V. PROPIEDAD Y TRASPORTE DEL GANADO
I Antecedentes.
Desde los primeros tiempos de la ganaderia, la marcacién a
fuego de un signo 0 dibujo sobre el cuero del animal, como sistema
de identificacién colectiva y propietarista del ganado, aparece como
un factor comuin a toda la civilizacién occidental.
Juan N. Galli Pujato senalé que hay marca cuando se estam-
pa a fuego un signo, disefio, figura o dibujo en una parte visible
del cuero del animal y ello se incorpora e inscribe en un registro
especial como una propiedad.
Se aplica Ja marca a los animales llam: dos_mayores, como
vacunos 0 yeguarizos./ eee
Indicé también dicho autor que habia sefial —que se imponia
a los animales amados menores, como ovejas y cabras— cuando
sé produce una mutilacién, cortaduras, incisiones 0 perforaciones,
hechas generalmente en las orejas o en la frente u hocico de un
animal, inscribiéndose dicha sefial en un registro particular para
que se considere propia de quien la registr
~~-Y-en un aspecto mas completo y genérico, sefialé también
Antonio Sanchez Belda, que a pesar de ser la identificacion animal
por los rasgos y caracteristicas naturales de ellos, un medio posible
y aceptable de distinguirlos, el marcado ha sido el procedimiento
por excelencia en todos los tiempos para lograr o facilitar aquélla.
Recuerda que la actividad ganadera del hombre se habria
iniciado con el marcaje, lo que habria permitido resolver la enorme
cantidad de pleitos y cuestiones que siempre ha Ievado consigo la
explotaci6n pecuaria.
Para concluir con el pensamiento del distinguido autor espa-
nol, podemos afirmar que el marcado a fuego responde a los impe-
rativos basicos que él exigio, ya que es comodo de realizar, facil de
interpretar, dificil de falsificar, persistente en el tiempo, insepara-
ble del animal y bien tolerado por él.
Marcas y sefiales en nuestro pais generalmente se han venido
legislando juntas, aunque son dos cosas que no tienen nada que
ver una con otra, excepto en cuanto al denominador comtin que las
une, que es servir de base a la identificacién dominial de. los _
_semovienti122 Epvarpo A. Picrertt y orros
Ambos sistemas han sido cuestionados por su crueldad res-
pecto de los animales, a quienes produce sufrimientos evidentes ¢
inevitables al tiempo de su implantacién.
Pero lo cierto es que atin no se ha hallado en el pais un método
o una forma de distinguir a las reses o al ganado bovino y otros
animales Ilamados menores, con la practicidad y simplismo que estos
institutos tienen y que los han hecho acreedores, desde épocas
remotisimas, a la preferencia de quienes tienen que identificar la
hacienda.
Mas atin se impone en las naciones de ganaderia extensiva
diseminada en vastos territorios, como es el caso nuestro. Entre
nosotros, la identificacién individual por los otros sistemas conoci-
dos, como lo es la resefia, disefio, direccién del pelo, fotografias,
nasogramas, tatuados y otras formas posibles, no se visualizan como
aplicables.
Por lo expuesto'y atento a los antecedentes histéricos, pode-
mos decir que el marcado y la sefializacién son muy antiguos. Vemos
cémo en el siglo I antes de Nuestro Sefior Jesucristo, Virgilio men-
ciona las marcas a fuego como un deber del propietario, de cardcter
anual, respecto del ganado y para identificarlo, con fines diversos.
El Estado medieval espafiol regulé el instituto con preciso
reglamentarismo, reconociendo la antigua costumbre de marcar a
fuego los animales vacunos y yeguarizos, al tiempo de la constitu-
cién de la Mesta —cuyos privilegios Alfonso el Sabio tan precisa-
mente reconocié en 1263— y luego en la legislacién de los Reyes
Catélicos, particularmente en la minuciosa regulacién de la ley del
22 de setiembre de 1499, sobre la obligacién de marcar, herrar y
sefialar el ganado.
»——~Durante este tan prolongado perfodo que se extiende desde los |
albores de la historia hasta fines de la Edad Media, la forma legal
de trasmitir el dominio de los semovientes fue la contramarca, 0
sea, poner la marca propia al revés, con lo cual el propietario ga-
nadero se desprende vaélidamente del animal y este acto juridico
permite conocer a todos su voluntad de desprenderse o enajenar el
L.vacuno. Esta modalidad se halla prohibida-en nuestros. dias, pero
fue de suma utilidad y precisién en los dias de la creacién de los
mercados de hacienda originales, cuando las reses comenzaban a
desplazarse por los caminos hacia los centros de venta y consumo.
Nuestro pais hereda y adopta Ja. costumbre espafiola y roma-
na de marcar, comun a todo el Occidente. Ella también se exten-
dié a los paises anglosajones tan pronto comenzé la ganaderia
extensiva. Ello puede ser acreditado por las actas del Cabildo de
Buenos Aires y otros desde los primeros ajios del siglo xvu, cuando
los propietarios ganaderos comenzaron a inscribir marcas a su
nombre.CoNTRATOS AGRARIOS 123
Para concluir el cuadro de antecedentes, diremos que luego de |
aplicar la contramarca por la cual el propietario originario se des-
prendia del dominio del animal, la trasmision quedaba perfecciona- |
da —tradicién mediante— por la aplicacién de la marca del}
adquirente, a la izquierda de la contramarca, con lo que se operaba
la incorporacién del semoviente al patrimonio de su nuevo duefio.
Esta ha sido la forma de establecer la propiedad originaria del
ganado y su trasmisién hasta el siglo xix.
Nuestros dias son més exigentes. Pero el instituto de la
marcacién, aun con nuevos requerimientos, continua mgiendo la
propiedad, trasmisién y trasporte del ganado, como en los de la
pampa originaria, sin alambrados y sin mas limite que la exten-
‘sidn del horizonte.
