus necesidades elementales. La violencia estructural de la frustracién de las expectativas individuales y colectivas es un fenémeno invisible, que favorece, sobre todo cuando esta culturalmente legitimada, las manifestaciones de violencias directas, particularmente visibles. Es el caso de la homofobia, por ejemplo, muy difundida culturalmente en un mundo fundado sobre la heterosexualidad, que les impide a los homosexuales vivir en forma plenay libre su sexualidad, y a veces puede provo- car agresiones contra los miembros de ese grupo minoritario. El concepto de violencia simbélica adquirié una particular notorie- dad bajo la pluma de Pierre Bourdieu [1992], que lo convirtié en uno de los ejes de su pensamiento sociolégico. A su juicio, la violencia simbélica funciona gracias a un doble mecanismo de reconoci- miento y desconocimiento. La dominacién de algunos s6lo es posible -salvo los casos, muy pocos en democracia, de recurso ala fuerza fisica~ porque los dominados reconocen como legitimo el orden social dominante, al mismo tiempo que desconocen su carac- ter arbitrario de orden alienante. Para Bourdieu, ese mecanismo de “servidumbre voluntaria” (La Boétie) es temible, porque la violencia, invisible para aquellos sobre quienes es ejercida (y a veces, in- cluso invisible para aquellos en cuyo nombre se ejerce), aparece completamente interiorizada en el habitus de cada uno (siste- ma de disposiciones individuales provenientes de la socializaci6n de clase). De este modo, la peor de las violencias simbélicas es la cer- teva de que “esta sobrentendida”, que permite legitimar el orden 16 | xavier crerrTiez Cusuice social “tal cual es”, es decir, basicamente desigual. Bourdieu sos- tiene que el Estado, las instituciones y las practicas del orden dominante (la escuela, la universidad, los medios de comunica- cién, el lenguaje politico) son lugares o expresiones de una violencia simbdlica que tiende a ocultar, bajo un aspecto de naturalidad, relaciones de dominacion invisibles, pero de efectos sociales temi- bles. El trabajo del sociélogo, segan Bourdieu, debe contribuir a revelar ante los ojos de los dominados, y también de los domi- nadores, la realidad disimulada de esos mecanismos de violencia. La violencia fisica, por el contrario, parece mucho mis facil de definir. Esta directamente ligada al ejercicio de una agresién, y se funda sobre el hecho de experimentar un dolor. Pero aunque su definicion es sencilla, la pluralidad de sus modos de expresién hace que el concepto sea dificil de abordar. Distinguiremos tres maneras de analizar la violencia. La primera equivale a considerar la violencia como "contingente” al orden social ordinario [Eckstein, 2002], una manifestacion que se vuelve necesaria por una disfuncién de la sociedad. Se podra hablar asi de una violencia pasional que sirve para expresar un furor colectivo o individual, una frustracién y una célera pasajeras. Estas formas de violencia son las mas visibles y las mas terribles, por ser, en apariencia, absolutamente irracionales, discontinuas en su ejercicio y tan repentinas como extremas. La forma arquetipica de esta violencia pulsional es, por supuesto, la violencia gratuita, sin mas fundamento que el simple placer del pasaje al acto. Esta violencia es muy importante, sobre todo porque responde a una frustracion objetiva, y puede contar con mecanismos de justifica- cién cultural. Por ejemplo, hay quienes han interpretado algunos Las Formas Dé La VIOLencia | 17 motines urbanos en las grandes ciudades como violencias coléricas, causadas por una frustracién econémica y politica de individuos excluidos, cuyos cédigos culturales valorizan la agresividad y toman distancia de las barreras morales que descalifican el uso de la vio- lencia, fomentando asi practicas gregarias brutales. Sin embargo, no es seguro que las violencias urbanas sdlo sean eso (véase supra). La segunda manera de definir la violencia, en cambio, la con- sidera como “inherente” a la accién y al sistema politico, una forma de expresién colectiva como otras, que responde a una 16- gica de calculo, de estrategia, y no solo a un influjo pasional. Por “violencia instrumental” [Braud, 1992] entendemos esta violencia proporcional al objetivo que se quiere alcanzar, siem- pre atenta a la eficacia y al rendimiento. Es, por supuesto, la violencia de Estado, la del mantenimiento del orden, por ejemplo, cuyo supuesto