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I. INTRODUCCIÓN:
Quizá, la muerte se viva con menos soledad y sufrimiento entre las familias
mexicanas debido a que en la mayoría de ellas, especialmente en ciudades
chicas y en pueblos, hay mayor unidad, valores y tradiciones.
Y aunque de verdad no estamos preparados para morir o aceptar este hecho
en algunos de nuestros seres queridos o en nosotros mismos, a la muerte
siempre se le ha rendido tributo y respeto desde nuestros ancestros, más que
nada como una preparación hacia otra vida, buscando una retribución que nos
ayude a afrontar el miedo de no saber mas de ellos o que ellos no sepan más
de nosotros.
Afortunadamente el apoyo de la familia y las tradiciones religiosas,
independientemente de los cauces y matices que puede tener cada una de
ellas en las diferentes comunidades o regiones del país, aminora el dolor y
ayuda a la aceptación de la pérdida.
Al contrario, de lo que sucede en las grandes ciudades, donde este proceso se
lleva a cabo con mayor estrés, dolor, sufrimiento y neurosis debido al
desarraigo y la pérdida de tradiciones de índole familiar.
La tanatología es una alternativa humanística para ayudar tanto a quien ha
sufrido una perdida o al enfermo terminal, en ese proceso de aceptación y
sobrellevar el duelo posterior.
El tanatólogo, atiende de manera individual a cada enfermo, ya que cada
persona concibe y actúa diferente ante la presencia de la muerte, al igual que
identifica sus diversos mecanismos de defensa, adaptación y de confrontación
con la pérdida, y se vale de estos recursos para coadyuvar al paciente y al
doliente en su doloroso trayecto del duelo, por lo que no se pueden realizar
una consejería global o estandarizada.
La tanatología y la psicopatología, en un baile alterno de movimientos
entrelazados, se coadyuvan y se retroalimentan para brindar a quien las
requiera, de una serie de recursos que van desde identificar los mecanismos
de defensa que los pacientes o sus familias presentan hasta la identificación de
neurosis y psicosis que hagan mas ardua la consejería o la terapia psicológica.
Ambas se enriquecen con la experiencia mutua de un largo trayecto de tratar
con enfermos terminales y/o dolientes reacios a la aceptación de la perdida.