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perspectiva: todos protestantes en el aciago siglo XV europeo, una poca sangrienta para la
disidencia, y todos relacionados, de forma directo o no, con las atrocidades cometidas en
nombre de la fe por los espaoles que se enseorearon la recin descubierta Amrica. Las
atrocidades ms cruentas desfilan en la escritura de Montoya, quien parece ser consciente de
las posibilidades del trptico como registro formal: el nmero tres, escribi Derrida, siendo
el nico capaz de contener dentro de s la adicin de los nmeros precedentes (1 + 2 = 3), es
una cifra perfecta e infinita. Siendo as, pareciera que el mensaje de Montoya es claro: el
Mal, radical y sin razn, el verdadero Mal, es infinito y ubicuo.
La sangre, la incomprensin y la poltica del chisme, el prejuicio y el garrote: el
panorama del Renacimiento descrito por Montoya adquiere unas cuotas de saturacin que
parecen irreales. No obstante, el autor precisa sus fuentes, y las pinturas de estos fantasmas,
ms Los comentarios reales del Inca Garcilaso de la Vega parecen refrendar un lectura de la
historia como el registro del mal y el descalabro, una constante aniquilacin. No hay
inocencia en esta prosa, como tampoco hay clemencia: el Trptico exige a lectores
avezados, sin asco, lectores curados de espanto ante el dolor, pero sensibles frente a la
tragedia ab aeterno de la que pareciera que no haber refugio.