objetivo consiste no en aniquilar a un enemi- go, sino en hacer retornar a la buena senda a “un ciudadano momentaneamente extraviado”, para tomar el léxico policial. Es también la violencia empleada por ciertos grupos contestatarios (sindicatos, movimientos sociales), que muestran una radicali- dad a menudo fingida para hacerse oir por el poder, pero sin arriesgarse nunca a una violencia ciega que pondria en tela de En torno a la nocién de violencia simbélica en Pierre Bourdieu La nocién de violencia simbdlica, tal como la propone Pierre Bourdieu, constituye una fuerte critica del or- den social. Por otra parte, su éxito se debe en parte a su radicalidad en cuanto postura de investigacién, al ofrecer en el seno de todos los cam- pos sociales “pruebas” de la domi- nacion sufrida por aquellos que tenian interés en laimpugnacién de las jerarquias. Pero esta nocién po- liticamente util no siempre parece convincente. En primer lugar, hay 18 | xavier crerriez un problema de ldgica interna en el modelo. Si bien la violencia simbé- lica se apoya en el desconocimiento de un sufrimiento padecido, parece dificil postular la posibilidad de revertirlo mientras los actores vic- timas no tengan conciencia de la violencia que padecen. {Por qué reac- cionarian los actores violentados ante una violencia que no sienten? Esto significaria pretender que s6- lo el socidlogo es capaz de impul- sar una toma de conciencia de los juicio su reputacién. dominados, en cuyo caso algunos podrian pensar que, mas que “reve- lador” de las violencias invisibles, el intelectual es ante todo un orga- nizador de presuntas violencias que s6lo él percibe. Como otro limite lé- gico, muchos escritos de Bourdieu han destacado el papel perverso de la escuela o de los medios de comu- nicacién en la reproduccion de las desigualdades y la difusion de los mecanismos de violencia simbélica. Sin embargo, algunos autores han mostrado que esa misma escuela (los socidlogos “deconstructivistas” son la prueba viviente de esto) o los medios pueden proporcionar a veces las armas necesarias para liberarse de las relaciones de dominacién: jlas herramientas de la violencia simb6- lica se convierten asi en medios de lucha contra esa misma violencia! Mas en general, al definir al Estado a través de su “monopolio de la vio- lencia simbélica legitima”, Bourdieu tiende a confundir legalidad y legi- timidad, olvidando que, por lo me- nos en democracia, el Estado define qué es legal y la sociedad define qué es legitimo. Mas que el Estado y sus instituciones, es por lo general el dominio privado el que produce en LaS FOTMAaS De La VIOLenCla | 19 Por ultimo, la tercera manera de leer la violencia se relaciona con su dimensi6n identitaria. La violencia ya no se piensa solo como una expresién de ira o una modalidad no convencional de expresion politica, sino que es ante todo un medio para afirmar la identidad colectiva de quienes la practican, 0, ala inversa, una manera de negar la identidad de los que la sufren. Abundan los ejemplos de una utilizacion hieratica de la vio- lencia, al servicio de las ambiciones de ostentacién de los belicosos. La violencia hace la tribu, construye, ya sea en las ban- das de jévenes delincuentes, en los paramilitares irlandeses 0 corsos, 0 en los policias antimotines en actividad, una identi- dad viril y combatiente, destinada a soldar el grupo, a reforzar su homogeneidad, a hacer surgir lo que pone en escena: una banda, un pueblo, un Estado. Eric Desmons tiene razon al destacar la funcién de encarnacién de la insurreccién en la barricada. Segin Blanqui, el pueblo ejerce “un acto fulminante de soberania”, al usar la violencia para hacer existir a la nacién [Desmons, 2005]. Ala inversa, la violencia también puede ser- vir para negarles a las victimas la identidad que ellas reclaman o merecen. Se trata, por supuesto, de la violencia de los campos de concentracién, que no s6lo ambicionaba matar a los judios de Europa, sino también “demostrar” su condicién de subhom- bres, tratando de despojarlos de su humanidad a través de una repugnante animalizacién de sus condiciones de supervivencia. En ambos casos, puede verse la dimensién performativa de la violencia identitaria. la actualidad la violencia de domi- nacién simbélica, a través de la im- posicién de un orden dominante de tipo consumativo. Aunque las in- vestigaciones del sociélogo se han orientado al final de