Il. Principios universales.
Hay tres principios universales en materia de marcas, que
son los mismos en casi todo el derecho comparado.
En primer lugar, el principio de que todo propietario ganadero
que utilice un dibujo, o disefio o signo para marcar a fuego o por
otros medios a su ganado mayor, como identificacion colectiva de
él de caracter propietarista, debe registrarlo.—~
‘Podria definirselo como que no hay marca sin registro
Esto aparece en la Edad Media y se incorpora a todas las
legislaciones.
Susana Taborda Caro sefialé que los cabildos coloniales ha-
bian hecho obligatorio el uso de marcas para hacer valer la propie-
dad del ganado, estableciendo la registracién de ellas, y apunté los
antecedentes obrantes en tal sentido en el cabildo de Santa Fe en
1576 y en los de Cérdoba y Buenos Aires en 1585 y 1606. Este
ultimo creé una Oficina de Registro de Marcas en 1609.
De este modo, el principio de que no hay marca sin registro
aparece como el primero de los tres grandes ordenamientos gene-
rales de la instituci6n.
@) El segundo es consecuencia del orden que el primero significa
y s€refiere a que no puede haber dos marcas
zona, distrito_o jurisdicciér
ello si ia una confusién ina
que se da en este supuesto es la del “prior tempore
potior n primer lugar, y con respecto a la primera
registracion, el titular puede exigir al inscritor en segundo término
gue modifique el disefio o lo deje de usar, si asi no Io hiciere o
fuera imposible. / oo 4 j
La cuestién puede definirse asi: no hay dos marcas iguales.”
NN AL124 Epvarpo A. Picrertt y orros
Qn tercer y ultimo principio universal en materia de marcas
es que no hay marcacién sin permiso previo de la autoridad local. 7
No se puede marcar sin ¢l necesario aviso a la municipalidad
q.su delegacién local, para que pueda controlar el acto, juntamente
con Ia autoridad policial del lugar y, eventualmente, los vecinos
ganaderos.
Concretamente se ha dotado de trasparencia y publicidad al
acto mismo de la marcacién, que aparece rodeado de formalidades
importantes para que la comunidad sepa qué es lo que estd mar-
cando el propietario ganadero, previo permiso y control correspon-
diente.
El acto juridico de marcar se halla asi debidamente supervi-
sado y sometido al control de la autoridad local.
La marcacién as{ autorizada va a permitir al duefio de la
hacienda obtener el primero de los documentos gandderos origina-
/ vios: el permiso de marcacion.
i. Permiso de marcacién 1 que es el origen de todos los otros, guias_
‘icados.,
Los tres principios fundamentales, pues, pueden ser definidos asi)
1) no hay marca sin registro; - (
2) no hay dos marcas iguales; ~ r
3) no hay marca sin permiso. PY)
No constituyen enunciados te6ricos, o hipdtesis de trabajo. Son
la esencia del sistema de marcacién de los animales, y los vamos
a ver reflejados constantemente en la legislacién.
El ultimo de ellos determina la aparicién de la documentacién
ganadera que, a partir del siglo xx, acompafiara y respaldara la
operacién del marcado, dandole legitimidad y validez.
La documentacién ganadera es, en nuestros dias, un requisito
indispensable para acreditar con\la marca debidamente impuesta
Al animal, la propiedad del semoviente por una parte y la legitimi-
le su trasporte por la otra, €
Cit) Sotuciones nacionales respecto de la propiedad
de los semovientes.
En la segunda mitad del siglo pasado las provincias dictaron
sus cédigos rurales que legislan el tema de las marcas y sefiales,
estableciendo en algunos casos, como en el Cédigo Rural de Buenos
Aires, que la marca indica y prueba completamente la propiedad
del ganado que la lleva. seit
Obra de Valentin Alsina, el texto legal bonaerense sefialé en
su art. 17 que “la marca indica y prueba acabadamente, y en todas
sus partes, la propiedad del animal u objeto que la Ileve”. Asimis-
mo, Alsina organizé un registro municipal de marcas en toda laContRATOS AGRARIOS 125
provincia y se daria a los ganaderos una constancia de la
registracién de sus marcas/
El texto legal que comentamos fue dictado en 1865, y como
sefial6 Orquidea Diaz Maseda, “al redactar el Codigo Rural Valentin
Alsina tuvo en cuenta la realidad ganadera de su provincia y re-
cogié los antecedentes legislativos hispanos y los habidos hasta el
afio 1865, que respondian y satisfacian necesidades concretas”.
Este régimen fue luego adoptado por otras legislaciones pro-
vinciales al dictarse los cédigos rurales de dichas jurisdicciones. En
el mismo sentido que el Cédigo Rural bonaerense se pronunciaron
sucesivamente Corrientes en 1871 y Catamarca en 1879. Posterior-
mente tomaron igual criterio los cédigos rurales de Salta (1884),
Jujuy (1893) y San Luis (1899).
Parale ist ado y a partir de ey,
de Estancias de Mendoza, di , otros textos provinciales
aSignaron a las marcas la presuncién de propiedad respecto del
ganado que las lleva, pero admitiendo prueba en contrario. Esta tesis
fue seguida afios después por los cédigos rurales de las provincias”
de Cordoba (1886), Entre Rios (1892), Tucuman en 1897 y Santiago
del Estero en 1898. Se pronuncié en idéntico sentido que estas
ultimas legislaciones el Cédigo Rural de Santa Fe (1901).
De esta manera, para algunos cédigos agrarios la marca
acreditaba la propiedad del ganado o configuraba la presencia de
una presuncioén de propiedad de él.
Estas soluciones entraron en crisis al ser sancionado el Cédi-
go Civil de 1869, que omitié toda consideracién al régimen de pro-
piedad de los animales y legislé —luego de incluir los semovientes
en el conjunto de las cosas muebles del art. 2318—, en el art. 2412,
que la posesién de buena fe de una cosa mueble hacia presumir la
propiedad de ella y permitia repeler la reivindicacién, salvo que la
cosa fuera robada o perdida.
