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Una pequea esfera de obsidiana, una canica hueca,

bordeando los labios, ocupndose de su giro interminable mientras los sepultureros entonan un himno que hace temblar a los hermanos que son dos
hombres largos y estrechos,
venidos desde muy lejos, hace tiempo-.
Un paisaje que se ha roto.
Nadie espera que la bola deje de girar.
La boca est seca.
La cancin nunca se acaba.
Cuando suceda,
no quedar nadie para sostener ninguna cosa.

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