su carrera hacia una denuncia de las légicas del mer- cado, la nocién de violencia simbé- lica sigue fuertemente vinculada a la "razon de Estado”. La critica mas fuerte que se le puede hacer a esta noci6n sigue siendo la desconexion entre violencia y sufrimiento, asi go | Xavier crerri1ez como la falta de reflexién sobre la relacién que existe entre violencia simbélica y violencia fisica. Acerca de este tema, es interesante el aporte de Philippe Braud. El autor de Violences politiques [2004] distingue dos tipos de violencias simbélicas y subraya sus efectos inmediatamen- te dolorosos. El primero corresponde ala “depreciacién identitaria” [p. 163], es decir, el ataque a una identidad per- sonal o grupal fuertemente inves- tida. Asi es como las manifestaciones de heterofobia (desprecio por una identidad sexual o racial), las mani- festaciones de superioridad (discurso colonial) o la negaci6n del sufrimiento (que se encuentra en los argumentos negacionistas) constituyen violen- cias cuya dimensi6n simbélica es ferozmente hiriente. El segundo proviene dela “conmoci6n de los puntos de referencia” [p. 177] que resulta del ataque deliberado a las creencias, las normas y los valores que le dan un sentido al mundo de los individuos. La ofensaa la historia oalamemoria del grupo, la confron- tacion de referencias antagénicas (el materialismo de Occidente en tierra musulmana) o el desajuste de las re- ferencias que desmienten creencias fuertemente establecidas (en la “be- lleza del ideal comunista”, por ejem- plo) son violencias simbélicas que sin duda se encuentran en el origen de conflictos absolutamente fisicos. Las Formas D€ La VIOLENCIa | 21 VIOLENGIA POLITICA/VIOLENCIA SOCIAL En algunos casos, definir una violencia como politica o social parece relativamente sencillo. Por ejemplo, la violencia doméstica, la que enfrenta a un marido con su esposa, 0 la violencia en un medio escolar entre compajieros de clase, no parece entrar en la categoria de las violencias politicas. En cambio, los atentados de Hamas, aunque su significado no siempre sea claro, pertenecen directamente a esa categoria. Lo que diferencia a las violencias politicas de las violencias sociales es al mismo tiempo el objeto de las violencias, el estatus de los actores que la practican, su discurso de justificacién y sus efectos. Muchos elementos hacen que la dife- rencia sea poco clara: incluso hay quienes hablan de una verdadera “porosidad de las fronteras” [Sommier, 1999, p. 33]. Lo que fragiliza la oposicién entre “las violencias” es, en primer lugar, el sesgo moral. Calificar el propio acto como politico, es darle una justificacion en general noble, una explicacién siempre aceptable. La violencia trata de hacerse oir incluso cuando las motivaciones profundas difieren de las intenciones enunciadas. En forma inversa, denunciar la criminalidad del otro, su deseo exclusivo de enriquecimiento, su sadismo gratuito, es negar toda dimensién politica para atribuirle al acto s6lo un vil interés. Decir qué acto violento es politico y qué acto no lo es, es ya influir sobre los procesos de legitimacién de una practica moral- mente condenable. Los casos de los motines suburbanos, en Francia o en Gran Bretafia, son un ejemplo de esto. Para algunos autores, los motines representan una accién politica que se ins- cribe en una tradicion de rebeldia frente al poder [Nicolas, 2002] 22 | Xavier CreTTiez y manifiestan una voluntad colectiva de hacerse oir por un Estado distante [Mucchielli, 2006]. Para otros, los blancos de la vio- lencia (vehiculos, escuelas, negocios) muestran la ambicién depredadora de los violentos, muy alejados de cualquier pre- tension politica [Roché, 2006]. Como puede verse, detras del andlisis se disimulan inevitablemente lecturas m4s 0 menos orientadas, que tienen importantes efectos performativos. En cambio, la violencia directamente politica, por el hecho de actuar en el campo politico, ejercida por actores con pretensio-~ nes y efectos politicos, puede revelarse de hecho bastante alejada de esta categoria. El terrorismo corso tiene efectos importantes en el campo politico tanto local como nacional, y se presenta como una voluntad muy politica de ruptura con el Estado central. Sin embargo, el descubrimiento de las logicas de la violencia ha revelado que detras de los pasamontafias y las bombas se escondian a veces motivaciones estrictamente materiales y