Tal contradiccién debié resolverse en favor del Cédigo de fon-
do, por imperio de lo dispuesto por el régimen juridico argentino y
el principio de supremacia de la Constitucién. Ademas del claro
texto del art. 22 del Cédigo Civil, que no deja lugar a dudas sobre
su dmbito de vigencia en materia civil. Sin embargo, la legislacién
provincial de marcas siguié aplicdndose por razones practicas de
seguridad juridica y por ser la unica manera de identificacién
propietarista colectiva posible en ganaderia extensiva.
Pero desde el inicio de esta cuestién en el pais abundan las
soluciones propuestas tendientes a armonizar los criterios-enfrenta-
dos y a buscar una forma propia y distintiva de legislar la propie-
dad del llamado ganado mayor (vacunos y yeguarizos fundamental-
mente).126 Epuarpo A. Picretti y oTros
A fines del siglo pasado, Ramos Mejia propuso excluir a los
semovientes del régimen del art. 2412 del C. Civil y dotarlos de un
régimen propio donde la marca constituye signo de propiedad.
Ramos Mejia propuso asi una reforma concreta del menciona-
do art. 2412 del Cédigo Civil, que modificara la presuncién de la
propiedad del animal marcado o sefialado en favor del titular de la
marca en vez de atribuirla al poseedor de buena fe. De este modo
y ya en 1903 propugné un aditamento con este propésito a la norma
mencionada del régimen civil de propiedad de las cosas muebles, a
la cual reconocia prioridad sobre los cédigos rurales aunque enten-
dia que la omisién de Vélez Sarsfield podia constituir una amenaza
a la ganaderia, al despojarle efectos juridicos al valioso instituto de
la marcacién.
Como otra solucién, Eleodoro Lobos en 1911 presenté su pro-
puesta con las tres soluciones que entendia aplicables a las tres
grandes categorias en las cuales podia hallarse el ganado:
1) La de aquellos animales que estuvieran inscritos en un,
registro especial, tal el caso de los bovinos y equinos de raza, que
se hallaban registrados en la Sociedad Rural Argentina, y los que
gozaban asi de una identificacién individual, descriptiva de sus
caracteristicas naturales visibles y sus antecedentes genealdgicos.
Para dichos animales la inscripcién acreditaba la propiedad.
haciendo a la marca innecesaria, al par que establecia un régimen
de propiedad distinto del de los bienes muebles en general y del de
los.otros semovientes en particular, produciendo asi como principal
efecto juridico la inaplicabilidad de los arts. 2318 y 2412 del Codigo
Civil.
2) La segunda situacién prevista por Lobos en 1911, era la de
aquel ganado que estuviera marcado o sejialado y su titular hubie-
ra registrado el correspondiente disefio 0 dibujo de la marca y la
pertinente sefial en el registro respectivo, lo que en este caso acre-
ditaban la propiedad del animal que tuviera impuesta la marca o
hecha la sefial, en favor del duefio de dicha marca o seal. A esta
altura y en el proyecto respectivo, Lobos propuso un registro na-
cional de marcas y sefiales que se incorporaria a la legislacién del
Cédigo Civil, dando asi un ambito extendido a todo el pais de la
ordenacién del instituto.
3) En tercer lugar el proponente focalizé la perspectiva de
aquella hacienda que no tuviera marca ni sefial y que, por otra
parte, no estuviera inscrita en registro alguno. Para esta catego-
ria de semovientes, el legislador propuso la aplicacién sin reservas
del art. 2412 del Cédigo Civil, dando en este supuesto plena validez
al principio de que el poseedor de buena fe posee porque posee y no
esta obligado a producir su titulo, ya que la posesién que asi tiene
de los semovientes, hace presumir la propiedad de ellos, salvo que
sean robados 0 perdidos.CONTRATOS AGRARIOS 127
Analizado el proyecto que Eleodoro Lobos presenté —sin al-
canzar sancién legislativa— en el Senado de 1911, advertimos como
objecién fundamental la circunstancia de que estructura un régi-
men legal para dos ganaderias. Y que estas dos ganaderias —la
con marca y la sin marca— aparecen en la prdctica en un pie de
igualdad inadmisible para una correcta ordenacién pecuaria.
No sabemos si ésa habra sido la intencién del legislador pro-
ponente, que proyecté los tres regimenes: los del registro especial
(animales de raza), los marcados (cuyos propietarios deberian ins-
cribir la marca en un registro nacional) y los sin marca ni senal
(a los cuales se aplicaria el art. 2412 del C. Civil); pero en la
proyeccién de la normativa proyectada vemos que fuera de la iden-
tificacién individual de los ejemplares de pedigree (color, manchas,
rasgos, particularidades y genealogia) que debian ser inscritos, la
ganaderia extensiva queda sujeta —en cuanto a los animales co-
munes— a dos sistemas absolutamente incompatibles. El que pres-
cinde del marcado es inaplicable por su rechazo en el medio rural.
Las practicas y procedimientos actuales de la trasmisién del domi-
nio y trasporte de los semovientes exige la marcacién de los
ganados. Es ésta la critica esencial que hace al proyecto de Lobos
insostenible. Sjn embargo, su influencia se nota decisivamente en
Ja legislacién actual.
La Cuarta Conferencia Nacional de Abogados, celebrada en
Tucuman en 1936, aprobé un criterio fundado en los siguientes
elementos:
a) que la marca o sefial acredita la propiedad originaria de los
ganados;
5) que se debe adoptar un régimen tinico de marcaci6n y
sefialamiento para todo el pais;
c) que la marca y sefial deberdn ser inscritos en los registros
que a tal efecto crearan la Nacién y las provincias.
