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(Len Tolstoi)
Un da de diciembre, en el Cucaso, organizamos una
cacera de jabales, y Bolita me sigui.
Los bosques del Cucaso estn llenos de frutas
exquisitas: pias, uvas silvestres, manzanas, peras,
moras y bellotas. Con las primeras heladas, estas
frutas, ya maduras, caen, y los cerdos y los jabales se
alimentan con ellas, ponindose exageradamente
gordos. Esto hace que se cansen pronto cuando los
perros los persiguen, y al cabo de una o dos horas de
persecucin se detienen, refugindose en la espesura
de los bosques. Por el ladrido de la jaura los
cazadores saben si el jabal se ha escondido o corre
an ya que, cuando se detienen, los perros dejan de
gruir y allan largamente.
Aquella maana, yo an no haba conseguido
enfrentar a un jabal, cuando escuch los aullidos
caractersticos. Corr hacia el lugar de donde stos
provenan, y a medida que me iba aproximando
comenc a or chasquidos de ramas y luego ladridos.
Entonces comprend que la jaura tena cercado a un
jabal, pero no se atreva a atacarlo. De pronto, un
ruido a mi espalda me hizo volver la cabeza, e
inesperadamente descubr a Bolita.