financieras que estaban en las antipodas de lo que enunciaban los discursos ideolégicos [Crettiez, 1999]. De modo que en la definicién de la violencia politica, todo depende de los criterios adoptados. Al tomar en cuenta la ideologia y los blancos de la violencia, se plantea una ecuacién mas tangible que al considerar los posibles efectos en el campo politico. En este sentido, una violencia doméstica que despertara el interés de los medios de comunicacién y llevara a elaborar un proyecto de ley sobre la violencia contra las mujeres podria ser califica- da como politica. fl historiador norteamericano Charles Tilly también mos- tré la fragilidad de esta distincién. Las violencias colectivas Las Formas D€ La VIOLENCIa | 23 analizadas por él en Europa en un largo periodo (del si- glo xvi al siglo xx), son al mismo tiempo sociales y politicas. La primitive collective violence, desde el bandolerismo hasta las luchas corporativas o los enfrentamientos religiosos, que se apoya sobre una base comunitaria y aprovecha momentos comunes de socializaci6n (fiestas religiosas, desfiles, etc.), aparece a menudo como un intento de interpelacién del poder. Lo mismo ocurre con la reactionary collective violence, que surge por lo general como un rechazo a la conscripcién (Hobsbawm, Wilson), alos impuestos estatales 0 a los precios, considerados prohibitivos, de los alimentos. Por ultimo, la modern collective violence, mas aut6noma y de base asociativa, responde en forma directa al calificativo de politica, ya que se apoya en el activismo sindical, con el objetivo de obtener o defender los derechos dispensados por las autoridades [Tilly, 1979, pp. 89-101]. En todos los casos, explica Tilly, el recurso a la violencia y su for- ma dependen de la relacién con el Estado (0 con la autoridad legitima), que puede transformar las violencias sociales en re- pertorios de accion politicos. Michel Wieviorka ha propuesto una util tipologia de las violen- cias politicas segtin su relacién con la cosa publica. Para él, “las significaciones que instalaban ayer a la violencia en un nivel politico [...], hoy se separan de él, por abajo, privatizandose, tomando alguna distancia de la esfera piblica —es la violencia infrapolitica—, y por arriba, confiriéndole a la accion dimensio- nes religiosas que subordinan lo politico a un principio superior, lo sagrado —es la violencia metapolitica” [Wieviorka, 2004, p. 571-. La evoluci6n de la violencia abogaria por un espectro mas amplio, 4 | xavier crerriez no s6lo en el centro de lo politico, sino también en sus margenes —como lo demuestran los guerrilleros marxistas convertidos en présperos narcotraficantes—, 0 en la cumbre, a la manera del terrorismo de Al Qaeda, que con la radicalidad de su mensaje y sus actos se opone a una ldgica de concesiones politicas. Los cam- bios producidos en la violencia vuelven hoy inextricable la cuestion de su anclaje politico o social. pensar La VIOLeENCla La violencia, sea social 0 politica, esta en el nacleo de los grandes relatos de la vida en comin. Tres miradas filos6ficas le ofrecen siempre un lugar central. Para los pensadores del contrato social, liberales o conservadores, la violencia repudiada es, en primer lugar, aquello que da lugar al vivir-juntos. E] temor al desorden o las virtudes del comercio de- ben suplantar a la naturaleza hostil en la que se mueve el hombre. De modo que la violencia esta en el origen del pacto social entre los hombres, que buscan estabilizar y pacificar sus relaciones, vol- viendo imposible toda expresién belicosa. A la inversa, la violencia puede volverse constructiva, una variable positiva de liberacién de si mismo, del pueblo o de los pue- blos. Es la violencia liberadora, la que se encuentra bajo la pluma de Jean-Paul Sartre y de una parte del pensamiento marxista y anarquista. Renunciar a la guerra es también renunciar a si mismo y ala vida, dice Nietzsche, para quien la violencia expresa ante todo “la moral de los amos”. Las Formas De La VIOLencia | 25 Por ultimo, desde una perspectiva mas psicolégica y politi- camente mas neutra, ni condenada ni alabada, la violencia es considerada como propia de la especie, y, para algunos, como una necesidad practica en los fundamentos de las sociedades tanto arcaicas como modernas. Los anilisis etolégicos de Konrad Lorenz, el enfoque psicoanalitico de Sigmund Freud, o la mirada, impregnada de simbolismo, de