En idéntico sentido, y muchos afios después, se pronuncié la
Jornada de 1972, organizada por el Instituto de Derecho Agrario y
el Colegio de Abogados de Santa Fe con respecto a la legislacion de
marcas y sefiales.
Asi, los cédigos rurales han venido dando a las marcas, du-
rante todo este siglo, distintas soluciones juridicas para armonizar
o permitir la coexistencia de la legislacién ordenatoria local con el
Cédigo Civil.
Particularmente valioso fue el proyecto preparado por Sanchez
Sorondo y Avellaneda en 1910 para el Cédigo Rural de la Provincia
de Buenos Aires, donde pretenden salvar el obstaculo constitucio-
nal, dando a Ja marca el efecto de medio probatorio de Ja posesién
de buena fe exigida por el art. 2412 del Cédigo Civil.
No obstante, este enfoque, quiza el mas acertado de la época,
merecié la profunda critica de Francisco Padilla, quien entendié128 Epuarno A. PicRETT! Y OTROS
que las provincias no podian legislar sobre medios de prueba del
derecho y también porque la buena fe de la posesién es una pre-
suncién legal hasta que se pruebe lo contrario. Y el poseedor no
esta obligado a producir su titulo. El posee porque posee.
Tal la cuestién y las soluciones hasta la primera mitad del
siglo xx.
Al margen de las teorfas y proyectos, la marcacién del ganado
continué siendo, bajo cualquier efecto juridico que se le atribuyere,
la forma con la cual los ganaderos entienden identificar a sus
animales para acreditar la propiedad que sobre ellos tienen.
IV. El régimen de la ley 7616 de la provincia de Buenos Aires.
Como sejiala Fernando Brebbia, el Cédigo Rural de Buenos
Aires sancionado en 1970 establecié que la inobservancia de la
obligacién de marcar hacia presumir la mala fe del poseedor del
animal, conforme al art. 109 de la ley 7616, que sancioné el
texto legal que reemplazé al antiguo Cédigo Rural de 1865, obra de
Alsina. *
De este modo, el Cédigo Rural de Buenos Aires, de 1970, abrié
una nueva solucién al problema, al ordenar que el efecto juridico
propio de la inobservancia de la obligacién legal de marcar, fuera
presumir la mala fe del poseedor del animal. No obstante apartar-
se de las soluciones anteriores, recibié esta legislacién la mis-
ma critica que los cédigos que, como el de Santiago del Estero y
San Luis, establecian que la marca probaba la buena fe del posee-
dor: los cédigos rurales no pueden establecer efectos juridicos res-
pecto del dominio de los semovientes, cuestién que deberfa ser
regulada por la legislacién nacional. Asi, aunque los términos fueran
inversos y la mala fe apareciera como consecuencia de la
inobservancia de las disposiciones ordenatorias de la marcacién, era
evidente que su cumplimiento importaba la buena fe de la posesién
(lo que era objetable en el sentido antes sefialado por la doctrina
mayoritaria que sostenia que los cédigos rurales no podian regular
el dominio de Jas cosas).
Y asi, la solucién intentada por.el Codigo Rural de Buenos
Aires de 1970, se encaminé con un criterio novedoso en el sentido
de otorgar al cumplimiento de la obligacién de marcar un efecto
juridico propio y distintivo, que aparecia evidenciado en su
inobservancia; sélo si marcaba legalmente podia considerarse un
poseedor de buena fe del animal. Si no, su posesién quedaba legal-
mente descalificada: era un poseedor cuya mala fe se presumia.
Y aqu{ es bueno que empecemos a apuntar algo: desde 1870
hasta 1970 hay una particular adhesion al art. 2412 del Cédigo
Civil, que es precisamente algo absolutamente inaplicable a laConTRATOS AGRARIOS 129
ganaderia, pero al cual todos los legisladores guardan un respeto
rayano en la inaplicabilidad de los institutos de la marcacion.
Ya sefialaba Juan A. Bibiloni el absurdo de sostener que el
principio que rige la propiedad de las cosas muebles en general
fuera aplicable a nuestra ganaderia nacional que por su magnitud
no puede ser objeto de la legislacién formalizada en la tesis del
articulado civilista, tal como fue originada en su fuente europea.
También recordé el insigne autor argentino que la costumbre
argentina de marcar el ganado y entenderla como signo de propie-
dad exteriorizaba la conciencia juridica del pueblo que prevalecia
sobre la estricta pretension de la ley, conformando la tesis savigniana
sobre las fuentes del derecho. Por ello, el Cédigo Civil no habria
podido imponer la simple tradicién de los muebles al régimen ju-
ridico de los ganados, ni el simple “poseo porque poseo” a la es-
tricta y querida marcaci6n propietarista, sobreviviendo asi el régi-
men juridico de las marcas y sefiales al cambio profundo que el
Codigo de fondo consagré en 1869.
Sistema de la ley 22.939.
En 1983 fue sancionada la ley 22.939, la cual proclamé su
cardcter de modificatoria del régimen vigente, al legislar espect-
ficamente sobre el instituto de la marcacién y crear un régimen
nacional de marcas y sefiales obligatorio en toda la Nacidn.
No obstante, la norma remite, pese a su rango de ley para
todo el pais, a las legislaciones provinciales en todo lo referente a
Ja obtencién del registro de los disefios, como asimismo rechaza la
existencia de dos marcas iguales dentro de una misma jurisdiccién,
conforme a lo que al respecto deberan regular jurfdicamente las
provincias.
