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Introduccion a la historia de la ciencia Helge Kragh Critica Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorizacién escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en tas leyes, la reproducci6n total © parcial de esta obra por cualquier medio 0 procedimiento, comprendidos la reprograffa y el tratamiento informitico, y la distribucién de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo pablicos. Titulo original An Introduction to the Historiography of Science Disefio de la cubierta: Jaime Fernindez Ilustraci6n de la cubierta: © AGE Fotostock Realizaci6n: Atona. S. L. ©1987: Cambridge University Press, Cambridge © 1989 de la traduccién castellana para Espafta y América: Critica, S. L., Diagonal, 662-664, 08034 Barcelona e-mail; editorial@ed-critica.es http://www.ed-critica.es ISBN: 978-84-8432-894-0 Depésito legal: M. 11.05: Impreso en Espafia 2007 - BROSMAC, SL, Poligono Industrial 1, Calle C, Méstoles (Madrid) Proélogo 1 argumento de la presente obra es lo que considero la esencia de la historiografta de la ciencia. Analizo una serie de problemas que, yo diria, son de una importancia fundamental para casi todo estudio hist6- rico serio de la cienc al margen de cudl sea su campo o el periodo es- pecifico del que se ocupe. Se trata, naturalmente, de cuestiones historio- grdficas que resultan especificas de determinados enfoques, disciplinas y periodos en concreto. Muchos ni siquiera los trato y algunos slo los he tocado ligeramente. Ast. pues, la ciencia anterior a 1500 aparece tan s6lo de manera espor la historia social e institucional de la ciencia han recibido muy poca idica en el libro, y ciertas cuestiones especificas de atenci6n. Al margen de estas limitaciones, hay otros temas importantes que no analizo porque sélo de forma indirecta tienen qué ver con los que constituyen los principales temas de este libro. Se incluyen entre ellos di- versas teortas basadas en la filosofia, relativas al desar la ciencia, como pueden ser las teorias historiogrdficas de Kuhn, Laka- tos y otros, asi como la cuestin de las llamadas fuerzas impulsoras del desarrollo cientifico. La estructura del libro es la siguiente. El capitulo I presenta un es bozo, separado del resto de la obra, de la prehistoria de la historia de la ciencia. Los capitulos 2 al7 tratan de asuntos de naturaleza historiogra- ollo histérico de fica general, por lo que constituyen una introduccién a la teoria de la historia aplicada a la historia de la ciencia. En cuanto disciplina histé- rica, la historia de la ciencia es susceptible de recibir las mismas re- 8 Introduccién a la historia de la ciencia flexiones tedricas que tienen validez para la historia en general. Los es- pecialistas de esta disciplina, que ya sea porque hayan trabajado como cientificos 0 bien como historiadores, deberian estar acostumbrados a estas reflexiones. En los capitulos 8 al 10 analizo algunos problemas ba- sicos de la historiografta general de la ciencia. Se incluyen en ellos pro- blemas de periodizacién, funciones ideolégicas y la tension entre histo- riografia diacrénica y anacré6nica. El resto de la obra trata del uso y el andlisis critico de las fuentes de la historia de la ciencia y cuestiones con ellas relacionadas. Mientras que el andlisis de las fuentes es esencial- mente el mismo que el de cualquier disciplina histérica, en algunos as- pectos el historiador de la ciencia se enfrenta a unos problemas que son especificamente propios de su campo. Uno de esos problemas es la posi- bilidad de reconstruccién experimental de la historia. Los dos tiltimos capitulos dan un repaso critico a las versiones de la historia cuantitativa de la ciencia. Una versién danesa anterior fue traducida al inglés por Jean Lundskjaer-Nielsen. La obra recibié el apoyo del Consejo Danés de In- vestigaciones de las Humanidades. Agradezco encarecidamente ese apo- yo. El libro se ha beneficiado de diversas sugerencias y comentarios cri- ticos realizados por dos drbitros cuya identidad desconoz HELGE KRAGH Junio de 1986 Aspectos del desarrollo de la historia de la ciencia Aw la historia de la ciencia como disciplina académica auténoma no se desarroll6 hasta el siglo xx, durante siglos se dieron activida- des que podrian Iamarse con toda razon formas primitivas de historia de laciencia. Descripciones y andlisis hist6ricos han ido siempre a la zaga del desarrollo de la ciencia. De hecho, hasta la consideracién mas superficial de la historia de la ciencia en el pasado nos revela que gran parte de los problemas historiogréficos fundamentales que estudia hoy dia la moderna historia de la ciencia pueden encontrarse también en siglos pretéritos. Durante la mayor‘a de los periodos en los que se desarrollé la ciencia, 6sta se aprendié y cultivé como parte de una tradicién hist6rica que no podia distinguirse de la ciencia propiamente dicha. En la Antigiiedad cla- sica, y en la Edad Media sobre todo, la forma habitual de cultivo