René Girard, revelan la existencia de una violencia ineluctable en el coraz6n de la humanidad. La VIOLENCIA REPUDIADA Los grandes relatos de la violencia repudiada en beneficio del comercio, de la tradicién o del contrato social, coinciden en la idea de que la sociedad se funda ante todo en un rechazo intelec- tual y practico a una violencia naturalmente destructora, que es un obstaculo para el progreso y la concordia. El Estado se constituye, en primer lugar, sobre las cenizas de la violencia natural. Aqui se impone el pensamiento de Thomas Hobbes. El gran filésofo del Estado basa el vinculo politico en el rechazo voluntario a la guerra. Esta permanece siempre en el estado de naturaleza en el cual “el hombre es el lobo del hombre”. Tres razones explican este clima de anarquia propio del estado de naturaleza: el deseo de una infinita acumulacién de poder, “un deseo que sdlo cesa con la muerte”; el derecho natural sobre todo lo que funde la realidad de una sociedad sin policia ni codigo de propiedad; la igualdad entre los hombres, que vuelve precaria cualquier dominacién de uno solo, e inevitablemente alienta el 26 | xavier creTTIEez -fortalecimiento de cada uno para preservar su seguridad. La riva- lidad, la desconfianza y la basqueda de lucro y gloria, son las tres causas de esta violencia natural que nada puede canalizar, salvo el poder publico. Este Leviatan —el Estado— se basa asi en la -Yoluntad de hacerle violencia a la violencia. El hombre debe renunciar —por temor mAs que por conviccién— a sus impul- 808 furiosos. Asi redacta Hobbes ese contrato de sumisién: “Autorizo a este hombre o a esta asamblea, y le cedo mi derecho a gobernarme a mi mismo, con la condicion de que ti le cedas tu derecho y autorices todas estas acciones de la misma manera” (Hobbes, 1971, cap. XVII]. Otros teéricos del contrato social como Locke o Rousseau se oponen a Hobbes en su enfoque pesi- mista del estado de naturaleza y en sus conclusiones autoritarias en cuanto al poder del Leviatan, pero son plenamente conscien- tes de la necesidad de trabajar por la marginalizacién de la violencia, interesando a los hombres en las virtudes de la rept blica (Rousseau) o prometiéndoles la defensa de sus intereses privados (Locke). En todos los pensadores del contrato social hay un "momento hobbesiano” (Raynaud, 1996, p. 34.9] que fun- -damenta la politica contra la violencia. violencia también es repudiada, no ya por el Estado, sino por la légica del interés bien entendido del mercado. Montesquieu ve en el intercambio comercial una via para superar la violen- ia; "Es casi una regla general que donde hay costumbres suaves, hay comercio” [Montesquieu, 1979, p. 9]. Adam Smith dice lo ‘mismo cuando elogia la “sociedad comercial”, la nica capaz de enriquecer alos mas desposeidos y asegurar asi condiciones paz para todos. Este es también el punto de vista de Joseph Las Formas Dé La VIOLencia | 27 Schumpeter, quien establece una relacién de causalidad entre capitalismo y pacificacién de las costumbres, postulando que la | sociedad mercantil no sélo rechaza en su racionalidad el costo inutil de la guerra, sino que logr6 hacer surgir una “mentalidad postheroica” que lleva a alejar los reflejos bélicos de antaiio _ [Schumpeter, 1998, p. 176]. Kant también destacaba en su Proyecto de paz perpetua el sinsentido democratico de la guerra, | que arruina a los pueblos y los Heva a la desconfianza mutua. Para Kant, la violencia se opone a la raz6n democratica, segin la cual nadie puede tener interés en apoyar un combate que le ocasionaria costos, y que, al mismo tiempo, permite fundar la constitucién, lo nico capaz de “encadenar las pasiones perso- nales” y transformar la sumisi6n al otro en sumision al derecho. La violencia también es repudiada por sus excesos, que amenazan el orden tradicional de las cosas. Este es el fundamento de las ideas tradicionalistas que expresa Edmund Burke. El pensador contrarrevolucionario, horrorizado por su época, rechaza un mundo basado en la violencia y el caos, en el cual “en medio de masacres y asesinatos [...] , se elaboran planes para el buen orden de la sociedad futura”. En este caso, se rechaza la violencia porque es contraria al orden tradicional, basado en el respeto por la tras- cendenciay la sumisi6n a la historia. “Cuando se destierran todas las antiguas opiniones y reglas de la vida [...], ya no tenemos bra- jula para