Professional Documents
Culture Documents
I
Todos los presentes estaremos de acuerdo en que la presencia tlaxcalteca en el Noreste es
un tema que requiere atención académica, investigación y difusión. Uno de los aspectos
que más nos puede llamar la atención en regiones y localidades que recibieron migrantes y
colonos es la difusión y reproducción de rasgos culturales tlaxcaltecas. El tratamiento de
este aspecto, por desgracia, ha sido llevado en algunas ocasiones con demasiada ligereza y,
sobre todo, falta de pruebas.
Casi siempre que hablamos del aporte tlaxcalteca a la cultura norestense aparecen lugares
comunes, bien intencionados pero que no siempre resisten la crítica. Dícese, por ejemplo,
que a la enculturación tlaxcalteca debemos la alfarería, los textiles tradicionales, ciertas
pautas culinarias (entre ellas la elaboración del pan), el uso de voces dialectales derivadas
del náhuatl, la danza ritual, artesanías y hay quien afirma que hasta la organización en
barrios o las relaciones familiares. Por desgracia, apenas conozco estudios que, con un
mínimo rigor metodológico, describan la cultura tradicional norestense, ya no digamos
comprueben o refuten las atribuciones antes dichas.
Por ejemplo, para el caso de la alfarería, no conozco una sóla monografía que compare la
morfología de nuestras vasijas con las del resto del país, sea en su época prehispánica,
colonial o contemporánea. Si bien no tenemos muchas noticias sobre alfarería en el siglo
XVII, es poco creíble que no se desarrollara esta artesanía entre los colonos e indios
naboríos que antecedieron a las familias tlaxcaltecas.
El uso del náhuatl es otro rasgo que antecedió a la masiva migración tlaxcalteca en Nuevo
León. A lo largo de toda el siglo XVII descubrimos en los autos judiciales, documentación
civil, militar y religiosa la presencia del náhuatl como lingua franca entre los indios
chichimecas; decíase que eran “ladinos en mexicano”. No podemos negar que la cercanía
con San Esteban del Saltillo pudo incidir en la adopción de dicha lengua, pero también es
cierto que el náhuatl era la segunda lengua oficial novohispana por medio de la cual se
estableció comunicación con decenas de grupos étnicos (zapotecas, chontales, totonacas,
etc.), en la cual se redactaban e imprimían bandos y proclamas, idioma obligatorio para los
curas doctrineros. En otras palabras, formaba parte del programa político de estado. Queda
por último el hecho de que hubo familias nahuatlatas no tlaxcaltecas que se asentaron en el
Noreste durante toda la Colonia. Para resolver este problema, necesitamos el apoyo de
lingüistas especialistas de la lengua náhuatl, sus procesos dinámicos y variedad dialectal 1.
Quizá de lo que pueda hablar con un poco más de seguridad es de la música y la danza
tradicional, toda vez que he realizado investigaciones de campo tanto en el Noreste como
en la zona poblano-tlaxalteca. Entre las tradiciones de origen colonial que podemos
encontrar en Tlaxcala están el denominado “Conjunto Azteca”, dotado de chirimías, tarola
y huéhuetl (llamdo teponaztle); la ejecución de un jarabe compuesto de varios sones
característicos; varios sones de boda de la familia del Xochipitzahuac. De todas las
1
Personalmente creo que uno de los especialistas más capacitados al respecto y que puede resolver muchas
nuestras dudas es Andres Tellotzin Hasler.
tradiciones referidas ninguna cuenta con un equivalente en el Noreste. Forzadamente
podríamos encontrar parecido entre el Conjunto Azteca y nuestros Tamborileros; en
realidad ni el repertorio ni su dotación ni el contexto de la ejecución los asemejan.
El mundo de las danzas rituales2 no sale mejor librado. La más característica tradición
dancística tlaxcalteca es, en la actualidad, la de contradanzas de Carnaval. Otra de rancio
abolengo es la de Moros y Cristianos. ¿Algo que ver con las danzas del Noreste? No. La
inmensa mayoría de danzas del Noreste se vinculan a las danzas que representan
románticamente a los indios que se cristianizaron (por su voluntad o a la fuerza). Danzas de
Matachines, de a Pie, Comanches, Indios, de Palma, extensa gama de expresiones
emparentadas entre si que no tienen parangón en Tlaxcala.
Tan sólo compartimos dos danzas, mismas que en Noreste son denominadas juegos y son
accesorias de las danzas propiamente dichas: el juego de Torito3 y el de Cintas o
Garrocha4. Aún en estos casos difícilmente podemos asegurar una relación unívoca con el
mundo tlaxcalteca pues aparecen en varias partes del mundo hispanoamericano y es harto
probable que tengan un origen hispánico, adaptado a las realidades regionales americanas.
Tengo la impresión (subjetiva y sujeta toda crítica) que el mayor aporte tlaxcalteca a
nuestra cultura es de tipo político. La organización comunitaria de tipo republicano de una
etnia que gozaba de algunos privilegios debió resultar ejemplar y subversiva. Ejemplar
porque mostró a muchos indios, mestizos y mulatos la forma en que un colectivo puede
organizarse, defender sus derechos, promover y desarrollar servicios públicos (limpia de
acequias, escuelas de primeras letras, fiestas patronales) por sus propios medios, sin la
indispensable presencia del terrateniente, el funcionario nombrado por el Rey o el rico
comerciante.