de la ciencia implicaba el apoyo en los pensadores anteriores. Se hicieron co- mentarios y andlisis criticos de las obras clasicas, que se utilizaban como punto de partida para nuevos pensamientos y contribuciones de interés actual. Cuando Aristoteles queria hablar de los 4tomos y el vacio, repro- ducfa partes de la historia del atomismo y se enzarzaba en una discusi6n con Demécrito, que hacia ya tiempo que descansaba en paz. Cuando un matematico griego queria resolver un problema, la manera natural de proceder era empezar dando una relacién de la historia del tema en cues- tién, cosa que se consideraba parte integrante del problema. Los historiadores clasicos se hallaban interesados ante todo y sobre todo por la historia contempordnea y no crefan que tuviera mucho valor 10 Introduccion a la historia de la ciencia considerar los desarrollos 0 acontecimientos anteriores en una perspecti- va histérica. Esta actitud tépica y, por lo tanto, en cierto sentido ahist6ri- ca se basaba en la percepcién que tenian los griegos del método histérico critico: se crefa que las tnicas fuentes dignas de crédito eran los testigos oculares, es decir, las personas que hubieran asistido directamente al acontecimiento objeto de estudio, y que, en cuanto tales, podfan ser inte- rrogados por el historiador acerca de dicho acontecimiento. A conse- cuencia de este enfoque, la perspectiva histérica griega se hallaba limi da, en lo principal, a una sola generacién. Otro factor que contribuyé a la falta de una verdadera perspectiva his- torica era la visi6n generalizada que se tenia del tiempo y lo inseguro de la cronologia. Entre los griegos era habitual considerar que el tiempo era cf- clico 0, siempre que se tratara de periodos breves de tiempo, estatico. Esta noci6n del tiempo no apoya la idea fundamental de desarrollo histérico, segiin la cual las ideas y acontecimientos modernos se consideran conse- cuencia de la dindmica del pasado. Los griegos no tenian ninguna tradi- ci6n de fechar los acontecimientos, ni el menor interés en ello, soliéndose contentar con fecharlos diciendo que ocurrieron «hace mucho tiempo». La datacién precisa y la localizacién de los acontecimientos en orden crono- légico se hallan en gran medida ligados a un concepto lineal del tiempo. La idea lineal y dindmica del tiempo deriva especialmente del pensamien- to judeocristiano y no se difundié por Europa hasta la Edad Media. Nuestro conocimiento de la forma clasica de historia de la ciencia se halla limitadfsimo por la ausencia casi total de fuentes originales. Asi, sa- bemos que Eudemo, personaje que vivid durante el siglo 1v a.C., escribié una historia de la astronomia y otra de la matematica, pero ambas obras han desaparecido. Los conocimientos que tenemos proceden principal- mente de comentaristas posteriores que trabajaron a finales del periodo clasico o a comienzos de la Edad Media. Un ejemplo de ellos seria Pro- clo (c. 420-485), que escribié un estudio histérico de las matematicas de Euclides. Simplicio (c. 540), que escribié unos comentarios muy detalla- dos de las obras de Aristoteles sobre filosoffa natural y, en relacién con ellas, hizo también un estudio de las ideas que tuvieron los filésofos de la naturaleza antiguos, constituye otro ejemplo de ello. Los comentarios que escribieron Proclo, Simplicio y demas pueden considerarse razona- blemente una historia tardoclasica de la ciencia. Aspectos del desarrollo de la historia de la ciencia 11 Durante los siglos xvi y xvi, cuando nacié la nueva ciencia, se se- guia considerando la historia parte integrante del conocimiento cientifi- edad, era considerada por los pioneros, desde Copérnico a Harvey, algo definitivamente pre- co. La historia, y sobre todo la historia de la Antig nie en el progreso actual de la ciencia, y que tenfa que ver mucho con él. Durante la revolucién cientifica, se utilizaban muchas veces las auto- ridades clasicas como oponentes en las argumentaciones ideologicas. Al mismo tiempo, la historia servia de legitimaci6n de la nueva ciencia. Ha- ciendo referencia a los grandes filésofos del pasado, se daba a la ciencia un barniz de respetabilidad. Desde finales del siglo xvii cambié la actitud que se tenfa ante las au- toridades cldsicas. Lo corriente era subrayar los conocimientos del mun- do modemo a expensas de los de la Antigiiedad. Muchos pioneros de la nueva ciencia se hallaban muy influidos por las tcorfas religiosas de los ‘aban a los eruditos en la Antigiiedad griega por ser pa- ganos, y querian remontar la ciencia a los conocimientos biblicos, que databan de una €poca anterior a la de los griegos. Donde no se tenia tales conocimientos, se les construfa a partir de la Biblia. Sennert, Boyle y Newton se contaban entre quienes crefan que Moisés habia posefdo una percepcién divina de las leyes de la naturaleza.' El atomismo, en su opi- nién, no debia su existencia al pagano y ateo Demécrito, sino al profeta Moisés. Esta teorfa ayudé a que el atomismo revistiera en