También remite la ley a las disposiciones locales en cuanto al
plazo del uso exclusivo conferido al titular del disefio registrado y
a la forma de su prorroga y trasmisién
El capitulo II de la ley instrumenta las obligaciones de los
propietarios ganaderos de registrar el disefio que utilizan para
marcar sus animales, lo que deberan hacer dentro del primer afio
de edad de éstos imponiéndolo tal como se halla dibujado en el
registro y en la perspectiva de verticalidad, bajo apercibimiento
—en caso de incumplimiento de estas disposiciones— de privar al
propietario de los animales de los derechos que la ley le otorga
referentes al régimen de propiedad de los semovientes y sin perjui-
cio de las multas que establezcan las legislaciones locales.
Legisla luego la ley 22.939, en su titulo III, la propiedad del
ganado y pierde la oportunidad histérica de consagrar un régimen
propio y distintivo en cuanto al dominio de los animales. En efec-130 Epuarpo A. PicRETTI Y OTROS
to, la norma, en principio, en el art. 9 reconoce la presuncién de
propiedad en favor de quien tiene registrada a su nombre la marca
aplicada al animal; pero en su art. 10 somete al poseedor de ha-
cienda orejana o de aquella cuya marca no fuera suficientemente
clara, al régimen comun de las cosas muebles, sin perjuicio de las
sanciones que establezca la autoridad local. De este modo, la ley
consagra un doble régimen respecto a la propiedad del ganado, uno
fundado en la marca y otro en el principio de que la posesién vale
titulo, excepto que la cosa sea robada o perdida y sin que el posee-
dor deba producir su titulo, ya que “él posee porque posec”.
El notable y confuso sistema crea asi dos universos: el de
quienes marcan, y asi establecen en su favor una presuncién de
propiedad, y el de aquellos que pueden —salvo sanciones locales o
sin perjuicio de ellas— criar y mantener hacienda orejana (0 sea,
sin marca) 0 con marcas “insuficientemente claras” segtin el curio-
so y discutible texto legal.
Concluye la ley 22.939 por establecer dos documentos ganade-
ros: los certificados de adquisicién y las guias de transito, fijando
para los primeros una serie de requisitos y sometiendo a las segun-
das a la legislacién de la provincia de su emisién. Nada dice la
cuestionable norma que estamos examinando, cuales son los docu-
mentos necesarios para obtener guias y certificados. Debié decirlo,
ya que esta documentacién ganadera tiene como caracteristica ge-
nerar nueva documentaci6n pecuaria, conforme se produce el tras-
lado y la enajenacién del ganado.
VI. El Cédigo Rural de la provincia de Buenos Aires de 1983.
A fines de 1983, y por ley provincial 10.081, se reformé el
Cédigo Rural del primer Estado argentino a los efectos de ordenarlo
en funcién de la reciente ley nacional 22.939, dictada en octubre de
aquel afio.
El nuevo texto legal introduce serias modificaciones al régi-
men juridico de la propiedad del ganado, derogando el art. 109 de
la ley 7616, y asi abandoné el criterio de apuntar la mala fe del
poseedor que incumplia las reglamentaciones de la marcacién.
Al contrario, si bien regula en el actual art. 148 la obligacién
de marcar el ganado mayor antes de cumplir el afio y sefialar el
ganado menor antes de alcanzar los seis meses de edad, los efectos
juridicos de no marcar se traducen lisa y Ilanamente en la aplica-
cién del art. 2412 del Cédigo Civil, conforme a la redaccién actual
del art. 112, que textualmente remite al ordenamiento comin en
materia de propiedad de cosas muebles “en los supuestos de falta
de marca o sefial en el ganado, cuando el propietario omitiera
cumplimentar las prescripciones del art. 148”.ConTRATOS AGRARIOS 131
Asi, el texto rural de Buenos Aires se adhirié a las tesis de
Eleodoro Lobos y se alineé en la perspectiva de la ley nacional
dictada poco tiempo antes. Sancionado y promulgado el 28 de oc-
tubre de 1983, fue publicado el 6 de diciembre de dicho afio, rigien-
do desde entonces la actividad pecuaria provincial con los efectos
juridicos sobre la propiedad del ganado que hemos sefialado.
Para el nuevo ordenamiento legal, la posesién vale titulo,
equiparando el ganado orejano a cualquier otra cosa mueble que
exista, sin perjuicio de las infracciones que pudieren surgir de la
ley de faltas agrarias, pero dando a cualquier poseedor de ganado
sin marca el derecho de poseer por el solo hecho de poseer y sin
necesidad de producir o justificar su titulo. Sin duda, el nuevo
régimen legal abandona asi —siempre respecto al ganado sin marca
o con marca dudosa— todo intento de fundar la presuncién de buena
fe de la posesién mediante la observacién de la obligacién de mar-
car (que por otro lado consagra), lo que determina sin duda la
aparicién legal de un régimen doble: 1) la hacienda marcada se
presume que es del titular de la marca; 2) la hacienda no marcada
o con marca dudosa, del simple poseedor de buena fe, la cual se
presume sin que sea necesario nada que la haga viable. Es ia
aplicacion cabal del “poseo porque poseo” al régimen juridico de los
semovientes orejanos.
La nueva reglamentacién desconoce asi décadas de esfuerzos
y experiencias regulatorias con respecto a la antigua institucién
del marcaje de los animales, volviendo a incurrir en el error del
codificador civil, pese a que consagra la presuncion propietarista
para la hacienda marcada, conforme a las prescripciones de la ley.
Para concluir el andlisis de la ley 10.081, sefialemos que redujo
los nueve articulos de “apartes y apartadores” que incluia la obli-
gacion de dar rodeo mediando pérdida o extravio de animales a un
solo articulo, el nuevo 167, con lo cual desmonté en gran medida
la cuidadosa estructura creada en tal sentido por la ley 7616, sin
que el mantenimiento del principio esencial obste a sefalar que la
institucién del rodeo se ha visto sensiblemente perjudicada con la
nueva legislacién.