2
Las observaciones sobre danzas rituales descansan tanto en la experiencia de campo como en el valioso
estudio Danzas y bailes tradicionales del Estado de Tlaxcala de Amparo Sevilla (Premia, 1983).
3
Danzas de Toriteros o Vaqueros se pueden encontrar en los municipios de Huamantla, Tetla, San Pablo del
Monte, Atlangatepec, Tlaxco y Tetla. En Nuevo León aún se practica en el sur del Estado (Doctor Arroyo,
Aramberri, Galeana) y en el área metropolitana de Monterrey.
4
Mientras que en el Tlaxcala la garrocha se asocia a las cuadrillas de carnaval, en el Noreste se vincula con
las danzas de indios.
Ejemplo subversivo porque mostraba que era posible una forma de organización en la que
todos podían votar y ser elegidos, en que existía un fondo manejado por un cabildo propio
y que podía administrarse el presupuesto sin necesidad de funcionarios casi desconocidos.
Imaginemos el impacto que podía producir un pueblo de indios en la masa de jornaleros, de
artesanos pobres, de esclavos y colonos desarraigados.
II
A nadie se le ocurriría negar el hecho de que hubo presencia tlaxcalteca en el Noreste
colonial. Sin embargo, creo que valdría la pena considerar algunos aspectos para proseguir
la discusión.
Son muy pocas las fuentes que nos permiten hablar sobre la población colonial del Reyno;
aún así, podemos aseverar que la población tlaxcalteca constituyó una minoría aún en el
universo de las etnias indígenas. La inmensa mayoría de la población india la constituían
diversas naciones chichimecas; suele decirse con una desagradable carga discriminadora
que los nativos eran salvajes, incultos, flojos y que fueron los tlaxcaltecas quienes los
civilizaron. Suponniedo sin conceder que así fuera, no podemos menos que preguntarnos
¿Porqué los tlaxcaltecas, olvidando los miles de indios pastores del Bajío, de hñahñú, de
nahuatlatos del Valle de México, de phurépechas naboríos? ¿Es esta atribución tan sólo un
recurso retórico con el cual ocultamos nuestra ignorancia o realmente los tlaxcaltecas
fueron quienes civilizaron?
Un problema más son las evidencias de que, en determinados casos, aunada a su escasez los
tlaxcaltecas tendieron a aislarse del resto de la población y a concentrarse en núcleos casi
exclusivos como Guadalupe o San Migel de Aguayo. No podía ser de otra manera: los
pueblos de tlaxcaltecas garantizaban los privilegios de dicho sector. Es imposible suponer
que en las villas, ciudades o haciendas los tlaxcaltecas contaran con tierras y fondos de
comunidad, cabildos exclusivos o esa relativa autonomía que podían expresar frente al
gobierno provincial. En otros pueblos de indios en que convivían con chichimecas, la
presencia tlaxcalteca parece ser limitada. En 1794, frente a 349 indios de nueva conversión
se hallaron 41 tlaxcaltecas en San Cristóbal de Hualahuises.
Considero muy aventurada la afirmación de que sólo hubo éxito en las misiones
norestenses que contaron con presencia tlaxcalteca; sirvan de ejemplo la más de veinte
fundaciones en el Nuevo Santander que pervivieron hasta la Independencia y se
convirtieron en barrios o pueblos tamaulipecos.
Del mismo modo, valdría la pena conocer mejor la dinámica interna en los pueblos mixtos
tlaxcalteca-chichimeca. De una cosa si podemos estar seguros: no se trataba de un mundo
idílico. Pueblo chico, infierno grande, los conflictos entre ambos sectores indígenas se
evidencian a lo largo de toda su convivencia y de ello hay múltiples evidencias en nuestros
archivos 6. Una advertencia: debemos estar en guardia para no caer en el otro extremo, el de
afirmar que entre nativos y tlaxcaltecas no hubo comunicación alguna y vivieron 200 años
de la greña. Como en toda relación humana, las alianzas, amistades, suspicacias y peleas se
suceden y combinan por múltiples motivos y sinrazones.
Concluyo el segundo punto: es muy poco lo que sabemos sobre la población tlaxcalteca y
su dinámica socio-cultural. Su impacto se ha magnificado no por investigaciones serias,
sino por conseguir explicaciones simplistas que aparentan resolver nuestras dudas.
III
Pareciera que nuestra meta es afirmar que no existió un aporte cultural tlaxcalteca en el
Noreste de México. Nada más alejado de nuestro propósito. Afirmamos, eso sí, que es
necesario realizar investigaciones serias sobre nuestra historia y cultura, que nos permitan
formular hipótesis sustentadas con pruebas objetivas y no en creencias, leyendas o
supuestos de orgullo localista.
5
AMS. Presidencia Municipal, caja 3, expediente 7.
6
Un buen ejemplo sería el conflicto entre alazapas y tlaxcaltecas por las tierras del pueblo de San Miguel de
Aguayo (hoy Bustamante), atestiguadas por múltiples ocursos que se conservan en el Archivo General del
Estado de Nuevo León.