el siglo xvit una gran autoridad social. Poco a poco, a medida que la ciencia fue ad- quiriendo una autoridad y un valor por s menos necesaria la Antigiiedad como medio de legitime las referencias a los grandes antepasados fueron parect cada vez mas superfluas. La forma hist6rica que revistié gran parte de la ciencia mas temprana queda bien ilustrada en el libro de Joseph Priestley The History and Pre- sent State of Electricity (1767) y su otra obra History and Present State of Discoveries Relating to Vision, Light and Colours (1772). Fueron obras pioneras de lo que entonces era una investigacién de vanguardia, pero, con todo, se presentaban como «historias». Priestley fue uno de los mu- protestantes: cri misma, fue haciéndose cada vez , con Io que éndoles a todos chos que consideraban que el desarrollo hist6rico formaba una parte na- 1, Sailor (1964), reimpreso en Russell (1979), pp. 5-19. Cf. también Hunter (1981). 12 Introduccién a la historia de la ciencia tural de su ciencia, un balance de lo que se habfa ya logrado y de los pro- blemas que segufan sin resolver. De esa forma se concedia a la historia un papel en las ciencias de la época. De total acuerdo con Priestley, el astré- nomo francés ¢ historiador de la astronomia Jean-Sylvain Bailly conside- raba la historia de la ciencia un informe de «lo que hemos hecho y lo que podemos hacer»? Para Priestley y sus contemporaneos la historia de la ciencia era pri- mordialmente un instrumento, cuyo valor se hallaba ligado al progreso de las investigaciones que se llevaban a cabo en esa época.’ Los grandes conquistadores —leemos— fuero animados y también, en gran medida, formados por la lectura de las hazafias de otros conquistado- res anteriores. ;Por qué no fbamos a poder esperar que la historia de la fi- losofia tuviera esos mismos efectos en los filésofos? ... En tal caso, un pro- fundo conocimiento de todo lo que se ha hecho antes de nosotros no puede sino facilitar grandemente nuestro progreso futuro, si es que no resulta algo absolutamente necesario para él. Estas historias resultan, a lo que pa- rece, mucho més necesarias en un estado avanzado de la ciencia, de lo que lo son en su infancia. En la actualidad, los descubrimientos filoséficos son tantos, y las exposiciones que de ellos se hacen se hallan tan dispersas, que no se halla al alcance de hombre alguno llegar a conocer todo lo que se ha hecho, para obtener los cimientos de sus propias investigaciones. Estas circunstancias, a mi juicio, han retrasado mucho el progreso de los descu- brimientos. Como consecuencia natural de esta actitud, asf como de la creencia general que reinaba durante aquel periodo en el progreso, la historia de la ciencia tomé inequivocamente los rasgos de la historia del progreso.* He hecho que sea para m{ una regla, que creo haber cumplido siempre, no sefialar nunca los errores, equivocaciones y disputas de los electricistas ... Todas las discusiones que no han contribuido para nada al descubrimiento de la verdad, las echarfa yo de buena gana al olvido eterno. Si de mi de- pendiera, la posteridad no sabria nunca que existié algo parecido a la en- . Bailly (1782), vol. 3, p. 315. . Priestley (1775), pp. VI-VII. . Ibidem, p. XI. feN Aspectos del desarrollo de la historia de la ciencia 13 vidia, los celos 0 las criticas malévolas entre los admiradores de mi disci- plina favorita. Mientras Priestley utilizaba la historia de la ciencia al servicio de la ciencia de su época, otros la empleaban como contribucién al debate sobre la metodologia y normas correctas de la nueva ciencia. Un ejemplo tem- prano y clasico de ello es la obra de Thomas Sprat History of the Royal Society, que data de 1667. El objetivo mas importante de esta obra era no ya hacer una relacién objetiva e hist6rica de la fundaci6n de la Royal So- ciety, sino desempejiar un papel polémico y politico. En 1667, la Royal Society contaba s6lo con cinco afios de vida como institucién oficial, pero habia nacido a consecuencia de las obras y deseos de una serie de grupos informales que existian ya desde 1640 aproximadamente. Los métodos, ideales y formas de organizacién que tenia que perseguir la nueva Ciencia eran objeto de grandes discusiones alrededor de 1670. La History de Sprat era una aportacién a este debate, dirigido mas al futu- ro que al pasado. Como Sprat identificaba determinadas fuentes (Wil- kins, Boyle, Bacon y otros) como antepasados espirituales de la Royal Society, descartando la significacién de otros (Descartes y Gassendi, en particular), y como la obra de Sprat logré un rango de autoridad, esta- blecié la vision de la ciencia que habia de seguir en el futuro la Royal So- ciety. Esta, asf como las actividades que se relacionaban con ella, tenfan que basarse en una visién empfrica de la ciencia y no en las ideas més de- ductivistas adoptadas por pensadores continentales como Descarte: Deberfamos notar que en los siglos xvi y xvi la palabra

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