gobernarnos, y nunca sabemos con claridad hacia qué puerto nos dirigimos” [Burke, 1989, pp. 87 y gg]. Hetado, el mercado y la tradicion son medios para encauzar la LA VIOLENCIA LIBERADORA Desde el culto del terror virtuoso impuesto por Robespierre hasta los intentos de conceptualizar la descolonizacién, pasando por la apologia de la guerra como modo de valorizacién de si mismo, la violencia ha encontrado en muchos pensadores innegables cualidades. Cierto izquierdismo de los afios 1960 ensalzaba la violencia, que tenia, a su juicio, virtudes catarticas 0 politicas insuperables. Al reforzar la moral del grupo que la practica, la violencia permite una cohesién de clase, al tiempo que pone en evidencia los verdaderos conflictos entre las cla- ses que existen en el seno de la sociedad. Esta revelacién se produce dentro de la clase proletaria, que toma conciencia, en la accién, de su fuerza y su unidad, pero también en el adversario burgués, que se ve obligado a mostrar su “verdadero rostro”, el de una “dictadura policial” camuflada bajo una “fachada de demo- eracia”. Para algunos autores marxistas, la violencia, no espon- tanea sino preparada, es un medio a veces necesario para que advenga el nuevo mundo liberado de la opresion capitalista, y lograr la toma del poder de Estado (que es siempre el objetivo). Pero también es una necesidad psicolégica, como lo teorizan Frantz Fanon o Jean-Paul Sartre, que querian mostrarle la via de ln liberacién al colonizado 0 al obrero. El autor de Los condenados ‘de la tierra sostiene que la violencia es la herramienta de libera- ién del colonizado, que se convierte en un hombre por el hecho mismo de matar. En el prefacio, Sartre escribe: “Abatir a un euro- peo es matar dos pajaros de un tiro, es suprimir al mismo tiempo un opresor y a un oprimido: quedan un hombre muerto y un Las Formas De La VIOLencia | 29 hombre libre. El que sobrevive, por primera vez, siente un suelo nacional bajo la planta de sus pies” [Sartre, “prefacio” a Fanon, 1961, p. 5]. Sartre dice lo mismo cuando escribe que “el obrero es un subhombre si acepta ser lo que es”, promoviendo de este modo el uso la violencia, condicién de expresion de su huma- nismo [en Aron, 2005, p. 41]. Slavoj Zizek se acerca a esta clase de concepci6n al hacer suya la maxima de Saint-Just: “Lo que produce el bien general es siempre terrible”. El terror es in- terpretado como un humanismo, verdadera expresién de la voz del pueblo [Zizek, 2007]. Esta funcion catartica de la violencia también esta presente en el otro extremo del tablero politico, en el pensamiento fascista 0 en el de Georges Sorel, que en una época se acercé a él. Para el autor de Reflexiones sobre la violencia [Sorel, 1990], la revo- lucién social no es un programa sino una practica que debe realizar el espontaneismo obrero. Sélo los enfrentamientos cotidianos, los choques con la patronal, pueden forjar una nueva era. Sorel influy6 sobre el joven Mussolini, que aprendié de él el culto a la violencia ya las pasiones, contra el reinado de la raz6n y el compromiso democratico. También en este caso, el fascismo es mas que un episodio histérico: es una ideologia de rechazo a las ideas, de exaltaci6n de la violencia y la guerra que subliman los actos humanos y revelan el poder de los pueblos [Gentile, 2002]. Aqui la violencia es liberadora de los instintos populares contra la mediocridad cobarde de las elites, Sin duda, esto recuerda a Nietzsche, que condena la vio- 4 de los cobardes y elogia la que exalta las pasiones y el alma, El filésofo la considera incluso como una de Jo | xavier ererries condiciones de la supervivencia: “Renunciar a la guerra es unciar a la grandeza de la vida”. El autor de El crepusculo e los tdolos sostiene que la violencia es la condicién de la bertad del hombre, porque “la libertad significa que los ins- ietzsche, 1974, pp. 48 y 124]. VIOLENCIA INELUCTABLE Lil pensamiento psicoanalitico freudiano le otorga un lugar importante a la violencia intrinseca del hombre sometido a la necesidad social de refrenar sus deseos, empezando por su Wisqueda de satisfaccién sexual. La violencia es lo propio del hombre, porque constituye la respuesta a la confrontacion entre principio de deseo y el principio de realidad. Freud escribe: | hombre esta, en efecto, tentado de satisfacer su necesidad agresion a expensas de su projimo, de explotar su trabajo sin pensaciones, de usarlo