Suprimi6 la ley 10.081 el capitulo VI del titulo I, de la sec-
cién primera del libro segundo, referente a la antigua y consagrada
institucién de la yerra, que la ley 7616 designaba como “hierras”
y que en cinco articulos regulaba el control de la marcacién por los
linderos, la intervencién del juez de paz en la operacién y otros
recaudos de ella para hacerla un episodio claro, conocido, ptiblico,
ordenado y trasparente, de la vida rural.
El instituto de la yerra, en notable decision legislativa, desa-
parecié asi en 1983, produciendo un destacable vacio en la norma-
tiva pecuaria, de dificil explicacién a la luz de los tiempos que nos
toca atravesar. Este acto juridico tan tradicional fue precisamente132 Enuarpo A. PiGRETTI ¥ OTROS
legislado en 1970, en una serie de disposiciones que dieron a la ley
7616 una incuestionable perspectiva de seria ordenacién rural.
Todo esto fue desmantelado en 1983, y el cap{tulo de la yerra
fue suprimido completamente aduciéndose que se procuraba “adap-
tar la norma a la realidad factica actual”, segtin se expresé en la
explicacién oficial de la modificacién al Cédigo Rural, lo que no
resiste andlisis.
Suprimir la yerra y su control por autoridades y vecinos es
quitar un eslabén capital al proceso de ordenacién de la propiedad
del ganado en el medio agrario y configura un sensible retroceso a
épocas que parecian definitivamente superadas. Tampoco es
explicable la total liquidacién del régimen juridico del transito de
animales que regulaban los arts. 184 a 192 de la ley 7616, que
fueron lisa y llanamente derogados sin explicacién alguna. Queda-
ron asi sin ley vigente los arreos por tierra y las paradas y el
abrevaje del ganado que marcha por los caminos de la Provincia.
El uso de aguadas, represas y abrevaderos quedé de este modo
a la discrecién de sus tenedores 0 a la libre y desordenada apro-
piacién por los usuarios eventuales, derogdndose de este modo y sin
causa 0 justificacién legal seria, el valioso articulado regulatorio de
la ley de 1970.
En conclusi6n, diremos que la desordenada reforma de 1983
al Cédigo Rural de 1970 sélo podia traer desorden. Tal se produjo
al consagrarse el concreto régimen dicotémico de propiedad de los
semovientes que se legislé siguiendo el poco feliz modelo de la ley
22.939 y la supresién o derogacién de valiosos institutos como la
yerra y el trdnsito del ganado por arreo, que una larga practica y
una precisa normativa habian constituido en consagradas institu-
ciones agrarias.
VIL. Critica al sistema dicotémico.
Indudablemente, la ley nacional 22.939 y el Cédigo Rural de
Buenos Aires reformado por la ley provincial 10.081 han creado, en
materia de marcas y sefiales, un régimen dicot6mico que ofrece el
panorama de dos soluciones legales bien distintas, seguin se trate
de hacienda bien marcada o no.
En efecto y segun la legislacién sefialada y vigente desde 1983,
es obligatorio marcar y se sanciona no hacerlo conforme dispone la
ley de faltas agrarias, pero si no se marca o si la marca aparece
dudosa 0, como dice la ley 22.939, “no fuere suficientemente clara”, |
queda la cuestién sometida rigurosamente a la normativa general |
de las cosas muebles, o sea, a la plena vigencia del art. 2412 del
Cédigo Civil. Y de este modo queda orquestado el problema. Por-
que tal como se halla formulada la ley se fomenta la formacién deConTRATOS AGRARIOS 133
rodeos “fantasmas” o que no aparecen en planillas, pero que per-
manecen orejanos, 0 sea, sin marcas para permitir su enajenacién
o trasporte ilegal en el momento preciso en que asi se disponga.
Un administrador infiel podria “no marcar” animales bajo su
guarda y luego, aun corriendo el riesgo de ser eventualmente
infraccionado, vender o trasferir a otros por su propia cuenta y a
su exclusivo beneficio, animales sin marca alguna o con alguna
puesta de ocasién.
La ley facilita asi las formas mas sutiles y organizadas del
cuatrerismo y las defraudaciones ganaderas, ya que al poseedor de
hacienda sin marca sélo le basta alegar que posee, sin que se
produzca otro efecto juridico de una eventual infraccién. Trasporte
y faena clandestinas se hacen mucho mds viables en un régimen
que permite no justificar la posesién.
Sin el amparo y la garantia para todos los ganaderos que el
sistema de marcaci6n constituye, se concreta la clara amenaza que
Ezequiel Ramos Mejia advirtié al proyectar su reforma al sistema
del art. 2412 respecto de los semovientes. Porque, ademas, la ley
vigente hace caso omiso en el supuesto de la hacienda sin marca,
de la documentacién ganadera respaldatoria que los agraristas han
reclamado durante todo e} siglo xx como necesaria para completar
la mecdnica de la marcaci6n propietarista.
Si no hay marca no tiene por qué haber ningtin documento
de origen ni de adquisicién. Cualquier forma de obtener la res es
permitida de hecho por el extrafio derecho vigente. Se olvida a
Eduardo Pérez Liana, que opin6 categéricamente “que la trasmi-
sién del ganado se perfecciona no ya con la tradicién sino con la
inscripcién de la enajenacién en registros especiales: “Estos regis-
tros serdn locales”.
En la formulacién del destacado maestro santafesino se hace
imprescindible la pertinente documentacién ganadera propia del
comercio pecuario, que en la legislacién que analizamos se desco-
noce por completo. Al permitir la ley de fondo y las leyes locales
que pueda haber conjuntos de hacienda sin marca a los cuales se
aplique la legislacién mobiliaria civil general, se fomenta y facilita
el cuatrerismo, ya que poseer sin marca en el campo no es una
costumbre aceptada ni tampoco una tradicién posible.
Constituye una verdadera anomalia que el productor agrope-
cuario jamas consideré normal y tiene en una inmensa mayoria de
Jos casos un propésito avieso; que puede ir desde no pagar impues-
tos a desconocer al legitimo duefio y desde tener lo que no corres-
ponde a faenar lo ajeno. De este modo, y en la practica, alguien
que cuida animales ajenos podrfa no marcar las crias y dejar ore-
janas algunas para después invocar el “poseo porque poseo” o el
“faeno porque poseo” o cualquier absurdo de esta indole.134 Epuarpo A. PIGRETTI Y OTROS
La pretension de aplicar el art. 2412 del Cédigo Civil a la
ganaderia, que hemos visto en prestigiosos autores, proviene no sélo
de un discutible rigorismo civilista, sino también de un absoluto
desconocimiento de la vida rural. Es el grito de un tedérico que no
produce eco apreciable en el paisaje agrario, donde las vacas estén
marcadas por sus duefios. O debieran estarlo al menos.
Siguié a la legislacién de 1983 un auge notable del abigeato,
incrementdndose el delito en el medio rural durante toda la década
de los afios 80 y en el marco legislativo de una normativa que
habia invocado “la realidad agraria” como fundamento de su san-
cién. La presuncién de mala fe de la ley 7616 habia sido derogada.
Ahora imperaba el delito que conmovi6é al campo argentino por su
extensién e importancia y que sélo iba a ser contenido por la de-
cidida accién policial de la década siguiente y la sancién de la ley
provincial de trasporte del ganado que llevaria el nimero 10.891.
Pero ésa era o iba a ser otra historia. Mientras tanto y hasta
nuestros dias, proyecta su ominosa presencia la legislacién de 1983
que, inspirada en el proyecto de Eleodoro Lobos de 1911, regula la
ganaderia de marca y la orejana como si fueran dos sistemas posibles
de tener animales en el campo argentino del afio 2000. Se ha
imperioso releer a Virgilio y comprender por qué hay que imponer
un sistema de mareacién unfvoco y simple, que dé seguridad a
propietarios y adquirentes, en el marco de una ley agraria de iden-
tificacion propietarista del ganado, para las grandes extensiones
argentinas, donde la explotacién agropecuaria se proyecta en nume-
rosos ejemplos que requieren una segura forma de identidad, colec-
tiva y eficaz, al par que simple y distintiva.
VIII. Obtencién de la marca.
La marca se obtiene mediante un procedimiento ante las
autoridades provinciales, tal como lo indica expresamente en su art.
2 la ley nacional 22.939.
Especificamente en la Provincia de Buenos Aires, el tramite
se realiza por ante la Direccién de Ganaderia del Ministerio de la
Produccién, que requiere a los interesados acreditar la propiedad 0
la ocupacién legal de un inmueble, pagar una tasa que actualmen-
te es de $ 140 y se destina al Fondo Agrario Provincial dispuesto
por la ley 8424 y acompafiar constancia de que se es titular de la
correspondiente clave tnica de identificacién tributaria (CUIT), todo
ello afiadido a una solicitud de marca nueva, o de renovacién o
trasferencia, en su caso, que da inicio a la gestién correspondiente.
El tramite, que tarda aproximadamente un mes, da cumpli-
miento a los dos primeros principios universales en materia de
marcas que ya hemos visto: registrarla por ante el organismoCONTRATOS AGRARIOS 135
correspondiente, que verifica previamente la existencia o no de marca
igual, en cuyo caso propone que se modifique el disefio solicitado,
para hacerlo viable.
Finalmente, se aprueba y registra el disefio 0 dibujo pedido
por el solicitante, entregandosele el llamado boleto de marca. De
(este modo, el Estado provincial también da cumplimiento a lo dis-
[puesto por los arts. 3 y 4 de la ley nacional 22.939.
El boleto de marca en la Provincia de Buenos Aires se otorga
por diez afios y debe ser renovado —si asi lo desea su titular—
dentro del afio de su vencimiento.
La marca registrada, por tanto, no constituye un derecho real
de propiedad tal como lo expresa el art. 2506 del Cédigo Civil. Al
contrario, se extingue al cabo de once afios de su otorgamiento, por
cuanto si bien dura diez afios, el titular tiene un afio mas para
renovarla.\ Las soluciones dadas en las provincias son similares,
ya sea que se obtenga la marca mediante su registraci6n provincial
ocomunal. También ordena la ley nacional que el derecho de uso
exclusivo que se otorga al titular, se registra y prorroga conforme
a las normativas locales. Su trasmisién por actos entre vivos se
halla autorizada. ar 2 a
~~Suexistencia y validez se prueban con el titulo respectivo, 0
sea, con el boleto de marca, y en su defecto por las constancias
registra’ ae
Jomo themes sefialado, el derecho de uso exclusivo de la mar-
ca —que asi lo denomina la ley nacional 22.939— es trasmisible
por actos entre vivos y por disposiciones de ultima voluntad, pero,
como hemos visto, el derecho de marca —siempre conforme a la ley
nacional— no pertenecerfa estrictamente en propiedad a su duefio,
ya que seria e] Estado provincial el unico titular de los disefios de
marcas y sefiales. En idéntico sentido ha legislado la Provincia de
Buenos Aires en su Cédigo Rural reformado por ley 10.081, de 1983,
si bien el confuso art. 115 de la reforma habla de que el Estado
provincial, por medio de su organismo competente, sera el tinico
responsable de los sistemas de disefio y de la reglamentacién del
uso de las marcas y sefiales del ganado.
Esta terminologia imprecisa pretende enmascarar la preten-
sion de que el Estado sea un concedente de los disefios por un tiempo
a los propietarios ganaderos, cosa que no serfa as{ en otras provin-
cias, donde la marca aparece como una propiedad de su titular; tal
en Cérdoba y en Santa Fe, siguiendo la opinion del recordado
Eduardo Pérez Llana.