sexualmente sin su consentimiento, le apropiarse de sus bienes, humillarlo, infligirle sufrimientos, irizarlo y matarlo” [Freud, 1995, pp. 53]. La cultura permi- @ controlar esa violencia inmanente, pero, al mismo tiempo, su ohibiciones que representan coacciones dificilmente sopor- bles, a su vez, fuentes de tormento. Es el stiperyo, que pro- l\ive wn sentimiento de culpa, y puede impedirle al yo gozador resarse totalmente en su desmesura violenta. Por otra parte, Las Formas Dé La ViOLencia | 31 Freud habla de una pulsion de muerte que predomina en todas las personas e incita a la autodestruccién. Para evitarla, la vio- lencia ya no se dirige hacia uno mismo, sino hacia el exterior, esencialmente al servicio de la funcién sexual. Para Laborit 0 Lorenz, el instinto de agresion animal se encuentra en el hom- bre, no tanto en lo que concierne a la agresividad predatoria (el ataque) o defensiva (cuando la huida es imposible), sino, con mucha fuerza, en lo que concierne a la agresividad competitiva (la defensa de un territorio, por ejemplo) [Laborit, 1983]. La violencia seria una realidad endégena al comportamiento humano, que signa asi su pertenencia al mundo animal. Segin algunos, el triptico humanidad-animalidad-violencia también tendria que ver con los cromosomas. Del mismo modo en que el desarrollo de las hormonas masculinas vuelve agresivos a los animales, los cromosomas Y supernumerarios llevarian al hom- bre a adoptar comportamientos violentos. Este tipo de formulaci6n naturalista no es nuevo. La psicosocio- logia de Gustave Le Bon, a comienzos de la Tercera Republica, decia que las masas populares eran “un peligroso poder irresis- tible”, impulsado por la violencia inherente a todo colectivo. Para Le Bon, “los instintos de ferocidad destructiva son los re- siduos de las eras primitivas que duermen en el fondo de cada uno de nosotros” [Le Bon, 1988, p. 29]. La violencia revolucio- naria —sobre todo cuando es ejercida por el pueblo— sdlo seria la nueva expresion de los instintos de siempre. En la misma época, el doctor Cesare Lombroso (El hombre delincuente, 1876) se hizo conocer presentando la idea de una relacion entre la fisonomia de los individuos y sus reflejos violentos. Existirian 3a | xavier creTTrIez rasgos crimindégenos observables que serian hereditarios. Este aserto dudoso, pero apoyado por un discurso cientificista, dio origen, a fines del siglo xix, ala identificacion policial encargada de revelar los "estigmas de la degeneracion criminal”, que con ‘mucha frecuencia coincidian con los rasgos de la pobreza... Con René Girard [1980], la violencia se convierte en fundadora del orden social. Se impone como una necesidad para las so- _ciedades, sean cuales fueren. Hay que sustituir la violencia de todos contra todos, inevitable mientras el hombre sea hombre, por la violencia de todos contra uno solo, haciendo que un chivo emisario sea el polo de estabilidad de la sociedad. El ase- sinato original de una victima expiatoria se transforma en un acto inaugural y sagrado que instaura la socialidad y permite contener la “rivalidad mimética” entre los hombres, inevita- _ blemente destructora. Liste libro esta articulado en torno a cuatro capitulos. El capi- tulo I intenta comprender los determinantes, individuales y colectivos, del ingreso a la violencia, insistiendo particular- mente en un doble enfoque sociologico y psicosocioldégico. El capitulo II presenta los tres principales tipos de violencias que se ejercen en democracia: la violencia de Estado, la violencia de impugnacion de los poderes establecidos y las violencias -interindividuales, claramente mas sociales que politicas. El ca- pitulo III se refiere a las violencias extremas, cuyo horroroso espectaculo constituye con mucha frecuencia un obstaculo en el esfuerzo de andlisis. Esta sociologia de las masacres es acom- Mada por una reflexién acerca de las violencias de terror Las Formas De La viotencta | 33 propias de los grandes totalitarismos o de cierto terrorismo contemporaneo. Para terminar, el ultimo capitulo examina las transformaciones de una violencia menos controlada por los acto- res politicos, y al mismo tiempo, cada vez mas mediatizada, que necesita nuevas formas de justificacién. 34.