En el sentido opuesto, el Cédigo Rural de Rio Negro acentia
el criterio estatista al legislar que “el Estado es el exclusivo admi-
nistrador de las marcas”.
La marca se registra y obtiene asi por un procedimiento ante
el organismo provincial correspondiente y luego, tal el caso de la136 Epuarpo A. PicrETti y oTRos
Provincia de Buenos Aires, se inscribe en las municipalidades donde
se va a hacer uso de ella y emitir documentacién ganadera que la
contenga.
Cerrando el tema, Antonino Vivanco indicé que la marca 0
sefial podian ser del dominio del sujeto agrario o simplemente una
concesién que otorga el Estado como manera propia de ejercer la
policia de los semovientes. La naturaleza juridica de este derecho
puede asf tener efectos distintos sea uno u otro el criterio que se
adopte.
La perspectiva de ordenar el tema de las marcas y sefiales en
la esfera de la competencia policial parece tener una antigua tra-
dicién en el Ambito bonaerense que se remonta a la legislacién de
Martin Rodriguez en 1822. Idéntico criterio sostenia el hoy dero-
gado art. 111 del Cédigo Rural bonaerense de 1970 cuando con
mucho mayor rigor principista que el art. 115 actual (ley 10.081)
sefialaba que “el Estado provincial es el exclusivo propietario de los /
sistemas de disefios de marcas y sefiales de ganado”.
Respetamos, empero, la opinién que entiende a la marca como
una propiedad de su titular, y no una concesién del Estado. Avala
esta doctrina las caracteristicas y principios que rigen la institu-
cion. En efecto, desde antiguo y siguiendo el derecho espafiol que
nos antecedi6, la obligacién del propietario ganadero es “registrar el
disefio que usa para marcar”, lo que permite distinguirlo como un
derecho anterior al reconocimiento que el Estado efectué de él al
ordenar las costumbres agrarias. En idéntico sentido se expresa el
art. 5 de la actual ley 22.939, de 1983, que sigue a sus remotos”]
antecedentes castellanos y dice: “es obligatorio para todo propietario /
de ganado mayor o menor, tener registrado a su nombre, el disefio
que empleare para marcar o sefialar, conforme a !o dispuesto en la |
presente ley”. =
Adviértase asi la terminologia y el sentido de la norma que
legisl6 la obligacién de registrar el dibujo o disefio utilizado. En el
mismo criterio sefialemos la segunda parte del articulo citado que
expresa: “queda prohibido marcar o sefialar sin tener registrado el
disefio que se emplea, con excepcién de la sefial que fuera usada
como complemento de la marca en el ganado mayor”.
Por estos conceptos podemos considerar al instituto como una
propiedad del ganadero, sin perjuicio de entender que constituye un
dominio sujeto a formas de adquisicién y pérdida particulares y
propias que sdlo se dan en materia de marcas y sefiales del gana-
do, que requiere legislacién especial, pero sobre el principio de que
es el propietario, y no el Estado, el duefio del disefio que utiliza y
que la autoridad lo obliga a registrar.
Recordemos que la marca y la sefial en el pais son obligato-
rias, siguiendo la tradicién hispana cuya legislacién originariamen-
te adoptamos. En otros paises, como en la mayor parte del oesteConrraros AGRARIOS 137
de los Estados Unidos, la marca constituye un sistema facultativo
para el propietario, ya que se lo considera un derecho de garantia,
una medida de seguridad o un privilegio, como sefialaba Pérez Llana,
establecido en favor de los hacendados y propietarios ganaderos.
No es éste nuestro caso, ya que entre nosotros la ordenacién
pecuaria se formula con un criterio propietarista y la marca que
acredita la propiedad del ganado tiene un titular que obligatoria-
mente debe registrarla conforme a la ley. Pero, como dice la misma
norma, registra el disefio que usa 0 utiliza, 0 sea que lo clige ylo
inscribe como propio.
IX. Procedimiento para marcar.
Ya se lamentaba José Hernandez en sus conocidas instruccio-
nes a los mayordomos de estancia que las grandes marcas a fuego
causaban heridas y cicatrices indeseables en los animales someti-
dos a ellas, pero que habia que soportar el instituto a mérito de las
grandes ventajas que tenfa, esperando que la difusién del alambrado
y la evoluci6n ganadera del futuro hicieran viable su reemplazo en
alguna época del porvenir
También por aquellos dias del siglo xx, aunque un poco antes
que Hernandez, Juan Manuel de Rosas era muy preciso cuando se
referia a la marcacién a fuego del ganado, que dispuso que se hi-
ciera en forma anual y poniendo el fierro en agua luego de cada
vez que se lo imprimiera al vacuno (tal indicaba en sus “Instruc-
ciones”).
Hallamos aqui referencia a poner la marca “del lado de mon-
tar”, o sea, del lado izquierdo y sobre el cuarto trasero del bovino.
También dice que el yeguarizo puede ser marcado en la pata. Todo
ello nos habla de que la forma de marcar ha sufrido muy pocos
cambios en los tiltimos doscientos aiios
Gontra la previsién del autor del Martin Fierro, las marcas
a fuego no fueron derogadas y contintan siendo el procedimiento
por excelencia para el marcado que signa la identificacion colectiva
-y propietarista de la hacienda. $
No obstante ello, la ley nacional 22.939 definié a la marca
como la impresién que se efecttia sobre el animal de un dibujo o
disefio por medio de hierro candente, de marcado en frio o de
cualquier otro procedimiento que asegure la permanencia del dise-
fio o dibujo en forma clara e indeleble que autorice la Secretaria
de Estado de Agricultura y Ganaderia de la Nacion.
La llamada marcacién en frio ha tenido como fundamen-
to evitar el sufrimiento y los efectos propios de la quemadura so-
bre el cuero del animal, con la secuela de su inevitable deterioro
y el peligro de heridas de dificil curacién en ciertas épocas del afio,
A