| xavier crerriez | LOS Procesos De aDHeSION ala VIoLencia La pregunta podria formularse simplemente asi: ;por qué y como ie vuelve alguien violento? El estudio de los mecanismos de entrada a la violencia no es habitual, por dos razones principales. En primer lugar, porque la pregunta del porqué rara vez es for- mulada por los socidlogos 0 los politélogos, que suelen dejarles a 08 psic6logos la tarea de contestarla, y prefieren dedicarse a pen- el cémo. El tema del ingreso a la violencia hace intervenir iltiples conocimientos y diversos modelos de reflexion, que epresentan diferentes escuelas de pensamiento, a menudo anta- gOnicas. En segundo lugar, para leer la racionalidad de la entrada en la violencia hay que unir un enfoque individual y un enfoque olectivo. Aunque se analicen los determinantes colectivos del ‘io de una “carrera” de violencia, no se podra evitar un cues- amiento a la racionalidad individual de ese alistamiento. cular esos dos enfoques sin confundirlos ni contraponerlos no es sencillo. Uno se basa en la idea de que muchas veces la vio- neia es producto de un determinismo exterior a la voluntad ndividual; el otro sugiere que, mas que un condicionamiento, la jolencia es una eleccién, que responde a una l6gica de lucro 0 le placer. Las Formas De La VIOLencla | 35 LOS DETETMINISMOS SOCIALES DEL INGTESO a La VIOLENCIa Uno no nace violento, sino que se hace. La entrada a la violencia, mas que una elecci6n, es ante todo el resultado de un contexto en el que predominan, segin los analistas, diversos estimulos. El primero es politico, y consiste en poner el acento sobre el déficit de reconocimiento o de acceso al poder para ciertos grupos que utilizan la violencia con el fin de acceder a un Estado distante 0 a un reconocimiento demasiado limitado. Desde una perspectiva mas marxista, la violencia se considera ante todo como la res- puesta a una situacién de alienacién econémica que engendra, con mucha frecuencia, frustracion y cdlera. Por ultimo, otros insisten sobre todo en los determinismos socioculturales que alientan la violencia, proponiéndole modelos de justificacin, o juzgandola natural en el espacio pablico, como ocurre en muchos paises atravesados por largos conflictos, que se han vuelto estruc- turantes de las relaciones intercomunitarias. La MARGINALIDAD POLITICA Esta clave de lectura de la violencia colectiva, que establece una relacion entre la radicalidad de los medios de acciény la situacion de los grupos en el espacio politico, surgié en Estados Unidos, en un contexto factico y teérico particular. Histéricamente, los afios 1960 —los de la guerra de Vietnam, los movimientos de protesta estudiantiles y el movimiento negro de los derechos 36 | Xavier CreTTIe€Z civiles— constituyen un punto de inflexién en el andlisis de los fenémenos de violencia. Los sociélogos observan con sorpresa que grupos sociales relativamente privilegiados (burguesia negra de las grandes ciudades, estudiantes de universidades de alto nivel) se manifiestan con virulencia contra un poder politico que parece sordo a las quejas. Lo mismo sucede en Europa, don- de las manifestaciones estudiantiles, pero también las feministas 0 regionalistas, no convocan a los excluidos de la sociedad, los marginados del sistema, sino a grupos relativamente favorecidos, que protestan con violencia para conseguir un reconocimiento oun acceso a los centros de decisiones politicas. Este hecho es sorprendente. La ruptura esta relacionada con el estatus privi- legiado de los grupos contestatarios, rompiendo asi con el enfoque mas clasico que vinculaba la violencia con la miseria social [Lapeyronnie, 1988]. De este modo, la violencia existe incluso en los que objetivamente no tienen nada que ver con los eondenados de la tierra. Mas atin: la protesta rompe con lo que existia antes, al mismo tiempo por la radicalidad de los medios empleados y —lo cual esta bastante relacionado— con los objetos de ln protesta no tan estrictamente materialistas (la critica a la socie- dad de consumo en su punto maximo) y, a partir de ese momento, mis identitarios, ideolégicos 0 simbdlicos (reconocimiento politico, afirmacion de derechos culturales, defensa de nuevos Vilores). La comprobacién de este hecho suscita dos ideas. La pri- mera es revertir la actitud clasica —y muy moral— que consistia on ver en la violencia de los marginales una actitud degradada de frayilizacion del vinculo social. Por el contrario, ahora las violen- elas que se ejercen parecen mostrar imperfecciones del sistema Las Formas De La viotencta | 37

You might also like